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El curioso caso que no es solo uno (Cuento de misterios) Jessica Santiago
U
na vez más esa mujer se detuvo frente a la reja. Colocó la mano derecha sobre el metal mientras con la otra sostenía el celular, lo miró, observó la reja, volvió a mirar el aparato y luego volteó hacia la calle. Dio unos pasos hacia atrás sin dejar de observar el interior del callejón y se fue. Ha hecho este ritual desde agosto y, casualmente, siempre la veo, sé que es la misma. Hoy hace un año que esa reja clausuró un paso, la reunión, la visita, el concierto, los libros. Debería tener el valor de acercarme y decirle a esa mujer que, como la mayoría de los edificios donde había alguna oferta cultural o artística, la Fundación había cerrado las puertas de sus filiales, desde las bibliotecas hasta los museos para evitar que más gente contrajera el virus, y eso incluía la reja que tenía enfrente. Pero seguramente lo sabe —tendría que saberlo— y solo viene a perpetrar un ritual que un día, el menos pensado, logrará que esa reja se abra y nos devuelva a la algarabía. En ocasiones yo también lo he hecho: si quiero que suceda algo me acerco a ese hecho, lo nombro y lo mantengo en mente, lo invoco, “Mañana”, pienso, “Quizás la próxima semana”. Lo hago incluso más seguido de lo que quisiera admitir. Hace poco caminaba sobre la calle de Reforma, a la altura de la hemeroteca, y observé el Mufi, miré con insistencia las ventanas de la tienda y el buzón que aguarda, “Quizás pronto”, me digo. A veces voy sobre Porfirio Díaz y me detengo en la esquina de Morelos. Me acerco a una puerta y palpo las paredes de la casa amarilla que tienen rastros de un poema, los vidrios de las ventanas están limpios, pero sigue cerrado; desde hace tiempo ningún “Nos vemos en la Henes”, ningún “Hay jazz en la Henestrosa” o “Uy, ese libro lo vi en la Henestrosa, pregúntale al bibliotecario”. También he detenido mi andar al pasar por el MIO: miro hacia su construcción como no queriendo, volteo para percatarme de que nadie me observa; ojalá, como en las escuelas durante las vacaciones, llegue a escuchar el eco de las risas de los niños, los gritos de las maestras, el timbre que anuncia que terminó el recreo. Y sigo caminando, volteando hacia las bibliotecas, los museos, las galerías. Cierto día, en el camino de regreso a casa, noté que a la altura de una biblioteca que ofrece libros en inglés se detuvo un par de individuos y vi BOLETÍN DIGITAL DE LA FUNDACIÓN ALFREDO HARP HELÚ OAXACA • NÚMERO 05 • MAYO-JUNIO DE 2021 38