© 2014 Miguel Martínez Barbero por la portada. © 2014 Francisco J. Rojas por el texto. © 2014 Estudio Raíz por la edición. Agradecimiento especial a Alejandro Sola por su colaboración como Beta Reader.
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—CAPÍTULO 2. SOL ROJO—
–¡Brigada 13 listos para desplegarse! – Declaró Kaede–. Billy, dale un comunicador a Botan – el vampiro quedó impactado sin saber a quién se refería. –Creo que eso es para mí, chico – dijo el recién nombrado–. Padre de Todos siempre me ha parecido muy presuntuoso – guiñó un ojo al más joven de los vampiros que, asombrado, le tendió un pequeño objeto. Le indicaron que se ponía detrás de la oreja. Al seguir las instrucciones, un pequeño grito sobresaltó a todos. El comunicador se anclaba a la carne para evitar caerse y para absorber mejor las vibraciones de la voz. Veinte vampiros, preparados en dos filas para salir por ambos lados del vehículo, observaban la divertida situación, aunque ninguno se reía. Ajeno a las miradas, Botan no dejaba de tocar el comunicador y de preguntarse cómo sabía el aparato que estaba colocado y, por tanto, cuándo agarrarse a la piel. Ninguno supo cómo comportarse con él, así que decidieron centrarse en la misión e imitar a los veteranos Tenientes, que le explicaban como se agarraba el comunicador. –Ya que todos tenemos comunicadores seguiremos el plan establecido, divididos en 5 equipos. Botan y yo estaremos al frente en la posición de Hugh – hizo una pausa como si no supiera si decir lo siguiente–. Tened precaución y no os caigáis del convoy. Si veis algún hostil, comunicadlo inmediatamente. No olvidéis que hoy todos habéis donado mucha sangre. No arriesguéis, no estamos en las mejores condiciones. En ese momento los ojos de Botan se abrieron y la culpa cubrió su rostro. Toda la brigada le dio sangre para reanimarlo. Notaba que no era sangre humana, pero el fuerte aroma de los vampiros milenarios hacía imposible diferenciar de cuantos vampiros era la mezcla. Se levantó, caminó lentamente hasta colocarse al lado de la Comandante y su mirada reflejó culpa y remordimiento. –Hoy todos os arriesgasteis por mí, me disteis lo más preciado para un vampiro y no dejaré que ninguno de vosotros sufra ni una sola herida – la autoridad y confianza de sus palabras era la misma de cuando un padre le dice a su hijo lo que quiere oír. Este niño creerá todo lo que le dice, sin reservas. –Señor – se adelantó Rowland–. No es necesario, vamos muy rápido y nos enfrentamos a vampiros decadentes que no tienen más que unos pocos años – miró a los demás vástagos buscando apoyo, pero la presencia de Botan los intimidaba–. Debería descansar. –Hijo mío, llevo mil años dormido – sonrió con malicia--. Es hora de estirar las piernas.
–¡VAMOS!—gritó Kaede a la vez que se abrían ambas puertas–. ¡Esta noche no es la primera en territorio hostil y que tampoco sea la última! Los soldados fueron desapareciendo por las puertas laterales y colocándose en su posición. En cabeza iba el vehículo de donde salían los vástagos, los soldados de la Brigada 13. Le seguía el vehículo de reconocimiento, en el que también viajaba el Coronel y su guardia personal. En medio estaba el hospital móvil, donde trabajaba el equipo médico de la Brigada 2, ligeramente más grande para albergar una veintena de heridos, además del personal sanitario. Los dos últimos vehículos eran el de la Brigada 9, encargada de las provisiones y de encontrar materiales útiles que llevar a la Capital, y una de las Brigadas de Ataque. Cuando salió Botan, se sorprendió de la velocidad de aquellos vehículos y de la estabilidad. Se dio cuenta que apenas tocaban el suelo. Él se subió al techo del vehículo del que salieron siguiendo a Kaede. Los demás equipos se repartieron por el resto del convoy. Los grupos de defensa de cada transporte estaban pensados para tener una capacidad de ataque y defensa parecida. Se mezclaban vampiros de mayor edad con los más jóvenes, no solo para equilibrar los grupos, también para que estos jóvenes vástagos pudieran aprender de la experiencia y la sensatez que da la edad. Cada uno de estos grupos estaba comandado por uno de los Tenientes que habían superado el milenio, excepto el del equipo médico. No por ser menos importante, sino porque el olor de la sangre de los vampiros más antiguos atraía los ataques. No era bueno repeler un asalto encima del único lugar en el que te pueden salvar la vida si la cosa no va bien. Encima del primer vehículo, Kaede brillaba en medio de una noche cerrada y sin luna. La luz se debía a su traje especial de líneas cinéticas. Estas iluminaban toda su figura, creando un halo angelical que no pasó inadvertido para el Padre de Todos. Éste se quedó embobado mirando a una joven pelirroja con mirada experta y fija en la oscuridad. Le pareció una hermosa contradicción con la suavidad de sus rasgos y con la juventud de sus ojos. Pensó que si existía alguna diosa, debería mostrarse así. Pronto se alejó de esos pensamientos mundanos que, bajo su experiencia, nunca acababan bien. Tenía la insana costumbre de enamorarse de la fragilidad de alguna joven e importante mujer para, a los pocos años, verle marchitarse sin poder hacer más que alargar un poco su majestuosidad dándole su sangre. Por eso hace mucho que se juró no volver a pasar por ello. Aunque como a los humanos, negarse a hacer una cosa es como provocar al destino y decirle que por su camino no irás, pero siempre ―SIEMPRE― acabas en ese camino. En sus comunicadores sonó la voz de Amber. –Comandante, aquí equipo dos. Ya hemos repelido a cinco soles rojos. Hemos visto que hay unos cuantos más acechando, pero la oscuridad es muy densa incluso para nosotros.
–Recibido, pasamos a táctica Noche Cerrada – Kaede permanecía impasible –. Tenientes, utilizad la visión nocturna para guiar a vuestro equipo. Tres afirmaciones sonaron como una por medio de los comunicadores. Botan se sorprendió de cómo seguían sin rechistar las ordenes de alguien que no tenía ni un quinto de su edad. Sintió tanto orgullo como desconcierto, aunque no tuvo mucho tiempo para pensar cuando esas mismas tres voces sonaron alarmadas en su oído. Miró a Kaede que se había puesto una especie de casco que le cubría la cabeza entera. El Padre de Todos se sorprendió ante esto, no sabía de donde había salido y juraría que no llevaba nada en la mano. Durante este instante de incertidumbre, Kaede seguía miraba alrededor. –Tranquilos, lo estoy viendo – Botan miró alrededor sin saber a qué se refería la mujer, pero no logró ver mucho más que los demás, era una noche sin luna y además se estaba nublando, no tardaría en comenzar a llover. Se concentró y pudo escuchar decenas de pisadas, a ambos lados del vehículo. Estaban en problemas. Más de cincuenta pisadas diferentes seguían de cerca el convoy. El antiguo ser sabía, por la velocidad a la que iban, que no tardarían en atacar o se quedarían sin fuerzas–. Pasamos a formación “Defensa Cerrada”, mantened vuestra posición a toda costa, a no ser que los tenientes o yo demos la orden contraria. –Quítate la capa, Kaede – dijo Botan acercándose–. Nos ocuparemos de ellos sin poner en peligro a los demás. –Cómo quieres que me fíe, no hace ni un día que despertó y no pudo tomar mucha sangre. –La cogeré mientras nos defendemos. –¡NO! – gritó Kaede superando el fuerte viento que se deslizaba entre ellos–. La suya está viciada. Son drogadictos de una sangre sintética que han usado para controlarlos, si la bebes tendrás sus síntomas. El Padre de Todos se quedó asombrado, no creía, o mejor dicho, no podía creer en sus palabras. Sabía de lo que eran capaces sus hijos, pero era imposible que eso fuera idea de ellos. Antes de que pudiera abrir la boca volvió a abrirse el comunicador donde se escuchó, esta vez, Rowland. –Comandante, desde el equipo tres – hubo una pausa breve en la que se escucharon gruñidos, alaridos inhumanos–. no damos abasto, llevamos unos doce y cada pocos segundos se abalanzan más. Con la oscuridad es difícil reaccionar antes de que estén encima de nosotros. Ni con la visión nocturna vemos demasiado. –Seguramente intenten quedarse con el último vehículo y están comprobando su defensa – comentó la Comandante.
–Kaede, quítate la capa, a pesar de que no estoy en plenas facultades, podremos aguantar con facilidad – Botan se acercó sin esperar a que ella dijera nada, agarró su capa y se la quitó. Una luz cubrió el amplio techo del vehículo–. Al ver sólo dos soldados vendrán, no pueden olerme ni detectarme al nivel que estoy ahora y, cuando se acerquen, tampoco podrán huir. –Señor, no debe esforzarse – sonó la voz de varios vampiros consternados, intentando impedir respetuosamente esa táctica. –Silencio – Kaede miró el rostro serio de Botan, no parecía el de un fanfarrón; parecía el de alguien que se sentía comprometido y responsable–. Seguiremos el plan de Botan. Si caemos, Rowland, mantén a todos vivos. Avisad al Coronel al más mínimo problema, deben estar preparados para luchar si no somos lo suficientemente fuertes para detenerlos. En ese momento una silueta saltó delante de Kaede. La luz del traje cinético mostró una silueta humana, que, al acercarse más, expuso una cara deformada, con los ojos y la nariz hundidos, la mandíbula deformada, llena de finos y puntiagudos colmillos. Siguió aproximándose con cautela, sin dejar de mirar la luz, que esta vez mostraba un cuerpo endeble, sin apenas carne o músculos que rodearan los huesos, los cuales parecían querer rasgar la piel desde dentro. A pesar de no gustarle esa comparación tan aferrada a la tradición de los nosferatu, a Botan se le antojó como un hombre murciélago. Antes de que aquel ser siguiera avanzando, la Comandante, se lanzó contra el invasor a la vez que se llevaba las dos manos a la espalda. Una fuerte luz blanca cegó al Padre de Todos. Cuando se acostumbró al brillo, vio que al ser le faltaba la cabeza y que lo que emitía esa luz, eran dos barras de un metro de largo cada una y sujetadas por Kaede. Botan apreció los movimientos sutiles de la mujer, la postura y la tensión del que está preparado para cualquier ataque, en cualquier momento. Se acercó al cuerpo y le dio una patada para tirarlo del techo del vehículo. –Contigo ahora si estoy seguro que aguantaremos – sin dar tiempo a que las mejillas de Kaede se volvieran a colorear, saltaron siete de esas criaturas que, desde varios ángulos, rodearon a la pareja--. ¿Espalda con espalda? –Cuenta quien acaba con más, seguro que puedo con más que un señor de los vampiros a medio gas –giró para mirar a Botan y debajo del casco sonrió–. Tenientes, estad atentos. Si desaparece mi luz, reforzad el segundo vehículo – instintivamente miró atrás, aunque apenas vio el principio del segundo vehículo durante un segundo y volvió a tensarse–. Esta noche es oscura; es perfecta para la Brigada 13.
Las siguientes horas fueron largas y Botan solo pudo apreciar los elegantes movimientos de la Comandante. Cuando necesitaba un descanso, él se lo permitía aumentando su agresividad y encargándose de varios atacantes con cada golpe. Kaede estaba asombrada con la ferocidad de Botan, seguramente estaba a un nivel superior a Hugh, a pesar de su estado. Todo parecía estar tranquilo detrás, gracias a que los atacantes se centraron en la luz del traje de Kaede y en los demás vehículos, los asaltos llegaban con cuenta gotas. Pensó que al terminar la noche, tendría que darle la razón a Botan. Con media sonrisa, provocada por la adrenalina del momento y la alegría de que estaban aguantando, giró para ver a sus espaldas como una de las bestias de ojos rojos lograba asestar un golpe en el rostros del Padre de Todos, logrando casi derribarlo. En un segundo, la seguridad de Kaede dio paso al pánico que se genera cuando algo, que crees tener terminado, se rompe en pedazos entre tus manos sin poder hacer nada para evitarlo. “¡Tonta!” Pensó la joven, acaba de despertar, apenas pudo saciar su sed de sangre y está luchando con un centenar de criaturas a las que no les importa ver destrozado a un compañero; criaturas que no piensan y que no tienen miedo de ir a una muerte segura. Antes de que el padre de los vampiros recibiera un segundo golpe, Kaede puso su traje al máximo y, evitando que Botan fuera derribado, lanzó unas cuantas criaturas por los aires, haciéndoles caer del vehículo. La desesperación llegó cuando seguían apareciendo más y más, a pesar de ser derribados con relativa facilidad. Entre golpe y golpe, pensó en la cantidad inusual de los adictos rojos. Debían de haber sido liberados de una ciudad cercana; o se dirigían al norte, al territorio blanco, donde se decía que había supervivientes; o también podría ser que su base estuviera cerca… Cada motivo parecía peor y no podía permitirse divagar. –Tenientes, al primer vehículo ¡YA!—gritó por el comunicador–. Rodeadme. En segundos, el techo fue despejado de criaturas por un feroz ataque de los tenientes. Una vez protegida, Kaede abrió parte de su traje e hizo gestos al Padre de Todos para que lo entendiera. Éste le miró consternado y con gesto firme, expresó que no. –No pienso condenarte con mi mordisco. Supongo que aún hay cosas que no sabéis de nosotros – el tono de la voz sorprendió a la Comandante, ya que a pesar del fuerte sonido del viento y de la lluvia que se iba intensificando, le llegó una voz clara sin distorsiones por el ruido. No tuvieron demasiado tiempo para pensar cuando Botan se recompuso y escuchó algo que provenía de la parte de atrás del convoy. Sin dar tiempo a que los demás reaccionaran, desapareció. Rowland fue el primero en hablar.
–Comandante, el último vagón está siendo atacado. Seguramente desistieron de quedarse con todo y viendo que la noche se acaba, han decidido ir a por uno – tras informar, se disponía a regresar a su puesto, cuando escuchó activarse un comunicador. Sonó una respiración agitada que hizo girarse preocupado otra vez hacia su superior. –No te quedes ahí... mirándome. Solo me sobre esforcé… un poco – sonó como inhalaba aire fuertemente para recuperarse–. Corre a al último vagón y protege a tu Señor, está débil – cuando el vampiro desapareció, Kaede siguió tomando aire, pero no porque lo necesitara, sino porque no sabía qué hacer. Era su responsabilidad y debía ser la líder que esperaban. Se levantó intentando no perder la confianza–. ¡Escuchadme todos! No os diré que la cosa pinta bien. Habéis vivido, el que menos, el doble que yo y no os considero tontos. Queda poco para el amanecer y hemos aguantado demasiado para rendirnos ahora, así que respirad hondo si es que aún os consuela el frio aire que nos rodea y convertíos en los seres implacables que se cuenta en los mitos, en las leyendas y en la propia historia de este mundo. Transformaos en puro miedo esta noche, en la que nos rodean monstruos de verdad. Nadie habló, nadie se molestó por el tono y nadie creyó que esa mujer, que esa simple humana, fuera solo eso. Todos cogieron aire y, desde hacía mucho tiempo, sintieron cómo entraba en ellos, cómo el frío embriagaba sus sentidos y su pecho se hinchaba, no sólo con el aire, también con las palabras de ánimo de su Comandante, de su compañera de la Brigada 13. Cuando Rowland llegó al último vagón y se encontró una gran cantidad de cuerpos mutilados. También encontró al vampiro más joven, Billy, tirado en el suelo, con un brazo amputado y con la cara de pánico de quien no sabe qué va a pasar. Los otros cuatro vampiros formaban una piña en el centro, espalda con espalda. Pero fue casi en el borde trasero del convoy, dónde encontró a quién buscaba; encontró al Padre de Todos y en ese momento le pareció un dios y un ser increíble. Botan simplemente se defendía de todos los que saltaban contra él. No daba ni una oportunidad, no dejaba que se posaran ni un solo segundo en el techo metálico. Con cada golpe soltaba un gruñido que cada vez hizo más intenso. Su rostro mostraba una ira desmesurada, sus ojos eran profundos y demostraban un poder tan intenso, como antiguo. En un ataque a tres vampiros que saltaron a la vez, soltó un rugido salvaje y muy penetrante, un grito que dejó a todos temblando, incluidos sus aliados. En ese momento, incluso los humanos que estaban preparándose dentro de los vehículos para actuar si era necesario, quedaron paralizados. También paró el ataque y el desconcertado Billy dejó de temblar. Rowland reaccionó a tiempo de correr a por Botan, justo cuando caía al techo metálico y se resbalaba antes de caer por el borde del vehículo.
El resto de la noche fue tranquila. Botan cayó exhausto por el esfuerzo y por la rabia liberada al ver al joven vampiro herido. El poder y la autoridad derrochados en aquella voz, había atenazado los corazones de todos los integrantes de los vehículos y de los que velaban encima por su seguridad. Pero sobretodo consiguió que incluso los enloquecidos vampiros, adictos al Sol Rojo, decidieran instintivamente alejarse, huir. Aquella noche nadie durmió, nadie excepto un agotado Hugh que descansaba ajeno a lo ocurrido y un ser, que no era humano, que no era vampiro. Cuando amaneció todos estaban lentos, cansados, pero tranquilos. Sabían que estarían a salvo si llegaban antes del anochecer a la costa y, gracias a la velocidad que cogieron por la noche, que estaban seguros de llegar a media tarde. Los más tranquilos eran los de la Brigada 13. No solo habían superado una de las noches más largas que habían sufrido, sino que habían logrado sobrevivir todos y con heridas leves, exceptuando al joven Billy, el cual se estaba recuperando con transfusiones constantes de sangre sintética. Con Botan, la cosa era algo diferente. Las heridas no se cerraban con las transfusiones constantes y ni si quiera respondía a estímulos externos, su cuerpo aún resentido por los mil años de inactividad, se había extralimitado y había gastado la fuerza de la sangre que le habían dado sus descendientes. Hugh despertó hacia el mediodía, su brazo tenía un estado avanzado de mejoría y aunque necesitaba descansar para terminar de mejorarse, quería volver a hablar con su Padre adoptivo. Con quién, a su parecer, le salvó de una vida cruel. Justo en ese momento se acordó de la última vez que se recuperó de una herida similar y le vino la imagen del Rey de la Sangre ofreciéndole su muñeca. Se levantó rápidamente, intentando alejar las viejas historias y se dirigió a la sala común. Por el camino no encontró a nadie, solo veía bolsas de sangre sintética en las entradas a los cubículos de descanso y supo que la noche había sido especialmente difícil. Al llegar a la sala, se encontró con Amber y Brazil. Sus rostros inquietaron al Capitán, el cual exigió rápidamente una explicación. Al oírla, corrió tan rápido como sus piernas de vampiro le dejaron y en unos segundos llegó al lado de su maestro. Recostado en una improvisada cama, en una de las salas más apartadas del vehículo que albergaba a la Brigada 13, encontró al Padre de Todos. Al lado, en un sofá, estaba Kaede sacándose sangre. –¿Cómo está? – preguntó con un tono crispado, sin percatarse de lo que ocurría. –No lo sé, no responde a los estímulos, parece comatoso. Realmente ni los de la Brigada 2 pueden asegurar su estado, nunca vimos a un vampiro en este estado… – Kaede parecía divagar y su rostro mostraba que aún no había descansado–. No te preocupes Hugh, tampoco nos habíamos encontrado a nadie como él – en ese momento llegó un técnico sanitario, era fácil distinguirlos porque llevaban en la
espalda del uniforme una gran gota de sangre con la forma de lágrima de diamante rojo. Sacó la aguja del brazo de la Comandante, con sumo cuidado y le hizo algunas preguntas sobre su estado. Al final le recomendó tomar alguna bebida reconstituyente y, sobre todo, descansar. –Recuerdo que me comentaste que la sangre sintética quitaba el hambre, pero que no era suficiente para un vampiro con muchos años – miro a Hugh que sorprendido se acababa de dar cuenta de porqué Kaede había llevado a Botan a esa apartada y tranquila estancia. Estaba transfiriendo su propia sangre ¡De humana! al Padre de Todos los Vampiros –. Supongo que con él será parecido o incluso peor. Esperemos que con mi sangre se solucione. –La sangre humana es mucho más poderosa que la sintética. Yo tendría ya el brazo totalmente funcional si hubiera tenido un poco de sangre humana – Hugh miró su brazo y se le volvió a venir la imagen del despacho de color caoba y de la corbata roja–. Algo parecido ocurre con las primeras generaciones. La sangre de Aud y Layla es cien veces mejor que la humana, la de sus vástagos directos es algo mejor que la humana, pero de la tercera generación en adelante es peor y depende mucho de los años para ser útil. Kaede se levantó rápidamente, como si se le hubiera venido una mala idea a la cabeza y no le encontrara explicación. Cambió varias veces su mirada entre Hugh y el cuerpo allí tumbado mientras el sanitario inyectaba la sangre fresca. –Pero vosotros habéis donado vuestra sangre a Botan sabiendo todo esto… Sabiendo que vuestra sangre no era suficiente – en ese momento Kaede se dejó caer otra vez en el asiento, en parte mareada y en parte consternada por la fuerte culpa que le asaltó–. No entiendo como dejé que participara en una acción militar, no podía estar bien, no lo conocía, no entiendo cómo confié en él. Una risa inesperada y algo agitada se oyó inundando la pequeña estancia. –Y pensar que venía cabreado, sin entender como habías podido dejar que luchara y dispuesto a… –se secó unas incipientes lagrimas que asomaban debido a la contenida risa–, pero ya veo que no ha sido cosa tuya. –Hugh, explícate – dijo con un ademán más autoritario de lo que hubiera querido. Le había molestado el tono condescendiente del Capitán, el tono casi amenazante. –Me refiero a que no es tu culpa, el problema es su forma de ser, su manera natural de dirigirse a las personas. Cuando quiere hacer algo, es casi imposible llevarle la contraria porque... cómo podría explicarlo… – pensó un momento–. Es como si lo que te contase fuera un razonamiento arraigado en ti, o mejor dicho, en la humanidad. Una verdad
conocida desde que el mundo es mundo – miró fijamente el cuerpo tumbado–. Su palabra para tus oídos es una ley natural que lleva generaciones enteras cumpliéndose y que tú no puedes evitar sin quebrar tu tan arraigada moral y tu profunda ética. Hugh comprobó en el desgastado rostro de Kaede, una mueca de desconcierto y supo que no se había explicado con la suficiente claridad –Si te dijeran que eso es rojo – dijo señalando la bolsa de sangre–, tu asientes porque te han enseñado que eso es rojo, y antes que a ti a tus padres, y así a toda la humanidad desde que se determinó que ese era el nombre para esa tonalidad. Cuando mi maestro habla, simplemente tiene el mismo efecto. Lo que dice es como si llevasen diciéndotelo miles de años; no puedes contradecirlo así porque sí. Kaede se incorporó un poco, pensando en la explicación. –Entiendo lo que me dices, aunque me parece demasiado increíble para creerlo. –Tranquila, debe de ser el tiempo encerrado y que está débil, pero siempre evita usar esa forma de hablar – algunos recuerdos se le vinieron a la mente e hicieron que sus labios se apretaran hasta formar una pequeña línea recta–. Precisamente las últimas palabras que le escuché decirle antes de desaparecer era una forma de hablar mucho más poderosa, pero con el mismo objetivo. Ni siquiera, sabiendo que te está manipulando, puedes ignorarla – A Hugh se le ensombreció el rostro recordando–. Así fue como yo me escapé y él… fue capturado. Un pequeño gruñido les hizo girar la cabeza y sorprenderse al ver no sólo que Botan daba señales de vida sino, que su pelo rubio había crecido junto a su barba. Las heridas estaban cerradas y el color de su rostro era parecido al de un hombre que llevara varias horas celebrando con los amigos que su equipo de Miniball había ganado el campeonato. Kaede sonrió y se relajó. –Es increíble la mejoría con un poco de sangre… – comentó mientras sus ojos se le cerraban debido al cansancio–. Por cierto, Hugh, ni una palabra de la procedencia de la sangre que ha hecho mejorar a… El cansancio venció a la cansada mujer –No te preocupes. Descansa Kae… Comandante – Era la primera vez que el vampiro usaba ese rango para dirigirse a Kaede, al menos no sin añadirle un tono irónico o burlón–. Llegaremos a la costa antes de que se despierte – a la vez que decía esto miró a ambos y ciertos celos invadieron a Hugh, al ver como se iba completando la transfusión. Para un vampiro, la sangre era el lazo de unión más fuerte que existe.
PRÓXIMO CAPÍTULO EL 17 DE MARZO Si te ha gustado: ♦Síguenos ♦Difunde este contenido
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