Manantial - P. Gumercindo Diaz, SDB

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P. Gumersindo DĂ­az SDB

Manantial Meditaciones


Dedicatoria :

A mis padres, quienes me dieron un bello ejemplo de fe, en una gozosa experiencia de Dios. A mis “Amigos en la Fe�, que me han apoyado en mi camino y han sido parte de mi feliz sacerdocio.

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MANANTIAL P. Gumersindo Díaz sdb Primera edición : Diciembre / 2000 2500 ejemplares

Nihil Obstat : S. E. Rvdma. Mons. Jesús María de Jesús Moya. Obispo de San Fco. de Macorís. R.D.

Puede imprimirse :

Rvdmo. P. Angel R. Soto SDB Inspector. Inspectoría San Juan Bosco de las Antillas.

ISBN 99934-23-08-4

Santo Domingo R. D.

Dic. / 2000

Fotografías y diagramación : P. Gumersindo Díaz sdb Impreso en República Dominicana Amigo del Hogar. Los Prados. Santo Domingo. R.D.

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MEDITACIONES

Siguiendo a Jesucristo.

El camino es largo y la marcha es lenta, pero sabemos que la fuerza del amor va quitando el pecado del mundo, y construyendo el Reino de Dios. 3


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CONTENIDO Introducción Comentario del Rvdmo. P. Inspector. Comentario del señor Obispo de San Fco. de Macorís. Jesús en el Sagrario. I. JESUS Y MARIA 1. Jesús de Nazaret. 2. María de Nazaret.

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II. DIOS PADRE 3. Eterno Padre. 4. El Dios en quien yo creo. 5. Confesión pública al Padre de la Misericordia. 6. Huellas del Amor de Dios. 7. La sed de Dios.

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III. LA EUCARISTIA 8. Al pie del Altar. 9. Invitados al Banquete del Señor. 10. La Eucaristía, Pan de Vida. 11. Jesús, Ofrenda Eucarística. 12. Eucaristía, alimento y apoyo.

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IV. LA CRUZ 13. La Cuaresma y el sentido de la Cruz. 14. El camino de la Cruz y el Silencio de Dios. 15. El misterio de la Cruz. 16. Los mandamientos y la moral cristiana. 17. Amor y Perdón.

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V. LA FE 18. El Reino de los cielos. 19. La alegría de la fe. 20. El miedo en la fe. 21. Crecer en la fe. 22. Mensajeros de la fe.

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VI. VIDA INTERIOR 23. Trabajo interior. 24. Renovación espiritual. 25. Pensamientos para crecer. 26. Pinceladas de reflexión. 27. Caridad pastoral.

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VII. EL BAUTISMO 28. El bautismo del Señor. 29. El nuevo nacimiento. 30. Gracia y pecado. 31. La verdad y el hombre. 32. La búsqueda de Dios.

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VIII. HORA DE ALABANZA 33. Jesús es el camino. 34. Docilidad al Espíritu Santo. 35. La pedagogía de Cristo. 36. La samaritana. 37. La caridad de Cristo nos urge. 38. Desprendimiento y libertad.

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IX. DIOS SIGUE LLAMANDO 39. Dios llama a Abrahán. 40. El buen Pastor. 41. Consagrados para servir. 41b. Despedida 42. Vida de Comunidad. 43. La esperanza salesiana.

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X. TEMAS VARIOS 44. La Oración: Tema – Oraciones – Salmos – Ritos. 45. Adviento: Tiempo de conversión. 46. Adviento: Vivir en la esperanza. 47.Teología de la vida religiosa apostólica.

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48. Santa Teresita del Niño Jesús. 49. La Iglesia al servicio de los pobres. 50. Pasajes bíblicos apropiados para la meditación. 51. Respeto a la vida. 52. Celebración de la muerte. 53. La bondad. La paradoja de Carlin. De todas maneras. 54. De todas maneras. 55. Página del autor.

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INTRODUCCION Este libro es como un pequeño manantial que brota de las “experiencias de fe” que he tenido en mi acción pastoral, y de las ideas fundamentales que han guiado mi vida al transmitir a mis hermanos el mensaje del Evangelio de Jesucristo. Enumero sólo algunas de esas experiencias de fe : 1. Fui ordenado sacerdote el 29 de Marzo de 1970, Pascua de Resurrección. Desde 1970 hasta 1984 estuve trabajando en la Pastoral Vocacional. Ese trabajo me ayudó mucho a meditar en la belleza del seguimiento de Cristo. En este clima de la llamada de Dios, he tratado de manifestar al mundo que, en mi sacerdocio, he sido y soy plenamente feliz. ¡Gracias, mi Dios! Para enriquecer mi trabajo en la pastoral vocacional entré muy de lleno en el campo de la fotografía. Esto me ha permitido adornar este libro con bellas fotos de la naturaleza, devolviéndole a Dios algo de lo que El me ha regalado y que me ha sido tan útil en mi trabajo pastoral. 2. A partir de 1978 prediqué ejercicios espirituales a algunos gru- pos de religiosas. Los temas de Laudes eran muy sencillos y aptos para mover el deseo de seguir a Jesucristo. Esos pequeños temas han sido reelaborados y son parte de este libro. 3. Hace 14 años que escribo periódicamente a un grupo de perso- nas de Puerto Rico, República Dominicana y Estados Unidos. Son personas que gustan de la vida espiritual y de la oración. Mis mensajes han tenido por título: “Carta a mis amigos en la fe”. Muchas ideas de esas páginas han pasado a este libro. 4. Una de las experiencias más hermosas de mi vida sacerdotal ha sido y sigue siendo la ADORACION EUCARISTICA. He creado mi propio estilo de Adoración y para ello he escrito dos folletos: “Adoración”(1991), y “Jesús, Pan de Vida”(1999). Parte de ese material lo he integrado al libro. 5. Siempre me ha gustado meditar en el “Misterio de la Cruz”. 9


La Cruz tiene sentido de ofrenda, y por ello, la Cruz nos ofrece la vía más hermosa para amar. Para santa Teresita del Niño Jesús, cada sufrimiento era una flor para su amigo Jesús. La idea de la Cruz es parte fundamental de este libro. Desde 1982 he estado tratando de poner por escrito estas experiencias pastorales. Pero la idea tardó 16 años en madurar y hacerse posible. Dios es el que nos guía, y lo que El determina es siempre lo mejor. Es hoy, Domingo 2 de Agosto de 1998, cuando empiezo a llevar al papel estos mensajes de fe, y sé que debo trabajar en ellos unos tres años hasta que pueda entregar esta “herencia” en manos de mis AMIGOS EN LA FE. Con este libro espero ayudar a muchas personas a vivir la alegría de la fe en una bella experiencia de Dios. La experiencia de Dios produce alegría, seguridad y paz, que son los frutos de una entrega plena al seguimiento de Cristo y de una opción hecha por Jesús con verdadero amor. El título Manantial representa a Cristo que es la fuente de todo bien. Manantial es también la vida del cristiano sencillo que se convierte en corriente de agua viva para muchos de los que reci- ben su herencia espiritual. Estas páginas pueden ayudarnos a vivir como en un manantial de agua fresca en las montañas. Al abrir este libro se entra como en un recinto sagrado que conduce hacia la presencia de Dios. Como en un Sagrario viviente, en cada capítulo, se sienten los latidos de la misericordia de Jesús, el sello de su presencia amorosa. En este libro Dios va a ir mostrando su presencia como se muestra en el susurro del viento, en una tarde apacible, en una meditación serena, en el canto de las aguas de un río, en el calor del fuego, en una flor que se abre, en la sonrisa de un niño, en la paz de un anciano, o en las manos levantadas de alguien que está rezando. Mientras lo estemos buscando con un corazón abierto, El se irá manifestando en múltiples circunstan- cias de la vida, donde El ha dejado su delicada huella para encon- trarse con su obra maestra de la creación que somos nosotros, sus hijos. Este libro tiene una estructura un poco especial. Cada tema guarda 10


relación con todo el conjunto, pero, al mismo tiempo, tiene sentido en sí mismo. El tema central es el seguimiento de Cristo, y todos los capítulos están enfocados hacia eso. Pero un capítulo puede ser quitado o añadido y no se afecta el conjunto. Cada tema es pensado como una pequeña meditación independiente, que puede servir para cualquier ocasión de reflexión. Mi vida se ha visto envuelta en muchos problemas, y con frecuencia, mis pasos han sido muy dolientes y débiles. El Señor ha bajado hasta allá, hasta mis debilidades y mis deficiencias, y allí se ha hecho mi gran amigo. Es en medio de esa debilidad donde El me ha invi-tado a escribir. Este libro es algo más de lo que yo puedo hacer. La mano del Señor ha empujado mi pluma, y ha ido más allá de lo que yo puedo decir. Le estoy eternamente agradecido. MANANTIAL recoge, pues, la experiencia de mi predicación y de mi unión con Dios en estos 30 años de vida sacerdotal. Palabras escritas con la mente, pero sobre todo con el corazón, pues son parte de toda mi vida, la de ayer, la de hoy y la de siempre. El autor

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Comentario del Rvdmo. P. Inspector Inspectoría salesiana de las Antillas.

Doy gracias a Dios porque, a través de estas páginas, brotan, como torrentes de agua viva, mensajes profundos que llegarán al alma de los que se adentren en ellas. No hay desperdicio, ni en el arte de las fotos, ni en las líneas escritas, ni aún en las páginas en blanco. Aquí están plasmados treinta años de vida sacerdotal y dieciocho años de proyectos concretos. Aquí hay muchas horas de oración, de dolor y alegría, de triunfo y fracasos, aquí hay DIOS, aquí hay VIDA. No sólo las páginas y las fotos frutos de la mano y del lente del artista se ven reflejados aquí. Aquí está el sentimiento del hombre, la vivencia del sacerdote, el carisma del salesiano que ha querido compartir con nosotros sus vivencias más reconfortantes. Estas páginas son el reflejo de una vida forjada al lado de Dios, junto a sus hermanos, los seres humanos, junto al silencio de su habitación, en la riqueza del altar o del sagrario, junto al fragor de un apostolado intenso, junto a la defensa de los más débiles. Me uno a la satisfacción que llena al P. Díaz hoy al ver cristalizado uno de sus más caros sueños, y le agradezco que nos haya revelado, en estas páginas, los grandes tesoros que han forjado su existencia. Gracias a estas líneas cargadas de vida, otros podremos tener fuentes perennes de agua cristalina, manantiales de esperanza, rutas de luz, senderos de infinito, puertas abiertas a Dios. ¡Que todo sea para Su mayor gloria y honor! Santo Domingo, Agosto 2000 P. Angel R. Soto Inspector Salesiano Antillas

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Comentario de su Excelencia Rvdma. Mons. Jesús María de Jesús Moya Obispo de San Francisco de Macorís. R.D.

Este hermoso libro de meditaciones, titulado con gran acierto MANANTIAL, es todo él una fuente inagotable de espiritualidad para todos los estilos de vida en la Iglesia. De la misma manera que se llama “Manantial”, igual pudo llamarse “Una guía vocacional” para vivir la vida diaria según el Espíritu. En este manantial el protagonista es Jesús, al que se llega y se vive por los medios sobresalientes de las mediaciones en nuestro peregrinar hacia el Padre: Jesús que muere amando y nos señala el camino: ¡Ven y sígueme! ¡Qué hermosa y sencilla manera de llamar a uno! Jesús que llama en un contexto de cruz y de gloria, de Bautismo y Eucaristía, de vida interior y de oración en los diversos tiempos litúrgicos; el ejemplo de los santos, entre los que sobresale María, llamada también de Nazaret, modelo del seguimiento de Cristo y de toda vocación. El querido P. Gumersindo Díaz, con un estilo fluido, sencillo, claro y completo, nos ofrece esta riqueza extraordinaria, las huellas del amor de Dios, el hambre y la sed de El, sin olvidar su sabia y rica vocación salesiana alrededor de Don Bosco y de María Auxiliadora. Aquí se ve la bendición de la humildad y del abandono en esa fuente del amor, en el que todo es presencia del Reino. La alegría de ser feliz en la fe, como camino de crecimiento, nos hace mensajeros de ese Reino que deseamos que llegue a todos. Que estas páginas reciban mi bendición y sirvan para el crecimiento espiritual de la Comunidad Cristiana. ¡Y todo para gloria de Dios!

San Francisco de Macorís, Agosto 2000 Mons. Jesús María de Jesús Moya 14


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JESUS ESTA EN EL SAGRARIO ESCONDIDO El es la fuerza poderosa y el misterio de fe de la Iglesia del silencio. CALLADO escuchando las alabanzas y proyectos de sus hijos. CUIDANDO a sus hijos predilectos que se acercan al Sagrario con alegrĂ­as y penas para convertirlas en ORACION y OFRENDA. El es el alimento de las almas fuertes, de aquellos que encuentran su felicidad en una dulce mirada hacia el cielo. 17


Enséñame Señor ...

... a comulgar muriendo

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I. JESUS Y MARIA

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1. JESUS DE NAZARET La Iglesia nos llama a aceptar el mensaje de Jesús, a creer más en su Amor y su en Palabra, y a fortalecer cada día nuestra esperanza del cielo. Jesús es Señor de la Historia. Centro del Universo. Principio y fin del Cielo y de la Tierra. El mismo ayer, hoy y siempre. Jesús de Nazaret es la Herencia de la Iglesia, la luz en las tinie- blas, la fuerza de los débiles, el consuelo de los desamparados. El nos ofrece un camino estrecho que, al vivirlo con amor, se vuelve ancho. Nos presenta una cruz que tiene aspecto de llanto, pero que sabe a felicidad. El es la gran bandera discutida, la única luz que permite entrar en el misterio de Dios, la única puerta para entrar en el Reino del Amor. Nació en un pesebre: En un rincón olvidado, en el frío del in- vierno, al calor de la respiración de unos pocos animales, custo- diado por cuatro ojos bondadosos que lo miraban a cada instante, que sentían una gran nostalgia al no poder ofrecerle algo mejor a ese Niño que llegaba envuelto en tantos misterios. Lucas 2, 6-7 :“Y sucedió que mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en el establo, porque no había alojamien- to para ellos en el Mesón”. Se ocupó de sus hermanos, los hombres : Vino a mezclarse con los pecadores. Se hizo parte de una humanidad cansada de sufrir, hombres y mujeres enfermos, desesperados, leprosos, hasta poseídos del demonio. Se metió en esa atmósfera pesada de este valle de lágrimas, de unos cuerpos dolientes. Entró hasta el fondo del alma humana, y encontró que, en el corazón de María, de Pedro, de la Magdalena, de Zaqueo, el amor no se había muerto. Estaba vivo. Aprendió a sufrir y a amar como nosotros. Le gustó nuestra manera de amar, y nos dio bellas lecciones de comprensión. 21


Por amor cargó una cruz que despedazó su cuerpo, pero su rostro seguía sereno y sus ojos tenían fuerza de infinito, traspasando las fronteras concretas para deslizar su alma sobre la esperanza del más allá. Se volvió descanso para los que le siguen y comida para los que tienen hambre de Dios. * “Jesús contestó: Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida, y a los pobres se les anuncia el mensaje de la salvación. Y dichoso aquél que no pierda su confianza en Mi”. Mateo 11, 4-6. ** “Mientras comían, Jesús tomó en sus manos el Pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Coman, esto es mi Cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos diciendo: Beban todos ustedes de esta copa, porque ésta es mi Sangre, la cual es derramada en favor de muchos para la remisión de los pecados”. Mateo 26, 26-28 Fue perseguido y vivió sereno: Trató de comprender hasta a sus verdugos, considerándolos parte de la Escritura, parte del plan del Padre. Se entregó serenamente en el Huerto de los Olivos. Atravesó tranquilo la tragedia de los palacios de Anás y Caifás, de Pilatos y de Herodes. El silencio era la coraza de su fuerza espiritual. “Por aquel tiempo, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos se reunieron en el palacio de Caifás, sumo sacerdote, e hicieron planes para arrestar a Jesús mediante algún engaño y matarlo”.(Mateo 26, 3) “Como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca”. (Hechos 8, 32-33). Murió lleno de paz : Antes de morir celebró la última Cena e instituyó el Sacerdocio. Habló de su muerte con naturalidad. Sudó sangre en el Huerto de los Olivos, pero su rostro estaba sereno, pues tenía el consuelo de los ángeles. Una vez que lo prendieron, Pedro lo negó, y Jesús, al pasar, le dio una mirada a Pedro tan compasiva que transformó su pecado en llanto, y el llanto se volvió amor. Antes de morir 22


dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”(Lucas 23, 46). Sufrió todas las persecuciones, todos los insultos, todas las burlas, hasta el martirio, pero nada pudo contra El, pues permaneció sereno hasta que entregó su Espíritu. Por eso pudo decir: “Vengan a Mí los que estén cansados y agobiados que yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón”. Mt.11,28-30 Nos prepara un lugar en el cielo : Más que hermoso debe ser ese lugar donde Jesús y María nos esperan. Preciosa debe ser esa vida que mereció la Sangre de Cristo y los innumerables sacrifi- cios que han hecho tantos santos y santas, hombres y mujeres de fe. “No se angustien ustedes porque me voy. Confíen en Dios y confíen también en Mí. Me voy a prepararles un lugar. Y vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que donde Yo esté, estén también ustedes”. Juan 14, 1-3. “Considero que los sufrimientos de la vida presente no son nada, comparados con la gloria que un día se nos mostrará”(Romanos 8, 18) Nos dio una Ley de Amor : Comprendió nuestra manera de amar. Despertó en nosotros un estilo nuevo de amar. Nos enseñó un amor que es un camino claro para llegar al Reino. Por el amor lo encontraremos siempre vivo en medio del mundo. “Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me van a buscar, pero lo mismo que les dije a los judíos, les digo ahora a Uds.: A donde yo voy no pueden ir ustedes. Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen unos a otros como Yo los he amado. Si se aman unos a otros, todo el mundo se dará cuenta de que ustedes son discípulos míos”. Juan 13, 33-34. Nos dejó su Cuerpo y su Sangre : “Mientras comían, Jesús tomó el pan en sus manos, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: Coman, esto es mi Cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa, y habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos diciendo: Beban todos ustedes de esta copa, porque ésta es mi Sangre, la cual es derramada en favor de muchos para la remisión de 23


los pecados”. Mateo 26, 26-28. El Cuerpo y la Sangre de Cristo es alimento que nos fortalece mientras vamos hacia la casa del Padre. La Iglesia vive para partir el Pan, para dar gracias a Dios por la vida de Cristo, para rendir culto a la Eucaristía, para alimentar a sus hijos en el largo camino de la vida, para llenarnos de Esperanza a los pies del Altar. No mira al hombre desde su pecado, sino desde su debilidad : Convirtió a la pecadora samaritana en mensajera del Mesías. La miró desde su sed, no desde sus pecados. Miró a Pedro desde su miedo, y no desde su negación. Le dio una mirada compasiva y convirtió su pecado en llanto y su llanto en amor. Comprendió el amor confundido de la Magdalena y la llevó hacia la claridad de un verdadero amor. Por la fuerza de su mirada comprensiva rescató a la santa que dormía en la cárcel del espíritu de esa pobre mujer. Con una propuesta amistosa desbarató la avaricia de Zaqueo y la convirtió en generosidad. Al morir en la cruz se llevó al cielo el primer salvado : un ladrón. Así es Jesús. Vale la pena seguirlo, vale la pena amarlo, vale la pena ser de El.

Jesús de Nazaret Una vida diferente. -Un llamado a un amor nuevo.

* Nació en un pesebre. * No tuvo una casa propia. * Nunca fue a la escuela. * Trabajó en un pequeño taller. * Se convirtió en un predicador itinerante. * Nunca tuvo una oficina. * Su credencial fue El mismo. * Han pasado 20 siglos y El es el centro de la raza humana. Grandes ejércitos han marchado, grandes flotas han navegado, Parlamentos han legislado, grandes reyes han reinado, y nada, ni nadie ha influído tanto en la vida del hombre como Jesucristo. 24


BANDERA DISCUTIDA El anciano Simeón al tomar en sus brazos al Niño Jesús, dijo: Este será una bandera discutida. El primero que enfrentó la bandera de Jesucristo fue el demonio : En el monte de las tentaciones, y en la persona de los endemoniados. Se lo decían claramente: ¿A qué has venido, Jesús de Nazaret? ¿Quie-res acabar con nosotros? El demonio sabía que Jesús venía a echarlo de su reino, que Jesús iba a liberar al hombre esclavo del pecado. Jesús venció al demonio con la oración y el ayuno. La segunda guerra contra Jesús fue la de su pueblo. Juan dice : “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Las autoridades judías enfrentaron a Jesús, pues ellos regían al pueblo con una legislación de exhibición y de poder. Jesús los quería conducir a una legislación de Amor y de Servicio. En vez de apariencias, Jesús siempre quiso hombres y mujeres sencillos, humildes, que alaben a Dios en espíritu y verdad. Por eso se fue a la orilla del lago a escoger a sus primeros discípulos. Jesús venció la intriga de los judíos llevando su vida hasta la muerte en obediencia al Padre, creando así una vida nueva, regida por una Ley Nueva, la Ley del Espíritu con fuerza de comprensión y amor. Esa Ley Nueva sería indestructible ante el poder del mundo. La tercera guerra la sufrió Jesús de parte de la debilidad humana. Talvez fue la que más le dolió : Judas lo entregó, Pedro lo negó, los demás discípulos lo abandonaron en la hora triste, y una muchedumbre del pueblo que había disfrutado de sus milagros terminó gritando: “crucifíquenlo”. Eso fue lo que más le llegó al alma, y fue lo que le hizo sudar sangre en el Huerto de los Olivos. Sobre esas tres guerras, sobre ese camino doliente, Jesús sembró el bien. Y en Jesús, el bien se llamó AMOR. Jesús venció la debilidad humana, Jesús venció la frialdad del mundo con el perdón y el amor. Jesús reunió esas tres victorias y las ofreció al Padre en una ofrenda de obediencia perfecta. Y Jesús reunió esas tres victorias y las ofreció al hombre convertidas en un pedazo de Pan Eucarístico por amor. 25


Este es el gran misterio: La Palabra de Dios se hizo carne, y el sufrimiento de Cristo se hizo Pan. Pan que es signo de Amor. La Resurrección de Jesús no fue sólo el hecho de que se levantó de la tumba. La verdadera Resurrección de Jesús fue el hecho de haber padecido tanto, y todavía morir amando. Por eso venció al peca- do y venció a la muerte, porque su amor fue más grande que todas las guerras y todas las injusticias que sufrió. Jesús murió, pero su alma todavía llevaba el sello de la vida, porque no habían podido matar su amor y su misericordia. Nosotros llevamos demasiados signos de muerte, porque nuestro amor es muy pequeño. La Resurrección de Jesús nos va resucitando, o sea, el poder de su amor nos va incorporando a una fuerza espiritual indestructible, a una conexión con el más allá que nos ayude a hacer de esta tierra el comienzo de las Bienaventuranzas en Jesucristo, la felicidad de un Reino que ya ha comenzado. Nosotros, frente a cualquier promesa que hagamos, fallamos, y ante cualquier ofensa que nos hagan, explotamos. Son los signos de muerte que hay en nosotros. Esto significa que hay muchos aspectos de nuestra vida que no están evangelizados, que no están unidos a la Resurrección de Jesús. Jesús, desde esa tumba para siempre abierta, y desde esos brazos para siempre abiertos nos invita a demostrarle a Dios, a demostrarle al mundo, y a demostrarnos a nosotros mismos que con su amor podemos vencer al pecado y vencer la muerte, por- que la vida que El ofrece es vida nueva, es su propia vida. El está en nosotros y nosotros en El. Tomando parte en sus sufrimientos podremos resucitar con El. Vencer el mal con el bien es un gran desafío, pero se puede.

CONOCER A JESUCRISTO Este apartado se inspira en el folleto bíblico de A. Giorges: “Conocer a Jesucristo”, inspirado en los sinópticos. Jesucristo es un acontecimiento histórico y meta histórico. Jesús vivió hace 20 siglos, y todavía hoy podemos decir: ¡Está vivo! 26


Jesús es el centro de la historia, pero desborda la historia. El tiempo no aprisiona su persona, pues aún viviendo en el tiempo, tiene dimensión de eternidad. El hoy de su sacrificio está en el tiempo y fuera del tiempo. Hecho histórico: Toda su actividad, Jesús la dedica a sus contemporáneos, judíos de Galilea y de Judea, fariseos y saduceos, discípulos de Juan el Bautista y de otros ascetas del desierto. Todo un pueblo encorvado bajo el yugo de los romanos, y en apa- sionada espera del Mesías. Para comprender mejor el hecho de Je- sús hay que tener presente este ambiente y esta época. Ante este hecho histórico de Jesús tenemos tres posiciones : 1. Los doce apóstoles : Han percibido, poco a poco, un hecho misterioso, una presencia divina. El nació como todo hombre del cuerpo de una mujer, pero se autodenomina “igual a su Padre Dios”. Los milagros del maestro, su penetración religiosa, su autoridad excepcional les han planteado la cuestión fundamental del origen de Jesús. Esta cuestión, algo confusa primero, ha alcanzado luz plena en el advenimiento pascual: Jesús es Mesías, Señor divino. 2. La Iglesia : A través del tiempo, la Iglesia ha vuelto a empren- der, de época en época, la misma tarea: Encontrando a Dios en el mismo personaje histórico de Jesús de Nazaret. Confiesa su fe y la expresa en síntesis teológicas más elaboradas que antes. En primer lugar la Iglesia ve la necesidad de conservar en síntesis lo que es la herencia espiritual del Maestro, y además, para proteger- se de las corrientes confusas y heréticas. 3. Nuestra postura de hoy : Seguimos reconociendo el hecho misterioso del Hijo de Dios en el hecho histórico de Jesús. Para cuantos reconocemos este hecho, la Palabra de Dios, el mensaje de Jesús adquiere un significado trascendental : Es el cumplimien- to de antiguas promesas, el anuncio de la llegada del Reino de Dios. Es el Centro de toda la Historia. Es el Mesías esperado. Es importante observar que, para cada época, el mensaje es nuevo. 27


Nuestra fe adquiere, en la historia de Jesús, un significado eterno, una luz sobre la totalidad del tiempo, una llamada personal y trascendente que se formula a cada uno de nosotros hoy día: El Señor habla contigo, te llama por tu nombre. Al penetrar en el estudio histórico de Jesús encontramos el hecho perturbador de su actitud, de sus exigencias, de la respuesta luminosa que aporta a tantas llamadas nuestras, secretas y profun- das. Aquí es donde la fe distingue la presencia del Misterio. “ El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”(Vat.II, L.G. 13, # 22). Sin fe se conoce el dato “Jesús”, pero no al “Hijo de Dios”. Jesús hace los milagros para que crean que El es el Hijo de Dios. Cuando a la gente le faltaba fe, El no podía hacer los milagros. A ejemplo de los profetas antiguos, se ha entregado entera- mente a anunciar el Reino de Dios. Esta predicación tomó auge en los apóstoles tras el advenimiento de la Pascua y Pentecostés. Es importante ver cómo, este mensaje que se transmite en forma oral, está centrado en los acontecimientos de la Cruz y de la Pascua, y en las consecuencias actuales para cada creyente, sin entrar en los detalles de la vida terrena de Jesús. Lo que sobresale es el hecho “salvífico”. De esa predicación nace la Iglesia. Este Kerigma, este mensaje que alimenta a la Iglesia, no es algo pasivo, exige la fe de cada uno. Nos exige una postura de fe definida. Ante las palabras, los actos, la vida entera de Jesús, es imposible permanecer como simple espectador. Jesús no permite la neutralidad. Es un hecho tan grande que desborda la realidad humana. Por la trascendencia de su papel le impone a cada uno que decida su posición. Se ha de creer o rechazar. Se ha de aceptar el ser juzgado por El, recibir de El el sentido y la ley de nuestra vida, incluso seguirle hasta la cruz. Sencillamente, si crees te salvarás. Lo que antiguamente pidió a Pedro, a Santiago, a Juan y a Andrés, hoy, Jesús lo espera de Nosotros. Es una llamada permanente, siempre actual. Leer el Evangelio no es escoger a nuestro gusto lo que conviene a nuestras ideas o a nuestros deseos. Hay muchos lectores que 28


sólo han buscado en el texto un ideal a su medida, una justi- ficación de sus sueños, un Jesús utópico o sentimental, un revolu- cionario, o un defensor del orden establecido. Son tentativas falsas, pues quieren servirse del maestro y no servirle al Maestro. Leer el Evangelio es acoger a Jesús con todas las exigencias de su misterio. Es, sobre todo, entrar en el acontecimiento salvífico de Muerte y Resurrección. Leer el Evangelio es entenderlo como una llamada que exige una respuesta, que nos juzga, que nos abre el Reino de Dios. Hay que unirse a su caravana o se corre el riesgo de morir en la desolación del desierto. No se trata de un camino: El es el Camino. Hay que comprometerse totalmente con El : “Ven y sígueme”. Para quien no prueba a vivirlo, el Evangelio carece de su ver- dadero sentido. Sólo en la intimidad con Jesús se llega a percibir su “misterio salvador”. La verdad que encierra el Evangelio no se encuentra más que llevándolo a la práctica. Si te dejas llevar sólo por la letra, esa letra te saca del contenido, y entonces “la letra mata”, dice san Pablo. Aquellos que se han dejado embriagar por esta palabra de Dios, sus vidas se han transformado. Es importante ser fieles al hecho histórico de Jesús para evitar la tentación constante de forjar un Cristo a nuestro gusto. Es muy fácil construir un Cristo a la propia medida y desconectarse de la Iglesia y de toda estructura exterior que intenta ayudar a la trans- misión del mensaje salvífico. Para nosotros, los creyentes, un trabajo crítico es sólo una fase preliminar. No leemos el Evangelio como arqueólogos, curiosos por un pasado muerto. En las palabras y hechos del Jesús de antaño buscamos el mensaje que nos dirige hoy. Incluso en una profunda oración, intentamos escuchar su voz. La simple lectura del Evangelio no santifica, el Evangelio hay que rezarlo. Al leerlo rezando tratamos de entrar en diálogo personal con el Cristo vivo, siempre con docilidad activa, en bús-queda ardiente y leal. La escucha silenciosa del Maestro, la inteligencia de su llamada, la respuesta del corazón que se entrega, es a eso a lo que la Biblia llama “Conocer a Jesucristo”. 29


Jesús vino al mundo como la gran Noticia, el gran acontecimiento de la historia y que al mismo tiempo se sale de la historia y del tiempo. La meta historia de Jesús consiste en que hoy puedo decir: “ Está vivo!”. Los apóstoles, animados por el hecho pascual y por la fuerza del Espíritu Santo, comprendieron esto y dieron sus vidas para anunciar a Jesús como Mesías salvador, como Hijo de Dios. La vida de la Iglesia es y será siempre la Evangelización, anunciar a Jesucristo con la vida y la Palabra. La vida del cristiano adquiere significado cuando es vida que anuncia. Cuando repite en sí mismo el gran aconte-cimiento de Jesús de Nazaret, expresión fiel del mensaje de Dios al mundo. El apóstol san Pablo nos dice: “ Yo, sin merecerlo, he sido puesto al servicio de este mensaje, por la acción poderosa de Dios. Yo soy menos que el más pequeño de todos los que pertenecen al pueblo de Dios; pero El me ha conce- dido este privilegio de anunciar a los no judíos la buena noticia de las incontables riquezas de Cristo. Y me ha encargado hacerles ver a todos cuál es el plan que desde siempre era un secreto de Dios, creador de todas las cosas. Sucedió así, para que ahora, por medio de la Iglesia, todos los poderes y autoridades en el cielo lleguen a conocer la sabiduría de Dios en todas sus formas. Dios hizo esto de acuerdo con el propósito eterno que llevó a cabo en nuestro Señor Jesucristo. Y en Cristo tenemos libertad para acercarnos a Dios, con la confianza que nos da nuestra fe en El”. Efesios 3, 7-13. JESUS Y MARIA : Jesús se nos presenta en las Escrituras en forma muy sencilla, y en esa forma sencilla es como El quiere que lo amemos. El se nos presenta en una parábola, curando a un leproso, sanando a los enfermos, dando de comer a la multitud, dialogando con sus discípulos o simplemente caminando a pie y descalzo por los caminos de Galilea. El fue esperado así, el Dios con nosotros, que camina a nuestro lado, que nos acompaña y nos cuida. 30


No olvidemos que ese hombre y Dios, sencillo y poderoso, divino y humano, este mensajero del amor y de la paz que trae la salvación, vino al mundo a través del cuerpo de una madre. Encontrar a Jesús es encontrar a María. Jesús sin María sería un Dios sin carne, no sería un Dios encarnado. La comunidad cristiana ha entendido esto perfectamente a través de estos 2000 años de Evangelización. El gran amor que el pueblo cristiano tiene a la Virgen María garantiza un amor firme y duradero a Jesucristo. Los grandes sacrificios, las grandes ofrendas, los grandes amores, los millones de rosarios rezados, y las grandes peregrinaciones que se viven a los pies de la Virgen María son un terreno propicio para cultivar una auténtica devoción cristológica. La grandeza de María le viene de Jesús, y ver a María es ver la gran obra de Jesucristo en Ella. En torno a las apariciones de la Virgen María se realizan grandes sacrificios, grandes caminatas, un fervor increíble de todo un pueblo que vibra con fe mariana, como hechizado por una voz sobrenatural. Lourdes en Francia, Fátima en Portugal, Guadalupe en Méjico, Medjugorje en Yugoslavia y centenares de otros lugares son un feliz testimonio del entusiasmo del pueblo cristiano por María.

Todos los devotos de la Virgen María sabemos que Ella es un puente que nos facilita el paso hacia el Misterio de Cristo. Por María vamos a Jesús.

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** JESUS ** Su nombre supera a todo nombre. Su nombre está por encima de todos. Su nombre es admirable. Su nombre es consejero. Príncipe de la Paz. El Hijo de Dios hecho hombre. Sufrió y murió por amor. Resucitó al tercer día para darnos la vida. Nos ama. Nos espera con paciencia para recibirnos. Nos dice que está a la puerta de nuestro corazón tocando dulcemente. Envía su Espíritu sobre nosotros. Cuando lo recibimos nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios. Nos da el regalo de la salvación. Planta en nuestro corazón la semilla de la fe cuando lo recibimos personalmente como Señor y Salvador. Siembra en nosotros las semillas del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad, la delicadeza y el dominio propio, y las hace crecer. El es el buen Pastor, y la Resurrección y la Vida. Hermano nuestro. Cordero de Dios. Emmanuel (Dios con nosotros). Hombre de dolores. Profeta y Redentor. Rey de reyes y Señor de señores. Nuestro Rey espiritual. La Vid. Maestro, Mesías, Sanador. El que bautiza en el Espíritu. Dios todopoderoso. Salvador del mundo. Luz y Vida. Creador. Alfa y Omega. Principio y Fin. JESUS DE NAZARET. Señor de la Historia Centro del universo. El mismo ayer, hoy y siempre. Por siglos y siglos. Amén. (Larry Wajer. USA. 1982). 32


Su fuerza salvadora sigue atrayendo a todos hacia Él.

El nos espera en el cielo.

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No pretendas encontrar muchas flores en tu camino. Te toca a ti convertir las espinas en rosas

y vivir siempre feliz. 34


2. MARIA DE NAZARET LA ELEGIDA DE DIOS : La Iglesia aplica a María el pasaje (Prov. 8, 22-31) que habla de la Sabiduría creadora, elegida por Dios antes de la creación del mundo para colaborar al lado de Dios en su obra. María fue así, elegida por Dios desde toda la eternidad para la vocación especialísima de Madre y colaboradora del Redentor. El Apocalipsis presenta dos señales (Apoc. 11, 19. 12, 1-6). Una señal es de gran poder: Un enorme monstruo que devora hasta a las estrellas del cielo. La otra es débil: Una Virgen embarazada que va a dar a luz y tiene miedo, pues no sabe si todo saldrá bien. Tiene miedo porque su hijo puede ser devorado por el enorme dragón que está a sus puertas. Es la batalla del bien y del mal… Y la Virgen María está dentro de esa batalla. La Virgen representa la fuerza débil, y en esa debilidad se esconde el poder divino para que el mal no lo encuentre. No es que el poder divino no pueda vencer al demonio. Esto sucede para enseñarnos que la vía más hermosa para vencer al demonio y llegar hasta el trono de Dios es la humildad, siguiendo el estilo de esta jovencita de Israel, María de Nazaret. María representa la victoria de los humildes. Cuando se oye el griterío diciendo: “Ya llegó la victoria, reina nuestro Dios y su Cristo manda”, María es parte de esa victoria, porque ese Cristo que ha vencido, es su hijo. Por eso creemos que Dios no podía dejar que el pecado se posara ni por un instante en el alma de María, pues estaba destinada a ser la Madre del Redentor. De ahí surge el dogma de la Inmaculada Concepción. Y también creemos, con toda la Iglesia, que si el cuerpo de Jesús no sufrió corrupción, tampoco El iba a dejar que esa Madre, toda pura y sin mancha de pecado, sufriera la corrup- ción. De aquí surge el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo. Esa es nuestra fe, creemos en la Asunción de María, y ni siquiera discutimos nuestra postura, pues nuestra convicción es firme. 35


La corrupción del cuerpo humano después de la muerte es fruto del pecado. Cristo y María no tuvieron pecado, y por tanto, sus cuerpos no sufrieron corrupción. Sólo pasaron del estado de cuerpo temporal al estado de cuerpo glorioso. Por el pecado, el cuerpo humano perdió el derecho a ser cuerpo sutil, y ahora, después de la purificación de la muerte, incorporado a la Resurec- ción de Cristo, recupera su dignidad de cuerpo glorioso. En Lucas 1, 39-56 leemos que María partió a prisa hacia la montaña a visitar a su prima Isabel. María desborda de gozo por lo que está pasando después de la Anunciación. Va a prisa donde su prima para hacerla partícipe de la gran alegría que la llena después de la visita del ángel. Isabel se llena de gozo y entona su cántico: Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. Dichosa, tú, que has creído, pues lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Es un encuentro muy especial. La Madre de Jesucristo y la madre del precursor, Juan el Bautista. Las dos, movidas por el Espíritu Santo, en encuentro de aleluya. Dos mujeres protagonistas de la llegada del Mesías. Es una atmósfera llena de oración y canto. El Espíritu mueve la mente y el corazón de María para entonar su cántico de alabanza y de victoria, que no es sólo el cántico de María, es el cántico de todo el pueblo de Israel, el cántico de los apóstoles, el cántico de toda la Iglesia de Jesucristo, el cántico de cada uno de nosotros que sentimos el poder de la salvación. Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador… Porque Dios ha mirado la humildad de su sierva y ha hecho obras grandes por mí… Dichosa me dirán todas las generaciones. ¿Qué ha visto Dios en María? Su humildad. Dios se ha recreado en la humildad de María, y María se ha convertido en alegría para Dios. María entonó su cántico en el momento en que todo era alegría, novedad, felicidad. Era el cumplimiento de las Promesas hechas por Dios al pueblo de Israel. Cantar en el día bueno es fácil. 36


María cantó en el momento de la anunciación, y toda su vida fue una canción, incluso cuando estuvo al pie de la cruz. Era, para Ella, el momento cumbre de la prueba, y ahí, en el gran silencio de su corazón, Ella pudo volver a entonar su cántico de alabanza : Engrandece mi alma al Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Cuando todo va bien en nuestras vidas, nosotros también cantamos: Engrandece mi alma al Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Pero en el día de la prueba, cuando el dolor, la enfermedad o el infortunio llaman a nuestras puertas, entonces las notas de nuestra música se apagan, y en vez de cánticos, sola- mente nos salen quejas o lamentos. El alma se nos vuelve pesada, y un bello amanecer nos parece como una noche sombría. Por eso, la humildad de María, la sencillez de esta elegida de Dios, la dul-ce entrega de María sigue siendo el modelo y la meta para todos aquellos que deseamos entregar nuestras vidas a Jesucristo y se- guirle en la forma como El desee, atentos siempre a su divina voluntad. María es la gran Tabla de la Alianza. Si alguien encontrara las Tablas que Dios le dio a Moisés, con esos diez Mandamientos escritos por el mismo Dios, habría un desfile enorme para rendirle adoración. En el monte Sinaí Dios grabó su Palabra en piedra, indicándole a su pueblo el camino para ser santo. En Nazaret Dios grabó su Palabra en el seno de María, y la Palabra se hizo carne, y esa Palabra es Jesús de Nazaret. El es el Camino, la Verdad y la Vida. Por El llegamos al Padre. Ese Cristo que Dios escribió en María como Palabra de Vida, es el Cristo que el Padre quiere grabar en nuestras almas como camino de salvación. Las fiestas de la Virgen María son para nosotros fiestas gran- des, pues en la escuela de María nosotros aprendemos a vivir nuestra fe, a vivir nuestra relación con Dios. Con María, la humil- dad del mundo se convierte en un poder, en el imperio de los que alegran el corazón de Dios. Toda la Biblia es un cántico a los humildes, a los sencillos 37


de corazón. Dios se recrea en las almas humildes. Sólo el camino de la humildad es camino de victoria. La primera virtud de los santos ha sido y sigue siendo la humil- dad. Las familias humildes son familias felices. Donde hay humil- dad, la convivencia se hace más hermosa. La oración une a la familia, porque la oración vuelve humilde el corazón. La mayor parte de los problemas que aquejan la vida humana, son proble- mas de egoísmo y competencia. Cuando una persona es bien devota de la Virgen María, en su corazón hay armonía, hay paz y alegría, porque la humildad de María es el terreno propicio para la comprensión y el amor. Cuando nos sentimos poderosos, fuertes en la vida, se nos hace difícil rezar, pues la humildad es sentir necesidad de alguien. Los hombres y mujeres de almas sencillas, aquellos que llevan una vida serena, han comprendido que la solu- ción de todos sus problemas está en el Señor. Todos ellos forman el jardín de Dios, donde Dios se pasea al caer la tarde. Construyamos también nosotros un jardín para Dios, donde la pri- mera flor sea la humildad, al estilo de la Santísima Virgen. MARIA, FIEL A SU VOCACION. Si echamos una ojeada histórica y nos trasladamos hasta la casita de Joaquín y Ana, padres de la Santísima Virgen, nos encontramos allí con una jovencita sencilla que lleva en su corazón el más grande tesoro de todos los tiempos: La Esperanza del Mesías. En esta virgen anunciada por los profetas vive la FE SUPREMA del Pueblo de Israel. Ella va creciendo en una santidad que no conoce, pues lo que Dios ha hecho por su humilde sierva, desborda todo lo imagi- nable. Cuando el ángel termina aquel maravilloso encuentro, la Virgen entona un himno de alabanza que cantaremos todas las generaciones, pues ella es el símbolo del agradecimiento a Dios. Lo que Dios ha hecho con María es el signo de lo que El quiere hacer con cada uno de nosotros. Dentro de la Iglesia, María representa una meta sublime para toda alma que ha aprendido a saborear la vida de Dios. Ella es mujer liberada del pecado y del egoísmo, 38


liberada de todo interés terreno, viviendo con los pies en la tierra y su espíritu en Dios, su Salvador. La vocación de María como Madre de Dios se extiende a todos nosotros que luchamos por liberarnos del poder del mal, llegando a disfrutar de la libertad de los hijos de Dios. San Lucas, al hablar de la vida de la Virgen María, resume su historia en estas palabras: “Ella guardaba en su corazón cuanto le sucedía y lo meditaba en el silencio”. Ella es la mujer del gran silencio para entender y aceptar cada momento de la voluntad de Dios. La vida de Jesús se resume en “hacer la voluntad del Padre”. La vocación de María también se resume así: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”. Isabel dice: “ Dichosa tú que has creído”, dichosa tú que has vivido en ese clima de fe, en esa sencillez, en esa entrega a la voluntad de Dios. María asiste a nuestra lucha de fe, a nuestra purificación. Como madre, vela día a día por nosotros. María recibió un llamado a entrar en el plan de Dios y fue fiel durante toda su vida. En esa fidelidad a Dios, ella es Madre y modelo de nuestra vida de todos los días. En esa fidelidad, ella experimentó, no sólo la gloria de los grandes momentos, sino también la difícil rutina de cada día. Y en esa vida diaria florecie- ron en ella las grandes virtudes. Sobre cada uno de nosotros hay un plan de Dios. El espera que ese plan sea aceptado y cumplido como lo aceptó y cumplió María. Ella es Madre de la misericordia: (Dives in misericordia, # 9) “ María es la que de manera singular y excepcional ha experimen- tado –como nadie- la misericordia, y ha hecho posible con el sa- crificio de su corazón, la propia participación en la revelación de la Misericordia divina. Tal sacrificio está estrechamente vincula- do con la cruz de su Hijo, a cuyos pies ella se encontraría en el Calvario. Este sacrificio suyo es una participación singular en la revelación de la Misericordia, es decir, en la absoluta fidelidad de Dios al propio amor, a la alianza querida por El desde la eternidad y concluida en el tiempo con el hombre. Nadie ha experimentado, como la Madre del Crucificado, el misterio de la Cruz, el pasmoso encuentro de la trascendente justicia 39


divina con el amor: el beso dado por la Misericordia a la justicia. Nadie como ella ha acogido tan de corazón ese misterio: La dimensión divina de la redención llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre, junto con su FIAT definitivo. María es la que conoce más a fondo el misterio de la Misericordia divina. Sabe su precio, y sabe cuán alto es. En este sentido, se la llama también, la Madre de la divina Misericordia”. En cada una de las llamadas de Dios: en Abrahán, en Moisés, en Jeremías, en Isaías, en María, Dios exige siempre una respuesta libre en la fe. Y en esa respuesta libre y decidida, en esa entrega al plan de Dios, consiste la fidelidad a la vocación de cada uno. María en la Iglesia : La naciente Iglesia fue dejada en oración y con ella estuvo presente la Santísima Virgen. La Virgen María sigue asociada a la obra de Cristo, sigue asociada a toda actividad apostólica que se realiza en la Iglesia. Donde hay dos o tres reunidos en oración allí está Cristo, y allí está también María. Donde hay alguien que reza allí está María cuidando la fe del creyente, y donde hay alguien que dude, allí está María que sufre con la Iglesia peregrina. (L.G., # 65 ) La Virgen sigue presente en las angustias y expectativas de la humanidad. Las apariciones de la Virgen en las distintas regiones de la tierra, la fe de cada nación en la Madre de Dios, dan garantía de su maternidad universal. La vibración del pueblo cristiano por María es increíble. Hay un pequeño estudio de las devociones marianas, hecho por los Devotos de María Auxiliadora de Méjico, que trae unos 84 títulos de la Virgen María. Estos títulos cubren los principales lugares del mundo. De esos 84 títulos, hay muchas naciones que tienen uno o dos. Israel tiene 3, Argentina tiene 4, España tiene 4, Italia tiene 5, Nicaragua tiene 6, Ecuador tiene 10, y Méjico tiene 24 títulos con que se honra a la Virgen a nivel nacional o regional. En todos nuestros países latinoamericanos se realizan grandes peregrinaciones. 40


Las peregrinaciones constituyen un gran entusiasmo mariano que desemboca en un gran amor por Jesucristo. Las devociones marianas están muy por encima de toda la predicación de la Iglesia para conservar la fe del pueblo de Dios. Es un verdadero contagio espiritual, un misterioso camino de la fe. Al ser elegido Papa, Karol Wojtyla, en su breve alocución al pueblo, hizo una doble mención de la Virgen, y en su primer mensaje a la Iglesia y al mundo, Juan Pablo II, el 17 de Octubre de 1978 dijo: “ En esta gran hora que hace temblar, no podemos menos de dirigir, con filial devoción, nuestra mente a María, que siempre vive y actúa como Madre en el misterio de Cristo y de la Iglesia”. El Papa repetía las dulces palabras “TODO TUYO” que había grabado en su corazón y en su escudo al ser elegido obispo 20 años atrás. En esa ocasión memorable, el santo Padre dijo estas palabras: “ Mi pensamiento se dirige ahora hacia el mundo de len- gua española, una porción tan considerable de la Iglesia de Cristo. Unidos por los vínculos de una fe común católica, sean fieles a su tradición cristiana, hecha vida en un clima cada vez más justo y solidario, y mantengan la devoción a nuestra Madre, María Santí- sima”. Los pueblos latinoamericanos han sido fieles a este llamado del Papa a mantener la devoción a la Virgen María. La Virgen María en la Congregación salesiana : El 16 de Agosto de 1815 nacía el niño Juanito Bosco. El 2 de Mayo de 1817 murió su padre, Francisco Bosco, quedando huérfano antes de cumplir los 2 años. La providencia empezaba a probar este niño, sobre cuya vida estaba asignada una gran misión. Cuando Francisco Bosco estaba casi agonizando le dijo a su esposa Mar- garita: Te recomiendo dos cosas: Ten mucha confianza en la Providencia, y cuida mucho a los niños, especialmente a Juanito. Fue una época dura, cuenta Don Bosco en su autobiografía. Ese año se estropeó la cosecha, a causa de una gran sequía. Los mendigos buscaban con angustia un poco de comida y no la encontraban. Era tan fuerte el hambre que se hallaban en los 41


prados personas muertas con la boca llena de hierba. Aquella santa mujer, Margarita Occhiena, con el rezo del Angelus tres veces al día, con el rosario en familia, y con una catequesis familiar, iba infudiendo en sus hijos un gran amor a la Virgen. Por las noches los sentaba en el patio, les enseñaba las estrellas y les hablaba de Dios y de la Virgen. Basta recordar como, algunos días después de su vestición clerical, en Octubre de 1835, la víspera de su partida para el Seminario, mamá Margarita lo llamó y le dirigió estas memorables palabras : “ Cuando viniste al mundo te consagré a la Virgen. Cuando empezaste los estudios te recomendé la devoción a la Madre del cielo. Ahora te recomiendo que seas todo suyo, ama a los compañeros que sean devotos de María, y si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María”(carta de Don Egidio Viganó, pag. 12). En ese contexto de vida familiar mariana tiene lugar el sueño de los nueve años. Juanito vio una multitud de muchachos muy malos, peleando y blasfemando. Juanito trataba de detenerlos a golpes. Se le aparece un bello personaje que le dice: “No con golpes, sino con la mansedumbre podrás ganártelos”. El niño pregunta : ¿Cómo podré hacer eso? , y el personaje le responde: Yo te daré la maestra. Y aparece la gran señora, la gran Maestra, la que guiará a Juanito, a través de una gran misión en el mundo, hasta las puertas del cielo. Es una señora que muestra particulares preocupaciones pastorales por la juventud. Digamos, pues, que no es Juanito que escoge a la Virgen María. Es María que elige al niño para la gran misión. Ella, a petición de su Hijo, será la inspiradora y la maestra de su vocación. Esto sucede en torno al año 1825, cuando León XIII ha proclamado un Jubileo en torno a María para enfervorizar la comunidad cristiana. Juanito está viviendo un clima mariano antes del sueño. Desde 1825 hasta 1846, este sueño se repetirá unas 18 veces, siempre con distintas modalidades. Este sueño define su vocación por los jóvenes, pero con una característica muy especial: tiene una maestra que lo irá 42


orientando en lo que debe hacer, vez por vez. En el sueño, llega un instante en que los muchachos se vuelven animales feroces: significa que se trata de una misión difícil, y por eso, necesita una maestra. Tener maestra significa dejarse “enseñar”. De ahí la recomendación que le da la Virgen: Hazte humilde, fuerte y robusto. A este instante, los animales se vuelven un rebaño alegre y festivo. Don Bosco dice: “Vi una señora, de aspecto majestuoso, que tomándome bondadosamente de la mano, me dijo: he aquí tu campo. Lo que ves que les pasa a estos animales, tú deberás hacerlo con mis hijos”. Juanito se despertó llorando. El sueño había sido muy fuerte y muy pesado. Juan a sus nueve años ha entendido algo y quiere estudiar. Pero, ¿Cómo estudiar? Su madre no tiene para darle ni siquiera un pedazo de pan. A los 12 años sale de casa buscando amparo, y posibilidad de estudiar. Allá en el cielo hay dos ojos esclavos que lo guían y lo cuidan. Juanito es acogido con cariño en casa del sr. Moglia, su tío. Allí le encargan dirigir las oraciones y el rosario. La imagen del altarcito es la Dolorosa. De este modo se inicia el largo viacrucis del jovencito Bosco, que , a través de 15 años de estudios y grandes dificultades, lo llevará hasta la meta del sacerdocio. En ese largo camino Don Bosco pasó hasta hambre, pero tenía una maestra, y eso era suficiente. El 5 de Junio de 1841 se ordena sacerdote y sigue pensando en sus muchachos. El 8 de Diciembre de 1841, tras celebrar la santa Misa, se sienta con un niño, huérfano de padre y madre, le enseña el Avemaría, y le pide que, días después le traiga otros amiguitos como él para continuar su clase de catecismo. Tras celebrar la Misa el día de la Inmaculada de 1841 Don Bosco reci- bió de la Virgen el llamado de empezar su magna obra en favor de la juventud y la niñez, especialmente los más necesitados. Después de esta escena de la catequesis con Bartolomé Garelli, los muchachos se fueron multiplicando y pronto llegaron a superar los trescientos. Con ellos recorrió plazas, calles, prados, hasta que, después de 5 años, 1841-1846, errante y sin un lugar donde 43


reunir a sus muchachos, se estableció en un pequeño centro, pobre y estrecho, llamado casa Pinardi. Lo primero que hizo fue una capillita y la dedicó a la Virgen del Consuelo. Ahí se levantó, más tarde, el Templo de María Auxiliadora. Para conseguir el dinero necesario para construir esa iglesia, y para mantener a sus mucha-chos, Don Bosco debió llamar a muchas puertas y pasar muchos ratos en oración. Cuando necesitaba dinero, dejaba ante el Sagra- rio o ante el altar de la Virgen a un grupito de muchachos, ense- ñándoles desde ya, a confiar primero en las fuerzas de lo alto, antes que en la seguridad humana. Una cadena de milagros que, ni el mismo Don Bosco podría contar, fue tejiendo la vida del Oratorio de Valdocco, la construcción de la iglesia de María Auxiliadora, y el templo del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Durante la Misa de la inauguración del Templo de María Auxiliadora, Don Bosco lloró unas diez veces, considerando que cada ladrillo había sido un milagro de la Virgen. BENDICION DE MARIA AUXILIADORA. Don Bosco, pro- pagando el amor a la Virgen y al mismo tiempo buscando ayuda para sus muchachos, se valió de la Bendición de María Auxiliado- ra. Para ocultar su propia fe y su acción milagrosa, él suministraba a los enfermos unas pastillitas junto con la bendición. Corrió la voz de las pastillas milagrosas. Alguien las conservó y las llevó a un laboratorio para analizarlas. Resultado: allí no había más que pan. Eran pedacitos de pan amasado. Don Bosco estaba seguro que el pan más la fe cura. Don Bosco llevaba a la Virgen muy dentro de sí. Era la herencia de su madre, mamá Margarita. Veía en María a la Madre dela Iglesia, y por lo tanto, a su propia madre. Domingo Savio se santificó bajo el manto de la Virgen. Este niño tenía una intensa devoción mariana. Hacía lo imposible para llevar sus compañeros a la Virgen. En el Oratorio de Valdocco se respiraba un gran amor a la Virgen. Las fiestas de María (Inmaculada, Navidad, María Auxiliadora) eran fiestas muy solemnes y revestidas de un clima familiar. A la muerte de su madre Margarita 44


el 25 de Noviembre de 1856, fue a la iglesia de la Consolata y le dijo a la Virgen: “Ya no tengo madre. Tú la sustituye”. Don Bosco cuando hablaba de la Virgen lloraba. Realmente la sentía. Este amor a la Virgen es una valiosa herencia que Don Bosco nos dejó a los salesianos. Y cuando fundó las Hijas de María Auxiliadora, quiso que fueran un monumento viviente de su gratitud a María Auxiliadora. Don Egidio Viganó fue el septimo sucesor de San Juan Bosco (19771996). Fue un hombre lleno de amor a la Virgen y potenció la devoción a María Auxiliadora. Escribió una carta titulada “María renueva la familia salesiana de Don Bosco”. He aquí algunos párrafos : Pag. 25 : “ Nuestro fundador nos asegura que la vocación salesiana es inexplicable, -tanto en su nacimiento como en su desarrollo-, sin el concurso materno e ininterrumpido de María. Muchas veces él mismo confesó que la Virgen es la fundadora y la sustentadora de este proyecto salesiano, asegurando que nuestra Congregación está destinada a cosas grandes y a extenderse por todo el mundo, si los salesianos se mantienen siempre fieles a las Reglas que les ha dado María Santísima”… “Al presenciar la coronación de la Virgen en Valdocco el 17 de Mayo de 1903, Don Rúa, primer sucesor de Don Bosco, después de haber descrito con gozosa efusión la ceremonia, añadió : No me cabe la menor duda de que, creciendo en los salesianos la devoción a María Auxiliadora, crecerá también el amor y la estima a Don Bosco, y no menos el empeño por conservar su espíritu e imitar sus virtudes”. “Igualmente Don Albera, segundo sucesor de San Juan Bosco, al reflexionar, con aquella delicada sensibilidad tan suya, sobre los aspectos más espirituales de nuestra vocación, insiste en la continua presencia de María. El escribe así: “Hablando a sus hijos espirituales, Don Bosco no se cansaba de repetir que la obra que él había llevado a cabo le había sido inspirada por María Santísima, que María la sostenía, y que por ello, nada tenía que temer de la oposición de sus adversarios”… “Ahora bien, la devoción a la Auxiliadora resulta, 45


de hecho, como hemos visto, un factor integrante del fenómeno salesiano en la Iglesia, ya que entra a formar parte de su totalidad. No tendría sentido pretender separar nuestra espiritualidad de la devoción a María Auxiliadora, de igual manera que tampoco se puede sepa- rar, pues sería absurdo, a Don Bosco de la Virgen. La devoción a la Auxiliadora es, pues, un elemento imprescindible de nuestro carisma, impregna su fisonomía, y da vida a sus diversos compo-nentes. María, la pastorcita de los sueños, es quien señala la naturaleza y los destinatarios, asignándonos un campo, la pastoral juvenil. Su característica de Auxiliadora abre la misión salesiana a los grandes horizontes de los problemas socio-religiosos de actua-lidad, y una clara opción de servicio a la Iglesia universal, y de colaboración con los Pastores. Su bondad materna inspira nuestra criteriología pastoral y nos enseña un típico método de acerca- miento a nuestros destinatarios”.

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Jesucristo es la vida. Quien cree en Él vive para siempre. 48


II. DIOS PADRE

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3. ETERNO PADRE “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo”. Efesios 1, 3.

En la Creación, Dios le dio al hombre dos grandes regalos: 1.Le dio parte de su vida divina (“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. 2. Le regaló el universo como un verdadero paraíso terrenal. Por un insondable misterio, el mal entró en el bien, la cizaña se esparció por el trigo, y la hermosa relación con Dios, tanto del hombre como del universo, se destruyó. El mundo quedó envuelto en un cierto caos, donde la naturaleza se volvió hostil, y el hombre le dio la espalda a su Dios. Pero, aunque el hombre abandonó a Dios, Dios no abandonó al hombre. Dios dejó su imagen cabalgando sobre las fuerzas del universo, y sobre todo, quedó grabada en lo más profundo del alma humana. Dios, hasta prometió hacerse hombre para rescatar al hombre devolviéndolo a la casa del Padre. Al llegar la plenitud de los tiempos, después del misterioso desastre del diluvio y de la ruina de Sodoma y Gomorra, cansado de esperar la vuelta del hijo predilecto de la creación, Dios empezó a hablar. Esto significa que salió de su expresión infinita y empezó a hacer historia con el hombre. Dios dejó de ser simple imagina- ción en la mente humana, para convertirse en dato histórico, acontecimiento, interlocutor y amigo, como signo de preocupación por el hombre, como el mejor de los padres. En Dios, la justicia y el amor han ido siempre juntos, y donde la justicia no ha podido entrar, el amor, convertido en misericordia, sigue adelante hasta completar su misión. Al llegar la plenitud de los tiempos se encontraron, frente a frente, el pecado del mundo y el amor de Dios, y triunfó el amor. Tres grandes acontecimientos recuerdan las intervenciones de Dios en su pueblo: 1. El diálogo con Moisés en el monte Horeb. 51


Desde la zarza ardiendo, Dios le habla a Moisés. Se declara “Dios increado”(Yo soy el que Soy), le exige santidad (quita el calzado de tus pies), y le ofrece ayuda para liberar a su pueblo. Desde el primer momento Dios le habla al hombre con amor, empieza a ser considerado como padre y no como un dios poderoso que puede dañarlo. 2. La Alianza del Sinaí. Dios habla con Moisés durante 40 días, graba su Palabra en unas tablas de piedra como signo de su presencia, y en el fuego y el terremoto les mostró a todos un signo de su grandeza. Su Palabra escrita en piedra empieza a actuar como una Ley de Amor(Amar a Dios sobre todas las cosas). 3. La Encarnación del Hijo de Dios. Esta fue la intervención más clara y definida de Dios en medio de nosotros. Escribió su Palabra, no ya en piedras, sino en el seno de una mujer, la Virgen María. Esa Palabra fue tan definida y tan clara que se hizo carne, asumiendo la naturaleza humana. Dios actúa en la persona de Jesucristo como el mejor de los padres, se encarna por amor, muere y resucita por amor, y se va al cielo a preparar un lugar, donde, por toda la eternidad, reine sólo el amor. Dios sigue llamando y sigue actuando. Jesús nos presentó a Dios como un padre bueno, lleno de amor y de perdón. En esta gran peregrinación hacia la casa del Padre, los que imitan a Jesucristo en misericordia, perdón y generosidad, son la alegría de Dios, nuestro Padre. En este caminar humano, las leyes principales son éstas: Misericordia para el necesitado, perdón para el malo, y generosidad para con todos. Se trata de imitar el estilo de Jesús en las relaciones de unos con otros, y eso agrada a Dios Padre. Dios trata al hombre con Misericordia, perdón y generosidad, porque no mira al hombre como pecador, sino como un ser débil que camina jadeante y cansado por una tierra hostil, un hombre que vive en su interior una naturaleza doliente. Dios puede salvarnos más fácilmente mirando nuestra debilidad que mirando nuestros pecados. Lo importante no es que el pecado se vea, sino que el pecador se salve. Así es Dios, Él es Padre. 52


Así lo presentó Jesús: lleno de amor, que cuida y bendice. La aceptación y la contemplación de Dios como Padre, representa el descanso del alma humana. La idea de padre incluye una gran protección y una gran tranquilidad en este valle de lágrimas: “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. “Nada te turbe, sólo Dios basta”… Este mundo que es un gran regalo de Dios es hermoso, pero es frágil y peligroso. Un terremoto, un fuego, un huracán, una epi- demia, e incluso un meteorito desprendido de una lejana galaxia puede acabar con millones de vidas, e incluso, con una gran canti- dad de frutos del esfuerzo humano. El tiempo, al pasar por encima de las cosas y acontecimientos los va relegando a la ruina y al olvido. Nada es estable. La preciosa figura humana, la obra más hermosa que brotara de la mente y el corazón de Dios, con el tiempo y la enfermedad va terminando en muerte y polvo. Nuestros suspiros se pierden en el espacio, y los gritos del alma vuelan hasta el infinito buscando respuesta al misterio de la humanidad. El hombre sabe que es un ser atrapado por fuerzas ocultas y enigmas indescifrables, pero nuestro corazón no se turba. Los as-trónomos miran hacia el infinito y no encuentran ni principio ni fin a la simple realidad material del universo. Las tumbas se van tragando la desesperación de tantos y tantos que no quieren morir, y mientras se aferran a un puñado de vida, sus anhelos se desva- necen como una luz que se apaga. Pero aún así, nuestro corazón no tiembla. Creemos en Dios, El es nuestra respuesta. Más allá de las fuerzas de la naturaleza, más allá de la historia del mundo y de la vida, la fe nos dice que hay un poder espiritual que lo controla todo, que no es un monstruo indefinido que puede destruirnos, sino la figura de un padre lleno de amor, que cuida de nosotros. Al morir tenemos que atravesar la espesa noche de la vida, y allí, en medio de la oscuridad, encontramos unas manos de padre que nos acogen con amor infinito. Por eso, nuestro corazón no tiembla y nuestro espíritu no se inquieta. Sabemos que el poder más grande 53


del mundo es el Amor, y cobijados por un gran amor, vamos peregrinos a la casa del Padre. Dios, Padre bueno, nos cuida y nos defiende, y guarda para nosotros, bellezas inenarrables. “ Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sostienen”. (Salmo 23). –“Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por la mente del hombre lo que Dios tiene preparado para los que le aman”(San Pablo).

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4. EL DIOS EN QUIEN YO CREO El Dios en quien yo creo es un Dios grande, inmensamen- te bueno, lleno de misericordia. No es el Dios del fusil en las manos para vengar las faltas de sus hijos. Mi Dios es Dios de Amor. Mi Dios acoge con cariño al corazón doliente que ha sido maltratado por la vida. Mi Dios es frágil. El amó mi barro para que yo pudiera saborear su divinidad. El amor ha hecho frágil a mi Dios. Aceptó el dolor, pero no lo amó. Por eso curó a los enfermos. Mi Dios fue alimentado por una madre, y bebió toda la ternu- ra femenina. Trabajaba con sus manos. Gritaba como los profetas. Murió joven, porque fue sincero. Lo mataron porque les traicionaba la Verdad que había en sus ojos. Pero mi Dios murió sin odiar. El es el Dios que le permite a la delicada flor abrirse al sol, al viento y a la lluvia, aunque el sol, el viento y la lluvia la puedan maltratar. Mi Dios ve caminar por las calles los grandes criminales mezclados con los niños frágiles y sencillos, porque El sabe que éste es un mundo de trigo y de ciza-ña, de mal y de bien, pero que ya la victoria del bien está ganada, sólo hay que esperar hasta el final. Mi Dios me permite confiar en El hasta el riesgo de mi destino eterno. Mi Dios, arrojado en el surco, aplastado contra la tierra, traicio- nado, abandonado, incomprendido, continuó amando. Por eso mi Dios venció a la muerte. A veces venimos a la Iglesia a adorar a un Dios que no es el que nos presentó Jesucristo. Un Dios que impone muchas normas, un Dios que tortura la conciencia cargándola de cul-pas en casi todo lo que uno hace. Ese es un Dios pequeño, un Dios que no tiene tiempo para amar, porque acusa continua mente. Ese es el Dios fantasma, que persigue al pecador hasta hacerlo llorar. Ese es el Dios del miedo. Que no genera amor, sino el miedo al infierno. Ese no es mi Dios. Mi Dios es el Dios de los místicos, como dijo uno de ellos: No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido. 57


ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Muéveme, Oh Dios, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme, en fin, tus afrentas y tu muerte. Mi Dios es delicado hasta con la flor del campo. Mi Dios ve todo limpio, porque El creó al mundo y al hombre con una mente y un corazón limpios. Mi Dios lo fui a buscar a Nazaret, en ese Jesús de carne y hueso que el Padre nos dio. Ese Jesús que bendecía los lirios y se extasiaba en las monta- ñas. Ese es mi Dios grande, el Dios que transforma el cora- zón con su misericordia y su bondad. Es el Dios que te acom- paña en las horas difíciles y fuertemente te ama. Mi Dios cautiva el alma. Vale la pena dar la vida por El. Por eso mi vocación la veo cada día más hermosa. Por eso trabajo mucho por El, por su Reino. A ese Dios lo amo loca- mente y soy feliz con El. No tengo que mendigarle al mundo ni un cariño, ni un privilegio, ni un aplauso, porque El me basta. Junto a El se siente la explosión de un amor nuevo, y se cambia la visión de la vida, porque el amor quita los temo-res y ayuda a entrar en la espiral de la confianza divina. Es bello andar con mi Dios, porque mi Dios es grande, y es eterna aventura de hermosos caminos.

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5. Confesión pública al Padre Misericordioso Monjes Cistercienses…Jarabacoa. R.D.

Padre, quiero abrirte mi alma, confesarte todo mi pecado. ¿Quiénes de los que me rodean podrían ayudarme a ver mis faltas? Si ellos me ayudaran, yo podría arrepentirme y Tú, por ellos, me perdonaría. Porque… ¿ Me perdonarán los hambrientos del mundo? ¿Me perdonarán los drogadictos, los alcohólicos, los enfermos y los presos? ¿ Podrán decir que hice por ellos todo lo que podía? ¿Habrá personas sufriendo por mi culpa? ¿Habré apartado a alguno de tu camino? Mi pecado es grande y pesa sobre mí. Y qué diré de mi silenciosa complicidad? Debí denunciar daños y crímenes y me he callado. Ya me acostumbré a vivir con el mal. Me estoy haciendo insensible a los crímenes que veo a mi alrededor… Aborto, blasfemias, calumnias, abusos y violencia sobre el débil. Ya nada me impresiona. Sólo protesto cuando es a mí a quien se le causa injusticia. Las injusticias contra el prójimo no me quitan el sueño, porque el pró-jimo no soy yo. Y por más que Tú digas… “Ama a tu prójimo como a ti mismo”…no soy capaz de sentir como mío el problema ajeno, a vivir en mi carne la angustia de mi hermano. Por otra parte, mi amargura personal la proyecto contra los demás. No estoy contento conmigo mismo y me irrito contra todos y contra todo. Echo contra otros la indignación que me causó mi propio fracaso. Qué egoísta soy, programo mi vida como si todos debieran vivir para mí. Yo declaro, ante Tí, Señor, mi hipocresía. Soy una contradicción viviente. Yo hablo de paz, y siembro discordia. Exijo libertad y quiero dominar a los demás. Rezo y mi corazón y mis manos están vacíos. Digo que hay que amar y guardo rencor. Soy exigente y duro con los demás, pero no consiento que se me exija. Condeno a otros porque no hacen nada, pero yo tampoco hago nada. Tengo el corazón seco, 59


sin deseos de Ti, Señor. Un aburrido desierto es mi oración. No tengo tiempo para Ti, cuando Tú me das 24 horas. Tus palabras me resbalan. Mi trato contigo se ha hecho rutinario. Ya no puedo decir que te amo sobre todas las cosas. Señor, ayúdame a entrar en mi propia conciencia. Tengo tanta oscuridad…Tengo miedo. Ya no sé si llamo a lo malo, bueno, o a lo bueno, malo. Acaso la forma de ser del mundo se me ha infiltrado y me ha contaminado. Ya no me horroriza el pecado, lo trago como un vaso de agua. Dame tu luz, Señor, limpia la neblina que me impide ver, Señor. Malgasto tiempo, dinero, inteligencia, energías…Me quejo y lloro por mí. Siento lástima de mí mismo. Busco la admiración de los demás. Hago continua propaganda de mí. No hay como los pro- blemas míos, los trabajos míos, los esfuerzos míos. Soy un ególatra, sólo me veo a mí mismo, sólo me hago caso a mí mismo. No resisto la alabanza a los otros. Mi envidia sigue dentro de mí. Tengo la impresión de que si te abro mi alma de par en par Tú me sanarás. Porque Tú no vuelves la espalda a quien se refugia en tu regazo, a quien te confía su vida. Que tu misericordia venga sobre este pobre pecador, Señor. Tengo muchas ansias de placer. Mis ojos y mi imaginación buscan locamente una presa, convir- tiendo así a las personas en simples objetos de satisfacción. Y me domina el afán de aprovecharme de otros, doblegarles a mis deseos y a mi voluntad. Y no me detengo ante la licitud o ilicitud de los medios para conseguirlo. A veces paso por encima mi fe, y llego a la mentira, halagos, fingimientos, sobornos, y siempre estudiando el flanco débil de los otros para atacar con éxito. Porqué se esconde, Señor, en mí, tanta maldad. Yo soy ése, o es otro el que está en mí? EN RESUMEN, CONFIESO QUE: Te he olvidado, he blasfemado, he incitado al mal, he condenado al inocente, soy orgulloso, he actuado con violencia, he sido falso, he hablado mal del prójimo, he endurecido mi corazón, no hice el bien que debía, he abandonado tus mandamientos, he hecho sufrir al prójimo. Contándote todo esto 60


¿Cómo puedo desear tu presencia? Me alegra saber que Tú existes y me perdonas. Reconozco mi pecado, pues sé que es el único requisito que Tú has establecido para entregarme tu inmenso amor. Dame fuerza para invocarte, yo que soy pecador, y que nunca deje de hacerlo, pues Tú eres Padre Misericordioso. Bendito seas, Señor!! Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su Misericordia !!

6. HUELLAS DEL AMOR DE DIOS En el principio solo existía el amor, y el amor era Dios. Y los hijos del amor fueron el hombre y la mujer. Ellos eran igual mente buenos y felices, y llenos del amor, porque eran la imagen de Dios, su Creador. La tierra se había hecho buena con el hombre. Y Dios le dio al hombre la tierra y el amor. Y le pidió que llenara la tierra de paz y de amistad, y la sembrara de flores y la conservara con su amor. Dios ha querido siempre un mundo bueno para el hombre. Dios ofrece siempre a la tierra de su amor, una paz grande como grande es el corazón de Dios. El hombre, con frecuencia, se apar- ta de Dios, y anda por caminos que no debe andar. Y pierde la paz y pierde el amor, y Dios parece que se aleja y se le pierde, pero Dios ama al hombre con amor eterno. “ Los montes se correrán, las colinas se moverán, pero mi amor por ti no se apartará jamás”. Isaías 54, 10. “El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ungió. Me envió a evangelizar a los pobres, a dar la libertad a los cautivos y a los ciegos la vista, a liberar a los oprimidos y a promulgar un año de gracia del Señor”. Lucas 4, 18. En el mar donde navega Jesús no hay gaviotas pequeñas. Sólo hay gaviotas de cielo azul, gaviotas grandes, hermosas. Gaviotas 61


de alas desplegadas. Para seguir a Jesús hay que ser realmente libres en el espíritu, y eso no es fácil. Nos sentimos muy inseguros y no nos atrevemos a partir, a sentarnos con Jesús en la barca de la fe. Vivimos muy asfixiados por este mundo materialista. Nuestras almas necesitan salir a respirar, a volar como Juan Salvador Gaviota, como san Pablo, como san Francisco de Asís, como san Juan Bosco, quienes vivieron batallando en esta tierra, pero con sus esperanzas únicamente en el cielo. Vivieron en una estrecha unión con Dios, y Dios era el amigo de cada día, de cada hora, de cada latido de sus corazones. La fe los condujo por un ca- mino de sufrimientos, pero más allá del dolor, encontraron la feli-cidad de Dios. Santa Teresita del Niño Jesús pasó del éxtasis del dolor al éxtasis del amor, en una larga agonía, vivida en la unión con Dios. JESUS, el día antes de morir, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Reunió a sus discípulos en una cena de despedida, y para dejarles un recuerdo perpetuo y vivo de su muerte salvadora en la cruz… Tomó el Pan en sus manos, lo partió y se lo dio, diciéndoles : Tomen y coman, esto es mi Cuerpo que va a morir por ustedes. (Lucas 22, 7-23) En una copa de vino les dejó el memorial de su Sangre derramada. Su Cuerpo y su Sangre es el alimento que nos fortalece hasta la vida eterna. “Yo soy el Pan de Vida. El que viene a Mí nunca tendrá hambre; el que cree en Mí, nunca tendrá sed. Jn. 6, 34-35. “Quien cree en Mí vivirá para siempre”. Jn. 6, 47. Para entender este lenguaje de Jesús, para que este alimento deje la huella de Dios en nuestra alma, hay que tomarlo con paladar de ángeles. Se trata de aprender a morir con Jesús, y en esa muerte, saborear la vida. Ser propiedad de Dios, dejar que El plante su tienda en nosotros, es vivir en una ofrenda continua de toda nuestra vida. OFRENDA DIARIA : En nuestra vida, poco a poco, vamos encontrando algunas señales de muerte. Vamos haciendo la ofrenda 62


de nosotros cada día. Eso significa que vamos muriendo un poquito cada día, y mientras morimos, la vida se vuelve ofrenda. Pero la muerte es amarga. No tiene buen sabor, y no nos gusta morir. Nos vamos ofreciendo al Dios del silencio. No vemos a Dios, no lo oímos, y casi ni lo sentimos. Es la experiencia del vacío de la cruz. Continuamente nos arrodillamos buscando ayuda en lo alto, …y Dios en silencio ! Pero, en silencio, El nos ve morir, y va cortando la espiga, y recibiendo la ofrenda. El camino es largo y duro, y al final sólo nos queda en las manos: Muerte y vacío. Así llegamos a decir como Jesús : Todo está cumplido. Amén.

7. LA SED DE DIOS Isaías 55, 1-3 : “Ustedes, los que andan con sed, vengan a tomar agua, sin pagar. Pidan trigo, vino y leche aunque no tengan dinero”. Este es un lenguaje oriental, un lenguaje místico. Es gente que vive en el desierto, y el profeta identifica la sed del agua con la sed de Dios. El hambre es hambre de Dios. El es quien ofrece una vida hermosa, gratuitamente. “Atiéndanme y acérquense a Mí, y su alma vivirá”. Sólo en Dios hay vida. Todo lo demás es camino de muerte. “Haré con ustedes un trato”. Es alianza de amor, y ustedes deben desear estar conmigo. Los profetas siempre contemplan a Dios como el gran generoso, el que cuida de los otros con amor. “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores”… (salmo 145). Dios es el que envía el sol y la lluvia sobre buenos y malos. Todos los bienes que tenemos son un regalo del gran amor de Dios. Dios es el que aparece como el generoso, el que cuida, el que ama…pero eso no es sólo un dato, una información. Eso es una escuela donde Dios nos va enseñando. El comportamiento de Dios es una enseñanza diaria para el hombre. Su bondad es una escuela de bondad. Dios quiere ayudarnos a ser como Él, quiere conducirnos 63


a una vida nueva. Todo el trabajo de la Iglesia: Misas, oraciones, escritos, obras de caridad, retiros, trabajo interior, meditaciones, todo esto es para ayudarnos a acercarnos a Dios, para sentir hambre y sed de estar con El. Es la búsqueda constante de la cercanía de Dios. San Pablo ha hecho un camino maravilloso en su acercamiento a Jesucristo. El se siente tan atado a Jesús en su sed espiritual, que llega a decir: “ ¿Quién me separará de este amor tan grande que me une a Cristo?”(Romanos 8, 35). El tiene tanta sed de Dios, ama tanto a Jesucristo, que hasta aguarda con gozo el martirio. Mateo 14, 1321 :“La gente supo que Jesús estaba allí y salieron de los pueblos para seguirlo”. El Evangelio presenta una multitud que llega de todas partes, porque quieren estar con Jesús y oír sus mensajes. Jesús miró al cielo, bendijo los panes, y todos comieron hasta saciarse. Con la comida material, Jesús alimentó también sus almas con el amor y la búsqueda del Reino. El despertó en ellos el hambre de Dios. Cuando nos acercamos al Sagrario a adorar al Señor, o cuando comemos el Pan de Vida para alimentar nuestro espíritu, necesitamos tener un gran deseo de estar con El, una gran necesidad de recibir su energía sobrenatural para no desmayar en el camino de nuestra fe, para hacernos cada vez más fuertes en la lucha diaria. Que nuestro deseo de El sea tan grande que lleguemos a romper el velo que envuelve el misterio del Pan de Vida, que la fe pase por encima de la materia y palpe la presencia de Dios. Si alimentamos esa sed de Dios, llegará un momento en que podremos decir con San Pablo: ¿Quién nos separará de ese gran amor? Cuando se entra en ese amor de Dios, los sufrimientos, en vez de apagar el amor, lo que hacen es fortalecerlo, hacerlo crecer. Por eso el apóstol san Pablo nos dice: “ Ya nada nos separará del amor de Cristo: ni las pruebas, ni la angustia, ni las persecuciones, ni el hambre, ni los peligros, ni la espada, ni la misma muerte, porque estamos enraizados en Jesucristo para siempre. 64


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Misterio de amor 66


III. LA EUCARISTIA

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8. AL PIE DEL ALTAR Al pie del Altar significa vivir en la presencia de Dios. No se trata de una vivencia pasiva de la presencia de Dios. Es una contemplación activa. Es vivir en la presencia de Dios en actitud de ofrenda. Es una respuesta a la presencia de Dios que es siempre ofrenda de Sí mismo a la humanidad. Dios es amor, amor perma- nente, y su amor es ofrenda sin fin. La tierra es altar de Dios, y también altar del hombre. Es el altar donde Dios ofrece su amor, en la expresión más grande y más sencilla, desde una gota de agua o un rayito de luz hasta el éxtasis sublime de la muerte de Cristo en la Cruz y la Institución de la Eucaristía. O sea, desde esas pequeñas cosas que Dios da a la hoja o a la flor, hasta el gran sacrificio por la salvación del hombre, todo se va desarrollando en la tierra como en un altar donde Dios se ofrece. Y este mundo es también altar del hombre. Toda nuestra vida es como una Misa, con un largo ofertorio: La ofrenda de toda la vida. Ese es nuestro ofertorio: La vida entera. Mientras más gozosa es nuestra ofrenda, más hermosa es nuestra Misa. Y mientras más hermosa es nuestra Misa, Cristo está más vivo en nosotros, y vibra mucho más en nuestra existencia. La muerte cierra nuestro ofertorio para dar paso a la eter-na comunión. Nosotros copiamos la realidad de Jesús hecho pan. Nosotros, ofrecidos, consagrados por el amor de Dios, y entrando en eterna comunión en el éxtasis del amor. Esto es hermoso. Eso es la Eucaristía: Pan ofrecido, Pan consagrado, Pan de comunión. Nosotros: Ofrecidos, consagrados, en comunión. Vivir al pie del altar es saber que el amor consagra todo lo que hacemos, y lo hace ofrenda a Dios que es amor, y es también percibir que la vida consiste en celebrar, en estilo de ofertorio, nuestro retorno a la casa del Padre. Mientras vamos de camino, la manera de estar unido a Dios es la ofrenda, porque vamos muriendo a nosotros y a nuestras cosas para entrar en comunión con El. Cada día nos vamos 69


despidiendo del mundo y de todo lo que nos ata a esta vida. Cada ofrenda es partir hacia El. Nadie quiere partir, a todos nos gusta estacionarnos. Nadie quiere morir, sin embargo, el amor se realiza en la muerte, dándose. El amor sólo puede generar la vida a través del morir. Esto es misterio. Si hay amor, la vida nace de la muerte. La muerte de Cristo generó la vida eterna, porque fue muerte por amor. Cuando la semilla muere en la tierra, genera una nueva planta. Por la muerte se da el paso a la vida. Pero la muerte no es meta, es lugar de paso, y es fuente de purificación para poder entrar en una vida completamente limpia. Vivir al pie del altar es vivir muriendo, pero con muerte gozo- sa, generando y dando amor. Vivir al pie del altar es realmente vivir. Todo esto implica mucha meditación y oración. Todo esto implica mucho silencio para conectar con Dios en profundidad. En la superficie hay mucho ruido, muchos intereses creados, mu-cho cansancio, pocas ganas de andar y recorrer bellas aventuras del espíritu. Jesús se ha quedado con nosotros al pie del altar, muriendo cada día en el altar para volverse comida para sus hijos. Su pre- sencia en este mundo es presencia sacramental, presencia en el Espíritu. El está guiando la Iglesia del silencio, en oración al Padre, continuando la obra de salvación hasta la consumación. El ya resucitó, nosotros todavía no. Las manos y los corazones abiertos siguen clamando: “ Abba, Padre”. “Ven, Señor”. Venga tu Reino. Esta Iglesia peregrina sigue rezando, sigue clamando, con la mirada en el cielo y las manos cargadas de ofrenda. Nuestra relación con Dios es relación de oración, tanto en la tierra como en el cielo, para terminar en el éxtasis eterno en la casa del Padre. Jesús es víctima y también altar. En El nos vamos ofreciendo, y toda nuestra vida se vuelve ofrenda al pie del altar.

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9. INVITADOS AL BANQUETE DEL SEÑOR El maná que el pueblo de Israel comió en el desierto era símbo- lo del nuevo manjar de Dios, símbolo de la Eucaristía. Les dio a comer un pan que no conocían, no para sentarse en el camino, sino para seguir andando hasta llegar a la Tierra Prometida. La Eucaristía es un apoyo en el largo camino de nuestra vida. El Sa- crificio Eucarístico tiene sentido de Iglesia peregrina. Todo peregrino necesita alimentarse bien, pues tiene mucho que andar. Los pasos del peregrino de Dios construyen vida nueva. Son pies de pecadores que van dejando huellas de santos. En la mesa del Señor encontramos un alimento fuerte para poder vivir al aire libre sin dejarnos atrapar por las cadenas de este mundo. En esa mesa se aprende a gustar de la inmensidad del mar, de un vuelvo en las alturas, como Juan Salvador Gaviota, como san Pedro, como san Juan, como san Francisco de Asís, como san Juan Bosco, como san Juan de la Cruz, como Santa Teresita del Niño Jesús, como los millones de hombres y mujeres que se han acercado a la mesa eucarística con hambre de Dios, con sed de infinito. La Hostia Santa debe ser un verdadero alimento espiritual, una fuerza de Dios para el alma, tomándola cada día con paladar de ángeles. Para entender y saborear este manjar hay que renunciar a muchos panes, a muchos panes que hacen daño, a muchos panes que no alimentan porque no pueden saciar el hambre de Dios. “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna” (Jn.6, 51). La vida verdadera nos viene por la posesión de Cristo. Jesús entra a hablar con su pueblo con una doctrina muy difícil: “comer su cuerpo”, “beber su sangre”, eran nuevos elementos de fe a los que muchos no podían llegar. Toda la vida de Cristo viene preanunciada en el A.T., pero esta doctrina del Pan de Vida, en la forma como Jesús la presenta, aparece sólo en el N.T. Es una doctrina que exige una profunda fe, y sus amigos no estaban preparados para eso. 71


Por eso se van yendo, poco a poco, y dejan a Jesús solo con los apóstoles, los cuales tampoco entienden. En el Evangelio de san Mateo se lee: “ Donde está el cadáver allí se reunirán los buitres” Mt. 24, 28. Es lenguaje místico. El cadáver se refiere a la Víctima sobre el Altar. “Los buitres” significa que se trata de aves poderosas, águilas capaces de estre- llarse sobre el altar y arrebatar a Dios como manjar, un manjar conquistado por la fuerza de la fe. Es alimento de aves grandes, de almas de una fe muy grande. No es alimento de hormigas, de pequeños insectos que se arrastran por la tierra. Este alimento constituye toda la fuerza de nuestra esperanza, pues nos lanza hacia la unidad con El. No somos nosotros que comemos a Cristo. Es Cristo que nos come a nosotros. Al comulgar nosotros vamos muriendo y va naciendo en nosotros otro Cristo. Existe una gran diferencia entre el pan material y ese Pan de los ángeles. El manjar material lo comemos para saciar nuestra hambre. Este manjar espiritual lo comemos para tener más hambre. Mientras más comemos el pan eucarístico más hambre tenemos de Dios, más deseo tenemos de vida espiritual, más deseo de seguir comulgando, de seguir comiendo de ese Pan y transformando nuestra vida en la vida de Cristo. El teólogo Teylard de Chardin se encontró en un desierto de Australia y quiso celebrar la Misa. No tenía pan ni vino. Entonces colocó sobre el altar las penas, los trabajos y las alegrías de la humanidad y celebró el sacrificio del mundo como el sacrificio de Dios. Pero al llegar a la comunión, no teniendo materia para comulgar, rezó así : “Enséñame, Señor, a comulgar muriendo”. Teilard comprendió que nuestra humanidad va muriendo para recibir la vida nueva en el Espíritu Santo. Nuestras pequeñas vidas se van introduciendo en el gran misterio redentor, y beben de la fuente de la verdadera vida. Vamos dejando de ser nosotros mismos para sentir el poder de la vida de Cristo y empezar a gozar la vida nueva del Reino de Dios. “Enséñame, Señor, a comulgar muriendo y que en la muerte yo pueda saborear la vida. 72


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Como ciervos sedientos que van hacia la fuente, vamos hacia tu encuentro, Se単or.

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Toda la vida de Jesús fue configurada en la imagen de un banquete. Banquete para dar gracias a Dios, banquete para ofrecerse a Dios, banquete para alimentar la vida nueva. El banquete de Jesús no fue sólo la celebración del Jueves Santo con su última Cena. El Banquete que configuró la vida de Cristo como comida fue todo el Triduo Pascual. La muerte en la Cruz le dio sentido a la Cena Pascual y a la Resurrección. Por eso, invitados al banquete del Señor significa : Invitados a Cenar con El, invitados a morir con El, invitados a Resucitar con El. En la vida de cada día nosotros partimos el Pan con el Señor: El pan de la Palabra y el Pan Eucarístico; cargamos la cruz y mori- mos con Jesús, pues vivimos el desafío de construir la fe y el amor en un mundo cargado de muerte y de materialismo; compar- timos con Jesús la Resurrección viviendo una vida alegremente ofrecida por la causa del Reino. Alimentándonos con el Pan eucarístico, con la vida de Jesús, nuestra vida se vuelva Pascua, Aven- tura, Sueño, Amor, Eterna Juventud. El gran acto de fe que hacemos frente a ese pedacito de pan al decir “Amén”, Sí, ahí está el Señor, va transformando nuestra vida, y nos hace a nosotros también, fuentes de vida nueva.

CORPUS CHRISTI Celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el misterio que envuelve el amor grande de Jesús para con nosotros. Repetimos el gran acontecimiento del Jueves Santo, cuando Jesús celebra la primera Misa y constituye el Sacerdocio al decir: “Hagan esto en memoria mía”. El Cuerpo y la Sangre de Jesús forman el sacramento del gran deseo de Jesús de quedarse con nosotros después de su Pasión, Muerte y Resurrección. El sabía que éramos malos, y vino a salvarnos. El sabía que íbamos a seguir siendo malos, y quiso quedarse con nosotros. Este es un misterio de amor, misterio de un Dios que perdona, misterio de un pueblo que abre sus brazos y su corazón en su sed de infinito. 75


En el cap. 6 del Evangelio de san Juan, Jesús multiplica los panes y desaparece. El desea ver qué piensa la muchedumbre. La gente cruza el lago desesperada buscando a Jesús que se les ha perdido. Al encontrarlo al día siguiente, Jesús se dirige a la multi-tud con una queja muy grande: “Ustedes no me buscan a mí. Buscan el pan que yo les di”. En su cuerpo había hambre de pan, pero en su alma no había gran hambre de Jesús. Busquen el alimento que vale, dice Jesús. Yo soy el verdadero pan, el Pan que da vida eterna. La Iglesia sigue consagrando el Pan Eucarístico para alimentar nuestra hambre de Dios, para adorarlo en la reserva eucarística, para ayudarnos a tener hambre del cielo. La Iglesia siempre ha tratado de rodear la presencia eucarística de un gran amor y de un gran respeto. Al entrar en las iglesias se debe guardar mucho silencio por ese temor reverencial que merece la presencia real de Jesús bajo las especies del pan y del vino. Eso ayuda mucho a crecer en la devoción eucarística, que es la devoción más hermosa que vive la Iglesia, la devoción cristológica. Hay que lamentar que mucho de este temor reverencial, de este silencio sagrado de la Iglesia se ha perdido. La naturalidad con que se habla de cualquier cosa en la Iglesia, y hasta en la puerta del Sagrario, está siendo como un vendaval que arrasa con gran parte de nuestro fervor, y talvez hasta con gran parte de nuestra fe. Jesús nos acepta como somos, pero El nos pide algo más, sabiendo que podemos dar más. Al menos debe brotar en nuestro corazón el propósito de guardar dentro de nuestro espíritu lo que antes se guardaba también en lo exterior. Preguntado un cristiano que estaba condenado a muerte con otros compañeros, “porqué estaban tan alegres, aun frente a la muerte”, respondió: “El Pan blanco”. El hablaba del Pan Eucarístico, la Comunión, donde ellos recibían la fuerza hasta para dar la vida por Cristo, e incluso en una forma gozosa. Ese Pan es nuestra fuerza, nuestra santidad. Con ese Pan y ese Vino en las manos podemos llegar a ser más que ángeles. San Pablo, 76


sentirse muy unido a Jesús Pan de Vida, a Jesús Resucitado, llegó a exclamar: “Oh feliz culpa la de Adán que mereció tener con nosotros a Jesucristo”. Todas las devociones ayudan a crecer en el misterio de la fe, pero la devoción que más ayuda es la devoción al misterio eucarístico. La devoción cristológica es el centro de toda devoción en la Iglesia. Llevo 20 años celebrando una hora semanal de adoración solemne al misterio eucarístico. Mientras pueda seguiré celebrando y adorando a Jesús Pan de Vida, pues es algo que me llena a mí y a todas aquellas personas que me acompañan en esta hermosa acción pastoral. Mientras más nos acercamos al Sagrario más hambre tenemos de estar con Jesús, y mientras más hacemos compañía a Jesús sacramentado más nos sentimos transportados a verdaderos momentos de cielo.

Frutos de santidad

Isaías 5, 1-7. Mt.21, 33-43

Cuando el pueblo de Israel estaba fallando en su santidad, en su relación con Dios, los profetas gritaban desesperados llamando a la gente a la conversión. Este pasaje de Isaías sobre la viña que no dio frutos se aplica al pueblo de Israel que mataba a los profetas y que llevó a la Cruz a Jesús de Nazaret. Hoy día, 20 siglos des- pués de la venida de Jesucristo, la Iglesia no se refiere tanto a los judíos, sino a cada uno de nosotros. Nosotros somos la viña del Señor. Dios se ha ocupado demasiado de nosotros. Para salvarnos, para hacernos dar frutos de santidad, ha llegado hasta el sacrificio de su Hijo Jesús, y ha derramado la acción permanente del Espíritu Santo. Se nos ha bautizado, se nos ha cuidado a través de una intensa acción de doctrina y de culto. Nuestros pasos están llenos de bendiciones. A pesar de todo eso, no siempre damos los frutos que Dios quiere. San Pablo dice en su carta a los Gálatas: “La gracia de Dios no se ha frustrado en mí. He corrido bien 77


mi carrera, he combatido bien mi combate, y he mantenido la fe”. San Pablo se siente orgulloso, pues ha pasado bien las pruebas de los grandes sufrimientos que Dios le ha permitido, y se ha transformado en el santo que Dios quiso de él. Cristo venció al pecado y venció al mundo, y Pablo siente que, con Cristo, él también ha vencido. Dios nos cuida mucho, pero nos exige un estilo de vida y una senda que es estrecha. En el pasaje de Isaías, el autor de la viña la destruyó porque no encontró fruto en ella. En el Evangelio de Mateo, los trabajadores recibieron la muerte por no cumplir con su deber. Son mensajes que conectan con el juicio final y que nos piden prestar más atención a nuestra vida espiritual. En una ocasión, Jesús pasó con sus discípulos por donde había una higuera. Tenía muchas hojas, estaba frondosa, pero no tenía higos. Jesús quiso arrancarla. Los apóstoles le suplicaron: Esperemos un año más. Vamos a echarle abono, vamos a cuidarla mejor, y así lo hicieron. Al año siguiente pasaron otra vez y no tenía frutos. Jesús le dio la orden de secarse, y se secó delante de los apóstoles. Ellos se espantaron, pues el signo era muy fuerte. Somos la viña del Señor. Ya hemos dado algunos frutos, pero Dios espera algo más de cada uno de nosotros. Todos juntos somos la viña de Dios, y también cada uno en particular es una pequeña viña que Dios cuida con amor. Una parroquia, una comunidad, una familia es una viña del Señor. Dios quiere encon-trar frutos, frutos abundantes, frutos generosos. La fe, la vida espiritual, la esperanza del cielo son un desafío en el mundo de hoy. Nuestra felicidad no va a depender de las cosas que tenemos o que disfrutamos. La plenitud de vida interior, la unidad que ten- gamos con Cristo, la razón de nuestro vivir puesta en la otra vida, todo esto es lo que nos hará plenamente felices, y nos dará la fuerza para atravesar todos los embates de la vida y poder vencer al pecado y al mundo. El alimento del Pan de Vida será nuestra permanente energía. 78


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S E Ñ O R M I O Y D I O S M I O 80


Condiciones para comer el Pan Isaías 25, 6-10. Mt. 22, 1-10

En el tema de la viña del Señor, la viña que no fue fiel en dar frutos, fue abandonada y condenada a la destrucción. Aquí el rey prepara un banquete, llama a los invitados, pero éstos no aparecen. El rey se enoja, manda a matar a los invitados y prende fuego a la ciudad. Nos preguntamos, ¿Cuáles son los invitados? Por el bautismo, todos somos invitados a las bodas con Cristo. Sólo hay una boda: Dios con todos los salvados. Sólo hay una boda: Cristo con la Iglesia. Cristo, cordero inmaculado, que es seguido por la multitud de hijos e hijas que coronan su obra en el cielo. El cántico de Isaías dice: “Quitará el velo que cubre a los pueblos, la mortaja que cubre a las naciones. Enjugará las lágrimas de los ojos, y preparará un banquete para sus hijos”. Aun con la venida del Mesías, este mundo sigue siendo un valle de lágrimas. Los sufrimientos continúan. Dios, al enjugar nuestras lágrimas, no las quita, las supera. La gracia no quita el sufrimiento. La gracia pone en nuestro espíritu una energía espiritual que nos permite sobrellevar los días buenos y los días malos con serenidad. Para ello necesitamos cambiar el código mental, cambiar nuestra manera de pensar. Santa Teresita del Niño Jesús dijo: “El sufrimiento me abrió los brazos y yo lo acepté con amor. Pero ya no sufro, pues todo lo que me hace sufrir me produce gozo”. Francisco de Asís era más feliz cubierto de ropa vieja y dando testimonio del amor de Cristo en la calle, que llevando una vida cómoda en la casa rica de su padre. Una persona que vive de Dios es más feliz rezando al pie del sagrario que otra que esté disfrutando de un baile en una fiesta. Don Bosco, mientras más sufría más alegre se mostraba entre sus muchachos. Si queremos vivir de Dios, si queremos seguir a Jesucristo, necesitamos codificar nuestra vida desde una dimensión de fe. Cuesta trabajo, pero se puede. Acercarse a esa experiencia espiritual, entrar en el santuario íntimo 81


de la santidad de Dios, exige mucho sacrificio y gran purificación. Dios le dijo a Moisés: “Quita el calzado de tus pies, pues el lugar en que estás es tierra sagrada”. En el libro Levítico se lee: “Yo soy santo, y si el pueblo quiere estar en mi presencia, tiene que ser santo”. Acercarse a esa vida de Dios, entrar en el banquete de boda del Cordero, implica la aceptación plena del sufrimiento como elemento purificador. Por eso las vidas de los santos han sido muy sufridas. Se acercaron a Dios y fueron purifi- cados, no para sufrir, sino para brillar más al llenarse de santidad. Dios no destruye, Dios eleva. Quitar el velo de muerte, enjugar las lágrimas, no significa hacernos vivir una vida de cielo en esta tierra. Significa darnos las fuerzas espirituales necesarias para quitar nuestras quejas, nuestros lamentos. Dios habla de senda estrecha. Mientras se vive con los criterios del mundo, la senda de Cristo es estrecha y pesada. Cuando se vive la senda estrecha con amor, la senda estrecha se vuelve ancha, porque el amor todo lo transforma, y Dios convierte el camino en una hermosa aventura, en una dulce canción. Vivir de amor es el regalo más grande que nos ha dado el corazón de Dios.

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10. EUCARISTIA, PAN DE VIDA “ Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia El mucha gente, dice a Felipe: ¿Cómo vamos a comprar pan para que coman éstos? -Se lo decía para probarle, pues El sabía lo que iba a hacer-. Felipe le contestó: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero, ¿qué es eso para tantos? Dijo Jesús: Hagan sentar a la gente. Había en el lugar mucha hierba. Se sentaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes, y después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados, y lo mismo todo lo que quisieron de los peces. Cuando se saciaron dijo a sus discípulos: Recojan los trozos sobrantes para que nada se pierda. Los recogieron, pues, y con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido, llenaron 12 canastos. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es, sin duda, el profeta que tenía que venir al mundo. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarlo por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo a la montaña, El solo”. Juan 6, 3-15 Tratemos de meditar sobre esta divina realidad: Jesús celebrado como Pan de Vida. La Eucaristía es celebrar, hacer fiesta por ese gran sacramento de Cristo que se hace Pan por amor. A Jesús lo están siguiendo grandes turbas y han visto muchos milagros. Se han adherido a El como el más grande de los profetas, porque los signos que El hace, nadie los había hecho así. Un gran misterio de fe está envolviendo la persona de Jesús, lo admiran y su presencia produce un gran entusiasmo. Verlo como Pan no va a ser fácil. 87


Es un misterio de fe muy grande. Es ver una cosa y creer otra. Es saborear pan, y aceptar que ahí está el cuerpo de Jesús. Es más fácil creer que Dios está en el cielo y no que está en ese pedacito de pan. Se necesitan ojos grandes para poder entrar en la niebla del misterio y ver lo que allí se esconde. Es como tener ojos divinos que puedan atravesar las tinieblas de la visión material para entrar en el misterio y llegar hasta la luz divina, donde Jesús está vivo. Jesús permite que el pueblo esté hambriento, que busque comida, y no uno, ni dos, sino una multitud hambrienta, porque lo que va a realizar es muy grande. Jesús sacia de pan al pueblo. Les demuestra que El puede quitarles el hambre. Que El puede darles siempre comida en abundancia, pero no va a ser así, porque El ha venido para darles otro pan. Una vez que han comido, Jesús desaparece, para que surja la otra hambre: El hambre de encontrarle a El. “… Este es el profeta que tenía que venir …” Le reconocieron su origen divino. Se ha dado un paso. A este punto la multitud se divide en dos grupos: A-Los apóstoles que se van a buscar a Jesús en barca. Les coge la noche. Encuentran a Jesús caminando sobre el agua, pero creen ver un fantasma. B-La gente que van unos en barca y otros a pie en busca de Jesús. La gente le pregunta que cómo llegó allí si El no subió a ninguna barca. Jesús no responde a la pregunta, sino que responde al plan que El tiene en su mente, y empieza la cate- quesis… “Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había habido más que una barca, y que Jesús no había embarcado en ella con sus discípulos, sino que los discípulos se habían embarcado solos. Pero lle- garon barcas de Tiberíades, cerca del lugar donde habían comido el pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarle en la otra orilla del mar, le dijeron: Rabbí, ¿Cuándo has llegado aquí? Jesús les respondió: En verdad, en verdad, les digo: Uds. me buscan no porque han visto señales, sino porque comieron pan 88


hasta saciarse. Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permane- ce para vida eterna……Entonces le dijeron: Qué hemos de hacer para hacer las obras que Dios quiere? Jesús les respondió: La obra que Dios quiere es que crean en el que El ha enviado……En verdad, en verdad les digo: Moisés no fue el que les dio pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les dijo: YO SOY EL PAN DE LA VIDA. EL QUE VENGA A MI NO TENDRA HAMBRE. EL QUE CREA EN MI NUNCA TENDRA SED. Juan 6, 32-35. Jesús ataca de frente, y sacude la multitud: “Ustedes no me buscan a Mí, no buscan mi valor divino. Buscan lo que yo les puedo dar: Comida. Uds. deben buscar no ese alimento que perece, sino el que permanece y conduce a la vida eterna. Yo creo que nadie entendió nada. Y empiezan las preguntas: Cómo podemos hacer lo que Dios quiere para obtener ese alimento? –Ese alimen- to se consigue con la fe, que crean en el que El ha enviado. Tú dices que nos va a dar pan del cielo…pero eso ya lo comieron nuestros padres. Eso no es nada nuevo… La gente se le está distanciando…El diálogo se está volviendo muy denso. Jesús in- siste: Moisés no les dio ningún pan del cielo. Es mi Padre el que les da el pan del cielo. Jesús despierta el hambre de ese pan. Dijeron ellos: Señor, danos siempre de ese Pan. Y Jesús responde sin titubeo: YO SOY EL PAN DE VIDA. Surge el primer problema: Si éste es Jesús, el hijo de José, cómo es que dice que El es el Pan bajado del cielo? La gente se distancia aún más y pierde la fe. Surge el segundo problema: El que coma de este pan vivirá para siempre. Entonces, ¿No habrá muerte? Tercer problema: El pan que yo daré es mi carne…Quien me coma tendrá la vida… ¿Comer su carne? ¿Beber su sangre? IMPOSIBLE. La gente se fue marchando y quedaron sólo los discípulos. Jesús habla de un signo exterior, con una realidad interior. 89


Nosotros somos capaces de llegar a la realidad exterior: Comer, gustar, ver…Pero no podemos adentrarnos en esa realidad inte- rior tan profunda. Por eso dice Jesús: NADIE PUEDE VENIR A MI SI NO SE LO CONCEDE EL PADRE. Aquí atravesamos la puerta de un misterio, al cual, sólo el Padre con el poder de su Espíritu puede conducirnos. Jesús se ha quedado solo. Siente el peso de la misión grande que le ha tocado, y sabe que debe cumplirla así como está mandada. Por eso dice a sus discípulos: ¿También Uds. quieren irse? Váyanse… Pedro le responde: ¿Adónde vamos a ir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Esa fue la base de este gran Misterio. Eso fue lo poco que Jesús pudo decirnos. No fue entendido, pero fue anunciado. Le tocaría a la acción del Espíritu Santo llevarnos hasta la verdad del Misterio. Jesús abre las compuertas del Espíritu y lanza a la humanidad por la senda de un Misterio de Amor. Dios que comulga con el hombre y el hombre que comulga con Dios. JESUS, EL DIA ANTES DE MORIR, HABIENDO AMADO A LOS SUYOS QUE ESTABAN EN EL MUNDO, LOS AMO HASTA EL EXTREMO. REUNIO A SUS AMIGOS EN UNA CENA DE DESPEDIDA, Y PARA DEJARLES UN RECUERDO PERPETUO Y VIVO DE SU MUERTE SALVADORA EN LA CRUZ… Tomó el pan en sus manos, lo partió y se lo dio diciéndoles: TOMEN Y COMAN, PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE VA A MORIR POR USTEDES. En una copa de vino les dejó el MEMORIAL de su Sangre derramada. Juan 13, 1ss. Lucas 22, 19-20. Mateo 26, 26-28. En el Evangelio de San Mateo se lee: “Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres”. Se trata de un lenguaje oriental: buitres, águilas, aves poderosas. Esto no es alimento de hormigas, sino de almas 90


grandes, de los que llevan una fuerza nueva y conquistan a Dios como manjar. En realidad nosotros no comulgamos a Cristo. Es el Señor que nos comulga a nosotros. Comulgando vamos muriendo a nosotros mismos para dejarnos envolver por el Misterio y llegar a ser otros Cristos. De esta forma, comulgar es morir, y Jesús, para darse en comida, muere. Teilhard de Chardin entendió muy bien este misterio del morir al comulgar cuando dijo: “Enséñame, Señor, a comulgar muriendo”. Jesús, desde ese Sumo Sacerdocio del Jueves Santo, va arrebatando a sus hijos como águilas misteriosas que caen estrelladas por la sed de Dios, y conquistan la vida nueva. La marcha es lenta, y al igual que ayer a los pies de Jesús, muchos no pueden entender. Lentamente vamos recorriendo el camino que Jesús recorrió. Vamos muriendo a la propia vida para entrar en comu- nión con la vida que no muere. “El que quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará”. Mateo 16, 24-25. “Les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muere, da mucho fruto”. Juan 12, 24 Pero, a pesar de nuestras limitaciones y nuestros miedos, dentro de nosotros continúa la sed, el hambre de Infinito. Sigue aleteando en nuestro espíritu la gran gaviota Juan Salvador, que no se conforma con picar gusanillos en la orilla del mar, sino que quiere saborear la altura, disfrutar de un vuelo en la inmensidad del mar, donde se gusta otro alimento que las pequeñas gaviotas no entienden. Nuestras almas quieren salir a coger aire, a volar como Juan Salvador Gaviota, como San Pedro, como san Juan, como san Pablo, como san Francisco de Asís, como santa Teresita del Niño Jesús, como san Juan Bosco. Queremos que la Hostia santa sea alimento espiritual, fuerza de Dios, y tomarla con paladar de ángeles. Alrededor del altar, como brotes de olivo, como espigas maduras en la fe, vemos pan 91


y saboreamos pan, pero la fe nos conduce hasta el misterio donde sentimos la presencia de algo grande, donde adoramos la presencia real de Jesucristo. Dichosos los ojos de la fe que pueden verlo, pues se iluminarán cada vez más al sumergirse en esa sed de infinito que sólo es colmada en la vida eterna.

La Redención expresada en el Misterio Eucarístico:

“ DIOS ES AMOR ” Y la Palabra de Dios fue “Amor”. Y ese amor fue tan grande que se hizo carne. La Palabra de la carne fue “Ofrenda”. Y esa ofrenda fue tan perfecta que se hizo Pan. Y el Pan alimentó el Amor y le dio vida eterna.

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11. JESUS, OFRENDA EUCARISTICA “Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Y Jesús les dijo: Yo soy el Pan que da vida. El que viene a Mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en Mí, nunca tendrá sed. Pero, como ya les dije, ustedes no creen aunque me han visto”. Juan 6, 34-36. La fórmula de la Consagración dice: “TOMEN Y COMAN TODOS DE EL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE VA A SER ENTREGADO POR USTEDES”. Nació para ser entregado. Vino para ser ofrenda. El universo es una Misa, y la vida del hombre no deja de ser un ofertorio de amor. “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me diste un cuerpo: aquí estoy para hacer tu voluntad”. Hebreos 10, 5-7. El Hijo de Dios llega en la plenitud de los tiempos. La humanidad ya está madura para ser ofrecida. En un mundo de pecado, de dolor y de confusión, asume un cuerpo doliente, y en ese cuerpo se ofrece el Hijo de Dios. Y en ese cuerpo se ofrecen todos los pueblos de la tierra. Su cuerpo es Víctima, pero es también Altar, donde se va ofreciendo el universo entero. Jesús marcó la tierra con el signo de la cruz y la convirtió en ofrenda. A la mesa de la cruz, único y eterno sacrificio, van llegando las ofrendas del mundo entero. La cruz, dolor para los pecadores, y felicidad para las almas limpias, es la misteriosa fuerza que nos abre la puerta de la vida verdadera. Jesús, siguiendo la estrecha senda elegida por el Padre, tuvo que descender hasta los lugares ínfimos de la naturaleza humana: ser desechado, burlado, anonadado, herido por la misma muerte, para así atravesar las aguas turbias de la corriente humana cargada de pecado, y convertir esas aguas en surtidor de aguas vivas que salta hasta la vida eterna. Su ofrenda ha sido perfecta. Ha limpiado la historia del hombre. El se da y lo transforma. Y aquí radica el gran problema de la humanidad: 95


Para llegar hasta Él, para ser ofrenda agradable y santa para entrar en esas aguas vírgenes de la vida nueva, hay que recorrer el camino que El recorrió: Negarse a sí mismo, ser burlado por el mundo, romper con los criterios humanos, destruir nuestros caprichos y exigencias, aceptar la cruz, anonadarse hasta morir, en una palabra, ser nadie, y recoger en las humildes puertas de la propia humillación, el documento de la libertad de espíritu. Pero a nosotros se nos hace muy difícil descender. Todo sufrimiento, del orden que sea, parece un atropello contra la naturaleza. No queremos morir ni en las más pequeñas cosas, y avanzamos pesadamente hacia el altar de la propia ofrenda. No queremos soltar las amarras y lanzar nuestras barcas, sin brújula y sin mapa, hacia alta mar en la espesa noche, donde los ojos limpios de la fe descubren unas manos de Padre que reciben la ofrenda de nuestra vida, como espiga ya madura para el cielo. Tomen y Coman, esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes. Entregado…Nació para ser entregado. Vino para ser ofrenda. En la Eucaristía le decimos a Dios-Padre que somos una humanidad que está madura para ser ofrecida, que somos un pan que está preparado para ser comido, pues estamos dispuestos a ser cocido en el horno de amor de su Hijo Jesucristo. Jesús marcó la tierra con un sacrificio y convirtió el mundo en ofrenda. Tenemos sed, Señor. Sed inmensa de Ti. Iremos hacia la inmensidad, hacia el fragor de las aguas. Queremos ser manantial para un pueblo que tiene sed. Queremos ser comida para un pueblo que tiene hambre. Toda esta ofrenda implica un combate espiritual, una lucha cargada de miedos y desalientos, de temores y esperanzas. Nuestro pequeño esfuerzo y el gran imán de la Resurrección de Jesús van construyendo la vida nueva, el Reino del Padre en Jesucristo. La vida se nos vuelve un sueño, porque no somos más que un aeroplano en turbulencia que lucha por sobrevolar la atmósfera difícil y llegar felizmente al espacio sereno. Cristo como el gran OFERTORIO y la Humanidad en El. 96


La ofrenda perfecta se consuma en Él. El es nuestra paz, nuestra reconciliación, nuestra vida nueva. Cuando los colonizadores llegaron a Méjico, encontraron una costumbre religiosa muy significativa: Tomaban prisioneros, los mataban, les sacaban el corazón e iban corriendo hasta el altar de su dios para ofrecerlo. Si al llegar al altar ese corazón ya no se movía, es decir, si ya estaba muerto, lo tiraban lejos del altar, porque ese corazón no servía para ser ofrecido. A su dios sólo querían ofrecerle “vida”, no “muerte”. La gente suele decir: Dios sólo come corazones. Pero Dios sólo come corazones limpios, corazones donde El ha puesto su vida. La vida del hombre o mujer de fe es un interminable ofertorio. Para vivir para Dios, para ofrecerle vida, es necesario ir muriendo al mundo. Celebrando la vida de Cristo, la humanidad va escuchando un grito de alabanza cada vez más fuerte, hasta entrar en un gran misterio, donde el lamento de la humanidad ha sido ofrecido en forma perfecta y se ha cambiado en aleluya, porque la ofrenda ha sido bien hecha, y todo está consumado. En el esfuerzo permanente por salir de la turbulencia y llegar al espacio sereno de un corazón en paz, santa Teresita escribe: “Busqué el sufrimiento y lo conseguí. Pero ya no sufro, porque todo lo que me hace sufrir me produce gozo”. Pero antes, ella afirmaba: “A los cuatro años de edad perdí a mi madre. Me acerqué al ataúd y lo encontré triste y grande. Quince años más tarde murió mi segunda madre, sor Angela. Me acerqué al ataúd y lo encontré pequeño y alegre, pues el invierno de mi alma había pasado para siempre. El calor de Cristo había hecho desaparecer el invierno de la fe de santa Teresita. Y el calor de Cristo va derritiendo el hielo de nuestras esperanzas frías, de nuestros miedos inútiles. “ Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me diste un cuerpo: aquí estoy para hacer tu voluntad”. Ese cuerpo que recibió el Hijo de Dios era un cuerpo doliente como el nuestro. Un cuerpo capaz de padecer, capaz de dar de sí mismo 97


hasta que duela. Un cuerpo para acompañar al hombre en la gran prueba de la purificación interior. Es la simiente que cae en el surco y va despertando a todas las semillas dormidas porque habían perdido la vida. El es quien da valor y garantiza nuestra ofrenda. El es quien acompaña en todo momento de fe. El está ahí ….. … Junto a Abrahán, errante y nómada por fe y obediencia. … Junto a Isaac en la leña, esperando ser ofrecido. … Junto a José vendido como esclavo, quien con su humildad se vuelve más grande que los faraones. … Junto a san Pablo, derribado del caballo, que pasa por las tinieblas para llegar a la luz. … Junto a san Juan Bosco, niño pobre que se convierte en redentor de una multitud de jovencitos pobres y abandonados. … Junto a Juan Pablo II que cae con un balazo en el estómago y el amor grande que lleva en su espíritu le cura las heridas. … Junto a Madre Teresa que se convierte en signo legible para un mundo de una fe débil. Es la caravana de la fe que no se detiene, porque es ya la plenitud de los tiempos, y vamos hacia el altar de la vida, porque es tiempo de ofrenda. Los santos y santas que nos han precedido en la fe son el símbolo de una esperanza gozosa, de una vida hecha ofrenda de amor, de unas Misas que se acabaron entonando un aleluya sin fin. Doradas espigas que se han hecho un mismo pan. Gotas de agua que se han fundido en un mismo mar. Cristianos que se marcharon a celebrar su sacrificio sin fin en el Altar del Amor.

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12. EUCARISTÍA: ALIMENTO Y APOYO La Eucaristía es compa- ñía, es luz, es consuelo, es paz. Es el alimento que nos fortalece en el camino de la fe, que reafirma cada día nuestra fidelidad. Cristo, nuestro Salvador y Redentor, sigue salvando y redimiendo a través de su acción sacramental en la Iglesia. “La Eucaristía es Centro y Cima de los sacramentos, fuente y cumbre de toda la vida cristiana”. (Vat.II) La fe no es sólo creer que Dios existe, es creer que Dios nos ama. Alimentar la fe no es sólo rezar y comulgar. La fe se alimenta en las decisiones que comprometen. La fe se actualiza en cada momento marcado por el signo de la cruz. “Si el Pan eucarístico no despierta en nosotros más hambre de Dios es porque lo hemos instrumentalizado, talvez considerándolo como un objeto precioso de veneración, y no como un ali-mento para la vida”. (Carta de obispos italianos, 1983) “La Eucaristía no es sólo el gran bien espiritual de la Iglesia, sino el Acontecimiento Pascual que renueva la hora de la salvación, con todo su potencial de Gracia de Dios. No hay Eucaristía sin Iglesia, ni hay Iglesia sin Eucaristía. La Eucaristía le exige a la Comunidad centrarse en la vida de Cristo, en esa vida con poder salvador. La Eucaristía es la experiencia más hermosa del Misterio Cristiano. Es la fuerza espiritual que encarna una acción directa de Dios y del hombre al mismo tiempo. En la Eucaristía, Jesús convoca a su pueblo para formar un solo cuerpo con Él. La asamblea es parte importante de la Misa. 99


Es el nuevo pueblo sacerdotal que Dios convoca en Jesucristo, convocatoria que se hace para siempre y que se renueva cada vez que se celebra la Santa Misa. Para la celebración de este memorial, la comunidad tiene que destruir toda desconfianza y toda división, porque entra a celebrar el Misterio en la unidad de Dios. Muchos cuerpos, pero un solo corazón. La convocatoria del Señor genera hijos de Abrahán, en un pueblo nuevo para la nueva vida”. (De la carta de los obispos italianos, en Familia Cristiana, No.38, Sept. 25, 83). Cristo anuncia la Eucaristía y la instituye como pan de vida. “Yo soy el Pan de Vida bajado del cielo…El pan que yo les voy a dar es mi carne para la vida del mundo…Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Juan 6, 50ss. Hoy, más que hambre material, se siente el hambre espiritual. Son muchos los bautizados que han perdido la unión con Cristo y sufren anemia espiritual. Nuestro espíritu tiene, a veces, más cáncer y más SIDA que nuestro cuerpo. Muchos cristianos necesitamos una transfusión de la Sangre de Cristo para curar nuestra leucemia espiritual, para purificar y fortalecer nuestra alma. ¡ Cuántos mueren sin fe! ¡Cuántos mueren sin esperanza! Todos nos sentimos débiles, anémicos, cansados. Todos sentimos sed de felicidad, de amor, de eternidad. Cada día necesitamos de este Pan para darle vigor a nuestra energía espiritual, para permanecer como miembros activos de la Iglesia. Cristo nos da nueva vida por el Bautismo. Es el Sacramento primero y puerta de los demás. En la Eucaristía nos da el alimento para esa vida. Sin la Eucaristía no puede haber vida de Gracia, ni crecimiento en la fe. “Para el apostolado es necesaria la unión vital con Cristo”(Vat.II). Hoy día se comulga mucho. Pero, ¿cuál es la razón? ¿Simple costumbre tradicional o social? La Eucaristía nos junta y nos une. En ella nos damos la paz. Acerquémonos a esa Mesa divina, donde Cristo nos espera para darnos su Pan y su Vida. “Quien come mi carne y bebe mi sangre está en Mí y yo en El”. Juan 6, 56. 100


Lo mejor para el Se単or

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IV. LA CRUZ

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13. La Cuaresma y el sentido de la Cruz Su significado… “La Iglesia se une en los cuarenta días de Cuaresma al Misterio de Jesús en el desierto. La Iglesia relee y revive todos los acontecimientos de la Historia de la Salvación en el HOY de la Liturgia. … Es un momento fuerte de la práctica peni-tencial de la Iglesia. Tiempo especial para la caridad, el ayuno y las liturgias penitenciales”. –Catecismo de la Iglesia Católica. La Cuaresma es un tiempo precioso cargado de signos de amor y misericordia. Se colocan frente a frente nuestros pecados y el amor misericordioso de Dios, y al final triunfa la Misericordia Divina. La Cuaresma es un tiempo oportuno de oración y meditación de la Palabra de Dios. Esencialmente la Cuaresma es preparación para la Pascua del Señor. Con la conversión del corazón nos preparamos para revivir la Pascua. Se reflexiona sobre nuestra condición de bautizados, y tratamos de incorpo- rarnos más de lleno al Misterio Pascual. Su origen… No existe un origen propiamente dicho, como de algo que se ha ido formando a través de los siglos. La Iglesia usa este tiempo para enfocar su vida dentro de esta visión: … Los cuarenta años del Pueblo de Israel por el desierto. … Los cuarenta días de Moisés en el monte Sinaí. … Los cuarenta días de Jesús en el desierto. La Iglesia sabe que necesita su propio desierto para prepararse a celebrar el gran acontecimiento pascual. Para acercarse a esa experiencia salvadora de Cristo se necesita un espíritu fuerte y unas decisiones bien definidas. Aún en medio del ruido de la vida diaria, la Iglesia trata de experimentar el hecho de SENTIRSE SALVADA, y esto vivirlo en una intensa experiencia de Dios. Es un tiempo fuerte de cambio del corazón, de aumento de la caridad, y de la aceptación de la Cruz. Cada cristiano debe vivir su propio desierto, y entrar así en su propia Pascua. Pascua que puede ser vivida cada día, pero en la 105


Cuaresma se intensifica mucho más. Si todos los ritos y acontecimientos de la Cuaresma no producen en el cristiano una profunda fuerza renovadora, entonces este tiempo no ha logrado bien su objetivo. Tiempo de purificación…Toda la Historia de la Salvación es historia de purificación. Así lo ha entendido el pueblo de Dios, y así lo seguiremos viviendo hasta la consumación de los siglos. Eclesiástico 2, 1-2 : “Si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme y no te impacientes en la hora de la adversidad”. Juan 15, 1-2 : “Yo soy el árbol, y mi Padre es el que lo cultiva. Si una de mis ramas no da fruto, la corta; pero si da fruto, la poda para que dé más fruto”. Lo primero que hace la Iglesia no es pedirnos penitencia o lágrimas de arrepentimiento. Ella, más bien, nos presenta el Amor grande, la Misericordia infinita de Dios, para que brote espontáneamente en nosotros la necesidad de hacer penitencia, de arrepentirnos, de pedir perdón, de purificarnos un poco más para estar más cerca de El. La Cuaresma, y en especial la Semana Santa, es un tiempo que nos ayuda a revisar nuestra vida cristiana del pasado y nuestra perspectiva de futuro. Tiempo oportuno para entrar más a fondo en la vida de Jesús, en especial su Misterio Redentor. De dónde venimos, hacia dónde vamos, y qué sentido tiene nuestra vida, son interrogantes que sólo se aclaran en el Misterio del Verbo encarnado. Tenemos que cuidarnos del ambiente en que vivimos nuestra fe, pero sobre todo, tenemos que cuidarnos de nosotros mismos, de nuestras exigencias, caprichos, y emociones descontroladas. Jesús, en el Evangelio de san Marcos, nos presenta un cuadro fuerte de nuestro peligro interior: Marcos 7, 21-23: “Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro: porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los asesinatos, 106


los robos, el deseo de tener lo ajeno, las maldades, el engaño, la vida viciosa, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas vienen de dentro y hacen impuro al hombre”. Dada esta situación del hombre caído, la Iglesia nos invita a un mayor esfuerzo por controlar nuestra vida, por defendernos del ambiente exterior, y luchar contra las fuerzas negativas que salen de dentro de nosotros. Toda esta lucha espiritual es un continuo desafío que encontramos en nuestra vida de fe. En el Deuteronomio se lee: “ Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida y vivirás”. Deut. 30, 19. La vida de cada día nos lanza un desafío: escoger el bien o el mal. Vivir de acuerdo a unos principios sanos o dejarnos arrastrar por el mal. “Estrecha es la senda que lleva a la vida. Ancho y espacioso es el camino que lleva a la perdición”. Eclesiástico 4, 17-19 : Al que me escuche, comenzaré probándolo con tentaciones. Y si se aparta de Mí, lo arrojaré de mi vista, y lo entregaré a su propia ruina”. Muchos de nuestros fracasos en la vida no se deben al ambiente o a los demás. La causa somos nosotros mismos, pues la ruina va dentro de nosotros. Dentro de todo este esfuerzo entra como meditación principal el sentido de la Cruz. La cruz se nos presenta como una llamada a asumir toda nuestra vida con generosidad. La cruz que hemos recibido es un proyecto de Dios sobre nuestras vidas. El pecado nos lanza fuera de Dios. La cruz nos devuelve al encuentro del Padre. Al igual que en Jesucristo, Dios tiene un proyecto de santidad sobre cada uno de nosotros. Ese proyecto se lleva a cabo asumiendo la cruz con sentido de obediencia a Dios. En ese camino de obediencia y ofrenda, convertimos el día bueno y el día malo en fuente de paz interior. La aceptación gozosa de cuanto nos sucede, y la alegría de poder encontrar algo para ofrecer, van abriendo un camino feliz hacia la vida del espíritu. LA CRUZ ES LA UNICA FUENTE DE NUESTRA ALEGRIA INTERIOR. Mientras más nos lamentamos o nos apartamos de la cruz 107


nuestra vida se empobrece más, y nuestro corazón no puede descansar. Sin esa aceptación serena de cuanto nos sucede, nuestra vida se va envolviendo en un remolino de nervios cansados y ansiedades profundas. La mayor parte de nuestras enfermedades son insatisfacciones o inseguridades, y especialmente, purificaciones no aceptadas. Cuando se juntan los dos grandes silencios, el silencio de Dios y el silencio del hombre, con la fuerza de un amor salvador, se produce una gran paz interior, y esa paz genera una santa alegría que es más del cielo que de la tierra.

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La vida es como una vela: para dar luz tiene que quemarse 110


14. El Camino de la Cruz y el Silencio de Dios. El pecado nos vuelve débiles y no nos deja comprender muchas cosas en nuestro seguimiento de Cristo. Vivimos en un valle de lágrimas y somos seres cargados de lamentos. Poco a poco, la gracia de Cristo nos va conduciendo hacia la luz para poder com- prender muchas cosas hermosas. Nuestros pasos hacia el Misterio de Dios son lentos, pero vamos caminando. Caminamos a tientas, pero la fe no tiene miedo a avanzar. Hemos aprendido a llorar cuando el dolor llama a nuestra puerta. Hemos aprendido a correr hacia Jesús cuando alguna pena golpea nuestra vida, pidiéndole que nos la quite. Talvez no lo comprendemos, pero es una gran verdad que el sufrimiento tiene sentido de amor. Cuando algo nos hace sufrir es señal de que Dios nos quiere mucho, que anda por ahí a nuestro lado, que El está haciendo de portero de la casa, y que cuando nos vamos a dormir, El toma una silla y se sienta al pie de la cama para cuidar nuestro sueño. Y también es una gran verdad que cuando nada nos molesta, cuando todo va muy bien, es señal de que Dios talvez no nos quiere mucho. Por lo menos nos está privando de su presencia intensa. Nosotros buscamos un cielo en la tierra, pero eso no es posible, desde la perspectiva de la vida de Cristo. Al conocer a Jesucristo se nos dice bien claro: “ No hay oro ni espadas, tan sólo quieres que yo te siga”. La felicidad viene del amor a El y a los herma- nos en esta vida, y de la esperanza en la otra vida. Hay que codificar la vida en otra dimensión. La vida de fe no puede ser un proyecto de parches. No se trata de ir protegiendo la vida humana con todos sus criterios, e ir poniéndole parches espirituales para que luzca bien. Una actitud así, nunca ha sido ni será válida. El cambio puede ser lento, pero debe ser radical. La presencia de Dios en nuestra vida es presencia de purificación para crecer en su amor. Eso es misterio y hay que dejarlo así. 111


Necesitamos siempre algunas pequeñas cosas que nos hagan sufrir para mantener la mirada atenta a la mirada de Dios. Algo que no nos deje dormir en las cosas del mundo, y nos mantenga despiertos en el espíritu de fe, en la esperanza del cielo, en la sabiduría de Dios. Cuando la Iglesia sufría de verdad, cuando estaba latente la cruz de Cristo, en las persecuciones, en los mártires, la Iglesia crecía, estaba viva, gozaba de paz y sentía el poder del amor. Ahora tenemos una Iglesia con mucha buena gente, pero es más bien la Iglesia del triunfo, de los privilegios, de las grandes colectas para los pobres, sabiendo que buena parte de ese dinero se queda en salarios y burocracia. Es una Iglesia que crece muy lentamente. Es una Iglesia con mucho poder y mucha presentación. Es lo que pasaba en la Edad Media, cuando el Crucifijo le habló a Francisco de Asís y le dijo: “Repara mi Iglesia”. Nuestra Iglesia, igual que Jesucristo, debe seguir con su cruz a cuestas, cayendo y levantándose, y construyendo, poco a poco, el poder de su propia Resurrección. Necesitamos una Iglesia que viva y trabaje como las raíces de los árboles, calladamente y sin descansar. Nuestra Iglesia es débil en la fe y en el amor. Nos conformamos con poca cosa. Es Iglesia de Jerarquía, no de hermanos. Es Iglesia de recoger limosna, no de “ágape”. Predicamos mucho y los mensajes son muy bonitos, pero nos estamos asfixiando, porque nuestro amor y nuestra oración son muy pobres y no nos convencen ni a nosotros mismos. Nuestra Iglesia vive y es aceptada porque la misericordia y el amor de Dios son infinitos. La Iglesia de Jesucristo debe ser heroica. Debe saber dar hasta que duela. Una Iglesia que ruede por tierra y de la tierra se levante resucitada. Que lleve lágrimas en los ojos, pues vivimos en un valle de lágrimas, pero que tenga paz en el corazón, porque cree en la presencia de Dios. La vida cómoda, la huida a todo lo que signifique sacrificio, nos está empobreciendo. El simple barniz espiritual que tenemos no nos deja ser hombres y mujeres de espíritu., verdaderos ciudadanos del cielo. 112


Nuestra Iglesia no vive sólo para cumplir normas, sino para construir santos. Cuando Dios quiere entrar en nuestras vidas tiene que eliminar muchas cosas, romper muchas ataduras, desgarrar muchas esperanzas mezquinas, y así abrirnos a la pano- rámica de la grandeza del cielo. La entrada de Dios en nuestra vida duele, porque purifica y hace crecer. Cada día deberíamos clamar como los santos: Por favor, mi Dios , no te vaya, aunque tu presencia duela. Sólo en Ti hay palabra de vida eterna. Comprender todo esto no es fácil. Es el Espíritu quien da la fuerza. Todo esto implica mucha humildad, y hay que desbaratar los razonamientos llenos de miedo. Cuando Jesús murió, los apóstoles huyeron. En tres años de formación no lograron entender el misterio de la cruz. Los judíos no han podido aceptar a Jesucristo, porque no pueden aceptar el misterio de la cruz. Nos vamos abriendo paso hacia la luz muy lentamente. No vemos claro, pero creemos y esperamos. En medio de la confusión, de la duda y del miedo, nos atrevemos a decir “sí” como María, y como la legión de hombres y mujeres que han sido capaces de sentarse en la barca de Cristo y navegar con El en medio de la tempestad del mundo. Sentarnos en su barca rumbo a alta mar, sin remos y sin velas, teniendo como única seguridad la confianza en su presencia. Partir con El en la noche oscura de las horas difíciles con la conciencia de no ser más que un manojito de carne débil, pero seguros de que El nunca falla. Los sufrimientos son para convertirlos en ofrendas, no en lamentos. La cruz es para ser ofrecida, no para ser llorada. Por nuestro bautismo llevamos en nosotros germen de resurrección. La fe es más fuerte que todos los sufrimientos del mundo. Somos seres nuevos con una poderosa visión de infinito. No estamos hechos para arrastrarnos como gusanos, sino para volar alto como las águilas. Aunque todavía somos seres humanos cargados de defectos, dentro de nosotros está vibrando el ángel de Dios. Para vivir este profundo combate espiritual, la principal batalla no es contra el mundo, sino contra nosotros mismos. 113


Se trata de no acomodarnos a los principios que dicta nuestra carne, sino a la voz del espíritu. Nuestra pelea no es contra las ideas de los demás, por equivocadas que estén. Es luchar contra nuestra manera de pensar, destruir esa luz que nos ciega, esos criterios humanos que hemos acuñado tan fuertemente, y que bloquean toda decisión de cambio interior. Es saber que necesitamos luz, y que debemos cerrar los ojos de la carne para poder abrir los ojos del espíritu, gritando como el ciego de Jericó: Señor, que yo vea! Tenemos que bendecir a Dios como María diciendo: “hágase en mí lo que Tú deseas”. Y aunque me lamente y llore, más allá de mis quejas, Señor, yo te amo! Cuando nos abandona- mos en las manos de Dios encontramos mucha armonía, y la vida adquiere un sentido sublime. De peldaño en peldaño, el sacrificio se adentra en el amor de Dios , y se llega al éxtasis de la propia ofrenda con una vida gastada en plenitud.

El Silencio de Dios Por razón del pecado del mundo, vivimos en un valle de lágri- mas. Dios sigue en medio de nosotros, pero nuestras lágrimas empañan los ojos y no podemos ver a Dios. Dios nos acompaña en silencio y el Silencio de Dios nos desespera, y lo consideramos hasta un castigo. Quisiéramos oír respuesta al clamor que brota de nuestros problemas. Con nuestros lamentos declaramos oficialmente que Dios ha muerto, y sin embargo, Dios está ahí, contemplándonos y cuidándonos. Sólo la esperanza nos permite resucitar a Dios. No podemos entrar en el silencio de Dios porque hay mucho ruido en nuestra alma. Queremos resolver las pequeñas cosas concretas de nuestra vida, y Dios nos exige una mirada hacia el infinito, una visión más amplia de nuestra vida. A veces no oímos a Dios ni entendemos su lenguaje, porque El está en otra dimensión, en la energía de otros valores que no son los nuestros. Hasta que yo no sea capaz de un silencio total de todo mi ser, no podré percibir la Palabra de Dios, ni entender el significado de su 114


silencio para mi vida. Esa Palabra de Dios que me dice aquí y ahora lo que yo debo hacer, no para llorar, sino para soñar con esperanza; no para cerrar los ojos, sino para arrancarle a las tinieblas la poca luz que guardan en su interior. Somos llamados a continuar la historia y no a mirar hacia atrás, convirtiéndonos en estatuas de sal. No pertenecemos a un mundo que envejece, sino a un mundo que aumenta su caudal de vida cada día. Dios nos considera lo suficientemente maduros como para ofrecerles obras maestras de la gracia, arrancadas de las fibras dolientes de una humanidad cansada. Nuestros ojos están hechos para destruir las barreras del horizonte en cada paso que damos. Ni una gota de dolor, ni una hora de sufrimiento se pierde en este mundo. Todas esas cruces silenciosas que van cargando los cristos anónimos son asumidas por la gran Cruz del Redentor en un misterioso proceso salvador de la humanidad. Desde que el Mártir del Gólgota se ofreció al Padre en ofrenda pura, el mundo se ha convertido en altar, y todos los que sufren por amor, se vuelven incienso de esperanza hasta la realización definitiva del Reino de Cristo. Ante la muerte, el ser humano se siente abandonado y solo. El grito humano que se resiste a morir no encuentra, por parte de Dios, otra respuesta que el silencio. La naturaleza humana, en Cristo, ha llegado hasta el fondo de la soledad de la cruz, y allí, ha vencido. Y desde allí ha traído el signo de victoria para el hombre. Desde esa hora feliz de la muerte de Cristo, el hombre de fe llega hasta las puertas de la muerte, con una confianza que traspasa la espesa noche de la nada, para encontrar unas manos que lo acogen con amor infinito, encontrando la respuesta del silencio de Dios. El cristiano, al igual que Jesús, cae en manos de su Padre en un verdadero silencio creador, en una soledad cargada de esperanza, dando el paso hacia la vida en una Pascua Eterna. El silencio de Dios, la soledad de la cruz, el poder de la muerte son batallas y desafíos que el hombre vive en su caminar hacia la vida. Llevamos con nosotros un germen de resurrección que no puede 115


ser sepultado. Y si se le sepulta, como sucedió con Jesús, volarán las piedras, dando lugar a una vida nueva que no vuelve a morir. Toda esta vida nueva es el fruto del poder salvador de la cruz, y de un amor infinito que ha llegado al hombre en la misteriosa envoltura de un camino doliente.

LA CRUZ -resumen1. La Cruz es para ser ofrecida, no para ser llorada. 2. Los sufrimientos son para convertirlos en ofrendas, no en lamentos. 3. La cruz bien aceptada tiene sentido de presencia de Dios. 4. Todos tenemos que cargar una cruz. Unos, con fe, la llevan con alegría. Otros, sin fe, la cargan con amargura. 5. Las grandes cruces producen lágrimas en los ojos, y mucha paz en el corazón. 6. A Dios nunca se le pregunta el porqué. La realidad se acepta y se ofrece como viene y como es. 7. No somos una Iglesia para cumplir normas, sino para construir santos. 8. La vida de fe no puede ser un proyecto de parches, sino un cambio radical interior. 9. De peldaño en peldaño, el sacrificio puede llegar al éxtasis del dolor, y de ahí pasar al éxtasis del amor, en una vida que ha llegado a la plenitud de su ofrenda. 116


15. EL MISTERIO DE LA CRUZ Las autoridades religiosas no podían consentir por más tiempo que aquel hombre que decía “superar la Ley”, que anunciaba la destrucción del templo, que pedía a los hombres espíritu y verdad para relacionarse con Dios, ellos no podían consentir por más tiempo que aquél hombre solo, pobre, sin soldados, rodeado de un pequeño grupo de personas sencillas y pobres, que un hombre así pusiera en peligro todo el aparato religioso judío del momento. Era necesario que aquel hombre se callara para siempre, que desa- parecieran sus discípulos, que su nombre fuera borrado de las calles, que nunca más se oyera decir que los pobres son bienaven- turados, que los limpios de corazón verán a Dios, que al final de la vida, el vaso de agua dado en su honor tendría una recompensa eterna. Era necesario callar a aquél que se atrevió a decir que Dios y el dinero eran incompatibles. Y, sobre todo, porque se atrevió a llamar sepulcros blanqueados a los ilustres dirigentes del templo. Lo mataron porque habló demasiado claro. Lo mataron porque supo amar de verdad, sin falsedad y sin mentiras. Jesús no nos dio una teoría sobre el dolor y sobre la muerte. Nos dio el ejemplo para asumir este misterio, sabiendo que es una puerta para llegar a la resurrección gloriosa. En la tierra fue plantada una cruz: Es el paso que da acceso a la vida. “El que quiera salvar su vida la perderá. Pero el que la pierda por amor a Mí, la conservará para la vida eterna”. Ante la cruz, ante el dolor, la humanidad grita fuerte. Ante el misterio de la cruz y del dolor el hombre no recibe, por parte de Dios, más que silencio. De ahí las palabras de Jesús: Padre, por qué me has abandonado? La fe del moribundo es una esperanza sin límites. Es una confianza que traspasa la espesa noche de la nada, para encontrar unas manos de padre que le acogen con amor infinito: A tus manos encomiendo mi espíritu. En esta hora del mundo, a 20 siglos del nacimiento de Jesús, 117


después de una larga historia de predicación, de milagros, de comentarios sobre la persona de Jesús, también nosotros nos preguntamos: ¿Quién es Jesús? Esta es una pregunta desconcertante: Desconcertó a su propia madre: en la concepción, en el nacimiento, en la vida pública. María lo guardaba todo en su corazón. Desconcertó a los apóstoles: Vieron como el poder del demonio quedaba aniquilado… como calmaba las furiosas tempestades… Hasta los vientos le obedecen…cómo daba de comer a multitudes, sacando de donde no había… También ellos guardaban en sus corazones, con mucha fidelidad, todo lo referente a Jesús. Jesús no cabe en nuestros pequeños cerebros. Aquella noche del Jueves al Viernes santo fue una noche triste para Jesús. Servidores de la casa del pontífice se entretuvieron en escupirle…darle bofetadas…burlarse de El. Pedro negó conocerle… Judas se ahorcó al amanecer. Por la mañana llevan a Jesús al gobernador Poncio Pilato. Lo acusan de que amotina al pueblo, de que se hace rey. Pilato quiso calmar la multitud azotándolo y coronándolo de espinas. Les puso entre la alternativa de elegir entre Jesús y Barrabás. Pidieron la cruz para Jesús. Un hombre inocente es condenado a muerte. El condenado toma su cruz. Sube monte arriba hasta el calvario. Lo despojan de sus vestidos, lo tienden sobre el madero, le clavan los pies y las manos, y lo levantan en alto hasta morir. Pero el que moría no era un hombre cualquiera. El centurión romano decía: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. Las gentes volvían a la ciudad golpeándose el pecho. Muere porque se atrevió a decir el sermón de la montaña y sentó en primer puesto a los pobres y a los humildes. Muere perdonando porque compren- dió hasta el fondo la fragilidad humana. El merece ser rey. Rey de todos aquellos cristos anónimos que son condenados inocentes. Rey de todos aquellos que luchan por ser mejores y que nadie los entiende. Rey de aquellos que tienen su alma cansada y la luz de su esperanza se está apagando. Jesús, hoy aque estás en tu Reino, ayúdanos a aceptar nuestra cruz con amor. 118


Dios es la fuente de toda vida. 119


Cuando hay amor nacen flores en el desierto. 120


16. Los Mandamientos y la Moral Cristiana “Escuchen, Israelitas: Estas son las leyes y los decretos que les he enseñado. Pónganlos en práctica para que vivan y ocu- pen el país que el Señor y Dios de sus antepasados les va a dar. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Cumplan los mandatos del Señor, su Dios. Cúmplanlos y practíquenlos, porque de esta manera los pueblos reconocerán que en ustedes hay sabiduría y entendimiento, ya que cuando conozcan estas leyes no podrán menos que decir: Qué sabia y entendida es esta gran nación! Porque, qué nación hay tan grande que tenga los dioses tan cerca de ella, como tenemos nosotros al Señor, nuestro Dios cada vez que lo invocamos? ¿Y qué nación hay tan grande que tenga leyes y decretos tan justos como toda esta enseñanza que yo les presento hoy? Deut. 4, 1-2. 6-8. El pueblo de Israel tiene que recorrer un largo camino. Necesita organizarse, protegerse. Yahvé le da unos mandatos para organizarse: con una fe, una moral y una esperanza. Así será un pueblo fuerte. La Ley se convierte en señal de presencia de Dios. Y esa cercanía genera confianza. La presencia, la confianza y la esperanza generan comprensión, ayuda y amor dentro del pueblo. Pero ese pueblo de hombres frágiles empezó a fallar, a pasar hambre, a hacerse la guerra unos a otros para sobrevivir, y el pueblo tuvo miedo en el camino. Al perderse la confianza y crecer el miedo, tuvo que hacer leyes y más leyes para regular la desconfianza y el temor. Esa fue la imagen de san Pedro: En la barca él creía en Jesús. Pero al caminar sobre el agua, le entró duda y miedo, y se hundió. Y ese pueblo de Dios que estaba regido por la comprensión y el amor, le sobrevino el desastre: La ley ocupó el primer plano y el amor el segundo. Los temores, los fracasos y la falta de esperanza crearon muchas leyes, y convirtieron al hombre en un pobre esclavo de preceptos humanos. Jesús decía: “Uds. han invalidado el mandamiento de Dios”. 121


Los profetas gritaban: El corazón del pueblo está lejos de Dios, los sacrificios son vacíos, no salen del corazón. Los sacrificios son “obligaciones”, no “ofrenda generosa” que sale del corazón. Llega así el gran profeta Jesús: Pone al hombre por encima de la ley, la misericordia con el necesitado pasa a primer plano, y la ley del sábado ocupa un segundo puesto. Se coloca al lado de los pecadores : La Magdalena, la pecadora, el hijo pródigo, Zaqueo, esas personas cargadas de errores son sus amigos. Se mete en la vida íntima del hombre para liberarlo de sus pecados. Grita contra doctores y fariseos: ustedes han esclavizado al hombre y han idolatrado la ley. Esa ley ya no es señal de presencia de Dios. Dios no sólo quiere mandar y prohibir; El quiere abrir caminos, romper cadenas, limpiar ojos para ver más claro. Lo persiguen como a los demás profetas. Muere en la cruz derramando su sangre por la libertad. Hoy nuestra Iglesia sigue su marcha por el largo desierto de la vida. Dios está con nosotros. Pero nuestros errores, nuestros sufrimientos, nos hacen temer. Y más allá de las leyes del amor de Dios se crean leyes generadas por el cansancio, el temor, las tinieblas del camino. Y en vez de ayudarnos a avanzar, nos frenan, nos asfixian, nos acorralan. Olvidamos que somos un pueblo nacido para caminar en la esperanza. Hemos de confiar en Dios y también en nosotros mismos. El camino es largo y difícil, pero podemos andarlo. La lucha es nuestra, la victoria será de los que vengan después. Necesitamos leyes que nos protejan, pero sobre todo una esperanza y un amor que nos anime. Necesitamos regresar al primer mandamiento: Dios primero, el amor primero. No se trata de abandonar las leyes, sino de ponerlas al servicio del amor. Llevar adelante el reino de Cristo es aceptar ser rechazados, es salir de la comodidad del lago y de la barca para morir en una cruz como los apóstoles. Ser anunciadores del Reino es pasar algún rato en el Huerto de Getsemaní. Ser de Cristo es beber de un cáliz que sabe amargo, pero que transforma la persona en una realidad nueva, y la conduce a una felicidad que nunca pudo soñar. 122


Fuimos hechos para andar, para crecer con la Iglesia, y sería un crimen detenerse. La senda de Cristo es estrecha, pero si se vive con amor, se vuelve ancha y espaciosa. Su carga es ligera y su yugo es suave.

La moral cristiana El código fundamental que regula el discernimiento entre el bien y el mal lo constituyen los diez mandamientos. Pero la moral cristiana no es sólo un código de preceptos, sino una mentalidad, una manera de ser, una visión total de la vida. La moral es algo que engloba toda la existencia. La moral cristiana es una vida que se estructura en una dimensión de fe. Es una moral de Alianza con Dios y de visión sobrenatural. Los mandamientos constituyen una serie de conceptos que moldean y orientan las actitudes de la persona. Es inmoral todo aquél que infringe uno cualquiera de los mandamientos. En la óptica del seguimiento de Cristo, es inmoral todo acto que tiende a romper la alianza con Dios. La moral es para el hombre una respuesta a la Alianza. La Biblia nos presenta al hombre desde un principio llamado por Dios a una vida mejor. Dios promete acompañar al hombre a puerto seguro, y el hombre, como respuesta, debe entregar su vida a la voluntad de Dios. Los diez mandamientos vienen a recordarle al hombre aspectos varios que deben tenerse en cuenta para conservar íntegra la Alianza. Cristo es el centro de la nueva alianza. En El se cumplen las promesas. En El se basa la alianza definitiva entre Dios y los hombres. La dicha final del hombre está anunciada en la Pascua de Cristo. La moral aparece fundada en la iniciativa del amor salvífico de Dios. El hombre hace entrada en el plan de Dios al recordar los beneficios recibidos, planteándose a sí mismo su respuesta agradecida. En un encuentro de amistad con Dios, realizado en Jesucristo y en su Iglesia, el hombre se deja salvar por el amor divino. Se trata, pues, de vivir el Misterio 123


Pascual a plenitutud. La moral cristiana no es una carga. Toda ella está cimentada en el dinamismo de la esperanza, convirtiéndose así en moral positiva y creadora. No es que renuncio a algunas cosas para ser amigo de Dios, sino que renuncio a esas cosas porque soy su amigo. El cristiano se vuelve inconformista con una sociedad consumista, critica y denuncia los falsos valores, y se mantiene vigilante. Sabe que tiene que luchar, pero su lucha es una lucha gozosa. El cielo ni se da ni se vende: Se conquista. En la vida cristiana surgen exigencias radicales. Hay que renunciar a todo para conseguir ser del reino (Mateo 13, 11-46). El reino exige conversión, requiere un nuevo nacimiento(Jn. 3, 3ss). A la luz del N.T. es fácil comprender que el centro de la moral cristiana está en el seguimiento de Jesucristo. Jesús llama a seguirle y establece con quienes le siguen, una relación especial: una relación de vida, de imitación. Con la palabra “sígueme” va llamando uno a uno a todos sus apóstoles. Jesús llama a todos los hombres a seguirle muy de cerca: “Si alguien quiere venir en pos de Mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”(Lc. 9, 23). Su llamada implica una ruptura con el mundo y una opción muy clara y decidida por El. Jesús representa para no-sotros un “lo toma o lo deja”. El no acepta amores a medias. A los que El llama han de estar dispuestos a abandonar sus redes, sus trabajos, sus posesiones, su familia. Tienen que estar dispuestos a negarse a sí mismo, y a perder la misma vida (Mt. 16, 24). El sabe que podemos dar mucho y nos pide mucho. El sentido del seguimiento de Jesús viene resumido en los siguientes puntos: 1. Más que copiar sus cualidades y comporta- mientos, nosotros debemos dejarnos guiar por El. “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8, 12). 2. La llamada de Jesús y la comunión de vida con El son, en primer lugar, un don. El hombre está llamado a acoger ese don, esa gracia. El seguimiento es un acontecimiento de salvación, es un don de Dios que llena y salva. No es que yo me esfuerzo y me gano el cielo. 124


Es Él quien me da su gracia y me salva, gratuitamente, sin méritos de parte mía. Lo que a mí me toca es reconocer ese don, agradecerlo y vivir conforme a la voluntad del Maestro. 3. Seguir a Cristo sólo es posible en una comunión de vida con El. No basta un comportamiento correcto. No basta con decir: yo cumplo los mandamientos. El seguimiento de Cristo es un vivir en El. San Pablo estimula continuamente a los cristianos a vivir en Cristo, a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo (Filip. 2, 5), a ser miembros de Cristo, a participar de su vida, a beber en el manantial de su amor la santidad que necesitamos para ir al cielo. La cercanía de Cristo me va transformando en un nuevo ser. Vivir en Cristo, por Cristo y para Cristo es el verdadero culmen de la moral del creyente. Cristo es así, la clave de la moralidad cristiana, y quien da sentido al comportamiento del hombre. 4. Este seguimiento se desarrolla en fraternidad. Cristo convoca a todos sus hijos en una Iglesia. La Iglesia que El fundó. La que El quiso y como la quiso al darles instrucciones a los apóstoles. El seguimiento se vive y actúa en la Iglesia, que reunida en el Señor, espera anhelante su venida. 5. La persona de Jesús va creciendo en el corazón del Cristiano hasta testimoniarlo y anunciarlo con su propia vida, asumiendo la cuota de sacrificio que se necesite. Más que aceptar normas de vida, el seguidor de Jesucristo acepta la persona de Jesús, y la fuerza de esa persona transforma su vida y la orienta hacia el cielo. Este seguimiento no es una ideología, es una opción radical por Jesús, que llena toda la vida con sus deseos y sus esperanzas. Una doble dimensión va a ir marcando el progreso espiritual y el crecimiento en Cristo: 1. La entrega plena a Dios y a los hombres. 2. La renuncia al propio yo. Esto llevará al creyente a la ley suprema del amor, animado por la acción del espíritu de Cristo, y por las decisiones personales. Jesús se hace presente en nuestras vidas, y lo que Jesús haría, eso trata de hacer el cristiano. La personalidad no se destruye en este camino, sino que se enriquece. La moral busca, precisamente, darle a la persona su propia dignidad. En ese camino, 125


el hombre, ayudado por la gracia, es artífice de su propio destino. La persona es capaz de autoconciencia, y de autodeterminación. Capaz de dominio propio y de superación. Es un individuo que se pertenece. Es libre y soberano para realizar el camino que desee en la vida, mientras no deje que le destruyan su libertad. El creyente, a través de esa opción por Cristo, opción que llamamos fundamental, puede darse cuenta que la moral cristiana no consiste en la prohibición u obligación de una serie de acciones o preceptos, sino en una llamada radical al amor y a la fe en Cristo, una llamada al seguimiento y al Reino. El creyente jamás cambiará sus principios superiores por ideales caducos, el Reino de los cielos por las cosas de este mundo. Vemos tantas cosas que pasan, sin dejar ni siquiera el recuerdo. Hoy estrenamos una ropa nueva, y mañana la contemplamos convertida en hilachas envejecidas. Ilusiones que se vuelven poderosas en nuestro corazón, metas que anhelamos con tanta ansiedad, y todo se va muriendo, porque todo va pasando. Todo es vanidad, pues todo se desvanece con el tiempo. Las cosas pasan porque llevan en sí la ley de lo caduco, de lo que se termina, de lo que se va. Pero la persona no pasa, pues no es una cosa más de este universo que se desintegra. El hombre se encuentra inmerso en el tiempo, pero no es un acontecimiento más que pasa con el correr del tiempo. Venimos de la muerte y vamos hacia la vida. Antes de nacer no éramos nadie, éramos muerte absoluta. Pero al llegar la plenitud del tiempo, en el designio de Dios, aparecimos en la vida. Venimos de la muerte y vamos hacia la vida y la vida será nuestro ser eterno. Al nacer un niño, su primera manifestación es el llanto, pues quedan en él muchas señales de muerte que deben ir desapareciendo hasta hacer su entrada definitiva en la vida de Dios. El mundo representa para el hombre un proyecto para ir destruyendo las señales de muerte. La moral cristiana es la fuerza de Dios que está en nosotros, es la chispa divina que nos impulsa a avanzar, a buscarle a El y a ser de El por encima de todo y para siempre. 126


17. AMOR Y PERDON Dios le enseñó a su pueblo la lección de amar: Amándolo. Dios le enseñó a su pueblo la lección de perdonar: Perdonándolo. Jeremías contempla a su pueblo que regresa del exilio y dice: Griten, proclamen, alaben (Jeremías 31, 7-9). El Señor ha salvado a su pueblo, al Resto de Israel. Los que vuelven son el Resto perdonado. Estos se convierten en fundamento de la esperanza. Todos ellos han sufrido. Los que vienen no son un grupo de victoriosos, sino de SALVADOS. Dios les ha dado corazón para conocerle y los ha unido en una asamblea común, donde la alegría sustituye a las antiguas lágrimas. Hoy en medio del mundo, la Iglesia es el Resto que vive la Gracia y se convierte en centro de esperanza para toda la historia del hombre. Jesús es el Cordero sin mancha, limpio de pecado. Pero ha hecho tan suyo el pecado de los otros que pide perdón por ellos. Jesús abre las compuertas de la Misericordia Divina. Abre sus brazos en la cruz, y mantiene en el mundo el signo de un amor a toda prueba, de un perdón que no tiene límites. Por Adán y Eva heredamos el pecado original, y por Caín heredamos la ira de la naturaleza pecadora. Somos hijos de ira, y ahora Jesús nos transforma en hijos de perdón. Cuando Jesús iba por un pueblo de Samaría con sus discípulos, la gente empezó a tirarles piedras, porque se dirigían a Jerusalén. Felipe le dice: Señor, quieres que mandemos bajar fuego del cielo que los acabe? Jesús respondió: Felipe, tú no sabes de qué raza somos. Jesús quiso decir que la nueva vida no es ser hijos de ira, sino hijos de perdón. Somos rápidos en amar, y lentos en perdonar. La lentitud en perdonar termina debilitando y matando el amor. Nuestras relaciones podrían ser más ricas, pero hay muchas amistades que se borran, amores que se enferman, hogares que se destruyen, divorcios que se aceleran, solamente porque el perdón llega tarde o porque no llega nunca. Dios es amor, porque es también Perdón y Misericordia. En 127


un mundo cargado de fallos y debilidades, de confusión y fracasos, el amor no puede andar solo. Todo amor debe estar acompañado del perdón, pues si el amor está solo, se debilita y muere pronto. Muchas veces vivimos esta triste experiencia: “Fuiste capaz de amarme, pero no fuiste capaz de perdonarme”. Un solo fallo de 5 minutos destruye 20 años de amor y servicio. Al no per-donar, al no saber olvidar ofensas y malos ratos, el corazón se recarga y se asfixia, y todo el cuerpo se enferma. Se calienta la sangre, se ofusca el cerebro, se aumenta la emoción negativa, y nos hacemos mucho daño, recomiéndonos por dentro. Perdón no es sólo tender la mano para disolver ofensas. Perdón es, ante todo, prevenir la enemistad, pues cuando ésta se ha radicado en el corazón es muy difícil de sacar. Se graba en lo profundo de nuestro ser y uno muere con esa pena. Por eso, perdón es ante todo, una actitud noble y generosa frente a las limitaciones y fallos de mis hermanos. Amor y perdón es ofrecer una mirada limpia a los acontecimientos de cada día. Nuestro corazón está lleno de amor, pues somos imagen de Dios, pero el amor está débil, pues le falta la energía del perdón, por lo cual nuestro amor se queda en la fase de la emoción y la pasión: Esto me gusta… aquello no me gusta…etc. Al ser amor débil, se empobrece y se muere. Por eso, necesitamos mucha meditación y oración para purificarlo cada día más, y hacer que ese poquito de amor sea útil para andar por la vida. Amor y Perdón son dos elementos que deben estar presentes en nuestra vida de fe para poder guiarnos a la santidad, para poder acercarnos a Dios que es todo Amor y Misericordia infinita. El perdón ayuda a renovar continuamente la Iglesia, y a centrar la vida en Cristo, cuyo poder entró en la plenitud del amor, pasando por el perdón. Por eso, frente a todas las divisiones del mundo, división de raza, de economía, de poderes militares, de filosofías, de religiones, nosotros proclamamos la supremacía de Cristo, Señor de la Historia, Centro del universo, Principio y Fin de todo lo creado. El mismo Ayer, Hoy y Siempre. 128


Amor y Sacrificio En la primera creación, por insondable misterio, algo se dañó. Entonces Dios no quiso destruir su bella obra dañada, sino que prefirió restaurarla. Vino, entonces, sobre el mundo, el poder del bien, del amor y de la santidad. Jesucristo vino con el Bien, el Amor y la Santidad a restaurar la vida. Para lograr esta transformación trajo un estilo: el estilo está hecho de caridad(para aumentar el bien), y de sacrificio (para purificar el mal). La caridad llega hasta la donación de sí mismo, y transforma el egoísmo en santidad. El sacrificio llega hasta la muerte, muriendo por amor, sacude el pecado, mata el pecado, y despierta la vida nueva que ya no muere. En el amor y el sacrificio de Jesús se colocan todos los amores y todos los sacrificios que luchan por el bien. Todo amor, todo bien, se envuelve en el amor de Jesús y se ofrece al Padre. … “Aunque no sea más que un vaso de agua dado por amor…” Reuniendo el bien, creando el gusto por el bien, el Bien crece y va borrando el mal. Toda gota de dolor, todo sufrimiento, es envuelto en el amor de Cristo, y en Cristo se ofrece al Padre. Todo el amor del mundo en Cristo y todo el sacrificio del mundo en Cristo, se juntan en una sola ofrenda, la ofrenda agradable al Padre. Y todo esto va despertando la vida nueva en nosotros. La Misa recoge toda esta expresión de amor y sacrificio de la humanidad. Jesús dice: “ El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí”. Significa que hay que unirse a su gran amor. Fuera de ahí no hay salvación. El que no cargue su cruz y me siga, no es digno de Mí. Significa que hay que unirse a su sacrificio. Con el torrente de amor de millones de personas que le sirven a los demás por razón de su fe, y con el río de sacrificios de millones de hombres y mujeres que aceptan este valle de lágri- mas y lo ofrecen por razón de su fe, el mundo se está reconstruyendo. ¿Cuánto falta para terminar, para llegar al amor perfecto en Cristo, y al sacrificio perfecto en Cristo? 129


Sólo Dios lo sabe. La transformación de este mundo en Reino de Dios es un largo cami- no. Al ritmo que vamos, faltarán millones de años hasta que Cristo haya recapitulado todo en El, llevando toda su herencia al Padre. Para realizar esta construcción del Reino de Dios en Cristo, para que brote en nosotros un entusiasmo por vivir del amor y del sacrificio en la fe, mucho va a depender de la imagen de Dios que tengamos. Si nuestro Dios es el Dios de los fariseos, un Dios hecho de leyes y exigencias, un Dios que acusa el pecador y que lo espanta con el infierno, tardará mucho en brotar en nuestros corazones el deseo de seguirle y de ofrecer nuestras vidas por El. Nuestro Dios lo encontramos en Jesús de Nazaret, que se extasiaba con los lirios del campo, que lloraba ante los enfermos, que no veía en el pecador la maldad, sino el sufrimiento moral que lo esclavizaba, que fue frágil como un niño, que vino al mundo con un amor más grande que el pecado para poder vencer al pecado, y con una vida más grande que la muerte para poder vencer la muerte. Ese es el Dios que te permite sufrir por amor y amar por la fe. Que te anima a llegar hasta el éxtasis del dolor en la ofrenda de tu propia vida, no para destruirte , sino para que pases del éxtasis del dolor al éxtasis del amor, llegando a la felicidad de la ofrenda absoluta. Ese es mi Dios, y al estilo de san Pablo, lo amo locamente. Vale la pena ser de El, porque en El no hay sombras, sólo hay luz. En El no hay pecado, sino sólo amor. Y mientras estamos en esta carne mortal, con El recorremos este valle de lágrimas en la alegría de la esperanza, que es un anticipo de la gloria del cielo.

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Dios regala sus dones sin interĂŠs, por pura gratuidad divina. 131


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V. LA FE

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18. EL REINO DE LOS CIELOS El Reino de los cielos es el tema central de la predicación de Jesús. Aquí presentamos la visión de los Evangelios sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas (siguiendo a A.Giorge: “Los Sinópticos”) ¿Cómo ve Jesús el Reino? Jesús, al hablar del Reino, continúa la tradición de Israel. Los profetas han hablado mucho de esto. En un principio era una salvación temporal. Pero, poco a poco, los profetas recargan este tema tradicional con valores religiosos: Oseas : El Reino será un tiempo de Amor y Fidelidad (Oseas, 2-3). Isaías: “Don del Espíritu”: Justicia y Paz : (Isaías 9, 1-6. 11, 1-9). Jeremías: “La Nueva Alianza”: Ley escrita en el corazón y no en piedras: (Jeremías 31, 31-34). Ezequiel:La purificación del pueblo y el nuevo culto (36, 16-32). De esta manera, el Reino representa en el A.T. la salvación del Pueblo de Dios, una salvación comunitaria. Se trata de una acción y presencia de Dios, es la obra de su Gracia. Dios entra en el mundo y lo transforma desde dentro. Al mismo tiempo señala la parte que corresponde al hombre para obtener esta dicha. El don de Dios no podía ser una limosna, se exige una respuesta que abra a los fieles la entrada al Reino. El cielo ni se da, ni se vende, el cielo se conquista. Esta esperanza espiritual se ha visto amenazada por los deseos materiales en torno al reino de Dios. Amós, Isaías, Jeremías, han luchado sin descanso para darle una base y una finalidad propiamente religiosa, colocando en segundo plano el agua abundante, la buena tierra, los buenos manjares, y el dominio militar. En tiempo de Jesús hay un hecho agravante: La ocupación romana humilla al pueblo, y lo hace buscar en el Mesías un libertador nacional(como un nuevo Moisés). A lo largo de su Misión, Jesús se verá obligado a desligar su mesianismo de estos equívocos temporales. Al igual que los profetas, de quien Jesús adopta el mensaje, no trata de describir el Reino venidero, sino de proclamar sus exigencias. 135


El Reino se parece a..... (y aprovechaba las parábolas para iluminar las exigencias del Reino). Su preocupación es atraer a su pueblo a la fe y a la conversión. Al llegar el Reino, el pueblo no puede quedarse igual, debe cambiar. LA NOVEDAD DE JESUS: Jesús asume el anuncio de los profetas, pero añade una novedad original: Anuncia el Reino futuro, tradicional, pero al mismo tiempo anuncia este Reino como PRESENTE. El Reino de Dios ya está aquí, cambien de conducta. Para la realización definitiva de este reino habrá un juicio. Ese juicio coincide con su segunda venida: Venida del Hijo del hombre (Marcos 8, 38), Día del Hijo del hombre (Lc.17, 22-37), y habrá unas exigencias bien claras: Las obras de caridad(Mt.25, 31-46). El texto más completo y característico es el discurso es- catológico: Marcos 13, 5-27 ; Mateo 24, 4-11 ; Lucas 21, 8-28. Como todos los apocalipsis, Jesús presenta aquí las últimas fases de la historia del pueblo de Dios, y sobre todo la persecución que llega a su culmen con el advenimiento del Anticristo. La crisis del pueblo se agrava debido a la entrada en escena de “falsos mesías” y “falsos profetas” con sus “falsos milagros”. Pero al fin, Jesús aparece en su Gloria y hace entrar a sus fieles en su Reino. Esta entrada implica haber pasado una prueba, la prueba de la caridad. Las parábolas nos brindan la misma enseñanza bajo otras formas: La siega en que Dios va a reunir sus gavillas (Mc. 4, 26-29). Separará el trigo de la cizaña (Mt. 13, 24-30). La paga al fin de la jornada (Mt.20, 8-15). El don de Dios es una gracia que sobrepasa cualquier mérito. Conquistamos el reino a base de pruebas, pero en último término, es la obra de la gracia la que resuelve. Esta perspectiva del juicio es la que rige siempre las parábolas de la vigilancia: Espera del ladrón en la noche (Mt.24, 43-44). Espera del señor que se halla de viaje (Mc. 13, 34-36). Espera del esposo que se retrasa (Mt. 25, 1-13). Estar alerta porque llegará. El pensamiento de Jesús se percibe bajo estas diversas expresiones. En los textos apocalípticos muestra al mundo actual desgarrado por el conflicto entre la obra de Dios y la fuerza del mal. 136


La prueba es dura para sus discípulos que están amenazados. Necesitan afrontar la persecución sin desfallecer, en ciertos casos, hasta morir. Toda su fuerza estriba en su esperanza, la cual es más poderosa que la misma muerte. Por esta razón, Jesús les presenta la victoria final: “Volverá y los reunirá en su Reino”. Así presenta Jesús el sentido de la historia: El que persevere hasta el fin, se salvará. A él lo persiguieron, lo mataron, y resucitó. A través del tiempo intentan destruir también su doctrina y sus discípulos. El murió por ser mortal, pero su doctrina y su Iglesia no pueden morir: llevan el germen de resurrección de su Señor. Jesús no habla de fecha. No dice cuándo sucederá el final. Pero su pensamiento sobre la Iglesia no expresa una Parusía inminente. Los profetas indican siempre una salvación en breve plazo. Pero tampoco hablan de fecha. Lo que quieren es obtener la decisión de sus oyentes frente al juicio de Dios. No es que el reino va a culminar pronto. Lo que se quiere es que se preparen pronto, porque no se sabe cuándo será. Las parábolas de Jesús apuntan a la conducta personal de los fieles en la vida diaria, y hacen incapié en el tema de la retribución. Deberes sobre los que Jesús insiste: 1.Caridad fraterna. 2.Cuidado de los pequeños. 3. Prohibición de juzgar a otros. 4. Mutuo amor y perdón. Las parábolas sobre la vigilancia recuerdan la ur- gencia del compromiso concreto, el de hoy. La salvación es el reino, es el don comunitario que Dios hace a su pueblo. Exige esfuerzo, respuesta a una llamada. La salvación es don de Dios, es gracia, es El quien llama. Sin respuesta, la gracia se vuelve estéril. EL GOZO DEL REINO. El reino pide buena disposición. Jesús no se preocupa de describirlo. Se limita a continuar con la vieja imagen del festín mesiánico. La boda del rey y el traje de gala. La fiesta de las diez vírgenes que esperan en la noche (Mt. 25, 1-13). A los 12 les promete que comerán a su mesa en el Reino (Lc.22, 28-30). Ahí mismo les habla de la última cena. Todo es para demostrar la alegría familiar en la casa 137


del Padre. Las mismas Bienaventuranzas son una expresión del Reino (Mt. 5, 3-12). El pensamiento de Jesús es claro: Más allá de esta vida temporal, donde exige de los suyos una tal renuncia, les promete el gozo. Gozo al que tiende toda la vida: Gozo del servicio cumplido, gozo de los hijos reunidos, gozo del pueblo de Dios por fin consumado. Cuan- do los artistas han intentado representar el cielo, han fracasado. Este se encuentra más allá de toda experiencia humana terrena. Jesús centra su idea en el banquete, en la fiesta familiar, el éxito del amor. “Mi reino no es de este mundo”. No hay categoría aquí abajo para expresarlo. EL REINO PRESENTE Jesús, a la idea de reino futuro, une su originalidad: El Reino de los cielos está cerca. Jesús se ve a sí mismo como el Mesías, responsable de la salvación del pueblo de Dios. Pero El está en un contexto difícil para que lo puedan entender. Por eso va despacio en atribuirse públicamente este título. Podría ser entendido como un revolucionario contra el yugo romano. Jesús se ve obligado a una enseñanza lenta del papel que viene a realizar. Es el pueblo el que lo irá descubriendo, atendiendo a sus palabras y a sus obras. Sin atraer la atención sobre su persona, proclama la presencia del Reino. Cuando dice “el Reino ha comenzado”, puede referirse al grupo de sus discípulos en torno a El. Es un grupo abierto a todos los hijos de Israel. Este grupo tiene todavía una estructura superficial: existe gracias a Jesús. Jesús va despacio con ellos, pues varias veces ha comprobado la debilidad de su fe. Cuando llega la hora de Jesús, han comprendido muy poco de la Misión del Maestro. Viene después de la resurrección… “¿No les decía yo que eso tenía que suceder?”. Este reino terrestre es minúsculo. Es el pequeño rebaño. Su mensaje, ahora secreto, deberán vocearlo desde las azoteas (Mt. 10, 26-27). Obrarán en la multitud como la levadura en la masa (Mt. 10, 33). Su grupo va a desarrollarse como el grano de mostaza (Mc. 4, 30-32). Su luz no se ha encendido para ponerla debajo de la mesa. 138


Jesús ve el reino temporal con una mirada lúcida, y sin ilusiones. El mal está mezclado con el bien, como la cizaña con el trigo en el campo del padre de familia (Mt. 13, 24ss). La fe de los discípulos todavía vacila: La presunción de Pedro (Mc. 14, 29-31). La dureza de Santiago y Juan (Mc. 9, 38). La traición de Judas (Mc.14, 18-21). Hay signos de gran debilidad. Sin embargo, Jesús no pierde la esperanza en los suyos. Los mira como a enfermos a quienes tiene que sanar (Mc.2, 17). Mira su debilidad con la misma paciencia con que el Padre del cielo se niega a escoger la ciza-ña y el buen trigo antes del día del juicio (Mt. 13, 28-30). Pensando en el hijo pródigo, en la pecadora adúltera, en la samaritana, en la Magdalena, en Zaqueo, es que Jesús dice: “Vengan a Mí todos los que estén cansados y agobiados que yo los aliviaré…Mt.11, 28-30. LA IGLESIA (tras la muerte de Jesús) Con hombres tan frágiles, ¿Cómo ve Jesús la supervivencia de su obra? A pesar de su pronta muerte, El ve la supervivencia de su obra al decidirse a instituir el grupo de los 12. En la última noche, ¿Qué puede esperar de ellos? Prevé su fuga en la noche, la negación, la traición. No obstante, es en ellos donde ve el Reino que le va a sobrevivir. Su número símbolo es el germen del Nuevo Israel. Cuando los responsables religiosos de Jerusalén, los malos viñadores hayan condenado a muerte al Hijo muy amado, los doce serán estos “otros” a quienes el Señor trasmitirá la carga de su pueblo (Mc. 12, 9). Jesús los prepara para esta misión, para su predicación, para su persecución (Mt.10). En esta visión de Jesús sobre el porvenir de su obra hay que hacer notar su seguridad. Anuncia claramente la función de los Doce, su misión respecto a los gentiles. Pero no les da instrucciones de detalle: Nada sobre la Ley, ni sobre lugar, ni sobre fe. Todo esto queda a la responsabili-dad de los apóstoles, de acuerdo con las circunstancias: La muerte de Esteban, la conversión de Pablo, el episodio de Cornelio: Jesús prefiere la fuerza de los hechos a las predicciones 139


o a las órdenes dadas con anticipación. Los envía sin estatutos y sin leyes. A anunciar lo que habían visto y oído. Hace un llamamiento a la iniciativa de los hombres, dejándolos que se hagan responsables de las situaciones concretas. Admirable lección de su discreción, de su respeto por la libertad de los que llama a su obra. Siempre se repite la parábola de los talentos (Mt. 25, 14-30). El reino que predica Jesús es una salvación futura y presente. Es la paradoja del mismo Jesús: Mesías presente en humildad, Mesías futuro en Gloria. Es la paradoja constante de la Iglesia, comunidad de salvación. Es la paradoja de nuestra vida de cristianos: santificados y pecadores, con una fe que es al mismo tiempo inquietud y seguridad, búsqueda y posesión, oscuridad y luz. Con pies de pecadores vamos dejando huellas de santos. Esta tensión permanente entre el presente y el futuro deriva del misterio de la Gracia: El don de Dios es total y definitivo, pero no se realiza sin nosotros. El tiempo se nos da para que nosotros podamos participar realmente en la obra de Jesús, en perfeccionarnos a nosotros mismos y al reino. Todo este trabajo se realiza en la fe. De acuerdo a la fe que tengamos, será la riqueza de nuestro trabajo espiritual, y de acuerdo a la fe serán también los frutos que iremos dando de vida eterna. Hemos tratado este tema dentro del apartado de la FE, porque el hecho “Jesús de Nazaret”, su Evangelio, su Muerte, su Resurrección, es algo que no se entiende, ni desde la historia ni desde la razón. Sólo se entiende desde la fe. Sólo con la fe puede uno abrir el Evangelio y escuchar a Dios. Sólo con la fe puede uno contemplar el Reino de Cristo y trabajar por su realización. Y sólo caminando por las páginas del Evangelio es que la fe se fortalece y crece.

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19. LA ALEGRIA DE LA FE Por la gracia del Bautismo, vamos haciendo un encuentro con Jesucristo en cada sacramento. Sentimos en nosotros la fuerza de la salvación. El camino que estamos recorriendo es largo y hermo- so. Este es un camino de ofrenda y de bendición, cobijados por la misericordia y el amor del Señor. Mientras seamos capaces de enfocar la vida desde el punto de vista de la fe, nuestro caminar ya no será una senda de acantilados peligrosos ni montañas escarpadas. Con Jesús se camina como en la paz de la verde llanura, rodeadas de pequeñas laderas, salpicadas de manantiales. La vida con Cristo es plenamente hermosa, siempre que nos dejemos guiar por El. La fe que hemos aceptado y en la cual recibe fuerza nuestra esperanza, se manifiesta en tres dimensiones: 1. Dimensión personal: Que produce nuestra paz interior y nuestra seguridad en la vida. Ella da sentido a nuestra existencia humana. Parte de nuestra salud física y mental depende de la fe que respiramos. Sin la fe nosotros seríamos otra cosa. Donde no hay fe, hay vacío y confusión. 2. Dimensión comunitaria: La fe debe ser compartida. En nuestra vida vamos comunicando y contagiando a otros con nuestra manera de pensar. Sin predicar, sin muchas palabras, comunicamos lo que sentimos, lo que vivimos por dentro. La Comunidad aumenta la alegría de la fe. 3. Dimensión de HERENCIA: La fe es también una herencia que vamos dejando. Una herencia que se queda en la familia o en las personas más allegadas. Y ya que la fe es una herencia, es bueno dejar algo que valga la pena. Algo que un ser querido pueda conservar como “recuerdo vivo” de aquél que se fue. Cuando un hijo dice: Mi padre era un hombre de fe, o mi madre era una santa, esa es una herencia que lo marca para siempre. Para lograr que la fe sea una fuente de paz interior, una fuerza que se comparte y contagia, y una herencia noble, debe ser vivida con alegría, con entusiasmo. Una fe donde se experimente la 141


presencia de Dios y la fuerza del Espíritu Santo. Muchas veces nos quejamos de niños que no quieren rezar o de jóvenes que se han apartado de la Iglesia. Pero el problema no está sólo en ellos. Es que en muchas familias no hay herencia de fe. Unas Misas oídas más por precepto que por amor, o un Bautismo que es más tradición social que sacramento, no dan para apartar a unos hijos del atractivo del pecado y hacer que se preocupen por tener a Dios en sus vidas. Y todavía es peor cuando una persona va mucho a la Iglesia y llegan a decir: “Esa persona vive metida en la Iglesia y en su casa no hay quien la aguante”. En esos casos no hay herencia, y además, una fe mal vivida acaba por matar la fe de unos hermanos y hermanas débiles. Nuestra fe es sólo en Cristo, y Cristo nos basta, pero la debilidad de nuestra naturaleza exige que nos demos apoyo unos a otros. Meditar en la fe como herencia es importante para poder asumir los compromisos que Dios nos quiera dar. Jesucristo vino al mundo, dejó una herencia de fe, y lanzó nuestra mirada hacia el cielo como lugar de esperanza. Los apóstoles dejaron una herencia de fe en toda la Iglesia universal. Los santos y santas de Dios han sido hombres y mujeres que han marcado una época o un país con una herencia espiritual. Santos y santas que han encontrado a Dios y han logrado victorias contra el mundo y con-tra el mal. Ellos y ellas se han sumergido en el Bautismo de Cristo y han encontrado la alegría de Dios, la alegría de la fe, y nada ni nadie podrá apartarlos de ese amor que los une a la vida sobrena-tural. “Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón”(Lc. 12, 34). Vivir en la fe es vivir en la seguridad de que Dios nos guía y nos cuida. En la mañana de Pascua, las mujeres iban preocupadas, pues no sabían cómo iban a levantar la piedra del sepulcro de Jesús. Llegaron allá, y la tumba estaba abierta. Tanto preocuparse y Jesús ya había resuelto el problema. Iban preocupadas por Jesús, no por ser rico, no por ser judío, no por ser un familiar: lo buscaban porque lo amaban. Lo amaban porque El les había demostrado que les quería, que ellas 142


eran importantes para Él. Cuando se vive sumergido en la fe, la vida tiene otra estructura, otra razón de ser, otras perspectivas. En I Pedro 3, 15 se nos dice: “Estén prontos a dar razón de su fe y de su esperanza a los que se la pidan. Razón de su fe en el Señor. Una fe que se alimenta en la gran alegría de haber encontrado a Cristo, santo de Dios y salva- dor del hombre. La fe salesiana se alimenta en la gran alegría de haber encontrado a Don Bosco, contagiando a los jóvenes con la más linda idea de Dios: hacer consistir la santidad en estar alegres. Es la alegría de la fe la que entra en cada rasgo de la Naturaleza para leer y vibrar con el éxtasis de la presencia de Dios. En esa naturaleza donde Dios derrochó su amor y su encanto, especialmente creando al hombre a su imagen y semejanza, y regalándole al hombre un verdadero paraíso terrenal. Este valle de lágrimas no puede destruir el manantial de alegría que brota de la fe. “Los sufrimientos de la vida presente no son nada, com- parados con la gloria que un día se nos mostrará”. Rom.8,18.

20. EL MIEDO EN LA FE “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”. Creemos, pero titubeamos al ver que la fe va cambiando la vida. Cuando nos decidimos a creer, nuestra mente está dando un salto al vacío. Estamos aceptando algo que, de momento, no podemos verlo ni demostrarlo y nuestro primer punto de partida es la duda. Cuando la fe implica sacrificio, la duda se hace más fuerte, pero también, si se llega a creer, superando la prueba, la fe es más fuerte, al tratarse de una adhesión comprometida. Todo lo relacionado con la vida eterna se nos presenta como misterio, y por lo tanto, como algo confuso. El apóstol san Pablo afirma: “ Aquí vemos como a través de un velo, pero luego veremos la realidad del cielo tal cual es”. La fe puede ir creciendo y haciéndose tan fuerte que desaparezca la confusión. San Pablo cree tan firmemente en la presencia de Jesucristo en su vida que llega 143


que llega a decir: No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en Mí”. La fe del A.T. está basada en hechos de la naturaleza, aplicados a Dios, y en la acciones portentosas que Dios hizo a favor del pueblo de Israel. Los profetas del A.T. creyeron firmemente en Dios, pero no podían comprender qué significado tenía el sufrimiento del hombre bueno y justo. Si Dios es bueno y todopoderoso, si el justo está de parte de Dios, porqué tiene que sufrir? El sufrimiento del inocente, como camino de salvación, es algo que ha sido aclarado con la Muerte y la Resurrección de Cristo. Dice el profeta Jeremías: “La Palabra del Señor me trae mofa e insulto cada día. Por eso decidí no recordar más al Señor, ni hablar más de parte de El”…..“Pero sentí en mí algo como un fuego ardiente, aprisionado en mis huesos”. Jeremías 20, 8-9. Jeremías es nuestro modelo en el camino de la fe que titubea. El sacrificio que implica el ponerse de parte de Dios quiere apartarlo de la fe. A veces, no sólo consideramos que no tiene sentido buscar a Dios, porque nos ha dejado solos en los momentos de mayor necesidad, sino que consideramos a Dios como un verdugo, pues decimos: Qué mal yo he hecho para que Dios me castigue así? Culpamos a Dios de una circunstancia común y corriente que nos está pasando. Que Jeremías o uno de los profetas se queje, puede pasar. Pero nosotros, no. Después de la Muerte y la Resurrección de Cristo no tienen sentido nuestras quejas. El adherirse a Dios lleva consigo una ruptura con el mundo, y una pelea contra el mundo, especialmente el mundo que llevamos dentro de nosotros. Jeremías descubre algo fantástico: El habla de un fuego interno que lo llama a creer, de una fuerza que no le permite abandonar a Dios. Con eso vemos que la fe no es sólo un asunto nuestro, es una acción de Dios en nosotros. Dios actúa como un imán poderoso, produciendo en nosotros la sed espiritual. En el fondo, Jeremías tiene miedo, pues el creer en Dios lleva consigo un riesgo muy grande en la vida. San Pablo, en su carta a los Filipenses, dice: “Por amor de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura con tal de ganar 144


a Jesucristo, mi Señor, y tener parte en su Resurrección”: Filip. 3, 7-10. Cuando Jesús está hablando de que va a sufrir, que lo tomarán preso, que lo van a matar, el apóstol Pedro tiene miedo no sólo de lo que va a sucederle a Jesús, sino también de lo que va a sucederle a él, por ser discípulo de Jesús: “ Dios te libre, Señor, eso no puede sucederte a Ti.”(Mt. 16, 22). Pedro representa aquí la huida de la cruz, el miedo al sufrimiento, el miedo al camino de la fe. En el camino de Cristo no hay masajes ni caramelos. Es adhesión a un compromiso absoluto. A veces Dios le concede al creyente algún respiro o algún caramelito, pero eso es sólo para ayudarlo a andar. Jesús dice a sus discípulos: “El que quiera seguirme que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” Mt. 16, 24. Renunciar a sí mismo, cargar con la cruz, son conceptos fuertes en la fe, pues implican morir, y toda muerte tiene mal sabor. En todo esto de seguir a Jesucristo, de creer en El, de dar la vida por El, de aceptar con gusto el sufrimiento como una ofrenda para El, todo eso está envuelto en mucha niebla y no vemos claro. Nuestra oración diaria debería ser la oración del ciego de Jericó: “Señor, que yo vea”! ¡Que Jesús disipe nuestra duda, creando un verdadero entusiasmo por El! Estamos sumergidos en los criterios del mundo, en una manera de pensar muy humana, y eso debilita nuestra adhesión a Jesucristo. San Pablo nos avisa diciendo: “No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de la mente”. Romanos 12, 1-2. Renovar la mente no es fácil. Nuestros criterios están muy fijos. Pasamos 20 años en la fe, muchas oraciones, confesiones, lecturas, Misas, retiros, propósitos, etc. y nuestra manera de pensar sigue igual. La fe nos ha ayudado a hacer cosas, pero no a renovar la mente. Nuestro código para pensar es siempre el mismo. El código del Evengelio, el actuar como actuaría Jesús, eso es otra cosa. Tenemos que codificar nuestra mente al estilo de Jesús, entrar en su criterio y en su manera de ver las cosas. Por eso necesitamos la oración del ciego : Señor, que yo vea…..! Mientras más iluminados estemos, 145


nos acercaremos más al estilo de Jesús. No es que vamos a imitarlo plenamente, pero el hecho de intentar imitarlo es algo que a Jesús le agrada. Las personas que tienen una fe bastante firme, son personas dichosas. Cuando una persona tiene fe, la vida no le maltrata mucho. La fe inmuniza, pero también cambia la manera de pensar, cambia nues-tro criterio, y eso es lo que no nos gusta. Queremos seguir pensando al estilo humano, y al mismo tiempo creer en Dios. Ese binomio no es posible. Simplemente nos engañamos un poco, pero eso no es fe. La verdadera fe implica pequeñas muertes internas, y no siempre estamos dispuestos a pagar ese precio. Por eso, necesitamos mucha oración, meditación, perder el miedo a dejar que Dios renueve nuestra vida. Es muy sencillo. Sólo hay que dejar que Dios actúe. Poco a poco hay que ir perdiendo ese miedo, para abrirnos paso por ese hermoso sendero del abandono en las manos de Dios. Sólo así experimentaremos la alegría de la fe, y lo reconfortante que es CREEER EN JESUCRISTO, sin miedos ni titubeos, como columnas vivas de esta Iglesia que vive y crece en la esperanza de la vida eterna.

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21. CRECER EN LA FE Domingo 19, T.O. – Ciclo A. I Re. 19, 9a. 11-13. Mt. 14, 22-33.

Elías es un gran profeta. No al estilo de Moisés, como un caudillo, sino como el hombre que vivió una gran santidad. Un hombre que vivió la cercanía de Dios en grado máximo. El pueblo de Israel tiene una gran nostalgia de Elías. Cuando tienen las grandes fiestas del Judaísmo, muchas familias, a la hora de la comida, ponen un plato más en la mesa por si acaso viene Elías. Como él se fue en un carro de fuego, ellos esperan que un día va a volver, y no saben a qué casa va a llegar. Cuando se empezó a hablar de Jesús y de las obras que hacía, algunos decían: A lo mejor es Elías que ha vuelto. La vida de Elías se caracteriza por la presencia de Dios, por una intensa santidad. Elías en el monte Carmelo salva el Judaísmo de la corrupción de los baales. Pide el fuego de Dios para la leña y la víctima, y manda matar a los 400 profetas baales. Fue tan santo que fue arrebatado al cielo estando todavía vivo. Dios giraba alrededor de la vida de Elías, no como una tormenta o un terremoto, sino como una brisa fresca. Dice el salmo: Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz. El Dios de Elías es Dios de calma y serenidad, que cabalga en la brisa fresca. Jesús le dice a Marta: Marta, Marta, tú te afanas por muchas cosas. Una sola es necesaria. Jesús está proponiendo como ejemplo el estilo de María, que es el estilo propio de la Oración. En la Edad Media, ante tanta actividad pastoral se empezó a usar una frase que decía: “ Non in commotione Dominus”, que significa: Dios no está en la agitación. Esto recuerda el mensaje de Elías que recibió a Dios cabalgando en la brisa fresca. Dios no estaba en la tormenta. Dios no tiene prisa, Dios no se afana, Dios no agoniza. Dios actúa siempre, pero no es Dios de tormenta. Dios no busca apóstoles que agonicen haciendo demasiadas cosas. Dios quiere apóstoles firmes, hombres y mujeres 147


que crean en Él, que estén firmes en su fe, y que, por encima de todo, fortalezcan a sus hermanos. Jesús viene caminando sobre el agua, en esa hora tan serena del amanecer. Es un milagro para fortalecer la fe, para que ellos vean más claro que El es Dios. En el plan de Jesús se iban a realizar muchos milagros. Los milagros son para fortalecer la fe de los creyentes. Jesús empieza a fortalecer la fe de sus apóstoles: Se los lleva al milagro de la resurrección de Lázaro, se los lleva al monte Tabor para transfigurarse. Les hace presenciar muertos que resucitan, multitudes hambrientas que comen de donde no hay, enfermos que se curan. El milagro es una de las fuerzas del Evangelio. Jesús decía: Uds. harán obras más grandes que Yo. Los milagros continúan, porque el Evangelio continúa mostrando a Jesucristo al mundo. El milagro no es curar para que el enfermo esté bien y no sufra. Ese enfermo que se cura, se vuelve a enfermar, y se muere. El milagro es una acción directa de Dios sobre la persona, y esa experiencia de sentir a Dios tan cerca, fortalece la fe y la hace crecer. El P. Emiliano Tardif se curó, y él, con la ayuda de Dios, también curaba. Y un día, con miles de personas esperando curación en Argentina, lo hallaron muerto en su habitación. Entonces, valió o no valió el milagro del P. Tardif? Claro que sí valió. El se fortaleció en su fe con esa acción directa del Señor, y todo el tiempo que vivió, él fue fortaleciendo la fe de sus hermanos, y ayudándolos a crecer. La confianza es parte de la fe, y mientras más confianza en Dios, más crece y se fortalece la fe. El milagro exige dos condi- ciones: 1. Mucha fe, seguridad, no dudar. 2. Que sea la voluntad de Dios. Que Dios vea que ese milagro es oportuno para la fe y que es oportuno en ese momento. Si Pedro camina sobre el agua es porque está seguro que ése que está ahí es Jesús. Pero si todavía está pensando que a lo mejor es un fantasma, empieza a hundirse, porque hay duda. Por eso Jesús le reprocha: Por qué vacilaste, hombre de poca fe? Pedro tiene una misión muy grande: 1.El va a ser la cabeza visible de la nueva Iglesia. 2. Jesús le ha pedido que fortalezca a sus hermanos en la fe. 148


3. Va a morir crucificado como Jesús. Para pasar por todo eso, Pedro necesitará tener una fe tan grande que sea capaz de caminar sobre el agua. El Señor lo deja hundirse, pues caminando sobre el agua tenía dudas, pero al hundirse gritó: Señor, sálvame!! Le fue más fácil reconocer al Señor hundiéndose que caminando sobre el agua, y lo que Jesús quiere es que Pedro lo reconozca como Dios, y que la fe de Pedro crezca. Nosotros tenemos una naturaleza cargada de miedos. Un espíritu demasiado inseguro. La fe es caer al vacío, y dejar que Dios nos ampare en ese vacío. Nosotros necesitamos experimentar la seguridad, agarrarnos de algo, sentir tierra firme. Lo inseguro nos da miedo. Nuestra fe tiene que atravesar el vacío y dar un paso más allá de las tinieblas, pasarle por encima a la inseguridad. Tender el puente de la fe hacia la unidad con Dios. Reconocer la presencia del Señor en el día bueno es muy fácil. Pero reconocer y agradecer esa presencia en el día malo es muy difícil. Lo primero que los apóstoles vieron fue un fantasma. El miedo de las olas desfiguró la percepción de la imagen de Jesús. En casos como éste, el único que era capaz de reconocer al Señor era Juan, porque su amor por Jesús iluminaba las tinieblas y lo reconocía. Juan fue el primero que dijo: “Es el Señor”. Al ir a comulgar, lo que vemos y saboreamos es pan, pero la fe debe ser tan grande que pueda desbaratar esa materia, y sentir la presencia palpitante de Dios. Nuestras comuniones suelen ser frías, porque nuestra fe se queda navegando en el pedacito de pan, y apenas llega a vislumbrar la presencia del amigo que sólo habla palabras de amor en el silencio de la hostia santa. Jesús subió a la barca con Pedro rescatado del agua, y el viento se calmó. Todos dijeron: “Verdaderamente eres el Hijo de Dios”. Esa fue la confesión de fe que brotó tras el milagro de ver a Jesús caminando sobre el agua. Cada sacramento es un milagro de la presencia de Dios, y está buscando fortalecer nuestra fe y acercarnos más a Dios. 149


22. MENSAJEROS DE LA FE “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Predicaba la Buena Noticia del Reino de Dios y sanaba toda clase de enfermedades y dolencias. Al ver a la gente, sintió compasión por ellos, pues estaban afligidos y desanimados como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: En verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Pidan, pues, al Dueño de la mies, que envíe obreros a recogerla”. Mateo 9, 35-38. Jesús se da cuenta de una realidad: Las turbas le siguen, tienen sed del mensaje espiritual. Dondequiera que El va, allí aparece una multitud. Los milagros y la novedad del profeta son un hecho. Hay mucha gente que ha saboreado la espiritualidad del Maestro. Su mensaje sabe a cielo. Cuando habla, la gente se siente satisfecha. Jesús se dirige a los apóstoles y se lamenta de los pocos obreros que hay. De hecho, hay muchos obreros, pero el pueblo está abandonado. Fariseos, sacerdotes, escribas, doctores de la Ley había muchos, lo suficiente como para llevar la Palabra a todo el pueblo de Israel. Pero habían abandonado el rebaño y se habían aprovechado de la fe sencilla de la gente. La imagen que proyectaban de sí mismos, y la idea que presentaban de Dios no era creíble. Se podía creer un poco en lo que decían, pero no en lo que hacían. “ Ay de los pastores que dejan perder y desparramar las ovejas de mis pastos! Así dice Yahvé, Dios de Israel: Uds. dispersaron a mis ovejas, las expulsaron, no las cuidaron. Yo les tomaré cuentas por la maldad de vuestras acciones. Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas, de todos los países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen, y ninguna se perderá”. Jeremías 23, 1-6. 150


Aquí no se habla de pastores enfermos, cansados, nerviosos, envejecidos. Aquí no se habla de pastores con poca capacidad. Aquí se habla de pastores malos: “por la maldad de vuestras acciones”… Pastores hay, hasta sobran. Los ha habido y los habrá siempre. Pero siempre habrá pastores andando por caminos falsos, y habrá rebaños abandonados. Cuando Cristo habla desde la cruz y le dice a Francisco de Asís: “repara mi Iglesia”, había una gran cantidad de monjes y sacerdotes. En los tiempos de Don Bosco, la ciudad de Turín tenía un sacerdote por cada 25 habitantes. Roma, centro de la cristiandad, tiene más o menos la misma estadística. Hoy día, en los campos de Latinoamérica o África faltan sacerdotes, pero en las grandes ciudades hay muchos. Donde el trabajo es difícil, hay pocos. Donde el trabajo es fácil, hay muchos. Faltan apóstoles, sacerdotes santos, hombres de Dios, comprometidos con los criterios del Evangelio. Mientras más grande es la ciudad, más mundana o menos servicial es la Iglesia. Los problemas eco-nómicos de religiosos y religiosas consumen mucho tiempo y energía de la comunidad. La imagen de la Iglesia sigue siendo en el mundo bastante buena, pero en muchos lugares ha perdido credibilidad. No es que falten sacerdotes, es que muchos no son creíbles. Don Bosco decía: “No descansaré, mientras el demonio me robe los jóvenes….Señor, dame almas. Llévate lo demás”. La imagen de poder económico, y el vacío de muchos cultos hace a la Iglesia, en algunas ocasiones, poco creíble. La Iglesia ha pre-ferido servir a los pobres desde su seguridad económica, pues servir desde la inseguridad, mezclándose con los pobres, eso es muy difícil. Envíanos, Señor, apóstoles, santos, religiosas y religiosos que puedan encarnar el Evangelio para que podamos entenderlo y vivirlo. Los apóstoles cansados y vacíos, frenan la marcha de tu pueblo hacia la casa del Padre. Tú hablaste un día de los “guías ciegos, sepulcros blanqueados, raza de víboras…”, tú sabes que todavía los hay, y talvez más de lo que pensamos. Tú dijiste que el buen trigo y la mala hierba iban a vivir juntos hasta el día de la siega. Por favor, Señor, ayúdanos 151


a cuidar el trigo, a bendecir tu nombre, a trabajar sin descanso por el crecimiento de tu Reino.

“La Palabra de Yahvé me fue dirigida en estos términos: Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos. Uds. se han tomado la leche, se han vestido con la lana, han sacrificado a las mejores. No han apacentado el rebaño, no han fortalecido a las débiles, no han cuidado a las enfermas, no han curado a las heridas. No han buscado a las descarriadas. Las han dominado con violencia y dureza. Ellas se han dispersado por falta de pastores y se han convertido en presa de todas las bestias del campo. Ahora andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todas partes, sin que nadie se ocupe de él. Yo arrancaré mis ovejas de su boca y no serán más su presa. Yo mismo cuidaré a mi rebaño y volveré por él”. Ezequiel 34, 1ss. El hecho de que mucha gente nos aprecie no significa que seamos de verdad “creíbles”. Dice Jesús: “Ay de ustedes cuando todo el mundo hable bien. Eso mismo pasaba con los falsos profetas”. Los fariseos tenían su grupo y los falsos profetas también. El apóstol, el profeta, el santo, el hombre de Dios es otra cosa. Estos mensajeros vibran por la causa de Cristo al estilo de san Pablo que prácticamente llevaba la fe adelante luchando cuerpo a cuerpo con los judaizantes. Pasaba de todo, pero donde Pablo o Pedro o Juan ponían su palabra y su persona dejaban una huella de fe. Un código de Derecho Canónico antiguo decía que el obispo es “forma gregis ex animo”. Que el obispo forma la grey con su alma. O sea, que debería estar en tal grado de santidad, que sirva de molde espiritual para su grey. El mensajero de Dios, el mensajero de la fe es alguien que se da alma y cuerpo a la causa del Reino de Cristo. Cuando el apóstol está vacío, todo el que se le acerca también se vacía. Y entonces, siguen sonando las palabras de Jesús: “ Guías ciegos”, que los dos se van al hoyo. Al final de la vida, la salud, los títulos, el dinero, la fama, poco valen. Lo único que vale es haber sido creyente y también creíble. 152


examinado en la caridad, y aprobar el examen. Muchas de nuestras Misas y de nuestros ritos son tan vacíos que casi ni son sacramento. Hay que darle a Dios lo que es de Dios, y al mundo lo que es del mundo, pero Dios siempre debe ser primero. La prisa y el vacío de nuestros sacramentos no están poniendo a Dios en primer plano. Dios cae en el segundo o en el quinto lugar. Y se pueden cumplir las palabras de Jesús: “El que me negare delante de los hombres, yo lo negaré delante de mi Padre del cielo”. El funcionamiento de muchos centros católicos, como colegios o parroquias, puede contribuir al convencimiento filosófico de que “Dios ha muerto”. Si lo que enseñamos o vivimos no conecta con la concepción cristiana del hombre, estamos ante un fracaso irreparable en la formación de los fieles. “Cuanto más viva el educador el modelo de hombre que presenta como ideal, tanto más será éste creíble y asequible. Ese mensaje será contemplado no solo como razona-ble, sino como vivido, cercano y realizado. El testimonio de fe del educador ayuda al alumno a superar el contraste entre una fe anunciada, y que en el ambiente donde vive se ve muy poco practicada”. Estamos viviendo un tiempo de mucha confusión y opiniones diferentes, y se hace necesario encontrar coherencia en alguien. Cuando no hay coherencia en el anuncio, la fe muere automáticamente. Ser educador de la fe es tener la valentía de recorrer un camino de santo. No siempre nuestras casas son escuelas de santos como quería Don Bosco. Creemos en la presencia del Espíritu en la Iglesia. Creemos que esta Iglesia es proyecto de Dios y no de los hombres. Las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella. Tenemos que luchar para ser más fieles, pero confiamos en que Dios cuida a sus ovejas y las defenderá hasta la vida eterna.

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Mientras más fuertes son las raíces, más vida tiene el árbol. 156


VI. VIDA INTERIOR

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23. TRABAJO INTERIOR Domingo 24 T.O. –AEccl. 27, 33ss. Rom.14, 7-9 Mt.18, 21-35.

Nuestra naturaleza tiene una inclinación al mal, y aunque los sacramentos son una fuerza positiva que nos ayuda a detenernos, aún así, la inclinación se mantiene y nos arrastra. Por eso, en este mundo, la vida del hombre es una batalla. El seguimiento de Jesucristo nos aclara el camino, pero no siempre tenemos bien abiertos los ojos de la fe. Por eso tropezamos mucho, y las caídas son frecuentes. Por eso Dios es nuestro refugio, pues siempre encontra-mos en El, amor y perdón. El libro del Eclesiástico dice: Cólera y rencor son cosas abominables. Son cosas propias del pecador, del malo, del que vive alejado de Dios. La Biblia repite constantemente: El Señor es compasivo y misericordioso. Si Dios nos llena por dentro, si El tiene un puesto en nuestro interior, El produce en nosotros un estilo de vida que no se ofende con facilidad. El genera misericordia y comprensión. Si Dios está dentro de nosotros, el poderoso “yo” se va debilitando, y puede hasta morir. Si Dios no está, el yo se vuelve grande, se enfada, se hiere por cualquier cosa, y de ahí viene la cólera y el rencor. Mientras más ira y más enfado se produce en una persona, más vacía está de Dios. Por eso, la Iglesia sigue repitiendo: “Mientras más lleno de Dios, más humilde; y mientras más humilde, más se llena de Dios”. La doctrina de Jesús quiere ayudarnos a crear conceptos claros. Debemos darnos cuenta que somos propiedad de Dios. Dice san Pablo: Tanto en vida como en muerte, somos del Señor. Y esta conciencia de ser propiedad de Dios, facilita la presencia de Dios en nuestras vidas. Somos de El y tenemos que vivir intentando agradarle. Dios es para nosotros solamente una doctrina o una escuela de conducta. Lo seguimos para amarlo, y nuestro amor nos conduce a imitarlo. Todo un proceso espiritual nos va acercando a El para copiar sus virtudes, 159


para llenarnos de su santidad, para ser comprensivos, delicados, respetuosos, amables, capaces de perdonar, virtudes todas que encontramos en Dios, y con más claridad, en la vida de Jesús de Nazaret. La imitación de Cristo quita toda cólera, todo odio, todo rencor. Nos vamos puliendo por dentro. Para crecer en esta unidad con Dios, Jesús nos presenta dos vías: 1. El trabajo interior. Saber adornar el corazón con una serie de virtudes que nos protejan del mal. Esto implica mucha humildad, saber reconocer los errores, mucha meditación y oración. 2. El desprendimiento. La condición indispensable para vivir con la mirada hacia el cielo es quitarle importancia a las cosas de esta tierra. Mientras el corazón esté apegado a este mundo, se hará difícil la unión con Dios. Hay que vaciarse de este mundo para que pueda crecer dentro de nosotros la vida de Dios. Cuando poseemos un alto grade de desprendimiento de las cosas materiales, mucha meditación, buen tiempo de oración, buen examen de conciencia, vamos labrando un tipo de personalidad agradable, nos va llenando el amor y la fuerza de Dios, desaparece el rencor, y nuestro orgullo no se siente herido. En este caso, en vez de ser nosotros que nos sentimos heridos y perdemos la paz, somos nosotros que desbaratamos la guerra del otro y le devolvemos la paz que ha perdido. Jesús vino a crear seres nuevos, hombres y mujeres capaces de vivir la experiencia del cielo en medio de este valle de lágrimas. Seres nuevos, capaces de convertir el día malo, el infortunio o la enfermedad en energía positiva para vivir mejor la experiencia de la fe en Jesucristo. Santa Teresa, doctora de la Iglesia, metida como estaba en una gran lucha para transformar la vida religiosa de su tiempo, sufría y se debatía con grandes dificultades. Desde esa situación escribió su mensaje positivo para todos los tiempos. Ella logró transformar la energía negativa de sus problemas en una profunda energía positiva de confianza en Dios: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. 160


Solo Dios basta. Santa Teresita del Niño Jesús cayó en el amor de Jesús como una gota de agua en medio del mar. Decía ella: “El sufrimiento me ha tendido los brazos y yo me he arrojado en ellos con amor. Tenía sed de sufrir y de ser olvidada.”. Ella solía repetir: “Después de haber sido saciados en la fuente de todas las amarguras, seremos deificados en la fuente misma de todas las alegrías”. Es a esto a lo que yo le llamo pasar del éxtasis del dolor al éxtasis del amor, que es la cumbre de la vida espiritual. Jesús le dijo a Santiago y a Juan que era necesario beber un cáliz. Un cáliz que sabe amargo, pero al final sabe a paz y sabe a amor. Para subir al cielo no hay ascensor que facilite la subida. Es necesario crecer en la fe, luchar sin descanso y confiar en el Señor. Dentro del trabajo interior está el encuentro con la generosidad de Dios. Jesús nos hizo ver lo importante que es la virtud de la gratuidad, aplicándola a Dios, nuestro Padre y nuestro modelo. Dios no es para nosotros una historia o una doctrina. Dios es, ante todo, un modelo a seguir. La gratuidad invita a hacer el bien, porque vale la pena hacerlo. Dios, con su omnipotencia y su amor creó los mundos, creó al hombre. ¿Por qué los creó? Simplemente porque era bueno. El Génesis termina cada día de la creación diciendo:“Y vió Dios que era bueno”. El regalo más grande que Dios le dio al hombre fue el trasmitirle algo de su persona, de su dignidad: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Ser semejantes a Dios es el mejor regalo que El nos podía hacer. El envía el sol, la lluvia, las flores, los frutos, y todo gratuitamente, para darnos a entender que la generosidad y el amor son la meta de nuestra vida. Dios es Generosidad y es Justicia. Pero, en las acciones de Dios, aparece primero la generosidad y después la justicia. En la parábola del patrón y los viñadores, el patrón le da orden al mayordomo de pagar primero a los que llegaron último, y ahí empieza su generosidad. Toda la vida de Jesús fue una escuela de generosidad. Los Hechos de los apóstoles definen a Jesús así:“Pasó por la vida haciendo el bien”. San Pablo dice: “Cristo es mi vida, y morir una 161


ventaja. San Pablo está en permanente actitud de ofrenda, de darse a sí mismo hasta que duela, incluso hasta llegar a una gozosa muerte. Todo el Evange-lio es camino de generosidad, camino de almas grandes, de los que gustan del bien, de los que se acercan a Jesús para imitarlo. Naturalmente, aunque Dios sea generoso, aunque siempre esté dispuesto a perdonar, no quiere decir que Dios sea un juguete del hombre. No podemos forzar a Dios a entrar en nuestras vidas para que El proteja nuestros pequeños planes. Dice Isaías: “Los caminos de Dios no son nuestros caminos”. Sus proyectos no son nuestros proyectos. Al que me siga, -dice Jesús- le irá muy bien, tendrá de todo, será feliz, pero tiene que seguir mi senda estrecha. Dios nos pide generosidad en nuestras vidas, generosidad en la aceptación de todo sacrificio, generosidad en vivir el “sí” que le dimos a Jesús en el día de nuestro Bautismo. Generosidad en todos los aspectos de nuestra vocación particular. Generosidad siempre y con alegría. Las almas generosas viven la alegría de Dios y adelantan a esta tierra la experiencia del cielo.

Caída avión al río

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24. RENOVACION ESPIRITUAL La Iglesia de Jesucristo se esfuerza por renovarse continuamente. Lamentablemente, es una Iglesia que tiene mucha vida, pero, debido al pecado del mundo, conserva en su interior, algunas señales de muerte. Rasgos de egoísmo, de hipocresía, de cansancio espiritual, de vicios que dañan la vida de fe, de apego a las cosas de esta tierra, etc. En una palabra, no somos más que manojitos de carne débil y cualquier cosa nos resquebraja. El amor no siempre va en crecimiento, sino que se deteriora y se devalúa. Nos conformamos con nuestra situación habitual de egoísmo y crecen los intereses creados. Por eso, necesitamos revisarnos continuamente para cuidar nuestra energía espiritual. Las oportunas decisiones de fe, el crecimiento del bien, el reafir-mar nuestro compromiso bautismal, todo esto nos pide estar aten-tos, porque son valores que fácilmente se deterioran. Al caminar por la pendiente de la vida, por ley de inercia, vamos resbalando, nos desviamos del camino, y al deteriorarse la vida de Cristo, nos vamos envejeciendo en la vida de fe. El hecho de reconocer que hemos envejecido ya es un primer paso de gran valor. En el Concilio Vat.II, la Iglesia se hizo una gran pregunta: ¿Iglesia, qué dices de ti misma? La respuesta fue, que muchas cosas en la Iglesia no andaban bien, que era necesario renovarse, liberarse de manchas y sombras que empañan el brillo de la Fe. Tenemos que parecernos a muchos árboles, que en Otoño reconocen que no tienen suficiente vida, que tienen muchas hojas secas, y se preparan para una renovación en el Invierno y la Primavera. Siguiendo la imagen de los árboles de Otoño, tenemos dos caminos a seguir: 1. Pintar las hojas secas con color verde. Es el camino de los fariseos. Es la vía de salvar las apariencias. Es la vía por donde se realizan muchos sacramentos en la Iglesia. Es el barniz que se le da a la madera, pero ésta tiene mucha polilla. 2. Tratar de abonar la planta. Que caigan las hojas secas y broten las hojas nuevas.Que surja la vida 163


por dentro. Es el proceso de la Naturaleza. En Otoño los árboles se arrepienten: Reconocen su poca vida, sus hojas en mal estado. Las hojas se caen, no son hojas buenas. En el Invierno los árboles se confiesan: Toman la decisión de renovarse, ponen a sus raíces a trabajar más. En la Primavera los árboles renacen: Hay hojas nuevas, flores nuevas, frutos nuevos. Hay un nuevo árbol. Si fuéramos capaces de renovarnos así, al menos la Iglesia tendría sus momentos de primavera. Nos preguntamos, pues, ¿En qué habría que renovarse? Reconocemos que nuestro amor se vuelve débil, que nos falta amor. Hay que renovar el amor. Hacemos muchas cosas, muchas actividades, pero no son obras que lucen plenamente buenas. Aunque tengamos fe, aunque comulguemos diariamente, aunque nos confesemos muy a menudo, aunque recemos 5 rosarios diarios, si nuestro amor se ha vuelto exigente, poco sacrificado y con poca comprensión, nuestro amor no es amor de Dios. Ha perdi-do el sello de lo divino. Las cosas de Dios son siempre grandes y no envejecen. En Apocalipsis 3, se lee: Veo tus muchas obras, pero tengo algo contra ti: Ha fallado en ti el amor primero. Ya no tienes el mismo amor del principio. Ya no eres la misma persona. Dijo Jesús a sus discípulos: “ Ámense los unos a los otros. En esto conocerán que son mis discípulos”. Decían los paganos al ver el comportamiento de los primeros cristianos: Mirad cómo se aman! Si logramos un poquito de renovación en el amor, los frutos serán maravillosos. Si en la persona, en la familia o en la comunidad el amor se renueva, sería como traer un pedacito del cielo a la tierra. El amor llena a la comunidad de alegría y de buen espíritu. Hace crecer la vocación de servicio humilde y desinteresado. Una familia donde hay verdadero amor es una pequeña iglesia doméstica. La persona que se renueva en el amor de Cristo, experimenta con mas fuerza la presencia de Dios en su vida. Vibra más en su corazón la fuerza del Espíritu, produciendo felicidad. Se vive un verdadero mundo nuevo. Reconocemos que nuestro amor 164


ya no es igual, que ha envejecido, que nuestras relaciones no producen las alegrías de siempre. Por lo tanto, nos preguntamos: ¿Qué le habrá pasado a nuestro amor? En la comunidad no hay propiamente odios, ni rencores, ni viejos resentimientos. Guerra en sí, no hay. Lo que pasa es que no hay amor. El árbol ya no tiene primavera. Los frutos ya no existen. Muchas veces funcionamos como seres anónimos. Nos hemos hecho tan distintos unos de otros que nos miramos en la distancia. El amor es un valor que vamos invirtiendo cada día en nuestras relaciones. Esa inversión puede crecer o puede fracasar. La humildad es una verdadera empresa de inversión. El egoísmo es tam-bién otra gran empresa. Cuando una empresa empieza a fracasar, ya no produce buenos frutos, sus acciones se van devaluando. Una empresa no quiebra de un tirón. Poco a poco, sus acciones van perdiendo puntos, y al cabo de algún tiempo, esa empresa no le interesa a nadie, y termina muriendo. Eso mismo pasa con nuestros valores: Lentamente, el amor pierde puntos: Nadie está preocupado en amar. La humildad pierde puntos: Nadie está preocupado en ser humilde. El egoísmo gana puntos: Todos es-tamos preocupados en cotizar y sobrevalorar la empresa del YO. Los verdaderos valores del mercado cristiano ya no se venden, y la comunidad se empobrece y hasta muere. En un año no se nota la devaluación del amor, o de la humildad. Pero en diez años de vida espiritual, el amor no es el mismo, la humildad ya no es la misma, la alegría de la fe ya no es la misma. Todos estos valores se van volviendo débiles en el corazón de la persona. Ya no producen entusiasmo. Nos encontramos, porque chocamos unos con otros, no porque nos estemos buscando unos a otros. Cuando se van perdiendo puntos en el amor y la humildad, y el egoísmo gana puntos, nos vamos enfriando en nuestras relaciones. No pasa nada. Lo que sucede es que ya no hay ilusión ni interés. Es muy difícil arrepentirse, pues vemos que todo está bien. Quien se da cuenta que mi amor ya no es el mismo, que mi humildad ya no es la misma. No soy yo, son los demás que lo notan, pues reciben de mí un trato frío. 165


Por eso solemos repetir: Ya fulano no es el mismo. Fulana es bien diferente de como era antes. Ir hacia el bien es subir. Ir hacia el mal es fácil, se baja por ley de inercia. Lo único que notamos es que los demás nos huyen. Ya no quieren estar con nosotros. Somos una fruta que tiene mal sabor. El egoísmo nos ha dañado y casi ni nos hemos dado cuenta. En la vida social, con un poquito de hipocresía y un poquito de brillo diplomático, se salvan las apariencias, y se va adelante. Pero en la vida cristiana es diferente. Dios quiere primero un corazón limpio con la alegría de la fe, y después una ropa bien planchada. Esto que pasa en la vida cristiana, pasa también en las familias. Si alguien se vuelve egoísta, si su amor se va devaluando, se van creando vacíos y distancias entre las personas. Se han enfriado mucho, y ya no hay admiración el uno por el otro. Se han dejado de cuidar los detalles propios de la pareja, se han potenciado los detalles personales, y el amor se debilita y muere como una planta sin agua. Rezamos mucho, hacemos muchas actividades, pero no basta con eso. Hay que subir las acciones de la humildad, el valor del amor que redime, el interés por el espíritu de oración. Hay que rescatar el amor primero de los buenos tiempos. Jesús dice: “ Si la sal se vuelve sosa, ¿Con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera, y que la pise la gente. Un árbol seco sólo sirve para el fuego. Muchas personas, al no poder respirar en un ambiente parroquial, huyen a otro. Lo importante es que encuentren el agua limpia y no mueran de sed. Cuando el amor no crece, Cristo ha trabajado en vano a través de su Espíritu. Al pie de la Cruz, Jesús nos dejó un gran amor escrito con sangre. Al pie del Altar Jesús nos dejó un gran amor hecho pan y escrito con misericordia. Nos toca a nosotros defender ese amor, porque esa es la única llave que podrá abrirnos la vida eterna. El camino es largo y el sol es fuerte, pero podemos andarlo. “Yo estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos”, dice Jesús. 166


24. PENSAMIENTOS PARA CRECER El Espíritu de Dios quiere trabajar en nosotros. Muchas veces nos encuentra muy áridos y difíciles. He aquí algunos pensamientos para facilitar en nosotros la acción de la gracia. Antes de sembrar un terreno es bueno arar primero la tierra. Preparar una tierra que sea capaz de acoger la semilla con agrado. Cada día, nosotros podemos prepararnos mejor para vivir la vida de Cristo, puliendo un poquito más nuestra vida humana, dando un nuevo enfoque a muchos de nuestros criterios, y renovando nuestra manera de pensar. Así podremos acercarnos más a la Palabra de Dios, a ese llamado a la santidad, y nuestra vida producirá mejores frutos de amor y de paz. Para ello vamos a meditar con algunos pensamientos de la filosofía de la vida, enfocados desde el Evangelio, para que el Señor nos encuentre cada día más suaves, más delicados, y con más hambre de la vida divina que El nos trae. 1. La vida nace y se desarrolla en el silencio. La riqueza de tu vida interior depende, en gran parte, de la cantidad de silencio que hay en ti, igual que las hojas y los frutos de un árbol dependen de la cantidad de raíces que tiene, y esas raíces trabajan en silencio. (Silencio no es lo mismo que estar callado. A veces estamos callados, pero por dentro hay mucho ruido. Silencio significa paz y serenidad interior). 2. Sólo el hombre con libertad interior puede ser feliz. Por eso Jesús insistió tanto en el desprendimiento. Las cosas hoy valen, y mañana ya no valen. Las muchas cosas sólo atormentan el espíritu por un tiempo y dejan la persona sin vida interior. Mahatma Gandhi decía: “Los ingleses no nos golpean porque nos odian. Nos golpean porque la huelga disminuye sus ganancias, y eso no les permite tener más cosas. Nosotros no golpeamos a nadie, porque no tenemos nada. Nuestro corazón es libre para amar y eso nos hace felices”. 167


3. No hay puerto en el ancho mar, hay que vivir navegando. La vida nos va enseñando, que el puerto es el mismo mar. Lo importante no es llegar a algún puerto deseado, lo mejor del mundo andado, es el saber navegar. Vale más la vida de cada día, bien llevada, que las grandes metas. Tenemos la mente llena de puertos, de metas y más metas. Y la meta principal es bien sencilla: Hacer que cada día de mi vida sea un día bueno. Y si cada día es bueno, construiré una historia preciosa con mi vida. Es la vida de cada día la que es importante. Aunque logre una buena meta, si he atropellado el camino, no he logrado una bella aventura de esta vida. 4. Nunca desees ser grande. Los grandes antes fueron pequeños. Y se hicieron grandes, porque se hicieron más pequeños. Mientras más poder tenemos, más débiles somos. Eso no lo enten-demos, pero es una gran verdad. El verdadero mundo humano, el que es feliz, el mundo que vale la pena vivirlo, está siendo cons-truido por los débiles. Los poderosos sólo destruyen el mundo. Construyen grandes edificios, grandes casas, grandes bancos, pero también, grandes competencias, grandes odios, grandes divisiones, grandes distancias unos de otros. Todo el dinero de un banco no da para construir la felicidad de un niño jugando en el patio con su perrito. A más dinero, más apetitos. Y a más apetitos, más tragedias en el corazón del hombre. 5. La primera finalidad de la noche es dormir y olvidar los errores y malos ratos del día que quedó atrás. El que duerme, olvida totalmente. Por eso se nos invita, al amanecer de cada día, a volver a empezar con una visión totalmente renovada. Si no trajéramos al día de hoy pequeñas tragedias que pertenecen al día de ayer, si no amargáramos la vida nueva de cada día con los fracasos pasados, la vida del hombre sería un verdadero paraíso. Pero nos empeñamos en acumular experiencias negativas y en recordar horas difíciles, y nuestra vida se empobrece y se enferma. Al arbolito que nace no le podemos cargar con la tragedia del árbol que se derrumbó. Al niño que nace no le podemos cargar con los sufrimientos que tiene su familia. 168


El tiene derecho a empezar de nuevo. Por eso, el hecho de dormir y olvidar todo, es un signo de que el mundo debe empezar cada día. Jesús dice en el Evangelio: “ A cada día le basta su propio afán”. Comprende-mos que toda la vida es una red, y que hay consecuencias de hoy que pasan a mañana. Pero hay una cantidad de sufrimientos que pueden morir con el día que se apaga. –Es que me dijo una frase que me dolió—y uno se pasa cinco años consumiéndose en ese dolor, arrastrando cosas de hoy para mañana, que al mañana no le toca. Talvez no podremos limpiar completamente la vida de mañana, olvidando la vida de hoy. Pero es mucho el peso que le podemos quitar. Esta es una gran meditación. Se lo aseguro. 6. No pretendas encontrar muchas flores en tu camino. Te toca a ti convertir las espinas en rosas y vivir siempre feliz. Este mundo es un valle de lágrimas. No le pidas al mundo ni flores, ni regalos. Las flores las tienes que construir tú. Tu vida puede ser un jardín, pero te toca a ti sembrar las flores y cultivarlas. Y si te animas a repartir de tus flores a los que no han sembrado ningún jardín, entonces tu jardín será más hermoso. Unos vienen al mundo con muchas cosas, otros con pocas. Pero todos venimos a este mundo con la capacidad de construir una vida hermosa, por más trágica que sea nuestra existencia. Naturalmente, si sigo el camino de los malos, la vanidad de los malos, el egoísmo de los malos, el criterio y el apetito de los malos, voy a cosechar ruina. Dios nos dio un corazón para ilusionarnos, una mente para organizarnos, y unas manos para servirnos. Por muy buen corazón que se tenga, por muy buenas manos que se tengan, si no se usa el cerebro para organizarse, la vida es un desorden. Un carro tiene un freno y un acelerador. Si usas sólo el freno, no camina. Si usas sólo el acelerador, vas a sufrir. Tienes que combinar bien los dos para poder andar. En un acordeón, si sólo aprietas, no hay música; si sólo aflojas, no hay música. Debes combinar ambas cosas para que haya música. Una vida ordenada puede convertir las espinas en rosas y vivir feliz. 169


7. Quisieron quitar las piedras al río, las piedras de mi río, y las piedras volvieron al río. Qué sería de mi río sin ellas? Ellas son la base de la canción del río. Ellas son la purificación de mi río. Y sé que son necesarias las piedras de mi río. El sonido de un río, la canción del río se debe a las piedras, y mientras más piedras, más hermosa es la canción del río. Parece increíble, pero muchas veces, los defectos adornan la vida humana. Los defectos llegan a ser una riqueza en la persona. El río nos está diciendo que las deficiencias de los demás es lo que hace ricas sus vidas. Esto es muy difícil de entender. Nosotros queremos controlar a los demás, pero sus defectos no nos dejan. En este caso los defectos son positivos. Una cascada es un incómodo precipicio, sin embargo, el río al caer construye una tremenda belleza. Esto no lo vamos a entender. Lo que se pide es que al menos, tengamos la capacidad de llevarlo a la reflexión. 8. Si logras correr por la calle con los ojos vendados y puedes imaginarte que todos te saludan y sonríen, solo así puedes poner tu tienda en este mundo. Si no ves maldad en nadie, puedes plantar tu tienda en cualquier sitio. Los niños son felices, porque no ven maldad en nadie. Jesús dijo: “Vuélvanse niños si quieren entrar en el Reino. 9. La vida es como una vela, para dar luz tiene que quemarse. Esta fue la frase del protagonista de una de esas películas del Oeste Americano. Al terminar la película había hecho muchas cosas, pero él estaba casi destruido. El comprendió que las grandes victorias se consiguen muriendo a uno mismo. Quien dedica su vida a servir, dedica su vida a gastarse. Jesús dijo: “ El que quiera ganar su vida, la perderá. Pero el que la pierda, o sea, el que la gaste por causa del reino, la conservará. 10. Señor, mantenme siempre disponible para el holocausto. Enséñame a comulgar muriendo, y que en la muerte yo pueda saborear la vida. Toda muerte es algún paso hacia la vida. Se destruye algún aspecto de la vida, para crecer en otro. Sólo muriendo podemos vivir. 170


11. Los pobres seguirán siendo pobres, pues esa es la tarjeta de identidad para ser felices. Los ricos y los poderosos agonizan porque perdieron el tren de la vida acumulando la gran fortuna que hace al hombre infeliz. Dice Jesús: “Hagan tesoros en el cielo donde la polilla no los roe, ni los ladrones los roban”. Todos buscamos riquezas. Todos queremos ser como los ricos y los poderosos. Es una enfermedad que le ha venido al mundo y no hay manera de sacarnos de ahí. Mientras más ricos: más división, más divorcios, más vicios, más vacío interior. El gran dinero vive en medio de una gran superficialidad espiritual. Hay sus excepciones, pero son muy pocos casos. 12. Gota a gota de sudor nuestros pueblos se construyen y avanzan. La lucha es nuestra, la victoria será de los que vengan después. Nuestros sacrificios y esfuerzos deben tener siempre una doble dirección: 1. Para gloria de Dios. 2. Para el bien de los demás. 13. Pido a Dios sabiduría para elegir lo correcto, la voluntad para conservarlo, y la fuerza necesaria para llevarlo a cabo (The first knife). A la hora de tomar decisiones importantes, es necesa-rio rezar mucho, para que la mente se ilumine, y poder tomar la decisión correcta. Llegar a la decisión correcta implica mucha renuncia y mucho riesgo. El hecho de que muchas decisiones sean equivocadas se debe a que, con frecuencia, llevamos interferencias emocionales en el razonamiento. Vemos plenamente claro, pero no es la razón la que está funcionando, sino la emoción. La confusión de las relaciones humanas radica precisamente aquí. A base de errores, a base de intereses creados, a base de decisiones que tratan de salvar lo que agrada, y matan la verdad, muchas vidas han abandonado la luz de la razón, y se han adaptado al camino de las emociones, que casi siempre es ciego. Por ejemplo: Muchos dicen: “ Si no miento, yo pierdo el trabajo. Y si pierdo el trabajo, mi familia va a sufrir”. En un momento concreto necesita ocultar la verdad, para poder seguir adelante. Pero donde se siembre mentira, allí se va a cosechar la ruina. 171


Arrebata, Señor, nuestras almas, como águilas misteriosas, para que podamos gustar, en el santuario íntimo de tu corazón, las delicias de un amor nuevo para siempre. 172


26. PINCELADAS DE REFLEXION EL AGUA Y LA MONTAÑA : El camino del agua es un recorrido difícil. El agua es blanda, flexible, y todo lo que toca es duro y áspero. Para ir desde el primer manantial hasta el mar tiene que chocar con piedras y troncos, hoyos y acantilados. Tiene que cambiar continuamente de forma y dirección. Parte de ella se evapora al pasar por el valle. Pero el agua siempre sueña con llegar al mar. Al llegar, se siente tan feliz, que no se acuerda de las piedras y troncos con los que tropezó en su paso por la montaña. Nosotros, al caer en el amor de Cristo, no sólo tenemos que perdonar, sino más bien, olvidar y borrar. Ese es uno de los frutos de haber encontrado al Señor. Nuestra vida de fe es tan hermosa que no podemos darnos el lujo de recordar los pequeños peldaños de algún pasado amargo. Dios es amanecer, es luz. Y cuando la luz llega, las tinieblas pasan al olvido. LA FLOR Y EL BASURERO : Una flor nace en medio de la basura, se alimenta de basura, no critica la basura, pero ella no acepta ser basura. No se trata de considerar que los otros son la basura y que uno es la flor. Se trata de crear en nosotros la capacidad de la flor para usar el ambiente en línea positiva. Se trata de crear en nosotros, ayudado por la Gracia, una fuerza que llegue a silenciar la guerra que puede haber a nuestro alrededor. EL ENVIDIOSO Y EL MANZANO : Dos vecinos sembraron un árbol de manzana en el patio de sus casas. Un arbolito se secó y el otro crecía frondoso. Al dueño del árbol seco le entró envidia. Cada día, toda la basura de su casa, se la tiraba al patio del vecino para afearle el hermoso manzano. Pero la basura abonó el árbol y creció más hermoso y dio mejores frutos. No es bueno tirar basura a nadie, pues a lo mejor lo estamos ayudando a crecer. Ni es bueno tener miedo de la basura que nos tiran, pues a lo mejor nos están ayudando a crecer. 173


NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE, TODO SE PASA. DIOS NO SE MUDA. LA PACIENCIA TODO LO ALCANZA. QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA. SOLO DIOS BASTA.

Eleva el pensamiento, al cielo sube. Por nada te encoges, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y venga lo que venga, nada te espante. Ves la gloria del mundo, es gloria vana, nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste que siempre dura, fiel y rico en promesas, Dios no se muda. Ámala cual merece, bondad inmensa, pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlarás sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro, nada le falta. Id, pues, bienes del mundo, id dichas vanas. Aunque todo lo pierda, SOLO DIOS BASTA. Santa Teresa. HUMILDAD : El ciego de Jericó le dijo a Jesús: “Señor, que yo vea”. Esta pequeña oración es una de las grandes oraciones de la Iglesia: Señor, queremos ver! Todos nosotros somos un poquito ciegos. Ciegos en la oración, ciegos en el trabajo, ciegos en las decisiones, un poco ciegos en toda la vida. Cada día deberíamos rezar así: “Señor, que podamos ver”. “Señor, ayúdanos a ver. Durante la noche la oscuridad está fuera de nosotros. Durante el día, las tinieblas están dentro de nosotros. El gran milagro es que nosotros, aún siendo ciegos, podemos caminar en el nombre del Señor. Unas veces vemos claro, otras veces vemos borroso. Unas veces caminamos con facilidad, otras veces tropezamos mucho. De todos modos, dentro de nosotros está siempre el entusiasmo de la gracia que nos impulsa a ir adelante. A veces nosotros fallamos, pero la Gracia nunca falla, y nos sigue ayudando. La Gracia nos ayuda a reconocer nuestras tinieblas y a tomar la decisión de volver a la luz. 174


Nuestra ceguera es algo bueno, pues siendo ciegos, necesitamos siempre a Jesús para saber hacia dónde va nuestra vida. Y si reconocemos nuestra ceguera, hemos entrado en el hermoso campo de la humildad. La humildad nunca falla. La humildad nunca tropieza. La humildad es como un guía iluminado que nos lleva hasta los pies de Jesús. Dichosos aquellos que son humildes, pues han encontrado el camino recto hacia el cielo.

VIDA EN EL ESPIRITU La santidad es un proyecto de Dios. La decisión de aceptar esa santidad es cosa nuestra. El esfuerzo para cuidarla es también algo nuestro. La salvación es un don gratuito, pero hay que cuidarlo. La vida en el Espíritu es como la vida de las plantas: Cada árbol para crecer tiene que pelear con la tierra para arrancarle su alimento. Todo aquél que cree en Jesucristo tiene que pelear consigo mismo y contra el mundo, si es que desea crecer en su unidad con el Señor. El alimento del cristiano está hecho de pan y de vino. Pero un pan y un vino mirados con ojos de águilas del misterio. Es un alimento para las almas fuertes, par los esforzados que arrebatan a Dios como manjar. No es alimento de hormigas. Es alimento de los valientes que se atreven a dar un paso hacia el misterio de Dios. Sólo a través de la fe podemos entrar en ese misterio, no para comprenderlo, sino para vivirlo. Cuando logramos acercarnos un poco más a la vida de Dios, el camino se ilumina y se aclara más el sentido de nuestra vida. El Pan de vida no es sólo el alimento de los que miran al cielo. Es también la fuerza de los que pisan la tierra en este diario vivir. Cuando nuestra alma se alimenta en un acto profundo de fe euca-rística, la mirada es más limpia y la vida se nos hace más hermosa. Con el alma fuerte, le facilitamos el camino al día bueno. El día malo, aceptado, recibe siempre el premio de la sonrisa de Dios. Las horas difíciles, pasadas con alegría, son el alimento de 175


las almas grandes. La fuerza del árbol no está en las ramas, está en las raíces. La alegría del árbol no está en el ruido del viento al pasar por las hojas, sino en el silencio de las raíces, donde se tra-baja las 24 horas, y donde se tiene siempre una gran sed de vivir. El que tiene fe, vive de espíritu y vive con la fuerza del Espíritu de Cristo. Los hijos de Dios abren su alma a la medida del Espíri-tu, y van dejando atrás cosas y más cosas, pues son obstáculos que frenan nuestra marcha hacia la persona de Jesucristo. OTROS PUNTOS DE REFLEXION :

1.No hemos venido a la tierra para comer tierra, sino a traerle a la tierra un puñadito de cielo, para que se haga menos tierra. 2. En la fe, el dolor se hace canción. 3. La fuerza de los malos y la falsa prudencia de los buenos están convirtiendo el mundo en un caos sin esperanza. Y buenos y malos pagaremos el precio de no haber sabido organizar la marcha de la vida. 4. Los campos maduran en el silencio. Los hombres de trabajo maduran en el silencio. Las ideas maduran en el silencio. 5. Dijo Tagore: Soñé que la vida era alegría. Me desperté y vi que era servicio. Me puse a servir y vi que el servicio era alegría. 6. “Verdad” en ti. Si no puedes ser águila altiva en las altas cumbres, sé pajarillo juguetón en el valle. Si no puedes ser árbol, sé caña sobria y ágil. Si no puedes ser poderoso, sé hombre simple y bueno, alimentado de las risas y llantos de los que a tu lado viven. La felicidad no te llegará por la grandiosidad de lo que seas, sino por la verdad que encuentres en lo que tú puedas ser. R. Groch

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27. CARIDAD PASTORAL La Iglesia es un gran proyecto del que todos formamos parte. Es el proyecto de Dios, manifestado en Jesucristo que, a través de los apóstoles y de sus seguidores, llega hasta nosotros y nos compromete a trabajar por él. Un puesto especial en este proyecto lo tienen los santos fundadores, quienes han sido instrumentos especiales en la acción del Espíritu para el crecimiento del Reino de Dios. Hebreos 8, 6-13 : “Nuestro sumo sacerdote, que ha recibido un ministerio sacerdotal mucho mejor, ha unido a Dios y a los hombres mediante un pacto mejor, basado en mejores promesas. Si el primer pacto hubiera sido perfecto, no habría sido necesario un segundo pacto. Pero Dios encontró imperfecta a aquella gente, y dijo: Vendrán días en que haré un nuevo pacto con Israel y con Judá. Este pacto no será como el que hice con sus antepasados, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; y como ellos no cumplieron mi pacto, yo los abandoné, dice el Señor. El pacto que haré con Israel después de aquellos días, será éste, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo………………….. Yo les perdonaré sus maldades y no me acordaré más de sus pecados. Cuando Dios habla de un nuevo pacto, es porque ha declarado viejo el primero…”. El A.T. poseía su proyecto, su propia perspectiva en la relación de Dios con la humanidad. Ellos tenían una Alianza. Pero esa Alianza ha terminado, ha cumplido su finalidad. Jesús trae la Nueva Alianza, el nuevo plan. Es un cambio total de visión: Jesús ha unido en su Persona toda la realidad religiosa y las esperanzas del mundo. El es el elemento central de todo, El es la gran novedad. Esta novedad es tradición, es herencia. Es la novedad de la Pascua, la novedad de Pentecostés, donde Dios llena el mundo con su alegría y su Espíritu: Pascua permanente, Pentecostés permanente. Para ello, la idea del pueblo ha sido transformada. 177


Las doce tribus aparecen representadas en los 12 apóstoles. Sobre estas doce columnas ha construido el nuevo pueblo. Esta realidad la leemos 2000 años después: Cuántos acontecimientos, guerras, enemigos del cristianismo….. y palpamos la maravillosa verdad: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Nada podrá derrumbarla, pues el bien es indestructible. La Iglesia, como nuevo pueblo, con su Nueva Alianza, es la novedad traída por Jesucristo, construida sobre personas escogidas por El, personas débiles, humildes, pobres, que se convierten en el fundamento de la construcción del futuro de la humanidad y de su liberación. Este cambio de perspectiva en el camino de la salvación nos coloca en un rumbo nuevo, delicado, sencillo. Jesús pasa por encima a muchas leyes para llegar al corazón del hombre. Se trata de un humanismo sobrenatural, una bondad absoluta, una CARIDAD PASTORAL, que inunda toda la persona que desea entrar en el plan salvífico de Dios. No se ama al pobre, porque es pobre, porque es necesitado, sino que lo amo porque Cristo lo ama, y en el necesitado encuentro el camino para llegar al Señor, porque allí está El. Son principios preciosos los que se dan en la nueva vida del Reino de Dios. Esta Caridad Pastoral es una expresión de la novedad de la Alianza. Por eso san Juan resume el mensaje del Señor diciendo: “ DIOS ES AMOR. La Eucaristía del Jueves Santo, la Sangre de la Cruz, la Resurrección, las apariciones a sus discípulos, son todas expresiones de este amor sin límites, amor para salvar: Es la Caridad Pastoral que Jesús nos trasmite. La Caridad puede expresarse de muchas maneras. Pero la caridad que más nos preocupa es la caridad apostólica, pastoral, algo que hace inflamar el corazón y el ambiente donde uno vive y trabaja. El primer polo de esta caridad pastoral es el seguimiento de Cristo: TODO EL QUE VIVE A CRISTO, LO IRRADIA. Se trata de ser hijos en Cristo, para ser mediadores hacia los demás. Seguir a Cristo no es hacer cosas determinadas. Es vivirlo, sentirlo en dimensión contemplativa. 178


La puerta de entrada a esta caridad pastoral, a este seguimiento de Cristo, es la vida interior. Una vida interior que me haga mirar a Dios como Padre que salva, y no un juez que condena. El Padre nos hace mediadores con Cristo, y el alma está siempre a la escucha para ver lo que debo hacer. Cuando toda esta mentalidad se hace profunda, nuestro corazón estalla, frena la inclinación al mal, y reacciona hacia el bien con el poder del amor. La vida interior es el arranque, la fuente, la capacidad para poder realizar todo lo que representa la vocación cristiana, religiosa o sacerdotal. El segundo polo de esta Caridad Pastoral se encuentra en el Carisma. El carisma indica la predilección por un determinado sector de las urgencias pastorales de la Iglesia Universal. La predilección que se siente por los pobres, los huérfanos, los ancianos, los abandonados, los enfermos, la oración, etc, eso es vocación, es llamada, es algo que brota del interior de la persona, no es algo aprendido. Es un don que brota del seguimiento de Cristo y de las necesidades concretas de la Iglesia. El seguimiento de Cristo pide al cristiano dar una respuesta de amor a Cristo que se le ve encarnado en una realidad concreta, donde El está aplicando la redención. De este modo, san Benito es llamado a cuidar la necesidad de la oración; san Ignacio se preocupa de la difusión de la doctrina cristiana; san Francisco de Asís se ocupa de los pobres, después que él mismo se hace un “pobre de Dios”; san Juan Bosco se ocupa de los niños y jóvenes pobres y necesita-dos. San Juan Bosco decía: me basta que sean jóvenes para que los ame. Esta fue su predilección dentro de la Iglesia. Cada congregación define su carisma específico, y desarrolla la caridad pastoral de la Iglesia en un sector concreto. Hoy día, cada congregación hace de todo, pero es bueno tratar de defender el carisma, el puesto, la misión que el Espíritu Santo ha confiado a cada grupo determinado. Cuando un carisma ya no es opción dentro de la Iglesia, se deja y se pasa a otro. Pero, mientras está vigente, hay que cuidarlo y tratar de potenciar el servicio en esa dirección. La Caridad Pastoral 179


ofrece una respuesta aquí y ahora. Como esta Caridad Pastoral trata de orientar al hombre hacia Dios, hay que ver al hombre en su camino hacia el futuro, en su promoción humana, en su justicia, y en las necesidades fundamentales de la vida. Es una mirada al hombre integral. La huma-nidad logrará sus objetivos conforme nosotros crezcamos y ayudemos a otros a crecer en Cristo: El es Señor de la Historia, Centro del Universo, Principio y Fin de todo lo creado, el mismo ayer, hoy y siempre. Nuestros destinatarios deben ser privilegiados en nuestras casas. Somos para ellos y todo lo nuestro nos ha sido dado para ellos. Pero sabemos que no siempre es así. Por eso nos falta mucho por andar. En un mundo que ejerce tanta presión psicológica sobre la vida humana, la Caridad Pastoral en favor de niños y jóvenes amplifica su urgencia. Conforme el peso del mundo se hace más grande sobre niños y jóvenes, el servicio sacrificado de nosotros, los salesianos, debe ir en aumento. Si no apresuramos el paso, el mundo se nos aleja, y no alcanzamos a prevenir los huracanes que devoran la vida humana, especialmente de niños y jóvenes. Tenemos que reactualizar la novedad de la Pascua y la novedad de Pentecostés. Todo esto en espera del Señor que vendrá. Una vocación es auténtica cuando se vive en la intimidad con Cristo, y en una explosión de amor y servicio hacia esa porción que nos ha sido confiada en la Iglesia. Lo vivimos a El, y al vivirlo, somos lanzados por su Espíritu a irradiarlo, a construir el Reino, a continuar la marcha hacia la casa del Padre.

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Nuestro universo lleva el sello del amor de Dios. 181


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VII. EL BAUTISMO

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28. EL BAUTISMO DEL SEÑOR En Navidad, Jesús se manifiesta al pueblo de Israel. En Epifanía se manifiesta al mundo con la visita de los reyes magos. El Domingo después de Epifanía, el Padre presenta a Jesús declarándolo como Hijo muy amado. Esa declaración oficial de la divi-nidad de Jesús se realiza dos veces: Una en el Bautismo de Juan que se da al comienzo de su vida pública. Otra en el Tabor, en la transfiguración, ya al final de su vida. Jesús es bautizado en el Espíritu cuando el Espíritu Santo desciende en forma de paloma sobre El. Unos 700 años antes de su venida, ya Isaías lo anunciaba así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me envió a evangelizar a los pobres, a dar libertad a los cautivos, liberar a los oprimidos, darles la vista a los ciegos, y a anunciar la Buena Nueva de la salvación” Lucas 4, 18. Jesús se bautizó en el Espíritu, y luego El nos bautiza a nosotros con su Espíritu. Dejarse bautizar es dejarse sumergir en un proyecto de vida nueva. Dejarse bauti-zar es entrar con Dios en un plan de salvación que incluye días malos y días buenos; que implica cantar aleluya, y también cargar la cruz cantando las elegías de cada día. A nosotros nos gustaría siempre cantar aleluya, pero ése no es el proyecto de Jesús de Nazaret. Jesús es bautizado en el Jordán con agua y espíritu. El Padre lo bendice y le promete su apoyo para la gran misión que va a reali-zar. Pero luego ese bautismo se continúa a través de toda la vida de Jesús: la predicación, los milagros, las persecuciones de los judíos, la oración al Padre, la pesada cruz, todo iba sumergiendo a Jesús en la Misión de obediencia al Padre, y lo iba bautizando. Todo el Evangelio es propiamente el Bautismo de Jesús. Los Evangelios presentan la forma como Jesús es sumergido en su proyecto salvador. Y también presentan la forma como nosotros podemos entrar en ese proyecto de salvación, sumergiéndonos en su vida divina. Mateo 3, 11:“Yo, en verdad, los bautizo con agua, pero el que viene después de Mí, los bautizará 185


con el Espíritu Santo y con fuego”. Igual que en la vida de Cristo, en el bautismo, nosotros recibimos unas gotas de agua y la acción del Espíritu para el comienzo de nuestra vida cristiana. Pero luego, es toda la vida que nos va bautizando, que nos va sumergiendo en la vida de Jesucristo. Conforme nos acercamos más a Jesús, sentimos más la energía de su Espíritu. Una obra de caridad, un sufrimiento, una confesión, una Misa bien oída, un rato de oración, todo nos va bautizando, nos va sumergiendo en su amor. Cargar nuestra cruz con alegría, llevar con paciencia las incomprensiones, la lectura gozosa de la Palabra de Dios, todo esto va acelerando nuestra entrega a Jesu-cristo y nos incorpora más a ser propiedad de El. Cargar la cruz con Cristo, bautizarse en su vida y en su amor, implica renuncias, oración intensa, desprendimiento del corazón. Todo esto nos irá abriendo la puerta feliz que da al paraíso de la unión con Dios. Este mundo es hermoso, es un regalo de Dios. Pero debido a la inclinación al mal, el justo, el que quiere seguir a Cristo a plenitud, tiene que aislarse un poco, renunciar a muchos panes que hacen daño. Hay que vivir el propio desierto. No el desierto como lejanía de los hombres, sino como cercanía de Dios. Conforme una vida es más sufrida, con sufrimientos mejor aceptados, el crecimiento espiritual se desarrolla más. San Pablo exclama en una explosión de alegría , en su carta a los romanos: “Nada ni nadie puede separarnos del amor de Dios, porque estamos enraizados en Jesucristo, bautizados en su santidad”. Jesús constituye la razón de nuestra esperanza, la energía de nuestra felicidad, y el sentido de nuestras vidas. “Nacimos para Dios, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Dios”... dice san Agustín.

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29. EL NUEVO NACIMIENTO Hemos sido marcados con la señal de la cruz para nacer de nuevo. Hemos sido señalados para vivir una nueva esperanza. Mateo 3, 11: “Yo les bautizo con agua, pero el que viene después de mí los bautizará con Espíritu Santo y con fuego”. Jn.3, 1-6: “Dijo Jesús a Nicodemo: “El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Romanos 6, 3-5: “Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así nosotros también andemos en una vida nueva”. Gálatas 3, 26-28: “ Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Los que se han incorporado a Cristo por el bautismo se han revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judío y gentil, esclavo o libre, hombres o mujeres, porque todos son uno en Cristo Jesús”. Efesios 4, 1-6 : “ Yo, el prisionero por Cristo, les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes, amables, comprensivos. Sobrellévense mutua-mente con amor. Esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que han sido llamados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un solo Dios y Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo”. Salmo 15: “ Guárdame, oh Dios, en Ti está mi refugio. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano, me encanta mi heredad”. Efesios 4, 29-32 : “ No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen. No hagan que se entristezca el Espíritu Santo de Dios, con el que ustedes han sido sellados para distinguirlos como propiedad 187


de Dios el día en que El les dé completa salvación. Echen fuera la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos, y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”. Levítico 20, 26 :“ Sean para Mí santos, porque yo, el Señor, soy santo… y los he separado de entre los pueblos para que sean míos”. Todo este mensaje de la Escritura tiene una consecuencia para nosotros. Pertenecemos a un reino que no es de aquí: “Jesús le contestó: Mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Juan 18, 36. Esta pertenencia a un reino que no es de este mundo exige vivir vigilantes, para no perder la orientación hacia el reino: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de repente sobre ustedes. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder, y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre” Lc. 21, 34-36. El reino de los cielos es don de Dios, es gracia, es obra de amor. Gratis lo hemos recibido y gratis debemos darlo. Por eso debemos anunciarlo e irradiarlo con nuestra vida. Bautizarse en Cristo, sumergirse en Cristo, significa una transformación amplia para el cristiano: 1. Nacidos de nuevo, del agua y del Espíritu, para ser hombres nuevos a imagen de Cristo. Bautizarse es renacer por el agua y el Espíritu. Bautizarse es llegar a ser hombre nuevo. Bautizarse es nacer por la fe, en continuo crecimiento de la opción por Jesucristo. 2. Al bautizarse se entra a formar parte de la muerte y la resurrección de Cristo. Jesús, muerto y resucitado, permanece entre nosotros por la acción de su Espíritu. La muerte y la resurrección de Cristo es la fuente salvadora que alimenta nuestra santidad. 188


3. Para entrar en ese caudal de méritos que brota de la Muerte y la Resurrección de Cristo, en esa fuente de gracia que es su amor misericordioso, la primera puerta que se nos abre es el Bautismo. Para Jesús, bautizarse es nacer de nuevo, cambiar nuestra manera de ser, morir con El para participar en su resurrección. Es enfocar toda la vida desde el punto de vista de la fe. “El justo vive de fe”. 4. Para Juan Bautista, sumergirse en el río Jordán era señal de conversión interior. Jesús añade una novedad al bautismo de Juan: La inmersión en el Espíritu. El bautismo es el comienzo de la vida en el Espíritu que se va cultivando hasta la muerte. 5. Es el Espíritu de Jesús resucitado que ha entrado en la persona y la ha hecho renacer a la vida eterna, vida que se había perdido con el pecado original. Destruye el pecado y pone al hombre en camino hacia la casa del Padre. 6. La Iglesia ha recibido la misión de hacer nuevos discípulos, bautizando en el nombre de la Trinidad. Es un profundo acto de confianza del amor de Jesús, que sabiendo los defectos de su Iglesia, le entrega esa delicada misión de continuar la vida del Reino. La Iglesia continúa la acción de Jesús Resucitado, conducida por el Espíritu Santo. Se sigue oyendo la voz de Jesús que dice: “ Vayan por el mundo”… Mt. 28, 19. 7. Como todo sacramento, el Bautismo es una fiesta de fe. En él la Iglesia celebra el paso de la muerte a la vida, del pecado a la gracia. Es la Pascua de Cristo que actúa en el bautizado. El bautismo es una fiesta que marca la entrada en la vida nueva. 8. En el bautismo, el Espíritu nos marca para acompañar a Jesucristo, para vivir como El vivió. ¿Quién es ese Jesús que nos invita a vivir como El vivió? JESUS ES… El Hijo de Dios. El hijo de la Virgen María. Hombre igual a nosotros, menos en el pecado. Luchador como nosotros por un mundo mejor. Vivió como Dios quiere, sencillo y pobre en medio de los pobres. Amó y enseñó a amar. Luchó contra el pecado, 189


la falsedad y la mentira. Proclamó la verdad. Fue perseguido y lo mataron por causa de lo que enseñaba. Pero el poder de Dios lo resucitó. Ascendió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre. Volverá para juzgar a todos, y premiar a los buenos, quienes vivirán con El por toda la eternidad. 9. Quien desee acompañar a Jesús y vivir como El vivió va a tener las mismas dificultades que El tuvo. Todo el que lo siga vencerá al mundo y resucitará como El resucitó. 10. Al bautizarnos morimos al pecado y nacemos a una vida nueva. Muerte y vida constituyen en nosotros la vida de cada día. Con esta muerte y vida va brotando en nosotros el hombre nuevo. EL CUAL… recibe el Espíritu Santo y se deja conducir por El. Comienza a vivir como hijo de Dios y se compromete a ser testigo de Cristo. Se siente feliz porque lleva consigo la vida de Dios y la comparte con los demás. Entra a formar parte de la Iglesia que es la familia del Padre. Se convierte en luz del mundo y sal de la tierra para los que no creen o no aceptan a Dios. Colabora, en la medida de sus fuerzas, con la comunidad para la construcción de un mundo mejor, centrado en la vida de Cristo. Los santos y santas de Dios han logrado hacer que brote en ellos la vida nueva en Cristo. San Pablo es realmente un hombre nuevo : Filipenses 3, 7-16 : “ Pero todas estas cosas que antes eran de gran valor para mí, ahora las cuento como cosas que no valen nada, a causa de Cristo. Todavía más que eso, todo lo que yo pudiera tener lo cuento como pérdida, en comparación con la gran ventaja de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura, a cambio de ganar a Cristo y encontrarme unido a El, no por tener una rectitud mía, al haber obedecido la ley, sino por tener la rectitud que Dios da a los que creen en Cristo, es decir, una rectitud basada en la fe. Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección, y tomar parte en sus sufrimientos, llegando a ser como El en su muerte y en su resurrección”. 190


30. GRACIA Y PECADO “La gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre nosotros” Rom.5, 15. San Pablo ve, con suma claridad, el poder del pecado en el mundo. Lo siente en su propia vida. Ve y sufre la situación dolo-rosa de la humanidad marcada por el pecado. Pero Pablo ya ha resuelto el problema del mal, el problema de su propio mal. Pablo contempla en la Resurrección de Cristo el desbordarse de un caudal de gracias sobre la humanidad que él ni lo había soñado en el Judaísmo. “Donde abundó el pecado, más desbordante fue la gracia” Rom. 5, 20-21. Esta preciosa visión teológica la toma Pablo del gran poder de la Resurrección de Jesús. La santa Iglesia, que viene probando este amargo sabor del mal del mundo sobre sus hijos a través de los siglos, siente un hondo aliento en las palabras divinas del apóstol de la gentes. Es como si san Pablo dijera: La gracia de Dios que hay en ustedes les puede ayudar a vivir dos o tres mundos más malos que éste. El apóstol Pablo nos asegura que venceremos a la muerte y al pecado con facilidad. La victoria fue de Cristo, y la victoria es también nuestra. La tarea del reino no es fácil. Implica un desafío permanente. Para esta lucha entre la herencia del bien y la herencia del mal, la Iglesia cuenta con el favor de Dios y el esfuerzo de sus hijos. Ese esfuerzo viene alimentado por la adhesión a Jesús y la esperanza del cielo. Un cielo que ya está dentro de nosotros. La vida del cristiano es una aventura, un sueño permanente. Don Bosco fue un soñador, y sus sueños se hicieron realidad. Sus hijos estamos precisados a soñar como locos si queremos enfrentar con eficacia la dura prueba de los jóvenes en medio del mundo en esta dura prueba de la corrupción, debilitando la presión del mal y conduciendo a niños y jóvenes hacia Cristo. Habrá muchos cristianos cobardes o cansados. Habrá otros que en vez de ayudar, estorban el trabajo de los demás. Pero seguirá siendo cierto que, donde abunda el pecado sobreabunda la gracia; 191


que la acción positiva siempre será más que la negativa. Podemos seguir creciendo, seguir trabajando, seguir con ilusión, porque sobreabunda la gracia de Cristo. Y mientras más difícil es el camino, y mientras más espinas se encuentran, es mejor, porque se está más cerca de Cristo, y se pone a prueba la calidad del caminante. El día malo y el camino malo son los que nos dicen hasta dónde da nuestra capacidad. No es una prueba frente a los demás, sino frene a nosotros mismos. Cuando nuestra lucha se hace con amor, duele menos. Cuando vivimos revestidos de fe es más fácil encausar bien toda nuestra vida y lograr que el mundo nos haga menos daño. Con el profeta Samuel, con la Virgen María, con Jesús, toda la Iglesia sigue repitiendo esa expresión bíblica siempre nueva: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.El proyecto de santidad de la Iglesia no es cosa nuestra, es proyecto de Dios. A pesar de nuestra debilidad y de nuestros pecados, Dios nos pide nuestra cooperación. El proyecto juvenil salesiano no es cosa nuestra. Es un proyecto de Dios a través de Don Bosco. El Don Bosco que permanece, el de ayer, el de hoy y el de mañana. Si en el mundo de hoy la juventud es más difícil que nunca, eso no es asunto nuestro. Lo nuestro es cooperar con todas nuestras fuerzas, se rinda poco o se rinda mucho. Lo nuestro es sembrar. El Señor es quien hace germinar la semilla y crecer la nueva planta. Cuando Dios nos pide mucho es porque podemos dar mucho. Cuando nos pide poco, es talvez porque nos quiere poco. Desde el pensamiento de san Pablo estamos llamados a procla-mar nuestro optimismo cristiano para siempre. Naturalmente, nuestros defectos, nuestros pecados, nuestra debilidad influye también en nuestra vida y no siempre rendimos lo suficiente en nuestra entrega. Dios trabaja en nosotros y trabaja mucho, pero el demonio también trabaja. Y muchas veces, el demonio desbarata nuestro trabajo porque no estamos atentos. El demonio no se presenta directamente. El se presenta dentro de nuestra debilidad, dentro de nuestros defectos, dentro de nuestros pecados. Así como Dios nos usa para el bien, el demonio 192


nos usa para el mal. De este modo, como decía san Pablo, llevamos dentro una ley de muerte que nos inclina a hacer el mal que no queremos, y que nos impide hacer el bien que queremos. Son las fuerzas del Espíritu y las fuerzas de la carne que están en pugna, y que sólo se acaban con la muerte. Son los deseos humanos y los deseos espirituales que nos obligan a mantenernos vigilantes para que no se anule la acción de Cristo en nosotros. “ Tengan ceñidos los lomos y encendidas las lámparas como hombres que esperan a que su Señor vuelva”. La vigilancia es un tema constante en el Evangelio. Es como un alerta de Jesús que sabe lo débil que somos y que podemos fallar. Ceñidos los lomos y encendidas las lámparas es señal de acción, de trabajo incansable. Pero no de cualquier modo, sino como hombres que esperan y que sacan sus fuerzas de una esperanza viva. Dichoso el que no se canse. Dichoso el que esté siempre despierto. Cuando la Iglesia respiró de las persecuciones fue condecorada con los privilegios que le dio el emperador Constantino. Pero la Iglesia no se gloriaba de los privilegios adquiridos, sino de los hijos e hijas grandes que habían brotado con los sufrimientos de las persecuciones. Las horas difíciles de las persecuciones, los grandes debates frente a las herejías, los duros senderos por donde han caminado muchos santos y santas de Dios, todo ello es la historia de la cruz que se va cargando para llegar a la resurrección. El amor grande a Jesucristo y la necesidad de unirse a El para siempre, permite el paso sereno por los días malos. Poco a poco hemos construido una Iglesia grande junto a Cristo. Sabemos que el mundo nos aprecia mucho, a pesar de todas las críticas que llueven contra la santa Iglesia. Pero nos queda mucho por andar. La imagen del sacerdote y del obispo que aparece en las novelas y en las películas, no es una imagen que se parece mucho a Jesucristo. Podemos decir que son simples críticas, pero también podemos decir que eso es posible, porque hay muchos aspectos de nuestra sociedad 193


que no están evangelizados porque tampoco muchos aspectos de nuestras vidas no están evangelizados. Toda tierra cansada da frutos pequeños. Con el abono de la gracia nosotros siempre podemos dar buenos frutos. En algunas de las reuniones de Europa sobre los misioneros, se presentan pequeñas o grandes críticas. Ellos dicen: Los misioneros van con gran deseo de trabajar dentro de un pueblo pobre, pero no resisten esa pobreza, y tienen que refugiarse en una clase media. Construyen grandes edificios para ayudar al pueblo, pero muchas veces los distancia del pueblo, y sobre todo, deja al pueblo vacío de verdaderos santos. Es una pena que la Iglesia jerárquica ha hecho siempre opción por los pobres, como Jesús, pero no ha podido mezclarse con los pobres como lo hizo Jesús. La Iglesia ha preferido ayudar al pobre desde el poder, desde el dinero, desde la comodidad. El bien que ha hecho es mucho, pero es un camino lento. Cuando las casas de religiosos han sido casas pobres, estructuras pobres, se ha llegado más al corazón de los fieles, que cuando se han convertido en grandes monstruos de varilla y cemento. Lamentablemente es así. Cuando algunos sacerdotes o religiosos cuestionan más allá de la línea media del servicio, los superiores y obispos tiemblan. Nadie nos puede guiar más adentro en el mar, porque no hay barcas que soporten las tempestades del mundo. Entrar en el mundo a servir de verdad es morir, y la muerte es amarga. La gente nos llama ricos. No lo somos, pero esa situación debilita nuestro mensaje. Todo lo que tenemos, lo dedicamos al servicio de los pobres, pero aún así nos siguen llamando ricos. Qué es lo que hay que hacer, no lo sabemos. El dinero sirve para mucho, pero el dinero ha empañado nuestra imagen. Por lo menos debemos tratar de hacer ver que nuestros corazones están libres de esa enfermedad, y que nuestra confianza está en el Señor. Por las manos de Don Bosco pasaron muchos millones, pero todo el mundo sabía que su corazón estaba limpio, que él era un hombre de Dios.

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31. LA VERDAD Y EL HOMBRE En el campo del conocimiento, el hombre ha entrado en dos aspectos fundamentales: 1. Una concepción del Universo. 2. La relación existente entre el hombre y la naturaleza. Una tradición científica se fue elaborando en Europa y fueron muchos los hombres que dedicaron su vida a una concepción del universo. En la universidad de Gottingen, en Alemania, sobre todo con Max Born y Heisenberg, deslumbrados por el campo maravilloso de sus descubrimientos, se llegó a un principio sumamente importante: Cualesquiera sean las unidades que constituyen el mundo, ellas son más delicadas, más fugaces y más sorprendentes de lo que pueden aprehender nuestros frágiles sentidos. Heisenberg sostuvo que el ELECTRON lleva en sí mismo una información limitada, cuyos confines quedan establecidos por la “ tolerancia de la energía”. Tolerancia de la energía significa que la información que la energía puede darle al hombre es siempre limitada. Y, considerando que la energía es la última realidad de la materia, se trabaja con una realidad imperfecta. Sobre este riel de la TOLERANCIA DE LA ENERGIA gravita toda la historia de la ciencia, apoyándose en un principio cotidiano: NOSOTROS SABEMOS QUE ES IMPOSIBLE PEDIRLE AL MUNDO QUE SEA EXACTO. Todas las realidades que envuelven al hombre se basan en un límite de tolerancia. Nuestros conocimientos se limitan a una medida inscrita dentro de un margen de Tolerancia. De este modo, las relaciones hombre-naturaleza, el camino del hombre en sí mismo está marcado por un margen de error. Debemos aceptar que somos limitados, que la verdad llega a la mente o al corazón del hombre, débil o mutilada. Cuando Jesús es presentado a juicio ante Pilatos, El dice: “Yo he venido para dar testimonio de la Verdad”. La Verdad de Jesús es el amor del Padre, Amor que conlleva perdón, comprensión, humildad, capacidad para ver las necesidades del otro antes que las propias. La verdad para el hombre, según Jesús, 195


es el verdadero amor, pues el hombre es llamado a captar con más fuerza la verdad del corazón que la verdad de la mente. En el campo de la mente, la ciencia reconoce que habrá siempre un margen de error, un margen de confusión, y por lo tanto, hay que llegar a la tolerancia de la energía. Jesús, como enviado del Padre, trae la Verdad completa, la Verdad de Dios. Esa Verdad absoluta se da en El. Nosotros somos limitados, y por tanto, nuestro amor tendrá siempre un margen de error. Jesús, junto a ese amor limitado del hombre, sitúa la ley del perdón. El perdón es, pues, la tolerancia de la energía espiritual. La mente debe saber tolerar la información imperfecta que le da la energía. El corazón debe saber tolerar el amor imperfecto que puede expresar y que puede recibir. Este amor imperfecto es el que tiene a la humanidad sumergida en la guerra y el odio. Propiamente el hombre ni odia, ni hace la guerra. La guerra que hago es para proteger algo que amo, pero que lo amo en forma imperfecta. Decía Mahatma Gandhi: “Los Ingleses no nos odian a nosotros. Ellos nos golpean, porque nuestra huelga les impide ganar más dinero y tener más cosas”. El amor a las cosas los lleva a golpear a las personas. En el camino del hombre habrá siempre un margen de error en la búsqueda de la verdad, pues en su mente hay confusión y en su corazón hay mentira. Y con una mente confusa y un corazón confuso, sólo Dios puede comprendernos y tolerarnos, hasta que lleguemos a la verdad total. Para entonces, este mundo ya habrá pasado. Todo aquél que quiera ayudar a alguien, que pretenda entender algo del ser humano, tiene que aceptar que hay un margen de error en todas las relaciones hombre-naturaleza. Por ello, con la mejor intención, hay momentos que, en vez de ayudar, atropellamos. Un sacerdote fue a visitar un enfermo. El enfermo no hablaba su idioma, ni él hablaba el idioma del enfermo. El enfermo estaba en intensivo y no podía hablar, pero podía escribir. El sacerdote se sentó en la cama, y rezó por él. El enfermo se movió mucho, y al final escribió unas palabras en un papel. El enfermo se calmó. Cuando llegó la enfermera, el sacerdote entregó el papel que decía: “levántese que 196


está sentado en el tubo del gas”. Con muy buena intención visitó al enfermo y rezó por él, pero se sentó en el tubo y lo asfixió. Es por eso que Jesús le hace una fiesta al hijo pródigo al llegar a su casa, después de todos los pecados que cometió. Por eso consigue convertir a la mujer adúltera en una santa de Dios. Por eso, después que Pedro lo niega, Jesús le da una mirada de compasión. Por eso, en la cruz, Jesús rezó así : “Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen”. Con todo esto, Jesús había dado testimonio de la verdad, la verdad de Dios. Jesús sabía que esos hombres y mujeres que El vino a salvar lo iban a traicionar, que se iban a burlar de El, que lo iban a matar. El sabía que el hombre vive en una atmósfera de error, pero luchando por llegar a la verdad. Por eso Jesús decía: “No quiero la muerte del pecador, porque está luchando por la verdad; quiero que viva”. Este margen de error en la vida del hombre es lo que se llama la oscuridad del camino. De ahí salen los miles de divorcios, el abandono de tantas vocaciones, amistades que se separan para siempre y muchos inocentes que son condenados. Esta ley de la tolerancia es la única que permite entrar en el campo del perdón. Por falta de esta tolerancia, cinco minutos de error destruyen 30 años de buen servicio. Un minuto de error acaba con una amistad de largos años. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas han abandonado el camino emprendido, porque se han enfrentado superiores y súbditos, y ambos consideran que poseen la verdad, olvidando que todos, al decidir cualquier cosa, llevamos interferencias emocionales en el razonamiento, y que debemos mantener nuestras ideas y actitudes con mucha humildad. Por este margen de error, tenemos empresas que se hunden y fábricas que se cierran. Y esto produce gran malestar social en muchas vidas que se descontrolan. Tenemos cárceles con muchos inocentes, por juicios equivocados en la corte. Es así como el gran inocente Jesús de Nazaret es conducido juicio y recibe la condena más grande de la historia de la humanidad. 197


La mentira del hombre condenó a la verdad absoluta. Pero como poseía la verdad total, esa verdad no podía ser ahogada por la mentira del hombre, y por eso, se levantó de la tumba, RESUCITO. El hombre está fascinado por sus máquinas. La misma vida del hombre está manejada por máquinas. Como estas máquinas tienen su margen de error, fácilmente no caminamos hacia la luz, sino hacia la confusión. Cuando Leo Silar y Einstein tuvieron en sus manos la fórmula de la bomba atómica, Leo Silar se limitó a decir: “Hemos entrado en la era de la incertidumbre”. Entremos en el campo de la medicina y de los alimentos procesados. Una fórmula que va a producir una pastilla, se encuentra con una serie de variantes en su proceso, y aumenta el margen de error. Cuando se producen pastillas, siguiendo bien la fórmula del inventor, por principio hay un margen de error. Qué sucederá con ese producto cuando es producido, no por el genio que lo inventó, sino por un profesional asalariado, y en vez de producir algunas pastillas, se están produciendo millones? Si el producto cura o no cura, no es fácil diagnosticarlo enseguida. Pero lo que sí se diagnostica es que se trata de un gran dinero que se invirtió y que debe producir ganancias. Desde que un producto lleva el sello comercial, el margen de error, en su influencia en la vida del hombre, puede aumentar, y mucho. Todo lo que pasa por las manos del hombre lleva un margen de error en su misma naturaleza. Es el fruto de un misterio que hay en el hombre en su inclinación al mal. Los santos ven sus errores con gran humildad, y mientras más santos, más se ven llenos de imperfecciones, al mirarse en el espejo de la verdad que es Jesucristo. “ El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado, en el misterio del Dios hecho hombre”. Vat. II, Gaudium et Spes, # 22. Sólo Jesús con su Verdad absoluta puede iluminar nuestro camino que está salpicado de errores y de mentiras, fruto de las limitaciones humanas que hunden sus raíces en la inclinación al mal, en el misterio del pecado, que ha puesto 198


su marca en el hombre. ¿Hacia dónde caminamos? Es una gran pregunta. En una reunión de la ONU, alguien afirmaba: Todos los pueblos están luchando por progresar. Pero es un progreso que no tiene meta. Se inventan más y más aparatos para reír, cantar y bailar. Y eso es el progreso? Hacer juguetes para entretener al hombre? El hombre feliz por el poquito de luz que ha conquistado va adelante sin saber a dónde va. Y podría darse el doloroso caso, según afirmó el profesor Bronowski en Inglaterra, que la humanidad esté siguiendo un proceso equivocado, y tenga un día que desbaratar el camino hecho, y empezar un nuevo camino. La guerra atómica podría ser el final de un camino equivocado. Y entonces, lo que llamamos progreso, no fue más que una vertiginosa carrera hacia el precipicio. Muchas veces encallamos en algunas verdades a medias y no damos paso a la verdad absoluta. Los grandes conflictos de la tierra no se deben a que no se sabe qué hacer, o por dónde andar en el camino de la historia, sino a personas que se aferran a sus verdades, y esas verdades a medias se les vuelven tinieblas. No hay peor oscuridad que la que está hecha de luz. La luz de Hitler fue la oscuridad de Alemania. La luz de Lenin y de Stalin fue la oscuridad de muchos pueblos con el comunismo. Jesús es la luz, la verdad y el camino. Sólo guiados por Jesús la humanidad podrá seguir un camino seguro. Cuando el hombre se acepte a sí mismo como un ser limitado, capaz de perdonar el error, asumiendo con humildad el camino del bien, haciendo desaparecer la competencia desleal y egoísta, entonces estaremos entrando en el camino de la verdad. Mientras tanto, somos seres limitados, que pagamos el precio de nuestros errores, donde nuestro error más grande es no aceptar que alguien nos guíe. Seguiremos andando, y ese Dios que puso en el corazón del hom-bre la necesidad de la luz, no nos dejará morir en la oscuridad. 199


32. LA BUSQUEDA DE DIOS 17 – T.O. –A : 1Re 3, 5. 7-12. Romanos 8, 28-30. Mateo 13, 44-52.

Dios dice al rey Salomón: Pide una gracia. Salomón pidió sabiduría. Otros hubieran escogido talvez riquezas y poder. La petición de Salomón agradó a Dios y agradó al pueblo. La sabiduría les agradó a todos por tratarse de un concepto que ayuda a estar más cerca de Dios. Dios es el verdadero sabio. Acercarse a Dios es nutrirse de su sabiduría, del sabor de las cosas sobrenatu-rales. Para nosotros, el Corazón de Jesús es el horno ardiente de caridad. Acercarse a ese divino corazón es calentarse en la fe y en la caridad. Sabio es el que tiene sabor de Dios. Así lo confirma un salmo: Gustad y ved qué bueno es el Señor. Comulgar es saborear el Pan de vida, es saborear la santidad de Dios acercándose a la vida de Cristo. Acercarse a Dios es imitarlo, es hacer su voluntad, es quemar el pecado, es crecer en la gracia, es amar la verdad. Es quitarle fuerza al mundo, al apetito de la carne, es parecerse a Dios, imitando a Jesucristo. San Pablo dice: “ Todavía ustedes no han llegado a la sangre en su lucha contra el pecado”. Se trata de una gran batalla para instaurar la Era del Espíritu, y quitarle fuerza a la Era de la carne. En la Edad Media se quiso llegar a la Era del Espíritu, a la Era de la Religiosidad, pero lo que hicieron fue multiplicar los signos exteriores, como velas, oraciones piadosas, procesiones, imágenes. La Iglesia no gozó de un gran trabajo interior. Por eso, como una gran protesta espiritual, surgieron los ermitaños, los monjes, los que rompían con el mundo. Una de las grandes figuras fue san Francisco de Asís, a quien Dios llamó para que reparara su Iglesia. No la Iglesia de san Damián que fue lo que entendió Francisco, sino la Iglesia del Evangelio, la Iglesia de la fe, la Iglesia de la caridad y la del sacrificio gozoso, la Iglesia de los buenos pastores, la Iglesia que se levantó con la Sangre de Cristo 200


y la sangre de los mártires. La búsqueda de Dios, el acercarse a El, es la búsqueda del tesoro escondido, de la perla preciosa del Evangelio; es ser de los peces buenos, es sentirse viviendo en la presencia de Dios, es llegar a sentir que Dios está contento de nosotros. Es una llamada a mirar a lo alto, a buscar el Reino de los cielos, no dándoles demasiada importancia a las añadiduras. Si tenemos que preparar un banquete, afanamos mucho en esa actividad y gastamos gran cantidad de energía, y al final lo que queda es una comida, y un charlar un rato. Sin embargo, se nos hace difícil el sacar un poco de tiempo para un retiro, para unas horas de oración, para una Misa, etc. De cualquier actividad espiritual donde hemos estado a gusto y con serenidad, salimos con una buena sensación de plenitud, con un buen sabor de vida interior, y todo eso nos ayuda a enfrentar con alegría la lucha de la vida. Amamos demasiado las fiestas, los paseos, las comidas, porque estamos viviendo la Era de la carne, no la Era del Espíritu. Estamos muy atrapados por el gran sabor que posee el mundo de hoy. Nuestras oraciones nos parecen vacías, nuestras Misas nos parecen vacías, porque no estamos viviendo como hombres y mujeres de Espíritu. Se nos pide dar el paso, talvez lento, pero decidido, hacia la vida del Espíritu. El proceso es largo y trabajoso. Nos parecemos a la leña verde que no quiere quemar, y llora, y grita, y hasta apaga el fuego, porque no quiere quemarse. Con la ayuda de la gracia podemos seguir esta lucha hasta la victoria sobre nosotros mismos. Nuestro crecimiento espiritual será lento, pero iremos avanzando. Nos sentiremos muy felices al calor de la vida de Dios, a través de la persona de Jesucristo. Es lo más hermoso que podemos desear en esta vida.

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Jesús se acercó a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos. Bautícenlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espiritu Santo, y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado a ustedes”. Mateo 28, 18-20.

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VIII. HORA DE ALABANZA Nota: Este octavo apartado se titula Hora de Alabanza, porque los seis temitas son apropiados para una peque帽a meditaci贸n en Laudes, en unos Ejercicios Espirituales.

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33. JESUS ES EL CAMINO “ Jesús dijo : Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta. Pero si da uvas, la poda y la limpia para que dé más. Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. Sigan unidos a Mí como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas por sí misma, si no está unida a la planta. De igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a Mí. Yo soy la planta y ustedes son las ramas. El que permanece unido a Mí y Yo unido a él, da mucho fruto, pues sin Mí no pueden ustedes hacer nada”. Juan 15, 1-5. El cristiano es ayudado por el Espíritu Santo para asemejar su vida a la medida de Jesús. Tratamos de lograr esta profunda unidad con Jesucristo, a través del cultivo de las virtudes evangé- licas y con una constante oración. En tus manos, Señor, pongo mi vida, con todas sus angustias y dolores, que en Ti florezcan frescos mis amores, y que halle apoyo en Ti mi fe caída.

Quiero ser como cera derretida, que modelen tus dedos creadores, y morar para siempre sin temores, de tu costado en la sangrienta herida.

Vivir tu muerte y tus dolores grandes, disfrutar de delicias verdaderas, y seguir el camino por donde andes.

Dame, Señor, huir de mis quimeras, dame, Señor, que quiera lo que mandes, para poder querer lo que Tú quieras. -canción207


“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por Mí”. Juan 14, 6. El apóstol san Pablo nos anima a caminar hacia la casa del Padre con una esperanza tan grande que ya no seamos ciudadanos de esta tierra, sino ciudadanos del cielo. Jesús dice a sus discípulos que va a prepararles unas moradas en la casa del Padre. Y a estas moradas se llega siguiendo el camino que es Cristo. Salirse de Cristo es no llegar nunca a la casa del Padre. Para ello hay que dejar atrás el ritualismo y el dogmatismo judío, y ponerse a caminar en Espíritu y Verdad. Hay que vaciarse del hombre viejo que debe quedar vencido por el triunfo de la Pascua. Hay que revestirse del hombre nuevo que ve la vida con ojos limpios, y busca las cosas de lo alto, porque ha nacido como fruto del amor y del dolor derrochados en la cruz, y a impulso de la Resurrección. Somos precio de sangre, y estamos llamados a amar la vida espiritual con locura. La cruz de Cristo se volvió resurrección, y su sangre se volvió salvación. Una cruz llevada con amor y con la serenidad de una esperanza gozosa se convierte en un caudal de bendiciones para el cristiano. Para entrar en el dolor de Cristo, en el amor de Cristo y en su Resurrección, hay que vivir como El vivió: “Pasar por la vida haciendo el bien, procurando la alegría de los demás, sobre todo de los más necesitados”…Los ciegos ven… Los paralíticos caminan… Los leprosos quedan limpios… Y a los pobres se les anuncia el reino de Dios. Cuando mis pasos reflejen esta realidad, no sólo leo el Evangelio, sino que soy Evangelio, buena noticia. Uno de los grandes trabajos de Cristo fue el dibujar el rostro de Dios. Darle a Dios un rostro de padre, que no tuviera que ver nada con ese Dios lejano, vengador y riguroso, cuya vista asustaba a los israelitas, y cuyo nombre era impronunciable. Bello trabajo el hacer a Dios asequible a los hombres, convirtiéndolo de “Señor”, en “Padre Bueno”. Difícil tarea la de Jesús, pues al cabo de dos mil años, todavía muchos de nosotros cultivamos la imagen de un Dios que atemoriza 208


al hombre, que lo espera para hacerle pagar caras sus culpas, que lo tortura con un constante examen de conciencia, camino que no siempre deja brotar en nuestro corazón una tormenta de amor hacia Dios. Para que mi Dios sea un Dios al que vale la pena ofrecerle la vida, tiene que ser el Dios Padre Bueno. Tengo que descubrir en mi propia bondad, el destello del Dios bueno. Urge encontrarse con el Dios de Jesús, y para ello, sólo Jesús nos puede guiar. Por eso decimos que JESUS ES EL CAMINO. Para seguir a Jesús hay que ir cambiando el esquema mental, demasiado carcomido por los resabios humanos, con miras demasiado terrenas. Si este esquema mental no se cambia, se corre el riesgo de creer que se está en el camino, y sólo se asume un Cristo acomodado o desfigurado que no es el Cristo del Evangelio. El hombre que sigue a Cristo, vale por lo que es, no por lo que tiene. En el seguimiento de Cristo se hacen resaltar muchas cosas que no valen: El apellido, la profesión, el título, el puesto de mando, y muchas cosas que son simple vanidad de este mundo. Alguien dijo una vez: “La Patria es ara, no pedestal”. La vida de Cristo, un puesto donde se trabaja en la Iglesia, eso es ara, es lugar para sacrificarse, no es pedestal, no es lugar para lucir. A veces no entendemos a Jesucristo, porque lo queremos usar en una dimen-sión que no es válida. Dios sólo busca en nosotros la sencillez, la limpieza de corazón, la generosidad de alma. Amar mucho a Dios, hacer el bien, y esperar la vida eterna, sería un bello programa para seguir el camino de Cristo. Para andar el camino de Cristo, hay que unir el Viernes santo y el Domingo de Resurrección. Es un camino para andarlo con la cruz en las manos y la Pascua en el corazón, porque la cruz es parte de la alegría cristiana. Con un poco de sinceridad iremos poniendo nuestros pequeños y débiles pies sobre las gigantes huellas de Cristo, en marcha lenta hasta la casa del Padre. Hasta las puertas de ese Dios que en la tierra intuimos como Padre, y que espera, oteando el horizonte para ver cómo se van acercando sus hijos, aunque vengan cargados 209


de infidelidades y de pequeños desastres diarios. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Tomen sus cruces con alegría y no le teman al camino, que yo los voy a conducir a unas moradas que jamás han soñado. Jesús sigue soñando con vivir en sus hijos y que sus hijos vivan en El, como mujeres y hombres nuevos. Como hijos que han hecho liviana la cruz, porque la han revestido de esperanza. Haz que abandone la alforja que hasta ahora he llevado. Haz que rechace el vestido que traje hasta aquí. Haz que me quede desnudo ante tu presencia. Haz que abandone mi vieja razón de vivir.

Dame valor en la lucha que llevo conmigo. Y haz que comprenda que sólo un rival tengo yo. Ese rival es mi mal que llevo en mi adentro. Cuando me venza a mí mismo, seré ya de Dios.

Yo quiero ser, Señor amado, como el barro en manos del alfarero. Rompe mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo. MARANA THA ¡ Ven, Señor Jesús!

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34. DOCILIDAD AL ESPIRITU SANTO Gusten y vean qué bueno es el Señor! (Salmo 34, 8)

Es muy cierto que todo el que busca a Dios lo encuentra. Y el libro del Aposcalipsis dice: “Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos”. Todo esto es cierto. Pero también es cierto que nuestra inclinación al mal nos dificulta el encuentro con Dios. Nuestra capacidad para saborear el mal debilita nuestro sabor de la vida espiritual. Tenemos el gusto del mundo y saboreamos las cosas del mundo. Saborear la vida sobrenatural se nos hace difícil. Se necesita mucha purifica-ción para entrar en la vida divina y encontrarle sabor al amor de Dios. Los santos han luchado para vivir en permanente unión con Dios, llenándose y saboreando la vida del cielo. A través de un doloroso camino aprendieron a gustar del Señor. Cambiar el sabor del mundo por el sabor de Dios requiere un largo proceso de trabajo interior. El Espíritu nos va empujando, pero resistimos mucho. Todo lo que es satisfacción, comodidad, placer, felicidad, lo devoramos, porque es vida emocional. En forma natural, todo eso nos va alejando del gusto de la oración, de una lectura de la Palabra de Dios, de una Eucaristía bien celebra-da, de un rato amistoso en compañía de Jesús Sacramentado. El Espíritu no logra llenarnos de la sabiduría de Dios, aún estando metidos en la vida de fe de cada día. El Evangelio es camino de decisiones. No es camino de emociones. Y nosotros alimentamos más lo que llena nuestras emociones, lo que nos gusta, lo que nos satisface, y fácilmente vamos perdiendo el sabor de Dios que se encuentra sólo en la verdadera sabiduría. Dios cambia los latigazos que nos da la vida en aplausos, pero hace falta tener mucha fe para poder oír los aplausos. Se necesita estar muy purificado, estar muy transformado por dentro, para llegar a gustar del día malo, y hasta llegar a oír que Dios nos está aplaudiendo en las circunstancias dolorosas. Vamos a enfocar la vida de algunos santos que vivieron en intensa unión con Dios, que gustaron de Dios, 211


pero tuvieron que recorrer una dura senda para poder saborear esa fe-

licidad. Cuando las águilas sueltan sus polluelos para que empiecen a volar, se dan muchos golpes al chocar con los riscos de las altas montañas y con los altos árboles. Pero en cada golpe despierta el águila que llevan dentro, y así aprenden a desafiar la altura. 1. San Juan Bosco vio su vida en un sueño como un largo camino bordeado de rosales cargados de rosas. El se sintio feliz, pues vio su vida como un precioso andar. El guía que lo acompa-ñaba en el sueño, le dijo: “Ponte zapatos con unas suelas bien gruesas, pues esas rosas esconden espinas muy largas y agudas”. Don Bosco vivió esas espinas durante toda su vida. Logró una gran victoria en la vida de fe de la juventud, pero su alma pasó por encrucijadas muy dolorosas. Cada día de su vida fue un per-manente martirio. Sus sufrimientos no pudieron apagar su alegría espiritual. Vivió feliz en permanente unión con Dios. 2. La Virgen María: Cuando el ángel saludó a María le dijo: “Alégrate, favorecida de Dios”. Su prima Isabel la llamó “dichosa”. ¿Cuál fue su favor? ¿Cuál fue su dicha? Ser la Madre de Dios, es cierto. Y luego… ésta fue su dicha : Aparece emba-razada entre sus familiares y vecinos sin haberse casado… Tiene a su hijo en un pesebre, rodeado de animales… Cuando el niño apenas se despierta tiene que huir a Egipto, trayecto que hoy se recorre hasta en avión… Cuando la gente empieza a separarse de Jesús, oye los comentarios sobre él… Al bajarlo muerto de la cruz como un malhechor, lo ponen en sus brazos de madre. Fue Madre de Dios, pero el precio fue muy grande, y su purificación enorme. 3. San Pablo : Amó a Dios con locura, saboreó la experiencia espiritual como nadie. Pero fue a un alto precio. Tuvo la dicha de que el mismo Jesús lo llamara y le hablara, diciéndole lo que quería de él. Pero el Pablo del judaísmo murió para levantarse el nuevo Pablo. El era un hombre rico, un ciudadano romano, un doctor de la Ley, un fariseo de la clase dominante, y al seguir a Jesucristo, Pablo se convirtió en un pobre perseguido. 212


Todas esas muertes que Pablo vivió lo resucitaron antes de morir. El dice en una de sus cartas: “El Espíritu me asegura que de ciudad en ciudad me aguardan persecuciones, cárceles, y muchos sufrimientos más”. No le aguardaban aplausos y felicitaciones. Varias veces lo apalearon, y una vez lo apedrearon, dejándolo por muerto. El estaba enraizado en el amor de Dios y podía aceptar todo eso con alegría. Era un hombre nuevo. Día a día, Pablo era bien purificado para poder saborear esa preciosa unión con Dios que le tocó vivir. Ofreció con generosidad el enorme precio que se le pide a la natu-raleza humana para poder gustar lo bueno que es el Señor. 4. San Francisco de Asís : Un joven que vivía bien en su casa. Empezó a oír la voz de un crucifijo y hasta salió desnudo de su casa. Atravesó por la burla de todo un pueblo que lo consideró un demente. El precio fue muy grande, fue un verdadero morir. En uno de sus ratos de oración, el crucifijo despegó un brazo y le dio un abrazo a Francisco. Qué dicha para él, ser abrazado por Cristo! En ese abrazo, Jesús le grabó las cinco llagas. Eso fue como un cáncer que lo lastimó toda su vida. Esas llagas sangraron hasta la hora de su muerte. Francisco murió a los 44 años, gastado por el sufrimiento. Saboreó y gustó lo bueno que es el Señor, pero tuvo que atravesar una larga noche oscura de purificación. Dios no da masajes, ni alimenta con caramelos. El lanza a sus hijos a pasar trabajo para que puedan crecer. Este es el misterio de la fe. 5. Santa Teresita del Niño Jesús: A los 15 años intenta entrar a un convento de clausura. No se lo permiten. Sigue luchando y logra entrar a los 17 años. Entrar a vivir encerrada; a quemar su vida en holocausto; a pasar crudos inviernos sin calefacción y en medio de la incomprensión de muchas monjas moyores; a maltra- tar tanto su cuerpo que a los 20 años ya empezaba a escupir la sangre. No fue al médico, pues decía que si el médico la curaba, entonces no podría sufrir para su Dios. Teresita vio a Dios como una llamarada de amor y deseó consumirse en ese fuego de amor divino. Ya gastada por la tuberculosis, 213


y al final de una dura agonía de dos años, ella dijo: “Ya no puedo aguantar más. Dios mó, ten misericordia de mí. Dios mío, yo te amo. Tras las pala-bras “yo te amo”, expiró. No tuvieron que cerrar sus ojos, pues ella misma los cerró, finalizando su ofrenda perfecta. Como todos los santos, fue llevada hasta el éxtasis del dolor, y de ahí conducida hasta el éxtasis del amor. Ella supo lo bueno que es el Señor, pero antes tuvo que pasar la gran puerta de la purificación. 6. En los conventos de clausura hay monjes y monjas muy feli-ces. Parecen ángeles bajados del cielo. Pero desde el día en que entran al convento hasta que se abandonan totalmente en las manos de Dios, matando los resabios de la naturaleza humana y soboreando el amor divino, pasan por una larga y dolorosa noche oscura. Noche oscura en la que muchas vocaciones se pierden. Noche oscura en la que caen muchas lágrimas. El Espíritu quiere trabajar en nosotros, pero resistimos mucho, pues somos leña verde. La leña seca es dócil al fuego. La verde llora y no quiere quemarse. Nuestros miedos, nuestra falta de esperanza, frena nuestra docilidad al Espíritu. El Espíritu nos encuentra como mechas apagadas que no se dejan encender, porque no quieren el fuego. No queremos ser purificados. Dice una canción: “Yo quiero ser, oh Señor, como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida, hazla de nuevo, yo quiero ser un vaso nuevo”. Palabras bellas, pero difíciles de practicar. Hay que maltratar al barro, hay que darle fuego, y eso es morir. La muerte no tiene buen sabor. Lloramos tanto y nos lamentamos tanto que no dejamos trabajar al Espíritu, para que despierte el águila divina que va dentro de nosotros. Para gustar del Señor tenemos que ser purificados. No purificados en lo que uno quiere, sino en lo que al Señor le place. Hay que dejarse llevar hacia donde El nos quiera conducir. Con esa disponibilidad a la gracia, podremos seguir andando, dejando atrás el desierto de esta vida, para llegar hasta el oasis, donde se ve y se gusta lo bueno que es el Señor. 214


35. LA PEDAGOGIA DE CRISTO “Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: -Paz a ustedes. Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: ¿Porqué están asustados? ¿Porqué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean que un espíritu no tiene carne y hueso como ven que yo tengo. Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: ¿Tienen algo qué comer? Le dieron un pedazo de pescado asado. El lo comió en su presencia. Luego les dijo: Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando todavía estaba con ustedes: que había de cumplirse todo lo que estaba escrito de Mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos. Entonces hizo que entendieran las escrituras y les dijo: Está escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar al tercer día… …Ustedes quédense aquí en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo”. Lucas 24, 35-49. Después de tres años de preparación de ese grupo de apóstoles, todavía lo que había era miedo. No habían entendido casi nada. Jesús, con su gran paciencia y misericordia, regresa a instruirlos de nuevo. Es una pedagogía muy paciente, y sin descansar. La actitud de Jesús es toda una Pedagogía de la Gracia. Una pedagogía paciente para ir logrando la conversión total, condición indispensable para ser las columnas de la nueva Iglesia. Con nosotros, Jesús sigue esa misma pedagogía. A veces más paciente, pues talvez tenemos más desarrollado el juicio crítico, y exigimos más razones para convertirnos. Con ese grupo de apóstoles cualquiera se hubiera desesperado. Cualquiera habría perdido la paciencia. Jesús, al regresar de la tumba, se conforma con decir: Pero, hombres de poca fe… tardos de corazón para entender, ¿Qué les ha pasado? 215


Cristo, aun después de resucitado, regresa a estar con los suyos, y continúa su lento trabajo de trans-formación de los apóstoles. El quiere que sean piedras vivas del templo de su Iglesia, pero piedras con corazón de carne, capaces de entender y practicar la ley del amor. No quiere nuevos fariseos capaces de imponer a los demás unas cargas que ellos no pueden llevar. Quiere hombres que se pongan al lado de sus hermanos para ayudarles a caminar. Hombres pacientes frente a los ineludibles errores de sus seguidores. En la encíclica Evangelii Nuntiandi, Pablo VI hablaba del respeto que la Iglesia tiene frente al ritmo espiritual de cada creyente. Unos irán aprisa, otros muy despacio. Cada uno de nosotros es llamado a un grado especial de santidad. Debemos tener paciencia con nosotros mismos, si es que vamos muy lentos en lograr ese proyecto de Dios en nosotros. No se debe detener la lucha en la purificación y la adhesión a Jesús, pero hay que tener mucha paciencia. El que puede dar poco, que de poco, pero que lo dé todo. Somos signos de Cristo en este mundo. A veces ese signo no es legible. Hay que ir creciendo en fidelidad para que ese signo se haga cada vez más legible y más creíble. Para ser fieles hay que estar en continua búsqueda. Renovar día por día la opción por Jesucristo. No importa si la vida está salpicada de errores. Lo importante es seguir caminando, tratando de ser fieles a Dios. Muchos de nuestros errores nos han ayudado a levantarnos, a sacudirnos, a tomar una postura más valiente en la vida. Dice un refrán: “El que tropieza y no cae, ahorra un paso”. A Dios no le interesan nuestros pecados, nuestros errores de ayer. Lo que El quiere es nuestro arrepentimiento, fortalecer nuestras decisiones para seguir andando con El. Lo que al Señor le preocupa es ver cómo vamos a vivir de ahora en adelante. Así es Dios. Siempre nos da un chance oportuno. Su pedagogía es muy paciente, y muy comprensiva. Sus brazos se abrieron en la cruz y no se han podido volver a cerrar. 216


36. LA SAMARITANA “ …. Jesús le contestó: Todos los que beben de esa agua, volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no vuelva yo a tener sed, ni tenga que venir a sacarla”. Juan 4, 4-42. Jesús es el gran caminante, que no establece un gran centro para su acción pastoral donde la gente vaya a verlo, sino que El mismo va al encuentro de sus ovejas. Así aparecen: Mateo, la Magdalena, la Samaritana, Lázaro, los leprosos, etc. ¿Quiénes son éstos? Los pecadores, los débiles, los enfermos. Estos son los primeros a quienes Jesús desea anunciar su mensaje. Al centurión Jesús le dice: “Voy a pasar por tu casa a curar a tu siervo”. Va a entrar en casa de un pagano, y esto le traerá problema con los judíos. Pero no importa. Ya la fe en Dios empieza a orientarse en una forma más generosa y más amplia, y se va apartando de las leyes estrictas de los fariseos. Jesús empieza a revestir la Justicia de amor y de misericordia. La justicia humana no ha podido entrar en el Evangelio, porque la justicia humana no puede ponerle amor y misericordia al criminal. El perdón al crimen es cosa de Dios. En la cruz el buen ladrón se arrepiente. Los que están mirando dicen: “…que sufra, que pague todo lo que ha robado! Jesús le responde al buen ladrón: “No temas, hoy esta-rás conmigo en el paraíso”. Dios ama al débil y lo cuida. Toda la Biblia es un cántico al débil. La ley humana apoya al débil físico, pero no entiende lo del débil espiritual. Jesús viene para servirle a todos, pero primero se dirige a los débiles, a los pecadores, a los pobres y a los enfermos. ¿Por qué? Porque esa es la voluntad de Dios. Para los fariseos era primero el Sábado, la ley. Para Jesús es primero el hombre, el necesitado. Para los judíos, los mandamientos eran ley que obliga. Para Jesús, 217


los mandamientos son Ley que salva. Es una gran diferencia. Y esta diferencia es la que va a marcar la vida de Jesús. Jesús va anunciando su mensaje como un gran caminante. Si El establece un centro, rodeado de un anillo de servidores que le ayudan, toda esta gente débil y sencilla no podría llegar hasta El. Alguien se lo impediría. Por eso El va al encuentro de sus hijos predilectos, los débiles, para encontrarse con ellos en las circuns-tancias ordinarias, en la vida de cada día. Y Jesús aprovecha esas circunstancias para anunciar su mensaje de salvación. Ve un grupo de hombres pescando, y les dice: “ Yo les voy a hacer pes-cadores de hombres. Multiplica los panes, y les dice: Yo les daré un Pan que sacia el hambre de vida eterna. Llega al pozo de Jacob cansado, cargado de dulzura humana y divina, y encuentra a una mujer cargada de pecado. Y fijándose en el agua del pozo y en la sed de la mujer, Jesús entabla uno de los diálogos más hermosos del Evangelio: El tema del agua viva. Allí se encuen-tran frente a frente el amor de Jesús y los pecados de la mujer… y vence el amor. Era más fácil sacar el agua del profundo pozo, que hacer brotar el agua viva en el corazón de la samaritana. Sólo Jesús podía descubrir esa profunda sed de Dios que había en ella. Sólo Jesús podía hacer brotar dentro de ella la verdadera agua del amor santo. Los judíos y nosotros vemos en esa mujer su pecado. Jesús vio su debilidad. Y desde esa debilidad la pudo salvar más fácil-mente que mirándola desde su pecado. Dios es Ley, pero es primero Misericordia. Lo que Dios quiere no es que el hombre pague lo que hizo, sino que se salve. Nosotros queremos que pague lo que ha hecho, pues todavía hay restos en nosotros del ojo por ojo, y diente por diente. Pensamos así, porque a pesar de nuestro bautismo, las confesiones, las comuniones, llevamos dentro de nosotros mucha hierba mala que está mezclada con el trigo. Tenemos que hacer una enorme conversión para entender y seguir a Jesucristo. Jesús aprovecha ese diálogo sereno con la samaritana para aclarar varios puntos. 1. Deja sin importancia la cuestión social 218


entre judíos y samaritanos. La mujer dice: ¿Porqué tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy samaritana? Jesús ni siquiera responde a la cuestión… 2. Jesús aprovecha para aclarar lo del culto a Dios en Jerusalén o en el monte Garizím: El lugar no tiene importancia. Los hijos de Dios lo adorarán en Espíritu y Verdad. Las verdaderas iglesias no serán las de piedra, sino los corazones que aman. 3. Jesús usa a esta mujer para anunciar su llegada a los samaritanos. Propiamente no la envía. Sólo usa la alegría que brota de su corazón al encuentro con el Mesías. Jesús no usa a las mejores personas del pueblo para anunciar su llegada. Ni siquiera se vale de sus apóstoles que andan con El. Usa una pecadora arrepentida que va gritando: Vengan a ver… he encontrado a un profeta. La Iglesia quiere que anunciemos con la palabra, pero sobre todo con la alegría de haber encontrado a Jesucristo. Difícilmente nosotros logramos entender a Jesús. Estamos muy atrapados. El Evangelio es una nueva vida, un vino nuevo que necesita de recipientes nuevos. Los criterios de este mundo nos están asfixiando. Necesitamos respirar. La misericordia y la bondad podrían ayudar a nuestro espíritu a respirar aire puro. Tenemos sed, pero tenemos miedo del agua. Richard Bach, autor inglés, escribió una novela titulada: “Juan Salvador Gaviota”. En su libro, las gaviotas son aves hermosas que sólo se dedican a picar y comer a la orilla del mar, y a hacer vuelos cortos. La gaviota Juan Salvador veía el vuelo de las águilas, observaba sus propias alas y decía: yo puedo volar más, mis alas son para algo más. Yo puedo disfrutar de la inmensidad del mar, y sentir la alegría de un vuelo en las alturas. Tengo que dejar este estilo de vida que consiste en llenar cada día mi estóma-go, y hasta vivir en la rutina de picarnos unas a otras. Empezó a entrenarse para volar más, y sus compañeras gaviotas la conside-raban como una loca, excéntrica y rara. Cada vez que volaba alto caía estrellada en la arena o zambullida en el agua. La burla de sus amigas era cada vez más grande. Fue superando todo, le fue 219


encontrando gusto al vuelo, y por fin, logró remontar un vuelo en las alturas. Estaba flaca, desnutrida, porque no tenía tiempo ni para comer. Pero era una gaviota nueva. Había crecido por dentro. La ilusión de volar hizo brotar en ella su energía interior. Ella daba para algo más. Otras y otras gaviotas empezaron a entrenarse y a seguirla, y comenzó a poblarse el cielo de grandes gaviotas como Juan Salvador, para quienes ya la tierra y su comida no tenía mucho sabor. Habían logrado romper la rutina de la orilla del mar, y a través del esfuerzo, habían aprendido a gustar de la inmensidad del mar y de un vuelo en las alturas. Muchas veces ni crecemos nosotros ni dejamos crecer a otros, porque le imponemos nuestra pequeñez. Jesús es diferente. Jesús es novedad. El no es una pieza de arqueología religiosa, es un espíritu nuevo para un mundo nuevo. La gracia de Dios “suda” en muchos de nuestros centros de fe, porque no puede respirar. Jesús sigue siendo flagelado por un cristianismo empobrecido que no ha podido levantar el vuelo de águila. Jesús cambió la energía negativa de la samaritana en amor de Dios. El puede cambiar un desierto en manantial, pero no siempre puede hacer brotar el agua viva en nuestros desiertos interiores. Jesús puede transformar los latigazos de la vida en aplausos, pero hay que tener mucha fe para poder oír esos aplausos. Este es el sueño de toda la Iglesia: Que muchos pecadores se arrepientan y cambien, y que aquellos que hemos encontrado a Cristo y que sentimos la alegría de la fe nos dejemos conducir por el Espíritu Santo para dejar la lenta marcha de los insectos, y lanzarnos al vuelo hermoso y rápido de las águilas de la esperanza. En cada uno de nosotros Jesús puede hacer brotar un manantial de agua viva como en la samaritana, pero tiene que encontrar la misma sed, el mismo deseo de Dios, algo que traspase la barrera de lo cotidiano y nos lance un poco más allá.

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37. LA CARIDAD DE CRISTO NOS URGE San Pablo dice que la caridad de Cristo nos urge. Ellos veían la venida de Cristo como algo inminente y necesitaban cambiar pronto la sociedad con el poder de la caridad. Hacer que el reino de Cristo creciera antes que el Señor llegara. “Sigue fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”. (Apoc. 2, 10) La caridad es una fuerza que nos mantiene alerta y que nos da la energía suficiente para la perseverancia. El premio de la vida eterna está ligado a una constancia, a no desfallecer en el camino. Cuando llegamos a dar de nosotros mismos hasta que duela, nuestra ofrenda empieza a dar grandes pasos en la santidad. Los santos y santas de Dios van encontrando a través de la cruz, del amor, de la esperanza del cielo, de la unión con Dios, un sendero rápido para hacer crecer el reino de Cristo. La Iglesia sabe que no cambiará el mundo con doctrinas y dogmas, sino con la caridad y la santidad de sus hijos, los cuales van irradiando la vida de Dios con su simple manera de ser. Cada uno está llamado a una transformación personal que al mismo tiempo sea germen de transformación de toda la sociedad. Transformarse transformando. Somos la levadura, la sal de la tierra, la luz del mundo. Sólo viviendo de la caridad podemos ir destruyento el yo egoísta, y formando la nueva vida de la persona que se construye con la bondad, el gusto por el bien, el desprendimiento del corazón, es decir, viviendo de Dios. Francisco de Asís salió desnudo de su casa, y en su lecho de muerte quería morir desnudo, para parecer- se a Jesucristo que murió desnudo en la cruz. Cuando la fuerza de Dios, cuando la caridad de Cristo domina dentro de nosotros, todas las barreras caen. Es un ser nuevo el que aparece. Por eso dice san Pablo que “la caridad de Cristo nos urge”. Tengo que apresurarme, pues si el tiempo que me dio el Señor para que yo sea santo no lo aprovecho bien, puede llegarme la muerte sin haber terminado mi trabajo. El Señor nos ha dado el tiempo sufi-ciente para ser santo. 221


No podemos quedarnos a medias. Nos urge correr. Si a mí me hubieran dado solamente los 24 años de santa Teresita, o los 44 de San Francisco de Asís, o los 14 de santo Domingo Savio, es posible que hubiera hecho bien poco. Si todavía me queda tiempo, tengo que apresurarme. Nosotros sabemos que con esta larga vida cristiana que hemos vivido podríamos haber sido mejores. Hace falta que brote en nosotros ese remolino espiritual de los santos que los ha enloquecido por el Señor, al estilo de san Pablo. Ser santos es obra de locos. Todos nosotros que deseamos ser alabados de todos, ser tenidos por los más inteligentes y equilibrados, que nadie se burle de nosotros, ¿Cómo podremos ser santos? Los santos aparecen siempre como seres distintos. El Espíritu los lanza a un esquema mental más allá de lo ordinario. En muchos casos estamos viviendo de la caridad, pero no es caridad que marca, que transforma, que santifica. Madre Teresa hablaba de una caridad que duela. Los primeros cristianos arriesgaban sus vidas para poder juntarse a meditar la Palabra y a partir el Pan. Los santos no han tenido miedo a acabar con su salud. Las personas que hemos dedicado la vida al servicio de los demás, es tanto lo que nos cuidamos que nuestra caridad llega a ser una caridad profesional, una caridad como parte de un sistema bien cuidado, no tanto una caridad que santifica. Cuando alguien quiere salirse del sistema, entrando en un verdadero profetismo, el sistema se resiente y no deja que la persona vaya un poco más allá. Pero siempre habrá una fuerza del Espíritu que nos lanza hacia una caridad viva, hacia una caridad riesgo, hacia algo que nos haga salir de nuestros esquemas para entrar en el proyecto salvador de Jesús. Cuando el Evangelio es predicado hasta el límite del riesgo, cuando deja ver los rasgos de la cruz, es entonces cuando transparenta claramente a Jesucristo. Cuando nos dedicamos a dar como dio Jesús, cuando nuestra ofrenda no es a cuenta gotas, sino que damos hasta que duela, entonces estamos entrando en el verdadero proyecto salvador en Jesucristo, y nos santíficamos más. 222


38. DESPRENDIMIENTO Y LIBERTAD En este tema tratamos de profundizar en la ofrenda de nosotros mismos. Ir desde el combate espiritual en la arena hasta las profundidades del manantial del agua viva, creciendo en la sed de Dios. El ser humano guarda dentro de sí enormes vivencias espirituales que a veces están dormidas. La expresión bíblica “tú puedes” es un verdadero grito de aleluya que entona el hombre. La alegría más grande para la Iglesia es ver que todos sus hijos, aun sumergidos en los más grandes pecados, guiados por el triunfo de la gracia, pueden decir de un momento a otro: Quiero cambiar, y cambian, porque pueden hacerlo. Es el sentido de la parábola del sembrador: toda tierra es buena. El sembrador se anima a sembrar en todas partes. Pero no toda tierra es fiel. La verdadera primavera de la Iglesia no está en esos templos de madera o de concreto, sino en esos altares vivientes, quienes derramando sangre en sus corazones, sin llantos y sin lamentos, en su silencio gozoso cambian de vida y actualizan la redención. Jesús se sentó junto al lago de Tiberíades y vio el contraste entre los pescadores del lago peleándose por unos peces, y la serenidad de los lirios que se mecían suavemente en las riberas del lago…y Jesús hizo poesía. Richard Bach, en su doliente mirada sobre la humanidad, vio a millones de hombres y mujeres luchando por no dejarse aprisionar por la rutina, o por los deseos humanos, y en su libro Juan Salvador Gaviota, hizo poesía. La pluma de san Pablo escribiendo a los pensadores de la ciudad de Corinto, presentándoles su himno a la caridad, y hablándoles del hombre nuevo, hizo poesía. Emilio Mazariegos, comparando el Evangelio con las ideas de Richard Bach, escribiendo su librito “Parábola de unas alas” hizo poesía. En este temita –desprendimiento y libertad- también yo quiero hacer un poco de poesía. Quiero presentar en forma bien atractiva 223


y con el brillo de la fe, la idea de renunciar a todo por causa del Reino de Cristo. “ Pero todas estas cosas que antes eran de gran valor para mí, ahora las cuento como cosas que no valen nada, a causa de Cristo. Todavía más que eso, todo lo que pudiera yo tener lo cuento como pérdida en comparación con la gran ventaja de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura, a cambio de ganar a Cristo y encontrarme unido a El, no por tener yo una rectitud mía al haber obedecido la Ley, sino por tener la rectitud que Dios da a los que creen en Cristo, es decir, una rectitud basada en la fe. Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección, y tomar parte en sus sufrimientos, llegando a ser como él en su muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de los muertos”.Filip. 3, 7-11. Todo ese mundo de san Pablo, donde él ponía sus alegrías, se derrumbó. Todas las cosas que él poseía se le volvieron basura en comparación de haber encontrado a Jesús de Nazaret. El esquema mental de Pablo cambió, y ahora sólo le interesan tres cosas: 1.Conocer a Jesucristo. 2. Tomar parte en sus sufrimientos. 3. Sentir el poder de su Resurrección. Cuando san Pablo llegó a pensar así, pudo llamarle al mundo “basura”. Cuando Pablo dejó el mar de Israel y pasó al otro mar con Jesús, se sintió profundamente liberado y empezó a vivir de verdad. Por eso san Pablo habló tanto del hombre nuevo. “ Las playas y los mares de Jesús son otros. Aunque le gusta proclamar su palabra al lado del mar, Jesús siempre desamarra las barcas y las suelta con alegría. Jesús llama a salir de la inseguridad de la arena, y a poner el pie sobre la roca. Jesús es la roca firme. El dinero, el estúpido y esclavizante dinero, es la arena en la que tantos hombres sestean y se hunden. La palabra de Jesús dice sencillamente: No anden agobiados por la vida, pensando qué van a comer; ni por 224


el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. Porque la vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido”(Mazariegos, Parábola de unas alas, p.25). Cada día se nos da la oportunidad de firmar algún contrato con el Señor. Un contrato sin palabras y sin papel, dejándonos arrebatar como águilas misteriosas para vivir de El. Es la hora de hacer alguna ruptura definitiva con el mundo. Cada día podemos soltar las amarras para buscar otro mar con Jesús, para ganar alguna victoria interior. Esas victorias que marcan la vida y nos permiten andar. Es hora de sentirse libre, sereno. Sólo Dios basta. “Jesús llama a la vida. Jesús nunca llama a las cosas. Jesús llama a lo que vale, a lo que tiene vida sin término. Jesús nunca llama a lo que cae, a lo que muere. Jesús da, al llamar, agua de manantial, raíz de árbol. Jesús no arranca hojas de otoño. Jesús fecunda y hace crecer al hombre con vida nueva, con una nueva esperanza…Yo soy la vida. … Fíjense en las aves del campo: Ni siembran, ni siegan. No tienen despensa ni granero, sin embargo, Dios las alimenta. Y cuánto más valen ustedes que las aves!” Mazariegos, op. cit., pag. 26. No podemos caminar porque llevamos a cuestas muchas cosas. Porque ideas enfermas nos deterioran el camino. Muchas decisiones débiles no nos dejan sentarnos con Jesús en su barca, y queremos andar a pie el mar, como Pedro, y rápidamente nos hundi-mos. Si queremos, de verdad, seguir a Jesús, hay que sentarse en su barca, desbaratar todo la historia personal, sin suspiros ni año-ranzas. Es hora de abandonar muchos caminos vacíos, y darle a Dios lo que es de Dios. Es hora de gritar con el alma que el lago está ardiendo, que Cafarnaún se acaba, que hay que entrar en la barca de Jesús y correr, porque las aguas arden, y esa es la única barca que ni se quema, ni se hunde. Los grandes tesoros de la tierra, marco de la agonía humana y de la competencia social, se han apolillado y se han vuelto basura para el espíritu. El mundo aparece a los ojos del bautizado como un montón de migajas de pan, donde se sacian los que tienen poca hambre; 225


hambre pequeña, porque es comida de hormigas. San Pablo, el gran mensajero del Sanedrín, el fariseo importante y el doctor de la Ley, el ciudadano romano, el hacendado social, dice sencillamente en el cap. 3 de su carta a los Filipenses: “Todo lo que yo tenía, y lo que pudiera tener, todo lo estimo basura, en comparación de haber ganado a Jesucristo”. El autor del salmo 15 expresa más o menos la misma idea: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa. Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Es una lástima que se tarda tanto en entender esto, y se pasa tanto trabajo antes de que uno pueda liberarse! Salir de esa prisión del mundo es navegar por otro mar donde hay mucha paz. “Agobiarse, preocuparse, gastarse y debilitarse en las cosas. Dejarse prender por ellas. Hacerse cosa. Identificarse con las cosas. Todo un mundo de consumo que destruye la realidad del hombre y lo hace consumirse. Jesús, el hombre de los caminos, que no tenía ni una piedra donde reclinar la cabeza. Libre en el amor que fue su riqueza. … Fíjense cómo crecen los lirios: ni hilan, ni tejen, y les digo que ni Salomón en todo su fasto estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios así la viste, no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (op.cit. pág. 26). Jesús quiere que el hombre florezca donde el Padre lo ha plantado. Quiere a sus discípulos libres de todo. Libres para poder caminar. Jesús, que desafía en la llamada a dejarlo todo, quiere que el hombre ponga toda su confianza en El. Lo importante no es dejar las cosas. Es adquirir un puesto al lado de Jesús, entrar en intimidad con El. En este mar de Jesús no hay gaviotas de tierra, sólo hay gaviotas de cielo azul, gaviotas grandes, hermosas. “No estén con el alma preocupada, buscando qué van a comer o qué van a beber. Son los paganos quienes ponen su afán en esas cosas. Ya sabe el Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero el reino de Dios, y todo lo demás se les dará por añadidura. 226


… Vendan sus bienes y denlos en limosnas. Háganse tesoros en el cielo, donde no se acercan los ladrones, ni los hecha a perder la polilla. Porque donde esté su riqueza allí estará su corazón”(Lucas 12, 22-34). Esta palabra de Jesús, es palabra para buena tierra. No es mensaje para roca, o para vereda del camino. Sólo se desarrolla en un corazón pobre, donde hay gran deseo del Reino. ¿De qué le sirve al hombre tener el mundo entero en sus manos, si pierde su vida? Para Jesús es preciso perder la vida para ganarla. Volverse inseguro para entender la seguridad del Reino. Es encontrar riqueza en el darse, en la entrega sin medida. Es el gozo de no volver la vista atrás añorando lo que el tiempo se va llevando. La libertad tiene un precio. Ser realmente libre no es fácil. Nos sentimos muy inseguros y no nos atrevemos a partir, a sentarnos con Jesús en la barca de la fe, sin ninguna provisión para el camino. El amor limpio y puro como el aire de las montañas exige mucho. Quien le ha encontrado sabor al mundo, el que se ha hecho prisionero de alguna gloria, quien se ha sentado en la cátedra de la vida, tendrá que pasar por muchas transformaciones de la gracia antes de entrar en la salud eterna. A este otro mar, a este mar de Jesús, se llega por la senda de los fracasos, de los sufrimientos. Se llega con las barcas rotas para que Jesús las resucite. Se llega con una cruz que duele, pero un dolor que se va haciendo oración y canto. Hasta este mar de Jesús se llega siendo nadie, pues como dice san Pablo: cuando soy débil, entonces soy fuerte, por la fuerza del Señor.

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MI JESUS ! Como el águila que va volando, buscando la altura así te buscaré. Yo te amo, yo te busco, tuyo soy. Contigo viviré.

MI JESUS ! Como la flor que se abre buscando la luz, así te buscaré, porque en Tí mi vida es luz. Contigo viviré.

MI JESUS ! Como el arroyo en la montaña va cantando, así yo viviré, cantando tu amor. Contigo viviré por toda la eternidad.

MI JESUS ! Como débil avecilla, de pocas plumas y alas rotas, voy revoloteando en tu presencia, junto a tu Altar. Tú eres mi sosiego y mi descanso. Contigo viviré en éxtasis de amor.

MI JESUS ! Gracias, por tu amor! Gracias, por tu perdón! Gracias, por la paz que Tú me das! Gracias, por esperarme en la eternidad. Te estaré buscando y te encontraré. Contigo viviré en eterna paz. Amén. 228


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No hay puerto en el ancho mar hay que vivir navegando. La vida te va enseĂąando que el puerto es el mismo mar. Lo importante no es llegar a algĂşn puerto deseado. Lo mejor del mundo andado es el saber navegar.

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IX. DIOS SIGUE LLAMANDO

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39. DIOS LLAMA A ABRAHAN La figura de Abrahán preanuncia la figura de Jesucristo. La fe que nos ha traído el Hijo de Dios fue preanunciada en la vida de Abrahán. En Abrahán se juntan la figura histórica y la catequesis que el pueblo de Israel elaboró en torno a su persona, haciéndolo signo de una llamada, una fe y una respuesta total a la voz de Dios. Como iniciador de un pueblo nómada, caminó siempre con la seguridad de su fe. La Iglesia tiene en Abrahán una imagen perfecta, un hombre sin tacha, plenamente seguro de sí mismo, lleno de Dios y de una paz inmensa, aun en medio de ese mundo hostil que le tocó vivir. Abrahán fue esa caña que el viento nunca pudo torcer. En su vida todo tenía solución. Ante todos los problemas, su corazón estuvo siempre sereno. La catequesis que se monta sobre la figura de Abrahán, no revela a Abrahán, sino a Dios mismo, pues él está presentando la realidad de un Dios inmensamente bueno. ( Génesis 12, 1-9 ). Abrahán sale hacia un país desconocido, con una mujer que es estéril (11, 30), pues Dios lo ha llamado y le ha prometido una posteridad. La multitud de hijos que Dios les promete, solamente están en la fe, no en él y en Sara. Es un acto de fe y de confianza en Dios. Dios pondrá a prueba esa fe hasta pedirle el sacrificio de su hijo Isaac. La existencia y el porvenir del pueblo elegido va a depender de esta fe de Abrahán. Toda la historia del pueblo dependerá de esta fe grande inicial. Por eso, la imagen de Abrahán es bien elaborada, pues significa mucho en las intervenciones de Dios para con su pueblo. Al hablar de descendencia, no se trata solamente de descendencia carnal, sino de todos aquellos a quienes la misma fe hará hijos de Abrahán : Romanos 4. Gálatas 3, 7. La figura de Abrahán responde a un verdadero comienzo de algo grande, como una preparación para un largo viaje, o para un gran evento. Es la marcha de los pueblos que van dejando esta tierra, porque no es la patria definitiva, y van buscando la respuesta al misterio 233


de la propia historia. Génesis 13, 2. 5-18. El autor sagrado presenta las luces y las sombras. El primer problema para la fe y la bondad de Abrahán son las riquezas. Mientras Abrahán y Lot eran pobres podían vivir juntos y ayudarse. Es un versículo de un contenido muy valioso: “Ya no podían vivir juntos, porque eran ricos”. Pero el autor sagrado resuelve el problema con la sencillez de Abrahán. Incluso, para dar más realce a la figura de Abrahán, vuelve bien negativa la figura de Lot. Lot es interesado y tiene avaricia. A Abrahán sólo le interesa su fe y tener paz en su casa. La catequesis se define a favor del plan de Dios. También a Abrahán le va a tocar buena tierra, pero no la escoge él, es Dios quien se la da. Es por tanto, tierra de bendición. En cada sitio, donde Dios repite la promesa a Abrahán, allí se levanta un altar. El verdadero altar no es la piedra y el aceite que se derrama en ella, sino que el verdadero altar es el mismo Abrahán. Por eso dice Jesús en el N.T.: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me diste un cuerpo. Aquí estoy para hacer tu voluntad”(carta a los Hebreos). Génesis 16, 1-12. Dios ha hecho una promesa a Abrahán de hacerlo padre de una muchedumbre de pueblos. Pero él y su esposa no han podido tener hijos. Al autor sagrado le interesa esta situación, pues Dios es el que resuelve lo imposible. Dios cumple su promesa por caminos insospechados. La primera descendencia de Abrahán no es el hijo de su esposa, sino de una esclava. Ismael no será el hijo de un pecado, ni de un error. Es la respuesta de Dios a las súplicas de Abrahán y Sara. El nombre de Ismael significa eso: “Dios ha escuchado”. Génesis 17, 1: “Anda en la presencia de Dios y sé perfecto”. Este programa simple constituye la fortaleza de Abrahán. En este versículo se preanuncia la historia de Jesús como descendiente de Abrahán. Es la historia de cada hijo de Dios que responde a un llamado y es fiel. En este capítulo 17 se le cambia el nombre a Abrahán y a Sara. Antes eran Abram y Sarai. Ahora serán Abrahán y Sarah. En la Biblia, el cambio de nombre significa bendición. Antes eran estériles, ahora serán fecundos. Ahora serán “signos de vida”. Con el cambio de nombre, entran 234


en una verdadera propiedad de Dios. Ellos harán de instrumentos para que el pueblo sirva a Dios. Génesis 18, 16-32. Es la destrucción de Sodoma y Gomorra. La catequesis llega al punto supremo. Abrahán es bueno, misericor-dioso. Casi más bueno que el mismo Dios. En último término, el misericordioso y bueno es Dios, pues la figura de Abrahán se ha llenado de la bondad del mismo Dios, y trata de reflejarla. Génesis 19, 15-29. Dios no castiga al bueno. Abrahán y Lot van a quedar a salvo, y todo el pueblo malo perecerá. En el diluvio, Noé y su familia se salvan. La misericordia que se presenta en la figura de Abrahán es infalible. Dios nunca falla. Por eso Israel cantará: “Porque eterna es su misericordia”. Génesis 21, 5. 8-20. Isaac ha nacido, y se abren para Abrahán unas esperanzas inmensas. En la Biblia aparecen siempre dos dimensiones: La bondad y la misericordia de Dios, y los fallos y los errores del hombre. Y mientras más grandes son los fallos del hombre, más clara se ve la misericordia divina. Isaac e Ismael juegan, pero Sarah y Agar pelean. Son siempre las luces y las sombras, fruto de las tremen-das limitaciones humanas. Génesis 22, 1-19. Sacrificio de Isaac. Esta será la prueba máxima que sufre Abrahán. Siendo estéril, le dan un hijo, le hacen una promesa de una posteridad, y ahora le mandan sacrificarlo. O quien le habla no es el Dios sabio y bueno, o Abrahán no está entendiendo nada. Es una prueba que puede generar gran confusión para su fe. El autor sagrado presenta un escenario sereno. Toma a su hijo, a dos criados, y parten de madrugada. El viaje es largo. Tres días andando. Al cansancio se añade la pena del viaje. Cuando empieza a subir a su calvario, deja a los dos criados. Quiere estar solo, pues el momento va a ser muy amargo. El será capaz de matar a su hijo en obediencia a Dios, pero todavía no sabe cómo. El chico no murió, pero el corazón de Abrahán habrá sangrado más de una vez. Quien se ofreció fue él, y su sacrificio fue tan válido, que Dios lo aceptó y detuvo el sacrificio del hijo. El autor sagrado, en estas páginas, está tocando territorio de Getsemaní 235


y del Calvario, como expresión suprema de fe en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Isaac que sube al monte Moriah, y Cristo que sube al Gólgota. Ambas subidas son paralelas, símbolo y realidad, y realizan un acto supremo de la voluntad de Dios. En el Horeb es el hijo de Abrahán, en el Calvario es el Hijo de Dios. Los dos van a morir por una sola razón: Porque Dios lo quiere así. No se pregunta por qué? Se acepta sólo por fe. Génesis 23, 1-4. Sarah muere. Habrá súplica por un pedazo de tierra para enterrar a su esposa. Y la cueva de Makpelá (Canaán), llega a ser el primer terreno del nuevo pueblo. Sepulta a su esposa en tierra extranjera, pero quiere ese terreno en propiedad, pues es el signo de que se empieza a cumplir la promesa de Dios de darles esa tierra a él y a su descendencia. Allí serán enterrados Isaac, Abrahán y Jacob. Será la primera tierra. Será el primer altar del pueblo de Dios. Es la tumba de los patriarcas como centro de fe. En esa tumba yacen unos seres que han creído en Dios y han obedecido a Dios. Se prefigura el Viernes Santo: en una tumba, la de Cristo, se encierra la obediencia absoluta al Padre. Y con la Resurrección, esa tumba es el primer altar de la nueva Iglesia, del nuevo pueblo de Dios. Génesis 27, 15-29. Rebeca ha mentido y Jacob ha engañado a su padre. Pero Dios acepta hacerlo el portador de la promesa. La voluntad de Dios cabalga en esta mentira y este engaño. Dios no tiene miedo a los errores de los hombres. Cuando le llegue la descendencia a David, quien continúa la promesa no es el hijo de una de las esposas legales, sino Salomón, el hijo de la mujer de Urías, el hijo de un pecado, el fruto de la intriga de David. Por eso se sigue cantando: “Eterna es su misericordia”. Por eso es el Dios del Perdón, por eso se hace hombre, porque Dios no tiene miedo a la aventura humana. Por eso fue capaz de hacerle una fiesta al hijo pródigo, y declarar a la mujer adúltera, libre de castigo: “Yo tampoco te condeno, vete en paz y no peques más”. Dios sabe que los errores pueden ser una escuela de purificación, verdaderas sacudidas en el camino, mientras se está 236


buscando la verdad. Nuestro planeta tierra, con una tremenda carga de emoción, con un corazón regado por una sangre que varía de temperatura, tiene un noble derecho a equivocarse. Y los errores podrían ser la única escuela para aprender a andar. El niño que no se cae, a lo mejor no llega a correr. La voluntad de Dios cabalga sobre nuestros errores, y su plan no se detiene, aunque no hayamos aprendido a ser buenos. Por eso toda la Biblia está gritando al corazón de hombre que debe aban-donarse en las manos de Dios y dejarse guiar. Si entendemos las cosas desde este punto de vista podremos vivir nuestra vida tran-quilos a pesar de los errores de nosotros y de nuestra Iglesia. A pesar de nuestros errores personales, Dios sigue andando con nosotros hasta terminar su obra. Cuando el cristiano quita de su corazón el miedo, dejándose guiar por el Señor, ha dado el primer gran paso en el campo del amor. La fe de Abrahán no fue una fe “regalo”. Día a día soportó la prueba de su fe. Y Dios lo llevó hasta el final de un gran cáliz. Por eso lo hizo un gran signo de fe. Génesis 4 y 5. José es vendido como esclavo. Soporta pruebas y más pruebas, y gana el favor de Dios. Y en José, el pueblo de Israel llega a Egipto como pueblo de bendición. Jesús es resucitado. Su resurrección no es sólo un regalo. El supera todos los sufrimientos, todas las pruebas, y vence. Su victoria de obediencia absoluta sella su tumba, y la tumba se abre. Su victoria sobre el dolor, sobre la muerte, sobre el pecado, ha sido una victoria sobre su obediencia absoluta al Padre. La raza humana pecó en desobediencia y una obediencia a toda prueba le devuelve la santidad a la raza humana. Es un misterio que sólo Dios conoce. Nosotros entramos en el misterio sólo por la fe. 237


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40. EL BUEN PASTOR “Ninguno de ustedes vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. De manera que, tanto en la vida como en la muerte, del Señor somos. Para eso Cristo murió y volvió a la vida: para ser Señor tanto de los muertos como de los vivos” Romanos 14, 7-9. “ El Señor es mi Pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sostienen” Salmo 23. Jesús vivió la experiencia de los pastores de su pueblo. Los falsos pastores, y los buenos pastores. Los asalariados y los que daban la vida por sus ovejas. La imagen del buen pastor, anunciada ya en el salmo 23, Jesús la enriquece mucho más. Cuando presenta al papá bueno que comprende al hijo pródigo, aplica esa imagen al Padre del cielo. Pero cuando habla del pastor que da la vida por las ovejas, esa imagen la aplica a sí mismo: “Yo soy el buen Pastor, que conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen. Yo doy la vida por las ovejas”. Nosotros somos un rebaño que el Padre le confió, y El va a luchar hasta morir para que no se le pierda ninguna de esas ovejas. La Iglesia mantiene el servicio del buen pastor principalmente con las vocaciones de religiosos y sacerdotes, con los obreros buenos de la mies. Todos los domingos, y especialmente en el domingo del buen pastor, la Iglesia se congrega en oración para pedir al dueño de la Mies el don de la vocaciones. Millones de hombres y mujeres de fe están continuamente elevando oraciones al cielo, suplicando a Dios que envíe muchos sacerdotes santos y que suscite una multitud inmensa de hombres y mujeres que se consagren a vivir de El, adelantando así la llegada de su Reino. Esa oración debe estar acompañada de un compromiso de vivir mejor. La vida espiritual, con su influencia en la vida social, es el 239


terreno propicio para que nazcan santas vocaciones. Un ambiente im-

pregnado de oración y de paz puede ser un semillero de vocaciones. Una comunidad que vive de Dios, que considera que Dios es primero, es siempre bendecida con muy buenas vocaciones. Pero, si vivimos dentro de la Iglesia como comunidad de fe, y tenemos todos los apetitos del mundo, y los criterios comunes de la calle, aunque nazcan vocaciones, no hay manera de cultivarlas, y se mueren. Pablo VI decía: “Toda vocación nace y crece en la intimidad con el corazón de Cristo”. La vocación fundamental del hombre es alcanzar la plena comunión con Dios, convertirse en criatura nueva guiado por el Espíritu Santo. El constante cuidado de la vida divina, va formando en nosotros una especie de “escondite de Dios”, y en ese escondite uno goza de su amor, y se defiende de muchos vendavales de la vida que hacen daño. Escuchando la Palabra de Dios se iluminan la decisiones, y el corazón se va abriendo al Señor hasta amarlo locamente. Uno de los problemas que tenemos, para que esta vida espiritual crezca, es la falta de constancia en la unión con Dios. Cuando hacemos propósitos para vivir mejor, en un par de días esas decisiones se han muerto. Seguir a Jesús y vivir de El es un gran don, pero hay que cultivarlo. Jesús se ganó a pulso el título de buen Pastor, llevando sobre sí las cargas de los demás. Con lamentos y quejas no podemos seguirle. Hoy, los jóvenes y los menos jóvenes, vivimos haciendo una demanda urgente de felicidad. Se trata de conseguir estar bien y estar cómodo, aquí y ahora, y a como dé lugar. Agarramos con las dos manos el poquito de dicha que nos toca, la devoramos y seguimos buscando más. Ese deseo loco de felicidad nos hace rechazar todo sufrimiento, toda incomodidad, y no nos deja llegar hasta la cruz, hasta el espíritu de sacrificio, donde se vitaliza la comunidad y puede producir vocaciones. San Francisco de Asís vivía su juventud en un contexto social donde la fe se moría. Rompió con todo aquello y cambió de estilo. 240


Empezó a vivir en forma diferente, donde Dios era primero, y donde podía realmente ser feliz. Llamaba “hermanos” a los animales, a las plantas, al sol, y a la misma muerte. El candor, la inocencia, el sentirse feliz con lo que a uno le rodea, ha sido susti-tuido con la felicidad que se compra, que se consume, que se compara con la del vecino, que se agota rápidamente. Jesús ha dicho: “ Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante”. Pero no podemos vivir a plenitud esa vida hermosa, pues estamos bloqueados por los criterios del mundo y por los amores y los intereses que se compran y se venden en la calle. Muchas veces, a los que el mundo llama dichosos, no son más que vidas cargadas de infelicidad, almas vacías y corazones llenos de decepciones. Tener la vida del Señor, y vida abundante, es algo grande, algo bien diferente. Seguir a Jesús no es sólo meditar su doctrina, sino buscarle a El mismo, como supremo pastor que guía nuestras vidas. Los apóstoles, al ver a Jesús, descubrieron un rostro nuevo del Dios Padre compasivo, del Dios Padre que nos cuida. Se trata de cuidar y potenciar lo que decía san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti”. (Pongo aquí dos citas que pueden ayudarnos a ampliar la meditación de este tema: “Liturgia de las Horas, Vol. II, pag. 873. Y “Carta a Diogneto”, Liturgia de las Horas, Vol. II, pag. 846.) Termino con esta oración al Espíritu Santo: Oh Espíritu de verdad, que has venido a nosotros en Pentecostés para formarnos en la escuela del Verbo Divino, cumple en nosotros la misión para la que el Hijo te ha enviado. Llena de Ti todo corazón y suscita en muchos jóvenes el ansia de lo que es grande y bello en la vida, el deseo de la perfección evangélica, la pasión por la salvación de las almas. Sostén a los operarios de la mies, y concede fecundidad espiritual a sus esfuerzos en el camino del bien. Haz que nuestros corazones sean completamente libres y puros, y ayúdanos a vivir con plenitud el seguimiento de Cristo, para saborear como don último, la alegría que jamás tendrán fin. Amén. 241


41. CONSAGRADOS PARA SERVIR LA LLAMADA VOCACIONAL. Toda vocación pasa por tres etapas en su realización. I. La llamada: Es la elección por parte de Dios. Cuando hay conciencia de esa llamada hasta se tiene miedo. Jeremías 1, 4-9 : Entonces me fue dirigida la palabra de Yahvé en estos términos: Antes de haberte formado en el seno materno, te conocía. Y antes de que nacieses, te tenía consagrado. Yo, profeta de las naciones, te cons-tituí. Yo dije: Ay, Señor Yahvé, mira que soy un muchacho, que no sé expresarme. Yahvé responde: Dondequiera que te envíe, irás, y todo lo que te mande, dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para salvarte”. La misión no será sólo un mensaje a llevar, es toda la persona consagrada a Dios. Toda la vida del profeta se vuelve propiedad de Dios. II. La decisión y la formación: En las llamadas del A.T. no se ve muy claro este tiempo de formación. El profeta aparece siendo llamado y realizando su misión casi al mismo tiempo. Sin embargo, ya en el Evangelio encontramos un cierto esquema de selección vocacional y formación personal. Jesús tiene tres grupos que le siguen: Las masas, los 72, y los 12. Todos ellos están siguiendo a Jesús, pero se diferencia el nivel de acercamiento y de participación. Con los doce Jesús lleva un proceso lento de formación, para ir creando en ellos una nueva mentalidad. Tiene que cambiar en ellos el esquema del antiguo Israel, para introducirlos en la nueva Alianza. La labor formativa no es fácil. Cuando Jesús muere, todavía los apóstoles están muy débiles. Después de la Resurrección, Jesús regresa con los suyos a alentarlos y a ratificar algunos puntos que El ya había anunciado. No recuerdan que les decía…Tardos de corazón…Qué poca fe… En la primera comunidad cristiana y en la vida religiosa se ve un esquema concreto de preparación para la Misión. III. La Misión: Es una etapa dura y valiente. Jesús parece que se aleja para que el enviado tome conciencia del esfuerzo que necesita para ser fiel. La persona elegida lucha con el ambiente para trasmitirle el mensaje y lucha consigo misma para 242


madurar en la santidad que le ayudará a comprender mejor el mensaje, y a trasmitirlo mejor. “Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean listos como serpientes, y sencillos como palomas. Tengan cuidado, pues la gente los va a entregar a las autoridades, y los golpearán en las sinagogas. Y hasta los llevarán ante goberna-dores y reyes por mi causa. Así podrán hablar de Mí delante de ellos y de los que no son judíos. Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen de lo que van a decir o cómo lo van a decir. Pues cuando llegue el momento de hablar, Dios hará que les vengan las palabras. No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de mi Padre hablará por ustedes” (Mateo 10, 16-20) San Pablo presenta una verdadera lucha de hombre maduro frente al Evangelio. La cruz es el momento duro de la Misión. Pablo revive la realidad de Jesús : “Así, pues, nunca nos desanimamos, pues Dios, en su misericordia nos ha encargado este trabajo. Hemos rechazado lo que se hace a escondidas, y lo que es vergonzoso. No andamos con astucias, ni cambiamos el mensaje de Dios. Al contrario, decimos solamente la verdad, y así nos recomendamos a la conciencia de todos delante de Dios. Cuando predicamos, no nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Jesucristo como Señor. Nosotros nos declaramos simplemente siervos de ustedes, por amor de Jesús. Porque el mismo Dios que mandó que la luz brillara en la oscuridad, es el que ha hecho brillar su luz en nuestro corazón, para que con esa luz podamos conocer la gloria de Dios que brilla en Jesucristo. “Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que este poder tan grande viene de Dios y no de nosotros. Así, aunque tenemos problemas de todos lados, nunca nos acobardamos; aunque tenemos preocupaciones, nunca nos desesperamos. Aunque nos persiguen, no estamos abandonados. Aunque nos echan al suelo, no quedamos destruidos. Dondequiera que vamos llevamos siempre en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, pues mientras vivimos estamos expuestos a la muerte todos los días por causa de Jesús, para que 243


también la vida de Jesús se vea en nuestro cuerpo mortal. De manera que la muerte hace su trabajo en nosotros, mientras les vamos transmitiendo a ustedes la vida de Jesús”( 2 Cor. 4, 1-12 ). Una llamada para todos: Si eres poco, da poco, pero dalo todo. “Quita, pues, el calzado de tus pies, pues el lugar en que estás es tierra sagrada” Éxodo 3, 5. “Estos que están con vestiduras blancas junto al Cordero, ¿Quiénes son y de dónde han venido? Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están ante el solio de Dios y le sirven día y noche” Apoc. 7, 13-15. Todo cristiano, animado por la esperanza del cielo, es una persona que se compromete ante las necesidades del mundo de hoy. Le dice “sí” al Cristo que vive en los más necesitados. Todo consagrado, llamado por Dios a una vocación específica dentro del Reino, trata de responder al grito de una humanidad agobiada por muchas tribulaciones. Más del 50% de la población de América Latina tiene menos de 25 años. De cada 100 personas, 8 terminan la Educación Primaria, 1 llega a la universidad. Estos jóvenes nacen y crecen en una A.L. convulsionada por todo tipo de problemas. El futuro de la Iglesia es también preocupante. Todos nos sentimos respon-sables del camino que tome nuestro Continente. Esta situación hace más importante nuestra vida. Y se hace más intenso el gozo de arriesgarlo todo por Cristo, acompañándolo en esta ardua tarea redentora de nuestra realidad. Esta inmensa masa de jóvenes que crecen en estos países necesitan quienes los orienten, que les señalen los caminos para construir una sociedad más digna, más cristiana, más pacífica, menos injusta. Se necesitan vidas valientes para la tarea de la concientización de los jóvenes en los graves y urgentes compromisos humanos y cristianos que tienen que vivir en el mundo de hoy. Personas que les ayuden a descubrir lo hermoso que es vivir dándose a los demás. Hacerles ver que este camino de generosidad es el único camino para salir de esta situación. 244


Hay quienes han descubierto esto, y hoy son sacerdotes, religiosos, religiosas o laicos plenamente comprometidos. Basta mirar a la realidad que nos circunda para constatar el triste hecho de que vivimos en una sociedad que está basada en el egoísmo, en el interés económico, donde el verdadero amor es muy débil. Y es por eso que estamos viviendo esta situación de tensión, de falta de paz, de odio, de carencia de respeto y de diálogo. Hay quienes mirando y sintiendo profundamente, con dolor, esta situación, asumen el camino del sacerdocio o de la vida consagrada, para ser ellos fuentes de paz, de amor y de comprensión mutua, dando todo lo que poseen –como lo hizo Cristo- para que quienes nos rodean y viven junto a nosotros sean felices y tengan alguna oportunidad en la vida. Es ésta la gran solución que nos presenta la Iglesia: “Poner a Cristo en el corazón de los jóvenes”, para ir creando las bases de una sociedad nueva. No se llegará pronto. El camino y la noche serán largos, pero llegaremos. A lo largo de la vida humana hay muchos momentos oscuros: oscuridad de la duda, oscuridad de la desorientación, de los problemas, de los conflictos interiores, de las caídas, de esas caídas que marcan para toda la vida. El sacerdote, y todo aquél que lleve una misión de orientación espiritual, descubre la inmensa satisfacción de poder entrar en la intimidad del corazón humano, poder y tener la capacidad de restañar heridas, dar paz, consolar, purificar y transformar las personas. Es una experiencia intraducible, donde cada uno de nosotros se siente instrumento vivo de la acción de Dios. Dios actúa por medio de nosotros. Esta es una de las experiencias más hermosas que puede tener una persona. Palabras de Pablo VI : “Nada grande se construye sin sacrificios. Cuanto más grande es el ideal que se ama, más grande será la cuota de renuncia que se deberá vivir. Pero también más grandes serán las satisfacciones y la plenitud de vida que se alcance. Es una vida de renuncias, pero con profundas alegrías”. Somos enviados como animadores de la fe a un pueblo peregrino de la paz; 245


como árboles que deben dar fruto y que ese fruto dure; como hombres que dejan la seguridad del mundo para buscar la seguridad de Dios. Somos enviados a un mundo de hermanos, para que tengan vida y la tengan abundante…Enviados a ser mansos y humildes de corazón… Enviados a bendecir a un mundo que nos tratará como trató a Jesucristo…Enviados a dar testimonio de Cristo con la alegría pascual de nuestra fe… Enviados a gastar la vida en la orientación juvenil. En el camino hacia el Padre cada uno tiene lo que da, y si doy la vida entera, la conservaré para la vida eterna. Si eres poco, da poco, pero dalo todo. Si tienes mucho que dejar, déjalo todo, y tendrás un tesoro en el cielo. ANIMACION : Presentamos aquí una carta de Don Quadrio, sacerdote salesiano italiano, escrita a un grupo de sacerdotes de la Crocetta, que celebraban su primer año de ordenación en 1961. Quien conoció a Don Quadrio sabe que cada frase es una realidad vivida por él, y por tanto, es un estímulo para ir adelante. “ En el primer aniversario de vuestra ordenación sacerdotal, el pensamiento y el afecto de la Iglesia Doméstica de la Crocetta corre irresistiblemente hacia ustedes, les abraza maternalmente y les reúne de nuevo de todas las varias partes del mundo. Todos unidos alrededor del altar, sobre el cual, el Sumo Sacerdote está místicamente encarnado en ustedes “de María Virgen y por obra del Espíritu Santo”. La santa iglesia de la Crocetta, que durante este primer año les ha seguido con cálido amor materno, “como niños recién nacidos”, les pide a cada uno de ustedes por amor a Cristo: “Resucita el don de Dios que está en ti por la imposición de las manos”(2 Tim.1,6). Para preservar su sacerdocio de la triste ley de la decadencia y del consiguiente fracaso, es necesario detenerse, revivir el misterio de la propia ordenación, renovar los ideales y los propósitos de aquel día, revisar el camino recorrido durante este año, arrojar con despiadada sinceridad los obstáculos y establecer un programa vital y concreto, que traduzca en la práctica de cada día, las sagradas obligaciones que 246


nos hemos impuesto delante de Dios y delante de la Iglesia el día de la ordenación. Nuestra “Iglesia Doméstica” les suplica de nuevo a cada uno de ustedes, delante de Dios y de Cristo…”que conserven inmaculado e irreprochable el mandato”(1 Tim. 6, 13 ), es decir, el compromiso de la carga sacerdotal que les ha sido confiada. Defiéndanse de la rutina, de la tibieza, del egoísmo, de la sensua-lidad. Conserven en sus costumbres la integridad de una vida santa, que el olor de su santa vida sea la alegría de la Iglesia de Cristo. Un pobre sacerdote, cercano ya al encuentro final con Cristo, les conjura a no oscurecer jamás el esplendor de su sacerdocio, a no humillar a la Esposa de Cristo (esposa también de Uds.), a no traicionar a Aquél que los ha escogido y amado. Finalmente, nuestra santa Iglesia les recuerda las palabras que les dirigió el obispo ordenante hace un año: “Conocen lo que hacen, imiten lo que tocan”(Pont. Romano), comprendan y vivan su Misa, sean de ella enamorados y celosos. Ella sea la luz, la gloria, el alma de su vida, su ilusión de vivir. Hagan de la Misa una prolongación de la propia vida, una concreta predicación del Evangelio, un generoso ofertorio, una total consagración, una íntima comunión en Cristo con el Padre y con los hermanos. Preserven su Misa de la profanación de una acción imprepara-da. La Misa más fructuosa es generalmente aquella mejor preparada. Presérvenla también de la carcoma de la costumbre mecánica y rutinaria. Toda palabra de Uds. sea un anuncio de Cristo y de su Iglesia. Todo gesto, un sacramento que significa y produce. El cardenal Mercier, francés, en su lecho de muerte, les dijo a sus sacerdotes: Tengan sumo cuidado en celebrar bien la Misa”. Queridos sacerdotes: Celebren cada Misa como si fuera la primera, la última, la única de toda su vida. Esta iglesia doméstica de la Crocetta les saluda con el beso santo de la paz, les abraza en el amor de Cristo, les acompaña en incesante oración, y les augura paz, gracia y fecundidad apostólica”. Don Quadrio. 247


PRECES para pedir por las vocaciones: (Vocación salesiana). a-“Cristo Señor, te elegimos como centro de nuestra fe y de nuestra vida, y queremos que Tú seas nuestra regla viviente” (Proemio). Para que te contemplemos vivo en la Iglesia y en el mundo y te descubramos, especialmente, presente en Don Bosco y en su proyecto… Roguemos al Señor. b-“Nosotros, salesianos de Don Bosco, como comunidad y como personas, queremos ser los signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres” (art.2). Señor, para que cada uno de nosotros, realizando en su consagración religiosa, el plan apostólico del Fundador, encuentre el camino de la santidad… Roguemos al Señor. c-“Cada nueva generación reanima las esperanzas de la socie-dad y de la Iglesia” (art.9). Señor, para que nos entreguemos con docilidad total a nuestra misión, colaborando contigo en modo tal, que nuestras esperanzas no queden fallidas, sobre todo por nuestra incapacidad e infidelidad… Roguemos al Señor. d-“Por la orientación de nuestra misión nace en nosotros la exigencia de una actitud fundamental: la simpatía y el deseo de estar en contacto con los jóvenes y con el pueblo” (art.16). Señor, para que nuestra presencia viva, activa y amorosa en medio de los jóvenes abra un conocimiento verdadero del mundo juvenil y popular, que nos haga repetir con Don Bosco: “Entre ustedes me encuentro bien, mi vida es hallarme con ustedes”… Roguemos al Señor. e-“Educar para la fe es , ante todo, encaminar hacia la persona de Jesucristo, el Señor resucitado”(art.21). Para que cada uno de nosotros, ante todo, tenga una experiencia tan viva y personal de Ti, oh Cristo, que se sienta capaz de revelar a todos nuestros jóvenes tu misterio y ayudarles a descubrir que sólo Tú puedes dar sentido a su existencia…Roguemos al Señor. 248


Despedida-

del sacerdote de Cristo La vida del sacerdote es muy hermosa. Pero tiene un problema: La popularidad. Viviendo una vida siempre al frente de una comunidad, tomando muchas decisiones sin consultar con nadie, predicando y aconsejando a miles de personas, se llega a crear la necesidad del primer puesto, que no es lugar evangélico. La vida que llevamos es una misión que se nos encomendó, pero esa misión un día termina. Un día oiremos las palabras de Jesús: “Siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor”. La misión es hermosa, pero no siempre estamos preparados para abandonar la tarea cuando ya nuestro tiempo se acabó. Y en vez de sentirnos felices porque hemos hecho un gran bien, nos sentimos inútiles, porque ya nadie cuenta con nosotros. El final de la vida nos arranca el primer puesto en medio de lamentos, cuando deberíamos llegar al silencio con las manos cargadas de ofrendas, con el gozo interior de haber sido útiles en algo para la causa del Reino. El sacerdote enfermo o anciano, que ya tiene que sentarse en el segundo puesto donde está el pueblo, debe convertir su enfermedad o su vejez en una Misa, la última, la del largo ofertorio, porque ahí está ofrecido todo lo que queda. Al final de la vida cada sacerdote celebra su propia Misa, la Misa de su despedida. Ha pasado toda su vida apartándose de muchas cosas, con la mirada fija en el infinito y los pies trope-zando en la oscuridad. Los achaques, los vacíos del mundo, las dolencias profundas de alma y cuerpo, los caminos cortados, todo se le vuelve sombra y también ofertorio. Ha pasado toda su vida despidiéndose, soñando, y ahora despierta y ve que el sentimiento de sacrificio que le acompañaba era verdad. La sonrisa doliente de la cruz ha caminado 249


con él, y lo ha sostenido toda la vida. No sabe cuándo terminará su Misa de despedida; sólo sabe que ya la está celebran do. Cada momento de su vida es parte del ofertorio de su Misa, y el ofertorio se hace muy largo, porque ya su vida es toda ofrenda. Ahora sufre de verdad, porque va rompiendo las amarras de la orilla, y se va a alta mar, donde no hay tierra, ni obstáculos en el agua, donde se navega casi sin darse cuenta. Cada instante que duele es parte de una muerte que se va realizando poco a poco. Si esa muerte es aceptada, se convierte en vida eterna, y duele menos. Si no es aceptada, duele mucho, pero aún así, Dios va recibiendo la cansada ofrenda de una alma ya agotada por el cansancio del largo camino. Llega así la última batalla, y la victoria pasa a través de la muerte que es la última ofrenda. Con esta última ofrenda se llega a lo indescifrable, a lo que no se comprende, al misterio. Es la puerta del infinito, donde sólo el amor lo envuelve todo y lo comprende todo. Es el amén definitivo, un amén hecho aleluya, porque el triunfo de la gracia es la luz eterna, es la presencia de Dios. Sacerdote de Cristo, que ha pasado por la vida buscando a Dios, y Dios está ahí. No podía verlo porque Dios envolvió su figura en un pedazo de pan. Ahora, al final de la vida, Cristo deshace su sombra y se funde con el sacerdote. Los dos mueren juntos para resucitar juntos. Mientras se va despidiendo, celebrando su doliente ofertorio, ve al Señor detrás del dolor, y se une tan fuertemente a El que muere sin darse cuenta. Es la pequeña vida que se va para dar paso a la vida sin fin. Es la aurora que llega sin que la noche se dé cuenta que ya su sombra ha pasado. Es el misterio que ha florecido y se ha hecho canción eterna. Es Dios que ha triunfado sobre la muerte y sobre el pecado. Es la paz eterna. ¡¡Gracias, Dios mío!!

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42. VIDA DE COMUNIDAD El pueblo de Israel descubrió una gran novedad en el camino de su fe: El Dios cercano. El Dios que vivía en íntima comunión con su pueblo. No era un Dios separado por un abismo infinito en su relación con el hombre. Era el Dios amigo, el Dios misericor-dia. Este Dios-Comunión, este Dios capaz de compartir, es visto en Jesucristo como el Dios Trino. El dogma de la Trinidad es Vida de Comunión absoluta. En este concepto es donde se ve a la Iglesia como “Comunión”(Koinonía). Aquí se le da sentido a la comunidad cristiana y a la comunidad religiosa. Ambas son reflejo de la comunidad absoluta: La Trinidad. La Trinidad de Dios nos invita a vivir la comunión en modo perfecto. Las congregaciones tienen siempre una tradición comunitaria, pues el objetivo que persiguen es siempre algo que se realiza en comunidad. Cuando flaquea el aspecto comunitario, todo instituto o congregación de vida común se derrumba. VIDA EN COMUNION : Vivimos la comunión de personas. Lo que nos une es la filiación divina: somos hijos de Dios, buscamos la santidad fraterna. La comunión es amor. La comunión matri-monial es comunión de amor en primer plano. La fecundidad nace del amor. La educación de los hijos nace del amor. El amor es la vida. Si no hay amor, todo anda mal. La educación de la familia se da en la medida en que se amen. El apostolado será eficaz en la medida en que nos amemos. La comunidad habla de participa-ción, de corresponsabilidad. El amor no destruye la autoridad, la perfecciona. La autoridad de Pío XII, de Juan XXIII, de Pablo VI, se mantiene bajo aspectos distintos, se conserva el amor y no falla la autoridad. El amor es indispensable en la comunidad, pues la comunidad está al servicio de la persona para ayudarla a madurar, para perfeccionarla. La comunión nace de la gracia de Dios. En la comunidad se ayuda a desarrollar las inclinaciones personales, los talentos del individuo, pero ayudándolo a sublimar, a enderezar sus dotes al cielo. El amor 251


llega a ser grande cuando hay perspectiva de fe. No amo al otro porque es mi amigo. No lo amo porque sufre. Lo amo en perspectiva de fe: Porque Dios lo ama. Porque Dios lo amó primero que yo. Los santos tuvieron una fuerza grande de amar, y la canalizaron hacia el bien. Quien no es capaz de hacerse amar no puede ser salesiano, pues el amor es la atmósfera indispensable que permite un trabajo saludable con los jóvenes. La meta es Cristo, y el amor es el ambiente propicio para caminar juntos. Hay que cuidar la pureza cristiana del amor, pero hay que saber que todavía no somos ángeles. El amor abstracto ni Dios lo quiere, pues se encarnó y amó con amor sensible. El amor de ángeles es para el cielo. Adoramos, no el cerebro de Jesús, sino el Corazón de Jesús. El es un amor divino encarnado en medio de nosotros. Es una vocación a amar. Una vocación límpida, profunda. En la comunidad religiosa no somos solterones ni jamonas. Pertenecemos a una familia, y en familia, la gente se ama, se quiere. Alguien dijo una vez: “Los religiosos se juntan sin conocerse, viven sin amarse, y mueren sin llorarse”. Esta es una frase muy dura, pero revela parte de una existencia de naturaleza caída. En muchas comunidades el amor es muy poquito. Pero hay muchas comunidades donde el amor es suficiente para poder respirar una vida digna y una vida cristiana. Viviendo una relación humana sana se favorece el crecimiento de la gracia y de la caridad. Un grupo de amigos que se unen se puede encontrar incluso entre no creyentes. Pero “amigos por amor a Cristo” entre personas fuertemente distintas, sólo es posible si hay fe. No es asunto de afinidad de idea o sentimiento. Una comunidad apostólica sólo es posible cuando hay una fuerza espiritual que la sustenta desde el campo de la fe. La comunidad es reflejo y participación del misterio de la Trinidad, y del misterio de Cristo y su Iglesia. La vida que Dios nos comunica es vida de comunión. Nos comunica la vida humana que es reflejo de la humanidad del Hijo. El amor y la caridad son reflejo del amor trinitario. En la comunidad, cada uno tiene su don, y ninguno tiene todo. 252


Cada uno tiene necesidad de los otros. Cada uno puede ser positivo

a los demás. Debe haber siempre preocupación y sensibilidad por la persona, incluso como garantía de apostolado. Dios nos llama a la alegría, a la vida serena en caridad. Y esa alegría es lo primero que hay que anunciar. Cada uno tiene su don, pero siempre abierto a los otros. Caridad es darse y también saber recibir con reconocimiento humilde. La autonomía personal es buena, no para cerrarse sobre uno mismo, sino para que la vida sea “donada” y no “arrancada”. Decía Jesús: “Nadie me quita la vida, yo la doy”. La primera cooperación al apostolado de la comunidad es el testimonio de una vida santa. Comprensión sin límites, para poder avanzar en una tarea tan difícil como es el anuncio del Reino. La comunidad es indispensable para una posible evangelización. Sólo desde la fraternidad podemos evangelizar y ser evangelizados. Sólo desde la fraternidad podemos ser creyentes y también creíbles. Juan 17, 11-12 : “Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completa- mente unidos como Tú y Yo. Cuando yo estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre”. ( 20-21): “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como Tú estás en Mí y Yo estoy en Ti. Que estén completamente unidos para que el mundo crea que Tú me enviaste”. Jesucristo se anunció como comunidad trinitaria. Como una comunión de amor absoluto. Luego fundó una comunidad de apóstoles. A los 72 los envió de dos en dos. La Iglesia anuncia como comunidad: Comunidad de amor, de oración, de apoyo. Los francotiradores no son buenos para el Evangelio. La unidad es el primer signo que hay que anunciar. Y con la unidad se anuncia el amor: “ ¡ MIRAD COMO SE AMAN !”. 253


43. LA ESPERANZA SALESIANA El mundo tiene sus esperanzas, y sus desafíos para lograrlas. Nuestro mundo busca dinero, salud y fama, como caminos de seguridad y felicidad. Por su parte la Iglesia tiene la gran esperanza de unir a todos en el amor de Cristo, y junto a Cristo, caminar hacia el Padre, como la gran familia de los hijos de Dios. Tratando de imitar la caridad pastoral de san Juan Bosco, los salesianos tenemos también nuestras esperanzas en este proyecto salvador de la humanidad. Con la mente de la Iglesia y el corazón de Don Bosco, guiamos a los niños y a los jóvenes hacia Cristo. En nuestro trabajo con ellos buscamos estas esperanzas: 1a. Esperanza: Un alma sana en un cuerpo sano. El trabajo en el alma es muy bonito, pero este mundo está dedicado al culto del cuerpo y hay un gran abandono de los valores del espíritu. El mundo de los adultos tiene mucha vanidad e hipocresía. Hoy día se trata de salvar las apariencias, aunque por dentro no haya nada, o estemos llenos de maldad. Los niños y los jóvenes van bebiendo todo ese desequilibrio del mundo de hoy, y por eso, el trabajo con ellos se hace muy difícil. 2a. Esperanza : Que sean honrados ciudadanos y buenos cristianos. Este fue el ideal de Don Bosco, y por esa causa luchamos también nosotros. Un alma sana en un cuerpo sano es la lucha de toda la sociedad, pero es nuestro primer paso para entrar en el programa de honrados ciudadanos y buenos cristianos. 3a. Esperanza : Hombres mejores para tiempos mejores. Este es un desafío que ha asumido toda la Iglesia universal. Pero, nadie da lo que no tiene. Para construir hombres y mujeres mejores, para lograr tiempos mejores, tenemos que esforzarnos nosotros en ser mejores. Mientras no se reconstruya el mundo de los mayores, el mundo de niños y jóvenes estará un poco a la deriva. Ellos son parte de una caravana, y aprenderán lo que ven sin necesidad de escuela. 4a. Esperanza: Que sean capaces de seguir sembrando hoy y que 254


otros cosechen mañana. Sembrar hoy para que otros cosechen mañana, eso es servir. El mundo tiene una definida vocación de servicio. Todo está estructurado para que uno siembre hoy, y otro sea el que coseche mañana. La prisa egoísta por cosechar hoy lo que acabo de sembrar, y que el otro se arregle para el día de mañana, esa prisa obliga al mundo a ir más despacio en su crecimiento hacia tiempos mejores. Un simple ejemplo: Cuando ya el nieto tiene cuarenta años, todavía el abuelo de ochenta es el que está mandando en la casa. La raza humana sólo podrá sobrevivir si le quita un poquito de egoísmo al mundo de hoy. Si la siembra de hoy es buena, la cosecha será buena. Pero si los niños y los jóvenes cosechan tanta maldad, es porque la siembra no ha sido muy buena. La sociedad de consumo está manejada por adultos. Esa sociedad ya ha destruido gran parte de los jóvenes, lanzándolos a la música, al sexo, a la droga y al ruido. Lo importante es que todo esto les guste, y que la empresa genere dinero. Hoy nos quejamos de que ya niños y adolescentes están siendo criminales. El desastre de niños y jóvenes es un desastre que viene de los mayores. Con la hipocresía y la vanidad se ha tapado el fracaso de la sociedad de ayer. ¿Qué es un certamen de belleza? Vanidad e hipocresía. ¿Qué es el boxeo? Es el goce del golpe al otro. ¿Dónde se esconde el poder de la droga? En el mismo poder que supuestamente la combate. La siembra es mala. Los niños y jóvenes destapan el mundo podrido que otros ya construyeron. ¿Qué consigue un niño en Estados Unidos o en Japón al coleccionar Pokemon? Absolutamente nada. Incluso, la colección no se acaba, porque siempre salen postales nuevas. Pero los inventores sí; ellos están sacando provecho. Si hay niños que estudian poco por estar barajando postalitas, ¿De quién es la culpa? ¿Quién puso la competencia entre ellos para ver quién colecciona más? Los adultos. Y habrá niños capaces de robar dinero para comprar postales y poder competir con otros. ¿De quién es la culpa? La siembra es mala y la cosecha está siendo mala. Hay un montón de niños y niñas que pasan una 255


semana con papi, y otra semana con mami… o la semana con la mamá y el fin de semana con el papá. ¿Por qué? Porque papá y mamá antes se amaron locamente, y ahora se rechazan locamente. Significa que el mundo está manejado por un cuadro de emociones y el cerebro está en mal estado. No pertenecemos a un mundo pensante, sino a un mundo vibrante, emocionante, y eso es muy peligroso. La historia del mundo no está hecha, la vamos haciendo. Y si la siembra es mala, no habrá buena cosecha. Lo que nos aguarda es el precipicio. Don Bosco sigue vivo. Su sistema sigue vigente. Cada día hay más niños y niñas con necesidad de que alguna mano les apoye. Don Bosco es el santo de los niños y de los jóvenes, y desde el cielo, él sigue trabajando por ellos. Mensaje del Santo Padre al Capítulo general de 1984 : “Los jóvenes tienen en sí recursos extraordinarios de futuro. Pero su maduración tiene lugar entre múltiples dificultades y peligros”. El desafío es grande, pero no nos podemos desanimar. Hay muchos signos de victoria. La Esperanza todavía está viva. *Soñé que en este mundo había mucha paz. Me desperté y vi que había mucha guerra, que el hombre seguía siendo víctima del hombre. Pero vi a muchas personas sencillas que eran mensajeras de paz. Yo me uní a ellas, porque yo creo que la paz es posible. *Soñé que en este mundo había mucho amor. Me desperté y encontré odio y separación. Pero vi a muchas personas cuyo amor era más fuerte que el odio. Yo me uní a ellas, porque yo creo que el amor es posible. *Soñé que en este mundo se había logrado la unidad. Me desperté y encontré división, y desaliento. Pero vi a muchas personas sencillas que eran capaces de rimar el paso con los demás. Yo me uní a ellas, porque yo creo que la unidad es posible. Mientras haya gente con esperanza, el árbol de la humanidad tendrá siempre una nueva hojita preparada para nacer mañana 256


La vida es una lucha, y a veces, muy fuerte.

Pero la esperanza del cielo es muy grande y la lucha casi no se nota. 257


La luz de Cristo ilumina el mundo.

Las tinieblas no la pueden apagar.

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X. TEMAS VARIOS

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44. LA ORACION Tema - Oraciones - Salmos - Ritos En tus manos, Señor, pongo mi vida, con todas sus angustias y dolores. Que en Ti florezcan frescos mis amores, y que halle apoyo en ti mi fe caída. Quiero ser como cera derretida, que modelen tus dedos creadores, y morar para siempre sin temores, de tu costado en la sangrienta herida. Vivir tu muerte y tus dolores grandes, disfrutar tus delicias verdaderas, y seguir el camino por donde andes. Dame, Señor, huir de mis quimeras, dame, Señor, que quiera lo que mandes, para poder querer lo que Tú quieras. ****************************************************** Oración en la vida de Jesús El Hijo de Dios, que es uno con el Padre, y que al entrar en el mundo dijo “Yo estoy aquí para cumplir tu voluntad”, se ha dignado ofrecernos ejemplos de su propia oración. En efecto, los Evangelios nos lo presentan muchas veces en oración. Cuando el Padre revela su misión, antes del llamamiento de los apóstoles, cuando da gracias en la multiplicación de los panes (Jn.6), en la transfiguración, cuando sana al sordo-mudo, cuando resucita a Lázaro, antes de requerir de Pedro su confesión, cuando bendice a los niños, cuando ora por Pedro. Su actividad diaria estaba tan unida con la oración, que incluso aparece fluyendo de la misma, como cuando se retiraba al desierto o al monte para orar, levan- tándose muy de mañana, o al anochecer, permaneciendo en oración hasta la madrugada. Lo que Jesús puso por obra nos lo mandó hacer también a nosotros. Nos proporcionó una fórmula de plegaria dominical, el Padre Nuestro, 261


advirtiendo que la oración es necesaria, que debe ser humilde, atenta, perseverante y confiada en la bondad del Padre, pura de intención y acorde con lo que Dios es. Una estrechísima unión se da entre Cristo y aquellos hombres a los que El ha hecho miembros de su cuerpo, la Iglesia, mediante el sacramento del bautismo. Todas las riquezas del Hijo se derraman desde la cabeza a todo el cuerpo : la comunicación del Espíritu, la verdad, la vida y la participación de su filiación divina, que se hacía patente en su oración mientras estaba en el mundo. El ora por nosotros como sacerdote nuestro. Ora en nosotros como cabeza nuestra. Recibe nuestra oración como nuestro Dios. Reconocemos nuestra propia voz en El, y su propia voz en nosotros. No puede haber oración cristiana sin acción del Espíritu Santo, el cual realizando la unidad de la Iglesia, nos lleva al Padre, por medio del Hijo. El testimonio de cómo Cristo se relaciona con su Padre orienta nuestra propia oración con Dios. “La diaria actividad del Señor estaba vinculada estrechamente a la oración, más aún, brotaba de ella. La oración era el alma de su ministerio mesiánico y de su misterio pascual”(Liturgia de las horas). Jesús dialoga con su Padre en la oración, en forma personal y en forma comunitaria(en la sinagoga). El nos invitó a expresar en secreto nuestro modo personal de ser hijos de Dios. El amor auténtico necesita expresar su originalidad en la intimidad. De ese amor íntimo se llega a la entrega absoluta. Mateo 6, 6 : “Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta, y ora al Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará”. Marcos 1, 35: “De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario”. Lucas 6, 16: “Por aquellos días se fue al monte a orar y se pasó la noche en oración”. Lucas 5, 16: “Pero El se retiraba a los lugares solitarios donde oraba”. Lucas 9, 18: “Mientras El estaba orando a solas, se hallaban con El los discípulos”. Mt.26, 36-46: Es la gran oración del Huerto de los 262


Olivos o Getsemaní, donde Jesús sudó sangre. Lucas 9, 28-29: “Aconteció, como unos ocho días después de estos discursos, que tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó y su vestido se volvió blanco y resplandeciente”. Lucas 10, 21:“En aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito”. Su misión era muy difícil. Necesitaba un alma serena y un espíritu fuerte. Eso sólo se consigue en la oración. Jesús ora en comunidad: Mateo 26, 30 : Cantan himnos…. Lucas 4, 16: Jesús lee en la sinagoga de Nazaret. Lc. 3, 21: Va a bautizarse con los demás al Jordán. La oración de Jesús no era sólo una oración de intimidad con su Padre. Es una oración relacionada íntimamente con su Misión. Era una oración que se constituía en escuela para sus discípulos. Sobre todo: Lc.3,21(en el Bautismo), Lc.6,12(antes de la elección de los doce), Lc.9, 29 (La transfiguración), y Lc. 11, 1-4 (antes de enseñarles el Padre Nuestro). El nexo entre su oración y su misión está más claro en la cuaresma: Los cuarenta días de oración y ayuno eran para prepararse a su misión. Marcos 1, 35-38: “De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, salió y fue a un lugar solitario donde se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca. Al encontrarlo, le dicen: Todos te buscan. El les contesta: “Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique, pues para eso he venido”. Es mucho lo que nos engañamos cuando descuidamos el diálogo con Dios, y consagramos todo el tiempo al quehacer diario. Después de esa noche de oración, Jesús ve más claro en qué consiste su propia misión y se encamina a otra parte. “Marta, Marta, dice Jesús, tú te afanas por tantas cosas. Una sola es necesaria. María ha escogido la mejor parte”(Lucas 10, 41-42). Necesidad de la oración: “Simón, Simón, mira que Satanás 263


ha solicitado el poder zarandearles como al trigo. Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca” (Lc. 22, 31-32). “Cuídense de que no se hagan pesados los corazones de Uds. por el libertinaje, por la embriaguez, o por las preocupaciones de la vida, y venga así aquel día de improviso sobre ustedes. Estén en vela, orando en todo tiempo para que tengan fuerza y escapen a todo lo que está por venir, y puedan estar de pie ante el Hijo del hombre”(Lucas 21, 34-36). “Viene entonces y los encuentra dormidos, y dice a Pedro: ¿Ni una hora has podido vigilar? Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Marcos 14, 37-38). A rezar se aprende, después de mucho sacrificio y de mucho esfuerzo. Para tener una profunda vida de oración es necesario: Vaciar la mente(limpiarla), orientar toda la vida según el Evangelio, y lograr una profunda conversión. Rezar es entrar en contacto con el misterio. Es Cristo el que reza, y nosotros en El. La persona que se siente de Dios, logra esa bellísima fusión entre oración y actividad. Es toda la vida de la persona que es oración. Es la práctica de la unión con Dios en todo momento. Hay que ir adelante a fuerza de vida sobrenatural. La forma más intensa de unirse a Dios es con la oración de crucificado. Esa fue la oración de Jesús en Getsemaní. Ahí Jesús rezaba con más intensidad. Es la oración de las horas difíciles. El alma orante está inundada de caridad trinitaria. Es un éxtasis donde sólo se dice Sí, Padre, acepto! El orante contemplativo ve el reino de Dios ya realizado. El orante activo ve el reino de Dios en el “todavía no”. Son dos respuestas del hombre a Dios. Una en la oración, otra en la acción. Pero ambas respuestas llevan a la unión con Dios.

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LA ORACION EN LA VIDA ACTIVA Occidente tiene dificultad de encontrarse con el Absoluto por la fuerza de la praxis, por el activismo. No es posible rezar sin un mínimo de concentración. La falta de oración va dejando un vacío de absoluto en el hombre. Se va limitando, cansando, y no sabe a dónde va. El Dios que conocemos es un Dios que interioriza para verlo y sentirlo mejor. Un cúmulo de sensaciones bombardean el espíritu y no lo dejan experimentar la fuerza de Dios. Por eso, para poder rezar hay que tranquilizarse. En todas partes se puede rezar, pero somos limitados. Por eso la Iglesia construye templos y lugares preciosos de oración para favorecer la quietud necesaria para el encuentro con Dios. Para pensar, para rezar, para tomar decisiones, siempre se re-quiere paz interior. La persona que tra-baja dentro de un proyecto comunitario debe poseer una gran libertad interior para rezar. Rezar juntos es una exigencia del carisma. Rezar a solas es una exigencia del alma. “Cuando yo me adhiera a Ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni trabajo para mí, y mi vida será realmente vida, llena toda de Ti. Tú, al que llenas de Ti, lo elevas. Mas, como yo aún no me he llenado de Ti, soy todavía para mí mismo una carga. Pero toda mi esperanza estriba en tu gran misericordia. Dame lo que pides, y pídeme lo que quieras”.(Confesiones de san Agustín). Todos los santos nos han ido enseñando la necesidad de la unión con Dios. En la oración y en la acción, la Iglesia siempre nos pide la unión con Dios. Cuando se pierde una vocación, cuando se debilita un apostolado, cuando los criterios de fe se aflojan, siempre se concluye que allí, la oración se volvió débil. La Iglesia quiere que todos sus hijos sean verdaderos orantes. Que oren también en la acción, según el principio que dice: “El trabajo es oración”. Para que el trabajo sea oración no basta con que sea trabajo. No basta con sentarse en una oficina o correr por la calle con un grupo de muchachos. Ese trabajo debe realizarse con la fuerza de la fe, con un criterio de servicio, 265


iluminado por la luz de la esperanza, sabiendo que estamos participando de un reino que se construye, y de un pecado que muere. Esto debe hacerse con una conciencia expresa de que trabajamos por el reino de Cristo. Esta actitud positiva hacia el reino, hacia la salvación de la grey del Señor, alimenta y fortalece nuestra alma. Don Bosco, en su trabajo incansable, cada paso era para él un acto de unión con Dios. Este es un proyecto de Dios, lo nuestro es cooperar. Desde las Alianzas y Promesas del A.T. hasta el último bautizado, todo cuanto se haga en el mundo, se hace por una sola razón: Restaurar el Reino de Dios. Y hay una sola estrategia: Cumplir la voluntad de Dios. Sentirse parte de este designio salvador. Juan Bautista siente que debe preparar la venida del Mesías, y en ese trabajo encuentra la muerte. Jesús cae en ese remolino del poder del mal, y entabla el momento cumbre de la lucha por la victoria del bien. Jesús pasa por la prueba del mal, pero El trae el triunfo del bien. Por eso dice Jesús: “Ha llegado el Reino”. …Felices los pobres…Felices los que luchan por la justicia… Felices los que son de Dios. Después de la muerte de Jesús, los apóstoles estaban muy débiles en su fe; habían entendido muy poco sobre el ideal del Reino de Dios. Se llenaron de miedo, rezaron, y bajó sobre ellos la fuerza del Espíritu Santo. Ya nada ni nadie los pudo detener. Llevaban la fuerza de la victoria del bien. San Pablo vivió una conciencia bien clara sobre su pertenencia al Reino de Cristo: Vivo o muerto, sano o enfermo, yo soy del Señor. Todo lo que hacía era parte del plan de Dios en él. Don Bosco sabía que era enviado por Dios a traer hacia el reino a muchos niños y jóvenes, a sacarlos o preservarlos del pecado y hacerlos parte del Reino de la Gracia. Todo lo que hacía era para él oración, pues era parte de un plan de Dios. Su misión era parte de la misión de Jesús, siempre en unión con el Padre. La oración es una ofrenda permanente de la persona en su deseo de trabajar por el Reino de Dios, en su búsqueda de cumplir la voluntad de Dios. Rezar no es sólo asunto de buen ambiente y de sentirse 266


a gusto; es entrar en la voluntad de Dios para la reali-zación del Reino. En la oración es donde brotan y se fortalecen las decisiones de trabajar por el Reino y por la propia santificación. Nosotros usamos mucho la oración de petición, pero la petición más importante es “que venga su Reino”, y que tengamos la energía interior necesaria para cargar nuestra cruz con alegría. La persona de oración no vive conflictos interiores. El que tiene fe y vive de oración es siempre más grande que sus problemas. Cuando un problema es llevado a la oración se acepta que Dios determine, que se haga su voluntad. El problema no molesta, pues es asumido en el interior del orante como parte de una voluntad superior. A los hombres y mujeres de oración les pasan tormentas por encima, y nunca desesperan. Rezan con el Cristo de la esperanza. Aguardan el Reino. Dios les basta. Todos los que logran entrar en el Cristo de la esperanza, que van ofreciendo sus vidas como hostias vivas, mantienen una gran calma en su espíritu, pues están unidos a Dios. Don Miguel Unia, apóstol de los leprosos de Colombia, les decía a sus monjitas: “No recen para que yo me cure, pues podrían estar contrariando la voluntad de Dios en mí”. Nuestra verdadera oración no es sólo para que las obras funcionen bien; no es sólo para pedir bendición por los muchachos. Es llegar al altar a reavivar la decisión de ser del Señor, de trabajar por su Reino, de no tener miedo a dar la vida por la causa de Jesús. El Padre Nuestro no se olvida de pedir el pan de cada día, de pedir el perdón, pero es fundamentalmente la oración de la voluntad de Dios y del Reino. Al igual que Jesús que curaba no sólo por curar, sino para garantizar la llegada del Reino, nosotros no rezamos sólo para alabar, para sanar, para que Dios corrija algo que anda mal. Todo lo que hacemos es para que venga su Reino y que venga pronto. Jesús se entrega hasta la muerte para que venga el Reino de Dios. La Virgen María dice: “He aquí la esclava del Señor, yo hago lo que sea por mi Dios”. Don Bosco, en 1886, cuando su vida estaba ya gastada, dijo: “Ahora Dios 267


se buscará otro redentor para continuar esta obra”. El fue llamado y supo dar un sí generoso y valiente. Todos sus trabajos y oraciones eran el fortalecimiento de ese sí, de su entrega por el Reino. Nosotros pertenecemos a la misma escuela. Tenemos que dejarnos guiar por el Espíritu Santo, pues este proyecto no es nuestro. Es un proyecto de Dios. Que venga su Reino y que nos den el pedacito de cruz que nos toque cargar.

San Juan Bosco (18815 - 1888 )

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ORACIONES 1. EL SEÑOR ES MI REFUGIO. Concédeme, Señor, tu silencio para coser mi lengua para ordenar mi fantasía. Concédeme, Señor, un poco de tu fuego para incendiar mi esperanza para calentar mi fe. Ábreme, Señor, una pequeña puerta para salir del mundo para esconderme en tu amor. Bríndame, Señor, una de tus sombras para poder descansar para sentarme a olvidar. Llévame, Señor, a uno de tus manantiales para limpiar toda mi historia para apagar mi sed. Dame, Señor, un rayo de tu luz para iluminar mis ojos para no tropezar tanto. Llévame, Señor, a las altas montañas para contemplar tu gloria para sentirme muy dentro de Ti. Dame, Señor, un poquito de tu soledad para escuchar tu voz para construir mi paz. Quítame, Señor, todo vestigio de poder para que sienta mi debilidad para que me apoye sólo en Ti. Concédeme, Señor, un poco de tu sabiduría 269


para aceptar mis fracasos para rechazar toda vanidad. Guíame, Señor… Tú eres mi dueño ! Amén.

2. PADRE MIO

( del P. Larrañaga )

“Padre mío, ahora que las voces se silenciaron y los clamores se apagaron, aquí, en tu presencia, mi alma se eleva hasta ti para decirte: Creo en ti, espero en ti, te amo con todas mis fuerzas. Gloria a ti, Señor. Deposito en tus manos, la fatiga y la lucha, las alegrías y desencantos de este día que quedó atrás. Si los nervios me traicionaron, si los impulsos egoístas me dominaron, si di entrada al rencor o a la tristeza, perdón, Señor! Ten piedad de mí. Si he sido infiel, si pronuncié palabras vanas, si me dejé llevar por la impaciencia, si fui espina para alguien, perdón, Señor! No quiero esta noche entregarme al sueño sin sentir sobre mi alma la seguridad de tu misericordia y de tu amor. Te doy gracias, Padre mío, porque has sido la sombra fresca que me ha cobijado durante todo este día. Te doy gracias, porque me has cuidado como una madre a lo largo de estas horas. Señor, a mi alrededor ya todo es silencio y calma. Envía al ángel de la paz para que me cuide durante la noche. Relaja mis nervios, sosiega mi espíritu, suelta mis tensiones, inunda mi ser de silencio y serenidad. Vela sobre mí, Padre querido, mientras me entre-go confiado al sueño, como un niño que duerme feliz en tus brazos. En tu nombre, Señor, descansaré tranquilo”. Amén.

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3. ALMA DE CRISTO Alma de Cristo…Santifícame. Cuerpo de Cristo… Sálvame. Sangre de Cristo… Embriágame. Agua del costado de Cristo… Lávame. Pasión de Cristo… Confórtame. Oh mi buen Jesús… Óyeme. Dentro de tus llagas… Escóndeme. No permitas… Que me separe de Ti. Del maligno enemigo… Defiéndeme. Y a la hora de mi muerte… Llámame. Y mándame ir a Ti, para que junto con tus ángeles y tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.

4. Consagración familiar al Sagrado Corazón de Jesús. Señor Jesucristo, arrodillado a tus pies, renovamos la consagración de nuestra familia a tu divino corazón. Sé, hoy y siempre, el guía, el jefe y protector de nuestro hogar, rey y centro de nuestros corazones. Bendice a nuestra familia, nuestra casa, nuestros vecinos, parientes y amigos. Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes. Participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo, de nuestras diversiones. Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día, y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre. Que la justicia, la fraternidad, el perdón, y la misericordia, estén presentes en nuestro hogar, y en nuestras comunidades. Queremos ser instrumento de paz y de vida. Que nuestro amor a tu corazón compense, de alguna manera , la frialdad, la indiferencia, la ingratitud, y la falta de amor de quienes no te conocen, desprecian o rechazan. Sagrado Corazón, esta-mos unidos a ti en un acto de fe y amor para siempre. Amén. 271


5. GRACIAS, SEÑOR Gracias, Señor, por la vida. Gracias, Señor, por la paz. Gracias, Señor, porque nos diste un corazón grande para amar, y un alma sencilla para llenar de estrellas la pequeña noche de la vida. Gracias, Señor, porque cada avecilla que canta, cada flor que se abre, y cada niño que sonríe, es un signo vivo de tu presencia entre nosotros. Gracias, Señor, por tu cruz que nos purifica para santifi-carnos más. Gracias, Señor, por la Madre buena que nos diste, la Virgen María. Gracias por la ternura que Ella derrama en nuestro caminar hacia la casa del Padre. Gracias, Señor, por tu Pan Eucarístico, que nos alimenta hasta la vida eterna. Que así sea.

6. Oración por los niños Señor, Jesús, los niños son tus amigos predilectos. Tú pediste a todos los hombres que se vuelvan niños para que sepan amar, reír y perdonar, para que tengan un corazón desprendido de toda vanidad y de toda ambición, y así, sean capaces de abrir las puertas del cielo y encontrarse con Dios. Tú sabes que son almas sencillas, vulnerables y frágiles. Pon una muralla en sus corazones, y apaga las luces que vienen del campo del mal. Disminuye en su camino las espinas que maltratan la vida y debilitan sus ilusiones. Que sus miradas sigan siendo limpias y que la sencillez y la bondad construyan un castillo en su interior. Que el amor a ti sea la primera fuerza que los lleve a esperar en la dicha de cada día, y se sientan navegar en un mar tan positivo que las pequeñas tormentas y las agresivas olas no sean más que adornos de una existencia feliz. Que ellos logren abrir la puerta de la paz 272


SALMO 23 El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos. Me unges la cabeza con perfumes y mi copa reboza. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor, por años sin término. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre. Por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 8

Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra.

1. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos. La luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Señor Dios nuestro…… 2. Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies. Señor Dios nuestro…… 3. Rebaños de ovejas y toros y hasta las bestias del campo. Las aves del cielo, los peces del mar: Todo lo sometiste bajo sus pies. Señor Dios nuestro..... 273


SECUENCIA DEL ESPIRITU SANTO Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido. Luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo. Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo. Doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito. Salva al que busca salvarse, y danos tu gozo eterno.

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SALMO 51 (50)

: Un pecador arrepentido.

1. Misericordia, Dios mío, por tu bondad por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. 2. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. 3. En la sentencia tendrás razón en el juicio brillará tu rectitud. Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. 4. Te gusta un corazón sincero y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo, quedaré limpio. Lávame, quedaré más blanco que la nieve. 5. Hazme oír el gozo y la alegría que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mi toda culpa. 6. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo Espíritu. 7. Devuélveme la alegría de tu salvación afiánzame con espíritu generoso. Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. 275


8. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, salvador mío. Y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. 9. Los sacrificios no te satisfacen si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado. Un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias.

EXAMEN DE CONCIENCIA Dios nos ha dado un camino claro para cuidar su Gracia en nosotros: una conciencia limpia. Examinemos nuestra concien-cia a la luz de nuestros compromisos cristianos y tratemos de corregir todo aquello que frena en nosotros el crecimiento del amor de Dios y que deteriora nuestra fidelidad a El. 1. ¿He dudado o negado las verdades de la fe católica? ¿He visitado ambientes de otras religiones que pueden confundir mi fe? 2. ¿He comulgado alguna vez sin las debidas disposiciones? 3. ¿He faltado a Misa los Domingos y fiestas de guardar? 4. ¿Cuido de mi familia? ¿Malgasto en vicios el dinero que necesita mi familia? 5. ¿He dado mal ejemplo a las personas que me rodean? 6. ¿Corrijo con cólera o injustamente a alguna persona que depende de mí? 7. ¿Discuto demasiado con los demás, sobre todo con los de mi hogar? ¿Me tardo mucho en perdonar? 8. ¿He hecho daño a otros de palabra o de obra? 9. ¿Tengo odio o rencor a alguien? ¿He hablado mal de otros? 276


¿Es mi lengua un azote que todo lo destruye? 10. ¿He engañado a otros ocultando la verdad? 11. ¿Doy limosna según mis posibilidades? 12. ¿He tenido envidia? ¿Me he alegrado del mal ajeno? 13. ¿He devuelto a tiempo las cosas prestadas? 14. ¿He sido orgulloso, despreciando a otros? 15. ¿Hago mis trabajos con puntualidad y amor? 16. ¿Me acuerdo de Dios rezando por la mañana y por la noche? 17. ¿En el ambiente donde vivo, favorezco unas relaciones serenas y amistosas? ¿Ayudo a construir la paz o a destruirla? ¿Favorezco en mi parroquia un clima de sinceridad, evitando la doble cara del fariseísmo? 18. ¿Hago de mi familia una pequeña Iglesia doméstica, favoreciendo la paz y la oración entre todos? 19. ¿Me he deleitado en acciones impuras? 20. ¿Hago mis confesiones buscando excusas, o reconozco noblemente que hay errores y pecados en mí? 21. ¿Me he dejado confundir por la falsa vanidad de creer que en mí todo está bien, o abro mi corazón al Espíritu Santo para que me ayude a cambiar? 22. ¿He dejado pasar algunas obras de caridad que he encontrado, sabiendo que son la voz de Dios que me llama a algo mejor? 23. ¿Me he quejado demasiado de los problemas o enfermedades que me vienen, no sabiendo aceptar la voluntad de Dios? Que el Señor me ilumine a través de su Espíritu para que pueda ver mis faltas. Que yo tenga el valor de corregirme para que pueda sentir la alegría de la presencia de Dios en mí.

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Bendición Solemne 1.V/.Viva Jesús Sacramentado! R/.Viva y de todos sea amado! Padre Nuestro… Ave María… Gloria. V/. Les diste, Señor, el Pan del cielo. R/. Que contiene en sí todo deleite V/. Señor, escucha nuestra oración. R/. Y llegue a Ti nuestro clamor V/. El Señor esté con ustedes. R/. Y con tu espíritu.

2. Oremos : Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el Memorial de tu Pasión. Te pedimos que nos ayude a venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. ( Se da la bendición con la custodia. Luego, se reza la Alabanza )

3. “ALABANZA”. * Bendito sea Dios. * Bendito sea su santo nombre. * Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. * Bendito sea el nombre de Jesús. * Bendito sea su sacratísimo corazón. * Bendita sea su preciosísima Sangre. * Bendito sea Jesús en el santísimo sacramento del altar. * Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito. * Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima. * Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción. * Bendita sea su gloriosa Asunción. * Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre. * Bendito sea san José, su castísimo esposo. * Bendito sea Dios, en sus ángeles y en sus santos. 4. Se guarda el Santísimo. Se entona algún canto. 278


5. Canto. CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES ! Cantemos al Señor! Dios está aquí! Venid, adoradores, adoremos a Cristo Redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra. Bendecid al señor! Honor y Gloria a Ti, Rey de la gloria. Amor por siempre a Ti, Dios del amor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra. Bendecid al Señor! Honor y Gloria a Ti, Rey de la gloria. Amor por siempre a Ti, Dios del amor.

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RITO PARA DAR LA COMUNION: ( Fuera de la Misa ) 1. Yo confieso ante Dios todopoderoso, y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho, de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles y a los santos, y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí, ante Dios, nuestro Señor. V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna. Amén. V/. Señor, ten piedad… R/. Señor, ten piedad. V/. Cristo, ten piedad… R/. Cristo, ten piedad. V/. Señor, ten piedad… R/. Señor , ten piedad. 2. Padre Nuestro… Ave Maria… Gloria. 3. Se presenta la Hostia consagrada: V/. Este es Cristo, el Hijo de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a recibirlo… R/. Señor, yo no soy digno de que entres en mi Casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme. V/. El Cuerpo de mi Señor Jesucristo preserve tu alma para la vida eterna. Amén.

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4. Sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, el alma se llena de gozo, y se nos da la prenda de la gloria futura. 5. V/. Les diste, Señor el Pan del cielo. R/. Que contiene en sí, todo deleite. V/. Señor, escucha nuestra oración. R/. Y llegue a Ti nuestro clamor. V/. El Señor esté con ustedes. R/. Y con tu espíritu. Oremos : Oh Dios, que en este Sacramento admirable nos dejaste el Memorial de tu pasión. Te pedimos que nos ayude a venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu Redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. V/. El Señor esté con ustedes.

R/. Y con tu espíritu.

Que la Bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén. V/. Podemos irnos en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Yo soy el Pan de vida. El que viene a Mí nunca tendrá hambre. El que cree en Mí nunca tendrá sed. Jn. 6, 35.

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Quien beba del torrente de mi amor, nunca más tendrá sed. Brotará en él un surtidor de aguas vivas, que saciará su sed de infinito. Jesús de Nazaret 281


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45. ADVIENTO : Tiempo de conversión. Allanen el camino del Señor…Abran sus corazones! Isaías dice: “Consuelen a mi pueblo, háblenle al corazón de Jerusalén, díganle que ha sido pagada su culpa”. Esto que sucede no es un simple regalito. Es un plan de salvación que exige mucho. En este plan entra la voluntad divina y también el querer del hombre. El hombre va a tomar parte en este acontecimiento de la obra de Dios. Isaías completa: “Que las quebradas se rellenen, que las colinas sean como un llano”. En este plan de Salvación nos toca a nosotros prepararle el camino a la Gracia. Facilitarle a Dios la obra que quiere hacer con nosotros. Nuestros pecados no hieren a Dios, pues Dios es inmensamente feliz. Nuestros pecados lo que hacen es frenar el plan de Dios en nosotros. Es una lucha fuerte y difícil para responder al plan de Dios. La respuesta requiere una larga historia, y para completar ese plan de salvación tenemos por delante un largo camino. Nuestra vida cristiana se va desarrollando como en una gran marcha, a través de un inmenso desierto. Este desierto es la misma vida, donde peleamos nuestra fe para hacerla crecer. En este desierto no necesitamos oasis de agua, porque el surtidor de agua viva va dentro de nosotros, con la vida de Cristo. En este desierto, cada acontecimiento, cada pasaje de la Escritura, o cada personaje del campo de la fe, nos está sacudiendo para revitalizar nuestra esperanza. Son muchos los acontecimientos y personajes del tiempo de Adviento, Navidad y Año Nuevo que gritan a nuestro lado para despertar nuestra atención hacia los bienes de arriba. Isaías es el gran profeta del Adviento, de la venida del Mesías, del gran sueño de un cielo nuevo y una tierra nueva, cuando todo hombre o mujer se convierta en un ser de buena voluntad que encuentre el camino del Señor. Isaías empieza diciendo: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. Al final del Adviento, el profeta dirá : “Qué hermosos son los 283


sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la salvación. La voz del profeta Isaías resuena en toda la Iglesia anunciando la venida de Cristo. Se trata de una voz fuerte, definida y clara, que invita al segui- miento de los caminos de Dios. Isaías nos conduce al primer Mandamiento : Amar a Dios sobre todas las cosas. Amar a Dios por encima de todo. Otro personaje fuerte del Adviento es san Juan Bautista. Ordinariamente, Juan Bautista aparece a partir del tercer Domingo de Adviento, repitiendo el llamado de Isaías, y dando un toque nuevo al llamado, pues introduce al pueblo en una decisión concreta: el Bautismo de conversión. O sea, una conversión que implica un signo exterior. Juan no sólo anuncia el advenimiento de algo grande, sino que él mismo se consagra a la causa del Reino, él prepara su propio camino del Señor. El es el profeta que cierra el A.T., y se convierte en el primer mártir del Nuevo Testamento. El tercer personaje del Adviento es la Virgen María. La elegida de Dios, la mujer de fe brillante y humildad grande que cautivó la mirada de Dios. En Adviento se medita el “Sí” de María, no un sí ciego, sino dialogado, con responsabilidad personal. Ese es el Sí de la Iglesia, el Sí de cada cristiano, que en medio del ruido del mundo trata de oír claramente la voz de Dios que llega hasta el corazón. María llena especialmente el cuarto Domingo de Adviento, y su figura ilumina el acercamiento a Cristo-Mesías en la Navidad. En esa Navidad que nos abrió la puerta del año 2000, junto a los profetas, escuchábamos la poderosa voz del santo Padre, Juan Pablo II que nos decía: “No tengan miedo, dejen entrar a Cristo en sus vidas. Queremos ser con Cristo, mensajeros de esperanza, de amor, de justicia, de reconciliación y de paz, ofreciendo a cada hombre o mujer el mensaje de Jesús, la Buena Nueva de la Salvación”. El Papa avanzaba hacia la puerta santa para cruzarla en la gran noche de la Navidad, proclamando el Evangelio como camino seguro para el tercer milenio. Don Juan Vecchi, Rector Mayor de los salesianos, hizo un llamado a toda la Congregación: Dejémonos reconciliar por Cristo, 284


que El es nuestra paz”. El Rector Mayor sigue deseando para todas las comunidades salesianas del mundo, una verdadera conversión, un verdadero encuentro con Jesucristo. Que Jesús nos reconcilie con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Una reconciliación profunda, un cambio total que nos permita construir, en nuestro interior, una decisión firme de vivir una mayor esperanza y una mayor santidad de vida, siguiendo los caminos de Jesús de Nazaret. Cada uno de nosotros está llamado a amplificar la antena de la fe, para oír en cada acontecimiento de la Navidad y Año Nuevo, la voz de Dios que sigue llamando a cada corazón, para que nos dediquemos un poquito menos a los bienes de este mundo, y le demos un poquito más de tiempo a los bienes de arriba. Nos dice el apóstol san Pablo: “Mientras aguardamos cielos nuevos y tierra nueva, esfuércense para que Dios los encuentre sin mancha, ni culpa, viviendo plenamente en paz”. En cada Navidad, la Iglesia nos invita a celebrar la llegada del Señor, a celebrar nuestro encuentro con El, con la alegría de sentirse salvados. La Iglesia grita cada vez más fuerte, tratando de ayudarnos a vivir con una mayor santidad y una esperanza que se renueve día a día. Abramos nuestros corazones y dejemos que Dios invada nuestra alma y nos ayude a ser felices a su estilo, no al estilo nuestro.

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46. ADVIENTO : Vivir en la esperanza. En el tercer Domingo de Adviento las lecturas muestran un tono de alegría. San Pablo, en la 2da. lectura dice: “Estén alegres. Alegres en el Señor”. Es como un paréntesis que la Iglesia hace en medio del Adviento para sentir la alegría cercana de la Navidad. Después que el profeta Isaías dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha enviado para anunciar buenas noticias a los humildes”, el profeta luego prosigue: “Salto de gozo delante del Señor, y mi alma se alegra en mi Dios”. En el salmo responsorial, a pesar de veinte siglos de un valle de lágrimas, sacrificios, cruces y martirios, la Iglesia sigue cantando con María: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. ¿Por qué nos alegramos? Porque Cristo viene. ¿A qué viene Cristo? A restaurar el mundo, a trabajar dentro de nosotros. Reconocemos que no somos tierra fácil. Para llegar a la verdadera riqueza del hombre hay que atravesar una gruesa capa de vanidad, una franja espesa de hipocresía y de mentira propia del pecado, y un apego exagerado al mundo y a sus cosas. Al entrar en la profundidad del ser humano, Jesucristo descubre la gran riqueza que Dios puso en el hombre y en la mujer al crearlos, riqueza que está escondida en nosotros. Los apóstoles, los mártires, los santos y santas de Dios, son el signo claro de que la tierra es dura. Pero también, ellos son el signo de que se pueden producir frutos generosos. Toda esta expectativa, todo este encuentro con Jesús, tiene que ser preparado para que produzca mejores frutos. La rutina de cada año nos hace pasar por encima del Adviento y de la Navidad casi sin darnos cuenta, y desaprovechamos esa oportunidad para reafirmar nuestra esperanza en la otra vida y nuestra unidad con Jesucristo. Mientras el mundo se prepara en cada Navidad para celebrar la gran sociedad de consumo, mientras los seres humanos escriben toneladas de saludos y felicitaciones, la Iglesia, los hombres y mujeres 286


de fe, ponemos en la Navidad algo más que un saludo y una buena comida. Nuestro enfoque y nuestra alegría van hacia la figura de JesúsMesías, salvador y respuesta a los grandes interrogantes del hombre en esta tierra. Pensamos en el anuncio de la Buena Nueva, en el plan de la liberación del pecado. Nosotros no dejamos el mundo, somos parte del mundo, trabaja-mos en el mundo, pero no somos del mundo. Jesús pasa la puerta de nuestra humanidad y nosotros pasamos la puerta de Cristo, asumiendo la vida nueva. Nos dice el Rector Mayor, Don Juan Vecchi: “La entrada de Cristo en nuestra humanidad, y la entrada de nosotros en la vida de Cristo, es una invitación a entrar en un nuevo espacio, y situar nuestra vida en un ámbito más claramente iluminado por el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, marcado por la fraternidad incondicional y enriquecedora entre las personas, caracterizado por la apertura de la mente y del corazón a las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, hechas posibles por la presencia de Cristo en el tiempo, por una mayor sensibilidad para escuchar las voces de los jóvenes, y un esfuerzo mayor para ir al encuentro de sus necesidades. El espíritu de la Navidad nos dice que Cristo Jesús es Señor, fortaleciendo la fe en El, para vivir la vida nueva que El nos ha dado”. Con Cristo entramos en la plenitud de los tiempos y en la alegría eterna. Nuestra Iglesia quiere ser, por encima de todo, mensajera de esperanza, de amor, de justicia, de reconciliación y de paz, ofreciendo a todos el mensaje de Jesús, la Buena Nueva de la Salvación. No tengamos miedo, dejemos entrar a Jesús en cada corazón, y experimentaremos la alegría de la vida nueva. Recordemos siempre: nuestro pensamiento en medio del mundo no se detiene en el mundo. Somos algo más. El tiempo de Navidad y Año Nuevo, el cristiano lo vive en otra dimensión. No nos salimos del mundo, trabajamos en medio del mundo, pero no somos del mundo. Por ahora vemos a Dios como a través de un velo. Un día lo veremos cara a cara. Nuestra vida es la esperanza. 287


47. TEOLOGIA DE LA VIDA RELIGIOSA APOSTOLICA

Este tema se inspira y sigue las ideas del libro “Teología de la vida Religiosa” del P. Víctor Codina.

Hasta el siglo IX la “vida apostólica” significaba vida común en pobreza y oración. A partir del siglo XIII, la vida apostólica adquiere un nuevo significado. Apóstoles fueron no sólo aquellos que todo lo abandonaron por Cristo, no sólo los que permanecían unidos en la fracción del pan, sino también los que eran enviados por Cristo. Comienzan a citarse a partir del siglo XIII una serie de textos hasta entonces no utilizados para fundamentar la vida religiosa: Lc.10, 1-16 (envío de los 70). Lc.9, 1-6 (envío de los 12). Se subrayan los caracteres de la misión apostólica: Fue una misión personal, con el mandato de predicar; una misión en pobreza (mendigando, sin dinero). Itinerando de ciudad en ciudad, no solos, sino de dos en dos, curando enfermos, expulsando demonios. Las nuevas familias apostólicas no harán más que subrayar algún aspecto de esta misión apostólica: Predicación, pobreza, caridad, docencia, etc. A partir del siglo XIII los teólogos empiezan a hablar de vida mixta, es decir, de una vida que incluye además de la contemplación, una acción apostólica. Santo Tomás, Suárez y Belarmino demuestran que esta nueva vida es más perfecta que la vida meramente contemplativa, ya que hace que la contemplación pueda ser entregada a los demás. El motivo fundamental de la nobleza de esta nueva vida religiosa consiste en que ésta fue la vida que llevaron los apóstoles y el mismo Jesús. La vida religiosa apostólica va naciendo en horas críticas para la Historia de la Iglesia, cuando aparecen problemas nuevos: la civilización burguesa y comercial, el humanismo y la reforma, 288


La vida religiosa apostólica está íntimamente ligada a la historia de la Iglesia peregrina. Y además, está en íntima dependencia del fundador. El fundador es el que tiene la inspiración del Espíritu santo y en él reside la plenitud del proyecto. Para entender la teología de la vida religiosa hay que hablar de la teología del fundador. Según la tradición espiritual, el fundador es el padre en Cristo, que ha engendrado la nueva familia. Se trata de una paternidad derivada de la paternidad divina (Ef. 3, 15), pero esta paternidad se aplica no sólo a los que engendran por la fe y el bautismo (apóstoles, obispos, sacerdotes), sino también a los que engendran en espíritu. Esta paternidad espiritual se realiza de modo especial en el nacimiento de una nueva familia religiosa. En este proceso generativo, los fundadores son auténticos mediadores entre Dios y el pueblo; son hombres o mujeres que han recibido de Dios una misión especial. Pío XI afirma que los fundadores religiosos, al crear una nueva familia, han obedecido a una inspiración divina. “Esto puede entenderse rectamente sin necesidad de creer que se trata de una recepción inmediata de Dios de la regla religiosa a modo de dictado sobrenatural. La misma historia nos enseña que el proceso de alumbramiento de una familia religiosa está lleno de angustias y dolores, de nieblas y titubeos, que sólo la gracia y la constancia humana logran superar”(Víctor Codina, op. cit.). Según Nadal (S.J.), el fundador es maestro, ejemplo de vida, forma e imagen de la nueva familia religiosa. De ahí la importan-cia de conocer la vida del fundador. La experiencia religiosa del fundador es el germen de la nueva congregación. El fundador es introducido en el misterio de Cristo y de la Iglesia. La experiencia religiosa del fundador es una captación del signo de los tiempos, y es una visión profética, por la cual se ve la historia presente de la Iglesia bajo la luz de la historia de la Salvación. El fundador es enriquecido por Dios con una visión del drama de este mundo y el misterio de la salvación. “El aspecto del misterio de Cristo y de la Iglesia en el cual, el fundador se siente introducido, es el aspecto de Cristo y de la Iglesia más urgente 289


para aquel tiempo concreto”(Codina). El carisma está prácticamente conte-nido en la vivencia religiosa del fundador, aunque nuevos aspectos pueden ir siendo explicitados con el tiempo, siempre bajo la acción del Espíritu. Ellos han sentido sobre sí la fuerza de la Iglesia : “Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, puede la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad, sobre el sentido de la vida presente y futura, y sobre la mutua relación de ambas”(Gaudium et Spes, 4). “ Cada fundador religioso ha sido un profeta que ha sabido descubrir el nuevo estilo de vida cristiana y religiosa que exigían los nuevos signos de los tiempos. No se trata de revelaciones de cosas nuevas, pues en Cristo todo está ya revelado, sino de nuevas exigencias, nuevos imperativos de vida cristiana. Esto se realiza en Cristo y la Iglesia”(op.cit.). Hay simultáneamente una revelación de un aspecto del Evangelio hasta ahora no suficiente-mente subrayado y una misión para la Iglesia de hoy. Una captación de un nuevo modo de vida religiosa y cristiana, y una acentuación de un aspecto del misterio de Cristo. Es el fuego de Pentecostés que continúa quemando y generando nueva vida. Los fundadores tienen una gran visión de futuro, pues ellos tienen la mirada de Cristo que se prolonga en el tiempo. Las reglas y constituciones de una familia religiosa tienen un gran valor: Ellas deben custodiar el espíritu del fundador para que no se adultere en el transcurso del tiempo. Pero estas constituciones deberán siempre leerse a la luz de la experiencia religiosa del fundador. La familia religiosa no es más que la pro-longación en el tiempo del carisma del fundador. Porque Cristo vive, vive la Iglesia. Si Don Bosco está vivo, si san Ignacio está vivo, si san Francisco está vivo, sólo así viven sus congregaciones “Esta teología del Fundador debe completarse con la teología del “cuarto voto”. A partir del siglo XII aparecen unos votos peculiares, unidos a los tres votos religiosos. 290


Hacia mitad del siglo XIX la Santa Sede no admite votos peculiares, pero hacen su reaparición en el siglo XX con alguna modalidad distinta. El cuarto voto especifica los otros tres, y por él se define la ofrenda de uno mismo en un instituto concreto. En este cuarto voto se expresa la misión específica de la familia religiosa y el carisma del fundador. Este voto peculiar justifica la existencia de una familia religiosa, al lado de las ya existentes, y encarna el nuevo estilo de vida, y el aspecto nuevo del misterio de Cristo que el fundador ha querido copiar” (op.cit.). Los consejos evangélicos tratan de servir en doble dimensión: A Dios y al prójimo. En cuanto al servicio a Dios, todas las congregaciones tienen la misma razón de ser. En cuanto al servicio al prójimo, cada congregación amplía las preocupaciones de la Iglesia por las necesidades del pueblo. El carisma constituye la necesidad concreta donde los consejos evangélicos van a servirle al prójimo. Así surgen: votos de órdenes militares, de redimir a cautivos, de servir a los enfermos, de ayudar a la juventud necesitada y en peligro de perderse, de ir a las misiones, etc. La Iglesia, al aprobar una nueva familia religiosa reconoce el carisma del fundador, le da su autenticidad, y lo protege como don del Espíritu. LA EXENCION : Una congregación puede trabajar bajo la autoridad del sr. obispo de la diócesis donde está ubicada, o puede estar exenta de los límites del obispo y depender directamente de la Santa Sede. Esta cualidad de la exención le da a la familia religiosa una dimensión más clara de Iglesia Universal, y le permite ir más lejos en su acción carismática. “El Sumo Pontífice, por razón de su Primado sobre toda la Iglesia, mirando a la mejor providencia de las necesidades de toda la grey del Señor, puede eximir de la jurisdicción de los ordinarios y someter a su sola autoridad cualquier instituto de perfección y a todos y a cada uno de sus miembros. Y por la misma razón, pueden ser dejados o confiados a la autoridad patriarcal propia. Los miembros de los 291


Los miembros de los institutos, en el cumplimiento de sus deberes para con la Iglesia, según la forma peculiar de su instituto, deben prestar a los Obispos la debida reverencia y obediencia, según las leyes canónicas, por su autoridad pastoral en las Iglesias particulares y por la necesaria unidad y concordia en el trabajo apostólico”(Vat. II, Lumen Gentium, 45). “Los obispos y los superiores mayores religiosos deberán reunirse a sus tiempos para tratar de asuntos de apostolado”(Presb.Ord. 23-36). Desde el punto de vista teológico, la exención no es un privile-gio, sino la condición de posibilidad de inserción del carisma en una obra apostólica común. Es una expresión viva de la libertad del Espíritu en la Iglesia y una manera de formular jurídicamente la estructura carismática de la Iglesia. “El tiempo de la actividad misionera discurre entre la primera y la segunda venida del Señor, en que la Iglesia, como la mies, será recogida de los cuatro vientos en el reino de Dios. Es, pues, necesario predicar el Evangelio a todas las gentes antes de que venga el Señor”(Vat. II, Ad Gentes, 9). En cierto sentido, la evangelización acelera la escatología. La vida religiosa con su actividad anticipa y anuncia el fin. Todo sus esfuerzos en el campo de la evangelización, de la caridad, de la enseñanza, de la justicia social, tienden a transformar el mundo, a sanar la herida del pecado, a obtener unas justas condiciones de vida. Y todo esto desde las perspectivas de los consejos evangélicos. Al servir al hombre en su aspecto corporal, intelectual o espiritual, anuncian que en Cristo todo ha sido renovado, que Cristo habita en el pobre, en el hambriento, en el desnudo, y recuerdan la inminencia del juicio final(Mateo 25, 31ss). Con el apostolado colaboran a la restauración del mundo, y a la creación de los nuevos cielos y la tierra nueva. “En estos institutos, la acción apostólica y benéfica pertenece a la misma naturaleza de la vida religiosa, puesto que la Iglesia les ha confiado el ejercer en su nombre la propia caridad”(Víctor Codina). “Pongan, pues, especial solicitud los religiosos en que por ellos 292


la Iglesia muestre a Cristo, cada vez mejor, a fieles e infieles, ya sea entregado en la contemplación en el monte, ya sea anunciando el reino de Dios a las turbas, sanando enfermos y heridos, convirtiendo a los pecadores a una vida recta, bendiciendo a los niños y a los jóvenes, haciendo el bien a todos, siempre obedientes a la voluntad del Padre que los envió”(Lumen Gentium 46, 1). “Es un hecho que el carisma, como todo lo que pertenece a la Iglesia peregrina, lleva consigo la imagen del mundo que pasa”(L.G. 48). Esta afirmación no significa que los consejos evangélicos sean transitorios. Los consejos evangélicos pertenecen a la esencia de la Iglesia. Pero, en cambio, son transitorias las formas concretas de vida según los consejos. Los carismas están sujetos a la historicidad y algunos carismas han tenido vigencia sólo para una época determinada. Ahora bien, aunque todo carisma tiene su tiempo áureo en el momento de su fundación, puede suceder que en el transcurso de la historia de la Iglesia se revelen virtualidades nuevas de un carisma antiguo, que antes no podía aparecer claramente. Todos los fundadores, precisamente porque su visión era de algún modo profética, han tenido que sufrir indeciblemente para poder plasmar su carisma, y muchas veces sólo lo han podido hacer a medias. Cristo no cabía en su tiempo. De igual modo, muchos fundadores asumen un proyecto de Dios que va más allá del tiempo presente. Los carismas hay que revisarlos periódicamente para ver si hay algo que no vale, o si ha aparecido alguna virtualidad nueva que le pertenece al carisma, y que no se ha podido desarrollar antes. Esta dinámica de lo provisional es , por otra parte, una expresión de la misma escatología, de que sólo Jesucristo y su Reino son necesarios y absolutos. Un signo claro de que un carisma ha pasado ya es la falta de vocaciones. Elconcilio ha dictado palabras tajantes a este respecto:“Mas a los institutos y monasterios que, una vez oídos los ordinarios del lugar al que pertenecen, no ofrecen, según el parecer de la Santa Sede, esperanza fundada de reflorecimiento, prohíbanles que en adelante 293


reciban novicios, y si es posible, únanse a otro instituto o monasterio próspero que no discrepe mucho de sus fines y en su espíritu” (Perfectae Caritatis 21). “Los jóvenes irán con gusto allí donde esté la alegría de Dios. Interróguense las comunidades religiosas y los movimientos apostólicos que se quejan de la ausencia de vocaciones, sobre la calidad de su alegría y su esperanza. A la inversa, podría mostrarse cómo las vocaciones son, por lo general, numerosas donde resplandece la esperanza y el desprendimiento, la verdadera alegría de vivir, no la que se recrea fuera de las realidades humanas, sino la que nace de la seguridad y la presencia del Señor”(Pier Babin). Dejemos que el Espíritu Santo dilate nuestro corazón a la medida del corazón de Cristo. Que la caridad que calentó el corazón de san Pablo y de tantos hombres y mujeres apóstoles, nos entusiasme también a nosotros, para que intentemos estar a la altura de la misión que se nos ha confiado. Muchos de los conflictos exteriores o interiores se deben a que la mirada se nos ha hecho más corta, la ilusión se ha empañado un poco, y la calidad de nuestra entrega se ha debilitado. Si un avión pierde altura, su vuelo se dificulta. Si un barco navega entre islotes y muy cerca de la orilla, puede encallar. Mientras más grande sea nuestra entrega, mientras más hermosa sea nuestra ofrenda, más bendiciones recibiremos del Señor, y nuestra alegría hará más rica y floreciente nuestra acción apostólica.

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48. SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS.

Los pensamientos originales que presentamos aquí son tomados de las Obras completas de santa Teresa de Lisieux, 5ta. Ed. 1980.

Es impresionante el alto grado de santidad que esta santa logró en tan corta edad. En ella se realizó el verdadero milagro de la cruz. El sufrimiento es la vía más corta y rápida para llegar a la ofrenda de uno mismo, y a la santidad que el Señor nos pide. Ella pidió sufrimiento y lo consiguió. Fue tanto su dolor que al final de su enfermedad llegó hasta el éxtasis del dolor, y desde ahí pasó al éxtasis del amor, cuando en medio del dolor máximo dijo: Dios mío, yo te amo!, y después de estas palabras, expiró. Ella había dicho que el día de su muerte caería una lluvia de rosas desde el cielo. A la hora de su muerte no hubo tal lluvia. Pero el día de su canonización, doce aviones de la Armada francesa abrieron sus compuertas dejando caer toneladas de rosas sobre el Vaticano. Se cumplía así su sueño sobre la lluvia de rosas. La ternura, la ilusión de su fe, y la gran capacidad para amar el sacrificio fueron las alas que la mantuvieron en permanente vuelo de amor tras las huellas de Cristo. A continuación, transcribimos una serie de párrafos sobre su hermosa y santa vida: “El claustro guarda, en permanente gusto, el suavísimo aroma de las flores, -rosales de belleza a lo divino- que cultivó Teresa como ángel bajado del cielo. Pero, ni el claustro o valla podrán nunca menguar la refulgencia de su interior silencio en llama viva” (p.36). “En un determinado momento me hallé frente a la tapa del ataúd de mi madre. Permanecí largo tiempo contemplándolo. Nunca había visto ninguno, sin embargo algo comprendía… Yo tenía 4 años. Era yo tan pequeña, que a pesar de la estatura poco elevada de mamá, tuve 295


que levantar la cabeza para verlo entero. Me parecía muy grande y muy triste. Quince años más tarde, me hallé delante de otro ataúd: el de la Madre Genoveva. Era del mismo tamaño que el de mamá, y me pareció volver a los días de mi infancia. Era la misma Teresita la que miraba, pero había crecido, y el ataúd me parecía pequeño. Ya no tenía que levantar la cabeza para verlo. Sólo la levantaba para contemplar el cielo, que le parecía muy alegre, porque todas sus tribulaciones habían terminado, y el invierno de su alma había pasado para siempre” pag. 60. “Sólo estaba contenta cuando nadie se ocupaba de mí. No podía soportar la compañía de personas extrañas, y sólo en la intimidad del hogar recobraba mi alegría” (p.61). (En la Misa) Mientras el predicador hablaba de Santa Teresa: “Yo ciertamente escuchaba con atención, pero miraba con más frecuencia a papá que al predicador. Me decía tantas cosas su hermoso rostro. A veces sus ojos se llenaban de lágrimas que en vano trataba de contener. A él le gustaba abismarse en la conside-ración de las verdades eternas, y a veces, su alma ya no parecía pertenecer a este mundo. Sin embargo, su carrera estaba muy lejos de terminar. Largos años habrían de transcurrir antes de que la maravilla del cielo se abriera a sus ojos extasiados y el Señor enjugara las lágrimas de su servidor bueno y fiel”. “Hice una confesión general como nunca la había hecho. Al final, el Padre me dijo estas palabras, las más consoladoras que jamás han sonado en los oídos de mi alma: En presencia de Dios, de la Sma. Virgen, y de todos los santos, declaro que Ud. nunca ha cometido ni un solo pecado mortal. Luego añadió: Agradezca a Dios lo que hace por Ud., pues si él la abandonase, en lugar de ser un pequeño ángel, llegaría a ser un pequeño demonio” p.184. “Sé encontrar siempre el modo de estar alegre y de sacar provecho de mis miserias” (p.206). “Ahora no tengo ya ningún deseo, sino es el de amar a Jesús con locura. Mis deseos infantiles han desaparecido. No deseo tampoco 296


ni el sufrimiento, ni la muerte, aunque sigo amándolos a los dos. Pero es el amor el único que me atrae. Durante mucho tiempo los deseé. Poseí el sufrimiento y creí tocar la ribera del cielo, creí que la florcilla iba a ser cortada en su primavera. Ahora, sólo el abandono me guía, no tengo otra brújula” (p.211). “Comprendo y sé por experiencia que el reino de Dios está dentro de nosotros. Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. El, el doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras. Nunca le he oído hablar, pero sé que está dentro de mí. Me guía y me inspira a cada instante lo que debo decir o hacer. Descubro, justamente en el momento en que las necesito, luces que hasta entonces no había visto. Y las más de las veces, estas ilustraciones no son más abundantes precisa-mente en la oración, sino más bien en medio de las ocupaciones del día” (p.213). “Cómo acabará esta historia de una florcilla blanca? Será cortada en plena frescura, o bien trasplantada a otras riberas? Lo ignoro. Pero de lo que estoy segura es de que la misericordia de Dios la acompañará siempre. …… Eternamente cantaré el cántico siempre nuevo del amor” (p.215). “Cantad para Teresa, confines de la tierra, mares, islas remotas, oscuras selvas vírgenes. Ella voló a ustedes en las alas de un sueño enamorado. Quiso abrir surcos de gracia y luz” (p.220). “Desde la humilde celda carmelita, toda henchida de luz y rica pobreza, te hiciste de los hombres la hermana universal. Pequeña, desconocida en tu existencia breve, hoy te contempla el mundo grande como el amor” (p.320). “No todo fueron rosas, Teresa, en tu camino, ni luces de alboradas jubilosas, ni charlas amorosas con tu Amado divino. Conociste, también, noches oscuras, y en el yunque de muchas amarguras se forjó tu destino” (p.834). En la p.7 hay el siguiente testimonio manuscrito de la madre María de Gonzaga, en el registro del monasterio, al margen del acta 297


de profesión de la santa: “Esta flor más del cielo que de la tierra, fue cortada por el divino jardinero a la edad de 24 años y nueve meses, el 30 de Septiembre de 1897. Los nueve años y medio pasados entre nosotras, dejaron en nuestras almas el perfume de las más hermosas virtudes que pueden llenar la vida de una carmelita. Modelo acabado de humildad, de prudencia, de desapego y de regularidad. Desempeñó el difícil cargo de Maestra de Novicias con una sagacidad y una perfección que no tenían igual más que en su amor a Dios. Este ángel de la tierra tuvo la dicha de volar a su amado en un acto de amor”.

49. LA IGLESIA AL SERVICIO DE LOS POBRES “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5, 3). El pasaje de Lc. 7, 22-23 indica la misión de Jesús y la razón de su presencia en el mundo: “Vayan y díganle a Juan lo que ustedes han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el mensaje de la salvación”. Los humildes, los pobres, los sencillos, los que sufren, son los destinatarios directos de la misión de la Iglesia de todos los tiempos. Toda la Biblia es un cántico al humilde y al pobre. El cántico de la Virgen presenta una verdadera predilección por los pobres. La Iglesia sabe que sus hijos, mientras más humildes, más se llenan de Dios; y mientras más se llenan de Dios, son más humildes. Toda la vida de la Iglesia está marcada por una evangelización permanente a los pobres de Espíritu. El hecho de que se dedique a los pobres materialmente considerados, es porque los que no poseen el corazón lleno de cosas de este mundo se encuentran con frecuencia más dispuestos para recibir el mensaje del Evangelio. En muchos 298


pobres se esconde un apetito por las riquezas, gran ansiedad por ser ricos. Esto los aparta del concepto de pobres según el Evangelio. En el verdadero pobre se dan los dos concep tos : pobre (tener poco), y pobre (corazón desprendido). Pobre en el espíritu significa que es una persona que tiene pocas necesidades de cosas, y mucha necesidad de Dios; es decir, hambre de Dios, sed espiritual. La Iglesia se ha esforzado siempre en llegar hasta el pobre . Llegar hasta su necesidad espiritual y también material. Muchos de los primeros cristianos vendían todo lo que tenían y lo entregaban a los apóstoles para darlo a los pobres. Esa había sido la petición de Jesús para liberar el corazón: Vende cuanto tienes y dalo a los pobres. En la Iglesia han nacido muchas Congregaciones para dedicarse a los más necesitados. Los Franciscanos, con el amor a los pobres que tenía san Francisco de Asís. Los Salesianos con la preocupación por la juventud pobre y necesitada. Una gran cantidad de Congregaciones de religiosas dedicadas a hospitales, asilos de niños o ancianos, centros de Misión. Hoy día la Iglesia mantiene una serie de Organizaciones para ayudar a los pobres, especialmente al llamado “tercer mundo”, como son Misereor, Adveniat, Caritas internacional, con sedes en Alemania, Holanda, Estados Unidos. La Iglesia ha despertado en toda Europa una gran conciencia de ayuda hacia el tercer mundo, (Latinoamérica, África, India), y hasta aquí están llegando millones de dólares en ayuda humanitaria. Todo este dinero es canalizado a través de grandes proyectos de servicio a los pobres. La Iglesia tiene muchos prohombres y mártires que han dado sus vidas para denunciar la Explotación y la Injusticia contra los pobres. En los Documentos del Episcopado Latinoamericano, elaborados en Medellín, hubo una opción por los pobres. En la Tercera Conferencia del Episcopado Latinoamericano(CELAM) reunidos en Puebla, Méjico, en 1979, en su cuarta parte, nn.1134 al 1165 hace una opción decidida y preferencial al servicio de los pobres. En 1992, en el Documento de Santo Domingo, la Iglesia ratificó su opción por los pobres. La Iglesia quiere servir al pobre y no servirse del pobre 299


como hacen muchos poderes en la tierra. Ese fue el mandato del Maestro: Lo que ustedes hagan por uno de estos humildes que creen en Mi, me lo han hecho a Mí. Yo les he dado el ejemplo: No vine para que me sirvan , sino para servir, y he servido hasta dar mi sangre por toda esta humanidad. La presencia de Jesús en Israel fue una presencia en medio de los pobres. En este mundo siempre se ha considerado al rico como el más importante. Pero ése no es el pensamiento de Jesús. “ Dirá el Rey a los que estén a su derecha: Vengan ustedes los que han sido bendecidos por mi Padre. Reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer. Tuve sed, y me dieron de beber. Anduve forastero y me dieron alojamiento. Me faltó ropa y ustedes me la dieron. Estuve enfermo o en la cárcel y me visitaron. Entonces los justos preguntarán: Señor, cuándo es que te vimos con hambre y te dimos de comer?…… El Rey les contestará: Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por Mí mismo lo hicieron”. (Mateo 25, 34-40 ). “Las zorras tienen cuevas

y las aves nidos. Pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza”. Mt.8, 20. Las aves poderosas tienen nidos; viejos nidos construidos a su gusto, y donde pueden descansar. Nosotros, las avecillas del bosque, vivimos errantes de rama en rama, y no nos duele volar, porque no amamos los nidos, sino el poder de las alas.

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50. Lecturas Bíblicas para ayudar a meditar 1. Joel 2, 12-18 : Rasguen el corazón, no las vestiduras. 2. Job 2, 1-13 : Comienza la prueba de Job. 3. Oseas 2, 14-20 : Amor de Yahvé a su pueblo. 4. Isaías 54, 10 : Amor que no falla. 5. Salmo 23 : El Señor es mi pastor. 6. Mateo 11, 28-30 : Jesús, nuestro refugio. 7. Mateo 5, 3-20 : Las Bienaventuranzas. 8. Mateo 5, 38-48 : Se les dijo esto, pero Yo les digo… 9. Mateo 20, 24-28 : Ustedes no sean así. 10. Mateo 23, 4 : Lían fardos pesados. 11. Lucas 15, 11-32 : El hijo pródigo. 12. Lucas 19, 1-10 : Conversión de Zaqueo. 13. Lucas 18, 18-27 : El joven rico. 14. Lucas 22, 54-61 : La negación de Pedro. 15. Lucas 8, 4-15 : Parábola del sembrador. 16. Lucas 6, 27-36 : Amor a los enemigos. 17. Juan 6, 3-15 : Jesús multiplica los panes (Pan de vida). 18. Juan 6, 22-27. 34-35 : El Pan de vida. 19. Juan 8, 1-12 : La mujer adúltera. (tirar la primera piedra). 20. Juan 15, 1-17 : La vid y los sarmientos. El tronco y las ramas. 21. Juan 17 : La oración sacerdotal de Jesús. 22. Hechos 5, 29-39 : Profecía de Gamaliel. 23. Romanos 12, 9-18 : El amor mutuo. 24. Romanos 8, 35-39 : Nada puede separarnos de su amor. 25. Romanos 14, 7-9 : Del Señor somos. 26. Gálatas 5, 17-26 : Deseos humanos y deseos del espíritu. 27. Colosenses 1, 15-20 : Himno Cristológico. 28. Colosenses 3, 1-17 : Vida nueva. 29. Filipenses 3, 7-16 : Por amor de Cristo lo he perdido todo. 30. I Corintios 13, 1-7 : Himno a la caridad. 31. Hebreos 5, 1-5 : Me diste un cuerpo.

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51. RESPETO A LA VIDA Respeto a la vida, porque existe el Derecho a la vida. El hombre debe ser responsable ante la vida, pero no el dueño absoluto. La vida viene de Dios, y merece el respeto máximo. Maltus, filósofo ateo inglés, observa lo que pasa en la sociedad. Se da cuenta de que la población está creciendo mucho y que la producción de alimentos peligra. Hay muchas vacas y poca hierba. Surgen dos posibilidades: o sembrar más hierba o matar algunas vacas. Sembrar significa esfuerzo, misión. Siendo ateo, lanzó la alarma sobre la superpoblación diciendo: Hay que detener el crecimiento de la población, porque la comida no llega para todos. Esta idea se esparció por el mundo como una bomba atómica con el título de control de natalidad. Si Dios entra en el control las cosas se hacen bien, pues se respeta la vida. Pero el control está movido principalmente por gente atea, por gobiernos de corte materialista, práctico o teórico. Al apartarse de Dios, el hombre se hace dueño de la vida, la maneja como quiere. El control de natalidad es a como dé lugar. La idea es que no vengan, y si vienen hay que matarlos. Como un pequeño freno a este genocidio universal, surge un principio un poco más suave, que también la Iglesia acepta: La paternidad responsable. Si Ud. no puede alimentar ocho muchachos, entonces que tenga sólo tres, o dos. El control de natalidad es asunto de comida, de supervivencia. No es que la madre sufre si tiene muchos niños. No es que ya el mundo está muy lleno, y no caben más. Es que peligra el suministro de comida para tanta gente. Es que los que llegan de último van a impedir que aquellos que llegaron primero coman bien, que disfruten a plenitud. Aquí surge un problema. No se ve claro que se trate sólo de comida. Si una pareja pobre tiene ocho hijos, y sólo puede alimentar dos, toda la sociedad le cae encima. Todos los programas internacionales le caen encima. Sólo debería tener dos, pues sólo puede alimentar y educar dos. 302


Pero examinemos otra pareja que tiene un par de millones en el banco. Que tiene una buena inversión económica. Esa pareja puede alimentar 20 hijos, pero sólo tiene dos. Nadie, absolutamente nadie, le dice que debe tener ocho o diez, porque puede alimentarlos. El principio no es la comida, no es el estudio, no es la salud. Es un principio egoísta: Es eliminar para estar más cómodo. Es quitar a Dios de la vida del hombre, para establecer la ley del más fuerte. Es asunto de comodidad. Es toda la sociedad que, bajo el imperio de la filosofía materialista, cae en el precipicio de la ley del menor esfuerzo. Es el materialismo que dice que Dios ha muerto, y que el hombre va a organizar la vida como él quiere. Y cada vez que el hombre se aparta de Dios, al final se arrepiente porque le va mal. Se inventan muchos métodos anticonceptivos, pero aún así aparecen muchos embarazos que no eran esperados. El único método perfecto para controlar la natalidad es matarlos. Y la muerte se esparce por hospitales y clínicas como una epidemia. Se acepta que la sociedad juegue todo lo que quiera con el sexo, pues luego los gobiernos vienen a hacer la limpieza de la ciudad. Junto a esa sociedad de mayores que mata a los pequeñines van apareciendo adolescentes que usan armas y matan a mayores. El mal produce mal, y la ruina sólo produce ruina. Estamos ante una humanidad criminal donde se genera un gran miedo social. No se trata de que cada pareja tenga 10 ó 12 hijos. Se trata de que si ya vino, esa vida hay que respetarla, porque tiene derecho a vivir. El pecado de la humanidad es nuestro pecado, y las consecuencias las vamos a sufrir todos. Jesús trajo la resurrección a un mundo de muerte. Nosotros estamos sembrando la muerte en medio de la vida. Jesús vino a sembrar la vida en medio de la muerte. Es una gran misión. Es un gran compromiso. El hombre renuncia a ver la vida como misión y se refugia en el goce inmediato. Por un lado, zafacones de hospitales con fetos muertos que dan pavor. Por otro lado, una comunidad de envejecientes, vacíos por dentro, insatisfechos, que diceh: nuestra vida ya no sirve, ya no tiene sentido. Han servido a su famila setenta u ochenda años 303


y ahora ni siquiera tienen el gozo de haber servido. Es que la vida es una misión. Y como misión, la vejez está llena de grandezas. Pero si se ha puesto como finalidad de la vida sólo el goce inmediato, ese organismo, en la vejez no responde. Es Dios que se ha ido, y que en ese corazón se ha muerto. No se quiere el niño, porque la presencia del niño descontrola muchos planes de la pareja. Pero se gusta del perrito. El perrito es muy simpático, es algo agradable. Pero cuando se rechaza al niño, porque molesta, y se siente mejor la compañía del perrito, estamos cayendo en la ley del menor esfuerzo. O sea, nos hacemos un poquito más animalito. Los razonamientos pueden ser preciosos. Pero las consecuencias suelen ser bien duras cuando la sociedad va en decadencia. Por el egoísmo, por el goce inmediato de la vida, al acumular pecado sobre pecado, la vida del hombre va cayendo en un laberinto de tinieblas que constituye un destino oscuro. Se inventan cosas y más cosas para el entretenimiento del hombre, pero el hombre no sabe para dónde va. El misterio del hombre sólo se aclara en el misterio del Verbo encarnado. Sólo Jesucristo puede dar sentido a la vida del hombre. Seguirlo a El se hace necesario para que este mundo encuentre la verdadera felicidad.

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52. CELEBRACION DE LA MUERTE “El bueno agradó a Dios y Dios lo amó. Vivía entre peca-dores y Dios se lo llevó. Lo arrebató para que el mal no pervirtiera su mente, para que el error no sedujera su alma, pues como un hechizo la maldad oscurece el bien, y el vértigo de la pasión pervierte al espíritu inocente. El consiguió en poco tiempo la perfección que se logra en muchos años. Como su alma era agradable a Dios, Dios se apresuró a sacarlo de la maldad” (Sabiduría 4, 10-14). “Considero que los sufrimientos de la vida presente no son nada comparados con la gloria que un día se nos mostrará” (Romanos 8, 18). La muerte hay que verla desde lo único que le da sentido: Jesucristo, muerto y resucitado. Los fieles difuntos no son los que se marcharon para siempre, sino los que nos esperan para gozar juntos una plenitud de vida. Para el hombre de fe, para el cristiano, todo acontecimiento se vuelve una sola celebración: Celebrar la vida como misterio que sólo Dios puede iluminar. Frente a la muerte hay varias posturas: - Un abismo, el fin absoluto, la nada. En un canal de televisión europea se le preguntó a la sra. Marlene Dietrich: Cree Ud. en el más allá? Ella contestó: “No, pues no habría suficiente espacio allá arriba para que todos estuviéramos dando vueltas”. Mucha gente que nos rodea no cree en el más allá. – El cristiano ha hecho una opción: Creo en la otra vida. Siguiendo a Jesús resucitado, yo creo en la vida eterna. Nuestro cristianismo no puede ser fruto de una simple herencia familiar, o de la sociedad. Debe ser algo tan profundo que arranque en mí una opción personal de fe en la vida eterna. El Evangelio es un testimonio de la victoria sobre la muerte y el paso hacia la otra vida. Jesús como dueño de la vida le dijo a Lázaro y al hijo de la viuda de Naím: Levántate, yo te lo digo. Más tarde, la resurrección de Jesús será la respuesta evidente del señorío sobre la muerte. Esa respuesta apoya y da vida a nuestra 305


esperanza: “ Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”, dice san Pablo. Al recordar a los que partieron ya del mundo, nos sentimos llamados a la vida, a la vida que no se acaba. Pero esa vida no es un simple regalo que se recibe a la hora de morir. Es una vida que se va construyendo mientras vivimos aquí, en este mundo. Esa conquista se hace por la fe. Esta vida es precisamente para eso, para construir la otra vida, usando la fuerza de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Ir recibiendo en nosotros esa fuerza del Espíritu Santo que nos hará resucitar. Esta es la forma como Cristo llamará a sus elegidos: Vengan, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed, estuve enfermo, estuve en la cárcel, y se ocuparon de mí. El servicio al otro es un servicio al mismo Jesucristo. El mundo está necesitado de hombres y mujeres de bien, que crean en la vida eterna, y que organicen sus vidas en un plan de salvación. Hombres y mujeres que se vayan alimentando de Dios, que coman el pan de los fuertes, y que conduzcan este mundo hacia el despertar de una vida nueva, siguiendo a Jesucristo, viviendo su doctrina, y logrando una transformación espiritual con la ayuda de Dios y con el esfuerzo personal. La Iglesia, ante la muerte, no llora. La Iglesia celebra la muerte. Se comprende nuestra debilidad y nuestro llanto, pues nos sentimos muy inseguros en este mundo, y nos aferramos unos a otros, tratando de cuidar este don precioso de la vida. La Iglesia celebra el paso hacia la verdadera vida, celebra la victoria de la fe. La fe que nos entregan el día de nuestro bautismo se ve envuelta en muchas dificultades de este mundo materialista. Cuando uno muere en la fe, es para la Iglesia la victoria de la vida, pues no se ha perdido la fe, sino que se ha recorrido el mundo con esa fe y se ha vencido. La palabra de Dios es escuela…La enfermedad es escuela… La muerte es una escuela. Asistimos a muchos funerales, pasamos por muchos hospitales, vemos la fragilidad de la vida, nos damos cuenta 306


de que somos un manojito de carne débil que por cualquier cosa se resquebraja, pero no aprendemos mucho en esa escuela de la enfermedad o de la muerte. Seguimos agonizan-do como siempre. Agonizamos porque le damos más importancia a lo que tiene menos. Las tres cositas materiales nos devoran, y nos quedamos vacíos de los grandes principios que le dan sentido a la vida del hombre. Aprendemos poco, porque estamos acostumbrados a lo sencillo y común de cada día, y cuando entramos a meditar en las postrimerías del hombre, en el más allá de esta vida, en la esperanza del cielo, nos perdemos y no aprendemos mucho. Para escoger y vivir el camino de la fe hay que escoger el camino del dolor. No el camino del dolor buscado, sino el camino del dolor aceptado, y luego dolor ofrecido. Todos en esta vida tenemos que sufrir, tenemos que cargar una cruz, porque pertene-cemos a este valle de lágrimas. El que tiene fe acepta los pequeños o grandes golpes de la vida y los ofrece como ofrendas de amor a Dios. Así, la cruz se hace más liviana. Quien no tiene fe vive una cadena de tragedias, porque no sabe dónde colocar los sufrimientos, y los encuentra sin sentido. Cuando un alma entra en una fuerte enfermedad, en un cáncer doloroso, en un gran sufrimiento que le maltrata, vive un verdadero misterio en su partida. Cuando en medio del dolor, el enfermo pronuncia en su espíritu la palabra acepto, está pasando del éxtasis del dolor al éxtasis del amor, y allí ya es propiedad de Dios, y el mundo no lo puede dañar. Ha sido plenamente liberado. Cuando vivimos con sed de Dios, con deseo de estar con El, cuando le ofrecemos todo con gusto, entonces, los sufrimientos, penalidades, decepciones, soledades, todo contribuye a enriquecer nuestra vida en el Espíritu. En cada bautizado, en cada hombre o mujer que tiene fe, Dios se va manifestando, pero en forma velada. Del mismo modo que Dios se manifiesta en el susurro del viento, en una tarde apacible, en una meditación serena, en el canto de las aguas de un río, en el calor del fuego, en una flor 307


que se abre, en la sonrisa de un niño, o en las manos levantadas de alguien que está rezando, Dios se manifiesta en cada uno de nosotros. Y mientras más vivimos de fe, y mientras más sentimos deseos de acercarnos a Dios, Dios se mostrará más claro en nuestras vidas y seremos más felices.

Hay problemas que solo se resuelven de rodillas, con las manos muy juntas, y la mirada puesta en el amor infinito de Dios.

En silencio crecen los árboles. En silencio suena la canción del río. En silencio vuelan las aves. En silencio se escucha la voz de Dios. En silencio nacen las grandes ideas. En silencio el sufrimiento se vuelve oración. Son muchas las circunstancias de la vida en que las palabras sobran, y sólo el silencio resuelve. 308


53. La Bondad – La Paradoja de Carlin. - De todas maneras. Este es el decálogo de lo que significa ser bueno. 1. Ser bueno es olvidarse de sí mismo para pensar en los demás. 2. Ser bueno es perdonar, sabiendo que la debilidad es más grande que la maldad. 3. Ser bueno es tener compasión de la debilidad de los otros, pensando que nosotros no somos diversos de los demás, y que si nos encontráramos en las mismas circunstancias, a lo mejor seríamos peores que ellos. 4. Ser bueno es saber cerrar los ojos a la ingratitud. 5. Ser bueno es dar sin esperar recibir, sabiendo sonreír a quien no comprende nuestra generosidad. 6. Ser bueno es ser sacrificado, teniendo el valor de añadir al peso de nuestros sufrimientos, parte de las cargas de los demás. 7. Ser bueno es saber sonreír siempre, aunque estemos con el corazón destrozado. La alegría la puedes repartir, el dolor sólo es para ti. 8. Ser bueno es aceptar el lamentable hecho de que mientras más damos, más nos piden. Y también saber que mientras más damos, más nos queda para dar. 9. Ser bueno es no reservarse para sí más que la alegría de una conciencia limpia, y algún lugarcito al lado de la cruz de Cristo. 10. Ser bueno es reconocer con sencillez que de verdad bueno es sólo Dios. Lo que de verdad vale, lo que queda al final de nuestra vida es ser bueno. No hay nada más excelente que la bondad. Jesús se presenta en el Evangelio con un rostro bueno y humilde:Mateo 11, 28-29. Jesús, dicen los Hechos de los apóstoles, pasó por la vida haciendo el bien. No necesitas creer en la bondad de nadie. Te basta que alguien pueda creer en tu propia bondad, como anuncio de la presencia de Cristo en ti. 309


LA PARADOJA DE NUESTROS TIEMPOS Traducción de : “The Paradox of our times” por Giorge Carlin. 1. Tenemos edificios más altos, y más bajos temperamentos. Avenidas más anchas y más estrechos puntos de vista. 2. Tenemos menos y gastamos más. Compramos más y disfrutamos menos. 3. Tenemos casas más grandes y familias más pequeñas. Tenemos más facilidades y menos tiempo para usarlas. Tenemos más títulos y menos sentido práctico. Tenemos más conocimientos y menos juicio. Más expertos y más problemas, más medicina y menos salud. 4. Bebemos demasiado, fumamos demasiado, gastamos con demasiada facilidad. Reímos muy poco, conducimos muy rápido, nos acostamos muy tarde, nos levantamos cansados, leemos con poca frecuencia, vemos demasiada televisión, rezamos muy raramente. 5. Hemos multiplicado las posesiones, pero hemos reducido los valores. 6. Hablamos mucho, amamos muy raramente, odiamos con mucha frecuencia. Le hemos añadido años a la vida, pero no le hemos dado vida a los años. Hemos aprendido a ganar el sustento de la vida, pero no a ganar la vida misma. 7. Hemos viajado hasta la luna, pero encontramos dificultad en cruzar la calle para ir a saludar algún nuevo vecino. Hemos conquistado el espacio exterior, sin conquistar nuestro propio espacio. Hemos hecho cosas más grandes, pero no cosas mejores. 8. Hemos limpiado el aire, pero hemos contaminado el alma. Hemos bombardeado el átomo, pero no hemos roto nuestros prejuicios. Escribimos más y aprendemos menos. 310


Planificamos más, y realizamos menos. Hemos aprendido a tener prisa, pero no a saber esperar. Hemos construido más computadores para dar más información, pero hay menos comunicación entre nosotros. 9. Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta. Hombres grandes y carácter pequeño. Profundas ganancias y amistades superficiales. Se habla mucho de paz mundial y hay demasiadas guerras domésticas. Hay más tiempo para el descanso, pero es menos entretenido. Más clases de comida pero menos nutritivas. 10. Son tiempos de doble salario, y más divorcios. Casas más lujosas y hogares más rotos. 11. Son días de viajes rápidos, pañales desechables, moral por el suelo, noches sin dormir, cuerpos gruesos, pastillas que sirven para matar, y que llevan a todo, desde la euforia hasta la calma. 12. Este es el tiempo en que hay mucho en el escaparate y poco en el almacén. Mucha presentación y poca interioridad. Este es el tiempo en que la tecnología le trae preciosos mensajes, y que Ud. los puede meditar, o borrarlos en cuestión de segundos. Esta paradoja de Carlin se llama también la paradoja americana, pues es en EE.UU. donde más se dan estos conceptos y desde aquí se propagan.

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DE TODAS MANERAS La gente es irrazonable, ilógica y egoísta. Ámala, de todas maneras. Si triunfas ganarás falsos amigos y verdaderos enemigos. Triunfa, de todas maneras. Si haces el bien, la gente te acusará de tener motivos egoístas. Haz el bien, de todas maneras. La honradez y la franqueza te vuelven vulnerable. Sé honrado y franco, de todas maneras. El bien que hoy hagas se olvidará mañana. Haz el bien, de todas maneras. La gente más grande, con las ideas más grandes, puede ser aniquilada por la gente más pequeña, con la mente más pequeña. Piensa en grande, de todas maneras. Lo que has tardado muchos años en construir, puede desaparecer de la noche a la mañana. Construye, de todas maneras. La gente favorece a los de abajo, pero sigue a los de arriba. Lucha por los de abajo, de todas maneras. Da al mundo lo mejor de ti mismo, y recibirás en cambio un puntapié. Da al mundo lo mejor de ti mismo, de todas maneras.

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Dios nos cuida mรกs que a las aves y a los lirios del campo. 313


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P. Gumersindo Díaz SDB Nací en Pontón, La Vega, República Dominicana, el 13 de Enero de 1937. Entré al Semi-nario salesiano de Jarabacoa el 11 de Octubre de 1954. Hice mi primera Profesión Religiosa el 16 de Agosto de 1960, en Arroyo Naranjo, Habana, Cuba. Hice mi Profesión Perpetua el 11 de Agosto de 1966, en Santo Domingo, República Dominicana. Fui ordenado sacerdote el 29 de Marzo de 1970, Pascua del Señor, en Barcelona, España. El centro de mi vida sacerdotal ha sido la devoción a Jesús Eucaris-tía, Jesús Pan de Vida, Misterio de Amor. Llevo 16 años haciendo una hora semanal de Adoración Eucarística con un buen grupo de personas que aman mucho la Eucaristía. El folleto “Adoración” (1991), y el folleto “Jesús Pan de Vida”(1999) los he escrito para adorar al Señor ante el Santísimo Sacramento. Este libro Manantial brota como un surtidor de agua pura, de esa vida que Jesús comunica al que se acerca al horno ardiente de caridad que es su divino Corazón. El grupo “Los amigos de Jesús”, iniciado en Jarabacoa en 1995, es un grupo fundado para adorar al Santísi-mo Sacramento. Este libro le ofrece al lector la oportunidad de escoger cualquier capítulo y sentarse frente al Sagrario a meditar en el Misterio de Jesús Eucaristía. Además de ser un subsidio para la meditación y la adoración, he escrito este libro para darle gracias al Señor, por lo mucho que ha bendecido mi vida, y por los hermosos ratos pasados en su compañía ante al Sagrario, en estos 30 años de vida sacerdotal. Mi servicio pastoral ha sido principalmente la Pastoral Vocacional (1970-1983), y la vida parroquial(1984-2000). En mi sacerdocio he sido muy feliz, y le doy gracias al Señor por haberme llamado a estar con El para siempre. 315


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Salto de Jimenoa Jarabacoa, R. D.


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