La corrupción, desde una perspectiva cognitiva

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LA CORRUPCIÓN,

CDPE Dic-2021

desde una perspectiva cognitiva

Por: Katherine García Rodríguez | Educadora Senior | CDPE

Introducción A través de los años de su existencia, la Oficina de Ética Gubernamental de Puerto Rico (OEG) se ha encargado de prevenir y fiscalizar la conducta de los servidores públicos de la Rama Ejecutiva. En esa línea, se han llevado a cabo iniciativas educativas para generar discusiones que nos lleve a reflexionar sobre la corrupción e identificar factores que la propician. Hemos sido testigos de cómo la corrupción ha sido una problemática de nuestra sociedad, tanto en el sector público como privado, y foco de muchas conversaciones, análisis y búsqueda de alternativas para combatirla. Más allá de las normas, auditorias y legislaciones existentes para enfrentarla y que han rendido frutos, es una conducta que prevalece en nuestras instituciones. Miramos las causas sociales y culturales que propician la corrupción y buscamos los motivos asociados a la empresa; sin embargo, poco conocemos de las causas internas en los individuos que propician esta conducta.

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comisión de actos corruptos eventualidad (Mazar, et al., 2008).

Radiografía de la Corrupción I, II, III La Radiografía de la Corrupción I, II, y III de la OEG, ha sido un trabajo que ha permitido tener un marco de referencia sobre los problemas éticos que se identifican en el servicio público e identificar las características generales del servidor público que incurre en actos corruptos, por supuesto desde la experiencia única de la labor fiscalizadora que realiza la oficina. Sin embargo, revela la necesidad de entender el comportamiento humano. Es decir, cuáles son los procesos cognitivos, las operaciones mentales como la percepción, la consciencia y el pensamiento que predisponen una conducta corrupta. Por ejemplo, la teoría del mantenimiento del autoconcepto propuesta por Nina Mazar, et al, se explica que, si las personas están conscientes de sus valores éticos, una posible acción deshonesta tendrá un mayor impacto en su autoconcepto y por consiguiente los guiará a seguir unos criterios éticos más estrictos de cara al futuro. Por el contrario, si la persona carece de esa consciencia, los actos antiéticos no tendrán ningún impacto en la visión de sí mismos, lo que puede aumentar la

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Lo anterior, refuerza la importancia de continuar llevando a cabo todos los esfuerzos necesarios para entender los factores que propician la corrupción y buscar como erradicarla de nuestras esferas gubernamentales. La educación es fundamental y sirve como herramienta para luchar contra la corrupción, ya que con la educación podemos transformar paradigmas y concepciones erradas que nos permitan modificar comportamientos. Ahora bien, para aprender debemos tomar consciencia sobre cómo pensamos y actuamos y esto, requiere un proceso cognitivo complejo y demanda intención. Así que, con este escrito nos proponemos repasar algunos de los procesos cognitivos que pudieran fomentar el comportamiento corrupto en los individuos y con ello, tener instrumentos adicionales que nos permita no solo como entidades; sino a nivel individual, desarrollar mecanismos para enfrentar posibles situaciones que conduzcan a actos de corrupción. Además, tiene el interés de invitar a profesionales de la conducta humana en el ámbito académico, a estudiar este fenómeno y generar aportaciones adicionales de la psicología, al estudio de la corrupción.

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Comportamiento Ético El comportamiento humano de por sí suele ser muy complejo y más aún cuando intentamos hacer un análisis de las influencias cognitivas que propician esta conducta y cómo modificarla. Por lo tanto, para lograr esa transformación tenemos que conocer a lo que nos enfrentamos, la corrupción. Los académicos Martín Julián y Tomás Bonavia (2020), establecen en su artículo “Variables psicológicas asociadas a la corrupción: una revisión sistemática “que, una definición general de la corrupción podría ser “el abuso de poder encomendado para beneficios personales”. Resaltan que, entre los factores característicos de la corrupción, sobresale la relación de confianza y reciprocidad entre los implicados. Lo que conlleva consecuencias negativas para terceros, ya que es una actividad de riesgo donde los implicados se ven expuestos a ser sancionados. Sin embargo, denuncian que la corrupción es un tema de investigación poco común dentro de la Psicología Social y que apenas existen teorías psicológicas que expliquen la conducta corrupta. Además, señalan que los estudios que han analizado la corrupción a nivel individual son escasos. Según con el artículo “La psicología cognitiva de la corrupción: explicaciones del comportamiento no ético a nivel micro, K, Dupuy, et al (2020), debemos enfocar la mirada en conocer los factores psicológicos que puedan explicar el comportamiento corrupto ya que, a pesar del movimiento global anticorrupción, pocos países con incidencias o niveles altos de corrupción han tenido el progreso esperado en reducir este fenómeno.

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Las autoras exponen, que la falla de las políticas anticorrupción y métricas inspiradas en el pensamiento racional ha provocado que se busquen enfoques alternativos para entender los detonantes del comportamiento corrupto a nivel individual. Mencionan, que hay una tendencia a descuidar los procesos mentales, tales como la toma de decisiones y el procesamiento de la información, que también conducen a decisiones no éticas; es decir, los determinantes psicológicos del comportamiento no ético. Por lo tanto, conocer lo que implica la psicología cognitiva (el estudio de los procesos mentales como la percepción o la planificación), puede ayudarnos a comprender el comportamiento corrupto y de esta manera crear las condiciones favorables para minimizar las mismas.

Como parte del estudio, indican que la psicología cognitiva sugiere que para entender los procesos individuales de toma de decisiones (incluyendo decisiones sobre actuar corruptamente) se tienen que tomar en cuenta todos los factores que afectan el procesamiento de información, tales como la capacidad mental, el tiempo y la motivación. También plantean que se debe examinar, como las personas interpretan y organizan la información al utilizar esquemas mentales, como gestionan las emociones y la importancia del contexto social. Es decir, se debe observar la capacidad de análisis, el manejo emocional y las motivaciones que tiene un individuo que decide cometer un acto de corrupción (Dupey, et al., 2020).

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La psicóloga cognitiva conductual Liz Basanez (2019), menciona que lamentablemente la corrupción se puede contagiar tan fácil como la risa y el miedo. Sobre todo, si se vive en un ambiente ausente de transparencia y rendición de cuentas. Por lo que expone, que las personas con comportamientos corruptos tienden a ser personas egoístas y que buscan lo mejor para sí mismas a corto plazo y por encima de los demás. Por lo tanto, en muchas ocasiones se justifican utilizando frases como “el que causa el problema de la corrupción es el gobierno, no yo”, “Si otros lo hacen y no pasa nada, porque no lo voy a hacer yo”. Esto, como resultado de la disonancia cognitiva que surge como un mecanismo de defensa para algo que sabemos que está mal. De hecho, las justificaciones pueden darse antes o después de haber cometido dicha conducta (Julián, et al.,2020). En otras palabras, las justificaciones ayudan a ver la conducta corrupta como algo menos inmoral, que estamos haciendo algo en contra de nuestras creencias, y disminuye la disonancia cognoscitiva que nos puede provocar el saber que estamos haciendo algo incorrecto. Para las personas es más fácil justificar cosas pequeñas, por lo que llevar a cabo pequeñas conductas deshonestas de manera gradual y justificadas, puede desencadenar actos mayores con el pasar del tiempo. Un estudio realizado por la académica Tania Rabl (2011), sobre la influencia de variables situacionales en el comportamiento corrupto, expone que tanto los factores situacionales como los individuales, contribuyen al comportamiento corrupto y remarca la importancia de tener en cuenta la interdependencia de varios factores como la presión del tiempo, el tamaño del soborno (usualmente económico) y el grado de subjetividad de las normas organizacionales, para entender el comportamiento corrupto.

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En esa línea, la autora explica que las organizaciones han adoptado un ambiente acelerado donde existe una necesidad de tomar decisiones en tiempo récord para lograr las metas establecidas. Explica, que quizás esa falta de tiempo y la presión por tener logros, puede favorecer el comportamiento corrupto, ya que no se analizan las decisiones por tomar. Además, establece que para incurrir en un acto de corrupción se necesita, motivación y oportunidad. A través de su estudio, utilizó el Modelo de Acción Corrupta para representar el proceso de toma de decisiones de los individuos corruptos (Rabl.,2011). Este modelo considera la relevancia de los componentes psicológicos del individuo para determinar su comportamiento y refleja la complejidad de las emociones, motivaciones y cogniciones en el proceso de la toma de decisiones. El proceso comienza según describe el autor, con un fuerte deseo de lograr alcanzar metas personales o profesionales a través de actos corruptos. El poder o la magnitud de ese deseo puede depender de la actitud de la persona, la evaluación favorable o desfavorable del comportamiento corrupto, así como las propias normas subjetivas del individuo y la presión social en desempeñar o no un acto de corrupción. Tal comportamiento sería el resultado de constructos psicológicos tales como las emociones y cogniciones que estarían afectando el proceso de toma de decisiones de las personas. Añade, que el deseo de actuar corruptamente puede aumentar si la persona tiene actitudes positivas hacia la corrupción y si personas importantes para el individuo aceptan el comportamiento. Posteriormente, ese deseo se transforma en un compromiso por actuar corruptamente que luego evoluciona en intención. Mientras más fuerte es la intención, más propensa será la conducta corrupta. Amplía, que existen algunas reacciones emocionales ante la corrupción en los escenarios organizacionales que pueden propiciar este comportamiento, tales como: el miedo y el pesimismo. Podríamos entonces decir que, “fomentar actitudes negativas y no gestionar las emociones perturbadoras, puede crear un terreno fértil para tomar decisiones corruptas”.

Si tenemos una visión negativa del futuro, podríamos minimizar las repercusiones de nuestras acciones. En contraste, la creencia de un mundo justo puede promover una reducción en la percepción de la corrupción, lo que conduciría a una disminución en la propia intención de realizar actos corruptos. Por el contrario, si se percibe el entorno como altamente corrupto, podría incrementar la tendencia a cometer esas mismas conductas. Esto, nos lleva a pensar en el papel crucial que tiene la opinión pública en las redes sociales, la prensa y otros medios de comunicación

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sobre la percepción generalizada de la corrupción y cómo se está manejando en contraste con los datos empíricos que puedan existir. La responsabilidad de comunicar la realidad versus lo que se cree en el argot popular, puede marcar una gran diferencia en la visión que tenemos de nuestro mundo con respecto a la corrupción, y tener un impacto en la propia intención de realizar actos corruptos (Julián, et al.,2020). Por tanto, como piensen y se comporten las personas en nuestro entorno, la percepción generalizada, las propias convicciones y la oportunidad para salir ileso de la situación explicarían gran parte de la propensión a cometer conductas corruptas (Julian, et al., 2020). Por otra parte, Rabl (2011) menciona que altos niveles de autoestima están relacionados con un menor nivel de valores materialistas, lo que a su vez contribuye a reducir la tendencia a realizar conductas corruptas. Además, que la percepción de verse juzgado socialmente reduce la posibilidad de formar parte de prácticas corruptas. Los resultados de su estudio sugieren también que la gerencia de las organizaciones debe reforzar el buen comportamiento y que debe ser reconocido por medio de cartas abiertas a los empleados, discursos públicos, y boletines; entre otros. Es decir, que se haga público.

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¿Qué se puede hacer a nivel cognitivo para enfrentar los posibles actos de corrupción?

Una posible solución la plantean Aremu, et al., (2011), quienes demostraron que el mejoramiento de la inteligencia emocional de un grupo de policías de Nigeria estaba relacionada a una disminución en los niveles de corrupción de este cuerpo. Demostraron que la probabilidad de aceptar un soborno estaba relacionada con variables asociadas a la honestidad y la humildad, lo que implicaba que el acto de aceptar una práctica de corrupción estaba relacionado con pasar por alto la respuesta automática de honestidad que suele estar asociada a gran parte de la población. En su artículo Finlandia: un modelo ético contra la corrupción, Rodriguez (2017), plantea que modificar la cultura institucional es una de las herramientas más complejas, pero a su vez más efectivas en la lucha contra la corrupción y en términos psicológicos, se

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debe potenciar el locus de control interno que fomente los hábitos positivos y los valores que conducen a una mejoría en la calidad de servicios públicos. Incluye, que la ética tiene que ver más con la acción voluntaria que con la coacción legal. Formar el juicio ético, la sensibilidad y reflexión ética, serán estrategias exitosas a mediano y largo plazo. Por otro lado, Julian, et al., (2020) indican que, en los entornos organizacionales, aspectos como la estructura organizacional y el comportamiento de los empleados pueden o no propagar las conductas corruptas. Señalan que las reacciones emocionales de los empleados pueden influenciar en la configuración de un entorno ético en las organizaciones. Sugieren también que no debemos olvidar que la visión del mundo como un lugar justo, puede ser determinante al momento de predecir futuros actos de corrupción. En contraste, señalan que niveles bajos de autoestima pueden actuar como potenciadores de la corrupción. Para mitigar las influencias cognitivas en los actos de corrupción los profesionales deben apoyar medidas que mejoren los flujos de información sobre los costos de la corrupción, que recompensen el comportamiento ético, que se establezcan estándares básicos de integridad, y que mejoren la toma de decisiones organizacionales (Dupuy, et al., 2020).

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De acuerdo con Dupuy, et al., (2020) individuos con un mayor sentido de control son menos vulnerables a incurrir en actos de corrupción y a su vez indican, que la organización debe fomentar el desarrollo de habilidades que ayuden a confrontar asertivamente a las personas que se comportan corruptamente. A su vez, expresan que se requiere más investigación sobre en qué momento los mecanismos psicológicos cognitivos hacen que la corrupción sea más o menos probable y los efectos psicológicos de la corrupción en los individuos; entre otros. Además, agregan que se deben proveer definiciones claras de actos de corrupción para prevenir deslices éticos.

He aquí la importancia de la educación en el proceso de minimizar los actos de corrupción.

Conclusión La existencia de códigos de ética en las instituciones será siempre un aspecto positivo y nos sirve de guía en procesos de toma de decisiones, sobre todo las de mayor impacto para la sociedad; al igual que la cero tolerancia a la corrupción. Sin embargo, conocer y estudiar los factores psicológicos que propenden la conducta corrupta puede darnos un marco de referencia adicional para entender y conocer qué aspectos a nivel cognitivo queremos fomentar en nuestras agencias. La literatura presentada sugiere que ciertos factores como la justificación de pequeños actos antiéticos, el pesimismo fomentado por una percepción negativa del mundo que nos rodea, la falta de consciencia, emociones como el miedo y la ausencia de autocontrol pueden propiciar los actos de corrupción, que pueden pasar de ser actos simples y de poca atención, a casos más notorios de corrupción. Por consiguiente, desarrollar una autoestima saludable potenciando el autocontrol siempre será bueno. Permitirá que, en situaciones de dilemas éticos, podamos inclinarnos a actuar correctamente y situando de manifiesto la ética en nuestra gestión como servidores públicos.

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De esto ser así, sugiere que estaríamos más propensos a ser tolerantes con los actos de corrupción en las distintas esferas de nuestros entornos. Por ende, si queremos contrarrestar ese resultado, debemos potenciar actitudes éticas como la prudencia, un valor fundamental en una vida plenamente consciente. La prudencia nos permite reflexionar sobre las consecuencias de nuestros actos antes de ser realizados y viabiliza que seamos más juiciosos e indulgentes ante la corrupción. Finalmente, apreciar el comportamiento ético en nuestras organizaciones, por medio del reconocimiento público y de manera personal parece ser una estrategia conveniente en la lucha contra la corrupción.

Referencias Aremu, A., Pakes, F., & Johnston, L. (2011) The moderating effect of emotional intelligence en the reduction of corruption in the Nigerian Police. Police Practice an Research: An International Journal, 12 (3), 195-208. Basanez, L. (2019) Psicología de la corrupción, el deseo insaciable de poseer cosas. Red Forbes, Recuperado de https://www.forbes.com.mx/psicologia-de-la-corrupcion-el-deseo-insaciable-de-poseer-cosas/ Dupuy, K., & Neset, S. (2020) La psicología cognitiva de la corrupción. Recuperado de https://www.u4.no/publications/la-psicologa-cognitiva-de-la-corrupcion Julián, M., & Bonavia, T. (2017) Aproximaciones psicosociales a la corrupción: una revisión teórica. Revista Colombiana de Psicología, 26 (2), 231-243. Julián, M., & Bonavia, T. (2020) Variables psicológicas asociadas a la corrupción: una revisión sistemática. Anales de psicología, 36 (2), 330-339. Mazar, N., Amir,O., & Ariely, D. (2008) The dishonesty of honest people: A theory of self-concept maintenance. Journal of Marketing Research, 45 (6), 633-644. Oficina de Ética Gubernamental, (2020). Radiografia de la corrupción III. Recuperado de https://www.eticapr.net/ Rabl, T. (2011) The impact of Situational Influences on Corruption in Organizations. Journal of Business Ethics, 100 (1), 85-101. Rodríguez, J. (2017) Finlandia: un modelo ético contra la corrupción. Espacios públicos, 20 (49), 1-6.

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