Mérida Imprescindible Esta opción nos permite conocer algunos de los edificios dedicados a espectáculos en una gran capital del Imperio Romano, así como acercarnos de forma superficial a la vida cotidiana de los primeros emeritenses y a sus formas de manifestarse ante el hecho de la muerte. La visita al Museo nos aportará las claves de una civilización que forma parte consustancial de nuestra cultura.
1. TEATRO
El Teatro se construye bajo el patrocinio de Agripa, yerno de Augusto, a caballo entre los años 16 y 15 a.C., cuando la Colonia fue promovida como capital provincial de la Lusitania. Al igual que el edificio contiguo del Anfiteatro, el Teatro se edificó parcialmente en la ladera de un cerro, lo que abarató sustancialmente los costes de su fábrica. El resto se erigió en obra de hormigón forrada de sillares. Aunque los romanos no eran muy aficionados al teatro, una ciudad de prestigio no podía dejar de contar con un edificio para los juegos escénicos. El de Augusta Emerita fue especialmente generoso en su cabida: unos seis mil espectadores. Éstos se distribuían de abajo a arriba según su rango social en tres sectores de gradas, caveas summa, media e ima, separados por pasillos y barreras. A todas las gradas se accedía con facilidad desde escalerillas distribuidas de manera radial por las caveas. A través de pasillos se llegaba a las puertas de acceso o vomitorios. La deteriorada grada superior o summa cavea era lo único que emergía del edificio antes del inicio de su excavación en 1910. Al quedar arruinadas desde antiguo las bóvedas de los accesos, sólo quedaban en pié los siete cuerpos de sus gradas, lo que dio lugar a que los emeritenses bautizaran a esas ruinas como las Siete Sillas. La cavea ima, donde se acomodaban los caballeros de la ciudad, se modificó en época de Trajano, erigiendo en su centro un espacio sagrado rodeado de una baranda de
mármol. Delante de la cavea ima vemos tres gradas más anchas y bajas, donde los magistrados y sacerdotes de la ciudad disfrutaban del espectáculo sentados en sillas móviles. Aquellos accedían a sus escaños desde las grandes puertas laterales ubicadas en ambos extremos. Sobre éstas puertas se hallaban las tribunas de los magistrados que costeaban el espectáculo. El espacio semicircular donde se ubicaba el coro, la orchestra, luce un suelo mármol fruto de una reforma tardía. Tras la orchestra se eleva el muro del proscenio, de exedras circulares y rectangulares. Sobre él se desplegaba la escena. Originalmente era un entarimado de madera bajo el que se distribuían todos los artilugios de la tramoya. La escena se cierra con un muro de treinta metros de altura, el frons scaenae, estructurado en dos cuerpos de columnas entre la cuales podemos ver estatuas de emperadores divinizados y de dioses del mundo subterráneo. Todo se eleva sobre un podio decorado con ricos mármoles. En el frente escénico se encuentran tres vanos por los que accedían los actores al escenario. El central, la valva regia, remata en dintel sobre el que se asienta la estatua sedente de la diosa Ceres (o Livia, la mujer de Augusto, deificada). Desde la coronación del frente escénico pendería una marquesina de madera para mejorar la acústica del recinto, ya de por sí excelente. Tras el muro del frente escénico se desarrolla un amplio jardín porticado cerrado por muros con hornacinas que fueron decoradas con estatuas de miembros de la familia imperial. En el eje de este pórtico, en línea con la valva regia y el espacio sagrado de la ima cavea, se halla la aula sacra, un pequeño espacio sagrado con una mesa de altar donde se honraba a la figura del divino Augusto.
2. CASA DEL TEATRO
En el extremo oeste del pórtico del Teatro podemos ver esta vivienda cuyo excavador, José Ramón Mélida, creyó que las estancias dotadas de ábsides con ventanas en sus cabeceras, formaban parte de una iglesia donde se reunía una de las primeras comunidades cristianas, de ahí que la denominase “Casa-Basílica”. La entrada de la casa se encuentra al oeste y da a una calzada realizada con lastras de diorita, que discurre de este a oeste. Las fauces de la vivienda dan a una serie de estancias que se articulan en torno a un patio que estuvo porticado y en cuyo centro se aprecia aún los restos de un estanque. Algunas estancias conservan restos de mosaicos decorados con temas geométricos y de lazadas vegetales. Al fondo del patio se encuentran las estancias absidadas, que invaden zonas que antes
formaban parte del pórtico del Teatro. Las habitaciones debieron estar cubiertas con bóveda de cañón y, en los ábsides, rematarían en un casquete semiesférico. Las paredes, enlucidas con pinturas, en lo conservado están decoradas con imitaciones de incrustaciones de mármol en los zócalos y, en la zona del ábside, sobre pedestales, se conserva el tercio inferior de personajes, quizá unos sirvientes, vestidos con túnicas de colores y decoradas con brocados. Salvo el suelo de la zona del ábside, que posiblemente estuvo enlosado con mármol, el resto de la estancia estuvo decorada con un mosaico en el que destaca la presencia de una crátera inscrita en un cuadrado. La casa, del siglo II d.C, tiene varias reformas, aunque la principal, a la que pertenecen las salas absidadas, es del siglo IV d.C.
3. ANFITEATRO
Erigido en el 8 a.C. como atestiguan las inscripciones halladas en sus tribunas, el Anfiteatro sirvió de escenario para espectáculos muy populares: los juegos de gladiadores, las cacerías de fieras y la lucha entre animales salvajes en escenarios artifíciales que recreaban bosques, selvas con lagunas o desiertos, todo ello sobre las grandes tarimas de madera que formaban la arena. La cabida aproximada de este coso gigantesco era de entre quince y dieciséis mil espectadores. Contiguo al Teatro, está separado de él por una calzada que circunda ambos edificios. Con más pobreza de medios, este edificio se alzó de manera similar a la del Teatro y, como aquel, es fruto de diversas fases. Para abaratar costes, parte del graderío se asentaba sobre cajas de fábrica rellenas de tierra fuertemente apisonada. Los paramentos eran de piedra del lugar bien desbastada. En ocasiones las tongadas de los paramentos se igualaban con verdugadas de ladrillo. En los arcos de los vanos de acceso, se utilizaban sillares presentando el característico almohadillado de época augustea. La distribución del graderío era similar a la del Teatro, aunque hoy solo se conserva
bien la cavea ima y algunos sectores de la cavea media. En tres de los ejes de la elipse podemos apreciar la existencia de cuatro puertas monumentales que, desde el exterior, y a través de amplios corredores, dos de ellos escalonados, desembocaban en la arena. En distintos tramos de cada corredor se abrían puertas que, por medio de escaleras, daban acceso al graderío. Sobre la puerta del eje menor occidental se ubicaba la tribuna de los magistrados, que no se conserva. Frente a este, en el eje oriental, se ubicaba la tribuna, que se conserva parcialmente restaurada, donde disfrutaban del espectáculo las personas que lo costeaban. A través de unas pequeñas escaleras los patrocinadores accedían a la arena. El graderío se separaba de la arena por medio de un podio de granito, que estuvo guarnecido con losas de mármol, como demuestra la presencia de los agujeros de anclaje en los sillares del podio. Sobre esto, existió una barrera hecha con sillares de granito. En la cara que daba a la arena, estos sillares lucían pinturas alusivas a los juegos gladiatorios y a los paisajes en los que se desarrollaban. Flanqueando las puertas de los ejes mayores, hay una serie de estancias que, o bien se usaron a modo de jaula para las fieras como de estancias donde se preparaban los gladiadores. En la arena se aprecia la presencia de un gran foso. En él se asentaban los pilares de madera que sostenían las tarimas y, bajo las cuales, se ocultaban todos los ingenios necesarios para el desarrollo de unos espectáculos tan complejos.
4. CASA DEL ANFITEATRO
Esta zona arqueológica se encuentra fuera de las murallas de Augusta Emerita, en una zona donde cohabitaron viviendas con espacios funerarios e industriales. Engloba dos casas: la Casa de la Torre del Agua, del siglo I a.C., y la Casa del Anfiteatro, que tuvo una vida algo más longeva, desde finales de siglo III a.C. hasta inicios del V d.C. Una vez se accede al recinto, lo primero que se observa es una construcción de planta rectangular en cuyo interior se decantaban de impurezas las aguas que llegaban de la conducción hidráulica de San Lázaro, que también podemos ver. Desde esta torre, partían dos ramales, uno orientado hacia los cercanos edificios de espectáculo y otro hacia la zona central de la ciudad. Un tramo de este último podemos verlo en la cripta
del Museo Nacional de Arte Romano. De la Casa de la Torre del Agua poco es lo que se conserva, ya que quedó arruinada por el paso de un arroyo. Este arroyo era salvado por la conducción hidráulica de San Lázaro por un arco, cuya clave de granito está decorada con una cabeza de león. La Casa del Anfiteatro es un complejo doméstico de gran extensión. Parte de él se articula en torno a un patio porticado de planta trapezoidal, ajardinado en su parte central, donde también existe un pozo y una fuente. Una de las habitaciones que da a este patio, posiblemente un comedor o triclinio, tiene un suelo de mosaico en cuyo emblema central se representan con realismo escenas de vendimia y de la pisa de la uva, así como a Venus acompañada de un Amorcillo. En el lado nororiental de esta zona de la casa se ubica la cocina y un conjunto termal. Hacia el sudeste se articula otro grupo de habitaciones. Una de ellas, de considerables dimensiones, probablemente fuera un comedor, tiene un suelo de mosaico en el que se representa un nutrido y realista muestrario de fauna marina. En el lado más próximo al Anfiteatro, podemos ver restos del mausoleo de Cayo Julio Succesianus, del siglo II pero modificado durante la centuria siguiente. En él apareció un dintel con la representación humanizada de los dos ríos que flanquean la ciudad: el Anas (Guadiana) y el Barraecca (Albarregas).
5. MUSEO NACIONAL DE ARTE ROMANO
Esta obra del prestigioso arquitecto riojano Rafael Moneo Vallés con sus colosales dimensiones, con el uso reiterado del arco de medio punto y con el empleo de ladrillo y hormigón, recrea los grandes edificios de la tardorromanidad, como las termas de Diocleciano de Roma o el mausoleo de Gordiano en Tesalónica. En su interior podremos admirar una de las mejores colecciones de escultura romana y de mosaicos de la península. A través de la visita a sus salas comprenderemos cómo funcionaba una gran ciudad romana y cómo desde ésta se administraba una vasta provincia, la más occidental del Imperio Romano. También visitar este Museo nos permite acercarnos a los más variados aspectos de la vida diaria de los primeros emeritenses. Su cripta alberga, entre otros vestigios, restos de viviendas extramuros decoradas con interesantes pinturas así como algunos enterramientos.
Ruta: Paseo por el Centro de la Ciudad Les proponemos un paseo por el tortuoso callejero del casco viejo de la ciudad. Vamos a descubrir todo lo que ha venido sucediendo dentro de las murallas de la ciudad a lo largo de la historia y, sobre todo, vamos a adentrarnos en los lugares donde ha residido y reside el poder: los foros, el conventual y la plaza.
1. TERMAS DE LA CALLE PONTEZUELAS Y ZONA ARQUEOLÓGICA DE LAS SIETE SILLAS
En el solar que antaño ocupara hasta el año 2002 un secadero de jamones aparecieron restos de viviendas del siglo I ubicadas fuera de las murallas de la ciudad y, también, un conjunto termal cuya planta se conserva casi íntegra. Así podemos contemplar los baños de agua caliente (caldaria), agua fría (frigidaria), templada (tepidaria) e, incluso, los vestuarios (apodyteria). Estos últimos con sus suelos enlosados con lastras de mármol. Junto a esa estancia podemos ver un gran espacio abierto para realizar ejercicios gimnásticos (palestra). Ese espacio engloba en su centro una gran piscina (natatio). Estas termas parece que estuvieron en funcionamiento entre los siglos II y V d.C. A escasos metros de las termas, haciendo esquina con las calles José Ramón Mélida y Sagasta, se construyó un edificio residencial en cuya planta sótano se abrió el Centro de Interpretación denominado de las Siete Sillas. En él podemos ver un pequeño tramo de la muralla, con una torre de planta redonda adosada. Dentro de la muralla y unida a ella, encontramos algunas estancias pertenecientes a una vivienda, una de ellas con suelo de mosaico bícromo. A la misma vivienda pertenece el estanque rectangular rematado en ábside.
2. PUERTA DE LA VILLA Y SALA DECUMANUS
Llegamos a una plaza en cuyo centro se alza una fuente con una estatua femenina de bronce. Representa a la arqueología como una mujer vestida a la usanza romana, portando un ramo de laurel en una de sus manos. La escultura es obra del afamado escultor local Juan de Ávalos. Ésta se hizo en homenaje a los arqueólogos que iniciaron las excavaciones en Mérida a comienzos del siglo XX. Si miramos al fondo, a nuestra derecha, descubrimos la presencia de otra estatua, en este caso de mármol. Es la representación ideal de la Mártir Eulalia, patrona de la ciudad. Fue realizada por otro escultor emeritense: Eduardo Zancaza. A nuestra izquierda se abre la calle de Santa Eulalia, verdadera arteria vital de la ciudad que perpetúa el que fuera eje de la Colonia romana, el decumanus Maximus. Esta vía seccionaba la urbe de oeste a este, desde la puerta del puente sobre el Guadiana hasta donde nosotros nos hallamos ahora, lugar en el que estuvo ubicada otra puerta, de ahí que esta plaza reciba el nombre de Puerta de la Villa. Los accesos a la Sala Decumanus nos muestran un fragmento del decumanus maximus, con sus losas de diorita y cuarcita, así como restos de los pórticos que la flanqueaban. Ya dentro de la citada Sala, merece la pena admirar un testimonio arqueológico singular. Se trata de un aljibe romano utilizado por los primeros cristianos de la localidad como improvisada iglesia. La prueba que corrobora esta circunstancia es la presencia, en una de las paredes de este deposito, de una corona de laurel en cuyo interior se representa el anagrama de Cristo.
3. PÓRTICO DEL FORO
A través de las calles Berzocana y San José confluimos en la calle Sagasta. El primer conjunto con el que nos encontramos es el denominado Pórtico del Foro. Se trata de la esquina de un pórtico monumental que formaba parte del grandioso programa propagandístico del antiguo Foro Municipal de Augusta Emerita. Estuvo íntegramente revestido de mármol, como se aprecia en algunas zonas. Gira en torno a una plaza rodeada por un canal. Los entablamentos están sostenidos por grandes columnas corintias. Sobre ellas descansa un ático con metopas en las que se alternan medallones con cabezas de Júpiter-Amón, Medusa y cariátides portando cráteras. Los muros de cierre presentan grandes hornacinas en las que iban dispuestas tanto estatuas de la familia imperial como de dioses y mitos ligados a la historia de Roma y a la familia de Augusto. Éste pórtico fue erigido hacia mediados del siglo I a imagen y semejanza del Foro de Augusto en Roma.
4. TEMPLO DE DIANA
En realidad se trata de un Templo de Culto Imperial ubicado al fondo de una gran plaza que fue parcialmente nivelada, ya que se evidencian en algunas zonas restos de un criptopórtico. De la plaza se conservan aún lastras de mármol de su pavimentación así como los muros que la delimitaban, también los dos estanques que flanqueaban al edificio. El templo, de planta rectangular, se alza sobre un alto podio de granito que concluye en molduras. Sobre él asienta la columnata cuyos tambores de granito estuvieron estucados y pintados. Esta columnata rodea todo el templo. En su frente, al sur, presenta seis columnas sobre las que asentaba el tímpano. Una escalinata, de la que sólo se conserva la subestructura, servía de acceso a la cella. En una exedra que segmentaba la escalinata puede que se ubicara el altar. Debió de erigirse aún bajo el poder de Augusto. Su estado de conservación excepcional se debe a que, durante siglos, el templo sirvió de cimiento y armazón del palacio renacentista del Conde de los Corbos, del que se conservan aún algunas partes. Saliendo por la calle Berzocana llegaremos a la calle de Santa Eulalia, en ella podemos admirar una pequeña joya de la arquitectura neomudéjar de principios del siglo XX, el mercado de abastos “José María de Calatrava”, diseñado por el arquitecto extremeño Ventura Vaca.
5. RESTOS ARQUEOLÓGICOS EN EL CENTRO CULTURAL “ALCAZABA” Y CONVENTUAL SANTIAGUISTA
Recorremos toda la calle Romero Leal, donde aún se conservan algunas casonas solariegas decimonónicas o de los inicios del siglo XX para llegar al Centro Cultural “Alcazaba”, en cuyo interior podremos ver restos de manzanas de la ciudad romana delimitadas por calzadas. Estas manzanas presentan una mezcolanza de estructuras de diversos momentos y con funciones diversas, así un espacio público altoimperial del que se conserva un gran estanque, posteriormente reutilizado para la edificación de unas termas. Antes de llegar a la Plaza de España, es obligado pasar por la Plaza del Rastro, donde podemos admirar la fachada del Conventual de la Orden de Santiago. La Orden de Santiago construyó la Casa de la Encomienda en el ángulo Norte de la Alcazaba. En el siglo XVI, en alternancia con la localidad de Calera de León, este edificio fue, durante un breve espacio de tiempo, la sede del priorato. El edificio tomó la forma de conventual y es como hoy lo vemos. Desde la Plaza del Rastro vemos la recia fachada de este monumento vivo, todo ella de sillares de granito, retranquedada tras el cubo de una torre albarrana que, no hace muchos años, formaba parte la estructura de un secadero de jamones. El acceso al edificio se hace a través de una portada en arco de medio punto. Más abajo, donde concluyen unas escaleras, vemos una puerta que, por la presencia de baquetones enmarcando al arco, parece tardogótica y, por lo tanto, es más antigua que la primera. Al cuerpo principal de Conventual se une la torre del homenaje, un sólido cubo con un único y minúsculo vano. Adosada a ésta vemos la fachada de la que fuera la iglesia prioral, reformada para albergar un salón de actos. Este edificio es hoy la sede la Presidencia de la Junta de Extremadura.
6. LA PLAZA DE ESPAÑA
Desde su ordenamiento como tal, en época de los Reyes Católicos, la plaza ha sido lugar de mercado y donde se hallaban los pilares o fuentes de agua corriente. Sirvió igualmente como estrado para funciones teatrales, coso para corridas de toros a la jineta, marco de ajusticiamientos, mascaradas, luminarias, juegos de cañas y procesiones. Aquí recibía el pueblo a los monarcas y miembros de su familia en sus regias visitas, aquí también se proclamaba fidelidad a un rey cuando subían al trono o se cumplía con el duelo cuando fallecía. En esta gran plaza de traza rectangular fueron añadiéndose los edificios del poder desde inicios de la Edad Moderna hasta hoy. De la fisonomía actual de la propia plaza destaca la presencia, en su centro, de una fuente neobarroca de mármol de finales del XIX, obra del taller lisboeta de Germano José do Salles. De un gran estanque circular emerge un pedestal con amorcillos que, montados sobre delfines, van haciendo sonar unas cornucopias. Sobre este pedestal asientan sendos estanquecillos a modo de bandejas circulares, profusamente decorados con motivos vegetales. El conjunto remata en un capitel corintio. Los soportales que se conservan, y que circundaban todo el recinto, son fruto de varias reformas.
7. LA CONCATEDRAL DE SANTA MARÍA
El edificio más antiguo de todos cuantos rodean la Plaza de España es la Concatedral de Santa María la Mayor. El hallazgo de alguna pieza visigoda hace pensar que aquí se ubicó la famosa catedral matriz de Santa María de Jerusalén, con su baptisterio, el palacio obispal y el atrio que los unía. Lo cierto es que, reconquistada la ciudad, se erigió aquí una ermita que fue progresivamente ampliada. Hoy se nos presenta como un conjunto gótico arcaizante, es decir, un templo muy macizo y achaparrado, con sencillos pináculos en la cabecera. En su interior presenta tres naves, la central más ancha, con arcos ligeramente apuntados. Las tres naves están cubiertas desde el siglo XVII con bóvedas de aristas. Anteriormente las naves tenían un techo de armaduras de madera de gusto mudéjar. Sólo en algunas capillas y, sobre todo, en la cabecera, en la capilla mayor y la sacristía, se conservan arcos de tracería gótica. La iglesia tuvo originalmente pinturas en las paredes, como podemos ver en un fragmento que aún se conserva y en el que representa la misa de San Gregorio. Las capillas pertenecieron a las familias más nobles de la ciudad. Hasta mediados del XIX la iglesia fue lugar de enterramiento para nobles de la ciudad. Así, a un lado de la cabecera y en la actual sacristía podemos ver los sepulcros de D. Diego de Vera y Figueroa y de su mujer, Dña. Marina Gómez de Figueroa. En el tramo inicial de la cabecera también podemos contemplar la imagen del Cristo de la O, patético Cristo tardogótico que es la imagen titular de las cofradías de penitencia locales. Se ubica en el lugar donde estuvo la tumba de Dña. Leonor de Austria, hermana de Carlos V, y que fue reina de Portugal y Francia.
8. PALACIO DE LOS VERA MENDOZA Y LA CASA DE LOS PACHECO
El palacio de los Mendoza es todo él obra de sillares berroqueños y, tanto en su estructura interna como en su fachada principal, se aprecia que es fruto de varias momentos, especialmente de los siglos XV y XVII. Así, junto a algunos ventanales con arcos conopiales y una gran ventana con arcos trilobulados con dos finas columnillas haciendo de parteluz, la misma fachada luce vanos con frontones barroco-clasicistas. El interior, adaptado junto a la casa de los Pacheco a las necesidades de una instalación hotelera, conserva una galería de arcos rebajados. Las paredes están decoradas con bellos azulejos talaveranos que recrean escenas de la Reconquista. La casa adosada al palacio de los Mendoza ocupa el espacio en el que antes estuviera la vieja Audiencia, sede del concejo, y la cárcel. Fue costeada por uno de los hombres más adinerados de la ciudad tras la Guerra de la Independencia: D. Alonso Segundo Pacheco. Se trata de una casa de estilo clásico. Con tres alturas, la primera muestra una hilera de vanos rematados con frontones curvos; la segunda con frontones triangulares y la última, a modo de altillo, tiene sencillas ventanas adinteladas. Remata en terraza decorada con acróteras de bolas. En su interior destaca un patio neomudéjar de principios del XX.
9. EL CÍRCULO EMERITENSE, LA CASA CONSISTORIAL Y EL PALACIO DE LA CHINA.
La nueva sociedad burguesa local, surgida al rebufo de la construcción del ferrocarril, y las tradicionales familias de terratenientes, crearon la Sociedad Círculo Emeritense. Encargaron un edificio de corte clásico para albergar su sede. Se concluyó en 1867, como reza una cartela encastrada en el frontón, rodeado de acróteras, que remata el segundo cuerpo del edificio. En esta fachada de la plaza se encuentra también la nueva sede de la Casa Consistorial, que fue inaugurada en 1865.Luce un remate superior a modo de templete que alberga el reloj. La fecha de 1883 que aparece en dicho remate corresponde a la terminación del último cuerpo del edificio. La plaza tiene, en su fachada meridional, otro edificio singular, el conocido como “Palacio de la China”. Construido en 1928 a expensas del famoso comerciante del ramo textil, D. Bartolomé Gil “El Chino”, para albergar unos grandes almacenes. La azulejería sevillana, las cresterías de loza en las que rematan las terrazas, los vanos de regusto mudéjar, los balcones con galerías, nos traen a la memoria la arquitectura sevillana de principios del XX, cuya máxima expresión la encontramos en la Plaza de España hispalense.
10. IGLESIA DE SANTA CLARA Y COLECCIÓN VISIGODA Fue un médico local, Lope Sánchez de Triana, quien iniciara en 1602 las obras de este convento que fuera de las monjas Clarisas. No quedó rematado hasta bien entrado el siglo XVII. Por desgracia, las desamortizaciones del XIX desmembraron el conjunto. El convento pasó a ser residencia privada (hoy es la sede de una Consejería de la Junta de Extremadura) y la iglesia fue utilizada como almacén, escuela, teatro y museo, que es el uso que hoy mantiene. Es una obra señera del barroco clasicista, a pesar de los muchos avatares que tuvo su
edificación. Sobre robustos zócalos de granito arrancan muros con cajeados de ladrillos recercados con mampostería. Los vanos y esquinas son, en su integridad, de granito. En su interior podemos apreciar que el templo es de una sola nave, dividida en dos tramos por medio de grandes pilastras, con cabecera cuadrada. Las cubiertas de los tramos son de medio cañón y de medio cañón con lunetos. El crucero, sin embargo, luce una cúpula sobre pechinas rematada con una linterna. Al exterior no se aprecia la cúpula porque está enmascarada por una terraza cubierta. De los edificios civiles y religiosos de esa gran ciudad que fue la Mérida visigoda nos restan multitud de testimonios, especialmente de las piezas que los decoraron: cimacios, pilastras, ventanas, columnas, celosías, o que formaron parte de la liturgia en las iglesias del poderoso obispado emeritense: canceles, pilas, mesas de altar… También podemos ver laudas o inscripciones sepulcrales de los cristianos de esa época, así como objetos de orfebrería, cerámica y vidrio.
11. ASAMBLEA DE EXTREMADURA (ANTIGUO HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS)
A través de un estrecho callejón que discurre entre la cabecera de la antigua Iglesia de Santa Clara y las traseras de la casa de los Pacheco, desembocamos en la recoleta plazuela de Santa Clara, que se une a otra plazoleta a la que mira el edificio del antiguo Hospital de San Juan de Dios, hoy sede del Parlamento Autonómico. Esta fundación franciscana es de corte barroco, presenta zócalos y esquinas de granito, en tanto que el resto de las fábricas y las portadas son de ladrillo. Su interior se articula en torno a un patio porticado de dos alturas, la primera con arcos de medio punto y, la segunda, con una galería de arcos rebajados. La iglesia, construida aparte entre 1764 y 1768, como consta en las cartelas esgrafiadas que hay en su fachada, es de planta central inscrita en un octógono. Se cierra con una
cúpula. El templo albergó no hace mucho al antiguo hemiciclo de la Asamblea. Hoy es utilizada como sala de exposiciones temporales, cuyo suelo de cristal nos permite ver restos de un mosaico de fines del siglo I d.C. con la representación del mito de Perseo y Medusa. La que fuera sacristía alberga actualmente una exposición permanente sobre la historia regional y el parlamentarismo extremeño. Merece la pena visitar el nuevo Salón de Plenos, no sólo por el contraste que se crea entre la vieja arquitectura del convento y la nueva, también para admirar el mosaico de la caza del jabalí, de finales del siglo IV d.C., aparecido en 1978 en una céntrica calle emeritense.
12. ARCO DE TRAJANO
Ni es un arco triunfal, ni estuvo dedicado a la figura del famoso emperador Hispano. Fue la monumental puerta de acceso al espacio sagrado (temenos) que circundaba a un gigantesco templo de culto imperial. Todo el conjunto estaba cercado por un pórtico. Este templo, a su vez, quedaba englobado en el conjunto del foro provincial, donde nos consta la existencia de otro templo dedicado a la Concordia de Augusto, algunas de cuyas piezas forman parte del Obelisco dedicado a la Mártir. El arco de medio punto, que conserva una altura de 15 metros desde el arranque de las pilas, era el vano central de una puerta con tres arcos, siendo los dos laterales menores y rebajados. Toda su estructura estaba realizada en sillares de granito. Hoy lo vemos desprovisto de todo su revestimiento de placas de mármol y de las inscripciones que a buen seguro lució. Sólo restan las molduras de los arranques de las pilas. En él concluía el eje que segmentaba la ciudad de sur a norte, el kardo maximo, del que podemos ver algunas losas, y en él se iniciaba el enlosado de la plaza pública del foro. Como curiosidad, podemos aún ver en el suelo los goznes de las puertas que cerraban esta monumental puerta. Próximo al arco se encuentra el antiguo convento de la Concepción, fundado por uno emeritense que hizo fortuna en Perú en el siglo XVI, D. Francisco Moreno de Almaraz. En él se mezclan los estilos renacentista y barroco. Todos los años la Corporación
Municipal renueva en este templo, cada 8 de diciembre y nada menos que desde 1620, el voto a la Inmaculada Concepción, tal y como también se hace en la Plaza de España en Roma.
13. HOSPITAL DE JESÚS NAZARENO
Fundación de la Orden Hospitalaria de Jesús Nazareno, es un edificio en el que no han dejado de hacerse reformas desde el inicio de su construcción, allá por 1725. Fue convento, hospital de pobres, hospital de campaña, cárcel y museo, sí museo, ya que su jardín albergó la primera exposición pública de antigüedades romanas en el siglo XVIII, fruto de las inquietudes ilustradas del famoso médico y erudito local, Forner y Segarra, y de fray Domingo de Nuestra Señora. Hoy este inmueble alberga uno de los paradores nacionales más lujosos y antiguos, ya que fue inaugurado ni más ni menos que por el Rey Alfonso XIII. Conviene entrar y ver el pequeño claustro que hay en su interior. Sus columnas, procedentes de edificios romanos o visigodos, muestran en sus fustes inscripciones cúficas árabes con invocaciones a Alá.
14. TEMPLO DEL FORO PROVINCIAL E IGLESIA DEL CARMEN Estamos en el kardo maximo, justo delante de la puerta monumental que se abre a una enorme plaza, cuyo eje visual lo ocupa un templo colosal dedicado al culto imperial. De este templo podemos ver sólo una esquina de su podio. Su núcleo es de hormigón forrado de sillares. Algunos de los fragmentos de tambores de columnas conservados, todos de mármol, prueban la magnificencia con la que fue construido este edificio y, sobre todo, su colosalismo ya que, sólo el podio, tiene 3,10 metros de altura en lo conservado. Parece ser obra realizada en los últimos momentos de Augusto e inicios de Tiberio. Muy cerca de los restos de este templo se halla otro importante convento, el del Carmen. Fue erigido por la Orden de los Franciscanos Descalzos a mediados del siglo XVIII, pasando a ser manicomio tras su desamortización. Hoy es sede de la Comisaría de la Policía Nacional y de algunas dependencias judiciales. La iglesia luce en su
portada curiosos blasones de la ciudad. Es un ejemplo más del barroco clasicista, el más prolífico de la ciudad.
Ruta: Paseo en Torno a las Orillas del Guadiana Esta ruta discurre por la mayor zona verde de la ciudad, un parque de casi dos kilómetros de largo conocido como “La Isla”. Realmente nos encontramos con un tramo del Guadiana salpicado de frondosas islas donde habita numerosa avifauna, pudiendo observarse con facilidad ánades reales, fochas, cormoranes, garcillas bueyeras, garzas reales y, por supuesto, cigüeñas blancas. La Isla discurre entre puentes monumentales de distintas fases de la historia: el puente de hierro del ferrocarril, obra del ingeniero William Finch Festherstone, erigida entre 1881 y 1883; el espectacular puente Lusitania, obra de Santiago Calatrava, inaugurado en 1992; el singular puente romano, que explicaremos en su momento; por último, al sur, podemos ver el Puente Nuevo, obra de Carlos Fernández Casado, uno de los más destacados ingenieros españoles del pasado siglo. Es aquí donde se fraguó nuestra ciudad y se sucedieron los momentos más cruentos de la historia local. También es esta zona donde se agolpan sin solución de continuidad varias zonas arqueológicas y donde se erige un edificio único: la Alcazaba. Por último, también se refleja en las aguas del Guadiana la nueva imagen de la ciudad con edificios salidos de los más afamados estudios de arquitectura nacionales. Nos recibe una fuente con una réplica a tamaño natural de Augusto vestido de general de las legiones, copia fiel de la estatua en mármol hallada en Prima Porta, y que hoy se conserva en los Museos Vaticanos. Una parcela de 14 m2 que, hasta principios de la década de los años noventa del siglo pasado, ocupara el barrio humilde de Morerías, es hoy uno de los yacimientos arqueológicos urbanos más grandes de la península, al menos hasta la apertura al público de los restos hallados en la parcela del Cuartel de Artillería. En Morería se conserva el tramo de muralla romana más extenso de los sacados a la luz, mostrándonos no sólo su fábrica original (cuya anchura conservada es de casi tres metros y la altura pudo llegar a ser de ocho metros) y los refuerzos que ya en momentos tardíos del Imperio se le adosaron, sino también puertas, portillos y pasos de ronda. Igualmente la muralla, en su recorrido por esta zona, aporta testimonios de la solución radical que el Califato adoptó para acabar con las revueltas de los emeritenses: la destrucción hasta los cimientos de alguno de sus tramos. Pero lo que nos ofrece Morerías es una clara visión de la evolución del urbanismo emeritense desde el siglo I hasta época visigoda. Vemos cómo se modifican poco a poco las calzadas porticadas, las viviendas y las manzanas en la que quedan englobadas. Y, sobre todo, la denominada Casa de “Los Mármoles”, nos muestra toda la suntuosidad de una vivienda a finales del siglo III, la época de mayor apogeo de la ciudad. Ocupaba toda una manzana, llegó a tener dos alturas y, por si esto no fuera suficiente, uno de los dos conjuntos termales con los que contaba esta casa, llegó a invadir una de las calzadas para edificar sobre ella una piscina de agua fría. Todas las habitaciones, alguna de ellas enormes, como la habitación ubicada al norte y que se cierra en un pronunciado ábside, se articulaba en torno a un patio cuyo suelo está compuesto por un ajedrezado de losetas de pizarra negra y mármol blanco. El patio tuvo árboles ornamentales, como demuestra la presencia de alcorques. También, como todas las viviendas de esta zona, tuvo su pozo, cuyo desgastado brocal podemos ver. En el eje
del patio, contemplamos un cenador porticado con una fuente en su centro, todo él revocado de placas de mármol. El yacimiento también se encuentra tachonado de espacios palaciegos de época emiral y humildes viviendas del período califal.
2. PUENTE ROMANO
El nombre en época romana del río que vemos era el de Anas, al que se le añadió posteriormente el prefijo árabe Guad, que significa río. Pues bien, este río tiene un puente, o “la puente”, como decían los antiguos, uno de los más largos de la antigüedad. Es la obra que da sentido a la existencia de esta ciudad y, por su valor estratégico, un elemento crucial para el comercio y para todas las guerras que han tenido como escenario al occidente de la península. El puente, obra de tiempos de la fundación de la Colonia, esta construido en su integridad de hormigón forrado de sillares de granito, está hoy compuesto por sesenta arcos de medio punto, tiene casi ochocientos metros de largo y doce metros de alto en los puntos más elevados. Los robustos pilares sobre los que se asientan estos arcos presentan tajamares redondeados aguas arriba en aquellos tramos que podían ser más castigados por la corriente. Además, las pilas de estos tramos están perforadas con arquillos a modo de aliviaderos, con el fin de reducir la resistencia a la corriente de una obra tan robusta como es la de este puente. Hoy se nos muestra como una obra unitaria. Las batallas y las fuertes avenidas del Guadiana dieron al traste con alguno de sus tramos, constando restauraciones desde época visigoda hasta el siglo XIX, aunque las reconstrucción más importante es la llevada a cabo en el siglo XVII, en la cual se le añadieron cinco arcos en su tramo central y sendos descendederos que nos permiten acceder a la Isla. Sin embargo, en su estado original, estaba constituido en realidad por dos puentes, unidos en la Isla por un gigantesco tajamar que, a modo de cuña colosal, partía la corriente del Guadiana en dos.
El tamaño de este tajamar era tal que, sobre él, se celebraba en tiempos de la Colonia romana un mercado de ganados.
3. DIQUE DE CONTENCIÓN DE AGUAS
No dejamos el puente, pues desde aquí tenemos una excelente visión de la Alcazaba emiral, del dique romano que ahora describiremos y de la Mérida actual. Pocas ciudades de Hispania se urbanizaron tan a conciencia como Augusta Emerita. Una prueba más de ello es la existencia de un extenso dique en la margen derecha del Guadiana. Es ese recio muro con contrafuertes, con zócalo de sillares almohadillados y el resto del alzado en mampostería, que vemos prolongarse desde la Alcazaba hasta el lugar en el que se destacan las marquesinas de unos aparcamientos públicos. El objeto de este práctico dique era contener las aguas del río cuando éste bajaba crecido y, evitar de este modo, que se anegasen tanto la calzada que circunvalaba la colonia como las pequeñas industrias y las sepulturas que aquí se ubicaban. También sirvió para que las cloacas de la ciudad se dispusieran de tal forma que evacuaran, sin problemas, en un brazo del río ensanchado de forma artificial en época romana. Originalmente el dique recorría todo el tramo de la ciudad que daba al río es decir, desde los bloques de viviendas de ladrillo que vemos al fondo hasta unos metros más allá del Puente Lusitania. Sobre un tramo del dique podemos ver como se asienta el tramo de muralla de la Alcazaba que mira al Guadiana.
4. NUEVAS ARQUITECTURAS PARA LA NUEVA CAPITAL Desde aquí podemos admirar como la Mérida del presente ha ordenado su fachada al río con un significativo muestrario de nuestra arquitectura contemporánea. Así, en la margen derecha podemos ver el colosal edificio administrativo que Juan Navarro Baldeweg construyó sobre las ruinas de Morerías. En la margen izquierda, junto a la embocadura del puente, la Escuela de la Administración Pública, diseñada por Javier Saínz de Oiza. A su izquierda una fuente con la representación del dios Océano, obra del escultor cordobés Aurelio Teno. Entre la arboleda podemos ver otro grupo escultórico, en esta ocasión es una obra de Rufino Mesa denominada “Las Siete Sillas”. Son siete bloques de granito que simbolizan a la summa cavea del Teatro Romano como siete estantes para libros. Más al fondo, destaca la mole gris de la Biblioteca Pública del Estado “Jesús Delgado Valhondo”, diseñada por Luis Arranz. Y, mas allá del puente Lusitania, dos gigantescos bloques de hormigón y cristal albergan el Palacio de Exposiciones y Congresos. Los arquitectos Enrique Sobejano y Fuensanta Nieto idearon este original edificio como una obra en relieve, pues todo el paramento de este edificio está compuestos por cientos de placas de hormigón que reproducen la planta del conjunto arqueológico de Mérida. Pero, dirijámonos hacia la Alcazaba. Antes de llegar a ella, en el centro de una pequeña rotonda, podemos ver una réplica de la Loba Capitolina, regalo de la ciudad de Roma a Mérida.
5. LA ALCAZABA
Esta gran fortaleza fue erigida en la Mérida musulmana por el emir omeya Abderramán II en el 835 de nuestra era. El encargado de trazarla fue el arquitecto Abd Allah. Para ejecutar esta Alcazaba, la más antigua de la península, éste se inspiró en modelos bizantinos. La finalidad de ese recinto fortificado era múltiple: servir como sede de las dependencias administrativas omeyas y residencia del gobernador local, pero sobre todo fue el filtro de acceso a la ciudad desde el puente romano, el refugio de la minoría árabe durante las reiteradas algaradas locales contra el poder cordobés y la plaza donde se acantonaban tropas del emir, bien para sofocar las revueltas de los mozárabes meridíes,
bien para efectuar incursiones de hostigamiento en los reinos cristianos del Norte. Todo el perímetro de esta extensa alcazaba estaba rodeado por un gran foso, salvo el lateral que da al Guadiana. A tramos se van distribuyendo 25 torres macizas embutidas en la propia muralla. Las torres albarranas, es decir, que se alzan separadas del cuerpo principal de la fortaleza, se erigieron con posterioridad por la Orden de Santiago. Sus muros, de 2,70 metros de anchura, nos muestran unos paramentos hechos a base de sillares y otros materiales reutilizados de épocas precedentes. El núcleo de estos muros es de cascajo, tierra y piezas de granito. Accedemos a este conjunto a través de una brecha, antaño ocupada por un lienzo de muralla con una puerta de acceso y sendas torres flanqueándola. Era el cierre de un fortín de planta cuadrada en cuyo lienzo oriental se abre la puerta que da acceso a la ciudad y en el meridional la puerta de ingreso al recinto de la alcazaba. Sobre esta puerta se puede ver una réplica de la inscripción cúfica en la que consta la fecha de conclusión de este recinto. En el patio de este fortín podemos ver restos arqueológicos de época romana: la calzada principal de la ciudad así como los cimientos de la muralla y de una puerta monumental con dos vanos y dos torres. Por cierto, se trata de la puerta que, desde hace siglos, es el blasón de esta ciudad en base a las representaciónes que, de ésta, se hicieron en algunas emisiones monetales de Augusta Emerita. En el interior destaca la presencia de un aljibe, ejemplar único de la arqueología peninsular, ejecutado con piezas de arquitectura decorativa romanas y visigodas. Sobre éste se ubicó una mezquita, de la que se conserva su planta, luego convertida en iglesia. No se conserva el que fuera tercer piso de este conjunto, en el que quizá se ubicara una torre de señales. Otra áreas excavadas de la fortaleza nos muestran restos previos a su construcción: un tramo perfectamente conservado de una calle romana, la misma que se prolonga en la Zona Arqueológica de Morerías. A esta calle da una vivienda romana urbana en la que se aprecian múltiples reformas. Por último, podemos ver un tramo de la muralla romana fundacional, a la que, como en el caso de la Zona Arqueológica de Morerías, se adosa un potente refuerzo de piezas de granito reutilizadas, refuerzo que parece obra ya del siglo V d.C.
6. LA CASA DEL MITREO
La plaza de toros de Mérida, obra del insigne arquitecto badajocense Ventura Vaca, se inauguró en 1914. Durante los trabajos de cimentación del coso apareció un conjunto de esculturas romanas, alguna de ellas donada por un importante sacerdote encargado del culto al dios Mitra. En un solar contiguo a la plaza de toros, quiso edificarse en 1964 un centro médico asistencial, pero apareció esta casa que, por algunas peculiaridades que describiremos y por los antiguos hallazgos escultóricos del coso taurino, recibió la denominación de Casa del Mitreo. Nos encontramos ante otra vivienda edificada a finales del siglo I e inicios del II d.C. fuera de las murallas de la ciudad, sin restricciones para su crecimiento. Sin duda, su extensión y la decoración de algunas de sus estancias denotan que sus propietarios fueron personajes de relevancia dentro de la sociedad emeritense, formados en la cultura helenística. Todo el conjunto está articulado en torno a tres patios. El primero de ellos, con acceso desde una escalera, es un atrio tetrástilo con un estanque para recogida de aguas, el impluvium. Parece que esta zona, como otras de la vivienda, tuvo un segundo piso, como se deduce de la presencia de algunos peldaños que aún se conservan. A este atrio dan varias salas, construidas como las del resto de la casa: zócalo de mampostería y el resto del alzado en tapial. Las paredes iban enlucidas y decoradas con pinturas. Una de esas habitaciones conserva el mosaico del Cosmos. En él se representa, con gran colorido y realismo, un abigarrado conjunto de figuras humanas que vienen a representar los distintos componentes del universo conocido, partiendo de los elementos terrenos y marinos hasta llegar a los celestes, pero todos girando alrededor de una figura primordial, la de la Eternidad (Aeternitas). Desde el atrio se llega a un peristilo con un estanque. A su alrededor se articulan otras tantas dependencias. Girando al oeste, discurriendo por un pasillo que en uno de sus lados tuvo parterres ajardinados y unos hórreos, de los que quedan las huellas de los muretes que los soportaban, desembocamos en un gran peristilo ajardinado, rodeado por un canal, que se surtía del aljibe que podemos ver y que estaba ubicado bajo una enorme habitación. Al Sur podemos contemplar una estancia subterránea, en la que se
quiso ver antaño un templo mitraico, pero que, en realidad, es una habitación subterránea donde los propietarios de la vivienda evitaban los rigores del estío. Al este, algo apartado de la vivienda, se encuentra un conjunto termal, del que se conservan las arquerías de ladrillo (hypocausta) desde las que se irradiaba el calor procedente del horno para calefactar las bañeras. El interior de su cubierta abovedada, que no se conserva, estuvo decorado con pinturas con motivos marinos.
7. LOS COLUMBARIOS
Antes de dejar este espacio, nos habrá llamado la atención un grupo escultórico de bronce de dimensiones colosales que emerge al sur, tras la Casa del Mitreo. Se trata de una Piedad obra del escultor Juan de Ávalos, elevado en memoria de todos los emeritenses caídos en todas las guerras. Desde la Casa del Mitreo, a través de un largo corredor flanqueado por cipreses, llegamos a un espacio abierto en el que se nos muestran los distintos tipos de ritos funerarios y las variadas formas que han tenido los emeritenses de recordar a sus muertos a lo largo de la historia. Al fondo, en una pequeña vaguada, se alzan dos edificios de pequeñas proporciones y que, originalmente, estaban desprovistos de cubierta. En estos edificios se depositaron las urnas cinerarias de sendas familias, la de los Voconios y la de los Julios. La tumba de los Voconios es de planta cuadrada y la de los Julios trapezoidal, con un espacio triangular añadido, todo él realizado a base de sillares bien canteados. Ambas tumbas están ejecutadas con paramentos de piedra bien recortada (opus incertum), yendo las juntas selladas con un encintado de mortero. Los dos edificios estaban rematados por merlones. El epígrafe que luce el mausoleo de los Voconios reza: “Gayo Voconio Próculo hizo la tumba a su padre, Gayo Voconio, de la tribu Papiria, a su madre, Cecilia Anus, y a su hermana, Voconia María”. Sobre el epígrafe se representan recompensas militares. La inscripción de los Julios viene a decir: “Gayo Julio Félix, liberto de Gayo. Quinta
Cecilia Mauriola, liberta de su mujer. Gayo Julio Modesto, de 27 años”. El mausoleo de los Voconios conserva pinturas que representan a los difuntos y al dedicante. Siguiendo una vereda, al sur de este conjunto, nos encontramos con restos de dos mausoleos semisubterráneos con cubierta en bóveda de cañón, construidos en hormigón (opus caementicium). Se accedía a éstos a través de unas breves escalerillas. En su interior se aprecian los arcosolios donde pudieron depositarse las urnas cinerarias. Este conjunto funerario es del siglo I d.C.
8. CONDUCCIÓN HIDRÁULICA “AQUA AUGUSTA” A pocos metros de los Columbarios, tanto en el solar en el que próximamente se construirá el Museo Visigodo como a uno de los lados de la Avenida Ensanche, discurre la conducción hidráulica que, procedente del pantano de Cornalbo, surtía de agua a la zona sur de la ciudad. Lo conservado son restos de la caja del canal (specus), embutida en el paramento de la muralla romana, que, por el trazado, parece dirigirse hacia el lugar en el que se hallaba la torre de distribución de aguas que, posiblemente, sea el que hoy ocupa la arena de la Plaza de Toros. De las cuatro conducciones hidráulicas que dotaron de agua a la ciudad, esta es la única de la que sabemos su nombre real, Aqua Augusta. Durante las obras de ampliación del estadio de fútbol apareció un tramo de la conducción y, junto a éste, una placa de mármol con restos de las espigas de plomo. Espigas a las que iban unidas las letras de bronce que componían la inscripción original.
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