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CONTENIDO la punta de la lengua 4. En«limpia, fija y da esplendor»

6.La tentativa criminal y la

mitomanía de las masas (II)

8.Héctor Hernández,

poeta de la plástica La Bermuda, capital de los espíritus

10. 12. El rostro de la ternura


A sangre fría

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Los hombres que no amaban a las mujeres No, no se trata de una coartada para hablar de los diez pasos mágicos que deben dar las mujeres para lograr que los hombres las amemos como ellas esperan. De sobra saben (ellas) que no se requiere de ningún paso para que se las ame aunque no siempre como lo esperan, son precisamente ellas las que dirigen el arbolito fragante, rechoncho y armonioso de la selección natural. El asunto tiene un giro no siempre comprendido: el asesinato. Hay algo en la novela de Larsson que los centroamericanos podríamos comprender muy bien: la impunidad de los asesinos. Sabemos de sobra que la buena literatura siempre será un desenfadado grito de impotencia. El endiablado laberinto que suele respirar el cerebro del criminal jamás tiene respuestas acabadas. “El crimen” de Larsson está representado en un orden que sólo se encuentra en las sociedades que subsisten a partir de los registros. Y ahí está la diferencia con nuestro mundo de la cintura continental, tan linda y juguetona, sexi y amable, intimidatoria sobre todo.

y a monedas de plástico en el momento que soñamos con descubrir una mina de oro bajo el escusado. Pero las mujeres asesinadas son iguales, esenciales, tiernas. El orden occidental supone, de alguna manera, un orden en el crimen, una inteligencia especial. De ahí que las páginas escritas por Larsson se sostengan en un orden estético que refleja la costumbre de una sociedad que todavía tiene en el museo la carta de despedida de la reina o el frasco donde se preparó el veneno para matar al duque, el nombre de los estudiantes y maestros que participaron en el desfile de año nuevo, el registro del hotel de paso donde durmieron los amantes. Esos son los elementos que simulan el entramado de una realidad en el que, a pesar de todo, se vive en una clase de impunidad. Los asesinos de Larsson son individuos alejados de las grandes masas, son escogidos de entre las muchedumbres para jugar un rol en el medio de situaciones que aparentan tranquilidad. En

De niños perdimos las fotografías familiares en aquellos mesones hediondos a meados y caca cuando llegaron los escuadrones a por nuestras cabecitas, pero la mayoría no tuvo ni siquiera esa suerte pues el pasado era una imagen que debíamos borrar con el hambre: ¿Fotos? A los dieciocho años, en la cédula de identidad o en el archivo de la policía. Ir en busca de la fotografía de un aldeano común de hace treinta o cincuenta años siempre será una proeza de la medicina forense: las fotos de los comunes de nuestro pasado suelen estar en álbumes de la sala de autopsia donde es imposible saber si lo que está en la bandeja es el resabio de un misterio o la grosería de un demente que insiste en hablarnos de los estómagos putrefactos y las heridas provocadas por arma de fuego que provocan la muerte. “Lo nuestro” es una bofetada hirviendo en el aire: lo desconocido. Así son nuestros muertos. Jamás sabremos los nombres, las cifras, ni beberemos café en las salas donde todavía truenan las patas de la mecedora de la vieja loca que espera al hijo amado que quedó en volver a las cinco de la tarde, pero de hace cuarenta o treinta años, cuando no había devedés ni Estados Unidos tenía un presidente bronceado por las escupidas de fuego de un sol africano que alucina por los diamantes de sangre. No tenemos registros, carnales, es la neta. Tampoco la vieja los tiene, salvo en ese ramaje de neuronas anémicas y esperpénticas donde el ausente suele jugar con viejos muñequitos de porcelana y aluminio, donde se escucha la vocecita chillona: ¡Ya, dejá de joder! Quizá en el poder del registro de los eventos se encuentre la gran diferencia de nuestras sociedades centroamericanas y las nórdicas, y por tanto la arquitectura de su literatura negra, que por momentos a uno le sabe a nieve derretida

son atípicos devoradores de vidas si se les compara con la clásica novela negra del mundo occidental. Nuestros asesinos arden en una impunidad que se expresa en la falta de registros y en la punta de ametralladoras que se usan y transan con la misma facilidad y frecuencia que los teléfonos celulares. El hambre, la marginalidad y la pobreza extremas se respiran como la mierda en los mercados. Nuestros asesinos son cientos, o quizá miles, se reproducen con la misma contundencia con la que la gente hace el amor. La epidemia es pues nuestro índice de mortalidad por violencia, nuestro desprecio generalizado por la vida, nuestro acomodo a las circunstancias tan duras y poco creíbles, cuando no las vives a diario. Nuestro destino es ese: algo hay en este mar de asesinos, la materia prima de nuestra novela negra. El pretexto es entonces apropiado para al menos mencionar el sentido del registro en la cabeza de los hombres y mujeres comunes que aman y odian, y que de una u otra manera deben surcar los interiores de las ciudades y dejar las huellas de sus malos olores y la imagen turbia de sus frustraciones. Nuestra novela negra precisa ser magistralmente grosera, vomitiva, supurante, apestosa, porque la inteligencia de los personajes que mueren y matan a diario en nuestras esquinas, está circunscrita en un sitio donde el pasado está podrido: el basurero. Nuestros barrios centroamericanos están distantes de las representaciones borgeanas, nuestro mundo tiene el vaho adormecedor de tardes sin promesas, sin pesquisas, sin sistema de hipótesis, sin el arte de la distracción, no necesitamos evidencias ni construcciones lógicas para levantar los muertos de la calle, necesitamos con mayor urgencia bolsas negras, cuchillos para médicos forenses y desinfectantes para las manos. Solemos hablar de nuestros crímenes de la misma forma como los descubrimos, al momento de abrir la puerta de casa, de subir al autobús, de saltar encima de los muertos como si se tratara de cagadas de perro (¿lo somos además?).

ese mundo no puede haber epidemia de criminales. Esa es, quizá, la otra gran diferencia con los personajes que caben en la novela negra de Centroamérica. Nuestra epidemia de homicidios está a punto de cumplir cuarenta años sin interrupción, y aún no hemos apresado a los asesinos. Los asesinos tropicales no suelen ser endemoniadamente inteligentes, ni tener esos rasgos que precisan la acupuntura de un suspense que nos invita a peregrinar en los recovecos del documento, el hallazgo de la evidencia remota, no, los asesinos de por aquí

Lo que hay en la obra literaria del fallecido escritor sueco Stieg Larsson, en su novela Los hombres que no amaban a las mujeres, es eso, la grandiosa posibilidad de comparar nuestras culturas, la inconsistencia severa de nuestros registros, la impunidad que nos sobra, la nieve que nos falta, las grandes posibilidades que tenemos de encontrarnos en la ficción literaria, el último instante de este reducto donde solemos irnos a dormir con el corazón en el bolsillo y una rosa roja y hermosa llena de espinas picantes sembrada en el culo, para combatir con severidad la pérdida de la memoria.

Dirección: Berne Ayalá / Producción: Inge Escobar / Leonel Solito Ladino / Ilustraciónes de Héctor Hernádez www.expedicionamericana.com / redacción@expedicionamericana.com


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Por Tony Peña

“Limpia, fija y da esplendor”, este lema tomado por la Real Academia de la Lengua refleja en sí mismo una falacia que por siglos ha sido el estandarte de una de las lenguas más importantes en el mundo: La lengua española. A decir verdad, detrás de ese lema subyace una de las peores mentiras que se expresan en la cotidianeidad en tanto que la lengua ni es limpia ni fija ni da esplendor. El lema expresa, es cierto, una visión nobiliaria que encarna una síntesis de grandeza palaciega que lo sitúa desde la óptica del poder, desde la lógica de una caterva de ilustrados que no concibieron al idioma como un ser vivo, cambiante y dinámico. Limpia, esta característica de la lengua castellana es parte de la mentira: El idioma español desde sus orígenes es producto de una mezcolanza de lenguas primitivas de la península Ibérica que al contactar con el latín vulgar de los romanos va conformándose el aparecimiento del castellano; lo mismo pasó con el Latín, éste surgió de la mezcla del Usco y el Umbro: lenguas primitivas de la península Itálica. Limpia supone pureza para los académicos; entonces, cómo podemos hablar de la pureza del idioma español. La lengua española como tal, después de ser oficializada por Alfonso X el Sabio, tiene a su base muchísimos vocablos provenientes del griego y del latín; podría decirse que estas dos lenguas son como las fuentes primigenias del idioma español actual; significa esto, que tampoco es tan limpia. El castellano ha sufrido grandes transformaciones en el devenir histórico y dichas transformaciones pasan por aspectos semánticos, morfológicos, sintácticos, geolingüísticos entre otros. En tal sentido, la lengua castellana se ha fragmentado de forma que en la actualidad debemos hablar de una cantidad importante de variantes dialectales del español; llámense variante dialectal salvadoreña, cubana, mexicana, dominicana, argentina, marroquí, filipina… Imaginémonos la enorme influencia ejercida por los árabes en España por casi ocho siglos de permanencia de aquéllos en la península, desde el siglo VIII al siglo XV dC. Tomando en cuenta sólo el influjo en hechos lingüísticos como elementos materiales de cultura, el árabe como lengua nos indica que más de cuatro mil términos árabes son parte del léxico de nuestro español en estos momentos.

La formidable preponderancia mora en la península española ha heredado un legado de perfil histórico que advierte tanto en la lengua como en el habla una particular forma de expresión. La manera de percibir la realidad conlleva a la forma de cómo nos expresamos verbalmente. El uso del habla y su prosodia enuncian no solamente lo afectivo, también las ideas y creencias. Considerando la discrepancia en términos culturales entre españoles y árabes en el periodo de la época medieval, es obvio imaginarse que los signos lingüísticos que hablaban de algunas técnicas, cosas y hechos que no eran parte de la realidad entre los españoles, sufrieron la imposición directa de los arabismos, porque no lograban traducirlos. La imponente cultura de los árabes asignó vocablos en el ámbito jurídico que no poseían vinculación o no correspondían a las estructuras sociales de los españoles tales como alcalde, alguacil... En el ramo mercantil aparecen: almacén, quilate, arroba, quintal y fanegas. Entre las ocupaciones se mencionan alfarero, albañil…En términos de la agricultura existen en el español las palabras: albaricoque, alcachofa, naranja y limón… El árabe como lengua impuesta por los musulmanes llevaba consigo la presencia de palabras del latín, griego, persa y de la lengua india. Si la influencia del árabe con otras lenguas tuvo semejante presencia en la lengua castellana cómo podemos aseverar que la lengua castellana es limpia. El lector debe saber que casi todas las palabras iniciadas con “al” en español, son de origen musulmán. Algunos ejemplos: alcahuete, albóndiga, alambique, alcohol, alcanfor, álgebra, alhelí, alfombra, algodón, algoritmo, aldaba, aldea, almohada, almíbar, alarde, alarido, albañal, alfil, alfaguara, alacena, alcancía…Además debe comprender que todas las lenguas son producto de la interacción de otras lenguas y que de ningún modo debe aceptarse que hayan existido o que existan lenguas limpias o puras en el mundo; el hablante como lector, debe considerar que en el acto comunicativo lo importante es expresarse libremente si se logra emitir un mensaje que comprenda o entienda el receptor tal cual ha sido la intención o la idea que desea enviar. El idioma español se vuelve menos limpio cuando a la llegada de los invasores españoles, éste se “enriquece” con la presencia de las lenguas amerindias. La lengua castellana toma para sí términos de los aztecas, mayas, quechuas, caribes, pipiles, lencas, chortis, miskitos, chibchas, toltecas, mixtecas, guaraníes, araucanos o mapuches, aymaras, lacandones, otomíes…Entre las lenguas de estos pueblos están: Quechua, guaraní, aymara, nahuatl, arahuaco, potón, lenca, aymara, tarahumara, pipil, quiché, pocomchí, cakchikel, tzotzil, tzutuil…La lengua española se apropió, de entre otros cientos de términos amerindios, de lo

siguientes: Tabaco, pulque, coca, yerba mate, caucho, chicle, quina, achiote, maíz, calabaza, frijol, tomate, papa, camote, aguacate, cacahuete, cacao, vainilla, frambuesa, fresa, zarzamora, piña, yuca, chile, alguashte, ayote…Nuevamente, la pregunta: ¿Será limpia en realidad la lengua española? El español actual es caracterizado por la influencia de muchas lenguas a través de préstamos lingüísticos, calcos lingüísticos que en la práctica terminan españolizándose; ese influjo que recibe la lengua española es conocido por los cánones de la gramática tradicional como barbarismos; no obstante, en la realidad comunicativa de los hablantes son parte de su pragmatismo lingüístico. El idioma castellano se ha apropiado de galicismos, anglicismos, germanismos, italianismos; esto supone el empleo de palabras de origen francés, inglés, alemán e italiano, respectivamente. El estructuralismo lingüístico o gramática estructural, como corriente lingüística, tiene a su


base un principio que ilustra, de manera clara, el planteamiento que se está abordando: la pureza o limpieza de la lengua. Está corriente, considera que “la lengua la hacen los hablantes” que el paradigma para analizar la eficacia comunicativa del idioma es la expresión oral, o sea el habla; por esta razón, hemos de señalar que la gramática estructural hace caso omiso a las normas gramaticales en el sentido de que el lenguaje es un medio eficaz por excelencia de comunicación. La corrección lingüística para los estructuralistas pasa por la autorregulación de los hablantes, pasa por el conocimiento y aplicación de los registros idiomáticos de los diferentes grupos de hablante; además pasa por la existencia de los niveles del habla; esto es: el nivel culto, nivel cotidiano o familiar y el nivel vulgar; el hablante medio utiliza esos tres niveles. Un ejemplo de corrección es que si un grupo de hablantes ha convenido o ha “acordado” utilizar ciertos términos que le permiten comunicarse indistintamente que adolezcan de gramaticalidad, perfectamente pueden hacerlo. La corrección lingüística supone la disyuntiva dicotómica entre lo correcto e incorrecto y lo adecuado e inadecuado; los estructuralistas prefieren esto último. Una palabra puede ser correcta para un grupo de hablantes o puede ser incorrecta para otro, según su uso: “Hayga” en la variante dialectal salvadoreña como variante del español, es una palabra que en ciertos grupos de hablantes es utilizada de forma espontánea sin que ello atrofie la comunicación; sin embargo, en un grupo de académicos sería inadecuada en tanto que se esté utilizando el nivel culto de la lengua. El español es utilizado cotidianamente con ausencia de las normas gramaticales; al usarlo oralmente, no se repara en las reglas porque el habla es espontánea y no precisa del conocimiento teórico para concretarse. El idioma español teoriza acerca de los vicios del lenguaje y si estos vicios están presentes en el habla o la escritura, cómo podríamos hablar de limpieza de idioma. Acepta el castellano, tácitamente, porque en la práctica se dan esas “impurezas” del lenguaje. Lo limpio de la lengua castellana se contradice, porque por un lado, se habla de la pureza y por el otro, acepta los vicios de la lengua o los vicios del lenguaje, y para variar accede que en literatura se utilicen esas impurezas como licencias poéticas; cosa más absurda, porque en su momento, los defensores de la limpieza de la lengua castellana plantearon que ella llegó a su máximo esplendor con la aparición de la novela “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra; esa novela fue un paradigma del español y de hecho es considerada como obra cumbre de la literatura universal. Surge a partir de lo manifestado sobre la limpieza de la lengua castellana, lo siguiente: Si Cervantes fue el modelo, porqué en su novela aparecen términos como “agora”, “vide” “facere”,”do” ( donde), “hide puta”…Acaso esos términos son puros o limpios para el español actual; o será que la lengua es cambiante y por lo tanto frágil a los cambios lexicales en términos semánticos o morfológicos; o es que la lengua castellana no es muy limpia que digamos.

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La tentativa criminal y la mitomanía de las masas

Berne Ayalá. Contrario a lo que hemos creído con insistencia, la izquierda, como cualquier otro agrupamiento político, es un híbrido que sembrará mangos en la playa y pepsicolas en casa presidencial. Se espera con ansias los zapatos y los uniformes para los niños que se vestirán en el epicentro de los artesanos que no podrán fabricar más uniformes a pedidos libres ni tampoco gozarán de la contratación para fabricar esos miles de calzados. ¿La antípoda?

campos de Europa debido a la baja de los precios ¿Acaso sería más caro regalarla a los pobres? La matemática es la ciencia que ayuda a comprender la economía pero no puede explicarnos la mayor de las contradicciones de la humanidad, el precio como factor psicológico. Para los consumidores la baja en el precio de las mercancías siempre tendrá un efecto merecedor de aplausos y de viajes al supermercado; para los productores será un indicador de una crisis y hasta de una guerra.

Un tema rústico, aunque no menos importante, sigue siendo la amistad con el presidente. Es irrelevante si el discurso nos habla de “meritocracia”, un término inadecuado para el compadrazgo latinoamericano, en todo caso desde el hervidero de nuestras costumbres, el término es preciso: la amistad es también un mérito cuando se trata de gobernar en un territorio lleno de enemigos. Hablamos por supuesto de la amistad política cuyas leyes obedecen a las circunstancias propias del poder aristotélico y no a las del corazón platónico. Adiós muchachos, compañeros de mi vida. La aspiración “legítima” de los ricos salvadoreños es obtener la “amistad del presidente”, la institución más codiciada en las aguas de un poder que sigue teniendo la estructura de una finca del siglo XIX. Todos los presidentes salvadoreños se han rodeado de amigos millonarios, Mauricio Funes no es la excepción. Una táctica (¿o estrategia?) que no debe ser despreciada pues hay dos cosas que al mundo no le pueden faltar: el dinero y los trabajadores. Hay millonarios con un sentido inequívoco de la filantropía. “Cuando entré a la sala para los niños del hospital San Juan de Dios me di cuenta de los cambios. Al menos ahora los niños tienen camas limpias y equipos adecuados para su atención”, me dijo un militante de izquierda, piensa que “no se deben rechazar los amigos con pisto. Es preferible un millonario que regale a uno que robe”, sentenció. “Y es mejor que un niño muera en cama limpia a que deje sus famélico cuerpo tirado en una sucia o en la calle”, le dije con ironía. Admisible o no, la explicación es de alguna manera redundante: los ricos no regalan, invierten. Es una clave más que ideológica sustancialmente económica. Los hombres de poder real, es decir lo que tienen la plata, supeditan su vida al de la danza de las economías, inevitable por cierto. Ningún multimillonario es malo o bueno, es sólo multimillonario, ningún pobre es bueno o malo, simplemente es un pobre. Personajes de la económica mundial que celebran la navidad de forma distinta, pero al cabo la celebran. En un planeta con más de mil millones de seres humanos al borde de la muerte por hambre y miseria, los productores de lácteos deciden derramar millones de botellas de leche en los

Es preferible tirar alimentos al mar antes que dárselos a los hambrientos de África. No es casual que muchos de esos empresarios sean donantes asiduos de organizaciones de ayuda humanitaria para el mismo continente negro. Las leyes de la economía no responden al altruismo ni a las concepciones políticas, menos a las ideologías o las religiones, de la manera que las opiniones de las masas en los programas de TV no sirven para nada, más que para sugerirnos que se las toma en cuenta cuando en verdad solo son las voces de un artificio publicitario. La economía no responde más que a sus leyes absolutamente asociadas a ese ser tan odiado y amado, el mercado. La baja en los precios del barril de petróleo perjudica los proyectos de la revolución bolivariana. La revolución, sea cual sea su concepción, también es una hija lactante de los mercados mundiales; no se pude alimentar ni educar a millones sin plata, mucho menos construir una ofensiva diplomática como la de Chávez o Lula, porque la diplomacia no es sino un instrumento más de los mercados. Para un país pobre la diplomacia queda relegada a la búsqueda de recursos, a poner la mano. Los problemas de los más pobres de este planeta podrían resolverse con apenas el uno por ciento de los billones de dólares y euros que los Estados más poderosos del mundo han invertido para salvar la banca privada de sus nefastos sistemas piramidales de estafa global; más de doscientos mil niños morirán de hambre en los próximos cuatro años, sin embargo, esa cifra, que es infinitamente superior a la de cualquier enfermedad provocada por cualquier tipo de bicho, parece no quitarle el sueño a los gobernantes, no tanto como el artificio de la gripe porcina: los muertos de hambre no suelen producir ganancias tan multimillonarias como la venta

(SEGUNDA PARTE)

mundial de vacunas para una gripe cuyos muertos se pueden cuantificar a la medida de los mercados bursátiles. Ni siquiera la industria de las funerarias se ven beneficiadas con esa mortandad, esos muertos se entierran si ataúd. ¿Cómo le llamaríamos a la pandemia de niños muertos por hambre? Indiferencia política. La Organización Mundial de la Salud y todos sus pequeños satélites, los ministerios de salud del mundo, de derecha o de izquierda, de Europa o de América o Asia, se supeditaron a una industria que sin lugar a dudas es hoy día la más poderosa porque su futuro prometedor es precisamente una humanidad enferma por la superstición que produce la propaganda. La superstición comienza con la industria de los alimentos. Los números siempre serán más importantes que los nombres. ¡Qué viva la sopa boba! Para cualquier país del mundo, ya no digamos para El Salvador y sus amputaciones, el cono sur es un bloque interesante, Brasil es hoy día el mayor acreedor de Estados Unidos, los rusos ingresan en un plan millonario con Hugo Chávez para explotar nuevos yacimientos de petróleo, Bolivia enfila sus políticas sobre el gas natural y la minería, además, firma nuevos convenios para instalación de satélites con China comunista. La presencia de bases militares norteamericanas en Colombia permitió la recreación y dinamización de los mercados del sur, el avispero de la carne para consumo humano y de otras industrias en Argentina hizo que Cristina Fernández diera más besitos de la cuenta a Hugo Chávez. Más que las ideologías y los modelos políticos lo que impera es la posibilidad de orientar un mundo a partir de enormes y diversos recursos. Nadie puede estar al margen ni de la riqueza ni de los mercados, menos los países pobres, menos los centroamericanos. El Salvador es un país sin posibilidades de volverse un socio estratégico de nadie, está obligado a integrarse regionalmente si es que quiere encontrar un espacio vital para su gente. Lo único que este pequeño país le pudo exportar con vehemencia al mundo fue su guerra y sus muertos. Quebrar esa perversa ironía de nuestro realismo es vital para Mauricio Funes y su gabinete, su mayor estrategia se encuentra frente al mundo, nosotros ya no tenemos más que sueños y esperanzas (¿quedan aún?). Para muchos ni siquiera eso. Además nos sobra la estupidez y el delirio de grandeza revolucionaria que prefirió dedicarse a la verborrea que a la comprensión sustancial de nuestras realidades humanas. Somos el país más peligroso de América con casi sesenta muertes violentas por cien mil habitantes, eso dicen. Mauricio Funes ofreció desde su discurso inicial un cambio radical de su política, un cambio hacia la ponderación de los más débiles, incluso asumió como suyo el discurso teológico de Monseñor


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Venas abiertas Romero, la preferencia por los pobres. Pero la preferencia es una trampa cuando se gobierna, porque la preferencia desde el poder es la dominación sobre otros, ningún poder es lineal pues su constitución es un edificio de complejos intereses. No es posible estar a favor de todos. ¿A favor de quién está el gobierno de El Salvador?

el peor espejo de un presidente que habla con propiedad y elegancia intelectual sobre los problemas del mundo, el hombre que en Trinidad y Tobago le tendió su mano negra a este continente tropical enamorado de la cumbia. En nuestro país es costumbre que el primer discurso de un mandatario sea una

No sólo nos seguimos preguntado cuál es la política de la izquierda salvadoreña en relación a su pequeño país sino a qué ricos del mundo prefiere al momento de dirigir los bocetos de su inexistente visión de exteriores. Este tiempo ya no responde a ideas puras sobre socialismo o mercantilismo clásico, su realidad es mucho más lacerante, más obvia, más obtusa, las ideas políticas nos ayudan a comprender no ha reproducir esquemas absurdos. Los males de este país tienen arraigos históricos que llegan a las primeras fincas de los españoles pero en la era del Internet, a la revolución sin revolución, su mito.

Las semanas anteriores en las que Mauricio Funes y su equipo de transición trabajaron de la mano con las estructuras moribundas de Elías Antonio Saca les llevaron a pensar que entre ambos había un pacto de caballeros, casi de amigos. En política no hay caballeros ni más palabra que lo posible. La transición es hoy día un híbrido de la soberanía, un mecanismo para dinamizar los procesos de continuidad en las funciones del Estado, los empresarios deben entrar, son los que producen y tienen la plata. Barack Obama se dio de besitos con George Busch. Los equipos de ambos trabajaron en la Casa Blanca para lograr que el principio de permanencia de los actos de gobierno tuviese un destino favorable a los intereses de Estados Unidos. Sin embargo, el día de la toma de posesión Obama despotricó en contra de Busch. Pero la política externa del más poderoso Estado del mundo, no cambió más haya de un discurso amable y atractivo. Los reclamos de Cuba sobre el bloqueo y los de varios países de Sur América por las bases militares en Colombia se vuelven

Aquello que fue dicho en los pasillos de la asamblea y en su salón azul, en la televisión, en los blogs, es asumido por primera vez por un presidente, las masas sienten su voz en el presidente, él lo sabe, aunque a la larga no le sirva para mucho. Pero sus redactores, o él mismo, no podrán sobreponerse ante la variedad enloquecida de demandas de una sociedad acostumbrada a que nadie se las cumpla, que la derecha ortodoxa se asuste por sus amenazas de investigar a la corrupción no es extraño, aunque a la larga no pueda hacer mucho o nada con semejante problema. Que los diversos grupos de izquierda comiencen a pronunciarse es interesante, al menos la voz de aquellos que han estado relacionados a los derechos humanos, a la memoria histórica y a las víctimas de la violencia, fue lo primero que apareció en la palestra.

Un día después que Mauricio Funes diera su discurso de toma de posesión vimos en los canales de la televisión el rostro herido de Alfredo Cristiani. La molestia fue contundente, no le gustó la asociación generalizada que se hiciera entre el crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción y el partido ARENA. Horas y días después le siguieron sus camaradas de partido. Ellos, al igual que los salientes miembros del gabinete utilizaron el argumento de la legalidad, “si el presidente Funes tiene pruebas de sus acusaciones que lo demuestre”. Pero el primer reclamo a semejantes ataques vino del presidente saliente, Elías Antonio Saca, aunque no necesariamente con palabras pues los cinco años dedicados a hablar de sus bondades habían caducado, debía tener paciencia y escuchar cómo su sustituto despotricaba contra su partido y, de alguna manera, contra su persona. El silencio y el achicamiento no pudieron ser más expresivos que en esa silla que se volvía pequeña como la de Alirio Martinica, el enjuiciado criminal de la novela Sombras nada más, de Sergio Ramírez.

masas.

ensalada sazonada principalmente con lo que se tenga a mano, especialmente de felicidad por la victoria (somos latinos), sin embargo cualquier cosa que se diga tiene resonancias magnéticas. Todo aquello que el electorado quiere escuchar, debe ser dicho, al menos una parte. La venganza de las masas es un hecho psicológico esencial. No puedes hacer nada el día que te vuelves presidente en funciones, lo único que tienes a mano es la palabra, es el día que el presidente asume la voz oculta de las muchedumbre y fija uno o dos párrafos para dictar una sentencia moral, especialmente cuando acaba de derrotar a un partido que gobernó veinte años y que evadió la investigación o fue cómplice de una corrupción tan vasta que podemos especular que cada uno de esos millones de dólares sustraídos del erario público ha matado a muchos de nuestros hermanos salvadoreños y ha dejado en nuestras precarias arcas individuales una deuda que para algunos es superior al millón y medio de dólares. Oiga, que usted y yo debamos pagar la deuda de una retahíla de bandoleros, pues así es. La voz de Mauricio Funes no es una voz común, es una voz que se erigió en las calles, en los marginados, en los asesinados, en los olvidados, por eso sus acciones serán más drásticamente juzgadas, más penosamente recordadas, que las de cualquier otro presidente hasta hoy electo, porque al menos en el traje, en el empaque, el hombre representa lo que las masas han buscado desde hace más de un siglo, el cambio. Su voz es el estado gaseoso de la solidez física de las

Un presidente no debería de invitar al olvido, porque el olvido es un ser vivo que anida en nuestra distorsionada memoria, nadie podrá obligarnos a olvidar a nuestros muertos, ni el absurdo camino que hasta hoy no nos ha llevado a ningún lado, más que a seguir llorándolos. Ninguna sociedad puede progresar sin sus registros, y cuando no los hay la mente de las nuevas generaciones suelen traerlos a cuenta de forma distorsionada, criminal, asesina. Olvidar es una forma de complicidad, es sumarnos a los asesinos de esta hermosa cultura que es capaz de seguir soñando sobre racimos de cadáveres, que pinta y suspira en las playas o en las montañas, que sonríe a escondidas de los asesinos al ritmo de cha chan.


Infragantis del ocio

Héctor Hernández, poeta de la plástica Redacción

estaba al lado de Universidad Nacional. Para mí eran épocas difíciles y dejo de estudiar. Debía irme a trabajar.”

La sencillez de Héctor Hernández encaja con la complejidad de su obra, cargada por un trazo amurallado, un “amasijo de tendones” que expresa su condición de militante en un arte que vive más allá del lienzo, del gravado o del dibujo, que habita en la condición humana y en el dolor de las generaciones de hombres y mujeres que ha visto caer como lluvias de hojas cercenadas en ese pequeño país llamado El Salvador. Sus orígenes con el dibujo y la pintura se remontan a su madre, su referente más inmediato. “A ella le gustaba pintar, usaba zacate, los colores de los pétalos de las flores. Así moldeaba los dibujos en los únicos tres años que fue a la escuela.” Héctor vivió sus años de niño en un mesón de San Salvador ubicado en el barrio Cucumacayán, cerca del cementerio La Bermeja, donde había un patio enorme. “Mi papá nos obligaba a que lo tuviéramos bien barrido y tenía que quedarnos bien nítido, sin nada de polvo. La superficie a mi me gustaba porque con un palo yo garabateaba mis dibujos. Esos son mis primeros rudimentos de expresividad, cuando tenía unos ocho años de edad”. Recuerda además que en el mesón había un paredón donde nacían unas especies de líquenes como transparentes con los que le gustaba diseñar terrazas para sus juguetes.

En los años 1960s ingresó a la Escuela Nacional de Artes Gráficas, Carlos Alberto Imery. “Ahí comienzo mi plan básico. En la mañana estudiábamos las materias comunes y por la tarde recibíamos materias de artes como pintura, dibujo comercial, dibujo arquitectónico, topografía, artes gráficas, fotolito, quemado de planchas, era una escuela bien completa para su tiempo.” Luego sucede algo con la reforma del ministro Walter Béneke: “La escuela es cerrada, yo me quedo en espera y entro al bachillerato del Instituto Nacional Francisco Menéndez, que

Pasó situaciones duras, pero jamás dejó de dibujar. Siguió repasando sus bocetos y sus trabajos de aula. Después de dos años de ausencia académica continuó estudiando su bachillerato. Inicio sus estudios de pintura en los talleres del Centro Nacional de Artes (CENAR), en el año 1972. “Esos eran remanentes de algo que la dictadura quería destruir, pero como habíamos unos quince estudiantes que dejaron las escuelas libres tuvieron que dejarlas vivir un tiempo más. En esa época, en el mismo salón donde recibíamos ciencias y lenguaje, también impartía su cátedra de pintura el maestro Valero Lecha. Estábamos revueltos, había dificultad con el espacio, era una situación incómoda que la generó la administración. Aún así diez estudiantes terminamos el bachillerato en las escuelas libres.” Pedro Acosta, fue su maestro, figura vital en su formación, no solo por su carácter o su valoración humana, sino por la visión de oficio de identificación con el contexto humano, “pedagógicamente me permitía libertades al


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momento de hacer mis cosas, él me hacía observaciones, luego corregía. Luego el mismo modelo lo iba trabajando con bastante libertad. Esa libertad fue la que me permitió desarrollar la capacidad de transformar la figura humana o todos los elementos que yo podía cambiar o interpretar, fue una visión importante de él.” Hizo su primera muestra en 1976, cuando salió de la escuela de artes, la cual fue realizada en el Centro Cultural El SalvadorEstados Unidos, que estaba sobre la calle Arce, donde hoy está la universidad Tecnológica. “En aquellos momentos se estilaba que tu primera exposición era una serie de trabajos que habías hecho en la academia, como para demostrar tu desarrollo, pero yo hago un cambio y meto una serie de trabajos de estudios de procesos de lo que es actualmente mi obra. Hice ese quiebre. En ello ya se perfilaba mucho de mi trabajo artístico, mucho dibujo en la propuesta.” Comenzó a hacer muestras colectivas y aparecer en certámenes en las casas de la cultura, lo que le fue abriendo espacio con el público. Tuvo una experiencia con una galería que se llamaba El Laberinto, ellos tenían buena visión de su trabajo pero cuando les dio los precios de sus obras no los aceptaron porque les pareció que su trabajo era “panfletario”. “Mi trabajo tuvo dificultad de entrar a las galerías porque venía de un proceso con una carga violenta, pero sin sangre. Hay un carácter en mi trabajo: la gente no soportaba ver como esos cuerpos se retorcían en sí mismos. Mi trabajo en un inicio es una estructura muy cerrada, en términos de que un cuerpo contenía muchos cuerpos adentro.” Un viaje a Colombia cierra un capítulo muy importante para el trabajo con el dibujo de Héctor Hernández. En aquellas galerías vio una gran cantidad de dibujos, hechos por artistas como Enrique Grau o Luis Caballero, dibujantes de altísima calidad. “Eso fue impactante para mi formación.” En 1976 se enfrentó al arte conceptual, en el museo de arte contemporáneo. “No lo vi diferente o nuevo. Claro, yo no hice arte conceptual en ese momento pero ya lo comprendía.”. Lo interesante de Hernández es la visión propia de su obra, la cual no entiende encasillada en

una corriente o estilo, más bien la interpreta como una búsqueda. “Yo estoy en un proceso de hacer un arte salvadoreño. A estas alturas, digamos quince años atrás, se han dado muchos acontecimientos que me han permeado, eso me lleva a afirmar que mi arte pertenece a este país.” Su viaje tiene hondura, precisión, viejos demonios y ángeles, los santuarios de los hombres y mujeres que no pudimos ver de hace siglos. “Estoy recuperando los valores o significaciones graficas que están diseminados en nuestro país desde tiempos ancestrales. Yo retomo todo eso, pero no los hago igual, es la actual realidad galopante la que estructura nuevas maneras de significar esos valorares gráficos.” Héctor no utiliza los pretextos ni los viejos estribillos como las musas. Esta visión es propia de la personalidad de un hombre sencillo, solidario y comprometido con su tiempo. “El arte es como todas las cosas, un quehacer, un oficio, una entrega, no necesitas tener tu mirada puesta en un papel blanco, pero tu visión debe estar puesta en esa realidad y cada cosa que se mueve se valora y se trabaja. Yo dibujo todos los días, tengo cuadernos de estudios, pongo imágenes,

caricaturas, es mi experimentación gráfica cotidiana. Para mi eso es el oficio de ser artista. No se puede uno sentar a esperar, pero hay un momento en el que uno se llena de una energía particularmente especial en el que te sientas frente a algo y comienzas a producir.” Dedicado con paciencia y constancia al dibujo, la pintura y el grabado Héctor tiene una apreciación acerca de ese enredo de caminos: “Para mí hay una hebra en mi obra que lo amarra todo: el dibujo. Mi pintura siempre ha estado marcada por el dibujo.” Como todo lo que cambia, su obra ha revuelto sus propias aguas en busca de las respuestas en el precipicio de los tormentos, ahora se observan tonalidades más suaves. “En mi primera etapa los colores de gama eran rojos, azules y cafés. Ahora mi paleta se aclaró. Pero también hay mezclas en mi obra con el arte gráfico, pues para mí, la tecnología es una herramienta a la que no le tengo miedo.” El maestro Héctor Hernández pasa sus días del dibujo a la paleta, a las imaginerías gráficas, pero también es un gran docente. “La enseñanza es mi segunda preocupación después de la pintura.” Esta visión expresa que el artista no se concibe a sí mismo como un personaje sin responsabilidades políticas. Su arte es un dolor, una angustia, una preocupación que interioriza los “sufrimientos ajenos”, la enseñanza se percibe en ese hilo conductor como un arte más: la continuidad en ese viaje que tiene que ver mucho con los jóvenes artistas que van naciendo, ahí está el asunto medular de su construcción ética: la solidaridad con el hombre de su tiempo. Por ello es que asegura que el arte “es la única solución que nos queda a nuestros males, porque todo lo que ya se probó falló.” De ahí que no se satisface con gritar en su obra; el hombre político también quiere hacerlo con sus opiniones verbales, por ello asegura: “El artista en el que yo creo es el que vive en correspondencia con sus posturas políticas.” Más allá de las forzadas ubicaciones estilísticas, y por supuesto más allá de la infructuosa tendencia a la identificación de su obra con un tipo de realismo social, Héctor Hernández es un poeta del dibujo y la plástica, un prestidigitador del escenario que habitamos, un humanista que llora desde las vísceras de su obra por el dolor de la vida en cualquiera de sus formas en el corazón retorcido del siglo XXI.


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La Bermuda,capital de los espíritus Redacción. Apenas ayer El primer asentamiento humano destinado para ser la capital salvadoreña está arraigado a una época lejana, frágil en sus soportes documentales, casi olvidada, escondida en matorrales, situada en un naciente y confuso mundo mestizo que tomaba forma en la hacienda como centro económico y cultural. Para los historiadores quizá sea fácil indicar que en 1525, una hacienda llamada La Bermuda se volvió la capital del país más pequeño de Centroamérica; ahí, entre los sembradíos de caña de azúcar, milpas y matorrales, hay algo más interesante que las fechas y los documentos: las supersticiones y los recuerdos de las gestes que todavía la viven. A lo lejos despuntan las chiches del volcán Guazapa, tras vaguadas y planicies menores, se levanta el pequeño cerro Tecomatepec, abajo, donde terminan sus estribaciones, sigue aullando el recuerdo de los espíritus que habitaron esas tierras, desde indios, piratas, misioneros, gobernadores, guerrilleros, soldados, hasta turistas y curiosos de nuestros días. Una hermosa casa levantada después de la guerra civil intenta revivir las viejas paredes que sepultó el olvido, el verde de sus alrededores, la carnosa vegetación de sus jardines atrapan con su mansedumbre, pero sobre todo con su misterio. Pedro de Alvarado, el conquistador español que ingresó a las profundidades de la selva tropical centroamericana, dejó a Bartolomé Bermudes para que se hiciera cargo de la administración de los territorios que hasta entonces eran controlados por España. A punta

de espada y con la ayuda de unos cuantos curas narizones, se afinca en el valle La Bermuda donde se inició de inmediato una guerra contra los indios que habitaban la zona y que se resistían a ser dominados. La incertidumbre y la inestabilidad de los conquistadores era tal debido a los persistentes ataques de los indios que, luego de realizar sus maniobras se retiraban a esconderse en las montañas cercanas, de difícil

acceso para las tropas españolas en aquellos años. Las tropas de Bermudes se las ingeniaron hasta que lograron sitiar los avances de los indios y terminaron por derrotarlos luego de batallas que se extendieron por un año. Después vino el sometimiento. La Bermuda fue la primera encomienda que se convirtió en una hacienda, la más grande, que


El abandono provocado por la fiereza de la guerra fue ahondando los daños en las edificaciones que quedaban en pie, de la misma manera que innumerables asentamientos humanos se iban desmoronando, La Bermuda sucumbió al poder de la violencia y la locura. Las tierras donde se asentaba la hacienda se tiñeron de sangre, cientos de civiles fueron perseguidos y asesinados por las fuerzas militares, los caseríos se volvieron fantasmales, las batallas entre la guerrilla y el ejército convirtieron la primer capital de El Salvador en un territorio de fuego y muerte.

abarcaba los territorios de lo que hoy es Chalatenango y Cuscatlán. Se fue constituyendo en un centro económico, social y cultural, con sus edificios, graneros para almacenar los frutos del cultivo, el punto de encuentro de la avanzadilla hacia el señorío de Cuscatlán, actual territorio de El Salvador. Luego de realizada la conquista, Bermudes da parte al rey Carlos V de España quien entrega un escudo de armas, en la que sobresale el yelmo con las plumas de conquista.

Más adelante llega a ese mismo territorio, Gregorio García Peña y comienza el cultivo de añil. Este señor se casa con la hija del primer regidor de España en Guatemala. “La Bermuda

Aquellos cerros donde los indios se ocultaban de los soldados conquistadores de Bermudes y Alvarado pasaron a ser los territorios donde acampan y combatían las guerrillas del Frente Farabundo Martí. Los siglos se precian de devolvernos los fantasmas de aquellos seres que de alguna manera se repitieron en nosotros, inevitable fue pasar por esas muchedumbres que se ocultaban en las noches, mujeres con sus hijos recién nacidos en brazos, tapados de la boca para no ser descubiertos por los soldados. La Bermuda, partida por una carretera, era un paso obligado, para militares y guerrilleros, pero nada quedaba de aquellas grandes casas, solo matorrales y los restos de paredes sostenidas apenas en la imaginería de aquellos que hablaban de la hacienda con una grandeza emblemática, casi mítica, inventada.

Los espíritus aparecidos Rina Hueso y su familia retornaron a El Salvador una vez confirmada la firma de la paz, celebrada en el castillo de Chapultepec aquel inolvidable 16 de enero de 1992 y no pudieron más que espantarse de lo que encontraron. Los saqueos a las antiguas instalaciones de La Bermuda no solo se debieron a la guerra y a la crisis política que vivió el país, los saqueadores se disfrazaban de lo que fuera en aquella tormenta, paredes que todavía estaban en pie fueron derrumbadas, los bandidos buscaban tesoros ocultos en ellas, las maderas de siglos de estar sosteniendo los tejados y las puertas fueron arrancadas y llevadas a sitios lejanos, el portón principal de la hacienda, de un valor incalculable, según Rina Hueso, fue encontrado en un lugar de Guatemala, en Panajachel. Pero la vida que todo lo puede comenzó a florecer de nuevo. Y con ello volvieron a la vida sus historias y leyendas, y por supuesto sus espíritus. San Jerónimo es un santo conocido de la zona, a juicio de muchos un santo que desaparece de la capilla de La Bermuda y aparece en la hacienda de Metayate o en otros lugares. En una época el santo se perdió de la capilla de Suchitoto, la gente se movió con todo y policía en busca del bendito santo. Las casas fueron registradas pero entonces el párroco dio el aviso para darles las gracias porque el santo había hecho muchos milagros en otro caserío. La gente le responde que no lo han prestado ellos, que a lo mejor el santo hizo su milagro y despareció y reapareció por su propia voluntad. La superstición es una forma de la realidad, se manifiesta queramos o no, más allá de las insatisfacciones intelectuales. “Años después de aquellos acontecimientos llega una peregrinación y nos dice que fueron salvadas en esa época por ese santo, que de generación en generación venían a peregrinar porque tenían una promesa. Esto sucedió una vez La Bermuda fue restaurada después de la guerra, ya que esas familias lo hacían pero debido al conflicto armado lo habían suspendido.”, dice Rina. La familia, animosa de ver florecer la hacienda, decide reconstruir el lugar, “el lugar que de niña yo viví quería volverlo a ver lleno de flores.” Esa

se vuelve entonces la primera hacienda en exportar añil a Europa”, según la propietaria del actual restaurante y hostal ubicado en el mismo territorio conquistado hace siglos, Rina Hueso. En sus tierras se instalaron los primeros obrajes de añil, pero ese proceso les llevó años después a comprender que se estaba matando a los indios debido al trabajo realizado con la planta mencionada. Pasa la hacienda a producir cacao y especies; siglos adelante producirá café, caña de azúcar al final de su época de oro que fue afectada por el proceso de reforma agraria de los años 1970s. La guerra civil de los años 1980s arrasó cuanto a su paso se interpuso, el territorio de La Bermuda quedó en el corazón de uno de los frentes más duros, Guazapa. Las propietarias decidieron donar al Estado como patrimonio cultural la casa más antigua, que está separada de la casa hostal y restaurante por la carretera que conduce a la ciudad colonial de Suchitoto. La donación fue hecha para que se preservara, pero, según Rina Hueso, fue saqueada y además demolida.

idea no llevaba el propósito de abrir un restaurante y menos un hostal. Poco a poco de una idea familiar se fue convirtiendo a una idea turística. Así nació la hacienda como concepto de recreación y esparcimiento, como escenario para la cultura.

Los herederos de las tierras de la hacienda La Bermuda, como decenas de miles de salvadoreños, debieron abandonar el país recurriendo a un exilio obligado, como bandidos cruzaron la frontera y no volvieron sino hasta que, más de doce años después de aquel 1980, todo pareció haber terminado.

Y comenzaron a hablar de los libros antiguos, de los platillos y sus recetas, la forma como se presentaba el plato. La idea tenía como principio buscar a los aldeanos que vivían en los alrededores para con ellos reconstruir un recetario popular, además de lograr incorporar a las familias en la incipiente economía del restaurante para la producción de alimentos. La otra aventura tenía que ver con el arte. “Yo recuerdo que cuando era niña, en La Bermuda se vivían noches de cuentos y leyendas


y eso fue lo que hicimos, replicarlo ahora que levantamos el lugar de las cenizas.” En esa época algunos amigos contaban cuentos de misterio y los niños se arremolinaban en las fogatas envueltos en cobijas, a escuchar las historias de espantos. Los trabajadores de la hacienda se disfrazaban y mientras se contaba el cuento aparecían entre los matorrales y simulaban frente a los niños y las niñas para acompañar el lado oscuro de las historias contadas. “Una de las cosas que creímos que debíamos rescatar era esos eventos”. El maestro Carlos Velis, dramaturgo salvadoreño que ha interpretado obras propias y de otros como OYarkandal de Salarrué estuvo en el lugar. “Montamos la obra de La Llorona, Aquí no se oía una mosca, Velis me dijo: qué pesada me la pusiste. Hicimos un escenario alrededor de la piscina, estaba listo, Carlos con su vestimenta y su narrativa de La Llorona, todo el mundo en un silencio sepulcral, había un grupo de canadienses, entonces él dijo: “Y a lo lejos se escuchaba…” cuando aparecimos entre el monte nosotros gritando: “¡Aaaay mis hijooos!”, la gente casi caía a la piscina de verse envuelta en el misterio de aquel cuento.” Lo que se revive en esas noches no es el teatro tradicional sino la manera como se contaban los cuentos en los caseríos, el aullido de los perros a lo lejos, el soplido de los vientos y la magia encontrada entre los viejos y los niños. Para los habitantes de La Bermuda, en sus tierras han sucedido cosas que no son fáciles de creer, quizá porque es parte de los espantos que habitan en la imaginación de las personas. Cuando se habla de esas historias en los amplios y preciosos corredores de la hacienda, uno sabe que esos cuentos no podrían tener el mismo efecto en otro lugar que no fueran esos parajes verdes que se ocultan del sol a eso de las cinco de la tarde. En los patios y los alrededores de la hacienda viven unos doscientos chuchos, que merodean y cuidan a los que habitan el restaurante La Bermuda y a los que se hospedan en su hostal. Echados parecen hombres que regresan de la batalla y acampan bajo la sombra de los árboles, pero también evitan que la gente suba a los lugares prohibidos, más de uno tiene la cara de indio o de soldado español, de guerrillero o de soldado, de karateca, o un brujo, todo depende de la imaginación y la simpatía o miedo que les tengamos. Los espíritus viajeros habitan La Bermuda, sus cuentos de aparecidos atraen a aquellos que se interesan por el más allá, es uno de los atractivos

de ese lugar. Para muchos La Bermuda “es un campo de energía, el corazón de un país, el corazón de Cuscatlán, por eso las plantas siempre están verdes, no importa si llueve o no.” De cualquiera manera, la ausencia de los ruidos estridentes de las ciudades, los verdes abundantes de la casa donde hoy está situado el restaurante y hostal “Hacienda La Bermuda” te saca de ondas y te pone en camino de muchas historias que corren por las aguas de los ríos y

los cerros de sus alrededores. Esa es la aventura, de ir a un lugar de hace más de cuatrocientos cincuenta años de hibrides de las energías de hombres y mujeres de todos los colores, donde además los artistas de la plástica tienen un lugar donde exponer su obra y a uno no le viene mal un buen trago de “chaparro” con refresco de granadilla.











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