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JUDD FOUNDATION
Justo en medio de uno de los barrios más concurridos de la agitada pero siempre emocionante ciudad de Nueva York, en Soho, está este secreto muy bien guardado en el número 101 de la calle Spring: la Fundación Judd.
Para mí, el edificio de hierro del siglo XIX con su fachada gris que se impone en las calles de esta zona que se ha vuelto tan comercial por sus tiendas de lujo, es uno de los lugares a los que todos deberían ir en alguna de sus visitas a la ciudad.
Este lugar fue el estudio y la casa en la que el artista Donald Judd vivió con su familia desde 1968. Cuando murió en 1994 a los 65 años, pidió que dejaran todas sus pertenencias tal como él las había dejado. Sus hijos, Flavin y Rainer, pusieron manos a la obra y crearon una fundación a su nombre para no solo documentar y crear un archivo de su trabajo, sino también para honrarlo y compartirlo con los demás.
Luego de una renovación de varios años, finalmente en 2013 se abrió este lugar al público para que miles de personas alrededor del mundo la puedan visitar.
Visitar la que fue la casa de este artista y ver de cerca sus objetos y otras pertenencias, puede darnos mucha información sobre su forma de pensar, sus gustos, su personalidad y su estilo de vida.
Por eso, entrar aquí es tan especial. Por eso no te dejan tomar fotos sin un permiso. Por eso, aunque está abierto al público, es indispensable reservar y las visitas guiadas son para grupos pequeños. Para los diseñadores, arquitectos, estudiantes, los clavados del diseño y cualquier curioso, visitar este lugar es una experiencia increíble y enriquecedora. Judd tenía cuarenta años cuando, luego de una muy exitosa exposición de su obra en el museo Whitney, decidió comprar el edi cio completo y mudarse ahí con su esposa, la bailarina Julie Finch, y su hijo Flavin. En aquel entonces, la zona no valía nada y para nada se parecía a lo que es ahora. Hizo algunos arreglos y al mudarse designó un objetivo para cada piso del espacio que en realidad es un lo abierto, sin paredes y con grandes ventanales por los que entra mucha luz. Hoy se puede ver el lugar tal como él lo dejó. En el quinto piso está la habitación, donde una cama con una base de madera que diseñó él mismo está puesta en el centro y en contraste con una pieza de arte contemporáneo de su amigo, el artista Dan Flavin (foto, páginas anteriores). El cuarto piso es su versión de un salón, con una mesa y pocos muebles. En el tercero está el estudio donde podemos ver desplegados algunos de sus objetos personales y otras herramientas. En el segundo está la cocina, abierta, como en un departamento moderno de nuestro año, con todos sus utensilios y objetos en los estantes a la vista. Ahí también está el comedor de madera, en el que a muchos nos gustaría poder tener la oportunidad de sentarnos a cenar. Por último, la planta baja es la galería en la que hay exposiciones temporales y piezas de otros artistas.
A lo largo de los cinco pisos vemos también algunas sillas onet, mesas de Alvar Aalto y la icónica silla Zig Zag de Gerrit Rietveld, que es una joya. Hay varias obras de arte de colegas y amigos como John Chamberlain, Frank Stella y Larry Bell. Y como en cualquier otra casa, también están expuestos sus objetos personales, cubiertos, botellas de licor a medias y hasta una colección personal de máscaras.
La idea de que este espacio funcionara como una instalación permanente que muestra el lugar de trabajo del artista es crucial para entender la propia obra de Judd. Su trabajo como artista incluye pinturas, esculturas, ensayos y paisajes con piezas monumentales, muchas de las cuales están exhibidas en Marfa, Texas. En cuanto al mobiliario, Judd diseñaba con formas sencillas y siluetas geométricas, por eso fue llamado un minimalista, adjetivo que aborrecía, pero si podías sentarte en un cubo, entonces para él eso era una silla. Hoy la fundación sigue fabricando y vendiendo sus muebles a través de Donald Judd Furniture.
Reserva tu vista en juddfoundation.org