Filosofía y poder, por Rubén Ríos

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Hobbes es el teórico fundamental del pensamiento político literario, junto con Locke, que es una especie de continuidad o un comentario de Hobbes, hasta agrega algunos elementos. El fundamento del pensamiento político liberal parte de las ideas que Hobbes desarrolla, sobre todo en un texto que es “Leviatán”. Allí se desarrolla la idea de contrato social, y lo hace desde una premisa antropológica, que está también en Rousseau. Es una teoría del hombre, tanto en Hobbes como en Rousseau, y que es algo que generalmente en el pensamiento político no se tiene en cuenta, esto de qué es el hombre y, por lo tanto, en qué consiste la vida en sociedad o la vida política de los hombres. Hobbes desarrolla una serie de tesis acerca de lo que es el hombre, y en ese sentido está en los comienzos de la antropología filosófica del empirismo. Existe una primera definición en Hobbes, en el centro de esta figura antropológica está la representación, es decir, la relación que establece el hombre con las cosas. El hombre representa a los objetos, y los vuelve a hacer presentes mediante los sentidos, la percepción o la memoria y la imaginación. Que el objeto sea algo así como lo que el hombre representa es otra cuestión, que haya representación de los objetos no significa que lo que los hombres se representan como los objetos tengan una correspondencia con los objetos. Para dar un ejemplo de este principio empirista, que es fundamental dentro del empirismo, Ratzel en su texto “Acerca del fundamento de las partículas elementales de la materia” menciona que el fundamento de las partículas de la materia son los sentidos, todo el campo de percepción y lo sensorial del sujeto. Esto es empirismo, es Hume y éste va al objeto, hay idea del objeto pero no hay sustancia del objeto. Esto es así en Hobbes, al punto que los sueños para él son la imaginación del durmiente, una vez que entran las impresiones de las cosas a través de los sentidos, permanecen en la memoria, se produce la imaginación, y soñar es imaginarse cosas. Esto hace que se confunda la imaginación con la representación, y es la causa, por lo tanto, de la creencia en duendes, fantasmas, cosas sobrenaturales. Estas creencias que llegan a la imaginación hacen muy difícil para Hobbes, que es su tema, la obediencia de los hombres. A partir de esta pequeña descripción de qué es lo que funda al hombre, que es un hombre que sobre todo se representa cosas, están las pasiones de los hombres, que se rigen por éstas. Porque en esta figura antropológica no hay necesariamente ningún tipo de relación de causa-efecto entre un pensamiento y otro. Cómo los pensamientos, las fantasías y las imágenes provienen del exterior y en la conciencia del hombre tienen su vida propia, necesariamente no hay una relación lógica entre un pensamiento y otro, una situación y otra, una imagen y otra. Esto hace que haya dos tipos de pensamiento, uno es éste, caótico, donde los pensamientos se suceden uno tras otro sin ningún orden, y hay otro tipo de pensamiento donde a esto caótico de suma algo que se llama deseo, y es aquello que logra ordenar este primer caos de las sensaciones en una dirección. Las orienta en dirección a una meta, que está dada por el deseo, de aquello que realmente quieren los hombres, en tanto que el deseo viene de la pasión. Para Hobbes hay muchas pasiones, pero todas estas pasiones se podrían reducir en una que es el deseo de poder. No solamente de poder en el sentido de dominar, sino poder en el sentido de tener riquezas, alcanzar un gran conocimiento, alcanzar la gloria, son todas formas de poder. También, por supuesto, está forma de poder vinculada con el ejercicio del mando, pero es uno de los aspectos de este deseo de poder. Siendo así, los hombres, a partir de las tesis antropológicas de Hobbes, son todos iguales: todos se representan cosas, todos imaginan cosas. Pero hay una primera desigualdad física, que no es muy importante para Hobbes, y hay otra desigualdad que es más importante que tiene que ver con esta capacidad de poder sostener un deseo, que


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