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DE UN GARAJE A SHARK TANK

La empresaria jalisciense hizo de su pasión un negocio que la ha llevado hasta el famoso programa de emprendedores y a escribir un libro.

Todo empezó con un pay de pera con almendras. Una amiga quería tener un detalle con alguien que le había hecho un favor y le pidió a Marisa Lazo, quien desde pequeña había horneado pasteles, galletas y dulces para su familia y amistades, que le vendiera uno. Lazo trató de regalárselo, pero su amiga insistió en la venta. Pocos días después, su teléfono sonó. Era la persona que había recibido el pay. Le había gustado tanto que le encargó dos más para el fin de semana. Fue el germen de lo que hoy es Pastelerías Marisa, una cadena con 102 sucursales y tres marcas: Marisa, Tía Lola y Dolce Natura.

Antes de aquel día, en agosto de 1992, Lazo no se había planteado hacer de su pasión por la repostería un negocio. Pero se convirtió en empresaria y lo hizo en su cochera, antes de cambiar, cinco años después, a un espacio rentado. En 2006 vino un parteaguas: Pastelerías Marisa se mudaba a su primera planta, tras comprar un terreno en un parque industrial. “Cuando lo vi, con el letrero de Marisa en la pared, dije: ‘Esto sí es en serio, esto ya es una empresa’”.

Su formación como psicóloga le ayudó en el camino, especialmente, porque le enseñó a trabajar en sí misma. “A veces no nos detenemos a pensar cómo somos el instrumento, el asset, más importante que tiene la empresa. Si tú estás bien, si estás a gusto contigo, si estás ‘trabajada’, te enseñas a no ser tan impulsiva y a ser más compasiva, puedes ser una mejor líder”, dice.

Últimamente, ha trabajado mucho en su comunicación y, sobre todo, en “animarse a decir las cosas de frente”. Lazo se reconoce muy buena para echar porras, pero las retroalimentaciones constructivas le cuestan más. Reconoce que es un tema cultural, a las mujeres normalmente se les pide ‘agradar’ y estar atentas a la opinión de los demás, “y eso nos frena mucho”. “Tengo que aprender a estar confortable con la incomodidad, y con la incomodidad de una conversación difícil”, dice, consciente de que no se puede liderar una empresa de más de 1,000 empleados solo diciendo cosas bonitas.

SUCURSALES TIENE HOY PASTELERÍAS MARISA CON SUS MARCAS MARISA, TÍA LOLA Y DOLCE NATURA, REPARTIDAS ENTRE JALISCO Y LEÓN, EN GUANAJUATO.

No es lo único en lo que ha trabajado para hacer crecer su empresa y no ha parado de formarse desde los tiempos del garaje. “Siempre he tenido muy claro que esa Marisa que emprendió en su cocina y las cualidades y hábitos que tenía no me pueden servir para una empresa de 50 colaboradores, ni de 100 o de 500 o ahora para una de más de 1,000”.

Mujeres En Empresas Familiares

Ser la fundadora de una empresa familiar implica ser parte de una estadística. Solo el 18% de las empresas familiares en el mundo está liderada por una mujer, de acuerdo con datos de KPMG. En México, el porcentaje sube al 23%, según los datos del estudio ‘Radiografía de la empresa familiar en México’, del Centro de Investigación de Empresas Familiares (Cief) de la Universidad de las Américas Puebla. Aunque, al examinar a las grandes compañías de este tipo, solo el 8% tiene una directora general.

Lazo quiere demostrar que se puede. Sus dos hijas, Inés y María José Arregui Lazo, trabajan en la empresa y juntas preparan una buena transición. “Algo que es un gran reto para este tipo de empresas que comienzan como yo, que son la mayoría de los emprendedores que empiezan en su casa, es que para que sobreviva tiene forzosamente que institucionalizarse”, asegura la directiva.

Sus hijas empezaron a involucrarse en la compañía desde pequeñas y siempre estuvo claro que iban a formar parte de ella, aunque les dio la opción de elegir. Inés

La Necesidad De Demostrar

Marisa Lazo no cambiaría nada de su historia porque la ha llevado a donde está ahora, aunque reconoce que cuando la empezaron a invitar a ser consejera de empresas y organismos sentía la necesidad de demostrar que era “una buena empresaria”: que hacía las mejores preguntas, tenía las mejores conclusiones, era la más participativa y que todo eso no le impedía ser una buena mamá. “Yo me lo autoimpuse y me desgastó mucho”. En el momento en el que dijo “se acabó” y dejó de importarle lo que pensaran los demás, comenzó a disfrutar más, señala. “Te quitas mucha presión y vives mucho más libre y más feliz, porque no es que dejes de hacer las cosas, pero lo haces parada en otra plataforma, donde te sientes completa, plena y bien. (...) Mi deseo es que las mujeres más jóvenes no se esperen a los 50 para soltar esto”.

está al frente de Marisa y Tía Lola, mientras que María José, la pequeña, encabeza Dolce Natura, la división de helados. Marisa Lazo dice que tener “la cachucha de mamá y jefa” representa también un reto, pero sus hijas alejan sus temores. “Es mi mejor porrista”, dice Inés Arregui. “Eso me hace ser mejor líder a mí”.

Su hermana destaca también que lo mejor de trabajar con su madre es la confianza que tiene en ellas. “Confía en mí y en las decisiones que tomo, me deja equivocarme. Me he equivocado mil veces, pero me deja equivocarme a mí sola y eso es padrísimo, porque he aprendido mucho”, afirma María José Arregui. Ambas destacan de su madre que, frente a otros líderes familiares que detallan cómo debe ser cada paso del camino, ella les ha dado libertad para tomar decisiones.

Juntas deciden también qué sigue en el crecimiento de Pastelerías Marisa.

Este año, la intención es bajar el ritmo de aperturas para solidificar la institucionalización y la implementación de nuevos programas y formas de producir. “A ver si aguanto, porque luego yo soy una amenaza”, bromea Lazo.

La mayor parte de las sucursales de la compañía se encuentran en Jalisco. León, Guanajuato, ha sido el primer experimento de expansión y ahí cuenta con siete tiendas. El plan es ver si en los próximos dos o tres años dan el salto a Aguascalientes y, de ahí, a Querétaro. Y si funciona, continuar con Monterrey y Ciudad de México. “Pero no tenemos 100% certeza de cuándo lo haremos”, dice, consciente del interés que despierta la expansión de la marca. Por ahora, ya lanzó un servicio de envío de galletas a todo el país a través de su página web. Su experiencia como empresaria ha llevado a Lazo, quien asegura que su mejor hábito es levantarse temprano para estar con ella misma mientras los demás aún duermen, a ser una de los ‘tiburones’ del programa de impulso a emprendedores Shark Tank, al que llegó en 2021. Un año antes lanzó su pódcast, Compartiendo con Marisa Lazo y, a finales del año pasado, publicó un libro, La ambición también es dulce, que presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en el que, por cierto, incluye la receta de aquel pay de pera con almendras que lo inició todo.

Cuando se le pregunta por sus siguientes planes, habla de todo esto, pero también de la Fundación Marisa, que apoya a las mujeres en el deporte, y de uno tal vez más insospechado: “No sé si se podría entender como un proyecto per se, pero, para mí, sí lo es el seguir diciendo que no y poner límites. Yo disfruto mucho leer en las tardes, prepararme, estar con mis nietas… Quiero cada vez más enseñarme, así como te decía de estar confortable con lo inconfortable, a decir que no”.

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