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Las “nuevas masculinidades” no son un fenómeno nuevo. Siempre han existido como masculinidades disidentes y hoy, simplemente han sido liberadas.

EL HOMBRE WEARS PRADA

POR JORDI LINARES RIVAS

COMENTARIOS COMO “TODO LES OFENDE” O “YA NO SE PUEDE DECIR NADA” SON UN INDICADOR DE LA NECESIDAD DE DECONSTRUIRNOS. LOS GRANDES MOVIMIENTOS SOCIALES DE LA ÚLTIMA DÉCADA HAN ARROJADO LUZ SOBRE AQUELLO QUE LOS DISCURSOS HEGEMÓNICOS DEJARON EN LA SOMBRA, Y NOS INVITAN A CUESTIONAR NUESTRO PAPEL EN ESTA ESPIRAL DE SILENCIO. AHÍ ES DONDE EMPIEZA LA DECONSTRUCCIÓN.

EL HOMBRE DECONSTRUIDO WEARS PRAD EL HOMBRE DECONSTRUIDO WEARS PRADA

Como aliados de la causa feminista, la primera tarea del hombre en la deconstrucción es cuestionar con pensamiento crítico nuestro papel en la perpetuación de estereotipos de género. Se trata de reflexionar sobre los privilegios que históricamente nos han dado una ventaja y aprender a usarlos en favor de la equidad. Deconstruirse no es un fin sino un proceso en constante evolución que responde al contexto en que se vive. Es desaprender aquello que aceptamos sin debatir para reaprender que para ser hombre no existe un solo camino.

A partir de estos replanteamientos han surgido las que comúnmente se co- nocen como “nuevas masculinidades”. Aunque me niego a llamarlas nuevas, pues siempre han existido, quizá como masculinidades disiden- tes –pero latentes– a las que hoy podríamos lla- mar masculinidades liberadas. El proceso de deconstrucción por el que atraviesa el hombre en el plano tanto individual como social nos ha llevado a preguntarnos ¿qué es lo masculino? Y las implicaciones de esta pregunta no solo afectan nuestras interacciones sino la forma en la que nos expresamos y comunicamos de manera no verbal. Es aquí donde la moda vuelve a plasmar y documentar el espíritu de nuestros tiempos.

En este replanteamiento de nuestro sistema de valores, preguntarnos por qué asociamos lo femenino con la fragilidad y la delicadeza nos ha llevado también a replanteamientos estéticos. Durante años, la sastrería masculina ha representado una armadura moderna, sinónimo de fortaleza, mediante sus siluetas estructuradas y sólidas. Hoy, al comprender que conectar con la sensibilidad no es señal de debilidad, incluso el bastión sartorial se ha ramificado y domina en las colecciones el concepto de sastrería fluida. Prada juega con los fittings y propone mangas arremangadas que convierten el saco en una pieza relajada. Louis Vuitton presenta siluetas extra large que más que transmitir protección en un sentido de defensiva ante el mundo, arropan. Fendi juega con cut outs en el saco en OI21 y lleva su exploración a otro nivel en su temporada primavera 2022 con trajes en crop top. El cambio está en las sutilezas y en lo más evidente, pero el mensaje es el mismo, la idea de que la imagen del hombre siempre debe estar ligada a un rol de protección y provisión ha cambiado incluso en la ropa.

Sabemos que los colores co- munican emociones y bajo los viejos paradigmas de masculinidad, al hombre siempre se le ha exigido que las contenga. Mientras más nos permitimos sentir y expresar, pareciera que las marcas también amplían su Pantone de colores y estampados en la oferta masculina. Recuerdo cómo hasta hace cinco años era muy complicado encontrar animal prints en el retail mainstream para hombres; los estampados ocupaban apenas 10% de las estanterías y los colores vivos se ofertaban en pequeñas cantidades. Hoy, las infiniA partir de estos replanteamientos han surgido las que tas combinaciones cromáticas que resultan en interesantes y llamativos patrones no son ajenos a la moda masculina gracias a nombres como Dries Van Noten, Dior, Dolce&Gabbana o Prada. Permitirnos conectar con nuestras emociones, nos dará una nueva noción de control sobre ellas, pero sobre todo de conocimiento y compasión hacia nosotros mismos. Permitirnos reconocer los sentimientos que experimentamos y de los que somos causantes, también nos ayudará a desarrollar responsabilidad afectiva. En este largo camino de deconstrucción, debemos cuestionar hasta los preceptos más básicos que nos inculcaron sobre el género. La facilidad con la que clasificamos durante nuestros años formativos lo que es “de niña” o “de niño” es alarmante. Algunos de los ejemplos más claros son la falda o los deportes. La ropa no tiene género, y firmas como Burberry o Louis Vuitton integran indistintamente faldas en sus colecciones masculinas. En el reporte del segundo trimestre de los “hot items en compras masculinas” de Lyst, la falda tableada de Thom Browne para hombres, ocupó la décima posición entre los artículos más buscados. El concepto de deportivo siempre ha tenido una línea divisoria muy marcada entre géneros cuando se trata de inspiración en la moda, pero en su última colección Jacquemus se atreve a borrarla con bikers y crop tops deportivos para hombre. El juicio sobre lo que debería ser masculino o femenino solo existe en el ojo del espectador. La deconstrucción del hombre sucede de dentro hacia fuera y nunca termina. Aunque es divertido analizarla a través de la moda como cronista de nuestra época. La ropa no es la que hará el cambio por nosotros, sino el trabajo introspectivo y el pensamiento crítico. Pero en un ideal de moda, podemos imaginar que, sin duda, el hombre deconstruido wears Prada.

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