DONDE BUSCAR SOLAZ Abril/1978
Swami Paratparananda Es un hecho bien conocido que este mundo es una mezcla de bueno y malo, de placer y dolor, de concordancia y discordancia, de cariño y miedo, de unión y separación, de creación y destrucción. Donde está uno de estos pares de opuestos, está también el otro. No se puede separar uno de otro ni se puede hallar en una persona común uno solo de ellos aisladamente. Hasta el ladrón o asaltante que roba y mata sin piedad tiene en su corazón cariño hacia su familia o una persona particular, robando o matando quizás para mantenerlos. Vemos en todos, no solamente entre los seres humanos, estos dos sentimientos. Hasta los pájaros que se comportan como enemigos de los gusanos, lo hacen con el fin de alimentar a sus pichoncitos. En pocas palabras, podemos decir que es evidente que el mundo entero es un conjunto de estos pares de opuestos. El que está bajo la influencia de uno, también está bajo el dominio del otro. Y ninguno de los dos nos permite salir de sus garras y liberarnos. Todo esfuerzo humano es precisamente para ir más allá de estos pares de opuestos y alcanzar la dicha plena y eterna. El ser humano trata de lograr ese estado de varias maneras: algunos adquiriendo riquezas; otros teniendo hijos; estos mediante logros intelectuales; aquellos adquiriendo poderes, ya sea terrenales u ocultos; sin embargo ninguno de ellos llega a alcanzarlo. En vez de la paz y solaz que buscan a través de estos medios, se encuentran en medio de un laberinto de inquietud, provocada por la sed de poseer más y más de esas cosas o en la conservación de lo ya adquirido. El mundo que creamos de esta manera absorbe la mente en su totalidad y cuanto más nos apegamos a los objetos, tanto más nos identificamos con ellos. El resultado es que la angustia que se siente al apartarse de ellos se hace más aguda. El hombre sabe todo esto, sin embargo no puede deshacerse del apego por los objetos y lo triste del caso es que la mayoría de la humanidad ni lo intenta. Sri Ramakrishna solía decir: "El camello come arbustos espinosos y mientras lo hace sangra su boca profusamente, no obstante, no cesara de comerlos." Es así también la vida del ser humano. Sabe que tiene que pasar por incontables miserias en este mundo una vez que se enreda en él sin embargo no puede evitar de envolverse. ¿Qué es lo que le compele a hacerlo? Aryuna, el gran héroe del Mahábharata, hace una pregunta idéntica a Sri Krishna: "Entonces, ¿qué es lo que, como si fuera obliga al hombre a llevar una vida llena de errores, aunque no quisiera?". Sri Krishna le contesta: "Es ese deseo, es
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esa ira, producto del rayas, que lo obliga. Es voraz y malvado. Conócelo, con certeza, como tu peor enemigo aquí." Vemos aquí que se ha usado el verbo en singular, aunque aparentemente hay dos sujetos, "deseo e ira". Shankaracharia comentando ese verso dice que la ira es otro aspecto del deseo; cuando se impide el cumplimiento del deseo éste se convierte en ira, por la tanto en el texto el verbo está en singular. En realidad, la base de toda atadura de este mundo es el deseo. Y mientras uno tenga aunque sea un vestigio de deseo, no puede ir más allá de los pares de opuestos. ¿Por qué sucede eso? ¿Por qué uno no puede deshacerse del deseo? No es que todos no puedan hacerlo. Por el contrario, es sabido que algunos se han liberado rompiendo la cadena del deseo. Pero son muy pocas las personas que pertenecen a esta clase. La mayoría de la humanidad viene a la tierra debido al impulso de ese deseo, que ellos habían abrigado durante las vidas anteriores. Generalmente buscamos felicidad y solaz en lo externo, afuera de nosotros, por ser sujetos a nuestras pasiones y deseos. Los sankhias, psicólogos hindúes de antaño, dicen que la creación o el universo es un producto del desequilibrio de los tres elementos constituyentes de la Prakriti o Naturaleza. Ellos los llaman gunas. Estos tres gunas existen en todo lo creado, tanto en el ser humano como en cualquier otra cosa viviente; pero son perceptibles, por las cualidades que ellos engendran, de una manera más clara, en el hombre. Cada uno de estos gunas tiene sus peculiaridades; cada uno produce en un ser viviente ciertas inclinaciones. El Bhagavad Guita en su decimocuarto capítulo describe detalladamente la influencia de cada uno de ellos: "Sattva, rayas v tamas son los tres gunas que se originan de la Prakriti. Atan al ser inmutable que mora en el cuerpo. El sattva siendo sin mácula, es brillante y tranquilo; sin embargo ata al ser por su apego a la felicidad y al conocimiento." La felicidad y el conocimiento a que se refieren aquí no son los más elevados sino los de este mundo objetivo, por ejemplo, la felicidad que uno siente contemplando un panorama natural de paisajes, oyendo música y cosas por el estilo y el conocimiento de lo múltiple. Esta felicidad y ese conocimiento no lo llevan a uno hacia Dios, aunque estén en un nivel más alto que los de la gente común. El apego a esa clase de felicidad y conocimiento, a pesar de ser más finos, ata al hombre al mundo. El Bhagavad Guita continúa: "Sabe que el rayas es de la naturaleza de la pasión, la fuente de la sed y el apego; ata fuertemente al ser encarnado por el apego a la acción." Aquí "sed" se refiere al deseo por cosas no adquiridas. Sabemos que no hay saciedad de esa sed. Pensamos que logrando tal o cual objeto estaríamos satisfechos. Con ese motivo trabajamos duramente, pero tan pronto lo logramos la mente sugiere otro objeto más brillante, más atractivo como meta. ¿Acaso obteniéndolo el hombre queda satisfecho? No. Su búsqueda sigue sin parar. Es así como el rayas impele al ser humano a meterse en el torbellino de la actividad. "El tamas - dice Sri Krishna,- es producto de la ignorancia, que
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ilusiona todos los seres y sometiéndolos al error, pereza y sueño, los ata fuertemente." El que está bajo la influencia de este guna ve todo al revés: toma lo transitorio por lo eterno, lo malo por lo bueno y así por el estilo, Sri Ramakrishna compara a esos gunas con ladrones, porque todos ellos privan al hombre de su facultad de discernir y le ocultan la Verdad. Para explicar eso, el Maestro relata una historia: "Cierta vez un hombre pasaba por un bosque cuando tres ladrones lo asaltaron y le robaron todo lo que tenía. Uno de ellos diciendo: ‘¿De qué sirve dejarlo con vida?’ estaba por matarlo con su espada cuando el segundo ladrón lo detuvo diciendo: ‘¡Oh no! ¿De qué sirve matarlo? Átalo de pies y manos y déjalo aquí.’ Luego los ladrones hicieron eso y se fueron. Después de un rato, el tercer ladrón volvió y dijo al hombre: 'Ah, lo siento. ¿Está Ud. lastimado? Le voy a soltar las ataduras.’ Luego de liberarlo, el ladrón le dijo: Venga conmigo. Lo llevaré hasta la carretera.’ Después de largo rato llegaron al camino principal. Entonces el ladrón dijo al hombre: 'Siga por este camino. Allí está su casa.’ A esto el hombre respondió: 'Señor, Ud. ha sido muy bueno conmigo. Venga a mi casa.' '¡Oh no! — dijo el ladrón. No puedo ir allí, la policía se enterará.' Sri Ramakrishna explicó: "Este mundo mismo es el bosque. Los tres ladrones que andan aquí son sattva, rayas y tamas. Son ellos los que roban al hombre el Conocimiento de la Verdad. El tamas quiere destruirlo. El rayas lo ata al mundo. Pero el sattva lo salva de las garras de rayas y tamas. Bajo la protección de sattva el hombre se salva de la ira, lujuria y otros malos efectos de tamas. Además, el sattva suelta las ataduras del mundo. Pero el sattva también es un ladrón. No puede dar al hombre el Conocimiento final de la Verdad, aunque le muestra el camino que conduce a la Suprema morada de Dios. Al mostrarle el camino, el sattva le dice: ' Mire allí, su hogar está por allí.' Aun sattva está muy lejos del Conocimiento de Brahmán." Ya hemos dicho que estos tres gunas existen en todo ser viviente; en algunos predomina uno y en algunos, otro, y según cual de ellos prevalezca en un ser humano, éste manifiesta tranquilidad, actividad o pereza. El rayas inquieta al hombre, lo hace correr detrás de toda clase de actividades y placeres. Impulsado por los deseos, el ser humano comete errores y como consecuencia cosecha sus frutos amargos. Entonces se siente miserable. El tamas debido al letargo que engendra en el hombre y por las ideas equivocadas que siembra en él, es mucho más peligroso. Estando atrapado en la red de la ignorancia, bajo el dominio de tamas, el pobre ser humano se cree que es un sabio. Esa clase de creencia no le libera del sufrimiento que viene como resultado de sus acciones erróneas. Es entonces cuando trata de echar la culpa de su sufrimiento a alguien, ignorando que está cosechando el fruto de sus propias acciones. Sólo entonces el hombre busca solaz. La cuestión es saber dónde debe buscarlo. Un agnóstico o un escéptico que no cree en un Ser Supremo o Dios, depende de la materia, de las comodidades materiales para reconfortarse.
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Pero, ¿acaso lo logra? No. Entonces intenta olvidar su miseria quizás con bebidas alcohólicas o drogas. Pero el efecto de todas esas cosas es momentáneo. Cuando el efecto pasa, la miseria lo ataca, como si fuera con doble vigor. Además, la mente a la que ese pobre hombre quiere adormecer ingiriendo esos intoxicantes es tan ingrata que no solamente no le hace olvidar los daños causados por los demás o los errores cometidos por él mismo, sino que se lo recuerda tan constantemente que no lo deja en paz. Tal vez uno pueda escapar de la observación de la gente, pero de ningún modo de su propia mente. Esta lo acompaña por todas partes y en todos los momentos como una sombra. Su censura es más aguda, cuando uno no ve la salida de su sufrimiento. Ahora bien, quizás existe el sufrimiento en el mundo como un correctivo para la humanidad que yerra. Se puede preguntar: "Bueno, ¿acaso no sufren los que creen en Dios o llevan una vida espiritual? Vemos que éstos sufren más que los que no creen en nada." Por supuesto ellos también sufren. El mundo, como dijimos al principio de esta charla, es una mezcla de placer y dolor. Ninguno de ellos es permanente. Felicidad y sufrimiento se alternan en la vida del hombre. El cuerpo es de materia y todo lo material es cambiable y cambiante. Por lo tanto, todos los seres encarnados están sujetos a esos cambios de la materia. Además, como Swami Vivekananda dice: "La vida está y debe estar acompañada por el mal. Un poquito de mal es la fuente de la vida." ¿Qué quiere decir él con esta última frase? Un ser perfecto no necesita encarnarse, salvo en los pocos casos de los que vienen a la tierra para enseñar a la humanidad. Un ser nace porque es imperfecto, tiene deseos y hasta que no logra la perfección tendrá que venir a este mundo una y otra vez. Eso es lo que afirman los Upanishads cuando declaran: "Por las acciones meritorias uno alcanza los mundos superiores y por las viles va a los mundos inferiores, y con un equilibrio entre estas dos clases de acciones vuelve al mundo del ser humano." Es decir nace como hombre. El que cree en Dios y sigue el sendero de la rectitud y del espíritu, sabe o mejor dicho, debe saber, que su creencia en Dios y su intención y sus esfuerzos por seguir ese sendero no le liberan de sus sufrimientos físicos, ni de las preocupaciones. El verdadero amante de Dios no busca milagros, ni reza por la curación de sus enfermedades o por su bienestar. Ama a Dios por amor a Él. Trata de desarrollar el gusto por llevar esa vida, sin ostentación. No espera ni siquiera el reconocimiento de la gente. Sabe que el amor por Dios que él busca es en sí la recompensa de sus duras prácticas y austeridades. Lucha con sus pasiones y sentidos, los cuales quieren arrastrarlo por el sendero de la oscuridad. Y al final llega a tener una paz que aun a duras penas sólo pocos alcanzan. Siente la proximidad del Señor y no se siente abandonado en ningún momento aunque el mundo entero esté contra él. Sri Krishna dice al respecto: "La Dicha Suprema con certeza viene a ese yogui, cuya mente se ha tranquilizado, cuya pasión ha sido aquietada, y quien se ha vuelto Brahmán, habiéndoLo realizado y es sin mancha."
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Ahora bien, la verdadera destreza consiste en poder ir más allá del bien y el mal, porque sólo entonces uno puede alcanzar la paz y el solaz. ¿Cómo podemos hacerlo? Confiando en Dios y sometiéndonos a Su voluntad. ¿Corno podemos saber cuál es Su voluntad? Todo lo que sucede, sucede por Su voluntad. En ese caso, ¿por qué no debe pensar uno que lo que está haciendo también es por Su voluntad? Verdad, no hay argumento contra eso. ¿Pero está seguro que es Su voluntad la que está trabajando por medio de él? Siendo así no se sentirá exaltado con el éxito ni se sentirá deprimido por el fracaso. Caso contrario, aunque sólo sienta un poquito de exaltación u orgullo de haber alcanzado algo o piensa que es él, el hacedor, entonces esa persona no cree en lo que dice. Es hipocresía la que le hace decir que la voluntad de Dios trabaja por medio de ella. Surge otra pregunta: '"¿Débenos someternos, sin hacer esfuerzo alguno, a toda clase de calamidades?" Nadie aconseja eso. Mientras que uno sea consciente de que es el hacedor de sus acciones debe resistir todo lo que considera cono maldad. El dicho 'no resistid al mal' es para las almas muy evolucionadas. No significa solamente la resistencia física sino también la mental. En la persona que sigue ese dicho no debe surgir ni siquiera una idea contraria, o un sentimiento de odio al que le hace daño. Solo se puede hablar de cumplir con ese precepto en su totalidad cuando se alcanza el estado en que la mente se mantiene ecuánime bajo todas las circunstancias. Pero para la gente común que es movida aun por los más pequeños cambios en el comportamiento de los demás hacia ellos, el sendero consiste en resistir al mal, no solamente al que procede de afuera sino también al que está adentro de ellos mismos. ¿Puede llegar el solaz a ano que cree que es la voluntad de Dios la que actúa en el mundo? Vamos a ser explícitos: si por solaz se entiende que uno no va a sufrir más, que no va a tener más preocupaciones, entonces, nadie en el mundo lo tendrá. Aun para el que toma refugio en Dios llega el sufrimiento físico y no se suaviza el golpe que cae sobre él; sucederán las calamidades si tiene que pasar por ellas, pero junto con las mismas vendrá también la fuerza para afrentar el peligro y las tribulaciones. No se desesperará cuando se encuentre en situaciones difíciles, conociendo que es la voluntad de Dios la que obra aquí, y que Él va a hacer lo que es bueno para él. ¿Tiene un creyente común ésa confianza, esa fuerza? Eso depende de la intensidad de la fe de cada uno. Se dice que la fe puede mover montañas, pero ella tiene que ser inamovible como una montaña. Hay una historia que Sri Ramakrishna solía contar a sus discípulos que ilustra sobre las distintas clases de fe: "En cierta aldea vivía un brahmín, a quien una lechera que vivía en el otro lado del río suministraba leche todos los días. A veces ella demoraba en llevar la leche. Un día el brahmín se enojo y le preguntó la causa de la tardanza. Ella le explicó que tenía que esperar el bote que a veces se encontraba en el otro lado y que el botero también aguardaba los pasajeros y todo eso era la causa de su demora.
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Al instante, el brahmín le dijo: "Mujer, la gente cruza este océano del mundo repitiendo el nombre de Dios, y ¿tú no puedes cruzar este pequeño río haciéndolo?" La mujer, simple como era, aceptó esa reprimenda y creyó en las palabras del brahmín. Desde el día siguiente le llevaba la leche sin demoras. Observando eso, el brahmín le preguntó: "¿Cómo es que no tardas más en venir aquí?" La mujer contestó: "Repitiendo el nombre de Dios, como Ud. me indicó, cruzo el río y no necesito esperar más al bote." Asombrado y no pudiendo creerlo, el brahmín le pidió que le mostrara como lo hacía. Ambos bajaron al río y la mujer con toda facilidad caminaba sobre las aguas repitiendo el nombre de Dios. Pero dándose vuelta notó que el brahmín, aunque repetía el nombre de Dios, levantaba sus ropas para que no se mojaran. Entonces la lechera le dijo: "Señor, Ud. repite el nombre de Dios al mismo tiempo levanta sus ropas. Ud. no cree en lo que dice." Aquí están las dos clases de fe. Y la mayoría de la gente es como ese brahmín, habla de la fe pero no la tiene. Por supuesto, la fe inquebrantable viene con la visión de Dios o siendo simple como esa lechera, o como un niño. ¿Cómo se desarrolla esa fe? Siendo sencillo y cándido como un niño. Cuando uno es cándido confía en las palabras de las escrituras y de los grandes maestros espirituales. Luego pone en práctica sus enseñanzas sin vacilación ni duda. Esa práctica fortalece su fe en Dios, pues en ella encuentra una fuerza que no es de este mundo. Ahora bien, ¿qué sucede con los que no son francos y simples? Si ellos quieren tener solaz y paz también tienen que luchar duramente para vencer sus defectos. Tienen que rezar al Señor con todo corazón para que los coloque en el buen camino y puedan corregirse. Puede surgir la duda: ¿Y si las oraciones no son respondidas? Esa misma duda demuestra que no hemos tomado el camino en serio, que no tenemos verdadero anhelo. Porque esa duda no tiene base. ¿Acaso no nos aseguran los grandes maestros de la humanidad, que han realizado la meta de la vida, que han visto a Dios, que Él es nuestro guía interno y escucha nuestras plegarias cuando son sinceras? Por ejemplo, el Señor Jesucristo afirma: "Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. ¿Qué hombre, hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pez le dará una serpiente? pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?" Por lo tanto, si rezando una vez no conseguimos respuesta, no debemos pensar que Dios no escucha nuestra plegaria. Swami Vivekananda dice: "¡Cuántas tempestades y olas uno tiene que afrontar antes de llegar al puerto de Paz! Cuanto más grande ha sido el hombre tanto más terribles han sido las pruebas por las cuales tuvo que pasar." Así pues, si queremos una cosa valiosa, debemos estar preparados para pagar su
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precio. Y la paciencia y la perseverancia son el precio de la paz eterna. No debemos flaquear ni aflojar nuestros esfuerzos, sino continuar con la lucha, suceda lo que suceda. Porque no hay solaz en ningún otro lugar sino en Dios. Si lo dejamos, ¿a cuál otro lugar podemos recurrir en busca de paz? ¿En qué podemos confiar? ¿En riquezas, en hijos, en parientes o amigos? ¿Hasta cuando pueden ellos ayudarnos y cómo pueden disipar nuestras miserias que están más allá de la ayuda humana? Sabiendo que no tenemos a nadie sino al Señor en este mundo a quien podemos llamar propiamente nuestro, debemos tomar refugio en Él. Swami Vivekananda aconseja; "Renunciad a todo ‘yo y mío’; pues el Señor llega al que no tiene nada en este mundo." Estas palabras surgieron de su propia experiencia, no son mera parlería. Es por eso que todavía llenan al lector con estremecimiento y le infunden confianza en sí mismo. Las palabras de aquellas personas que han tocado y palpado lo Infinito llevan una fuerza propia. Esas palabras consumen, por así decirlo, como el fuego, toda duda, todo temor y vacilación de los que las oyen o leen. ¿Por qué entonces, se quejan y gimen hasta los creyentes cuando están en circunstancias difíciles? Porque aún no han aceptado al Señor como suyo en el más pleno sentido. Además, entregarse a Dios, no es tan fácil como parece mientras exista tan siquiera un pequeñísimo vestigio del deseo de gozar, mientras que haya imperfección en el hombre. Porque el que se entrega totalmente a Dios, no tiene nada que temer, pues Sri Krishna nos asegura: "Yo (el Señor) Me hago cargo de aquellos que siempre piensan en Mí únicamente, Me sirven y Me adoran, y les proveo lo que les hace falta y cuido lo que ya tienen." Oyendo esto, se puede atribuir parcialidad a Dios y decir que en tal caso Él también, como cualquier ser humano, está sujeto a todas las debilidades, como odio, parcialidad y cosas por el estilo. Esta acusación no tiene fundamento como veremos de lo que dice Sri Krishna: "Yo Me manifiesto igualmente en todos los seres. Nadie es odioso ni muy querido para Mí. Sin embargo, Yo estoy en aquellos devotos que Me adoran con devoción, y ellos están en Mí." El Señor está en todos los seres como su guía interno, como su Ser más recóndito. ¿Cómo puede entonces odiar a alguien? El significado es que el devoto por su intimidad con Dios pierde la noción de diferenciación y distancia que un hombre común siente entre él mismo y Dios. Para el devoto, el Señor es muy suyo, muy íntimo, y las cosas del mundo no tienen mucho valor para él. Su vida se centra en Dios. Por el contrario, para el hombre mundano Dios es una palabra y los objetos sensorios son como si fuera su vida misma. Sri Ramakrishna solía decir: "Dios esta en todas partes, pero se manifiesta de una manera especial en el corazón del devoto." He aquí un canto que expresa la actitud del devoto hacia Dios: Oh Señor, Tú eres mi Todo en todo, la Vida de mi vida, la Esencia de la esencia; En los tres mundos no tengo a nadie sino a Ti a quien
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pueda llamar muy mío. Tú eres mi paz, mi alegría, mi esperanza; Tú, mi apoyo, mi riqueza, mi gloria, Tú, mi sabiduría y mi fuerza. Tú eres mi hogar, mi lugar de descanso; mi amigo íntimo, mi pariente más querido. Mi presente y mi futuro eres Tú; mi cielo y mi salvación; Tú eres mis escrituras, mis mandamientos, Tú, mi siempre bondadoso Gurú. Tú eres la Fuente de mi dicha sin límite. Tú eres el Camino; Tú, la Meta; Tú, oh Adorable, oh Señor. Tú eres la madre de tierno corazón; Tú, el Padre que castiga. Tú eres el Creador y el Protector. Tú, el Timonel que guía Mi barca a través del mar de la vida. Aquí vemos cómo desaparece de la vista del devoto la barrera del esplendor y gloria que interfieren en la relación de un ser individual con el Ser Supremo. Para el devoto, Dios no es un extraño; por consiguiente, siente Su proximidad. En cambio, el hombre común, debido a su ignorancia, construye barrera tras barrera entre él y Dios; barreras del ego, riqueza, renombre, fama, orgullo y cosas por el estilo. Son estas las que nos impiden ver a Dios, que mora en nuestro corazón. ¿Qué sucede con los que llevan una vida inmoral y mala, aquellos que cometen errores? ¿No hay salida para ellos? El Bhagavad Guita promete la salvación para ellos también: "Aunque un hombre sea el peor de los malvados, si Me adora a Mí con la devoción de todo corazón, debe ser considerado como un alma noble, pues ha tomado la buena determinación." El significado es este: el ser humano comete errores, por varias causas, pero por esta razón no debe ser condenado para toda la vida. Si se arrepiente y toma refugio en Dios existe la posibilidad de que sus tendencias viciosas desaparezcan y caigan de él, como las hojas secas de un árbol en el otoño. Sri Krishna agrega: "En poco tiempo ese hombre se convierte en un santo y alcanza la paz imperecedera. Oh hijo de Kunti, proclama ante el mundo que Mi devoto jamás perece." Tenemos aquí la promesa inequívoca del Señor. Cuál es la actitud que mejor conviene al devoto, está explicado por Sri Ramakrishna. Cita el ejemplo del gatito: "El gatito sólo sabe llamar a su madre, diciendo 'miau, miau’. Queda contento dondequiera que la madre lo ponga. La gata lo pone a veces en la cocina, a veces en el suelo y otras sobre la cama. Cuando el gatito sufre, grita, 'miau, miau', no sabe hacer otra cosa. Pero tan pronto la madre gata oye este grito, dondequiera que esté viene a él. Clama a Dios, - concluye Sri Ramakrishna — de esta manera con un corazón anhelante, entonces con toda certeza podrás verLo."
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Surge otra vez la vieja duda, la cual ya ha sido contentada, en otra forma: ¿Por qué Dios no otorga a todos fe en Él? ¿Por qué sólo la da a algunos y no a otros? ¿Y por qué aun a esos pocos da fe de distintos grados? El Bhagavad Guita lo aclara: "El Señor no obliga a nadie a actuar, no crea para la gente ni los objetos ni la unión con los frutos de las acciones. Es la Naturaleza la que actúa. El Señor no recibe ni el mal ni el bien de nadie. El conocimiento está cubierto por la ignorancia, por consiguiente, los seres quedan ilusionados." La Naturaleza o Prakriti por sus poderes de ocultar la realidad y proyectar la irrealidad, roba al ser individual su facultad de discernimiento y él identificándose con la naturaleza toma lo irreal por lo Real, lo transitorio por lo eterno y queda atado al mundo. El día en que cesa de hacerlo se da cuenta de su verdadera naturaleza, logra la paz eterna y se libera para siempre. Ahora bien, ¿cono pueden aquellos que ya están enredados en el mundo, llegar a Dios, la morada del solaz? No pueden de repente romper su relación con los que conviven ni deshacerse de sus deberes. A ellos Sri Ramakrishna aconseja: "Haced todos vuestros deberes, pero mantened vuestra mente en Dios. Vivid con todos, con esposa e hijos, padre y madre, y servidles. Tratadles como si fueran vuestros muy queridos, pero sabed en lo más íntimo de vuestro corazón que no os pertenecen; que Dios es vuestro amigo, pariente y morada." ¡Que podamos alcanzar a Dios la morada del solaz, en esta misma vida, por Su misericordia!
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EL LIBRE ALBEDRÍO Y LA VOLUNTAD DIVINA (1979)
Por Swami Paratparananda Es corriente el concepto de que el hombre tiene libre albedrío o voluntad libre, que posee la facultad de obrar por reflexión y elección. Si bien no podemos negar ese concepto tampoco podemos aceptarle en su totalidad como verdad. ¿Por qué no podemos aseverar de un modo u otro? ¿Por qué vacilamos entre aceptarlo o rechazarlo? Primero vamos a estudiar la definición de libre albedrío. Significa la facultad de obrar por reflexión y elección, independiente de otros factores, como por ejemplo la inclinación natural. Los filósofos hindúes llaman a esa “facultad de discernir y decidir”, en sánscrito, buddhi. Según ellos ésta es una de las partes, por decirlo así, del antahkarana, sentido interno del hombre, cuyas otras partes son: manas (mente) chitta (substancia mental) y ahankara (ego). Quizá sea necesario aquí explicar las funciones o poderes de estas partes del instrumento interno para comprenderlo mejor. El manas es el que recibe todas las impresiones de los objetos que los sentidos le presentan, pero no decide si debe perseguir, aceptar o rechazar tales objetos. En ese momento interviene el buddhi (el intelecto), la facultad de discernir, y decide lo que va a hacer. El chitta es el depósito de las tendencias innatas y de las impresiones que el hombre va recibiendo a través de esta vida. Cualquier experiencia o impresión que el intelecto recibe, al reflexionar, compara con las que ya están almacenadas en el chitta y ve cuál fue el resultado de esa experiencia en el pasado, antes de decidir. El ahankara (ego) es el que piensa que es el hacedor. Este es el significado literal de la palabra ahankara: “el que dice: ‘soy el hacedor’”. Todos estos son sólo instrumentos, pues no tienen poder alguno si la conciencia del hombre no está unida a ellos. La primera objeción que se puede formular contra esa teoría del libre albedrío, es: ¿cómo puede un instrumento ser libre? Si esto fuera cierto entonces la pluma del escritor, el pincel del pintor, el formón del carpintero, el cincel del escultor, la maza del herrero y otras herramientas semejantes habrían trabajado por sí solas. A ese se puede contestar: no es al instrumento mismo al que nos referimos aquí, sino a la facultad activada por la conciencia. Entonces replicamos: en ese caso no es que el albedrío o voluntad sean libres sino la persona que los posee. En ese concepto también hay una traba, pues para la mayoría de la humanidad su personalidad significa a lo suma la identificación con el ego, el “yo”. Surge entonces la pregunta: ¿Es el ego libre? El “ego” según el monista es una falsa identificación del Ser o Atman con la mente, cuerpo o sentidos según las circunstancias o momentos, debido a la ignorancia de
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la realidad. ¿Cómo puede ser libre lo que está bajo el encanto de la ignorancia? Sin embargo, esto es justo lo que ocurre: cuando estamos viendo magia vemos solamente cosas que el mago quiere que veamos aunque no existan, y pensamos que son reales. En ese momento no nos damos cuenta que son irreales o ilusorias. Asimismo, los que están a favor de ese idea del libre albedrío no van a discutir o razonar de este modo; les gusta la idea y la aceptan. Pero, una cosa es aceptar una teoría y otra totalmente distinta ponerla en práctica en la vida diaria. Un hombre que realmente posee ese libre albedrío no tendría que desanimarse por las circunstancias adversas. Tendría que cumplir con todas sus resoluciones y no debería preocuparse ni perturbarse por los resultados. Más aún, debería mantenerse calmo hasta cuando el resultado fuera desfavorable. ¿Acaso, el hombre que acepta esa teoría del libre albedrío, puede enfrentar todas las circunstancias con calma, puede llevar a cabo todas sus resoluciones? Esto es muy importante; esto es lo que realmente vale: pues la meta final del hombre es llegar a tener la tranquilidad, la paz duradera. Todos sus esfuerzos y luchas son por alcanzar ese estado de ecuanimidad, de bienaventuranza. El concepto del libre albedrío también se originó de allí, tener la libertad de actuar y gozar. Pregúntense si dudan de esto: ¿por qué quiero la libertad? Porque sólo en ella está la paz y la felicidad. En la ligadura, en la limitación, en la sujeción, existen muchas obligaciones que nos compele a actuar y a comportarnos contra nuestro deseo y voluntad, a pesar de nosotros mismos. Además, estamos inhibidos por las circunstancias e inducidos a actuar por nuestras tendencias innatas. Cuando la situación es así, es decir, teniendo tantos impedimentos y limitaciones ¿cómo puede uno pensar que es libre? Realmente no podemos. Para verificar esto no necesitamos indagar mucho; tratemos de deshacernos de un hábito malo e cultivar uno bueno, entonces veremos si realmente tenemos el libre albedrío. Hacemos buenas resoluciones por la mañana, pero ya por la tarde todas ellas, en la mayoría de nuestros casos, son barridas por la corriente de los hábitos, y no queda ninguna; y esto sucede día tras día, mes tras mes, año tras año. Pasan los años y las buenas resoluciones quedan sin cumplirse, sin poderlas llevar a cabo. ¿Es esa una indicación del libre albedrío? Vemos así que el albedrío no es tan libre como creemos. En la definición del libre albedrío que ya citamos encontramos dos palabras: reflexión y elección. Reflexión significa según el diccionario examen detenido de una cosa que hace el alma. Si el hombre fuera guiado por la reflexión cómo podría actuar mal, cómo podría, conscientemente, invitar a la desgracia y a los sufrimientos, productos de sus obras. Por eso tenemos que admitir que las tendencias heredadas de las vidas pasadas tienen mucho que ver con el comportamiento de cada individuo. No obstante, existe esa idea en el hombre y Dios la ha permitido para que actúe como un incentivo a la acción. Si todo hubiera sido automático, si no existiera este impulso no habría ninguna evolución
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del hombre, quizá el ser humano hubiera sido aún hoy tan primitivo en sus hábitos, costumbres y moralidad como era en la época paleolítica, viviendo en las cavernas y movido solamente por las pasiones e instintos como los animales. El hombre es hombre porque puede luchar contra la naturaleza externa e interna. Tiene esa libertad. Sri Ramakrishna hablando del libre albedrío cierta vez dijo: “Es solo Dios quien ha plantado en la mente del hombre lo que el ‘inglés’ llama libre albedrío. La gente que no hubiera alcanzado a Dios se habría metido en actos más y más dañinos si Él no hubiera sembrado esa noción del libre albedrío en ellos. El pecado hubiera aumentado si Dios no hubiera no hubiera hecho sentir al malvado que él solamente es responsable de sus actos pecaminosos. Los que han alcanzado a Dios están conscientes de que el libre albedrío es una mera apariencia y que en realidad el hombre es la máquina y Dios el Maquinista, el hombre es el carruaje y Dios el conductor.” También podemos ver que las leyes no tendrían sentido si cada uno no fuera hecho responsable de sus acciones y todo sería, en ese caso, un caos, un pandemonio. Como ejemplo de esta actitud de irresponsabilidad podemos ver lo que ocurre con la gente que interpreta mal la teoría de karma. Sí uno les pregunta qué significa esa teoría no pueden dar una respuesta convincente, sólo van a decir que es el resultado de las acciones de vidas anteriores. No se detienen a pensar quiénes fueron los que hicieron esas acciones en el pasado cuyo resultado están ahora disfrutando o sufriendo. Cada uno cosecha lo que sembró o siembra, es decir, el fruto de sus propias acciones y no las del otro. En la tierra puede administrarse equivocadamente la justicia, pues el juez tiene que depender de las pruebas y testimonios ante él. Pero Dios, estando presente en el corazón de todos y siendo Él mismo el Testigo de todas nuestras acciones, incluso la más oculta que el hombre pueda hacer, jamás Se equivoca. Sólo los débiles, ociosos e ignorantes no quieren perseguir esta línea de razonamiento, pues, entonces se encontrarán con la siguiente cuestión: si las acciones de las vidas anteriores han producido estos frutos, ¿por qué no esforzarme por cambiar el modo de mi vida actual y moldearla mejor para el futuro? El hombre tiene cierta libertad, es por eso que no podemos negar totalmente el concepto del libre albedrío. Pero debemos repetir que el hombre no tiene una libertad total. Vamos a narrar aquí una historia que se encuentra en el Kena Upanishad: Cierta vez Brahman consiguió que los devas, seres celestiales, vencieran a los demonios. Los devas se enorgullecieron y creyeron que fue por sus propios esfuerzos que habían logrado esa victoria. Brahman, dándose cuenta de ello, apareció ante los devas en la forma de un Espíritu. Curiosos por conocer quién era ese Espíritu, los devas enviaron a Agni, la deidad del fuego. Cuando éste se le acercó, el Espíritu le preguntó: “¿Quién eres?” “Soy la deidad del fuego,” contestó el deva. “¿Qué poder tienes?” inquirió el Espíritu. “Ah, puedo quemar todo cuanto existe en la tierra,” replicó Agni. El Espíritu entonces colocó delante de Agni una
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simple paja y le pidió que la quemara. La deidad del fuego trató de hacerlo con toda su fuerza, pero no pudo. Humillada así volvió a los devas. Luego mandaron a Vayu, la deidad del viento con el mismo resultado. Por más que se esforzó por llevar la paja soplando no pudo ni moverla. De esta manera, uno por uno, los devas se presentaron ante el Espíritu, fracasaron en comprobar sus respectivas fuerzas y volvieron humillados. Al final, cuando Indra, el rey de los devas, se adelantó, el Espíritu desapareció y en su lugar apareció una mujer bellamente adornada. Era Uma, la Fuerza Cósmica. Indra se le acercó y le preguntó: “¿Quién es ese magno Espíritu?” Contestó Ella: “Es Brahman. Fue por Su fuerza que vosotros tuvieron la gloria.” Aquí vemos que toda la fuerza hasta la de los seres celestiales depende de la de Dios, y que los varios devas o dioses son sólo Sus instrumentos. Leemos en los Upanishads: “Por Su fuerza el fuego quema, el viento sopla, el agua moja y la muerte cumple su función.” Cierta vez Swami Saradananda, un discípulo directo de Sri Ramakrishna, relató este incidente de su propia vida hablando sobre el problema del libre albedrío. En su juventud era un estudiante de medicina, y como otros jóvenes de aquellos días, a fines del siglo diecinueve, era escéptico, no creía en la existencia del Ser o Dios. Cierto día ese joven fue a visitar a Sri Ramakrishna y le habló del libre albedrío, diciendo: “Señor, ¿dónde interviene la voluntad de Dios? Yo puedo hacer todo lo que quiero. Estoy haciendo ensayos, y cualquier cosa que quiero hacer, la consigo.” Sri Ramakrishna le aconsejó que siguiera esa misma línea de pensamiento durante un tiempo y observara lo que ocurría. Más o menos un mes después el joven volvió a visitar al Maestro y le dijo: “Señor, he descubierto algo; había estado observándome estos días y veo que ahora no puedo hacer nada por mi propia voluntad, ni siquiera la cosa más insignificante; antes podía hacer grandes obras. No comprendo, estoy confuso.” Sri Ramakrishna le dijo que escuchara con atención la canción que iba a cantar, la aprendiera de memoria y meditara sobre su significado todos los días. Luego cantó: Tú eres mi Todo en Todo, oh Señor – la Vida de mi vida, mi ser más recóndito; No tengo a nadie en los tres mundos sino a Ti, a quien llamar mío. Tú eres mi paz, mi alegría, mi esperanza; Tú mi sostén, mi riqueza, mi gloria; Tú eres mi sabiduría y mi fuerza. Tú mi hogar, mi lugar de descanso; mi amigo más íntimo, mi pariente más cercano; Mi presente y mi futuro eres Tú; mi cielo y mi salvación. Tú eres mi escritura, mis mandamientos; Tú mi siempre bondadoso Gurú; Tú eres la Fuente de mi dicha sin límite. ¡Tú eres el Camino; Tú, la Meta, Tú, oh Adorable Señor!
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Tú eres la Madre de tierno corazón, Tú, el Padre que castiga, Tú el Creador y el Protector; Tú, el Timonel que guía Mi barca a través del mar de la vida. Swami Saradananda siguió las instrucciones de su Maestro y como consecuencia pudo resolver todas sus dudas. Vemos en ese relato que el ser humano tiene cierta libertad de actuar, pero que no es total. El hombre tiene que depender de la voluntad divina para lograr éxito en la vida, especialmente en la espiritual. Ahora bien, ¿de dónde ha surgido esta idea de libertad que no ocupa, es decir, el libre albedrío? Sabemos que hay algunas nociones fundamentales en el hombre; por ejemplo, la vida eterna, dicha absoluta y libertad total. El monista dice que estas son la naturaleza del Atman, la esencia del hombre. Por lo tanto, no es posible para él olvidar su naturaleza, por más que esté sometido a la ignorancia, por más que esté impedido por los upadhis, las limitaciones, como cuerpo, sentidos y mente. Así como el hombre que ha tenido una pesadilla continúa en un estado de susto por un tiempo más aun después de despertarse, asimismo la naturaleza interna del hombre, aunque cubierta de pesadas incrustaciones, persiste en afirmarse de alguna manera. Y la idea del libre albedrío es una de ellas. La cuestión que ahora se nos presenta es: ¿Por qué no llamar libre lo que ya es? No confundamos una cosa con otra. Es cierto que el Ser es libre; pero no en el estado en que ese Ser se identifica con el cuerpo. El Ser no tiene ninguna acción que emprender, nada para alcanzar; ¿qué queda para alcanzar al que ya es eterno, inmaculado, iluminado y libre por naturaleza? Nada. Y toda acción se hace con un propósito, ya sea satisfacer una necesidad, o cumplir un deseo. Por supuesto, un ser que ha alcanzado a Dios, que Lo ha visto cara a cara es una excepción a esa regla, como es el caso de las Encarnaciones Divinas. Estos seres vienen a la tierra para redimir a la humanidad, para mostrarle el camino; no tienen ningún motivo personal. Sri Krishna declara en el Bhagavad Guita: “Oh Aryuna, no tengo en los tres mundos ningún deber que cumplir, ni queda nada para alcanzar que no haya alcanzado; no obstante Me ocupo en la acción.” Todos los otros, salvo estos seres excepcionales, son movidos por algún motivo personal, sea elevado o bajo. Los motivos elevados tales como alcanzar a Dios, lograr el bhakti (devoción) son buenos y no atan al hombre a este mundo, no le hacen seguir en la ronda de nacimientos y muertes. Más bien lo ayudan a ser más y más libre, a medida que se van fortaleciendo. Los motivos bajos, que son mayormente egotistas, y que consisten en la satisfacción de los deseos de goce mundano, no nos liberan, por el contrario, agregan un eslabón más a la cadena de nuestras ligaduras. Vemos así que el mismo hecho de estar ocupado en la acción, repetimos, salvo en los casos excepcionales ya mencionados, implica imperfección. ¿Cómo puede haber perfección en un estado imperfecto? Todos venimos aquí a la tierra porque somos imperfectos, porque
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tenemos varios deseos insatisfechos. En tal estado no existe un albedrío totalmente libre. Un hombre puede satisfacer sus deseos y como consecuencia de los trastornos y sufrimientos que padece, es posible que se dé cuenta de la vacuidad de todo goce mundanal y luche por escapar de las garras mortíferas del deseo, y alcanzar la perfección. Pero no debemos confundir la poca libertad de voluntad que gozamos con la perfección, o plena libertad. Mayormente esto es lo que sucede: consideramos que como Ser somos libres y al mismo tiempo lo confundimos con el cuerpo, sentidos o mente, queriendo ver perfección en lo imperfecto; mejor dicho, viendo lo imperfecto como perfecto. Por la gracia divina esta confusión no dura por siempre, las dificultades y la miseria que sufrimos nos enseñan algo cada día y gradualmente llegamos a conocer que lo que habíamos considerado como nuestro Ser no lo era y que llamarlo libre fue un error. Pero ese firme conocimiento viene cuando uno alcanza a Dios; hasta entonces, aunque de vez en cuando se tenga una vislumbre de ello, se pierde de inmediato, y uno vuelve a cometer el error anterior. Por eso, debemos tener esa firme convicción de que el albedrío no es totalmente libre aunque tenga una apariencia de libertad. Sri Ramakrishna explica esto con un ejemplo muy simple: Una vaca está atada a un poste en una gran pradera con una soga larga. La pradera es infinite llena de pasto verde. La vaca puede moverse libremente dentro del área representada por el círculo con la extensión de la soga como radio, y ni un poco más. Si se le place al dueño puede agrandar la soga y permitir a la vaca pastar sobre un espacio más grande. La vaca puede pensar que es libre, pero se dará cuenta de que no lo es, cuando quiera ir más lejos que lo que la soga atada a su cuello le permita, pues sentirá el tirón. La voluntad del hombre también es exactamente igual, le ha sido otorgada cierta libertad, pero no más. La impotencia humana ante sus debilidades es obvia en la pregunta que un héroe como Aryuna hace: “Entonces, ¿movido por cuál fuerza comete un hombre malas acciones, aunque no quiera, como si fuera compelido?” Sri Krishna replica: “Este deseo, esta ira, originado de rayas es voraz y malvado; conócelo como tu enemigo aquí.” Sri Krishna no distingue el deseo y la ira como sentimientos separados, pues la segunda es el efecto del deseo obstruido, por esta razón usa el verbo en singular. ¿Dónde está el libre albedrío cuando se mueve constantemente con tanta facilidad al ser atacado por los deseos y pasiones? Nos damos cuenta de nuestras limitaciones sólo cuando las tormentas de los fracasos agitan nuestra barca en este mar de la vida. Un joven, sano, rico y poderoso no lo siente, piensa que es supremo. Incluso la gente avanzada en edad que no haya padecido ninguna gran calamidad falla en entenderlo. Pero llega el momento en la vida de cada uno en que tiene que encarar la vida como es y no como un sueño placentero. Sólo existe una voluntad que es libre y esa es la del Altísimo. El que se somete a la voluntad de Dios atraviesa sin mucho daño las tormentas y las dificultades.
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Se cuenta una historia en la India: Había un yogui, quien cierta vez estaba parado en la playa, cuando se levantó un ventarrón. Vio un barco que iba llevado por los fuertes vientos. El yogui había adquirido algunos poderes sobrenaturales, podía controlar hasta los elementos de la naturaleza. Movido por la compasión hacia los pasajeros en ese barco, exclamó: “Que se calme la tormenta” y sus palabras se cumplieron. Pero como el viento se calmó de repente el barco zozobro causando la muerte de todos los de a bordo. Sin duda el yogui tenía buena intención, pero su visión era limitada, no podía ver más allá de las apariencias. Así son los juicios del hombre, propensos a equivocación. Por lo tanto, es necesario que tratemos de conformarnos con la voluntad de Dios. Sri Ramakrishna enseñó una parábola acerca de la voluntad de Rama, la cual ilustra esta idea de sumisión a la voluntad divina. Había un tejedor, un gran devoto, que cumplía con todo el deber que le correspondía y al mismo tiempo recordaba a Dios. Hasta en sus negocios veía la voluntad de Rama, su ideal elegido. Era honesto y por consiguiente la gente tenía confianza en él. A los que iban a comprar el género les decía: “Por la voluntad de rama el valor del hilo es tanto; por la voluntad de Rama el costo de la labor es tanto y por la voluntad de Rama tanto es la ganancia.” La gente de la aldea lo quería. Cierta noche, cuando no podiendo dormir estaba sentado en el oratorio de su casa pensando en el Señor, algunos ladrones, que necesitaban un hombre para cargar lo que iban a robar, lo llevaron por la fuerza. Luego cometieron un robo en una casa y cargaron sobre la cabeza del tejedor lo robado. En ese momento llegó la policía, los ladrones se dieron a la fuga, pero el tejedor con lo robado fue capturado y llevado a la cárcel. El día siguiente fue llevado ante el juez para ser juzgado. Los aldeanos se enteraron de lo que había sucedido y acudieron al tribunal. Dijeron el juez: “Su Señoría, este hombre jamás pudo cometer un robo.” El juez pidió al tejedor que hiciera su declaración. El hombre dijo: “Su Señoría, por la voluntad de Rama, acababa de tomar mi comida de la noche. Luego por la voluntad de Rama estaba sentado en el oratorio. Era avanzada la noche, por la voluntad de Rama. Por la voluntad de Rama, estaba pensando en Dios y cantando Su nombre y Sus glorias, cuando, por la voluntad de Rama, acertó pasar por allí una banda de ladrones. Por la voluntad de Rama, me llevaron por la fuerza con ellos; por la voluntad de Rama cometieron robo en una casa; y por la voluntad de Rama, llegó la policía y por la voluntad de Rama, fui arrestado. Luego, por la voluntad de Rama, la policía me encerró durante la noche y esta mañana, por la voluntad de Rama, he sido traído ante Su Señoría.” El juez se dio cuenta que el tejedor era un hombre piadoso y ordenó su libertad. En su camino de regreso a casa el tejedor dijo a sus amigos: “Por la voluntad de Rama, he sido dejado en libertad.” Pero esa clase de sumisión a la voluntad divina no se obtiene de pronto, sino por larga práctica de las disciplinas espirituales, y llevando una vida de pureza y de abnegación. También tiene que haber conformidad entre lo que se dice, hace y piensa. A esa persona se le
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llama una gran alma. Si podemos seguir este principio, gradualmente podremos deshacernos de nuestro ego y someternos a la voluntad de Dios. ¿Cuál es la utilidad de esta sumisión? ¿No se parece a la esclavitud? Hablamos menospreciando a la gente que se somete a la voluntad divina o nos sentimos rebajados al mero pensar que tenemos que aprender a someternos a ella, pero no nos sentimos humillados cuando tenemos que adaptarnos a la voluntad de personas de quienes esperamos beneficio material. ¿Y en este caso qué ganamos? Intranquilidad y sed, deseo de tener más y más bienes, mientras que la sumisión a Dios quita la agitación y trae la paz. Nada perturba a una persona que se ha sometido a la voluntad de Dios, como vimos en el caso del tejedor de la parábola. Se puede argüir que esa no es una historia y que no hay certeza que tal acontecimiento haya sucedido alguna vez. Sin embargo, ha habido gente por todo el mundo cuya vida está bien reflejada en esa parábola; pero ellos no han hecho despliegue de su santidad o de sus nobles cualidades. Esas personas se entregan por completo a la voluntad divina, no porque ésta sea inevitable sino porque sienten alegría en hacerlo, sabiendo que la bienaventuranza depende de esa entrega. Sri Ramakrishna solía decir: “Así como una persona que confía su negocio a un buen hombre puede estar tranquilo, del mismo modo el que se entrega totalmente a Dios puede estar seguro de que no le va a pasar ningún mal, que el Señor le va a cuidar bien.” Mientras creamos que somos entidades separadas con distintas voluntades, estaremos pensando cada uno en nuestro propio interés: los deberes, deseos y ambiciones. Y mientras existan estos variados intereses habrá conflicto y querella. Y las voluntades que llevan ambiciones no pueden ser libres, ya que una va a limitar a la otra. Y a menos que todos los pensamientos fluyan en una sola dirección, hacia Dios, no puede haber unión de la voluntad con la de dios. Y sin conseguir que esa unión sea establecida no habrá término a la inseguridad y a las pasiones. Tratemos de cultivar confianza en Dios, sin aflojar nuestros esfuerzos por llegar a Él; pues todos los grandes maestros espirituales han afirmado que la gracia de Dios es imprescindible para el progreso espiritual del hombre. Que el Señor nos otorgue confianza en Él para que podamos alcanzarlo y terminar con esto círculo da nacimientos y muertes.
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EL SENDERO ESPIRITUAL Y EL ADIESTRAMIENTO DE LA MENTE Swami Paratparananda 1 6-1979
El sendero espiritual no significa creer en algunos dogmas y credos, ni adquirir mucho conocimiento libresco, ni tampoco hacer los ejercicios físicos que generalmente se los toma por yoga. Por supuesto, un cuerpo sano es imprescindible para recorrer este camino y no decimos que no se deba hacer lo necesario para este propósito. Pero hacer de la salud y el fortalecimiento del cuerpo una meta no es el objetivo del sendero espiritual, pues éste es el que nos lleva hacia Dios, hacia el Espíritu, con cuya unión trascendemos el círculo de nacimiento, sufrimiento y muerte, nos volvemos inmortales. Este es el camino de la abnegación, del privarnos de los pequeños goces mundanos para gozar de una felicidad indescriptible e inmensurable. Este es el camino al que se refiere el Señor Jesucristo cuando dice: “Entrad por la puerta estrecha: porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Y la vida a que Jesús se refiere aquí es la vida eterna, la unión con Dios, ser inmortal. Los Upanishads también describen este camino como “duro de hollar y difícil de recorrer, así como el filo de una navaja”. Puede surgir la pregunta: “¿Si el hatha yoga no nos lleva a Dios y el significado de la palabra yoga es lo que nos une a Él, entonces por qué lleva ese nombre ese conjunto de ejercicios llamados asanas?” Antiguamente en la India ese método servía como precursor del raya yoga. Los maestros siempre tenían bajo su supervisión a sus discípulos y como el camino era empinado, por decirlo así, los preparaban para la tarea enseñándoles a fortalecerse físicamente a la vez que cuidaban que no se detuvieran allí. Pero con el pasar del tiempo la meta de la vida y de todos los senderos espirituales quedó olvidada, dándosele prominencia al cuerpo, y la primera parte del curso de raya yoga se desprendió de él y se desarrolló como hatha yoga. El ser humano siempre busca comodidad, milagros y goces palpables, y para eso quiere una salud inquebrantable y belleza imperecedera, todo lo cual cree lograr con esos ejercicios físicos. Es una verdadera lástima que no tome conciencia de que todo lo creado, crece, se deteriora y, finalmente, perece. Sólo el día que llegue a comprenderlo bien dejará de ser engañado por el hechizo de los objetos del mundo, sólo entonces recurrirá al sendero espiritual en su verdadero 1
Swami Paratparananda, fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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sentido. Como hemos dicho en otras ocasiones, el cuerpo es un mero vehículo que el Ser utiliza para llegar a la meta, y lo cambia tantas veces como le resulta necesario. Conocemos observando, si no por propia experiencia, cómo la gente renueva sus vehículos do transporte cuando éstos se desgastan y se convierten más en un problema que en una ayuda. Esto es lo que ocurre con el cuerpo también, cuando por una u otra causa llega a ser más un impedimento que un vehículo, el ser lo descarta y toma uno nuevo aunque no con todo agrado mucho menos con alegría, pues le cuesta dejar el anterior habiéndose encariñado, mejor dicho, identificado, con él y no sabiendo cuál será su futuro. Sin embargo está obligado a apartarse de él. Hay una historia muy divertida: Cierta vez un hombre tenía que viajar a un pueblo lejano. Hizo todos los preparativos para el viaje, entre otras cosas compró un par de sandalias de cuero. Pero en el momento del viaje pensó: “Oh, el viaje es tan largo que seguramente gastaré la mitad de estas sandalias tan hermosas y que cuestan bastante; mejor voy descalzo.” Y salió pero las llevó en el bulto que llevaba sobre su cabeza. En la mitad del camino sus pies comenzaron a sangrar. Cuando quiso calzarse las sandalias le dolieron todavía más. Pensó: “¡Qué tonto he sido! Ahora sanar los pies me va a costar más que las sandalias.” Si pensamos un poco no estamos en una situación mejor que la de este pobre infeliz, pues hemos tomado este cuerpo con un objetivo, el de llegar a Dios. El viaje es largo y por lo tanto no debemos desperdiciar nuestras energías en vanas búsquedas olvidando el propósito principal de la vida humana, perder nuestro tiempo en el cuidado de este vehículo. Sri Ramakrishna cierta vez contó una historia graciosa para ilustrar cómo Dios cumple todos nuestros deseos pero a su debido tiempo y cómo los entiende a Su manera. Cierta vez un hombre que regresaba a su casa después de algunos días de arduo trabajo, sintió fatiga debido al viaje a pie en el sol del verano. Por consiguiente, se sentó debajo de un árbol y se dijo a sí mismo: “¡Qué bueno sería si tuviera un caballo!” No había terminado de pensarlo cuando aparecieron dos sirvientes del rey que lo llevaran por la fuerza, ya que necesitaban a un hombre para llevar el potrillo que una yegua, perteneciente al rey, había dado a luz en el camino. Llegando al lugar donde se encontraban la yegua y el potrillo, los sirvientes lo cargaron a los hombros del hombre y le ordenaron que lo llevara a los establos del rey. Cuando se vio así, se dijo: “Oh Rama, Tú entendiste al revés.” El hombre quería un caballo para cabalgar y no para cargarse con él. Después de terminar el relato Sri Ramakrishna dijo: “No hay que pedir nada a Dios, pues se consigue lo que se pide, pero cuando Él quiere darlo.” Esa historia también puede servirnos como una lección. Hemos tomado a este cuerpo para que nos sirva como un vehículo, para nuestro viaje por el mundo con el objetivo de llegar al Señor. No sea que el Señor nos haga cargar con él como en el caso de ese hombre, es decir, no vayamos a perder esta muy valiosa oportunidad de nacimiento como
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ser humano en el cuidado del cuerpo, confundiéndonos con él, y así arrastrarnos una y otra vez a este mundo. El sendero espiritual depende mucho de la mente. Declaran los Upansihads: “La mente misma es la causa de la ligadura y de la liberación: la que se aferra a los objetos del mundo, nos ata, mientras que la que está desapegada de ellos nos lleva a la liberación.” Tenemos un instrumento tan poderoso y valioso, y sin embargo son muy pocos los que se dan cuenta de ello. La mayoría se guía por las atracciones del mundo. Sabemos cuán veleidosa es la mente: ora quiere asirse de esto, ora de aquello; un momento aprecia una cosa y al momento siguiente se vuelca con toda su fuerza hacia otra que se encuentra, por decirlo así, en una dirección totalmente opuesta; ora quiere lograr un estado espiritual elevado, ora se sumerge en la más grotesca sensualidad; o también, por algún tiempo gusta de un sendero, luego busca otro, después de un tiempo otro más, y, así sucesivamente. Como un mono, salta de una idea a otra a su antojo y sin previa reflexión. Bien ha comparado Swami Vivekananda a esta mente humana con un mono enloquecido. “Había un mono, inquieto por naturaleza, como son todos los monos. Y como si esto no fuera suficiente alguien le hizo beber bebida alcohólica, lo cual lo hizo todavía más inquieto. Luego le picó un escorpión. Cuando un escorpión pica a un hombre, éste salta de dolor todo un día; así pues el pobre mono se encontró en una condición peor que nunca. Para completar su desgracia entró un demonio en él. ¿Qué lenguaje puede describir la inquietud de ese mono? La mente humana, continúa Swami Vivekananda, es como ese mono, siempre activa por naturaleza; luego se embriaga con el vino del deseo, que aumenta su turbulencia. Después de esto viene la picadura del escorpión de los celos por el éxito de los demás, y al final entra en ella el demonio del engreimiento, que le hace pensar que es alguien de suma importancia. Concluye Swami Vivekananda, ¡Qué difícil es controlar una mente tal!” Sin embargo no hay otro método para llegar a Dios. Tenemos que adiestrar la mente de tal manera que pueda sentir gusto por la vida más elevada. Hoy en día la gente no tiene paciencia, por consiguiente busca resultados inmediatos, pero en el sendero espiritual uno tiene que ayudarse a sí mismo. Otros pueden indicar el camino, pero no pueden llevarlo a la meta. Uno mismo tiene que hacer los esfuerzos debidos para conseguir los resultados a que aspira. Ni el dinero, ni los hijos, ni los amigos pueden ayudarle. Además, cada cual viene al mundo con sus propias tendencias innatas, resultado de las acciones de las vidas anteriores. No hay remedios que puedan borrar esas tendencias de la mente. El proceso es lento y el trabajo lo tiene que hacer uno mismo. La mente, que es generalmente extrovertida, debe ser retirada paulatinamente de los objetos de goce. El cuerpo, que sirve como vehículo, va seguir reclamando sus placeres, aunque uno resuelva recorrer el sendero espiritual.
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Antes que nada tenemos que convencer a la mente que el sendero espiritual es el único que puede darnos la paz duradera uniéndonos al Ser Supremo, que toda otra cosa del mundo es efímera, que asirnos a sus objetos sólo trae trastornos, inquietud y sufrimiento. A menos que la mente esté convencida de esto correrá detrás de estos objetos, y por consiguiente no podrá dedicarse por completo a Dios, y surgirán dudas acerca de Su realidad. El hombre de hoy en día habla mucho del razonamiento. Si es que realmente lo tiene debe usarlo para discernir entre lo que es Real, Eterno y lo que es irreal, transitorio, y luego, siguiendo su razonamiento, desapegarse de lo efímero y asirse a lo Eterno. Pero ocurre que profesamos mucho y practicamos poco o nada. ¿De qué nos sirve esa cualidad del razonamiento que no nos podría guiar hacia lo bueno? Por supuesto, adiestrada en otras cosas puede brindarnos comodidades materiales, renombre, fama y toda otra cosa de este mundo. Si con eso estamos satisfechos nunca va a surgir en nuestra mente ese anhelo por ver a Dios o recorrer el sendero espiritual. Sin el desapasionamiento nadie puede avanzar por el camino espiritual, y esto no quiere decir que todos necesiten renunciar al mundo externamente. Pero sí, tienen que hacerlo internamente, es decir, no aferrarse a los objetos del mundo. Uno puede servir a todos, los padres, la esposa y los hijos, pero no tiene que abrigar la idea “son míos”. Sri Ramakrishna enseña cómo tienen que vivir los hogareños que quieren alcanzar a Dios: ‘Vivid en el mundo como una sirvienta en casa de un rico. Ella hace todo el trabajo de la casa. Trata al hijito de su amo como suyo y lo llama ‘Mi Hari’. Señala la casa del dueño y dice ‘aquella es nuestra casa,’ pero en lo íntimo de su corazón sabe que ni Hari ni la casa le pertenecen, que su casa se encuentra en una aldea lejana. Del mismo modo servid a todos, tratad a todos con cariño y al mismo tiempo sabed que ninguno de ellos os pertenece. Vuestra morada está en Dios.” Sin duda esto es difícil de llevar a cabo pero no existe otro método para el que está envuelto en el mundo. Luego viene la práctica de las disciplinas espirituales tales como dominio sobre los sentidos y las pasiones, y junto con esto, el aspirante necesita retirarse de toda actividad externa a ciertas horas determinadas para pensar en lo Supremo. Es muy importante, porque aun mil lecturas de los libros sagrados y el incesante oír las enseñanzas de los grandes maestros no pueden llevarnos a la vida eterna, sino lo que nosotros mismos haremos. Los libros sólo indican el camino y el que quiere llegar a la meta tiene que recorrerlo. Es como las lecciones de música, uno puede leer las partituras pero si no ha estudiado cómo tocar los instrumentos no puede desarrollar buena música. Uno puede leer la técnica de natación pero a menos que entre en el agua y aprenda a ponerla en práctica, ese conocimiento no le va ayudar a nadar. Del mismo modo, a menos que el aspirante practique lo que aprende de los libros o de los maestros no va a avanzar ni un poco en el sendero espiritual. Y las prácticas deben hacerse sistemáticamente y con regularidad. Al comienzo la mente, que estaba
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acostumbrada a vagar a su gusto, no va a someterse fácilmente, se rebelará con toda su fuerza, surgirán pensamientos de toda clase, a veces horribles. Uno se asombrará de ver que era posible para él pensar tales pensamientos. Hay que dejar que salgan a la superficie de la mente y observarla. Swami Vivekananda sugiere: “Se dice que conocimiento es fuerza y es cierto. A menos que conozcáis lo que la mente está pensando, no podéis controlarla. Dadle rienda suelta, pero observad. Hallaréis que cada día sus caprichos van disminuyendo, y cada día se vuelve más tranquila.” Pero él advierte que es un trabajo tremendo que no se puede acabar en un día. Sólo después de una lucha continua y persistente durante años que uno puede tener éxito. Sri Krishna enseña otro método en el Bhagavad Guita: “Descartando por completo todos los deseos que son como semillas de apegos, y controlando los sentidos por la mente, uno debe retirar ésta paulatinamente de todo otro pensamiento con el intelecto firme y bien dirigido, y establecerla en el Atman. Y cada vez que esa mente veleidosa e inestable vaya hacia los objetos sensorios hay que frenarla y traerla bajo el dominio del Ser.” ¿Como podemos abandonar los deseos que son causas de nuestro sufrimiento? Enseñando a la mente lo efímero que son esos objetos de goce y la dolorosa que es la separación una vez que nos apegamos a ellos. Esta inestabilidad de la mente no es una particularidad de la gente débil, pues hasta grandes héroes la han sufrido, como vemos por la pregunta de Aryuna: “Oh Krishna, ese yoga que acabas de describirme, en que el Atman queda en equilibrio, yo no veo cómo puede ser permanente, dada la inestabilidad de la mente. Porque ésta es inestable, turbulenta, fuerte e inflexible. Yo la considero tan difícil de controlar como el viento.” Sri Krishna le contesta: “Sin duda la mente es difícil de dominar y veleidosa, pero puede ser controlada por la práctica y el desapasionamiento.” Por consiguiente, no necesitamos sentirnos desamparados o descorazonados, así como tampoco quedarnos satisfechos de nuestra situación por no ser los únicos, sino darnos cuenta qué difícil es la tarea y prepararnos para la lucha. El que aspira a lograr éxito en este sendero debe evitar la compañía de mucha gente, pues él contacto con distintas clases de personas distrae y perturba la mente, y también lo hace a uno hablar mucho, mucho trabajar y demasiado comer. El que trabaja duro todo el día no puede tener su mente bajo control, no siente ganas de rezar, sólo busca diversión. El que come demasiado necesita dormir más y con eso crece el letargo. La compañía muchas veces es causa de perturbación, ya que surgen temas variados no favorables a la vida espiritual; también origina discusiones que hacen vacilar la fe del aspirante. Sri Ramakrishna decía que se debe cercar un árbol cuando todavía es joven y que se encuentra al lado del camino para que el ganado no lo destruya. Del mismo modo una persona que sigue un sendero particular si llega a oír discusiones contrarias a su modo de pensar es posible que abrigue dudas acerca de su fe o tenga violentos debates, perdiendo así la ecuanimidad.
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Las prácticas se deben hacer dos veces por día y las horas recomendables son de la madrugada y la del anochecer. Se dice que en esas horas, cuando la noche acaba y el día comienza y vice versa, hay un estado de calma relativa en el ambiente, en la naturaleza. Nuestro cuerpo también tiene la tendencia de volverse tranquilo en esas horas. Debemos aprovechar esa condición de la naturaleza y comenzar a practicar. Tenemos que hacer como una regla el no comer hasta no haber hecho la práctica; si adherimos a esta regla la fuerza del hambre va a facilitar romper nuestro letargo. En la India se enseña a los niños que no tomen ningún alimento hasta que hayan terminado su culto u oración. La mente que siempre busca una excusa para evitar hacer lo que no le agrada puede ser dominada sólo por disciplina severa durante un tiempo, pues después se acostumbra a la nueva idea, a la nueva regla. Otra cosa perjudicial es la lectura sin elección ni discernimiento. El hombre no sabe que cualquier cosa que percibe por sus sentidos y absorbe por la mente deja su sello en ella a veces indeleble. Por la lectura sin discreción llenamos nuestra mente de conceptos equivocados, perversos y dañinos que puede costarnos la vida entera borrarlos. También hay personas que con el fin de ser conocedores de muchas cosas leen libros de cualquier tipo. Pero el que quiere llegar a Dios tiene que estar bien alerta de no caer en la trampa de la llamada erudición, y malgastar su tiempo y su salud espiritual. No debemos agregar un fardo más, un impedimento más a la mente ya propensa a la agitación y a la confusión, por la lectura sin discreción. Porque según Patanyali, el gran maestro de yoga, éste consiste en la detención de las modificaciones de la mente. Por consiguiente debes evitar todo lo que la agita, todo lo que perturba su equilibrio, la somete a modificaciones. Swami Vivekananda aconseja que leamos sólo libros escritos por personas que han realizado a Dios, es decir, que han sentido Su presencia íntimamente y que han conquistado sus pasiones y deseos. La mente común no puede estar inactiva, pasan por ella pensamientos a veces buenos y otras veces malos. Además, está dispersa; reunirla y dirigirla hacia un solo objeto, Dios, es la tarea del aspirante espiritual, una tarea larga y dura, pues existen tantas tentaciones en el camino; los apegos de cientos de vidas, y las tendencias innatas que los fomentan, los objetos hermosos que atraen sus respectivos sentidos, y así por el estilo. ‘Pero, dice el hombre, ¿por qué debo abandonar esos hermosos objetos del mundo y sentirme desdichado? ¿Por qué no debo gozar de la vida y al mismo tiempo seguir el camino espiritual?’ El ser humano desde tiempo inmemorial ha estado haciendo el esfuerzo de combinar ese yoga y bhoga, los senderos espiritual y de goce, pero hasta ahora no ha tenido éxito. Es por eso que Jesús advirtió a sus oyentes: ‘Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro: no podéis servir a Dios y a Mammón.’ Ocurre que las cosas del mundo son tan atrayentes que el que quiere combinar los dos senderos se
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pierde completamente en él y se olvida del todo de Dios. Estando en medio de las atracciones es difícil mantenerse alejados de ellas. Es por esta razón que Sri Ramakrishna aconsejaba a sus discípulos hogareños que se retiraran por algún tiempo, por un año, por un mes o por lo menos por tres días a un lugar solitario, lejos de sus familias y las preocupaciones mundanas y pensaran en Dios, y que sólo fortalecidos así podrían llevar la vida en el mundo sin perder de vista la meta, Dios. Ahora bien, la debilidad humana más grande es depender de otros, personas más avanzadas en el sendero espiritual, para su progreso. Swami Vivekananda disuade a los buscadores de esa tendencia en estos términos: “Toda tentativa de control, si no es voluntario, si no es la propia mente la que controla, no solamente es desastroso, sino que es negación del fin perseguido. La meta de cada alma es libertad, dominio libertad de la esclavitud a la materia y al pensamiento, dominio sobre la naturaleza externa e interna. En vez de conducirnos hacia esta libertad, toda corriente de voluntad ajena, que venga de cualquiera forma, ya sea como control directo de los órganos, o sea como forzando a controlarles mientras se está en una condición mórbida, agrega un eslabón más a la pesada cadena de ligadura ya existente producida por los pensamientos y supersticiones pasados. Por lo tanto, tened cuidado cuando permitís que otro actúe sobre vosotros.” Hemos dicho que un aspirante debe evitar los debates y la argumentación, porque no nos sirven de nada, por el contrario, perturban la mente, le hacen perder su ecuanimidad. En el sendero espiritual tenemos que alcanzar estados sutiles. El mero hablar o discutir no nos llevará a eso. Uno de los Upanishads recomienda: “Conoce sólo al único Aquello, y abandona por completo toda otra charla, pues éste es el sendero a la Inmortalidad.” El próximo paso después de retirarse a un lugar solitario es concentrar la mente en un solo objeto, en un solo aspecto de Dios que le agrade a uno. Debemos ser como la ostra perlera de la fábula de la India. Se dice que si llega a llover cuando la estrella Svati está en ascendente y una gota de esa lluvia cae en una ostra abierta, esa gota se convierte en una perla. Las ostras conocen acerca de esto, por consiguiente suben a la superficie del océano cuando esa estrella aparece en el horizonte y esperan con ansiedad la preciosa gota de agua. Cuando una gota de esa lluvia cae dentro de ellas, en seguida cierran sus conchas y se zambullen al fondo del océano, para convertir con paciencia a la gota en una perla. Debemos ser como esas ostras. Primero oír, luego comprender y después, apartándonos de todas las distracciones, cerrando nuestra mente a la influencia externa, dedicarnos a desarrollar la verdad dentro de nosotros. A la mayoría de la gente le gusta probar un poco de cada cosa, no tiene firmeza ni constancia, su interés en cosas espirituales es superficial como un entretenimiento intelectual. Estos no alcanzarán nada, sólo pueden satisfacer su curiosidad por un tiempo y luego buscar otra idea. Debemos tomar una idea y ponerla en práctica hasta llegar a la meta.
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Sólo aquel que puede adherirse a una sola idea, enloquecerse con ella, dice Swami Vivekananda, llega a ver la luz. Esa constancia es de suma importancia. Sri Ramakrishna describe cómo es la tenacidad de un aspirante ordinario: “Es cómo aquel hombre que buscando agua comienza a cavar un pozo, pero si después de cavar diez codos encuentra piedra, lo abandona y empieza a cavar en otro lugar. Si allí encuentra arena a una profundidad de quince codos, también lo abandona y va a excavar en un tercer lugar y si cavando allí veinte codos no encuentra el agua, también lo descarta, y luego abandona su proyecto mismo. Así son la mayoría de la gente que tratan de recorrer el sendero espiritual. Siguen por un tiempo una idea y cuando no consiguen el resultado que esperan, la dejan; van detrás de otra y así sucesivamente y al final quedan frustrados. Se necesita constancia y firmeza para llegar a la meta.” Vamos a resumir: El sendero espiritual es duro de hollar y difícil de atravesar como el filo de una navaja. El que quiere recorrerlo tiene que ser intrépido y tener mucha paciencia, constancia y firmeza en el propósito. La mente juega un papel importante en este sendero: es la que nos puede atar al mundo o liberarnos de este círculo de nacimiento y muerte. Para tener éxito se necesita de perseverancia y tremenda fuerza de voluntad. La mente por naturaleza es veleidosa, tenemos que retirarla de a poco de sus gustos mundanales, reunirla y dirigirla hacia Dios. Para eso debemos retirarnos todos los días a ciertas horas determinadas, preferiblemente las de madrugada y de anochecer, de toda otra actividad y pensar en el Ser, en lo Supremo, o Dios, quitando todos otros pensamientos de la mente durante estos momentos. Los que tienen la oportunidad deben pasar algunos días en un lugar solitario lejos de los familiares y de las preocupaciones mundanas, para que se arraigue su devoción. Que el Señor nos dé la fuerza y el gusto de recorrer el sendero hacia Él sin vacilar ni detenernos a medio camino.
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LA DEVOCIÓN QUE NOS LLEVA A DIOS 21-11-1979
Por Swami Paratparananda Muchos aspirantes a la vida espiritual de todas partes del mundo se quejan de que Dios no escucha sus plegarias y que a pesar de haberle rogado durante anos, no Se les ha revelado. ¿Hay algo de verdad en esta queja que se oye casi siempre? Porque todas las Encarnaciones Divinas afirman que Dios otorga a uno todo lo que pide; por ejemplo, Sri Krishna dice, en el Bhagavad Guita: "Fija tu mente en Mi (en el Señor), sé Mi devoto, ofréceme todo tu sacrificio y salúdame a Mí; así establecido y teniéndome a Mí como tu Suprema Meta, llegarás a Mí." El Señor Jesús afirma: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá." También asegura: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar." Cuando se le preguntó a Sri Ramakrishna si Dios escucha nuestras plegarias, contestó: "Dios es el Kalpatarú, el Árbol que cumple los deseos. Seguramente recibirás lo que Le pidas. Pero debes rogar de pie cerca de ese Árbol. Sólo entonces cumplirá tu ruego. Debes recordar otra cosa; Dios conoce nuestro íntimo sentimiento. Un hombre consigue satisfacer el deseo que abriga durante sus prácticas espirituales. Uno recibe de acuerdo a lo que piensa." Estos grandes maestros espirituales no tenían ningún motivo para hablar así si no era cierto, si no era la verdad. Además, enseñaban por amor a la humanidad y hablaban por su propia experiencia. Por cierto, que los aspirantes a los que aludíamos al principio de esta charla conozcan estas afirmaciones; entonces ¿qué es lo que nos impide alcanzar a Dios? ¿Qué clase do devoción puede llevarnos a Dios? En las palabras ya citadas de Sri Ramakrishna encontramos un indicio de cómo rezar a Dios. En su mayoría, los aspirantes que tratan de practicar sus disciplinas espirituales lo hacen con sus mentes vagando por doquier, sin asentarse en el pensamiento del Señor, sino en los de este mundo. El apego que uno ha desarrollado por las cosas de aquí es tan fuerte que ocupa casi toda la mente. Para explicar esto Sri Ramakrishna relató una parábola: "Un mago estaba haciendo demostración de sus triquiñuelas ante un rey. De vez en cuando exclamabas `¡Ven confusión! ¡Ven ilusión! ¡Oh Rey, dame dinero, dame ropa!´ De pronto su lengua se dio vuelta y se pegó al paladar. El mago experimentó kumbhaka (retención de la respiración). No pudo articular ni una palabra ni sonido alguno y quedó sentado inmóvil. La gente creyendo que había muerto, construyó una bóveda de ladrillos y lo enterraron en esa postura. Después de mil años, al abrir alguien la bóveda, se encontraron con un hombre sentado en
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samadhi. Lo tomaron por un santo y lo adoraron. Cuando lo movieron la lengua se despegó del paladar y recobró su posición normal. El mago, al volverse consciente del mundo exterior, gritó como lo había hecho mil años atrás: `¡Ven confusión! ¡Ven ilusión! ¡Oh Rey, dame dinero, dame ropa.´" Tal es a la fuerza del apego a las cosas del mundo que, aun después de años de tratar de alejarnos de ellos, nos mantienen presos y siempre vuelven a interferir en nuestras oraciones. Nuestro pensamiento vuelve una y otra vez impetuosamente al mundo material hasta durante las oraciones, debido a ese apego. Podemos dividir los aspirantes en cuatro clases según el motivo con que se acercan a Dios: los afligidos, los que buscan conocimiento, los que desean riqueza u otro placer y los sabios. Sri Krishna dice que todos ellos son personas de buenos méritos, pero que es el sabio, siempre firme y dedicado al Señor, el que sobresale; "pues, agrega Sri Krishna, Yo soy supremamente querido por él y él es querido por Mi." Porque el sabio no adora al Señor por conseguir algo de El, sino porque sabe que el Señor es su propio Ser interno y que toda otra cosa es transitoria, fugaz, y sólo trae trastornos y perturbaciones. La mayoría de los aspirantes pertenece a las primeras tres categorías arriba mencionadas: rezan a Dios para que cure sus enfermedades, les dé buena salud, hijos comprensivos, riqueza en abundancia y cosas por el estilo. Hay otros que quieren conocer la naturaleza de Dios. En todos estos casos cuando no logran lo que buscan, una recompensa inmediata, entonces o comienzan a quejarse o abandonan el camino. ¡Con qué entusiasmo empiezan! Dicen que no quieren nada más que llegar a Dios, que no les interesa ninguna otra cosa. Sin embargo, cuando no encuentran modo de avanzar, pues sus propias mentes les resulta como un gran obstáculo en el sendero, exigiendo la satisfacción de sus deseos hasta entonces ocultos, dejan sus esfuerzos por completo y vuelven a sus vidas anteriores y quizá se meten más hondo en el mundo material. Las escrituras hindúes sobre bhakti (devoción) hablan de dos clases de devoción, el vaidhí bhakti, es decir, la práctica de devoción según los mandamientos, y el prema bhakti, el amor espontáneo y extático por Dios. El principiante de ese sendero debe seguir los mandamientos: repetir cierto número de veces el mantram, o fórmula sagrada o nombre de Dios, ayunar ciertas veces por mes, cantar las glorias del Señor y practicar otras disciplinas espirituales para tratar de mantener su mente en Él. A medida que va siguiendo el sendero su atracción por el Señor va aumentando, si es que cumple con los mandamientos de la manera debida. Sin embargo, esto no sucede si el aspirante tiene un fuerte apego al mundo material y es movido fácilmente por las pasiones. Estas son como el lastre para el globo; si hay demasiado lastre el globo no puede remontarse en el cielo sino que queda flotando a una altura determinada. Esto es lo que ocurre con muchos de los que siguen el sendero espiritual: cuando decae el entusiasmo que sentían al principio, se disminuye la concentración y también los esfuerzos por llegar a la meta. Por otra parte,
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surgen deseos de renombre, fama y comodidades como recompensa a las pocas austeridades o dedicación que hicieron. Sri Ramakrishna repetidas veces dijo a sus oyentes: "¿Acaso podéis conseguir las gemas que yacen en el fondo del mar, flotando simplemente sobre la superficie de las aguas?" También solía cantar una canción que expresa ese sentimiento. Vamos a citarla aquí: Sumérgete hondo, oh mente, tomando el nombre de Kali, En las aguas del océano del corazón, Donde yacen escondidas muchas piedras preciosas. Nunca creas que el fondo del océano de gemas carece Si resultan infructuosas tus primeras zambullidas; Con firme determinación y autodominio Sumérgete y ábrete camino hacia el reino de la Madre Kali. Allí abajo, en las profundidades del océano de Sabiduría Celestial, Yacen las perlas maravillosas de la Paz, oh mente; Y tú misma puedes recogerlas, Si sólo tienes amor puro y cumples con las escrituras. En las aguas profundas del océano, también Acechan seis cocodrilos - lujuria, ira y las otras pasiones Moviéndose siempre en busca de su presa. Úntate con la cúrcuma del discernimiento; Su solo olor te resguardará de sus mandíbulas. En el lecho del océano yacen esparcidas Innumerables perlas y piedras preciosas; Zambúllete, dice Ramprasad, y recógelas a manos llenas. En esa canción están descriptas los requisitos para llegar a Dios: primero enseña que debemos retirar la mente de los objetos exteriores y dirigirla hacia adentro, tomando el nombre da Dios. Porque todo cuanto buscamos afuera — felicidad, paz y tranquilidad - está adentro y no afuera. En lo exterior todo es torbellino, remolino, conflictos, querellas y malentendidos. ¿Cómo podemos esperar que el mundo cambie? Por lo tanto los sabios espirituales enseñan que tratemos de ir hacia adentro. La segunda lección es que nunca debemos esperar resultados inmediatos, ni desesperar por los primeros fracasos en nuestras tentativas en lograr un estado de estabilidad o concentración, sino quo con firme determinación y controlando todos los sentidos, debemos persistir en los esfuerzos hasta llegar a la meta, a Dios. La Paz no puede ser hallada en lo externo sino en uno mismo. Nadie puede conseguirla para nosotros sino nosotros mismos cuando cumpliendo con los mandamientos de las escrituras lleguemos a tener el amor puro por el Señor. El poeta está consciente de la existencia de las pasiones a las cuales compara con los cocodrilos hambrientos, y para contrarrestarlas
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recomienda cultivar el discernimiento. Sin discernimiento aun una persona que sigue el sendero de devoción no puede avanzar, porque el discernimiento actúa como un vigilante impidiendo que las pasiones hagan daño. Las perlas maravillosas que uno pueda recoger son la bienaventurada visión de Dios y resultante paz, tranquilidad y ecuanimidad. Esta es la devoción que nos puede llevar a Dios: una devoción firme, ayudada por el discernimiento y el renunciamiento. No debemos asustarnos oyendo esta palabra ‘renunciamento’. Sabemos que la renunciación total no es posible para todos, pero para alcanzar a Dios se tiene que renunciar internamente al menos, es decir, desapegarse de todas las cosas materiales. Porque como dice el Señor Jesucristo, no podemos servir a dos amos, a Dios y a Mammón. Como hemos dicho al principio de esta charla, los objetos del mundo tienen una atracción irresistible para el ser humano, y el que cae en su red muy raras veces puede salir de ella y a menos que uno escape de allí no puede llegar a Dios. En la canción que acabamos de citar se menciona al amor puro, ¿qué significa eso? En el mundo, el amor es casi siempre o egoísta o sujeto a reciprocidad. Amor con motivo, sea cual fuere, está condicionado por las circunstancias, situaciones y cosas por el estilo. Muy raras veces se encuentra personas cuyo amor por otros no tiene algún interés personal. Amor puro es aquel que no exige ninguna retribución, más aún, no espera ninguna recompensa, y fluye siempre igual hacia el objeto del amor bajo todas las condiciones. No se dirige ese amor hacia Dios con la esperanza de cosa alguna. La persona que lo posee ama a Dios porque siente que el Señor es su único pariente y amigo íntimo. Está dispuesta a servirlo de todas las maneras posibles, y se siente feliz en hacerlo. Sri Ramakrishna cierta vez dijo: "Puedes hablar de las escrituras, de la filosofía, del Vedanta; pero no hallarás a Dios en ninguno de ellos. Jamás podrás alcanzar a Dios a menos que tu alma se inquiete por Él. Uno debe estar ansioso por Dios, y practicar disciplinas espirituales con intensidad. ¿Acaso se puede obtener la visión de Dios de repente, sin ningún preparativo?" El preparativo consiste en llevar a cabo las indicaciones de las escrituras, poner en práctica lo que ellas enseñan y tratar de desarrollar anhelo por Dios. Sin ese anhelo nadie puede alcanzarlo. Las escrituras hindúes también mencionan cinco grados de devoción o actitudes con que el aspirante puede acercarse a Dios; a saber, shanta, pacífica, en el que el devoto sigue sus prácticas firmemente considerando a Dios como Padre o Madre, pero no con mucha ansiedad por alcanzarlo. La mayoría de los verdaderos buscadores son de esa clase. Luego viene dasia, la actitud del servidor; es mucho más fuerte que la anterior; el devoto trata de complacer al Señor de toda manera, y está siempre alerta para llevar a cabo las enseñanzas de las escrituras. Después está la actitud de sakhia, de amistad, el amor de un amigo por otro; en esta y las siguientes formas de devoción el devoto no presta mucha atención a las
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glorias de Dios, pues no le importan éstas ya que no busca nada del Señor, anhela solamente verlo y estar en comunión íntima con Él. El próximo grado más elevado es el de la actitud de vátsalia, la de una madre hacia su niño; ese devoto considera a Dios como un niño, que necesita de su cuidado; muchas mujeres en la India tienen esta actitud hacia su Ideal. Al final está la actitud de madhur, la de una amante hacia su amado; esta actitud abarca todas las anteriores, y el devoto nunca piensa en su propio conforto, sino que siempre está dispuesto a servir al Ideal a toda hora. Pero esta última es muy difícil de practicar y no es para todos o cualquiera. Solamente las Encarnaciones Divinas pueden soportar la angustia de la separación de Dios que se siente cuando uno practica esta actitud. Además, la persona que quiere practicarla debe tener una mente despojada de todas las pasiones, no debe tener ni un vestigio de deseos mundanos. Todas estas actitudes llevan a uno a Dios cuando se las cumple sin tener ningún deseo de goce aquí o en el más allá. Lamentablemente la mayoría de los que recorren la vida religiosa se limitan a cumplir con la letra de las escrituras y no se esfuerzan por seguir su espíritu; celebran las fiestas, acuden a los templos con regularidad, hacen un poco do caridad y quizá una que otra persona entre ellos trate de dedicar algunos momentos do su vida diaria a rezar. También puede ser que lleven una vida moral y bien disciplinada, pero piensan que no hay nada más que hacer para llegar al Señor. Dios no puede ser alcanzado por esta clase de devoción. A veces la gente debido a su equivocación sobre los valores de las cosas toman el impedimento en la vida espiritual como ayuda. Hay una historia, acerca de Guru Govinda Singh, uno de los grandes líderes espirituales de los Sikhs de la India, y un rico discípulo suyo que muestra esto. "Cierta vez Guru Govinda Singh estaba sentado rezando a la orilla del Yamuná. Era la hora del crepúsculo, cuando llegó Raghunath, un rico discípulo, quien lo saludó prosternándose y dijo; `Señor, le ruego acepte este pequeño regalo como un recuerdo de mi cariño.´ Acto seguido colocó cerca de los pies del maestro dos brazaletes de oro incrustados con piedras preciosas. El Gurú aceptó las joyas y como para mostrar su alegría, comenzó a jugar con uno de los brazaletes, tirándolo en el aire y asiéndolo en la palma de su mano. De repente lo dejó deslizar de la mano y caer en el río. "El discípulo lo tomó por un accidente lamentable, y saltó al río para recuperarlo. Siguió buscándolo mientras que el maestro, sin mostrar más interés en el asunto, quedó absorto en meditación. A una hora avanzada Raghunath volvió de su infructuosa búsqueda con una cara triste. Dijo: `Maestro, lo lamento mucho, no he tenido éxito hasta ahora en encontrar la joya, pero quizá todavía pueda hallarla si Ud. me indica el lugar exacto donde cayo.´ "Sabiendo bien lo que pasaba por la mente del discípulo, el Gurú tomó el otro brazalete y lo arrojó al río diciendo: ‘Raghunath, fue justamente allí.’
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"El discípulo quedó estupefacto y confuso al ver esa acción deliberada del maestro. No podía entender que quería significar el Gurú al tirar esa segunda joya también. Después de algunos momentos el maestro se levantó de su asiento y abrazando el discípulo dijo: ‘Raghunath, yo me libré de los brazaletes a propósito. Percibí cono tu mente estaba apegada a ellos y eran una barrera entre tú y yo. Descarta tu vanidad de riqueza.’ "El discípulo reconoció su error, se prosternó ante los pies del maestro y desde aquel momento cambió totalmente." De la misma manera mantenemos con mucha tenacidad barreras como esta entre nosotros y Dios, y luego nos quejamos de que Él es quien no Se revela. Varias son las barreras: vanidad de riqueza, de posición, de religiosidad, de santidad, las pasiones, apegos y cosas por el estilo. Cada una es como una montaña muy difícil de cruzar si no tenemos anhelo por Dios. Ese anhelo nos fortalece a tal punto que podemos hacer lo imposible. Por el contrario, si nos contentamos con un poco de oración diaria, nuestra recompensa también será de igual categoría: tendremos nombre y fama como hombres piadosos, buenos o simpáticos aquí en la tierra, pero no alcanzaremos a Dios. Sri Ramakrishna solía aconsejar a sus discípulos: "Se dice que uno puede ver a Dios dirigiendo hacia Él la intensidad reunida de estas tres atracciones: la atracción que una madre siente por su niño, la que una fiel esposa siente por su esposo y la de un hombre mundano por sus bienes materiales." Preguntémonos si poseemos este anhelo por Dios, si no lo poseemos no tenemos derecho a quejarnos. Más bien tratemos de lograr ese anhelo. Se dice que es una señal de que uno está por tener la visión del Señor cuando se siente inquieto por Él, se llora por no haberlo visto. Pero esas lágrimas no deben ser vertidas para ganar el reconocimiento de la gente, deben surgir espontáneamente, no para demostración, no para hacer un despliegue de santidad, sino con la agonía que se siente por la separación de Dios. La ansiedad que débenos sentir para alcanzar a Dios está ilustrada en la siguiente parábola: "Un discípulo visitaba a su maestro y le pedía que le dijera cómo él podía ver a Dios. El maestro no lo contestó nada el primer día. Pero el discípulo no desistió, sino que visitó al maestro el día siguiente e hizo de nuevo la misma pregunta. Otra vez el Gurú no dio ninguna contestación. Después que el discípulo lo visitara varias veces y repitiera la pregunta, un día el Gurú lo hizo acompañar a un lago. Cuando ambos estuvieron en el agua, el maestro de repente sumergió la cabeza del discípulo y la sostuvo así por un rato. Cuando la soltó, esperando que saliera do su azoramiento, lo preguntó: ‘¿Qué sentiste?’ ‘Sentí como si fuera a morirme y anhelaba un poco de aire." Entonces el maestro replicó: "Cuando tu anhelo por Dios sea así, entonces Lo alcanzarás." Hay que desarrollar esa clase de amor por Dios, entonces Él no puede dejar de revelarse al devoto. Hay un canto de un santo de Bengala que expresa este sentimiento.
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¡Clama a tu Madre Shyama con verdadero clamor, oh mente! ¿Y cómo puede Ella sustraerse de ti? ¿Cómo puede Shyama no aparecer? ¿Cómo puede tu madre Kali mantenerse alejada? Oh mente mía, si tienes fervor, llévale una ofrenda de hojas de bel y flores de hibisco; Pon a Sus pies tu ofrenda Y mezcla con ella la fragrante pasta de sándalo del Amor. Estas no son meras palabras sino la expresión de la experiencia que ese santo tuvo, por eso es tan categórico en su declaración. Si tenemos la firme fe de que Dios es nuestro Padre o Madre no podemos dudar que escucha nuestro ruego cuando es sincero y nos otorga lo que pidamos. Porque como dice Jesús: "¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, podéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto mas vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?” Pero primero hay que sentir esa relación íntima con Dios, si no la sentimos ni tampoco tenemos esa fe en Él, entonces resulta difícil entregarnos totalmente a Su voluntad, aunque miles de millones de veces repitamos la oración: “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Somos gente de poca fe, nos dirigimos a Dios como nuestro Padre o Madre, pero no lo creemos en su totalidad, si lo hiciéramos como podríamos quejarnos que Dios no escucha nuestras plegarias. Lo que sucede es que todo nuestro amor y apego queda distribuido entre los parientes, - esposa e hijos - amigos y los objetos del mundo. No sobra casi nada para dar a Dios, y lo poco que queremos darle parece mucho para nosotros. Vamos a reiterar la palabra "queremos" pues realmente no Le damos, porque el poco tiempo que dedicamos a las oraciones lo pasamos pensando en cosas de este mundo y tratando de solucionar los problemas no solamente propios sino los ajenos también. Con esa mente, con esa clase de devoción como podemos esperar que alcancemos a Dios o podamos verlo. Al Señor tenemos que dar todo nuestro amor, porque no hay nadie en el universo más querido y más cercano que Él. Es nuestro Ser más íntimo, Alma de nuestra alma. Tenemos que grabar esa idea en nuestra mente para que pueda verdaderamente amarlo, volcar su más tierno sentimiento en Él. Sólo cuando podados quererlo así, podremos decir que estamos clamando a Él con verdadero clamor. En los Vedas se dice: "Oh Señor, clamamos a Ti como la vaca que muge por el ternero." Los que han presenciado esa atracción de la vaca por el ternero se darán cuenta de su fuerza. La devoción que no despierta esa clase de amor no nos lleva a Dios, aunque tengamos aquí nombre de gente espiritual o religiosa. ¿Pero como desarrollar esa clase de devoción? Sri Ramakrishna
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sugiere que uno debe vivir en la soledad de vez en cuando, lejos de los familiares y sus preocupaciones, y practicar las disciplinas espirituales. También aconseja vivir en la compañía de los seres avanzados espiritualmente, pues es difícil seguir un camino si no se encuentra un ejemplo viviente. La mera teoría no puede satisfacer al hombre. Viendo la vida de abnegación ante él, le es posible comprender que Dios no es un mito y que los que dedican su vida a tratar de llegar a Él no son tontos o locos. Porque en la compañía de un verdadero santo uno siente una paz que no es de este mundo. Se desvanecen, al menos en esos momentos, las dudas acerca de la vida espiritual, de la existencia de Dios y cosas semejantes. Cantar el nombre y glorias de Dios es la tercera ayuda en este camino. Por supuesto, todas estas ayudas nos sirven de gran valor si poseemos a desapasionamiento y discernimiento, si podemos discernir entre lo que es Real, Eterno y lo que es irreal, perecedero, transitorio. Cuando uno se capacita en distinguir lo que es bueno de lo que es malo para su vida espiritual adquiere el desapasionamiento. Ahora bien, se puede preguntar "¿Por qué algunos llegan a tener éxito en la vida espiritual en poco tiempo mientras que otros nunca llegan a tenerlo en esta vida?” Los hindúes creen que ésta no es la única vida del ser humano, que ha pasado varias veces por el nacimiento y que cada vez que viene a la tierra ese ser trata de elevarse pero no siempre tiene éxito. Sin embargo, tanto lo bueno como lo malo que hizo deja su sello en su mente y esa forma las tendencias innatas cuando vuelve a nacer. El que se esfuerza por llegar a la meta pero debido a flaquezas resbala de su estado elevado, cuando vuelve a nacer, trae consigo todos los méritos adquiridos y comienza de allí; por consiguiente, al que le faltaba poco por llegar a la meta logra éxito en poco tiempo en esta vida. Sri Ramakrishna ilustra esto con un ejemplo muy familiar: "La verdad es que un hombre llega a tener éxito en gran medida debido a las tendencias heredadas de las vidas anteriores. La gente piensa que él lo ha alcanzado de repente. Un hombre bebió un vaso de vino a la mañana, con lo cual quedó completamente embriagado. Comenzó a comportarse improcedentemente. La gente se asombró al ver que pudo haberse embriagado a tal punto tomando un sólo vaso. Pero otro hombre les dijo: "Por qué os asombráis; él estuvo bebiendo toda la noche." Ningún esfuerzo para el bien es en vano, todo se acumula y nos ayuda en nuestra vida. Por lo tanto, vamos a seguir esforzándonos aunque a veces nos deslicemos del sendero. Con perseverancia y por la gracia de Dios llegaremos a la meta. Que el Señor misericordioso nos bendiga para que podamos desarrollar el amor puro a Sus pies y tener Su visión antes de despedirnos de este mundo.
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LA TRANQUILIDAD MENTAL Swami Paratparananda 1 27-6-1972
Nos hemos referido aquí más de una vez a la tranquilidad mental; también hemos sugerido algunas prácticas para lograrla. Vamos hoy a discutir esta cuestión un poco más ampliamente. Primero debemos tener un concepto claro de la constitución de la mente. El Vedanta dice que el ser humano está compuesto como de vainas. Menciona cinco de ellas, a saber: annamaiakosha, el cuerpo denso, el que se sostiene por la alimentación; pránamaiakosha, la vaina de los pránas u órganos de los sentidos: cinco órganos de acción y cinco órganos de percepción; manómaiakosha, o la vaina de la mente que consiste de las tendencias inherentes; viyñámaiakosha, la facultad del discernimiento; ánandamaiakosha, la vaina de dicha. También los hindúes las clasifican en tres cuerpos, a saber: Sthula-sharira o cuerpo denso, o annamaiakosha; sukshma-sharira, cuerpo sutil que consiste de las tres vainas siguientes, es decir, pránamaia, manómaia y viyñámaiakoshas; y por último kárana-sharira, cuerpo causal que consiste en la última vaina. Vemos que la mente forma parte del cuerpo sutil, vale decir, está constituida de elementos sutiles o materia fina y es el repositorio de todas las tendencias del ser humano. Ningún hombre nace con tabula rasa, es decir, sin ninguna impresión anterior en su mente. Porque el hecho mismo del nacimiento representa el anhelo del sujeto por alguna satisfacción; son las tendencias, que hacen renacer una y otra vez al ser en este mundo. Vamos a examinar esta proposición. Tomemos un ejemplo de la vida cotidiana; el hombre trabaja. ¿Por qué? Hay algún propósito, mantener a la familia o a si mismo, ganar riqueza, renombre, posición o fama. En algunos muy pocos casos ayudar a los demás. Hallamos aquí un estimulo. Sin algún estímulo o impulso nadie hace ninguna acción. De igual modo tiene que haber uno u otro motivo para que un ser nazca. Y cuando nace, estos motivos o deseos están latentes en su mente. ¿Qué son las tendencias? ¿Cómo pudieron establecerse en la monte? Para los hindúes que creen en la reencarnación y la teoría de Karma, es decir, la explicación de la vida actual como consecuencia de las acciones y pensamientos de las vidas pasadas, no es difícil comprenderlo. 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, São Paulo, Brasil (1973-1988).
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Son las teorías que explican mejor la situación actual del mundo; si no ¿cómo se puede comprender la vasta diferencia que encontramos en el mundo? Algunos gozan de todas sus bondades, riqueza, posición, belleza y cosas similares, mientras que otros carecen de todo. Esto sucede aun con los hijos de un mismo padre; algunos son inteligentes, fuertes física y mentalmente, mientras que otros son estúpidos, débiles y viciosos. Estas teorías nos dicen que el ser humano es producto de las acciones y pensamientos de sus vidas pasadas; que nadie es el responsable do su desgracia fuera de él mismo. Cualquier acción o pensamiento deja su impresión en la mente si tienen un motivo personal, y esas impresiones son las que más tarde se convierten en tendencias. Nadie puede evitar las consecuencias de sus acciones; tarde o temprano debe cosechar los resultados. Podemos ocultar al mundo observador algún acto vicioso, pero no podemos hacerlo a nosotros mismos. Además, eses actos no son únicos, quieren repetirse. Esa es la fuerza de las tendencias. Y éstas se manifiestan como deseos a su debido tiempo cuando el apropiado impulso o sugestión asalta a la mente. Y cada vez que el hombre satisface algún deseo, sin discernir ni pensar en las consecuencias, inconscientemente forja un eslabón más en la cadena do nacimientos y muertes. Porque los deseos tienen por índole el repetirse si no se discierne ni se los evalúa debidamente. Esas tendencias quedan sumergidas en la mente en forma latente, y vuelven a su superficie en cuanto llega un estímulo de lo externo. Generalmente uno no puede satisfacer todos los deseos en una sola vida, muchos de ellos permanecen insatisfechos, y por consiguiente, tiene que renacer repetidas veces para saciarlos. La situación es como la del hombre sediento que busca agua por todas partes para apagar su sed, o como la de una oruga que se ase a una nueva hoja antes de dejar la que ya comió hasta que satisface su enorme hambre. Es por eso que todos los sabios y todos los que han alcanzado la Meta, Dios, desde los tiempos antiguos insisten en que debemos aniquilarlos si ansiamos liberarnos, o salvarnos. Dicen los Upanishads: “El hombre de mente infantil que está engañado por el hechizo de la riqueza, y que siempre se equivoca, nunca ve el sendero para el Más Allá. Creyendo que este es el único mundo, y que no existe el más allá, una y otra vez se somete a la muerte”. La palabra riqueza aquí representa simbólicamente todas las cosas mundanas, y el que deja engañarse por ellas creyendo que son reales, permanentes, nunca piensa en la Suprema Verdad o Dios, y como consecuencia renace repetidas veces para cumplir sus deseos. También dicen: “Cuando un mortal aniquila todos los deseos que moran en su corazón se vuelve inmortal, y alcanza a Brahman, la Suprema Verdad, aun aquí en este mundo”. Dice Sri Krishna en el Bhagavad Guita: “Aquellos cuya naturaleza se inclina hacia el goce mundano o celestial hablan de muchas actividades que conducen a los placeres y riqueza y, finalmente, a los repetidos nacimientos. Metidos así en el placer mundano, y estando su intelecto
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ofuscado, no pueden dirigirlo hacia la tranquilidad ni, mucho menos, establecerlo en ella.” Buddha, por su propia experiencia espiritual quedó convencido de las cuatro nobles verdades, a saber, que existe sufrimiento, que tiene causa, que se puede suprimirlo y que existe un camino para aniquilarlo. El origen del sufrimiento lo atribuye al demasiado anhelo por cosas placenteras y por la prosperidad, y la causa de deseos engañosos la imputa a la ignorancia, ignorancia acerca de lo que es real, permanente, y lo que es irreal, transitorio o fugaz. Y el método de aniquilar los deseos consiste en adquirir el conocimiento, o realizar el Nirvana. Sri Ramakrishna también afirma que mientras uno tenga el menor vestigio de apego a los objetos mundanos no puede realizar a Dios, no puede tener la eterna paz, tranquilidad mental. Todos ustedes saben lo que dice Jesús acerca del afán y la ansiedad. Así pues, vemos que todos los hombres de Dios declaran a una voz que el deseo es la causa de toda la perturbación mental y de todo el sufrimiento, y que para alcanzar la tranquilidad debemos anonadarlos. Es posible hallar o sentir la tranquilidad consiguiendo algún objeto, pero ésta es momentánea, luego, más deseos asaltan al hombre y por consiguiente la pierde: otra vez la mente se siente agitada. Viendo este fenómeno se puede preguntar: “En realidad, ¿existe tal tranquilidad? Porque vemos que todas las cosas en el mundo se encuentran en un estado do cambio. La semilla que se siembra brota en algunos días, se convierte en una planta, y ésta produce pimpollos, que luego florecen. Unas horas, y las flores se marchitan, dando lugar, en algunos casos, a los frutos. La luna gira alrededor de la tierra y ésta da vueltas sobre el sol. Todo el universo se encuentra en un vórtice de actividad; no puede descansar por miedo a ser aniquilado. Pero la eterna actividad es un concepto imposible. Siguiendo a la actividad deben haber períodos de descanso. Hallamos esto en todo lo manifiesto. Es posible que el periodo de actividad y el de reposo en algunos casos se pueda calcular en términos de horas, mientras en otros, como por ejemplo, el de la tierra, en millones de años. De todos modos, si la naturaleza está construida bajo un plan definido, si se puede llegar a una conclusión con relación al proceso cósmico, tomando en consideración la formación del microcosmo, se debe admitir que deben haber períodos de actividad alternando con los de descanso en todo el universo. Las Escrituras hindúes sostienen esta opinión. Hablan de la teoría de la manifestación cíclica cuando dicen: “El Señor proyectó el sol y la luna (y otras cosas) del mismo modo que lo hizo anteriormente”. Los hindúes no creen que esta creación sea la única que estaba en el vientre del tiempo. Según ellos, la creación no tuvo un principio, todo esto sólo constituye un proceso de descanso y proyección. Encontramos una maravillosa descripción del estado de lo Absoluto,
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previo a la creación, en los Vedas. Dice: “Entonces no había existencia ni inexistencia, no existía la tierra ni el cielo. ¿Qué cubría la niebla? ¿De quién era ese poder? ¿Qué había en la profundidad de la densa oscuridad? No existía la muerte ni la inmortalidad. No existía la noche separada del día. Sin embargo, lo Único Aquello solo vibraba sin moción en su propia gloria, no existía nada más. Sólo existía la oscuridad envuelta en la oscuridad.” Debemos recordar que los Vedas son datos de las experiencias de varios sabios. Aquí tenemos una idea vaga, una vislumbre de la tranquilidad, pero, quizá, es necesario explicar esa declaración. Sabemos bien que no podemos exponer nuestras ideas tan claramente como queremos, que las palabras, por más precisas que sean, carecen del vigor y la visión de las ideas. Esto es mucho más cierto en relación con el tema del espíritu, o lo Absoluto. Lo Absoluto no puede ser expresado en palabras, sin embargo todos los que Lo han alcanzado han hecho tentativas para comunicar sus experiencias a la posteridad. Por lo tanto, no es de asombrarse que esas declaraciones suyas sean incomprensibles a la primera lectura. No obstante, a medida que uno vaya practicando las disciplinas espirituales y pensando en ellas, todo se aclarará poco a poco. Ahora bien, cuando uno se refiere a la existencia o a la inexistencia, enseguida el oyente piensa en las cosas manifiestas o la ausencia de ellas, ¿no es así? Tomando en consideración este concepto de la gente, el sabio declara: “Entonces no había la Existencia ni la inexistencia.” Esto lo clarifica cuando dice: “no existía la tierra ni el cielo”, también que no existía el tiempo, cuando dice “la noche no existía separada del día.” Otra frase en esa declaración que deja a uno perplejo es “lo único Aquello vibraba sin moción”; vibración implica movimiento; entonces ¿cómo puede ser sin moción? El movimiento se puede explicar con relación a otras cosas, pero cuando no existía nada más que Aquello, cuando no existía ni el espacio, ¿en relación a qué se puede explicar el movimiento? Pasamos ahora a la frase “Oscuridad envuelta en oscuridad”. Cuando uno oye la palabra oscuridad piensa en la oscuridad de la noche y no se siente nada feliz. Pero la oscuridad a que se refiere aquí el sabio no es de este universo; quiso decir que ese estado era impenetrable aún para él. Sin embargo, estaba lleno de dicha. En la India, la noche de la luna nueva es considerada auspiciosa para practicar disciplinas espirituales en un lugar apartado y temible, como un crematorio o un bosque, pues la gente común no se atreve a interrumpirle a uno, en sus prácticas en esos lugares, y se tiene toda la facilidad y tranquilidad para llevarlas a cabo. Ahora bien, hay calmas y calmas. Tenemos la calma previa a la tormenta; también existe la calma de la noche sofocante, cuando parece que el viento cansado de soplar se ha ido a descansar a alguna cueva lejana. Pero ¡cuán vasta diferencia hay entre las dos clases de calma, la una, antes de la proyección del universo y las otras que acabamos de mencionar! En la una existe toda la seguridad de placidez, en las otras, todo el miedo a la calamidad venidera. En la una existe la frescura que
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consuela al alma, en las otras, la presencia de la incomodidad insoportable. En la una hay paz, en las otras, ansiedad. Se puede encontrar esa tranquilidad consoladora del alma, en un sentido muy lejano, en la serenidad de las montadas, especialmente, la de los Himalayas. El retiro en las montarías presenta un contraste enorme con el vórtice de loca actividad del mundo, atrapado en el cual, el pobre hombre pierde sus fuerzas y amarras. Lejos del tumulto de la gente, seguro en la contemplación de su propio ser, el hombre en la ermita no solamente se retira del mundo externo, sino también de los mundos que está creando dentro de si mismo. Quizás un paralelo casi cercano a esta tranquilidad indescriptible se puede experimentar en el sueño profundo. Aquí, en el sueño profundo, conseguimos una idea, aunque muy vaga, de lo que es la ecuanimidad; la tranquilidad. Toda creación se está apresurando en volver a esta tranquilidad, a esta ecuanimidad que fue perturbada, aunque inconscientemente. Los seres humanos también lo hacen; algunos, inconscientemente y otros, conscientemente. Sí, esa es la diferencia entre el hombre y las otras criaturas: el primero puede intentar conscientemente lograr esa ecuanimidad. Pues el ser humano es un fenómeno peculiar, quizás la más maravillosa creación de la naturaleza. Es él quien evidentemente se opone a ella; lucha con toda su fuerza. Aunque fue, creado con un cuerpo frágil ha sobrevivido a todos los asaltos de los animales más fuertes que él y de los microbios sutiles de las pestilencias. Ha domado las fuerzas de la naturaleza para que le sirvan; ha sondeado las profundidades de sus secretos y está tratando de conocerlos a fondo. Pero la lucha contra la naturaleza externa forma sólo una fracción de la total. Con toda su conquista de las fuerzas externas, el hombre todavía no se encuentra en una posición feliz. Sin duda, sus invenciones de todo tipo le dan placeres por un tiempo, más bien podemos decir que lo excitan, pero eso sólo aumenta la tensión nerviosa, aumenta la horrorosa corriente de inquietud. No se engendra la tranquilidad disfrutando de los placeres; en cambio, como reacción, pronto desarrolla en él un vacío enorme. Sin embargo, esta búsqueda de placeres también se hace con miras de alcanzar esa dicha infinita, para olvidar todo, pero sólo que erróneamente, así como un hombre sediento en el desierto corre tras el espejismo tomándolo por un oasis. Una gran mayoría de la humanidad considera equivocadamente esos placeres como la meta de la vida. ¿Por qué sucede eso? ¿Cómo surge el error? Los Upanishads dicen que la felicidad que los seres viven constituye una fracción infinitesimal de la divina dicha. La equivocación se ha producido debido a que la humanidad ha tomado a esa pequeña e insignificante fracción de la dicha, como la infinita. Es por eso que se ha desviado, pues no se puede encontrar la divina dicha en las cosas finitas; sólo existe la plena bienaventuranza en
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lo Infinito, dice uno de los Upanishads. Es verdad que las Escrituras hindúes afirman que finalmente todos la alcanzarán, porque todo ha salido de Ella, vivo en Ella y al final retorna a Ella. Pero eso puede suceder después de millones de años, después de pasar por innumerables vidas. Los objetos inertes y seres no pensadores pueden esperar, pero un ser humano, teniendo la oportunidad en sus manos, debe esforzarse conscientemente para recobrar ese "reino del cielo". ¿Por qué decimos que conseguir la ecuanimidad, la serenidad, es un paso hacia la Dicha, más aún, la Dicha misma? Porque Ella puedo morar sólo en un lugar imperturbado. Sólo en la superficie plácida de un lago se reflejan los objetos. Además, no hay movimiento en esa Dicha Infinita, así como era antes de la creación. Es por eso que todos los maestros espirituales exigen que cultivemos esa virtud de ecuanimidad o tranquilidad. Por ejemplo, Sri Krishna habla del Sthita Prayña, el hombre de conocimiento o sabiduría firme. Noten las palabras "sabiduría firme"; no es un conocimiento que cambia a cada momento, tampoco significa lo que se entiende ordinariamente por el término. Podemos tener un concepto nebuloso de lo que es si [no] estudiamos la descripción del Sthita Prayña dada en el Guita. Sri Krishna define a esa persona: "Cuando uno aniquila todos los deseos que surgen en la mente, y está satisfecho en su ser, sólo entonces puede llamarse hombre de sabiduría firme." Cada palabra aquí es muy significativa. Debemos notar que los deseos han de ser aniquilados, no meramente subyugados, porque los subyugados pueden surgir de nuevo y causar estragos al sujeto debido a la subyugación que han sufrido. También la palabra "todos" es importante. No existe ninguna vía media; no hay concesión, no podemos transigir; debemos arrancar de raíz todos los deseos. Es posible que no expresemos nuestros anhelos pero que yazcan ocultos en la mente; eso es muy peligroso, deben ser borrados de ella. La definición no termina ahí; continúa: "satisfecho en su propio ser". ¿Qué quiere decir esto? Significa que para la satisfacción o el contentamiento de tal persona, no hace falta ningún agente u objeto externo, ni siquiera sueños o imaginación de placeres. Su mente en ese estado no conoce nada sino la presencia del Atman, el Ser, resplandeciente por sí solo e infinitamente dichoso. Cuando el hombre alcanza ese estado, sólo entonces se puede decir que es de "sabiduría firme". El samadhi, la cima de la vida espiritual, no está lejos de esa persona; y como dice Sri Ramakrishna, es como la aparición del alba que indica que el sol está por salir pronto. Sri Krishna continúa: "Imperturbado en la calamidad, y desapegado de la felicidad, libre de apegos, miedo y enojo, ese hombre que se dedica a la contemplación de Dios, es llamado un hombre de sabiduría firme". Es otro bosquejo de tal persona que explica la descripción anterior. Los maestros espirituales del mundo no nos dejan en suspenso con relación a lo que ellos afirman, lo que es bueno para nosotros. Quieren expresar sus
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ideas tan explícitamente como es posible. Bajan a nuestro nivel de entendimiento para hacerlo. Probablemente Sri Krishna sintió que las generaciones venideras podrían dar mal sentido a lo que Él había dicho y así extraviarse. No quería que esto sucediera, es por eso que amplió Su primera declaración. Podemos aparentar intrepidez cuando estamos en peligro, pero al mismo tiempo puede haber trepidación en nuestros corazones. Pero la intrepidez engendrada por la fuerza es algo distinto; cierta vez Swami Vivekananda, hablando de sus experiencias de los viajes como monje errante, dijo en una conferencia: “Un día yo estaba pasando por un bosque cuando de repente oí una voz repetir ‘Shivoham’ -soy lo Eterno y Auspicioso- y mirando hacia la dirección de donde provenía el sonido, vi a los lejos que un tigre se llevaba arrastrando a un monje, pero aun así él no repetía otra cosa que ‘Shivoham’”. Esa es la ecuanimidad, eso es ser firme en la sabiduría, ser intrépido hasta en las puertas mismas de la muerte, estar unido con el Atman, el Ser, estar satisfecho en el Ser, y también estar libre de todo apego. Pues ¿qué más es tan precioso al hombre como su cuerpo? ¿No constituye toda la lucha del hombre común el mantener ileso ese cuerpo? Sin embargo en ese caso vemos a una persona que no pensaba en él sino como una ropa gastada. Eso es lo que proporciona al hombre la tranquilidad. Podemos preguntarnos: cuando todo es cambiante y cambiable, ¿cómo sólo ese estado puede ser permanente? Bueno, sabemos que las semillas brotan pero no así las cocidas, ni las tostadas. Del mismo modo, realizar a Dios, alcanzar el samadhi, constituye quemar todos los deseos y destruir así todas las semillas del futuro nacimiento. Sri Ramakrishna expresa esa idea muy hermosamente de otra manera. Dice, "Supongamos que hay dos imanes, uno grande y otro pequeño, ¿cuál de ellos atraerá el pedazo de hierro? Naturalmente, el grande. Dios es el imán grande. Comparado con Él las otras atracciones del mundo son insignificantes." Se puede preguntar, ¿entonces, por qué no son atraídos todos hacia Dios si Él es el imán más grande? Si el hierro está atrapado en el barro, entonces, por más fuerte que sea el imán no puede atraerlo ni tampoco lo puede hacer si el pedazo está muy lejos. Los que conocen esa teoría del magnetismo saben que hay un campo de atracción del imán y que el hierro que está fuera de ese campo no responde al imán, aunque su fuerza de ningún modo haya disminuido. ¿Qué significa estar fuera del campo de atracción de Dios? El que está feliz con los objetos mundanos, que no siente la necesidad de pensar en Dios, se encuentra lejos de Él. Uno de los Upanishads dice: "Aquello está lejos, también está cerca". Está cerca del que abre su corazón al pensamiento sobre Dios, mientras que el que no siente la necesidad de Su contemplación, se aleja de Él.
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Hemos hablado hasta ahora de la constitución de la mente, del estado de la tranquilidad y su utilidad. Vamos ahora a estudiar los métodos para alcanzar ese estado. Primero, se necesita del discernimiento, discernir entre lo que es Real y lo que es irreal, transitorio. Hay un episodio en la vida de Yayñavalkia narrado en los Upanishads. El sabio, después de llevar una vida recta y moral, y percibiendo la vacuidad de las cosas mundanas, quiso retirarse al bosque, y con este propósito llamó a su esposa y le dijo: Querida, creo que ha llegado el momento para mi de renunciar al mundo; ahora, dejo toda la propiedad en tus manos". La esposa, que era inteligente, le preguntó: "Querido, ¿podría ser yo inmortal si toda esta tierra llena de riquezas fuera mía?" Contestó el sabio: "No; no hay esperanza de inmortalidad mediante la riqueza". Maitreyi, la esposa, replico: "Si es así, ¿de qué sirve para mí todo lo que no me proporcione la inmortalidad? Dime solamente lo que tú, sabes acerca de los métodos para lograr ese estado." Ese debe ser el tipo de desapego nacido del discernimiento. Junto con ese discernimiento y desapego se necesita practicar las disciplinas espirituales. Hemos hablado de esto en nuestra charla anterior. Hoy vamos a sugerir algunas cosas muy importantes y provechosas para la vida espiritual. El hombre hace todo por su propia cuenta pero cuando fracasa en su empresa quiere culpar a alguien. Ese es un defecto de la mayoría de la gente. Una vez una persona fue a pedir consejo a Sri Sárada Devi, la Divina Consorte de Sri Ramakrishna. Le dijo: "Madre, dígame cómo puedo tener tranquilidad mental". Ella contestó, "Hija mía, si quieres paz mental no andes buscando defectos en los demás, pues nadie en este mundo es un extraño." Parece un consejo simple y fácil de practicar, y muchos lo considerarán poca cosa, pero el que lo pone en práctica verá cuán difícil es. Las cosas simples no tienen embeleso para la mayoría; así también la verdad, así también Dios. Pero una vez que uno saborea el fruto de esos consejos queda maravillado. Cambia para siempre el rumbo de su vida. Casi nadie es perfecto en este mundo; casi todos tienen defectos; entonces ¿de qué sirve andar buscando lagunas en los demás? Eso nos daña mucho más que beneficia. Pensando en las deficiencias de otros, las inculcamos en nosotros mismos. Hay una parábola de Sri Ramakrishna que expresa esto hecho en forma muy penetrante, Había un monje que tenía su albergue frente a una casa de mala fama. Cierto día mandó llamar a la prostituta y le dijo: "Mira, tú estás llevando una vida muy viciosa y te aconsejo que cambies desde ahora tu manera de vivir, si no, irás al infierno". La pobre mujer se despidió del monje, pero como no sabía otro modo de ganarse la vida continuó como antes aunque rogando a Dios que la salvara do sus aberraciones. Cuando el monje vio que ella no había cambiado, empezó a contar sus desviaciones amontonando una piedrita por cada extravío y
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después de un tiempo la mandó a llamar nuevamente y le dijo: "¿Ves ese montículo? Cada piedra representa tu aberración. Por lo menos, en adelante, no la repitas." Viendo el montón de guijarros la mujer se asustó y rogó con más fervor y sincero arrepentimiento a Dios para que la librara de esa vida despreciable. Su plegaria fue oída y aquel mismo día ella dejó de existir en este mundo. Por la extraña voluntad del Señor, el monje también murió el mismo día. Los mensajeros de Vishnú, Dios, bajaron del cielo y llevaron el cuerpo espiritual de la contrita mujer a las regiones celestiales; en cambio, los mensajeros de Yama, la Muerte, ataron el cuerpo sutil del monje y lo llevaron a las regiones inferiores. Viendo la buena suerte do la prostituta, el monje gritó, "¿Es ésta la sutil justicia de Dios? Yo que pasé toda mi vida en ascetismo y pobreza, soy llevado al infierno mientras que la prostituta, que ha vivido constantemente en el pecado, está subiendo al cielo". Oyendo esto, los mensajeros de Vishnú le dijeron: "Los designios de Dios son siempre justos; lo que uno piensa eso es lo que cosecha. Tú llevaste una vida de ostentación y vanidad, tratando de conseguir honores y fama; y Dios te ha dado esas cosas. Tú nunca tuviste sincero anhelo por Dios, esta mujer en cambio oró fervientemente día y noche aunque su cuerno vivía en el error. Mira, el trato que están recibiendo tu cuerpo y el de ella, allí en la tierra. Como tú nunca pecaste con tu cuerpo, a tu cadáver lo han adornado con guirnaldas de flores y lo llevan en procesión y con másica para darle sepultura en el sagrado río. En cambio, el cuerpo de esta prostituta es ahora despedazado por los buitres y chacales. Pero como ella fue pura de corazón, va ahora a las regiones de los puros. Tu corazón estuvo siempre ocupado en contemplar los pecados de la prostituta, y de ese modo se volvió impuro. Es por eso que tú vas a las regiones de los impuros." Pero oyendo esta parábola no se debe concluir que uno puede ir al cielo, o ver a Dios, viviendo en el error toda la vida, engañándose que sinceramente anhela librarse de los apegos. Para la desgraciada mujer no había ningún otro modo de sostenerse siquiera modestamente; ya que la sociedad no la recibía en los hogares ni como sirvienta, tuvo que seguir viviendo como antes. Hoy en día el caso es distinto; los que anhelan reformarse tienen amplias oportunidades. Por consiguiente no hay excusas para llevar una vida equivocada. Lo importante es que uno debe ser sincero en acción, palabra y pensamiento, si no, la suya será la vida de un hipócrita. Este puede engañar a los demás o a sí mismo, pero no a Dios. Dios ve hasta el fondo de nuestro corazón; el pensamiento más íntimo del hombre es como un libro abierto para Él. Estudiemos sicológicamente cómo pensando en los defectos de otros uno ensucia su propia mente. La mente es como un grabador, graba todo lo que el sujeto oye, percibe, actúa o piensa, y luego lo archiva. Y cada vez que percibe algo similar trae de vuelta esa sensación particular a la memoria, empieza a rumiar esas cosas tanto que no deja lugar para
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otros pensamientos. Si estos son buenos la mente se purifica, si son viciosos, se torna sucia. La segunda parte del consejo ya citado dice: "nadie en este mundo es un extraño". Si examinamos todas las riñas y competencias que existen en el mundo, observaremos que son causadas por la diferenciación en la consideración de las personas como propias y extractas. Un buen padre no compite con su hijo en las empresas, más bien se siente feliz cuando ve que el hijo muestra capacidad y empeño en los negocios. Tampoco uno lucha consigo mismo. Por lo tanto, cuando consideremos a todos como propios, no habrá más pelea; tendremos la tranquilidad. Si tenemos necesidad do buscar lagunas debemos hacerlo en nosotros mismos para que podamos reformarnos. Dijo Jesús: "Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo, ¡hipócrita! saca primero la viga do tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo do tu hermano", Recuerden también el episodio de la mujer sorprendida en adulterio que los escribas llevaron a Jesús y preguntaron Su opinión sobre la ley de apedrear a tales mujeres, y Su contestación: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella". Ustedes recordaron lo que sucedió al oír esto; ellos, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros y quedó sólo Jesús y la mujer que estaba en medio. Jesús, que hasta entonces había estado inclinado escribiendo en la tierra con el dedo, enderezándose y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?" Ella dijo: "Ninguno, Señor." Entonces Jesús le dijo: "Ni yo te condeno; vete y no peques más." Así pues, vemos que todos los Maestros espirituales nos aconsejan no ver las faltas de otros si queremos tener o conseguir la paz, la tranquilidad mental. Otra cosa muy importante, especialmente en la vida espiritual, la constituye la sinceridad. La hipocresía es peligrosa. Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: "El que controlando a los órganos de acción piensa en los objetos de goce, ese perverso es un hipócrita". La renunciación formal, sin el debido desapego mental a los objetos mundanos, no sirve para nada; esto hace más daño de lo que beneficia. También dice: "El que practica ayuno pierde gusto por los objetos, pero no sus tendencias internas de goce". Ellas desaparecen poco a poco cuando amanece la ansiedad por ver a Dios, cuando percibiendo lo fugaz que son las cosas del mundo uno arde de anhelo por deshacerse de ellas y lograr la liberación. El desapasionamiento puede surgir en uno debido a varias causas: fracaso en las empresas, disgusto familiar, y, por último, por el
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discernimiento verdadero. El causado por los dos primeros puede ser permanente o transitorio, pero el engendrado por el último permanece firme. Con el cambio de las circunstancias, el hombre que fuera acosado por el renunciamiento en los primeros dos casos, vuelve a meterse en el mundo. Éste es sólo momentáneo. También surge a veces la idea de renunciar cuando una persona querida muere; entonces el hombre piensa, "¡Ah! ¡Eso es todo! Ese es el fin de todo ser viviente." Pero cuando deja el crematorio o el cementerio, olvida todo. Retoma su vida diaria como antes. Pero en el que se despierta ese discernimiento y queda firme, cambia su modo de vivir, y busca la Suprema Verdad. Y sólo cuando La alcanza logra la tranquilidad eterna.
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LA VIDA ESPIRITUAL Y EL DESAPEGO Junio 1978
Swami Paratparananda La vida espiritual o religiosa consiste primero en desarrollar en uno el anhelo por conocer lo Desconocido, o Dios o como quiera que se Lo llame, y luego sentir Su presencia íntimamente, pues la religión, en esencia, pertenece al plano interno, suprasensorio y no al de los sentidos. "La religión - dice Swami Vivekananda, - está más allá de todo razonamiento y del plano intelectual. Es una visión, una inspiración, una zambullida en lo desconocido e incognoscible; que hace a lo incognoscible más que conocido, ya que a Ello jamás se Lo puede 'conocer'. Esta búsqueda ha estado en la mente humana, creo yo, - continúa Swami Vivekananda - desde el mismo principio de la humanidad. No pueden haber permanecido, en ningún período de la historia del mundo, el razonamiento e intelecto humanos, sin esta lucha, sin esta búsqueda del más allá." Aquí, al parecer, Swami Vivekananda está hablando en términos contradictorios cuando dice que la religión 'hace a lo incognoscible más que conocido, ya que a Ello jamás se Lo puede conocer'. Dios o lo que está más allá, no puede ser conocido por estos nuestros sentidos como cualquier otro objeto del mundo, sin embargo, puede ser percibido por una mente pura, despojada de toda clase de deseo mundano, y cuando lo percibe así es mucho más real que los objetos del mundo palpados por los sentidos. Es por eso que habla en esos términos. Pero en la época actual la más grande de las cuestiones es: Suponiendo que lo conocible y lo conocido están circunscriptos por lo incognoscible y eternamente desconocido, ¿por que debemos luchar por conocer lo incognoscible? ¿Por qué no debemos quedarnos contentos con lo conocido? Porque, al ser humano, esto no le satisface, siendo una de las razones que lo conocido, esta manifestación, es una parte de lo inmanifestado; el universo sensorio es, por decirlo así, tan solo la proyección de una partícula de ese infinito universo espiritual, al plano de la conciencia de los sentidos. ¿Cómo se puede explicar o entender esa partícula, sin conocer lo que está más allá, o sea, la fuente y origen? Se dice que un día, cuando Sócrates estaba hablando en Atenas se encontró con un brahmín, quien había viajado a Grecia, Sócrates le dijo al brahmín que la indagación más grande de la humanidad es el hombre. Al instante el brahmín le replicó: "¿Cómo puede Ud. Saber acerca del hombre a menos que conozca a Dios?" Swami Vivekananda comenta: "Este Dios, este eternamente Incognoscible, o Absoluto o Infinito o como quiera que
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lo llaméis, es la única explicación de las razones en que se basan lo conocido y lo conocible o esta vida actual." Es decir, el universo sensorio no tiene existencia separada de lo Absoluto, de Dios. ¿Cómo podemos saber que es así? Vamos a contestar con las palabras de un Upanishad. El Kena Upanishad comienza con esta indagación: "¿Movida por qué voluntad, la mente se dirige hacia su objeto? ¿Ordenado por quién, el prana principal (la fuerza vital) cumple con sus funciones? ¿Por qué voluntad se mueve el habla del hombre? ¿Quién es el dios que dirige los ojos y oídos?" De aquí podemos concluir que el discípulo que hace esas preguntas ya sabe que la mente y los sentidos no son independientes, es algún otro el que los maneja, aunque la creencia común es que la mente piensa por sí. Si eso fuera cierto, entonces, un hombre inteligente no pensaría en cosa malas; sin embargo es sabido que aun dándose cuenta que va a cosechar frutos amargos la mente abriga a veces pensamientos viciosos. Y a pesar de ser advertido por otros, uno es impelido a obrar mal y sufrir sus consecuencias desagradables. Por consiguiente es correcto suponer que la mente no está del todo libre en sus actividades. Es una creencia común que el cuerpo, que consta de los sentidos y miembros, dirige a una persona a actuar, y que la mente también está bajo el control del cuerpo. Pero un hombre inteligente se da cuenta que el cuerpo, los sentidos y la mente, en realidad, todas las cosas en una persona encarnada salvo el Ser más recóndito, son mutables, impermanentes y materiales. La mente y todo lo demás cumplen sus funciones por la mera voluntad del Atman. El discípulo le pregunta al preceptor acerca de este Atman inmutable y eterno. El maestro contesta: "Es el Oído del oído, la Mente de la mente, el Habla del habla, el Prana del prana y el Ojo del ojo. Habiéndose desligado de los sentidos y renunciado al mundo, los sabios alcanzan la Inmortalidad." Sri Shankaracharia, comentando este verso, dice: "Al discípulo que era calificado o apto para el conocimiento, el preceptor explica quién es el que dirige la mente y todos los otros instrumentos en el cuerpo." La segunda palabra oído se refiere al instrumento de oír, que es el órgano sutil por medio del cual uno oye el sonido. Sin embargo, según el Upanishad, no es el órgano mismo el que oye; funciona de esta manera a causa de la presencia del Atman, que es luminoso, todo lo penetra y es Inteligencia eterna. No es que el maestro esté refiriéndose a otro oído sino al Atman cuya presencia da al instrumento, u órgano, su sensibilidad de oír, pensar, ver respectivamente. Como no hay otra manera de referirse o mejor dicho conocer al Atman sino mediante las funciones de cada uno de los instrumentos, el preceptor enseña que ese Atman es el que está detrás de todas las funciones de los órganos. Lo que es cierto en un microcosmo también lo es en el macrocosmo, lo que se ve en un individuo también puede decirse del universo. De ahí la conclusión a que llegamos antes. Leemos también en el Chandoguia Upanishad que así como
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conociendo un terrón de arcilla se conoce la naturaleza de todas las cosas hechas de arcilla, así como conociendo un pedazo de oro se conoce la naturaleza de todos los adornos hechos de oro, así como conociendo una navaja hecha de acero se conoce la naturaleza de todos los objetos de acero, del mismo modo, conociendo lo Absoluto uno puede conocer todo el universo, ya que las distintas formas y nombres son sólo superficiales, siendo la substancia principal lo Absoluto. Es por eso que no se encuentra paz ni felicidad duraderas en lo externo, cuando se olvida de lo principal. Swami Vivekananda dice: "La vida será un desierto, la vida humana será en vano, si no podemos conocer el mas allá (lo desconocido). Es muy fácil decir 'estad contentos con las cosas del momento'. Las vacas y todos los otros animales lo están y es eso lo que los hace animales. Así pues, si el hombre queda contento con el presente y abandona toda búsqueda del más allá, la humanidad tendrá que volver al plano animal. Es la religión, esa indagación del mas allá, que hace la diferencia entre el hombre y un animal. Bien se ha dicho que el hombre es el único animal que por naturaleza mira hacia arriba; todo otro ser viviente, por índole, mira hacia abajo. Ese mirar hacia arriba y elevarse y llegar a ser perfecto es lo que se llama salvación, y cuanto más pronto un hombre comienza a elevarse tanto más pronto comprende esta idea de la verdad como salvación. Ésta no consiste en la cantidad de dinero que uno tiene en su bolsillo, o en el traje que se pone, o en la casa en que vive, sino en la riqueza del pensamiento espiritual que tiene en su cerebro. Esto es lo que contribuye al progreso humano; esa es la fuente de todo progreso material e intelectual, la fuerza motriz, y el entusiasmo que empuja adelante a la humanidad." En otra oportunidad Swami Vivekananda comentó: "No se debe juzgar la religión las normas materiales, de utilidad material. Se pregunta: '¿Qué bien puede hacer la religión? ¿Puede quitar la pobreza de los pobres?' Supongamos que no pueda, ¿probará eso la falsedad de la religión? Supongamos que un niño se ponga de pie ante vosotros, cuando estéis tratando de demostrar una teoría de astronomía y os pregunte: '¿Nos dará caramelo?' 'No, no da,' contestaréis. 'Entonces, - dirá el niño, no sirve.' Los niños juzgan al universo entero desde su punto de vista, de brindarles caramelo, y asimismo hacen los niños del mundo espiritual. No debemos juzgar las cosas elevadas desde nuestro bajo punto de vista. Se debe juzgar todas las cosas por la norma que le corresponde, y el infinito debe ser juzgado por la norma de la infinitud. La religión interpenetra la vida toda del hombre, no solamente el presente, sino el pasado, el presente y el futuro. Es la relación eterna entre el Ser eterno y el Dios eterno. ¿Acaso es lógico medir su valor por su acción sobre cinco minutos de la vida humana? Seguro que no." La contribución de la religión al hombre es mucho más sólida, duradera y ennoblecedora. Ha hecho al hombre lo que es, y podrá transformarlo en un Dios. Esto es lo que la religión puede hacer. Este es el propósito de la religión: convertir al hombre animal primero en humano
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y luego en divino. Hacerle sentir la presencia divina que está en su interior. Para alcanzar ese estado la religión enseña varios métodos, entre los cuales los más prominentes son: de devoción, de acción desinteresada, de conocimiento y de control psíquico. Se puede decir que hay tantas religiones, tantas sectas; cada una pretende ser el único sendero hacia Dios, ¿cuál de ellas debemos seguir? Todas las religiones son verdaderas, y en lo fundamental no están en desacuerdo. Pero las diferencias que vemos o encontramos a veces son debido al clima, temperamento de la gente y el ambiente en que las religiones fueran primero esparcidas o divulgadas. Pueden haber diferencias entre los ritos y rituales que siguen dos religiones pero en los principios no se encuentra mucha desemejanza. Si estudiamos cuidadosamente las disciplinas que recomiendan las distintas religiones o los distintos senderos de cualquier religión, llegaremos a darnos cuenta de que hay ciertas prácticas que son comunes en todos ellos, por ejemplo, el renunciamiento. Los Vedas declaran: "No por la acción (recomendada por los Vedas) ni teniendo hijos ni riquezas, sino únicamente por el renunciamiento, algunos alcanzaron la Inmortalidad." Jesús dijo al joven rico que se le había acercado y preguntado: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?" ~ ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino uno, es a saber Dios; y si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 'Dícele: '¿Cuales?' Y Jesús dijo: 'No matarás; no adulterarás; no dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre, y, amarás a tu prójimo como a ti mismo.' Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi juventud. ¿Qué más me falta?" Dícele Jesús: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme." Los que quieren profundizar más pueden estudiar las enseñanzas de distintas religiones por ellos mismos y encontrarán que las divergencias están en las cosas superficiales, mientras que en lo fundamental no existe diferencia alguna en sus enseñanzas. Entre las disciplinas que enseñan los diferentes yogas, y los requisitos que exigen hay algunas prácticas imprescindibles para seguir cualquiera de ellos, por ejemplo, el discernimiento entre lo Real y lo transitorio, el desapasionamiento hacia las cosas del mundo, y un anhelo fuerte por alcanzar la liberación, o llegar a Dios. La religión no es solamente para los pocos que renuncian al mundo formal y mentalmente, sino para todos aquellos que aspiran a una vida más elevada, una vida del Espíritu; por consiguiente, debe ser factible para los que están viviendo como hogareños, con sus padres, esposa e hijos. Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: "Cumpliendo con los propios deberes uno llega a ser perfecto; y oye como se puede llegar a tener la perfección dedicándose a los deberes. Aquél de quien se han originado todos los seres, por quien todo esto está interpenetrado, adorando a Él por medio del cumplimiento de los propios deberes el hombre alcanza la perfección." En el mundo nadie puede estar ocioso, sin trabajar, ya que todos tienen sus deberes
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que cumplir. Pero en la mayoría de los casos se trabaja por apego al trabajo, por interés personal, u otro objetivo, es decir, siempre bajo algún motivo personal. El resultado es que uno se apega más y más o a la acción o al motivo y así se enreda cada vez más fuertemente. Además, toda acción tiene una reacción o resultado que tiene que cosechar el que la hace. Es un laberinto en que damos vueltas repetidas veces sin poder salir de él. Los resultados de las acciones de las vidas anteriores nos hacen renacer y con las acciones que estamos haciendo en esta vida acumulamos más resultados para un futuro nacimiento y de este modo sigue el ciclo sin cesar. ¿No hay modo de salvarnos de este ciclo de nacimiento y muerte? En el pasaje del Bhagavad Guita ya citado, Sri Krishna nos brinda uno de los métodos mediante el cual el hombre puede por los mismos actos de su vida diaria liberarse de sus efectos. No necesitamos hacer nada especial ni descuidar nuestros deberes; por el contrario, tenemos que cumplir con ellos con sumo cuidado y al mismo tiempo dedicarlos al Señor. En otro lugar del mismo libro Sri Krishna dice a Aryuna: "Cualquier cosa que hagas, cualquier alimento que comas, cualquier sacrificio que ofrezcas, cualquier cosa que des, cualquier austeridad que practiques, hazlo todo como una ofrenda a Mí. De esta manera te liberarás de las ligaduras de las acciones que son fuentes de buenos y malos resultados; y con el corazón firme en el yoga de renunciación y liberado vendrás a Mí." Sin duda ofrecer todo a Dios con sinceridad nos cuesta mucho, pues en tal caso no podremos gozar de nuestro éxito, ni sentir exaltación con las buenas obras que hagamos. Un hombre que siempre ha estado llevando una clase de vida distinta no va a poder hacerlo enseguida, sin embargo, si uno quiere ir más allá de las limitaciones y ligaduras, entonces debe tratar de dedicar las acciones al Señor, debe aprender a desapegarse de los resultados de su trabajo. El desapego a las cosas transitorias juega un gran papel en todos los yogas, y no tan sólo en el sendero de la acción inegoísta o karma yoga, ¿Por qué un devoto que sigue el sendero de la devoción no puede desde el principio dedicar las acciones a Dios, a quien él quiere amar? A causa del apego a los resultados. También porque los objetos del mundo son tan tangibles y tan atractivos que no podemos de repente desapegarnos de ellos. Y a menos que podamos hacerlo estaremos lejos de la vida espiritual y aún más distantes de Dios. Tenemos apegos incontables, apego a la riqueza, a las cosas adquiridas, a los parientes, a los amigos, al renombre, fama y muchos otros. Esos apegos nos ciegan. Sri Krishna afirma: "El hombre que piensa continuamente en los objetos de los sentidos desarrolla apego por ellos, luego surge el deseo y cuando éste ve obstruido produce ira. Ésta ofusca la mente y por consiguiente pierde la facultad de recordar las cosas en su propia perspectiva, y por lo tanto, la del discernimiento, y al final causa su muerte espiritual." Por el contrario, el que está libre de apego y aversión, aunque esté actuando entre los objetos sensorios, controlando su mente, logra la paz.
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Hay una historia en el Mahabhárata, una de las más grandes epopeyas de la India, a cual nos demuestra con claridad lo peligroso que es ese apego: Había un rey llamado Bharata, quien durante muchos años reinó sobre su imperio, y cuando se envejeció, colocó a su hijo sobre el trono, como era la costumbre en aquel entonces, y se retiró a los bosques en los Himalayas, para dedicar el resto de su vida al pensamiento de Dios. Construyó con sus propias manos una choza cerca de un arroyo y vivió allí alimentándose con las frutas y raíces que él mismo recogía, y meditando en el Señor. Pasaron días, meses y años, un día una cierva sedienta fue al arroyo para beber agua. En ese momento oyó el rugido de un león que se encontraba a cierta distancia. La cierva, muy asustada, dejó de beber el agua y trató de cruzar el arroyo de un salto. Estaba preñada, y, a causa del susto repentino y demasiado esfuerzo, dando a luz un cervatillo, cayó muerta. El cervatillo a su vez cayó en el agua del arroyo y estaba siendo llevado rápidamente por la corriente. El rey, que estaba meditando, observó esto, lanzándose al río salvó al cervatillo, lo llevó a su choza y calentándolo cerca del fuego lo restauró a la vida. Viendo la condición desamparada del animal, el rey lo crió alimentándolo con pastó tierno y frutas, hasta que se convirtiera en un ciervo. Pero aquél que había tenido fuerza mental para cortar el apego de toda la vida, al poder, posición y familia, quedó atrapado en la red del cariño por el cervatillo que él había salvado de una muerte inminente. Sintió una fuerte atracción hacia el animal y cuanto más se encariñó del ciervo menos pudo concentrar su mente en Dios. Si el animal iba al bosque para pastar y demoraba en volver, la mente del rey se ponía inquieta, ansiosa y preocupada. Pensaba: "Quizás mi pequeño haya sido atacado por un tigre o haya caído en algún otro peligro, ¿si no, por qué se demora?" Pasaron algunos años más de esta manera y se le acercaba la muerte al rey. Éste en vez de pensar en el Señor, con qué propósito había renunciado a su reino, familia y todas otras comodidades, quedaba preocupado por el ciervo. Al final, cuando llegó el momento, mirando los ojos tristes de su animal favorito, el rey dejó su cuerpo. Y por consiguiente renació como un ciervo. Pero jamás se pierde ningún karma bueno, y todas las buenas acciones que el rey había hecho cuando gobernaba su reino y después como sabio, dieran su fruto. Ese ciervo nació yatismara, esto es, con la memoria de lo ocurrido en su vida anterior. Aunque no podía hablar y vivía en un cuerpo de animal, se alejaba de sus compañeros e instintivamente buscaba pacer en la proximidad de las ermitas, donde se hacían ofrendas al fuego y predicaban sobre los Upanishads. Después de vivir los años que corresponde a un ciervo, murió y nació de nuevo, esa vez como el hijo menor de un rico brahmín. En ese nacimiento también recordó sus vidas anteriores. Como consecuencia, desde su infancia estaba decidido a no envolverse más ni en lo bueno ni en lo malo de la vida. El niño era fuerte y sano, pero se comportaba como un mudo. Vivía como una cosa inanimada o como un loco, por miedo a
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enredarse en los asuntos del mundo. Sus pensamientos eran, siempre, de lo Infinito, y llevaba la vida para agotar su prárabdha karma, es decir, el resultado de las acciones de las vidas pasadas que han causado este cuerpo. Con el pasar del tiempo, el padre del muchacho murió y los hermanos dividieron la propiedad entre ellos mismos; y pensando que el menor era mudo e imbécil se apoderaron de su parte también. Sin embargo tuvieron la piedad de darle alimento y ropa. Las esposas de sus hermanos no lo trataban con simpatía; le hacían trabajar duramente; si el muchacho no podía hacer lodo lo que ellas le mandaban, le increpaban. Aun así, el muchacho no mostraba ni fastidio ni miedo, tampoco pronunciaba palabra alguna. Cuando lo trataban muy mal salía de la casa e iba a sentarse bajo un árbol, durante horas, hasta que se calmaran las cuñadas. Luego volvía a casa. Un día en que ellas lo habían tratado con más de la usual severidad, Bharata salió de la casa como era su costumbre y se sentó en la sombra de un árbol para descansar. En ese momento pasaba por allí el rey del país en un palanquín llevado sobre los hombros de los peones. Como uno entre ellos se enfermara repentinamente, los servidores del rey buscaban a una persona para reemplazarlo. Viendo a Bharata sentado bajo el árbol, le preguntaron si querría tomar el lugar del enfermo para llevar el palanquín. No recibiendo contestación alguna y observando que era un hombre fornido y sano, lo llevaron por la fuerza y colocaron el palo del palanquín sobre su hombro. Aun así Bharata no pronunció ni una palabra, sino que siguió el camino. Pronto el rey observó que el palanquín no se movía como debería y eso le causaba incomodidad; por consiguiente, mirando hacia afuera, se dirigió al nuevo peón: "Tonto, descansa un rato, si te duelen los hombros." Bharata, bajando el palo del palanquín, habló por primera vez: "¿A quién, oh rey, llamas tonto? ¿A quién estas ordenando a bajar el palanquín? ¿A quién dices que está cansado? ¿A quién diriges como 'tú'? Si quieres decir, oh rey, por la palabra 'tú' esta masa de carne, entonces está compuesta del mismo material que la tuya; es inconsciente y no conoce el cansancio, no conoce el dolor. Si quieres significar por esa palabra la mente, esa es la misma que la tuya; es universal. Pero si la palabra tú' está aplicada a algo que está más allá, entonces es el Ser, la Realidad en mí que es la misma que está en ti, y es el Único en el universo. ¿Quieres decir, oh rey, que el Ser puede estar jamás cansado, que puede lastimarse? Yo no quise, oh rey, - este cuerpo no quiso, - pisotear los gusanos que se arrastraban en el camino, y por consiguiente, tratando de evitarlos, el palanquín se movió erráticamente. Pero el Ser jamás estaba cansado nunca estaba débil; nunca llevó el palo del palanquín, pues es omnipotente y omnipresente." De esta manera habló elocuentemente sobre la naturaleza del Ser, y sobre el conocimiento más elevado. El rey, quien estaba orgulloso de su erudición, conocimiento y filosofía, descendió del palanquín y se prosternó ante Bharata, diciendo; "Te pido perdón, oh gran alma, no sabía yo que tú fueras un sabio, cuando te pedí que me llevaras." Bharata lo bendijo y se
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despidió. Luego reanudó el mismo ritmo de vida de antes hasta que agotó su karma y cuando dejó su cuerpo quedó liberado para siempre de la ligadura de nacimiento. De ahí podemos ver cuan peligroso es el apego a las cosas efímeras. Un rey que tenía todo, gozaba de los placeres del palacio y gobernaba sobre millones, abandonó todo con el fin de dedicarse al pensamiento de Dios, pero ese lazo de apego por un cervatillo lo arrastró dos veces a este mundo. Es por eso que se da mucha importancia a esa práctica de desapego. Ahora bien, se puede preguntar: Esto está bien para los que han renunciado al mundo, pero nosotros que vivimos en él ¿cómo podemos dejar de aferramos a nuestros parientes, y amigos, casa, propiedad y riqueza? ¿Cómo podemos ser crueles con nuestros hijos? La religión no enseña a ser crueles, al contrario, el que realmente sigue un sendero espiritual jamás falta a sus obligaciones en el mundo. Sri Ramakrishna aconseja a los hogareños: "Vivid en el mundo como la criada en la casa de un rico. Ella atiende a todos los quehaceres de la casa, pero sus pensamientos están en su propio hogar en su aldea nativa. Cría a los hijos de su amo como si fueran sus propios hijos y hasta llega a decir, 'Mi Harí’ al hijito del patrón. Muestra la casa y dice: 'Esa es nuestra casa.' Dice todo esto, pero en lo más íntimo de su corazón sabe que ni la casa, ni Harí, le pertenece. Del mismo modo, haced todos vuestros deberes, pero mantened vuestra mente en Dios. Vivid con todos, esposa e hijos, padre y madre, y servidles. Tratadles como si fueran vuestros muy queridos, pero sabed en lo íntimo de vuestro corazón que no os pertenecen." Es necesario imprimir esta idea en nuestra mente hasta que llegue a recibirla y asimilarla, pues la mente es veleidosa y rechaza cualquier nueva idea o nuevo pensamiento. Puede surgir una duda: Practicando el desapego ¿no vamos a perder nuestro afecto a los que dependen de nosotros? Si realmente buscamos a Dios no es posible que perdamos las virtudes como simpatía, cariño, comprensión y otras semejantes. Y el que llega a alcanzar a Dios se llena de esas virtudes como lo vemos en todos los grandes maestros espirituales. Además, el afecto humano es siempre motivado por interés egoísta, ya sea de una recompensa inmediata o futura; y hasta los que dependen de nosotros dejan de ser queridos una vez que se comporten contra nuestra voluntad o deseo. El cariño en ese caso se esfuma y toma su lugar la indiferencia o aversión. En cambio, una persona que sigue avanzando en el sendero espiritual no espera ningún resultado de sus acciones, y tampoco disminuye su atención a sus deberes. Sri Ramakrishna es muy claro acerca de ello: "Un hogareño tiene sus deberes que cumplir, deudas que pagar: su deuda a los dioses, a los antepasados, a los rishis y a su esposa e hijos. Si una esposa es fiel, el marido debe sostenerla; también debe criar a sus hijos hasta que sean mayores." También reprochó severamente, a uno de sus discípulos por haberse alejado de sus padres, diciendo; "¿Acaso el padre y la madre son poca
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cosa? Ninguna práctica espiritual producirá fruto a menos que ellos estén complacidos. Chaitania estaba embriagado de amor por Dios, aun así, antes de tornar el voto de monje, trató de persuadir a su madre para que le otorgara su permiso para renunciar al mundo, durante muchos días. Tus padres te criaron. Tú mismo eres padre de varios hijos. Sin embargo, has dejado el hogar con tu esposa. Has defraudado a tus padres. Has salido del hogar con tu esposa e hijos y sientes que te has convertido en un santo. Un hombre no puede alcanzar nada sin pagar las deudas que debe a sus padres." Aquí vemos claramente la posición verdadera de una persona que quiere seguir el sendero espiritual; no puede huir de sus deberes sino cumplir con ellos a la perfección y al mismo tiempo no esperar ninguna clase de recompensa. Es sólo esta forma de desapego que nos puede llevar a la perfección, conducir hacia Dios. Sin ese desapego nadie jamás pudo, puede ni podrá alcanzar a Dios. ¡Que el misericordioso Señor nos otorgue ese desapasionamiento y desapego y nos dé refugio a Sus pies!
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LA VIDA ESPIRITUAL Y LA ECUANIMIDAD (1977)
Swami Paratparananda
Todas las cosas en el universo están en un estado de inestabilidad, pues cambian a cada momento. Por ejemplo, la semilla que se siembra brota en algunos días, se convierte en una planta, la cual luego produce pimpollos y éstos se abren como flores. Algunas horas después las flores se marchitan, dando lugar en algunos casos al fruto. La luna da vuelta alrededor de la tierra y ésta a su vez en derredor del sol, sin parar. Todo el universo se encuentra en un vórtice de actividad. No puede parar ni descansar por miedo a ser aniquilado. Sin embargo, la actividad eterna es un concepto imposible. Deben haber períodos de reposo seguidos por los de actividad. Vemos esto en todo lo manifiesto en la creación; puede ser que el período de actividad y de descanso en ciertos casos sea corto, unos momentos, unas horas, mientras que en otros casos, como por ejemplo en el de la tierra, sea de millones de años. No obstante, si la naturaleza obedece a un esquema definitivo, y si se puede llegar a una conclusión acerca del proceso cósmico observando la construcción del microcosmo, entonces tenemos que admitir que deben haber períodos de reposo alternando con los de actividad en el universo entero. Las escrituras hindúes apoyan este punto de vista. Hablan de la teoría cíclica de la manifestación. Al respecto, citamos un verso del Rig Veda: “El Señor proyectó al sol y la luna y otras cosas, como en ocasiones anteriores.” Aquí está dicho claramente que ésta no fue la única vez que se manifestó un universo, que ya han habido universos como éste varias veces y los habrá en el futuro también. La creación es sin principio, pero es alternadamente proyección y reposo. Después de la disolución del universo, hay un período en que no hay manifestación de ninguna clase. Luego, el Señor, vuelve a proyectar el universo de sí mismo. Así el proceso sigue sucesivamente, dicen los sabios hindúes. Puede surgir una duda aquí a los que estudian los Upanishads, pues en una parte, el Chandóguia Upanishad dice: “En el principio, hijo mío, este universo era únicamente Existencia Pura, no había ninguna otra cosa.” Es decir, el universo estaba disuelto en la Existencia, no tenía individualidad como universo. Sri Shankaracharia comentado este dicho del Upanishad dice que ‘el principio’ aquí se refiere al momento antes de la manifestación, no a un principio de la creación. Hay un concepto hermoso en el Rig Veda que describe este momento así: “En este entonces no había inexistencia, ni Existencia, no había ni la tierra ni el
lejano cielo. ¿Qué cubría esa niebla? ¿Quién moraba allí? ¿Dónde estaban esas aguas profundas? Entonces no existía la muerte ni la inmortalidad, ni el día ni la noche. Sin embargo, Aquello sólo vibraba sin movimiento en Su prístina gloria. No había ninguna otra cosa. Al principio la oscuridad yacía envuelta en la oscuridad indistinguible como una masa de agua.” Esa es la verdadera descripción de lo Indescriptible; solamente puede sentirlo íntimamente en el corazón aquél que ha logrado calmar todos los deseos de su mente. La gente puede proponer teorías maravillosas acerca de la creación que se ve por todas partes, pero lo que está más allá de los sentidos y pensamiento no puede ser descripto con palabras. Las personas que viven en aldeas, lejos de las ciudades, donde todavía la electricidad no ha llegado, puede tener una idea, aunque no bien clara, acerca de “las tinieblas envueltas en tinieblas”. Pueden haber observado la calma de la noche oscura de una luna nueva, la calma que inspira temor reverente a un viajero. ¡Imagínense cuánta más calma debería haber existido en aquella “oscuridad envuelta en la oscuridad”! A muchos esta descripción puede parecerles una fantasía poética. Opinarán que, en realidad, nadie puede saber lo que había antes de la manifestación del universo. Sí, eso es cierto en los casos de personas que nunca han tratado de ir más allá de los objetos sensorios, pero los que llegan a realizar a su propio Ser, al Atman como lo llaman en sánscrito, o Dios, pueden sentir algo de esa descripción. Por ejemplo, Sri Ramakrishna solía decir: “Quiero describirles mi experiencia en el estado de samadhi, pero no puedo; siento como si algo apretara mi lengua.” En otra ocasión dijo: “Tengo que bajar como dos o tres peldaños del samadhi antes de pronunciar el Om.” A pesar de ello, los sabios han tratado de dar una indicación de lo Absoluto por medio de los conceptos más próximos posibles a sus experiencias. Ahora bien, hay varias clases de calma: hay la calma antes de la tormenta, y también la calma de la noche pesada en que el viento, como si por estar agotado debido a mucho soplar sin cesar, se hubiera ido a descansar a una lejana cueva de la montaña. Pero, ¡qué enorme es la diferencia entre la calma antes de la proyección del universo y las otras mencionadas aquí! En la primera hay la certeza de la placidez, en las otras mucho temor ante la calamidad inminente. En la primera, existe la frescura que tranquiliza el alma, en las otras se siente la presencia de una ansiedad insoportable; en una hay paz, en las otras preocupaciones. La primera es nuestra verdadera morada; y sólo llegando allí tendremos la paz que sobrepasa toda descripción, no antes. Se puede experimentar una tranquilidad algo parecida a la que brinda paz al alma, en las montañas de los Himalayas. La ermita en las montañas presenta un contraste directo con la impetuosa y loca actividad del mundo, atrapado en la cual el hombre se pierde en el mar de este mundo. Lejos de la muchedumbre, sumergida en su actividad desmesurada, el hombre en su ermita, establecido en la contemplación de su propio Ser, o Dios, no tan solo se retira del mundo exterior, sino que
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también se abstiene de crear mundos de deseos en su interior. Uno puede retirarse a un lugar solitario o a una montaña, pero si lleva deseos adentro no va a beneficiarse en nada de la soledad. Allí también creará otro mundo. Cierta vez un rey fue a un bosque y allí encontró a un rishi, sabio espiritual; complacido por el comportamiento del rey, el sabio le dijo: “Estoy complacido contigo; tienes buenas tendencias espirituales; quédate aquí. Esto te hará bien.” El rey le contestó: “Venerado señor, todavía tengo muchos deseos. Si me quedo, crearé un reino aquí mismo.” Así, pues lo que se necesita es calmar la mente, llegar a lograr la ecuanimidad. Luego se puede vivir en cualquier lugar. Ahora bien, una cosa parecida a esa calma de la cual hablamos, puede sentirse también en el sueño profundo, en que no existe nada, no se oye nada, no se presencia nada; todo lo que se siente es dicha inmensurable. Mucho más tranquilo debe ser el estado de unión con Dios, en que todos los deseos, agitadores de nuestro ánimo, descansan para siempre. Swami Vivekananda dice que toda la creación se está apurando aunque sea inconscientemente para lograr esta ecuanimidad, este equilibrio perturbado. Los seres humanos también lo hacen, algunos consciente y otros inconscientemente. Esta es la distinción entre el ser humano y otros seres creados; el hombre puede luchar, teniendo plena conciencia de su objetivo, por lograr esa ecuanimidad. Porque el ser humano es un fenómeno maravilloso en toda la creación, pues es sólo él que puede rebelarse contra la naturaleza y combatir contra ella. Aunque fue creado con un físico frágil, ha sobrevivido a los ataques de los animales más poderosos, a las enfermedades y a pestes desastrosas. Ha domado hasta cierto punto las fuerzas de la naturaleza, zambulléndose en sus secretos. Pero la lucha contra la naturaleza externa forma sólo una fracción del combate. A pesar de todo el éxito que el hombre tuvo en su búsqueda en el mundo exterior y el dominio que logró en sus tentativas, no se encuentra en una situación feliz. Las innovaciones e invenciones pueden darle, sin duda, algo de placer por algún tiempo, pero eso sólo aumenta su tensión nerviosa, un torrente terrible de angustia por llegar a tener más y más goces. La tranquilidad no se logra mediante los placeres de los sentidos; por el contrario, estos producen en el hombre un gran vacío, un abismo que le asusta. Sin embargo, esta carrera detrás de los placeres de los sentidos también se hace con el fin de alcanzar aquella Dicha Infinita, y olvidar toda otra cosa, aunque se lo haga equivocadamente, así como el hombre sediento en un desierto toma el espejismo por un oasis y corre detrás de él. La gran mayoría de la humanidad toma los placeres del mundo como el único objetivo de su vida. ¿Por qué? Porque las cosas en el mundo son tan tangibles y el gozo que el hombre siente con ellas también al principio es tan agradable, que piensa que no hay otra cosa más deseable. Uno de los Upanishads, el Taittiría, afirma que el placer que un hombre siente en los objetos del mundo forma sólo una fracción infinitesimal de la Dicha de Brahman. El ser humano común no conociendo nada mejor, considera a
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esta pequeña porción como el todo y la persigue con avidez. Engañado así repetidas veces, al final se da cuenta de su error y trata de averiguar cómo puede salir de la red de tentaciones que estos objetos lanzan sobre él. Y aunque no existe nada que sea de Dios, uno que discierne no va a aceptar lo que le hace olvidar al Señor, pues sabe que lo que le aleja de Dios no es permanente, sólo tiene una existencia de dos días, por consiguiente se apartará de esos objetos. Porque ellos no pueden darle la felicidad eterna. Las escrituras hindúes también aseveran que no existe dicha en lo pequeño, sino que en lo Magno, únicamente. Por supuesto nadie está perdido para siempre, dicen los Upanishads. Un día todos van a volver a Aquello de dónde han sido proyectados, pero esto puede ser que tarde millones de años, o millones de vidas. Las cosas inanimadas y los animales que no piensan pueden esperarlo, pero un ser humano, teniendo la facultad de discernir, debe conscientemente hacer esfuerzos para reconquistar ‘el reino de los cielos’, antes de partir de esta tierra. ¿Por qué decimos que lograr la ecuanimidad, la serenidad, es un paso hacia la Dicha eterna, más aún, la Dicha misma? Como ya hemos visto, el universo es el resultado de la perturbación en el equilibrio de la Naturaleza, Prakriti, como la llaman los Samkhias, en sánscrito. ¿Qué vemos en este universo? Todo girando y revolteando sin rumbo, unos alrededor de otros, compitiendo duramente para conseguir algunas migajas que ni satisfacen el gusto. ¿Cómo se puede esperar que haya tranquilidad bajo estas circunstancias? ¿Cómo podemos aspirar a que el calderón de los deseos cese de hervir mientras el fuego de las pasiones esté vivo y ardiendo? ¿Cómo puede reinar la paz y la dicha en una mente que esté constantemente agitada y perturbada? Hasta que no lleguemos a ver a Dios o alcanzar lo Absoluto, que es la morada de la Dicha, no podemos pensar que ésta sea nuestra. Y a menos que tengamos nuestra mente plácida y en un estado ecuánime, Dios no se va a revelar allí. No es que el Señor sea cruel o no nos quiera, sino que a nosotros nos han gustado otras cosas, los juguetes coloridos y nos sentimos felices con ellos, aunque de vez en cuando estos nos dejan en medio de un torbellino. Es razonable suponer que donde existe agitación no puede haber tranquilidad, o serenidad, por consiguiente tampoco puede haber la dicha que no cambia. Es por eso que todos los maestros espirituales exigen que cultivemos esta virtud de la ecuanimidad. Sri Krishna, por ejemplo, habla del sthitapragña, o hombre de conocimiento estable, o sabiduría inmóvil. Debemos notar el adjetivo, ‘estable’ o ‘inmóvil’, utilizado por Sri Krishna. No es un conocimiento que cambia a cada momento, ni tampoco significa un conocimiento común de las cosas de este mundo. Podemos tener el significado correcto, de estas palabras si estudiamos la descripción del hombre de ‘conocimiento estable’ dada en el Bhagavad Guita. Dice Krishna: “El que aniquila todos los deseos que se enucuentran en su corazón, que se siente contento con el pensamiento de su propio Ser, o Atman, a él se le llama un hombre de conocimiento estable.” Cada palabra está llena de significado. Debemos notar que uno
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tiene que aniquilar los deseos, no solamente subyugarlos, pues los subyugados pueden surgir de nuevo y producir daños inmensos por haber sufrido antes la humillación. También tenemos que prestar atención a la palabra ‘todos’ cuando menciona a los deseos. No es suficiente dominar algunos de ellos. Hasta tanto tengamos un solo deseo mundano no podremos tener la visión de Dios, ni la ecuanimidad. En otra parte del mismo capítulo Sri Krishna dice: “Los objetos de los sentidos dejan de ejercer su tentación a un hombre que está apartado de ellos, o practica ayunos, sin embargo todavía persiste en él, el deseo de gozar. Este último también desaparece cuando uno realiza a lo Supremo.” Por eso es necesario eliminar todos los deseos de nuestra mente antes de adquirir este conocimiento. La definición no termina ahí sino que sigue: ‘contento en el pensamiento de su Atman, o Ser’. ¿Qué significa esto? Quiere decir que para el contentamiento de esa persona, no se requiere nada del exterior, ni sueños, ni imaginaciones acerca del placer. Cuando llega a tener este estado, su mente no conoce nada sino la presencia del Atman, o Ser o Dios, que es auto-luminoso y lleno de dicha. Sólo una persona que logra ese estado puede ser llamado sthitapragña. El samadhi, la cima de la vida espiritual, no está lejos de esa persona. “Es como el alborear, – dice Sri Ramakrishna, – que muestra que pronto el sol va a salir.” El Bhagavad Guita continúa: “El que no es perturbado en la calamidad, desapegado de la felicidad, libre de apego, miedo e ira y al mismo tiempo inclinado habitualmente a la introversión es llamado un hombre de conocimiento estable.” Aquí vemos que Sri Krishna no deja ninguna duda acerca de la verdadera naturaleza del que tiene ese conocimiento, para que podamos juzgarnos bien y no equivocarnos creyendo haber llegado a la cima de la vida espiritual. Los maestros espirituales tratan de ser lo más explícitos posibles, tan claros como el vehículo del lenguaje les permita dar expresión a sus ideas. Y para eso bajan a nuestro nivel de entendimiento. Quizá, Sri Krishna sintió que la posteridad podría entender mal lo que Él había dicho y seguir un sendero equivocado. Para evitar esto, explica en extenso su idea, antes mencionada, en el verso ya citado. Porque uno puede hacerse ver como una persona de mucho coraje en una situación difícil, pero al mismo tiempo sentir trepidación dentro de su corazón. Por el contrario, el coraje engendrado por la verdadera fuerza es una cosa muy distinta. Vamos a dar un ejemplo. Cierta vez, en sus primeros días como monje errante, se apoderó de Swami Vivekananda un estado de ánimo fuerte de practicar intensa austeridad y una insatisfacción espiritual terrible, como ocurre con los grandes místicos. Por consiguiente decidió internarse en un denso bosque y como un rishi, sabio espiritual, de antaño, dejar caer el cuerpo simplemente por el agotamiento y el hambre. Acto seguido puso la decisión en la práctica. Caminó todo el día sin probar un bocado de comida, hasta que llegó la noche. Estaba tan débil que no pudo seguir más, sino que se sentó bajo un árbol, fijando su mente en el Señor. Después de un rato vio a un tigre acercársele más y más. Cuando había
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ya poca distancia entre ellos, el tigre se sentó. El Swami pensó: “!Ah! Esto está bien, ambos estamos hambrientos. Después de todo, este cuerpo no ha sido el vehículo para la realización absoluta, y ya que posiblemente el mundo no sea beneficiado por él, es bueno y deseable que pueda servir por lo menos a este animal hambriento.” Pensando así yacía allí donde se encontraba, tranquilo y sin moverse, esperando que el tigre se lanzara sobre él. Pero por uno u otro motivo la fiera se fue en otra dirección. El Swami lo esperó creyendo que podría volver, pero el animal no volvió. Swami Vivekananda pasó toda la noche en el bosque bajo el árbol, sumergido en la comunión con su propio Ser. ¡Cuál fue la experiencia que tuvo, la cual le inundó luego con una gran fuerza, sólo él lo supo! Esa es la serenidad a que Krishna se refiere en estos versos. Es engendrada por la realización de la Verdad Suprema. En una ocasión hablando sobre la intrepidez Swami Vivekananda cito el ejemplo de un monje, que solía repetir “Shivoham” – “Soy Shiva, la Eterna Bienaventuranza”. “Cierto día un tigre atacó a este monje y lo llevó arrastrando y lo mató; pero mientras estaba vivo, lo que se escuchaba eran las palabras: “!Shivoham, Shivoham!” concluye Swami Vivekananda. Esta es la ecuanimidad, esto es lo que se llama estar establecido en el conocimiento, ser intrépido hasta en las garras de la muerte, estar unido con el Ser, estar satisfecho en el Ser y también estar libre de todo apego. Porque, ¿qué otra cosa es tan preciosa y tan querida por el hombre como su cuerpo? ¿No es toda la lucha del hombre común el mantener el cuerpo sano y salvo? Lo es. No obstante, aquí vemos a una persona que no pensó en su cuerpo como si fuera algo más valioso que los harapos que llevaba. Sri Krishna sigue con la descripción de ese gran yogui: “El que bajo cualquier circunstancia no se aferra a ninguna cosa, pero al mismo tiempo acepta lo que viene ya sea agradable o desagradable, sin alegrarse por la primera ni deprimirse por la segunda, tiene el conocimiento estable.” Agrega que esa persona habiendo dominado los sentidos dirige su mente hacia el Señor. Luego dice: “Sólo llega a tener la paz (la ecuanimidad) eterna, aquél en quien todos los deseos entran sin perturbarlo en lo más mínimo, así como el océano que se mantiene igual e inmóvil aunque las aguas entren en él por doquier, y no el que desea placeres del mundo.” En otra parte del Bhagavad Guita este mismo estado de ecuanimidad está descripto como el de gunatita, es decir, el estado de una persona que ha ido más allá de los tres gunas. Como se sabe, la Naturaleza o Prakriti tiene tres componentes que se llaman gunas; son: sattva, rayas y tamas. Todo el universo está hecho de estos tres gunas. No existe cosa alguna que no los tenga. Todos estos atan al hombre al mundo de distintas maneras, pero entre ellos el sattva es el que ayuda más al hombre a salir de la red de ilusión, pero no lo lleva hasta Dios. Por lo tanto, el que quiere llegar a la Suprema Verdad tiene que trascender estos tres componentes de Prakriti. Sólo entonces puede tener la ecuanimidad.
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Los que están dispuestos a luchar para conseguir las cualidades ya mencionadas, pueden tener esperanzas de lograr la visión de Dios, no los demás; pues bien dicen los Upanishads: “Este Atman no es alcanzable por los débiles, ni por medio de caminos equivocados, tampoco sin las austeridades y renunciación.” Shri Shankaracharia comentando este dicho observa: “Las prácticas que ayudan a lograr al Atman son la fuerza engendrada por la dedicación a Él, austeridad y renunciación y no caer en la ilusión. Caer en la ilusión significa buscar la felicidad en los placeres, teniendo hijos, ganado y riquezas.” El Upanishad agrega que sólo siguiendo esas prácticas se puede entrar en la morada de Brahman, es decir, unirse con Dios, quien es la Existencia, Conciencia y Dicha Absoluta. En otro Upanishad, el Brihadáraniaka, encontramos un diálogo entre un sabio espiritual y su esposa, Yágñavalkia y Maitreyi, que explica con claridad lo inútil que son los objetos y riquezas del mundo para conseguir la gracia de Dios. Yágñavalkia deseando retirarse a un bosque abandonando al mundo, con el fin de dedicarse totalmente a Dios, comunicó su decisión a sus dos esposas. También les dijo que dividiría los bienes entre ellas. Maitreyi, que era la más inteligente, le preguntó: “Señor, ¿puedo yo lograr la Inmortalidad si llego a poseer toda la riqueza que está en la tierra?” Yágñavalkia replicó: “No, no hay esperanza de llegar a la Inmortalidad por medio de la riqueza, pero puedes vivir confortablemente en el mundo” Contestó la esposa: “¿De qué me sirven las cosas que no me ayudan a lograr la Inmortalidad? Por favor, enséñame acerca de lo que me va a brindar aquel estado dichoso.” Ese es el desapego verdadero, nacido del discernimiento. Este desapego, el estar libre de deseos, del cual el Bhagavad Guita habla, no es pasajero, sino que es de duración permanente. Uno, a veces, logra una clase de ecuanimidad, después de alcanzar el objetivo mundano o el cumplimiento de algunos deseos; pero al momento siguiente se desvanece. Entran en su mente otras ambiciones, otros deseos y perturban la serenidad que había logrado. Pero es distinta la ecuanimidad de la persona que llega a establecerse en el conocimiento incambiable. Puede surgir una duda aquí: “Cuando todo en el universo cambia y es variable, ¿cómo puede ser estable y permanente sólo este estado?” Sí, pero hay cosas que no pueden cambiar, por ejemplo, las semillas tostadas. Aunque se las siembre y riegue no van a germinar; del mismo modo, cuando todos los deseos, que son como semillas de nuestro enredo en este mundo, estén quemados en el fuego del conocimiento, o estén dirigidos en su totalidad hacia Dios, no pueden germinar, dar lugar a nuevos nacimientos y muertes, tampoco pueden tentar al hombre a que caiga en la trampa de la ilusión. Sri Ramakrishna da la analogía de dos imanes; dice: “Supongamos que hay dos imanes, uno grande, otro pequeño. ¿Cuál de ellos atraerá el hierro? Por supuesto que el grande. Dios es el imán grande. Comparado con Él las cosas del mundo son el pequeño imán.” Si esto es así, entonces ¿por qué Él no atrae a todos?
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Porque Él no quiere que el juego del universo se termine tan pronto, pero acaba para aquellos que se sienten cansados del juego y no se deleitan más con ello. Dios, como una bondadosa madre, no perturba a los niños que están entretenidos con los juguetes coloridos, que son las cosas del mundo. Pero llega corriendo hacia aquellos que lloran y se impacientan por Él y no quieren ninguna otra cosa. Entretenerse con los objetos sensorios es como estar fuera del campo de atracción del gran imán, y así como cuando el hierro está fuera del campo de atracción del imán, no es atraído por éste, del mismo modo, cuando las personas se sienten felices con los objetos del mundo, su corazón no responde a la atracción de Dios. Ahora bien, nos referimos, al principio de esta charla, al estado en que se encontraba la Existencia antes de la proyección de este universo. ¿Cómo pudieron saber esto, los rishis que lo describen? Por medio de su realización llegaron a saber que lo que existía antes de la creación debe ser también lo que habrá después de la disolución, y en el samadhi disuelve todo, lo que queda no puede ser descripto. La mente de la persona en samadhi está en la condición del barco que entra en las ‘aguas oscuras del mar’. El barco no vuelve y por consiguiente no puede dar noticias acerca de la región; de la misma manera, la mente de la persona que se une con lo Absoluto no vuelve para contarnos lo que ve o percibe allá. Y hasta los que bajan de este estado de samadhi no pueden describir lo que experimentan en él. Sin embargo, no es un estado del cual uno deba asustarse; todo lo contrario, es un estado logrando el cual uno puede deshacerse de todas las dudas, todos los nudos del corazón y todo resultado de las acciones, tanto de esta vida como de las anteriores. ¿Qué ocurre si una persona llega a tener esa clase de conocimiento? Sri Krishna dice que esta persona queda establecida en Brahman; como consecuencia, percibe con ecuanimidad a un brahmín dotado de sabiduría y humildad, a una vaca, a un elefante, a un perro y hasta a uno que vive comiendo carne de perro. Para esa persona todos son iguales ya que ve a lo Absoluto, o a su propio Ser, manifiesto en todos ellos. De esa persona desaparecen el apego y el odio, la ira, la codicia y otras pasiones. Ella siempre se siente contenta con lo que le viene, sea bueno o malo, sin ser agitada por los cambios y trastornos de la vida. Ahora viene la pregunta: ¿Cómo podemos lograr ese estado? Por la práctica, como ocurre en cualquier carrera, profesión o arte. Swami Vivekananda cierta vez observo: “Uds. pueden escucharme durante horas, pero si no lo practican, no van a avanzar ni un paso.” Este es un hecho que todos conocen por su propia experiencia. No solamente debemos practicar lo que nos lleva hacia la meta, sino también debemos prestar atención a los medios empleados para lograrla. Estos deben ser tan puros como la meta. “No puedes lograr lo que es Infinito por medio de las cosas finitas,” dice el Kathopanishad. De la misma manera, uno no puede lograr un estado noble siguiendo senderos dudosos. La ecuanimidad es un estado muy elevado. Por consiguiente, todas las cualidades que se manifiestan espontáneamente en una persona que ha
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logrado ese estado, deben ser cultivadas con diligencia como medios para alcanzar la ecuanimidad. Uno puede lograr este estado también por el sendero de la devoción, pues encontramos en el Bhagavad Guita la descripción idéntica de un devoto que ama a Dios con todo corazón y la de un ser establecido en el conocimiento. En pocas palabras el método consiste en someter el ego a la voluntad del Señor y amar a Dios con exclusión de todas las otras cosas del mundo, haciéndoLo el único objetivo de la vida. O los que quieren hollar el sendero del conocimiento tienen que discernir entre lo Real y lo irreal, y aferrarse a lo Real con toda su fuerza, sin mirar ni fijarse en lo que sucede con los objetos que son irreales o transitorios. Si podemos tener tenacidad y perseverancia entonces, un día, este estado de ecuanimidad que nos otorgará la paz eterna y la unión con Dios, será nuestro. ¡Que el Señor nos guíe y nos conduzca hacia la meta, y nos dé la fuerza necesaria para llegar a alcanzarla!
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LA VIDA ESPIRITUAL Y LA PERSEVERANCIA Swami Paratparananda 1
Sabemos bien que para lograr éxito en cualquier empeño, profesión o carrera, se necesita perseverancia. Esto es mucho más cierto en la vida espiritual, pues en ésta no hay maquinaria o instrumentos que puedan ayudar al ser humano. Sin embargo, la gente, especialmente en la época actual, espera tener los resultados de sus acciones de inmediato, o lo más rápido posible. La mayoría de los que inician el camino espiritual no tiene paciencia, y por consiguiente, después de practicar las disciplinas durante algunos meses cuando ven que no pueden calmar su mente ni sus sentidos, y que, por el contrario, éstos se vuelven más turbulentos que antes, se quejan de que no han podido hacer ningún progreso. Y muchas veces se preguntan si están siguiendo el camino correcto, si después de todo, Dios, las visiones y cosas por el estilo, no serán nada más que ideas quiméricas, ilusorias, sin sustancia alguna, provocadas por el ayuno y el resultante proceso metabólico, de un cerebro afiebrado. En algunos esta condición de vacilación y duda puede ser pasajera, en cambio, en otros puede engendrar reacciones serias, como abandonar el camino y hasta convertirse en enemigos de la religión, diciendo que en ella no hay nada que pueda ayudar al hombre, sino que es, más bien, un impedimento a su progreso en este mundo. Este estado de duda y vacilación puede llegar a cualquier aspirante y no tan sólo a los principiantes. Hasta los que han seguido el sendero espiritual con todo esmero durante un largo tiempo, pueden llegar a sentirse de esta manera, pero en su caso esa vacilación no dura mucho. Para ellos ese estado es “la noche escura del alma”, en que tienen que luchar por lograr un poco de la luz de Dios; saben que pronto va a amanecer y se va a acabar la oscuridad, y que aunque es una etapa dolorosa deben pasar por ella. Vamos a analizar por qué sucede esto. ¿Qué es lo que el hombre espera de la religión o de llevar la vida espiritual? Si indagamos bien profundamente en los motivos que mueven al ser humano a actuar, hallaremos que en la raíz de toda actividad se encuentra el deseo por la libertad y la felicidad. Pero cada uno cree que consiguiendo tal o cual objeto tendrá la felicidad que busca. Entonces se esfuerza por alcanzar esa meta u obtener ese objeto. Sin embargo, no siempre ocurre que se encuentren con experiencias agradables al alcanzar el objeto deseado. Muchas veces se descubre que éste carecía de las cualidades del objeto ideal y que no era lo que buscaba. Desilusionados de esta manera los 1
Swami Paratparananda, fue Editor de la revista en ingles Vedanta Kesari (1962-1967) y líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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sabios de antaño se dieron cuenta de que la libertad y la felicidad permanentes no pueden hallarse en lo externo, y dirigieron su búsqueda hacia adentro, apartándose totalmente de los objetos del mundo. Como resultado de esta búsqueda alcanzaron su propio espíritu y descubrieron que la felicidad eterna estaba en sí mismos, a pesar de que la habían estado buscando en todas partes, como ocurre con el almizclero, el que percibiendo el aroma del almizcle, corre a todos os lados para obtenerlo sin resultado y al final, cuando, agotados todos sus esfuerzos y cansado, se acuesta para descansar, descubre que el perfume salía de su propio vientre, y nunca había estado fuera de él. El cuadro que pintan las escrituras del hombre que ha realizado íntimamente su propio Ser es maravilloso. “Este Atman - dicen - es único, ya que interpenetra todo y es el alma de todos los seres, pero brilla de distintas maneras a través de los distintos objetos y seres, y el que lo experimenta íntimamente como su propio Ser, sólo ese sabio goza de la bienaventuranza eterna, y ningún otro. Ese Atman es eterno entre lo perecedero, la Conciencia de los conscientes y es el único que otorga a todos, los frutos de sus acciones, y sólo al que lo ve manifestado en su corazón, a ese sabio pertenece la paz eterna, y a ningún otro”. Dicen también: “El conocedor del Atman va más allá del pesar”. Y también, “El conocedor de Brahman alcanza lo Supremo”. Llegando a saber de ese estado tan lleno de promesas, es natural que algunos intenten lograrlo, y, con este propósito, antes o después de buscar la felicidad en otras partes, recurran a la religión. No a la religión en el sentido que el hombre común la comprende, es decir, creencia en algunos dogmas y credos, seguir ciertas normas y cosas por el estilo, sino a algo que hable de un Ser superior no limitado por ninguna de esas cosas, y a algo que enseñe los métodos para alcanzar ese Ser. La vida espiritual tampoco consiste en adquirir conocimiento libresco ni en saber interpretar bien las escrituras, sino en dirigir la mente hacia Dios. Sri Ramakrishna dice al respecto: “¿Qué vas a aprender de Dios por los libros? Mientras te encuentras lejos del mercado sólo oyes un murmullo ininteligible. Pero es muy diferente cuando realmente estás allí. Entonces oyes y ves todo con claridad. Oyes a la gente decir: ‘Aquí están sus papas. Llévelas y págueme.’ Desde la distancia sólo oyes el ruido sordo del océano. Acércate y verás muchos barcos navegando por aquí y por allá, pájaros que vuelan y olas que rompen. Y concluye Sri Ramakrishna - No se puede obtener un verdadero sentir por Dios con el estudio de libros. Este sentimiento es algo muy diferente de lo que se aprende de las escrituras.” “Alcanzar a Dios, verlo, sentir Su presencia íntimamente, es religión,” dice Swami Vivekananda. Y los que realmente quieren ver a Dios deben trabajar duramente hasta llegar a la meta, pues muchos son los peligros que están en el camino: las tentaciones del mundo, las pasiones y la mente veleidosa. ¿Cuándo podemos alcanzarlo? Sri Ramakrishna contesta: “Dios se revela al devoto que se siente atraído hacia Él con la fuerza reunida de estas tres atracciones: la atracción que
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el hombre mundano siente por las posesiones materiales, la atracción de una madre por su hijo, y la atracción de una fiel esposa por su marido. Si uno se siente atraído hacia Dios con la fuerza combinada de estas tres atracciones, entonces puede alcanzarlo.” Ahora bien, muchas veces ocurre que la gente que se interesa por la vida espiritual por la descripción del estado maravilloso que se logra al alcanzar a Dios, encuentra que llegar a ese estado no es fácil; que requiere enorme esfuerzo y desapego total. Como consecuencia, la mayoría de esa gente se desanima y se aparta del camino, ya sea súbita o gradualmente en diferentes etapas de su aprendizaje. Hay una historia que ilustra cómo es la mentalidad del hombre común: Cierta vez un aspirante fue a ver a un maestro espiritual con la intención de ingresar en su monasterio. Cuando se acercó al maestro y le pidió que le permitiera vivir con el, éste le dijo: "Un discípulo tiene muchos deberes que cumplir." Y seguidamente le dio una larga lista de trabajo que dejaba poco tiempo para el descanso. Entonces el aspirante le preguntó: "Señor, y ¿cuales son los deberes del maestro?" "Recibir servicios de los discípulos, dar consejos a la gente que se le acerca y cosas semejantes," contestó el Gurú. "Entonces hágame enseguida un Gurú." dijo el aspirante. Puede que sea un mero cuento, pero detrás de este relato está la realidad, es decir, la actitud humana. Por lo general, el ser humano no quiere esforzarse, quiere tener todo así de pronto, salvo en aquellos trabajos que realmente le interesan, y en que los resultados son más tangibles. Es por eso que corre detrás de los milagros, o métodos que prometen darle resultados en muy corto periodo. Lo triste del caso es que hay quienes creen que ya han logrado la liberación, con sólo haber visitado a personas que decían otorgala a cualquiera que se les acercaran. ¿Puede esto ser cierto? Sri Shankaracharia en el Vivekachudamoni aclara esta duda dando dos ejemplos: “Así como la enfermedad no se cura al sólo pronunciar el nombre del medicamento, sino que se debe tomarlo, del mismo modo, sin tener la experiencia directa de Brahman uno no se libera, por el mero pronunciar la palabra Brahman. Sin destruir a los enemigos y sin poseer la riqueza de todo el territorio circunvecino nadie se hace emperador por el solo hecho de repetir 'soy el emperador'. Del mismo modo, sin hacer desaparecer de la mente el mundo objetivo y sin conocer la verdad del Ser, cómo puede haber liberación repitiendo solamente la palabra Brahman?” Ya estamos bastante ilusionados; no agreguemos a nuestras vidas más engaños de los cuales no hay salida. No hay atajo paro la visión de Dios. Hasta que no limpiemos nuestra mente de todos los deseos mundanos, no podemos esperar que el Señor se revele en nuestro corazón. Esta es la declaración de todos los grandes maestros espirituales. Ahora vamos a seguir con nuestra indagación acerca de las causas del alejamiento de la gente del sendero espiritual. Antes de todo, como ya hemos visto, está la holganza que hace estimar como demasiado esfuerzo del hombre. Después, detrás de los esfuerzos no está el debido anhelo,
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no está la sinceridad del propósito. No decimos que todos comiencen así, pero existe toda posibilidad de que uno pierda la firmeza con que empezó su búsqueda de Dios. Mantener el entusiasmo con que uno comienza un empeño, a pesar de obstáculos enormes como montañas, es un asunto para el que muy pocos corazones están capacitados. Esto es mucho más cierto cuando el resultado no es palpable, no es perceptible por los sentidos. Es por eso que muchos abandonan el camino cuando fracasan en sus primeras tentativas. La tercera razón es el gran contraste que existe entre la vida religiosa y la vida cotidiana de hoy en día. Es como hablar de polos opuestos; una enseña abnegación, veracidad, y cómo zambullirse en el Espíritu; la otra reclama comodidades materiales, satisfacción de los deseos mundanos y cosas semejantes; y por consiguiente, induce a uno a cometer errores una y otra vez. El que realmente busca a Dios y quiere llegar a Él, no puede servir a dos amos, como dice Jesús. Los Upanishads también declaran: "Cuando todos los deseos, que moran en el corazón humano, están aniquilados, entonces el mortal se vuelve inmortal aquí y de inmediato, y goza de la bienaventuranza de Brahman." Y agregan: "Se cortan los nudos del corazón, se desvanecen todas las dudas y son destruidos todos los karmas (resultados de las acciones), únicamente cuando uno ve al Ser Supremo." Vemos así que el que quiere llegar a Dios debe, tarde o temprano, desarrollar el desapego a las cosas del mundo. En otra ocasión hemos explicado cómo este desapego no significa ni huir de los deberes ni volverse duro de corazón. Hemos hablado de los que se apartan por completo de la vida espiritual debido a las distintas causas. Pero, hay quienes cambian cada tanto su sendero al encontrar dificultades o impedimentos en el trayecto, y como consecuencia, no logran nada sustancial. Sri Ramakrishna, mediante un ejemplo, explica cómo se pierden en vano todos los esfuerzos de esas personas: "A la gente le encanta lo sensacional. Podéis si dan con una piedra abandonan el lugar y comienzan en otro. Y si allí hallan arena también abandonan el segundo lugar. Luego empiezan en un tercero, y así continúan. ¿Cómo han de tener éxito en conseguir agua, a menos que continúen cavando persistentemente donde comenzaron? Los sabios dicen que la religión otorga al hombre eterna bienaventuranza y libertad. Pero no debemos confundir esa libertad y felicidad con las mundanas. Un alma que ha asumido un cuerpo está sujeta a las limitaciones del cuerpo y ha de padecer los dolores y enfermedades; no puede evitarlo. Por consiguiente, la verdadera dicha puede existir sólo en la Realidad intemporal y transcendental, que es la esencia del hombre. Afirma el Upanishad: "El Purusha, del tamaño del pulgar, el Ser más recóndito, siempre mora en el corazón de los hombres. Uno debe separarlo del cuerpo con destreza así como se separa la médula do la hierba ‘munya’. Conócelo como Resplandeciente e Inmortal." Se puede separar al Atman, o Purusha, o Ser, del cuerpo, mente y los sentidos por medio de las disciplinas espirituales como el discernimiento,
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desapego y autodominio; y para eso uno necesita infinita paciencia y perseverancia. Descuido y flaqueza son los grandes enemigos en el camino. No se puede alcanzar a ese Atman ni por la riqueza, ni por otros esfuerzos materiales. Lo que nos impide experimentar nuestro propio Ser es nuestra inclinación hacia los goces mundanos. Sólo retirando nuestra mente de esos objetos podemos llegar a Dios o sentir la presencia de la Realidad transcendental dentro nuestro. Además, es sabido cuán fuertes son las atracciones de las cosas del mundo, cuán hondo nuestra mente está sumergida en ellas; como una solución saturada, la mente no puede absorber nada más de otra cosa. Este es esencialmente el caso de la gente de hoy en día. Dios no tiene un lugar en su programa diario. Con la mente en estas condiciones es que debemos comenzar a trabajar. Por supuesto, hubiera sido mucho mejor si tuviéramos una mente pura. Pero no todos somos afortunados en este aspecto. Por otra parte, no se puede lograr la pureza mental con sólo desearlo, sino con el cultivo de cualidades tales como desapasionamiento y renunciamiento, y el que hace a los objetos del mundo la meta de su vida nunca puede llegar a tener pureza de mente. Sri Ramakrishna decía: "Los órganos internos se dominan en forma natural por medio de la devoción. A medida que el amor a Dios crece, los placeres de los sentidos parecen más y más desabridos." Las atracciones del mundo pierden su hechizo para la persona que se mueve hacia Dios. Debemos movernos hacia Él, llamándolo con un corazón anhelante. Se puede preguntar: "¿Cómo podemos con nuestra mente tan manchada llamar a Dios, la Pureza misma, y pedirle que se revele allí?" Pero entonces, ¿cuándo se va a comenzar? ¿Cómo se purificará nuestra mente? Si se aguarda hasta que todas las impurezas de la mente hayan desaparecido, antes de llamar a Dios, entonces sucederá como con la persona que fue al mar para bañarse y se quedó esperando a que las olas se calmaran; ni las olas cesaron ni el hombre pudo tomar su baño. Por eso es menester que comencemos a clamar al Señor en el mismo momento en que sintamos que existe un Ser eterno, quien siendo nuestro Padre, Padre, Amigo íntimo o Alma de nuestra alma, va a liberarnos de esta rueda de nacimiento y muerte, a pesar de todas nuestras faltas, si sólo lo deseamos con sinceridad. Hay un dicho sánscrito: "Uno debe practicar las disciplinas espirituales aun cuando es joven, pues la vida es tan incierta como la gota de agua sobre una hoja de loto." Siguiendo ese consejo debemos comenzar las prácticas lo antes posible, porque si dejamos llevarnos por las tendencias innatas y corremos detrás de los objetos del mundo, entonces esas inclinaciones se fortalecerán y nos atarán más fuertemente al mundo objetivo. Los surcos que esas impresiones sensorias dejarán en el cerebro se profundizarán y se ensancharán; como consecuencia, nos harán sus esclavos para siempre, sin esperanza de redención. Como ya hemos dicho, los dos senderos de la vida son diametralmente opuestos, por consiguiente, más lejos uno avanza en el sendero mundano más duro
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tendrá que trabajar para ir hacia Dios. Desgraciadamente, la juventud no es permanente, el hombre envejece día a día, y va perdiendo su fuerza física y también sus facultades. Se la hace muy difícil, entonces, aplicarse a una nueva clase de vida, adoptar un nuevo camino. Será, a pasar de si impelido por la fuerza de los viejos hábitos a seguir el sendero ya recorrido. Sabemos cuán fuertes son los hábitos; casi imposibles de ser vencidos. Por lo tanto, antes que ellos se conviertan en nuestra naturaleza, debemos descartarlos por el método del discernimiento. De un modo u otro debemos comenzar a recorrer esa senda elevada y, luego, con toda tenacidad, adherir a ella; sólo entonces vendrán los resultados. Pero el aspirante tiene que esforzarse con intrepidez para alcanzar la meta sin flaquear ni importarle el tiempo que le lleva para llegar a ella. Hay un canto bengalí que dice: 'Zambúllete hondo, oh mente, tomando el nombre de Kali, en el océano de tu corazón, donde yacen muchas gemas. Pero no creas nunca que el fondo del mar carece de ellas si resultan infructuosas tus primeras tentativas; con firme determinación y autodominio sumérgete y ábrete camino hacia el reino de la Madre Kali. En las profundidades del océano de la celestial Sabiduría yacen las maravillosas perlas de la Paz, y tú mismo puedes juntarlas, si sólo tienes amor puro y cumples con los mandamientos de las Escrituras." Con la perseverancia uno obtiene todo lo que le da paz. La gente reza a Dios por varias razones: algunos desean riquezas, otros, hijos, estos otros, ayuda para vencer las aflicciones o preocupaciones, y muy pocos lo quieren por Él mismo. Sri Krishna declara en el Bhagavad Guita: "Oh Aryuna, cuatro clases de personas, que son de gran mérito Me adoran a Mí: los que se encuentran en dificultades, los que quieren saber de Mí, los necesitados, y el hombre de Conocimiento. Entre ellos, este último, estando siempre unido a Mí y teniendo una devoción incambiable, sobresale. Yo soy muy querido para él y él es querido por Mí." No hay duda que los que toman el nombre de Dios, creen en Su existencia y le rezan, son gente con acciones meritorias a su crédito, pero el hombre que no quiere saber nada sino de Dios, es muy querido por el Señor. ¿Por qué? Porque la primera y tercera clase de personas mencionadas por Krishna quieren a Dios como un medio para satisfacer sus necesidades. La segunda clase sólo es de indagadores, que quieren saber si Dios existe o no. Pero, el hombre de Conocimiento lo quiere por Él mismo, lo quiere como el soplo de su vida. Sólo aquellas personas que alcanzan ese estado, adoran a Dios en el verdadero sentido de la palabra. Un verso sánscrito aconseja: "Volviéndose como Dios uno debe adorarlo." Dios es pureza misma; por eso cuando la mente de uno se vuelve pura como la misma pureza, entonces se puede decir que la adoración a Dios por esa persona es verdadera, y es de mucho valor. Siendo esta la condición tenemos que preguntarnos qué derecho tenemos para quejarnos que no hayamos logrado nada, que Dios no escucha nuestras plegarias y cosas semejantes. Hacemos nuestra parte del
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trabajo y dejamos que Dios se ocupe del resto. ¿Y cómo purificar esta mente manchada? Mediante el recuerdo constante de Dios. Sri Ramakrishna dice: "Agárrate de los pies del Señor con una mano mientras con la otra haces tu trabajo en el mundo, y cuando estés libre de tus obligaciones ásete a Él con tus dos manos." Ese es el método que todos pueden tratar de adoptar en su vida diaria, aun en el medio de sus múltiples deberes. Este mundo es un campo de batalla donde cada uno tiene que luchar por sí mismo. Así como el alimento tomado por otro no nos nutre, así como el remedio ingerido por otra persona no cura la enfermedad del que la padece, así mismo los esfuerzos hechos por otros no van a beneficiarnos espiritualmente. Si queremos progresar en el sendero espiritual, debemos seguir con constancia las prácticas adecuadas a nuestro temperamento y capacidad. Se puede preguntar: "¿No ha habido personas que han tomado el sufrimiento de los demás y los han liberado?" ¿Cuántos puedan hacerlo? Solamente las Encarnaciones de Dios y sus apóstoles están capacitados para eso, no otros. Y las Encarnaciones vienen al mundo muy de vez en cuando. Aun así cuántos realmente llegan a ponerse en contacto con tales personalidades, ¿cuántos toman refugio a sus pies? ¿Cuántos los reconocen? Sri Krishna expresa en el Bhagavad Guita: "Gente de poca comprensión, sin conocerme como el Señor del universo, Me menosprecian a Mí, que he tomado forma humana." Muy pocos, en verdad, son capaces de reconocer una Encarnación durante su vida terrenal. No poseemos los ojos divinos, ni aquella pureza de la mente que puede revelar las cosas como son. En esas circunstancias el único modo que le queda a uno es luchar y abrirse camino y salir de este laberinto por fuerza del trabajo. La práctica incesante de las disciplinas espirituales y el recuerdo constante de Dios son los únicos métodos por los cuales uno puede superar sus defectos. Sri Ramakrishna aconsejaba a sus discípulos: "Estableced alguna relación con Dios, como por ejemplo, la de un servidor, la de un hijo, un amigo, u otra cualquiera que convenga a vuestros temperamentos. Hacedlo vuestro." Todas estas actitudes las conoce casi toda humanidad. ¡Cuánto no ama una madre a sus hijos! Cuando los niños se encuentran enfermos, la madre sacrifica su sueño, comida y otras comodidades para atenderlos, y aun cuando están sanos trata de brindarles todo el conforto de que es capaz. Uds. seguramente deben tener amigos, verdaderos, cuya presencia les llena de alegría, y a quienes ansían a ver. También, hay servidores fieles, a quienes no les importan las palabras o tratos duros ocasionales del amo, pues saben que éste los quiere y que los trata do esta manera para su bien. Lo que necesitamos es cultivar una u otra de estas actitudes para con Dios, y desarrollar amor por Él. También, uno puede seguir el sendero de conocimiento o de yoga. "La conclusión final afirma Sri Ramakrishna - es que, cualquiera sea el camino que sigas, el yoga es imposible a menos que la monte se aquiete. La mente de un yogui está bajo su dominio; y no él bajo el dominio de su mente. Cuando
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la mente está quieta, el prana (fuerza vital) deja de funcionar. Entonces se logra kumbahaka (retención de la respiración). Otro puede obtener ese mismo kumbahaka por medio de bhaktiyoga: el prana deja de funcionar también por medio del amor a Dios." Así pues, vemos que por cualquier sendero que uno siga llega a ver al Señor, o al Ser Supremo, si sólo se persiste con intrepidez hasta el final. No tenemos que sentirnos desamparados mientras recordemos que existe Uno que nos ha traído al mundo y que, morando en nuestro corazón, nos cuida. Quizás sintamos miedo de que Él esté observándonos cuando cometemos errores; pero eso miedo no es malo. Porque esto contendrá nuestras inclinaciones viciosas y así ayudará a limpiar nuestra mente. En verdad nada escapa a Su observación, nada está fuera de Su alcance, pues Él es el Espíritu Interno de todos nosotros. ¿Entonces, debemos temblar, gemir y romper a llorar temiendo la ira del Señor? Por supuesto, debemos estar preparados para cosechar el fruto de nuestras acciones, buenas o malas. El mero llorar y lamentarnos no va a ayudarnos: a menos que corrijamos nuestros hábitos viciosos. Dios, como una bondosa y cariñosa madre perdona nuestras faltas y nos brinda fuerza para aguantar la carga de nuestras acciones, cuando ésta cae sobre nosotros. Y cuida que en esos momentos no zozobremos en el mar de la desesperanza. Además, este llamar a Dios con perseverancia y anhelo nos capacita a mantenernos firmes ante todos los trastornos y dificultades. He aquí un canto que enseña como debemos clamar a Dios: Clama a tu Madre Shyama con verdadero clamor, oh mente mía. ¿Y cómo puede Ella mantenerse alejada de ti? ¿Cómo puede Shyama no aparecer? ¿Cómo puede tu Madre Kali quedar apartada de ti? Oh mente mía, si tienes fervor, llévale una ofrenda de hojas de bel y flores de hibisco; Pon a Sus pies tu ofrenda Y mezcla con ella la fragante pasta de sándalo del Amor. "El anhelo - declara Sri Ramakrishna - es como la rosada aurora. Después de la aurora sale el sol. El anhelo es seguido por la visión de Dios." Pero, ese anhelo no viene si no perseveramos con nuestras prácticas. Ahora vamos a ver qué clase de perseverancia se necesita para alcanzar la meta. Sri Ramakrishna ilustraba esto con algunos ejemplos: "Mientras haya fuego bajo la olla, la leche en ella hierve y se levanta, pero tan pronto como se quita el fuego la leche queda quieta; del mismo modo el corazón del neófito bulle de entusiasmo mientras continúe con sus ejercicios espirituales." Si los deja aunque sea por un corto período, le costará mucho reanudarlos. "Aquel que viene de familia de labradores no deja de cultivar la tierra aunque no llueva durante doce años; por el
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contrario, un comerciante que acaba de dedicarse a la agricultura se desanima a la primera sequía. Asimismo, un verdadero creyente jamás se descorazona aunque no logre ver a Dios a pesar de haber llevado toda una vida de intensas prácticas." La gente que va a pescar sabe cuánto tiempo tienen que esperar, a veces, antes de que un pez trague el anzuelo; pasa lloras enteras con paciencia aguardando un pez grande. Un devoto, que quiere ver a Dios, debe tener esa paciencia y perseverancia. Hay un verso en el Upanishad: "Este Atman no puede ser alcanzado por el débil." Aquí "débil" no solamente se refiere a la debilidad física sino también a la del corazón. El que se asusta o se desanima cuando encuentra que no hace ningún progreso en su camino, no puede llegar a la meta. Vemos así que sin perseverancia no se logra nada, ya sea de este mundo o del mundo espiritual, y los que persisten y perseveran no obstante todos los obstáculos y contratiempos al final son recompensados. ¡Que Dios nos otorgue esa bendita virtud de perseverancia para que podamos, por Su gracia, verlo antes de partir de este mundo!
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LOS OBSTACULOS EN EL SENDERO ESPIRITUAL Swami Paratparananda 1 11-4-1979 El primer obstáculo en el sendero espiritual es la incertidumbre acerca de lo que deseamos en la vida. Antes que nada debemos reflexionar bien si queremos llevar una vida espiritual con la esperanza de librarnos de nuestras dificultades mundanales, tales como las enfermedades, problemas familiares o financieros. Si llegamos a la conclusión da que ninguno de estos motivos nos impele a seguir ese sendero, debemos preguntarnos si estamos tratando de hacer algo imposible, sin significado para la vida, algo quimérico, sin sustancia alguna en si, pero que nos puede brindar cierta satisfacción, pasar momentos de ocio sin preocupaciones mundanas, o como dicen algunos, servir como el opio. Si la respuesta es afirmativa entonces por más que nos esforcemos no tendremos los resultados debidos. La indecisión o falta de fe en lo que uno está siguiendo es perjudicial, porque no permite dar los pasos con seguridad, por decirlo así. Si por el contrario, consideramos que es una cosa importante, que es la parte real de nuestra vida, la más significativa, la más duradera y hasta eterna, como lo han afirmado miles de santos, sabios y otros maestros espirituales a través de toda la historia de la humanidad, entonces debemos indagar los motivos, las causas que nos hacen desviar sin que nos demos cuenta de ello, enflaquecer nuestro entusiasmo, incluso el interés, y dejar crecer en nosotros sentimientos mundanales con disfraz de espiritualidad. La vida espiritual consiste en esforzarse por llegar al Espíritu, o a la Realidad, o a Dios, comoquiera que se Lo llame. Este espíritu está en nosotros, es nuestra verdadera esencia, nuestra naturaleza real. Todos los grandes maestros espirituales han declarado esto. Por ejemplo, Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: “Oh Aryuna, el Señor, morando en la región del corazón de todos los seres, los mueve, por Su poder, como si estuvieran montados sobre una maquina.” El Señor Jesucristo declara: “He aquí el reino de Dios en vosotros está.” Los Upanishads de la antigüedad también dicen: “Este Atman, siendo más pequeño que lo más pequeño y más grande que lo más grande, reside en la cueva del corazón de todos los seres.” “Aquello está lejos, está muy cerca en lo más íntimo de todos, pero también está fuera de todo esto.”
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Swami Paratparananda, fue líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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Proclamaciones como éstas, que aseveran la proximidad de Dios, las encontramos en las escrituras de todas las religiones. ¿Pueden ser éstas tan solo una forma de hablar para animar al aspirante a que se mueva hacia adelante? ¿O es un hecho verificable? Es algo que puede dejarnos confundidos. ¿No parece esto una paradoja, el decir que ese Ser, Dios, es más cercano que lo cercano y al mismo tiempo no ser capaz de experimentar Su presencia? Así es, la situación parece tragicómica, sin embargo no es un asunto de risa. Es un hecho como cualquiera. Por ejemplo, ¿que está más cerca de los ojos que la cara? ¿Pero podernos verla sin la ayuda de un espejo o una superficie reflectora? No, no podemos. No obstante, no se considera este hecho como extraño. Se lo acepta como algo bien conocido. Más aún, una pregunta semejante es considerada como una estupidez. Así también, el Señor, aunque mora en nuestro interior, queda desconocido por nosotros, por la mayoría da la gente. ¿Por que sucede eso? Son varias las causas. Primero vamos a ver que es lo que sirve como reflector, es decir, para tomar conocimiento de los objetos presentados ante nosotros. Es la mente. Podemos compararla con un espejo. Como sabemos el espejo tiene dos lados, uno es la superficie que refleja y el otro es opaco, a veces protegido por madera u otro material. Este espejo de la mente en la mayoría de la humanidad, por decirlo así, está con su cara reflectora hacia afuera y la cara opaca hacia adentro. Por consiguiente, la mente recibe impresiones del mundo exterior y no del Señor que mora adentro, es decir, estamos alerta o despiertos en cuanto al mundo y dormidos con respecto al Señor, estamos bien conscientes del mundo exterior e inconscientes casi por completo de Dios. ¿De qué sirve entonces quejarnos de que no podemos ver al Espíritu aunque esté muy cerca? Debemos girar la cara reflectora del espejo de la mente hacia adentro para que podamos verlo. Esto es lo que el Upanishad dice cuando afirma “El Señor auto-manifiesto creó los sentidos con la tendencia de ir hacia afuera y, por lo tanto, ellos perciben sólo lo externo y no el Ser que mora adentro. Sin embargo, alguna que otra persona bien resuelta y firme en su determinación, anhelando la liberación y retirando los sentidos de los objetos, percibe ese Ser interno.” ¿Cómo podemos dirigir nuestra mente hacia adentro? ¿Cuáles son los impedimentos que aparecen en el sendero? Son los apegos, que han sido engendrados durantes miles de vidas por la belleza de los objetos exteriores. Estos apegos han formado como una costra de herrumbre alrededor de las bisagras del espejo de la mente, impidiéndole moverse siquiera un poco. Junto con estos apegos han surgido otras debilidades, como la ira, codicia, lujuria, soberbia, malicia, vanidad y cosas por el estilo. Son muchas pero podemos resolverlas en dos, corso dice Sri Ramakrishna, “lujuria y codicia”; o como dice Sri Krishna, “deseo” - deseo por riqueza, goces sensuales, poder, y cosas semejantes. Los Upanishads las califican de búsquedas y las dividen en tres, de tener hijos, riqueza y llegar a los cielos, otros tantos mundos de goce.
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Vamos a analizar esta cuestión: ¿Cuál es el motivo subyacente en esos deseos, búsquedas o codicias? ¿No es la felicidad este motivo? Debemos admitir que lo es. Pero ¿hay felicidad en las cosas del mundo? ¿Se la encuentra en los objetos sensorios? Si se presume que la felicidad está en los objetos, debe existir siempre en ellos. Porque en ese caso la felicidad será una cualidad inherente del objeto, así como el calor y la luz son cualidades inherentes del fuego. Pero, vemos que no es el caso de los objetos. Notamos que el mismo objeto nos brinda algunas veces felicidad y otras, dolor o incomodidad. El calor del fuego en una noche fría es agradable y deseable, pero el mismo fuego en un día de sol sofocante se hace insoportable. Cuando las cosas son así, ¿cómo podemos suponer que la felicidad está en el objeto? El objeto en este caso no cambió su cualidad sino que mantuvo su naturaleza; lo que cambió fue nuestra actitud hacia él. Se puede decir que la felicidad del objeto depende del lugar y del tiempo. Supongamos que una persona esté favorecida por muchas de esas cosas placenteras pero que haya sufrido una calamidad, la muerte de un ser querido, por ejemplo, ¿tendrá felicidad aunque esté rodeada de todas las atracciones del mundo? No. De ahí podemos concluir que la felicidad no está en el objeto sino que es una condición de la mente. Los objetos son solamente los instrumentos que estimulan la alegría o la miseria. El rol principal lo juega la mente. También bajo la presión de las circunstancias la mente cambia sus gustos y aversiones. Una persona que en cierto tiempo era querida cesa de serlo cuando se alteran las circunstancias. Esto muestra que la mente no sigue un curso rígido ni reglas determinadas. Entonces, por qué no hacerla tomar interés en el propio Ser. Es posible, se lo ha hecho antes y se lo puede hacer de nuevo, sólo tiene que liberarse la mente de sus enredos. Ésta se ha sumergido desesperadamente en el mundo. Hemos dejado al mundo durante mucho tiempo entrar en la mente. Es como si se permitiera entrar el agua al bote; el bote puede entrar en el agua pero no el agua en el bote, pues lo haría zozobrar si no se la sacara y cerrase las rendijas o agujeros por los cuales entra. Sólo entonces éste puede seguir su curso sin peligro. Del mismo modo, si dejamos que los sentidos nos lleven donde ellos quieran entonces nuestro destino será como el de ese bote. Se puede preguntar: ¿Por qué no satisfacer los deseos y terminar con ellos de una vez por todas? Esta seria una solución sencilla si pudiéramos agotar los deseos con solo darles curso. Pero la experiencia humana ha sido hasta ahora la opuesta, es decir, cuanto más uno los satisface tanto más aumentan; y más aún, cada uno de estos deseos satisfechos hace surgir otros cientos, no viéndose su fin. También puede compararse la mente con un desierto sediento: no hay agua que lo satisfaga. Buddha descubrió que esa sed era la causa primaria de toda miseria. Este correr detrás de los objetos del mundo - cuántas cosas desagradables trae como séquito! Ira, celos, odio y otros, son sus compañeros inseparables, y cuando entran en la mente hacen de ella un calderón de descontento.
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Sri Ramakrishna decía: “La enfermedad mundanal es como la tifoidea. Y en el cuarto del paciente hay una jarra de agua y pickles de tamarindo. Si queréis curar al paciente de la enfermedad tenéis que alejarlo del cuarto. El hombre mundano es como ese enfermo de tifoidea. Los distintos objetos de goce son como el pote de agua y los pickles, y su deseo de gozar es como la sed. El mero pensar en pickles hace agua la boca; no hay necesidad que los traigáis cerca, y el hombre está rodeado de ellos. Tiene que ir a la soledad por algunos días y pensar en Dios; y una vez fortalecido en su vida espiritual puede volver al mundo.” Los sabios aconsejan que retiremos la mente de los objetos de goce. ¿Cómo podemos hacerlo? Controlando los sentidos que continuamente están alimentándola con las sensaciones de los objetos. El ojo ve cosas lindas y tienta a la mente; los oídos le llevan sonidos placenteros y la hechizan; del mismo modo los otros órganos de tacto, gusto y olfato la encantan llevándole las impresiones de sus propios objetos. Es sólo evitando los objetos sensorios y dirigiendo la mente hacia Dios que se puede gradualmente dominarla, y no dando rienda suelta a los sentidos o deseos. El Kathopanishad con una hermosa alegoría explica este punto: “Sabe que el cuerpo es como la carroza, el ser como el dueño, el intelecto como el auriga, la mente es como las riendas, los sentidos son los caballos, y los objetos, los caminos. Los sabios llaman al ser que está identificado con el cuerpo, los sentidos y la mente, el gozador. El que no es hábil y tiene una mente siempre veleidosa, encuentra sus sentidos como los caballos indómitos fuera del control del auriga. Por el contrario, el que tiene discernimiento y una mente reunida, halla a sus sentidos como a caballos bien entrenados, que se someten fácilmente al auriga.” Sri Shankaracharia comentando este verso explica: “Si el intelecto, que es como el auriga, es ignorante, no despierto, sin el discernimiento de qué es lo que debe hacer, y qué evitar, y permite a la mente, que es como las riendas, actuar como ella quiera o vagar, entonces los sentidos, como los caballos indómitos y viciosos, serán imposible de dominar.” Y el resultado será que la carroza, junto con el dueño, pronto se verá en dificultades. Pero el trabajo de retirar la mente de los objetos sensorios es difícil, pesado y lleva mucho tiempo. No hay un método fácil, tengamos esto bien claro. No se ha encontrado nunca ningún tesoro por el mero hecho de haber tenido conocimiento de su ubicación. Nunca se tuvo éxito en ningún campo de la vida sin esfuerzo. Cuan pueril del hombre creer que podrá alcanzar lo Altísimo sin trabajar, sin sentir desasosiego por Él, sin sentir angustia de tal grado que le haga perder el sueño y olvidarse del hambre y sed y otras necesidades físicas! Creer en eso será hermoso en momentos do ocio pero no beneficiará al ser humano que quiere verdaderamente sentir a la presencia del Señor, que quiere verlo. Shankaracharia en el Vivekachudamoni, (Joya Suprema del Discernimiento) ilustra esto bien gráficamente “Sin vencer los enemigos, y conquistar todo el territorio, si uno proclama ‘Soy el emperador’, no
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será considerado como tal. Del mismo modo, sin deshacerse de los apegos a los objetos del mundo, y conocer directamente al Ser, por el mero pronunciar las palabras ‘soy Brahman’, uno no llega a tener la liberación.” Goethe, el poeta alemán, comenta: “Feliz es el hombre que aprender temprano en la vida la gran diferencia que existe entre sus deseos y sus fuerzas.” Todo esto nos muestra que no se puede obtener nada solamente por abrigar el deseo, sino que se debe hacer los esfuerzos debidos. Ahora bien, existen dos métodos por los cuales uno puede llegar a tener el gusto por una vida más elevada. El primero consiste en permitir a la mente adquirir la experiencia de los frutos dulces y amargos de la vida, de los que ella es tan anhelante, hasta que un fruto muy amargo la haga detenerse y preguntarse: ¿después de todo, es eso lo que significa el goce? Para la mayoría de la humanidad esta experiencia es necesaria para poder apreciar el gusto de la vida más elevada. A menos que uno haya saboreado los frutos amargos de la vida no quedará convencido que este mundo no es un lecho de rosas, sino también de espinas. Ni el mayor de los maestros espirituales puede remediarle esto. Sri Ramakrishna cierta vez hablando de éstos dijo: “Hay tres clases de preceptores así como las hay de médicos. Algunos de los médicos revisan al paciente, recetan los remedios y se van y no se preocupan más si el enfermo ha seguido sus instrucciones o no, y estos son los de la clase inferior. Luego están los mediocres, que tratan de convencer al paciente razonando con él, persuadiéndole de tomar los medicamentos que él mismo ha preparado. Después están los de la clase superior, que usan si es necesaria la fuerza para obligar al enfermo a tragar la medicina. Del mismo modo, algunos maestros sólo dan la instrucción al discípulo y no se preocupan por saber si éste la ha seguido o no. Son da la clase inferior. Hay otros que tratan de persuadir a sus discípulos de varias maneras, para que sigan su instrucción, pero si los discípulos no les hacen caso no se molestan más. Pero preceptores de la clase superior no solamente instruyen a los discípulos sino que vigilan el cumplimiento de su instrucción, usando la fuerza de ser necesario.” En esta ocasión también agregó: ‘Pero se debe tomar en cuenta el factor tiempo.’ Oyendo esto un pandit que había ido a visitar al Maestro le preguntó: ¿‘Señor, si hay maestros espirituales de los que Ud. acaba de decir, entonces, ¿por que dijo que se debe tomar en cuenta el factor tiempo?’ Sri Ramakrishna contestó: “Sí, eso es verdad, pero ¿qué puede hacer hasta el mejor médico si la medicina que vierte en la boca del enfermo se vuelca afuera y no llega al estómago? Del mismo modo, si la mente del discípulo no quiere aceptar y seguir la instrucción del maestro, debido a los fuertes apegos y deseos que abriga hacia las cosas del mundo, ¿que puede hacer el mejor de los Gurús?” El segundo método consiste en el discernimiento entre lo Real y lo irreal, lo Eterno y lo transitorio. Los que ya pasaron por las experiencias referidas, sea en esta vida o en las anteriores y se han convencido que no existe felicidad eterna en las cosas del mundo, al oír hablar de una vida
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más elevada tratan de comprender y seguir ese sendero. Pero la mente que ya estaba inmersa desde mucho tiempo en la vida mundanal no puede ser retirada de pronto. La mente que se ha acostumbrado a pensar en cierta manera no puede de repente cambiar a un modo totalmente opuesto. Primero tiene que afirmar la idea de que el mundo es transitorio, luego vendrá el deseo do evaluar las cosas en sus propias perspectivas, sin preconceptos ni perjuicios; con esto vendrá el desapasionamiento. Para que éste se arraigue fuertemente en la mente debemos usar el discernimiento, el que enseña: Sólo Dios es real y todas otras cosas son irreales, sólo el mago es real, pero su magia es irreal, existe por momentos. Debemos repetir esta idea constantemente hasta que la mente la acepte y la ponga en la práctica. Al principio, en algunos casos, también durante mucho tiempo, la mente resistirá con toda su fuerza; caerá una y otra vez en los surcos ya formados, los hábitos ya cultivados. Sin embargo si queremos alcanzar la paz duradera, tendremos que persistir en nuestras tentativas y evitar caer en las trampas que la naturaleza ha extendido en todas partes. Es una vigilia de toda la vida; un aspirante espiritual nunca puede darse el lujo de permitirse aflojar su vigilancia de sí mismo, sin riesgo de perder lo adquirido. Sri Ramakrishna solía decir: “Uno se capacita a renunciar al apego a la lujuria y codicia por la práctica constante de la disciplina espiritual. Por la práctica uno adquiere poderes extraordinarios de la mente. Entonces no halla difícil dominar los sentidos y las pasiones como la ira, lujuria y otras semejantes.” Sri Krishna también dice lo mismo en el Bhagavad Guita: “Oh hijo de Kunti, se puede controlar esa mente veleidosa por la práctica y el desapasionamiento.” Sri Ramakrishna advierte incluso a los que habían avanzado en el sendero espiritual acerca de las tentaciones. Debemos tomar nota de esto y tener mucho cuidado en no aflojar nuestros esfuerzos por cuidarnos de los encantos del mundo. La vida espiritual, como dijimos en el principio de esta charla, no es solamente un modo de vida, un seguir algunos dogmas o credos, sino un esfuerzo por llegar a Dios, por realizar, sentir íntimamente nuestra verdadera naturaleza. Sin tener este fin en vista la vida espiritual se tornará árida, pues la mente no puede estar vacía, necesita de un apoyo, algo para pensar, un objetivo para alcanzar. Por lo tanto, junto con el desapasionamiento, que es un sentimiento negativo, es decir, el que niega aceptar las cosas placenteras, debemos cultivar el gusto por lo positivo, lo bueno como dice el Kathopanishad: “Le rodean al ser humano lo bueno y lo placentero; el que es sabio, discerniendo, elige lo bueno y descarta lo placentero mientras que el ignorante, pensando en el bienestar, persigue lo placentero.” Si la mente está convencida de que no está perdiendo nada sino que será dueña de una paz duradera cuando alcance la meta, entonces podemos prevenirla de que resbale y caiga en sus defectos anteriores. Sri Ramakrishna afirmaba: “Cuanto más uno va hacia el este tanto más el oeste se queda atrás; del mismo modo, cuanto más uno va acercándose a Dios tanto más lejos deja los apegos a los
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objetos del mundo.” Estos pierden su poder en la mente de aquel hombre que se deleita pensando en Dios, en oír hablar de Él y escuchar Sus glorias. Sri Ramakrishna decía: “¿Acaso un refresco hecho de melaza atrae a una persona que ha saboreado uno hecho de azúcar cande? Así también el que ha saboreado aunque sea una sola vez la dicha do Dios no será atraído por la felicidad que los objetos del mundo puede brindarle. Le sabrá insulsa.” Pero para llegar a tener este gusto debemos trabajar duro, hacer muchos sacrificios en el sentido en que el hombre común los comprende. Ahora bien, el hombre nace en este mundo con varias tendencias, algunas buenas, otras viciosas. Estas le obligan, por decirlo así, a fundirse en un molde particular. Son muy poderosas en un hombre común y lo hacen su esclavo. Pero son creaciones propias de sus vidas anteriores como hombre, dicen las escrituras hindúes. Porque ellas declaran que las acciones hechas por los otros seres como los animales, no tienen resultados acumulativos, no crean karma; sólo el hombre, dotado como es de la facultad de discernimiento, cuando no la utiliza para distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo, y obra egoístamente, crea las tendencias viciosas, las que permanecen en la mente. La mente no muere cuando uno deja el cuerpo, sino que acompaña al ser y lo lleva a distintas regiones según sus méritos, y luego le hace nacer como hombre u otro ser, dependiendo del resultado de sus acciones; cuando éstas han sido muy malas, nace como insecto u otro animal. Sólo cuando hay un equilibrio entre las acciones buenas y malas del hombre, él vuelve a nacer como hombre. Pero recordamos que todas esas tendencias son creaciones, nuestras. Swami Vivekananda dice que ya que el hombre ha creado estas inclinaciones, puede, si lo anhela, crear nuevas y mejores para contrarrestar las anteriores. Haciendo bien a los demás y pensando buenos pensamientos se crean buenos samskaras. Los pensamientos, debemos darnos cuenta, son tan poderosos como las acciones para crear las tendencias; porque es el pensamiento constante en alguna idea el que nos impele a actuar de esa manera. Además, el pensamiento deja su sello en la mente para siempre, que actúa como la semilla pronta a germinar cuando las circunstancias son propicias. Esto ha sido explicado con claridad por Sri Krishna en el Bhagavad Guita: “En el hombre que piensa constantemente en las cosas del mundo surgen los apegos a ellas; con el apego viene el deseo; del deseo surge la ira; la ira ofusca la mente; con la ofuscación pierde la facultad de recordar los valores de las cosas; luego pierde la facultad de discernimiento, y como consecuencia sufre la muerte espiritual.” Esta es la manera en que actúa el pensamiento, pero no estamos conscientes de ello. Cómo podemos contrarrestar estas fuerzas lo hemos tratado en detalle en nuestras charlas anteriores, por lo tanto aquí sólo mencionaremos algunas de las prácticas que nos pueden ayudar. Primera, es la repetición del Nombre de Dios. ¿Qué hay en el nombre de Dios? No son más que cuatro letras, ¿de qué sirve repetirlo
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como un loro?, dicen algunos escépticos. ¿Pero se preguntaron alguna vez cuando están pensando intensamente en un ser querido que reside en un lugar lejano, de qué sirve pensar en él? Dios es más íntimo que cualquier pariente o amigo; repetir Su nombre es pensar en Él; es como no poder imaginar a una persona sin traer a la mente su nombre y forma. En otra ocasión hemos citado los dichos de los grandes maestros espirituales, tanto antiguos como recientes, en los cuales ellos afirman que Dios y Su nombre son idénticos, que éste es tan potente como el mismo Dios. Otra ayuda es la compañía de seres avanzados en la vida espiritual, los que siempre recuerdan a Dios, hablan de Él, y cantan Su nombre y glorias; retirarse a la soledad por lo menos unos días y dedicarse todo ese tiempo en el pensamiento de Dios; tener una disposición cariñosa con toda la gente con que uno llega a ponerse en contacto; la práctica del discernimiento; son algunas otras disciplinas que nos ayudan en el sendero espiritual. Está también el sendero de Karma yoga, ejecutar acciones benéficas para otros en la manera enseñada por el Bhagavad Guita. Swami Vivekananda dice al respecto, “Debemos trabajar por amor al trabajo sin importarnos el renombre, fama o el ir al cielo. Trabajar sólo porque de ello saldrá lo bueno.” Agrega Swami Vivekananda: “Hay otros que hacen bien a los pobres y ayudan a la humanidad teniendo motivos aún más elevados, porque creen en hacer el bien y aman lo bueno.” Luego continúa: “Amor, verdad e inegotismo no son simplemente figuras retóricas de la moral, sino forman nuestro ideal más elevado, porque en ellos reside una manifestación muy grande de poder. Un hombre que puede trabajar durante cinco días, o hasta sólo cinco minutos sin ningún motivo egoísta, sin pensar en el futuro, en el cielo, el castigo o cualquier cosa de ese tipo, posee en él la capacidad de hacerse un poderoso gigante moral.” Este método puede ser utilizado por la gente de cualquier parte del mundo y en cualquier etapa do la vida, para purificarse moralmente, y hasta para alcanzar a lo Altísimo. ¿Cómo podemos trabajar inegoístamente? Swami Vivekananda nos enseña: “Debemos comenzar desde el principio; aceptar los trabajos a medida que nos van llegando y, poco a poco, hacernos más inegoístas cada día. Debemos hacer el trabajo e indagar la fuerza motriz que nos impele a actuar, y, casi siempre sin excepción, en los primeros años, hallaremos que nuestros motivos son egoístas; pero gradualmente este egotismo se desvanecerá por la persistencia, hasta que al final llegará el día en que podremos hacer trabajo realmente inegoísta.” Uno de los muchos consejos sanos que Sri Ramakrishna da respecto a cómo se puede apartar la mente turbulenta de su preocupación mundana será de inmensa ayuda a todos los aspirantes. Dice él: “No se puede lograr nada sin discernimiento y renunciamiento. Pero no es posible adquirir ese renunciamiento de pronto. El factor tiempo debe ser tomado en consideración. Sin embargo, también es cierto que un hombre debe oír acerca de la renunciación. Así, cuando llega el momento
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oportuno, ese hombre se dirá a sí mismo: ‘Oh sí, ya había oído acerca de ello.’ También debéis recordar otra cosa: al oír hablar constantemente acerca de la renunciación vuestros deseos por los objetos del mundo disminuirán poco a poco. Uno debe tomar agua de arroz en pequeñas dosis para curar la embriaguez producida por la bebida alcohólica. Entonces, en forma gradual, se va recuperando." La mundanalidad es como la embriaguez y el oír hablar de la renunciación es como tomar el agua de arroz para curarse esa embriaguez. Pero Sri Ramakrishna no insiste en la renunciación externa para el hogareño, sino que le recomienda que renuncie a las cosas internamente, que desarrolle desapego hacia ellas. Que podamos superar los obstáculos en nuestro camino y llegar a Dios, sentir Su presencia vívidamente en nosotros antes de despedirnos de este mundo.
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LOS REQUISITOS PARA LA VIDA ESPIRITUAL Swami Paratparananda 1 13-6-1972
Es conocimiento común que todos los grandes hombres del mundo, cualquiera haya sido la esfera de su acción, han obtenido éxito y han llegado a la cima de sus carreras mediante perseverancia, dedicación y métodos sistemáticos. Tomemos por ejemplo los pintores y músicos renombrados a los que apreciamos mucho; los que tienen aptitud para estas artes y quieren lucirse como ellos, deben estudiar sus métodos y seguirlos. No hay atajo para la grandeza. Es el trabajo arduo y persistente el que le permite a uno alcanzarla. Igual es en la vida espiritual. Más vale unos gramos de práctica que toneladas de teorías, como decía Swami Vivekananda. El que aspira a llevar esa vida debe seguir las huellas de los grandes seres espirituales, vale decir, practicar las disciplinas con que ellos mismos se han ejercitado. “No existe otro camino para llegar al Altísimo”, dice uno de los Upanishads. Habiendo hecho claro la importancia y la necesidad de la práctica, vamos ahora a hablar de las disciplinas. La veracidad ocupa el primer lugar entre ellas, pues Dios es la Verdad, declaran los Upanishads. ¿Cómo se puede alcanzar la Verdad siguiendo un camino opuesto? Además, la veracidad es indispensable aún en nuestro trato cotidiano con la gente. El hombre confía en una persona veraz muy fácilmente. Por el contrario, aunque sea atraído por otra con sus promesas fascinantes, pierde fe en ella cuando descubre que no es honesta, que no cumple con sus promesas. Hay un dicho sánscrito: “Únicamente triunfa la Verdad, nunca la mentira.” Esta, a primera vista, parecería una declaración tonta porque percibimos que en el mundo sólo prosperan los que siguen el camino de la astucia y la mentira. Pero si tenemos la paciencia de observar los llamados éxitos de esa gente, veremos que todo lo logrado por el mal camino no dura mucho tiempo, ni tampoco les proporciona la felicidad y paz que buscaban. Pues tienen miedo a ser descubiertos, miedo a confiar en alguien incluso en sus parientes más cercanos. ¿Podemos calificar entonces esa existencia suya feliz? Distinta es la situación de un seguidor de la verdad. Si un hombre habla como piensa, actúa según sus palabras, y acepta todo lo que resulta de sus acciones con calma, entonces no tiene miedo a nada. Porque piensa bien y rectamente antes de hablar y actuar; no deja nada oculto. Sólo cuando se oculta algo o se hace alguna mala acción o contra las leyes sociales o del país, y a escondidas es que se teme ser descubierto y castigado, y, para encubrir una mentira, se 1
Swami Paratparananda, fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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recurre a mil otras; sin embargo no puede hacerse ante la verdad. Ésta, como el sol del mediodía no deja nada de oscuridad, saca a luz, revela toda mentira. Es por eso que todos los preceptores espirituales, desde los tiempos remotos, han dado una posición preeminente a la verdad entre las disciplinas espirituales. Dicen los Upanishads: “No debéis desviaros de la verdad.” “El camino del cielo está hecho de la verdad.” Entre las cualidades piadosas o divinas que enumera Sri Krishna en el Bhagawad Guita también encontramos la veracidad. Sri Ramakrishna, a quien millones en la India y fuera de ella aceptan como la Encarnación Divina de esta época, declara: “La veracidad constituye la mayor disciplina espiritual para la era actual.” Y continúa: “Si un hombre se adhiere con tenacidad a la verdad, finalmente realiza a Dios. Sin ese respeto a ella, uno gradualmente pierde todo. Después que yo tuve la visión de la Divina Madre, le rogué, tomando una flor en mi mano: ‘Madre, aquí está Tu Conocimiento, y aquí está Tu ignorancia. Toma ambos y bríndame sólo el amor puro. Aquí está Tu santidad y aquí está Tu corrupción. Toma ambas, Madre, y dáme el amor puro. Aquí está Tu bondad y aquí está Tu maldad. Toma ambas, Madre, y proporcióname el amor puro. Aquí está Tu rectitud y aquí está Tu injusticia. Toma ambas, y bríndame el amor puro.’ Mencioné todo esto, pero no pude decir, ‘Madre, aquí está Tu verdad y aquí está Tu falsedad. Toma ambas.’ Sometí todo a Sus pies pero no pude resolverme a abandonar la verdad.” En esta cita encontramos una frase muy reveladora: “Si un hombre se adhiere con tenacidad a la verdad finalmente realiza a Dios.” Quizá, se preguntes ‘¿Aún un hombre que no es religioso llega a tener la visión de Dios si es veraz?’ Muy posiblemente, si ese hombre no se aleja de la verdad por nada en todas las circunstancias y durante toda su vida por más adversas que ellas sean, entonces los velos de ilusión ante los ojos de su mente desaparecen poco a poco. Dios lo conduce a un verdadero santo y, estando en su compañía, recobra su conciencia espiritual, y luego dedica su tiempo a pensar en Dios, hasta que alcanza Su visión. Todos ustedes conocen el significado de la palabra ‘verdad’. No obstante, citaremos algunas acepciones de ella dadas por el diccionario, para aclarar a qué nos referimos cuando la utilizamos: “La verdad es la calidad de lo que es cierto. Conformidad de lo que se dice con lo que existe. Sinceridad.” Debemos agregar, “Conformidad de lo que se dice con lo que se hace.” Eso es, si digo una cosa debo hacerlo, cueste lo que cueste. Así pues, cuando nos referirnos a esta palabra incluimos en su significado todas estas acepciones. Si el hombre cultiva la verdad en todo este sentido, sin duda alguna alcanzará a Dios, la Suprema Realidad, a su debido tiempo. Pasamos ahora a otra disciplina muy importante en la vida espiritual: la repetición del nombre de Dios. Para muchos esto parece poca cosa. Preguntan: '¿Que hay en eso? ¿Cómo puede ayudarnos?’ Intentemos contestarles. Supongamos que una persona está caminando en la calle en una parte de la ciudad donde no es conocida por nadie; de
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repente oye a alguien gritar su nombre. ¿Qué hace? En seguida se detiene y mira hacia la dirección desde donde venía la voz. Pero luego se da cuenta que el llamado no era para ella, pues no ve a nadie que reconozca, pero si a otra persona que seguramente tiene su mismo nombre, hablando con una tercera, y sin prestar ninguna atención a otros. Aun sabiendo que era extraña en aquel barrio, la primera no pudo dejar de cerciorarse que el llamado no era para ella. Vemos así que el nombre tiene su potencia. Esa repetición del sagrado nombre de Dios so llama “Yapam” en sánscrito. Patanyali, el gran maestro, quien escribió los aforismos sobre Yoga, dice: “Yapam consiste en pensar en el significado del mantram o fórmula sagrada mientras se la repite.” Nuestra mente está llena de tendencias buenas y malas, impresiones de las acciones de las vidas anteriores, y también de esta vida. La mayoría de ellas se encuentran latentes, y cada una se manifiesta en el momento oportuno cuando viene un estímulo particular de lo externo. Repetir el nombre de Dios y pensar en él es despertar las buenas tendencias. Y a medida que uno va repitiendo esta práctica, sus inclinaciones viciosas gradualmente van siendo vencidas. Dios es amor puro, existencia y dicha eterna. Pensando siempre en Él la mente también se vuelve pura Y desarrolla amor por todos y siente algo de la dicha eterna. Creemos que con esta explicación hemos contestado las preguntas sobre la utilidad de esta práctica. La tercera disciplina la constituye la compañía de los santos. Sri Ramakrishna dio mucha importancia a ésta. Hay un dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. ¿Qué significa esto? Que la compañía influye en alto grado el carácter de las personas. Estando en la compañía de los santos o devotos piadosos uno asimila buenas cualidades de ellos. Además, debido a que los santos siempre hablan de Dios, engendran en quienes los acompañen sed por verlo. Sri Ramakrishna solía decir: ‘La compañía de los devotos es como el agua de arroz para el que vive en el mundo, quita la borrachera mundana.’ Un proverbio sánscrito dice: “Un momento de la compañía de los piadosos ayuda al hombre a cruzar este océano de la vida”. Vamos a narrar un incidente en la vida de Swami Vivekananda. Cierta vez, cuando todavía no se había hecho famoso, estaba viajando por el norte de la India. Viajaba solo, dependiendo totalmente de Dios, se alimentaba con lo que le daba la gente, no aceptaba dinero alguno. Pero a veces los devotos le forzaban a viajar por tren proporcionándole el boleto para su próximo destino. En una de esas ocasiones bajó del tren en cierta estación y se sentó en un rincón de su andén. Después que el tren partió, el jefe de la estación, que estaba por ir a su casa, lo vio sentado en el suelo. Al solo verlo quedó atraído por el aura de espiritualidad que rodeaba al joven monje y se le acercó para ofrecerle sus servicios. Después do saludarle, Sarat Chandra Gupta, el Jefe, le preguntó: “Swamiyi, ¿tiene usted hambre?” El monje contestó: “Si”. “Entonces hágame el favor de venir conmigo a mi casa”. El monje le replicó con la sencillez de un niño: “¿Pero qué me dará usted de comer?”
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Citando un verso de un poema persa, el jefe le dijo: “0h querido, tú has venido a mi hogar. Prepararé el plato más delicioso para ti con la carne de mi corazón”. El Swami aceptó la invitación. Más tarde, Sarat oyó al Swami cantar una canción en bengalí que decía: ‘mi querido debe visitarme con cenizas en su frente’. El joven devoto desapareció para aparecer de nuevo despojado de su uniforme oficial y con cenizas en su frente. Unos días más tarde el Swami decidió abandonar el lugar. Enseguida el Jefe arregló un sustituto para que se hiciera cargo de sus deberes y acompañó al Swami como discípulo. Nunca más volvió a su vida anterior. Ingresó en la Orden y se hizo monje, y fue conocido por el nombre de Swami Sadananda. El hombre, antes de su encuentro con Swami Vivekananda, aunque llevaba una visa honesta y recta, no sabía mucho de la religión. Pero al conocer a un gigante espiritual se despertaron en él todas sus durmientes inclinaciones más elevadas, y todo pensamiento del mañana que asalta a un hombre del mundo se desvaneció para siempre de su mente. Esto ilustra bien claramente el proverbio ya citado. Este no es de ningún modo el único ejemplo en la vida espiritual del mundo. Todos ustedes conocen la transformación que hubo en los pescadores Simón y Andrés, su hermano, cuando Jesús los vio y les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. Ellos, entonces, dejando al instante las redes, lo siguieron. Vemos así que la compañía de los santos y Encarnaciones Divinas es un factor muy potente en la vida espiritual. La castidad forma una de los fundamentos imprescindibles de la vida espiritual. Los jóvenes que quieren llevar esta vida deben adherirse a ella estrictamente, y los casados deben vivir una vida bien moderada si anhelan ver a Dios. Nadie en la historia de la religión ha llegado a tener la visión de Dios sin practicar esta virtud. En la India, los que siguen el sendero del conocimiento, dan primacía al discernimiento entre lo Real y lo irreal. Sólo Dios es Real, todas las otras cosas del mundo son irreales, impermanentes, transitorias. Mientras uno considera al mundo y sus objetos como reales no puede apartarse de ellos, más aún, se aferra a ellos intensamente, ansía goces en este mundo y anhela placeres en el más allá, en los cielos. No se dá cuenta que todo placer mundano es fugaz, momentáneo. Cuando descubre esto por su propia experiencia en esta vida o en vidas pasadas, entonces, sólo entonces, no se envuelve en las cosas mundanas. Comienza a discernir, y a preguntarse: “¿Quién soy yo? ¿Por qué vine aquí, a este mundo? ¿Cuál es la meta, el objetivo de la vida humana?” Con esta reflexión empieza la vida espiritual. Los grandes Maestros de este sendero prescriben la práctica de las seis virtudes siguientes: Primera: shama, dominio sobre la mente; segunda: dama, subyugación de los órganos de los sentidos; tercera: uparati, no dejar a la mente identificarse con las modificaciones de los objetos presentados por lo externo; cuarta: titiksha, soportar todos los dolores y pesares sin quejas ni congojas; quinta: shraddhá, fe sin
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reserva, o plena, en las enseñanzas de las Escrituras y el Gurú, preceptor espiritual; sexta: samádhana, establecer siempre firmemente el intelecto o la mente en Dios. Por último, ellos insisten en que uno debe tener un anhelo ardiente por la liberación. ¿Qué significa el shama, o dominio sobre la mente? Sabemos que la mente siempre vaga en los objetos presentados por los sentidos, y piensa en ellos aunque no estén presentes. No permitir que la mente ande buscando los placeres, sino que se dirija a su propia morada, es decir, Dios, constituye su dominio. Dama consiste en controlar y establecer los órganos de los sentidos, tanto los externos como los internos, en los lugares que les corresponde. Existe un cuadro japonés de tres monos, en que uno cubre sus ojos con las manos; otro, los oídos y otro la boca, que representa simbólicamente el concepto de que no se debe ver cosas sucias o inmorales; ni oír palabras frívolas e inútiles; ni tampoco hablar o decir cosas no ciertas, triviales y fútiles. Hay una oración en los Upanishads que dice: “Que escuchemos todo lo que es bueno, veamos lo que es auspicioso, ejecutemos con nuestros miembros acciones que plazcan a Dios, toda nuestra vida.” Ese es el significado de dama. Retirar la mente de los objetos se uparati. A medida que uno va practicando las dos disciplinas anteriores logra la fuerza do desapegarse de las cosas externas y establecerse en pensamientos de Dios. Hemos hablado en una de nuestras charlas anteriores sobre titiksha, más ampliamente. Por lo tanto no lo repetimos aquí. La fe o shraddhá en la palabra del Gurú es indispensable para un aspirante espiritual. Aún en el mundo no se puede lograr nada si no se confía en alguien. Sri Ramakrishna solía decir que un devoto debe tener una fe como la de un niño. Si la madre dice al niño que tal o cual persona es su hermano, él lo cree sin reserva. Narraremos una historia para mostrar cuán cierta es esta declaración del Maestro. Había una pobre viuda en cierta aldea que tenía un hijo. Para educarlo lo enviaba a una escuela lejos de su casa. El camino atravesaba un bosque. Un día el niño dijo a su madre: “Madre, siento miedo cuando paso por el bosque”. La madre, como era pobre, no podía darle un acompañante para protegerle de las fieras y del miedo a los fantasmas. Pensó un rato y como era devota de Sri Krishna, entregándole mentalmente el cuidado do su hijo, le dijo: “Mira hijo, tú tienes un hermano mayor que se llama Madhusudana (un nombre de Sri Krishna) quien vive en el bosque. Cuando sientas miedo llámalo y El aparecerá ante ti y te acompañará.” El muchacho confió en la palabra de su madre y mientras atravesaba el bosque el día siguiente gritó: “Oh, hermano Madhusudana, ven pronto, tengo miedo.” De inmediato oyó una voz que decía: “Voy hermano, no te asustes,” y apareció un joven de brillante aspecto que lo acompaño hasta el final del bosque. Así el niño tuvo un acompañante todos los días que iba a la escuela. Y jugaban mientras cruzaban el bosque. El niño contó a la madre todo lo que sucedía. Un día
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hubo una fiesta en la casa del maestro y se pidió a todos los alumnos que llevaran regalos. Este muchacho también pidió a su madre que le diera algo para llevar al preceptor. La madre que apenas podía sustentarse a si misma y a su hijo, lo dijo: “Pídele a tu hermano y él te proporcionará el mejor regalo que puedas llevar.” El muchacho siguió la instrucción de la madre y cuando su hermano apareció al día siguiente le pidió el regalo. El joven trajo un pequeño pote de lecho y lo entregó al muchacho al salir del bosque. El preceptor, que recibía regalos valiosos, no prestó ninguna atención a este muchacho. Al final de la ceremonia el maestro le preguntó: “¿Qué has traído para mi?” El muchacho presentó su pote de leche, el cual recibió con desprecio, diciendo a uno de sus alumnos que vertiera el contenido en una vasija. Pero sucedió algo asombroso. El pequeño pote de leche no solamente llenó todas las vasijas que el maestro poseía, sino que se mantenía lleno. Maravillado, el maestro le preguntó al muchacho: “Bueno, hijo mío, ¿dónde conseguiste este pote?” El muchacho relató todo lo ocurrido. De nuevo el preceptor le dijo: “¿Quieres presentarme a eso hermano tuyo? Anhelo mucho verlo.” El niño consintió enseguida con alegría, y ambos fueron al bosque. Este último llamó en alta voz a su hermano, por su nombre. Pero esta vez no ocurrió nada. El hermano no apareció. Entonces muy afligido, el muchacho, llorando, dijo: “Hermano, si no vienes mi maestro me considerará un mentiroso, por favor revélate ante nosotros.” Como contestación a este ruego, sólo oyeron una voz decir: “Hermano, yo estoy dispuesto siempre a aparecer ante ti, pero tu maestro todavía no es digno do verme, el tendrá que esperar mucho.” Oyendo estas palabras el maestro se quedó muy avergonzado, pidió perdón al muchacho por haberle tratado despectivamente y lo bendijo con todo corazón. Vemos así que la mera erudición, sin las prácticas espirituales, muchas veces forma como una barrera entre nosotros, y Dios. Por el contrario, la plena fe nos ayuda a alcanzarLo. No tenemos que considerar esta historia como un cuento para halagar a los niños. Todo esto sucedió en la India no muy antigua. Tampoco es un incidente único. Hay casos similares que leemos en la historia de las religiones, en todas partes del mundo. Vamos a citar otro ejemplo. Había un Brahmín piadoso que siempre hacia el culto a su Ideal. Un día, a la hora de ofrecer la comida al Señor, tuvo que salir por alguna causa. Antes de partir dijo a su hijo de tierna edad que hiciera la ofrenda al Ideal. El muchacho llevó los platos y los colocó en el altar y pidió al Señor que se sirviera de la comida. Cuando vio que el Señor, la Imagen, no mostraba ninguna señal de movimiento, empezó a llorar, diciendo: “Oh Señor, mi padre tuvo que ir a otra parte, él me encargó que te ofreciera este servicio. Parece que Tú estás enojado conmigo. Discúlpame si yo he cometido algún error; por favor sírvete, si no, mi padre se enojará conmigo.” Oyendo estas sencillas palabras del simple niño, el Señor apareció ante él, y comió todos los platos. Después de unos minutos la gente de la casa llamó al muchacho
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para que trajera la ofrenda, poro el muchacho dijo que el Señor ya habla tomado toda la comida. Asombrados, ellos fueron al templo y vieron que los platos estaban limpios. Y cuando el padre volvió y oyó lo sucedido, se quedó alegre y triste a la vez; alegre, porque su hijo con su fe infinita e intensa había visto a Dios; triste, porque él mismo aun después de todos sus esfuerzos y cultos por ver a Dios, no habla llegado a tener Sn visión. Observamos así que la fe es indispensable en la vida de un aspirante espiritual, cualquiera sea su sendero hacia Dios. Pero desgraciadamente la debilidad de nuestra época consiste en no creer en nada, especialmente de la vida religiosa, mientras no tengamos pruebas tangibles acerca de ella. Hemos casi relegado al Espíritu de nuestro terreno de pensamiento y acción. Le hemos cerrado la puerta de nuestro corazón. Debemos remediar esta situación. Debemos convertir al corazón en el templo de Dios, y, como hizo Jesús, echar afuera a todos los que venden y compran, es decir, las inclinaciones que nos dirigen hacia el placer mundano; y afirmar como Él que ‘mi casa, casa de oración será llamada’. Debemos abrir nuestro corazón para que entre la fe en él. Sri Krishna dice en Bhagawad Guita: ‘Así como es la fe de un hombre, de igual modo forma su carácter. El hombre sátvico adora a Dios, el que tiene fe en los seres celestiales es en el que predominan las cualidades rayásicas; y los que tienen inclinaciones o propensiones tamásicas, adoran a los fantasmas o al mundo material. Seamos adoradores de Dios, alejándonos del puro materialismo. Ahora discutamos sobre el samádhana o tranquilidad mental. Todo el mundo sabe cuán veleidosa es la mente; aquietarla es un esfuerzo de toda la vida, para la mayoría de la humanidad. Sin embargo, sin dirigirla hacia Dios no se logra la tranquilidad, la paz eterna. Sólo cuando se practican todas las disciplinas ya mencionadas, u otras semejantes, es posible alcanzar este estado. Si no, es difícil, más aún, imposible que logremos tenerlo, pues la tranquilidad no está en la felicidad material. La sed del hombre por las cosas materiales no se apaga nunca, sino que aumenta cada vez más. Y con todas estas preocupaciones, ¿cómo puede tener uno la tranquilidad mental? Es al revés lo que sucede. Todo esto agita la mente en lugar de calmarla. Además, lo que busca la mayor parte de la humanidad no es la tranquilidad, sino la felicidad, y esto lo hace aun sabiendo que es pasajera, que trae consigo innumerables dificultades y pesares, y que también debilita a uno tanto física como mentalmente. Sri Krishna dice en el Bhagawad Guita: “Está ausente la facultad de discernir en el que se ocupa de los placeres. El que la ha perdido no es capaz de pensar en cosas más elevadas. El que no piensa en el Ser o Dios no tiene paz, entonces, ¿cómo puede lograr la felicidad o dicha eterna? En cambio, el que está libre de los pares de opuestos, tales como el afecto y la repulsión, aunque vive en el mundo, los subyuga a su voluntad y alcanza la ecuanimidad. Una vez lograda la serenidad se desvanecen todos los pesares para este hombre.” Uno puede cultivar todas estas virtudes durante un tiempo, pero, si
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no hay desapasionamiento por las cosas mundanas, entonces, en el momento de prueba todas ellas desaparecen, del mismo modo que un arroyo al atravesar un desierto. Los hindúes creen que un ser humano renace una y otra vez hasta que alcance la liberación. ¿Liberación de qué? Liberación de estos nacimientos y muertes, liberación de todas las ligaduras del mundo. También creen, que es uno mismo quien fabrica sus renacimientos en esta tierra, mediante sus acciones. Cada uno tiene que pasar por las experiencias del mundo antes que llegue a tener desapego a los placeres. Sólo entonces se dispone a valorar las cosas pertenecientes al reino del espíritu. Si no, por más que se le aconseje o enseñe uno no es capaz de creer en la necesidad de llevar una vida espiritual. Por lo tanto, un anhelo ardiente es imprescindible para lograr la visión de Dios o conseguir la liberación. En la vida espiritual la guía de un maestro es necesaria, pero, debemos poner extremado esmero antes do elegir o someternos a un Gurú. Sri Shankara en su libro Viveka Chudamani da algunos signos por los cuales uno puede reconocer al verdadero maestro espiritual. Dice: “El que ha estudiado las Escrituras Sagradas, el que es sin mácula, a quien no mueven los deseos, quien conoce a Brahman, la Suprema Realidad, cuyo descanso está en Brahman, que ha realizado a Brahman, cuya personalidad es como el fuego sin humo, quien es como un océano de compasión hacia todos los que se le acercan con el deseo de liberarse, es un verdadero Gurú”. En él no existe el deseo do ganar dinero, fama o renombre. Todo lo que le da el impulso para enseñar a los demás es su compasión hacia los afligidos del mundo. Pero es difícil encontrar a alguien que ha realizado, visto a Dios. Esto no quiere decir que el mundo carece de personas que llevan una vida completamente entregada a Dios, que nunca piensan en su propio bien material cuando intentan compartir sus experiencias espirituales con los demás. Ese debe ser el criterio con que se debe elegir un Gurú. Hoy en día es moda cambiar de maestros espirituales tan a menudo como sea posible. Porque la gente no sabe lo que quiere. Su idea es muy nebulosa, a veces cree que anhela a Dios, pero al instante dirige su mente hacia los bienes, la salud, o cómo salir de los apuros. Si se observa, se hallará que la mayor parte de ella busca solamente estas cosas y no a Dios. Es por eso que andan visitando a un Gurú y al otro, sin tener una idea fija de lo que quieren. Pero eso es justamente lo que no debe hacer un aspirante espiritual, porque eso muestra su falta de fe en el maestro a quien se acerca, y por consiguiente, no logra nada ni en este mundo ni en el más allá. Uno debe observar al maestro durante un largo tiempo antes de someterse a su guía. Una vez aceptado, nunca debe cambiar sino seguir sus instrucciones al pie de la letra y en su espíritu, hasta la muerte, sin vacilar. Porque el Gurú sólo puedo mostrar el camino adecuado al discípulo particular, según sus inclinaciones. El resto depende de él mismo. Sólo en casos muy especiales en que el Gurú es la Encarnación Divina o un santo de muy alta
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categoría, y el discípulo posee algunas buenas cualidades bien prominentes, es que el primero quita los obstáculos del sendero espiritual del segundo por su mero toque. Tampoco un preceptor espiritual acepta a un discípulo muy fácilmente. Lo observa durante un largo periodo. Lo somete a muchas pruebas y sólo cuando se asegura que el discípulo le seguirá sin reserva y no se apartará del camino espiritual, le concede su gracia. El sendero de la devoción no exige muchas de las disciplinas del conocimiento, sin embargo, insiste en la fe, tanto en las Escrituras como en el Gurú; también, en la repetición del santo nombre de Dios. Pero esto no significa que permite la ausencia de las virtudes enumeradas precedentemente. En este camino el aspirante, por su intensidad de la devoción, desarrolla en él todas las buenas cualidades, como por ejemplo: compasión, suavidad de naturaleza, dominio sobre la mente, tranquilidad y otras semejantes, y hasta que no las alcanza no consigue la visión de Dios. En resumen, los requisitos para la vida espiritual consisten en practicar disciplinas tales como la veracidad, la castidad, la compañía de los santos, la repetición del santo nombre de Dios, el dominio sobre la mente y los órganos de los sentidos, la intensa fe en las palabras de los textos sagrados y el Gurú, y por último, si bien no menos importante, la guía del Preceptor espiritual. Además, es necesaria una intensa ansiedad por liberarse de los nacimientos y muertes. Bienaventurados serán los que tropiezan con un verdadero Gurú y siguen practicando intensa y firmemente las disciplinas que él les aconseja.
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POR QUE NO RECONOCEMOS A LAS GRANDES PERSONALIDADES ESPIRITUALES Swami Paratparananda 1 (1978)
Es nuestra peor desgracia no ser capaces de reconocer a una gran personalidad espiritual cuando ella aún está viviendo entre nosotros, y aprovechar así su presencia para nuestro progreso en el sendero. Esto ha estado sucediendo desde tiempos remotos; por ejemplo, ¿cuántos en su tierra reconocieron a Jesucristo como hijo de Dios, aunque él lo había declarado más de una vez? Lo mismo sucedió con Sri Rama y Sri Krishna. Muy pocos en verdad, por decirlo así, tienen ojos para ver. ¿Por qué ocurre eso? ¿Qué es lo que impide u obstaculiza la vista del hombre y no le deja percibir lo Divino en estos seres? Primero, ellos tienen, como cualquier otra persona, forma humana, sin ningún signo externo que les distinga de los demás; no tienen alas como los pintan a los ángeles en las escrituras ni otros signos llamativos. Y con el concepto de igualdad que el hombre de hoy en día tiene, le hace muy difícil aceptar que haya diferencia en la manifestación de lo Divino en los diferentes seres. Hasta grandes eruditos cometen este error. Cierta vez Sri Ramakrishna fue a visitar al gran erudito y filántropo Ishvar Chandra Vidiaságar. En el transcurso de la conversación éste preguntó al Maestro: “¿Ha dotado Dios a algunos con más poder y a otros con menos?” Sri Ramakrishna contestó: “Como el Espíritu que todo lo compenetra, Dios existe en todos los seres, incluso en la hormiga. Pero la manifestación de Su poder es diferente en diferentes seres; si no fuera así, ¿cómo es que una sola persona puede poner en fuga a diez, mientras que otra no es capaz de enfrentar ni siquiera una sola? ¿Y por qué toda la gente le respeta a Ud.? ¿Acaso le ha crecido un par de cuernos? Ud. posee más compasión y conocimiento.” Al Maestro esa pregunta del erudito pareció tan pueril que comentó este hecho durante sus conversaciones con los devotos, diciendo:”Hasta un gran pandit como Vidiaságar con toda su fama y erudición dijo esa cosa tan infantil: ‘¿Ha dotado Dios a algunos con más poder y a otros con menos?’” Esto muestra cuán limitada es la capacidad de la mente humana. ¿Como podemos entonces con una mente tal sondear la profundidad de las almas puras? El segundo obstáculo ante nosotros es que esas personalidades no hacen despliegue de su santidad, sino que más bien ocultan su verdadera naturaleza y se comportan como los más humildes de los humildes. 1
Swami Paratparananda, fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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Además, viven y se mueven entre nosotros como cualquier otro ser humano, sintiendo hambre, sed y pesar y padeciendo enfermedades. Debido a todas razones su sublime divinidad escapa a nuestra atención. Sólo las almas más desarrolladas espiritualmente llegan a reconocer a esas personalidades. Puede surgir la pregunta: ¿Acaso requieren ayuda esos seres avanzados? De un modo u otro ellos podrían haber llegado a la meta por sus propios esfuerzos. Una persona sana no necesita ser cuidada; es el enfermo que requiere el médico y la atención. “¿Por qué entonces las Encarnaciones Divinas no proclaman su advenimiento y llevan la luz a la mayoría de la humanidad que se encuentra en densa oscuridad de ignorancia?” Hay varias razones por las cuales ellas se abstienen de actuar de ese modo. Ante todo, habiendo tomado forma humana, están sujetas a las limitaciones del cuerpo. Per ejemplo, cuando Sri Ramakrishna vio que le llegaba gente sumergida en la mundanalidad rogó a la Divina Madre: “Madre, ¿por qué traes aquí gente sin substancia alguna? No puedo hacer tanto. A lo sumo un litro de leche puede tener un cuarto de litro de agua, pero veo que en el caso de esa gente es como si cada litro de leche estuviera mezclado con cinco litros de agua. Mis ojos están ardiendo debido al humo de tanto poner leña en el fuego. Si Tú quieres, dales Tú misma. No puedo poner tanta leña en el fuego. No traigas más a esa clase de gente aquí”. ¿Por que el Maestro pidió eso a la Madre? Porque aunque él había venido a la tierra para resucitar la religión y redimir a la humanidad, físicamente era imposible que una sola persona se ocupara de atender las necesidades de todos. Su misión era restablecer la religión dando pruebas por su propia vida y experiencias que ésta no es un mito ni fantasía de cerebros afiebrados, sino que es una senda que nos lleva hacia Dios; que Dios puede verse si uno realmente anhela verlo. Y para enseñar a la humanidad debía adiestrar a algunos jóvenes puros de corazón quienes más tarde llevarían a cabo su trabajo. Si, por el contrario, él malgastara su tiempo y energía que se estaban acabando día a día, ¿como podría cumplir con su misión? Es por eso que rogó a la Divina Madre de esta manera y hasta se enojó con Ella para que le enviara Sus devotos más puros para poder entrenarlos. Además, un hombre juzga la espiritualidad según su propio desarrollo mental, moral y religioso, e influido por sus deseos y ambiciones. Estima a las personas por su fama, esplendor y poderes sobrenaturales que poseen. ¿Pero qué ganarán con todo esto sino riqueza, honor, fama y comodidades materiales? La gente en gran número recurre a las personas que poseen poderes ocultos para conseguir las cosas del mundo, curación de sus enfermedades, reconquistar su juventud y belleza, y prolongar la vida. Para el hombre común, el que puede hacer esas cosas es un gran santo y no el que se pierde
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por completo pensando en Dios. Sri Ramakrishna no quiso saber nada de los poderes sobrenaturales. Tampoco le gustó el esplendor que le vino por la práctica de intensas austeridades. Dijo cierta vez acerca de esto a sus discípulos: “Cuando por primera vez tuve un estado muy elevado de la mente, mi cuerpo irradiaba luz. Mi pecho quedaba siempre enrojecido. Entonces dije a la Divina Madre: ‘Madre, no Te reveles externamente. Por favor, ve adentro.’ Es por eso que mi tez es tan opaca ahora. Si mi cuerpo hubiera sido todavía luminoso, la gente me habría atormentado; se habría reunido siempre aquí una gran muchedumbre. Ahora no hay ninguna manifestación externa. Eso mantiene alejadas a las malas hierbas. Sólo devotos genuinos quedarán conmigo ahora.” También es cierto que la gente no siempre quiere conocer a Dios o verlo, sino usarlo. Piensan, ¿qué puedo conseguir de Él? Esa as la actitud de la mayoría de la humanidad. Con ese fin también ellos se acercan a una persona espiritual; su motivo as egoísta, no buscan la Iluminación. Se puede objetar que con todo lo dicho no hemos contestado la pregunta de por qué las Encarnaciones Divinas no se revelan a todos y llevan la luz a los innumerables ignorantes que se encuentran en la densa oscuridad. Y que estamos evitando la cuestión. Replicamos: No nos estamos alejando del tema, ya que la respuesta se encuentra en la misma pregunta. ¿Quiere el enfermo curarse? ¿Quiere la gente iluminarse? Esto es lo esencial. Si es así entonces vendrá el médico; por lo menos este ha sido el hecho en el campo religioso hasta ahora y, por consiguiente, no hay duda de que así será en el futuro. Tomemos la vida de los grandes salvadores del mundo y hallaremos que cualquiera que busca, halla; cualquiera que se arrepintió de sus errores y quiso reformarse consiguió ayuda. Por ejemplo, llevaron ante Jesús a la mujer sorprendida en el adulterio, para ser juzgada y castigada. Y él no solamente la salvó, la perdonó, sino que le dio la oportunidad de cambiar el rumbo de su vida. Buddha estaba en su lecho de muerte, acostado entre dos árboles, y en ese momento llegó allí un hombre que había viajado desde lejos para encontrarse con el Iluminado. Los discípulos lo hubieran tratado como a un intruso, y mantenido la paz alrededor del Maestro a cualquier precio, pero Buddha alcanzó a oír la discusión y, diciendo: “Permitidle acercarse. El Tathagata, el que fue enviado, está siempre listo”, se apoyó en su codo, y medio levantado, enseñó al hombre. Guirish Chandra Ghosh era administrador de un teatro y llevaba una vida de bohemio. Muchas veces se emborrachaba, y en una de esas ocasiones insultó a Sri Ramakrishna en el más vil lenguaje. No obstante, por haber tomado refugio en el Maestro, no se hundió, sino que gradualmente fue cambiando hasta convertirse en un santo. Lo principal es el deseo o anhelo de mejorarse. Si este falta en uno, entonces, cualquiera que sea la fuerza externa que se aplique no va a dar resultado alguno. Swami Vivekananda cierta vez contó una historia de un hombre que fue encarcelado y puesto en una celda oscura durante muchos años. Cuando recobró la libertad y fue llevado al aire puro y a la luz, sintió que
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ésta era demasiada para sus ojos que ya se habían acostumbrado a la oscuridad. Rogó que le llevaran de vuelta a su oscura celda. Tal es la condición patética de la mayoría de la gente. No quieren ver la luz de Dios, están satisfechos con la vida que llevan, aunque de vez en cuando, apretados por los sufrimientos y dificultades, sientan un poco de desasosiego. ¿Puede esa gente comprender lo que es una Encarnación Divina? No. Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: “Los ignorantes Me desprecian a Mí, que he tomado una forma humana, sin conocer Mi naturaleza divina del gran Señor de todos los seres. Esas personas se engañan por vanas esperanzas, y dedicadas a fugaces acciones y conocimiento inútil, desarrollan una naturaleza cruel y demoníaca.” ¿Como puede esa gente comprender las sublimes verdades espirituales? Hablar a ellos sobre vida religiosa será perdida de tiempo y energía; más aún, será como dijo Jesús: “No deis lo santo a los perros, no echéis vuestras perlas delante de los puercos; porque no las rehuellen con sus pies, y vuelvan y os despedacen.” Todos no pueden entender las verdades espirituales, y a la mayoría de la humanidad no le interesa conocerlas. Su mirada está fija en los goces materiales. Por lo tanto, las Encarnaciones Divinas conservan su energía para preparar a algunos que puedan asimilar y luego esparcir su mensaje al mundo. De esta manera sirven mejor a la humanidad. Mucha gente se acerca a una persona santa con distintos motivos, como ya hemos visto. Así también sucedió con Sri Ramakrishna; llegaron varias clases de aspirantes de todas las sectas religiosas. Algunos eran sinceros buscadores que se beneficiaron por su compañía, pero muchos de ellos eran tan solo visitantes y peregrinos de paso. Había otros que venían con motivos egoístas. Esto se ve claramente, si uno lee las pláticas del Maestro con cuidado. En una parte él dice: “¿Quien trajo esto? Es un tacaño hasta su médula, abriga muchos deseos, así es que ha traído esa cosa. No puedo tocarla.” Luego la sacaba de su plato. No podía comer ni tocar regalos llevados por la gente mezquina e inmoral. Sabía que daban esos regalos pensando que así se cumpliría uno u otro deseo suyo. Había otra clase de devotos, que vieron en él su guía tierno y único refugio para conducirles hacia la Meta, Dios. Entre toda esa gente sólo unos pocos le siguieron hasta el final, un hecho que nos hace recordar el dicho de Jesucristo: “Muchos son llamados y pocos escogidos.” Acerca de ello Sri Ramakrishna dijo a los que se encontraban en su derredor durante su última enfermedad: “¿Sabéis por que tengo esta enfermedad? Es para escoger los genuinos. Aquellos cuya devoción hacia mí lleva un motivo interesado, huirán al verme así y quedaran tan sólo mis devotos sinceros.” Esto es lo que la gente común pregunta: “¿Si eres un santo por qué tienes que padecer enfermedades?” También, los que se acercan a la persona religiosa con motivos egoístas, piensan: "¿Cómo puede ayudar a los demás el que no puede curarse a sí mismo?” Hay un diálogo en el Evangelio de Sri Ramakrishna entre el Maestro y un médico, el cual muestra qué gran impedimento en el camino
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espiritual es la sabiduría libresca para el hombre, y cómo no le permite ver las cosas en su propia perspectiva. El Dr. Mahendra Lal Sarkar era un renombrado médico homeópata. Había leído filosofía occidental y había sido educado a lo occidental. No creía que Dios podía encarnarse como ser humano; opinaba que Dios creó al hombre y ordenó que cada alma hiciera progreso infinito. El médico no podía creer que un hombre podría ser más grande que otro. Por consiguiente, no podía aceptar la doctrina de la Encarnación Divina. Cierta vez expresó: “Creo en el progreso infinito. Si no fuera así, entonces ¿de que sirve llevar una existencia de cinco o seis años en este mundo? Más bien me colgaría con una soga en el cuello. ¡Encarnación! ¿Que es eso? ¡Humillarse ante un hombre que excreta materias fecales! Es absurdo.” Pero esa misma persona fue reprendida por Sri Ramakrishna quien conocía la naturaleza interna de los que venían a visitarlo. Cierta vez, entrando de repente en un ánimo espiritual el Maestro le dijo: “Mahindra Babu, ¿qué es esta locura suya por el dinero? ¿Por que tanto apego a su esposa? ¿Por que tanto anhelo por renombre y fama? Abandone todo esto ahora, y dirija su mente hacia Dios con la devoción de toda su alma.” Eso es lo que piensa un hombre del mundo: que puede hacer todo para ganar dinero, renombre y fama, pero le parece absurdo que algunos que sientan inclinados a la vida espiritual, busquen y traten con reverencia a hombres altamente evolucionados en el sendero espiritual. En otra ocasión el Maestro le dijo al Dr. Sarkar: “Es muy difícil entender que Dios pueda ser un ser humano finito y al mismo tiempo el Espíritu que todo lo penetra en el universo. Lo Absoluto y lo Relativo son Sus dos aspectos. ¿Cómo podemos decir con énfasis por nuestra pequeña inteligencia que Dios no puede tomar una forma humana? ¿Podemos jamás comprender todas estas ideas con nuestro pequeño intelecto? Por eso debemos tener fe en las palabras de personas santas y grandes almas que han realizado a Dios. Ellos piensan constantemente en Dios, como un abogado en los pleitos.” Volviendo a considerar el esplendor externo, debemos advertirnos qua es un gran peligro hasta para una persona muy avanzada en la vida espiritual. Solamente aquellos que han ido más allá de alabanza y censura, que han conquistado la lujuria, la codicia y la ira, y que vienen a la tierra con un mensaje para la humanidad, pueden estar a salvo aun teniendo esplendor. Porque ellos están cuidados por Dios mismo, quien no les permite tropezar y caer. Por consiguiente, consideran a la alabanza como el excremento de los cuervos y a las atracciones mundanas, desdeñables como las cenizas de las piras funerarias. Recordemos aquí la que ya habíamos visto en el caso de Sri Ramakrishna con respecto a la intención de las Encarnaciones de quedarse lo menos conocidas posible, por miedo a las molestias de la gente de baja mentalidad con sus deseos mundanos. Todo esto nos lleva a la inevitable conclusión de que con una mente repleta de deseos mundanos no podremos reconocer a una personalidad divina aunque vivamos con ella durante años. Esto es lo que sucedió en el
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caso de Hriday, el sobrino y, durante un largo período servidor de Sri Ramakrishna. ¡Cuán indefatigablemente no sirvió al Maestro! Vamos a relatarlo con las palabras de Sri Ramakrishna mismo: “Hriday me sirvió mucho, me cuidó como un padre o una madre cría a un hijo. En cuanto a mí, permanecía inconsciente del mundo día y noche. Además estuve enfermo por largo tiempo; me encontraba por completo a su merced.” Pero, ¿acaso Hriday reconoció a Sri Ramakrishna como una Encarnación Divina? Dudamos de esto. Si lo hubiera hecho ¿habría torturado al Maestro como lo hizo al final de su estadía en Dakshineswar? He aquí las palabras de Sri Ramakrishna acerca de la conducta de Hriday: “Me atormentó tanto como me sirvió. Cuando mi enfermedad del estomago había reducido mi cuerpo a un par de huesos y no podía comer nada, un día me dijo: ‘¡Míreme, qué bien como! Lo que pasa es que a Ud. se le ha antojado que no puede comer.’ Luego agregó: ‘¡Ud. es un tonto! Si yo no estuviera viviendo con Ud., ¿dónde estaría su profesión de santidad?’ Un día llegó a atormentarme de tal manera que subí al malecón decidido a dejar mi cuerpo saltando al Ganges, que estaba en ese momento con la marea alta.” Todo esto comprueba que el mero vivir con una personalidad divina no significa que se esté consciente de la grandeza de aquel a quien se está sirviendo. Esto es un enigma, una de las paradojas más grandes de la vida, y muestra que es importante no tan sólo el servicio sino también la actitud o motivo con que se sirve al otro. Para darnos cuenta de esto, necesitamos ver a otra persona que más tarde fue el servidor del Maestro, a saber, Swami Adbhutananda, conocido en aquel entonces como Latú. Ese muchacho analfabeto y de origen humilde, comenzó a servir a Sri Ramakrishna sin ninguna pretensión ni esperanza. Sólo quería estar al lado de la persona más querida y reverenciada por su patrón anterior. Cuando llegó a ponerse en contacto con el Paramahamsa, como le llamaban al Maestro en aquel entonces sus devotos, se sometió a su voluntad en cuerpo y alma. Y a pesar de los arduos trabajos y severo adiestramiento, quería al Maestro cada vez más, y le sirvió hasta el final de su vida. Y la bendición del Maestro fue tan grande que el discípulo logró un estado espiritual tan elevado como muy pocos con toda su erudición o austeridades pueden alcanzar. Vemos el contraste; por un lado está Hriday y por el otro, Latú. ¡Que vasta es la diferencia! El primero, quería utilizar a Sri Ramakrishna para conseguir sus motivos egoístas, casas, propiedades y cosas semejantes, mientras que el segundo no sabía nada, no deseaba nada sino servir al Maestro con todo su corazón. Pero también es cierto que no se puede culpar o censurar al pobre hombre que está acostumbrado a correr detrás de los hechizos del mundo. ¿Que sabe él de la dicha de ponerse en contacto con las personalidades divinas, a menos que ellas mismas por su gracia se revelen? Hay un canto que expresa esto con respecto a Dios y que igualmente puede aplicarse en el caso de la Encarnación Divina: “¿Quien puede conocerte si Tú no Te revelas? El Veda y el Vedanta no encuentran Tu fin, por consiguiente andan a tientas. El
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culto del fuego, el sacrificio, la austeridad y el yoga, todos son nada más que el cosechar el resultado de las acciones. No pueden llevar a uno hacia Ti. Y la rectitud y la religión, ¿acaso saben acerca de Tu verdadera naturaleza? Oh Madre, Tú estás más allá de toda acción. Sólo podemos conocerte si Tú Te revelas por Tu propia voluntad.” No fueron muchos los que reconocieron la grandeza espiritual de Sri Ramakrishna. Algunos le concedieron el lugar de un aspirante, otros, el de un sadhu (monje), y la mayoría de la gente no conocían de su existencia; algunos otros lo consideraban como loco. Cada uno lo juzgaba según su propio desarrollo espiritual. Cierta vez hubo una gran discusión entre los devotos de Sri Ramakrishna y un seguidor brahmo, quien había escrito un libro en el cual opinaba vehementemente que no era posible que Dios se encarnara como hombre. Después de la discusión, Sri Ramakrishna, dirigiéndose a los devotos, dijo: “¿Por qué discutís con ellos? No han gozado la bienaventuranza de Dios, por eso no conocen su dulzura. Su conocimiento acerca de Dios, es algo aprendido por el mero oír, así como los niños aprenden escuchando a sus tías jurar por Dios. Ellos no tienen la culpa, ¿acaso pueden todos comprender al Indivisible Satchidánanda (Existencia, Conciencia y Dicha Absoluta)? Sólo doce rishis (sabios espirituales) pudieron reconocer a Sri Rama como Dios encarnado. Todos no pueden reconocer a una Encarnación Divina. Algunos la consideran como un hombre común, otros como un santo y sólo unos pocos pueden reconocerla.” Luego dijo: “Cada cual evalúa las cosas según su propio capital. Cierta vez un rico llamó a su sirviente y entregándole un diamante be dijo: ‘Lleva esto al mercado y averigua el precio que fija cada uno de los comerciantes. Ante todo llévalo al vendedor de berenjenas y vuelve y cuéntame lo que el dice.” El sirviente siguiendo las instrucciones del amo se acercó al verdulero. Este, observando el diamante de un lado y del otro, comentó: ‘Hermano, puedo darte nueve kilos de berenjenas por esto.’ Dijo el sirviente: ‘Hermano, ¿por que no aumenta un poco mas, vamos a decir, diez kilos?’ Contestó el otro: ‘Ya he cotizado mas que el precio del mercado, si te conviene puedes dármelo.’ El sirviente se sonrió y retirando el diamante fue y contó a su patrón lo que el vendedor de berenjenas había dicho. El hombre riendo pidió al sirviente que fuera al comerciante que vendía géneros, diciendo: ‘El otro solo sabe de berenjenas, pero el capital del comerciante que vende géneros es un poco mayor, vamos a ver qué dice él.’ El sirviente fue y preguntó al comerciante: ‘Señor, ¿le interesa comprar esto? ¿Cuánto puede pagar?’ Dijo el comerciante: ‘Es una cosa buena, se puede hacer una linda joya con ella; puedo darte novecientas rupias. El sirviente insistió: ‘Hermano, alza el precio un poco, vamos a decir mil rupias, entonces te lo vendo.’ El otro contestó: ‘No regatees, he cotizado más que el precio del mercado; no puedo dar ni una rupia más que novecientas.’ El criado llevó el diamante de vuelta al dueño riendo y le contó todo. Entonces el patrón comentó: ‘Esta vez llévalo al joyero, vamos a ver qué es lo que él dice.’ Cuando el sirviente se presentó ante el
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joyero y le mostró el diamante, este lo miró un poco y dijo: ‘Te voy a dar cien mil rupias.’” La mayoría de la gente son como ese vendedor de berenjenas; saben solamente apreciar las cosas del mundo, ya que todo el tiempo están ocupados con ellas, pues éstas son perceptibles por los sentidos, placenteras al primer contacto y relativamente fáciles de adquirir. Los sentidos en el hombre son fuertes como caballos indómitos, buscan sus objetos sin cesar y no se someten con facilidad, y el que les da rienda suelta nunca podrá saber acerca de la vida más elevada. Además, el ser humano no viene al mundo con una tabla rasa, como opinan algunos filósofos, sino que con tendencias de las vidas anteriores. Nace porque es imperfecto y hasta que llega a tener la perfección no cesa de ir y venir al mundo. ¿En qué consiste la imperfección? En los deseos de gozar los objetos. Si viniendo a la tierra, en vez de tratar de eliminar esos deseos, que nos atan más y más a este cuerpo y al mundo, les permitimos plena libertad, entonces tendremos que pasar por repetidas muertes y renacimientos antes que tengamos paz y sosiego. Y para librarnos de las tendencias viciosas debemos recurrir a Dios, rogarle ansiosamente que nos muestre la salida de este torbellino. Si nuestro ruego es sincero el misericordioso Señor nos ayudará abriendo nuestros ojos a la realidad. Sólo entonces podremos ver en qué consiste nuestro verdadero bienestar, y quién realmente es nuestro mejor amigo. El otro gran obstáculo en reconocer una gran alma espiritual es el egotismo; egotismo de erudición, de riqueza y de linaje. Estos ciegan al hombre, no le permiten reflexionar con calma lo que es para su bien y lo que le va a hacer daño espiritualmente. El egotismo de linaje, por ejemplo, hace al hombre pensar, ¿que dirá la gente si yo me uno a esas personas que cantan el nombre de Dios? Soy de familia de aristócratas; es indigno de mi parte tratar con esa gente. Y, por otro lado, cuando se tiene demasiada riqueza uno se olvida de Dios, pensando siempre en cómo cuidar de ella. Ya hemos visto en el caso del Dr. Mahendra Lal Sarkar cómo actuó ese ego de erudición. Aun poniéndose en contacto con una gran alma como Sri Ramakrishna y visitándolo diariamente durante meses, el médico con toda su sabiduría no pudo comprender la grandeza de su paciente. Sin la gracia de Dios nadie puede reconocer o acercarse a una gran personalidad divina. Y no podemos recibir la gracia a menos que limpiemos nuestra mente de los deseos, nos libremos de las pasiones como la lujuria y la codicia y nos volvamos simples como niños. Cierta vez algunos discípulos preguntaron a Jesús: “¿Quien es el mayor en el reino de los cielos?’ Y Jesús llamando a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: “De cierto os digo que si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos.” Ahora bien, ¿que significa volverse como niños? ¿Significa imitar sus modales infantiles? No; porque imitándolos en sus modales quedaríamos ridículos. El niño está libre de lujuria y codicia; no esta apegado a nada.
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Construye casas de juguete y si alguien trata de quitárselas armará un alboroto, pero al momento siguiente arrasará el mismo con todas. Hace amistades estrechas con sus compañeritos de juego, pero si sus padres se mudan a otra ciudad se olvida de ellos y forma nuevas amistades sin sentir mucha angustia por las anteriores. Cree sin vacilación en las palabras de su madre, y si ella dice que tal o cual persona es su hermano mayor, entonces cree cien por ciento que es así, aunque esa persona pertenezca a otra raza. Una persona que es simple como un niño, sin doblez, llega a tener plena fe en las palabras de un ser espiritualmente elevado. Hasta ahora hemos hablado sólo acerca de los obstáculos al reconocimiento de las grandes personalidades. Ahora vamos a dar un ejemplo que muestra lo que nos ayuda en el sendero espiritual, para conocer a Dios. Sri Ramakrishna afirma: “Para conocer a Dios y reconocer a las Encarnaciones Divinas uno necesita práctica espiritual. Les peces grandes viven en los grandes lagos, pero para verlos hay que arrojar carnadas condimentadas en el agua. Hay mantequilla en la leche, pero para obtenerla, hay que batir la leche. Hay aceite en las semillas de mostaza, pero para extraerlo se debe estrujar la semilla.” Del mismo modo, para ver a Dios o reconocer a una Encarnación Divina, se necesita práctica espiritual, simplicidad y fe. Ya hemos visto cómo para el sirviente Latú, fue una gran suerte poseer estas cualidades. La otra persona que gozó de la bienaventuranza de reconocer a Sri Ramakrishna como una Encarnación de Dios a la primera visita, fue también una pobre anciana sin ninguna pretensión de instrucción, y sin embargo dotada con un anhelo fuerte hacia su Ideal, el Niño Gopala (Krishna). Y por la gracia del Señor, ella tuvo experiencias muy elevadas. Vio a su Ideal acompañarla en todo momento, jugando con ella, e importunándola por cosas que ella, por ser pobre, no le podía proveer. Esa experiencia duró algunos meses. El Maestro mismo declaró que no fueron alucinaciones sino verdaderas. Vemos así ¡qué bienaventurados son los que llegan a ponerse en contacto con una personalidad divina! Roguemos a Dios para que podamos ser humildes y alcanzar Su gracia y Su visión en esta misma vida.
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QUÉ ES EL VEDANTA Swami Paratparananda 1 27-11-1972
Primero vamos a decir cuál es el significado de la palabra Vedanta: significa “la parte final de los Vedas”. Los Vedas son los libros sagrados de los hindúes; la palabra Veda, en sánscrito quiere decir “la Sabiduría”. Se pueden dividir los Vedas en dos partes: la primera comprende los himnos que se designan como Samhita y los textos acerca de los métodos de los rituales y sacrificios, que se llaman Bráhmanas; la segunda constituye la filosofía o el Conocimiento, los Upanishads. Toda la filosofía hindú esta basada en los Upanishads que, por lo general, se designan como Vedanta. Aunque la palabra Vedanta denota la última parte de los Vedas, no todos los Upanishads forman solamente la parte final de ellos. Algunos se encuentran en los Bráhmanas o parte ritual de los Vedas; por ejemplo, el Isha Upanishad forma el Capitulo 40 del Yayur Veda Samhita. Hay otros Upanishads que son independientes, es decir, no están incluidos ni en los Bráhmanas ni en otras partes de los Vedas, sin embargo, no existe ninguna razón para suponer que ellos son completamente independientes de las otras partes, pues sabemos que muchas porciones se han perdido. Así pues, es muy posible que los Upanishads independientes, pertenecieran a algunos Bráhmanas que en el curso del tiempo cesaron de ser usados, mientras que los Upanishads permanecieron. Vedanta es a la vez filosofía y religión práctica. En la India filosofía como mero intelectualismo no reviste mucha importancia; para los hindúes la filosofía debe ser práctica, que se pueda llevar a cabo en la vida diaria; debe ser útil para el hombre común para formar su vida en este mundo, y elevarse o unirse con Dios. También la religión para ellos no significa el mero creer en algunos dogmas o credos, sino llevar las creencias a la práctica. Swami Vivekananda dice: “Las primeras ideas religiosas comienzan con la de Dios”. Aquí está el universo y es creado por un Ser. Todo lo que se encuentra en este universo ha sido creado por Él. Junto con esa idea, en una etapa posterior, llega la del alma - de que existe este cuerpo y existe también algo dentro de él que no es el cuerpo. Esta es la idea más 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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primitiva que conocemos de la religión. Podemos hallar algunos seguidores de ella en la India, pero fue descartada hace mucho. Las religiones en la India comienzan de un modo particular. Es sólo mediante agudo análisis y mucha conjetura que podemos pensar que aquella etapa existió en estas religiones. El estado tangible en que las hallamos es la etapa siguiente, no la primera. En la más antigua etapa la idea de creación es muy peculiar y es que todo el universo es creado de cero, según la voluntad de Dios; que no existía este universo, y de la nada ha sido engendrado. En la etapa siguiente encontramos que se duda de esta conclusión. ¿Cómo puede ser producida la existencia de la inexistencia? Es el primer paso del Vedanta. Si este universo es existente, debe haber salido de algo, porque es fácil ver que nada se engendra de la nada en ninguna parte. Si se quiere construir una casa se necesitan materiales que existan antes; si se ve un bote podemos concluir que la materia prima existía previamente. Por lo tanto, naturalmente, la primera idea de que este universo fue creado de la nada fue rechazada, pero faltaba conocer el material con que fue creado este mundo. Toda la historia de la religión, en realidad, es la, búsqueda de este material. “¿De qué ha sido producido todo esto? ¿De qué Dios creó todo?” Todas las filosofías, por decirlo así, giran alrededor de esta cuestión. Una solución es que la naturaleza, Dios, y el ser individual son existencias eternas como si fueran tres líneas paralelas que corren eternamente, de las cuales la naturaleza y el alma componen lo que se llaman los dependientes de Dios, quien es a su vez, la Realidad Independiente. Cada alma, lo mismo que cada partícula de materia, depende por completo de la voluntad de Dios. Ahora bien, todos los vedantistas tienen una sicología común; cualesquiera que sean sus filosofías, su sicología es la misma: la de Sankhia. Según ésta, la percepción es causada por la transmisión de vibraciones que llegan, primero, a los órganos de los sentidos externos, de ahí a los internos; luego a la mente; a continuación al buddhi o intelecto, y seguidamente al Atman, al Ser.” Este Ser es potencialmente divino y eterno. Sin embargo, hallamos tres aspectos del Vedanta en su filosofía según su concepto del Ser, a saber, dualismo, monismo calificado y monismo puro, o, mejor dicho, nodualismo, ya que en sánscrito, advaita significa la no diversificación. El primero considera que existe distinción perceptible entre el alma, o el ser individual, la naturaleza y Dios. Esto es, que el alma siempre permanece separada de Dios durante la eternidad, que el alma o yiva es pequeña, impotente, siempre dependiente de Dios. El segundo, es decir, el monismo calificado, considera a la naturaleza y al alma como el cuerpo de Dios: las almas nunca están separadas de Dios, son partes de Él. Cuando se liberan permanecen en Su presencia y gozan de la dicha eterna en ella. En cambio, el no-dualismo insiste en que Brahman o Dios no es
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distinto del ser individual, que, no existen muchas almas, que es la ignorancia o maya quien proyecta la multiplicidad que vemos en el mundo. Todo lo que existe - según ellos - es la manifestación de Dios; el ser individual es idéntico a Brahman. Para ilustrar este hecho de cómo hemos llegado a considerar al mundo como algo distinto de Dios dan el ejemplo, bien conocido, de la serpiente sobreimpuesta a la soga, en la oscuridad. Un hombre en la oscuridad se equivoca y ve una serpiente en una soga que está en el camino, y se espanta; pero luego, cuando alguien le asegura que no hay serpientes en ese lugar y lleva un farol y le muestra le soga, comprende que estaba ilusionado. Asimismo, bajo el hechizo de maia, o ignorancia, el ser humano considera todo lo manifiesto como distinto de Dios; pero cuando logra deshacerse de ella percibe que no existió nada sino Dios todo el tiempo; que era su ignorancia acerca de la Realidad la que produjo esa ilusión de multiplicidad. También dan el ejemplo del espejismo: un hombre sediento en el desierto, divisa un oasis de arboledas con frutas suculentas y lago de agua limpia, y se apresura a llegar allí; sin embargo, cuanto más avanza hacia él, lo percibe tanto más lejos. Y el que conoce este fenómeno, después de un tiempo, se da cuenta de ello. Y una vez que lo descubre no se deja engañar más. Sin embargo, mientras se encuentra en el desierto el fenómeno vuelve a aparecer ante él. Pero todas las veces que aparece él sabe que es una ilusión, y no cae víctima de ella. De igual modo, aquel que ha realizado, visto íntimamente a Dios, la Realidad, no se deja llevar por el encanto de la multiplicidad. Entonces, sabe que la Realidad, la Existencia, es única. Y todo aparece como real a causa de esta Existencia detrás de todo. Este aspecto se llama en sánscrito Advaita, o no-dualismo. Podemos considerar a todos estos aspectos, como etapas progresivas. El hombre común, que está consciente de su cuerpo e de la multiplicidad, que se considera como un individuo separado de los demás, y, sin embargo, anhela ver a Dios, no puede seguir el aspecto del nodualismo. La mayoría de la humanidad es incapaz de comprender la altísima filosofía del no-dualismo, porque en el no-dualismo se presenta la Realidad, la Existencia, como Absoluta, Abstracta, sin forma. El hombre común necesita de un Dios Personal para fijar su mente en Él. Para eso no hay mejores ejemplos que las Encarnaciones Divinas. Uno no puede imaginar un Dios Personal más excelso que el que se manifiesta como Dios-hombre. La mente humana, circunscripta como está por sus debilidades, no puede concebir un ser más eminente que la Encarnación Divina. En Ella se perciben con mayor claridad las más grandes virtudes y cualidades. La compasión y el amor sin motivo desbordan de su corazón hacia todos los seres vivientes; Ella es la personificación de la Verdad lo mismo que de otras magnas cualidades. Por consiguiente, la adoración a Ellas es conceptuada como igual a la de Dios. Todos los vedantistas están de acuerdo, sobre tres puntos. Creen el Dios, en los Vedas como revelaciones divinas, y en los ciclos. La creencia
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acerca de los ciclos es como sigue: toda materia en todo el universo es el resultado visible de una materia primaria llamada akasha y toda fuerza, sea gravitación, atracción o repulsión, o vida, es la consecuencia de una fuerza primaria llamada prana. El prana, actuando sobre el akasha, crea o proyecta el universo. Al comienzo do un ciclo el akasha es inmóvil, inmanifiesto; luego, el prana actúa más y más, proyectando formas más y más densas del akasha: las estrellas, las plantas, animales y seres humanos. Después de un tiempo incalculable esta evolución cesa y comienza la involución. Todo se resuelve poco a poco en formas más y más finas, sutiles, hasta que toman la forma original de akasha y prana. Luego, empieza un nuevo ciclo. Hay algo que está más allá de akasha y prana; estos dos pueden resolverse en un tercer elemento llamado mahat, la Mente Cósmica. Ésta no crea el akasha y el prana sino que se convierte por si misma en ellos. Este proceso de ciclos sigue eternamente; comienza con la proyección que llamamos creación; luego, la disolución; después un periodo de inmanifestación, comienza otra vez la proyección. Vamos a hablar ahora de la sicología Sankhia. Según ella, en la percepción, es decir, en el caso de ver algo, primeramente existen los instrumentos de la visión, los ojos; detrás de los instrumentos está el órgano correspondiente o indria - el nervio óptico y su centro en el cerebro - que no es el instrumento externo pero sin el cual los ojos no pueden ver. Todavía se necesita más para tener la percepción; la mente debe ponerse en contacto y aferrarse a este órgano; además, es necesario que la sensación llegue al intelecto o buddhi, la facultad determinativa de la mente. Cuando llega la reacción de parte del intelecto, junto con ella aparece el mundo externa y el ego, pero el proceso todavía no está completo; todas las ideas en la mente deben ser unidas y proyectadas sobre algo que permanece sin movimiento, es decir, sobre lo que se llama el alma o Purusha o Atman. Según esta sicología Sankhia, el estado reactivo de la mente llamado buddhi o intelecto, es el resultado del cambio o cierta manifestación del Mahat o Mente Cósmica. El Mahat se transforma en pensamientos vibrantes, y éstos en parte se convierten órganos sutiles y en parte se transforman en los cinco elementos sutiles, a saber: espacio, aire, fuego, agua y tierra. Debido a la combinación de éstos, está producido todo el universo. Más allá del Mahat está el Aviakta, o el inmanifiesto, donde incluso la manifestación de la mente no está presente. Sólo existen las causas. También se lo llama Prakriti. Más allá de esta Prakriti, y eternamente separado de ella, está el Purusha, el alma de los sankhias, que es sin atributos y omnipresente. El Purusha no es el actor sino el testigo. Los vedantistas rechazan las ideas sankhias sobre el alma y la naturaleza. Afirman desde el comienzo que este alma y esta naturaleza son una y misma cosa. Aun los dualistas entre los vedantistas admiten que Brahman, o Dios, no es solamente la causa eficiente de este
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universo, sino también la material. Sólo dicen esto en palabras pero no tratan de llegara a una conclusión. Dicen: “Existen tres cosas: Dios, el alma y la naturaleza; la naturaleza y el ser individual son, por decirlo así, el cuerpo de Dios, y en este sentido se puede decir que Dios y el universo entero son una y misma cosa. Pero esta naturaleza y estas almas diferentes, quedan separadas una de la otra a través de la eternidad; sólo al comienzo de un ciclo se manifiestan; y cuando el ciclo termina vuelven a su estado fino o sutil.” Los no-dualistas rechazan esta teoría del alma y construyen su propia filosofía, sobre los dichos de los Upanishads que en su mayoría están a su favor. Dice uno de los Upanishads: "Cuando se conoce un pedazo de arcilla también se conoce todos los artículos, como por ejemplo, la jarra, el plato, la taza, y el pote hechos de ella, ya que todas estas cosas no son más que formas de la misma arcilla. Del mismo modo, conociendo Brahman, el Ser Supremo, lo Absoluto, lo Infinito, se conoce todo, pues todo lo manifiesto son variaciones de nombres y formas, la realidad es solo Brahman”. Aquí claramente demuestra que el universo no es más que Brahman, Dios. Surgirá la pregunta: Si Dios se ha convertido en todo esto, lo que algebraicamente podríamos llamar X, no resulta que lo restante de Dios seria Dios menos X? A esto los advaitistas o no-dualistas replican: Nada de eso; todo el universo es sólo una apariencia, una ilusión. Todo este universo y todas las criaturas que nacen y mueren, todo este número infinito de almas que se elevan y descienden, son sueños; no existe ningún ser individual, ¿cómo puede haber muchos? Todo es la Realidad Única. Porque, dice uno de los Upanishads: “Así como el sol reflejado en distintas partículas del rocío parece ser muchos, y cada sol reflejado en ellas es una imagen perfecta de él, y sin embargo, existe sólo un sol, asimismo todos los yivas o seres individuales son reflejos de lo Infinito en las diferentes mentes.” Por lo tanto, el ser humano, como cuerpo, mente o alma, es un sueño; lo que realmente es, es la Existencia, Conciencia y Dicha Absoluta. Esta es la posición del nodualista. Para nosotros que no hemos trascendido la idea de que somos cuerpo, esta posición parecería incongruente, más aún, una tontería, pero debemos decir que los que llegaron a esta conclusión no eran charlatanes, sino que habían realizado lo que estaban diciendo. Los rishis, videntes que proclaman esta idea en los Upanishads de la muy antigua India, los grandes maestros como Goudapada y Shankaracharya, que vinieron después, experimentaron su unidad con lo Absoluto; más aún, en la India quizás nunca faltaron seres que realizaron este estado de no-dualismo. Para los que todavía sonríen para sus adentros dudando de una experiencia como tal, vamos a citar lo que sucedió con Swami Vivekananda cuando se acercó a Sri Ramakrishna. Narendra - como se llamaba Swami Vivekananda en aquel entonces - también no solamente dudaba sino que se burlaba de esta enseñanza. Cuando Sri Ramakrishna quería enseñarle un texto no-dualista pidiéndole que lo leyera ante él, protestaba diciendo: “Estos rishis deben ser locos; dicen que todo es
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Brahman. Esto es una blasfemia, pues no hay ninguna diferencia entre tal filosofía y el ateísmo. No hay pecado más grande en este mundo que pensar en mí mismo como idéntico con el Creador. ¡Yo soy Dios! ¡Tú eres Dios! ¡Estas cosas creadas son Dios! ¿Qué puede ser más absurdo que esto? Los sabios que escribieron estas cosas deban haber sido insanos.” Sri Ramakrishna se divertía ante esta actitud abiertamente tosca de Naren y solamente solía decir: “Puede ser que no acepte la opinión de estos sabios, pero cómo puedes insultarles o limitar la infinitud de Dios? Sigue, rezando al Dios de la Verdad, y cree en cualquier aspecto Suyo para que Él se revele ante ti.” Pero Narendra no se sometió fácilmente; todo lo que no estaba de acuerdo con la razón lo consideraba como falso, y era su naturaleza oponerse a toda falsedad. Como consecuencia no dejó escapar ninguna oportunidad de ridiculizar la filosofía Advaita. Pero el Maestro sabía, que el sendero de Narendra era el del Gñana, Conocimiento; por esta razón persistía en hablarle de esta filosofia. Cierto día trató de hacerle comprender la identidad del ser individual con Brahman, pero sin éxito. Narendra salió del cuarto, y acercándose a Pratap Chandra Hazra - un caballero que vivía en aquel entonces en Dakshineswar - le dijo: “¿Cómo puedo ser esto? Esta jarra, es Dios, esta taza es Dios, también nosotros somos Dios; nada puede ser mas absurdo!” Y se rió a carcajadas. Sri Ramakrishna, que estaba en su cuarto en un estado semiconsciente, oyendo la risa de Naren, salió con la ropa bajo el brazo como un niño, y dijo sonriendo: “¡Hola! ¿De qué estáis hablando?” Y tocó a Narendra y entró en samadhi, o éxtasis espiritual. El efecto del toque, Naren lo describió así: “El toque mágico del Maestro aquel día en seguida produjo un maravilloso cambio en mi mente. Estupefacto, vía que realmente no había nada en el universo salvo Dios; lo ví muy claramente, pero guardé silencio para ver, si la idea perduraba. Pero la impresión no disminuyó en el curso del día; regresé a casa, pero allí también todo lo que veía parecía Brahman. Me senté a comer y ví que todas las cosas,- la comida, el plato, la persona que me servia y aun yo mismo- era nada más que Aquello. Tomé uno o dos bocados y me senté mudo; quedé sorprendido por las palabras de mi mamá que decía: ¿Por qué estás allí sentado inmóvil? Termina tu comida.’ Empecé a comer, pero todo el tiempo, fuera mientras comía, estaba acostado o iba a la Universidad, tenia la misma experiencia y sentí constantemente una clase de estado letárgico. Mientras caminaba por las calles percibía el paso de los carruajes pero no me sentía inclinado a apartarme del camino. Sentía que los carros y yo mismo éramos de una misma materia; no tenia sensación en mis miembros, tanto, que yo creía que estaban paralizados. No sentía el gusto a la comida, más aún, sentía como si alguien estuviera comiendo por mí. A veces me acostaba durante la comida y después de un rato me levantaba a comer de nuevo. El resultado fue que algunos días comía demasiado pero esto no me hizo daño. Mi madre se asustó y dijo que debía haber algo malo en mi salud. Temía que yo no viviera mucho tiempo. Cuando dicho estado cambió un poco, el mundo comenzó
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a parecerme como un sueño. Mientras caminaba por la plaza de la ciudad golpeaba mi cabeza contra las verjas para comprobar si eran reales o sólo un sueño. Este estado de cosas continuó por algunos días; cuando me normalicé de nuevo me dí cuenta que yo debía haber tenido una vislumbre del estado de Advaita; entonces se me ocurrió que las palabras de las escrituras sagradas no eran falsas. Desde entonces no pude negar las conclusiones de la filosofía Advaita.” Una teoría muy convincente de la disparidad que encontramos en el mundo es la qué afirma el Vedanta, la del karma, que expresa que todo ser humano está cosechando lo que ha sembrado, es decir, su condición en este mundo es el resultado de sus acciones en las vidas anteriores. Es él quien fabricó su nacimiento y vida feliz o infeliz. Somos responsables de lo que somos; nadie es culpable de nuestro infortunio, sino nosotros mismos. Pero no debemos confundir esta teoría con el fatalismo. Hay una idea muy alentadora en esta teoría: si hemos llegado a padecer esta vida de sufrimientos y muerte como consecuencia de nuestras acciones, podremos elevarnos y liberarnos mediante los mismos medios, es decir, por nuestros actos y pensamiento buenos. La teoría del karma es como la de la acción y reacción; persigue al hombre el resultado de la acción hasta que este resultado se acaba. Todos los actos engendran resultados buenos y malos, y, para disfrutar de los actos meritorios, el que los hace con motivo personal va a los cielos - dicen las escrituras sagradas hindúes. Pero en este caso, “los cielos” significa sólo un lugar de goce, y cuando termina el mérito do los actos el ser tiene que volver a esta tierra según su deseo y los deméritos de sus acciones anteriores. Además dicen: “Sólo los actos de los seres humanos producen resultados buenos o malos, pero no los de los animales ni los de los devas o seres celestiales. Ellos sólo cosechan lo que han sembrado.” Por lo tanto, el que quiere liberarse debe desapegarse de todos los objetos mundanos, de todos los deseos. Una declaración muy maravillosa del Vedanta se encuentra en el Rig Veda que es el más antiguo de todos. Dice: “La Existencia es Única; los sabios la llaman por distintos nombres.” Es decir, Dios es Único aunque las razas y las sectas de diferentes religiones Lo llamen por los nombres que les agradan. Esto es un hecho que Sri Ramakrishna probó en Su vida. Practicó no solamente las distintas disciplinas de las sectas del hinduismo sino también las de las del Islam y Cristianismo. Y llegó a tener la Realización final de todas ellas. Y después dijo: “Las tantas opiniones son tantos senderos para llegar a la misma Realidad.” Por lo tanto, el Vedanta no menosprecia a ninguna religión, más aun, acepta a todas como verdaderas. Tanpoco quiere convertir a ningún ser humano que sigue una religión en otra sino, más bien, ayuda a confirmar su fe en su propia religión y a quitar dudas que prevalezcan en su mente. Es por eso que el Vedanta no tiene disputas con ninguna religión. Desde los tiempos
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remotos la India dio refugio a todos los perseguidos. Los persas seguidores de Zoroastro - huyeron de su país para preservar su religión y fueron recibidos con los brazos abiertos en la India. Todo lo que queda de esta religión se encuentra sólo en la India. Podríamos citar más ejemplos pero lo que hemos dicho es suficiente para demostrarles cuán profundamente el pueblo hindú ha absorbido esta idea de que la Existencia es única y sólo que los sabios la llaman por distintos nombres. También podemos encontrar la base fundamental de la moral en el no-dualismo, toda vez que afirma que no existen muchas almas; todo ser viviente es Brahman; por lo tanto, el que odia al prójimo se odia a sí mismo; el que ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo. Si no fuera por eso, ¿por qué deberíamos andar por el camino recto? Es decir, ¿Por qué no robar, o engañar a la gente para nuestra propia felicidad? ¿Sería por miedo a la sociedad o a la justicia? En ese caso, el hombre, cuando se sintiera fuerte o bastante astuto para evitar sus ojos, cometería actos viciosos para apoderarse de los bienes ajenos. Pero la moral basada en la conciencia de que todos somos uno no le permitirá hacer ningún daño o engaño a sus semejantes. Hemos dicho que el, Vedanta acepta a todas las religiones como verdaderas. Debemos notar que la palabra “aceptación” no es tolerancia; la palabra tolerancia implica algo de menosprecio o el trato de un mal que uno tiene que aguantar como inevitable. Esta no es la actitud del Vedanta. Realmente cree que todos los senderos, cualesquiera que sean, conducen a la Realidad, a Dios, y deben ser aceptados como verdaderos. El Vedanta dice: “El Ser, el Atman, es inmortal; no nace, ni muere no hubo ningún tiempo en que no existiera, ni habrá un tiempo en que no exista. Es eterno: no muere cuando el cuerpo deja de existir.” Sri Krishna también afirma lo mismo en el Bhagavad Guita. Vamos a examinar esta declaración. Vemos que todo lo creado perece; no hay ninguna cosa en este mundo que exista para siempre; incluso los planetas, la tierra, el sol, todos un día van a desaparecer, y si el alma o el Ser fue creado entonces es lógico deducir quo perecerá. Pero todas las religiones insisten en que el Ser continúa existiendo después de la muerte del cuerpo. Esta creencia también es inherente en el ser humano. Cuando eso es así, es ilógico concluir que fue creado en algún tiempo. Tampoco podemos sostener que hay tantas almas como seres vivientes - como dicen los Sankhias porque ellos mismos declaran que el Purusha, el Ser, es omnipresente y eterno. El vedantista les pregunta: “¿Cómo pueden existir dos o más entidades eternas y omnipresentes? Si esto fuera cierto, una va a limitar la omnipresencia de otras, o la omnipresencia do una se extenderá sobre otras. Eso es absurdo; por lo tanto, no podemos decir que haya más de una entidad omnipresente y ésta sea la Realidad, la Existencia Absoluta, o Dios.” Por este razonamiento también llegamos ala misma conclusión que
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la del no-dualista, que el universo con sus seres vivientes es idéntico a Brahman. Hasta ahora hemos hablado de la filosofía Vedanta. Ahora vamos a decir cuáles son las prácticas que el Vedanta sugiere para alcanzar la perfección, la liberación, a Dios. El Vedanta no exige que huyamos del mundo, que dejemos de cumplir con nuestras obligaciones y deberes. Sin embargo necesitamos cambiar el modo de percepción de las cosas. Los sabios que proclamaron esta filosofía Vedanta han profundizado la mente humana y han llegado a la conclusión de que todos no tienen la misma aptitud, las mismas tendencias, las mismas inclinaciones. Sabían que así como cada ser humano es distinto en su apariencia física, asimismo cada cual tiene una disposición distinta a la de los demás, y por lo tanto, han dado libertad a cada uno de seguir sus propias inclinaciones y desarrollarse de acuerdo con su disposición. Es un hecho bien conocido de que cuando se impide el desarrollo natural de una persona, aunque sea con buenas intenciones, el progreso de ésta se restringe y a veces su carácter se transforma en algo complejo. Sri Krishna definitivamente prohíbe el inmiscuirse en el desarrollo natural del hombre, cuando dice: “No se debe confundir el intelecto de los ignorantes que están apegados a las acciones o rituales. Un sabio debe animarlos presentándose como ejemplo de la actividad.” Sri Ramakrishna explica - por decirlo así – este mismo dicho de la siguiente manera. Dice: “La madre prepara distintos platos para sus hijos según el poder de digestión de cada uno; a alguno le da pescado frito, a otro pescado hervido y al que tiene un estómago delicado le da sólo sopa de pescado. Del mismo modo, el gurú o maestro espiritual, que conoce las tendencias inherentes de sus discípulos, prescribe distintas prácticas para cada uno según su capacidad.” Vemos aquí que la tarea de seguir un sendero no debe ser pesada, ni debe trastornar la aptitud del aspirante. Por lo tanto, la guía de un maestro perfecto que conozca todos los senderos y también pueda profundizar la mente del discípulo es necesaria. Comúnmente el ser humano no conoce bien sus propias inclinaciones; es atraído por el intelectualismo y se considera apto para seguir el sendero del no-dualismo, pero para los hogareños, que son la mayoría de la humanidad; esto es peligroso. Hasta que uno no renuncia a todos los goces mundanos y a todos los deseos en los cielos, no es apto para seguir este sendero. La renunciación total, interna y externa, es un requisito imprescindible de este sendero. La actitud de la devoción es la mejor en esta época en que el ser humano no puede superar la identificación con su cuerpo. En este sendero no hay que arrancar los tiernos sentimientos humanos, sino dirigirlos hacia Dios. Se puede establecer cualquiera de estas relaciones con Dios, a saber, la de un servidor hacia su amo; la de un niño hacia su madre o
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padre; la de un amigo, y otras por el estilo. La cosa esencial es amar a Dios con todo el corazón, rogarle constante e ininterrumpidamente que se revele en nuestro corazón. Debemos destacar aquí que la renunciación, por lo menos interna, es indispensable en este sendero también. A menos que uno se aparte de los apegos y cosas mundanas, se hallará imposible fijar la mente en Dios. El constante recuerdo de Dios es el mejor modo de dirigir la mente hacia Él. Pero esto no se puede adquirir en unos pocos días; es una tarea de toda la vida. Por consiguiente, el aspirante debe asignar cierto tiempo de su vida diaria, especialmente durante las horas de la madrugada y del anochecer, a la oración, y llevar a cabo esa práctica sin falta todos los días. El que anhela ver a Dios sentirá el impulso de hacer estas prácticas sin que nadie se lo diga. También es cierto que a medida que uno avanza en las prácticas sentirá ese anhelo más y más. Hasta tanto, uno debe continuar rezando como si fuera un deber. Al comienzo de las prácticas casi todos lo sentirán únicamente así, pero no se debe desesperar. Llegará un momento en que la omisión de la práctica será como la falta del alimento. Este es el amanecer del anhelo por ver a Dios. El tercer sendero es el de la acción. Nadie puede evitar actuar. Haciendo bien a los demás la mente de uno se limpia, pero en esta acción no debe haber ningún motivo personal, no se debe anhelar recompensa de ninguna índole, ni tener ansiedad por la fama. Es sólo posible actuar así cuando uno tiene la certera convicción de que todo lo manifiesto es Dios, que está sirviendo únicamente a Dios en todas estas formas. Sin embargo, esta convicción no se adquiere por el mero deseo de tenerla, se necesita impresionar la mente con esta idea una y otra vez cuando ella se equivoca y se enorgullece por haber hecho actos meritorios. El control síquico es el cuarto sendero. En este caso el aspirante debe ser desde el comienzo de las prácticas puro de mente. Aquí las prácticas son duras, casi imposibles de practicar en esta época. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado antes de practicar las disciplinas que este sendero sugiere. Hemos dicho que cada ser humano tiene que desarrollarse según su disposición natural. En todos existen, en un grado mayor o menor, las inclinaciones hacia la devoción, la acción, el conocimiento y el control, síquico. Según cuál de ellas prepondere en la mente del aspirante, él debe elegir el sendero adecuado. El mejor modo es una mezcla de todos los senderos, es decir, efectuar buenas acciones, como ayudar a los demás sin interés personal, orar, meditar en Dios y recordarLo siempre y teniendo la convicción de que este mundo es Su manifestación, o Dios Mismo.
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Vamos a recapitular. La filosofía Vedanta es amplia; todos pueden servirse de ella sin que necesiten cambiar su propia religión. Según ella, el ser es potencialmente divino, sólo los deseos son los que cubren su divinidad: esta es la ignorancia. Los deseos obligan al ser humano a aferrarse a las cosas mundanas, tales corno ellas aparecen. Lo que el conocedor de Brahman o Dios adquiere es el ver al universo en su real perspectiva, no como se presenta. La apariencia es engañadora, mientras que la Realidad detrás de ella es Dios mismo. Realizándolo el ser humano se vuelve perfecto; se libera para siempre. Esto es, en breve, la esencia del Vedanta. ----
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SINTESIS DE LOS YOGAS EN SWAMI VIVEKANANDA
Swami Paratparananda 1 10-1976
Hoy en día el nombre de Swami Vivekananda es ampliamente conocido en casi todas partes del mundo por el mensaje de la Eterna Religión que él hizo conocer a toda la humanidad, sin hacer discriminación de raza, credo o color: un mensaje lleno de esperanza, al pisoteado, al caído, al menospreciado y al desdichado; un mensaje de armonía y paz. Cuando por primera vez la gran asamblea del Parlamento de las Religiones, que tuvo lugar en el año 1893 en la Exposición Mundial, en Chicago, escuchó ese mensaje del hinduismo, de tolerancia y aceptación de todas las religiones como verdaderas, el mensaje de que todas ellas son otros tantos caminos hacia la misma Realidad, citando estos dos bellos versos de los libros sagrados: “Así como los diferentes ríos, aunque tengan su origen en distintos lugares vierten sus aguas y se mezclan en las del océano, asimismo, oh Señor, los diferentes senderos que los hombres siguen, debido a sus distintas tendencias, aunque aparezcan como diferentes, por tortuosos o rectos que sean, todos conducen a Ti,” y “Cualquiera que se Me acerca a Mí (el Señor) , bajo cualquier forma, Me voy a él; pues todos los hombres luchan por distintos caminos, los cuales, al fin, conducen a Mí”, aquella asamblea quedó, por decirlo así, hechizada y al término del discurso ovacionó al orador, mostrando así su total aprobación de esos sentimientos. En ese mismo Parlamento expresó lo siguiente en la sesión final: “Si el Parlamento de las Religiones ha demostrado algo al mundo es esto: Ha probado que la santidad, la pureza y la caridad, no son posesiones exclusivas de ninguna iglesia del mundo, y que todos los sistemas han producido hombres y mujeres del más sublime carácter. Si alguien, contra esta evidencia, sueña con la supervivencia exclusiva de su propia religión y la destrucción de las demás, lo compadezco de todo mi corazón y le indicaré que sobre la bandera de cada religión será escrito pronto, a pesar de la oposición: ‘Ayuda mutua y no pelea’, ‘penetración mutua y no destrucción’, ‘Armonía y Paz y no disensión’”. Desde aquel día durante tres años seguidos, esparció ese y otros mensajes del Vedanta en los Estados Unidos sin descanso alguno. Una gran parte de esas conferencias y pláticas se han 1
Swami Paratparananda, fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina (1973-1988).
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perdido para siempre y lo que se pudo reunir ha llegado a formar ocho tomos en el idioma inglés 2 . Ahora bien, cualquiera puede hablar o escribir sobre religión; pero muy pocos pueden llevar su convicción al oyente o lector, porque como Sri Ramakrishna solía decir, “¿Quién te va a escuchar o te va a hacer caso si no tienes el mandato de Dios?”; porque la religión es una cosa que se transmite directamente; y si uno no ha realizado a Dios, ¿cómo puede hablar de Él con certeza y autoridad? Podemos pasar horas en discusiones sobre Dios y los medios para llegar a Él, pero esto no nos capacitará para dar ni un solo paso hacia Él; por el contrario, es posible que nos confunda más todavía. Swami Vivekananda, además de haber realizado el más elevado estado espiritual, recibió el mandato de su Maestro para enseñar a la humanidad. Tuvo que hacerlo a pesar de sí mismo. Toda vez que él quiso retirarse a un lugar solitario y vivir totalmente absorto en Dios, alguno u otro de sus condiscípulos, a quienes su Maestro había dejado a su cuidado, se enfermaba o él mismo padecía de alguna dolencia muy grave, lo cual le obligaba a abandonar su proyecto, hasta que la poderosa voluntad de Sri Ramakrishna, que siempre estaba detrás de él, le impelió a lanzarse al campo de la intensa actividad, para llevar el mensaje de su Maestro al Occidente y a todas partes de la India. Y esto significaba no solamente la prédica, sino también el entrenamiento de los condiscípulos y discípulos y socorrer al ser humano hambriento tanto espiritual como físicamente. La sed de la gente por las aguas vivificantes de la espiritualidad, que él poseía en abundancia, le hizo brindarse sin reservas, mediante conferencias, pláticas íntimas, entrevistas y adiestramiento. El motivo de su viaje al Occidente fue despertar el interés del pueblo americano en el bienestar de los pobres de la India, la India que había sido presentada ante ese pueblo como un país habitado por gente salvaje e inculta, que echaba a los niños recién nacidos a los cocodrilos, y cuentos semejantes. Él mismo fue a aquel país como respuesta directa a los calumniadores. Su sabiduría y el mensaje deslumbrante de la religión hindú que él presentó ante aquel pueblo hizo pensar a la prensa norteamericana y comentar: “Al escucharle, sentimos el absurdo de enviar misioneros a esa sabia nación.” No había motivo personal alguno, ni renombre ni fama ni mucho menos riqueza, detrás de sus esfuerzos para hacer conocer a la humanidad en qué consistía la verdadera religión. Quería solamente el bien del ser humano. Sólo cuando un maestro espiritual así, quien ha realizado, visto a Dios, y que no se siente movido por ningún interés personal, habla de Dios, la gente le escucha con toda atención y aprende de él, el modo de 2
Actualmente son nueve tomos.
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acercarse a la Divinidad, y vivir en ella. Y ese maestro, aun después de su desaparición física infunde coraje incluso a las personas más débiles. Swami Vivekananda era uno de esos maestros espirituales, la lectura de cuyas obras, aun ahora, produce en una persona deprimida algo así como una corriente eléctrica de ánimo y vitalidad, haciéndola descartar toda pusilanimidad y erguirse y afrontar todo lo que le pueda sobrevenir, con calma e intrepidez. La fuerza con que esos maestros pronunciaron sus mensajes no se pierde nunca, por el contrario, ayuda siempre a todos aquellos que buscan socorro espiritual. Hemos dicho que los grandes maestros espirituales nunca enseñan lo que ellos mismos no han experimentado y que por esta razón el método que aplican es seguro, inequívoco. Swami Vivekananda habló sobre cada uno de los cuatro yogas principales y enseñó a algunos la manera de meditar según el raya yoga. Teniendo en cuenta, lo peligroso que es el practicar este yoga sin un guía adecuado y para no dejar ninguna ambigüedad acerca del procedimiento, tomó la precaución de escribir en detalle y con claridad un tratado sobre él. Todo esto lo pudo hacer porque tenía la experiencia directa. Ahora vamos ver cómo estos yogas se manifiestan en él. Si se estudian con un poco de penetración las vidas de las grandes personalidades espirituales, se hallará que la grandeza del adulto asoma a través del comportamiento espontáneo en la infancia y niñez, que la semilla del futuro gigantesco árbol espiritual ya estaba en ellas y que desde la niñez iba creciendo. Afortunadamente, en el caso de Swami Vivekananda tenemos amplios datos desde su infancia. Aun cuando era niño jugaba a la meditación, y ese juego despertaba en él emociones espirituales muy profundas. Los muchachos de la vecindad a veces se le unían en este juego. Cierto día cuando estaba meditando junto con sus compañeros apareció allí una cobra, viendo la cual los otros muchachos se asustaron y advirtiendo a gritos del peligro a Narén, se fueron corriendo de allí. Pero él, que ya había perdido totalmente la conciencia externa, no les oyó, y por consiguiente, no se movió del lugar. La serpiente se quedó un rato y luego, suavemente se arrastró y desapareció. Hubo otro incidente similar. Cierta vez el muchacho, que tenía sólo cinco años, escuchó la historia de Rama, y atraído por su vida compró una imagen de Sita y Rama, y la instaló en uno de los cuartos sobre la terraza de su casa. Luego, junto con un amigo de su edad se encerró en esa habitación y los dos se sentaron para meditar. Al no encontrar a Narén, se comenzó a buscarlo por todas partes y al final llegaron a la habitación cerrada, pero aun después de llamarlo varias veces, al ver que no se abría la puerta, tuvieron que forzarla. Una vez abierta, encontraron a los dos muchachos sentados inmóviles delante de la imagen de Sita y Rama. Había otro fenómeno peculiar que era natural en Narén. Cada noche
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le traía alguna visión extraña. Singular era la manera en que se quedaba dormido. Tan pronto como se acostaba y cerraba los ojos, aparecía en su entrecejo una maravillosa luz que cambiaba de color, y que se expandía hasta estallar, bañando todo su cuerpo con su brillantez; y mientras la mente se ocupaba en contemplar este fenómeno, el cuerpo entraba en el sueño. Narén pensó que esto era natural en todos los seres humanos y un día preguntó a un amigo suyo si él también tenía esa clase de experiencia. Cuando el amigo respondió que no la tenía, le aconsejó que observara bien antes de quedarse dormido. Este fenómeno quedó con él hasta el fin de su vida, si bien en su última parte no era tan frecuente ni tan intenso. Todo esto muestra la profundidad del estado de meditación a que había llegado su alma y lo natural que ella se había vuelto en él. Más tarde, cuando Narén se acercó a Sri Ramakrishna en su búsqueda de un hombre que hubiera visto a Dios, el Maestro cierta vez le preguntó: “¿Ves una luz antes de quedarte dormido?”, y cuando el joven contestó que sí, exclamó: “¡Ah! Eso es verdad. Este muchacho es un dhyana siddha, consumado en la meditación desde su nacimiento.” La meditación forma una parte importante de la vida espiritual y consiste en dirigir la mente exclusivamente a un sólo objeto, a una sola idea, así como se vierte el aceite de una vasija a otra ininterrumpidamente, hasta quedar absorta en ese pensamiento. Un hombre común pasa casi toda su vida tratando de lograr un poco de concentración y muy raras veces llega a alcanzar la meditación, en su verdadero sentido. Es el penúltimo peldaño, según el raya yoga, siendo el próximo el samadhi. Y sin tener este poder de meditar, retirando la mente de todos otros objetos y pensamientos, no se puede progresar en el sendero espiritual. Y como se sabe, yoga significa la unión del ser individual con el Ser Supremo y por extensión el camino que nos lleva a obtener esa unión también es llamado yoga. En Swami Vivekananda vemos cómo desde su niñez todos los elementos necesarios para esa unión con Dios ya estaban presentes, sólo faltaba el toque final de la mano maestra para que llegara a la culminación, a la cumbre. Volveremos al tema del raya yoga más adelante. Sri Ramakrishna describe así la primera visita de su discípulo: “Narendra entró al cuarto por la puerta del oeste. Pareció ser indiferente hacia su cuerpo y su vestido, y contrariamente a los demás, no prestaba atención al mundo externo. Sus ojos señalaban que tenía una mente introspectiva, como si una parte de ella estuviera siempre concentrada en algo interno. Quedé asombrado al hallar que un alma tan espiritual venía de la atmósfera, del ambiente materialista de Calcuta. Cantó a mi pedido algunos cantos bengalíes. Uno de ellos era un canto común del Brahmo Samaya, que comienza con esas palabras: ‘On mente mía, vete a tu propia morada, en este mundo extraño ¿por qué vagas inútilmente como un forastero?’ Pero lo cantó con todo su corazón e infundió tanto sentimiento en ello que yo no pude contenerme más, sino que entré en un estado extático.” Aquí tenemos dos aspectos prominentes de Swami
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Vivekananda: la introspección unida a la indiferencia hacia el cuerpo y la ternura o sentimiento que se volcaba hacia Dios. Como se sabe, antes de llegar a tener contacto con Sri Ramakrishna, Narendra, en su búsqueda de Dios, recurrió a muchas personas destacadas y reconocidas como líderes espirituales y hasta se hizo miembro del Brahmo Samaya, donde se adoraba a Dios sin forma pero con atributos. Por el contrario, Sri Ramakrishna adoraba a Dios con forma, como la Divina Madre, Kali. Había practicado también las disciplinas del monismo y alcanzado el Nirvikalpa Samadhi, donde no existe la diferencia entre el adorador y lo Adorado; mejor dicho donde todo es el Único sin Segundo, en que el adorador se sumerge en lo Absoluto. Experimentando ese estado, Sri Ramakrishna se había unido con la mente cósmica y por consiguiente podía medir las profundidades del alma de los seres con quienes Él entraba en contacto. Cuando vio a Narendra por primera vez, en seguida lo reconoció; sin embargo durante su segunda y tercera visita quiso comprobar los antecedentes del discípulo, haciéndole zambullirse en las regiones más recónditas de su alma. Al tener la confirmación de sus visiones acerca de Narendra, comenzó a entrenarlo de una manera muy distinta a los demás discípulos. Durante sus visitas, muy a menudo le pedía que leyera para Él, el Ashtavakra Samhita u otro tratado sobre Advaita o monismo, con la intención de familiarizar a Narendra con esa filosofía. Pero estos tratados parecían a Narendra, un firme adherente del Brahmo Samaya, heréticos y decía abiertamente: “Es una blasfemia, porque no hay ninguna diferencia entre tal filosofía y el ateísmo. No existe un pecado más grande en el mundo que creerse idéntico al Creador. Yo soy Dios, tú eres Dios, estas cosas creadas son Dios - ¡qué puede ser más absurdo que esto! Los sabios que escribieron esas cocas deben haber sido locos.” Sri Ramakrishna se divertía ante esta brusquedad y le decía: “No es necesario que tú aceptes las opiniones de esos sabios. Pero ¿cómo puedes insultarlos o limitar la infinitud de Dios? Sigue rezando al Dios de la Verdad y cree en cualquiera de Sus aspectos que Él te revele a ti.” Pero Narendra no se sometió fácilmente. Cualquier concepto que no concordaba con la razón lo consideraba como falso, y era su naturaleza oponerse a la falsedad. Por consiguiente no dejó pasar ninguna oportunidad de ridiculizar la filosofía Advaita, monista. No obstante Sri Ramakrishna, quien sabía mejor que el discípulo que su sendero era el de Conocimiento, insistió en hablarle sobre esa filosofía. Cierto día, el Maestro trató de convencerlo acerca de la idea de que el ser individual es idéntico con Brahman, pero sin éxito. Narendra salió del cuarto y comenzó a ridiculizar y reírse de ello con otra persona que vivía en aquel entonces en el templo de Dakshineswar. Sri Ramakrishna, oyendo la risa de Narendra, también salió de su cuarto en un estado semiconsciente y sonriendo preguntó: “Hola, ¿de qué estáis hablando?” diciendo esto tocó a Narendra y entró en samadhi. El efecto del toque fue estupendo. Narendra mismo lo describe así: “El toque mágico del Maestro aquel
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día, de inmediato produjo un maravilloso cambio en mi mente. ¡Quedé estupefacto al ver que en verdad no había nada en el universo que no fuera Dios! Vi claramente esto, pero guardé silencio, para ver si la idea duraba. La impresión no disminuyó ese día. Volví a casa, pero allí también, todo lo que veía pareció ser Brahman. Me senté para comer, y encontré que todo - el alimento, el plato, la persona que me servía y hasta yo mismo - era nada más que Aquello, lo Absoluto.” Esa experiencia, relata él, duró algunos días sin interrupción. “Después continúa Swami Vivekananda - cuando me normalicé, me dí cuenta que yo debí haber tenido una vislumbre del estado de Advaita. Entonces se me ocurrió que las palabras de las Escrituras Sagradas no eran falsas. Desde entonces no pude negar las conclusiones de la filosofía Advaita, monista.” Así poco a poco salió de todo concepto objetivo de la Divinidad hasta llegar a tener la gloriosa conciencia de la naturaleza sujetiva del Verdadero Ser, más allá de la forma, del pensamiento, de los sentidos, más allá de todo bien y mal relativos. Todo esto no sucedió en un día. Tuvo que descartar los anteriores conceptos y modo de meditar; la obra era dura, sin embargo no se desanimó. Teniendo la capacidad de aislar su mente de todos los pensamientos que no fueran del modo particular de rezar, comenzó a orar de una manera nueva y se sumergía durante las noches en la profundidad de su interior a tal punto que quedaba cómo embriagado. No sentía ganas de levantarse del asiento de meditación. Sri Ramakrishna también le enseñaba los diferentes modos de meditar. A pesar de tener respeto y reverencia a Sri Ramakrishna como una persona de cabal renunciación y pureza, Narendra, no podía aceptar a Dios con forma, un concepto fundamental en el sendero de la devoción, bhakti. El Maestro, cierta vez, observando minuciosamente los rasgos físicos de su discípulo, le había dicho: “Tus ojos muestran que no eres un gñani seco; en ti están unidos armoniosamente la tierna devoción y el profundo conocimiento.” Habiendo conocido este hecho, Sri Ramakrishna no iba a dejar que el desarrollo espiritual de su querido discípulo fuera parcial; y en poco tiempo se le presentó la oportunidad. Murió el padre de Narendra y la familia se encontró desprevenida; y a pesar de todos los esfuerzos el joven no consiguió ningún trabajo para mantener a su madre y hermanos. Cuando agotó todos los medios que le podían ayudar a aliviar el sufrimiento de su familia, Narendra se acercó a Sri Ramakrishna y le dijo que pidiera a la Madre que quitara la penuria de la familia. El Maestro contestó: “Hijo mío, yo no puedo pedir esas cosas. ¿Por qué no vas tú mismo y le pides a la Madre? Todo tu sufrimiento es debido a tu desprecio por Ella.” Narendra replicó: “Yo no conozco a la Madre, por favor háblele Ud. por mí.” Sri Ramakrishna respondió con gran ternura: “Querido, le he dicho varias veces, pero como tú no la aceptas, Ella no me hace caso. Bueno, hoy es martes, - un día auspicioso para los adoradores de la Madre - vete esta noche al templo de Kali, prostérnate ante la Madre y pide de Ella cualquier don que quieras, lo conseguirás. Ella es el
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Conocimiento Absoluto, el Poder Inescrutable de Brahman. Por Su mera voluntad ha dado a luz al mundo. Puede dar lo que quiere.” Relata Swami Vivekananda mismo lo que ocurrió después: "Creí en cada una de esas palabras y esperé ansiosamente que anocheciera. A las nueve de la noche el Maestro me mandó al templo. Cuando me iba sentí una divina embriaguez, tambaleaban mis piernas; mi corazón latía fuertemente con la esperada alegría de la visión de la viviente Madre y el deseo de oír Sus palabras. Estaba colmado con la idea. Cuando llegué al templo y dirigí mi mirada a la imagen, realmente vi que la Divina Madre era viva y consciente, la Fuente Perenne del Divino Amor y Belleza. Fui atrapado en una marejada de devoción y amor. En un éxtasis de alegría, me prosternó una y otra vez ante la Madre y rezó: “Madre, ¡Dame discernimiento, dame renunciación, dame conocimiento y devoción! ¡Bendíceme para que yo pueda tener Tu ininterrumpida visión!” Olvidó todo lo de la familia, lo de la penuria; reinaba en su interior una paz indescriptible, y aunque recordó, al volver a la habitación de Sri Ramakrishna, el propósito con que había ido al templo, no pudo pedir nada de las cosas del mundo a la Madre en su segunda y tercera visita a Ella esa misma noche. Dice él: “Al entrar al templo por tercera vez, una terrible vergüenza se apoderó de mí: Pensé: ‘¡Qué cosa tan insignificante he venido a pedir a la Madre! ¡Es como pedir algunas verduras a un rey bondadoso!’” Pero yendo al cuarto de Sri Ramakrishna insistió en que Él debía bendecirle para que su familia no sufriera de aguda pobreza. El Maestro al final cedió y le aseguró que en adelante la gente en su casa no sufriría por falta de comida y ropa. Luego le enseño un canto a la Divina Madre, el cual cantó durante toda la noche con un corazón desbordante de amor por Ella. Así fue iniciado en el sendero de bhakti, devoción y bendecido con la visión de la Divina Madre. Es por eso que él pudo enseñar a la gente que la devoción no consiste en amar a Dios para conseguir cosas del mundo; llamaba a esa forma de querer a Dios como un negocio. Más tarde, cuando Sri Ramakrishna se enfermó de cáncer y lo llevaron a Calcuta para brindarle mejor atención médica, los jóvenes reunidos alredor de Él, quedaran en la casa de Casipur para servirlo, y cuando Narén se dio cuenta que la enfermedad del Maestro era grave y que posiblemente Él pronto dejaría Su cuerpo, su deseo de realizar a Dios aumentó cada día más. Reunía a sus condiscípulos jóvenes y les incitaba a practicar disciplinas espirituales advirtiéndoles de lo grave que era la enfermedad del Maestro, y que con toda intensidad trataran de tener la visión de Dios, antes que partiera Sri Ramakrishna. Cierto día el Maestro lo inició con el mantram de Rama, diciéndole que Él mismo lo había recibido de su Gurú. Como consecuencia surgieron olas de emociones en Narendra a tal punto que hacia la tarde comenzó a dar vueltas alrededor de la casa repitiendo el nombre del Señor con voz excitada. Había perdido totalmente la conciencia externa, y estaba colmado de ánimo extático. De
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este modo, Sri Ramakrishna adiestraba y colmaba a sus discípulos con amor por Dios, mientras permaneció en la casa quinta de Casipur, en que yacía gravemente enfermo. No se puede describir con qué intensidad Narendra amaba a Dios. Cierta vez, estando en casa, fue reprendido por los familiares por haber descuidado sus estudios, pero cuando intentó hacerlo se apoderó de él un gran susto, como si estudiar fuera una cosa horrible. Vamos a narrar lo que sucedió con sus propias palabras: “Comenzó una gran lucha en mi corazón. ¡Nunca en mi vida lloré tanto! Luego, dejando mis libros y todo, vine corriendo sin parar hasta llegar aquí (Casipur). Mis chinelas se deslizaron no sé donde.” Refiriéndose a ese estado de Narendra, Sri Ramakrishna, aunque no podía hablar debido a su enfermedad, esa noche indicó por señas el maravilloso estado en que se encontraba Narendra. “Hubo un tiempo - dijo en voz baja - en que él no creía en el aspecto Personal de Dios. ¡Ahora ve cómo desea con ansia la realización!” En la casa quinta de Casipur cada uno de los discípulos de Sri Ramakrishna había sido bendecido con una u otra experiencia espiritual. Narendra, aunque tuvo las experiencias ya mencionadas, se sentía privado de este privilegio. Un día se quejó ante el Maestro: “Todos han sido bendecidos con alguna clase de realización. Que yo también tenga algo. Cuando todos lo han tenido ¿seré yo solamente el excluido?” Sri Ramakrishna replicó: “Haz algún arreglo de tus asuntos familiares y luego tendrás todo. ¿Qué quieres?” Narendra expresó su deseo de quedarse sumergido en el Samadhi durante tres o cuatro días seguidos, y luego bajar al plano normal sólo para tomar alimento. Contestó el Maestro: “¡Qué tonto eres! Hay un estado aun más elevado que ese. ¿No cantas tú: ‘Todo lo que existe eres Tú’? Ven después de proveer a tu familia, luego realizarás un estado más elevado que el samadhi.” Pasaron los días. Narendra atraído por la vida de Buddha, fue al lugar de Su iluminación, y meditando debajo del árbol bodhi llegó a tener una experiencia muy elevada. La renunciación de Buddha ahora ardía siempre en la mente de Narendra. El quería realizar el más elevado estado espiritual, en que se pierde el ego por completo, y la Conciencia brilla en su prístina gloria. Cierta tarde, ese anhelo suyo se cumplió inesperadamente. Estaba meditando, cuando de repente sintió una luz detrás de su cabeza, como si una linterna hubiese sido colocada allí. Luego esa luz aumentó en intensidad y creció y al final pareció estallar. Su mente se sumergió en ella; lo que sucedió después no puede ser descripto con palabras; pues ese estado Absoluto está más allá de la palabra y de la mente, afirman los Upanishads. En ese momento, sólo Narendra y otro discípulo de Sri Ramakrishna, Gopal, el mayor, estaban en ese cuarto meditando; todo estaba silencioso. Súbitamente, el condiscípulo oyó a Narendra gritar: “Hermano, ¿dónde esta mí cuerpo?” Bajando parcialmente a la conciencia normal, Narendra sentía sólo su
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cabeza. El otro sorprendido contestó: “¡Está ahí, está ahí!” y luego viendo el cuerpo rígido de Narendra, fue de prisa a pedir ayuda a Sri Ramakrishna, a quien encontró intensamente calmo, pero cuyo rostro emanaba una seriedad profunda, como si supiera lo que estaba pasando en el cuarto adyacente. En respuesta al pedido de ayuda, dijo el Maestro: “Déjalo que se quede en ese estado por un rato. ¡Me ha atormentado tanto tiempo por ello!” Cuando Narendra recobró completamente su conciencia normal, vio que estaba rodeado por sus ansiosos condiscípulos. Sentía como si estuviera sumergido en una paz inefable. Su corazón desbordaba de éxtasis. Más tarde, al presentarse ante Sri Ramakrishna, el Maestro mirando profundamente en sus ojos, le dijo: “Ahora bien, la Madre te ha mostrado todo. Así como se encierra con llave en una caja a un tesoro, del mismo modo, la realización que acabas de tener será encerrada y la llave quedará conmigo. Tú tienes trabajo para hacer. Cuando hayas terminado mi trabajo, se abrirá la caja, y sabrás todo, como lo sabes ahora.” Luego le advirtió que cuidara el cuerpo por un tiempo y que tuviera suma discreción en cuanto a la comida y a la elección de compañeros y aceptara sólo los más puros. Vemos así cómo la tendencia natural de introversión de Narendra era como si fuera la precursora de la más elevada realización espiritual, la de Nirvikalpa Samadhi, el objetivo del sendero de Conocimiento. A menos que uno trascienda la idea de que es cuerpo, no puede adelantar en este yoga. Sri Shánkara explica claramente: “El que siguiendo una vida de placeres sensorios quiere alcanzar lo Absoluto, perece como aquel que tomando equivocadamente al cocodrilo por un madero quiere cruzar el río.” La desidentificación con el cuerpo es la condición esencial en este yoga, y Swami Vivekananda, como hemos visto, la tenía desde la niñez en sumo grado; por eso le fue posible realizar la meta de este sendero en tan poco tiempo. Al comienzo de esta charla nos referimos a la facilidad con que Narendra se perdía en la meditación y cómo ésta también forma una práctica importante del raya yoga. Los dias de Casipur, como ya decimos, fueron, para los discípulos jóvenes de Sri Ramakrishna un período de intensas prácticas espirituales, de servicio dedicado al Maestro, y de distintas elevadas experiencias. Unos meses antes del acontecimiento que acabamos de mencionar, Narendra tuvo otra experiencia: Un día estaba meditando. De repente sintió una sensación peculiar en su pecho. El señor ‘M’ a quien Narendra relataba esto, dijo: “Era el despertar de la Kundalini (la energía espiritual que yace en la base de la columna dorsal).” “Quizá era - dijo Narendra -. Percibí claramente los nervios Ida y Pingala. Pedí a Hazra que colocara su mano sobre mi pecho. Ayer conté esto al Maestro.” De este modo, Narendra avanzaba rápidamente por el camino del raya yoga también. El compendio que él ha escrito sobre ese yoga no deja duda alguna de que ese texto fue una anotación de su
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propia experiencia. Nos falta ahora decir cómo está manifiesto en Swami Vivekananda el karma yoga. Se recordarán las palabras de Sri Ramakrishna a Narendra después que éste tuviera el Nirvikalpa Samadhi, en Casipur: “Ya has conocido todo, ahora esta realización, como un tesoro, será guardada encerrada con llave. Tú tienes que hacer mi trabajo, y cuando lo termines se abrirá la caja, no antes.” El primer trabajo fue el cuidado de los jóvenes discípulos del Maestro. Él le encargo expresamente que cuidara a los muchachos para que no se volviesen a sus hogares sino que fuesen monjes para llevar adelante Su mensaje. Esparcir ese mensaje en el Occidente fue la segunda tarea y la tercera fue infundir vitalidad a la nación debilitada y postrada. Todo esto lo cumplió enfrentando muchas resistencias, calumnias y otros factores adversos, pero sin motivo personal alguno, sin querer ni renombre ni fama. Las tareas eran enormes y los años que le quedaban eran pocos, por lo tanto se impacientaba cuando el trabajo no adelantaba como él quería. Por consiguiente, a veces se le ve reprender severamente incluso a sus condiscípulos, para quienes tenía cariño y respeto; era sólo para prepararlos a fin de encarar la obra cuando él partiera. Era un karma yogui sin par, trabajó hasta el último día de su vida, y en medio del trabajo intenso, se sentía profundamente calmo. Vemos así que la vida de Swami Vivekananda es una síntesis de todos los yogas. Más se piensa en la vida de Swami Vivekananda más uno se queda maravillado. Toda pequeñez desaparece de la mente. Es hermoso leer cómo esa persona, espiritualmente gigantesca, se ponía al nivel del estudiante para que éste se sintiera libre de temor reverente y olvidando la grandeza del Swami pudiera sentir una relación íntima con él. Que Dios nos dé la capacidad de seguir por lo menos uno de los yogas con constancia y ahínco.
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UN TEMPLO DE DIOS Mayo
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1978
Swami Paratparananda
La gente, en todas partes del mundo, conoce la idea de lugares sagrados de adoración, como por ejemplo, un templo, una iglesia, una mezquita y otros semejantes. Los hombres construyen templos, los adornan con belleza arquitectónica, colocando las imágenes de la Divinidad, y nombrando personas preparadas para conducir la adoración, al par que empleando personal para mantener limpios sus recintos, pues la limpieza, según un refrán inglés, está próxima a la santidad o piedad. La limpieza externa es un factor esencial que contribuye a la pureza interna del corazón, o de la mente. Es sabido que un lugar limpio produce espontáneamente un efecto tranquilizador en el hombre. ¿Cuál es la idea que está detrás de esos templos? Millones de personas aun a pesar de la tendencia materialista de la sociedad actual, visitan las iglesias, templos y mezquitas y asisten a los servicios religiosos en esos lugares, ¿Por qué? Porque en el hombre hay una sed insaciable de conocer lo Desconocido, conocer el Gobernador de nuestro destino, el Principio Más Elevado, y adorarLo. Dios es aquel Desconocido, por cualquier nombre que se Lo llame. Para la humanidad, por lo general, el Principio Abstracto, está más allá de su comprensión. Necesitan de algún símbolo concreto mediante el cual puedan adorar a Dios. Por consiguiente, las imágenes y símbolos son una necesidad en el campo religioso, por lo menos, para la mayoría. Para adorar a las imágenes se construyen los templos. En los días prehistóricos, en la India, no se hablaba mucho de los templos. En aquel tiempo, la gente hacía sacrificios y adoraba, el fuego como representante de la Divinidad. Más tarde, el sacrificio de animales fue reemplazado por el culto a las imágenes. Si se lee la historia de la fundación de cualquier templo que haya continuado ejerciendo su influencia sobre la gente, se percibirá que fue algún santo o sabio espiritual quien santificó aquel lugar por sus austeridades, prácticas espirituales, prédica religiosa o por su estadía. El sabio Nárada en sus Bhakti Sutras (aforismos sobre devoción) dice: "Ellos (los grandes devotos) imparten la santidad a los lugares de peregrinación." Su mera visita o morada en esos lugares crea una atmósfera elevada que en muchos casos dura miles de años. Sri Ramakrishna dice al respecto: "Dios está presente donde la gente habla de Él. Uno puede sentir allí la presencia de todos los lugares sagrados. Es por eso que donde se adora a Dios, uno naturalmente piensa en Él," Conocemos bien la ley de asociación, la qual puede aplicarse tanto al respecto de las ideas como de
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las personas o lugares de adoración. Sri Ramakrishna solía citar el ejemplo do un devoto que a la mera vista del árbol babla quedó subyugado por el éxtasis. Asoció al árbol con Krishna, su Ideal, por el hecho de que el mango del hacha utilizada en el templo de Radhakanta, otro nombre de Krishna, estaba hecho de esa madera. Para los que no están acostumbrados a pensar en Dios tan intensamente, esto parecería un mito o fantasía. Pero el que vive pensando constantemente en una forma, particular de Dios, puede de vez en cuando, recordar al Señor, mediante episodios muy lejanamente relacionados con Él. Esto se puede comprobar cuando una persona muy querida deja de existir y algo perteneciente a ella aparece ante nuestros ojos; eso nos conmueve y sentimos de nuevo la pérdida de esa persona. Del misino modo y en un sentido más agudo, un devoto recuerda a Dios; por supuesto, los ejemplos de esta clase de devotos son muy pocos. La mente de ese devoto debe estar limpia de toda ansiedad y todo deseo mundano; pero por eso no podemos descartar la idea de que el hombre sienta la presencia de Dios o por lo menos le llegue el pensamiento del Señor en los templos. Este es el propósito de construir edificios destinados a adorar al Señor: hacerle recordar al hombre que existe un Ser Supremo que controla todo y que el propósito del nacimiento humano es unirse con Él. Además, el templo no es en absoluto un lugar donde la gente pueda reunirse para hacer negocios ni tampoco debe ser utilizado para funciones sociales. Es un lugar para adorar a Dios. La misma idea de visitar un templo nos hace sentir que debemos ser puros. En la India, antes de ir al templo, la gente se baña, se viste de ropa lavada y limpia, y contemplando a Dios, se Le acerca. Y en ese comento si una persona encuentra, que les contornos del templo están sucios, y que se lo ha descuidado, su mente se rebela, pues la idea de santidad que se asocia con un templo se desvanece. Si se olvidan esas reglas sencillas y directas, el templo se convierte en un mercado bullicioso o en un lugar donde la gente habla e intercambia ideas acerca de los asuntos mundanos; y como consecuencia pierde su santidad. Recordemos como Jesús echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, diciéndoles: "Escrito está: 'Mi casa, casa de oración es'; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones." Tampoco se debe usar esos templos como lugares de pasatiempo, tal como jugar a las cartas. Cierta vez Sri Ramakrishna fue a visitar un templo en Calcuta y allí encontró a los sacerdotes del templo jugando a las cartas; al instante dijo a sus discípulos que lo acompañaban: "¡Jugar a las cartas en un templo! Aquí se debe pensar sólo en Dios." Por lo tanto, es necesario mantener la pureza y la santidad de un lugar de adoración, con mucho esmero. Esa idea de imágenes y templos puede ser extendida hacia uno mismo, para que pueda sacar buen provecho espiritual. Vemos que nos encontramos atados, encadenados por las limitaciones del cuerpo, los sentidos y la mente, es decir, las ideas de que somos cuerpo, sentidos o mente siempre intervienen cuando tratamos de elevamos; uno no puede
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deshacerse de estas ideas ni aun después de mucho esfuerzo. Las enfermedades del cuerpo y los trastornos que perturban y dominan a la mente nos obligan a pensar en nosotros como cuerpo o mente. Sólo existen dos métodos para vencer eso conceptos; uno, por el desapasionamiento intenso hacia todo lo que es de este mundo, o del venidero, y tratar hasta al cuerpo, que es tan querido para todos, como una carga sin objeto, hacia el cual se debe ser indiferente. Pero es una posición muy dura, que sólo una persona que sigue el sendero del conocimiento puede tomar con sinceridad y llegar a tener éxito. Porque es difícil mantener esa actitud para el que lleva una vicia de hogareño, que tiene obligaciones que cumplir con su familia y otras personas en el mundo. Él se siente responsable del cuidado de sus hijos y otras personas que dependen de él, por consiguiente, no puede tener esa actitud de indiferencia hacia ellos y mucho menos hacia su propio cuerpo; pues si no lo cuida bien es posible que se enferme y no pueda cumplir con los deberes que le corresponden. El otro método es considerar al cuerpo como un templo de Dios. No solamente debemos cuidar de la estructura externa manteniéndola limpia sino que también tenemos que hacerlo con el santuario interno, es decir, debemos tener tanto esmero en preservar el corazón y mente puros y limpios como en la conservación del cuerpo. Si no, ¿cómo podemos colocar en el corazón la imagen de Dios? Pero, hay un gran peligro en considerar al cuerpo como templo de Dios: el de darle demasiada atención olvidando al Señor. Hay una historia en los Upanishads que ilustra cuan arriesgado es el no comprender bien las enseñanzas espirituales. Cierta vez el Creador declaró: "Todo ser que busca en debida manera y llega a conocer a ese Atman, que es sin mancha, sin vejez ni muerte, sin pesar ni sed, y cuya voluntad y pensamientos se cumplen, logra todos los mundos y se capacita para satisfacer todos sus deseos." Llegando a conocer acerca de esta declaración, dice la historia, el rey de los devas y el de los demonios se acercaron al Creador y le pidieron que les enseñara acerca de este Atman tan maravilloso. El Creador les pidió que se quedaran con Él treinta y dos años como célibes. Cuando terminó ese período de entrenamiento, ellos se Le acercaron de nuevo. Entonces el Creador los dijo: "Ese Purusha que se ve en el ojo, ese es el Atman, ese es inmortal, es sin miedo y ese es Brahmán." Para estar seguros de que lo habían comprendido bien ellos Le preguntaron: "Venerable Señor, ¿cuál de ellos es él, el que se ve en el agua o el que se ve en el espejo?" El Creador respondió: "En realidad, ese mismo es percibido en todas estas cosas." Luego agregó: "Miraos a vosotros mismos en el agua de una vasija, y si no comprendéis acerca del Atman, venid y preguntadme." Ellos se miraron en el agua. El Creador preguntó: "¿Qué veis?" Contestaron: "Venerable Señor, vemos todo de nosotros, hasta las uñas y los cabellos; un reflejo perfecto." Durante todos esos años, como no se afeitaban, les habían crecido la barba y los cabellos; además, tampoco usaban los vestidos y adornos reales. El Señor quería quitarles su equivocación, mostrándoles el cambio que sufre ese
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reflejo, por consiguiente les dijo: "Afeitaos, vestíos bien y adornaos; luego id a miraros en el agua de la vasija." Después de seguir las instrucciones del Preceptor, se miraron en el agua. "¿Qué veis?" preguntó el Creador. Dijeron: "Bien adornados, bien vestidos y limpios como estamos, así nos vemos a nosotros allí." El Creador entonces les dijo: "Ese es el Atman, ese es inmortal, es sin miedo; ese es Brahmán." Él Se dio cuenta que a esta altura de su comprensión no podía enseñarles más; y ellos, bien contentos, se fueron. Viéndolos el Creador observó: "Se están yendo sin haber conocido ni haber realizado al Atman. Cualquiera de ellos, sean devas o demonios, que siga esa doctrina perecerá." El rey de los demonios muy contento se fue y predicó a sus súbditos: "Se debe adorar y servir aquí sólo al cuerpo; pues solamente adorándolo y sirviéndolo se adquiere este mundo y el más allá." Pero el rey de los devas reflexionó y halló que el cuerpo que se reflejaba en el agua no podía ser el Atman, ya que estaba sujeto a cambios, por consiguiente volvió repetidas veces al preceptor hasta que llegó a conocer la verdad de la enseñanza. Tengamos cuidado en no cometer ese error como el rey de los demonios. Sri Ramakrishna mediante una parábola nos enseña cómo debemos acercarnos a Dios. "En cierta aldea vivía un joven llamado Padmalochan. La gente, abreviando su nombre le llamaba 'Podo'. En esa aldea había un templo en muy malas condiciones, sin ninguna imagen de Dios adentro. El ashwatta y otras plantas crecían en las ruinas de sus paredes. Los murciélagos vivían allí y el piso se encontraba cubierto de su excremento y de polvo. La gente de aquella aldea había cesado de visitar el templo. Un día, después del crepúsculo, los aldeanos oyeron el sonido de la caracola que venía de la dirección del templo. Pensaron que, quizás, alguien habría instalado una imagen en el santuario y estaba haciendo el culto vespertino. Uno de ellos abrió la puerta sin hacer ruido y vio a Padmalochan parado en un rincón soplando la caracola. No había colocado imagen alguna. El templo no había sido limpiado; y por todas partes yacía la inmundicia. Entonces gritóle a Podo; 'No has colocado imagen alguna aquí, en el santuario, oh insensato. Soplando la caracola estás creando simplemente más confusión. Día y noche once murciélagos chillan allí sin cesar.'" Continuando, Sri Ramakrishna dice: "De nada sirve el mero hacer ruido, si queréis colocar la Deidad en el santuario de vuestro corazón, si queréis realizar a Dios. Antes que nada purificad vuestra mente. Dios toma asiento en el corazón puro. No se puede colocar la imagen sagrada en el templo si éste está cubierto del excremento de murciélagos. Los once murciélagos son nuestros once órganos: cinco de acción, cinco de percepción y la mente." Todos ellos exigen su satisfacción a toda hora; y limpiar la mente consiste en vaciarla de los deseos mundanos. Es verdad que la Divinidad mora dentro de todos. Pero mientras que el corazón no esté limpio, uno no puede sentir Su presencia allí. Sri Ramakrishna dice: "Es una cosa saber que existe fuego en la leña y otra completamente diferente sacar fuego frotando dos pedazos de leña,
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cocinar los comestibles en ese fuego y alimentarse. Es una cosa saber que la leche es buena para la salud y otra totalmente distinta bebería y sentirse beneficiado por ella." Del mismo modo, es una cosa conocer intelectualmente que todos somos divinos, pero otra muy distinta sentir esa presencia divina en nosotros. La mayoría de la humanidad se conoce como blancos, negros o amarillos, de cierta altura, peso y cosas por el estilo. ¿Qué significan todas estas descripciones sino datos del cuerpo? Sin embarco, el cuerpo no es más que un vehículo para el Ser, para su viaje a través de este mundo; para adquirir las experiencias dulces y amargas hasta que se despierte a la realidad. El cuerpo es sólo una estructura; y así como un templo no puede ser considerado tal mientras no tenga una imagen de Dios adentro, de la misma manera, hasta que uno no haya realizado a Dios y sentido Su presencia dentro de sí mismo, su cuerpo es nada más que un conjunto de carne, huesos, sangre y cosas semejantes. El amor a Dios puede ser llamado el sacerdote del templo del corazón humano, y el discernimiento y el desapasionamiento son cono los cuidadores que mantienen el templo limpio. El amor por Dios, o devoción es esencial si uno tiene que hacer progreso espiritual, antes que Dios responda y Se le revele. Se dice que el Señor mira en lo más profundo del corazón del hombre y no a lo que él dice o hace. É se siente complacido con el más pequeño servicio que uno le preste con toda sinceridad. La sinceridad es la arcilla con que los ladrillos del santuario del templo están hechos. Cuando un hombre ora con sinceridad a Dios para que Se le revele, el Señor le envía todo lo necesario para su progreso espiritual, vendrá el maestro que lo pueda guiar correctamente y tendrá todas las cosas que sean necesarias para estar seguro en su camino. Como el Señor Jesucristo dice: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." Los obstáculos en el sendero espiritual de una persona se desvanecen sin mucho esfuerzo de su parte si ella busca a Dios únicamente, con anhelo y sinceridad. El Señor viene corriendo a uno que no desea ninguna otra cosa sino Su visión, Su amor, Su presencia y que depende totalmente de Él. Y esta entrega completa salva al aspirante de muchos peligros. Sri Ramakrishna solía afirmar: "Un muchacho que agarrado de la mano de su padre camina por un angosto terraplén puede resbalar dentro de la zanja; pero eso jamás sucederá si es el padre quien ase al chico de la mano." En esa clase de entrega o confianza, la oración juega un gran papel; pero no las plegarias que piden cosas de este mundo sino la que pide sólo amor por Él y Su visión. Esta clase de oración limpia la mente de todos los demás deseos. Y hasta tanto no haya limpieza de corazón, no es posible colocar la imagen sagrada de Dios allí; Él no entrará a un lugar donde ya hay otros habitantes, y estos, en el caso del ser humano, son los deseos y apegos mundanos. Cierta vez un devoto preguntó a Sri Ramakrishna cómo se podía desarrollar amor por Dios. Él respondió: "Uno gradualmente adquiere
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amor por Dios por la práctica de cantar Su nombre y Sus glorias. No se debe tener vergüenza de cantar el santo nombre del Señor, - y agregó, hay un dicho: 'Uno no puede lograr éxito mientras tenga estas tres cosas: vergüenza, odio y miedo.'" Estos son exactamente los que impiden nuestro progreso espiritual. Tenemos vergüenza de ser calificados como religiosos por la sociedad, en la época actual, en que la religión es considerada o como una senda seguida por gente de corto alcance o inmadura, o corno el opio de los pobres. ¿Cómo pueden, entonces, aquellos que buscan posición social identificarse abiertamente con la religión? También sucede muchas veces que la gente adicta a una u otra secta o religión llega a odiar a los que no siguen la fe de ellos; esto también es un impedimento en la vida espiritual. Y el miedo a la crítica adversa por asociarse con la gente piadosa, también es común en esta época. Tal es la posición desconcertante en que muchos se encuentran. Pero, así como la ley de la naturaleza no cambia para adaptarse a una u otra persona, asimismo la ley del desarrollo espiritual tampoco puede modificarse para convenir a los gustos de todos. Ahora bien, ¿qué quiso decir Sri Ramakrishna afirmando; "uno no debe sentir vergüenza de cantar el santo nombre de Dios"? ¿Acaso quiso decir que debemos hacer un despliegue de nuestra religiosidad? No, pues en otras ocasiones repetidas veces instruyó a los devotos diciéndoles: "Deberéis practicar las disciplinas espirituales en vuestra mente, en un rincón de vuestra casa o en un bosque." También aconsejaba aun a los hogareños a retirarse a un lugar alejado de su casa y vivir en soledad practicando tales disciplinas. Pero es una cosa distinta, cuando se trata de cantar en coro, o en congregaciones, las glorias de Dios. Sri Ramakrishna cantaba loas a la Madre no solamente en el templo de Kali, sino también ante los devotos y bailaba en nombre de Dios. A veces insistía en que se uniera al canto o baile uno u otro de sus discípulos un poco tímidos para quitarle ese sentido de vergüenza. La limpieza del corazón llega mediante la oración y repetición del nombre de Dios. Como ya hemos dicho, ello significa no tener deseos mundanos, los cuales siempre engendran otras malas inclinaciones tales como egoísmo, vanidad, crueldad y cosas por el estilo. Mientras estas tendencias estén allí, la devoción o amor por dios no halla oportunidad de levantar su cabeza, por así decirlo. Y a menos que uno tenga amor por Dios no se capacita para recordarlo constante e ininterrumpidamente. Nárada, en sus aforismos sobre bhakti menciona las características de la devoción; después de citar a otros autores sobre este tema dice: "Pero Nárada considera como devoción a aquel estado en que se consagran todas las actividades al Señor y se entrega por completo a Él, sintiendo aguda angustia al olvidarLo." Es esa clase de amor por Dios que convierte al hombre en un santo, transformando su cuerpo en un templo del Señor, en el verdadero sentido de la palabra. Por supuesto no se adquiere ese amor así de pronto, debemos trabajar mucho y persistentemente para lograrlo. Es un tesoro valioso que el hombre puede tener; porque el que
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lo tiene sobrepasa a todos y es adorado en los tres mundos, dice Sri Krishna. Para fortalecer nuestra devoción y hacerla inextinguible es necesario que cultivemos el desapasionamiento por las cosas del mundo y el discernimiento entre lo Real y lo transitorio. Porque es imposible asirse a Dios y pensar o meditar en Él por largo tiempo, si no estamos convencidos de que sólo Dios es real y todas las demás cosas son transitorias, y tienen existencia de dos días. El discernimiento es imprescindible aun para el seguidor del sendero de la devoción; porque si uno no discierne entre lo que es eterno y lo que es transitorio, ¿cómo puede aferrarse con firmeza a lo eterno, al Señor? ¿Cómo puede evitar de ser víctima de las tentaciones en medio de las cuales él está viviendo? La cuestión, que surge ahora es: ¿Qué debemos hacer con nuestros sentidos turbulentos? ¿Cono podemos controlarlos? ¿Dé qué manera podemos vencerlos? Un devoto de Dios los dirige hacia Él. En un poema muy bello un devoto persuade a sus órganos así: "Oh lengua, canta el nombre y las glorias de Keshava; oh mente, medita en Muraripu; oh manos, adorad a Shridhara; oh oídos, escuchad la historia de Achiuta; oh ojos, ved a Krishna; oh pies, caminad a la morada de Harí; oh nariz, huele la hoja de tulsi ofrecida a los pies de Mukunda; oh cabeza, inclínate ante Adhókshaya." Los varios nombres que encontramos aquí son de Vishnú, el Señor que interpenetra todo; y cada uno de esos nombres proyecta ante los ojos del devoto un cuadro de algún episodio ocurrido en una u otra Encarnación del Señor o describiendo Su gloria. Rumiando todo esto, el devoto queda absorto en el pensamiento de Dios y así logra concentrar su mente en Él. Cuanto más podamos contemplar la forma de Dios y Su juego divino tanto más podremos elevarnos dejando atrás el plano mundano. Entonces, los deseos bajos estarán momentáneamente subyugados y si uno persigue su sendero con anhelo y sin interrupción, podrá debilitarlos y finalmente aniquilarlos por completo. Quizás, surja una duda aquí: Puede ser que éste sea el caso de una mente que de un modo u otro ha tropezado con el sendero, pero ¿qué ocurre con las personas que no tienen ningún gusto por la vida espiritual, quienes aunque estén sumergidas en ocupaciones mundanas, deberes y goces, sólo tienen de vez en cuando un deseo pasajero de trascenderlos? A ellos Sri Ramakrishna les recomienda la compañía de hombres piadosos. Dice: "La oración y la compañía de hombres santos engendran el anhelo por Dios en la gente mundana. Pero no es suficiente estar en su compañía sólo por un día. Uno debe buscarla constantemente, pues la enfermedad se ha vuelto crónica." ¿Por qué se dice que la compañía de los hombres santos es necesaria para los que viven en el mundo? Porque la gente religiosa no habla de ninguna cosa excepto de Dios. Sabemos bien cómo pensando constantemente en una cosa o persona se adquiere cierto apego a ella. Hablando siempre de los asuntos mundanos, el hombre hasta sueña con ellos, y así va agravando su enfermedad
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mundana día a día. Si tiene que librarse de la fiebre debe tornar el antídoto y en el caso de la fiebre mundana el remedio es la santa compañía. El Bhagavata también ensalza la eficacia de la compañía de gente muy avanzada en la espiritualidad, de esta manera: "En este mundo, la compañía de personas piadosas aun por unos momentos es un tesoro deseable para el hombre." "Porque para la gente que está por zozobrar en las terribles aguas de este mundo, el sabio, que ha logrado calmar sus pasiones y que es conocedor de Brahmán, es el refugio más grande, así corno una barca invulnerable lo es para el que está por ahogarse." Nárada expresa su opinión acerca de este tema: "Pero es extremadamente difícil lograr la compañía de una gran alma y ser beneficiado por ella; su influencia es sutil, incomprensible, sin embargo infalible en su efecto." Si se lee la historia de las religiones o los libros sagrados, se encontrará ejemplos de personas cuyas vidas fueron transformadas por el contacto que ellas tuvieron con grandes maestros espirituales. Pero debemos advertirnos de un hecho que conocemos bien. Es sabido que una chispa pequeña no puede encender una gran pila de leña verde o mojada; pero que un fuego ardiente y en llamas puede reducir a cenizas hasta al banano. De la misma manera, llegando a ponerse en contacto con los conocedores de Brahmán, o sabios que han visto a Dios, hasta un malvado arraigado puede transformarse en un santo, mientras que un hombre común con un poco de devoción puede perderla si se asocia íntimamente con una persona viciosa. Por consiguiente, los principiantes y aspirantes comunes no tan solo deben buscar la compañía de gente piadosa sino también al mismo tiempo evitar la mala. Si no, todo beneficio que podamos adquirir de la primera será neutralizado por la segunda, más aún, podemos ser arrastrados a niveles más bajo que antes. Como en el caso de la compañía, así también en elegir el alimento se debe tener cuidado. En el Chandoguia Upanishad encontramos un pasaje que hace hincapié acerca del alimento. Dice; "Si el alimento es puro, entonces la mente también se purifica. En una mente limpia la memoria se hace estable. Cuando la memoria se torna firme todos los nudos y ligaduras se deshacen por completo." Sri Shankaracharia comentando ese pasaje afirma: "Todo lo que se reúne es llamado alimento, aquí por extensión se aplica también al conocimiento de los objetos como el sonido etc., que es reunido por los sentidos y la mente. Ese conocimiento es puro cuando los contactos de los sentidos con sus objetos no son influidos por el apego, aversión y engaño." Lo que Sri Shankaracharia quiere dar a entender es que la pureza de la mente puede ser adquirida únicamente deshaciéndose del apego y aversión hacia los objetos del mundo. Y cuando se logra esa pureza de la mente, el recuerdo de Dios se hace constante y él conduce a la liberación". Otros comentaristas, sin embargo, han tomado el sentido literal de la palabra alimento: lo que se come. Dicen que hay tres clases de
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impurezas en el alimento, a saber: primero, los que son impuros por naturaleza, segundo, por adulteración y tercero, debido a su asociación. Si se presta un poco de atención a estas cosas, puede realmente ayudar a los aspirantes. Pero no necesitamos ser demasiado escrupulosos acerca de ello, olvidando el propósito principal de la vida, a saber, la realización de Dios. Hay un canto de una santa de Rayasthán, Mirabai, el cual aunque está dicho en un lenguaje sarcástico, indica la verdadera disciplina que nos lleva a Dios. Canta: "Oh hombre, es necesario practicar disciplinas espirituales, y también cantar las glorias de Dios. Es menester que desarrolles devoción por el Señor y amor por Él. ¿De qué sirve la mera purificación externa con los baños? Si eso fuera suficiente para tener la visión, de Harí (el Señor) entonces la lograrían los animales acuáticos que siempre están sumergidos en el agua. Si sosteniéndose con frutas e raíces uno pudiera lograr a visión de Dios, entonces la tendrían los murciélagos e monos. Si manteniéndose con leche solamente uno pudiera lograr al Señor, entonces la alcanzarían las crías de los mamíferos. Pero, Mira declara que el Mimado de Nandá no puede ser visto sin el amor puro." Sri Ramakrishna también hablando del alimento decía; "Bendito es aquel que siente anhelo por Dios aunque coma carne de cerdo. Pero vergüenza para aquel cuya mente mora en la lujuria y la codicia, aunque coma alimentos muy puros, tales como verduras hervidas, arroz y manteca clarificada." Todo esto demuestra que, aunque no es necesario descartar o desdeñar las reglas comunes acerca de la pureza del alimento, el poner demasiado énfasis sobre las cosas externas sólo va a desviar nuestra atención demorando nuestro progreso espiritual. La meta principal es amar a Dios por Él mismo, lograr Su visión y ser benditos. El que llega a tener esa bendición convierte su cuerpo en un templo de Dios. Sri Ramakrishna solía afirmar: "Dios está en todos, sin duda, pero Su manifestación es más grande en el corazón de una gran alma." ¡Que Dios, que mora en nuestro corazón, nos haga sentir Su presencia allí antes que dejemos este cuerpo!
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EL RECUERDO DE DIOS
Swami Paratparananda 1 8-8-1972
Uno de los métodos más eficaces para librarse de las trampas de este mundo, o alcanzar la liberación, consiste en la práctica de la constante presencia de Dios; así dicen los santos de todas las religiones y de todos los tiempos. Por lo general, el hombre sólo está consciente del mundo físico, o sea, el que puede percibir por los cinco sentidos. Su concepto del mundo en la presente época es que constituye solamente una entidad material. Ya no lo ve ni como la creación de Dios. Pero no cabe duda que es movido y se siente atraído por el constante cambio del panorama del mundo. Por ejemplo, la hermosa puesta del sol reflejada sobre un lago o el mar; los maravillosos colores y extensión del arco iris; la refrescante luz de la luna en una noche silenciosa; cada uno de estos cuadros quizás lo arrebate. El dulce murmullo de un arroyo o el cantar de los pájaros tranquiliza sus nervios y a veces hasta lo lleva al éxtasis; sin embargo, todos estos elementos solamente pueden tocar la parte superficial de su persona, es decir, sus sentidos y, en cierto grado, su mente. Puede recordar esos momentos durante toda su vida como los de alegría inexpresable y sin inhibición. Sin embargo, todo esto no lo capacita para penetrar en su personalidad si no puede tocar su ser. La susceptibilidad de esa persona a la naturaleza es solamente pasajera, pues al momento siguiente puede ser que cometa un acto brutal o perverso, y sin ninguna delicadeza de conciencia, si no cree en un propósito elevado de la vida, en un destino noble del hombre, en un ser que more en todos y perciba todo. No obstante no se descarta la influencia de la naturaleza sobre la vida espiritual. Vamos a narrar un acontecimiento en la vida de Sri Ramakrishna que ilustra esto. Cuando era un muchacho de siete años, libre como el aire, cierto día en que atravesaba un campo en su aldea natal, vio pasar volando una bandada de garzas blandas, destacándose sobre un fondo de nubles oscuras en la vasta extensión del cielo aldeano, y entró en éxtasis y cayó al suelo, perdiendo así toda conciencia externa. Pero desgraciadamente, el hombre, por lo común, no intenta mirar más allá de las apariencias, más allá del mundo fenomenal. Es por eso que sus frutos también son de este mundo, pues, como dice el Katha Upanishad: "No se puede alcanzar el Más Allá, lo Eterno, recurriendo a lo efímero." También es la experiencia de todos en el mundo que se cosecha 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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lo que se siembra. Si se piensa todo el tiempo en lo material, en los últimos momentos de la vida también se pensará en cosas mundanas, y eso le hará nacer a uno una y otra vez aquí en el mundo. Debemos destacar que la vida humana tiene un propósito más elevado, a saber, ver a Dios y así poder liberarse. Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: "Recordando cualquier pensamiento, cuando uno descarta su cuerpo, oh Arjuna, lo alcanza, ya que toda su vida pensó en eso. Por lo tanto, recuérdame siempre a Mí y lucha. Entregados así, tu mente e intelecto, llegarás a Mí. No cabe duda en eso". Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos renunciar a todo? Esto no es posible para todo el mundo. Sri Ramakrishna sugiere a los hogareños el renunciar mentalmente, y asirse a los pies de Dios con ambas manos cuando no estén ocupados, en sus tareas y deberes. Y, cuando se encuentren trabajando, adherirse a Él con una mano al menos. ¿Qué significa esto? Que debemos recordar a Dios con todo corazón y alma cuando nos encontremos libres de nuestras ocupaciones, y, aún cuando estemos cumpliendo con nuestros deberes, pensar en Él con una parte do nuestra mente. Por supuesto, esto, de ninguna manera es una práctica fácil; sin embargo, no hay otra salida de este mundo de pesares y tribulaciones para el ser que se encuentra envuelto en el mundo. Para la mayoría de la humanidad Dios es una palabra y no más, porque no Lo ha visto. Se pregunta, ¿cómo podemos acercarnos a Dios, a Quien no hemos percibido? Vamos a contestar con las palabras de un discípulo de Sri Ramakrishna, Swami Adbhutananda, quien en el sentido mundanal era analfabeto, pues ni siquiera podía leer o escribir las letras y sin embargo tenía las realizaciones más altas. Cierta vez dos jóvenes occidentales se le acercaron y le hicieron esa misma pregunta. Él contestó: "Supongamos que ustedes buscan empleos, qué harán? Enviarán súplicas al gerente o director de las empresas, sin conocerlo, ¿no es así? Entonces, ¿dónde está la dificultad en que Uds. puedan hacer lo mismo con Dios?" Esa simple respuesta hizo callar a las orgullosas jóvenes, y admitir su lógica. Si se considera al Señor como propio no se tendrá dificultades o dudas acerca de estas cosas. El estorbo está en pensar que estamos lejos de Él. Dios no es un extraño, ni está lejos de nosotros. Para el que considera al universo como la creación de Dios, todos son hijos de Dios; y el hijo tiene su derecho a la herencia, la de la inmortalidad y la dicha eterna. Sólo tenemos que reclamarla o ser mayores para recibirla. Si no, como el bondadoso padre, Él no nos la entrega, temiendo que la malgastemos. Sólo viéndoLo uno puede exigir de Él lo que quiera. Él está siempre dispuesto a darnos todo lo que pidamos pero deben tener cuidado en no pedir cosas fugaces que nos envuelvan en este mundo; debemos orar como Nárada. Cierta vez el Señor apareció ante él y le dijo: "Estoy muy complacido contigo. Pídeme un don." El sabio contento: “¡Oh Señor! Estoy contento con Tu visión, no
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quiero nada más.” Pero el Señor insistió: "Pídeme otra cosa". Entonces Nárada dijo: "Bendíceme para que yo tenga amor puro por Ti y no sea hechizado por Tu encantadora maia (ilusión) del mundo." La gente, habla de renunciar a todo al final de su vida como si esto fuera tan fácil como descartar la ropa gastada. Los apegos a las cosas aumentan a medida que uno las acumula, sin que se dé cuenta de ello, hasta que penetran en la médula de los huesos, por decirlo así. Y por consiguiente, abandonar todas esas atracciones y posesiones al atardecer de la vida será igual que romperse los huesos o ahogarse por falta de aliento. Aun cuando el hombre está en el vigor de su juventud sus ideas giran alrededor de su tesoro; entonces, ¿será posible abandonar este adherirse cuando se envejece? Lo que sucede con una persona que se apega a las posesiones y parientes está gráficamente descripto por Sri Ramakrishna. Dice: "Esa persona, incluso en el lecho de su muerte, pide a los que le rodean que no enciendan tantas luces y gasten inútilmente". Ese hombre todavía está pensando en ahorrar, pero no sabe que no puede llevar la riqueza consigo cuando muera. Que nadie se engañe especulando con que podrá dedicar la última parte de su vida a la contemplación de Dios. Debemos prestar atención a lo que dicen los sabios cuando exhortan: "Aplicaos con diligencia a lo que es auspicioso, pues en realidad, ¿quién sabe cuándo la muerte nos llevará a su morada?" Si algo es cierto en este mundo es la muerte; nadie puede evitarla. Casi la mitad de los pocos años de la vida que nos son proporcionados pasa en sueño y en la atención del cuerpo; la cuarta parte o más, pasa en ganar lo necesario para vivir. También debemos descontar los primeros 20 años que se pasan en la niñez y en equiparse para hacer frente al mundo. Vemos así que sólo una pequeña fracción sobra al hombre para ser utilizada como él quiere. No puede haber dos opiniones acerca de la duración de la vida. Aun cien anos, que quizás son el límite de lo que el hombre puede vivir sanamente, son insuficientes para cumplir todas las ambiciones y deseos en el mundo. Que la vida es corta lo aceptan hasta los agnósticos y ateos. El hombre es libre de utilizar debidamente o no esos pocos años para ir más allá de la transmigración, para alejarse de este circulo de nacimientos y muertes. También, si creemos en las escrituras, que son la autoridad con respecto a todo lo que concierne a lo que está más allá de la comprensión del hombre común, debemos aceptar que aquellos cuyas acciones son más afines a las de los animales en esta vida, han de nacer posiblemente como bestias en la próxima. Dice el Prashna Upanishad: "Como resultado de las buenas acciones uno va a las esferas más altas y como el de las acciones malas, nace como ser inferior. Y el resultado de estos dos tipos de actos combinados es que uno obtiene el nacimiento humano."
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También es razonable presumir que uno se transforma en lo que piensa constantemente. Si hay deseos en un hombre que no puede satisfacer en el cuerpo humano, es natural que se proyecte en un cuerpo adecuado, después de la muerte, para gozar de esos deseos. Por lo tanto, teniendo este cuerpo humano, no debemos abrigar deseos que nos obliguen a caer de este estado. Es por eso que Sri Shankara al principio del Viveka Chudamoni alaba con palabras elogiosas la vida humana, diciendo: "Rara es esta vida humana; mucho más precioso es nacer con buenas tendencias; todavía más apreciable es la inclinación hacia la recta conducta enunciada por las escrituras; aún más elevado es tener la facultad del discernimiento entre el Ser y el no-ser, y luego experimentar la unidad con Brahman que es la liberación. No se consigue esta liberación sino mediante los méritos adquiridos durante millones de vidas anteriores." Hoy en día no podemos apreciar el valor de la vida humana porque miles mueren en accidentes y guerras. Por lo tanto se considera al hombre como cualquier insecto despreciable, pero si examinamos este dicho ya citado, quedaremos asombrados de ver cuán precioso es. Habiendo nacido en este mundo imperfecto, debemos desechar de un modo u otro las limitaciones que encontramos por todas partes y en todos los caminos. Librarnos de ellas de una vez para siempre, es llamado en sanscrito el mukti o liberación. Mediante esta discusión hemos visto cómo el hombre ha llegado a atraparse en el mundo. También en ella encontramos la salida de él. Si nos embrollamos contemplando las cosas efímeras, es lógico deducir que por la contemplación de Dios o de Lo Supremo, de lo eternamente puro, eternamente consciente y libre, podemos inculcar en nosotros todas estas cualidades en cierto grado, poco a poco, hasta que al final el encanto de lo fenomenal se desvanezca y empecemos a ver a Aquel Ser, Todopenetrante, por todas partes. Sin duda es difícil alcanzar la meta, pero no por eso uno debe descuidar totalmente el seguir el camino, o desanimarse. Sri Krishna dice que aun un pequeño acto de rectitud lo salva a uno de una gran catástrofe. Para el hombre que aspira a tener la visión de Dios, todo lo que lo aleja de Él es una catástrofe. Uno puede salvarse de las tentaciones peligrosas si se adhiere firmemente a sus prácticas diarias a horas fijas. Hay una historia que ilustra este dicho de Sri Krishna. En cierta aldea vivía un piadoso y apuesto devoto, a quien toda la comunidad respetaba; pero una mujer se sintió atraída por él y, con las intenciones de seducirlo, lo invitó a su casa. El devoto, como no tenía ninguna idea de lo que ella pensaba, aceptó la invitación; habló sobre asuntos espirituales hasta el atardecer, y luego recordando que era la hora de su práctica, se despidió de ella.
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Esto se repitió varios días hasta que la mujer, viendo que no podía desviarlo, abandonó su intención y dedicó su vida a la religión. Todo el mundo no está dotado con iguales dones de salud, fuerza e intelecto. Por lo tanto, cada uno tiene que elegir y seguir el camino según su capacidad, pues hay varios senderos que conducen a Dios, como por ejemplo, el de acción, el de devoción, el de conocimiento y el de control físico-mental. Todos no están capacitados para seguir el camino del conocimiento aunque los intelectuales sean atraídos por él. Este sendero no constituye el mero intelectualismo, si bien necesita de un intelecto bien firme y agudo. Consiste de muchas prácticas duras; el practicante tiene que comenzar con la negación del universo en su estado aparente y hasta negar la realidad objetiva de su cuerpo. Sólo los que sean capaces de hacer esto deben elegir este sendero. En esta época, el sendero de la devoción es aconsejado por Sri Ramakrishna para la mayoría, y una práctica común para todos estos senderos es la del recuerdo de Dios. ¿Cómo se puede practicar este recuerdo? En todo momento de nuestra vida hacemos algo, imaginamos algo o planeamos algo. No es posible para nosotros vivir sin actividad, ya sea física o mental, ni por un momento; aun el más perezoso estará soñando con fortunas o placeres infinitos. La inactividad es una imposibilidad en este mundo, salvo para algunos, muy pocos, que se pueden contar con los dedos de las manos. Cuando Aryuna se propuso renunciar a todo y retirarse de la batalla, Sri Krishna le advirtió: "Tu existencia misma estará en peligro si no trabajas". Observamos así que el trabajo no es una excusa para no pensar en Dios. Sri Krishna sugiere el método para recordar a Dios, cuando dice: "Cualquier cosa que haces, lo que comes, lo que sacrificas, lo que das, lo que ejecutas como austeridad, Oh Aryuna, ofrécelo todo a Mí". Aquí tenemos la guía perfecta; sólo necesitamos ponerla en práctica. ¿Cómo podemos hacerlo? En esta época de demasiadas prisas el hombre olvida muchas cosas, aun las más importantes, y así corre peligro de provocar disensiones en la familia y entre los amigos. Si esto sucede con los que él considera como suyos, ¿cómo podemos entonces esperar de él que recuerde a Dios? Para salir de esa situación primero debemos dejar de apresurarnos, porque la demasiada prisa no es conducente a la perfección, en ninguna acción, debido a que la prisa agita a la mente, y la mente agitada no puede pensar bien en todo. Si observamos la vida de ese hombre hallaremos que es muy desordenada; se levanta a cualquier hora porque ha estado despierto hasta muy avanzada la noche y aun así no se siente bien descansado. Pero sus obligaciones le obligan a apresurarse. No encuentra tiempo para recordar todas las cosas que él debe hacer, y mucho menos a Dios. Esta situación debe cambiarse. El que anhela llevar una vida espiritual debe ordenar su vida cotidiana. Al despertar, aún estando en la cama, debe saludar a Dios mentalmente y,
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luego de atender a las necesidades físicas, pasar un buen tiempo en la contemplación del Señor. Antes de tomar el desayuno tiene que ofrecerlo al Señor aunque sea mentalmente; antes de comenzar cualquier trabajo debe recordarLo e invocar Sus bendiciones; y cuando lo termina, ofrecerlo a Él y, así, en todas las actividades, debe sentir la presencia de Dios. Por otra parte si el hombre recuerda a Dios solamente cuando está en apuros o carece de algo, no se le puede llamar un amante de Dios. El recuerdo constante es imprescindible para el que anhela verLo. Se Lo debe recordar en todo acto, aun cuando se está comiendo, porque esa es la hora en que la gente se inclina a olvidarLo debido a la atracción del aroma de la comida u otras circunstancias. Un poeta que era también devoto, canta: "Oh mente mía, contempla a la Divina Madre de cualquier modo que quieras. RecuérdaLa en todo acto tuyo. Considera lo que comes como una oblación a Ella." También dice el Señor en el Guita: "Yo resido en todos los seres como el fuego que quema el alimento o el poder de digestión." Aquí tenemos una sugestión para la contemplación: que lo que comemos debe ser considerado como una oblación al Señor. Esta es la actitud que se debe intentar cultivar. El poeta continúa: "Cuando andas ocupado en tus tareas, considera que estás paseando alrededor de la Divina Madre; cuando te acuestas piensa que estás prosternándote ante Ella." Cuando se da o regala algo se debe considerar como ofrenda a Dios. Comúnmente la actitud de una persona que hace caridad es la de un superior hacia el inferior, pero ¿no son todos hijos de Dios? ¿Como puede ser uno superior al otro? Esta actitud sólo aumenta el engreimiento y de ningún modo es favorable para su vida devocional, porque hasta que uno no logra ver con ecuanimidad e igualdad a todo lo manifiesto, no puede alcanzar a Dios. La actitud correcta debe ser la de adoración aún cuando uno da limosnas a un mendigo. Swami Vivekananda dice, "Dios le ha dado al hombre la oportunidad de hacer caridad y así servirLo." Todo servicio que hagamos a la humanidad debe ser realizado con esta actitud. Si el hombre recuerda esto, no olvida a Dios en ningún momento. Esto lo saca de su egocentrismo, el que le hace siempre pensar en su propia comodidad y felicidad. Este mundo es la creación de Dios; por lo tanto, todo lo que existe en él debe traer a nuestra mente el pensamiento del Señor; en lugar de eso, estamos hechizados y atrapados por el embeleso del mundo y olvidamos a su Creador. He aquí el porqué perdemos la capacidad de retener la mente bajo nuestro control. Ella intenta alejarnos de nuestro ser real, de Dios. ¿Por qué lo hace? "Porque -dice uno de los Upanishads fue creada junto con los sentidos con la tendencia a extrovertirse." Los órganos de los sentidos presentan ante la mente los objetos fascinantes y si ésta no está bien dominada por la facultad del discernimiento, cae
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víctima de cuadros agradables e inevitablemente olvida a Dios. Además, si nuestras plegarias tienen motivos personales hay peligro de olvidarlo totalmente cuando no obtenemos los objetos deseados. El recuerdo de Dios se establece firmemente sólo cuando nace el amor por Él en nuestro corazón, pero no debemos esperar a que nazca, porque el amor germina sólo cuando el terreno está preparado, es decir, cuando nos desligamos de otros pensamientos y objetos. No debemos aspirar a la perfección repentina por cualquier método de acercamiento a Dios. Es una lucha de toda la vida; por tanto, no debemos aflojar en nuestros esfuerzos. Es como nadar contra la corriente: en el momento en que cesemos nuestros esfuerzos, seremos llevados río abajo, antes de que nos demos cuenta de ello o recuperemos nuestro aliento. Sri Ramakrishna da el ejemplo del botero para ilustrar cómo se debe luchar para ver a Dios. Dice, "Mientras el bote se encuentra en las vueltas del río y el viento sopla contra él, el botero rema y está alerta, y se mantiene alejado de los bancos de arena y peñas ocultas; pero una vez que alcanza la corriente principal puede dejar de remar, desplegar las velas al viento favorable y sentarse a fumar." La corriente principal significa el estar completamente imbuido del pensamiento de Dios. El viento favorable es Su gracia; remar significa hacer esfuerzos; los bancos de arena y peñas ocultas son los peligros ocasionados por el embeleso de las cosas del mundo. Desplegar las velas es sumisión a la voluntad de Dios. Cuando la gracia de Dios y la absorción total en Su pensamiento están combinadas, nada en este mundo puede perturbar al devoto; puede estar seguro de alcanzar la meta. De hasta cuánto uno tiene que esforzarse, Sri Ramakrishna cita otro ejemplo. Dice: “Un orfebre en su trabajo de fundir utiliza los fuelles, sopla a través de un tubo y abanica, para engendrar el calor adecuado. Pero una vez que logra terminar su trabajo, descansa cuanto necesita”. Similarmente, debemos aprovechar toda oportunidad que se nos presente para pensar en Dios hasta que Lo veamos y tengamos comunión con Él muy íntimamente. Vamos a citar algunos incidentes en la vida de Sri Chaitanya, una Encarnación Divina. Cierta vez pasaba por un bosque cuando de repente recordó el bosquecillo de Vrindaban y entró en éxtasis; también, viendo el mar lo tomó por el Yamuná-el rio a cuyas orillas Sri Krishna pasó su niñez esparciendo dicha por toda la aldea-, recordó a Sri Krishna y cayó a sus aguas. Para el devoto todo trae a su mente alguna manifestación de Dios y, así, se acuerda de Él. Patanyali dice qua el progreso en la vida espiritual de una persona está en la debida proporción a la fuerza con que lucha. Hay quienes dicen quo nada sucede sino a su debido tiempo y no hacen ninguna práctica; ellas no podrán lograr nada -dice Sri Ramakrishna. La gente muestra esta actitud sólo en lo que concierne al Espíritu. ¿Hemos visto a alguien que haya dejado de esforzarse por ganarse la vida expresando que podrá comer cuando llegue su debido tiempo? Porque siente que el alimento es
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indispensable para el mantenimiento del cuerpo, y que el cuerpo es suyo; y más aún, que él es el cuerpo. Cuando tengamos ese mismo sentimiento para con el espíritu, sólo entonces el anhelo por ver a Dios será indomable, y no nos importará lo que suceda con el cuerpo. La única idea prominente en nuestro corazón será la de Dios. Puede surgir una duda: muchos han practicado arduas disciplinas, durante largo tiempo antes de lograr una vislumbre de Dios. ¿Es posible entonces ver a Dios por la mera práctica de Su presencia o Su constante recuerdo? Sí, ha habido santos que alcanzaron a Dios simplemente mediante el recuerdo de Dios, pero su recuerdo era genuino. Para expresarlo en las palabras de Sri Ramakrishna: "No había fraude en la cámara de su corazón" es decir, no hablaban una cosa mientras pensaban en otra. Su sumisión a Él era total, sin ninguna reserva. Parecería que esta práctica es insignificante, que no vale la pena. Pero si profundizamos descubriremos que no es tan fácil como parece. Ocupado en los deberes del mundo, el hombre olvida a Dios por completo. Y aún si toma Su nombre sólo se mueven sus labios pero en el corazón no siente nada; allí adora alguna otra cosa. Hay una historia que ilustra este punto. Cierta vez Nárada, quien sentía el orgullo de ser un gran devoto del Señor, fue a Su morada. El Señor, percibiendo los pensamientos más íntimos de Nárada, quiso mostrarle qué significa ser un verdadero devoto, y le dijo: "Hijo mío, tú me harás un gran favor si vas a tal lugar donde un querido devoto mío vive y me traes noticias suyas. Trata de conocerlo, pues él está verdaderamente dedicado a Mí." Nárada fue adonde el Señor le dijo, y encontró a un campesino que se despertaba muy de madrugada, pronunciaba el nombre de Dios sólo una vez y, llevando su arado, se iba a arar sus campos todo el día. A la noche volvía y antes de acostarse pronunciaba el nombre del Señor otra vez más. Eso era todo en cuanto a su práctica espiritual. Nárada, observándolo durante muchos días, se dijo a si mismo: "¿Cómo puede ser este hombre rústico un amante de Dios? Lo veo siempre ocupado en deberes mundanos y no posee ninguna señal del hombre piadoso." Volvió a la morada del Señor y expresó lo que pensaba de ese nuevo conocido. Al oír esto el Señor le dijo: "Oh Nárada, toma esa taza de aceite, da un paseo por los caminos de está ciudad y vuelve con ella, pero ten cuidado que no se vuelque ni una gota de aceite." Nárada obedeció al pie de la letra la orden del Señor, y cuando volvió, el Señor le preguntó: "Bueno hijo mío, ¿cuántas veces tú Me has recordado en el transcurso de tu paseo por la ciudad?" Contestó Nárada: "Ni una sola vez Señor, ¿y cómo podía hacerlo cuando todo el tiempo tenía que observar esta taza llena hasta el borde con aceite?" Entonces el Señor replicó: “¡Esta taza de aceite distrajo tanto tu mente que tú que te consideras un gran devoto mío te olvidaste completamente de Mí! Pero mira al campesino, quien, aunque lleva la pesada carga de una familia, se acuerda de Mi dos veces
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todos los días.” El sabio quedó avergonzado, y desapareció el orgullo de su mente. Pues no se juzga nuestra devoción por lo que expresamos, sino por el modo en que llevamos nuestra vida. Si no existe conformidad entre lo que decimos y lo que hacemos, las prácticas que realicemos no podrán dar los resultados deseados. Cuando se siente el corazón lleno de amor por Dios, el hombre habla y actúa con amor por todos. El verdadero recuerdo de Dios transforma al hombre en un dios. Su mera proximidad hace sentir, a los que le rodean, la presencia del Altísimo. Pero este constante recuerdo de Dios se establece firmemente después de un largo periodo de práctica y nace del verdadero amor por Dios. Qin embargo, este es un método que está abierto para todos: el avanzado y el principiante, el rico y el pobre. Sri Ramakrishna menciona algunos signos de una persona que ha realizado a Dios. Dice: "Su anhelo por el Señor se manifiesta en el discernimiento, desapasionamiento, compasión para con todos los seres vivientes, servicio a los hombres piadosos, alegría en su compañía, cantar el nombre y las glorias de Dios, adherirse a la verdad y cosas similares. Cuando se ven esos signos de anhelo en un aspirante, se puede decir sin equivocarse que para él la visión de Dios no está lejos." Y los ilustra: "El estado de la casa de un sirviente les dirá inequívocamente si el amo ha decidido visitarla. Primero se limpian la basura y las malas hierbas alrededor de la casa; segundo, se quitan el hollín y los desperdicios; tercero, se lustran las habitaciones, el patio, los pisos, y otros lugares; finalmente, el amo mismo envía varias cosas a la casa, tales como una alfombra, divanes y cosas por el estilo. Cuando se ve la llegada de esos objetos se puede concluir que el amo vendrá pronto." Limpiar la casa por fuera y por dentro significa llevar una vida moral y recta y pensar siempre en cosas más elevadas, borrando por completo todas las pasiones de la mente; equipar la casa con alfombra, divanes y muebles significa llenar la mente con las buenas cualidades ya mencionadas. Que Dios nos otorgue fuerza y voluntad para practicar Su recuerdo en todas las circunstancias.
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LAS GRANDES PREGUNTAS DE LA VIDA ESPIRITUAL
Swami Paratparananda 1 24-10-1972
Este mundo es como una escuela en que cada ser humano aprende las lecciones de su vida, sea espiritual o secular. Algunos las aprenden de un modo duro, o doloroso, mientras que otros, de un modo más fácil, aprovechando la experiencia de los que siguen o han seguido la carrera particular por la que ellos quieren andar. Los primeros pasan por penosas experiencias a través de toda su vida antes de comprender lo que es bueno para ellos. Pero todos tienen que aprender la lección para tener éxito y salir para siempre de la escuela do este mundo. Esto es especialmente cierto en la vida espiritual. Los problemas que enfrenta el aspirante de la vida espiritual son muy sutiles y requieren una mente aguda y penetrante para resolverlos. Por lo tanto, él debe examinar y discernir los valores de las cosas muy profundamente. Uno de los Upanishads, el Mundaka, exige del que anhela liberarse esta reflexión. Dice: “Un brahmín, es decir, el que, dedica toda su vida a la religión, habiendo examinado los mundos que se alcanzan por los sacrificios y otros actos meritorios, debe lograr el desapasionamiento ya que no se logra lo no creado, la inmortalidad, por medio de la acción.” Los grandes maestros de esta vida espiritual nos han dejado como legado el profundo y valioso tesoro de sus experiencias, y también han mostrado los peligros que el aspirante de la vida religiosa encuentra en su camino a la liberación. Hubo un tiempo en que las puertas de esas experiencias y enseñanzas estaban cerradas para el hombre común, se abrían únicamente para los creyentes de las doctrinas de un maestro o religión particular, es decir, se revelaban esas enseñanzas a los que seguían un maestro o una religión dada. Pero hoy en día el caso no es así; casi todas las más secretas enseñanzas se encuentran al alcance de toda la humanidad. El que quiere servirse de esa herencia puede disponer de ella, si sólo tiene aptitud y realmente anhela ver a Dios. Este anhelo es la base fundamental de la vida espiritual, pues sólo entonces el hombre abrirá su corazón para oír acerca de los medios para lograr la meta y evitar los peligros en el camino. El Brihadaraniaka Upanishad pone énfasis sobre el oír acerca del Atman, o Ser Supremo, de los labios de una persona que lo ha realizado, o visto. Lo mismo podemos decir acerca de los medios para lograrlo. Primero debemos oír, luego, practicar lo que hemos oído. 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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Habiendo llegado a la conclusión de que las enseñanzas de los maestros espirituales nos muestran el sendero hacia la Suprema Realidad y lo alumbran para que podamos seguirlo sin desviarnos, vamos a estudiar algunas de ellas. La vida, en general, hace surgir ante nosotros muchas preguntas, algunas fundamentales o básicas, otras triviales. Las primeras tienen importancia para todos nosotros durante toda nuestra vida; mientras las segundas sólo en momentos particulares en las vidas individuales. Las básicas realmente son las más importantes de la vida. El carácter del hombre y su progreso hacia la liberación dependen de si él ha hallado las contestaciones a ellas o no. Afortunadamente, para obtener las respuestas él no necesita depender de sus propias experiencias e inteligencia, sino que puede recurrir a las de los grandes maestros espirituales. En realidad, el verdadero y permanente bien del ser humano está en liberarse, en romper las ligaduras del mundo; mediante la directa visión de Dios. Y “el camino para lograrla es el que recorrieron los sabios; no existe otro modo de salir de esta red de ilusión, de este mundo de nacimientos, sufrimientos y muertes,” dice uno de los Upanishads, el Shvetáshvatara. Buddha fue uno de los sabios más grandes do esta tierra, y ha dejado contestaciones a las preguntas fundamentales, las cuales llegó a descubrir por sus propias experiencias e indagaciones, y valdrá la pena para un aspirante espiritual estudiarlas con cuidado y poner luego los consejos en práctica. Durante su gira de prédica por la India, cierto día en que Buddha estaba residiendo en el Yetavana, un huerto que pertenecía a uno de sus discípulos hogareños, Anathapindaka, llegó al lugar un deva, ser celestial, bajo la forma de un brahmín; se le acercó e hizo veintiuna preguntas, en cinco grupos de a cuatro, y una aparte. Buddha las contestó en forma breve, casi de aforismos. Esto hace imprescindible que profundicemos sobre esas respuestas. A un examen superficial estas preguntas nos parecerían insignificantes, sin embargo, llevan mucho significado para uno que aspira seguir el sendero espiritual y alcanzar la meta, Dios. Aquí las enumeraremos. El brahmín preguntó: “¿Cuál es la espada más afilada? ¿Cuál es el veneno más mortífero? ¿Cuál es el fuego más ardiente? ¿Cuál es la noche más oscura?” Contestó Buddha: “Una palabra pronunciada con ira es la espada más filosa”. En aquel entonces no se conocían las armas de fuego; la espada era el arma más utilizada. Sabemos bien que la espada hiere al enemigo, que a veces lo mata, pero una palabra pronunciada con ira rompe hasta la amistad más grande. También hiere al que la pronuncia, porque la ira causa disturbios en su mente y a veces lo deja postrado. Si se examina la raíz de muchas riñas y hasta de las grandes controversias y batallas internacionales, se hallará que las palabras dichas con ira fueron la causa. Buddha dice en el
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Dhammapada, “Que se guarde de la irritación del habla. Que se practique dominio sobre ella. Habiendo abandonado los errores del habla, que se practique la virtud en ella”. Uno de los consejos populares del hinduismo es: “Hablar la verdad, pero la que es dulce”. Es decir, no la que hiere. La ira hace desaparecer la dulzura del habla, por lo tanto, como dice el Dhammapada, “el que controla su ira naciente, así como a un carro tirado por caballos, a aquel yo llamo un verdadero auriga; los demás sólo tienen las riendas en sus manos, no saben dirigir la carroza.” El habla es un índice del carácter del hombre. Sale de su boca lo que él siempre piensa, y el hombre que pronuncia palabras estando bajo el dominio de la ira destroza su imagen creada con todo empeño y cuidado ante los demás; así pierde el fruto de todo su esfuerzo. “La codicia es el veneno más mortífero” -dijo Buddha. La base de todas nuestras peleas consiste en codiciar cosas del mundo. El que está sujeto a la codicia, no se satisface nunca. Como el veneno, poco a poco corroe todos los sentimientos más tiernos de su corazón, olvida hasta el parentesco más cercano y quiere adquirir a toda costa lo que le da placer. Inventa razones para justificar su actitud; así, gradualmente se aleja del prójimo y también de Dios. Dice Sri Krishna en el Bhagavad Guita: “El que rumia o piensa en los objetos mundanos, llega a aferrarse a ellos. De este apego nacen los deseos, y del deseo se manifiesta la ira y ésta confunde al hombre, y la confusión quiebra la facultad del discernimiento, y de ahí, perece.” Vemos así cuán dañina es la codicia. Dijo Buddha: "La pasión es el fuego más ardiente." El fuego material sólo quema las cosas del mundo, los objetos externos. Con un poco de cuidado se pueden evitar las quemaduras; uno puede salvarse aun de una casa en llamas huyendo de ella, pero la pasión es un fuego interno y persigue al hombre doquiera que él vaya, y reduce a cenizas todas sus buenas resoluciones y sentimientos si no lo apaga con filme discernimiento y pensamiento de Dios. El contínuo pensar en Dios es el único modo de apagar este fuego interno; apaciguándolo mediante la satisfacción de la pasión, como aconsejan algunos, nunca se apaga. Hay un dicho sánscrito que afirma esto: “No se tranquiliza nunca la pasión satisfaciéndola; por el contrario, arde con mucha más fuerza, del mismo modo que el fuego en el que se vierte manteca derretida.” Es por eso que Buddha califica la pasión como el fuego más ardiente. “La ignorancia es la noche más oscura”, contestó Buddha. En la oscuridad de la noche no se ve bien nada y, como consecuencia, se consideran las cosas dañinas como buenas y viceversa. Se toma por una serpiente una soga que está en el camino y se espanta. Asimismo, la ignorancia acerca de la realidad y valores de las cosas enreda al ser humano alucinándolo y haciéndole tomar por real lo que no lo es. La
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verdadera Realidad es Dios; todo lo demás es ilusorio, de poca duración. Este es el Conocimiento. Lo opuesto es la ignorancia. Es esta ignorancia la que una y otra vez impele al hombre a cometer errores y luego sufrir las consecuencias, como nacimiento, sufrimiento y muerte. Por consiguiente, el que anhela liberarse debe deshacerse de ella por el firme discernimiento entre la Realidad y la irrealidad, porque, así como en la noche oscura uno cae inadvertidamente en los pozos del camino, o se desvía de él, asimismo uno se desvía del sendero espiritual o cae víctima de las atracciones mundanas debido a la ignorancia. El brahmín preguntó: “¿Quién logra el beneficio más grande?” Buddha contentó: “Aquel que da a los demás es el más beneficiado.” El dar es una cosa noble, el dar sin motivo ulterior, sin esperanza de recompensa, es aún más notable. El hombre puede dar cuatro clases de cosas, a saber: el alimento, la vida - rescatando a alguien de un peligro inminente-, la educación, y, por último, la espiritualidad. Buddha dice: “Todos aman al hombre caritativo; se estima mucho su amistad; en el momento de la muerte el corazón de este hombre se encuentra tranquilo y lleno de alegría, porque no padece arrepentimiento alguno; goza de la flor y fruto de su recompensa. Es difícil comprender esto -continúa Buddha- que regalando nuestra comida obtenemos más fuerza; que dando ropas al prójimo logramos más hermosura; que estableciendo moradas de pureza y verdad, adquirimos grandes tesoros.” La idea común de que la cosa proporcionada a otro es una pérdida, es una equivocación, porque el dador sin motivo se ennoblece, cultiva el desapego y aprende a salir del egoísmo, que en verdad es un impedimento muy grande en el sendero espiritual. El inegoísmo consiste en ampliar la visión y expander el corazón hasta incluir en él todo el universo. Por lo tanto, todas las religiones insisten en la caridad. Swami Vivekananda dice: “No hay virtud más elevada que la caridad. El hombre más innoble es aquel cuyas manos so extienden para recibir; y es el hombre más elevado aquel cuya mano se extiende para dar. La mano fue creada para dar siempre. Dad el último pedazo de pan que poseáis aun que estéis hambrientos; seríais libres en un momento si muriérais de hambre alimentando a otros. De inmediato seriáis perfectos, os convertiríais en Dios.” La pregunta siguiente del brahmín fue: “¿Quién sufre la mayor pérdida?” Buddha contestó: “Aquel que recibe de la gente sin recompensarla, es quien sufre la pérdida más grande.” Parece una declaración paradójica, pero si examinamos más hondamente encontraremos que no es así. ¿Que ocurre con el que recibe? Él somete su libertad al dador. Cada vez que éste quisiera algún servicio del primero y lo mandara llamar, él tendría que dejar todo su trabajo y responder al llamado, perdiendo así su libertad. ¿Qué pérdida es más grande que la de la libertad? Además, el que recibe se siente humillado. También se acostumbra a depender de la gente y convertirse en ocioso. Una de las
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virtudes que Patányali, el gran maestro, enumera en sus aforismos de Yoga, es la no aceptación de obsequios como medio para la limpieza mental del aspirante espiritual. Los sicólogos hindúes opinan que el que recibe participa de las buenas y malas acciones y cualidades del que da; por lo tanto, hasta los monjes discriminan antes de recibir cualquier cosa de una persona. En la vida espiritual, las manchas producidas por recibir regalos de personas no virtuosas, o que encierran determinados motivos personales son consideradas muy dañinas. Por consiguiente debemos tomar mucha precaución en recibir, o, ya que nosotros comúnmente no podemos intuir ni el motivo ni las cualidades del dador, es mejor no recibir nada. El brahmín preguntó: “¿Cuál os la armadura, impenetrable?” Contestó Buddha: “La paciencia es la armadura más impenetrable.” Esta es una virtud muy grande. Vence a todos los contrincantes y enemigos. Hay un incidente en la vida de Buddha que ilustra esto muy gráficamente. Cierto día, cuando pasaba por una aldea, se encontró con un hombre mundano que viéndolo vestido do mendigo lo insultó de muchas maneras. Buddha oyó todo y luego dijo: “Querido hermano, ¿a quién pertenece un regalo cuyo destinatario rehúsa recibirlo?” El hombre contestó: “Por supuesto, a aquel que lo ofreció.” Buddha entonces replicó: “Yo no acepto tus insultos; quedarán contigo.” El que tiene paciencia no deja perturbar su mente; se mantiene tranquilo y ecuánime en todas las circunstancias. La ecuanimidad le proporciona la facultad de juzgar y valorar las cosas en sus propias perspectivas. Así, la paciencia se convierte como en una armadura impenetrable, y el hombre que la posee no se deja llevar por las pasiones y súbitas emociones. También es considerada una austeridad por los buddhistas. La pregunta siguiente fue: “¿Cuál es la mejor arma?” La respuesta fue: “La sabiduría.” Esta es la que lo capacita a uno para actuar debidamente y sin prejuicio en todas las circunstancias. No consiste en matar al enemigo sino en no tener enemigo alguno en el mundo. Son nuestras palabras y actos dañinos para con los demás los que los convierte en enemigos. Un hombre de sabiduría nunca piensa en hacer daño a nadie; actúa o habla después de mucha reflexión. Su sabiduría le defiende como un arma de los ataques de ira y pasiones similares. Sabe que la Verdad es la única cosa que él debe buscar y lograr, que todo lo demás es pasajero; por consiguiente, la usa para aniquilar todos los deseos y pasiones que están dentro suyo. Sólo esta clase de sabiduría es verdadera, no la que nos capacita para ganar riquezas y cosas por el estilo en esto mundo. El brahmín preguntó: “¿Quién es el ladrón más peligroso?” Buddha contestó: "El ladrón más peligroso es el mal pensamiento.” El ladrón en el mundo roba los bienes de la gente, a veces atacándola hasta matarla.
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Asimismo, el mal pensamiento destroza todas las virtudes del hombre y lo dirige hacia un camino vicioso. Todo lo que el aspirante ha logrado por sus arduos esfuerzos durante toda la vida, lo pierde poco a poco debido al mal pensamiento. También roba su tranquilidad. Además, una vez que empiezan los pensamientos malos, tarde o temprano se convierten en un hábito, y sabemos bien cuán difícil es arrancar un hábito formado. Los hábitos en conjunto, es lo que se llama el carácter. Perdiendo el carácter, el ser humano pierde todo; sus amigos y parientes no confían más en él. Vemos así que Buddha tenía razón en calificar al mal pensamiento como el ladrón más peligroso. La siguiente pregunta fue: “¿Cuál es el tesoro más precioso?” Y la contestación de Buddha: “La virtud es el tesoro más precioso.” El tesoro o los bienes nos dan seguridad en el mundo; uno puede recurrir al tesoro cuando se encuentra en dificultades financieras, le proporciona ciertas comodidades, le provee de alimento, ropa y cosas por el estilo. El tesoro de virtud le proporciona una intrepidez tal que puede enfrentar incluso a la muerte con calma y alegría. Es la base fundamental de la vida espiritual. El que posee ésta, no se siente incómodo en su conciencia. Adherir a la virtud salva a uno de muchos peligros. El brahmín preguntó: “¿Quién logra el mejor éxito en procurarse beneficio, por la violencia, no solamente en la tierra sino también en los cielos?” Buddha, contestó: “Es el Ser quien puede extraer beneficio por violencia, no tan sólo en la tierra sino también en los cielos.” El sentido de esta pregunta y su respuesta es un poco oscuro. Sin embargo, trataremos de explicarlo según nuestro entendimiento. ¿Cuál es el beneficio más grande? Por supuesto, alcanzar al Ser, la Suprema Verdad, o Dios. El que se considera a sí mismo como el cuerpo, y dedica todos sus esfuerzos a su mantenimiento y confort, nunca puede alcanzar ese Ser; por el contrario, el que después de constantes y continuos esfuerzos ha podido dejar de identificarse con el cuerpo, mente y ego, y considerarse a si mismo como el Ser, logrando la visión de Dios y viéndoLo íntimamente presente en su corazón, extrae el mayor beneficio por violencia, por decirlo así. Para él no queda nada por lograr, ni en la tierra, ni en los cielos, porque otros beneficios, sean aquí o en los cielos, son igualmente pasajeros. Y como Buddha no habla de nada sino del Nirvana y los medios para lograrlo, podemos decir que este es el significado de su respuesta. Esto concuerda con la pregunta y respuesta siguiente. El brahmín dijo: “¿Cuál es el tesoro más seguro?” Respondió Buddha: “La inmortalidad es el tesoro más seguro.” Los ladrones pueden minar y hurtar el tesoro mundano; también pueden surgir riñas entre los hijos para poseerlo, hasta puede causar daño físico o muerte al poseedor; también puede desvalorizarse. ¡Es tan inseguro! No podemos llevarlo con nosotros cuando dejamos de estar con vida, ¡es tan ilusorio! Pero la
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inmortalidad, una vez que se logra, nunca se pierde. Los ladrones no pueden quitarla, tampoco los hijos. La inmortalidad es el tesoro único que el hombre puede llevar consigo después do su muerte. Porque él ha alcanzado al Ser que es permanente, eterno e indestructible. La Inmortalidad significa alcanzar a ver, a sentir, que no somos cuerpos ni mentes ni egos, sino el Ser imperecedero. Alcanzando este estado no queda más por lograr; no volveremos más a esta tierra de nacimientos y muertes; no hay más ir y venir. La pregunta siguiente fue: “¿Qué es más atractivo?” Buddha replicó: “Lo bueno es lo más atractivo.” En el mundo nos atrae todo lo bello, como por ejemplo, las serenas escenas de un paraje pintoresco y tranquilo. Ocurre aún más con lo que es bueno. La naturaleza cambia y a veces los mismos lugares que parecieron hermosos se convierten en insoportables debido a cambios en el clima u otras circunstancias, pero lo bueno nunca cambia. Podemos pasar horas, días y años contemplando los retratos de los Dios-hombres como Jesús, Buddha, Sri Krishna y Sri Ramakrishna. Porque estos traen a la mente todo el bien que ellos hicieron a la humanidad, no sólo de Su tiempo sino de todos los tiempos. Además, irradian serenidad y bondad. Son los ejemplos más grandes de la vida espiritual. Cuando nos encontramos en situaciones difíciles o trastornos mentales, con su contemplación recordamos Sus palabras de aliento y fuerza. Hay un incidente en la vida de Sri Ramánuya que nos muestra con claridad que lo bueno sólo lo encontramos en lo Eterno, nunca en lo efímero. Cierta vez, cuando se llevaba la imagen de Dios en procesión en cierta ciudad de la India, Sri Ramánuya vio a un hombre prestar mucha atención a una mujer, protegiéndola del sol con una sombrilla con mucha ternura olvidándose todo de Dios, y de la posible crítica de su actitud. Después que hubo terminado la procesión, Ramánuya se le acercó al hombre y le preguntó: “Buen hombre, ¿qué es lo que te atrae en esa mujer?” Respondió el hombre: "Me atraen sus grandes y brillantes ojos; me han hechizado.” Oyéndolo, Ramánuya le dijo: “Ven conmigo, te mostraré unos ojos mucho más encantadores y no mortales.” Y lo llevó al templo y le mostró la imagen. La fuerza espiritual de Sri Ramánuya y la belleza de la imagen dejó tal impresión en el hombre que nunca más volvió a ver a esa mujer. Se hizo su discípulo y dedicó su vida para lograr la visión de Dios. También encontramos un pasaje en el Katha Upanishad donde el maestro dice al discípulo: “Dos clases de objetos siempre rodean y persiguen al hombre: lo bueno y lo agradable. Todo es auspicioso con el que elige lo bueno. Por otra parte, el que elige lo agradable pierde su meta.” Lo agradable es momentáneo y casi siempre se vuelve desagradable. El mundo no nos puede proporcionar cosas eternamente agradables. Lo bueno es lo espiritual. Por lo tanto, es lo que debe ser más atractivo para un ser discerniente.
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El brahmín preguntó: “¿Qué es lo que causa más disgusto?” Respondió Buddha: “Lo malo es lo que causa más disgusto.” Sabemos esto bien. Evitamos la mala compañía, cosas sucias, como algo desagradable; algo peligroso; algo insalubre. Debemos tener mucho cuidado con lo malo, porque la tendencia del ser humano es siempre buscar los medios fáciles y cómodos para llevar la vida. Y muchas veces, esto conduce al hombre inadvertidamente al mal camino. Sabemos bien cuán agotador es salir de una costumbre viciosa. Teniendo esto en cuenta, debemos poner esmero en nuestras acciones diarias, para que ellas no nos metan en el laberinto de ignorancia. El brahmín preguntó: “¿Cuál es el dolor mas horrible?” Contestó Buddha: “Una conciencia manchada es el dolor más atormentador.” La conciencia se mancha cuando uno hace algún acto contrario a las reglas, costumbres o leyes sociales o jurídicas. Además teme ser descubierto y castigado. Vive en el temor toda su vida; pierde la confianza incluso en los más íntimos amigos y parientes; pero a veces ocurre que el acto repetido amortece la conciencia, es decir, amengua su viveza, y esto es muy pernicioso para la vida espiritual. La conciencia limpia es imperativa para lograr la visión de Dios. Luego el brahmín preguntó: “¿Cuál es la alegría más elevada?” Respondió Buddha: “La dicha de la liberación es la alegría mis elevada.” Todos nosotros nos encontramos circunscriptos, limitados, por el ambiente, por los deberes y obligaciones y cosas semejantes. Anhelamos la libertad porque, inconscientemente, sabemos que la felicidad está en la dicha do la liberación; pero casi siempre creemos que podemos lograrla teniendo uno u otro objeto. Sin embargo, adquiriéndolo percibimos que estamos tan lejos como siempre de la dicha. No hay dicha eterna e imperecedera en cosas del mundo. Son muy pocos los que comprenden esto dende el comienzo de su vida; la mayoría de la humanidad quiere experimentar por sí misma. Como consecuencia atraviesa el océano de sufrimientos y trastornos. La liberación dichosa se encuentra sólo en la unión con Dios. Cuando el hombre, olvidando todas sus preocupaciones y las llamadas felicidades mundanas, llega a comprender esto, sólo entonces dedicará su vida al logro de esta liberación. La pregunta siguiente fue: “¿Qué causa la ruina en el mundo?” La respuesta fue: “La ignorancia.” La ignorancia es un obstáculo muy grande que nos muestra todo al revés, a la Verdad como falsa y a la falsedad como verdad; lo bueno como lo malo y viceversa. Así nos desvía del camino recto. Todos nuestros trastornos tienen por base la ignorancia, porque nos ha obligado a tomar por real lo que no lo es. Nos aferramos a las cosas fugaces debido a esta ignorancia. Y eso es lo que causa nuestra ruina, en el sentido espiritual en este mundo. Este mundo es el único lugar en el que el ser humano o hasta los seres celestiales pueden tratar
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de liberarse. Según los hindúes, aun los cielos son solo lugares impermanentes de goce, donde el ser disfruta de las acciones buenas o meritorias que él ejecuta en el mundo. Después que acaban los méritos él vuelve a esta tierra para sufrir de nuevo todos los resultados de las malas acciones o intentar lograr la liberación. Por consiguiente, el que teniendo esto cuerpo humano lo malgasta en los placeres olvidando su única meta, Dios, sólo causa su ruina. El brahmín preguntó: “¿Qué quiebra la amistad?” Replicó Buddha: “La envidia y el egoísmo, o el interés personal.” La envidia surge en el corazón del hombre cuando ve a otro gozando de salud, bienes y posición más que él mismo. Esto ocurre aun cundo los afortunados son íntimos amigos o queridos, y, como consecuencia, el desgraciado deja caer algunas palabras de sus labios o asume una conducta que muestran esta envidia, y así, quiebra la amistad. Lo mismo sucede con el interés personal. Swami Vivekananda dice: “El egoísmo es el diablo encarnado en el hombre. Aun un poco del ego, do interés personal, es todo diablo. Sacad fuera el egoísmo por un lado y Dios entra por el otro. Cuando se quita por completo el ego, queda sólo Dios. La luz y la oscuridad nunca pueden estar juntas.” El egoísmo reclama todo cuanto hay en el mundo para sí mismo. A un hombre egoísta no le importa nada lo que suceda con la gente; siempre insiste en sus comodidades hasta dejar postrados a los que le rodean. Esto es lo que causa quebranto en la familia y corroe la amistad entre los amigos o entre las naciones. Esto es lo que aparta al hombre del prójimo y también de Dios. Ese egoísmo surge de la idea del individualismo, en el que no hay lugar para el pensamiento que el mundo es la manifestación de Dios, que no hay nadie extraño aquí. El brahmín preguntó: “¿Cuál es la fiebre más violenta?” Respondió Buddha: “El odio.” Aun la fiebre más violenta causa daño sólo al cuerpo de una persona que la sufre, causa muchos desarreglos en él; pero el odio es más poderoso, engendra catástrofes nacionales e internacionales. Siendo así es penoso ver que algunos lo cultivan asiduamente y lo inculcan en sus hijos. No existe bestia alguna que pueda actuar peor que un hombre poseído por el odio. Esta fiebre es casi incurable, y espiritualmente, mata al que la padece. Esto ocurre porque este hombre ha olvidado que es su Ser que se manifiesta en todos los seres. Odiar a los demás es igual que odiarse a si mismo, y causa no tanto daño a la gente como a sí mismo; pues el que odia pierde su ecuanimidad mental y, como consecuencia, nunca logra la tranquilidad. Por lo tanto, Buddha lo califica como la fiebre más violenta. La pregunta siguiente fue: “¿Quién es el mejor médico?” Buddha contestó: “El Iluminado.” El Iluminado es el que ha experimentado la Suprema Verdad. Buddha vio los sufrimientos en el mundo y buscó las causas que lo producen. Teniendo la Iluminación, percibió claramente
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cuáles eran ellas. Luego difundió Su mensaje al mundo, que padecía trastornos y enfermedades mundanales. Todos los Dios-hombres, como Jesús, Buddha, Sri Krishna, Sri Ramakrishna, eran Iluminados. El médico cura sólo la enfermedad del cuerpo, pero los Iluminados atienden a la enfermedad mundanal de la cual la humanidad sufre. ¿Cuál es la enfermedad mundanal? La ignorancia y sus efectos: el aferrarse a las cosas fugaces, el olvido de la Suprema Realidad y el sufrimiento a causa de ello. Teniendo la iluminación, el ser humano se libra de toda esta enfermedad. Por lo tanto, Buddha llama al Iluminado, como el mejor médico. Entonces el deva en la forma del brahmín, dijo: “Ahora tengo una sola duda: ¿Qué es lo que el fuego no puede quemar, ni la humedad corroer, ni el viento destruir, sino que, por el contrario, puede reformar al mundo entero?” Buddha contestó: “La bendición. Ni el fuego, ni la humedad, ni el viento, puede destruir las bendiciones de un acto bueno; más aún, reformará al mundo entero.” Son los actos buenos los que nos salvan de este mundo de sufrimientos y muertes. El bienhechor es una bendición para esta tierra. La benevolencia de sus actos no excluye a nadie. La bendición de esos actos buenos no puede ser destruida de ninguna manera. Son esas bendiciones las que reforman, no solamente al individuo, sino también al mundo entero. La gente aprende el valor de las buenas acciones viendo sus resultados, y también al que las ha ejecutado. Reuniones y sermones para mostrar cuál es la vida digna de un hombre están bien, pero no dejan ninguna impresión en los oyentes si no se practica lo que se predica. El hombre común siempre necesita de un ejemplo para imitar. Esto es mucho más cierto en la vida espiritual. Los Dios-hombres, santos y sabios son los ejemplos de la vida espiritual. Vamos a resumir: la ira, la codicia, la pasión, la ignorancia, la envidia, el odio, son los enemigos del hombre. La generosidad, la paciencia, la sabiduría, la virtud, son los amigos de un aspirante espiritual. Una mente limpia y los buenos actos son los medios para lograr la inmortalidad, la dicha más elevada de liberación. Una persona iluminada, vale decir, que ha logrado la liberación, es el mejor guía. Que profundicemos en esas enseñanzas de Buddha y que Dios nos dé fuerza para ponerlas en práctica.
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LA VIDA Y LA ENSEÑANZA DE BUDDHA
Swami Paratparananda 1 1979
La vida de las grandes almas es como faro que ilumina la senda religiosa; pues esas almas son la ilustración misma de sus enseñanzas. No hay divergencia entre sus acciones y sus palabras. Es por eso que nos impresionan sus vidas aun después de miles de años. La vida espiritual no tendría ningún significado para el hombre si no tuviera ante sí esos vivos ejemplos de los dichos de las escrituras. Porque se pueden hallar miles de personas que expliquen las palabras de las escrituras, pero pocas que las demuestren con su propia vida, y sin esa demostración, esa prueba tangible, ese testimonio vivo, toda escritura quedará como literatura antigua, al igual que otras tantas, para el gozo de los intelectuales. Dice Sri Shankaracharia: “La elocuencia, la fluidez de palabras, la habilidad de comentar los textos sagrados, sirven como la erudición de los eruditos, para el goce, pero no nos llevan a la liberación.” Un aspirante a la vida espiritual necesita de muchas ayudas para mantener su mente en Dios. Tiene que tratar de dirigir todos sus sentidos hacia Él, y para eso hay que utilizar todos los medios posibles. Sri Ramakrishna aconsejaba: “Hay que guardar cuadros de santos en la casa. Los sentimientos divinos se despiertan por medio de esas imágenes. Es verdad que el sentimiento espiritual se despierta cuando uno mira la imagen de un sadhu. Es como recordar una chirimoya mirando una imitación de ella.” En la India se sirve también del teatro como un medio de recordar a Dios, representando allí los acontecimientos destacados de las grandes personalidades espirituales o de los santos. Sabemos cuánto nos impresionan los espectáculos audiovisuales. El mismo método se ha usado en la India para despertar el sentimiento espiritual. Oyendo y viendo las representaciones de las vidas de los santos damos a la mente un tema que no la distrae de su meta. Otro medio que está al alcance de todo aspirante es el estudio de las vidas de los grandes maestros espirituales, no para aumentar nuestro conocimiento intelectual, sino para que nos sirva de guía en nuestro camino, pues el hombre es siempre propenso a equivocarse, confundir los valores y engañarse. Reflexionando sobre la conducta y comportamiento de esas almas elevadas en las distintas circunstancias de sus vidas, podemos darnos cuenta cuando nos desviamos del sendero. Además, todos esos medios que hemos mencionado, ayudan a mantener la mente en un único tema, Dios, y cómo llegar a Él. Por estos medios brindamos a la mente temas variados, 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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a los que ella siempre es tan propensa, y al mismo tiempo le impedimos que piense en el mundo objetivo, en los placeres. Por eso, aunque nos hemos referido a la vida de Buddha en otras ocasionas, vamos a estudiar algunos acontecimientos de esa gran y noble vida. Buddha nació alrededor de seis siglos antes de Cristo, heredero del reino de los Sakhias, en el norte de la India. Su padre Shuddhódana, averiguó acerca de su futuro con los astrólogos y llegó a saber que el niño había nacido bajo buenos signos del zodíaco y que sería imperador de vastas tierras si subía al trono o renunciaría al reino, las comodidades y a todo y llegaría a ser un gran salvador de la humanidad. El rey, como casi todos los padres en el mundo, estaba ansioso por ver al hijo como un monarca poderoso, y desde su misma infancia lo fue preparando para este propósito y cuando alcanzó la juventud lo rodeó con toda la clase de comodidades con que pudo proveerlo: un palacio para el verano, y otro para el invierno, con todos los goces materiales imaginables. Además, con sumo cuidado arreglo todo de modo que ningún tipo de sufrimiento del mundo apareciera ante su hijo. El hombre se aferra con mucha tenacidad a sus bienes, parientes y otras cosas, aun sabiendo que todo es transitorio; por consiguiente le cuesta, le duele, apartarse de ellos. Shuddhódana trató de esta manera mantener enredado al hijo en el mundo; lo casó con una hermosa princesa con quien Siddhartha - el nombre de Buddha antes de su iluminación - tuvo un hijo. Pero todo eso, llegada la hora, no pudo impedir a éste abandonar el mundo. Sucedió que cierta vez, Siddhartha, deseando ver al mundo como realmente es, salió para ver la ciudad con el permiso de su padre, quien había ordenado a los ciudadanos tener cuidado de no dejar caer a la vista de su hijo ningún enfermo o viejo, como así también que nadie quemase ningún cadáver hasta avanzada la noche ese día. Por consiguiente, cuando el Príncipe salió en su carruaje vio por todas partes sólo escenas placenteras: los súbditos dándole la bienvenida con alegría, lo que le hizo muy feliz. Pero de repente aparece en el camino, arrastrándose de su choza, un viejo, en harapos, de piel arrugada como si estuviera colgada de los huesos, encorvado, sin dientes, y de ojos legañosos. En una mano llevaba un bastón para soportar su forma temblorosa y con la otra apretaba sus costillas de donde salía la respiración convulsivamente. “Gente piadosa, dadme limosna, pues puedo morir mañana o pasado,” gimió el hombre. Los otros lo sacaron a empujones, diciéndole: “El Príncipe te está mirando, vete a tu choza.” Pero Siddhartha, que ya había notado su presencia, dijo: “Déjenlo,” y dirigiéndose a su auriga, preguntó: “Channa, ¿qué es eso que se parece a un hombre, pero que sólo se parece, ya que es tan encorvado, tan miserable, tan horrible? ¿Nacen los hombres, de esa manera algunas veces? ¿Qué quiso decir él gimiendo ‘mañana o pasado voy a morir’? ¿No consigue alimento suficiente que le sobresalen los huesos? ¿Qué mal ha padecido este miserable?” Contestó Channa: “Querido Príncipe, este es un viejo;
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sesenta anos atrás tenía una forma derecha, ojos brillantes y cuerpo sano. Ahora los años le han robado la savia, saqueado su fuerza, voluntad e inteligencia. La lámpara no tiene más aceite, la vida que le resta es una chispa que está por apagarse: así es la vejez. ¿Por qué se preocupa Ud.?” “¿Pero, - insistió el Príncipe - sucederá esto con otros o con todos, o es un caso raro?” “Señor, sucederá así con todos estos si llegan a vivir tanto tiempo.” “¿Acontecerá esto conmigo, con mi esposa Yashódhara y los demás si ellos alcanzan esa edad?” “Si, señor,” contestó Channa. “Llévame de vuelta a casa, he visto lo que no había pensado que vería.” Pasó la noche entera en vela pensando en ese triste fenómeno que ataca a todo el mundo. Al día siguiente pidió permiso al rey para salir de incógnito y ver la vida diaria de los ciudadanos en su realidad, diciéndole que si él, Siddhartha, era el más querido del rey y del reino, entonces deberla conocer a la población, sus alegrías y tristezas, sus costumbres y deberes diarios. “Volveré más contento a mis jardines placenteros, aunque no satisfecho del todo.” Consiguiendo el permiso del rey, Siddhartha sale con Channa, disfrazado de comerciante, y ve la vida cotidiana de la gente. Recorrió un buen trecho sin ningún incidente significativo, pero de repente oyó un gemido pidiendo socorro: “¡Socorro, señores, levántenme o voy a morir antes que llegue a casa!” Un pobre infeliz, cuyo cuerpo atacado por alguna enfermedad estaba tirado al lado del camino, y se retorcía de dolor, trataba de levantarse asiéndose del pasto, pero pobre hombre, sus fuerzas no daban y caía. Lanzaba gritos de agudo dolor pidiendo ayuda. Siddhartha corrió hacia él, lo levantó con sus tiernas manos y mirándolo con cariño y apoyando la cabeza del hombre sobre su rodilla le preguntó: “Hermano, ¿de qué padeces? ¿Por qué no puedes levantarte?” Luego, dirigiéndose a su compañero, dijo: “Channa, ¿por qué este hombre jadea y gime, y suspira tan lastimeramente?” Replicó el auriga: “Señor, este hombre está atacado por una enfermedad mortal, por consiguiente, la sangre que corría antes en sus venas ahora está hirviendo, su corazón no funciona bien como antes, no tiene fuerza en los músculos, toda la gracia y alegría ha huido de él. Es un enfermo. Vea cómo se retuerce de dolor. Quizá muera dentro de poco, pero no va a morir hasta que la peste le haya destrozado los nervios. No es bueno que Ud. lo tenga así. El mal puede pasarle y atacarle a Ud.” Pero el Príncipe, todavía soportando y confortando al hombre dijo: ¿Y hay otros? ¿Puede suceder eso conmigo también?” “Mi buen señor, esto llega a todos los hombres en formas diferentes.” “¿Atacan esos males sin que nos demos cuenta?” inquirió Siddhartha. Contestó Channa: “Llegan deslizándose como la serpiente, como el tigre en el bosque se lanza sobre su presa desde su escondite o como el relámpago que cae sobre unos y deja libres a otros.” ¿Entonces todos los hombres viven con miedo?” “¡Así es, señor!” “¿Y nadie puede decir: ‘Duermo feliz y sano esta noche y así me levantaré?” “No, nadie puede afirmarlo.” “¿Y el final de todos los dolores es un cuerpo roto, una
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mente triste y la vejez?” “Así es, si los hombres llegan a vivir tanto tiempo.” “¿Qué sucede cuando no pueden soportar más los males, llegando a ser más y más viejos?” – “Mueren”. – “¿Mueren?” “Sí, al final llega la muerte, en cualquier forma, a cualquier hora. Algunos mueren jóvenes, otros viejos, pero todos tienen que morir. He aquí que llega un muerto.” Levantando sus ojos Siddhartha vio a algunos hombres que iban a la orilla del río llevando un cadáver, y otros que llorando lo acompañaban. Colocaron al muerto en la pira y la encendieron. Pronto el cuerpo quedó reducido a un puñado de cenizas y algunos huesos. “¿Es ese el fin que llega a todos los que viven?” preguntó Siddhartha. “Así es, sanos y enfermos, buenos y malos, todos mueren. De la muerte nadie se salva.” Comenzó entonces Siddhartha a sentir un amor indescriptible por el mundo sufrido, preso en la red de muerte y miseria, de repetidos sufrimientos. Tomando la resolución de buscar una salida de este laberinto, volvió a su palacio para despedirse de sus queridos en silencio. Aquella noche, cuando todos estaban sumergidos en el sueño, salió del palacio con la idea de encontrar una solución a ese problema de la vida y de la muerte, no tan solo para sí mismo sino para el mundo entero. Abandonó todo lazo mundano por amor a los mismos parientes y a todos sus semejantes, conocidos y desconocidos. El buscador de la Luz debe comenzar su búsqueda abandonando lo placentero. Conforme a la antigua costumbre Buddha adoptó la vida de asceta, se vistió de túnica amarilla, mendigó su comida de casa en casa por las calles de los pueblos. Trató de hallar el reposo espiritual en la filosofía, pero no logró mucho éxito. Luego lo intentó por el método de la mortificación. Acompañado de cinco amigos se retiro a un lugar solitario en los bosques de Uruvela y allí se dedicó a los ayunos y otras mortificaciones de sumo grado. Tampoco pudo lograr solaz en eso, pues la Verdad estaba tan lejos como antes. Estaba desesperado y un día casi se muere, habiéndose desmayado de cansancio y hambre. Sin embargo la Verdad todavía era un problema y la vida un interrogante. Después de seis anos de intensas disciplinas de mortificación Siddhartha se convenció de lo fútil que era ese método. Con el cuerpo purificado por la abstinencia, la mente refinada par la humildad y el corazón concentrado por la soledad, comenzó a meditar y rezar. Llegaron tentaciones para distraer la atención de Siddhartha de su propósito, pero no pudieron moverlo de su determinación. Sentado bajo el árbol bodhi, Siddhartha tomó este voto: “Aunque se seque el cuerpo y los huesos y la carne perezcan en la tentativa, este cuerpo no se moverá de aquí hasta que logre la suprema Iluminación.” Se dice que pasó siete semanas bajo el árbol, y en uno de sus estados de meditación una nueva luz irrumpió en su mente. El objeto de su búsqueda ya se encontraba en su poder. Siddharta se transformó en Buddha, el Iluminado. Para comprender bien las enseñanzas de los grandes salvadores del mundo, necesitamos conocer las tendencias de la época en que ellos
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predicaron, es decir, los pensamientos prevalecientes en aquel tiempo. Sin entrar en detalles, podemos concluir que en la época de Buddha, la gente comúnmente buscaba por medio de sacrificios y otras ofrendas ir a los cielos, a un mundo de goces. Mortificar el cuerpo era considerado como una austeridad muy grande y prevalecía el caos especulativo, lleno de teologías incongruentes. Las creencias se centraban en dogmas y credos. Las verdades de los Upanishads no estaban al alcance de las masas, y los eruditos simplemente las habían relegado. La obra de Buddha fue hacer frente a las supersticiones, negándolas e inculcar en el hombre fe en sí mismo. Nadie puede salvar a nadie, cada uno tiene que trabajar por sí mismo para lograr la liberación; ni el oro ni la plata ni los sacrificios de animales inocentes ayudará al hombre para tenerla, fue su clara declaración. Buddha no enseñó ninguna verdad nueva, sino que descubrió lo que se ocultaba al hombre común, las verdades de los Upanishads; puso énfasis sobre la moral diciendo: “Sed buenos y haced bien.” Sistematizó el sistema moral ya existente y le dio fuerza por su propia vida, limpia, compasiva y llena de ternura. Por su propia experiencia espiritual y observación aguda descubrió estas cuatro verdades: que existe sufrimiento, que éste tiene una causa, que puede ser suprimido y existe un medio para lograrlo. A muchos les parece que la obsesión de Buddha por el sufrimiento es muy exagerada. Sin duda cada cual tiene la libertad de opinar distintamente, pero es una verdad innegable que las cosas que parecen dar felicidad al principio, al final se tornan como veneno. Por ejemplo, tomemos cualquier clase de deseo: si uno lo satisface una vez sigue necesitando su satisfacción repetidas veces y no lo deja en paz; aunque cumpliendo ese deseo sufra miseria tiene que satisfacerlo. Y en poco tiempo éste se torna en un hábito difícil de arrancar. Hay filósofos que dicen que Buddha puso demasiado énfasis en este sufrimiento, pintando negro lo que era oscuro, y oscuro lo que era gris. Pero debemos recordar lo que Swami Vivekananda dice al respecto: “No debéis juzgar a los profetas de la antigüedad con vuestra cultura de hoy en día. Debéis, si podéis, primero, compenetraros en la época en que esos profetas vivieron; sólo entonces podréis comprender su actitud, no antes.” En los tiempos de Buddha el énfasis estaba puesto sobre el goce ya fuera en la tierra o en los cielos después de la muerte. Él tuvo que imprimir en la mente de la gente que no se podía escapar de repetidos nacimientos, sufrimientos y muertes hasta que se alcanzaba el Nirvana, la liberación, y tenía que decir la verdad sin titubear. En los Upanishads también encontramos un diálogo entre el Rey de la Muerte y un jovencito que quería conocer la verdad acerca de la vida después de la muerte. Yama, el Rey de la muerte, en lugar de ese conocimiento le ofrece todo lo que el muchacho quisiera tener: “Pídeme hijos y nietos que vivirán cien años, incontables elefantes, caballos y ganado, oro sin límite, vastas extensiones de tierra y vive tú mismo cuanto quieras. Si piensas que cualquier don es igual que éste, pídeme
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inmensa riqueza, y vida eterna; sé el monarca de toda la tierra. Te puedo otorgar todo lo que quieras. Además, todos los deseos imposibles de cumplir en el mundo pídelos a tu gusto. Acepta estas doncellas junto con los carruajes y música celestiales, que son imposibles de adquirir por los mortales, y sírvete de ellos, pero no insistas en conocer acerca de la muerte.” El muchacho que tenía agudo discernimiento replicó: “Todo esto lo que Tú me ofreces tiene dos días de existencia. Además, oh Rey de la Muerte, esos objetos desgastan la energía de todos los sentidos, aun la vida eterna que Tú me prometes es poca comparada con la eternidad, por lo tanto guarda contigo el baile y la música.” A pesar de esa insistencia en el concepto de sufrimiento en el mundo, no podemos calificar las enseñanzas de Buddha de pesimismo; pues en ellas vemos el deseo por que nos esforcemos en sumo grado a abandonar todo deseo. Él nos pide que nos rebelemos contra el mal y alcancemos una vida más elevada. Buddha sostiene que la sed es la causa del sufrimiento; la sed de los goces sensuales, de la prosperidad. Los Upanishads también declaran: “Aquello que es mago es inmortal, toda otra cosa es mortal.” Lo eterno sin cambio es la verdad, libertad y felicidad; por el contrario, el mundo de nacimiento, vejez y muerte está sujeto al sufrimiento. Buddha afirma que todo lo transitorio causa sufrimiento y por consiguiente, el deseo por los objetos placenteros y evanescentes no puede hacer otra cosa que hacernos sufrir. El deseo es debido a la ignorancia de la realidad. Tomar al cuerpo por real es ignorancia y debido a ésta surgen deseos en la mente, y los deseos cansan el sufrimiento. Ser libre del sufrimiento es el objeto de la enseñanza de Buddha. La meta de la vida moral es deshacerse de toda la maldad que penetra la existencia. Liberación consiste en la aniquilación de nuestro ego. Mientras el nirvana es la meta suprema, todas las normas de conducta que conducen a él o a terminar con el renacimiento son buenas, y las opuestas, malas. El sistema formulado por Buddha para llegar a la redención del sufrimiento está libre de los extremos de la satisfacción de los deseos por un lado y de la mortificación por el otro. Buddha, después de seis años de vida ascética, descubrió que el verdadero sendero “no puede ser hallado por el que ha perdido sus fuerzas.” En el primer sermón él dice: “Hay dos extremos que no debe seguir el que avanza: por una parte, la devoción habitual a las pasiones, a los placeres sensorios; y por otra, la devoción habitual a la mortificación del cuerpo, la cual es dolorosa, innoble e inútil. Hay un sendero intermedio descubierto por Tathagata - un sendero que abre los ojos, otorga entendimiento, el que conduce a la paz, a la visión interna de la suprema sabiduría, al nirvana. Por cierto, es el óctuple sendero ario, a saber, correcta creencia, correcta aspiración, correcta palabra, correcta conducta, correcto modo de vivir, correcto esfuerzo, correcto pensamiento y correcto embeleso.” Buddha ha dado el primer lugar a la correcta creencia, pues
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nuestras acciones reflejan nuestros pensamientos, que son equivocadas entonces debido a las creencias erróneas. Por ejemplo, no nos damos cuenta de que el cuerpo es perecedero, por eso nos aferramos a él. Para corregir esos erróneos puntos de vista necesitamos el correcto conocimiento, el cual viene de la correcta creencia. “La correcta aspiración consiste en el anhelo por la renunciación; la esperanza de vivir en amor con todos.” El aspirante a la vida elevada abandona la idea de su individualidad y trabaja para el universo entero. Esas aspiraciones deben convertirse en acciones, deben manifestarse en la correcta habla, correcta acción y correcto modo de vida. La correcta habla se define así: “Abstenerse de la mentira, abstenerse de calumniar, abstenerse del lenguaje rudo y abstenerse de la charla frívola.” Correcta acción es la acción sin motivo egoísta, la cual lleva a uno al correcto modo de vivir, libre de mentira, engaño, fraude y vanas sutilezas. Hasta aquí el énfasis ha sido sobre la conducta. Los últimos tres senderos, es decir, correcto esfuerzo, correcto pensamiento y correcta tranquilidad son para la purificación interna, para quitar las causas del sufrimiento. Correcto esfuerzo consiste en practicar dominio sobre las pasiones, para impedir el surgimiento de cualidades nocivas. Buddha recomienda los siguientes cinco métodos para deshacerse de una idea poco deseable que con persistencia persiga la mente: 1) ocuparse de una buena idea, 2) tener presente el peligro de las consecuencias de permitir a la mala idea desarrollarse en acción, 3) no prestar atención a la mala idea, 4) analizar sus antecedentes y de esta manera anular su impulso resultante, y 5) refrenar la mente con la ayuda del cuerpo. Pero correcto esfuerzo no puede ser separado de correcto pensamiento. Se debe controlar la mente, que juega y vaga, para evitar su inestabilidad, pues dice Buddha: “El dharma, o la religión, o rectitud, depende de la mente, y de la práctica de la rectitud depende la iluminación.” Buddha no considera a todo éxtasis necesariamente como bueno; debe tener el correcto fin, a saber la aniquilación del deseo. Porque sabía que había gente que se dedicaba a las prácticas del yoga para adquirir poderes sobrenaturales, a los cuales advirtió que no indicaban progreso espiritual, y a menos que se aniquile el deseo no puede lograrse la liberación, o nirvana: ser libre de todo sufrimiento. El mencionado método que Buddha recomienda para lograr ese propósito pone énfasis sobre la vida moral y abnegada. Sin la base moral ningún edificio espiritual es posible. a un hecho que Buddha lo reitera tanto por sus enseñanzas como por su vida. Los Upanishads, antes de Buddha, también han hecho hincapié en ello, diciendo: “El que no se ha abstenido de actos viciosos, de los placeres sensorios, no ha aquietado la mente y no ha podido reunirla, no puede conocer el Atman, por la mera erudición.” Buddha prescribe algunas reglas para adquirir la moralidad. La conducta es buena o mala; la primera surge de abnegación y se manifiesta en actos de amor y compasión; la segunda tiene su raíz en el egoísmo y produce actos de malicia, venganza y cosas por el estilo. Las
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acciones resultan buenas evitando las diez transgresiones, a saber, las tres corporales: homicidio, robo, y adulterio; las cuatro del habla: mentir, calumniar, injuriar y charlar frívolamente; y las tres de la mente: codicia, odio y error. Estas reglas suponen una necesidad de control de sí mismo en cinco diferentes direcciones. Quieren decir: controlad la ira, el deseo de posesiones, la lujuria, cobardía y malevolencia. Como resultado el hombre conseguirá paz tanto para sí mismo como para los demás. Aunque Buddha no habló contra el sistema de castas, estaba contra todo privilegio. Para él todos, sin excepción alguna, podían llegar a la liberación dado que tenían o anhelaban tener las virtudes necesarias. Una de ellas es el conocimiento de lo bueno; pero este cocimiento no significa el que se obtiene por la lectura, ni tampoco el del ocultismo, sino el conocimiento cuya base es la moral, y el que entra en nuestro ser, persigue el alma y es tan querido por nosotros como nuestra propia vida. Estas son las enseñanzas principales de Buddha, las que predicó durante casi cuarenta años viajando por la mayor parte de la India. Tuvo muchos discípulos tanto monásticos como hogareños. Swami Vivekananda hablando de Buddha dice con mucha reverencia: “Él fue el único hombre que estaba libre de todo motivo egoísta, quien de sí mismo dijo: ‘Buddha significa conocimiento infinito, infinito como el espacio; yo, Gautama, he alcanzado aquel estado; vosotros también lo lograréis si os esforzaréis por ello.’ Libre de todo motivo egoísta, no quería ir al cielo, no quería riqueza; renunció al trono y a toda otra cosa y mendigó su comida en las calles de la India, predicando para el bien de los hombres y animales, con un corazón vasto como el océano. Fue el único hombre que estuvo siempre listo para dar su vida por los animales, para poner fin a un sacrificio. Cierta vez dijo a un rey: ‘Si el sacrificio de un cordero te ayuda a ir al cielo, el sacrificio de un hombre te ayudará más; así pues sacrifícame.’ Buddha se yergue como la perfección del tipo activo, y la cumbre misma que él alcanzó nos demuestra que nosotros también mediante el poder de trabajo podemos alcanzar la suprema espiritualidad,” concluye Swami Vivekananda. Que podamos sentir en nuestro corazón un poco del inmenso amor que Buddha sentía y derramó sobre el mundo envuelto en el sufrimiento, y cada día podamos ser menos egoístas en nuestras vidas y así acercarnos un poco más a Dios.
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EL CONCEPTO DE DIOS Swami Paratparananda 1 27-5-1975
Desde tiempo inmemorial la controversia acerca de la naturaleza de Dios sigue ininterrumpidamente. Algunos dicen que Él es infinito, absoluto, sin forma, eterno e inconcebible por la mente humana. Pero otros sostienen que, si bien con cualidades infinitas, tiene forma, y aunque es todo-penetrante, tiene una morada propia. Otros más declaran que no se puede decir de Él que sea absoluto e infinito sino que está más allá de todo concepto; y por fin, hay otros que le dan una forma definitiva y afirman que Él no puede ser de otra manera y que todos los demás dioses le son inferiores. Simultáneamente, una parte de la humanidad ha sostenido que no hay un ser como tal, que todo esto es superstición de la débil mente humana y debe ser superada. En esta época, esta opinión ha estado adquiriendo más y más seguidores. En primer lugar, es necesario saber cómo se originó esta idea de un ser superior al hombre. El sentimiento inicial que el hombre experimenta cuando llega a percatarse de sí mismo es que él está ligado, limitado. Al principio debe haber sentido la inmensidad del poder de la naturaleza, de los elementos, y luego, personificándolos, debe haberlos adorado, para que le fueran propicios. Así, pues, comenzó la adoración al sol, a la tierra, al fuego y al agua. Se adoraba la tierra cuando el hombre comenzó a cultivarla y la propiciaba para que las cosechas fueran abundantes. El hombre sentía que esas fuerzas de la naturaleza eran más libres que él mismo y le podían otorgar libertad cuando eran propiciadas. Swami Vivekananda dice; "Si tratamos de indagar las diferentes formas de adoración en todo el mundo, hallaremos que la humanidad más tosca adora fantasmas, demonios y los espíritus de sus antepasados. La adoración de la serpiente, de los dioses de las tribus y la adoración de los difuntos, ¿por qué las hacen? Porque ellos sienten que de algún modo desconocido, estos seres son superiores, más poderosos que ellos mismos, y que limitan su libertad; por lo tanto tratan de propiciarlos para impedir ser molestados; en otros términos, para conseguir más libertad. También tratan de ganar el favor de estos seres superiores para lograr dones, dones que deberían lograr por su esfuerzo personal." Así pues, podemos decir que esta idea de un ser superior se originó con la limitación que el hombre sentía desde el momento que comenzó a 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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ver a su alrededor y anhelaba la libertad, pensando que un ser superior se la otorgaría sin límites. Hasta en el concepto más evolucionado de Dios, esa idea está manifiesta. Al respecto Swami Vivekananda dice: "Dos teorías acerca del comienzo de la religión han sido aceptadas por los eruditos modernos: una de ellas es la teoría de los espíritus; la otra, la evolución de la idea de lo Infinito. Unos mantienen que la adoración de los antepasados fue el comienzo de las ideas religiosas; otros, que la religión se originó en la personificación de los poderes de la naturaleza. El hombre quiere preservar la memoria de sus parientes muertos y piensa que ellos siguen viviendo aun cuando el cuerpo se ha disuelto; quiere darles alimentos y en cierto sentido adorarlos. De esto surgió, según la primera teoría, lo que llamamos religión. "Estudiando las religiones de los antiguos egipcios, babilonios y de las antiguas razas de América, hallamos claros indicios de esta adoración a los antepasados como el principio de la religión. Así, parece que, por una parte se ha conseguido una posición fuerte para los que sostienen la teoría de adoración a los antepasados como el comienzo de la religión. Por otra parte, hay eruditos que estudiando la literatura antigua de los arios muestran que la religión se originó en la adoración de la naturaleza. Aunque en la India hallamos pruebas de la adoración a los antepasados en todas partes, sin embargo, en los libros más antiguos no se encuentra ningún indicio al respecto. En el Rig Veda, el registro más antiguo de la raza aria, no hallamos rastros de esto. Los eruditos modernos piensan que lo que se encuentra allí, es la adoración a la naturaleza. La mente humana parece luchar para asomarse detrás de las escenas naturales. El alba, el crepúsculo, el huracán, las fuerzas gigantescas y estupendas de la naturaleza, su belleza, han causado ansiedad en la mente humana y ella aspira a atravesarlos, a comprender algo de sus misterios. En esta lucha, cierta gente asigna a estos fenómenos atributos de personas, dándoles almas y cuerpos, a veces hermosos, otras veces trascendentes. Cada tentativa termina en que estos llegan a ser abstractos, sean personalizados o no. Lo mismo se encuentra en los antiguos griegos: toda su mitología es simplemente esta adoración a la naturaleza abstracta, en este punto de vista -es decir, que la religión tiene su origen en la personificación de los poderes de la naturaleza- también se encuentran razones muy fuertes. "Estas dos opiniones –continúa Swami Vivekananda- aunque parezcan contradictorias, pueden ser conciliadas sobre una tercera base que a mi parecer es el germen real de la religión, y a esto propongo llamar 'la lucha para trascender las limitaciones de los sentidos'. El hombre busca los espíritus de sus antepasados, los espíritus de los difuntos, es decir, quiere lograr una vislumbre de lo que hay después de la muerte, y desea comprender la fuerza oculta en los fenómenos estupendos de la naturaleza. Cualquiera que sea el caso, una cosa es cierta: el hombre trata de trascender las limitaciones de los sentidos no
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puede quedar satisfecho con ellos, quiere ir más allá. La explicación no debe ser necesariamente misteriosa; a mí me parece muy natural -dice Swami Vivekananda- que esa primera vislumbre de la religión llegue a través de los sueños. El hombre bien puede adquirir la primera idea de inmortalidad a través de los sueños. ¿No es un estado maravilloso? Sabemos que los niños y las mentes incultas hallan muy poca diferencia entre el estado de ensueño y el estado de vigilia. ¿Qué puede ser de más natural comprensión que el hecho de que incluso durante el estado de ensueño, cuando el cuerpo está aparentemente muerto, la mente siga con sus trabajos intrincados? ¿Qué hay para asombrarse en que la gente, de inmediato, llegue a la conclusión de que cuando el cuerpo se haya disuelto para siempre, los mismos trabajos continúen? Esto, a mi parecer, seria una explicación más natural de lo sobrenatural, y a través de esta idea de ensueño la mente humana sube a conceptos más y más elevados. Por supuesto, en el curso del tiempo, la mayoría de la humanidad descubrió que esos sueños no son verificados en su estado de vigilia, y que no es que durante el estado de ensueño se tiene una existencia nueva sino simplemente que se recuerda las experiencias del estado de vigilia. "Pero, ya la búsqueda había comenzado y hacia adentro de sí mismo, y el hombre siguió investigando más profundamente en los diferentes estados de la mente y descubrió etapas superiores a la de ensueño y a la de vigilia. Así, pues, todas las religiones declaran que la mente humana en ciertos momentos trasciende no solamente las limitaciones de los sentidos, sino también el poder de razonar. Entonces llega a enfrentarse cara a cara con los hechos qué nunca podría haber sentido ni haber razonado. Todas las religiones del mundo aceptan la pura unidad abstracta, ya sea como presencia de un ser omnipresente, como una personalidad abstracta llamada Dios o como una ley moral que yace detrás de toda existencia." Refiriéndonos a lo citado anteriormente, es decir, a que el hombre busca ganar el favor de los seres superiores para conseguir dones de éstos, los que deben ser adquiridos por el esfuerzo personal, llegamos a la conclusión de que el mundo entero espera un milagro, esa esperanza nunca nos deja y aunque tratemos de no hacerlo, por fuerza estamos corriendo detrás de lo milagroso y extraordinario. ¿Qué es la mente sino la indagación incesante del significado y misterio de la vida? Swami Vivekananda dice: "Podemos decir que sólo la gente inculta corre detrás de esas cosas, pero la pregunta aún persiste: ¿por qué lo hacen? Porque el hombre no puede tener completa satisfacción en este mundo de los sentidos, quiere ir más allá de ellos y busca un ser superior que esté libre de todas las ligaduras. Tomemos la forma más primitiva de la religión, donde se hace adoración a los difuntos, a los antepasados o a dioses poderosos y crueles. ¿Cuál es la idea predominante acerca de esos dioses
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y antepasados que son superiores a la naturaleza y no están limitados por restricciones? El adorador sin duda tiene ideas circunscriptas de la naturaleza; él mismo no puede atravesar una pared ni volar en el cielos pero los dioses a quienes él adora, pueden hacer esas hazañas." ¿Qué significa esto, filosóficamente? Allí se encuentra la aserción de la libertad de los dioses a quienes él adora; son superiores a la naturaleza como él la conoce. Lo mismo es cierto en cuanto a los que adoran a los seres aún superiores. A medida que la idea de la naturaleza se va expandiendo, la idea acerca del ser que es superior a ella también se va expandiendo hasta que llegamos a lo que llamamos el monoteísmo, el cual sostiene que existe la naturaleza y existe también algún ser superior, quien es el Gobernador do ella. A medida que el hombre evolucionó y comenzó a pensar profundamente, la idea de Dios también evolucionó; se Lo concibió como una persona sentada en alguna parte en los cielos, infinitamente misericordioso y que bendice a los justos; un solo dios omnipresente y omnipotente reemplazó a los muchos dioses. En otras palabras, el monoteísmo llegó a prevalecer. Ahora bien: la mayoría de la gente no puede ir más allá de esta idea aunque tenga en sus escrituras indicios que muestran ideas superiores. Bueno, no es nada malo, no podemos culparlos. Pero es patético que se haga pose de ser todo-conocedores y dogmáticos y empiecen a condenar todo otro pensamiento, todo otro sentimiento, toda otra religión que no sea la propia, diciendo que es digna de ser echada al fuego. Porque, como dijo Jesucristo, "De oído oiréis y no entenderéis y viendo veréis y no percibiréis." Además, por esas condenas, ellos no solamente exponen su intolerancia a una segunda religión, sino que también exponen la falta de profundidad, simpatía y sensibilidad, y el miedo para ir más allá de las limitaciones que ellos mismos han creado. Ahora vamos a seguir con el tema. El concepto de Dios es un elemento fundamental de la constitución humana. El hombre anhela la libertad y ese anhelo lo ha llevado a concebir la idea de un Ser absolutamente libre. Esta idea de un dios personal que mora en los cielos está bien para la gente común, pero los sabios hindúes no quedaron satisfechos con esa posición. Persistieron en su búsqueda y avanzaron más; declararon: "Bueno, Dios tiene una morada, sin embargo, Él tiene una morada en cada uno de nosotros, más aún, somos partes de Él; la naturaleza también es una parte de Él. Justo como un hombre tiene un alma y un cuerpo, asimismo todo el universo, incluyendo a todos los seres vivientes, son Su cuerpo, y Él es el alma del universo." En esta idea también la gente se asía a un Dios personal. Pero hubo sabios que no quedaron contentos con esa idea; esta
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explicación de que existe un Ser más allá de las manifestaciones de maia -la gran ilusión o naturaleza-, que nos atrae hacia Sí mismo y hacia el cual todos nosotros estamos yendo, es muy buena -dice el Vedanta. Sin embargo la percepción todavía no está clara; es tenue, aunque directamente no contradice a la razón. La idea de que la meta está lejos, más allá de la naturaleza, atrayéndonos hacia ella, debe ser traída más y más cerca sin degradarla. Los sabios, por lo tanto, sin darse por vencidos, lucharon hasta llegar a la última palabra del Vedanta: Aquel, a quien los sabios habían estado buscando en todos los lugares, esta en nuestro propio corazón; la voz que ellos oyeron era cierta -dice el Vedanta-, pero la dirección de donde la suponían emanar era equivocada. El ideal de libertad que concibieron era cierto, sólo que lo proyectaron fuera de ellos y esa fue su equivocación. Trajéronle más y más cerca hasta que descubrieron que estuvo todo el tiempo dentro de ellos mismos, que es el Ser de nuestro propio ser. Esta es la última palabra del Vedanta: que somos Brahman y nuestro ser es idéntico al Ser Supremo; la idea del Único sin segundo; el Dios en los cielos se convirtió en Dios en la naturaleza y Él en la naturaleza se transformó en Dios que es naturaleza; y el Dios-naturaleza llegó a ser el Dios que está en este templo del cuerpo; y el Dios que mora en el templo del cuerpo al final se convierte en el templo mismo, llega a ser el alma y el hombre. Esta idea, sin embargo, está más allá del entendimiento de la mayoría de la gente. Si alguien dice "Tú y yo somos Dios" o "Atman es Brahman", el hombre común quedará estupefacto al oír lo que él considera una blasfemia. Es una idea muy profunda que la mayoría de la humanidad, o confundirá, o tratará de ridiculizar. En las enseñanzas de Jesús también encontramos esos conceptos acerca de Dios. A la multitud Él habló de "El Padre que está en los cielos" y a sus íntimos discípulos enseñó: "El reino de los cielos está en vosotros." Así vemos que Dios es personal e impersonal. Como persona se lo concibe como Padre o Madre Divinos; o como los hombres perfectos, como las Encarnaciones Divinas, por ejemplo, Krishna, Buddha, Jesús, etc. Hay tantos conceptos de Dios según la inclinación de la raza y ambiente y disposición individual, sin embargo, vemos que cada persona quiere que se acepte lo que ella misma considera como verdad. Pero debemos preguntarnos cuando predicamos una teoría, especialmente sobre religión o Dios: ¿Qué derecho tenemos para condenar a los demás o forzarlos a aceptar nuestras opiniones? Los fanáticos no tienen paciencia para reflexionar sobre esto. Ahora bien tenemos tantos conceptos de Dios; ¿cuál es entre ellos el verdadero? ¿Cuál es la salida de este laberinto de conceptos? ¿Cuál de ellos debe seguir el hombre común? ¿Están equivocados los grandes
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sabios? Si no lo están, ¿a quién se debe seguir? Ese es el dilema del hombre común, pero para el Hindú, si había estudiado sus propias escrituras, había oído a sus maestros con atención y fe, esto no debe ser un problema, pues desde los tiempos más antiguos del Rig Veda los sabios Hindúes descubrieron que la verdad es única pero los sabios la llaman de varias maneras. Por cualquier nombre que se Lo llame, el Ser Supremo es uno y el mismo. Más tarde también hallamos esta idea repetida una y otra vez. En el Bhagavad Guita encontramos este pasaje: "El que me adora a Mi, el Señor, en cualquier forma que sea, a él Yo llego en esa forma elegida, pues, Oh Aryuna, toda la gente recorre sólo Mi sendero," Un devoto y poeta cantó: "¡Oh Señor! Los hombres se dirigen a Ti por medio de diferentes senderos, sean derechos o torcidos, debido a sus tendencias diferentes; sin embargo sólo Tú eres la meta final de todos los hombres, así como el océano es para los ríos." Sri Ramakrishna, por sus realizaciones verificó esta verdad y luego, en su estilo inimitable enseñó: "Así como la gente que habla distintos idiomas llama al agua que se saca del estanque, yal, pani, water, etc., del mismo modo, según las distintas tendencias del hombre él se dirige hacia Dios como Brahman, Alá, Krishna, Kali, etc." Así, pues, es un error ser dogmático acerca de cualquier concepto de Dios. Aquellos que insisten en que Dios puede ser solamente como ellos lo consideran, consciente o inconscientemente ordenan a Dios. En qué situación embarazosa debe encontrarse ese Dios! ¿No piensan ellos que se están enseñoreando con Él? Si Dios fuera una persona tan débil como para oír los mandatos de una comunidad cuan grande y poderosa que sea, no sería mejor que los dioses de las tribus concebidos en las primeras etapas de la historia de la humanidad. Sin embargo, ¿por que la gente persiste en sus mociones considerándolas correctas? En una palabra, no se preocupan por llegar a Dios; se dedican a todas las otras cosas excepto a Dios, por eso hay conflicto y querellas, disputas y matanza sobre lo que es cierto acerca de las formas exteriores y maneras de adoración. Antes de tratar la cuestión de cuál es el sendero que uno debe elegir entre los muchos conceptos, es necesario que consideremos la naturaleza propia de nosotros mismos. El hombre es hombre porque puede pensar, entonces, ¿por qué debemos rebajarlo a la categoría del ganado imponiéndole nuestras ideas? La constitución de cada ser humano es diferente. Dos personas no son exactamente iguales incluso en la apariencia física. El ser humano nace en este mundo con un fardo de tendencias y nunca con tabla rasa. El mismo hecho de que los seres nazcan es debido al ímpetu de los resultados de las acciones en las vidas pasadas, y según éstas están formados los temperamentos -dicen las escrituras sagradas hindúes. Ellas hablan de tres gunas o constituyentes
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de la naturaleza, a saber: Satwa, que produce equilibrio; rayas, que engendra actividad, y tamas, que produce inercia, y según el predominio de estos constituyentes, la naturaleza del hombre es tranquila, activa o inerte, pues según la naturaleza de cada uno así es su fe, y el carácter del hombre se desarrolla de acuerdo con su fe; por lo tanto, como es su fe así es el hombre. Si un hombre tiene que progresar realmente, debemos dejarlo desarrollarse en su propia manera, de acuerdo con su propia naturaleza; lo que otro puede hacer por él -si es posible- es sólo ayudarlo a progresar en su manera y nunca interfiriendo con su propio ideal o condenando lo que ha estimado toda su vida. Si no puede hacerse esto y si realmente simpatizamos y queremos su bienestar, lo mejor que podemos hacer es dejarlo libre, saliéndonos de su senda. El estudio de lo que Sri Ramakrishna enseñó reprendiendo e instruyendo a "M" -el autor del Evangelio de Sri Ramakrishna- nos beneficiará en nuestro desarrollo espiritual. "M", imbuido de la idea de que la adoración a la imagen no es un modo apropiado, al principio de su contacto con el Maestro Sri Ramakrishna, quiso argüir este punto diciendo: "Aunque Dios tenga forma, seguramente Él no es la imagen hecha de arcilla". Sri Ramakrishna interrumpiéndolo dijo: "Pero, ¿porqué de arcilla? Es una imagen de espíritu". "M" no podía comprender bien el significado de esa frase "imagen do espíritu", y por lo tanto siguió discutiendo. "Pero señor, uno debe explicar a los que adoran a la imagen hecha de arcilla, de que eso no es Dios, y que mientras la están adorando deben tener a Dios en vista y no a la imagen hecha de arcilla; no se debe adorar la arcilla." Sri Ramakrishna contestó severamente: "Ese es un hobby de vosotros, gente de Calcuta: ¡dar conferencias y traer a los demás a la luz! Nadie jamás se detiene a considerar como conseguir la luz para si mismo. ¿Quienes sois vosotros para enseñar a los demás?" Aquí, cuando Sri Ramakrishna se refiere a "la gente de Calcuta" quiere decir gente que está imbuida de ideas modernas, como por ejemplo que la adoración de la imagen es idolatría, etc. Haremos más daño que bien con esa interferencia. Sri Krishna dice en el Bhagavad Guita: "No creéis confusión en la mente de los ignorantes que están apegados al trabajo, pues un sabio debe animarlos con su propio ejemplo de estar siempre ocupado." Aquí el trabajo a que se refiere Sri Krishna puede ser los sacrificios que hacían antiguamente para propiciar a los seres celestiales, pero lo mismo es válido en esta época, pues trabajando de una manera inegoísta, sin ningún motivo personal, la mente humana se purifica y en esa mente el valor de las cosas se hace más y más claro hasta que llega a conocerse la verdadera naturaleza de las cosas. Asimismo, cualquiera sea la idea de una persona acerca de Dios, llegará a la verdad si es sincera. Es por eso que Sri Ramakrishna dijo: "Él que es el Señor del Universo enseñará a todos; sólo Él nos enseña, Quien ha creado este universo, quien ha proyectado el sol y la luna, hombres y bestias y todas las otras cosas. El Señor ha hecho tantas cosas, ¿no mostrará a la gente la manera de adorarLo? Si ellos necesitan la enseñanza, entonces Él será el preceptor;
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Él es nuestro guía interno." Lo que es menester es que el hombre sea sincero y anhele conocer a Dios y verLo. ¿Tenemos ese anhelo? Entonces estamos en el sendero recto. ¿Hacemos nuestras prácticas espirituales con constancia y sistemáticamente? Entonces hay esperanza que podremos verLo un día; que estamos progresando en el sendero aunque no nos demos cuenta de ello. Pero el mero conocimiento libresco y recitar las escrituras como un loro, no nos servirá le nada; no nos llevará a ninguna parte; jamás puede mostrarnos a Dios. Las escrituras sagradas Hindues abierta e intrépidamente declaran: "No por la explicación de las escrituras, ni por el raciocinio, ni por el mero estudio de las escrituras, se puede alcanzar este Atman (Ser). Sólo puede ser logrado por aquel que Lo busca a Él únicamente. El alma de tal Persona se ilumina por la luz del Señor." Hay un gran significado en las palabras, "a Él únicamente". La mayoría no lo busca amándoLo, sino deseando de Él todas las cosas del mundo que puede proveernos, porque nuestras necesidades están limitadas al universo físico; no sentimos ninguna necesidad de Dios. Sólo cuando uno realmente siente esa necesidad de verLo, de tener comunión íntima con Él, sólo entonces Él se revela al aspirante. En el mundo hay mucha gente que busca a Dios por diferentes motivos, como por ejemplo, tener alivio de sus sufrimientos, tener hijos, riqueza, renombre, fama y cosas por el estilo. Son pocos los que buscan a Dios por Él, por eso el Upanishad dice: "a Él únicamente". Esto significa que no se debe albergar ningún pensamiento en la mente que no sea de Dios; pronunciar ninguna palabra salvo acerca de Él, y no hacer ninguna acción que no sea dedicada a Él. Y esto debemos hacerlo, no solamente por un día, ni por un año, sino hasta que Lo encontremos. ¿Puede ser esto logrado de repente? Mediante la constancia de la mente dirigida hacia un solo objeto y por la larga, contínua, sistemática práctica regular, uno logra un poco de concentración; entonces, ¡cuánta práctica no debemos hacer para tener ese anhelo de buscar a Dios únicamente! Sólo aquel que lo hace de esta manera adora realmente a Dios. Esa persona alcanza la Luz, no importa cuál forma o ideal adore. Logrando la Luz, él mismo se convierte en una Luz para los demás. Así, pues, no es solamente el concepto de Dios que uno sostenga lo que le lleva a la Luz, sino su dedicación para realizar ese concepto. Será ideal esa época en que cada persona pueda seguir su propio ideal de religión sin interferencia alguna. Entendamos esto bien y dejemos de lado todas las actitudes hostiles. Sigamos nuestro propio sendero con constancia y dedicación recordando al mismo tiempo que el odio y el fanatismo no nos llevarán jamás hacia Dios; por el contrario, nos alejarán de Él. Estudiemos la vida de los santos y los sabios y tratemos de buscar uno entre ellos que haya alcanzado ese estado por el odio; no lo encontraremos. Dios es todo amor, así que si tenemos que adorar a Dios debemos transformarnos en
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todo amor. Y sólo entonces la adoración será fructífera. Vamos a resumir: Varios son los conceptos de Dios. Él es personal e impersonal. El hombre que todavía se aferra a sus comodidades físicas puede avanzar concentrándose en Dios personal; sólo aquella persona que ha trascendido la atracción hacia todas las cosas del universo, hasta hacia su propio cuerpo, puede pensar en Dios impersonal. En ambos casos el devoto piensa que Él es eterno, inmutable, misericordioso, proyector de este universo, su sostén y Él es el destino de todo lo creado. Según el país y el ambiente se Lo dora por distintos nombres; sin embargo, en realidad Dios es único, es Existencia-Conciencia y Dicha Absoluta. Por lo tantos no debemos criticar a ninguna religión, ni imponer nuestros conceptos de Dios sobre otros. Si podemos, debemos ayudar a los demás según su propia naturaleza y propio modo de pensar; si no podemos hacerlo, debemos apartarnos de él, bendiciéndole para que logre éxito en sus esfuerzos.
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SIGNIFICACIÓN DE LOS SIMBOLOS EN LA VIDA ESPIRITUAL Swami Paratparananda 1 Los símbolos e insignias se han usado desde tiempo inmemorial; no se han vuelto obsoletos ni con el tiempo ni por el avance de la ciencia. Probablemente en este mundo, hoy más que nunca se usan los símbolos. Por ejemplo, las naciones tienen sus banderas; las empresas, sus marcas registradas, los gobiernos, sus sellos, y en algunas partes del mundo, los partidos políticos, sus símbolos. Las insignias y los símbolos relacionados con una nación hacen recordar su peculiaridad, posición en el mundo, su contribución u oposición al bienestar general. La marca registrada del fabricante es una garantía de la genuinidad de sus productos, si es que éstos han probado su utilidad. Asimismo, cualesquiera otros emblemas llevan con ellos el recuerdo de lo que representan, tan vívidamente como si toda su historia nos hubiera sido presentada en forma resumida. Otras clases de signos la tradición ha hecho que se reconozcan como representativos de un sentimiento o deseo particular: la bandera blanca en una batalla indica rendición; la rama de olivo se toma como una señal de la disposición a la reconciliación de quien la porta; las señales rojas advierten el peligro, y las verdes indican vía libre. También hay señales distintivas que el tripulante de un avión debe reconocer al acercarse a un aeropuerto. En pocas palabras, el simbolismo está tejido en la vida del hombre, sea antiguo o moderno, científico o no. La religión también ha adoptado este método del simbolismo y es tan antiguo como la religión misma. Por ejemplo, tenemos en el Rig Veda, reconocido como el registro más antiguo de las revelaciones espirituales, el Purusha Sukta, donde se representa lo Divino como una persona con millones de cabezas, ojos y piernas, que interpenetra todo el universo y al mismo tiempo lo trasciende. El ser humano está en la escala más alta de la evolución, como quiera que se la interprete, incluso en la de las ciencias biológicas. La mayoría de la humanidad, por lo tanto, puede comprender a Dios sólo como una persona: el concepto del hombre común no puede ir más allá de esto. Puede comprenderlo como una persona benévola, benefactora, generosa, siempre lista para ayudar a sus hijos. Este es, sin duda, tan solo un concepto antropomorfo, pero está más cerca de la verdad. Aquí también los Vedas sobresalen en ese concepto. La misma idea está expresada de una manera que significa más de lo que se comprende a primera vista. No significa que 1 Swami Paratparananda fue el líder espiritual del Ramakrishna Ashrama, Buenos Aires, Argentina y del Ramakrishna Vedanta Ashrama, Sao Paulo, Brasil (1973-1988).
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la forma concreta de una persona fue concebida por los rishis (sabios espirituales). El verdadero significado es que lo Divino se manifiesta en todos los seres de este universo y al mismo tiempo está más allá también. Esto está aclarado en los dos versos siguientes del citado Sukta. Dice: "Todo esto que vemos es sólo aquel Purusha, lo Divino: lo pasado y lo que vendrá después, también es solamente ese Purusha. Además, Él es el Señor de la Inmortalidad; se manifiesta en la forma de este universo para la experiencia de los yivas (seres individuales), pero no por esto se debe considerar al universo como su verdadera y única esencia. Todo lo que vemos es Su energía o fuerza, y el Purusha trasciende todo. Este universo con todos sus seres es solamente una cuarta parte de Él; el resto, la parte inmutable, se mantiene en su propia naturaleza luminosa." Aquí también la proporción mencionada es sólo figurativa, y se ha usado únicamente para mostrar la extensión del Purusha que es inmensurable. Él es infinito - eso es lo que expresan estos himnos. Así, pues, aunque la idea al principio parezca solamente antropomorfa, un poco más de análisis desdice esta suposición. Se ha usado antiguamente en la India este método simbólico tanto en el yagña o sacrificio como en el Upásana o meditación. Por ejemplo, en el Ashvamedha Yagña, o sacrificio del caballo, el cuerpo de éste se consideraba como el cuerpo del Virat Purusha o el Ser Cósmico. Cada parte del caballo representaba simbólicamente algún aspecto de este Ser Cósmico - la cabeza representaba el alba; los ojos, el sol; su fuerza vital, el aire: el lomo, el cielo: el pecho, la parte intermedia entre la tierra y el cielo, o sea, la atmósfera; los cascos la tierra; sus costados, las direcciones principales; las costillas, las direcciones intermedias; el cuerpo representaba el tiempo, como un año completo; sus miembros, las estaciones, las coyunturas, los meses y quincenas; las patas, los días y noches; los huesos, las estrellas y su carne, las nubes, y así por el estilo. Así, pues, aun cuando se hacía el sacrificio, el fin era dejar una impresión permanente en quien lo hacía, el pensamiento de lo Divino. Generalmente, un hombre vive en el plano mundano; sus placeres son densos. Por eso los Vedas le enseñaron que él puede tener goces mejores y más duraderos en el más allá, si adquiría méritos; iría a los cielos y viviría con felicidad durante un largo tiempo allí, si hacía ciertos sacrificios. Declaraban que podía volverse inmortal, en el sentido de que la duración de la vida allá era infinitamente más larga comparada con esta vida corpórea. Entre los sacrificios, al aswamedha se lo reconocía como el que podía dar frutos más elevados, es decir, ayudar a alcanzar un cielo más alto, el Brahma Loka. Pero éste implicaba gastos enormes y una colección de ingredientes poco comunes, todo lo cual era posible sólo para los reyes y emperadores. Por otra parte, había algunos sacrificios obligatorios para un brahmín; la vida de éste era de abstinencia y abnegación.
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Cada mes tenía que hacer dos cultos llamados darshapurnamasa durante un período de treinta años a partir del día en que encendía el fuego sagrado y en algunos casos durante toda la vida. Cada culto duraba dos días y en ellos tenía que abstenerse de los placeres carnales. Además, tenía que hacer el culto de agnihotra dos veces por día: una vez, justo después del amanecer y la segunda, al anochecer, durante toda su vida. También el que deseaba ir a los cielos tenía que hacer otros sacrificios. Aquellos cuya ejecución requería que el ejecutante observara gran austeridad y autocontrol ayudaban a limpiar su mente. En la mente purificada, a su vez, se reflejaban claramente las verdades de la religión. Así, aunque el aspirante pudiera haber comenzado con motivos más mundanos, poco a poco iba venciéndolos y anhelaba conocer la Verdad Eterna. Ese era el propósito del Karmakanda - una parte de los Vedas que enseña los cultos y deberes -, sublimar al hombre conduciéndolo gradualmente de lo denso a lo sutil. Con respecto a Upásana o meditación, se procede de los símbolos sutiles a los más sutiles. Cierta vez Nárada se acercó a Sanatkumara, uno de los primeros cuatro anacoretas e hijos nacidos de la mente de Brahmá, el Creador, y le pidió humildemente que le enseñara acerca de Brahman, lo Absoluto. Entonces Sanatkumara le contestó que le dijera primero lo que él sabía, y que luego le diría lo que está más allá. Replicó Nárada: "He estudiado los Vedas, los Puranas, las historias, la gramática, las reglas de los cultos, la ciencia de los números, la lógica, ética, etimología, etc. Todo esto lo conozco: pero venerable Señor, sólo conozco las palabras; no conozco el Atman, el Ser. He oído de personas como usted que el que conoce al Ser vence todo pesar; estoy afligido; por favor hágame cruzar este océano de pesar." Conocer el significado de las Escrituras no es lo mismo que conocer el Atman, el Ser. La mera lectura o conocimiento de los libros no hace perfecto al hombre; no le libera de la ligadura de los pares de opuestos. Nárada lo sentía muy agudamente a pesar del conocimiento de todas las diferentes ciencias. Sanatkumara le dice: "Todo lo que tú conoces es sólo nombre; medita sobre eso: Brahman. El que medita sobre el nombre, por su propia voluntad puede llegar hasta los límites del nombre." Nárada preguntó: ¿Hay algo más elevado que el nombre?" "Por cierto que sí; el habla es más grande que el nombre. A través del habla se puede entender todo; medita sobre ella - contestó el preceptor -, pues el habla expresa en palabras qué es el nombre; por eso el habla es más grande que el nombre. Si no existiera el habla, no se podría estudiar, y en ausencia del estudio no se podría conseguir el conocimiento de los Vedas, y falto de este conocimiento no habría el conocimiento de qué es la virtud, el vicio, etc. Por eso sólo el habla a través de las palabras nos hace conocer todas las cosas. Así, pues, el habla es mayor que el nombre. El que medita sobre el habla como Brahman puede llegar por su propia voluntad hasta los límites del habla." "¿Hay algo más grande que el habla?"
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"La mente es más grande que el habla: así como el puño encierra dos ciruelas, así la mente ase el habla y el nombre, porque cuando un hombre piensa con su mente que va a leer los himnos sagrados, él entonces lo hace; así también, antes de ejecutar cualquier acción, es su mente quien lo decide, y así con todos los deseos. Medita sobre ella. El que medita sobre la mente como Brahman, puede por su propia voluntad llegar hasta los límites de la mente." "¿Hay algo más grande que la mente?" "Sí que hay: la voluntad es más grande que la mente." Y así, poco a poco, le enseñó que la facultad de reflexión es más grande que la mente; la meditación más grande que la facultad de reflexión; el conocimiento es superior a la meditación, y así sucesivamente hasta que llegó a la fuerza vital. Nárada, que preguntaba cada vez si había algo más elevado de lo que el preceptor describía, omitió inquirir si había algo más elevado que el Prana, la fuerza vital, porque pensó que el prana como representante de Hiraniagarbha -Brahmá, el Creador - era la realidad final. Aunque el discípulo no le preguntó, el preceptor, conociendo lo digno que era, de buena gana instruyó a Nárada de no quedar satisfecho con el conocimiento del prana; que había algo superior al prana que se debía conocer; que conociendo el prana no se era todavía ativadi - el que habla con autoridad siendo conocedor de la Verdad. "Debes - dijo el preceptor - buscar la Verdad Suprema; sólo conociéndola puedes declararla. El que no comprende la Verdad no puede expresarla." Nárada tomó refugio en el preceptor y deseó ser iluminado. Entonces declaró Sanatkumara: "Lo que es Infinito es dicha, no hay dicha en lo finito; sólo lo infinito es dicha, Se debe desear conocer lo Infinito." ¿Qué es lo Infinito? Se lo puede conocer cuando se va más allá de la dualidad. "Cuando no se ve ninguna otra cosa, no se oye ninguna otra cosa, no se conoce ninguna otra cosa - eso es lo Infinito." En este episodio mencionado en el Upanishad vemos cómo por grados se aconsejó a Nárada buscar las verdades cada vez más elevadas. Aunque el nombre (las Escrituras) en sí no era Brahman, lo Infinito, fue enseñado a meditar sobre él; luego sobre el habla y así sucesivamente. Todos estos peldaños fueron proyectados como símbolos de Brahman y la meditación sobre ellos tenía sus resultados mucho más elevados que las cosas del mundo; pero no eran el final. A la cumbre se llega conociendo a Brahman. Se puede preguntar: ¿Por qué el preceptor no iluminó al discípulo de inmediato? Porque la verdad es profunda, casi imposible de comprender por los principiantes y además hay peligro de que éstos se equivoquen si no poseen una mente madura. Un ejemplo destacado de cuán difícil es entender y asimilar las verdades sutiles se halla en las instrucciones de Prayápati a Indra y Virochana, en el Chandoguia Upanishad.
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Cierta vez Prayápati, el Señor del Universo, proclamó que "el que conoce el Atman, que no es afectado por las manchas, sin vejez ni muerte, libre de pesar, hambre y sed, cuyos deseos son verdaderos y se tornan en hechos, el que Lo conoce alcanza todos los mundos y logra cumplir todos sus deseos." Esta declaración llevó a los reyes de los dioses y de los demonios, Indra y Virochana respectivamente, quienes naturalmente anhelaban los placeres, posesiones y señorío sobre todos los mundos, a dirigirse a Prayápati para aprender ese conocimiento. Era la tradición en aquellos días acercarse a un preceptor con toda humildad y servirlo. Entonces el preceptor, cuando el discípulo había vivido con él durante un largo tiempo, pensaba que éste podía entender el conocimiento que le iba a impartir y le preguntaba con qué intención vivía con él. Prayápati también siguió esta norma; les permitió servirle y quedarse con Él durante treinta y dos años, al término de los cuales les preguntó qué querían conocer. Ellos expusieron su deseo de conocer acerca del Atman, el Ser. Entonces dijo Prayápati: "Aquel Purusha que se ve en el ojo es el Atman. Es inmortal, es intrépido, es Brahman. La intención de Prayápati al instruirlos de esta manera era hacerles comprender que el Atman o Ser es solamente visto por los yoguis cuyos sentidos están controlados y cuyos deseos están aniquilados, y que ese Ser es Brahman. Pero los discípulos a causa de su falta de penetración, entendieron al Atman como el reflejo que se ve en el ojo. La expresión simbólica se dejó pasar por alto y se tomó el significado literal de la palabra. Los discípulos - debemos reconocerles su mérito por el deseo de estar seguros de haber comprendido el conocimiento del Atman correctamente - le preguntaron si era el mismo Ser que se reflejaba en el agua y en el espejo. Prayápati, para no desconcertarlos diciendo que estaban completamente equivocados, dijo que era cierto, que se lo podía ver en todo esto. El Atman, el Ser, siendo lo íntimo de todos los seres y lo más cercano a la mente, se podía ver dentro de todo. Pero otra vez los discípulos dejaron de ver el significado y lo tomaron literalmente. Prajápati trató de nuevo de hacerles ver que estaban equivocados diciéndoles que observaran su propio reflejo en el agua, primero como estaban, es decir con barbas y cabellos enmarañados y vestidos con túnicas de ascetas, y luego después que se hubieran afeitado y adornado. Sin embargo, ya estaban tan convencidos de su entendimiento del tema que no prestaron ninguna atención particular a la instrucción. Tomaron su forma exterior o cuerpo por el Atman y dejaron la morada del preceptor. Virochana, el rey de los demonios, no tenía la menor duda acerca de la claridad y veracidad de su entendimiento, así pues, se fue y proclamó a sus súbditos que el cuerpo era el Atman, el Ser, y que se lo debía alimentar bien y cuidar con todo esmero. Por el contrario, Indra, cuando ya había recorrido un trecho reflexionó sobre las dos imágenes que él había visto, a saber, antes y después de afeitarse y pensó: "Si este cuerpo es el Atman, entonces también cambia; cuando el cuerpo está bien adornado el Atman se embellece; cuando se viste con magníficas ropas parece bien vestido; cuando se lo limpia parece limpio; asimismo, cuando el cuerpo pierde los ojos,
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entonces el Atman se vuelve ciego; cuando la pierna sufre daño, el Ser se vuelve rengo. Si esto es así, entonces con la muerte del cuerpo el Atman también muere. Entonces, ¿dónde está el resultado prometido por Prayápati? Reflexionando de esta manera, Indra volvió al preceptor. Este le preguntó: "¿Qué es lo que te trae ahora? Me pareció que estabas contento como el otro con tu entendimiento." Indra se refirió a su reflexión y agregó: "Señor, no veo ningún bien en esta doctrina." "Así es - contestó el maestro -, si quieres comprender más, vive conmigo otros treinta y dos años; después te enseñaré." Indra aceptó y el preceptor al término del período le dijo: "Aquel que tú ves en el sueño gozar muchas cosas, aquel es el Atman." Indra quedó satisfecho y emprendió el regreso a su reino, pero pensó: "Aunque este Atman que goza en los sueños no es afectado por las modificaciones o daños al cuerpo, sin embargo éste también a veces se siente afligido y como si estuviera llorando; así, pues, esto tampoco puede ser el Atman que quería enseñar el preceptor." Regresó por segunda vez y pidió que lo iluminara. El preceptor le dijo que viviera otros treinta y dos años con Él, y, transcurridos éstos, le dijo: "Aquel que tú ves en el sueño profundo cuando incluso no ves los ensueños, aquel es el Atman." Indra partió muy alegre por haber conocido lo que él consideraba como el secreto acerca del Atman, pero otra vez le asaltó la duda y volviendo preguntó: "Señor, en el estado que Usted me va descripto ahora, no veo nada que pueda decir 'esto soy yo' ni veo cosas del universo; es casi oscuro; allí parece como si todo estuviera destruido. En ese estado no veo ningún fruto prometido por Usted." "Claro que no; es justo como tú dices. Quédate conmigo cinco años más. Luego te enseñaré," exhortó Prayápati. Al finalizar este período el preceptor dijo: "Es verdad que todo lo que tú percibes con tus ojos y otros sentidos, y también la mente, se desvanecen en el vacío en el sueño profundo. No debes afligirte por eso, porque este cuerpo, incluyendo los sentidos y la mente, están bajo el control de la muerte; están sujetos a la destrucción, pero es la morada del Atman que no es corpóreo sino inmortal. Hasta tanto el Ser tenga cuerpo y se identifique con él, estarán el dolor y el placer; es inevitable. Los pares de opuestos no afectan sólo a aquel que trasciende la idea de que él es el cuerpo." Una vislumbre de esto se ve en el sueño profundo. Ahora bien, hemos visto cómo el mismo consejo fue interpretado diferentemente por distintas personas, debido a la falta de penetración, de entendimiento y ausencia de la pureza de la mente. Es por esto que la enseñanza gradual y los símbolos apropiados son una necesidad al comienzo y en muchos casos aún después de un largo tiempo. En los Sutras - aforismos - de Patanyali sobre Raya Yoga encontramos esta frase: "Por la devoción a Ishvara, o el Señor, se puede alcanzar el Samadhi o la beatitud de la unión con Dios." Luego dá una idea acerca de
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Ishvara. Y como símbolo de Él, sugiere la sílaba OM. Swami Vivekananda, explicando este Sutra, dice: "Cada idea que se tiene en la mente tiene su contraparte en una palabra; son inseparables la palabra y el pensamiento. La parte interna de una y misma cosa es lo que llamamos el pensamiento. Nadie por análisis puede separar el pensamiento de la palabra." Los sonidos pueden variar según los idiomas, pero la relación entre ellos y el pensamiento es una cosa natural. Agrega Swami Vivekananda: "El símbolo es el que manifiesta la cosa significada, y si ésta ya tiene una existencia, y si por la experiencia conocemos que el símbolo ha expresado esa cosa muchas veces, entonces estamos seguros que hay una verdadera relación entre ellos. Aun si las cosas no están presentes, habrá millares que podrán conocerlas por sus símbolos. " Millones de aspirantes han verificado la eficacia de esta palabra OM. En los Upanishads encontramos que este OM representa el universo, lo pasado, lo presente y lo futuro e incluso lo que está más allá del universo. Patanyali nos asegura que la repetición de este mantram - formula sagrada -, junto con la meditación sobre su significado, nos conduce a la deseada meta, al samadhi. ¿Cómo la repetición de un mantram purifica la mente? Una mente moderna, naturalmente, hará esta pregunta. Tenemos que recordar aquí que el hombre nace con un fardo de samskaras (tendencias inherentes). ¿Qué es lo que ha causado esas tendencias? Más bien, ¿cómo se han creado esas inclinaciones? Son de nuestra creación; cualquier cosa que pensamos, hablamos o hacemos, sentimos o decidimos, perturba la substancia mental. Esta es como un lago: cuando echamos piedras en el agua de un lago, ésta se perturba; se ven las ondas alrededor del punto donde cayó la piedra expandirse en círculos; los guijarros se depositan en el fondo del lago. Asimismo los pensamientos y las acciones que hacemos, tienen su efecto inmediato de perturbar la tranquilidad mental y más tarde un efecto más duradero como una impresión depositada en lo más recóndito de la mente, que se llama tendencia y que tiende a surgir de nuevo cuando se presenta una oportunidad apropiada. En las palabras de Swami Vivekananda, estos pensamientos y acciones dejan como un surco en el cerebro, y después de un tiempo, cuando se repiten las acciones, sucede como si ese hombre estuviera obligado a moverse siguiendo esta línea. La mente resiste vigorosamente cualquier tentativa de salir de este sendero fijo; estos se llaman samskaras. ¿Cómo podemos vencerlos? Sri Ramakrishna solía decir: "Si uno se clava una astilla, debe sacarla con la ayuda de otra." Del mismo modo los samskaras viciosos deben ser vencidos mediante los buenos, por los pensamientos y actos buenos. Por la repetición de un mantram - formula sagrada - y meditando sobre lo que éste significa o representa se resguarda la mente de resbalar y caer de nuevo en los viejos surcos. Se producen nuevos samskaras por la constante meditación, que vencen todos los malos samskaras, si la práctica ha sido hecha durante largo tiempo y con intensidad. La mente despejada de sus impurezas se inclina naturalmente hacia la tranquilidad.
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Vemos así que cada pensamiento tiene una palabra o palabras que lo representan. La palabra es símbolo del pensamiento, mejor dicho, da una forma concreta a lo abstracto. El hombre común no puede pensar en lo Abstracto, lo Divino, sin que tenga una forma concreta, sea de palabra, de imagen u otro símbolo. Hemos visto en los relatos anteriores cómo los maestros instruían a sus discípulos, enseñándoles a meditar sobre símbolos cada vez más sutiles. Todas las religiones han aceptado la necesidad de un símbolo, sea en forma de libro, iglesia, templo, imagen, u otra cosa. Swami Vivekananda dice: "Es en vano predicar contra el uso de los símbolos, Y ¿por qué tienen que predicar en contra de ellos? No hay ninguna razón para que el hombre no deba usar los símbolos. Tienen éstos para representar las ideas indicadas por ellos. Este universo es un símbolo, en y a través del cual estamos tratando de comprender su significado que está más allá y detrás de este símbolo. La meta es el espíritu y no la materia: las formas y símbolos son muy buenos, ayudan mucho a la planta creciente de la espiritualidad." Con el pasar del tiempo en la India, cuando el hombre se fue haciendo más y más extrovertido, y no pudo cumplir con los deberes según la etapa de su vida, como habían sido declarados en las Escrituras Sagradas debido a varias razones; cuando los ritos se volvieron meras observancias ciegas y se hacían inconscientemente, los maestros hindúes desarrollaron esa idea del símbolo de la representación de la Deidad para que el hombre común pudiera comprenderlo fácilmente. Entonces comenzó a aparecer el uso de las imágenes, los salagramas (piedras sagradas para los adoradores de Vishnú), los templos, capillas, etc. Nunca, incluso el más ignorante, el hindú consideró a las imágenes como mera piedra o madera; para él son recordatorios de la Suprema Conciencia o símbolos de la Divinidad. La única cosa necesaria es el anhelo por ver a Dios. Si se tiene ese anhelo puede pensar en lo Divino en cualquier forma, sea de una imagen u otro símbolo; entonces llegará a la meta. Para comprender mejor esto relataremos brevemente el incidente ocurrido en la vida de Sri Ramakrishna. Cuando comenzó como sacerdote a adorar a la Divina Madre, se preguntaba constantemente si la imagen era mera piedra o conciencia viva. Su anhelo por verLa era tan fuerte que le rogaba ininterrumpidamente que se le revelara. Un día, para asegurarse que la Madre era viva o no, hizo la prueba de colocar un trozo de algodón cerca de su nariz y vio que el algodón se movía. Así, teniendo la certeza de que la Madre era consciente, aumentó su esfuerzo para verLa; otro día, no pudiendo soportar la separación y la falta de la visión de la Madre, quiso terminar con su vida, y, mirando a su alrededor, vio la espada que colgaba cerca de la imagen. La tomó y estaba por cortar su garganta, cuando tuvo una visión de la Suprema Conciencia y se perdió en esa Luz. Estuvo inconsciente del mundo externo durante un largo tiempo. Swami Vivekananda, hablando de su Maestro, cierta vez dijo: "Si la adoración a la imagen produce un Dios-
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hombre como Sri Ramakrishna, entonces adoraría a miles de imágenes para convertirme en perfecto." Vemos así que los símbolos son imprescindibles para la mayoría de la humanidad. Puede ser que de este uso de los símbolos o adoración a las imágenes hayan surgido algunos falsos conceptos, pero eso no es razón para condenar la práctica misma. Se debe tomar lo bueno y dejar de lado lo malo. Además, mientras el hombre es hombre, más inclinado hacia la carne que hacia el Espíritu, necesita también todos estos ritos y símbolos para pensar en la existencia de un Ser Supremo a Quien no debe olvidar. Los símbolos han contribuido inmensamente a la cultura religiosa y al desarrollo espiritual del hombre y seguirá haciéndolo en el futuro. Las masas los requieren e incluso la mayoría de la clase intelectual no puede dejar de lado a éstos sin temor a las consecuencias. Swami Vivekananda comenta: "Un hombre puede ser de intelecto gigantesco siendo, en cuanto a la espiritualidad, un mero bebé. Pueden verificarlo en este momento. Todos ustedes han sido enseñados a creer en un Dios Omnipresente; traten de pensarlo: ¡cuán pocos de ustedes tienen una idea de lo que significa omnipresencia! Si tratan duramente tendrán algo así como la idea del océano o del cielo o una gran extensión de tierra verde o de un desierto. Todas éstas son imágenes de materia y hasta tanto no pueden concebir lo abstracto como abstracto, el ideal como ideal deben recurrir a estas formas, estas imágenes de materia. No hace mucha diferencia el hecho de que éstas estén dentro o fuera de la mente. Todos somos idólatras por nacimiento y la idolatría es buena porque está en la naturaleza del hombre. ¿Quien puede ir más allá? Sólo el hombre perfecto, un Dios-hombre. Todos los demás son idólatras." La única cosa de la cual debemos cuidarnos en cuanto a esta adoración o uso de los símbolos es la de no ser dogmáticos y no forzar la aceptación de un símbolo o una imagen por los demás. Vamos a resumir: los símbolos representan ideas; cada palabra que pronunciamos representa alguna idea u objeto. Esos símbolos han jugado un gran papel en la vida humana. Ese mismo método ha sido utilizado en la religión también. Dios es una palabra, pero detrás de ella está la idea o su significado. Las religiones, de un modo u otro, se ven obligadas a utilizar esos símbolos para pensar en Dios. Hay muchísimos símbolos que Lo representan según la religión o secta particular, utilizando los cuales el hombre ha llegado a tener Su visión, a sentir Su presencia; por lo tanto, si realmente deseamos ver a Dios, que es el objetivo de la religión, entonces elijamos cualquiera de los símbolos, sea en forma de palabra o imagen y esforcémonos por llegar a Él. Que Dios nos bendiga para sentir Su presencia en nosotros antes que dejemos este cuerpo.
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