Otro dia vendra Las Mujeres Mayores de Huércal-Overa y su Legado

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“OTRO DÍA VENDRÁ” LAS MUJERES MAYORES DE HUÉRCAL-OVERA Y SU LEGADO


“Son los más pequeños e intranscendentes hechos del pasado los que, entretejiendo sus hilos en el tapiz de la historia, acaban dando soporte y su esencia a los grandes eventos, a los grandes logros, a los grandes personajes que conforman y dan sentido a la Historia en mayúsculas” Ginzburg


“OTRO DÍA VENDRÁ” LAS MUJERES MAYORES DE HUÉRCAL-OVERA Y SU LEGADO


Asociación de Mujeres de Overa Telf.: 660 03 09 45 Huércal-Overa (Almería) Dirección, coordinación y edición: Asociación de Mujeres de Overa Centro de la Mujer de Huércal-Overa Prólogo: Mª Pilar Gázquez Artero Ilustración: Dolores Zurano Zurano Diseño, maquetación y producción audiovisual: Cromática Estudio de Creación Huércal-Overa (Almería) Impresión: Industrias gráficas Novoarte S.L. ISBN: 978-84-697-0796-8 Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante, impresión, fotocopia, microfilm o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la Asociación de Mujeres de Overa.


AGRADECIMIENTOS Esta publicación ha sido posible gracias a: JÓVENES VOLUNTARIAS: Ana Mª Sánchez Fernández, Verónica Sánchez, Ivana Asensio, Carolina Carrillo Martos, Inmaculada Jiménez López, Cristina Ramos Viúdez, Elisabet Ramos Viúdez e Isabel Ortega Zurano. ASOCIACION DE MUJERES DE OVERA: Ana Castelló Parra, Vicenta Castelló Gómez, Lola Zurano Zurano, Ana María García Díaz y Francisca Parra Sánchez. ASOCIACION DE MUJERES GUADAMAINA: Josefa Martos Sánchez, Mª Carmen García Urrea, Cati Zurano Artero, Nelsy Jiménez Salas, Isabel Asensio López, Cati Sánchez Sánchez, Mª Dolores Viedma Salas, Fina Sariñena Ordovas, Laura Sola García, Ana Mª Sánchez Hernández, Mª Carrasco Carrillo, Inés Martínez Egea y Remedios Aliaga Martínez. ASOCIACIÓN DE MUJERES ENCAJERAS: Encarna Lorenzo Gómez y Clara Gómez Egea. ASOCIACIÓN DE MUJERES COALMAMA: Ángela Mª Viúdez Navarro, Inés Belver López y Mónica Sánchez García. ASOCIACIÓN DE MUJERES POPULARES: Joaquina López Martínez y Antonia Pérez Valero ASOCIACIÓN DE MUJERES AFECTADAS DE FIBROMIALGIA: Mª Carmen Díaz Martínez, Isabel Viúdez García, Juana Antonia Sánchez Benítez y Rosa Parra Agüera CENTRO DE LA MUJER: Mª Pilar Gázquez Artero y Natalia Pérez Villalta. Y TAMBIÉN A: Ana Mª Martínez Parra, monitora de gimnasia de Mayores; Ana Martínez Parra, maestra y escritora; Rogelio Sánchez y Eva Cristina López Gea, Cromática; Salvador Gómez Sánchez, fotógrafo; Agustín Juan Bonillo, profesor de Historia; Román Guerras Álvarez, diseñador gráfico y Alonso Martos Sánchez, maestro. Que han visitado, contactado, propuesto, entrevistado, redactado, fotografiado, filmado, escaneado, …y dedicado su tiempo y energía para hacer de este proyecto una realidad.



PRÓLOGO Lucha, ilusión, esfuerzo, paciencia y trabajo, mucho trabajo son las palabras que definen a este grupo de mujeres mayores huercalenses, que han querido compartir sus experiencias de vida en esta publicación. Visibilizar, agradecer y homenajear son los objetivos del grupo de trabajo compuesto por las asociaciones de mujeres y jóvenes voluntarias, que han colaborado en la recopilación, publicación y edición de este libro. Isabel, Francisca, Ángeles, Ana, ……han nacido, crecido y desarrollado su proyecto personal en un entorno poco favorable. Ciudadanas de segunda han sabido transformar las adversas circunstancias (escasez, incomodidades…), no se han rendido, y gracias a su constancia han conseguido mucho más de lo que podían soñar, teniendo en cuenta la base de la que partían. Las opciones que tenían estaban vinculadas a la maternidad, a las tareas domésticas, al cuidado de la familia, y en su caso al trabajo en el campo; de hecho la mayoría coincide en que el aspecto familiar es el que más orgullo les merece. Las destrezas que han llegado a desarrollar, y los avances que han conseguido este grupo de mujeres nos hace sentirnos orgullosas, y también nos compromete a seguir avanzando en el camino de la igualdad, porque todas y cada una de sus acciones han servido para que hoy hayamos mejorado. Más allá de las duras condiciones de vida, de la ausencia de derechos, y de la escasez de oportunidades, la aportación de estas mujeres ha sido fundamental, por su valor, su capacidad de superación y por las estrategias que han desarrollado para sobrevivir, venciendo las mil y una trabas que han encontrado en su caminar. A la gran mayoría le hubiera gustado haber tenido la posibilidad de estudiar, aunque cuentan con satisfacción que sus hijas y nietas han podido hacerlo; haberse cuidado a sí mismas un poco más también les hubiera gustado, y por supuesto tener más libertad … “haber podido decir lo que pensaban”. Las ganas de vivir que transmiten sus palabras pausadas y sus rostros serenos, son una auténtica lección de vida para las mujeres más jóvenes que comparativamente lo estamos teniendo más fácil. De las muchas ideas que han compartido, “otro día vendrá...” es la que da título a este libro, porque aparte de incontestable, es una expresión liberadora y llena de esperanza…. Lo que han hecho las mujeres ha estado bastante oculto para la Historia, salvo excepciones. Desde Huércal-Overa, hemos pretendido que las historias de estas mujeres sencillas y anónimas no queden en el olvido, sino que sean recogidas y recordadas para siempre. Aquí quedan las vivencias de estas huercalenses, espero que puedan apreciar su valor, como hemos tenido el privilegio de hacer todas y cada de las personas que hemos participado en “Otro día vendrá……”. Mª Pilar Gázquez Artero Trabajadora social Centro de la Mujer del Ayuntamiento de Huércal-Overa

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ASOCIACIÓN SOCIOCULTURAL “MUJERES DE OVERA” Cuando pensamos en llevar a cabo este proyecto, pensamos que sería fácil, que con una buena coordinación seríamos capaces de lograr y plasmar en un libro lo que queríamos. No nos imaginábamos las complicaciones que surgirían, ya que a las mujeres que queríamos llegar estaban repartidas por todo el término municipal de Huércal-Overa. Mas fue un reto de lo más atractivo. Esto nos supuso el contactar con las distintas asociaciones de vecinos/as, desplazarnos a las distintas pedanías, darnos a conocer, llegar a las familias. En definitiva, ilusionarles con el proyecto. Por mucho que lo pensásemos, no imaginamos lo gratificante que resultaría para nosotras el poder compartir, con cada una de las mujeres que ha participado, unos relatos entrañables, en algunas ocasiones estremecedores, llenos de sacrificio abnegado, pero, en general, arrebatadores en su honesta sencillez. Este trabajo ha sido una necesaria aportación para poner en valor a esta generación de mujeres que, sin saberlo, ha contribuido de una forma callada a que la lucha por la igualdad de género sea un derecho real. Todas ellas, heroínas olvidadas de la Historia, han trabajado y contribuido, en sus ignoradas y modestas epopeyas, a golpe de sufrido quehacer cotidiano, a que muchos de nuestros derechos y libertades se consoliden. Siguiendo al maestro Ginzburg, son los más pequeños e intranscendentes hechos del pasado los que, entretejiendo sus hilos en el tapiz de la historia, acaban dando soporte y su esencia a los grandes eventos, a los grandes logros, a los grandes personajes que conforman y dan sentido la Historia en mayúsculas.

Nuestros agradecimientos son múltiples. En primer lugar, queremos dar las gracias al Instituto Andaluz de la Mujer y a la Excma. Diputación de Almería por su contribución económica, por tener como una de sus prioridades el impulsar el movimiento asociativo, y por la lucha incansable por conseguir una sociedad más justa e igualitaria. No es menor nuestro agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de Huercal-Overa, por su contribución al proyecto a través del Centro de la Mujer. Personalmente gracias a Pilar Gázquez y Natalia Pérez por su trabajo infatigable a favor de la mujer. Natalia siempre dispuesta a colaborar. Pilar, columna vertebral de este proyecto, la que nos ha dado aliento en los momentos de flaqueza. Gracias a las jóvenes voluntarias por la gran labor que han realizado y por la forma en que se han implicado: Ana Mari Sánchez, Inmaculada Jiménez, Verónica Sánchez e Ivana Asensio A las Asociaciones que han participado y que forman parte de este proyecto: Guadamaina, Coalmama, Fibromialgia, Encajeras, Populares y la Asociación Sociocultural de Mujeres de Overa, responsable del proyecto, y a la cual pertenezco. Y sobre todo, dar las gracias a todas las Mujeres que han participado en este proyecto, por dejarnos compartir con ellas pequeñas pinceladas de sus vidas, esas pequeñas historias con las que, al fin y al cabo, se acaba escribiendo la HISTORIA. Ana Castelló Parra Presidenta de la Asociación Sociocultural Mujeres de Overa  007.


INSTITUTO ANDALUZ DE LA MUJER En un pasado muy reciente, sufrido por una generación que aún lo puede contar, las mujeres no tenían derecho a decidir sobre su propia vida. Eran consideradas jurídica y socialmente como individuos inferiores, al amparo de un tutor masculino o estatal: las mujeres no podían divorciarse, requerían el permiso de un tutor, padre o marido, para viajar o abrir una cuenta en el banco; no tenían acceso a la misma educación que los hombres y no podían elegir sobre su sexualidad y su maternidad. Con la llegada de la democracia y de un estado de autonomías, Andalucía comenzó a dar pasos. Los primeros, de la mano de una Constitución y un Estatuto de Autonomía igualitarios, para luego ir a un ritmo firme y seguro con leyes: Ley del divorcio, Ley del Aborto del 85, la Ley de ampliación del permiso de maternidad, la creación del permiso de paternidad, los planes nacionales y autonómicos de igualdad, la ley de dependencia, la Ley de Salud Sexual y reproductiva…. etc

en la toma de decisiones en las esferas política, económica y financiera; así como en los acuerdos con los interlocutores sociales. Y en el mantenimiento de estereotipos sexistas históricos, culturales y educativos que se reiteran a través de los años. La sociedad deber ser consciente del momento histórico que vive, unos tiempos difíciles para la igualdad, en los que nuestro país se están recortando servicios públicos, sufriendo una regresión social en materia de derechos en aras de una ideología política y religiosa que nada tiene que ver con la crisis, y que está ignorando los derechos universales reconocidos por la mismísima ONU. Tenemos en estos momentos un importante reto por delante: hacer ver a la ciudadanía el riesgo que tiene de perder derechos ante los recortes que se están llevando a cabo bajo la excusa de la crisis.

Gracias a todo ello, en la actualidad las mujeres andaluzas vivimos una realidad muy distinta, en la que tenemos plenos derechos, autonomía y libertad de elección sobre nuestra propia vida.

Las asociaciones de mujeres y, muy especialmente, el movimiento feminista habéis tenido una inestimable contribución en las conquistas de los derechos fundamentales y de ciudadanía de las mujeres españolas y andaluzas, siendo un potente impulsor de las políticas de igualdad.

Pero siguen quedando muchas materias pendientes, cuyos efectos se hacen sentir en el día a día de las mujeres, principalmente en lo que se refiere a su débil posición en el mercado laboral; en la ausencia de corresponsabilidad y/o conciliación en la vida personal, familiar y laboral; en la persistencia de la violencia contra las mujeres; en la baja participación

Las asociaciones de mujeres y las federaciones de las mismas representáis un notable potencial del movimiento ciudadano, ya que se canalizan reivindicaciones de derechos, intereses y aportaciones desde nuevas ópticas. Este capital humano contribuye, en gran medida, a la construcción de una sociedad más igualitaria, convirtiéndoos en agentes de cambio.

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El Gobierno Andaluz y el Instituto Andaluz de la Mujer, tienen como objetivo fortalecer y consolidar el movimiento asociativo de mujeres, y establecer una línea de subvención para el desarrollo de proyectos de actividades que fomenten la participación social de las mujeres y promuevan la igualdad de oportunidades en Andalucía. Proyectos subvencionados, como esta publicación, donde se recogen historias y vivencias de mujeres de vuestro entorno, mujeres que en lo económico, en lo social, en lo educativo y en lo personal, han supuesto un gran pilar para la comarca, y vuestros municipios. Es necesario, recoger sus ejemplos, porque no podemos olvidar el esfuerzo que muchas mujeres realizaron en el pasado, para que HOY, en el presente, podamos vivir en una sociedad más avanzada. Sin embargo, este libro no solo debe de ser testigo del pasado, sino que nos debe acompañar, para que sigamos trabajando en el presente, para que en un futuro el deseo de todas aquellas mujeres que lucharon y ya no están, se pueda hacer realidad: UNA SOCIEDAD IGUALITARIA Y EQUITATIVA. FRANCISCA SERRANO DUEÑAS Coordinadora Provincial del Instituto Andaluz de la Mujer JUNTA DE ANDALUCIA.  009.


DIPUTADA PROVINCIAL DE IGUALDAD Quiero aprovechar esta oportunidad para felicitar a la Asociación de Mujeres de Overa por este libro en el que se ve reflejado, hoja a hoja, el cariño con el que se ha hecho. “El legado de las mujeres de Huércal Overa”, como no podía ser de otra forma, ha sido apoyado por la Diputación Provincial de Almería porque visibiliza el papel de la mujer rural tan importante en nuestra provincia. Este libro nace de la necesidad de contar una visión distinta, humana e integradora de la mujer huercalense. A través de imágenes, en este libro se reconoce el trabajo y el esfuerzo que las mujeres huercalenses han hecho durante muchos años y sin el cual, posiblemente, la historia sería muy diferente. Mujeres que se han esforzado por construir una sociedad mejor, más justa, más igualitaria y ese es el verdadero mérito de este libro. Es importante dar voz a las mujeres que han sido protagonistas del cambio y que los jóvenes conozcan los grandes logros que se han ido consiguiendo. Gracias a la aportación de estas mujeres que han sabido sacrificarse por sus familias, conocemos parte de la historia de Huércal y este libro es el lugar de partida hacia el futuro, para que las generaciones venideras vivan una historia llena de oportunidades, muy diferente a la suya, que invite a una nueva realidad de la mujer rural. Con la publicación de este libro se pretende contribuir a la construcción de la historia de Huércal Overa a través de la fotografías de mujeres que durante muchos años han sido referente del municipio. Enhorabuena a todas y cada una de las mujeres que habéis hecho posible que con vuestras imágenes, historias y aportaciones, este proyecto sea una realidad y que forme parte ya de la historia de Huércal Overa. Elisa Fernández Fernández Diputada Provincial de Igualdad.

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Ayuntamiento de Huércal-Overa

ALCALDE DE HUÉRCAL-OVERA

En primer lugar, quiero felicitar la iniciativa que esta asociación, este grupo de mujeres ha tenido para que de alguna forma quede constancia de tan valiosa labor que desempeñan nuestras queridas y cercanas mujeres. Ellas son de alguna forma el alma de cada uno de nosotros, pues sin ellas no seríamos lo que somos. Debo reconocer la excelente labor que las mujeres mayores han desarrollado y sigue desarrollando a lo largo de toda su vida en pro de nuestro bienestar, y por ello es tarea de todos nosotros, especialmente de las generaciones más jóvenes, y por supuesto de quienes tenemos la responsabilidad de regir la vida política del municipio, el agradecer todo el legado que nos han dejado, su experiencia, su sabiduría, sus consejos y como no, su cariño. La Huércal-Overa actual debe mucho a todas estas mujeres, las cuales representan a tantas y tantas otras que trabajaron para sacar adelante a sus familias en una época difícil, por diversos motivos, pero el más destacado era la escasez de recursos tanto materiales como económicos, y aun así, ellas supieron estar a la altura sacando a su familia adelante y conseguir que no les faltara nada para sus seres más queridos. Por otra parte, es importante destacar el papel de las asociaciones de mujeres que han llevado a cabo esta iniciativa, así como el de las jóvenes voluntarias que han colaborado en la misma, para conseguir dar a conocer tantas cualidades y virtudes de la mujer.

Esta publicación, es pues reflejo del trabajo bien hecho, el trabajo que un grupo de mujeres ha realizado para sacar a la luz y poner en valor las experiencias de nuestras mayores, reconociendo así su valiosa aportación para cada uno de nosotros. Pero además, consideramos que esta es una ocasión excelente para recordar a mujeres valiosas que han existido en diferentes épocas y que han hecho historia. Mujeres que gracias a su esfuerzo, su inteligencia, su constancia y valentía, han sido pioneras de diversas hazañas y promotoras de múltiples acciones que han favorecido y enorgullecido al mundo en general pero, sobre todo, a quienes somos hijos suyos. Su labor ha permitido que las nuevas generaciones nos inspiremos en ellas y, además, ha servido para que hoy tengamos mayor acceso a actividades que antes parecían exclusivas de un solo género. No obstante, a pesar de que su esfuerzo ha servido de avance para otras mujeres, falta mucho por hacer y por crecer, por eso, con este libro se os pretende hacer un homenaje y celebrar, conmemorar y recordar a algunas grandes mujeres que son ejemplos dignos de emular, mujeres valientes, talentosas, perseverantes, luchadoras incansables, generosas y solidarias. Que su trabajo nos sirva para seguir creciendo en otros campos y para fortalecer nuestra presencia en todos los ámbitos de la vida. Mi más sincera enhorabuena Domingo Fernández Zurano  011.


INDICE

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ISABEL ALONSO TERUEL ANITA ÁVILA SÁNCHEZ

ANA ANTONIA BALLESTA AQUILINO ENCARNA BALLESTA OLIVA CARMEN BELTRAN CARRASCO ISABEL BENÍTEZ CAMACHO ISABEL BENÍTEZ PARRA ELENA BRAVO ORTEGA ISABEL BONILLO SÁNCHEZ

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MERCEDES CERVANTES GONZÁLEZ

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ANGELINA EGEA GARCÍA

ANA FERNÁNDEZ JIMÉNEZ ISABEL FERNÁNDEZ ORTEGA Mª JOSEFA FERNÁNDEZ PARRA CATALINA FUENTES PARRA

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FRANCISCA GABALDÓN SÁNCHEZ JUANA MARÍA GABALDÓN MARÍA GALERA LÓPEZ JUANA GARCÍA FERNÁNDEZ MARÍA GARCÍA ORTEGA ANA JOSEFA GARCÍA SEGURA

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G 30 31 32 34 35 36

JUANA GÁZQUEZ ÁVILA CATALINA GIMÉNEZ CAMACHO INÉS GIMÉNEZ CAMACHO ISABEL GÓMEZ PARDO JUANA GONZÁLEZ GARCÍA

G 37 28 39 40 41

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L

CONNIE HOWLETT

ANA PARRA PARRA INÉS PARRA PARRA TRINIDAD PARRA PARRA BASILISA PARRA PÉREZ ANA MANUELA PARRA ZURANO ÁNGELES PÉREZ ASENSIO ASUNCIÓN PÉREZ ASENSIO

P 59 60 61 62 63 64 65

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M S

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ÁNGELA LÓPEZ GUERRERO MISERICORDIA LÓPEZ RUIZ

JULIA MARÍN SÁNCHEZ MARÍA MARTÍNEZ NAVARRO FRANCISCA MARTÍNEZ PÉREZ FRANCISCA MARTÍNEZ SIMÓN Mª ANTONIA MENA NAVARRO MARÍA DE LA LUZ MENA VAL

ANA Mª OLLER ORTEGA Mª DOLORES ORTEGA CAMACHO LUCÍA ORTEGA LÓPEZ ISABEL ORTEGA SÁNCHEZ AMPARO ORTEGA PARRA

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FELICIA PARRA GARCÍA LUISA PARRA JIMÉNEZ

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ANTONIA RODRÍGUEZ LARROSA ANA JOSEFA ROMERO CEREZUELA JUANA RUBIO MARTÍNEZ ALFONSA RUÍZ CAMPOS

MARÍA DOLORES SÁNCHEZ ARÁNEGA ANA MARÍA SÁNCHEZ GARCÍA FRANCISCA SÁNCHEZ GARCÍA ISABEL SÁNCHEZ GÁZQUEZ ISABEL SÁNCHEZ PARRA ROSA SÁNCHEZ PARRA ANA JOSEFA SÁNCHEZ RUÍZ ANA MARÍA SOLA MOLINA

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U

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DOLORES URIBE URIBE

FRANCISCA E ISABEL VILAR MARTÍNEZ ISABEL VILAR MARTÍNEZ JUANA VIÚDEZ FERNÁNDEZ

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ISABEL ALONSO TERUEL Nace en marzo de 1934 en Vélez Rubio, y desde 1970 vive en Huércal-Overa. Tuvo la suerte de ser la menor de seis hermanos/as, siendo pocas las responsabilidades que tuvo que asumir durante los primeros años de su vida. Recuerda su infancia como un tiempo de juegos entre amigas, de disfrute de ser la pequeña y el juguete de la casa, de sentirse mimada por todos… Apenas fue a la escuela, debido a lo poco que entonces se favorecía que los jóvenes estudiaran, especialmente las mujeres. El trabajo en el campo (oliva, siega…) marcó su juventud hasta que se casó a los 26 años y se fue con su marido, primero a Mataró y luego a Francia a trabajar. A pesar de estar lejos de su familia, y tener largas jornadas laborales, para Isabel fue una buena época. En la década de los 70, se trasladaron a vivir al Saltador, y se encargó de llevar una granja de cerdos durante años, trabajo que combinó con el cuidado de sus dos hijos y de las tareas de la casa. Días de no parar “la granja, la casa, los críos…”, recuerda con añoranza… El haber formado una familia le hace sentirse muy orgullosa, siendo uno de los momentos más tristes cuando se quedó viuda, pero gracias al apoyo de hijos/as y nietos/as, superó este difícil trance. La relación con sus hermanos/as ha sido una constante a lo largo de la vida de Isabel, y al día de hoy continúa siendo algo vital para ella. Todos los años de duro trabajo, la dedicación a su casa y su familia son un gran motivo de satisfacción para ella; pero de haber tenido las oportunidades que tienen las mujeres hoy, le hubiese gustado estudiar algo relacionado con los/as niños/as, y haber podido desarrollarse profesionalmente en la atención, cuidado y formación de los/as más pequeños/as.

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ANITA ÁVILA SÁNCHEZ Anita Ávila Sánchez nació en septiembre de 1934, en Vizcaino (Pulpí) donde vivió parte de su niñez. Tuvo dos hermanas: Isabel y Adoración. El día de su 13 cumpleaños se trasladó junto a su familia a El Saltador, donde ha transcurrido toda su vida. Desde muy pequeña aprendió a guardar las ovejas y trabajar en el campo. Tiene buenos recuerdos de su amiga María realizando las típicas travesuras y juegos mientras transcurrían esas largas horas guardando el ganado. Jugaban a los moros con las ovejas, “otras veces nos montábamos encima de los carneros hasta que alguien nos pillaba y teníamos que bajarnos rápidamente con su regañina correspondiente”. Recuerda ir en Vizcaino a la escuela días alternos pagándole al maestro, donde aprendió a leer y escribir. En El Saltador también fue “allí era ya la escuela pública”, donde terminaría de aprender las cuentas de matemáticas. Cuenta como anécdota simpática, que una de las veces que su maestro la sacó a la pizarra, llevaba la cuenta escrita en la mano para poder copiarse, con la mala pata que la descubrió y la castigó. “Entre tanto tuve algo de suerte, porque no me dió con la varica de almedro que siempre llevaba”. Hábil con sus manos, Anita como le gusta que le llamen, fabricaba junto a sus hermanas sus propias esparteñas, con las que transcurrirían largas horas de trabajo en el campo. Comenta que hambre nunca pasó, siempre había algo de pan, alguna torta o bollo para comer. Y sino muchas gallinas en el corral de las que poder coger. Recuerda que incluso había noches en las que trabajaban, haciendo “aceite a traspelo”. Escondían a “las bestias” para que nadie les viera. Anita siendo ya algo más grande iba a “los bailes” a Vizcaino entre otros. Como no tenían una economía demasiado esplendorosa, como el resto de las personas por aquella época, “llevábamos el mismo traje a todas las fiestas” añade riéndose. Anita de joven tuvo muchos pretendientes, ya que era muy guapa. Pero

solo tuvo un novio, el que más tarde sería su marido, José Antonio Parra Ballesta. “Reconozco que él guapo no era, pero era muy salado” comenta entre risas. Durante su noviazgo, Anita tuvo presente en todas las salidas a su madre. Ésta realizaba el papel de guarda y custodia de su hija. “En ocasiones me enseñaba las tenazas, avisándome de lo que podía pasar si veía algo que no le gustaba”. Se siente muy orgullosa de todos los años que pudo vivir junto a su marido, su eterno amor. Fruto de ello, nacieron Isabel y Ana, las cuáles le han dado nietas y nietos de los que se siente muy feliz. Por motivos de salud, no puede desplazarse a los bailes y viajes que realizan para los pensionistas, que tanto le han gustado. Pero en ella residen esas vivencias tan maravillosas de las que ha podido disfrutar.  015.


ANA ANTONIA BALLESTA AQUILINO Nació en La Hoya en mayo de 1937, en plena Guerra Civil. Al ser la única mujer de cuatro hermanos, es la que ayuda a madre en todas las tareas de la casa, lavar, cocinar, limpiar, pero eso no la excluye de colaborar en las faenas del campo, coger oliva, almendra, segar,… Apenas va a la escuela, lo que aprende es con los maestros que van por las casas a temporadas . Con 22 años, se casa completamente enamorada, y tres años más tarde, se queda viuda, con una niña pequeña y embarazada de otra. Antonia recuerda con tristeza la pena tan grande que supuso la pérdida de su marido, y el esfuerzo que realizó para continuar su vida haciéndose cargo de dos hijas pequeñas, con una miserable pensión de viudedad. Aunque sus padres y hermanos le ayudaron, ella superó esta difícil etapa trabajando, trabajando y trabajando, Con orgullo, recuerda haber podido finalmente sacar a sus hijas adelante, gracias a su trabajo en la granja avícola, que montó y llevó durante años. Cuando sus hijas se emanciparon, Antonia se volvió a casar, y valora mucho la compañía y no sentirse sola. Actualmente Antonia disfruta de su jubilación con su familia, hijas y nietos/as, y participando en las actividades del centro de mayores En su infancia y juventud, iba siempre acompañada de su madre. Comparando épocas, nos dice que ahora las jóvenes salen cuando ellas se recogían. Antonia valora positivamente los derechos conseguidos por las mujeres, y se cuestiona si las jóvenes realmente saben lo que tienen.

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ENCARNA BALLESTA OLIVA Encarna Ballesta Oliva una mujer muy liberal, nació el 6 del Marzo del 1925 en la calle del Arco. La menor de 10 hermanos, tuvo una infancia, con palabras textuales, “la felicidad más grande del mundo” nació en una casa que era todo canto, todo música, todo el día la madre tocando el piano y el padre cantando. A los cuatro años, debutó en el teatro bailando la baturrita, con un coro de las baturritas, en el convento de las monjas de María Inmaculada. No quiere ser vanidosa pero los pretendientes los tenía a montones, según sus amigas dice la verdad. Tuvo novio siete años, un médico que trabajaba en Madrid, se querían muchísimo pero de pronto ella pensó lo que pensó y le dijo a su madre: “mamá, me voy a disgustar, porque estoy harta de escribir, ya no tiene gracia” y su madre le dijo “que horror”, se lo contó al cura y él dijo “que valor, te vas a quedar soltera” y ella le contestó “no me importa”, prefería estar libre tocando su piano, una de las cosas que más orgullosa se sentía, y disfrutando de su vida, a los 42 años se casó y tuvo un hijo, está muy contenta con él y dice que es un primor cantando como su padre y toda la familia. Tuvo un problema de salud (un sarcoma), después de visitarla muchos médicos de Sevilla, Granada y Madrid, un médico de la capital decidió operarlo pero le dijo que al año le empezaría a dar molestias otra vez, y no se equivocó, al año el mismo problema se negó a que le amputaran y se fue a su casa. Una marquesa que era amiga de una prima suya de Madrid se enteró del caso y la quiso ver, la llevó a su médico y le dijo “pues yo no la operaría porque le vamos a cortar el brazo y al final se va a morir” y como ella no quería decidió no tocarse. La señora que la conocía mucho decidió ir a la milagrosa, a la basílica para imponerle la medalla de la milagrosa. Un misionero PAU le impuso la medalla y se fue a su casa (tenía el pelo muy largo y ya no podía peinarse, le dolía, no podía ni dormir) pues se acostó se puso la medalla y a otra mañana cuando se levantó dice “uy, no me duele el brazo, no me duele nada”, su hermana se puso con 40 de fiebre y ella que

“ Me encantaba tocar el piano ”

no le dolía nada, se peinó se hizo dos moños preciosos, vino el médico a ver a su hermana y después de auscultarla, viendo que no tenía nada le preguntó “¿ha tenido alguna impresión fuerte?” pues sí”, le contaron lo sucedido y dijo “no le receto nada que igual que le ha dado se le quitará” y se vinieron a Huércal-Overa curadas. En navidad, los blancos hicieron una función y salió en el teatro bailando una polca con un chico. La gente en los palcos, lloraban de la emoción, puesto que sabían el caso. Cuando volvieron a Madrid el médico que la operó se había muerto. Los demás médicos le preguntaban a su hermana “su hermana qué ¿se murió?””mírenla, esta aquí” se quedaron pasmados, le llevó a la virgen una lápida de agradecimiento en el convento de la milagrosa. El milagro, se publicó. La virgen está en Huércal-Overa, se la regalaron.  017.


CARMEN BELTRÁN CARRASCO Carmen Beltrán Carrasco nació el 15 de Marzo del 1924 en Huércal-Overa, son 12 hermanos, ocho hombres y cuatro mujeres. Hija de una familia acomodada tuvo una infancia feliz, vivían en la carretera en la casa del huerto y le gustaba mucho subirse a los árboles. Fue a la escuela al convento de las monjas. Su juventud fue fantástica, recuerda que tocaba el piano y las chicas y chicos bailaban muy bien. Ha trabajado en su casa cuidando a su familia, le gustaba mucho hacer punto, bordar (se hizo su propio ajuar). Es viuda y tiene un hijo, una hija y tres nietos, está muy orgullosa de sus hijos porque son muy buenos. No recuerda haber tenido dificultad alguna en la vida, vivió seis años en Salamanca y le encantó, venía mucho al pueblo por eso no le costó vivir fuera. Está satisfecha con su vida, no se ha privado de nada, tenían posibilidades de ir al médico a todos los puntos de España si era necesario y en general está muy contenta con todo.

“Siento que la vida me ha sonreido”

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ISABEL BENÍTEZ CAMACHO

“Me hubiese gustado poder formarme”

Nace un 5 de noviembre de 1934, en La Galera de La Fuensanta, donde vive parte de su niñez. Allí se divertía con sus hermanos a los que estaba muy unida. Jugaban al “apargate, a la maza…”. Isabel no pudo ir a la escuela, pero tuvo un buen maestro en casa, su padre. Le enseñó a escribir, leer y a realizar “las cuatro cuentas básicas”. En el verano le gustaba dormir en las eras, ya que era un sitio en el que se estaba cómodamente por el fresquito que hacía. Recuerda que siendo pequeña, las vecinas le ayudaban a “aparejar la burra” e iba con sus cántaros a por agua a la fuente. Con 15 años aproximadamente tuvo una relación de cuatro años con un chico. Pero a falta de pocos días para “echarse las cruces” le dejó, porque sino hubiera tenido que trasladarse a Mataró y ella no quería dejar a su madre enferma. Aprovechando que otro chico le rondaba, Sebastián, que vivía cerca, decidió comenzar su noviazgo y con 22 años contrajeron matrimonio. A día de hoy siguen juntos y muy felices. Construyeron su casa en Los Lucas del Puertecico y formaron una familia teniendo tres hijos (Sebastián, Ginés y Pedro) y una hija (Mari), de los que se sienten muy orgullosos y contentos cuando le llenan la casa con las risas, voces, comidas y unos chatos de vino. Isabel ha sido una mujer muy enérgica y fuerte, no le ha importado realizar trabajos que hacían los hombres. Subía al tejado de la casa y arreglaba las lomeras con yeso, talaba y regaba muchas plantas y árboles, sin olvidar de mencionar que las pequeñas arrugas que su rostro muestran, han vivido los duros trabajo del campo. Hubiese deseado haber podido formarse, y estudiar la carrera de enfermería, ayudando de esta manera a las demás personas. Porque Isabel “tenía valentía” y hubiera desempeñado sus funciones de manera correcta “servía para ello”. Isabel viaja a Almería y a Puerto de Mazarrón cuando su estado de salud se lo permite. Allí viven sus hijos y muy ilusionados ven crecer a sus nietos

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ISABEL BENÍTEZ PARRA Corría el año 1932, exactamente el siete de abril, cuando nació Isabel Benítez Parra en Abejuela, en la “Rambla Los Caballos”. Vino al mundo entre dos hermanos y una hermana. Su infancia fue muy humilde, desde muy pequeña quedó huérfana de madre, pero ahí estaba su hermana para enseñarle las cosas prácticas de la vida. De las demás piedras que se iría encontrando en el camino ya se encargaría Isabel de ir adquiriendo esos conocimientos sabios que le durarían para toda la vida. Y con un poquito de constancia conseguiría salir victoriosa de muchos frentes. Muchas temieron, otras se resignaron y no supieron superar una vida de traumas y obstáculos aceptando sumisas su destino. Pero otras como Isabel, sí reaccionaron y su ejemplo nos viene ya de tiempos inmemorables. Recuerda con simpatía que le encantaba realizar travesuras propias de la edad, una de tantas “no quería encerrar las ovejas del disgusto que llevaba, mi padre la había emprendido conmigo porque me había dejado un borrego al sol”. Como era la más pequeña “iba reservada de muchas cosas”. Una de muchas veces que iba a por agua al balsón de Los Chalecos, intentó montarse en la burra con la consecuencia que se vio en el suelo y desde ese momento no quiso volver a intentarlo, cuenta como anécdota. A la escuela fue a Erre, alternándose con su hermana Encarna, cada mes iba una, ya que había que pagarle al profesor y los medios económicos no eran muy boyantes. “Tenía buena memoria”. “Me quedé por la lección de las cuentas”. Recuerda que el profesor era muy autoritario y pegaba a las niñas y niños si no sabían la lección del día. Asimiló primeramente como realizar las tareas del hogar, y después las actividades del campo, labrando y sembrando en las tierras. Se unían con los vecinos en la trilla y todo el peso era cargado sobre su espalda. Entre los 10-12 años aprendió a blanquear las paredes, amasar el pan y calentar el horno. Casi todas las semanas amasaban pan y en Navidades hacían pasteles y rollos que volarían rápidamente ya que estaban muy buenos.  020.

Ya en su juventud, Isabel, la rememora diferente. No solo era coger oliva y almendra, ya había cabida para las salidas a los festejos. Le gustaba mucho bailar en las fiestas de las pedanías “nos poníamos bien guapas para ver a los amigos y a los novios”. Recuerda entre risas una vez que salió a la fiesta de la Fuensanta, iban todas sus amigas pintadas, y como por aquellos tiempos no había suficientes medios para comprar maquillajes, tenían que ingeniárselas para ir un poco maquilladas y habían encontrado un remedio infalible: “Nuestro truco estaba en el envoltorio de papel que cubría los dulces de Alfajor. Como el papel era de color rosa, con eso nos pintábamos los labios, íbamos todas las amigas iguales.” Pasaron los años y conoció a un muchacho Ramón Artero Vilar, del que se enamoró y finalmente contrajo matrimonio. Tuvieron un hijo (Diego) y una hija (Juana). Años después y muy orgullosa de ello, consiguió sacarse el carnet de conducir entre clases llenas de hombres. Eso era todo un logro, y más para las mujeres de la época. Ahorrando, consiguió comprarse un Renault 6. Qué alegría más grande para Isabel fue adquirir ese vehículo que jamás olvidará y que recordará siempre con ternura. Al tiempo, marchó con su familia a Suiza a trabajar, como otros muchos compatriotas. Estando alrededor de 17 años de los que guarda buenos recuerdos de personas que conoció y del trabajo que realizó. Comparando el trabajo que había realizado en su país natal con el receptor, “aquello me sabía a gloria, era como coser y cantar”, ya que era más fácil y cómodo que estar trabajando en el campo. Hacía muy bien sus faenas, trabajó: limpiando, haciendo el servicio de la cocina y sirviendo a los pacientes en hospitales. Ahorraron esos años para poder construirse una casa en la Atalaya, y cuando decidieron volver estaba ya finalizada, lista para descansar en ella y ver crecer a sus nietas y nietos. “Ya estaba tranquila con mi paguica y mi casa”.


Isabel Benítez, vecina de la Atalaya, se enorgullece de las fiestas a las que ha ido, del trabajo que realizó en Suiza, pero sobre todo de su Renault 6 “Incluso llegué a llorar por él cuando me fui a trabajar a Suiza”. En su larga trayectoria de vida, cuenta, que lo que le ha podido costar más trabajo, era cuando su marido se trasladaba al extranjero a trabajar y se quedaba ella sola con su hija y su hijo. Pero como mujer y madre con gran fortaleza y toque especial se las ingenió para que no fuera su principal obstáculo, y tan solo fuera un pequeño desafío. De los avances que tienen hoy las mujeres, le hubiese gustado haber sabido defenderse mejor en todo, tener más libertad: en la escuela, en la vida diaria… Y es que Isabel, al igual que las demás mujeres se merece todo el respeto del mundo. Ellas son la parte esencial de nuestra vida y por su extraordinario rol como madres, amigas, esposas y trabajadoras sentimos un gran asombro y admiración.

“Con voluntad y pasión todo se puede lograr”

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ELENA BRAVO ORTEGA Elena Bravo Ortega nació el 18 de agosto del 1924 en Cigales, Valladolid. Hermana de ocho, cinco mujeres y tres hombres, se crió con sus tíos. Hasta los 7 años. Vivían en Valladolid, allí estaban bien pero no la dejaban salir a jugar a la calle, a sus tíos les daba miedo que le pasara algo, después se fueron al pueblo y de esa época tiene recuerdos más felices, estaba junto a la casa de sus padres y tenía mas libertad. En la escuela ganó el premio a la más inteligente de su clase, un duro de plata. Conoció a su marido con 19 años, el chico, natural de Góñar, fue a hacer la mili a Valladolid y su padre preocupado, que nunca había salido de su tierra, escribió al párroco y le dijo que tuviera cuidado con ese chico que no se juntara con gente mala y el párroco, tío de Elena, decidió hacerlo su monaguillo. Se casaron. Elena tenía 23 años. Tiene tres hijos, dos mujeres y un varón. Ha trabajado siempre en casa cuidando que a su familia no le faltara de nada. De lo que más orgullosa se siente es de sus hijos y de sus nietos. Cuando llegó a Góñar, según palabras textuales sus suegros “eran un bombón”, sin duda eso contribuyó a que ella fuera feliz, no había ni luz eléctrica ni electrodomésticos, pero no recuerda haber echado en falta nada, le encantaba salir a la calle a hablar con sus amigas, ir a lavar a la fuente, todas esas cosas le gustaban mucho. No le gusta nada como vive hoy la gente joven, no cambiaría nada de lo de antes por lo de ahora.

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ISABEL BONILLO SÁNCHEZ Isabel nació un 8 de febrero de 1923 en Los Navarros (Overa). Hija única, fue una niña feliz. A la edad de 11 años su padre, como tantos otros, emigró a los Estados Unidos, país al que quiso que le acompañara junto a su madre, pero ésta se negó posiblemente por miedo a lo desconocido. Fue a la escuela donde aprendió a leer y a escribir. Allí, según ella, “le enseñaron las 4 reglas básicas. Cuando podía ayudaba a su madre en las tareas del campo. De su infancia y juventud recuerda la convivencia en casa de sus abuelos con sus primas Bárbara, Isabel, Águeda, Inés y Anita, a las que consideraba sus hermanas. Recuerda con nostalgia cuando esperaba al cartero, por si traía correspondencia de su padre. También recuerda las reuniones en las puertas de las casas haciendo Bolillo junto a amigas y vecinas. Aún hoy, a sus 91 años sigue haciendo Ganchillo, y lamenta que sus piernas no le dejen hacer otras cosas. Los años de posguerra fueron malos, pero intentaron solventarlos de la mejor manera. Se casó joven, a la edad de 18 años y una vez casada vivió en casa de la abuela de su marido Pascual, “La yaya Tobala”, a la que quiso como a una madre. Tuvo a sus hijas, Rosa e Isabel. En los años 50 vivió en Cuevas del Almanzora, en Cirera, donde su marido estuvo trabajando, y de donde guarda muy buenos recuerdos y amistades. Dos años después, vuelve definitivamente a Overa para vivir con su madre, en Los Navarros, ya que su padre había fallecido después de regresar de Estados Unidos 20 años más tarde. Allí ha seguido viviendo hasta hace muy poco, debido a su avanzada edad, siendo su medio de vida la agricultura a la que ella se dedicaba de forma muy laboriosa. Con el tiempo llegaron los yernos y los nietos, de los que se siente muy orgullosa, y con los que vive actualmente.

“Orgullosa de mi familia”  023.


MERCEDES CERVANTES GONZÁLEZ Mercedes Cervantes, una mujer valiente, nació en Huércal-Overa, tiene muchos recuerdos de su niñez porque en aquella época vivía muy a gusto, no tenían que estudiar estaban en casa aprendiendo a ser mujeres capaces de llevar la carga de la familia sin ninguna dificultad. Tenían gente que le ayudaba en las tareas domésticas y Mercedes recuerda de irse a casa de su amiga juntarse tres o cuatro y tirarse toda la mañana bordando y escribían a la radio para que les dedicaran canciones. Conoció a su marido con 17 años y se casó con 19, tiene cinco hijas y tres nietos de las cuales dos están casadas y la otras según sus palabras “no quieren responsabilidades familiares” hay una gran diferencia en la mentalidad de las mujeres de antes a la de ahora, los avances que tenemos hoy las mujeres, uno de los que más le gusta, es la libertad aunque ella es una de las mas liberales de sus tiempos. Vivió 10 años en África en el Sahara después en Madrid y Murcia y ello le permitió viajar mucho y muchas veces sola, con dos o tres niñas, coches, barcos, aviones, emociones fuertes sin duda. Se siente orgullosa, aparte de su familia, de haber sido presidenta de la Hermandad del Paso Blanco. Ama su pueblo, colabora en todo lo que se le pida porque quiere que se haga de todo, semana santa, carnaval, feria, fiestas, conciertos, etc. Mercedes nos cuenta que su bisabuelo era el gobernador de la provincia de Almería, y tras fallecer de un infarto el cónclave decidió que gobernara su bisabuela Doña Gala. Jefa del partido conservador en 1890 y presidenta de la Diputación de Almería, donó los terrenos de la audiencia lo que es hoy el ayuntamiento poniendo ella el dinero de su bolsillo que después se lo compensaban los vecinos. El documento histórico consta en las actas del ayuntamiento. Donó la finca para que hicieran el cementerio reservando una parcela para hacer un panteón familiar, como no lo hicieron en su momento poco a poco han ido construyendo alrededor y se han quedado casi sin nada. Nos enseña una foto de Doña Gala, sin duda una  024.

de las mujeres que luchó para que hoy día tengamos los derechos que tenemos. La diferencia que ve de ahora a cuando era pequeña es que aún teniendo más abundancia de todo, los niños antes eran más felices, disfrutaban más de sus padres y sus padres de ellos. Hoy día dice que estamos criando máquinas en vez de personas. Está satisfecha de su vida, siempre ha decidido lo que quería hacer, sus amigas dicen que su marido se lo permite y ella responde que no tiene otra opción. Nos cuenta una tradición que ahora ni conocemos: Cuando moría alguien se ponía de luto toda la familia y los vecinos y amigos les traían la comida y lo que necesitaran para que no salieran a la calle en 20 ó 30 días puesto que estaba mal visto salir. Mercedes, mucho más que una página…

¡Un placer!


ANGELINA EGEA GARCÍA Angelina Egea García, natural de Huércal-Overa, nace el 12 de abril de 1937 en el seno de una familia numerosa integrada por los padres y cinco hermanos más. Esta mujer sencilla y amable reconoce que no tiene recuerdos de juegos de su niñez, ya que las circunstancias la obligaron a adquirir responsabilidades laborales a la temprana edad de 11 años, cuando su madre tuvo que meterla de niñera. Llegó a su juventud desarrollando ese trabajo y con 18 años conoce al que en un futuro sería su marido. Angelina demuestra tener inquietudes por aprender pero, evidentemente, no pudo ir a la escuela ya que las penurias económicas la llevaron a adquirir responsabilidades desde su más tierna infancia. Toda su vida fue una hija abnegada que ayudaba al sostenimiento del hogar, pues sus padres pasaban el día en el campo intentando sacar el máximo rendimiento en forma de productos posteriormente vendían. A los 20 años se casa y sigue la misma línea de trabajo y cabe resaltar la nefasta experiencia de la pérdida de su primer hijo cuando sólo contaba 17 meses de edad y ella estaba embarazada de su hija. Después vendrían otros dos hijos más. Su mayor orgullo es ser madre de tres hijos increíbles, a los que le costó trabajo sacar adelante, pero que no pasaron hambre porque ella, junto a su marido, se esforzaron para traer al hogar todo lo necesario a pesar de la dureza que planteaba el recoger la oliva, ponerla en sacos y subir y bajar cerros con ellos a cuestas. Da gracias a la vida por ser madre y mujer y si algo siente es no haber tenido la oportunidad de asistir a la escuela. Lamenta no saber leer ni escribir y por tanto no haber podido disfrutar de un trabajo más cómodo y mejor remunerado que le facilitase la vida.

“Gracias a la vida por ser madre y mujer”  025.


ANA FERNÁNDEZ JIMÉNEZ Un personaje singular que enriquece el paisaje humano de Overa es Ana, conocida cariñosamente como Ana de la Crista. Nace el 1 de febrero del 1929 en Overa, siendo la mayor de dos hermanas. Como para muchas familias del sureste español a principios del siglo XX, laceradas por una tierra, en muchas ocasiones ingrata, y el consecuente exilio laboral del cabeza de familia hacia tierras argelinas o americanas, a la edad de 3 años sufre la marcha de su padre a los Estados Unidos. Tendrían que pasar 18 años para que volviera. Mientras, junto a su hermana y al cuidado de su madre, vivieron en casa de los abuelos. Con tristeza recuerda aquellos inciertos años de infancia, cuando empezó la Guerra Civil. Aún le muda la cara cuando cuenta los duros momentos vividos, y el continuo ir y venir a la calle del Mediodía, hacia la casa de sus tíos Baltasar y Águeda, con los que, prácticamente, se crió. Asistió a la escuela hasta la edad de 14 años. Como ella dice, moceaba a su manera, aunque su madre le decía: hija, que el sol no se te puede poner en la calle. A pesar de eso encontraba siempre excusas para salir repartiendo los misterios. Hoy Ana es una mujer soltera, aunque no le faltaron los pretendientes en su juventud, disfrutando, como cualquier moza del pueblo, de aquellos entrañables momentos, como cuando se desperfollaba o se celebraba la verbena en honor a la Virgen de la Soledad. Llegó a tener un novio, pero éste no soportó los estrictos controles que su madre imponía. Señala que, junto con sus amigas, a las que nombra y recuerda con especial cariño, Isabel la de Ruperta, Águeda de Tobalo, Anita de Paco…. uno de sus entretenimientos preferidos era cantar en la puerta de su casa “Santa María, la Cristina, su Pepe y su Isabel” “Santa María la morena, su María y su Genoveva”. Es una mujer fuerte, luchadora. Ha tenido varios trabajos y muy variados en el campo. Diez años de servicio doméstico en Overa y veintitrés años cuidando niños en Huércal-Overa. Siempre añorando dormir en su casa. Uno de los momentos más tristes y dolorosos de su vida fue cuando su  026.

madre Inés, mujer buena y servicial, a la que estaba muy unida, murió y salió de su casa hacia un eterno descanso para no volver. A la edad de 64 años se jubiló, viviendo con su infatigable compañera y hermana Beatriz, a la que está tan unida que se le ilumina la mirada cuando dice “mi Beatriz”. Otra de sus alegrías es su sobrino Diego al que adora, al igual que a su familia ,y de la cual se siente tan orgullosa. Por ella ha luchado y se desvive hoy. Mujer abnegada, sumamente religiosa, tiene pocas asignaturas pendientes en la vida, pero algunas de ellas, como ella dice, ha sido poder sacarse el carné de conducir, y poder controlar las nuevas tecnologías como Internet. Su incansable vitalidad se percibe en su activa participación en todos los acontecimientos religiosos que se celebran en Overa, y las actividades y viajes que la Asociación de Mayores organiza.

“Me hubiera gustado sacarme el carné de conducir”


ISABEL FERNÁNDEZ ORTEGA Nació el día de año nuevo de 1931, en Úrcal. De su infancia, destaca el tiempo que cuidó de su madre enferma, y cómo ésta la enseñaba a hacer las tareas de la casa. Antes de enfermar, su madre era una mujer alegre que tocaba la guitarra, jugaba con ella y su hermano… Su madre murió, cuando Isabel tenía doce años, y ésta tuvo que hacerse cargo de todas las tareas de la casa, de cocinar, amasar y cocer el pan, limpiar, lavar a mano, ir por agua a la fuente. Gracias a la ayuda de su abuela, el trabajo a veces no era tan duro. A los 23 años, se casó y pasó a ocuparse además del hermano, y del padre; del marido y luego de los hijos, y como tristemente recuerda “se olvidó de ella, para dedicarse a los/as demás”. Hasta los 32 años Isabel estuvo viviendo en Úrcal, y luego se trasladó a San Francisco. Pero su vida siguió centrada en trabajar y trabajar... en el campo, en los cebaderos…Con mucho esfuerzo, Isabel y su marido consiguieron sacar a sus cuatro hijos adelante. Actualmente, y después de una vida llena de trabajo y momentos duros, porque también tuvo que afrontar la grave enfermedad y la muerte de su marido; Isabel está muy orgullosa de sus cuatro hijos, y sus nietos/as. Y recuerda con orgullo como aprobó el permiso de conducir. Si pudiera cambiar algo de su juventud, le gustaría estudiar, y dedicarse más tiempo a si misma.

“Se olvidó de ella para dedicarse a los demás”

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MARÍA JOSEFA FERNÁNDEZ PARRA María Josefa, nace en Úrcal el 12 de octubre de 1925, donde se desarrolla como persona. De familia numerosa: cuatro mujeres y dos varones, supo integrarse muy bien en la buena cuadrilla de hermanos que tenía. Recuerda con nostalgia jugar con sus hermanas a “las casicas”, a recomponer platos rotos, al anillo, a los moros, con las paleras de los higos chumbos imitaban matanzas… teniendo que estar con veinte ojos en los animales ya que se subían a los almendros y su madre les regañaba. En su juventud participaba en las fiestas de Úrcal que se realizaban el tercer domingo de septiembre. Y por proximidad asistía a las fiestas de Góñar y Las Norias. La gran mayoría de veces acompañada por su madre. Papel materno que no descuidaba la vigilancia de sus hijas. Ya con 22 años Fefa, como le llaman sus familiares y amigos, tuvo un noviazgo con un chico del que no estaba enamorada, se lo dejó plantado, escapándose con Tomás durante la celebración de una matanza. Añade riéndose “perdonaba las morcillas cuando me fui”. Tuvieron dos hijos Ángel y Ana María. Mujer luchadora que se encargó de la crianza y educación en solitario de sus hijos, de lo que se siente muy orgullosa. Fefa recuerda algún viaje a Suiza donde su hijo marchó en busca de trabajo, explicando las diferencias de culturas que hay de un país a otro. En la actualidad, vive tranquilamente en Úrcal, pedanía que tanto aprecio tiene, visitando en alguna ocasión Almería, donde reside su hija. Ayuda activamente a su hijo en la medida de lo posible con los “animalillos” y regando las flores y plantas que adornan su jardín. Fefa, desea vivir tranquilamente en su casa, que para ello ha dedicado muchos años al duro trabajo en el campo y a la educación de su hijo e hija, queriendo su respectivo y merecido descanso. Y que sean los demás quienes le visiten ahora a ella. Su ilusión era haber podido estudiar y haber tenido una profesión, como la de maestra. Pero los tiempos no fueron los idóneos.  028.

Envidia la libertad que tienen las mujeres en el siglo XXI, y se alegra por todos esos cambios que progresivamente han logrado como poder ser libres, independientes y autosuficientes.

“Independiente y autosuficiente”


CATALINA FUENTES PARRA Nació en Huércal-Overa, en 1929. Es la mayor de cinco hermanos. Su padre se dedicaba a criar cabras, y vivían de lo que sacaban de vender la leche, y del intercambio de ésta por productos de primera necesidad. En las casas había pocas comodidades, se alumbraban con candiles de aceite y quinqués de gas, había que ir por agua a la fuente y traerla en cántaros, la ropa la lavaban en la rambla de abajo del castillo. Iban varias vecinas a lavar juntas y aprovechaban para contar vivencias, cantar, reírse, y pasarlo bien. Al estallar la guerra Catalina tenía 7 años, y toda la familia se fue de Huércal-Overa, donde volvieron al finalizar la contienda. Fue poco tiempo a la escuela, y con 12 años empezó a trabajar en el almacén de la almendra, y después limpiando casas y cuidando niños/as. Se casó a los 18 años, y emigró con su marido a Barcelona, donde estuvieron trabajando durante años. En 1966, vuelven a Huércal-Overa, donde Catalina continúa trabajando para sacar adelante a sus siete hijos/as. Cuando echa la vista atrás se siente muy orgullosa de haber mejorado tanto, de haber conseguido unas condiciones de vida más cómodas, gracias a su trabajo, y haber podido dar a sus hijos/as lo que ella no tuvo. Hoy disfruta de éstos/as y de sus nietos y nietas, y de sus actividades en el centro de mayores. Catalina es una de esas muchas mujeres de su generación que le hubiera encantado estudiar si hubiera podido.

“Me hubiera encantado estudiar”

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FRANCISCA GABALDÓN SÁNCHEZ Francisca Gabaldón Sánchez, nació un veintiuno de noviembre de mil novecientos treinta y uno, en la localidad de Huércal-Overa, donde ha residido la mayor parte de su vida. En sus primeros años de vida, le tocó padecer la Guerra Civil. Recuerda esta etapa como unos años muy duros, en los que se acercaba a la Cooperativa, que era donde se recogían los soldados, y comía de lo que ellos compartían. Desde muy corta edad, tuvo asignadas tareas en su hogar: se encargaba de ir a buscar agua al “caño”, donde también había una balsa y un lavadero. Ella cogía los cántaros y los llenaba de agua y también se encargaba de lavar la ropa. Otras veces, su labor de buscar agua la realizaba en la fuente de la Calle Granada. Sin embargo, en aquellos años en los que el agua corriente no existía, la gente del pueblo hacía grandes colas para llenar los cántaros, por lo que ella prefería ir al caño. Con aproximadamente quince años, acudía a la casa de su tía cada mañana a rezar el Rosario de la Aurora, que era a las seis de la mañana. Las mujeres y niñas que se congregaban, cantaban, hacían rogativas para que lloviese y rezaban por todas las calles el Rosario. Aunque trabajó desde pequeña ayudando a su padre en un bar que era de su propiedad, el tiempo de ocio lo aprovechaba con sus amigas y amigos para jugar a las bolas, a la rayuela o a la comba. También jugaban a: “a la una la mula, a las dos la coz, a las tres apoyo el pie...” Con añoranza recuerda las noches en las que iban al Cine Cervantes, donde su padre tenía una máquina para vender café. Ella buscaba un café con leche y se lo llevaba cada noche a su madre. Luego volvía y veía la película, y cuando finalizaba volvía con su padre a su casa. Compaginando con las tareas domésticas y laborales, estudió en el colegio situado en la Callejica de los Duendes, donde estuvo poco tiempo, y muy a su pesar no pudo acabar. Primero tuvo de maestra a Doña Carmen, y luego a Doña Ángeles. En este colegio estaban también sus amigas, solo  030.

niñas, y donde aprendían a leer, a escribir, y a hacer cuentas. Cuando tenían edad suficiente para poder trabajar, eran enviadas a algún taller de costura, como fue su caso. Años después, trabajó con su tío en un taller de costura, donde cada mañana tenía que encender la plancha de carbón, que sería utilizada durante todo el día para planchar la ropa. Francisca estuvo casada durante treinta y nueve años, y durante su matrimonio tuvo cuatro hijos, de los cuales se siente más que orgullosa: “lo más grande de mi vida son mis cuatro hijos” Considera que lo que más trabajo le ha costado en su vida, ha sido dar a luz a dos de sus hijos. Uno de ellos nació en Nochebuena y fueron veintidós horas de parto hasta que nació. Lo mismo ocurrió con otro de ellos. Sin embargo, cuando nacieron, se sintió muy feliz. Echando una mirada hacia el pasado, le hubiera gustado disfrutar de más libertad en su infancia y juventud, ya que sus padres eran muy estrictos, y ya de mayor, era su marido quien tenía el mando.

“Me hubiera gustado tener libertad”


JUANA MARÍA GABALDÓN Juana María Gabaldón, más conocida entre sus allegados como, Juanita, es una mujer muy querida entre sus familiares y conocidos. Y es que no es para menos, habiendo dedicado la mayor parte de su vida al cuidado de sus hermanos, más tarde sobrinos, sobrinos-nietos... Siendo la mayor entre cinco hermanos, fue la encargada de tareas como sacar leche, lavar la ropa o encargarse de su casa mientras sus padres trabajaban. Más tarde se dedicó al cuidado de sus hermanos menores. Por lo que Juana no tuvo mucho tiempo para jugar durante su infancia. De este período vital, recuerda ver camiones militares, tanques con armas por las calles de Huércal-Overa, en momentos difíciles donde el alimento duramente llegaba a los hogares. Aunque se define como torpe para los estudios, asistió durante algunos años al colegio, donde su profesora le motivaba para que estudiara. Durante esta etapa escolar se preparó para su primera comunión. En su escaso tiempo libre, tras realizar las tareas del hogar, solía salir a pasear, al cine o bailar con la gramola. Mientras que en las noches de verano todos se juntaban en grandes corros en la calle. Aunque sí es cierto que se encargó del cuidado de familiares, durante unos meses viajó a Barcelona, donde trabajó también en un almacén de ropa, clasificando prendas. Tras este breve periodo de tiempo regresó a su pueblo natal para vivir y cuidar a sus padres hasta sus últimos días. Aunque nunca llegó a formar su propia familia, puesto que en lo que a pretendientes se refiere, lo que ella quería no venía y lo que venía no le gustaba, se llena de orgullo al hablar de la familia en la que ha nacido y a la que ha visto nacer. Juana reconoce que la mujer de ahora goza de unos privilegios y libertad con los que antes no contaba. Pero ella no se lo piensa y si echa una mirada al pasado una de las cosas que más le hubiera gustado tener es un coche para poder viajar. Si la vida le concediera unos cuantos años menos, se siente segura al

decir que se convertiría en política, para ejercer su labor en defensa del pueblo. Con sus aptitudes para la oratoria, su nobleza y valores como el respeto y la sinceridad, no duda que lo conseguiría y que es algo que le hubiera gustado hacer, pero para lo que ya es demasiado tarde. En esta etapa de su vida, Juana se encuentra en su casa, disfrutando de sus días entre familiares y amigos que son quienes ahora, tras mucho tiempo, la cuidan a ella, con el mismo amor que ella lo hizo con ellos.

“Si fuera más joven me metía a política”  031.


MARÍA GALERA LÓPEZ Nació en 5 de Agosto de 1937, en la pedanía de Los Torrentes, perteneciente al municipio vecino de Vélez-Rubio en el seno de una familia humilde. Sus Padres: Pedro y Francisca, y sus cinco hermanos tres hombres y dos mujeres. José, María (ella misma), Pedro Antonio, Antonio y Paquita. Su infancia trascurre entre las labores del hogar: lavar, limpiar, cocinar y en el campo: en la trilla, en la siega y el ganado. Nunca fue al colegio, pero sí recibió visitas de un maestro de pueblo, Don Blas, que les enseñó a leer y escribir, mientras hacían las labores de la casa o en la piara de las bestias, a ella y a sus hermanos. Eran tiempos duros, aunque después de dejar todos los animales arreglados si quedaba tiempo y algo de fuerzas su padre los llevaba a los bailes o ferias de las cercanías, así les enseñaba a ser trabajadores y responsables, pero también a disfrutar y ver “mundo”: La feria de Veléz-Rubio, a los bailes de Santa María de Nieva, a la feria de Albox,... a Huércal-Overa a ver el tren, y mientras que fue posible el camino lo hacía metida en la aguadera de la bestia. A su padre le encantaba el baile y la música, y gracias a Don Blas, el maestro, que vio que a ella también le gustaba, a los 6/7 años empezó a enseñarle, lo poco o mucho que el hombre sabía, a tocar la guitarra y a cantar, pero sin saber, ni nombre de las notas, ni los acordes... más bien de oído. Luego mientras que ella estaba con los animales ensayaba. Y se ve que se le daba bien o que caía en gracia porque al baile que íban al final tocaba y cantaba, y la gente le aplaudía. Una vez su padre les llevó a la feria de Albox al baile. A su padre le gustaba incluso más que a ella y le animaba a bailar y no le dejaba parar, al ver que a la gente le gustaba. A él el decía: “¡Pedro, que revientan a tu chiquilla de tanto bailar!” y ella la mar de contenta bailando. Las mujeres siempre bailaban y algunas cantaban, pero a ella tocar la guitarra le gustaba y la única que conocía que también lo hiciera por aquí era su prima hermana, que al verla a ella tocando con los demás músicos,  032.

hombres, se animó. Nunca le han replicado por ser mujer y tocar la guitarra, al contrario le animaban, ¡y eso en esos tiempos!. Ella cree que al verla tan pequeñita -y como le decían - con tanto salero-, les caí en gracia. En unas fiestas estaba su maestro Blas tocando en el baile, (Él si cobraba unas pesetillas por cada parranda o malagueña) En un descanso le dice “Mariquilla toma la guitarra y empieza”. Empezó a tocar y a cantar y se puso todo el mundo a echarle pesetas y ¡duros! y su padre les decía apurado que no le dieran nada que no lo hacía por cobrar , pero la gente la veía que era la guitarra más grande que ella , que lo hacía medio bien y no le dejaban parar de tocar y cantar. Su juventud siempre trabajando en casa y en el campo como casi toda su generación. Los domingos a arreglar los animales, como todos los días, luego a misa y después al baile, un ventorrillo y parrandas. A su marido Blas lo empezó a tratar y a fijarse en él porque les acompañaba en el camino a pie a los bailes para que no fueran solas por los caminos, su madre y ella... y en el camino pues hablaban, siempre con la compaña de su madre. Y ya en el baile pues bailaban unas parrandas y unas malagueñas juntos. De lo que está más orgullosa de su vida es de su familia, de sus padres y sus hermanos, de su marido y su hija y también de su nieta que es guapísima. Lo más duro de su vida fue el momento de salir de su casa cuando se casó. Y lo que no volvería a hacer porque fue durísimo es cuando emigró a Francia, dejando a su hija con su madre con menos de dos años y no volvió a verla hasta que tenía seis, “ni me reconocía, fue durísimo, pero había que buscar trabajo donde había.” De lo que hay hoy día, cree que le hubiera encantado tener algo más de libertad como hoy tienen las mujeres. Y más tiempo para arreglarse y estar guapa, para ir a la peluquería, ya que ella tenía el pelo hasta la


cintura y era su madre la que me peinaba porque ella no llegaba. Cuando se casó le ayudaba Blas, y se lo tuvo que cortar en Francia porque ya ni Blas podía desenredarle el pelo tan largo . Ahora se entretiene con sus que haceres diarios, con su familia y con los amigos en la gimnasia de mayores, y echando sus parrandas y sus malagueñas con la cuadrilla de Huércal-Overa.

“Subí la cuesta corriendo, por bailar y no bailé, perdí la cinta del pelo y eso fue lo que gané” Copla de malagueña que canta María

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JUANA GARCÍA FERNÁNDEZ Juana García Fernández, la menor de siete hermanos de los cuales tres hombres y 4 mujeres, nació el 5 de Abril del 1939. Se llevaba con su hermana mayor veinte años que fue la que los crió. Natural de las Norias recuerda su infancia muy buena, según nos dice al ser la menor, los hermanos la tenían muy mimada. En su juventud lo pasó muy bien en Las Norias puesto que había mucha gente y tenían un tocadiscos (le llamaban un PICU) y se reunían para hacer sus bailes, dice que se movía con facilidad, se juntaban de cincuenta a sesenta jóvenes entre 20, 25 y 30 años de edad. Se vino a Huércal-Overa para acompañar a Luz, que se había muerto su madre como el mes pasó muy rápido, Luz le dijo: “vamos a decirle a tu padre que te deje otro mes que yo me vaya acostumbrando a estar sola” y mes a mes ya lleva 44 años desde el 19 de agosto del 1970, su padre lloraba cuando veía la situación, Juana es nieta, hija y hermana de los labradores de Luz. Las familias de ambas se llevaban muy bien. Estuvo en el colegio hasta que tenía 14 o 15 años, por esos años era impensable para los niños de la posguerra. Siempre ha trabajado en casa ya que su padre pensaba que el trabajo del campo era demasiado duro para las mujeres, a no ser que fuera una necesidad extrema. Es soltera y se ríe al decir que por eso puede hacer lo que quiera. Está contenta de haberse venido a vivir con Luz como si fuera su hermana mayor. La madre de Luz y el padre de Juana fueron los culpables de que ahora estén viviendo juntas la madre de Luz decía “ yo lo que siento es que mi hija cuando yo me muera se va a quedar sola” y el padre de Juana decía “yo también tengo una soltera” Le hubiera gustado estudiar, haber hecho una carrera y haber tenido una vida más abierta pero con siete hermanos en, aquellos tiempos, hijos de labradores era impensable. Tiene su permiso de conducir, y a sus 75 años todavía conduce.  034.

“ Me considero una mujer adelantada a mis tiempos”


MARÍA GARCÍA ORTEGA Nace el 5 de enero de 1927 en El Saltador entre siete hermanos y una hermana. Allí transcurre parte de su niñez y su juventud, trabajando en el campo y ayudando a su padre a realizar pozos para una noria. Fue a la escuela en la ermita de El Saltador, donde aprendió a leer y escribir. Recuerda un vecino suyo que le enseñó cual era su mano derecha e izquierda “a base de manotazos porque me equivocaba” cuenta chistosamente. Su madre les llevaba a “todas las fiestecillas”, arreglándose muy rápido ya que no quería perder tiempo para estar en la fiesta. Disfrutaba de su hermana de lo bien que cantaba y bailaba “en las cuadrillas”. Añade que en el tiempo de “las cuadrillas”, hacía los buñuelos para las comilonas, ya que los hacía muy buenos. Hasta detrás del castillo, fue a hacer buñuelos, pensando que iba de invitada, pero a su llegada, fue tal la sorpresa, que le tenían todo preparado para que se pusiera a cocinar buñuelos. De aquella época, rememora a Teresa “La Morala” que les llevaba comida y agua al trabajo y a José María “El Nono” al que mucho aprecio tenía. Después de la Guerra Civil, recuerda ir a la ermita de El Saltador a por las raciones. Aprovechando el momento, se reunían allí varias chicas para bailar. Cuenta simpáticamente “como si lo estuviera viendo”, un día que fueron a las fiestas de Pulpí, estrenando sus primeras medias, y por miedo a estropearlas antes de llegar no se las puso. En el transcurso de las fiestas del Día de la Virgen, un 15 de Agosto fue a la Ñorica y a su vuelta “se hizo novia” de un chico que conocía de siempre, Juan. Al tiempo se casaron teniendo dos hijas y un hijo. Con él se fue de caseros a Overa, a un cortijo, donde estuvieron bastante tiempo. Allí plantaban y todo lo que cultivaban lo vendían. La primera muñeca la vio cuando se la regalaron a su hija, completamente desnuda estaba y ella le hizo “las ropitas” para vestirla.

“ Íbamos a El Saltador a por las raciones y aprovechábamos para bailar y reír un rato” Con el transcurso del tiempo volvieron a El Saltador, donde ha vivido muy feliz. Ya en su vejez, María, cogió su primer avión para ir hasta Argentina, allí estuvo tres meses de los que gozó mucho junto a su hermana. Fue a la escuela de adultos, donde disfrutaba pasando las horas. Hacían viajes junto a sus compañeros/as y se reunían para comer, aparte de aprender con los profesores.  035.


ANA JOSEFA GARCÍA SEGURA Ana Josefa nació un 11 de abril de 1915 en El Rincón de El Saltador, allí pasó parte de su infancia y juventud junto a sus cuatro hermanas y tres hermanos. Hasta que no tuvo la capacidad de trabajar, jugaba a construir carros con las paleras de los higos chumbos, a los moros, buscaban nidos de mochuelos… y mientras transcurría el alboroto “de la buena cuadrilla de hermanas y hermanos” Ana Josefa iba creciendo. Se le conoce como “Anica, La Marza”, esta mujer de 99 años, sabia en sus palabras y dulce en su hablar, ha tenido muchas y diferentes vivencias a lo largo de todo el siglo que ha visto transcurrir. Empezó a trabajar muy jovencita, iba con sus hermanos a pacer las ovejas, a coger oliva, a labrar las tierras, a hacer leña, coger tomillo y esparto, a trillar, con el esparto que cogían se hacían sus propias esparteñas, reutilizando las alpargatas viejas que tenían. Buscaban alguna romana para poder pesar el esparto y el tomillo que luego cargarían en carros y llevarían a vender el Kg a 1 peseta. Recuerda que como no tenían “chineras” ataban a los animales con ramales de soga a los árboles. Mientras su padre “iba a marchantear para ganar algo” ella junto a su hermanos iban al campo a trabajar. Acarreaban agua del “Navajo del Granado”, allí en el verano lavaban las jarapas en la fuente. Le tocó vivir unos tiempos difíciles, donde la precariedad era lo que más conocían, teniendo muchas veces que acompañar un trozo de pan con almendras porque no había otra cosa. Muchos años son los que ha vivido Anica, algunos difíciles de recordar, pero con claridad menciona las vivencias que tuvo, ayudando a dar a luz a muchas mujeres. No pudo estudiar, pero aprendió el oficio, y “sabía más que las comadronas”. Le pagaban el taxi y se desplazaba a las casas. Como no era “comadrona oficial”, tenían que firmar las comadronas como que “ellas habían recogido al niño” para así poder inscribirlos en el Registro Civil.  036.

“Íbamos de contrabando ayudando a las mujeres, y como no cobraba nada, no podían denunciarme” explica Anica con voz bajita. Se casó con 21 años con Francisco Ballesta Pérez, y se mudó a vivir a “Los Rubiales”, más tarde cambiaría su domicilio a San Francisco donde reside actualmente. Tuvo tres hijos: Teresa, Fernando y Matías. Anica, se siente muy orgullosa de todos los niños y niñas que ayudó a nacer. Hubiese deseado que existiera la luz y el agua corriente en sus tiempos, ya que muchos adelantos podrían haber tenido. Se fascina con el trabajo que realiza la lavadora, ya que muchas horas de trabajo ahorran. Y ya con sus 99 años, se sienta plácidamente en su sillón, viendo la tele y conversando con su hija de cómo los tiempos pasan y son tan diferentes, con cara angelical y voz bajita en su tono. “Longeva existencia”.

“ Sabía más que las comadronas”


JUANA GÁZQUEZ ÁVILA Nació en junio de 1929 en El Puertecico. Le tocó ejercer de ama de casa desde muy pequeña, porque su madre estaba siempre enferma, haciéndose incluso cargo del cuidado de ésta. A la escuela apenas pudo ir. Desde muy joven, echaba jornales cogiendo almendra, segando… e intentaba sacar algo de tiempo para ir a los bailes que se celebraban en las casas de los vecinos/as. A los 20 años, se casó, y emigró a Mataró con su marido, donde trabajó en el campo (flores, patata…). Posteriormente, y con sus dos hijos/as pequeños/as se trasladaron a Francia donde pasaron seis años trabajando en los huertos. Era un trabajo muy duro, en el que las mujeres tenían que rendir a la par de los hombres. Durante todo este tiempo, consiguieron ahorrar para hacerse una casa en El Puertecico, de lo cual se siente profundamente orgullosa. A su vuelta a España, Isabel continuó trabajando en el campo hasta que se jubiló. A pesar de la dura experiencia de tener que cuidar de su madre, desde muy pequeña, esto la fortaleció y recuerda aquella época con cariño. Le hubiera gustado poder tener mejores condiciones de vida, como las que se tienen hoy en día, también le hubiese encantado poder haber ido más a la escuela, incluso haber podido estudiar una carrera; en su caso, nos asegura que hubiera sido médica.

“ Me hubiera gustado estudiar y ser médica, para no trabajar tan duro como lo he hecho siempre en el campo ”  037.


CATALINA GIMÉNEZ CAMACHO Catalina Giménez Camacho nació un cuatro de enero de 1935 en Huércal Overa y su niñez transcurre en el Bobar junto a sus tres hermanas y un hermano. Sus recuerdos de entonces giran en torno a los pocos juguetes de que disponían en su niñez y cómo las obligaciones familiares la llevaron a ayudar en casa. No fue al colegio porque tuvo que trabajar en el campo. Ésa era su forma de jugar: recogiendo olivas, almendras, tápena, segando, guardando las ovejas o dando de comer a los animales del corral: gallinas, pollos, mulas... Era la segunda de los hermanos, por lo que su juventud no varió la dinámica de cooperación en familia, ya que además de las tareas de casa, cuidaba de sus hermanos más pequeños sin abandonar las labores agrícolas. A los 27 años se casa con Pedro y se van a vivir al Cortijo de Almagro, donde residen por espacio de quince años y en el que se crían sus tres hijos; Isabel, Inés y Pedro. Pasado ese tiempo se compran un piso en Huércal-Overa y se vienen a vivir a él, y su actividad laboral la desarrolla limpiando casas para apoyar a la economía familiar y así durante más de 20 años. Aprende las letras ya de mayor y su vivencia más sorpresiva fue la comida que, con motivo de sus bodas de oro, le organizan sus hijos y nietos en su cortijo de Sierra de Almagro. Según su nieta primogénita, los desvelos de Catalina hacia la familia son tan manifiestos que ella misma la considera como una segunda madre. Esta trabajadora mujer se siente orgullosa de su vida y feliz por la oportunidad que tiene de seguir disfrutando de su familia. Reconoce que, en su momento, le contrarió dejar su cortijo para venirse al piso, aunque no se arrepiente de haberlo hecho porque así sus hijos tenían más fácil conseguir amistades y desenvolverse. Opina que, aunque actualmente hay grandes avances, ella no antepone sus creencias y forma de vivir anterior a éstos logros pues entiende la vida era más sana, las relaciones entre las personas más auténticas y la fuerza de la palabra daba la idea de la honestidad y legalidad de quien la daba.

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“ Trabajadora, y dedicada a su familia ”


INÉS GIMÉNEZ CAMACHO Nace en Huércal-Overa, cerca de la Rambla de Bobar, en noviembre de 1931. Es la mayor de cinco hermanos/as. Además de ayudar en el cuidado de los/as hermanos/as, y en las tareas de la casa, Inés pasaba muchas horas con su padre, realizando faenas en el campo (regar, cavar, quitar malas hierbas…). Como tenía que ayudar a sus padres en casa, apenas fue a la escuela. De su juventud, recuerda ir a los bailes, que se organizaban en las casas, siendo éstos los espacios de ocio más significativos de la época. Cuando se casó se fue a vivir a la zona de la Era, donde ha vivido hasta la fecha. Inés ha dedicado toda su vida al cuidado de sus hijos, alternando las tareas de la casa, con el trabajo en el campo, que les proporcionaba los productos básicos de la huerta (tomates, pimientos, patatas…) ayudando al mantenimiento de la economía familiar. A Inés también le ha encantado ir de excursión, y conocer lugares nuevos. Hoy, a sus 82 años, y después de una larga vida de lucha, disfruta de sus hijos y sus nietos, así como de sus clases de gimnasia, a las que no falta ni un solo día.

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ISABEL GÓMEZ PARDO La vida de Isabel pasa ante una mesa de costura y un trozo de tela. Le encanta coser. A sus 95 años, sus ojos que tanto han visto, que tanto han sentido, pespunte a pespunte se pasean hoy por las bolsas del pan que hilvana, por esos mimosos dobladillos con los que ribetea las sábanas. Es su vida y su quehacer diario. Como ella dice, “coso y no pienso“. Quién la observe en su rutina, su sereno rostro y sus hábiles manos parecen transmitir la sublime sabiduría en el tejer de las míticas Aracne y Atenea. Isabel nació en Overa un 27 de mayo de 1919. Es la quinta de seis hermanos. Como todas las niñas de su época, hacía muchas veces de madre cuidando a sus sobrinos -ella recuerda con especial cariño cuando iba a Palacés (Zurgena) a recoger a su sobrino Blas. Lo hacía sola y andando-. Recuerda con nostalgia cuando se quedaba al cargo de la Nena de la Angustias” como cariñosamente se la conoce en Overa, para que su madre pudiese ir a los bancales. De su juventud recuerda que, después del tiempo que le quedaba tras colaborar con sus hermanos en las labores del campo, en las de casa y de cuidar de los más pequeños, ansiaba el momento de coger el muñeco del encaje de bolillo para ir a juntarse con sus amigas a realizar esta labor. Bolillo va, bolillo viene, bordaban, hablaban, comentaban las cotidianas cosas del pueblo, e Isabel crecía en maestría en el encaje. Comenta Isabel que unas de las distracciones de aquella época era encontrarse con un montón de panochas en la puerta de alguna casa, porque tocaba “desperfollar”. Era una ocasión dorada para juntarse zagales y zagalas, en las cálidas noches veraniegas, cuando, en la ingenua y tierna adolescencia el corazón palpitaba agitadamente ante la proximidad del mozo anhelado. Deseando te saliese una panocha colorá, con lo que tenías que dar un abrazo al grupo, y aprovechabas para que este fuese algo más intenso con alguno en especial, y si salía una de dos colores o pellicozna un pellizco. Tiempos aquellos, llenos de recato, en los que ésta era una de la escasas ocasiones en que no estaba mal visto que se juntasen mozos y mozas, e incluso dar un abrazo a un chico. Se siente orgullosa de haber formado una gran familia, aunque la mayor  040.

”Me hubiese gustado ser una gran modista” parte del tiempo vivía la presencia lejana su marido, Vicente. Vicente era un hombre de carácter fuerte, pero bueno y abnegado con su familia, y como tantos hombres de Overa -hijos de esta hermosa, pero en muchas ocasiones ingrata tierra-, tuvo que emigrar a Alemania, quedándose Isabel con sus cuatro hijas Rosa, María, Isabel y Vicenta, a las que, antes de padecer también el germano exilio, se les unía habitualmente Paco, el hermano de éstas, hijo de un matrimonio anterior de Vicente. Recuerda que sabiendo los adelantos de hoy le hubiese gustado tener agua corriente en su casa y una lavadora. Cuenta como, con especial esmero, cuida de sus padres ya mayores junto con su hermana María (la Ía) Hoy mira con orgullo como ha creado a una familia unida, rodeada de sus hijas, yernos y un montón de nietos y bisnietos. Isabel termina diciéndonos ”me hubiese gustado ser una gran modista”…..y nuestra imaginación vuela, paralela a la de María Dueñas, poniendo el rostro de nuestra Isabel en el de la valiente Sira Quiroga.


JUANA GONZÁLEZ GARCÍA Juana nació en abril de 1936 y vivió hasta que tenía nueve meses en Abejuela, pero toda su vida la pasó en Úrcal. Sólo pudo ir un mes a la escuela, porque debían ayudar en casa ella y su hermano trabajando en el campo. Este es casi el único recuerdo que tiene de su infancia. A pesar de ello, se siente satisfecha y feliz con la vida que tuvo, ya que cuando rememora su historia, sólo tiene buenos recuerdos (los juegos con las amigas, los bailes y, sobre todo, la colaboración y el sentido de comunidad que había entre los vecinos, que cree que ahora se ha perdido).

Tenían menos cosas que ahora, pero eran más felices. Se casó con Eliseo a los 21 años después de seis como novios, aunque se conocían desde siempre porque él era del pueblo de toda la vida. De aquella época recuerda con cariño cuando su suegra hacía de cómplice colocando un trapo rojo en lo alto de la casa para que ella lo viera desde su casa y supiera que podía ir al baile a encontrarse allí con su novio. Dice que esa forma de comunicarse sustituía a los teléfonos que no tenían. Juana y Eliseo tuvieron dos hijos, que les dieron cuatro nietos: Eliseo, Ginés, Francisco e Iván. Reconoce que las mujeres tienen ahora más libertad que la que tenían en aquellos años; son más independientes y pueden realizar trabajos que antes no podían, ya que cuando ella era joven “no tenían ni voz ni voto”; pero le duele mucho que aún existan casos de violencia de género y que haya hombres que maltraten a sus mujeres. A Juana le hubiera gustado poder viajar más y haber ido más tiempo a la escuela. De todas formas, defiende que nunca es tarde para aprender y ella lo demostró sacándose el carné de conducir a los 40 años.

“Nunca es tarde para aprender”  041.


CONNIE HOWLETT Nació en marzo de 1938, en Londres. Desde 1989 reside en España, y desde 1999 en Las Labores (Huércal-Overa). Le tocó una terrible época histórica la II Guerra Mundial, aunque como era muy niña, los edificios derruidos les servían a su hermano y a ella de escenarios para jugar. También recuerda la escasez de juguetes, de frutas y la comida racionada. Aún así tuvo una vida familiar “feliz” en su infancia, disfrutaba “con un trozo pan y mermelada” un estilo de vida rodeada de familiares, como todavía perdura en Las Labores. Cuando tenía 18 años, sus padres se separaron, y ella lo pasó bastante mal. De joven fue muy deportista, le encantaba jugar al voleyball. Tuvo la posibilidad de estudiar, y recuerda sus 32 años de vida laboral como asistente personal de una entidad financiera privada inglesa Merchant Banking, como un precioso regalo. Compartió 47 años con su marido, al que adoraba y echa mucho de menos. Con él y otra gente trabajó recaudando fondos para entidades de carácter solidario, hecho del que se siente profundamente orgullosa. Aunque no tuvo hijos/as, si tiene sobrinos/as con los que mantiene una excelente relación. Para ella el avance en la consecución de los derechos de las mujeres se ha reflejado en la posibilidad de trabajar fuera de casa y en la ampliación de la libertad en general. Como hecho significativo destaca que desde hace años en Inglaterra la colaboración de los hombres en las tareas del hogar es bastante alta, si se compara con la situación en España. Pero también reconoce que el valor que en España se da la familia se ha perdido en su país natal, y para ella la familia es una de las cosas más importantes, el cuidar a los tuyos y el ser cuidada por ellos/as. Se considera una mujer afortunada, y se repite a sí misma con frecuencia

“You are a lucky lady, look what you have...” *Eres una mujer afortunada, mira lo que tienes…  042.


ÁNGELA LÓPEZ GUERRERO Ángela nació el 14 de Abril de 1935 en Antas, aunque puede considerarse hija adoptiva de Huércal-Overa, ya que lleva 40 años viviendo en este pueblo. Hija de María y Antonio Jesús, creció siendo hija única, ya que sus padres perdieron una hija con 6 meses, antes de que ella naciera. Su vida no ha sido fácil, perdió a su padre en la Guerra Civil con tan sólo 3 años, su madre trabajaba de recovera, recogía huevos de los cortijos y luego los vendía, de modo que ella, con tan sólo 10 años, hacía la comida, limpiaba la casa, le daba de comer a los animales (una cabra, un borrego y una burra), también iba a la fuente a por agua. Colocaba unos cántaros en la burra y ayudándose de cubos, llenaba los cántaros de agua, ya que ella no podía con los cántaros cuando estaban llenos. Además, trabajaba en un huerto en el que tenían hortalizas que luego vendían. A pesar de todo, sacaba tiempo para jugar con sus amigas en la rambla y para ir al colegio. Le gustaba ir y sacaba buenas notas. La primera vez que fue a la playa, tenía 14 años. Gabriela, una vecina suya, la llevó a Garrucha. Ángela, de forma altruista, cuidaba los hijos de Gabriela (Cristóbal y María). En las fiestas de San Isidro en Jauro (Antas), con 17 años, conoció a José Antonio, un huercalense de 25 años. A partir de ese día, José Antonio iba a verla a su casa, hablaban delante de los padres de Ángela, nunca los dejaban solos, y cuando salían a alguna fiesta, siempre iban acompañados por la madre o la abuela de Ángela. Se casaron cuando ella tenía 22 años. Tuvieron 9 hijos: Diego, Antonio Jesús, José Antonio, Paqui, MªBelén, MªÁngeles, Luis, Susana y David. A los 5 años de casarse, su marido emigró a Alemania, donde estuvo 11 años trabajando en una fábrica de materiales de construcción. Solamente venía una vez al año, el mes de diciembre. En esos años nacieron 3 de sus hijas y ella se dedicó a la venta ambulante de frutas y verduras. Vendía en la Plaza de Abastos del mercado de Huércal-Overa.

Hace 30 años, fue la pionera, en animar a sus hijos a que se dedicaran a la venta ambulante de frutos secos y golosinas en los mercados de la comarca del Almanzora. Una mujer fuerte y luchadora, de lo que más orgullosa se siente es de criar a sus hijos y de trabajar. Lo que más trabajo le ha costado en la vida ha sido criarse sin padre y lo que más le hubiera gustado tener siendo joven es el carné de conducir. Actualmente Ángela tiene 13 nietos: Ángela (29 años), José Luis (27 años), Ana (24 años), Juan Antonio (21 años), Antonio (19 años), MªÁngeles (17 años), Susana (13 años), Ángel (11 años), Elena (8 años), Ainhoa (8 años), Belén (7 años), David (2 años) y Laura (14 días).

“Emprendedora y familiar”  043.


MISERICORDIA LÓPEZ RUIZ Tanto Misericordia López Ruiz como sus cinco hermanos, Francisca, Manuela, María y Alonso, nacieron en Jaén. Misericordia tuvo una infancia bastante dura, ya que al fallecer su madre a una edad muy temprana, se crió con su padre y sus hermanas y hermanos. Sin embargo, tuvo una buena relación con ellos, ya que era con quienes compartía los juegos infantiles. Su infancia pasó rápidamente, y en su adolescencia se trasladó a vivir a Lorca, donde trabajaba sirviendo a una familia. En uno de los viajes que realizaba a Águilas periódicamente para acompañar a su señora, conoció a su marido quien trabajaba de municipal en esta localidad, y con quien se casó a los veinticuatro años de edad. Por un revés de la vida a los treinta y un años enviudó, y decidió cambiar el rumbo, así que se trasladó a vivir y a trabajar a Ibiza. Allí es donde ha permanecido durante casi cuarenta años, trabajando de camarera de pisos y cuidando de sus tres hijos y de su hija, Fernando, Juan Luis, Pedro y Mari Rosi. Aunque su vida no ha sido fácil, ha disfrutado tanto de sus hijos como de su tiempo libre, saliendo con sus amigas al cine o a pasear. A pesar de haber empezado a trabajar desde muy pequeña, con aproximadamente diez años, se siente muy orgullosa de haber cuidado tanto de sus hijos, y de haber trabajado muy duro para cumplir este fin. Además, se siente muy orgullosa de la relación que ha tenido con sus hermanas y su hermano, con quien ha venido compartiendo experiencias, alegrías y tristezas, desde muy pequeños. Misericordia reconoce que hoy en día la situación de la mujer ha cambiado mucho, y que si pudiera tener alguno de estos avances en su juventud, hubiera elegido estar en su casa con sus padres, tener la oportunidad de asistir a un buen colegio, y vivir tranquila y cómoda.

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“Empecé a trabajar a los 10 años”


JULIA MARÍN SÁNCHEZ Si en Overa evocamos el bar de la Julia no solo nos trasladamos a una época, de gratos recuerdos y encuentros juveniles, sino, también, la figura de una mujer emprendedora que nadaba contra la corriente de sus tiempos. Tiempos en los que, bajo el rol femenino, era difícil ver a una mujer regentar un negocio. Julia Marín Sánchez nació en Overa un 24 de septiembre de 1928. Fue la mediana de tres hermanos, a los que entrañablemente recuerda por haber sentido desde siempre la presencia de su manto protector. Como muchos hijos de Overa en aquella época, creció sin la proximidad de la figura paterna, ya que siendo una criaturica, con la edad de 7 meses, su padre emigró a América. Tendrían que pasar 22 años para que volviera. Mientras, sus abuelos se encargaron de suplir esa carencia, y su madre, incansablemente, trabajó - como ella dice- para que no nos faltara nada. Lógicamente, ella, al igual que sus hermanos, tuvieron que arrimar el hombro ayudando a su madre en los distintos menesteres. Recuerda, con total nitidez, la edad de 7 años, hizo la primera comunión y, tristemente, empezó la Guerra Civil. De su juventud evoca los momentos pasados junto a sus amigas: Anita de Paco, Isabelica de Ruperta, Águeda de Tobalo, Teresica, Mariana…Y, cómo no, a sus amigas de Los Navarros, donde pasó la mayor parte de su juventud: Tomasa, Concepción...etc. Presume de haber tenido algún que otro pretendiente de los muchachos que venían de la Ermita de la Concepción, a los que, con el corazón palpitante, o esperando echar un buen rato de camaradería, el agua del río no les impedía cruzar a la otra orilla. Pero no sería hasta los 18 años cuando empezaría a florecer su corazón, junto al que luego seria su esposo, Diego. Por circunstancias de la vida y buscando un mejor subsistir para la familia, el padre de Julia, a su regreso de América, compró un cortijo en la localidad de Serón, y toda la familia se traslada hacia una nueva vida, envueltos en las labores de la tierra, el ganado etc. Julia se casó con Diego en Serón. Cuando su hija mayor, Isabel, contaba con

8 años, junto a sus otros 2 hijos, José y Manola, regresaron a su querida y anhelada Overa. Mas otra vez, esta tierra ingrata, pero a la que tanto amamos, haría que la familia se separase, pues su esposo, como tantos hombres de su época, emigró a Alemania. Aquí comienza su faceta empresarial, pues no arredrada por el vacío de su Diego, monta un bar, El Bar de la Julia nace en su casa, con la ayuda de sus hijos y sus hermanos. Julia rememora como Martín pasaba todas las mañanas a las 7:00h para encender la cafetera y de paso compartir con ella un cafelillo, ¡siempre estaban pendientes de mí! -dice-. Nos señala que “han pasado distintas generaciones, han salido muchos novios que después llegaron a casarse”. Y continua diciendo “yo era la primera que me enteraba”. Recuerda como había que echar un duro, en una de aquellas máquinas, para poder escuchar música. Sin parar de reír y contar anécdotas de esta etapa de su vida, reflexiona sobre cómo hubiese sido su vida con los medios actuales (como le hubiese gustado tener agua corriente y lavadora para hacer más llevaderas las tareas cotidianas). No sería el único negocio que emprendió, también se dedico a la crianza de pollos en varias granjas de su propiedad. Es una mujer optimista que, aunque ha recibido golpes por los que ninguna mujer, tan amante de los suyos como ella, querría pasar, no pierde la sonrisa. Esta llena de vida, y así nos lo trasmite.  045.


MARÍA MARTÍNEZ NAVARRO Nace en Nieva en abril de 1928. Fue su padre quien le enseñó a ella y a su hermana lo más básico, porque no fueron a la escuela. Desde muy pequeña trabajó en el campo (labrando, trillando, sembrando, regando…) El estallido de la guerra y el período de sequía, que se produjo en aquella época, fueron muy duros; pero a eso la familia de María tuvo que afrontar el que su padre estuviese escondido, porque se vino del frente. Veían como lo poco que conseguían de aquellas tierras yermas, era recaudado por las autoridades. Afortunadamente, el tiempo pasó y las cosas fueron mejorando. María se casa con 22 años, y al tiempo su marido emigra a Alemania. A su vuelta abren una tienda/bar, y en ella trabajan hasta la jubilación. Aunque nos cuenta que su vida ha transcurrido en 3 kms. Su marido y ella junto con otros matrimonios visitaron Alemania en coche, y también ha estado en dos ocasiones de vacaciones en Argentina visitando a unos familiares. Estos viajes son unos valiosos recuerdos para ella. El haber vivido cerca de sus padres, y posteriormente rodeada de sus hijos/as y nietos/as es lo más preciado para María. Celebrar la boda de sus hijos/as, sus bodas de oro, y cualquier otro hecho es importante para ella, y aprovecha toda oportunidad que le brinda la vida para celebrar. Si hubiera podido estudiar le hubiese encantado hacer magisterio. Por su experiencia recomienda:

” a las generaciones mas jóvenes tener paciencia, tener tiempo para relajarse, para divertirse, y dedicar tiempo a los/as demás”  046.


FRANCISCA MARTÍNEZ PÉREZ Nace en Góñar en septiembre de1927. Sus recuerdos de infancia están vinculados a la Guerra Civil (hombres huyendo, refugiados en la iglesia, trincheras, quema de imágenes de vírgenes y santos, miedo por sus hermanos...). Reconoce que afortunadamente no presenció enfrentamientos directos entre los vecinos, y que a pesar de la escasez, gracias al trueque pudieron sobrevivir. Apenas tiene recuerdos del escaso tiempo que pasó en la escuela, pero sí de las faenas del campo, recogida de almendra, oliva, trigo, patatas... La diversión se centraba en la organización de “bailes” en las distintas casas, que eran momentos para pasarlo bien con las amigas, para buscar pareja... Cuando se casó, se marchó a un cortijo retirado del núcleo de casas dónde siempre había vivido, y durante los 14 años que estuvo echó mucho de menos el ambiente familiar de gente entrando y saliendo de casa. Pero le sirvió de entrenamiento, porque emigró a Alemania con su marido y dejó a sus tres hijos pequeños con su madre. Allí estuvo 15 años trabajando de planchadora en una lavandería. De esta época, guarda muy bien recuerdo a pesar de estar separada de los suyos. Paquita está muy orgullosa de todo lo que ha logrado en su vida, desde ver conseguida la ilusión de tener casa propia, su matrimonio, la unión con su familia, su trabajo fuera de España... Actualmente sigue llevando una vida activa, participando en los talleres de gimnasia, pasando buenos ratos con sus primas, y con su marido, sus hijos y sus nietos. Aunque no pudo disfrutar de los derechos que tenemos las mujeres hoy, nos dice

“He aprovechado todo lo bueno que me ha ofrecido la vida”  047.


FRANCISCA MARTÍNEZ SIMÓN Francisca Martínez Simón nació en Almendricos (Lorca) el 13 de enero de 1934. Su vida es como la de otras mujeres de su época. Fue modista y vendedora ambulante, casada y madre de tres hijas. De sus vivencias destaca que tuvo que trasladarse a la Parata al estallar la Guerra Civil y, al finalizar ésta, se vino a Huércal-Overa. Tendría unos siete años. La época de la postguerra, con nueve años, fue difícil y colaboraba con su familia vendiendo cebada los lunes en el mercado. A los 12 años entró de aprendiz en un taller de costura donde aprendió el oficio que le sirvió para coser para el público hasta los 25 años aproximadamente, edad con la que se casó y cambió la aguja y el dedal por el comercio de salazones, embutidos y ultramarinos en general, que era el negocio familiar. Recorría los mercados de Cuevas del Almanzora, Vera, Albox, Lubrín, y Huércal Overa levantándose a las dos, tres o cuatro de la mañana, y aun los días libres atendía un puesto en la Plaza de Abastos de la localidad. Al volver a casa a eso de las tres de la tarde, comían, preparaba lo del día siguiente y a las cinco iba al almacén a preparar la mercancía que llevaban a vender al día siguiente. Y aún buscaba un hueco para ayudar a sus hijas y luego cuidar a sus nietos. Esta parte, hijas y nietos, son su orgullo, y a sus ochenta y dos años se encuentra bien de salud. Afortunadamente no necesita ayuda para el desarrollo normal de sus tareas cotidianas, es más, aún le quedan fuerzas y ganas de ayudar a sus hijas. Se considera afortunada, sin embargo, una cosa que tiene en deseo, que si fuese más joven lo aprendería, es tener carné de conducir y desenvolverse con las nuevas tecnologías: internet, tablet, Ipad... Todos esos avances tan de moda y fáciles para la gente joven y “misteriosos para quienes ya no lo somos tanto”.

“Me hubiera gustado tener el carné de conducir”  048.


Mª ANTONIA MENA NAVARRO Mª Antonia Mena Navarro nació en el 1942 en la calle del Arco, 18. Tuvo una infancia feliz en una familia muy bien avenida y estuvo muy mimada. Iban a la escuela, venía el profesor de música, sabe tocar el piano, las enseñaban a bailar,… toda su infancia aprendiendo con alegría, aprendió solfeo e hizo hasta segundo de piano. Está muy orgullosa de la familia que ha formado, tiene cinco hijos y 16 nietos y vive para ellos. Conoció a su marido con 14 años, en junio de 2014 hacen sus bodas de oro, se casó en 1964 con 22 años. No ha tenido dificultad con nada en la vida, le ha ido todo bien, de niñas estaban preparadas para afrontar los quehaceres domésticos y su trabajo de amas de casa lo desarrollan muy bien teniendo a su vez hijos felices bien atendidos. La pérdida de sus seres queridos sí que las ha sentido. Lo demás lo considera ley de vida y volvería a repetir la vida otra vez tal como la ha vivido. La independencia de las mujeres de ahora si que le gusta, no es que ella no haya sido independiente, pero como madre y mujer responsable que cumplía con sus obligaciones se privaba de algunos ratos de ocio. El pueblo para ella ha prosperado mucho, hay más comunicación con la gente de todas clases sociales, antes en los años 50 y 60 había más diferencias, las clases estaban más distinguidas y no se juntaban unos con otros, puesto que no se lo permitían. Ahora no se nota, como dice ella, “gracias a dios” todo el mundo tiene trabajo, cultura y más libertad. Nació en la posguerra y reconoce que en el campo se pasaban muchas dificultades. Los labradores estaban mal, no tenían apenas para comer y morían muchos niños.

“Viviría igual una y otra vez ”  049.


MARÍA DE LA LUZ MENA VAL María de la Luz Mena Val nació en Huércal-Overa el 10-08-1925 en la calle Enrique García nº 42, vivían con su abuela paterna y su abuela materna vivía cerca, en la misma calle. Es hija única y su padre falleció con 31 años, cuando su madre tenía 24 años y ella solo 3 meses. La familia la mimaba mucho por eso su infancia fue feliz y muy agradable, su madre la comprendía y la apoyaba en todo y todas sus decisiones. Fue a la escuela al convento de las monjas, según sus palabras “todos los niños del pueblos iban al convento”. Debido a la guerra civil no pudo seguir estudiando. Estuvo siempre soltera y en su casa, quedó huérfana también de madre en 1970. Juanita, una gran amiga como si fuera su hermana, se vino a vivir con ella. Iba a permanecer con ella solo un mes para que no estuviera sola y mes a mes llevan ya 44 años conviviendo. A María le gusta hacer manualidades y se le daba muy bien las muñequitas de fieltro, le gusta mucho el cine, el de antes sobre todo, el teatro, la música, la poesía,… el arte en todas sus expresiones . Aquí nos recita una de sus poesías:

Señor aunque no merezco que tú escuches mi quejido Por la muerte que has sufrido, escucha lo que te ofrezco, escucha lo que te pido. A ofrecerte señor vengo mi ser, mi vida, mi amor, mi alegría y mi dolor. Cuanto puedo y cuanto tengo Cuanto me has dado señor En cambio de esta alma llena de amor

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ANA Mª OLLER ORTEGA La historia de Ana comienza en la Nochevieja del año 1936. Pero en su casa no hubo muchas ocasiones para celebrar su nacimiento, ya que su padre se fue a la guerra cuando ella tenía sólo 18 días. Fueron 6 hermanos, aunque dos de ellos murieron de tifus cuando aún eran pequeños. A Ana le gustaba la escuela y hubiera deseado seguir aprendiendo, pero sólo pudo ir tres meses porque debía ayudar a su familia. No tiene la sensación de haber sido nunca niña, ya que su infancia la recuerda trabajando y trabajando; ella y su hermana Isabel en la almendra y sus hermanos Juan y Ginés en el campo. En su juventud comenzó a coser en su casa, hasta que se convirtió en modista y daba clases de costura a otras jóvenes de los alrededores. Cuando tenía 20 años, empezó a rondarla Jerónimo, un joven marchante de ganado que al pasar por el pueblo conoció a Ana y se enamoró de ella. Se casaron después de dos años y tuvieron a su hija Ana. Para poder ofrecer una vida mejor a su mujer y su hija, Jerónimo se fue a trabajar a Francia, pero un accidente truncó sus proyectos y Ana tuvo que sacar adelante ella sola a su hija de 22 meses. Fueron tiempos difíciles, pero ahora se siente orgullosa de haberlo logrado, luchando por darle un futuro a su hija. Actualmente vive en Las Labores con su perra, tiene dos nietos (José y Ana Rocío) y su mayor deseo es convertirse en bisabuela.

“Mi nieto y mi nieta me dan la vida”

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Mª DOLORES ORTEGA CAMACHO María nació en 1931 y es la mayor de los cinco hermanos que tuvieron su padre y su madre, y tiene un hermano mayor, ya que su padre era viudo de su primer matrimonio. Su recuerdo más nítido de sus años de infancia y juventud es el gran cariño que se vivía en su casa de La Hoya, todos los hermanos se llevaban muy bien y se querían mucho. También recuerda el respeto a la autoridad que tenían sus padres y que cree que actualmente se ha perdido. No tiene el recuerdo de haber pasado hambre cuando era pequeña, pero sí relata que una vez que tuvo uso de razón se dió cuenta de que su madre y su padre siempre eran los últimos en comer, porque querían que primero pudiesen comer sus hijos. Nunca fue a la escuela, aunque durante unos meses recibió clases con un maestro de Nieva que iba enseñando por las casas; además, María se esforzó y aprendió sola con los cuadernillos que sus padres le compraban. Cuando tenía 10 años, comenzó a ayudar a su padre en las tareas del campo. Al ser tan niña, lo recuerda como un juego más que como un trabajo. Y a partir de los 12 años, colaboraba con su madre en las tareas de la casa (hacer pan, lavar ropa, etc.), y acompañaba a sus hermanos trabajando como pastora. En los bailes de juventud conoció a su marido Pedro, con el que se casó cuando tenía 19 años. De su boda recuerda que fue muy sencilla: sólo asistieron los padrinos y lo celebraron comiendo dos gallinas que habían matado su madre y su suegra. Después de casarse, su marido emigró a Francia y Cataluña para poder dar una vida mejor a su familia (nos cuenta que estuvo ocho meses en Mataró y consiguió ahorrar 8.000 pesetas); María y Pedro tuvieron 3 hijos (Juan, Pedro y Ginés). Durante su juventud, además de llevar su casa y cuidar a sus hijos, María trabajó en el campo (almendras, olivas, etc.) y más tarde se hizo cargo de un pequeño supermercado en La Molineta que llevó ella sola durante más de 10 años. Actualmente sigue siendo muy activa, ya que es vicepresidenta del Club de Mayores, le encanta viajar con toda su familia, ir a excursiones con las amigas del club y hacer gimnasia y otras muchas actividades.

“No fui a la escuela, aprendí yo sola”  052.


LUCÍA ORTEGA LÓPEZ Nace en mayo de 1936 en Las Norias (Huércal-Overa). A los cuatro años, la familia se traslada a Fines, donde permanecen 10 años, volviendo de nuevo a Las Norias. Es la mayor de cinco hermanos, con lo que le toca cuidar de sus hermanos pequeños, incluso cuando jugaba con sus amigas, siempre llevaba cogido a alguno de sus hermanos. Fue poco tiempo a la escuela. Y de su infancia recuerda las responsabilidades que tenía de colaborar en casa tanto en el cuidado de los hermanos, como en las tareas domésticas. Tras volver a Huércal-Overa, empieza a trabajar a jornal cogiendo oliva, almendra, cebada... a los 22 años se casa y tiene 3 hijos. Al poco tiempo monta un bar/tienda, que sigue hoy funcionado después de 55 años. Lucía se siente especialmente orgullosa de haber levantado este negocio familiar junto a su marido, y haber sido capaz de mantenerlo hasta el día de hoy. Éste le ha permitido conocer y tratar a toda la gente joven de generaciones y generaciones de Las Norias y de alrededor. Ese trato con los/as jóvenes le ha ayudado a mantener siempre una actitud positiva. Hoy día su local sigue siendo un lugar de reunión para jóvenes y no tan jóvenes. Su gran sueño hubiera sido ser azafata de vuelo.

“Nuestra infancia no es igual que la de hoy, antes teníamos mas responsabilidades; cuidar a los hermanos, ayudar en casa...”.  053.


ISABEL ORTEGA SÁNCHEZ Isabel no pudo ir a la escuela como la mayoría de las mujeres de su época, pero su vida fue más dura que las de las niñas de su edad, ella tenia que hacer el almuerzo a los segadores y llevárselo al campo, andaba mucho camino con una olla en las manos, unas veces le hacia gazpacho y otras tortas fritas. Su padre se quedó viudo y con cinco hijos y se casó con su madre con la que tuvo dos hijas, a ella y a su hermana Anita, pero cuando tenía cuatros años murió su madre durante el parto . Cuando tenía nueve años comenzó la Guerra Civil, durante esos tres años pasaron mucha hambre, además todos sus hermanos tuvieron que ir a la guerra excepto uno de ellos, el cual se escondió debajo de un pesebre en un agujero. En varias ocasiones después fueron los guardias de asalto, preguntándole donde estaban sus hermanos, llegando a apuntarle con una pistola para que les dijese donde estaban. Incluso querían llevarse a su padre a la cárcel si no declaraba donde estaban sus hijos. Pero su padre explico que sus tres hijos tendrían que quedarse solos porque no tenían madre, y si el iba a la cárcel sus hijos tenían que ir con él. El Guardia les dijo que no volverían a esa casa ya que bastante cruz tenían. A pesar de todas las pesadumbres que ha vivido en su niñez recuerda con mucho cariño cuando se iba a pasear con su hermana Anita por el prado y buscaban mariposas. En esos momentos se evadía por unos minutos de lo que estaba ocurriendo en aquel tiempo y sonreía como una niña de su edad. Cuando su hermano enfermo murió tuvieron que llevar el ataúd en el carro de un vecino porque no había gente para llevarlo. Posteriormente su padre murió, y con doce años tuvo que hacerse cargo de la casa, al cuidado de su hermana menor, del cuidado del ganado, también le ha costado mucho educar a su hermana porque no tenia padre ni madre,pero a la vez esta muy orgullosa de ello. Sus hermanos Diego y Miguel volvieron de la guerra cuando terminó, otro de sus hermanos lo mataron en la guerra. Hasta los veinticinco años vivió con su hermano Diego. Fue en la boda de éste cuando conoció a Diego, su marido, que era el padrino de la boda. Estuvieron dos años de novios, y se respetaron “ni un beso en la cara, ni se cogieron de la mano”. La madre de su marido le decía a éste que la respetase, que era como un árbol silvestre porque no había tenido guía. Finalmente se casó con Diego y celebraron su luna de miel en la playa con su cuñada, fue un día inolvidable ya que Isabel se había casado con la persona que amaba,

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ella nunca había visto la playa y los tres se hicieron una fotografía para recodar aquel momento. A los once meses de casados Isabel se puso enferma del estómago. Su marido trabajaba duro día y noche para poder llevarla a diferentes médicos en Lorca, Águilas, Puerto Lumbreras, los Gallardos, pero no tenía seguro, y era muy costosa la operación. Cuando trabajó en las minas de Hierro tuvo seguro y fue el Día de la Purisima en el Asilo en Huércal- Overa cuando un “médico” de Granada la operó. A los dos años de estar casados nació su primer hijo, Cristóbal, después con cuatro años de diferencia nació Anita y finalmente a los tres años nació Alberto, ya la familia había aumentado. La situación económica mejoró gracias al trabajo de su marido Diego,que trabajaba duro para que a su familia no le faltase de nada. La segunda vez que fue a la playa ya fue con toda su familia( hijos, hermanos, sobrinos, cuñados/as) y alquilaron un autobús para ir al Pozo Esparto y estar todo el día con ellos, pero no se bañó porque la playa era muy profunda y no sabia nadar. Posteriormente a su marido le ofrecieron ir a trabajar a Alemania, ya que en España había muy poco trabajo y decidió emigrar a Alemania, todos los meses le mandaba un giro de dinero a España para que su familia pudiese vivir un poco mejor, y trabajó cinco años en Alemania. En uno de los cinco años que estuvo su marido trabajando en Alemania tuvo un accidente en el trabajo, mientras limpiaba una máquina se dio un corte en la mano derecha. Como cada semana su marido le escribía una carta, pero se dio cuenta de que la letra de esa carta no era la suya, a la semana se entero por un compañero de su marido, que vino a España, que era de uno de sus hermanos, porque él con el corte no podía escribir. Su marido Diego estuvo quince días hospitalizado en el hospital de Alemania., cuando le dieron el alta volvió a trabajar y en la navidad se vino para España para ya estar definitivamente con su familia porque Isabel se

puso enferma. Diego consiguió trabajo en los pozos que hicieron en el Saltador, los cuales vino Franco a inaugurarlos y así podía ayudar a su familia económicamente, en aquellos tiempos tan duros. Isabel se encargaba de cuidar a sus hijos y de las tareas del hogar, aunque también ayudaba a su marido a cultivar las tierras, entre los dos plantaron melocotoneros, parras, olivos… A los dos o tres años con el dinero de la cosecha se compraron un tractor para poder labrar bien las tierras. Pasaron unos años y se compraron su primer coche, un Renault 4L amarillo, que lo utilizaban para llevar la fruta a los mercados de los alrededores. Isabel se levantaba todos los días a la cuatro de la mañana para cargar la furgoneta con la fruta y la conducía su hijo el mayor, porque ella no tenía carné de conducir. Hoy en día hay muchos avances pero lo que más le hubiese gustado a ella tener es la libertad que tienen la mujeres para trabajar y no depender tanto del hombre, porque en su época la mentalidad de las personas era demasiado machista. De lo que más orgullosa está es de tener la familia que tiene, su marido que lo quiere con locura,lo respeta y lo ha respetado siempre, sus hijos y de sus nietos. A sus 87 años nos cuenta lo que recuerda de su vida, a pesar de que no es una persona autónoma, ya que tiene poca movilidad en sus piernas y no pueden andar sola, podéis comprobar que tiene buena memoria.

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AMPARO ORTEGA PARRA Nace en el día de nochebuena del año 1931, en Huércal-Overa, donde vive parte de su infancia, hasta que marcha a Tíjola con su familia. Recuerda sus días en la escuela, donde por las mañanas aprendía a leer, escribir, y con especial cariño las tardes de labores (costura, bordados,..), en las que era especialmente habilidosa. De aquella época también rememora las tardes de cine “a escondidas” con sus amigas Paula y Juana, ya que ponían la excusa de que iban a rezar para conseguir que su padre la dejara salir de casa. De su estancia en Tíjola recuerda la tristeza en la que se sumió la familia por la pérdida de su hermano, siendo éste muy joven. A los 22 años vuelve a Huércal-Overa, hecho que le hizo mucha ilusión, porque Amparo siempre ha querido profundamente a su pueblo. Siempre trabajó de modista, además de dedicarse al cuidado de sus cuatro hijos/as y de su marido, del que guarda un muy especial recuerdo, puesto que siempre fue un gran apoyo para ella. Amparo ha llevado una vida muy activa, participando en el Club de Mayores de Huércal-Overa, del que fue la primera mujer presidenta, en la Agrupación Coros y Danzas “Virgen del Río”, en la Asociación de Mujeres Guadamaina y en asociaciones de vecinos/as. Se siente especialmente orgullosa de haber ido a la Escuela de Educación de Personas Adultas, donde obtuvo su título de Graduado Escolar. También son un gran motivo de orgullo sus hijos/as, nietos/as y bisnietos/as. Viajar ha sido para ella una de sus grandes ilusiones, así como el colaborar con muchos colectivos huercalenses, que han tenido la oportunidad de conocer a una mujer activa, positiva, y como ella misma dice

“una mujer que lo que ha dicho de hacer , lo ha hecho”.  056.


FELICIA PARRA GARCÍA Nace en julio de 1936 en El Puertecico (Huércal-Overa), el mismo día que empezaba la Guerra Civil. Los recuerdos de su infancia están unidos a las necesidades de alimentos, calzado, ropa, a la ausencia de su padre, y a la sequía que mermó las ya debilitadas posibilidades de supervivencia… Con el fin de la contienda civil, la situación empezó a mejorar lentamente. Pudo ir a la escuela, donde aprendió lo básico, y aunque ir a clase le gustaba mucho, tenía que compatibilizarlo con pacer ovejas y ayudar en casa. A los 24 años se casó y tuvo un hijo y una hija. Además de llevar la casa, cuidar de los hijos y trabajar como jornalera en el campo, también trabajó en Mataró en huertos y a temporadas en Francia en la recogida de la manzana. Felicia recuerda con orgullo toda su vida laboral, ya que además de posibilitarle afrontar los gastos del día a día y construir su casa, disfrutó sus diversos trabajos porque se sentía muy bien haciéndolos. Con 42 años se sacó el carné de conducir, y al día de hoy continúa conduciendo. Para ella, esto ha supuesto una gran ayuda, ya que le ha facilitado mucho la vida tanto en lo familiar, como en lo laboral. Tras su jubilación, Felicia participa en los talleres de bordados, pintura, gimnasia… del Club de Mayores, se ocupa de su marido, y pasa tiempo con sus hijos y nietos. Hoy por hoy, Felicia sigue “con mucha ilusión por la vida” y recomienda :

“tener un sueño, y hacer todo lo posible para cumplirlo”.  057.


LUISA PARRA JIMÉNEZ Luisa vive en El Saltador desde que nació en enero de 1935. Es un orgullo para ella haber podido sobrevivir a base de trabajar duro, hacerse una casa y haber sacado a sus dos hijas adelante, sin verse obligados a emigrar a otras tierras en busca de un futuro mejor como le ocurrió a tanta gente de su generación. Sus años en la escuela los recuerda con cariño. Tenía muchas amigas y muy buenos maestros. Desde que cumplió 9 años, por las mañanas iba a la escuela y las tardes las dedicaba a trabajar en el campo, al igual que hicieron el resto de sus nueve hermanos. El mejor momento del día era cuando ella y sus amigas compraban la merienda y se juntaban a merendar en la calle. Cuando tenía 14 años, acabó la escuela y empezó a aprender a bordar con María (la hermana soltera del maestro), a lo que se dedicó hasta que se casó a los 22 años. Recuerda que los noviazgos de entonces eran muy diferentes a los de ahora, que iba todo mucho más despacio, especialmente en su caso, ya que sus seis hermanos varones se encargaban de vigilar que no pasase nada fuera de lo permitido en aquella época. Su marido Jerónimo la rondó durante cuatro años. Al principio se veían en los bailes y luego él la visitaba en su casa los miércoles y los domingos. Luisa y Jerónimo tuvieron dos hijas, que les han dado 3 nietas y un nieto. Está contenta con la época que le tocó vivir y piensa que cada momento tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Actualmente, las máquinas han permitido aligerar mucho el trabajo de las mujeres en el campo. Antes era más duro porque se requería más esfuerzo físico. Sin embargo, ahora todo es más estresante, como si nunca se diese abasto con todo lo que hay que hacer y siempre anduviésemos con prisa. Recuerda que, a pesar de todo lo que tenían que trabajar en aquellos tiempos, cuando terminaban la jornada dejaban todo y decían:

“otro día vendrá...”  058.


ANA PARRA PARRA Nació en El Saltador en enero de 1934. Su padre murió en la guerra, y su madre sacó adelante a ella y sus hermanos, con la ayuda de los abuelos. Recuerda sus días de colegio, aprendiendo y jugando con las demás niñas. También ayudaba en casa. Aprendió a coser y bordar. Y participaba en la siega, donde solía cantar mientras trabajaba. Cuando se casó, inició un negocio de abonos, harinas y piensos con el marido, empezaron de la nada, y trabajaron duro durante años, hasta que consiguieron montar un negocio familiar que ahora da trabajo a sus hijos/as. Ha viajado con su marido por España y por países como EEUU, Egipto, Holanda, Austria, Turquía, Marruecos… Ana nos habla orgullosa de sus hijos, y nietos/as, y disfruta de estar en su compañía. También está muy orgullosa de todo lo que ha hecho en su vida, porque a pesar del esfuerzo, lo ha hecho con mucha ilusión. A Anita le hubiera gustado tener la oportunidad de estudiar, como la han tenido y tienen su hija y sus nietas, y también haber podido disfrutar de los derechos y libertades de los gozan hoy las generaciones de mujeres mas jóvenes, aún así está satisfecha de todo lo que ha superado y conseguido con su esfuerzo.

“Estoy orgullosa de mi vida, todo lo he hecho con ilusión y con mucho esfuerzo”  059.


INÉS PARRA PARRA

“Me hubiera ahorrado mucho tiempo y esfuerzo teniendo lavadora”  060.

Inés ha vivido toda su vida en El Saltador. Nació el 6 de diciembre de 1931 en El Cortijo Los Rebellos (El Saltador), donde tuvo una infancia feliz junto a su hermana Isabel. Tiene escasos recuerdos de su infancia, pero entre ellos se encuentran: ir a la escuela de El Saltador durante tres años, acompañar a su madre a Huércal-Overa a por el pan de ración a lo de “Juan el Claro”. Con nitidez argumenta un día en el que hubo bullicio y sacaron a la virgen de la ermita para poder esconderse varios hombres con sus burras, quedando dentro para no ser descubiertos. Subsistían con víveres que encontraban alrededor de la ermita. Estaban en plena Guerra Civil, y debían de tener cuidado con todo, en lo que hacían y decían. Inés en su juventud recuerda cómo alegremente iba con su hermana a la feria de Huércal-Overa, y a las fiestas de Las Norias y de Góñar. Y entre puestos de dulces y bebidas jugaban y bailaban “las parrandas”. Con 19 años se casó con su primo José Antonio Parra Ballesta, celebrando la boda en casa de sus padres con lo poquito que tenían: pollos, chotos, melones y granadas amenizaron el banquete nupcial. Con 20 años dio a luz a su primer hijo (Miguel), teniendo sucesivamente cuatro hijos más (Alfonso, Diego, José Antonio y Bautista). Añade riéndose “íbamos buscando la niña y tuvimos 5 varones”. Inés ha dedicado toda su vida al trabajo del campo y a vender en la plaza del pueblo, los lunes de mercado, lo que cosechaba en sus huertos. A día de hoy, sigue vendiendo esporádicamente cuando obtiene los frutos de su huerta y su estado de salud se lo permite. Le hubiese gustado tener cuando era joven la luz y la lavadora, medios que le hubiesen facilitado muchos lavados de ropa a mano de sus cinco hijos. Inés ha sido una mujer muy diligente durante todas las etapas de su vida, y ahora descansa plácidamente en su casa esperando las visitas de sus nietos que la hacen muy feliz.


TRINIDAD PARRA PARRA Trinidad es una de esas mujeres que nada más verla te transmite dulzura y sabiduría. Te cuenta las cosas de forma muy campechana como ella misma es. Nació el 31 de diciembre de 1932 en La Guarda de Úrcal, no queriendo esperar la entrada del nuevo año. Trini recuerda que parte de su infancia la pasó al cuidado de los animales y trabajando, iba con su burrica cargada de cántaros a por agua a la fuente Nueva, donde realizaba el punto de encuentro con sus amistades. Acompañada de su madre iba a Huércal-Overa a comprar al mercado. En otras ocasiones se quedaba en su casa “preparando las ropicas” para cuando su madre llegara se encontrara todas las tareas finalizadas. Durante la guerra, toda la familia se trasladó a Barcelona, donde pasaría la otra parte de su niñez. Allí se divertía con su hermano pequeño Ginés. Juntos jugaban a coger peces en un río próximo a su domicilio. Recuerda que había un puente y en él un cartel que ponía “Prohibido el paso montado en bicicleta, bajo la multa de 25 pesetas”. Iban juntos al cine, cuenta risueñamente que se escondían detrás de las gabardinas de los adultos y se colaban. Una de tantas veces que fue, se dejó olvidado a su hermano y a su regreso al hogar su madre se percató de ello. Allí en Barcelona fue a la escuela pública donde aprendió a leer y escribir. A su vuelta a Úrcal fue a la escuela pagándole a un maestro. Ya en su juventud, Trini iba con las amigas y los amigos a cantar y bailar todo tipo de bailes populares: parrandas, malagueñas, sevillanas… divirtiéndose mucho. Rememora su boda con Francisco Martínez Artero como si fuese ayer: muy guapa con un vestido de terciopelo negro y “una buena jarana cantando y bailando”. En el transcurso de su vejez, Trini ha sido una mujer muy activa, le ha gustado mucho practicar la natación, haciéndolo con mucho estilo. Ha viajado en la medida de lo posible lo que ha podido, aprovechando la

cercanía de balnearios para ir y descansar con sus hijas y nietas. Ha sido y es una mujer muy positiva, disfruta muchísimo en “las juntas familiares” donde se ríe y cuenta chistes para que todos disfruten de esos buenos momentos con sus dos hijas (Paqui y Ana) y todos sus nietos y bisnieto.

“Activa y risueña”

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BASILISA PARRA PÉREZ Nace en Úrcal en mayo de 1932. Eran un total de nueve hermanos/as, de los/as cuales seis son mujeres, y ella era la más pequeña de todas. Resume su infancia como “la época de su vida en la que más feliz no podía ser”, recuerda la casa de sus padres abierta para toda la gente, a su padre leyéndoles “El Quijote” a todos/as los/as hermanos/as. De su época joven, destaca los bailes que organizaba su padre, a éste tocando la guitarra y a su madre las castañuelas; y cómo le encantaba bailar parrandas, jotas, sevillanas…cómo la música la hacía bailar… Su padre les enseñó también matemáticas, lengua, historia… Uno de los momentos más tristes de su vida fue cuando se llevaron a su padre a la cárcel, así como todo el tiempo que éste pasó en Granada en prisión, hasta que su madre consiguió el indulto. También rememora el momento en que la familia, y los amigos fueron a recogerlo caminando y cantando desde Úrcal hasta Las Norias. Durante dos años, tuvo que hacerse cargo de la escuela de Úrcal, daba clase a más de veinte niñas, catequesis, les enseñaba a cantar... A los 24 años se casó, porque encontró a un hombre que la quería y la cuidaba; Basilisa no estaba dispuesta a ser ella sólo la que cuidara. Tras la boda se trasladó a unos kilometros de la casa paterna, a Los Gibaos, donde también tuvo la oportunidad de dar clase en Abejuela, en este caso a un grupo de niños y niñas. Estos años como maestra son uno de sus más preciados recuerdos. Basilisa tuvo dos hijos, pero ninguna hija, aunque para ella sus sobrinas son como sus hijas. Quedarse sola después de la muerte de su marido ha sido bastante difícil de superar, pero gracias a su actitud positiva y vitalista lo ha conseguido. Basilisa se siente orgullosa de todas las experiencias de su vida, reconoce que ha disfrutado mucho, y valora mucho el cuidar a los/as demás, y también ser ella la cuidada por los/as demás.

“Fui maestra en Abejuela”  062.


ANA MANUELA PARRA ZURANO Manuela como la llama todo su entorno, nació en El Gor el día del Pilar en el año 1934. Tenía una hermana y dos hermanos. Desde bien pequeñita, su madre la enseñó a coger leña para cocinar y al cuidado de los animales. Pocos años después vendrían los quehaceres del hogar junto a la realización “del amasijo de pan”. Le advirtió que algún día tendría que hacerlo ella, con lo cual poniendo los pies de punta sin apenas llegar a la artesa observaba y tomaba nota con especial interés de todos esos panes que su madre y hermana hacían. La gran mayoría de veces que sacaba los animales por los bancales de “Los Ramblares” era acompañada por una amiga suya. Se divertían jugando al corro de la patata, o en charcas cogían ranas y con esparto le ataban sus patitas a las de cerdos, burras o pavos. Diabluras que las hacían reír y pasar momentos graciosos. Manuela comenta que en sus tiempos de niña, no se podía permitir hacer demasiadas fiestas ni estar demasiado tiempo jugando por las puertas, ya que excesivo tiempo de ocio era contraproducente y las tareas del hogar se anteponían a todo. Y llegó el día en el que su hermana se casó y todas las responsabilidades fueron heredadas por ella: mucha limpieza y amasijos de pan. Por ello, a día de hoy le sigue saliendo el pan tan bueno, de tantas veces que lo ha hecho. Recordando siempre ese peculiar olor a masa de pan que le hace rememorar su niñez. “En su casa, mientras haya leña y un buen horno, pan casero nunca faltará.” Recuerda que en los tiempos de la guerra, pusieron a su padre de encargado del pan, bajando todos los días a Huércal-Overa y repartiendo en El Gor el “pan de ración”. Iban a su casa a recogerlo, los vecinos y pedáneos de diferentes sitios: de Los Ramblares, de Fuente Amarga… Con aproximadamente 12 años empezó a salir a las fiestas de Úrcal, Nieva… con las amigas, con la hora de salida marcada a las cuatro de la tarde y la de recogida a las 9 de la noche.

Y llegó el día en el que se fijó en un muchacho, José. Después de un año de relación se casaron, y marcharon a Mataró a trabajar para conseguir algo de dinero con el que construir su casa. “5 pesetas ganaba a la hora” recuerda con exactitud. Años más tarde tuvo una hija (Angelina) y dos hijos (José y Juan). Ya en su etapa de madurez, con 46 años se trasladó a la Atalaya donde sigue residiendo. De esta manera, estaría más cerca del pueblo y cubriría más fácilmente todas sus necesidades. Toda una vida trabajando en el campo y en almacenes, viendo lejana su jubilación, ya que su estado de salud estaba deteriorándose y sus piernas ya no podían soportar tantas horas de pie. Pero finalmente llegó el día tan esperado y hoy puede disfrutar plácidamente de sus nietos y bisnieta, y de esos viajes que antes no pudo realizar.

“Con paciencia todo llega”  063.


ÁNGELES PÉREZ ASENSIO Nace en Góñar en enero de 1924, en una familia de once hermanos/as, de las cuales viven hoy cuatro hermanas. Tiene muy buenos recuerdos de su estancia en la escuela, recuerda su uniforme, los lápices de colores... Su abuela la enseñó a tejer en el telar familiar, durante nueve años tejió jarapas, mantas tendías. Era una tarea que le encantaba hacer, todos/as los/as de la casa ayudaban, una urdía, otra ponía la trama en el telar, la abuela hacía canillas. Recuerda a los milicianos paseando por las calles cuando el estallido de la guerra civil, y el miedo que pasó, pensando sobre todo en los hombres de la familia. Cuando se casó, puso una tienda con su marido, “La tienda de Paco Telas”, como la recuerdan, donde se vendía un poco de todo: telas, verdura, azúcar, legumbres.... El trabajo en la tienda y en el telar, fueron su vida, y aunque no tuvo hijos la vida con su marido fue muy feliz, y la relación estrecha con hermanos/as y sobrinos/as le hizo no echar de menos la maternidad. Pasó varias temporadas en Francia, donde hacía la vendimia, y a pesar de las duras condiciones de trabajo, disfrutaba con la familia y colaboraba con el sostenimiento de la economía familiar. Define su vida como una buena vida, disfrutando de su familia, de su trabajo, de sus largas caminatas por el campo. Nos muestra orgullosa uno de los regalos de la celebración de sus 90 años, que recrea la vida de Góñar de su época.

“Me encantaba tejer, me enseñó mi abuela”  064.


ASUNCIÓN ANDREA PÉREZ ASENSIO Asunción es la tercera de 11 hermanos (5 hombres y 6 mujeres) y nació en Francia en 1933, donde sus padres estaban trabajando. A pesar de las dificultades por las que pasaron ella y su familia, reconoce que su vida ha sido muy bonita y desprende optimismo y vitalidad. Antes de cumplir los 2 años, sufrió una parálisis que le provocó problemas en las piernas. Relata orgullosa que pudo comenzar a andar a los 6 años con la ayuda de una carretilla de madera que fabricaron para ella. Se considera afortunada porque pudo ir a la escuela en Góñar hasta los 16 años y tiene muy buenos recuerdos de los momentos de juegos que compartía con sus amigas. Cuando terminó el colegio, decidió aprender a bordar y pronto empezó a recibir encargos, sobre todo ropa para bebés. Le encantaba su trabajo y aún sigue haciéndolo porque le gusta mucho estar activa. También tiene muy buenos recuerdos de los años que pasó en un pueblo de Córdoba acompañando a un hermano de su madre y de la gente que allí conoció. Ella y sus hermanas conservan con cariño un Corazón de Jesús de fieltro que le dieron a su padre cuando salió de la cárcel. Fueron tiempos duros, pero con el esfuerzo de su madre y el resto de sus hermanos y hermanas, superaron las dificultades que aquella circunstancia les supuso. Su mejor recuerdo de cuando era niña fue cuando el médico Don Adolfo, que “era un poeta”, le dedicó una poesía que leyó en la iglesia y que emocionó a todo el pueblo:

Virgen del Carmen Sagrada, pura como la azucena para ti la más amada por santa, virgen y buena. Aquí vengo ante tu altar a ofrecerte mi oración y a decirte con fervor: que me sane, madre mía, que queden las piernas bien, buenas y firmes las dos.  065.


ANTONIA RODRÍGUEZ LARROSA Nació en El Tomelloso en 1939 y vivió allí hasta que sus hijos fueron mayores, cuando se fue a vivir a Úrcal. Es la más pequeña de 5 hermanos, por lo que sus recuerdos de la infancia son sobre todo el cariño que recibía de ellos, ya que era el juguete de la casa a la que todo el mundo mimaba y protegía. Es por ello que fue muy feliz en su juventud. Aunque tuvo que trabajar mucho y sólo pudo ir unos meses a la escuela, tiene muy buenos recuerdos porque se lo pasaba muy bien con los juegos y los bailes que se organizaban en el pueblo. Destaca también que, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, cuando ella era joven tiene la sensación de que todas las personas se ayudaban más y muchos trabajos se hacían en comunidad, colaborando todos los vecinos. Se casó a los 18 años con su novio “de toda la vida” y tuvo dos hijas (Juana Mª y Rosa). Antes de que ellas nacieran, el marido de Antonia emigró para asegurarles un mejor futuro. Se fue solo y estuvo en Alemania, Francia y Cataluña. Después de los años, Antonia se arrepiente de no haber partido con él en vez de quedarse sola en el pueblo, porque hubieran podido compartir la experiencia y apoyarse mutuamente. Y ya en los años 80, fue ella la que salió a trabajar en la vendimia a Francia, acompañada de sus hijas. Es consciente de que la vida de las mujeres no era fácil, ya que estaba muy dominada por los hombres. Por ello considera muy positivo que las mujeres actualmente hayan conseguido cada vez más derechos y las anima a que sigan reivindicando esa libertad que en otras épocas no tuvieron. Ella misma es un ejemplo, ya que siempre fue su deseo poder conducir. Al principio usaba una moto, luego un coche sin carné y finalmente se sacó el carné de conducir a los 67 años.

“Seguir luchando por la libertad que nosotras no tuvimos”  066.


ANA JOSEFA ROMERO CEREZUELA

Nació en el año 1924 en el Puertecico, concretamente en el “Cortijo El Rincón” y creció en el seno de una familia humilde junto a sus dos hermanas Antonia y María Ángeles y su hermano Miguel. Luchadora como ella sola, consiguió proyectarse más allá de los muros tan estrechos que la sociedad les imponía por aquella época, aprendiendo de forma autodidacta a leer y escribir, ya que no había podido asistir a la escuela. Su infancia fue dura, como las demás mujeres de la época, en la que su principal actividad fue ocuparse del ganado y de las labores domésticas. Eran tiempos difíciles, en los que el sustento del hogar se proporcionaba gracias a lo que conseguían de vender en los mercados de Huércal-Overa, Vélez Rubio y Puerto Lumbreras. Realizaba muchos kilómetros andando o en burra para poder vender en esos mercadillos: queso, suero, o pan que hacían con mucho esmero y trabajo. Muchas veces su vuelta no era la esperada, ya que esos quesos tan bien colocados en canastillos no se habían podido vender. Comenta muy orgullosa que “también sabía coser y darle a la máquina muy bien”. Ana Josefa trabajó mucho, no se piensen que las meras palabras “trabajillos” como ella denomina engloban poco, que no lo fue: desde sembrar, segar, trillar, cargar bestias, bojas… hasta hacer mesas, sillas y puertas. Recuerda especialmente que cuando estalló la guerra estaba reunida con

los amigos. “Venían los milicianos en camiones y se llevaban a los hombres y toda la comida que hubiera, iban los camiones llenos. Tuvimos que ir a los cerros para escondernos, sin hacer ningún tipo de ruido.” Tiempos difíciles para las mujeres ya que la gran mayoría de hombres fueron recluidos, y eran ellas esas abuelas, madres, hijas y hermanas corajes las que sacaron sus casas y trabajos para adelante. “Al acabar la guerra, el alcalde pedáneo, venía y nos repartía arroz, azúcar, harina… dando las raciones.”. Fueron años de escasez, en los que subsistían como buenamente podían de lo que cosechaban y de los animales que tenían. En ocasiones, engordaban a los cerdos con el suero que sobraba de hacer quesos, recordando que “al comerlos sabía la carne a suero”. Durante su juventud conoció a Ginés el que poco tiempo después se convertiría en su marido. Cambiaron su residencia a La Hoya. Junto a él tuvo dos hijas, Ana-María y María, alternando trabajo con la crianza de las mismas. Le costó mucho esfuerzo aprender a escribir y leer, pero que de mucho le sirvió cuando su marido se fue al extranjero a trabajar. Único medio con el que podía comunicarse tan lejanamente. Cuenta que sus vecinos se rieron de ella cuando le llegó la primera carta de su marido, porque pensaron que era mentira que sabía leer. Habían ideado una contraseña para poder comunicarle que había encontrado trabajo. Contraseñas ficticias por el temor a las represalias si abrían el correo. “He visto a tu primo” esa era la clave, cuenta graciosamente. “Me escribía eso y ya sabía que había ido la cosa bien”. Ana Josefa con gran esfuerzo, tenacidad, valentía y perseverancia, logró superar obstáculos consiguiendo esa igualdad entre hombres que pensaban que no podría realizar determinados trabajos, por el mero hecho de ser mujer. Se siente orgullosa de las cosas que podía hacer con sus manos. Le gustaba mucho hacer cosas de albañilería, toda la maquinaria le fascinaba. “Me gustaba más coger un legón que ponerme a limpiar” cuenta riéndose esta mujer de 90 años desprendiendo dulzura en su mirada. Artífice de su propio destino, ya sea vestida con la ropa de trabajar o con otra indumentaria, intentó dejar su impronta en el momento histórico que le tocó vivir y así logró ser ella misma. “Mujer fuerte y valiente”.  067.


JUANA RUBIO MARTÍNEZ Juana Rubio Martínez nació en Huércal–Overa el 9 de enero del 1931 hermana única de siete, seis hombres. Su niñez no fue dura, sus tíos, que se dedicaban a la venta ambulante, contribuían para que a su familia no le faltara de nada. Recuerda de cuando se reunían todas las niñas a jugar en casa de Carlota, lo pasaban muy bien. Era todavía chiquilla cuando conoció a su marido, llevaba calcetines, sin embargo se casó con 33 años. De su juventud lo que más le gustaba era la Semana Santa, dice que era precioso todo, recuerda como iban a la iglesia con su libro, su rosario y su velo, le encantaba, ahora la encuentra con demasiadas etiquetas. En la feria dice que se juntaba toda la peña, lo pasaban muy bien, “¡era otra vida!” El día de su boda recuerda que estaban las calles levantadas y ella vestida de blanco saltando las zanjas, después de la ceremonia se fueron cada uno a comer con su familia, vinieron sus hermanos de Barcelona, de San Sebastián, sus amigas del taller, su abuelos, y comieron todos juntos. Su hija nació a los nueve meses y tres días de su boda y su hijo a los cinco años. Su vida de casada ha sido muy difícil debido a la tuberculosis. Su marido, que la padeció, tenía que estar aislado, lo veían por la ventana, sus hijos repartidos con los hermanos y años después la padeció su hija y su nieto, que cumplió un añito en la Bola Azul. Ha trabajado fuera de casa, no había otro remedio, debido a la enfermedad de su marido. Está orgullosa de sus tíos, que la han ayudado mucho y de sus hijos. De su vida de antes a la de ahora cambiaría casi todo, antes era una tortura, no había libertad, apenas salía y si lo hacía tenía que ser acompañada de alguien.

068.

“Envidio la libertad que hoy día tienen las jóvenes”


ALFONSA RUIZ CAMPOS Nace en marzo de 1930 en Góñar. Es la tercera de cuatro hermanos/ as. Nunca fue a la escuela, de vez en cuando iba un maestro por las casas. Ayudaba a la madre en las tareas de la casa, y en toda las faenas del campo (recogida de trigo, cebada, presoles), así como la elaboración del queso y recolección de miel. Aunque recuerda que en la época de la guerra “muchos iban descalzos, desnudos, y pasaban hambre viva”, afortunadamente para ella y su familia, no fue así. Sus padres tenían comida abundante en casa (pan, aceite, huevos, leche, embutidos…). Alfonsa destaca el carácter solidario de su familia, ya que cada vez que podían daban comida a los vecinos. Con 21 años, se casó, y se fue a vivir a Las Norias, donde pasó 58 años. Compartió todo con su marido, hasta que éste falleció hace cuatro años. No tuvo hijos, pero sí una estrecha relación con toda la familia (sobrinos, primos,…) Su vida de casada se centró en el cuidado de su marido y su casa, ya no volvió a trabajar más en el campo. Durante 20 años de su vida estuvo centrada en el cuidado de su madre día y noche. Esta experiencia fue la más dura para Alfonsa, pero tiene la satisfacción de haber podido cuidarla, y de alguna manera poder devolver todo lo que hizo por ella, por su familia y por los que no tenían nada en tiempo de guerra. A pesar de lo complicado del tiempo que le tocó vivir, Alfonsa destaca que ”todo lo ha visto fácil, no ha visto nada difícil”. Le hubiera gustado ser peluquera, porque era muy habilidosa, pero su marido no se lo permitió. De los derechos que las mujeres tenemos hoy en día, también le hubiera gustado tener más libertad, haber podido estudiar, y sobre todo le hubiera encantado:

“poder decir lo que sentía de verdad”  069.


MARÍA DOLORES SÁNCHEZ ARÁNEGA Nace en Vélez Rubio, en junio de 1936. Es la mayor de 8 hermanos/as, cuatro niños y cuatro niñas. Toda su infancia está marcada por el cuidado de éstos/as, mientras sus padres trabajaban en el campo, para sacar adelante a la familia. A la escuela sólo pudo ir unos meses, porque Mª Dolores siempre tenía algo que hacer en casa, o algún hermano del que ocuparse. El trabajo en el campo, la ayuda en la casa, y la atención a los/as hermanos/as marcó también su juventud. A los 18 años se casó, y se marchó a trabajar a Mataró, donde nace su única hija. Posteriormente vuelve al Puertecico, y al tiempo, con el fin de prosperar, se va a Francia a trabajar, y allí vive durante más de 20 años. Trabaja como encargada en la vendimia, lechuga, perejil… El carácter emprendedor y decidido de Mª Dolores y su responsabilidad en el ámbito profesional, la van fortaleciendo a lo largo de su trayectoria y convirtiéndola en una mujer fuerte, capaz de mediar entre el jefe y los/as trabajadores/as a su cargo. De los momentos más duros que le tocó vivir, está la muerte de uno de sus hermanos a los que cuidó y consideró como hijos propios. De toda su vida, de lo que más ha disfrutado ha sido de trabajar y poder ganar y administrar su propio dinero, y si volviera a nacer, nos dice que haría lo mismo. Ahora, Mª Dolores disfruta de sus nietas y bisnietos/as, después de una vida llena de esfuerzo y de trabajo en Francia.

“Estoy contenta con lo que me ha tocado vivir”  070.


ANA MARÍA SÁNCHEZ GARCÍA Ana María nació y vivió en la zona rural de Huércal-Overa, exactamente en una pedanía llamada la Hoya, donde nació, vivió y formó su propia familia. Desde bien pequeña ha conocido las tareas agrícolas propias del lugar, con las que ella y su familia se ganaban la vida. Trabajando en ellas desde los seis o los ocho años, hasta hace pocos días, se entrevé que experiencia no le falta y que ha dedicado su vida a trabajar de sol a sol. Pero no todo era trabajo, entre sus recuerdos de la infancia graba alegres momentos familiares con su hermana pequeña, con la que disfrutó mucho tiempo. En aquella época la era, el lugar de trabajo, se convertía también entre los amigos en la zona de juegos. Son cuantiosos los nombres de los creativos e interesantes juegos con los que Ana María se entretenía cuando no trabajaba, tales como el “Conde de Cabra”, “Alfileres”, a falta de juguetes, eran ellos mismos los que usaban cualquier instrumento que tuvieran cercano, la imaginación ganaba a la falta de recursos. A pesar de dedicar gran parte de su vida al trabajo, tuvo también una etapa escolar alrededor de los ocho años. Muy diferente de los colegios convencionales de ahora, sus clases tenían lugar en un Salón de La Hoya. Al tratarse de una zona rural no se hacía distinción de sexo para formar las clases, sino que se reunían todos juntos, y si tenían trabajo en el campo los niños y niñas deberían marcharse antes de que la clase terminara para que les diera tiempo a pastar las ovejas o cabras. La falta de recursos educativos, eran consecuencia del déficit económico que se vivía en ese momento. De tal forma que ella aprendió a leer usando los mismos libros que usó su padre. Hacia los doce o trece años la formación que recibía se basaba en costura. Y aunque le hubiera gustado continuar sus estudios y poder ir a la universidad, la situación de la mujer en ese momento, acompañada de otros problemas, hizo que fuera imposible.

Trabajando en la alfalfa fue como conoció a su marido, con quien cinco años más tarde se casó y tuvo dos hijos. Desde ese momento se independizó de su familia para crear la suya propia, ello le hizo tener que estar al frente de todo en el momento que su marido viajó a Francia para trabajar. La misma Ana María reconoce éste como uno de los momentos más duros que recuerda, ya que el peso del trabajo tanto familiar como laboral recaía únicamente en ella. Ahora jubilada, Ana María disfruta de su tiempo junto a su familia, y aunque nunca abandonó del todo el campo en el que tanto ha trabajado, sí es cierto que ahora lo ha dejado en manos de sus descendientes para poder disfrutar de la jubilación junto a su marido y el resto de su familia.

“Las mujeres no solían ir a la universidad”  071.


FRANCISCA SÁNCHEZ GARCÍA Nace en diciembre de 1934 en la pedanía de Las Labores (Huércal-Overa), donde transcurre toda su vida, muy vinculada al trabajo en el campo. Al ser la mayor de tres hermanos le tocó colaborar en las tareas de la casa y en el cuidado de éstos. Del poco tiempo que fue a la escuela, recuerda su interés por aprender, y las capacidades que el maestro les decía a su padres que tenía. Especial recuerdo también tiene de sus juegos con las amigas (rayuela, comba...). Se casó a los 19 años, y tuvo dos hijas y un hijo. Reconoce haber tenido suerte con su marido, a pesar de que era prácticamente un desconocido para ella, debido a la forma tan estricta de entender el noviazgo en la época; porque hicieron las cosas siempre conjuntamente. Además del cuidado de la casa y los/as hijos/as, Francisca se dedica a las tareas agrícolas propias de la época (segar, coger tapana, recoger oliva, almendra...). El carácter duro de estas tareas, en las que las mujeres trabajaban a la par de los hombres, se sobrellevaba gracias a que se hacían en grupo con la familia, los/as vecinos/as... Y eran espacios de encuentro para reunirse y charlar... Francisca se siente muy orgullosa de sus hijos/as, nietos/as y bisnietas, y a pesar de que a veces se preocupa por lo que será del futuro de éstos/as, tiene fe en que si en su época ella y su marido salieron adelante, con muchas dificultades, hoy los suyos también lo harán. Desde su jubilación ha disfrutado de viajar con su marido, y nos dice con nostalgia que le hubiera gustado poder viajar más. También le hubiera encantado haber tenido la posibilidad de estudiar, y la libertad que hoy tenemos las mujeres, cuando era joven; aún así reconoce “que hizo todo lo que pudo por aprovechar las cosas buenas que tenía”, y hoy continúa haciéndolo con las oportunidades de disfrutar de la familia, que la vida le brinda.

“Si nosotros salimos de las dificultades, ahora los jóvenes también saldrán”  072.


ISABEL SÁNCHEZ GÁZQUEZ Isabel nació en enero de 1936 y toda su infancia la recuerda trabajando. Aún así fue afortunada, ya que le gustaba mucho la escuela y pudo ir durante casi siete años. Estudiaba por las mañanas y cuidaba cabras por las tardes. Se casó muy joven, con 17 años; y a los 18 tuvo a su hijo Tomás. Su marido Aniceto, vecino de Isabel de toda la vida, tuvo que irse a hacer la mili a La Seu d´Urgell cuando ya estaban casados, e Isabel se quedó sola con su hijo Tomás durante dos años. Cuando ya se acercaba el final de la mili de Aniceto, Isabel se fue a Mataró para buscar trabajo y poder ahorrar algo de dinero. Allí se dedicaba a hacer ramos de claveles con su hermana y su cuñado, que también habían emigrado. Después de un tiempo, como sus padres la echaban de menos, la convencieron de que volviese a casa. Entonces construyeron su hogar, Isabel cuidaba de las cabras y los pollos que tenían, Aniceto trabajaba en la madera y tuvieron a su segundo hijo, José. Isabel vivía en La Molineta, pero después de enviudar y cuando sus hijos se fueron casando, ella se fue a Huércal-Overa para estar más cerca de ellos, de sus cinco nietos (Sergio, Tomás, Isabel, Noelia y Ania) y de sus dos bisnietos (David e Iván). A pesar de que echa mucho de menos a su marido, Isabel lleva una vida plena y muy activa, ya que le gusta mucho bailar, hacer gimnasia e ir de excursión con sus compañeras del Club de Mayores.

“Ahora disfruto de mi tiempo”

073.


ISABEL SÁNCHEZ PARRA

Nació en Las Norias en agosto de 1929. Estuvo muy poco tiempo en la escuela, porque tenía que ayudar en el cuidado de cabras, ovejas… De su infancia, además de los juegos con su hermana y su hermano, recuerda que pasaba mucho tiempo con sus abuelos, especialmente con el abuelo, con el que amasaba el pan, y aprendía sobre las tareas del campo. En su época de joven, aprendió a coser y bordar de forma autodidacta, y también participaba en las cuadrillas de baile, actuando en Las Norias, La Morena, El Saltador… Se casó y tuvo cuatro hijos/as. Además de cuidar de éstos/as, se dedicó a trabajar en el campo y ocuparse del ganado, y cada mes de octubre durante nueve años, hacía la vendimia en Francia, lo que suponía una buena ayuda económica para pasar el año. La pérdida de sus padres siendo muy joven fue una situación difícil de afrontar para Isabel, aunque su fortaleza y el paso del tiempo la ayudaron a superarlo. Son muchos los retos que Isabel ha superado, y de los que se siente orgullosa, pero ella destaca sobre todo a su familia sus hijos/as, y nietos/as… Le hubiera encantado estudiar si hubiera podido. Y tiene clarísimo que hubiera sido maestra de infantil, porque le encantan los/as niños/as pequeños/as.

“Hubiera sido una buena maestra de infantil”  074.


ROSA SÁNCHEZ PARRA Rosa nació en Santopétar, barriada de Taberno, provincia de Almería, el día 25 de diciembre de 1927. Hija de José Miguel y Tomasa es la mayor de seis hermanos. Desde muy temprana edad se encargó de ayudar a su madre en las tareas del hogar y el campo, incluso cosiendo la ropa para sus hermanos menores. Los primeros años de su infancia vivió en un cortijo en “El Prao” y unos años más tarde se trasladaron a Santopétar, lo que provocó una gran ilusión en la pequeña Rosa. Comenzó su escolarización con la edad de seis años y aún recuerda a la que fue su maestra Doña Elisa natural de Galicia. Con la llegada de la Guerra Civil las clases en la escuela fueron suspendidas, estando tres años sin asistir al colegio. Una vez terminada la guerra, se reiniciaron las clases con la misma maestra. En su juventud las muchachas no acudían solas a ningún sitio, siempre iban acompañadas por la madre, tanto para acudir a los bailes típicos de la época que se realizaban en grandes cortijos, las fiestas patronales, Semana Santa en Huércal-Overa o realizar actividades cotidianas como acudir a los mercados. Con diecisiete años Rosa comenzó su noviazgo con Salvador, muchacho de Santopétar al que conocía de toda la vida. A los veintidós años contrajo matrimonio y dos años más tarde nació su única hija Isabel; Rosa recuerda el momento del nacimiento de la niña ayudada por una comadrona en la casa de sus padres. Cuando su hija tenía cinco años su marido emigró a Venezuela para trabajar y obtener ingresos para la familia, Salvador volvió dos años después para la comunión de su hija inundando de felicidad a Rosa y a la pequeña Isabel. Años más tarde Salvador vuelve a emigrar, esta vez a Francia. Rosa y su hija se quedan cuidando de la casa y las tareas del campo, unos meses más tarde Rosa decide coger a la niña y trasladarse a Francia con su marido, permaneciendo en Bompas un par de años. Tras esta aventura en Francia la familia regresa, pero debido a los problemas económicos de la época Salvador tiene que volver a emigrar, en esta ocasión

a Alemania y una vez más y tras internar a su hija en un buen colegio, Rosa se une a su marido en Frankfurt donde tuvo un doble jornal, por la mañana en las cocinas de la estacion de tren y por las tardes como cocinera en un restaurante. Un día Rosa decide volver con su hija a España, quedándose su marido en Suiza, por lo que debe hacerse cargo en solitario de la casa y todas las tareas del campo. Recuerda con claridad a sus padres, por los que sentía un gran respeto y todas las vivencias que con ellos pasó durante toda su vida. Si hay una cosa de las que Rosa se siente orgullosa y por la cual ha merecido la pena toda una vida de sacrificios y esfuerzos, es por haber podido ofrecer a su hija Isabel una educación y unos estudios superiores como maestra. Actualmente reside en su casa de Huércal-Overa acompañada por su hija Isabel y su nieta Mª Rosa.

“He podido darle a mi hija lo que yo no pude tener”  075.


ANA JOSEFA SÁNCHEZ RUÍZ Ana Josefa Sánchez Ruiz vino al mundo en La Concepción (Overa), un 19 de enero de 1922, compartiendo espacio familiar junto a otros 9 hermanos (7 varones y 2 mujeres). Durante su niñez fue a la escuela, pero faltaba muchos días porque tenía que ayudar a su madre. Aprendió a leer, escribir, y hacer cuentas, aunque tenía faltas de ortografía. Recuerda, entrañablemente, cuando iba a lavar con su madre al río, a la Fuente del moro (Santa Bárbara) a la que ayudaba a echar jabón. Los días de mucho frío, en invierno, se liaba en una manta. Otras veces, si el frío se hacía insoportable, la llevaba al cortijo del tío Ganga, que estaba cerca y eran amigos de la familia. También ayudaba en otras tareas como recoger higos, etc. Como le gustaban mucho los niños, le pedía a su madre cuidar a sus hermanos, y así se iba con sus amigas de los Ballestas y jugaban a las casicas en las paleras. De su mocedad su memoria nos conduce con cariño a los domingos, cuando iban a misa y, a la salida, se juntaban las amigas para hablar y gastar bromas. Luego por la tarde, se arreglaban y daban un paseo por la plaza de la Ermita o por el camino hasta el Paraor. El día del Corpus, en un bancal de olivos, los mozos y las mozas hacían un meceor con una sobrecarga de esparto y un cojín de base. Para balancearlo y mecerse, los mozos tiraban de la soga -porque las muchachas no dejábamos que nos tocaran la cintura, dice Ana Josefa. Además, se ponían un pañuelo sujetando la falda para evitar que ésta cogiera vuelo con el aire y dejara al descubierto las piernas. Con añoranza rememora las Navidades. Las misas eran con guitarras, laúdes, panderetas, platillos... y un trovaor y le cantaban a la Virgen; al salir de misa se organizaban los bailes de ánimas. Eran bailes de puja, donde se apostaba tanto por que una persona bailara como por que dejara de bailar. Dos inocentes, con su indumentaria típica, se ponían con un sombrero en la puerta de la Ermita y hacían que se echara una perra gorda. Venía gente del Pilar, de Santa Bárbara y de los Menas. Fiestas navideñas en las que se juntaban para echar los años; se hacían unos adagios muy graciosos y se reían mucho.  076.

Otros días festivos se organizaban bailes en alguna casa particular o en las eras, si era verano; bailaban parrandas, fandangos, malagueñas... En los carnavales, se disfrazaban de máscaras de curú curú, que eran graciosísimas. También había muchas máscaras de Camisa; venían los de Palacés, que eran muy fieros. Les daban tanto miedo que no sabían dónde esconderse para que no les abrazaran. Pasados aquellos entrañables momentos de juventud, se casará y tendrá un hijo, Alonso. En su serena madurez, dedicará casi todo su tiempo a las labores domésticas y a ayudar en las faenas agrícolas en las tierras de sus padres. Al final de la década de los sesenta, trabajó como jornalera en “el tomate”, primero en los llanos de Overa y después en la Ballabona, en la empresa de Cuartero. Años duros, con incansables jornadas de 10 a 12 horas, con un sol implacable que despertaba una sed que el agua caliente del botijo nunca saciaba. Y al terminar la jornada en el tajo…empezaba en la casa. De lo que más se enorgullece en su vida es de haber podido traer al mundo a su hijo. Orgullo que se multiplica al haber podido contribuir, en unos tiempos muy difíciles para una familia humilde, para que estudiase y sacase una carrera universitaria. En su inteligente sencillez, para ella no hay mejor legado que unos padres puedan dar a sus hijos. Así, aunque en el año 1975 le denegaron la beca por ser hijo único, lo que suponía una dificultad casi insalvable para que pudiera continuar sus estudios, tomó una osada decisión. Cuando un amigo de la familia le sugirió que le escribiera al Rey y le proporcionó la dirección, ni corta ni perezosa, y con la ayuda de una vecina, redactó de su puño y letra una carta. En ella explicaba a su manera la situación familiar y solicitaba la concesión de la beca. Envió la misiva a nuestro monarca y no se demoró mucho la respuesta: al poco tiempo recibió un telegrama de la Presidencia del Gobierno, donde se le comunicaba la concesión de la mencionada beca. Fue el telegrama de la alegría, acostumbrados como estaban a que esas comunicaciones trajeran, en la mayoría de los casos,


malas noticias. Años duros que hoy, con la perspectiva del tiempo -dice-, nos haría mirar con envidia ciertos adelantos técnicos que nos hubiesen facilitado nuestra vida doméstica (frigoríficos en lugar conservar los productos perecederos bajo la frescura de la cantarera, o la imperiosa necesidad, cuando se podía, de freír las carnes y meterlas en aceite para que no se corrompiesen; el agua corriente que hubiese evitado el laborioso trasiego con los cantaros o la ropa al río o a las cimbras). Afortunadamente, muchas cosas quedaron atrás, y una de las cosas que más admira Ana Josefa es la libertad de la que gozan hoy las mujeres y la igualdad respecto a los hombres. “Antes las mujeres no teníamos ninguna libertad; en muchos aspectos dependíamos de ellos. Las relaciones entre hombres y mujeres estaban muy vigiladas: los novios se sentaban separados, nunca estaban solos pues siempre había presente una persona mayor.” Ana Josefa, una mujer valiente, cuya memoria alimenta orgullosamente su presente, ayudándola a encarar tenazmente el futuro, junto a su hijo Alonso, El Chaparro.

“Mi hijo lo más valioso”

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ANA MARÍA SOLA MOLINA Ana Mª es la mayor de 5 hermanos y nació en Zurgena en 1939. Su infancia la recuerda trabajando, porque su madre estaba enferma y ella tenía que dedicarse a cuidar de sus hermanos pequeños. Tampoco pudo ir mucho a la escuela, pero sí tuvo la suerte de que su padre, que “era casi maestro”, se dedicaba por las noches a enseñarla a leer y a escribir, y todo lo que sabe se lo debe a él. También aprendió a hacer bolillos, lo que le permitió ganar un poco de dinero antes de casarse con Venancio a los 18 años e irse a vivir a San Francisco. Tuvieron 9 hijos. Cuando su hija mayor tenía un mes se fueron a trabajar a Lérida, donde pasaron tres años y es una etapa de su vida de la que guarda muy buenos recuerdos, ya que se sintieron muy bien tratados allí y recibieron mucho cariño. Toda su vida la recuerda trabajando, pero su momento más difícil fueron los cinco años que pasó en Huércal-Overa cuidando a personas mayores, ya que pasaba toda la semana fuera de su casa y no podía ver a sus hijos todo el tiempo que ella hubiera deseado. Piensa que ahora se vive mejor que cuando ella era joven, ya que se puede disfrutar de cosas que antes no tenían. Nunca pasó hambre gracias a las tierras y a los animales que tenían, pero tampoco podían permitirse ningún lujo. Su mayor orgullo en la vida es haber sacado adelante a todos sus hijos, darles estudios y que sean personas responsables y trabajadoras.

“No pase hambre pero no tuve tantos caprichos como tienen ahora”  078.


DOLORES URIBE URIBE La historia de Dolores comienza en Teruel, donde nació y permaneció los primeros años de su vida, viendo nacer a sus hermanas y hermanos. Sin embargo, aún siendo pequeña enfermó, y por razones de comodidad, vino a vivir con su abuela a Huércal-Overa. Estuvo un tiempo viajando a Granada, donde asistía al médico, y al recuperarse continuó viviendo en la localidad almeriense. Recuerda cuando, en sus años mozos, se sentaba en los bancos de la calle con sus amigos. Los domingos de Pascua iban a la rambla del castillo a hacer meriendas, donde jugaban a “al agua el pez”, en el nacimiento de agua que había allí. Esta costumbre de ir a merendar a la rambla la mantenían los días no festivos también, yendo con sus vecinos en un carro y cantando las coplas que su vecino les había enseñado. Recuerda también con nostalgia las ferias locales, donde iban a comprar turrones y a los almacenes de Ambrosio Mena, que se llenaban de gente que iba a comprar y a vender, y donde ellos aprovechaban para ver gente. Otro de los pasatiempos de sus ratos libres era ir al cine de la Terraza Florida con sus amigas y amigos. Residiendo en Huércal-Overa tuvo la oportunidad de asistir al colegio, situado en la Callejica de los Duendes, donde realizó los estudios primarios. A este colegio solo asistían las niñas, ya que los niños iban a otro diferente. Algunas de las actividades escolares que realizaban eran manualidades con castañas y alfileres, y estudiaban varias asignaturas. Las tardes de sus días escolares las recuerda yendo a catequesis con el resto de las niñas. Años después se trasladó a vivir a Vera, donde su principal entretenimiento era acudir al cine de verano, cuya entrada costaba dos pesetas. Su madre también le daba una “perra gorda”, o lo que es lo mismo, diez céntimos de la época para comprar pipas. En esta etapa, aunque en diferente localidad, Dolores siguió asistiendo al instituto, hasta finalizar sus estudios en Bachillerato. Entrada en los primeros años de adultez, se trasladó a vivir a Barcelona, donde trabajó como modista en unos almacenes y donde residió varios años. Estuvo casada, pero enviudó muy joven, por lo que no llegó a tener hijos.

Al hacerse mayor, volvió a Huércal-Overa, donde sigue residiendo hoy en día. Dolores, a sus ochenta y tres años, se siente muy orgullosa de haber cuidado y acompañado a sus padres como lo hizo hasta el final de sus vidas. Destaca que lo que más trabajo le costó en su vida fue hablar con su madre de ciertos temas, ya que tenía vergüenza de tratarlos. Hoy en día, considera que ha vivido en condiciones de libertad y derechos de la mujer.  079.


080.


FRANCISCA E ISABEL VILAR MARTÍNEZ Francisca es la más pequeña de cuatro hermanos (Juan, Pedro, Isabel y Francisca) y es siete años menor que Isabel, por eso recuerda su infancia rodeada de los mimos y el cariño que recibía de toda su familia. Vivían en un cortijo de Las Chocicas. Isabel nació en agosto de 1928 y aún se acuerda de cuando nació su hermana Francisca en 1936. Como era la mayor de las niñas, y debido a que la salud de su madre era delicada, fue la encargada de ayudar en casa realizando múltiples tareas (cuidar de su hermana pequeña, ir a la fuente a lavar, trabajar en el campo, arreglar ropa, etc.) y no pudo ir nunca a la escuela. Y Francisca, a pesar de ser la pequeña, también tuvo que colaborar en su casa, ya que sólo fue a la escuela unos meses y empezó a trabajar con las ovejas cuando tenía 7 años y hasta los 14, cuando se dedicó a las tierras que tenían sus padres (Francisca y Alfonso). Francisca se casó a los 19 años con José Mª, un joven de Santa Mª de Nieva, y tuvieron una hija y un hijo (María y Matías); e Isabel se casó a los 20 años con Antonio, al que conocía de toda la vida, ya que eran primos hermanos, y tuvieron dos hijas (Ana Mª y Francisca). De sus primeros años de matrimonio, ambas recuerdan los esfuerzos y sacrificios que tuvieron que hacer para salir adelante: Isabel trabajando en el campo, encargándose de los animales, ayudando a su suegra (con la que vivía en El Puertecico), cuidándola cuando se puso enferma, yendo a por agua potable a varios kilómetros de su casa…….. . Y Francisca cuidando de su hija pequeña y su casa mientras su marido emigraba a diferentes lugares (Cataluña, Francia y Alemania) para poder procurarle un mejor futuro a su familia (Francisca aún recuerda que de uno de sus viajes a Francia, su marido volvió con 7.000 pesetas), y ella también trabajó unos meses en un hotel de Alemania. Cuando los hijos de ambas se fueron haciendo mayores, y para estar más cerca de ellos y sus nietos y bisnietos, las dos decidieron pasar su tiempo entre el campo y Huércal-Overa. Si hubieran sido jóvenes en estos tiempos, dicen que lo que hubieran hecho sería trabajar menos duro, ya que piensan que las mujeres viven ahora mucho mejor que antes.

“Hoy las mujeres viven 3000 veces mejor”  081.


ISABEL VILAR MARTÍNEZ Nace en Santopétar (Huércal-Overa) en octubre de 1930. Son seis hermanos/ as en total. Fue muy poco a la escuela, de pequeña solía pasar mucho tiempo cocinando con su madre, haciendo punto de cruz, y manualidades... Cuando tenía 18 años, se fue con sus padres a Argentina, mientras que su marido se quedó en España porque tenía que hacer el servicio militar. Allí, Isabel tuvo a su primer hijo, trabajó muy duro, y consiguió ahorrar para comprar el billete al marido, pero como él no era mayor de 21 años, no pudo irse hasta tiempo después. Tres años y medio después, éste llega finalmente a Argentina. donde es recibido con mucha alegría, especialmente por Isabel y su hijo. Durante 30 años, Isabel y los suyos hicieron su vida en Argentina, trabajando la tierra, llevando una tienda, construyéndose su propia casa. En 1981, ella y su marido vuelven a España, y desafortunadamente éste muere durante la visita. Durante 10 años, Isabel no vuelve a Argentina y se dedica al cuidado de su suegra. Una vez que ésta fallece, Isabel vuelve a viajar a Argentina, y en los últimos 20 años, la ha visitado en 17 ocasiones, de hecho se la ha recorrido entera, haciendo turismo. Todavía hoy uno de los cuatro hijos de Isabel vive en Argentina y además ella conserva su casa. Por diversas circunstancias, Isabel ha tenido que afrontar muchos cambios, empezar varias veces de nuevo, reinventarse a lo largo de su vida, y siempre ha salido victoriosa. Ha aprendido a vivir sola sin encontrarse sola…Lo único que le hubiese gustado es haber podido estudiar, porque capacidades tenía, de hecho ha aprendido informática, a sus 83 años se maneja en Internet, y cada noche se comunica con su hijo por wassap.

“Nunca me he rendido y sigo luchando y aprendiendo”  082.


JUANA VIÚDEZ FERNÁNDEZ Juana es una mujer que ha vivido toda su vida en Huércal-Overa, su personalidad alegre y extrovertida hace que su historia esté llena de anécdotas. Durante su infancia se formó en el colegio de su pueblo junto a sus amigas. Debido a su capacidad de aprendizaje solía sentarse en los primeros bancos, donde se sentaban los alumnos más aventajados. En su tiempo libre salía a jugar en la calle o iba al cine algunos fines de semana con sus amigos. En uno de esos cálidos veranos durante su primera visita a la playa junto a muchos de sus amigos, Juana tuvo la mala suerte de que le cayera una china en el ojo justo cuando levantó la cabeza, y mientras que todos se bañaban, ella intentaba volver a recuperar la vista del golpe. Pocos años después, tras su etapa escolar, empezó a trabajar en un taller de confección hasta que se casó. Juana contó con la suerte o desgracia de tener muchos pretendientes, pero ella rápidamente se enamoró locamente de uno de ellos. Desde ese momento empezó una relación con él, y a pesar de contar con una diferencia de edad de ocho años, eso nunca fue un problema. Tras varios años de noviazgo se casaron en el pueblo que les vio nacer, fue una boda de negro y a las cinco de la madrugada, lo que en su época era normal. Junto a su marido vivió hasta el final de sus días y formó una familia de dos hijas maravillosas que al igual que ella fueron muy aplicadas en los estudios. Durante los últimos años se ha dedicado a conocer todas las ciudades y rincones de España que hasta ahora no había podido visitar. Aunque ahora algunos problemas de salud no le facilitan viajar, sigue intentado aprovechar cualquier oportunidad que esté a su alcance para seguir conociendo mundo. Tras vivir en una época donde los derechos y la libertad de la mujer era restringida, Juana vive ahora y aprovecha al máximo su libertad, valor que ha transmitido siempre también a sus hijas y nietas, de las cuales se siente de lo más orgullosa.

“Ahora aprovecho mi tiempo para disfrutar y ver mundo”  083.


“OTRO DÍA VENDRÁ” LAS MUJERES MAYORES DE HUÉRCAL-OVERA Y SU LEGADO

Julio 2014


PATROCINA:

“OTRO DÍA VENDRÁ” LAS MUJERES MAYORES DE HUÉRCAL-OVERA Y SU LEGADO

ORGANIZA: ASOCIACIÓN SOCIOCULTURAL MUJERES DE OVERA ASOCIACIÓN DE MUJERES GUADAMAINA ASOCIACIÓN DE MUJERES ENCAJERAS ASOCIACIÓN DE MUJERES COALMAMA ASOCIACIÓN DE MUJERES POPULARES

Centro

de la

HUÉRCAL-OVERA ALMERÍA

AYUNTAMIENTO DE HUÉRCAL-OVERA

ASOCIACIÓN DE MUJERES AFECTADAS DE FIBROMIALGIA

CONCEJALÍA DE IGUALDAD

COLABORA: Centro

de la

AYUNTAMIENTO DE HUÉRCAL-OVERA

HUÉRCAL-OVERA ALMERÍA

CONCEJALÍA DE IGUALDAD



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