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Pinceladas ‘La Misión de Paz’ de Jean Dan iel, JFK y Fidel Castro

como François Miterrand. El ex primer mandatario francés quería saber más de la cuenta sobre Fidel Castro y John Fitzgerald Kennedy. El jurado que concedió el premio destacó que la labor de este argelino de origen sefardí, que participó

en la liberación de Argelia y fue voluntario en la División Leclerc contra Hitler, supone recoger la herencia intelectual, el coraje y el rigor ético de autores como Albert Camus o George Orwell, convirtiéndole en un baluarte del mejor periodismo humanista de nuestra época. En la entrega del galardón, Daniel, cuyo prestigio internacional comenzó gracias a una entrevista que realizó a John F. Kennedy, hizo un llamamiento ante un repleto Teatro Campoamor a luchar contra “ese nuevo mal” llamado terrorismo, “heredero del nazismo y el bolchevismo”.

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Entre sus obras destacan ‘El error’ (1953); ‘Diario de un periodista’ (1959); ‘El tiempo que queda’ (1973), con el que obtuvo el Premio Internacional de Prensa; ‘El refugio y la fuente’ (1977); ‘La era de las rupturas’ (1979); ‘De Gaulle y Argelia’ (1986), ‘Las religiones de un presidente’ (1988); ‘La herida (1992); ‘El amigo inglés’ (1994) y ‘Naciones y nacionalismos’ (1996). François Mitterrand nunca pudo ser amigo Jean Daniel. No entendió a los periodistas y menos a su decano quien siempre guardó silencio sobre ‘La Misión de Paz’. Tras valorar el magnicidio de Dallas, consideró con el Comandante de la Revolución de Cuba, que la historia debía conocer el fracaso de un proceso de paz, interrumpido por las balas Lee Harvey Oswald, un exmarine estadounidense que, presuntamente asesinó a John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963. Oswald había sido liberado honorablemente del servicio activo en el Cuerpo de Marines y enviado a la reserva. Desertó a la Unión Soviética en octubre de 1959 y vivió en Minsk hasta junio de 1962, cuando regresó a los Estados Unidos con su esposa rusa, Marina, y finalmente se estableció en Dallas. Cinco investigaciones gubernamentales concluyeron que Oswald disparó y mató a Kennedy desde el sexto piso del Texas School Book Depository mientras el presidente viajaba en una caravana por Dealey Plaza en Dallas en un Lincoln convertible, acompañado del gobernador de Texas y sus respectivas esposas. A pesar de la evidencia forense, balística y de testigos presenciales que respaldan los hallazgos oficiales, las encuestas de opinión pública han demostrado que la mayoría de los estadounidenses no creen en la versión oficial de los hechos emitidos por la Comisión Warren.

Jean Daniel, decano mundial del periodismo el hombre que acompañó a Miterrand en la Península de Yucatán. Escribió Carlos Fuentes… “Era joven (para un francés). Bien parecido (para su edad). Inteligente (como casi todos los franceses). Y era misterioso. Tenía un aire de personaje de Graham Greene o de Eric Ambler. Solo que su personalidad misma escondía juventud, apariencia física, inteligencia y misterio, detrás de una fachada de

bonhomía sonriente y elocuencia verbal. ¿Lo había visto, muchos años antes, acompañando a su amigo Albert Camus en las noches existencialistas del cabaret Tabú? ¿Lo veía ahora como realmente era, o como el emisario de una relación peligrosa y esperanzada dentro de la guerra fría?

Él pasaba por México desde Washington y rumbo a La Habana. No había comunicación aérea entre Cuba y Estados Unidos, de manera que el paso por México era obligado. Él acababa de conversar en la Casa Blanca con el presidente John F. Kennedy, quien reconoció que pocos países habían sido tan humillados por Estados Unidos como Cuba y que ahora Estados Unidos pagaba el error de haber apoyado a Batista. Solo que Cuba ya no era un problema cubano, sino mundial, insertado en la guerra fría. Castro obraba, quizás, por independencia, locura, orgullo, o ideología. “Venga a verme cuando regrese de Cuba -me dijo el presidente Kennedy, asesinado en el momento en que él, Jean Daniel, conversaba con Fidel Castro en La Habana. El líder cubano imaginaba lo imposible: que Kennedy entendiese la realidad latinoamericana y se convirtiese en el más grande presidente de los Estados Unidos...”. “Cuento lo anterior porque sitúa a Jean Daniel en el centro mismo de su profesión de periodista. Escucha. Entiende. ¿Calla... o publica? ¿Dice... o guarda silencio? Lo mueve una sensación hiriente: la cruel intimidad, no de Kennedy y Castro, sino de Estados Unidos y Cuba. Lo asalta una pregunta aún más cruel: ¿La muerte revela secretos? Lo persuade, en fin, una convicción profesional: el periodismo permite revelar lo que no afecta a la vida personal de terceras personas. Tardé en darme cuenta de esta verdad, presente en la conciencia del hombre que conocí en México, el que venía de Washington e iba a La Habana. Creí entenderlo un poco mejor durante la visita a México del presidente François Mitterrand en 1981. Simpatizante del presidente, simpatizante del socialismo, noté entonces en Jean Daniel una cierta distancia que se resistía a la seducción que tan bien sabía desplegar Mitterrand.

Distancia, pero no por antipatía hacia el poder, sino por esa fidelidad a la polis, a la ciudad, a la sociedad, que es la fidelidad del periodista y que dificulta la amistad con el poder cuando se escribe sobre el poder. No hablo, aquí, de divergencias frontales y legítimas del periodista con un poder opuesto al periodista, sino de la -¡cuánto más difícil!- relación del periodista con un poder con el que está de acuerdo, pero al cual no puede dejar de juzgar, en nombre del periodismo, sí, que es el nombre de la sociedad, de la política, de la polis, de la ciudad compartida por el poder y sus críticos, incluso de los que simpatizan, pero no dejan de juzgar al poder.

Entendí entonces, que el misterioso hombre que iba de Washington a La Habana, que el escéptico hombre que acompañaba a Mitterrand a Yucatán, tenía una lealtad con su profesión que no le impedía acercarse al poder pero diciéndole al poder: soy respetuoso, pero no soy conformista. Soy periodista: quiero conocer la afirmación y su negación; quiero conocer la negación y su afirmación. La historia, nos dice Milan Kundera, no es maestra de la verdad, por el simple hecho de que se está haciendo y no ha dicho su última palabra. Esto es lo que hace Jean Daniel: ve la historia que se está haciendo. Se niega a ponerle el letrero “Fin” a la historia porque cree, con ironía cierta, con escepticismo visible, que debemos abrir un horizonte mejor para todos, “fuera -nos dice- de la facilidad del hábito y la fatiga del uso”.

En México, durante mi juventud estudiantil, me reservaban un ejemplar, de ‘L’Express primero’, del ‘Observateur’ en seguida, en la ‘Librairie Française’ del paseo de la Reforma. Era nuestra manera de ligarnos al mundo, fuera de las exigencias del nacionalismo mexicano. Nuestra manera, leyendo a Jean Daniel, de hacernos parte del mundo, partícipes de sus peligros y de sus oportunidades también, pero sobre todo, leyendo a Jean Daniel, de entendernos mejor a nosotros mismos. África del Norte nos concernía. Checoslovaquia era nuestra. Francia nos pertenecía, y éramos, por todo ello, gracias a Jean Daniel, más mexicanos, más latinoamericanos. ¿Qué nos decía, pues, nuestro grande y querido amigo? Lo mismo que le dijo hace años Albert Camus, con la voz de Juliette Greco en la penumbra, al salir del ‘Tabú’. “No podemos tener la razón solitariamente”. Gracias, Jean Daniel, por estar con nosotros. *Este artículo de Carlos Fuente fue publicado en el periódico español El País, el 11 de octubre del 2010.

@SantiGurtubay @BestiarioCancun www.elbestiariocancun.mx

El BEstiario

Cuba logró convertirse en el primer país del mun- de sangre, de colorines verdes, casi siempre nocturnas, do ‘libre de gordos’. Los habaneros y los santiagueros como si estuviéramos jugando al Nintendo o al PlaySta-Santiago J. Santamaría Gurtubay de entonces soñaban con ser gordos. Nadie quería ser flaco. Todos querían ser gordos. Parecía un mundo al tion…”, nos explican varios cubanos. El director manchego de la ‘Movida Madrileña’, Pe *Columnista Colaborador revés. El cantante español Javier Gurruchaga, el de la “Orquesta Mondragón”, se inspiró en ese deseo reprimido de los cubanos para su canción donde loaba a las gordas. Esta canción, “Ellos las prefieren gordas” fue un éxito de ventas en España y en otros países europeos y latinoamericanos. Gurruchaga, donostiarra (nacido en San Sebastián, País Vasco), era visitador asiduo de las fiestas que se celebraban casi todos los días de la semana en la capital cubana. La más famosa, la que se conocía como ‘El Periquitón’. Era el lugar de encuentro de una auténtica ‘movida habanera’. El escenario, una amplia propiedad privada, ‘visitada’ más veces que menos veces por la Policía. No faltaba alguna que otra ‘bronca’ de gente pasada de tragos, donde algo tenían que ver los adulterados rones y los ‘terminators’ que se obtenían mediante alambiques y filtros caseros instalados ilegalmente en barrios como Marianao, La Lisa, Santa Fe, San Miguel del Padrón; Centro Habana, Diez de Octubre, Luyanó…, a partir de los alcoholes que se repartían en la ‘Bodega’, a la población para sus hornillos de cocina, muchos de ellos también ‘inventados’. Estos ‘tragos de la hostia’, como los bautizaban los gallegos borrachines, y conocidos en Cuba como ‘chipetrenes’ y ‘azuquines’, aparte de ‘arrasar’ las gargantas, los esófagos y estómagos de lo flacos cubanos, ofrecían un súbito ‘colocón’ al consumidor. Algunos, llevados por el empacho etílico y por sus fiebres nacionalistas y antiimperialistas no dudaban en afirmar… “Esto es lo mejor de Cuba… Un día si prueban estos ‘chipetrenes’ y ‘azuquines’ los yanquis, olvídate de la coca en ‘la yuma’ y en el mundo mundial. Te metes tan solo un par de tragos y comienzas a bailar bajo las estrellas como si estuvieras en ‘Tropicana’….”. La falta de ‘jama’ aceleraba, como no, los ‘colocones’ de ‘El Periquitón’. No faltaban también fármacos como ‘parquisonil, ‘atropinas’ o ‘mercas’ -éstas últimas no eran más que anfetaminas, tranquilizantes, relajantes, ‘meprobamatos’, ‘diazepanes’… machados-. Se ‘expendían’ sin recetas en las amplias ‘farmacias’ instaladas y abiertas las 24 horas en todos los cuartos de baño y cocinas de las viviendas de Cuba. Comida no había en las ‘fridges’, pero sí medicamentos. ¿Qué hubiera sido de los cubanos sin ellos? La medicina preventiva desarrollada por los dirigentes revolucionarios, ostigados por el bloqueo enemigo que impedía disponer de material para desarrollar una medicina hospitalaria, tenían un efecto ‘terciario’: La hipocondria generalizada. Había que educar a la población a prevenir y estar atento a cualquier brote de dengue u otra epidemia, alguna inducida desde el vecino exterior del Norte. “No estábamos paranoicos. Pudimos demostrar en más de una ocasión que llegaban a regar con productos químicos nuestras casas y nuestras cosechas para jodernos. Esta gente de los gobiernos de EE UU tiene un lado no amable, no democrático. dro Almodóvar y sus chicas, entre ellas Bibi Andersen, viajaban hasta ‘El Periquitón’ Con ellos compartíamos un descanso tras ‘Andar La Habana’, como dice el historiador Eusebio Leal, recientemente fallecido, sentados en los soportales del emblemático edificio ‘art deco’ de El Vedado, López Serrano… El agua era el producto VIP (el very important personality, el que más mea, el mocomgo achevere, el pincho…) de las estanterías de las destartaladas neveras, en su totalidad norteamericanas, usuales en Cuba antes del triunfo de la Revolución, y que habían aguantado firmes décadas de socialismo… “Si hubiéramos metido de repente un kilo de carne, de pollo o de pescado en esos frigoríficos -entenderá que hablar así era delirar en los noventa…-, estamos convencidos que se hubiesen quemado sus motores o hubiesen comenzado a reírse los ‘fridges’…”. Estos psicotrópico eran los ‘éxtasis’ y los ‘cracks’ del ‘Período Especial’ de la gente más ‘guapa’. Pedro Almodóvar y sus chicas, entre ellas Bibi Andersen, hablando de ‘movidas’, protagonistas ellos una década atrás de la ‘Movida Madrileña’ en el barrio de Malasaña y en sus bares de copas como la “Vía láctea”, acudieron al encanto de ‘El Periquitón’. En una ocasión, hubo una redada y fueron trasladados a una estación policial. La popularidad de los ‘Almodóvar’ movilizó al personal de la Embajada de España. La detención se convirtió casi en secreto de Estado tanto en Cuba como en el país ibérico. La Isla, desafortudamente para Pedro y Bibi, disponía por entonces de unas ‘redes virtuales a lo cubano’, conocidas popularmente como ‘Radio Bemba’. Una historia verídica acaecida en una calle se convertía como por arte de magia en leyenda en apenas una cuadra. El personal de la noche habanera, que recibía el amanecer sentado en El Malecón, frente a la Fiat o al Hotel Nacional, se solidarizó con el director manchego y su “Ley del deseo”. Su detención era el ‘monotema’ esa madrugada. Hay quienes situaban a los españoles en prisión, cuando estaban ya en libertad, siguiendo su juerga en el corazón de El Vedado. Dicen que Bibi Andersen se enamoró ese día de un ‘jinetero’ tonto que vivía en plena Rampa, Asdrúbal, con quien convivió en Madrid durante años. Asdrúbal es hoy un cotizado modelo, ‘desfilador’ de la Cibeles. Bibi Andersen sigue trabajando en cine y en teatro. Y Almodóvar, estrenando. Todos ellos encontraron la marcha y libertad de antaño que se vivió en los primeros años de la transición en España, en las calles de la ‘dictadura castrista’, como gustan así calificarlas los dirigentes del Partido Popular de España, eufóricos al conocer por las encuestas que España quiere cambiar de Zapatero. Los españoles arrastraban mil ‘historias’ sexuales, buscando una libertad que no tenían en su país, aderezadas de soledad “Muchos españoles que no hablaban más que LA LEY DEL PLOMO O PLATA TIÑE DE SANGRE LAS URNAS DE MÉXICO, PARA ESTAS PELIGROSAS ELECCIONES DEL ‘6 DE JUNIO’ El país del Morena vive el proceso electoral más violento de su historia reciente: las amenazas de muerte, los tiroteos en pleno mitin, secuestro de candidatos y el asesinato de 35 de ellos marcan “unos comicios locales con pocas garantías democráticas”, según el periódico español El País. A sus rivales les habían pintado bigote, perilla y algunos cuernos. A él, un lazo negro y un mensaje: descanse en paz. Una frase que en otro país, en plena campaña electoral, puede resultar una broma macabra, pero en México estos días significa una sentencia de muerte real. Tres semanas después de que intentaran asesinarlo a balazos, el candidato del PRI a la alcaldía de Morelia (Michoacán), Guillermo Valencia, se mueve con un chaleco antibalas, en una camioneta blindada y rodeado por cuatro hombres armados hasta los dientes. Cuando en la calle un vecino se acerca a saludarlo bruscamente, siente que se le sube el estómago a la garganta, sus músculos se contraen y él solo puede sonreír. La ley del plomo se ha impuesto en una contienda electoral en la que las reglas democráticas más básicas han saltado por los aires. Entre el crisol de partidos y siglas, no faltan candidatos que aspiran a formar parte de la élite de la plata ‘corrupta’ y no les importa incluso sacrificar hasta su propia vida. El proceso electoral se ha convertido en el más violento de la historia reciente del país. Han sido asesinados desde septiembre al menos 35 candidatos —según las últimas cifras de la consultora Etellekt, registradas hasta el 30 de mayo—, en su mayoría a puestos municipales, y se han contabilizado más de 782 agresiones, incluidas amenazas de muerte, además de las que por razones obvias no se han denunciado y permanecen en la sombra. México se asoma a estas elecciones de este domingo en las que al menos una decena de aspirantes se ha retirado de la contienda por amenazas contra su vida o la de sus familiares; por motivos más horribles, como el asesinato o secuestro; porque han baleado su casa, sus coches o sus puestos de campaña, o bien, como en el caso de una excandidata, porque han arrojado a su esposo descuartizado en una cuneta. Ante este panorama, el presidente Andrés Manuel López Obrador, AMLO, de Morena insistía esta semana en que el país “está en paz” y hay elementos suficientes para “garantizar la gobernabilidad”. La imagen de rincones del país en crisis de violencia en vísperas de los comicios más grandes de su historia —en los que se eligen hasta 2,000 cargos locales, se renueva la Cámara de Diputados federal y se eligen 15 gobernadores— es para el Gobierno poco más que una exageración mediática. Y eso pese a que, por su parte, algunos órganos electorales estatales hayan anunciado que al menos en 40 municipios es posible que los vecinos no puedan ni siquiera votar porque no existen condiciones de seguridad suficientes como para instalar una casilla. Tal es el No les importa bombardear Bagdag y matar a miles y ‘mieda’ de nuestro sistema y dirigentes -eran un ‘fal-caso de Aguililla (Michoacán), epicentro de la guerra de cárteles desde hace meses. miles de civiles… y pasarnos imágenes, sin una gota taderespeto’- venían buscando una libertad en las re-

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