CENTRO CULTURAL SAN PABLO
El misterio de las identidades: Oaxaca como alegoría de unidad religiosa Juan Manuel Yáñez García
U
na alegoría expone, de manera indirecta, un pensamiento que usa una serie de comparaciones para revelarse. Su significado, “decir las cosas de otro modo”, da cuenta de su sentido metafórico, y tal como Cesare Ripa opinaba: “Debe poseer un carácter enigmático, de modo que, sin una precisa indicación, no pueda ser entendida fácilmente”. En enero de 1909, el desfile de carros alegóricos con que se celebró la coronación de la Virgen de la Soledad mostró un carro que, alegorizando a Oaxaca, pretendía mostrar la diversidad cultural del estado mediante una variedad de trajes “regionales” que eran portados por niños. La iglesia oaxaqueña insinuaba así la pluralidad étnica del territorio, distinguido por la variedad de idiomas, trajes y costumbres de sus regiones. Así, esta alegoría se convertía en una suerte “homenaje racial”, anterior al que fuera celebrado en 1932, en el marco de la conmemoración del IV centenario de la fundación de la ciudad en la que las regiones de Oaxaca rindieron pleitesía a esta. Este homenaje fue entendido entonces como una fiesta multirracial que impulsó el Gobierno del estado con base en la construcción de una identidad nacional y que es considerado como el antecedente de la Guelaguetza que se consolidó en los años 50 del siglo XX. Pero ya antes, en 1909, en la coronación de la Virgen, se exaltaba con un sentido re-
ligioso, el triunfo de la Soledad sobre una sociedad oaxaqueña, católica y pluricultural. Se palpaban allí las reminiscencias de festividades católicas virreinales en las que era parte del festejo esta relación de opuestos/complementarios. Tal como ha estudiado Carolyn Dean en el caso peruano de las celebraciones de Corpus Christi, las “referencias a creencias no-católicas, y a menudo también pueblos” eran un elemento esencial para destacar el espíritu triunfalista de la iglesia sobre los herejes y los pueblos paganos en América: “Al escenificar la alteridad, brindaban el oponente festivo necesario cuya presencia afirmaba el triunfo”. Por lo que las representaciones de ropas, cantos y danzas prehispánicos e indígenas eran bien vistas por las autoridades españolas, ya que encontraban en ellas un sometimiento al Dios cristiano en la forma de la Eucaristía y en las festividades de los santos. No resulta casual que en 1959, durante el jubileo de la coronación, la iglesia oaxaqueña reivindicara la huella de la coronación de la Virgen de la Soledad para dar un sentido de unidad a los pueblos de Oaxaca por medio de una “guelaguetza”. Aunque ya para entonces esta fiesta estaba configurada como una celebración del estado, el jubileo rescataba la impronta de la Virgen en la construcción de una identidad pluriétnica, desde luego con un sentido religioso:
BOLETÍN DIGITAL DE LA FUNDACIÓN ALFREDO HARP HELÚ OAXACA • NÚMERO 05 • MAYO-JUNIO DE 2021 61