Titulo Original: El Jardín de Violeta Textos: Ana Ferrufino Ilustraciones: Evelyn Magaña ©Ana Ferrufino y Evelyn Magaña, 2014 ©De esta edición han sido impresas 2 copias, 2014. Barcelona, España. Impreso en España. Reservados todos los derechos.
S
entada en un rinc贸n de su casa estaba Violeta, miraba a su alrededor y se daba cuenta de la inmensidad de la sala. Aburrida de jugar con sus mu帽ecos de siempre, deseaba conocer nuevos amigos con quienes jugar y divertirse.
En busca de algo nuevo que hacer, notó a lo lejos que el jardín lucía más bello que otros días. Al acercarse a la ventana pudo ver un hermoso paisaje de flores y arbustos.
Al salir al jard铆n, Violeta sinti贸 la suave caricia del viento en su cuerpo y observ贸 algunos 谩rboles frutales.
De pronto, escuchó un golpazo. Se dio cuenta con sorpresa, que era una fruta la que había caído de un árbol, notando como ésta se abría en dos partes, dejando salir de su centro a una diminuta persona verde.
Violeta con asombro, saludó a la criatura de la fruta y le preguntó curiosa quién era. La personita le explicó que era el alma del limón y que vivía en el limonero; qué como ella, existían más seres que vivían en las plantas.
La niña fijó la vista en cada una de las hojas, frutas y flores que tenía a su alrededor, descubriendo en todas ellas pequeños ojos mirones.
Poco a poco los pequeĂąos rostros se dejaron ver, saludĂĄndola con una gran sonrisa.
Aquellas personas diminutas eran encantadoras, jugaban contentas y reĂan sin parar.
Violeta se sintió muy feliz de conocer nuevos amigos con quienes podía divertirse, prometiéndose cuidarlos por siempre. Cada tarde, luego de la escuela, corría hacia el jardín en búsqueda de sus pequeños amigos. Jugaban a la Ronda, al escondite, a la escuela ¡A cuantos juegos podían imaginar! juntos se divertían mucho y se sentían muy alegres.
Una noche, escuchó de sus padres que deseaban talar el jardín para seguir construyendo su casa. Con ésta noticia se angustió mucho y pensó que debía hacer algo para no perder a sus pequeños amigos.
Apresurada, el siguiente día, Violeta buscó a las personitas para contarles lo que había escuchado de sus padres. Para su sorpresa, las encontró tristes y a sus plantas un poco marchitas, parecían saber del peligro que les acechaba. La niña se dio cuenta que éstas ya intuían lo que podía suceder. Pese a todo y antes de que pasara cualquier cosa, las personitas sellaron con Violeta un pacto de amistad, regalándole una semilla radiante de vida.
Con este obsequio, Violeta comprendió lo que las personitas querían decirle; por lo que se le ocurrió un plan para convencer a sus padres de conservar el jardín. Su ingenioso plan era seguir construyendo su casa, sin hacerle daño a nadie. La niña se acercó a sus padres diciéndoles que ella también quería ayudar a construir, pero de una forma natural y diferente. Sus padres admirados tras escuchar su insólito plan, le preguntaron extrañados cómo podrían lograr lo que ella decía. Sonriente y con los ojos brillantes, Violeta les respondió a sus padres: - ¡Con una semilla!
Con curiosidad, sus padres la acompañaron al jardín, donde juntos sembraron la pequeña semilla. Violeta la colocó en un agujero que había hecho en la tierra y ellos le ayudaron a regarla. Sin pasar mucho tiempo, la semilla empezó a germinar, brotando de la tierra un enorme y fuerte árbol.
Con el árbol como corazón del jardín, se les ocurrió que podrían construir un pequeño lugar especial entre sus ramas, un bello refugio donde podían estar en calma, jugar tranquilos y respirar aire fresco. Luego de varias tardes de compartir juntos, los árboles reverdecieron como nunca, disfrutaron del paisaje y las flores, y comprendieron con alegría que el jardín era el hogar de todos.