RESEÑAS HISTORIA DEL PISCO CHILENO

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Pablo Lacoste Gargantini. Doctor en Historia y Estudios Americanos Menci贸n Relaciones Internacionales Universidad de Santiago (USACH)



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INDICE

6 Presentación 7 El Marqués de Piedra Blanca y el origen del Pisco 8 Hacienda La Torre: La Primera Pisquera de América 9 El Pisco: Primera Denominación de Origen de América 10 El Liderazgo del Pisco como Denominación de Origen en Chile 11 El Pisco: La Denominación de Origen estrella en Chile 12 Origen del uso del nombre “Pisco” en Chile 13 Temprana presencia del Moscatel de Alejandría en el Norte Chico 14 Origen de las uvas pisqueras 15 Historia del alambique: el alma del pisco 16 Los artesanos del cobre labrado: cofundadores de la industria del Pisco 17 La tradición del arriero: otro cofundador de la industria del pisco 18 La tradición pisquera en el valle de Limarí (I): La Hacienda Tamelcura 19 De Monterrey a Monte Patria: La tradición pisquera en el valle de Limarí (II) 20 Pisco y Toponimia 21 El Pisco y religiosidad popular

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Presentación

Uno de los desafíos que se ha propuesto la Asociación de Productores de Pisco A.G., es desarrollar un proyecto de investigación para recopilar la historia e identidad del pisco, que permita valorarlo, como un patrimonio nacional, histórico, cultural y productivo, y sentirnos orgullosos de tener la primera y más antigua Denominación de Origen de América, que data del 15 de mayo de 1931. Nuestro propósito es contribuir a fortalecer la identidad del pisco, como un impulsor del desarrollo económico, social y cultural de los valles transversales de las regiones de Atacama y Coquimbo, desde la conquista de los españoles hasta nuestros días, proyecto que esperamos sea apoyado por el estado, para cumplir con el objetivo de publicar un libro con la historia del pisco, que sea ampliamente difundido en el país y el mundo. En esta senda, de reconocer y valorar la historia de nuestro pisco, establecimos un convenio de trabajo con el historiador Sr. Pablo Lacoste Gargantini, Doctor en Historia y Estudios Americanos, Mención Relaciones Internacionales de la Universidad de Santiago (USACH), quien ha realizado una serie de estudios y publicaciones de la vid, el vino y el pisco en Chile y América Latina. En la primera etapa del convenio, el doctor Pablo Lacoste desarrolló con un equipo de colaboradores, el relevamiento de documentos originales del Archivo Nacional, de los siglos XVII, XVIII y XIX, como investigación de base, para la recopilación de la historia e identidad del pisco chileno, estudio que culminó con ocho trabajos de investigación, de tipo artículos o capítulos de libro. De esta primera etapa de la investigación el historiador Lacoste preparó éstas 15 reseñas con los registros recopilados sobre el pisco, publicadas y difundidas en medios de comunicación de Atacama y Coquimbo. Como gremio estamos comprometidos, iniciando este camino, para redescubrir y fundamentar todo el legado histórico, cultural y la tradición que involucra el pisco, su proceso de construcción y consolidación, como un producto emblemático del país, y un patrimonio histórico, cultural y productivo.

Pelayo Alonso Zamora, Presidente y Directorio Asociación de Productores de Pisco A.G.

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E l M a rq u é s d e Piedra Blanca y el origen del Pisco Entre los pioneros de la industria del pisco en América del Sur se encuentra un destacado hijo del Elqui. Pedro Cortés y Monroy, marqués de Piedra Blanca, Huana y Huanilla (La Serena, 1651-1717) uno de los actores clave en la producción de aguardiente de uva en el Chile del siglo XVII, proceso en el cual, sentó las bases para el surgimiento del pisco. El crecimiento del potencial productivo del Marqués de Piedra Blanca llamó la atención de los comerciantes peruanos, por cuanto este último se convirtió en un atractivo proveedor de aguardiente y abastecedor de la siempre fuerte demanda del mercado local. Esto último adquirió tal envergadura que don Manuel Vázquez de Osorio, español peninsular radicado en Perú, y hombre destacado en Arica (fue corregidor en el periodo 1722-1723) que, al comenzar el declive de la capacidad proveedora de la industria aguardentera peruana, aquel tomó la decisión de buscar nuevos proveedores en el norte de Chile. Arica era un importante nodo dentro de las rutas comerciales de la región, especialmente en el abastecimiento de bienes cuyo destino final era el mercado de Potosí. Esta última región estaba provista de una minería pujante, y en consecuencia, generaba una demanda

cada vez más exigente de alimentos y bebidas (su población llegaba a 150.000 habitantes, cuando La Serena apenas tenía 2.000). Don Manuel se asoció con Agustín Niño de Zepeda, alcalde de La Serena (17021703), con el Marqués de Piedra Blanca y con el general don Lucas Arquero Ortiz, otro destacado personaje de La Serena (fue corregidor y miembro del cabildo en numerosas oportunidades). El negocio se formalizó mediante la firma de un contrato (12 de enero de 1711). Así, el Marqués de Piedra Blanca y el general Arquero Ortiz entregarían 200 arrobas de “aguardiente de buena calidad” en el puerto de Coquimbo, parte envasada en odres, parte en botijas a un precio de $10 por arroba. De esta manera se fue consolidando la tradición de destilar aguardiente en el Valle del Elqui, y se sentaban las bases para el surgimiento del pisco, nombre que se comenzó a usar en este lugar en el primer tercio del siglo XVIII, como se examinará en el próximo artículo.

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Hacienda La Torre: La Primera Pisquera de América Se entiende por “pisquera” un emprendimiento dedicado a la destilación de vino para obtener el pisco. De acuerdo al DFL 181 de 1931, la Denominación de Origen Pisco está re s e r v a d a p a r a l l a m a r a s í a l aguardiente de vino elaborado en el Norte Chico de Chile, en las regiones III y IV, entre Copiapó e Illapel. Lo que hasta ahora no estaba claro era cuál fue la primera pisquera de América. L a s ú l t i m a s investigaciones han permitido aclarar esta incógnita: la primera pisquera de América fue la Hacienda La Torre, ubicada en el Valle del Elqui, en el primer tercio del siglo XVIII. Su propietario era un conocido vecino del lugar, el capitán Marcelino González Guerrero, destacado político y empresario de la época. Como político, llegó a ser corregidor de Coquimbo (1722). Como empresario, fue propietario de varias haciendas en La Serena, en el valle de Copiapó y en el Valle de Elqui. Viticultor por excelencia, don Marcelino cultivaba las viñas y elaboraba vinos en todas sus propiedades, particularmente en la Hacienda La Torre, situada en el valle

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de Elqui. Allí cultivaba una viña de 11.000 plantas; las bodegas tenían lagares, 50 tinajas para elaborar y conservar el vino, y el equipamiento de cobre necesario para destilar aguardiente (fondos, pailas y cañones, entre otros utensilios). Además de vinos, aguardientes y otros productos, en la Hacienda La Torre se registraron también “tres botijas de pisco”, tal como se registró en el inventario levantado después de su muerte, en 1733. Este documento se encuentra en el Inventario de bienes de don Marcelino Rodríguez Guerrero, Valle del Elqui, 23 de mayo de 1733. Archivo Nacional de Santiago, Fondos Notariales de La Serena, volumen, 30 folio 267. La memoria de la Hacienda La Torre y la tradición de la temprana elaboración del pisco, se consolidaron en el Valle del Elqui, lo cual fue reconocido por el Estado en 1936, cuando tomó la decisión de cambiar el nombre a la localidad de “La Unión” y pasar a llamarla “Pisco Elqui”. En Perú los datos más antiguos de “pisco” corresponden al siglo XIX. Por lo tanto, Chile tuvo su pisquera un siglo antes que en Perú.


Uno de los aspectos más importantes y, paradójicamente, menos conocidos del Pisco, es su condición de Denominación de Origen (DO). Muy pocos en Chile comprenden que significa. Una DO es un Monumento. Es parte importante del Patrimonio de una nación. Es motivo de orgullo para toda la región propietaria, y para la nación en su conjunto. Los productos agroalimentarios más prestigiosos del mundo son DO. Los quesos de Camembert, Brie, Neufhatel y Roquefort (Francia); Cheddar (Reino Unido); Manchego (España), y los de Suiza y Holanda. El más famoso de los espumantes, el Champagne, una DO de Francia; le sigue en prestigio, el Cava, de España. De los vinos licorosos, el más antiguo es el Oporto, delimitado en 1756 por el Marqués de Pombal (Portugal). Otro muy conocido es el Jerez (sur de España). El vino más antiguo delimitado como DO es el Rioja, España (1926). Son prestigiosos los de Rivera del Duero y Priorato. En Francia, el primer lugar lo ocupan los vinos de Burdeos.

Las DO surgieron en la antigüedad, cuando los vecinos de una comunidad se esforzaban por elaborar un producto de calidad superior. Este esfuerzo fue reconocido por los mercados, que se manifestaron dispuestos a pagar un precio mayor por una bebida o alimento de mayor calidad. La garantía de esa calidad era, el origen geográfico. En la Biblia aparece varias veces, lo mismo que en obras de autores clásicos de Grecia y Roma y en Las Mil y Una Noches.

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El Pisco: Primera Denominación de Origen de América

Pero el prestigio llevaba a las falsificaciones y entre fines del siglo XIX e inicios del XX, se comenzaron a establecer reglamentos y tratados internacionales para proteger los derechos de las comunidades que, tras años de esfuerzo, lograron construir productos con prestigio. En 1931, el Presidente de Chile, Carlos Ibáñez del Campo, a través del Decreto con Fuerza de Ley (DFL) número 181, delimitó la DO Pisco. A partir de entonces, sólo tiene derecho a usar ese nombre la comunidad del Norte Chico de Chile, desde Copiapó hasta Illapel, los valles del Huasco, Elqui, Limarí y Choapa.

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El Liderazgo del Pisco como Denominación de Origen en Chile El Pisco, como Denominación de Origen (DO), tiene importantes efectos positivos para el desarrollo equilibrado de Chile. Es una eficaz herramienta para consolidar la población rural, previniendo la migración del campo a la ciudad y el surgimiento de las grandes megalópolis, enfermedad crónica de países subdesarrollados, tan común en América Latina. Los países interesados en evitar la macrocefalia y asegurar medios de vida a la población rural, tienen que fortalecer las DO, apoyarlas como aliados estratégicos. La DO es la mejor forma de preservar los estilos de vida del campo, particularmente a los viticultores. En el caso de Chile, los viticultores son actores de gran significado sociocultural, pues son los guardianes del paisaje. Y la DO es su principal garantía de subsistencia. Así se puede comprender con un ejemplo fácil: en Chile tenemos dos zonas con viñas de uvas criollas: el Norte Chico y el sur del Valle Central. En el Norte Chico, los 3.000 pequeños viticultores logran sostenerse en las viñas, no así sus colegas del valle del Itata, del secano costero e interior, de Cauquenes y Linares.

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La diferencia entre esas comunidades es la DO. Los pequeños viticultores del sur no tienen una DO que los proteja y asegure el valor de sus productos; no tienen rentabilidad. Con frecuencia, sólo pueden malvender sus uvas a las tres grandes empresas que monopolizan el mercado nacional del vino. Por eso, cansados de tanto sacrificio, muchos de ellos han comenzado a vender sus predios y retirarse, perdiendo su tradición, su cultura y su paisaje. La situación es distinta en el Norte Chico. Muchos pequeños viticultores son cooperados de una pisquera; y la empresa les permite, gracias a la DO, mantener un margen de rentabilidad capaz de permitirles el sustento. Gracias a la DO Pisco, se mantiene vivo el paisaje del viñedo en el Valle del Elqui y del Limarí, del Huasco y del Choapa. Lamentablemente, Chile tiene muy pocas DO. En los últimos años, el INAPI ha registrado un puñado de productos con DO. Pero es una tarea apenas incipiente en este país. Es importante construir una cultura de valoración de las DO, como herramienta estratégica del desarrollo equilibrado del país. Y en esa misión, el Pisco está llamado a servir como el buque insignia de las Denominaciones de Origen de Chile.


En la época colonial, varias regiones del Reino de Chile comenzaron a trabajar para elaborar productos de una calidad superior, hasta obtener fama y mejores precios en los mercados. Este fue el camino de los piscos del Norte Chico, los quesos de Chanco, los jamones de Chiloé, el vino asoleado de Cauquenes y Concepción, entre otros. A ellos se sumarian después del Pajarete del Huasco, el vino licoroso del Elqui, las longanizas de Chillán, la chicha de manzana de Valdivia, la chicha cocida de Curacaví, entre otros. El queso de Chanco fue el más famoso del Cono Sur de América: se consumía en todo Chile, de Copiapó a Valdivia; también se exportaba al Perú. Por su parte, los jamones de Chiloé también eran famosos: llegaban a la mesa del Virrey del Perú, en la corte de Lima. Por su parte, el asoleado de Concepción y Cauquenes fue el mejor vino chileno del siglo XIX: ningún otro vino nacional gozaba de su reputación ni alcanzaba sus altos precios de mercado. A p e s a r d e e s t a s p ro m i s o r i a s perspectivas, el desarrollo de casi todos estos productos se vio frustrado y en la actualidad, han desaparecido. Los jamones de Chiloé son hoy, apenas un recuerdo. El queso de Chanco nunca fue delimitado como DO: las grandes

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El Pisco: La Denominación de Origen estrella en Chile

empresas aprovecharon la oportunidad y se apoderaron del prestigio del nombre para lucrar, despojando a la comunidad maulina de su historia y sus derechos. Por su parte, el vino asoleado, a pesar de ser reconocido por ley como DO en 1979, no logró consolidarse y desapareció de los mercados. La única excepción fue el Pisco, delimitado como DO en 1931 y consolidado plenamente en los mercados hasta el momento actual. En los últimos años, el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INAPI), ha comenzado a reconocer otras DO: Limón de Pica, Atún de Isla de Pascua, cordero magallánico,langosta de Juan Fernández, sal de Cahuil, dulces de La Ligua, alfarería de Pomaire, chamanto y manta de Doñihue. Se trata de productos con desarrollo comercial incipiente, muchos de ellos de nivel artesanal. Poco a poco se va reconstruyendo la cultura de las Denominaciones de Origen en Chile, con vistas a afirmar la identidad de sus productos y sus pueblos. En este proceso, el Pisco ocupa el papel del abanderado.

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Origen del uso del nombre “Pisco” en Chile Es importante conocer el origen del nombre “Pisco” porque se ha generado una confusión. Algunos creen que el aguardiente se comenzó a llamar así en Perú, por el nombre del puerto de Pisco. En efecto, a partir de 1814, en Perú se comenzó a usar la palabra “pisco” para denominar al aguardiente. Así lo han referido los últimos estudios publicados por los historiadores peruanos. Lo que se conoce menos, hasta ahora, es que en Chile, la palabra pisco se comenzó a usar un siglo antes.

La producción de pisco se orientaba al mercado local y también a la exportación. En 1765, con motivo de un viaje realizado por un padre de la orden de San Francisco a la ciudad de Lima, y en el marco de un proyecto de llevar productos hechos en Chile para venderlos en Perú y con el dinero obtenido adquirir objetos para el culto, se movilizaron “catorce botijas de pisco” (Cristian Leal, Disposiciones Colegio Apostólico de Propaganda Fide, Santiago, Archivo Franciscano, 2013 p. 70).

El documento más antiguo es el testamento del capitán Marcelino González Guerrero (Valle del Elqui, 23 de mayo de 1733), en el cual se registraron “tres botijas de pisco” (Archivo Nacional de Santiago (AN), Fondo Notariales de La Serena (FNLS), volumen, 30 folio 267.

Estos cuatro documentos prueban que en el segundo tercio del siglo XVIII, se comenzó a propagar y estandarizar el uso de la palabra “pisco” para denominar el aguardiente de uva elaborado en el norte chico de Chile.

Una década más tarde, en el testamento de don Gregorio de Aquis (Valle del Elqui, 5 de diciembre de 1748) se protocolizaron otras tres botijas de pisco (AN, FNLS, volumen 38, foja 16). Una década más tarde se volvió a registrar la presencia de una botija de pisco en el pago de Las Diaguitas (Inventario de bienes del capitán Cristóbal Rodríguez, pago de Las Diaguitas, 14 de abril de 1758. AN, FNLS volumen 45 foja 97v.)

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El pisco está íntimamente ligado al moscatel de Alejandría, llamado también uva de Italia. Dentro del actual territorio chileno, esta variedad se comenzó a cultivar a comienzos del siglo XVIII en la chacra “Maitén”, propiedad del general Lucas Arquero Ortiz. Así ha quedado documentado en el inventario de sus bienes, levantado después de su muerte, en 1720. A partir de allí, el moscatel de Alejandría se comenzó a propagar por las haciendas y chacras del Norte Chico. Resulta notable la temprana presencia del moscatel de Alejandría en el corregimiento de Coquimbo porque en el Valle Central, esta variedad ingresó más tarde. Las primeras plantas de uva de Italia registradas fueron: San Fernando: 4 cepas en 1767; Santiago:13 en 1773; San Felipe: 4 en 1787. En el Maule no se ha registrado ninguna anterior al siglo XIX. En las viñas del Valle Central se cultivaba casi exclusivamente uva país. Los viticultores locales comprendieron rápidamente el potencial del moscatel de Alejandría para la destilación del

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Temprana presencia del Moscatel de Alejandría en el Norte Chico aguardiente. Su alto grado de azúcar facilita la obtención de alcohol, a la vez que su perfume aporta una considerable ventaja organoléptica. La evidencia documental muestra que el primer viticultor dedicado a cultivar el moscatel de Alejandría, el general Lucas Arquero, tenía sus propias instalaciones y equipamiento para destilar aguardiente. Sus vinos y aguardientes se vendían tanto en el mercado local como al exterior: en 1711 firmó un contrato para exportar al Perú 100 arrobas de aguardiente envasado en botijas. La evidencia documental demuestra que desde comienzos del siglo XVIII, la industria del pisco se encuentra íntimamente asociada al moscatel de Alejandría. Además, la temprana coexistencia del moscatel de Alejandría con la uva país, en las viñas y parrones del norte chico, generó las condiciones para el surgimiento de variedades nuevas, origen de las actualmente llamadas “uvas pisqueras”, tal como se verá en el próximo artículo.

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Origen de las uvas pisqueras Como todo producto internacional con Denominación de Origen, el pisco debe cumplir con una serie de normas de calidad. Además de su lugar geográfico (regiones III y IV) y de los procedimientos de elaboración, el pisco auténtico requiere también uvas especiales. El pisco puede elaborarse únicamente a partir de las llamadas “uvas pisqueras”. Se trata de uvas criollas, es decir, nacidas en América. Las variedades más importantes son: Moscatel de Alejandría, Moscatel de Austria, Pedro Jiménez y Moscatel Rosado. En menor medida se cultivan otras, como el Moscatel Amarillo. El Moscatel de Alejandría, llamado también “uva de Italia”, es la madre de las uvas pisqueras. Los estudios con marcadores de ADN han demostrado que muchas de las actuales uvas pisqueras son descendientes directos de la cruza entre la uva país y el Moscatel de Alejandría. La evidencia científica demuestra que de esa pareja descienden Pedro Jiménez, Moscatel de Austria y Moscatel Amarillo. Los padres de las uvas pisqueras llegaron en tiempos distintos a la región. La uva país ingresó a Chile a mediados del siglo XVI, con los primeros conquistadores españoles. Por su parte, el Moscatel de Alejandría, como

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se vio en el artículo anterior, llegó al Valle del Elqui a comienzos del siglo XVIII. A partir de entonces, comenzaron a convivir en las mismas viñas, la uva país y el Moscatel de Alejandría. Se generaron entonces las condiciones para el surgimiento de nuevos cultivares. Así fue como, entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, surgieron las uvas pisqueras: Moscatel de Austria, Moscatel Amarillo, Pedro Jiménez, entre otras. Se formó así el patrimonio vitícola pisquero que ha llegado hasta la actualidad.De acuerdo a los registros de 2007, la superficie de viñas cultivadas para Pisco comprende 10.000 hectáreas, incluyendo 2.500 de Moscatel Rosada, 2.460 de Pedro Jiménez, 2.300 de Moscatel de Austria y 1.800 de Moscatel de Alejandría.


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Historia del alambique: el alma del pisco El alambique es el alma del Pisco. Es el artefacto con el cual, se realiza la destilación del vino para obtener el aguardiente. Se trata de un equipamiento decisivo y de su calidad depende, en buena medida, el nivel del producto final. En la época colonial, en algunas haciendas, al no tener alambique, se usaba un rudimentario sistema formado por una paila de cobre en el cual se calentaba el vino, y luego, se empleaba un caño de escopeta para condensar los vapores. Se obtenía así un destilado muy precario. En la industria del Pisco, en cambio, se requiere de un alambique para asegurar la calidad. Los historiadores de Chile y Perú se han dedicado a buscar la presencia de alambiques en los documentos históricos para conocer la trayectoria de cada industria. Así, por ejemplo, el más impor tante historiador peruano dedicado a la historia del Pisco en su país, Lorenzo Huerta, ha hallado el alambique más antiguo del Perú, en un documento fechado en la Hacienda Galindo en 1826 (Universum 2004, 19: 53). Posteriormente, en su libro sobre la historia del Pisco peruano (2012), el mismo autor afirma que los alambiques se comenzaron a usar en Perú en la segunda mitad del siglo XVIII; pero no

entrega precisiones sobre el lugar, la fecha ni el documento que lo acredita. Por lo tanto, la marca más antigua con evidencia documental sigue siendo la de 1826. Antes de esa fecha, se destilaba aguardiente en aquel virreinato, en las rudimentarias falcas peruanas. ¿Y en Chile? El alambique más antiguo de Chile se registró en el testamento de María de Niza, Santiago, 27 de diciembre de 1586 (Archivo Nacional, Escribanos de Santiago, v 3, f 288). A partir de allí se comenzó a propagar y estandarizar el uso del alambique en el Reino de Chile, sobre todo en el Corregimiento de Coquimbo, donde surgieron talleres de cobre labrado. En el siglo XVII se han registrado catorce alambiques, y en el XVIII, varias docenas (RCIA 2014, 41: 107-114). En otras palabras, el alambique, alma del Pisco, se comenzó a usar en Chile 250 años antes que en Perú.

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Los artesanos del cobre labrado: cofundadores de la industria del Pisco El alambique, alma del Pisco, no surgió en forma espontánea. Fue el resultado de un largo y denso proceso cultural, signado por el dominio del arte de labrar el cobre, adquirido por los artesanos del Corregimiento de Coquimbo durante la época colonial. Ellos constituyeron un gremio original de esta región, lo cual contribuyó a afirmar la identidad local. En América Colonial se usaban nombres para los artesanos dedicados a trabajar ciertos metales como herreros y plateros. En el Norte Chico, la manufactura del cobre fue tan importante que surgió un gremio específico: el de los fragüeros de cobre, que ocuparon un significativo papel en la vida social, cultural, política y económica regional. En sus talleres se manufacturaban los utensilios que luego se distribuían por las casas y haciendas de buena parte del Cono Sur de América. Los inventarios de bienes muestran que en las cocinas se usaban cucharones y espumaderas, ollas y sartenes de cobre; los alimentos se llevaban a la mesa en fuentes de cobre. El agua se servía en jarras de cobre y el chocolate en jícaras de cobre. Iluminación y calefacción, con candelabros y braseros de cobre. La ropa se lavaba en lebrillos de cobre y las conservas y dulces se preparaban en pailas y

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fondos de cobre. El Reino de Chile vivió literalmente, la edad de cobre. Por lo general, cuando los inventarios consignaban el origen de estos utensilios, se mencionaba Coquimbo. En este corregimiento se hallaban los principales talleres de cobre labrado del país, sobre todo en La Serena y Huasco. Para abastecer al Reino de Chile y sus alrededores, los fragüeros de cobre del Norte Chico debieron trabajar a gran escala. La intensa demanda los llevó a adquirir un temprano dominio de la técnica de manufactura de estos objetos. A fuerza de trabajo, alcanzaron una destreza extraordinaria en la fabricación de artefactos de cobre labrado. Y en este contexto se produjo el surgimiento del alambique, el más sofisticado de los artefactos de cobre de aquella época.


Los grandes espacios geoeconómicos que generaba el Imperio Español, permitieron constituir un mercado de grandes proporciones, lo cual hizo posible el desarrollo de la industria del Pisco. Este producto fue posible en los siglos XVIII y XIX gracias, precisamente, a la extensa red de mercados que se construyó en el sur de América, en el marco de la PaxHispánica. En la época colonial, las pequeñas villas del Norte Chico tenían muy poca población. La principal ciudad, La Serena, apenas alcanzaba los 2000 habitantes. Este exiguo mercado inter no sólo hubiera permitido una economía de subsistencia: productos simples, de bajo costo y escaso valor. La única forma de desarrollar productos típicos de calidad, como el Pisco o las manufacturas de cobre labrado, era con la ampliación del mercado. Y este fue el papel de los arrieros. Ellos aprovecharon los grandes espacios geoeconómicos que el Imperio Español generó en el Cono Sur. Resulta notable la red que

construyeron los arrieros para asegurar el acceso de los productos regionales a los mercados más distantes. Por el sur, llegaban a Concepción, en la frontera del Bío Bío. Por el norte, se extendían hasta la villa Imperial de Potosí, en la actual Bolivia; y por el este, al puerto de Buenos Aires, actual Argentina. Surgieron así las rutas del alambique y del Pisco, a través de las cuales, la producción del Norte Chico se distribuía por toda la región, alcanzando una longitud de 6.200 km.

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La tradición del arriero: otro cofundador de la industria del pisco

Para llevar los odres de Pisco a los mercados, el arriero debía afrontar enormes dificultades y peligros. El primer obstáculo era atravesar la cordillera de Los Andes, lo cual exigía trepar más de 4.000 metros de altitud. Luego seguía la marcha por caminos de cornisa, en medio del frio y la nieve. El arriero arriesgaba la vida en las tormentas de viento blanco. Y seguía su camino, enlazando pueblos, vinculando paisanos, entregando sueños. El arriero, junto con el artesano de cobre labrado, fue uno de los cofundadores épicos de la industria del Pisco.

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La tradición pisquera en el valle de Limarí (I): La Hacienda Tamelcura La tradición pisquera del Valle del Limarí tiene también su relevancia histórica, junto con los valles del Huasco y del Elqui. A diferencia de éstos, la trayectoria del Limarí es menos conocida, porque los archivos han comenzado a examinarse en forma más tardía. El tema es relevante porque en los últimos años, en forma silenciosa, los viticultores y pisqueros del Valle del Limarí han crecido en forma notable, hasta constituir el principal centro de elaboración de Pisco de Chile. Las últimas investigaciones han demostrado que el Valle de Limarí ya tuvo un papel importante en esta industria al menos, desde el último tercio del siglo XVII. El protagonista de esta historia fue el Maestre de Campo Gaspar Marín y Godoy, vecino del corregimiento de Coquimbo, hijo del inmigrante español, capitán Juan Domínguez Marín y de doña Baltasara de Godoy, natural de La Serena. En 1663, don Gaspar se casó con doña Inés de Rivera Figueroa. Juntos permanecieron durante 35 años de fecundo matrimonio. Además de varios hijos, pusieron en marcha dos

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emprendimientos vitivinícolas y agroindustriales en el Valle del Limarí: la Hacienda Tamelcura y la Hacienda Monterrey. La Hacienda Tamelcura fue la primera pisquera del Valle del Limarí, con sus instalaciones y equipamiento para elaborar el vino y destilar el aguardiente. Allí se cultivó una viña de 13 a 14.000 plantas. La bodega tenía sus lagares y sus tinajas para elaborar y conservar los vinos y aguardientes. En total, tenía 54 tinajas que, en conjunto, ofrecían una capacidad de vasija de 700 arrobas. Para la destilación, la Hacienda tenía dos alambiques. El Maestre de Campo Gaspar Marín gestionó la Hacienda Tamelcura durante el tercer tercio del siglo XVII. Al final de su vida, redactó su testamento en el cual dejó registrados los bienes de esta Hacienda. El testamento fue dado en La Serena, el 12 de octubre de 1698. El original se encuentra en el Archivo Nacional, Fondo Notariales de La Serena, volumen 16, fojas 197-199.


En el Valle del Limarí se destacaron dos tempranos polos de cultivo de la vid, elaboración del vino y destilación de aguardiente: la Hacienda Tamelcura y la Hacienda Monterrey. En la anterior columna de esta serie se explicó que en el siglo XVII las haciendas de Tamelcura y de Monterrey fueron gestionadas por el Maestre de Campo Gaspar Marín y Godoy. Efectivamente, don Gaspar compró la Hacienda Monterrey a doña Esperanza de Cisternas y sus hermanas, Ana y Francisca. Bajo su liderazgo, la Hacienda logró progresar y mejorar. Se convirtió en un lugar cada vez más acogedor y relevante. Finalmente, don Gaspar cedió esta propiedad a su hija Josefa, quien se casó con Gabriel José Egaña (1700-1743). La familia Marín – Egaña tuvo una prolongada presencia en el Valle de Limarí. El padre de doña Josefa, Gaspar Marin nació en Sotaqui (1676) y falleció en Monterrey (1722). A su vez, los dos hijos de doña Josefa (Francisca de Borja y José Gabriel Egaña Marín) nacieron en Sotaqui. De esta manera se fue consolidando la colonización del Valle del Limarí, alrededor de estos polos: Tamelcura, Sotaqui y Monterrey. Estos fueron centros de actividad social, económica

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De Monterrey a Monte Patria: La tradición pisquera en el valle de Limarí (II)

y cultural. Singular relevancia tendría Sotaqui como santuario, capaz de congregar a los arrieros que llegaban de todo el Corregimiento y del otro lado de la cordillera. El final de su vida, don Gabriel de Egaña, el esposo de doña Josefa, elaboró su testamento (3 de noviembre de 1743). Allí se describe la Hacienda de Monterrey: había allí una viña de 12.000 plantas; las bodegas tenían 130 @ de vasija, en varias tinajas. También había 40 arrobas de vino aliñado. En el inventario de bienes (1744) se incluye también el equipamiento para destilar aguardiente, incluyendo un fondo, una paila y un cañón de sacar aguardiente, todo de cobre. Monterrey se fundó en 1605, en homenaje al entonces virrey del Perú, el conde de Monterrey. Después de la independencia, Monterrey pasó a llamarse Monte Patria, nombre que mantiene en la actualidad.

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Pisco y Toponimia

Toda Denominación de Origen tiene un nombre asociado a un lugar geográfico. En el caso del pisco chileno, el nombre corresponde a la localidad de Pisco Elqui, ubicada en el Valle del río Elqui, lugar donde se comenzó a llamar “pisco” a este aguardiente típico (Hacienda La Torre). Los usos y costumbres de viticultores, destiladores y arrieros, asociaron tempranamente este lugar con la producción de pisco. Siguiendo esta tradición, el 1 de febrero de 1936, por ley 5.798, el gobierno de Chile estableció el nombre de Pisco Elqui a esta localidad. En Perú también existe un lugar con este nombre: es el puerto de Pisco. Su nombre es muy antiguo y se asocia con el pájaro homónimo que abundaba en el lugar. Sin embargo, esta tradición se interrumpió en el siglo XIX. En efecto, el gobierno del Perú resolvió cambiarle el nombre a este lugar, y por ley del 22 de noviembre de 1832 pasó a llamarlo Puerto Independencia, pues allí desembarcaron las fuerzas del Ejército Libertador para llevar la independencia al Perú. Se borró entonces el nombre

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Pisco de la geografía política del Perú. Esta situación se revirtió décadas más tarde, cuando una nueva ley de 1868 volvió a imponer el nombre de Pisco a este puerto. La ruta chilena del Pisco también se hizo sentir en la toponimia regional, como se nota en Chilecito, la segunda ciudad más importante de la provincia de La Rioja (Argentina). Se comenzó a llamar Chilecito en la época colonial, por la presencia de los chilenos que vivían y circulaban en esta localidad, punto importante en la ruta del pisco que iba desde el Norte Chico hasta Potosí. Numerosas veces, las autoridades intentaron borrar este nombre: los españoles la llamaron “Santa Rita”. Después de la independencia, el gobierno argentino volvió a la carga, y le impuso nuevos nombres oficiales: “Villa Argentina” (1848), “Villa Famantina” (1856) y de nuevo “Villa Argentina” (1869). Sin embargo, todos estos intentos de cambiar el nombre, desde el poder, fracasaron. Se mantuvo “Chilecito” como perpetuo recuerdo de aquellos arrieros de la ruta del Pisco.


La tradición del Norte Chico de Chile tiene dos fuertes pilares que muchas veces son percibidos como autónomos y desconectados uno del otro: la industria del pisco y la religiosidad popular. Sin embargo, existe un lazo profundo entre ambos elementos. La tradición de la religiosidad popular del Norte Chile se hace visible en santuarios y capillas de singular valor histórico. El día de sus fiestas patronales, estos lugares se convertían en polos de atracción, capaces de atraer gentes desde tierras muy lejanas. La pregunta es: ¿de dónde venían los peregrinos? Aquí se cruza la historia de estas celebraciones con la historia del pisco y sus rutas comerciales. Como se ha señalado en columnas anteriores, el Pisco elaborado en el Norte Chico, se distribuía por un amplio territorio. Los arrieros debían cruzar la cordillera para llevar el pisco en sus mulas hacia las actuales Argentina y Bolivia. Eran viajes largos, que duraban meses. Allí los arrieros se demoraban para descansar, recuperar sus animales y hacer pequeños negocios. Cultivaban amistades y amores que a veces culminaban en matrimonio. Surgieron así familias mixtas a ambos

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El Pisco y religiosidad popular

lados de la cordillera y con ellas, un intenso flujo de viajes. Cada niño que nacía o abuelo que moría, generaba un viaje familiar trasandino. Las familias cruzaban la cordillera para asistir a bautizos y funerales. Así se multiplicaban los contactos entre parientes y vecinos, y surgían así nuevas familias mixtas. Estos viajes se realizaban también con motivo de las fiestas religiosas. Los chilenos iban a San Juan a la Difunta Correa. Y los argentinos venían a Chile a las fiestas locales. La presencia de los afuerinos incrementaba la convocatoria, y más arrieros y mineros se sumaban a la peregrinación. Esas fiestas eran parte de la vida social; espacios de encuentro entre dos mundos. Y el pisco era la hebra mágica que los unía. Los santuarios y capillas de Combarbalá y Sotaquí; de Andacollo y Barraza; de La Serena y Pisco Elqui, son símbolos culturales de la historia y la cultura del Norte Chico de Chile, de su vida social y económica, lo cual incluye también, la historia del pisco.

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