"Oso latza izan da. Tortura en Euskal Herria" prólogo

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Prólogo

La experiencia del mal trato se puede evocar con la metáfora del viaje, de un recorrido forzoso e infernal. Trayecto vital al que se han visto abocados miles de ciudadanos y ciudadanas vascas. Tránsito ineludible, experimentado en solitario, cada cual con su equipaje y sus circunstancias. Travesía plagada de baches y obstáculos, de cerradas curvas al borde del precipicio. “Esto es un viaje de cinco días. El primero es duro, el segundo más, el tercero…”, avisa el torturador. Un Guardia Civil lo expresó con total claridad al recién detenido: “venga gudari, que nos vamos a Madrid. Ahora empieza tu odisea”. Con este libro, hagamos juntos la odisea de tantos y tantas. Un desplazamiento por entre mazmorras, celdas y calabozos franqueados por protagonistas de manos expertas tales como Manzanas, Hidalgo, “Goli”, del Hoyo, Galindo, “Gorka”, “El comisario”, “Bigotes”, “Garmendia”… Práctica también custodiada por otros nombres propios de trastocado código ético, tales como Rosón, Barrionuevo, Mayor Oreja, Atutxa, Garzón, Marlaska, Ladrón de Guevara, Calleja, Savater. Todos ellos vigilan las estaciones que ha de recorrer el infortunado viajero. Viajero individual pero viajero colectivo, que comenzó a marchar hace siglos por el inframundo estatal. Hasta ayer mismo. Periplo en continuo cambio y movimiento. Porque evolucionaron los métodos y las técnicas policiales, así como el mensaje simbólico que por medio del tormento se quería trasladar a la sociedad, al entorno del torturado. Cambiaron los objetivos perseguidos por su práctica y la propia legislación que la habilita. La tortura bajo custodia policial ha estado sometida a diferentes circunstancias y condiciones.


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Oso l at z a i z an da

Quien experimentó el mal trato no se ha visto reconfortado tras finalizar su andanza, seguro de que todo pasó. Porque el trauma y la agonía persevera. Y porque después otros más –o, de nuevo, él mismo– fueron obligados a realizar su viaje. Por eso, todos aquellos y aquellas quienes, desde diferentes experiencias y ángulos, hemos conocido o visualizado este fenómeno y nos obstinamos en erradicarlo, nos hemos convocado a realizar este viaje. Desde su inicio hasta su final. Hasta su final. Pero relatar esta “guía de viaje” es un reto complicado. Porque las vivencias personales, íntimas, irrepetibles que se dan cita en este trabajo están ocultas tras las bambalinas de leyes especiales y demás cortinas de ocultación. Hay que arrancarlas, una a una, de las tinieblas. En septiembre de 1968 los presos políticos de la cárcel de Martutene y al año siguiente los de Basauri realizaron una huelga de hambre porque eran sacados de prisión para seguir siendo torturados en cuarteles y comisarías. En el documento en el que expresaban sus motivos para la protesta, aseguraban que “no se comprenderá realmente lo que supone la tortura hasta no haberla sufrido”. Este trabajo, además de un reconocimiento a quienes sufrieron el tormento, pretende exponer la dimensión de la tortura a quienes no la han experimentado. Por eso nos zambullimos en un mar de testimonios, datos, informaciones, casi siempre inconexos y parciales, habitualmente incompletos. El método de trabajo que nos imponíamos era en realidad un anti-método: hemos buscado todo. Cualquier mención que tuviese que ver con la tortura nos interesaba. Hemos buceado entre declaraciones de representantes políticos o mediáticos, muchas contrarias a esta práctica, la mayor parte de ellas relativizadoras –si no apologéticas– de la tortura. Nos hemos topado con informes forenses, querellas judiciales y reacciones de tribunales, casi siempre con efecto de desactivar rápidamente y con diferentes excusas un proceso que reclamaba justicia. Hemos indaga-


L A T ORT URA E N E U S K A L H E R R I A

do en opiniones varias, realizando un esfuerzo por recogerlas de la manera más directa, entrevistando directamente a los protagonistas, recogiendo sus experiencias íntimas o su punto de vista experto. Aportaciones obtenidas en auzolan para llegar al último y más recóndito rincón en el que se parapeta la tortura y al que hay que llevar luz. Sin duda, el trabajo de años realizado por varios organismos y personas individuales en la recopilación de datos y testimonios nos ha servido de guía. Vaya hacia ellos y ellas nuestro reconocimiento desde estas primeras líneas. El esfuerzo de acopio monstruoso de datos crudos nos ha permitido obtener ciertos resultados: hemos podido trazar una evolución cronológica, delimitar y comparar fases o etapas del mal trato a la luz del contexto político concreto. Hemos podido realizar un relato, aunque por las limitaciones a las que nos enfrentamos –inexistencia de fuentes oficiales, lagunas documentales, dificultad de acceder a todas y cada una de las personas que sufrieron este trato policial– sea provisional e inacabado. Una primera aproximación global que, sin duda, precisará de nuevas revisiones y aportaciones, pero suficiente para mostrar un patrón generalizado, sistemático que nos acerca a un delito de lesa humanidad. La metodología de trabajo dinámica, colectiva, es indicadora, además, de la raya que ha dibujado la sociedad vasca para delimitar el trato que considera lícito y cuál no va a permitir. Una mayoría social se ha plantado ante el tratamiento degradante, interpretando que éste no puede presidir la relación entre el ciudadano y el poder, porque si no estamos hablando de sometimiento. Un sometimiento que, en este último tramo del viaje, no estamos dispuestos a consentir. Sirva este estudio para trasladar la esencia del amplio suceso de la tortura en este país. Sirva de tributo a quienes vivieron en primera persona el viaje de la tortura. Y muy especialmente a quienes de él nunca regresaron.

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