Suplemento El Mundo Nov. 2009

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Domingo, 29 de noviembre de 2009

EL ARTISTA valenciano, en una de las estancias de su estudio, en Barcelona.

PROTAGONISTAS | JAVIER MARISCAL

"Me siento muy mal conmigo mismo. A veces pienso que todo lo que he hecho es una gran equivocación" Chavi, como le llaman todos, está a punto de cumplir 60 años y por fin admite que su profesión es el diseño. De muebles, de ambientes, de cosas... Pero sigue reinventándose, ahora como creador cinematográfico: en 2010 estrenará la primera película realizada con sus dibujos y dirigida por Fernando Trueba. También colabora en dos libros recién editados sobre su trabajo, en los que debuta como escritor. Por ELENA PITA. Fotografía de PAOLA DE GRENET

Javier Mariscal es un ser irreflexivo y, depende de cómo lo cojas, te cuenta esto o lo contrario, te habla en serio o en broma, se ríe o bufa. Digamos que no es fácil pillarle el punto, pero una vez pillado no lo sueltas, ni a él ni al punto. Nos recibe esta mañana en sus cuarteles generales de Palo Alto, Poblenou, Barcelona: una antigua fábrica de curtidos reconvertida al jolgorio colorista del diseño Mariscal, donde la tropa entra y sale a la hora que le convenga y cómo le convenga, con la única obligación de ser responsable con la tarea. Serio, cuasi borde, se presenta y arranca a su manera. "¿De qué va la entrevista?". De Javier Mariscal. "¿De qué vamos a hablar?". De Javier Mariscal. "¿Conoces el estudio?". No. "Te lo enseño y vamos hablando". ¿De pie? "Sí, yo a veces hablo de pie, otras, sentado y otras, incluso, acostado". Bien, qué remedio, pluma, papel, grabadora en mano. Recorremos entonces los departamentos de diseño, dibujo, 3D (donde los chicos han de mostrar sólo tres dedos de la mano al saludar), animación, etcétera, y va él haciendo una caricatura hilarante de las 60 personas que trabajan en sus proyectos; son de Brasil, Australia, el Maresme, México, Nueva York o la Pampa argentina. Mariscal (Chavi) conoce y destripa sus defectos y virtudes como si escribiera bocadillos de un tebeo. Me enseña la cocina, donde siempre habrá a punto un té o un almuerzo para invitarte, el archivo sin fin y las buganvillas kilométricas que plantó hace 20 años y que trepan locas los muros hasta el tejado. Y en esto que encontramos a un grupo visitante de señoras todo mechas, edad indefinida, reunidas en torno a Eva (relaciones públicas) que se deshace en explicaciones como un 'tour operator'. Y él, misma cara, misma expresión impávida: "Y esto, por ejemplo, es un 'casting' que estamos haciendo para contratar grafistas". Ya, como becarias, ¿no? "Tal vez sí". Después de tanta comicidad, tantas mentiras, faena me queda para meterlo en cintura. Javier Errando Mariscal, Valencia, 1950. P.Tengo entendido que sufre "incontinencia creativa", ¿esto va a más con la edad? R.No sufro ningún tipo de incontinencia, llevo un ritmo bastante normal. P. Lo he tomado literalmente de su biografía oficial en la web del estudio. R. ¿Incontinencia? Eso son cosas de la Ángels (su jefa de prensa), incontinencia tendrá ella. Es una palabra que odio. Yo soy continente. P. ¿Se siente más creativo e ingenioso con (casi) 60 años de lo que fue a los 20? R. Me cuesta muchísimo reflexionar sobre mi trabajo, y estos dos libros ['Mariscal Sketches' y 'Drawing Life'] han sido un esfuerzo inusual de mirarme al espejo, algo que nunca hago: siempre miro hacia delante, me motiva lo que hago cada día. Con la edad he perdido vitalidad: ya no puedo pasar 40 horas sin dormir y dibujando, me

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canso; pero tengo mucha más perspectiva, comprendo mejor el proceso de diseño y he tenido que admitir por fin que sí, que mi profesión es ésta. P. Entre todos los oficios, todos los palos que ha tocado a lo largo de la vida, ¿el de equilibrista es el que más le gusta? R. No precisamente, pero es mi forma de hacer del trabajo mi vida: siempre en equilibrio; aunque esto no tenga nada que ver con aquello de te ganarás el pan con el sudor de tu frente. Mira, en esta fábrica, hace 100 años, trabajaban cientos de personas adultas y niños en condiciones durísimas, y ahora nosotros nos divertimos trabajando, que es lo que yo reivindico: que te paguen por divertirte. El trabajo no puede ser algo negativo que hagas simplemente para comer, sino el lugar donde plasmas tus mejores experiencias, donde te realizas como persona. Yo, por ejemplo, trabajé un tiempo como taxista y me encantó, porque me gusta conducir y hablar y ser amable con la gente. P. "Diversificarse es prostituirse", le han dicho los puristas y ortodoxos, pero ¿no es también lo que quiso decir en su reciente exposición en el Design Museum de Londres? (Colgó en un muro todo el 'merchandising' Mariscal y dijo: "Ésta es la mierda que yo he generado"). R. Es algo que no quiero esconder: hay una saturación general. Yo soy muy crítico con lo que hago, soy capaz de verlo con distancia, y me doy cuenta de que producimos mucho más de lo que podemos consumir, ¿quién va a gastar tantos zapatos como se producen? Así que en lugar de vanagloriarme de qué montaña de objetos maravillosos he hecho, digo qué montaña de mierda he producido: es una manera de hablar, de distanciarme, de hacer autocrítica. P. Entonces, ¿por qué continúa diseñando? R. Porque gracias a nuestro proceso de diseño se resuelven muchos problemas de comunicación con el público: tratamos de mejorar la sociedad. Te pongo un ejemplo tonto: nuestra escobilla para limpiar el váter no evoca lo sucio y desagradable de la acción, sino que es un objeto poético, simpático, surrealista, que sin dejar de ser útil te ayuda a sentirte mejor. Es decir, gracias al diseño la vida puede ser más agradable, y ahí está su función básica, el por qué: a través de las imágenes la gente sueña y entiende mejor el mundo. El hombre es un ser social y la comunicación es una necesidad vital. P. Sobre el mismo planteamiento, ¿por qué no se dedica más a la obra única (que no genera tanta mierda), dibujo, pintura, escultura? R. Hay temporadas en las que me apetecería que toda esta pandilla [la gente de su estudio] desapareciera, pero estoy convencido de que al cabo de muy poco tiempo yo mismo les preguntaría, oye, ¿por qué no me llamáis? Cuando he estado trabajando en una disciplina exclusiva me he aturdido y, aunque creo que sí, que podría perfectamente llevar una vida de artista plástico, el diseño es muy agradable y muy versátil. P. Y ahora, ¿qué más pretende?, ¿reinventarse en el cine? R. No. Mi primera animación la hice yo solo con 21 años, y me di cuenta de lo complejo que es y de lo necesario que es el equipo; y pensé, bueno, pues ya lo haré cuando sea mayor. Me interesa mucho poner en movimiento los dibujos, es fantástico. P. Entonces era una especie de sueño por cumplir, ¿no? R. Sí, tenía en mente que podía ser posible, pero tampoco era algo que me obsesionara: no me hubiera importado nada morirme a los 30 años sin haber hecho ninguna película. Los proyectos son siempre cruces de caminos, en este caso un cruce fantástico. P. Un cruce con Fernando Trueba, a quien le enamora la alegría, claridad, vitalidad y sensualidad de sus dibujos. ¿Qué enamora a Mariscal del cine de Trueba? R. Trabajar con Trueba es un regalo. Es un amigo al que admiro no sólo por cómo es personalmente, sino por su sabiduría, sus conocimientos, su sensibilidad. P. Tiene además otros tres proyectos cinematográficos, ¿sueña ya con que 'Chico y Rita' sea el principio de un producto estable: el cine Mariscal? R. Sí, nuestro sueño es que el departamento audiovisual sea algo estable. El cine es un diálogo que llega a millones de personas, sus imágenes entran en los sueños de muchos otros, y esto me motiva mucho, es muy gratificante. Una vez que logras un equipo donde hay sinergia, donde se comparte la filosofía y el método de trabajo, la estética y el entendimiento, desmontar esto y volver a empezar de cero para el próximo proyecto es una pérdida bestial de energía. Y esto es lo que sucede con nuestro equipo de animación; si de algo estoy orgulloso hoy, es del estudio. P. ¿Por qué una historia de amor? R. Fernando [Trueba] vio una pequeña animación que habíamos hecho para un videoclip de Compay Segundo y le gustó muchísimo la recreación de La Habana. Y me dijo: "¡Ostras, a mí también me flipa mucho La Habana!". Él es un gran especialista en jazz-latino, entonces nos preguntamos, ¿por qué no mezclamos en una película los dibujos, La Habana y la música? ¿Cómo podemos construir la trama? Nos pareció que lo más apetecible era una historia de amor clásica entre dos músicos, en una época crucial para este tipo de música, los años 40 y 50, en la que hubo un gran flujo entre La Habana y Nueva York. P. Mariscal, ha dicho a propósito de estas recientes retrospectivas (los volúmenes 'Sketches' y 'Drawing Life'), que no le gusta echar la vista atrás porque llora pensando en los amores y amigos perdidos... R. ¿Eso lo he dicho yo o la Ángels? P. No, no, esto lo ha dicho usted en la inauguración de la muestra en Londres, donde además presentó su catálogo o libro biográfico, 'Drawing Life'. R. Bueno, ahora a lo mejor te diría lo contrario, no hagas ni caso. P. ... ¿Tanto echa de menos el amor?, ¿esa añoranza tiene algo que ver con esta película de amor? R. Mira, vivo de no ir al psiquiatra, y ésta es una pregunta de psiquiatría que no pienso responder. P. Hábleme al menos de los amigos que quedaron en el camino, aquella generación que vivió los 80... R. Los 80, los 70, 60... Bueno, sí, en los 80 cambió el sistema político y entramos en la Comunidad Europea, y esto modificó mucho la vida del país. P. ... ¿No fue una generación kamikaze? R. Está bien ser kamikaze, vivir intensamente. Yo siempre he pensado que a partir de los 30 años la vida es regalada, según estadísticas; y tuve la impresión de que moriría a los 30, como mi hermana, y resulta que ahora tengo 30 años más. Morir está muy bien, es una de las cosas más maravillosas que nos pueden suceder: yo siempre celebro la muerte, llega cuando toca; y aunque suele darme pena cuando se trata de alguien cercano, en los entierros normalmente me alegro, porque los veo como un espejo de lo que será mi propio fin. Me siento muy a gusto sabiendo que tengo un límite y que un día me moriré, porque hay que dejar espacio a otros, las cosas van y vienen, y el que nace muere, es una ley como el día y la noche. P. Se vino a Barcelona en el año 1969 y en el 71 se tomó en serio lo del dibujo, ¿cómo se estudiaba Diseño Gráfico en la España de 1971? R. Bueno, había ya dos escuelas con muy buenos profesores, y muy buen nivel gráfico y arquitectónico, date cuenta que el germen del diseño partió de Barcelona. P. Cuenta que por entonces vivía usted voluntariamente de la caridad ajena. ¿En qué consistía eso? R. Combinaba todo tipo de trabajos, como lavar platos, pintar casas o piscinas, lo que fuera, y trapicheaba, y sobre todo estaban los amigos y las novias, y nos ayudábamos unos a otros. No sé muy bien de qué vivíamos, pero para los jóvenes era mucho más fácil que ahora. Recuerdo, por ejemplo, un viaje que hice en autoestop a Inglaterra con 500 pesetas en el bolsillo y que duró tres o cuatro meses. Como no teníamos dinero, vivíamos en casas de amigos, recogíamos fresas, conocíamos a gente… Tener un poco de melena ya te abría las puertas, ¡hola brother! En mi casa de entonces en Barcelona dormían 20, 30 personas, hoy en día nadie invita a su casa a un desconocido, porque igual te roba o te pega una paliza o yo qué sé. P. ¿Por qué cree que han cambiado tanto las cosas? R. Porque somos muchos más. Nosotros ya hacíamos botellón, pero éramos 10, ahora son 1.000 y ensucian mucho más y hacen mucho más ruido, y dentro de un grupo tan grande se crea tensión y violencia. Es todo mucho más complicado. Yo recuerdo la primera vez que cerré un coche con llave, y ahora vivimos en una sociedad obsesionada con la seguridad. Pues mira, si te roban será que tienes demasiadas cosas, y más barato es un ladrón que 100 policías. P. Mariscal, ¿qué le permitió pasar de la caridad al cómic y de ahí llegar hasta el diseño? R. Fue en el 81, con el diseño del bar Dúplex en Valencia, y de ahí a las colecciones de textiles y muebles, y entonces empezaron a llamarme de muchos sitios para hacer carteles, campañas, etcétera. Así fue como pasé de publicar tebeos a diseñar todo tipo de cosas, nunca dejaron de ofrecerme trabajos.

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P. Venía de Valencia, de una familia numerosa de honor, ¿cómo se supera el trago de compartirlo todo con 11 hermanos?, ¿qué lugar hace entre los 11? R. Soy el cuarto, el primero de los medianos. Me parece una experiencia muy rica tener tantos hermanos, y hasta que no cumplí 30 años no fui capaz ni me planteé vivir solo, me sentía raro, porque pasé de vivir con 11 hermanos a vivir con 11 'hippies'. Y a partir de montar el estudio, vuelvo a tener una multitud alrededor, que me parece un estado muy natural. P. Mariscal, ¿fue o es disléxico? R. Lo soy, y además no me he dado cuenta hasta ahora, primero porque se lo detectaron a mi hija mayor, y luego porque estudiaron a la pequeña y, mientras una psicóloga estupenda nos explicaba en qué consistía esto de la dislexia, yo, pesadísimo, iba diciendo: "Ah, yo también, a mí también me pasa eso, y así descubrí que también soy disléxico". P. Y de pequeño, entonces, ¿qué nombre le daba usted a ese lapsus?, ¿le hicieron sentirse menos que los otros niños? R. Siempre me he sentido un poco tonto, y he tenido la autoestima por los suelos, y admiro terriblemente a mis amigos arquitectos o a gente como Trueba o Barceló, que tienen una memoria impresionante y una capacidad de relación tan precisa para jugar con ella... Yo nunca he tenido esa herramienta, de modo que cualquier aprendizaje académico me provocaba un rechazo total; sentía un odio terrible al colegio, a la universidad, a los profesores, porque iban en contra de mi sistema de pensamiento, que se basa en la intuición, que no es científica. P. Y ahora que el lapsus tiene apellido, ¿se siente mejor? R. No, me siento siempre muy mal conmigo mismo, me veo muy frágil, y a veces pienso que todo lo que he hecho es una gran equivocación, una bola de nieve, un bluf que va cayendo por la ladera. Y valoro muchísimo la inteligencia y el atrevimiento: cada proyecto me coloca al borde de un precipicio desde el que me tiro sin paracaídas. P. Esto sí se reconocerá, inteligencia y atrevimiento, ¿no? R. Sí, me tiro sin saber si hay agua en la piscina. Y por eso la actitud kamikaze me parece tan saludable. Desprecio a esos que nadan y guardan la ropa, me hacen vomitar; y valoro tanto la inteligencia, que llego también a despreciar a las personas de inteligencia corta: soy un poco nazi en esto. P. Mariscal, ¿ha logrado vivir casi 60 años sin perder la inocencia y la ilusión de los niños o simplemente le gusta que nos lo creamos? R. Soy un señor mayor, con edad de ser abuelo, y he perdido la inocencia, sí. Pero utilizo el mismo sistema de pensamiento que los niños emplean para jugar: es un método muy válido de trabajo.

ALGUNAS DE LAS COSAS DE CHAVI

VIÑETAS. Instalado en Barcelona, sus primeros dibujos e historietas dan lugar a la edición del que se considera el primer comic 'underground' de España, 'El Rrollo enmascarado', que publica junto al artista Nazario. BARES Y MOBILIARIO. En 1980, inaugura en Valencia el bar Dúplex, que fue el primer establecimiento ideado por él. De este proyecto nace una de las piezas más representativas de la década de los 80, el taburete Dúplex. En 1995 surge la colección Muebles amorosos, a la que pertenece el sillón Alexandra. TELAS. Sus diseños textiles los inicia para la firma valenciana Tráfico de Modas. También ha dejado su sello en varias líneas de papeles pintados. MASCOTAS. En 1989, funda Estudio Mariscal. Ese mismo año Cobi es elegido como mascota para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Acogida con polémica, se la considera la más rentable de la historia de los Juegos modernos. En el 95, otra de sus criaturas, Twipsy, se convierte en la imagen de la Expo 2000 de Hanover. LOGOTIPOS. Suyos son el de la emisora de radio Onda Cero, el del partido socialista sueco, el del zoológico de Barcelona y el del Centro de Arquitectura y Diseño de Glasgow. DIBUJOS ANIMADOS. Sus 'hijos' han cobrado vida en dos series para televisión: 'La troupe de Cobi' y 'Twipsy'. HOTELES. El Gran Hotel Domine Bilbao, junto al Guggenheim e inaugurado en 2002, es ejemplo del concepto Mariscal, que abarca desde los uniformes del personal hasta el exterior del edificio. También diseñó una de las plantas del Hotel Puerta de América de Madrid.

RITA, CHICO, NUEVA YORK Y LA HABANA

Son los cuatro protagonistas de la película que sobre dibujos animados de Javier Mariscal dirige Fernando Trueba, que ha contado para el guión con el escritor Javier Martínez de Pisón (Carreteras secundarias). Todo empezó hace cuatro años, y en cuatro estudios repartidos por el mundo continúan trabajando cientos de animadores sobre los dibujos de Mariscal, que había recorrido largamente la ciudad antillana libreta en mano, recreando con sus líneas cómicas las calles y sus personajes. Luego tuvo que simplificar su material de campo, su caricatura señera, llevándola hasta lo que en cómic se llama línea blanca (tipo Hugo Pratt), tantos son los grafistas que han de interpretar sus trazados, tantos los animadores que han de hacerlos moverse por la pantalla grande. "Es un trabajo muy obsesivo, muy perfeccionista (dos minutos de cinta son el trabajo de 30 personas durante un mes, pongamos), pero hemos tenido la suerte de encontrar gente muy profesional, que cuanto más difícil es el trabajo más se enamora de él". De los cuatro personajes, Rita es la más fantástica, claro: "está genial como actriz", dice su creador; para Trueba, "la mejor actriz con la que yo nunca haya trabajado".

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