MUSEO TEXTIL DE OAXACA
De fibras y sensaciones Hector Meneses
U
na de las primeras cosas que pienso cuando la palabra “textil” aparece en mi mente, es “tacto”. Entonces, debería decir: “Una de las primeras cosas que siento cuando la palabra ‘textil’ viene a mi mente es ‘tacto’”; aunque he de confesar que me resulta imposible disociar —al menos en este caso— el sentir del pensar. Me parece que la textura va más allá de la sensación que esta provoca en la piel; la textura también es un detonante de memorias e imágenes mentales. Decir que una tela es suave puede quedarse corto. Cuando escucho ese adjetivo, relacionado con un tejido, me pregunto de qué tipo de suavidad estamos hablando. Algunos tejidos son suaves-cálidos, como un abrazo; mientras que otros son más bien suaves-frescos, inclusive estos últimos me recuerdan a la sensación resbalosa del agua jabonosa sobre los brazos. En algunos casos, esa suavidad se mantiene ligeramente separada del cuerpo, como apenas besando la piel (basta evocar aquel suéter esponjoso), en otros, la suavidad se adhiere a nuestros contornos y si no fuera por nuestra microscópica topografía capilar, esa sedosidad nos asfixiaría. En el polo opuesto a la suavidad encontramos no solamente la aspereza, sino también la rigidez y distanciamiento. Mientas que una tela suave y fluida como agua se puede escurrir y modelar a nuestra forma, un tejido rígido, inevitablemente, establece y mantiene cierta distancia con nuestro
propio cuerpo. Sí, la rigidez de una tela puede marcar ángulos y puede incluso dictar la manera en que levantamos un brazo o en la que nos desplazamos por la calle. Si a esta rigidez aumentamos la aspereza, no es de extrañar que mantengamos cierta postura erguida, alerta, como si deseáramos evitar a toda costa una curvatura corporal donde nuestra piel toque, innecesariamente, a ese tejido que pica. Me pregunto, entonces, si verdaderamente el hábito no hace al monje. Quizá, como en tantos otros escenarios de la vida, el deleite más profundo se encuentre en el equilibrio: ese balance entre fluidez y estructura que nos brinde confort al tiempo que nos permita libertad de movimiento. Así, encontramos que, como en muchos otros momentos de nuestro hablar, el vocabulario asociado al textil se cuela a otros ámbitos de nuestra vida, de tal forma que el tejido social, el plan que se urde, la idea que se hila, la fluidez y la estructura del ser rebasan las fronteras del telar o de un aro para bordar. Si retrocedemos algunos pasos (y en el acto, puede que notemos el frufrú de las telas que usamos, ese ligero sonido que algunos tejidos medianamente rígidos producen al frotarse entre sí), nos podríamos preguntar a qué se debe esa suavidad fresca, o bien, esa rigidez estructural. Es verdad que buena parte la provee la persona que teje la tela que sentimos con las manos, así como la persona que confecciona
BOLETÍN DIGITAL DE LA FUNDACIÓN ALFREDO HARP HELÚ OAXACA • NÚMERO 05 • MAYO-JUNIO DE 2021 20