Una Barcelona 'à la parisienne'

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O.J.D.: 243260

Fecha:

E.G.M.: 1219000 Tarifa: 20440 €

Sección: CULTURA Páginas: 49

Arte / Exposición

Una Barcelona ‘à la parisienne’ El fotógrafo Leopoldo Pomés muestra 80 imágenes inéditas de la ciudad de 1957 VANESSA GRAELL / Barcelona

Hubo una época en blanco y negro en que La Rambla era un paseo fascinante. Damas de guantes blancos, con una elegancia à la parisienne, se cruzaban con caballeros vestidos de Armani y sombrero, mientras niños harapientos jugaban y tiraban de las faldas a las gitanas. Los marineros americanos buscaban perderse –del brazo de alguna señorita– en los antros de la Barceloneta y las monjas les lanzaban miradas reprobatorias. Si por la mañana las niñas con falda de cuadros andaban en fila para ir a misa, de madrugada una señora podía esconderse en el busto un trozo de tortilla de patatas para vender: economía de subsistencia en la Barcelona franquista de los 50, la misma en la que se improvisaban tertulias en plena Rambla. Es la Barcelona de Leopoldo Pomés, cronista de una ciudad hoy desaparecida, bañada por una delicadísima luz, sin sombras, casi etérea. Tras pasarse 55 años olvidado en un cajón, Leopoldo Pomés expone –y por fin ve editado– su álbum Barcelona 1957, un encargo de Seix Barral que jamás llegó a publicarse y que, medio siglo después, luce absolutamente moderno. «Tenía 25 años y era mi pri-

mer encargo serio, que me hizo directamente Carlos Barral. Me hacía mucha ilusión. Me pasé un año fotografiando toda la ciudad. Pero el Departamento Comercial

de la editorial consideró que las fotos no funcionarían para un fotolibro: no había ni jardines ni monumentos, vieron una ciudad gris y lúgubre y no les gustó...», recordaba ayer Pomés en la Fundación FotoColectania, entre las 80 instantáneas de una de sus primeras series fotográficas. «Se podrían editar otros tres álbumes», añade uno de los héroes de una vanguardia fotográfica que fue ahogada por el régimen («dos veces acabé en comisaría por hacer fotos, y una me quitaron el rollo», rememora). «Para un fotógrafo, mirar Las Ramblas era una cosa maravillosa, era el paseo más bonito del mundo, con sus libros, flores, las paraditas

18/09/2012

de pájaros, esa curva continuada que acababa en el mar... ¡Y esa luz que no producía sombras! Lo que más me interesaba era captar la atmósfera: lo que se vivía a diario en la ciudad, los tipos, la gente», explica con una sonrisa el fotógrafo, como si volviera a ver esa luz vaporosa sobre los edificios. ¿Y si tuviera que hacer un fotolibro sobre Las Ramblas de hoy, infestadas de tiendas de souvenirs y mareas de turistas? Pomés se lleva una mano a la cabeza y responde: «¡Ah, no sé cómo lo haría! Me saldría un libro de denuncia, claro. Lo de la Rambla es para poner el grito en el cielo. No, mejor en el infierno. ¡Ni siquiera se puede pasear! Se han cargado la poesía de la Rambla y nos hemos quedado todos tan tranquilos...», lamenta PoDos de las més, que reconoce instantáneas de emocionarse si mira ‘Barcelona 1957’, más de tres segundos la el fotolibro del instantánea de una terfotógrafo tulia en los bancos de la Leopoldo Pomés Rambla. «¡Qué ciudad que ha tardado 55 años en ser tan culta y civilizada! publicado. Ahora eso ya no existe. No lo ves en la calle...», dice con nostalgia, antes de darle una calada al cigarrillo. Otra ciudad perdida es la de los senyors de Barcelona, esos gentelmen a la catalana, burgueses casi humanistas, caballeros que parecen haber pasado de moda en el siglo XXI. «De pequeño, en casa, siempre oía hablar de ‘un senyor de Barcelona’. Josep Pla ya hablaba de ese tipo de hombre: elegante, correcto, antibelicista, para el que un pacto se sellaba con un apretón de manos», dice Pomés, uno de los últimos senyors (en su porte, en su manera de hablar y gesticular, sobrevive ese modelo de caballero tan del siglo XX).


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