Espectro no. 1

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Espectro

Comité editorial Nahuel Bralo Álvaro Bretal M. I. Braian Tadei Célica Véliz

Año 1, número 1

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La Plata Invierno 2012

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E s p e c t ro e s u n a rev i s t a a r m a d a p o r u n g r u p o d e a m i g o s . E s u n a rev i s t a c o n m u c h a s fo t o s , a u n q u e t a m b i é n h ay t ex t o s . L o s t ex t o s , e s o s í , e s t á n e s t re c h a m e n t e v i n c u l a d o s a l a s fo t o s . Po d r í a d e c i r s e , e n t o n c e s , q u e s e t ra t a d e u n a rev i s t a d e fo t o g ra f í a . N o s i n t e re s a c a p t u ra r c a l l e s , ro s t ro s , e d i f i c i o s , á r b o l e s , c u e r p o s . A l g u n o s i n t e r i o re s t a m b i é n . C re e m o s q u e e s p o s i b l e y n e c e s a r i o e n t a b l a r u n d i á l o g o c o n e l m u n d o a t ravé s d e l a fo t o g ra f í a . E s u n a d e l a s t a n t a s fo r m a s p o s i b l e s d e p o e t i z a r y p o l i t i z a r. Po rq u e n o t o d o s l o s o b j e t o s y s u j e t o s t i e n e n e l m i s m o p e s o e n l a c i u d a d , y fo t o g ra f i a r p u e d e s e r o t o r g a r, a l m e n o s momentáneamente, un poco de entidad. Es con pocas certezas y muchas inquietudes que abrimos este espacio. En un diálogo con l a c i u d a d n u n c a h ay re s p u e s t a s fá c i l e s .



Exploraciones de la isla

Fotos: Nahuel Bralo Texto: Braian Tadei



El día en que nos liberamos de la máquina voraz, la mancha, la mano en la garganta alivianó al fin su peso. Arribamos entre vientos a la feroz boca del lobo. Detrás se izaban, como estandartes, las nubes más negras. ¡Tiempo, titán sin oponente, languidecía incluso tu semblante, se detenía tu pulso! Sin saberlo descubríamos un refugio. Caminando en tierra y en aire, se hicieron presentes los umbrales. ¿Íbamos a verte de nuevo, Madre? ¿Dónde había escapado nuestro aliento?


¿Qué tanto de la mancha llevábamos dentro? Los pies avanzaban, pero el resto parecía fundirse con el viento y el río. Nunca llegamos a la isla. Devorados en cuerpo y alma, soltamos un ancla que no podíamos levar. El día en que huimos de la máquina voraz, hermano, ese día se reveló su rostro y nombre, y en su nombre reposaron nuestras sombras. Y esas sombras que mecía el alba reían como demonios diminutos. ¡Alba de pájaros negros!




Crecía un rumor ausente, como el crujir de la tierra en el fondo del mar. Crecía y la selva despertaba sedienta. Se escondían las bestias. Crecía y crecía entre hojas la incógnita. Y mi cabeza flotaba. Carraspeó el cielo y enseguida el aire denso, incensario para los muertos, se disipó. A través de pasillos incógnitos llegó la brisa.


¡Despertar de la selva vestida de plumas! El rumor se volvió estruendo y silbido, como si la antigua artillería volviese a la vida. Luego la lluvia, el barro, la espesa alegría: la primer bocanada de aire de un recién nacido. Pero ante el goce del cuerpo, ¡oh, terrible mancha!, el hombre estuvo siempre ausente.




Arco y Ausencia Célica Véliz


Las fotos. La vida se vuelve forma. Luz y sombra. Cobija cálida en tinieblas. Ramas desnudas que invitan a abrir la ventana y descubrir que no es una mera invención (aunque algo de eso hay). Que si mis recuerdos cobran fuerza al ser situados en invierno, hay algo de árbol y algo de desnudez en mí. Que si estoy cómodo en mi nostalgia –nostalgia que borra las preocupaciones, las inconveniencias, los espantos, para retener esa clave monótona y lúgubre y gris que va marcando estos años– es entonces natural que la neblina me hable al oído. Neblina que oculta selectivamente, sin convicción ni audacia, y sólo se muestra algo resuelta cuando debe sugerir un precipicio. Es imaginable el viento, que multiplica el desamparo. La sangre, que se agolpa intempestiva, pero entendemos cualquier cosa porque blanco y negro. Me aniño frente al árbol. Me aniño porque ni vos ni yo somos capaces de tanta mesura. La certeza que petrifica es la misma que empuja a perderme entre garúas y rutinas. Será que de joven jamás trepé. Álvaro Bretal














Arquitecturas Despojadas Nahuel Bralo


La montaña negra

Sobre “Arquitecturas despojadas”, de Nahuel Bralo

Cada vez que miro estas fotos, pienso inevitablemente en el acto de tomarlas. Pienso en el fotógrafo andando por la ciudad, que es como correr por canales ya zanjados. Pienso en los rostros que podrían rodearlo, las voces, los autos, los pájaros. Pienso en las fotos no tomadas, y de las tomadas, pienso en todo lo que la cámara no muestra. Así llego a pensar que el acto de fotografiar es, en esencia, una indagación. A través de la determinación técnica o de alguna forma de azar objetivo —en mi incursión por este lenguaje, aún no lo decido—, quien toma estas fotos descubre y a la vez transforma la ciudad. Todo eso que podría haber rodeado a las imágenes se vuelve un solo cauce de posibilidad, sin forma, sin voz. La foto elimina factores y decide qué aspectos congelar en el tiempo, y a partir de eso construye un nuevo mapa, un nuevo clima y, al fin, una ciudad nueva.


“Arquitecturas despojadas” es una obra para descubrir la fotografía. Aquí, como en la poesía, en unas pocas imágenes surge la sospecha de un mundo oculto a los ojos. Algo más: a pesar de la afanosa insistencia de la ciudad, el fotógrafo decidió despojar las fotos de todo sonido, movimiento y color. Tal vez para hallar la sustancia concreta y sólida de las edificaciones. Lo que aparece detrás de todo es el silencio, y de este silencio (un silencio hecho de sonidos, abrumador, quizá un grito absorbido por los muros, un discurso constante o una aparición repentina de aves), nace, se edifica una montaña negra. Braian Tadei











Calles en

expansi贸n constante



Pasos míos, camino, siento, me detengo. Dónde estoy, hace horas salí de mi casa, apurado por el pudor, están detrás mio, o delante mio, calles interminables, gusanos de cemento, ¿infierno para ser caminado y vivido? Se expande, el camino es de noche. Las luces como luciérnagas mutantes, tiran esa luz ocre, me siento enfermo, sigo caminando. Sangro, las calles nunca terminan, explota algo, no es fuego, es mi cuerpo, la herida sigue sangrando pero no me muero, calles, diagonales, verticales y horizontales, siempre han estado ahí, recién me doy cuenta, sigo, siguen, ellas sin mí, yo sin ellas. Camino, la calle nunca termina, gente, personajes, el delirio. Me está llegando el fin, pero sigo viendo calles y más calles, infinitas, ninguna es igual, nunca, ni una sola vez, como si la foto siempre cambiara, pero siempre fuese la misma, todo varía y es infinito, la calle se alarga, y sigue ahí, ciudad, calle, campo, ciudad, calle, nunca son iguales, uno nunca es igual, mi herida dice basta, caigo, en una esquina, no es una calle, en sí, es un punto en las calles, una esquina, cuatro horizontal, dos vertical, hundido, me desplomo, me duermo… Nahuel Bralo


Nahuel Bralo







M. I.






Braian Tadei






Leonardo Accinelli






Célica Véliz









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