S ignos PECH, UN POBRE POLÍTICO
Para el arraigado tradicionalismo político quintanarroense, José Luis Pech es un pobre político. Político que no hacía fortuna con el poder político -o político pobre- era un pobre político. Tal era la famosa máxima atribuida a uno de los más groseramente enriquecidos gangsters de la cultura del totalitarismo revolucionario, Carlos Hank González (alias el Profe Hank, prócer icónico del priismo clásico y seguidor de las sinvergüenzadas caciquiles de Gonzalo N. Santos, alias el Alazán Tostado, el del árbol de la moral y las moras, entre tantos otros), donde el alineamiento ‹institucional› e inapelable a las órdenes del patriarca político en turno era tan meritoria condición escalafonaria como licencia ilimitada para el influyentismo impune, el atraco a las arcas públicas y la acumulación patrimonialista sin caducidad generacional. Acaso no tanto como en el Estado de México, Coahuila o Hidalgo, pero sí -también acá ‘se cuecen habas’-: en Quintana Roo el priismo impuso un modo de ser irrenunciable, y la oposición sólo es el mismo PRI renacido y reciclado en militancias y partidos con otros nombres. La exalcaldesa de Puerto Morelos y hoy legisladora federal verde, Laura Fernández Piña, por ejemplo, es de escuela y alma tan priistas como el exgobernador preso Beto Borge, de quien fue discípula muy institucional y colaboradora muy servicial. Y la munícipe verdemorenista cancunense, Mara Lezama, tampoco ‘canta mal las rancheras’: emprende tantos y tan inocultables y monumentales negocios privados con su cargo -como el de la basura que
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27/09/2021 I
estosdías
regentea de la mano del Niño Verde, para no ir más lejos, otro engendro parido por el PRI-, cual no lo ha hecho ningún otro alcalde priista o exopriista en la historia del Municipio turístico más importante, sobrepoblado, saqueado, endeudado y deficitario del país. Y, sin tener ningún antecedente público más allá de su pasado empleo como locutora de radio comercial (porque, a la vieja usanza, se hizo al mismo tiempo política y alcaldesa al amparo del compadrazgo entre el dueño de la empresa radiofónica en que trabajaba -padre, a su vez, de otro que quiere ser gobernador sólo por esa gracia- y el actual presidente de la República, cuya popularidad favoreció su elección y su luego muy apretada reelección), Mara Lezama goza ahora la excitante y muy lucrativa experiencia de tan importante responsabilidad política y administrativa sin tener más noción sobre la misma que la propia de la idiosincrasia revolucionaria y tricolor heredada por los aspirantes a la codicia del poder, la que en los nuevos tiempos de la democracia y la modernidad representativa del mandato popular se reparte por todo el ancho espectro de la ‹pluralidad ideológica› partidista e ‘independiente’. Por supuesto que el doctor José Luis Pech es un pobre político en ese entorno y en el entendimiento de lo que es el manual de un político local exitoso. Cualquiera puede saberlo y acusarlo de eso. Es malo con el protagonismo politiquero y la demagogia. Lo descolocan la sumisión y la reverencia a lo que no cree. No encaja bien en las simulaciones protocolarias. No se le conocen piezas oratorias y pronunciamientos metidos con calzador para congraciarse con las zonas militantes que no quiere. Y no precisa ni ejerce el puebleo (o los ‹baños de pueblo› que algunos