Texto: Luís F. Arocha Fotos: Expediciones 92
Las aguas
del Acequia y el
Una travesía no sólo significa rodar sobre cuatro ruedas por inhóspitos paisajes; vivir una aventura también puede ser desde la acción de recorrer en balsa (rafting) un cauce fluvial barinés a la velocidad de la luz, literalmente…
bravas Sinig端is
Con La Remolacha (Land Cruiser FZJ71) previamente equipada desde la noche anterior, salimos, mi copiloto (Rafael Fuentes), junto a quien les narra 92 (Luís Arocha), muy temprano de Valencia rumbo a San Carlos en el estado Cojedes, donde tuvimos el privilegio de disfrutar un típico amanecer llanero cargados de colores entre amarillo y naranja que se dejaban ver entre las nubes, todo esto justo al tomar la autopista José Antonio Páez la cual nos llevaría hasta la cuidad de Barinas. Punto en el cual era necesario reabastecer combustible. Retomamos la carretera rumbo a San Cristóbal hasta llegar justo antes del puente de hierro sobre el río La Acequia, ahí estaba nuestro crucé a la derecha vía San Rafael de Catalina. En este punto comienza la carretera de tierra, la cual no presenta mayor dificultad por ser una vía dura y muy rocosa, con unos pasos con barro y otros de agua muy pequeños, que parecían secuelas de las lluvias. Nos llama poderosamente la atención el cambio radical de vegetación de la carretera de asfalto a la de tierra, es evidente que vamos rodando hacia el pie de cerro de la cordillera de los Andes por su lado Sur, el GPS nos indica el primer puente y justo al pasarlo podemos ver con claridad las montañas que separan a los estados Mérida y Barinas. Ya internándonos dentro de las montañas, comienza a escucharse el ruido que hace el río, el cual todavía no lo hemos visto
en nuestro asenso por esa especie de valle tipo herradura, muy agradable debido a la temperatura fresca a medida que subimos. De repente el camino nos lleva a una bajada muy inclinada de concreto y llena de musgos, debido a la densa vegetación y la cercanía al río. Atónitos quedamos cuando después de unas curvas en la bajada resbalosa, la vegetación nos permite ver el puente colgante sobre el Alto Acequia. El Puente está ubicado en el fondo de una garganta muy pronunciada que se forma por la unión de las montañas, lo que produce la forma de herradura del valle que recorríamos, el rugir del agua es ensordecedor, el color del río era un “aguamarina” que te permitía ver las rocas y las aguas blancas que se forman por la velocidad que tiene la corriente al pasar por la gran cantidad de piedras. El puente colgante te da una visual de un arco cuando estas por entrar en él, pero en el momento que lo pisas se inicia el traqueteo de los largueros del puente, y a medida que avanzas sobre el mismo, se hunde. A esto le agregas el estruendo del río, dejándonos sin palabras para describir la sensación. Inmediatamente, después del puente, hay una subida muy empinada en concreto que en menos de 200 metros de recorrido nos lleva a casi los 95 de altura sobre la cota del mismo, ese lugar se llama “La Ventana”. Hacia el Sur se ven las inmensas llanuras y, al
voltear hacia el Norte y de frente tienes el majestuoso parque Sierra Nevada, simplemente espectacular… desde ahí podíamos ver el campamento de Venezuela X, a menos de 2 kilómetros de una carretera de tierra, al llegar a él, nos recibe Hugo Pinto, su propietario, y en cuestión de minutos ya estamos bajando nuestro equipaje y ubicando las hamacas para asegurarnos los mejores puestos con vista al pico Humboldt. Después del almuerzo, a las 3:00 de la tarde, salimos junto con un grupo de Caracas hacia el río Acequia, al llegar al agua tuvimos una charla técnica y una práctica de rescate con cuerda, lo que nos permitió saber que tan fría estaba el agua, en ese momento, helada, pero la adrenalina te hace olvidar eso, y ya montado en la balsa con el esfuerzo que haces remando no sientes el frío. A poca distancia de donde arrancamos en las balsas comienza la acción de los primeros rápidos, el guía de las embarcaciones daba las instrucciones de remo: “derecha Atrás”, “izquierda adelante”, para poder sortear cada uno, luego de haber pasado los dos primeros, La Poceta y El Francés, nos acercamos al rápido “La Chupadora”, en el cual y debido al inmenso remolino que se forma entre dos grandes piedras le entramos con la balsa girando en su propio eje literalmente de retroceso. Salimos mucho mejor de lo que entramos, “todos abordo”. Lo que sí nos permitió ese giro repentino, fue darnos cuenta que se aproximaba un mal tiempo sobre la cabecera del río; el presagio no era alentador, por lo que tuvimos que apresurarnos para llegar al final antes de la lluvia.
La situación que se nos presenta aguas abajo no era tan fácil, nos faltaban seis (6) rápidos, Quiebra costilla, Las Piedras; Speedy Gonzáles, El Escorpión, El Submarino y Terminator, de los cuales “El Escorpión” era el más fuerte. Con la alarma del mal tiempo pasamos por los tres rápidos, antes del temido Escorpión como todos unos profesionales del rafting. Nuestro guía giraba instrucciones necesarias para pasar El Escorpión, haciendo hincapié, que cuando dijera: “duro adelante”, había que remar con mucha fuerza. Cuando tuvimos visual del rápido, estábamos al margen derecho del río, y El Escorpión del lado izquierdo; no parecía tan grande, pero cuando ya entramos en su corriente frente a él, se puede entender el porqué le llaman Escorpión. Ahí se forma un bajío con mucha velocidad antes de las dos grandes piedras que se encuentran de cada lado del rápido, asemejándose a las tenazas del animal, y justo en el medio de ellas se forma una cresta como de un 1.80 metros (el cuerpo), otra mucho más alta detrás, que vendría siendo la cola del escorpión. Todo trabajamos como un reloj suizo a las ordenes del guía al pasar el bajío y el cuerpo, aquí nos ordenó con un fuerte comando: “duro adelante”. Sólo da tiempo para dos o tres remadas con toda la fuerza para cuando entras en la cola de El Escorpión; hundiéndote te frena en la parte baja de la balsa, y salir disparada rompiendo la cresta en la parte alta, son dos cosa iguales con una cantidad de agua helada entrando en ella. Estando todos abordos celebramos el haber salido ilesos y con éxito, con el signo del rafting, levantando las palas, al mejor estilo
de ese deporte. Sin embargo, nos faltaba enfrentar a Terminator, quien, al contrario, se tornó relativamente fácil, el paso por éste rápido significaba el fin de la aventura, que se hace desembarcando la balsa, cayendo uno a uno; lo hicimos exactamente en la parte baja del río Acequia, el embarcadero como tal. El día lo terminamos en el campamento, donde, luego de la cena, decidimos descansar, imaginándonos el frío, sin creer la magnitud del mismo, al amanecer fuimos testigos de uno de los impactos visuales más imponentes, observar la sierra nevada, lo que nos hacía olvidarnos de la baja temperatura. Para el segundo día, la travesía nos indicaba nuestro paso por el río Sinigüis, después de bajar 45 minutos, bordeando el lado oeste del río Acequia, subiendo por el lado este, dirigiéndonos hacia la base del parque Sierra Nevada, muy cerca de las cabeceras del Sinigüis, donde se dio la partida. Todos en las balsas, comenzamos a tomar rumbo río abajo, el cual se tornaba más violento y de mayor rapidez, al contrario del Acequia. Después de tres rápidos: El Despertador, El Dilema y Kiwi Conection, arribamos a una zona, muy parecida a una piscina, donde se encuentra un puente colgante, el lugar lo aprovechamos para lanzarnos desde el mismo, otra experiencia más de la travesía. Tras ese paso nos reincorporamos de nuevo al río, aunque todo se tornó más lento, pasamos por el rápido La Licuadora, llegando a un punto donde la situación se volvía de nuevo extrema, La Lavadora, para sortearlo nos
Vista desde La Ventana hacia el parque Sierra Nevada.
reagrupamos todos, con la finalidad de superar ese rápido de una manera segura, sin que nadie estuviera en peligro. Cabe destacar que el ruido del lugar era realmente ensordecedor. Tras unos minutos nos fuimos acercándonos a un rápido, el lugar perfecto, donde en segundos se describe la fuerza del agua y cómo la adrenalina hace que sin pensar puedas remar. Al pasar te das cuanta del grado de dificultad, sin explicarte cómo pudiste lograrlo. Seguimos río abajo, pasando algunos rápidos cortos, pero con obstáculos, como árboles atravesados, convirtiéndolos en lugares peligrosos. En algún momento, uno de nuestros acompañantes fue víctima de un percance con la balsa, la cual en uno de los huecos se volteó hacia el lado izquierdo, cayendo éste al agua; el rescate consistió en subirlo inmediatamente a la balsa, tal situación no pasó de ser un susto. Pasado todo esto, terminábamos el segundo día, regresándonos de nuevo al campamento. Para el tercer día, todo se tradujo en volver a disfrutar de la fuerza del Acequia y el Sinigüis, pues, regresamos a los cauces, comenzando por el Sinigüis, llegando a la unión con el Acequia, el cual bajamos completamente de manera exitosa y sin detenernos. Éste viaje en particular, nos brindó la oportunidad de conjugar el deporte con la real aventura, gozando de un clima inigualable y una vista natural única. La emoción consistió en saber que una travesía no sólo consiste en llegar a un sitio determinado, sino vivirlo al máximo.