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Amor
EN EL DESIERTO
Fotos: Cortesía de PGSCh - Universidad de Tarapacá
Si bien el arsénico envenenaba de a pocos a hombres y mujeres de la cultura chinchorro, manos amorosas preservaron sus cuerpos para que hoy, miles de años después, intentáramos descifrar la historia de las momias más antiguas del mundo.
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Texto: Ángela Posada-Swafford @swaforini Periodista científica, conferencista y escritora. Ha colaborado con la NASA y la National Science Foundation documentando sus exploraciones para medios como WIRED, Astronomy y Scientific American.
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Estas dos esculturas de los artistas Paola Pimentel y Johny Vásquez rinden un tributo al patrimonio de las momias de Chinchorro. Su nombre es ‘Jaillina Thaya’, El Cantar del Viento.
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n el depósito de momias de la cultura chinchorro del Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, en Arica, norte de Chile, huele a tierra dulce y algo mustia. El lugar está atestado de repisas con cajas de madera poco profundas. Cada caja tiene una cama de arena y sobre esta, una momia de entre cinco y siete mil años de antigüedad, datada con carbono 14 y cubierta con una sábana de papel libre de ácido. La conservadora Mariela Sepúlveda descubre una de ellas, marcada como MO1T-7C-5. Es un niño de no más de 5 años. Hay algo en la expresión de su cara, cubierta con una delgada máscara de barro craquelado y en la pequeñez y fragilidad de su cuerpo pardo, que me produce una ternura infinita. Nada en este ser bellamente preservado me impresiona o repele. Al contrario, extiendo mi mano hacia él y mentalmente cruzo el abismo de tiempo y geografía que nos separa. Dos mil años antes de que los egipcios crearan sus propias técnicas del otro lado del planeta, y 6 mil años antes de que apareciera el mismísimo Imperio incaico, manos amorosas desarman el cuerpo de este pequeño, remueven la piel de forma cuidadosa, sacan el cerebro y las vísceras y vuelven a armar la figura de forma anatómicamente correcta,
Chinchorro Mummies of Chile
Foto: Getty Images - Insights
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ontrary to popular belief, the world’s oldest mummies — up to 7,000 years old — are not from Egypt. They were laid to rest and discovered in northern Chile near the city of Arica. Incredibly, the Chinchorro civilization of this region not only mummified its elite but everyone who died in an intricate taxidermy process that included a clay mask placed over the face. Why did they do this? We can only speculate, but anthropologist Bernardo Arriaza believes, based on arsenic polluting the water, it could have been a “cultural response to an environmental phenomenon that decimated the population.”
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devolviéndole el volumen con pasto, lanas, plumas y tierra apelmazada con sangre de león marino y quién sabe qué otras sustancias. El cuerpo es barnizado con una pasta de ceniza y agua, la cabeza decorada con una peluca, y el rostro cubierto con una primorosa máscara de barro con la boca en forma de “o”. ¿Por qué invertir semejante esfuerzo y tecnología de taxidermia avanzada en un niño? ¿Y por qué los chinchorro momificaban deliberadamente no solo a los niños, sino a todos sus muertos, sin importar rangos o sexo? Algo pasó aquí, en el valle de la Caleta 106 /
Camarones y las otras playas del desierto costero de Arica y Parinacota, pues hay tantas momias enterradas aun en las áridas laderas montañosas, que el lugar está siendo considerado por la Unesco como posible Patrimonio de la Humanidad. El antropólogo físico Bernardo Arriaza de la Universidad de Tarapacá, en Arica, tiene una interesante hipótesis según la cual la práctica de momificar a la gente sin distinción fue una “respuesta cultural frente a un fenómeno medioambiental que diezmaba a la población”. En efecto, los chinchorro tenían la mala fortuna de vivir, sin saberlo, en un medioambiente extremadamente tóxico, bebiendo y usando aguas subterráneas y de río que contenían —y aún contienen— mil microgramos de arsénico por litro de agua, es decir, cien veces más altos que los niveles recomendados para la salud.
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El arsénico produce abortos espontáneos y el nacimiento de bebés prematuros, y Arriaza cree que en las mujeres de esta población las tasas de pérdida podrían haber sido de hasta 30 por ciento. Es interesante, añade, que los bebés e infantes sean las primeras momias chinchorro. Parada en la desnuda costa castigada por el constante oleaje del océano Pacífico, me es fácil imaginar la dura existencia de esta gente ancestral, que no llegaba más allá de los 25 años. Cada vida era algo sumamente precioso y cada muerte, objeto de una profunda devoción. Con el paso de los años la momificación fue adquiriendo carácter francamente artístico, en el cual las máscaras, los rellenos y barnices entregaban, más que cuerpos humanos, obras de arte prehistórico. El Museo Arqueológico en Arica tiene una magnífica sala donde uno puede apreciar, en urnas de vidrio, cuerpos de 20 centímetros asombrosamente preparados, familias enteras, todas con sus máscaras de barro, canastos finamente
tejidos, puntas de lanza y varios objetos que salen a relucir de las sombras del pasado. Y si uno tiene suerte, tal vez se tope con el arqueólogo Calogero Santoro, o el antropólogo Santiago Medica de la Universidad de Tarapacá, para que le hagan viajar hasta este mundo perdido. Ahora las momias esperan la respuesta de la Unesco sobre la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Pero el tiempo apremia: el cambio climático amenaza con arruinar las 120 momias que están en el museo, y tal vez incluso las que están bajo tierra aún. Sus delicadas máscaras y piel muestran parches negros causados por una explosión de bacterias. La Universidad de Tarapacá tiene planes de construir un centro de estudios y ampliar el museo, y convertir a Arica en el punto cero de todo lo que es chinchorro. La decisión de la Unesco sería solo el principio, ya que de todos modos la comunidad de Arica y sus alrededores están trabajando en atraer al turismo científico. De vuelta en el museo, le pido a Mariela Sepúlveda esperar unos minutos más antes de cubrir nuevamente la momia del niño sobre su cama de arena, para estabilizarlo ante cualquier movimiento accidental. Lo veo corriendo por el valle, tal vez riendo, tal vez gritando, o llorando. Y el golfo que nos separa parece cerrarse por unos instantes. Después de todo, somos parte de lo mismo.
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1 Momia expuesta en el museo de San Miguel de Azapa. 2 Los científicos trabajan para conservar las 120 momias que han sido encontradas hasta el momento. 3 Las laderas de Caleta Camarones, al sur de Arica, están llenas de momias enterradas.