“Cuatro ojos ven más que dos” Expreso mi disconformidad ante frases como ésta. Cuatro ojos no ven más que dos, como tampoco dos ven más que uno. Tres sombreros de copa de Miguel Mihura me parece una buena comedia. Me gusta la entrada, cuando Don Rosario le dice a Dionisio: -Mire usted allí las lucecitas de las farolas del puerto. Hace un efecto muy lindo. Todo el mundo lo dice, ¿las ve usted? A lo que Dionisio responde: -No, no veo nada. Más tarde rectifica: -¿Son tres lucecitas que hay allí a lo lejos? -Sí. ¡Eso! ¡Eso! Le dice Don Rosario. Dionisio: -¡Es precioso! Una es roja, ¿verdad? Don Rosario: -No. Las tres son blancas. No hay ninguna roja. Cuando con la palma de mi mano aplasto mi ojo derecho -el que mi oftalmólogo asegura que tengo vago- lo que miro me parece más interesante. Aquello que llamamos realidad, más o menos favorable según el color del cristal con que se mire, se me antoja ahora extenuantemente bidimensional. El espectro solar se reduce a una mancha oscura contra la pared, y las motas de polvo son irregulares orificios de termita. Nada flota ni se suspende.
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Mi ojo izquierdo es otra cosa. El derecho está hecho trizas, por eso uso gafas. Usar gafas no significa nada. Usar gafas es un signo inequívoco de que se tiene una tara, aunque no siempre. Una vez le pregunté a una dependienta de una óptica, por qué absolutamente toda la dependencia llevaba gafas. -Marketing. Estrategia comercial. La chica de las gafas rojas no las lleva graduadas. -¿No? ¿y tú? -Yo sí. Ella las lleva como complemento de moda. Le dije que me parecía ridículo. -No entiendo por qué lleva gafas si no las necesita. Las gafas no son como los pendientes, las horquillas o un bolso. Las gafas son un coñazo y una necesidad. Ayer jueves, me sometí a un examen médico de salud laboral y entre un montón de pruebas, me hicieron un electrocardiograma. La prueba por excelencia, la gorda. Alguien me hubiera hecho un favor sacándome una foto. Los cables me sientan bien. Tuve que esperar a que en otro boxes descifraran la secuencia impresa. -Nada grave. Tienes unos pequeños bloqueos. -¿Bloqueos? -Sí, una pequeña ramificación derecha provoca esos bloqueos. No tiene importancia es más o menos común. Por lo demás estás muy bien. La vista está muy bien.
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-¡Pero si llevo gafas! -Quiero decir que las tienes muy bien graduadas. -Ah! Hace días, de camino al trabajo, vi un cartel pegado a una tienda de electrodomésticos. Decía: “La filosofía no sirve para nada. ¿De verdad lo crees? De verdad lo creo. La filosofía te llena la cabeza de nebulosa. Yo estudié filosofía en el instituto y os digo que no me ha servido de nada. Desde mi sucio pupitre la filosofía me regaló una idiota e hipnótica visión de la vida que con el tiempo he ido corrigiendo sin complejos. Por eso, entre tantas otras, odio el arte conceptual. Es aburrido. Y está impregando de filosofía. La importancia de la idea sobre la forma es una solución reduccionista y simple. Quizá os resulte paradójico que piense así conociendo mi teoría bidimensional. Acto I Dionisio a Don Rosario: -¡Claro! De día se verán más lucecitas... Don Rosario: -No. De día las apagan. Dionisio: -¡Qué mala suerte! Aplasto los ojos con las dos manos, al fondo un telón oscuro, casi negro. Lunettes ha vuelto. 3