17 minute read

Signos Cuando lo importante no existe

SignoS

CUANDO LO IMPORTANTE NO EXISTE

Advertisement

Quedarse en el barullo de la superficie, en

la discusión de lo anecdótico, en el espectáculo de la gritería, eso es el ‘debate’ político y el interés de la opinión pública de los tiempos. La menudencia temática y la diatriba de guerra de militancias y sectores ‘críticos’ asociados a los bandos en disputa, hacen los grandes casos de la comunicación social.

Ni el negocio político ni el mediático rinden mejores cuentas. Las nuevas reformas constitucionales y el nuevo discurso anticorrupción no desalientan las viejas y pervertidas prácticas electorales, como ya se ha visto en los comicios locales recientes de Coahuila e Hidalgo y se verá en los del año que viene. No se avizoran candidatos ni proyectos alternativos de mandato y representación popular. Morena sigue teniendo un solo y unigénito liderazgo nacional y una sola fuente de poder de la que siguen siendo subsidiarios absolutos y sin la mínima luz propia todos sus aspirantes a algo. La oposición sigue dependiendo, asimismo, de la eventual debilidad de la imagen presidencial, y no tiene más oferta -ni ideológica ni programática, ni partidista o diferenciada- que la mediocridad aliancista -panista, perredista, etcétera, sin más identidad particular que las siglas con que se distinguen los grupos partidarios con fines de financiamiento público- o el resurgimiento del jurásico priista -si el lópezobradorismo no opera de una vez por todas los procesos anticorrupción en los hechos judiciales y más allá de la retórica y la propaganda-. Procesos electorales y alternancias representativas van y vienen, con sus respectivos discursos y promesas de cambio histórico, y la calidad educativa -de la que dependen las transformaciones sociales reales- sigue siendo la de siempre o una de las peores del mundo civilizado, y en torno a esa cuestión estructural no se advierte interés ni debate alguno. Y en piltrafas sigue la seguridad pública nacional. La violencia no cede. Los grupos criminales siguen matando y se siguen matando como siempre, y el ‘debate’ no pasa de atribuirle todos los muertos al mandatario en

turno, mientras se arma el alboroto militante en torno de los juicios contra los grandes mafiosos mexicanos en los Estados Unidos, y el presidente mexicano sigue insistiendo en que importa más la defensa de la soberanía frente al intervencionismo estadounidense -sin importar que los únicos procesos contra los grandes criminales mexicanos sean los producidos por el intervencionismo de la DEA- que la inercia y la incompetencia cómplices de las autoridades mexicanas en favor del ‘narco’ y sus aportes a la soberana criminalidad en México. No hay debate en torno a la situación de la violencia y la inseguridad en el país, a propósito del proyecto presidencial en curso o de las alternativas opositoras. Qué es lo que no sirvió en los modelos precedentes, qué es lo que tampoco sirve ahora, y qué es lo que sí puede servir según los críticos y opositores del lópezobradorismo, es algo de lo que no se habla, igual que nada se dice -y las noticias pasan como asuntos de la menor importancia- en torno de las evidencias, datos y revelaciones escalofriantes sobre los niveles de inoperancia del sistema de Justicia Penal en México, los que refieren, como señala la organización México Evalúa, que en el país se padece un libertinaje criminal y una impunidad de pueblo sin ley, donde el delito no se castiga y la complicidad judicial con él es casi absoluta y cercana al cien por ciento. Y en un pueblo sin ley, donde la violencia no tiene diques, donde los mecanismos de la seguridad no funcionan, donde las instituciones son nada frente a las bandas criminales, y donde el sistema de Justicia es un costoso formalismo al servicio del crimen -según los datos objetivos de que se dispone-, el barullo electoral y la politiquería que se imponen en la llamada ‘opinión pública’ sólo son reveladores de que el analfabetismo funcional sigue siendo el peor enemigo de México.

SM

SIGUE SIN BRÚJULA EL COMBATE AL NARCOTERROR

En los tiempos de Calderón detonó como

nunca la pluralidad partidista y sus intereses, y obró la disgregación y el debilitamiento del poder político, pulverizó los controles institucionales del Estado nacional en el sector de la seguridad, y esa fragmentación fue simbiótica con el divisionismo y la diversificación del ‘narco’ y sus frentes y canales de corrupción. La violencia se generalizó cuando las organizaciones criminales más importantes se escindieron y se repartieron a tiros la compra de las autoridades federales y locales disponibles. Los del Pacífico se rompieron entre el Chapo y los Beltrán, los Zetas se desprendieron de los del Golfo y se unieron a los Beltrán, los del Golfo se unieron a los del Chapo, los de Juárez también se asociaron con los Beltrán, los Valencia con los del Chapo, y en esa dinámica se iban formando las nóminas de las autoridades responsables de combatirlos. -(Siempre ha sido ridículo, pero así se simplifica la noción de las cosas en este país, atribuir todas las cifras fatales de esa guerra a Calderón -como autor único del exterminio-, del mismo modo que se acusan todas las cifras fatales posteriores y del mismo tipo a sus sucesores, y López Obrador debe cargar con las propias de la pandemia, unos verdaderos genocidas. En México la abstracción inteligente es un estorbo: ¿para qué discernir, si basta con reducir y satanizar?, ¿qué importan la razón y la justicia si lo que valen son las sentencias militantes? Lo importante no es pensar, sino prejuzgar y acusar. Basta con eso.) -Frente a la explosión de la violencia, Washington intervino de manera más contundente y protagónica. Calderón dejó elegir. El Ejército no quiso colaborar con los estadounidenses. Los estadounidenses tomaron el mando de la Armada y formaron sus unidades de fuerzas especiales, al tiempo que infiltraron y espiaron a los elementos policiales y a los fiscales antinarco de alto nivel coludidos con el ‘narco’. Se crearon tres frentes de guerra: el de la DEA y la Armada (que atacaba de manera indiscriminada a los grupos armados de mayor poder y peligro para los intereses de Washington), el del Ejército (que en los tiempos del general Galván, secretario de la Defensa, parecía no tener compromisos con grupos delictivos y lo mismo abría fuego en contra de unos que de otros), y el de la entonces Procuraduría General de la República -dirigida por el ahora exministro de la Corte, Eduardo Medina Mora, quizá uno de los próximos procesados en Estados Unidos por sus nexos con el ‘narco’- y la Secretaría de Seguridad Pública Federal -dirigida por Genaro García Luna, procesado en Estados Unidos por su sociedad con el ‘narco’- (dominado por los Beltrán Leyva y agremiados). La guerra fue devastadora, sin tregua y con arsenales del más alto poder. No había modo de reparar en consignaciones penales: Además de que el sistema de Justicia siempre ha sido un cero a la izquierda que promueve en el país una impunidad casi absoluta, todas las Policías, fiscalías y tribunales estaban a merced del hampa. La confrontación entre las bandas era sin tregua ni cuartel, con el complemento de los mandos policiales integrados, y, las Fuerzas Armadas, en funciones de seguridad pública, no tenían más alternativa que dar o recibir. Lo de la DEA y la Armada fue más profiláctico y operaba según la búsqueda de objetivos específicos de un bando y otro. Lo del Ejército eran choques frontales y brutales -casi siempre sin toma de rehenes porque los sicarios no estaban para rendirse- donde el enemigo -armado hasta los dientes- apareciera o estuviera. Lo de la PGR y la SSPF era la defensa de su bando contra sus enemigos, los del Chapo Guzmán. -Si bien el Gobierno calderonista entregó al peñista cuentas bastante favorables en lo relativo a bandas

diezmadas y debilitadas en su poder de fuego -gracias a la ilimitada licencia operacional de la DEA y la elevada capacitación que promovió entre los marinos a su servicio, y gracias, asimismo, a la licencia para matar sin contemplaciones a los feroces gatilleros otorgada a los soldados de la Defensa en medio de una guerra sin concesiones y de un Estado de Derecho muerto y enterrado, donde los fiscales, los policías y gran parte de los jueces eran parte del crimen organizado-, Peña se montó en el argumento de la inviabilidad de esa carnicería como alternativa contra la violencia, defendió el argumento falaz de la defensa de la soberanía para limitar la eficacia de las operaciones de la DEA y la Armada, y favoreció la desmovilización de la violencia constitucional del Estado en favor del argumento, también falaz, de la defensa de los derechos humanos violentados por la guerra contra el ‘narco’. Si el Estado declinaba atacar a los grupos armados, la lógica indicaría que menos víctimas y violaciones de los derechos humanos habría. Y con esa estupidez como divisa, las bandas criminales se dieron gusto matándose entre ellas, sometiendo como nunca a las autoridades responsables de combatirlas, y haciendo de la desmovilización del Estado en su contra el mejor de los ámbitos de ingobernabilidad para el caos y la industria del narcoterror. -Hoy día sabemos a ciencia cierta algunas cosas objetivas. Sabemos, por ejemplo, con revelaciones especializadas incuestionables e irreplicables, que el sistema de Justicia Penal en México es de grados de impunidad casi absolutos -muy aproximados al cien por ciento-, lo que refiere que la delincuencia vive en un paraíso pleno de incompetencia y corrupción, y que le ley es su mejor aliada. Medina Mora fue alzado como ministro de la Corte luego de salvar, mediante deliberadas consignaciones fallidas, a todos sus cómplices de la PGR vinculados por la DEA con el ‘narco’ que fueron liberados durante la presidencia de Peña Nieto gracias a tan deficientes y convenientes imputaciones. Medina Mora encausó a fiscales y policías de modo que Peña pudiera desistirse de tales acusaciones, y Peña fue quien hizo posible que Medina Mora se convirtiera en ministro de la Suprema Corte. De modo que si Medina Mora, procurador de Justicia de Calderón, no era cómplice de Peña y del ‘narco’, Manuel Buendía podría decir que la evidencia de que un pato no se pareciera a otro pato sería bastante desacreditable. Y si un criminal como Medina Mora podía ser ministro de la Corte, tampoco podría negarse la evidencia de que con ministros de esa especie la impunidad del sistema penal no podría ni puede sino estar garantizada, y que por eso la delincuencia y la violencia en México siguen y seguirán siendo invencibles, y que por eso seguiremos viendo a grandes criminales absolutos dejados o mantenidos libres en México, y atenidos solo a que puedan ser procesados y castigados en los Estados Unidos. -Con el general Cienfuegos como secretario de la Defensa y dentro de la línea de Peña de regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles y no ofender al ‘narco’, la DEA y sus marinos mexicanos fueron acotados y sólo entraron en acción en casos muy específicos, como la detención del Chapo en Mazatlán y luego en Los Mochis, después de escapar del penal del Altiplano. El Ejército de Cienfuegos y de Peña tomó partido por el bando criminal de Medina Mora y García Luna -los enemigos del Chapo y socios de los Beltrán-, y la DEA, desmovilizada en gran medida -como parte de una política antidrogas del Gobierno mexicano defensora, en el discurso, de la soberanía nacional-, se dedicó a cazar a sus enemigos dentro de la estructura del poder federal. No es casual que los marinos estén a salvo de sus pesquisas y que el Chapo, Cienfuegos y García Luna sean protagonistas de sus expedientes criminales contra el ‘narco’ mexicano. -Peña aprovechó la mala imagen de las carnicerías calderonistas y el activismo demagogo y patológico de la defensa de los derechos humanos de los sicarios para desmovilizar a las Fuerzas Armadas y a la DEA en favor del ‘narco’. Y ahora las cosas no pudieran estar peor. La DEA procesa a los narcos que la Justicia mexicana está impedida de procesar, y revela que el Ejército también ha sido permeado por el mismo ‘narco’ que ha controlado a los sectores federales de la fiscalía antidrogas y la seguridad pública. Sólo que la DEA, en México, ahora está más atada de manos que nunca, y sus exitosas operaciones con la Armada están condenadas a no seguir o a hacerlo de manera muy poco eficaz. Puede ser que el discurso nacionalista y defensor de la soberanía del presidente López Obrador sea más sincero que el peñista pero, en todo caso, también es muy pernicioso para combatir el narcoterror. El sistema de Justicia Penal y el ‘debido proceso’ en él son factores de la mayor impunidad y favorecen la violencia y la inseguridad. Son miles de matones sin cargos los que andan libres como el viento en el ejercicio de su quehacer. Tampoco hay grandes jefes suyos bajo sentencias a la medida de sus peores delitos. Seguirá sin haber procesados y sentenciados importantes en México, y seguirá adelante, por tanto, la industria del narcoterror, al amparo de la complicidad judicial. El Ejército no es confiable. Menos lo es la competencia y la productividad policial y procesal. Y como la Armada tiene el estigma del antipatriotismo y el colaboracionisno con los yanquis legado por Calderón, pese a la eficacia de sus unidades de operaciones especiales antinarco impulsada por la DEA seguirá siendo poco usada contra la inseguridad. Porque en la óptica presidencial vale más la defensa del discurso soberano y de la defensa de los derechos humanos que la eficacia de las armas y de la Inteligencia extranjera contra el crimen. Valen más la demagogia y la propaganda nacionalistas que la defensa real del derecho a la seguridad de todos, de la paz social y del interés público. Es cierto que no tiene por qué aceptarse el injerencismo y la dependencia servil a Washington de la institucionalidad mexicana anticrimen. Pero mucho menos debe renunciarse a una colaboración binacional que ha sido el único instrumento rentable contra el peor enemigo de México, el narcoterror, por más que en los tiempos del panismo calderonista esa colaboración haya sido más bien colaboracionismo y subordinación. Calderón sólo dejó hacer, sin límites ni controles. E igual que ahora, con Peña se habló de evitar el intervencionismo pero nunca se revelaron los órdenes y los márgenes de una posible y positiva colaboración binacional. Lo que se sabe es que México no tiene un sistema armado y judicial eficiente y en movimiento contra la narcodelincuencia, que por las noticias que nos llegan desde Estados Unidos tampoco existe contra ella un plan de colaboración bilateral, y que la violencia y la inseguridad, por tanto, siguen tan invictas como siempre en los tiempos de la democracia, la alternancia y el combate a la corrupción.

SM

SE PREPARA EL PODER JUDICIAL DE QUINTANA ROO PARA LOS TRIBUNALES LABORALES

ESTADO DE MÉXICO.- El magistrado presidente del Poder Judicial de Quintana Roo, José Antonio León Ruiz, encabezó una comitiva de trabajo para conocer el Modelo de Justicia Laboral, durante un recorrido que incluyó la visita a los Tribunales Laborales en la ciudad de Toluca, Estado de México, en la que se realizó una simulación de Juicio y sus etapas, como parte de las acciones encaminadas al establecimiento en la entidad de esta modalidad de justicia.

La visita, a la que también asistió la secretaria del Trabajo y Previsión Social, Catalina Portillo Navarro, se realizó a la sede del Tribunal Laboral de Xonocatlán, en donde el magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México, Ricardo Alfredo Sodi Cuéllar, informó de las adecuaciones que se hicieron a los inmuebles y posteriormente se realizó el recorrido que fue explicado por los directores de Construcción y Mantenimiento de Obra y de Tecnologías de la Información de ese Poder Judicial.

Posteriormente, el magistrado presidente del Poder Judicial de Quintana Roo junto con los demás asistentes se trasladó a la Escuela Judicial, en donde el Consejero Luis Gerardo de la Peña Gutiérrez realizó la exposición de motivos y la presentación de la Implementación de la Justicia Laboral en el Estado de México.

Asimismo, los asistentes conocieron la planeación y subsidio, así como lo relacionado con el equipamiento tecnológico; todo lo relacionado a la difusión y presenciaron la proyección en video de los avances de la implementación.

Finalmente, en el marco de este recorrido a los Tribunales de Justicia Laboral se realizó una simulación de juicios en sus etapas escrita y oral.

EL SOLITARIO DEL PALACIO

Jorge A. Martínez Lugo

La candidatura del actual gobernador de

Quintana Roo se gestó originalmente desde el PRD por su entonces presidente nacional, Agustín Basave Benítez, autor intelectual del proyecto

PRD-PAN “Una nueva esperanza” que encabezó Carlos

Joaquín. Desde la campaña, sin embargo, con el paulatino declive nacional del perredismo después de la separación de López Obrador en 2014, el panismo predominó en la imagen del gobierno y en el corazón del Ejecutivo, al grado que al cumplirse cuatro años de administración, a CJ se le percibe más como panista. Sin embargo, no está afiliado al PAN ni al PRD, aunque sí renunció al

PRI el 8 de febrero de 2016. Desde antes de entrar a su quinto año, al gobernador se le ve solitario en palacio, ya que los dos partidos que lo apoyaron están en crisis, considerando que el

PRD se sigue extinguiendo y el PAN no se repone de la derrota de 2018, además, en las recientes elecciones de Coahuila e Hidalgo fue el partido que sufrió más derrotas.

Pero sobre todo, la soledad adelantada en el palacio art-decó del Boulevard Bahía se debe a la extrema baja de popularidad del titular, después de haber estado por las nubes luego de la hazaña de derrotar al histórico

PRI. La ligera recuperación derivada del manejo político de la pandemia y de las encuestas sospechosas, no le alcanza aún para un cierre medianamente fuerte. El gobernador sabe que con el PRD y el PAN le espera otra derrota, la tercera, y una peor salida. Ante este panorama tiene dos opciones: una es aferrarse al clavo ardiente que representa el poder económico y electoral del enemigo que lo llevó al poder: Félix. Al fin que ni Félix ni CJ son priistas; en realidad juegan para ellos mismos y sus grupos. El tablero político así lo demuestra, tal como veremos en ésta y las próximas entregas. La otra opción es ceder la sucesión a Morena. Esta jugada se vislumbra ante el intercambio de elogios CJ-

AMLO cada vez que el presidente visita Quintana Roo.

En cualquiera de los dos escenarios la política pragmática predominará por encima de la partidista.

Del pacto de impunidad a la alianza electoral

El primer escenario está echado al aire. Del pacto de impunidad a la alianza electoral. El paso inicial ya se dio con el pacto tan rumorado, tan negado. La campaña quedó atrás: No te persigo, nunca lo he hecho, Además, somos primos y paisanos de Cozumel. El que la hace la paga, no te preocupes. El mensaje de la foto del 14 de octubre en El Mar Caribe es sólo una evidencia pública de ello. Félix-Borge garantiza (eso dicen) estructura de tierra, cuantiosos recursos disponibles para ser lavados electoralmente y una inclinación adictiva a recuperar el poder, bajo el modelo Coahuila-Hidalgo de carro completo, como en los viejos tiempos. Sólo que Quintana Roo no es Coahuila-Hidalgo. Lo que queda de la clase política priista, permanece en espera de la convocatoria que está preparando el círculo rojo.

Sucesión entregada a MorenaAMLO

El segundo escenario, también está en curso. La relación melosa entre gobernador y presidente es el motor que mueve precandidaturas de neo morenistas, entre quienes se ve al menos a dos legisladores federales aspirantes, un hombre y una mujer, del equipo original de Félix, lo cual evidencia que también está jugando en el terreno de Morena para regresar al control de las arcas públicas estatales.

En ambos escenarios, juntos o por separado –pero no enfrentados– están jugando ambos gobernadores. El título de esta entrega, símil de la novela de René Avilés Fabila El gran solitario del palacio (1971), hace referencia a la condición en la que llegan los gobernantes hacia el final de su mandato, cuando la atención de la clase política de su entorno mira ya hacia otro lado buscando acomodo a futuro. La soledad precoz en el sexenio actual, quizá sea benéfica para la reflexión de un mandatario a la baja, cuyo interés prioritario es armar una salida digna y segura, ya sea entregándose a Félix o AMLO, porque las fuerzas propias que lo llevaron al poder están muy desgastadas y también a la baja. El lector tiene la última palabra.

This article is from: