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El minotauro Ciencia mexicana contra la

‘False testimonianze, copie, contraffazioni, manipolazioni e abusi del documento epigrafico antico (Testimonios falsos, copias, falsificaciones, manipulaciones y abusos del anti guo documento epigráfico). Pina Polo recuerda que “la expansión de estas falsedades ha existido siempre a lo largo de la historia, y en todo caso lo que ha ido variando es el modo en que han sido difundidas”. Ahora, la diferencia fundamental radica en el fulminante poder de propagación instantánea que tienen las redes sociales.

En la Roma republicana (del 509 al 30 antes de Cris to), las asambleas populares (contiones), servían “como principal megáfono para la propagación entre la pobla ción de ideas, propuestas de ley, anuncios de todo tipo y ataques políticos”. “Un discurso pronunciado en una con tio podía, por lo tanto, servir como punto de partida para transmitir una información”, pero los falsos rumores que surgían provocaban su rápida difusión. El político, escri tor y filósofo Cicerón ya alertó de la importancia decisiva de estos rumores, sobre todo en época electoral, hasta el punto de que podían arruinar la reputación de un político o cambiar el signo de una batalla. Por ejemplo, el historiador griego Plutarco relata que, en el 49 a. C., Julio César mar chaba supuestamente hacia Roma con un enorme ejército (en realidad eran solo 300 jinetes y 5.000 infantes) para atacar a su enemigo Pompeyo Magno. La falsa noticia de su gigantesco ejército provocó el pánico y el caos en la ciu dad. Sus habitantes huyeron. “Finalmente, Pompeyo, ante la imposibilidad de conseguir información fidedigna sobre las tropas del enemigo”, abandonó también Roma y dejó vía libre a César.

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Marco Antonio supuestamente había dejado es crito que quería ser sepultado en Alejandría, en Egipto, donde convivía con la reina Cleopatra

Otro ejemplo es el del tribuno de la plebe Tiberio Gra co, quien en el 133 a. C. quería que se aprobase una ley agraria justo cuando el rey Átalo III de Pérgamo acababa de morir y dejaba al pueblo de Roma su fortuna. Graco propuso que esa enorme cantidad fuese destinada a finan ciar su reforma. Pero muchos senadores se opusieron y comenzaron a acusarlo de querer convertirse en tirano. El senador Pompeyo le acusó entonces de recibir de Átalo una diadema real, como si fuera un rey. Pompeyo “no aportó ninguna prueba, ni afirmó haber visto personalmente la en trega, simplemente dijo que sabía que se había producido”, recuerda Pina Polo. El rumor se extendió por Roma. Graco fue asesinado y su cadáver tirado al río. El consulado de Cicerón en el año 63 a. C. quedó marcado por una supuesta conjura. Cicerón presentó su lucha contra el senador Ca tilina, el presunto traidor, como su gran triunfo. Primero, sacó a la luz una conspiración que nadie había visto y luego acabó con ella. En varios discursos en el Senado y ante el pueblo, subrayó el peligro que representaba para la su pervivencia de la res publica que Catilina y sus hombres lograran tomar el poder. Según él, la alternativa era o la libertad que él mismo encarnaba o la tiranía de los supues tos conjurados. Cicerón buscó en sus discursos causar pánico en la población. “Catilina no era sólo una criatura depravada y deshonesta”, según la versión no contrastada del filósofo, “que aspiraba a poner fin a las instituciones de la Repúbli ca, sino que, además, quería destruir físicamente la ciudad”. Cicerón no ofreció ninguna prueba, ni dijo en qué basaba su acusación, ni explicó con qué propósito Catilina quería quemar Roma, pero lo acusó una y otra vez de que rer hacerlo. Convirtió la eliminación de Catilina, no sólo en un problema político, sino ante todo de supervivencia para Roma. Catilina fue, finalmente, eliminado. Cicerón terminó vanagloriándose de haber salvado personalmente Roma de su destrucción por el fuego: “Yo he conservado íntegra la ciudad y sanos y salvos a los ciudadanos”, clamó. Y un úl timo ejemplo de “manipulación pública”. Marco Antonio, en el 32 a. C., hizo testamento en vida. Octaviano -el futuro

emperador Augusto- se enteró de que sus últimas volunta des estaban custodiadas por las sacerdotisas vestales y se hizo por la fuerza con ellas. Leyó solo algunas de sus partes en el Senado y en una asamblea popular. Destacó, sobre todo, las cláusulas relativas a sus funerales, ya que Mar co Antonio supuestamente había dejado escrito que quería ser sepultado en Alejandría, en Egipto, donde convivía con la reina Cleopatra. Octaviano creó así de Marco Antonio una imagen de “lacayo de Cleopatra absorbido por el lujo oriental”. Fue la antesala de la declaración de guerra, de la victoria del futuro Augusto en la batalla de Accio frente a la flota de los amantes, de la muerte de Antonio y del suicidio de Cleopatra.

Pánico en 1938 por la versión radiofónica de la novela ‘The War of the Worlds’ (La Guerra de los Mundos), dirigida por Orson Welles

“Hay por lo general una estrecha relación entre bulo, rumor y miedo. El miedo suele desembocar en enfado, incluso odio. La indignación activa el deseo de castigar a quien ha sido identificado como enemigo. El bulo enten dido como noticia está en el origen del rumor que permite modelar la opinión pública y contagiar el pánico, a partir del cual era factible en Roma justificar la muerte de Graco, la represión de los catilinarios o la guerra contra Antonio”, señala Pina Polo. O de cualquier otra cosa en el siglo XXI. Francisco Pina Polo destaca que lo que hay que tener en cuenta es la “propia dinámica de transmisión de una infor mación más allá de los canales oficiales”. Y recuerda que en 1938, la versión radiofónica de la novela ‘The War of the Worlds’ (La Guerra de los Mundos) de H. G. Wells, dirigida por Orson Welles al frente del The Mercury Theatre on the Air, provocó en Estados Unidos el pánico ante una presun ta invasión de marcianos. Pero un reciente libro ha mostrado que la ola de pánico no fue tan generalizada como siempre se ha dicho. “La mayoría de oyentes entendieron correctamente que se trataba de una ficción, entre otras cosas porque el programa estaba anunciado previamente como una teatralización radiofónica. En realidad, el pánico parcial se produjo cuando las personas que creyeron real mente que la invasión estaba teniendo lugar transmitieron el bulo a otras que, a su vez, lo asumieron como cierto e impulsaron un rumor imparable hasta que la realidad se impuso horas más tarde”. Fue, por lo tanto, “la transmisión del miedo individual lo que generó un miedo colectivo irre flexivo, a pesar de que esas personas tenían la posibilidad de telefonear a los periódicos, a la radio o a la policía para mejor informarse de lo que sucedía”, señala el profesor de la Universidad de Zaragoza. “A partir de estas premisas y reflexiones basadas en nuestra propia época, se pueden volver los ojos a la Roma republicana”.

¿Cómo sería un mundo en el que no existieran Bill y Melinda de la Fundación Gates ante los ataques de Donald Trump contra la OMS?

La política ficción, o historia alternativa, es un géne ro minoritario pero poderoso. Recordaba estos días Javier Sampedro Pleite, científico y periodista español una novela de los primeros noventa, ‘Fatherland’, del periodista britá nico Robert Harris, que planteaba un mundo de gran realismo cuya única premisa ficticia era que Hitler hubiera ganado la guerra. Sampedro se doctoró en genética y biología molecular, y fue investigador del Centro de Biología Mole cular Severo Ochoa de Madrid y del Laboratorio de biología molecular del Medical Research Council de Cambridge… La victoria del nazismo es una de las experiencias más turba doras y desoladoras que tuvo Javier Sampedro como lector, y no la releería ni por un millón de libras esterlinas. ¿Qué habría pasado si los mejores cerebros científicos del mun do se hubieran apuntado a la Alemania de los campos de exterminio en lugar de salir pitando de allí? Que la bomba atómica habría acabado en manos de Adolf Hitler. ¿Y qué si una operación estadounidense de rescate a la República es pañola hubiera llegado a buen fin? Pues que Franco habría

perdido la guerra y España se habría ahorrado la miseria corrupta y sanguinaria de cuarenta años de paz, y habría conservado a la mayor parte de su talento cultural, político y científico. Política ficción. Y ahora preguntémonos cómo sería un mundo sin Bill y Melinda Gates. Empecemos por la realidad antes de plantearnos esa historia alternativa. Fiel a su pa sado de empresario del ladrillo, Donald Trump ha lanzado toda su obesa maquinaria contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en particular contra su jefe, Tedros Adhanom Ghebreyesus, microbiólogo y antiguo ministro de Salud de Etiopía. El estridente inquilino de la Casa Blanca ha encontrado ahí un filón, un enemigo al que abatir, un tipo de raza dudosa al que imputar todos los males que lastiman a su querida America first, America first, America first, esquivando así las evidentes responsabilidades que él tiene en la crisis de su propio país.

Trump sostiene que el doctor Tedros ha gestionado fatal la pandemia, lo que sería un buen debate si no lo planteara justo el que la ha gestionado peor, y justo nin guneando los criterios de la OMS, como no hace más que repetirle su heroico asesor científico Anthony Fauci. Tal vez para apoyar su farol, Trump anuncia que va a interrumpir su ayuda financiera a la OMS, que supone unos 400 y pico millones de dólares anuales, tal vez un 15% del presupues to global de la organización médica de Naciones Unidas. Un buen mordisco a lo más parecido a una autoridad mundial que tenemos en esta pandemia, y que tendremos en las próximas. No hablemos ya del sarampión, la malaria, el ébola y la polio, cuyas campañas de vacunación dependen casi por entero de la OMS en África y los países en desa rrollo. La Fundación Bill y Melinda Gates ha anunciado de inmediato que compensará más de la mitad de ese agujero con 250 millones de dólares para proyectos, lo que resol verá la crisis financiera de la OMS junto a las previsibles aportaciones de otras corporaciones privadas, y tal vez de los Gobiernos. Es muy de agradecer, pero ¿cómo sería un mundo en el que no existieran Bill y Melinda? Pensadlo. Con ‘El maleficio’ del escritor español Manuel Vicent,

una emotiva columna periodística, quiero terminar este EL BESTIARIO. Vicent describe cómo desde la camilla que los lleva al hospital se preguntan por qué su esfuerzo ha sido inútil y en medio de la peste se ha instalado el virus del odio… “Nacieron en plena guerra civil, engendrados bajo una lluvia de hierros; fueron amamantados con el odio y destetados con el miedo y el pan de serrín. Cuando llegó la paz, los niños de la guerra supieron muy pronto que unos habían ganado y otros habían perdido y que su destino iba a ser muy distinto en aquella España, una, grande y libre, partida en dos, la del hambre y la del beneficio, la de los descampados con chavales perdidos como perros sin collar y la de los chicos gorditos y bien peinados, quienes llegado el momento unos irían al instituto o al colegio de curas para hacerse dirigentes, amos y señores, otros a la fábrica o al arado para acabar siendo obreros, jornaleros y servidores. Crecieron aplastados por el mismo silencio, pero un día hubo una feliz conjunción de los astros y aquellos niños de la guerra, que ya eran jóvenes obreros y estudiantes, hijos de vencedores y de vencidos, sintieron la necesidad agóni ca de sacudirse del encima el yugo de la dictadura. Juntos pelearon bajo los gases lacrimógenos, sufrieron cárceles y torturas, pero no cesaron de unir sus fuerzas en la conquis ta de la libertad, a la que se sumaron jóvenes de derechas que también necesitaban la democracia para respirar. El resultado fue una explosión de dicha, de bienestar, de pros peridad y de acracia creativa que se produjo en este país durante dos décadas como nunca la hubo en nuestra histo ria, desde los romanos, gracias al espíritu de aquellos niños nacidos en una guerra civil y que ahora están muriendo en una pandemia. Desde la camilla que los lleva al hospital se preguntan por qué su esfuerzo ha sido inútil y en medio de la peste se ha instalado el virus del odio, como un malefi cio histórico, que añade a la incertidumbre del Gobierno el rencor más abyecto de la oposición hasta envenenar al país de nuevo con el espíritu de Caín”.

@BestiarioCancun @SantiGurtubay www.elbestiariocancun.mx

LEY DE AMNISTÍA, COMPROMISO PRESIDENCIAL QUE SE QUEDARÍA A MEDIAS

Finalmente, la Ley de Amnistía propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador entró en vigor, generando una serie de inconformidades de los partidos de oposición y demás detractores, quienes aseguran que existen temas más apremiantes qué tratar, que la idea de liberar a violadores de la ley. En plena contingencia sanitaria, el jefe del Ejecutivo Federal hizo un exhorto al Senado de la República para que se aprobara cuanto antes la referida ley con la finalidad de disminuir la población carcelaria y, por lo tanto, el riesgo de contagios por Covid-19 en los centros penitenciarios. Los legisladores del Morena, dirigidos por Ricardo Monreal, decidieron entonces dejar en segundo plano propuestas que parecían más urgentes -como un plan económico de emergencia y castigar a quienes ataquen al personal médico- y aprobaron por mayoría el dictamen. Es cierto: se impusieron ‘candados’ para que sólo quienes están verdaderamente

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