S ignos QUINTANA ROO, ENTRE LO ILUSORIO Y LO NECESARIO
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os personajes del poder político debieran entender alguna vez que también tendrían que usar ese poder para que sirviera de algo allí donde lo ejercen, si es que no alcanzan a razonar que servir al interés público debe ser la regla y no la excepción del quehacer político. Porque en una democracia tiene que haber fronteras, umbrales, para los oprobios y los despilfarros de las investiduras y las decisiones que se pagan con el erario, y que si se siguen dejando a la inercia del azar entonces el naufragio y la incontinencia de unos y otros males serán -como se advierten ahora mismo- costumbre y cultura en una cotidianidad de la inconciencia y la barbarie, donde a la anarquía y el fuero criminal, como en Tulum, sólo se responda con algo tan ordinario como la improvisación y lo que salga del voluntarismo y la politiquería -donde priva la más absoluta descoordinación policial, militar, ministerial y judicial- frente a la pasmosa pasividad y la tolerancia social. Los nuevos tiempos no son los nuevos tiempos de mejores cosas sino sólo los del anodino correr del calendario. Las nomenclaturas, las nóminas partidistas, los nombres en el poder y sus aspirantes a asumirlo, son elementos de un reciclaje que en el mejor de los casos sólo gira al margen de los más graves conflictos que esa comunidad política debe-
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25/10/2021 I
estosdías
ría atajar y, en el peor, es parte activa y principal ganadora en el río revuelto de los mismos. Si candidatos, legisladores, gobernantes, dirigentes partidistas, y autoridades judiciales y con calidad de decisión en todos los niveles y obligaciones de convergencia republicana en la entidad, mantienen la misma condición de sólo espectadores o beneficiarios o nuevos autores del declive progresivo de Quintana Roo, como en el curso de la historia, el horizonte de su democracia envilecida estará sellado. Así, los grupos delictivos -de alcurnia empresarial o de bala vil- seguirán invictos y enriquecidos. Los sicarios seguirán cumpliendo devota y puntualmente sus deberes a la vera de quienes tienen la obligación de impedírselos cumpliendo con su mandato de ley. Los recursos fiscales y los valores constitucionales seguirán en la empinada cuesta de la bancarrota. El paraíso silvestre será un estanco residual. Y más turistas incautos e inocentes desprevenidos seguirán cayendo bajo el fuego de los jefes del mercado del vicio que tanto y de manera tan vertiginosa pudre las oportunidades de la justicia y de la convivencia civilizada. Los ciudadanos y la opinión pública, en su caso, debieran dejar de ser esas abstracciones de la oratoria que a menudo parecen ser, y ejercer el derecho de hacerse respetar