Prólogo Mucho amigos personales que, en diferentes épocas, he tenido el placer de conocer y apreciar por su honradez, sentimientos y esforzada labor por la rendición histórica, verdad doctrinaria y hechos reales en torno al nacionalsocialismo, me han pedido que escriba personalmente estas paginas. A 40 años de la desaparición de Adolf Hitler, las librerías y los medios de comunicación de todo el mundo están repletos de versiones totalmente antojadizas y fraudulentas sobre el 3º reich y sus líderes. Sobre quienes en un momento dado nos dedicamos a averiguar la verdad y nos convencimos de que se nos quería hacer tragar un cúmulo de sandeces, echo que motivo a adoptar justamente una posición rebelde de la ha vertido en los últimos tiempos la más cínica de las campañas. Sobre todo esto, creo poder adoptar aquí muy abreviadamente, por razones de espacio, hechos y pensamientos que la juventud desconoce. Estas “memorias de 30 años” las dedico en espacial a quienes, en u otra forma, ha hecho posible la publicación, sea por su aliento, por cooperación personal o su ejemplo, como: Willibald Mattern, Miguel Serrano, Gabriel Bahamondes, Dr. Hugo Lara, Francisco Madrid, Heriberto L. Tapia, Nelson Crespo, Dr. Arturo Asenjo, Edmundo Villaseca, Antonio Maza, Julio Velasco... y tantos otros, en Chile y el Extranjero.
El Autor
Los que están empeñados por mucho tiempo en la lucha como la que me ocupa ya por 30 años, constantemente son sometidos a un necio examen. ¿Por qué usted persiste en sus empeños, en vez de llevar una vida normal, sobretodo que solamente ha sufrido decepciones y se ha arruinado económicamente quizás para siempre? Estos inquieren los cómodos, los que seguirán cualquier corriente, los desertores y, sobre todo, aquellos que jamás se harán alguna reflexión trascendente; los vividores y engendradores de hijos; los que, por supuesto, no pueden comprender la alegría que significa ser realmente libre. ¿Por qué no adopta ésta o aquella táctica? Así preguntan los “inteligentes”, los “hábiles y astutos”, acostumbrados a criticarlo todo, incluso los triunfos, pero, por supuesto, sin tomar parte en nada; los burgueses y arribistas. No entienden que hemos probado t o d a s las tácticas circunstanciales, pero que ninguna está libre de peligro, pues nuestros enemigos también piensan y también actúan. Y esto tiene su lado bueno, porque si no existiera la lucha, desde un comienzo nos hubiéramos impuesto por la sola presencia. Aquellos que no podemos convencer con respuestas certeras ni razonamientos, por profundos y adecuados que sean y que buscan lo emotivo, interrogan con majadería: ¿Pero, qué es lo que pretenden ustedes realmente? Contestarles que queremos traer un orden justo y natural, retornar, retornar a una vida superior, que en el Pasado remoto fue lo normal y que en este siglo retornó por breves doce años, es chocar contra un muro de estupefacción y odio: ¿Hitler? ¡Horror! ¡Los seis millones de judíos asesinados! ¡El odioso racismo! ¡ La persecución religiosa! ¡Los crímenes! – farfulla la mayoría. ¿Hitler? ¿Nazismo? ¡Eso es extranjerizante! – aúllan los nacionalistas, mientras beben su “escocés on the rock”, escuchan con deleite “soul” y “beat” y hacen colectas para sufragar los gastos de sus millones de folletos latosos y cacofónicos, pero muy cristianos y nacionalistas. ¿Hitler? Hmm., Sí, tenía algunas cosas buenas, que nosotros podemos reformar para mejor. ¡ Sin embargo, no olvidemos que en tal y tal batalla cometió el gravísimo error de atacar sin el necesario apoyo aéreo o de artillería.- Así argumentas los “cultos”, los que han leído bibliotecas completas sobre la Segunda Guerra Mundial, pero que de Nacionalsocialismo no entienden nada, para qué hablar de Hitlerismo! ! Es necesario, que en Ibero América alguien dé una contestación completa, a través de vivencias, comparaciones, relatos, comentarios apropiados y también revelaciones que no están. Por lo general, al alcance de quienes realmente nos interesa hacer comprender. ¿Por qué, para qué perder el tiempo en esta etapa en preocuparnos de la masa? El mundo no se mueve de acuerdo a lo que piensa el rebaño, sino que por la acción decidida de los seres humanos de capacidad intelectual superior. Después de 30 años de participar sin claudicaciones en este terrible Combate, creo, modestamente, reunir las condiciones para cumplir con la tarea de contestar las interrogantes. Tantos años sin duda que acumulan en cualesquiera de las innumerables experiencias, no todas negativas, como podría pretenderse por el hecho de que “aún” no hemos vencido, por parte de los que no pueden creer que nuestra aspiración no es la de hacernos con altos cargos públicos en algún Estado, para que nos aplaudan y honren; si no que luchamos por devolver a la Humanidad aquellos valores sin los cuales cualquier orden es artificial, injusto, inestable y, sobre todo ¡antipático para nosotros!. Allá por el año 1954, siendo todavía un estudiante, sin amigos y parientes ya me calificaban como “extraño” e “inadaptado” y creo que realmente era lo que se ha dado en llamar “rebelde sin causa”. No soportaba el medio ambiente en el que debía moverme. En el colegio, despreciaba olímpicamente a la mayoría de los profesores por ser precisamente acomodaticios. En lógica
reacción, ellos se complacían en vengarse de diferentes maneras. Enfrentaba así un cerrado frente, que incluía al mismo director de la “Deutsche Schule”. Por largo tiempo me pareció que me enfrentaba a una cerrada conspiración, un conglomerado enemigo al que pertenecían todos los maestros; sin embargo, pronto descubrí a algunos que no solo aprobaban silenciosamente mi actitud, sino que muchas veces las apoyaban con bastante decisión. Descubrí que, de los profesores alemanes, solamente tres habían formado parte de la guerra; su comportamiento silencioso, sus gestos y ademanes los hacían sobresalir, llamándome poderosamente la atención. Todavía mis conocimientos sobre el conflicto eran rutinarios, a pesar de que la guerra había influenciado en gran parte de mi vida de niño: encarcelamiento de mi padre, relegación a una ciudad extraña, ruina económica y miseria, un medio hostil por doquier. La ocasión de conocer a fondo al profesor Müller se presentó inesperadamente, durante unos ejercicios físicos. Dada mi débil constitución de entonces, consecuencia de la precaria alimentación, fui incapaz de cumplir con las exigencias gimnásticas. Müller se limitó a comentar en privado: “Tal como el mundo no esta compuesto de atletas, tampoco esta lleno de intelectuales. Te diré algo: cuando me presente como voluntario a las SS, tampoco me fue fácil hacer este ejercicio, pero hay algunas mañas y te las voy a enseñar.” Sentí un orgullo muy especial y la satisfacción de saber si había gente capaz de comprender – curiosamente por aquellos que eran tan odiados por cierta chusma. Logré hacer lo que se me exigía y, por otra parte, comencé a destacarme en atletismo, llegando a ser campeón mundial de los 100mt planos. Un soldado me había enseñado que la voluntad de hacer las cosas es el camino al triunfo. Cuando un año después no me aceptaron en el Servicio Militar por defectos a la vista, sentí que me había perdido una gran oportunidad de estar entre “los míos”. En 1954, mi certificado de notas fue muy especial, un caso extraordinario en los 60 años de existencia del colegio: un 7 (sobresaliente) en Alemán, Historia, Inglés, Francés y Educación Física, un 1 (pésimo) en todos los restantes. Tales calificaciones, unidad a una “excepcionalmente mala conducta”, que el “ Consejo de Padres y Profesores” acordará, por brillante mayoría democrática, mi expulsión inmediata. Tal cosa no me afecto en lo mas mínimo, más bien me sentí complacido, ya que ahora podría estudiar donde quisiera y lo que yo quisiera. Tras una reprimenda por parte de mis padres, que fue de todas maneras leve, pues no dejaban de compartir mi pensamiento en general, se impuso que yo ingresaría a un liceo nocturno, de manera de finalizar las obligatorias “humanidades” como fuera. Durante el día, podría dedicarme a lo que realmente era mi vocación: el aprendizaje de Idiomas. Fue así, como en poco tiempo me introduje en medios que, de otra manera, posiblemente jamás hubiese llegando a conocer. Por las mañanas concurría con mi amigo Hans (también expulsado de “Deutsch Schule” por razones parecidas) a perfeccionar Inglés y Francés, a casa de un anciano británico que realmente hacía atractivas sus enseñanzas y donde una joven francesa que, correcto es decirlo, nos impresionaba más por su belleza. Paralelamente, y porque teníamos gran facilidad e interés por las lenguas, tomemos clases de árabe, ruso e italiano. Estas lecciones debíamos pagarlas con las entradas que provenían de la venta de cuadros que pintaba la madre de Hans y nosotros ofrecíamos al público. Tuvimos la extraordinaria suerte de encontrar los enseñantes apropiados y nuestro aprendizaje era rápido y completo. Esa armonía se lograba porque los maestros no estaban atados a los clásicos programas elaborados por funcionarios del ministerio de educación, que se modificaban constantemente, sino que eran de su propia iniciativa. Pero no solamente el aprendizaje de los idiomas nos beneficio. Conocimos la mentalidad y costumbres de otros pueblos, llegando a conclusiones definitivas en corto tiempo: los europeos son extraordinariamente parecidos de
idéntico razonamiento; lo que puede variar en las personas es su temperamento o las costumbres lugareñas. Con frecuencias, tanto la familia inglesa como el anciano ruso, antiguo alto magistrado judicial zarista, nos invitaban a tomar onces, ocasiones en la cual no debíamos hablar castellano. Las costumbres y los gustos eran muy similares; él hecho de que Mr. York nos sirviera el té con cierta ceremonia, mientras el gospodín Rojdestvensky colocado simplemente su samovar sobre la mesa y cada cual de servía a su gusto, no implicaba más diferencia que las que existen de echo entre cualquier familia chilena t otras. El asunto era igual con la francesa y nuestro amigo italiano. Sin embargo, en casa del árabe, el asunto cambiaba notoriamente: nos sentíamos en una tienda en medio del desierto, recibiendo “el pan y la sal” por parte de un jeque que adornaba la conversación con innumerables proverbios- incomprensibles para nosotros. La religión tenía mucho que ver, eso sí, en la casa rusa y la morada árabe, mientras nuestros demás enseñantes manifestaban desdeño. Rojdestvensky era un miembro muy activo de la Iglesia Ortodoxa y el árabe solía reunirse con otros ancianos a cantar himnos de un rito cristiano de su región natal. Para nuestros oídos, ésto era una cacofonía sin igual. Fue en casa de Rojdestvensky donde por primera vez escuché hablar con seriedad en contra de los judíos. Solía acudir un sacerdote ortodoxo muy viejito, con su extraña indumentaria y larga barba. Este había sido nada menos que íntimo amigo de Sergei Nilus . Nos narró que, aunque él mismo había debido huir en forma desesperada cuando los bolcheviques llegaron al Poder, “pues sus líderes eran todos judíos”, Nilus no había sido tocado, aunque todos sus escritos fueron confiscados. Las experiencias que nos relataban los ancianos eran de gran interés. Muchas veces permanecimos absortos por largas horas, observando antiguas fotografías y escuchando los comentarios alusivos. Mr. York había conocido la guerra en una forma muy peculiar. En 1914 viajaba con su joven esposa holandesa a Sudamérica, cuando el barco fue torpedeado por un submarino alemán. Sin embargo, no tenía resentimientos: los alemanes habían ayudado a salvar a pasajeros y tripulantes. En Hitler veía a un caudillo enemigo de su país y punto. Lo demás, para él era “eyewash” (propaganda). Tampoco quería a los judíos, aunque no les asignaba la importancia que realmente tienen. El árabe, por su parte, conocía muy bien el problema y nos narraba experiencias muy directas. Y el ruso se complacía en citar a Gogol y otros escritores, como testimonio de que en su país conocían el problema mucho antes que apareciera Adolf Hitler. En aquel entonces escribía sus memorias y supimos que había tenido ocasión de conocer al mismo Stalin, durante un proceso. Los bolcheviques habían lanzado una bomba contra el carruaje bancario en el que se conducía una gran suma de dinero, de la que se habían apoderado, tras masacrar a cinco custodios. Como puede observarse, por curiosas coincidencias obtuve testimonios y conocimientos “de primera mano” de parte de quienes menos me hubiera imaginado. Hasta entonces bien poco me interesaban los judíos y de los comunistas no sabía casi nada, con excepción de lo leído en una que otra pequeña obra editada en el Tercer Reich y que Hans conseguía.
Una cosa sí que me quedó ya bien clara: entre los pueblos no existe ninguna animosidad natural, salvo en casos muy especiales en que intervienen los negocios, el fanatismo religioso o intransigencias de minorías. Tras cada guerra se ocultan ambiciones ilícitas de unos pocos. Al examinar más de cerca la realidad de nuestros propios países iberoamericanos, el caso se vuelve clarísimo. Los pueblos no se han beneficiado jamás ni con las “guerras de independencia” ni con las luchas fratricidas. Acá conviven tranquilamente y muchas veces en profundo respeto mutuo, blancos, indígenas, negros y mestizos. Ni siquiera la inmigración asiática actual ha causado problemas. Pero dos etnias son “mal vistas”, por decir los menos: los judíos y los gitanos. El brusco cambio que experimenté al cambiarme del elegante Colegio Alemán al Liceo Nocturno Manuel Bulnes, me desconcertó mucho en los primeros días. No influyó tanto que ahora estuviera en una habitación carcomida y alumbrada apenas por una débil ampolleta y sentado en bancas rústicas, sino a la ausencia de esa disciplina prusiana a la que estaba acostumbrado, a pesar de todas mis aventuras. Si bien yo no había simpatizado en lo más mínimo con mis profesores, al dirigirme a ellos, siempre había adoptado una posición respetuosa, bien erguido y ni por asomo con las manos en los bolsillos, por ejemplo. Acá, los alumnos, si bien es cierto, todos eran de bastante mayor edad, apenas hacían una ligera venia de saludo y, cosa que me espantó, ¡fumaban tranquilamente tanto en clases como durante los recreos! (Para adelantarme a algunos juicios: ese vicio lo adquirí yo muy posteriormente durante un interrogatorio policial...). Es así como me ví de pronto en medio de una “clase social” que hasta ahora desconocía por completo, pues, si bien es cierto, mi padre ganaba un sueldo muy modesto, se las había arreglado para que pudiésemos vivir en un sector acomodado de la ciudad. Ahora, yo estaba en medio de obreros y modestas jovencitas y empleados maduros que necesitaban completar sus estudios en pos de mejores expectativas. Era gente realmente muy esforzada, una muestra de la diferencia entre aquellos que luchan por surgir y esos otros que se conforman aparentemente, pero que pretenden que el Estado les regale todo. En aquel entonces, el Partido Comunista aún estaba fuera de la ley en Chile, pero todo el mundo sabía que sus actividades eran normales. Ponía especial énfasis en infiltrar a la juventud y, sobre todo, a los estudiantes nocturnos. Para ello, enviaban a sus funcionarios a “estudiar”, es decir, a crear inquietud, descontento y envidias. Terminaban reinando a su antojo, movilizando a profesores y alumnos de acuerdo a necesidades políticas contingentes. En mi curso, el agente rojo de turno resultó ser un tal Boris y entre los profesores, Rafael Coronel, viejo bolchevique que gustaba del lenguaje sucio y las insinuaciones deshonestas hacia las mujeres. Sin embargo, la educación misma, no era mala, todo lo contrario. La falta de medios era suplida por la imaginación e inteligencia del enseñante. Nuestro profesor de Física solía cautivarnos con anécdotas y nos sumergía mentalmente en un costoso laboratorio; otros buscaban mil y un trucos de manera que la enseñanza fuese entretenida, amena. Tales esfuerzos eran muy mal pagados, se reflejaba en el aspecto externo: ropas raídas, cabellos mal cortados, etc. Me imagino que, muchas veces, después de lidiar con largas horas de
esfuerzo mental, estos hombres, pasada la medianoche, llegarían a una humilde habitación, para lanzarse sobre la cama con el estómago semi-vacío, rendidos de cansancio. Precisamente esta situación me hacia respetarlos sinceramente y con muchos trabé una amistad que duró por años. Por su parte, algo parecido sucedía con mis compañeros. Estos llegaban apurados al Liceo, tras haber soportado interminables horas de trabajo en alguna fábrica, un hospital u otra ocupación parecida. Muy pronto me sentí absolutamente a gusto. Es posible que, dado que todos mis compañeros eran de mayor edad que yo, hiciera que me comprendieran más fácilmente. Capté también, lo estúpido que es hacer diferencias como acostumbra cierta gente acomodada. ¡No vale más quien tiene más dinero o viste mejor, sino quien tiene mayor talento, constancia y decisión! Esa es la verdadera jerarquía natural, precisamente la que muchos humanos quieren negar o trastocar. Llegué a identificarme tanto con los deseos e inquietudes de estos estudiantes, que muy pronto fuí elegido como delegado del curso, y, posteriormente, en “votación democrática” de los casi 500 alumnos del Liceo, desplacé al comunista Boris como delegado ante la Federación de Estudiantes, en aquel entonces una fortaleza marxista. Era algo común en la capital que, durante las tardes diversos grupos de jóvenes aparecieran vendiendo periódicos políticos. Hans adquirió un día un ejemplar y me lo tendió triunfalmente, diciendo: -Aquí también hay nazis.El pequeño periódico se llamaba “Bandera Negra” y era el órgano oficial de un “Movimiento Revolucionario Nacionalsocialista” y planteaba varias cosas muy concretas que nos interesaban sobremanera. Esa misma tarde fuimos a echar un vistazo al grupo. Nos encontramos con un antiquísimo edificio; la “oficina 38” era una pequeña habitación perdida en uno de los corredores. Al primero que conocimos, fue precisamente al jefe, Ramón Gallis. A pesar de nuestra juventud, éste nos tomó bastante en serio, dedicándonos casi dos horas en exponernos la doctrina que sustentaba, mientras otras personas doblaban papeles de propaganda o conversaban de distintos tópicos. La base del “Nacionalsocialismo” era la Religión Católica. No comprendimos bien que tenía que ver una posición religiosa con la política, pero, en aquel entonces, ello me pareció secundario y a discutir posteriormente, sobretodo que se nos aceptó sin más trámite como militantes, a pesar de haber sido bautizados como luteranos. Desde un comienzo fuimos de los más activos. Salíamos a las calles a vender diarios, discutíamos con el público y en una oportunidad nos trenzamos a puñetazos. Los sábados por la tarde recibíamos entrenamiento en box y judo, de parte de un detective de apellido Campillay y un ex oficial de ejército, Alejandro Schuster. Entre los más asiduos asistentes estaba ya entonces Claudio Matte, quien no ocultaba su origen judío, aunque su comportamiento en 1954 como ahora, treinta años después, en ningún momento ha sido incorrecto, siendo aceptado por doquier como
“el buen judío nazi”. Es muy posible que su extrema religiosidad haya contribuido a un comportamiento que muchos podrían calificar de soberanamente extraño. Mi buen amigo Hans, quien en buenas cuentas fue quien me empujó a una actividad que no he vuelto a abandonar, no fue tan constante. Llegó el momento en que su novia le planteó, con esa pasión de los 18 años: “Elige: ¡o la política o yo!” Y así se distanció del MRNS y también de mí, “la mala influencia”. Por mi parte, yo planteé el problema al revés a mi amiga de entonces: “Si me aceptas tal como soy y las cosas que quiero hacer, entonces ¡adelante! En caso contrario, ya habrá alguna dama más comprensiva.” He acotado esto como un pequeño consejo a mis lectores jóvenes; durante tantos años he constatado a menudo la forma fácil con que las muchachas han anulado a promisorios camaradas. Estoy convencido, que solamente quien es capaz de definirse con firmeza en un asunto tan espiritual y bello como es el amor juvenil, tendrá condiciones reales más tarde no sólo para elegir su pareja adecuada, sino que también como camarada de lucha y dirigente. Mi primer uniforme político hubo de confeccionármelo mi dulce muchachita de entonces... El MRNS, en definitiva, no era “nazi”, pero por su secretaría pasaban algunos que sí se planteaban como tales. Una noche, después de mis obligaciones en el Liceo, un joven miembro me invitó a pasar a su casa. Allí tenía un retrato del Führer e innumerables objetos relativos y reliquias de mártires del Seguro Obrero . Hoy, muchos ex militantes del Movimiento Nacional Socialista de Chile, acomplejados por la propaganda aliada de la Segunda Guerra Mundial, rechazan toda relación con la ideología de Adolf Hitler e insisten en denominarse “nacionalistas” o “nacistas”, e incluso ante la propia tumba de sus camaradas caídos, durante los ridículos “homenajes” que llevan a cabo. Entre las cosas que Rafael González V. guardaba y que ví aquella noche, estaba la camisa del uniforme del Héctor Thennet, en sus bolsillos había una foto del Führer. Numerosos otros documentos, demuestran que Cesár Parada, Juan Kähni y sobretodo, Gerardo Gallmeyer, el único caído en combate, eran mucho más que simples “nacionalistas”. Esto me lo han confirmado Julio Velasco, el escritor Miguel Serrano y muchos otros, que no pertenecen a las tristes huestes de los “derrotados”. Pero, esa noche comprobé también otra cosa. González no era realmente un hitlerista, sino que un “nazi estilo hollywood”, como hay tantos hoy en día. Gustaba de imitar a los actores que aparecían en las películas. De haber podido, se habría disfrazado de Mariscal, con monóculo y todo. En él tenían más importancia los uniformes, las armas, las anécdotas de guerra –cualquier cosa, menos la Doctrina. Su habitación estaba repleta de retratos, libros y documentos, que decía reverenciar, pero jamás estuvo dispuesto a efectuar la más mínima labor activa. No es extraño, que años más tarde no sólo me traicionara a mí sino que también a muchos otros camaradas y grupos. Sin embargo, a través de González, me enteré de que no solamente en Europa seguían existiendo organizaciones nacionalsocialistas, sino que había otros grupos en Chile mismo. Marinos de diversas nacionalidades distribuían en los puertos noticias y pequeños panfletos. Interesado, escribí un día a Suiza. La respuesta, ante mi asombro, me llegó desde Buenos Aires. Un señor, cuya importancia yo no imaginaba, me tomó muy en serio, comenzando así un intercambio epistolar que duró bastante tiempo. Lo que nadie me decía en MRNS, lo averiguaba a
través de Buenos Aires. Supe de una publicación en los Estados Unidos, “Common Sense”, del infatigable Mr. Mc Ginley y me enteré de las actividades de innumerables ex combatientes. Para poder sufragar los gastos de toda la correspondencia que entablé, hube de disminuir mis lecciones de árabe. Por otra parte, mi padre, extrañado de tantas visitas del cartero, intervino y, sin informarme, escribió por su cuenta a Buenos Aires, indicando que yo era un joven inexperto, etc. La respuesta, que luego me leyó con cierto orgullo, estaba firmada así: Prof. Dr. Johann Von Leers, Ex Obersturmbannführer SS. En ella se decía que, a juzgar por mi claridad de pensamiento y mi decisión, a pesar de mi juventud, en otra época más feliz, yo con toda seguridad hubiera sido admitido en aquella organización de élite y se nos felicitaba a ambos por ello. Von Leers había sido nada menos que Ayudante del Ministro Dr. Goebbels y uno de los Historiadores Oficiales del Tercer Reich. Aquella carta la conservé como un diploma de honor por muchos años. Lamentablemente, en uno de los allanamientos ilegales que hube de soportar, me fue robada. Solamente espero que se encuentre archivada en algún expediente policial, de forma que pueda ser rescatada cuando llegue el momento. El MRNS se me hizo de pronto muy pequeño, muy básico, un buen día hice entonces una visita al “Movimiento de Unidad Nacionalista”. Allí conocí a Carlos Sánchez, Hugo Torres, Jorge Prat, Sergio Onofre Jarpa, Anselmo Blanlot, Jorge Ehlers y tantos otros, que con el tiempo escalarían altos puestos políticos. Se trataba de personas agradables, pero que no desplegaban el dinamismo al que me había acostumbrado en MRNS. Solamente un joven publicista, Julio Velasco, nos motivaba realmente a mí y a media docena de muchachos: nos hablaba del Führer, de las luchas heroicas, de la importancia de los símbolos y de doctrina. De estos contactos surgió el “Grupo 88”, una pequeña organización de jóvenes, alentada y orientada por Von Leers, Velasco y el inglés Anthony Gannon . Desde Suecia, Einar Aberg nos hacía llegar miles de hojas impresas, que distribuíamos casa por casa en las noches. Una señora norteamericana me puso en contacto nada menos que con Horace Sherman Miller, entonces jefe del Ku Klux Klan y se me hizo pronto una impactante invitación: que formara una sucursal en Chile. Mis informaciones sobre el Klan estaban llenas de sensacionalismo y en buena parte yo me había también tragado las habituales mentiras de la prensa, por lo que reaccioné con sumo cuidado. Pero bastaron unos pocos folletos explicativos, para que yo captara la realidad sobre la organización y me lanzara con gran interés hacia el trabajo solicitado. Después de unas cuantas conversaciones, el “Grupo 88” se transformó en Ku Klux Klan de Chile. El solo nombre era impactante y enseguida nos transformamos en un “éxito”, ya que recibimos una insólita publicidad. Como mencionaban frecuentemente la dirección postal de Miller, no faltaron quienes escribieron y se pusieron así en contacto con nosotros. Como nuestras actividades se llevaban a cabo en secreto, el enemigo desconocía nuestras fuerzas y el KKK de Chile creció en importancia, tanto así, que el senador Allende habló
abiertamente en el propio Parlamento del “peligro antiproletario” que había surgido y urgió medidas policiales. Por aquel entonces viajé por primera vez a Buenos Aires. Allá, por una simple casualidad, no pude entrevistarme con Von Leers y otras personas, pues habían salido hacia Paraguay por asuntos de negocios. De todas maneras, aproveché de enviar numerosos panfletos KKK a los medios de comunicación y simples particulares de la ciudad, anunciando la pronta formación de un Klan argentino. Así conocí más tarde a Julio César, de Tandil, un camarada con quien he mantenido contacto hasta hoy día. Mis estudios finalizaron, no sin que antes tuviera mi primera experiencia en un enfrentamiento directo. Volvía yo una noche lluviosa a casa, después de una disputada reunión en la Federación de Estudiantes, cuando, al llegar a una esquina, repentinamente aparecieron ante mí dos jóvenes judíos del barrio, a quienes conocía demasiado bien, pues ya se habían producido altercados personales. Tiempo atrás me había hecho de una vieja pistola Famae, de sólo tres tiros, la que solía llevar en el bolsillo del impermeable. Observé un rápido movimiento de uno de mis contendores, ví brillar algo y luego escuché dos detonaciones. Habíamos disparado al unísono; yo, a través del bolsillo. Sentí un tremendo dolor en mi mano derecha, a la vez que escuchaba un aullido de parte del atacante, quien comenzó a correr con su compinche. Se me nubló la vista, pero no perdí el sentido y pude llegar tranquilamente a mi casa. No queriendo alarmar a nadie, esperé pacientemente la madrugada y acudí a un centro asistencial. Me dí cuenta, que, al moverme, había atajado la bala con la mano que empuñaba la pistola…!
En la Posta de Auxilio de Av. Pedro de Valdivia era necesario ser cuidadoso con las explicaciones, por lo que indiqué al policía de turno, que todo había sido un accidente. Poco después, mientras era atendido tras un biombo, escuché que mi atacante, a quien yo había logrado alcanzar, también se presentaba y hacía su declaración. El Carabinero, con una estruendosa carcajada, exclamo: -Es extraño, aunque posible, que el señor que acaba de entrar se haya disparado en la mano derecha, limpiando un arma con la izquierda, sin ser zurdo. ¡Pero que usted haya logrado dispararse un tiro en el culo durante una faena similar, es simplemente extraordinario!Efectivamente, yo no sólo había atajado el balazo, sino que había herido a mi atacante en el trasero, seguramente por los rápidos movimientos. Tuve gran suerte, pues, como me manifestó más tarde el Dr. Jorge Vargas, (militante del MRNS), el proyectil se alojó en la carne, sin siquiera tocar un tendón. Ciertamente, los tiempos eran diferentes. La lucha política armada era desconocida en Chile; a lo sumo se producían pequeñas reyertas callejeras durante mítines y desfiles. A los políticos les interesaba sobremanera una total tranquilidad, que les garantizaba el tranquilo uso y abuso de todas las granjerías que traía consigo el sistema político imperante. Tuve un familiar, que fue diputado por cuatro años y cuya actividad consistió exclusivamente en cobrar su sueldo y asistir a inauguraciones. “Topaze”, la revista satírico-política de aquellos tiempos, dijo de él que había sido
un diputado ejemplar, puesto que jamás había pedido la palabra en sesión alguna, con lo que era el único en no haber dicho brutalidades. El sistema de elecciones y actividades partidistas, lo iba a conocer yo muy pronto y de muy cerca, pero antes tuve que pasar por la cárcel por primera vez. Animados por la importancia que se nos asignaba y esperando que de alguna forma el público reaccionara y surgiera un movimiento de masas, cometimos el error de participar en actos ilegales. Ello dio por fin a nuestros adversarios la oportunidad de lanzar a la policía en nuestra contra. Después, se nos achacó cualquier cosa, pero lo concreto llevado a cabo fue el colocar unos detonantes en recintos judíos y también en la sede del Partido Socialista y regar el sector con propaganda. La publicidad fue grande, pero francamente, sólo conseguimos hacer un daño a nuestra causa, pues el público reaccionó en nuestra contra. Cierto es, que entonces bastaba con enviar una carta amenazante a cualquier persona para crear un escándalo o hacer que cumpliera con alguna indicación nuestra, con lo que el KKK adquiría cierta fuerza, pero nuestros postulados y denuncias eran entonces acremente rechazados. Habíamos actuado contrariando precisamente lo que indica Adolf Hitler en “Mi Lucha”: “…la masa debe ser conquistada por la palabra y no por el terror. La violencia es legítima solamente cuando actúa en forma defensiva”. Otro error básico nuestro fue el de la excesiva confianza, quizás porque sabíamos perfectamente que no representábamos de ninguna manera una gran fuerza, de lo que, por otra parte, el enemigo creía todo lo contrario. De allí que se destinara el mayor contingente posible de policías en nuestra búsqueda. El 21 de mayo de 1958, en medio de un tremendo despliegue de patrullas policiales, los cinco integrantes principales del KKK fuimos detenidos mientras distribuíamos literatura. Pasé entonces por lo que denominan “hábil interrogatorio”. Antes de cualquier pregunta, se me recibió con violentos puñetazos y patadas, por parte de media docena de individuos. Luego me dí cuenta que estaban muy al tanto de todas nuestras cosas. Calculé que mis cuatro compañeros, que habían pasado por el “tratamiento” antes que yo, habían hablado y dado pistas, por lo que ví inútil toda resistencia. Mucho tiempo después supe por boca de un mismo detective, que, en realidad, habíamos sido traicionados con bastante anterioridad y que ellos solamente esperaban capturarnos con “las manos en la masa”. Se trataba de Rafael González, quien, enterado de algunos detalles, había concurrido nada menos que a la Embajada de los Estados Unidos para denunciarnos y pedir protección. En situaciones así, lo único inteligente es confesar de plano todo, tratando de omitir detalles que puedan guiar hacia otras pistas; de lo contrario, la aplicación de corriente eléctrica, drogas y varios trucos sádicos, que me consta empleaba la policía por lo menos en aquel entonces, haría hablar igual a cualquiera. La influencia mental de la prensa puede observarse también en este caso. Aunque nunca más he vuelto a intentar siquiera una acción ilegal, por más de veinte años fui considerado como sospechoso de cualquier atentado que se produjese y se me asocio seriamente a grupos totalmente ajenos a mi manera de pensar.
El procedimiento y los métodos de la Justicia chilena, si aún hoy son anticuados y llevan a muchos errores, en esos años eran realmente ineficaces y aún torpes. Las reformas actuales son ciertamente un avance, aunque, personalmente, soy partidario del sistema llamado “sajón”, con modificaciones en cuanto a los integrantes de un jurado y la participación de los abogados. El castigo (siempre que el ciudadano esté bien informado acerca de las leyes) debe ser duro e implacable una vez que se haya comprobado debidamente el delito. Siempre será preferible que un criminal esté libre, antes que un inocente arrastre su calvario. El Gran Mufti de Jerusalén, en conversación con Adolf Hitler, hizo una vez el siguiente comentario: - Realmente no sé que se persigue, al encarcelar a un delincuente. ¿Se trata de una venganza de la sociedad o de un método de escarmiento y corrección?- A lo que el Führer respondió: -Cualquiera sea la intención, al castigado le dará lo mismo.- En realidad, el hacinamiento en calabozos no corrige en absoluto, solamente tras penurias a los familiares. El sistema de hacer trabajar a los infractores, que se impuso bajo el Nacionalsocialismo, al mismo tiempo que se le enseñaba una profesión digna y sin proceder a las habituales humillaciones, tiene mucho más probabilidades de reformar a alguien. Los criminales irreversibles, que, en el fondo no son más que enfermos incurables, deben ser considerados para morir. Esto no implica hacer un gran aparataje y teatro, fabricar horcas, patíbulos, fusilamientos espectaculares, etc. No se trata de clamar la morbosidad del populacho. El culpable puede ser eliminado de la sociedad sin la horrible tortura moral y mental del “último deseo”, la larga espera o las faramallas religiosas, basta alguna píldora, que ni siquiera necesita saber cuándo la ha ingerido. Pero la “democrática” sociedad actual se complace en encerrar en jaulas a hombres y mujeres, alimentándolos y vigilándolos con gran costo para el Estado. El personal de vigilantes, fuera de ser mal pagado y gozar a veces incluso de menos libertad real que los reos, por supuesto que se corrompe en su mayoría. En los meses que pasé encarcelado en 1958 (y también posteriormente), fue cosa común que se me acercaran con ofrecimientos tentadores. En caso de rechazos muy notorios, se corría el riesgo de las represalias. Que la corrupción alcanzaba perfectamente a policías y funcionarios de los Juzgados, lo comprobé muy temprano. Se me dirá que se trata de casos aislados y, por cierto que hay mucho de eso, ya que también existe lo contrario; los funcionarios de más edad no sólo eran muy honrados ellos mismos, sino que también procuraban mantener la limpieza en los demás. Recuerdo al Sargento 1º Castillo, del “Anexo Capuchinos”, quien incluso denunció ciertas intrigas de parte de mis abogados contrarios, arriesgando toda su situación personal. La policía, con el tiempo se vuelve insensible y es por eso que se producen graves excesos, incomprensibles para jueces y autoridades en general. Es el mismo caso de los médicos, a quienes la muerte del primer paciente puede anonadar, pero que bien pronto se vuelve un asunto rutinario y que escasamente exige una “cara de circunstancia” ante los deudos. En cuanto a la policía uniformada, no me queda en claro el por qué actúa en forma tan distinta. En mis muchas visitas involuntarias o también voluntarias a las comisarias he visto actitudes firmes y hasta duras, pero jamás injustas. Es posible que ello se deba a la rígida disciplina militar a la que están sujetos los funcionarios.
En cuanto al sistema judicial imperante, si bien puede asegurarse que ha permitido la formación de un cuerpo realmente independiente y honesto , por otra parte se basa en un costoso y larguísimo papeleo. No se ha logrado el “hacer Justicia rápida y sin costo”. Existe tal cúmulo de disposiciones que las personas más cultas ignoran, que pedir al pueblo en general que sepa algo al respecto es imposible. Para cualquier asunto, es absolutamente necesario el asesoramiento por un abogado, lo que implica altos gastos. La asesoría gratuita existe, pero en la práctica no funciona como un derecho del ciudadano, sino que como una dádiva sujeta al buen o mal humor. Mi propio caso demuestra las fallas del sistema: varios años después de mi detención y encontrándome en libertad provisional, la Corte de Apelaciones prácticamente me absolvió, basándose en que la cuantía de los daños ocasionados merecía realmente una multa y no una pena de cárcel. Sin embrago, hubo otras consideraciones por parte de la Corte Suprema y finalmente, en 1965, la sentencia definitiva fue de tres años y 21 días de prisión. El asunto a discutir aquí, no es lo injusto o justo de la pena, lo que sucede es que se estaba, en buenas cuentas, condenado ya a una persona distinta; el “hechor” había sido un estudiante de 19 años, se le había capturado cuando apenas había cumplido 20, ahora era un profesor ex candidato a Diputado, casado y con dos hijos, era enviado a reunirse con unos ochenta delincuentes de diferentes tipos, no sólo fuera de su hogar y trabajo, sino que de la misma ciudad. La experiencia, riquísima en aventuras y aprendizaje general sobre la vida, trajo algo consigo que es casi siempre peor que la condena misma; quedé marcado por el famoso “certificado de antecedentes”, lo que me obligaba en el futuro a trabajar en forma independiente, pues quedaba impedido de ejercer alguna función fiscal y, particularmente, nadie ocuparían a un “ex presidiario”. Últimamente se ha intentado hacer reformas jurídicas al respecto, pero, si bien en el papel se ha avanzado mucho, en la práctica estamos igual que antes. Aquí, nuevamente tengo que admirar el Código Penal y de Procedimiento Penal del Tercer Reich: investigación rápida y segura, sistema de jurados idóneos, castigo regenerador. Finalmente, por el sólo hecho de haber pagado su delito, el ciudadano era considerado con todos sus derechos; los antecedentes solamente figuraban en los archivos policiales para eventuales consultas. Conocí a un alemán, que en su juventud había hurtado una bicicleta. Hubo de trabajar gratuitamente para el Estado durante seis meses bajo un estricto régimen. Luego el Estado mismo le procuró un empleo y se olvidó de lo que había sucedido. Este hombre, al estallar la Segunda Guerra Mundial, se presentó como voluntario a la Wehrmacht. Se sentía con la obligación de defender a un régimen que había sido tan honesto con él. Tal actitud la veo absolutamente imposible entre quienes hayan alguna vez pasado por los calabozos de cualquier recinto carcelario de Iberoamérica, por no decir del mundo entero y, realmente, ¿quién podría sentirse extrañado? Durante el tiempo que duró mi libertad provisional, me dediqué a dar lecciones en diferentes idiomas, tanto en una pequeña oficina, como en visitas a domicilio. Mis ideas políticas no se habían detenido ni mucho menos, aunque sí el animo de casi todos mis compañeros. Solamente uno, Manuel Soto, mantuvo su integridad. Esto nos trajo una dura persecución por parte de individuos venales de la “Policía Política”. Constantemente éramos molestados en la forma más baja por varios de ellos, entre los que se destacaban un alter Germán Contreras y su “alter ego”,
Miranda. Nos arrestaban ilegalmente en la calle, en nuestros hogares y también en mi oficina, de la que una vez robaron diversos objetos que creyeron muy valiosos. Después de muchas peripecias, pudimos lograr una entrevista con el Secretario General de Investigaciones, un señor muy honesto, quien puso atajo a los vejámenes. La experiencia me había enseñado algunas cosas: 1º El ser conocido por doquier, por las razones que sea, si bien trae sinsabores, también impide que se realice una persecución constante, pues mucha gente comienza a hacerse preguntas y alguien finalmente reúne el coraje como para intervenir y ayudar. 2º No todos los policías son deshonestos (como cree el Hampa en forma absoluta), no todos los abogados se dedican exclusivamente a su lucrativo negocio, no todos los funcionarios del Estado son incapaces o indolentes –cualquiera sea el régimen imperante-. Gracias a las mentiras de la prensa, yo ya era conocido de sobra, pero había también personas que no se tragaban todo y que llegaban a simpatizar conmigo por mi persistencia. Cuando escribí a varios parlamentarios, denunciando casos que me había tocado ver, recibí por lo menos una respuesta, del ex “Cura de Catapilco”, don Antonio Zamorano. A través de él conocí como se desarrollaba la “democracia” en el Parlamento. Sus intenciones eran sanas, poseía una gran cultura y su carácter jovial atraía poderosamente el aprecio de las masas. Sin embargo, cuanto proyecto presentaba en la Cámara, por muy justo que fuese, era rechazado “en bloque” por todos sus colegas. No se le dejaba hablar ni se publicitaban sus iniciativas; por esto se veía forzado a escribir cientos de cartas a cuanto ciudadano él estimara necesario. En estas labores muy pronto le colaboré como secretario, aunque sin paga, por supuesto. Se aproximó la fecha en que debían presentarse otra vez candidatos para la elección de parlamentarios. Zamorano había formado un partido, la “Unión Nacional” y, de acuerdo con las leyes imperantes, tenía derecho a presentar listas. Un poco por amistad personal, otro poco porque yo podría realmente reunir unos cuantos votos y, especialmente porque carecía de colaboradores, me designó a mí mismo como candidato. Eso suponía para mí cierto tipo de inmunidad –por lo menos ante la persecución de los elementos policiales – y también daba forma a un escenario para próximas actividades. Logré reunir a algunos amigos del MRNS y del MUN y llevamos a cabo una campaña electoral. El resultado me sorprendió bastante, pues obtuve más de mil votos, apenas por debajo de otros candidatos electos. Quizás, si hubiese hecho lo que los demás, es decir, MENTIR, HACER TODO TIPO DE PROMESAS Y CREAR FALSAS EXPECTATIVAS, el resultado hubiese sido totalmente positivo… Pero nosotros escogimos como programa algunos de aquellos puntos nacionalsocialistas de entendimiento fácil, a la vez que lógicos y honrados. Se hizo una impresión de tres mil volantes con lo esencial y nos lanzamos a pie o en vagones de tercera clase, en ferrocarril, a recorrer los pueblos de la Provincia de Valparaíso, circunscripción en la que yo había sido inscrito. Si examinamos el asunto en cifras, por cada tres volantes repartidos, uno de ellos me aportó un voto.
El “Cura de Catapilco”, derrotado también, se retiró de la política, mientras para mí comenzó una etapa nueva, simplemente. Ahora ya me podía mover en círculos bastante amplios.
Von Leers murió en El Cairo, en su lugar de trabajo, en el Ministerio de Propaganda del Presidente Nasser, Horace Sherman Miller le siguió poco después, lo que constituyó una gran pérdida para todos las activistas nacionalsocialistas. Pero ya había hecho su aparición un hombre extraordinario: George Lincoln Rockwell. Silenciosamente organizó el “Partido Nazi Norteamericano”, luego estableció contactos a través del mundo y en 1962 surgió la Unión Mundial de Nacionalsocialistas, con la adhesión de grupos y movimientos de 34 países. A 17 años de la “derrota definitiva” del Nacionalsocialismo, éste comenzaba a levantarse majestuosamente. Recuerdo perfectamente que estabamos reunidos Soto, Malthess, Quezada, Eugenio Walther y algunos otros en mi sala, cuando alguien trajo la noticia de la reunión de “The Cotswolds” y el espanto de las autoridades inglesas ante tamaño congreso “nazi” en su país. Alguien se levantó y trazó una enorme svástica en el pizarrón; debajo colocó: ¡Ahora! Esa misma semana se fundó el Partido Nacionalsocialista de Chile, que adhirió a la Unión Mundial. Elaboramos un programa político, nos dimos una estructura y buscamos la proyección. Por cierto que no acudieron de inmediato los “nuevos militantes””, pero sí atrajimos la simpatía de personas de cierta importancia. El escritor Antonio Ondarza fue el primero en hacernos una donación importante en papel y materiales, aunque su apoyo fue entusiasta quizás de mayor importancia. El abogado Víctor Vial nos brindó su asesoría en los aspectos legales y, un militar retirado, junto con aclararnos muchos puntos ideológicos, trajo un día nada menos que al General Horacio Gamboa, quien se había hecho famoso por sofocar el golpe comunista del 2 de abril de 1957. Fue en su oficina, grande y elegante, donde iniciamos nuestras primeras actividades públicas. El P.N.S. tuvo desde un comienzo una estructura jerárquica al estilo militar. Nada de asambleas de parlanchines ni farsas electorales internas. Los miembros asumían un cargo según su capacidad y su esfuerzo personal. Este principio elemental es acremente atacado por los “demócratas” y también por los “demócratas populares”, mientras lo usemos nosotros; pero, al mismo tiempo, no vacilan, por supuesto, en aplicar el mismo en lo suyo. No puedo imaginarme a esas gentes siendo consecuentes y estableciendo un sistema de elección de cabos, sargentos o generales en las fuerzas armadas. Tal como es imposible que 100 cabezas huecas tomen una decisión inteligente en un Parlamento, tampoco mil soldados inexpertos podrán elegir por votación al General que los conduzca al triunfo en una batalla. Además, está el aspecto de responsabilidad, inherente a la Jerarquía, en contraste a la práctica democrática del “comité” o la “asamblea”. El presidente de tales corporaciones siempre será solamente el ejecutor de lo que ha decidido una mayoría anónima; un Jefe, a cualquier nivel, será directamente responsable de sus órdenes, si no ante un superior, ante el conjunto de subordinados, ya que su capacidad quedará manifiesta por el simple logro o avance en su Tarea.
Lo que más causaba extrañeza entre nuestros enemigos, era el éxito que continuamente obteníamos, a pesar de no contar con medios económicos ni personal pagado. Constantemente debíamos esforzar nuestra imaginación y audacia. El enemigo y la prensa encadenada a ellos, caía en su propia salsa. Aún hoy muchos funcionarios de entonces no pueden creer que usábamos constantemente el “bluff”. - Hicimos “venir” a Rockwell a Chile, lo ingresamos “ilegalmente” y…nos paseamos con él por todo Santiago, sin que la policía pudiese descubrirnos. Cuando aclaré ante Investigaciones que todo había sido simplemente un truco publicitario, optaron por aceptar mis aseveraciones, pero jamás las creyeron. La prensa, por su parte, reprodujo varias fotos de “Rockwell” (en realidad, el camarada Francisco Madrid, muy bien maquillado y disfrazado) que le hicimos llegar… - Solicitamos, en conjunto con el General Gamboa, un permiso para efectuar en ensayo de un “cohete” en un campo militar, llegando a fabricar incluso un modelo de 1,50 mm., que presentamos a los atónitos periodistas. Judíos y bolcheviques se volvieron locos, hablando del peligro que representábamos. - Fabriqué una supuesta conferencia “nazi” en un yate, en aguas brasileñas, en la que yo mismo habría tomado parte. Detenido una vez más, pude ser testigo de los nerviosos ajetreos en la sala de télex de la policía y la respuesta negativa de los cariocas a las nerviosas preguntas. Esto, por supuesto, cada vez nos hacía más conocidos. Los diarios, en la secreta esperanza de que alguien nos hiciera volar en pedazos, publicaban en primera plana la dirección de nuestra sede central. Con ello nos hacían un enorme servicio, pues así los simpatizantes sabían dónde dirigirse. En 1963 disponíamos ya de un local en Santiago, otro en Valparaíso y numerosas sedes a lo largo de todo Chile. La camisa parda y las svásticas aparecieron por las calles. Al año siguiente, una veintena de abogados comunistas y judíos de Valparaíso recurrió a los tribunales, acusándonos de los más horribles delitos. Sin esperar a que la Corte se pronunciara, el entonces Ministro del Interior, Dr. Sótero del Río, envío a la policía a nuestros locales y nos declaró disueltos. Entre otras cosas, se nos acusaba de tener nada menos que diez mil pistolas y quince mil fusiles; la única “prueba” la constituían unos extravagantes titulares del diario comunista “El Siglo”. Tal asunto pareció incluso exagerado a la misma policía, por lo que desistió, por lo menos en Santiago, de desclavar las tablas del piso de nuestro local, en busca del tremendo arsenal. El enemigo esperaba que ardiera Troya y que nuestra reacción sería, de alguna manera, violenta. Pero hicimos todo lo contrario. Muy caballerosamente solicitamos al Ministro y expusimos las cosas en tal forma, que el propio abogado asesor de Sótero del Río nos dio las pautas a seguir para terminar con las mentiras. Se nos obligó, eso sí, a constituir una “directiva legal”, es decir, elegida por votación y en una sagrada asamblea democrática. Cumplimos estrictamente: cada miembro fue instruido muy precisamente cómo debía votar y por quiénes. Es así como permanecí en la Jefatura, no solamente por el acuerdo de la reunión de fundadores y el reconocimiento internacional de W.U.N.S., sino que por “amplísima mayoría” de los votantes.
Al enemigo le había fallado el espionaje y el sabotaje interno. (Llegamos incluso a admitir tranquilamente el ingreso de dos judíos, a quienes cobramos cuotas “muy especiales” y luego hicimos limpiar el local hasta dejarlo aséptico). Entonces recurrieron al viejo proceso en mi contra. El 22 de abril de 1965, en pleno auge del Partido, fui detenido y llevado a cumplir mi condena carcelaria. Aunque, desde el primer día muchas personas se movieron para conseguir mi liberación, debieron pasar casi dos años para que ésta se hiciera realidad. Una petición directa del entonces teniente coronel Jungk, trajo consigo el indulto del Presidente Frei. Durante mi ausencia, el Partido había sufrido serios reveses y se encontraba fraccionado. Por un corto período incluso habían sido encarcelados los jefes que me reemplazaban. Algunos terminaron por quebrarse ante todo esto y se produjo una grave crisis interna. Al quedar yo finalmente en libertad, apenas quedaban señales de la antigua y combativa organización. En cambio, me encontré con una enorme papelería y burocracia interna. Reuní a los pocos fieles que quedaban y ataqué a fondo, a través de la prensa. Esta vez me las arreglé para hacer amistad con más de algún periodista, asegurándoles que sabía perfectamente que ellos podían escribir la más absoluta verdad, pero que todo acabaría en las manos de los directores. Nuevamente hube de aprender de Rockwell: según él, había que citar a la prensa en días en que el director normalmente descansa y deja a otra persona la responsabilidad. Entonces, esperamos los días domingo para llamar a cuanto reportero estuviera de turno, con espléndido resultado. Estos se sentían importantes, con ganas de lucirse con un reportaje sensacional. Varios lunes pudimos verificar que, por el momento, no figurábamos como los malvados asesinos de siempre, sino que como ciudadanos bastante normales y a veces hasta con ideas buenas... Logramos levantar el Partido una vez más y conseguir cierta importancia; ya tímidamente se nos acercaban personas pudientes y hacían donaciones monetarias, que nos parecían espectaculares, en vista de nuestra crónica falta de medios. En enero de 1967 contabilizamos 15 mil militantes y adherentes registrados. Ya podíamos ahora entrar en una nueva fase: las elecciones al Parlamento. Por de pronto se nos presentó la oportunidad en las elecciones municipales, de hacer un ensayo provisorio. Por primera vez desde 1945, dos candidatos luciendo abiertamente la svástica, aparecieron públicamente. Una reunión multitudinaria en el Teatro Cousiño, de Santiago y diversas concentraciones en el pueblo de Putaendo, provocaron pánico entre nuestros adversarios. Buscaron otra vez que respondiéramos violentamente a las provocaciones; en cambio, nosotros sistemáticamente denunciábamos ante la Justicia Ordinaria cualquier tropelía. En Curacaví, la policía detuvo finalmente a dos judíos, en Santiago a otro y aún se allanaron locales comunistas. Desde luego que no les sucedió mayor cosa, pero la opinión pública se trasladó a nuestro lado. Es así como la prensa tuvo que dar un viraje espectacular en la forma de tratarnos. Se dedicaron a difundir ideas y planes contradictorios a los que pregonábamos. Entonces, invitamos a un amplio debate, por televisión. El público debía juzgar si estábamos equivocados y nuestros planteamientos carecían de base. Dos canales llegaron incluso a aceptar la confrontación, pero, cuando ya todo estaba preparado, se suspendió todo: una amable carta nos manifestaba que no se contaba con "auspiciadores" (financistas). ¡Por supuesto! ¿Qué firma se atrevería a financiar un espacio en el que los "nazis" quizás salieran triunfadores? Sabíamos que en la primera gran contienda no podíamos contar con mayores logros, pues debíamos enfrentar a todos, desde conservadores hasta marxistas confesos se unieron por
completo, violando todo tipo de disposiciones legales electorales, con el sólo fin de impedir el "bochorno" que les significaría un triunfo nazi en Chile. En Putaendo se llegó a enviar "comisiones" casa por casa de los campesinos y mineros, en una de las cuales participó en propio Salvador Allende, con el fin de intimidar a los votantes. Salimos airosos de esas pruebas, pero no contábamos con el truco más sucio de todos: durante las últimas semanas, los demás partidos movilizaron hacia la comarca a cuánta persona pudieron, cambiando las inscripciones electorales. Entre los lugareños en sí teníamos amplia mayoría, pero surgió una enorme "población votante". Buses repletos de votantes fraudulentos llegaron desde Santiago y Valparaíso. De todas maneras, Francisco Madrid derrotó con su votación a los candidatos comunistas y socialistas. En la capital, el asunto fue similar. Nuestro abanderado, Renán Valdés, que había debido ser inscrito como candidato del minúsculo "Partido Democrático Nacional", desplazó a gran distancia a los demás compañeros de lista, pero no logró perforar la línea. Con una sola excepción, los medios de comunicación silenciaron por completo el resultado de nuestra votación, tratando de hacer olvidar al público nuestra misma existencia. Recurrimos a la costosa y aburrida tarea de confeccionar grandes cantidades de volantes, aclarando las cosas. Pero el "black out" fue total. El simpatizante simple debía pensar que se trataba de un último esfuerzo para mantener la cohesión partidista por parte de unos pocos "fanáticos". La disciplina se vio quebrantada y debía hacer varios viajes para detener una debacle interna. Hubo incluso quienes desertaron, pensando en un fracaso definitivo. Sin embargo, una reestructuración completa, más firme que antes y la expulsión violenta de cobardes o vacilantes, en un par de semanas fortificó la organización más que antes. Nos desvelamos en trucos publicitarios, incluso corriendo el riesgo de parecer ridículos, pues más que nunca necesitábamos demostrar que nada nos haría desistir de nuestros propósitos. Es cierto que buenos y leales camaradas observaron con dudosa aprobación nuestra táctica. Especialmente un truco, que merece ser analizado. A fines de junio de 1967, enviamos la siguiente comunicación: "Como es habitual, el próximo sábado procederemos a presentar al público a nuestra reina de belleza, que llevará el título de "Miss Partido Nazi". Cualquier periodista profesional podrá asistir". El día indicado logramos encontrar una dama de la Sección Femenina que reunía los requisitos y que aceptó seguir el juego. Mientras ella y el personal encargado estudiaban los pormenores y ensayaban, durante toda la mañana nosotros, los oficiales, barajábamos las más increíbles posibilidades y estudiábamos "salidas" para el caso de un fracaso, paseándonos inquietos por las habitaciones del cuartel central. A las tres en punto, los camaradas que hacían guardia - muy a desgano - , anunciaron con satisfacción, que la antesala y la misma escalera que conducía a nuestras dependencias, se encontraban abarrotadas de periodistas. No sólo estaban nuestros conocidos de siempre, sino que también los canales de TV e incluso representantes de compañías fílmicas de Chile, Alemania y... la Unión Soviética. Víctor Pizarro y Temístocles Palazuelos se hicieron entonces cargo de la situación. Ante una enorme bandera posó en traje de baño nuestra "Miss Nazi". Las luces y fogonazos duraron largo rato. Pero, obligatoriamente, en cualquier foto aparecerían lo pequeños letreros, colocados muy estratégicamente: "¿Cree usted que esta niña se dedica a matar gente?" "¿Cree usted que los nazis no merecen ser escuchados imparcialmente?". Una vez que el interés por nuestra "Miss" se apaciguó, Pizarro, luciendo su impecable uniforme, accedió a hacer declaraciones: "- Hemos querido demostrar la armonía y belleza que existen en nuestras filas, en concordancia
con nuestros ideales de cultura y naturalidad. Próximamente invitaremos a ustedes a presenciar una exposición de lo que llaman “arte" hoy, como la basura de Picasso y tantos otros." Realmente estuvo genial. El golpe periodístico fue tremendo, un éxito desde todo punto de vista, tanto así, que en los próximos días, recibíamos montones de muchachas que querían adherirse al Partido. Continuamos nuestra ofensiva de demostraciones pacíficas y simpáticas en diversas ciudades. Los reveses sufridos anteriormente quedaron en el olvido y bien pronto nuestro local se hizo totalmente estrecho para acoger a las multitudes que querían escucharnos. El 4 de julio llamé a una reunión extraordinaria de dirigentes de todo el país. Se organizó una gran comida de camaradería en nuestra sala principal y llegamos a la conclusión de que por mucho tiempo podríamos continuar sin grandes problemas... a menos que se intentara un golpe de violencia inusitado en nuestra contra. Y precisamente esto era lo que tramaban nuestros adversarios. Durante la madrugada, dos o tres bombas incendiarias destruyeron el edificio por completo. No me cabe duda alguna que el hechor fue un individuo de origen alemán, Herbert Bittner, a quien un mes atrás habíamos prohibido el ingreso a nuestras dependencias y expulsado con cierta violencia, por habérsele comprobado conexiones con el hampa. El ataque trajo graves consecuencias. Se perdió gran parte de importantísima documentación; dinero, uniformes, mobiliario, etc. Hubimos de instalarnos provisoriamente en casa del camarada Vergara y tratar de dirigir desde allí la organización. Pero, por diversas razones, no logramos prosperar. Tras varias semanas de deambular y concentrados en el problema central y descuidando la política contingente, arrendamos con gran esfuerzo una gran casa, con amplios jardines, en un barrio elegante. Fue un error. Debimos mejor haber instalado en diversas pequeñas sedes de barrio; la distancia era muy larga para nuestros cansados obreros y empleados, para acudir a tiempo a las funciones habituales, después de sus horarios de trabajo. Si pensamos que un cuartel más amplio y hermoso que el incendiado daría a entender que nuestra bonanza crecía, ello no fue así. Entonces volvimos a acordarnos de los primeros tiempos del NSDAP: las viviendas de los oficiales de mayor confianza se transformaron automáticamente en secretarías y la "oficina" central comenzó a funcionar en el interior de Restaurante. Esto mismo se imitó en diversas ciudades, descubriéndose como eficaz, a pesar de continuos movimientos, ya que muy a menudo los propietarios de los locales recibían amenazas y preferían correr el riesgo de un enojo de nuestra parte, que atentados contra su negocio. Si resumimos lo sucedido en esta época, llegamos a la conclusión de que el método decisivo en nuestra contra era el terror desatado en perjuicio de quienes querían ayudarnos. Estábamos impedidos de devolver los golpes, incluso a través de los tribunales, pues el enemigo actuaba en forma oculta. Incluso llegaron a dejarnos el campo libre para hacer reuniones públicas en lugares tales como Yarur, Sumar, los sindicatos pesqueros y otras grandes empresas, a las que llegábamos con ganas de encontrar en enfrentamiento. Llegó a ser aburrido el efectuar reuniones públicas en lugares tradicionalmente de domino marxista: los empresarios, en su mayoría, nos veían con buenos ojos; la oposición ocasional provenía exclusivamente de parte de miembros fanatizados de sectas religiosas, tan abundantes en los medios obreros. Al finalizar las reuniones, muchos se acercaban a nuestra infaltable mesa de "reclutamiento" y se "afiliaban". No tardamos en darnos cuenta que la mayoría eran obreros que pensaban que nosotros estábamos pagados por sus patrones y que sería una buena cosa práctica mostrarnos su
simpatía. Esto entrañaba, por cierto, un tremendo peligro, pues podíamos fácilmente quedar descalificados como "derechistas" o "momios", como se motejaba en aquel entonces. Por ello, encargamos a los mismos obreros confeccionar panfletos y carteles en los cuales se planteaban nuestras exigencias referentes a los trabajadores: Patrones y obreros o empleados deben constituir una sociedad única, en la cual las ganancias se reparten equitativamente. El trato y las condiciones ambientales deben ser las mismas para todos. Cada cual deber ser destinado a las labores para las que tenga más aptitud. Deben producirse bienes realmente necesarios. Se establecerán seguros por enfermedad o invalidez. Las pensiones de vejez deben ser realmente de importancia. Esta es la verdadera "nacionalización de los trabajadores", como lo demostró el Tercer Reich y la Italia Fascista. Un trabajador que pueda preocuparse sin sobresaltos de sus labores, especialmente si sabe que está resguardado tanto él como su familia de cualquier arbitrariedad, por supuesto que hará todo mejor. Solamente un idiota o un criminal podría entonces tener la idea de producir trastornos en su lugar de trabajo. Lamentablemente, los empresarios, que tanto se quejan de las actividades marxistas, se niegan a aceptar planes que beneficien al obrero. No son capaces de entender que si el trabajador está contento, producirá más y mejor. Se sorprenderían estos señores al constatar cuántos destrozos y gastos inútiles desaparecerían. Mientras tanto, yo, en lo particular, para subsistir, debía desempeñarme como profesor, dando clases particulares a domicilio. Estas actividades muy a menudo se veían afectadas por mi actuación política. Varias veces, atribulados padres decidieron despedirme, por lo que mis ingresos eran reducidos e inestables. Del Partido mismo jamás recibí un centavo, más bien pagaba mis cuotas igual que cualquier otro militante. Esto se hacía sentir muy duramente en mi hogar y, en ocasiones, solamente la mano generosa de algún camarada me permitió salir de urgentes apremios económicos. De un "Partido Nazi" se esperaba que tuviera grandes fondos, ya que las fábulas "históricas" así lo hacen creer. En realidad, jamás dispuse de un automóvil, teléfono u otras comodidades; por el contrario, conocí el hambre muy de cerca. Al acercarse la fecha de las elecciones presidenciales, comenzó a desatarse el terror organizado. Bandas organizadas, de delincuentes profesionales, patrullaban las calles y se imponían mediante linchacos, cuchillos y pistolas incluso a la policía. La Izquierda y la Derecha usaban los mismos métodos. Nosotros, que en esta "pelea de perros" no llevábamos otro interés que el de que se destrozaran mutuamente, preferimos desaparecer de la luz pública y organizarnos en forma de células. Para ello debimos otra vez examinar concienzudamente a cada uno de nuestros afiliados, dejando fuera a muchísimos que se sentían impelidos a participar de una u otra manera en grupos de choque ajenos al Nacionalsocialismo. Es así, como muchos fueron a parar al "Frente Nacionalista Patria y Libertad", a defender en el fondo el sistema corrompido que nos estaba haciendo precisamente caer en manos del marxismo. Los intentos de algunos militares sanos, de imponer el orden, incluso contraviniendo la Constitución imperante, fueron una clara demostración de que antes debía sobrevenir un Caos total. Las sublevaciones pacíficas de un grupo de oficiales jóvenes primero y el intento del General Viaux después no fueron comprendidas ni apoyadas. Se ha insistido que, de no haber los demócratacristianos mantenido a toda costa su decisión de llevar candidato propio, los "votos anti-marxistas" no se hubieran dividido y Allende hubiese sido derrotado. Pero yo recuerdo muy bien el ambiente que se vivía en aquel entonces y creo que la
masa, aburrida del sistema imperante, en su mayoría se hubiese volcado hacia la izquierda y no hacia la candidatura Alessandri. Entonces, Allende, que apenas obtuvo un 34% de la votación, hubiese obtenido realmente la mayoría, tal como ocurrió en las últimas elecciones parlamentarias. Los que hoy tratan de hacer revivir el corrupto sistema de entonces, parecen haber olvidado cuáles fueron las consecuencias. En un último esfuerzo, decidimos llamar a un Congreso del Partido, para mediados de diciembre de 1969, con el fin de mantenernos unidos y poder intervenir en un momento dado como una unidad decisiva. Conocíamos el descontento militar y pensábamos encontrar un apoyo en una ocasión más propicia. Empero, en la madrugada del 5 de diciembre, la Policía Política intervino a diversos niveles (ya estaba plenamente infiltrada por el marxismo) y se procedió a detener a la mayoría de los dirigentes y delegados que habían sido convocados; saquearon nuestros hogares y la imprenta fue dañada por completo. Al mismo tiempo, se hicieron circular falsas proclamas, en las que yo aparecía anunciando la disolución del Partido. Aunque intervinieron personeros del Poder Judicial y se nos tuvo que dejar en libertad, el daño fue considerable. Apenas un centenar de militantes se preocupó seriamente de averiguar la verdad, con lo que se transformaron en la única fuerza con la que pudimos contar por mucho tiempo. El gran movimiento de masas de años atrás, había vuelto a reducirse al núcleo básico de combatientes serios. Hubo incluso quienes, motivados sanamente, pero por graves problemas de apreciación, pensaron que el derrotismo se había apoderado de la directiva e intentaron, por su cuenta, lanzarse a diferentes aventuras. La más trágica es la del joven Temístocles Palazuelos, quien, derrochando medios económicos en una actitud desesperada, lanzó una edición "pirata" de nuestro único órgano, "Cruz Gamada", llegando a manifestar que yo había sido expulsado de las filas nacionalsocialistas. Recorrió algunas ciudades, encontrándose o con un abúlico rechazo de las masas o con los puños de los fieles luchadores, que le enrostraron su traición. En vísperas del Aniversario del Natalicio de Adolf Hitler, en la noche del 19 de abril de 1970, tras colocarse su uniforme y hacer un postrer saludo, Palazuelos se disparó un tiro en la sien, muriendo instantáneamente. Sus documentos, así como la imprenta, desaparecieron en manos de la policía, la cual, por toda información, dijo que se había tratado de un "suicidio atípico". Tras su triunfo, Allende implantó medidas bastante inteligentes y acertadas y, por un tiempo, los partidos marxistas se transformaron en pacíficos clubes. Se llegó al cinismo de "condenar los desórdenes" en incluso se liquidó a balazos a una banda de delincuentes que ya no eran útiles. Luego, mediante el sencillo método de emitir moneda sin cesar y en forma inorgánica, se crearon miles de cargos fiscales y empleos ficticios, produciendo una pasajera sensación de bienestar al público. Los sueldos eran altos y las obligaciones, mínimas o inexistentes. Aunque se comenzó a ejercer todo tipo de presiones contra la clase alta y los patrones, esto se hizo en forma paulatina y tácticamente muy acertada. Al mismo tiempo, los sindicatos pasaron a ser una fuerza de control terrible. Sus directivas tenían un poder casi absoluto. Entonces convocaban continuamente a huelgas, "paros" y "tomas" de fábricas e industrias, que los funcionarios comunistas acudían a "administrar". El desorden fue total. No se trabajaba porque alguien descubría algún aniversario y se declaraba feriado, porque había alguna concentración, por "solidaridad" con cualquier motivo, por "descanso", etc. Muy pronto comenzaron a escasear los alimentos y otros bienes indispensables, ya que la producción bajó escandalosamente. El Partido Comunista, mientras organizaba sus propios cuadros sólidamente, procuraba desatar un completo caos, en medio de la inflación, el mercado negro y los negociados a todo nivel. Las
elecciones no les habían otorgado el Poder Total, sino que únicamente el Poder Político, sujeto todavía a algunas normas de la Constitución. El Marxismo necesitaba hacer desaparecer la "estructura burguesa" transformando al parlamento en un "Soviet", el Poder Judicial en "tribunales populares; los bancos, en financieras del Gobierno, etc. Nos camuflamos por completo. Es posible que, por el momento sólo se pretendiera mantenerme bajo un estricto control, toda vez que se pretendía guardar las apariencias, pues, sin mayor esfuerzo, conseguí un empleo de recepcionista bilingüe en una empresa de telecomunicaciones. Allí, claro está, la vida no me fue fácil, pues, no siendo admitido como miembro del sindicato, era uno de los pocos que realmente tenían que trabajar muy duro, ya que constantemente era necesario reemplazar a "fieles proletarios" en sus labores. Fui testigo de cómo un grupo se "tomaba" la empresa, expulsaba a los dueños y procedía a "administrar". A los pocos días existía un caos total, un desorden inimaginable. Un golpe de suerte me permitió alejarme de allí e ingresar como empleado en una firma norteamericana. Observé con asombro, que mis "antecedentes manchados" no fueron tomados en cuenta y se me trató incluso con cierta deferencia. Aquí, e dinero corría a raudales, en forma inversa: los dirigentes sindicales recibían grandes sumas de dinero por parte de la gerencia y sus sueldos habituales de agentes comunistas. Su situación personal era preciosa, por o tanto. Entonces, inculcaban a todos, que debíamos trabajar tranquilamente, puesto que el estado socialista que se estaba formando necesitaba de tiempo y paz. Claro está, que en ciertas ocasiones simulaban graves protestas y atropellos, pero pronto apaciguaban los ánimos y hablaban de malos entendidos. Mi sueldo de entonces era de unos 16.000 escudos mensuales, el equivalente a un poco más de 4 dólares norteamericanos. Teóricamente, era un sueldo bueno y podía adquirir todo lo que era indispensable...si es que podía encontrar alguien que vendiera. A principios de septiembre de 1973, por fin se comenzó a respirar un aire que indicaba que un cambio estaba a las puertas. Tradicionalmente, aunque con muchas precauciones, el 9 de septiembre, un pequeño grupo fuimos a depositar una ofrenda floral ante el monolito que señala la tumba de los camaradas caídos en 1938. Muy cerca de ese lugar, se produjo entonces una de aquellas coincidencias extraordinarias que varias veces he tenido ocasión de participar. Fue un encuentro muy especial que, sin embargo, por diferentes razones, prefiero callar aún. El 11 de septiembre de 1973 concurrí normalmente a mis obligaciones de trabajo. Eran las 9 de la mañana y, apenas hube descendido del bus, en Plaza Bulnes, escuché en las cercanías lo que imaginé primero eran fuegos artificiales anunciando algún otro festival marxista. Pero luego escuché también gritos de dolor y vi caer gente violentamente al suelo. Eran disparos de metralleta. Corrí a través de una pasarela colocada sobre las excavaciones del "Metro" en construcción. Desde los fosos partió una salva de fusilería. Eran efectivos militares que disparaban hacia los techos de los edificios. Corrí a la calle Ahumada, buscando algún refugio, pero, al mirar hacia atrás noté que un centenar de soldados venían pisándome los talones, mientras efectuaban disparos hacia lo alto. Estaban tratando de rodear el sector, impidiendo que los civiles salieran a las calles. Vi caer a muchas personas que, por haberse pegado a los muros, eran fácil blanco de los francotiradores apostados en las azoteas, quienes no hacían distinción alguna entre militares y civiles. Llevaban a cabo una verdadera masacre sin sentido. Un anciano cayó fulminado a pocos pasos de mí, más allá una joven pareja fue asesinada por la espalda.
El caos reinante es indescriptible. Buses y automóviles chocaban, pasajeros y conductores caían heridos o muertos, algunos dejaban sus pertenencias y huían en cualquier dirección. Noté que el tiroteo era menor en las cercanías de la Plaza de Armas y me lancé hacia allá, saltando más de una vez por encima de vehículos abandonados precipitadamente. Aunque las balas silbaban por doquier, no fui tocado, logrando llegar al edificio de la empresa. Allí todo era histeria entre las mujeres y los hombres no atinaban a ninguna solución. Aún funcionaban los teléfonos y, mientras por los amplios ventanales, ya rotos en su mayoría, entraban proyectiles de todo tipo, me escudé tras un grueso pilar y me comuniqué con familiares y camaradas, a los cuales puse al tanto de la situación y urgí a no salir de las casas. ¡Las Fuerzas Armadas se habían revelado por fin contra el régimen marxista! Sin embargo, a esa hora pocos sabían lo que realmente pasaba, con excepción de unos cuantos "sindicalistas", a quienes vi saquear las cajas de caudales de la empresa y tratar de escapar por una salida de servicio. Cuando, por un instante cesó el tiroteo hacia el edificio, reuní a un grupo de amigos de más confianza y decidimos hacer una salida hacia Oriente, que sabíamos estaba aún en tranquilidad. Si alguien resultaba herido, los demás podrían ayudarle y, en el peor de los casos, dar más tarde noticias. En el momento que cruzábamos la calle Morandé, un artefacto estalló a corta distancia y nos lanzamos en medio de la calzada. Un periodista - ignoro cómo - logró fotografiar el instante preciso y, días más tarde, aparecí en primera plana de un diario, en aquella incómoda posición. Hubo otra vez muchos heridos y también muertos. Escuché una nueva explosión y tiroteos. Ninguno del grupo fue tocado, pero todos retrocedieron al edificio; yo me lancé en carrera hacia el Poniente. Mientras me alejaba, menos se escuchaba el combate. Uno a uno iban siendo capturados o pasados por las armas los comunistas anidados en azoteas y balcones con poderosas armas. Pero, como para subrayar el desconcierto y el caos, un par de calles más allá divisé un bus repleto de pasajeros que hacía su recorrido habitual. Mantuve toda la calma posible y, solamente al haber abandonado lo suficiente el sector, informé al conductor de que había estallado una revolución. El pobre hombre se puso pálido pero, ya que no había recibido ninguna instrucción, continuó su viaje. Es así, cómo de la enorme refriega, llegué a mi casa nada menos que en bus. Es indudable , que estos últimos diez años han traído consigo la afirmación de una nueva época en la política chilena. El sistema "democrático", que imperó hasta 1973, con sus grandes elecciones faranduleras, sus "representantes" elegidos sabiamente..., los grandes negociados particulares, los continuos engaños al pueblo, la gran farsa de la "libertad de expresión", etc., ha pasado definitivamente a la historia. Con ello ha desaparecido no sólo un inadecuado sistema político sino que toda una forma de expresión. Los “sagrados postulados” y las “inamovibles” doctrinas han dejado de ser tales, para acomodarse a cualquier situación. Los diversos partidos, desde los “conservadores” hasta los comunistas, e incluyendo a las diversas corrientes “nacionalistas” (x) se dedican exclusivamente a apoderarse de las llamadas “banderas de lucha” de cuanta persona descontenta (o ambiciosa) pueda haber y por las razones que sea. El pretendido arrastre popular del Partido Comunista se basa hoy exclusivamente en una inteligente infiltración de elementos a sueldo en todo tipo de organizaciones, que comienzan en cualquier club de barrio y pasan por cualquier grupo cohesionado por intereses personales. La policía secreta del Kremlin ciertamente extiende sus tentáculos por todas partes, pero su labor es
más bien ejecutar los “trabajos sucios”. Los agentes realmente importantes son los espías y saboteadores que se incrustan en los más diferentes gobiernos, los trusts bancarios, las grandes empresas, las iglesias, las diferentes ramas de la O.N.U., los medios informativos, etc. Se trata, lisa y llanamente, de la conquista total y definitiva del mundo entero por unas cuantas mentes enfermas, sin importarles en absoluto los medios a usar. Ante este descomunal ataque, los nacionalistas y patriotas se comprimen y rehuyen el enfrentamiento lógico, que no debe cerrarse en fronteras sino que conducirse a cualquier nivel y en todo lugar. Es la política del avestruz. Los nacionalistas pretenden que, si derrotan definitivamente en su patria a los agentes del Kremlin, serán dejados tranquilos, como si tal cosa hubiese ocurrido con Chile en los últimos 11 años…… Por otra parte, la lucha ideológica al estilo antiguo, con desfiles, partidos, movimientos o agrupaciones únicamente políticas, con escasas excepciones, pertenece al pasado. La juventud intuye que, en una época en que es cosa corriente el enviar cohetes al espacio y cuando circundan la Tierra miles de satélites militares, se está produciendo un cambio infinitamente superior al que se quiere hacer creer. El primer estallido en este sentido se produjo con la aparición, hace más de 20 años, de los “rockanrolleros”, continuó con los “hippies” y hoy se manifiesta con los “punks” y los cientos de sectas político-religiosas que invaden lentamente el planeta. Si todas estas manifestaciones espontáneas de descontento espiritual han seguido un camino no sólo ridículo sino que profundamente anti-natural, ello es porque han sido muy hábilmente desviadas, neutralizadas y destruidas por hábiles agentes. Se han trastocado por completo los valores. Lo que antes era basura y porquería, hoy es presentado por supuestos sabios como un arte muy especial, digno de premios al más alto nivel; el honor, la belleza, la lealtad, la Verdad, son transformados en “supersticiones financieras”. Los valores espirituales son un defecto, una enfermedad ridícula. Se alaba constantemente la “solidaridad” (de los pueblos, de los amigos, de los ricos para con los pobres) pero, para demostrar falazmente que ésta existe, es necesario hacer grandes shows publicitarios y concursos con premios muy materiales, para el público- enteramente dopadoparticipe. No se hace el bien a un semejante para tener una satisfacción íntima, sino que para figurar en las páginas sociales o andar con cara de importante por las calles. Todo gira en torno al dinero, al orgullo personal, el poder que se pueda adquirir sobre otros seres semejantes. (x) En Chile, los “nacionalistas” son, con su mayoría, apenas expresiones folklóricas o reacciones epidérmicas, que tienen tantas solemnes “declaraciones de principios” como supuestos militantes. Las nuevas generaciones están hastiadas, pueden interesarse momentáneamente por determinadas posiciones políticas, pero su búsqueda es tras algo infinitamente mayor. En respuesta a sus ansias, las sectas religiosas se trasladan de un lado del mundo a otro. En India, en la misma China, en África, cientos de miles de desorientados, recurren al Cristianismo, en reemplazo de sus antiguas creencias, en Occidente, nos llenamos de gurús y supuestos sabios asiáticos que, concretamente, sólo nos traen estrafalarias ceremonias. Los acólitos muy pronto se
ven defraudados, hastiados. Inventan y forjan doctrinas y pensamientos, para volver a desecharlos. Hay una rebelión que busca desatarse y los rebeldes, algún día darán con el camino exitoso. Se tolera,- ¡porque se dirige y orienta! – las opiniones más dispares. Se puede ser cristiano, budista, musulmán, animista, adorador del sol, moonista, ateo o supersticioso simple, pero una posición es atacada y calumniada sin cesar: la “nazi” o hitlerista. Hitler murió hace 40 años. Su partido, sus ejércitos, su colosal esplendor externo, todo desapareció con él o poco después. Pero su pensamiento real, su Mensaje verdadero sigue más vigente que nunca. En los últimos veinte años, los jóvenes han venido preguntándose cada vez más sobre la Verdad acerca del Nacionalsocialismo. Ni los numerosos “documentales”, ni las “serias” películas con los mejores actores de Hollywood y otras partes, ni el constante bombardeo de la prensa y las sesudas conferencias, explicaciones, etc. Han logrado borrar el recuerdo de los “nazis”. De Churchill, Roosevelt, Stalin, de Gaulle y el mismo Mussolini solamente los más adultos o los eruditos tienen algún recuerdo. Pero Hitler es un símbolo poderoso. Los jóvenes recorren las librerías de textos usados, las bibliotecas, los museos, las casas filatélicas, trepan a los desvanes abandonados, en busca de documentos o cualquier reliquia concerniente al Tercer Reich. Las canciones de entonces, las marchas militares, los discursos, todo es examinado. Se discute y conversa con fervor. Es el comienzo de una nueva Religión. El fracaso y la falsedad de todo lo demás llega a respirarse. Pro, nosotros mismos, no debemos engañarnos: la nueva inquietud, que busca cómo y dónde manifestarse, no es el mero Nacionalsocialismo esotérico, el de lo milagros económicos o de la estructura perfecta de un Estado o de la misma armonía entre las naciones. Es la Weltanschaung, la Cosmovisión Hitleriana, la que se quiere encontrar. Mirando retrospectivamente, quizás nuestros mismos esfuerzos de tantos años nunca estaban destinados a hacer realidad en este rincón del mundo el Nacionalsocialismo; pues entonces hubiésemos sido “prácticos”, habríamos establecido “alianzas”, cogido banderas de lucha que arrastraran a la multitud, practicando mera política contingente. Nos hubiésemos disfrazado, infiltrado, machacando constantemente unos cuantos puntos programáticos. Inconscientemente, hicimos lo contrario y simplemente contribuimos a atraer la atención mundial de que sí hay una alternativa, una alternativa completa, universal. Hoy, los niños pequeños de hace treinta años, son adultos que influyen en la vida civil y militar. Es posible que la mayoría hablen de Nacionalsocialismo y entiendan por él justamente lo que nosotros traíamos a la luz pública hace tanto tiempo, es decir, ignoran que están dando recién los primeros pasos, aunque intuyen que por fin están en la senda correcta. Es posible que pronto descubran que lo nuestro no es únicamente el anhelo de una Nueva Era, sino que el Retorno a la Gran Sabiduría, a la Verdad Absoluta.
Sobre el Hitlerismo se ha comenzado escribir claramente. Pronto se verá surgir abiertamente el Camino. Por ello, quiero solamente resumir: “Hitlerismo, la Fé del Futuro”, por Matt Koehl; “Religión Hitlerista”, por Eberhardt Gheyn; “Adolf Hitler”, el último Avatara, por Miguel Serrano. En venta a través de “Proa”. Es posible que incluso en los años del apogeo del Tercer Reich muchos de los mejores combatientes se hubiesen rebelado e incluso desertado de la lucha, de haber recibido TODO EL MENSAJE sin una larga preparación previa. Tanto más es de valorar la constancia y fuerza de voluntad de Adolf Hitler y sus fieles. Su sacrificio hasta las últimas consecuencias es la garantía del Triunfo Final. Rudolf Hess es aún testigo viviente inconmovible e incambiable, a pesar de la horrible tortura que se le ha aplicado. Era necesario esperar la aparición de una generación como la actual, para poder entregar al público la Religión Hitleriana. Nietzsche, Wagner, Rosenberg, H.S. Chamberlein y el mismo Führer se vieron obligados en su tiempo, a cuidarse mucho en sus relaciones públicas, de lo contrario, su inmensa obra jamás hubiese podido perdurar. Recordemos, que el insigne sabio Hans Hörbiger debió publicar sus obras bajo un seudónimo. De todas maneras, habrá muchos que, al leer estas páginas, se asombrarán y enfurecerán, no querrán creer. Nos tildarán de locos e ilusos. Eso será normal, pues, en medio de la INVOLUCIÓN masiva, sólo una minoría-por el momento- tiene las facultades mentales necesarias como para salirse del molde y razonar con altura de miras. “¿Qué sería un alma sin el cuerpo? No lo sé. La entrada todo este mundo se lo permite solamente el cuerpo a nuestra alma. Nuestra vida será bella o fea, pobre o rica, inteligente o tonta, solamente en la medida que nuestro cuerpo permita una menor o mayor manifestación del alma”. (x) “La Creación no ha terminado. El Hombre llega claramente a una fase de metamorfosis; las antiguas especies han entrado en un estado de agotamiento. Lo que se juega ahora es si el Cambio se producirá en tal forma que los hombres vuelvan a conquistar sus antiguas características superiores, que los hacían ser “hijos de los dioses” o si, en cambio, vendrá una decadencia final, que nos transforme en un producto intermedio entre el mono y el ser humano”. (xx) Sabemos, que lo que el Führer realmente pretendía, era elevar al actual ser humano hasta transformarlo en sobre-humano o “Súper-Hombre”, devolviéndole las primitivas facultades psíquicas y mentales. Conocemos muy bien en qué transformaron sus enemigos tal pensamiento. Los seres involucionados no podían reaccionar en otra forma. El sabio Hans Hoerbiger comprobó que los científicos tradicionales una vez más se habían equivocado: La luna que vemos hoy es el cuarto satélite natural que ha tenido la Tierra. Tres masas semejantes, de “hielo cósmico”, han alcanzado anteriormente, por turno, nuestra órbita terrestre,
estallando, deshaciéndose y cayendo finalmente sobre el planeta. Es por esto que ha habido cuatro épocas geológicas; estamos en el Cuaternario. Son los restos de los satélites, los que han producido los fósiles. En períodos normales, los organismos enterrados no se fosilizan, se pudren. Es así como podemos registrar una época primaria, una secundaria y una terciaria. En los períodos intermedios es perfectamente posible que hayan existido numerosas civilizaciones. Las investigaciones ulteriores o paralelas, llevadas a cabo por un departamento especial de las SS, la “Ahnenerbe”, fueron descubriendo y probando paulatinamente que: Hace unos 12 mil años la Tierra carecía de satélite por ya muchos milenios. Fue entonces cuando nuestra actual luna quedó aprisionada y gira en su actual órbita. El Eje terrestre se desplazó en 23 grados, provocando así la última Era Glacial, de la que apenas estamos saliendo. A consecuencias de lo anterior, todo el planeta experimentó una gran catástrofe, “diluvios” y también enormes incendios. Los diversos pueblos que habitaban la Tierra perdieron todos sus adelantos materiales y la escasez de los alimentos tradicionales los obligó a comer carne. Cambió la conformación geográfica y el clima. En las regiones donde hoy se encuentra el Ártico una raza de seres humanos muy blancos (semitransparentes) y de “sangre azul”, de facultades mentales y físicas extraordinarias, los hiperbóreos, debieron abandonar sus ciudades , establecidas bajo enormes cúpulas de “cristal” (o “campos de fuerza”) que habían impedido que el aire y el clima terrestre los contaminara. Esta raza procuró conservar sus conocimientos y experiencias mediante la escritura que usaban y que posteriormente se transformó en el “alfabeto rúnico”, del cual se desarrollaron mucho más tarde todas las escrituras “modernas” de Occidente. Antes del cataclismo, sobre la Tierra existían razas muy diferentes que, debido a la polución, se contaminaron en forma terrible. Una de ellas, la Raza Negra, es si no la raza original del planeta, por lo menos la más antigua de él, pues todas las demás tienen su procedencia del espacio. Los “amarillos” son antiquísimos y deben haber sufrido varias mutaciones a causa de sucesivas poluciones. Provienen de Sirio-B. Los “semitas” proceden de la luna anterior y siempre estuvieron establecidos en lo que es hoy la Mesopotamia. Los “mayas”, emparentados con los actuales “pieles rojas” y grupos étnicos similares, provienen de Venus y primitivamente eran de color blanco, la contaminación los cambió por completo. Los “hiperbóreos” llegaron a la Tierra entre 20 y 25 mil años atrás en una época cuando no había ninguna luna. La tradición explica que llegaron desde un planeta que se encontraba entre Marte y Júpiter y que estalló por razones no establecidas con precisión aún. Los restos de aquel planeta son los innumerables asteroides que forman allí un cordón.
También existían grupos minoritarios, restos de razas en desaparición, tales como los hiva, los macronesios y los australoides. Los hiperbóreos se dividieron en dos grandes grupos, partiendo uno hacia Oriente, hacia India y el otro, hacia vastas planicies y grupos de islas que se encontraban donde hoy está el Océano Atlántico. (x) Los hoy llamados “dioses paganos” de los germanos, griegos y latinos corresponden a seres que realmente existieron y que fueron los primeros Jefes hiperbóreos. Los hiperbóreos occidentales fundan la Atlántida y establecen colonias, tanto en la actual América como en el norte de África. Fundan el Egipto antiguo. En las pinturas de las tumbas de Tebas los atlantes aparecen como rubios, blancos y de ojos azules y los egipcios primitivos, de color rojo. Los primeros faraones muestran rasgos libios (atlantes). Los hiperbóreos orientales (arios) encuentran mucha resistencia y deben luchar. Terribles batallas quedan registradas en los hoy “libros sagrados”, los Vedas y los Upanishads. Su religión es la misma que la de los hiperbóreos occidentales (atlantes y libios). La Atlántida es destruida por una nueva gran catástrofe (un meteoro) al mismo tiempo que se encontraba en guerra externa y revuelta interna. Los restantes se mezclan con las razas del Norte de África y lentamente desaparece la cultura “egipcia”. Otros grupos atlantes sobreviven en las demás colonias: Tiahuanaco, España e Irlanda. Tras varios siglos, los hiperbóreos orientales o “arios”, se enteran que el clima en e territorio de sus antepasados ha mejorado y emprenden un viaje de retorno, por el Cáucaso. Sin embargo, tras mucho explorar, deambulan sin encontrar su hogar primitivo. Algunos grupos se establecen en Escandinavia, muchos otros comienzan su peregrinaje por toda Europa y también el Norte de África. Salvo sus tradiciones, han perdido por contaminación y mezcla sus anteriores facultades “extraterrestres”. La memoria va asimilando los nuevos problemas y olvida el Gran Pasado. Solamente mantienen su religión (ya adulterada en parte) y su futhark (alfabeto rúnico). No tardan en perder ambos también, pues desde el Medio Oriente irrumpe el judeo-cristianismo y los sacerdotes suprimen a sangre y fuego la “herejía” de Odín-Wotan y la “diabólica” escritura. Las demás razas también han debido sufrir las consecuencias de los sucesivos cataclismos. Los amarillos se estancan, su antiquísima cultura súbitamente se detiene y degenera. Los mayas se tornan semi-salvajes y mueren en graves epidemias. Los semitas-habiru-hebreos olvidan su pasado extra-terrestre y se apegan terriblemente al planeta, a lo material y terrestre. La Humanidad cambió totalmente: mientras los cuerpos sufren alteraciones (evoluciones….las llamaría Darwin) el cerebro – y con ello el alma, involucionan constantemente. Esto prosigue en nuestros días y solamente un pequeño porcentaje de los ya aclimatados terrestres logra una manifestación extraordinaria, por algún misterioso designio. (x)
Si condensamos ahora las ideas centrales expuestas por Adolf Hitler en “Mein Kampf” podemos decir: El Universo está regido por las Leyes de la Naturaleza, que son perfectas e inmutables, pues provienen de Dios, Fuerza Básica imposible de describir y aún comprender por el ser humano actual. La “igualdad” no existe; todos los seres vivientes son diferentes. Tienen aptitudes, cualidades, inclinaciones, necesidades y defectos distintos. Existe una Jerarquía Natural, que emana de la Capacidad Personal. El Ser Humano tien tanto necesidades materiales como espirituales. La Moral y la Ética solamente pueden tener una duración indefinida mientras concuerden con la Naturaleza. Toda Sociedad funciona correctamente sólo si está ordenada orgánicamente, de manera tal, que cada individuo colabore en las tareas para las que es más apto, sin interferir en las de los demás y obedeciendo a un órgano rector. La Naturaleza impone la lucha por la existencia (no el combate y la violencia), con el fin de llevar a cabo una selección entre los individuos y así establecer la Jerarquía necesaria. Cualquier desviación de estas leyes básicas naturales conduce a l autodestrucción de la sociedad y su reemplazo por otra. De éstas se desprenden innumerables reglas y aplicaciones de las mismas. Saber interpretarlas y exigirlas en la práctica es Tarea de los Hombres Superiores, que así se transformarán en Super-Humanos. Hemos esbozado los descubrimientos hitlerianos en cuanto a lo seres humanos. Hoy existen numerosos autores que hurgan en el tema y, procurando defender posiciones personales, enredan datos y dan interpretaciones a su gusto. En tal confabulación están interesados, por supuesto, todo los enemigos del Hitlerismo, pero fatalmente la memoria genética (o el “inconsciente colectivo”, como lo llamó Jung) terminará imponiéndose. De alguna manera, esta memoria ha sido despertada. Ahondando en el tema, podemos hablar de los animales. Es posible que nuestros remotos antepasados hayan traído numerosas especies, así como hicieron con plantas y alimentos. Es posible que animales, vida unicelular, se haya desarrollado en este mismo planeta y es absolutamente aceptable que se hayan desarrollado mucho. Pero, incluso los científicos más ortodoxos, se ven obligados a confesar que, para alcanzar el nivel actual, se habría necesitado infinitamente mucho más tiempo que la edad que adjudican a la Tierra. Por otra parte, seguir sosteniendo que el Hombre desciende del mono se transforma en una majadería. Se han encontrado esqueletos homínidos que datan de 11 millones de años, por lo tanto, de tener alguna relación alguna raza humana con orangutanes o chimpancés, ésta no podría ser más que al revés: los monos serían homínidos degenerados por completo, hombres transformados en animales debido a la contaminación. Indicios en esta dirección, extrañamente sí que se encuentran en creencias y religiones antiquísimas. Pero, nonos interesa tanto el aspecto físico, el exterior y concordamos con Erich Von Daeniken, cuando dice: “¿Hay alguna explicación plausible del porqué los salvajes sintiéronse desnudos y se vistieron de pronto? Se dice que sería debido a cambios de tiempo y oscilaciones del clima, pero
esto no me convence, porque antes había habido oscilaciones climáticas. Se dice también que tal vez los antropoides quisieron adornarse. Si esto fuera una explicación correcta, los gorilas, orangutanes y chimpancés que viven en estado salvaje habrían empezado a colgarse adornos o ponerse pantalones. ¿Cuándo introdujo el hombre primitivo en sus comunidades los valores morales, como fidelidad, amor, amistad, respeto? ¿Por qué fueron precisamente los antropoides los primeros seres que decidieron, de pronto, enterrar a sus muertos?”. El Cristianismo falsificado, de Paulo de Tarso, en vez de propagar una Buena Nueva, trajo consigo una de las mayores-si no la mayor- desdichas a Occidente: el temor a la muerte. Los antiguos, hasta el advenimiento “cristiano” veían en la muerte un simple cambio, un abandono de este mundo y un paso a una nueva dimensión, más agradable y justa. Sabían que así se produciría por fin la descontaminación, que los liberaba para siempre de la prisión terrenal o que, si aquella no era suficiente, volvían a otro cuerpo, tantas veces como fuese necesario. Pero hoy, y hace ya muchos siglos, se procura evitar la muerte de cualquier manera, el invento máximo sería el de una medicina que impidiera el fallecimiento para siempre. ¡Existe un horrible temor! Los “pecados” pueden enviarle a uno a las llamas eternas, a suplicios horribles. Todo esto no es más que una horrible invención humana. ¿Un “dios” todopoderoso y amante, pero cruel, celoso y vengativo? ¡Solamente un “Jehová”….! ¡No! Nuestra razón tan limitada, tan netamente humana, carente de los conocimientos y facultades inteligentes de nuestros remotos antepasados, ya se niega, inconscientemente, a aceptar tal contrasentido. Ha llegado, por fin al punto dónde se puede aclarar nuestra Fe Hitleriana: Debemos renovar al Ser Humano, devolverle su primitiva grandeza, de manera que vuelva a ser realmente libre. Para ello, obviamente, debemos enfrentarnos a todas las religiones, creencias, supersticiones, doctrinas y pensamientos, pues han demostrado ser falsos y constituyen el único escollo verdadero hacia la Felicidad.
(x) Houston Stewart Chamberlein, en “Los Fundamentos del Siglo XIX”. (xx) Adolf Hitler. “Conversaciones sobre la Guerra y la Paz”.
Prologo a la segunda parte Bastante tiempo hemos debido esperar a que Franz Pfeiifer se decidiera a completar su especial autobiografía y entregarla a “Proa”, pero sabemos que ello a sido motivado más que nada por su constante preocupación activista más que teórica. El relato en sí, es breve. Demasiado breve para nuestro gusto. Cada cual quisiera que en las paginas se hiciera mención a tal o cual hecho en el que le tuvo lugar diversas participaciones. Sabemos, eso sí, que, más que por tomar en cuenta los gastos que significa la edición de una obra como esta, prima en él cierto tipo de modestia y también un especial estilo de observar y redactar, siempre esperando del lector una reacción o emoción que le permita examinar los hechos sin detenidas explicaciones: imaginación.
Un grupo de Camaradas. Septiembre de 1988.
Cinco años han de pasar desde que terminara de redactar “Recuerdos de Treinta Años”. Por diversas razones, que ahora serán comprendidas por mis lectores, fue prudente suspender en cierto momento el relato. Antes de proseguir, es necesario dejar en claro que en ningún momento tuvimos contactos con fuerzas militares ni con civiles que se aprestaban a poner fin al gobierno de Allende. Sobre esos fines tampoco existía realmente un “secreto”; los “rumores” habían dejado de ser tales, más bien eran informaciones muchas veces totalmente fidedignas, sobretodo después del “Tacnazo”, del 29 de Junio, que fue una “prueba”, ya esa vez el “pueblo” y los “cordones populares” no reaccionaron ni remotamente como lo esperaban sus dirigentes marxistas y comprendieron que estaban perdidos. El 11 de Septiembre de 1973 bastaron apenas unas cuantas horas para que se terminara todo. El mundo quedo atónito ante la eficiencia y rapidez con que actuaron las Fuerzas Armadas, sin que ello no haga olvidar, por supuesto, que en algunos lugares hubieron encarnizadas refriegas y numeroso muertos y heridos. Aun hoy muchos hechos no han sido aclarados. Desde mi lugar de residencia en aquel entonces, junto a otros vecinos, poco después que la televisión informara de la constitución del nuevo Gobierno, pude escuchar la lucha que se llevaba a cabo en una población distante tan solo a unas ocho cuadras. Un fuerte grupo marxista respondía con armas automáticas de grueso calibre y aun con cierto tipo de artillería liviana a los soldados que tenían rodeado el sector. De pronto, a muy baja altura, un avión de pasajeros, proveniente del entonces “Aeropuerto Los Cerrillos”, intento elevar por encima de aquella población. Era blanco, con dos franjas rojas. Recibió un súbito impacto en la parte inferior, y de inmediato surgió una gran humareda. El aparato se sacudió y fue cayendo lentamente hacia el poniente, escuchándose poco después una explosión. El disparo fue perpendicular, provino de los marxistas, no me cabe duda al respecto. Días más tarde, los rumores indicaba que se había procedido de tal forma porque en aquel avión viajaban numerosos dirigentes, prestos a huir con todos sus bagajes y abandonando a su suerte a los demás. Sobre este incidente nunca se ha informado. El combate ceso de madrugada y el toque de queda impidió averiguar muchas cosas. Sin embargo alrededor de las seis de la mañana siguiente, desde la ventana de mi casa pude ver un horrible espectáculo: un vehículo militar paso sigilosamente, llevando gran numero de cadáveres apilados, todos vestían el uniforme de la Fuerza Aérea. El brazo de una de las victimas rozaba el pavimento. Se estaba evacuando a los muertos y heridos, tras el terrible ataque final nocturno. Durante muchos días estuvo prohibido el ingreso a la población. Se trata de la entonces “Villa Salvador Allende”, en la que sabíamos, se encontraban viviendo numerosos violentistas cubanos, brasileños y mexicanos. Retroceso aquí a lo sucedido brevemente a lo sucedido el 9 de Septiembre en el Cementerio General. La pequeña columna que marchaba ese dia a rendir homenaje a los Camaradas Nacionalsocialistas, nos encontramos de súbito frente a numeroso grupo de militares de alto rango, que aparentemente volvían de algún tipo de romería tradicional. Los vimos desarmados y aparentemente sin resguardo. Francisco Madrid, que caminaba a mi lado y que conocía mucho de cosas relacionadas con el Ejercito, por haber cumplido con el Servicio Militar con las más altas exigencias, hizo algunos comentarios de extrañeza y dio los nombres de algunos de los oficiales. Entonces también fue perfectamente audible: “Mire, mi general, ¡ Nazis! –“ Otro comento: “Sí, lastima que sean tan pocos”. En aquellos tiempos, la mayoría de la gente daba poca importancia a los militares y rara vez alguno llamaba la atención, como el General Viaux. Se sabia de sus bajos sueldos, su nula importancia en política y, en general, su modesta vida. Al respecto yo había conversado
largamente con el General Horacio Gamboa, ya retirado y cuya jubilación dejaba mucho que desear. También, durante mi tiempo de estudian tuve bastantes contactos con las familias Pinochet y Matthei. Transcurridos los indecentes del 11 de Septiembre, nos dimos cuenta que los participantes en aquella supuesta romería en el Cementerio General en realidad se retiraban de una reunión secreta, donde seguramente se habían entregado las ultimas instrucciones para el levantamiento. Esta vez es muy posible que la astucia Chilena haya despistado a los numerosos agentes y espías allendistas y soviéticos en general. Es posible, también, que el incidente este relacionado con la presencia, posteriormente, por varios días, de un automóvil con militares vestidos de civil, instalado frente a mi casa, sobre la misma vereda, que mantuvo una constante vigilancia. Es posible que se tratara más bien de algún tipo de resguardo, ya que vi a los integrantes de la extraña patrulla respirar con cierto alivio y partir definitivamente, cuando el primer grupo de camaradas llego a visitarme, en el antiguo automóvil de Nelson Crespo. Aunque en el barrio, al conocerse el triunfo militar y caída del gobierno marxista todo el mundo izó la bandera Chilena y festejo, nosotros sabíamos perfectamente que muchos fingían, eran rojos, tal como mi propia vecina, dirigente del las tristemente celebres “JAP”, la que no hubiese vacilado en denunciarme y llevar adelante acciones de brutalidad personal, en caso de haberse dado las cosas al revés. Pienso que algún militar – nunca he podido averiguarlopuede haber dispuesto que se me brindara algún tipo de protección. A unos cincuenta metro, cruzando la calle, se descubrió más tarde un refugio del “MIR”, repleto de armas y que contaba incluso con aparatos de comunicación de telex, teléfono y radio. Estaba bajo un supuesto taller de reparación de automóviles. Yo había entrado en sospechas, ya que, a menudo debía transitar muy cerca, al dirigirme al Colegio de las Monjas Holandesas, donde me desempeñaba como Profesor de Ingles. Siempre estaba únicamente un camión “en reparaciones” y a su alrededor veía individuos de aspecto poco tranquilizante. Durante una semana completa fue muy difícil desplazarse por Santiago debido al toque de queda, diferentes prohibiciones, controles, registros y anormalidad absoluta en lo laboral. De todas maneras junto a Crepo e Ibañez nos dedicamos a averiguar la situación de otros camaradas y familiares, tratando al mismo tiempo de reunir diferentes alimentos (el dinero comenzó a dejar de ser útil). Así también visitamos a “Doña Chepita”, una viuda muy proclive a nuestras ideas, quien había previsto siempre situaciones de emergencia y que nos proporciono prácticamente de todo. Sin embargo, en su gran casa de calle Lira, vi de pronto sobre la mesa del comedor nada menos, una gran cantidad de municione y diversas armas. La puse al corriente que aquello estaba absolutamente prohibido, no solamente por las leyes comunes sino que ahora también por los bandos militares. Dada la situación y la confusión aunque quisiese demostrar que tal arsenal es para su resguardo propio contra los asaltantes extremistas y sus “tomas” (asalto y robo), no podría librarse en ser arrestada en un primer termino. No nos quedo otra que llevarnos todo y más tarde lanzar por partes todo desde le automóvil en marcha a los matorrales del costado de Avenida Matta. Más tarde supimos que un par de horas más tarde, todas las casas del sector habían sido allanadas, incluyendo la de “Doña Chepita”, la cual jamás se había dado la molestia de registrar un revolver... Transcurrieron los días y el país por fin fue normalizándose. El país comprendió la necesidad de restablecer el orden. El programa “Principios de Gobierno de la Junta Militar” fue una grata sorpresa para nosotros incluían numerosos puntos que coincidían totalmente con antiguos planteamientos nacionalsocialistas y los personeros encargados y los personeros encargados de llevarlos a cabo nos merecían la más amplia confianza. Nos sentimos muy participes y satisfechos y, sin las
ambiciones clásicas de otros, nos dispusimos a ayudar en una u otra forma al nuevo Gobierno. Personalmente me preocupe que los camaradas en el extranjero recibieran noticias de primera fuente y las divulgaran al máximo, para contrarrestar la vorágine de mentiras y calumnias que comenzó a emanar desde Moscú y la Habana hasta saturar los medios de información del resto del mundo. Obtuvimos algunos éxitos, pues algunas revistas de Estados Unidos, Canadá y Europa reprodujeron varios buenos artículos. Cinco años después, eso aun no me lo perdonaban los marxistas y se inventaron en mi contra todo tipo de calumnias. (Ver más adelante recortes de prensa). Los rojos en ningún momento dejaron sus actividades, simplemente se disfrazaron. Varias veces asistimos a sus “fiestas de beneficencia”, que no eran otra cosa que reuniones donde podían estar juntos y conversar sobre los sucesos, trasmitir ordenes, y posar como “angelitos”. Solamente nuestra presencia los ponía un poco intranquilos... Un muy caballeroso amigo, con quien habíamos contados desde varios años atrás en el Ministerio del Interior, el día del levantamiento se encerró en la misma gran Caja Fuerte del Palacio de la Moneda, impidiendo así que los archivos fueran destruidos por los comunistas en fuga. Ellos le valió, por supuesto, mas tarde, tras una sabrosa anécdota, un buen ascenso. Una de sus primeras ideas fue la de comunicarse conmigo; para ello llamo desde el Ministerio del Interior, con gran solemnidad, precisamente a la casa de un vecino marxista, exigiéndole que me llamara el teléfono. No me había prevenido en forma alguna, por supuesto, pero me di cuenta inmediatamente de lo que se trataba, cuando el rojo humildemente me suplico que lo acompañara. Intercambiamos algunas frases sin importancia, pero ello me permitió no solamente absoluta tranquilidad por parte de los restantes esbirros del barrio, sino que también agradables sesiones de recuerdo y trabajo en una oficina del Ministerio del Interior, cada vez que me aburría en la firma norteamericana. Bastaba con decir que era requerido en la entonces sede de gobierno, para que se me dieran todas las facilidades para ausentarme. El partido fue registrado legalmente, de acuerdo a un decreto de la Junta, aunque también se ordeno a todos la absoluta cesación de actividades de política contingente. Como dirigentes firmaron entonces Otto Hertzer, Francisco y Manuel Madrid, Víctor Pizarro, Héctor Vergara y yo. Nuestra ultima acción antes del 11 de Septiembre de 1973 fue precisamente la de repletar de volantes nacionalsocialistas gran parte del centro y, sobre todo, los alrededores de La Moneda, desde algunos automóviles. LA DETENCION DE OTTO HERTZER Una denuncia falsa hizo que Carabineros detuviera en su hogar a Otto Hertzer, quien fue llevado bajo fuerte custodia como “terrorista”, al Estadio Chile, donde se mantenía a gran numero de marxistas cogidos con armas en la mano, los que eran interrogados y, según su grado de culpabilidad, mantenidos como prisioneros o dejados en libertad. Recurrí entonces al general Bonilla, Ministro del Interior, presentándome luego en el Campo del Estadio Chile, donde logre comunicarme personalmente con el propio Comandante, objetivo un tanto difícil y a la vez peligroso, por la multitud de familiares de los detenidos que se habían apostado frente al edifico y debían hacer una larga fila para inquirir datos, los que podrían haberme agredido a pesar de la presencia militar y también por mi...”audacia”... de aparentar un alto rango frente a un sub- oficial primero y luego ante un Teniente Coronel, para lograr un audiencia urgente, al escuchar que el Comandante se aprestaba a retirarse. Una vez en presencia del Jefe del Campo, este se limito a sonreír y fue muy amable. Desde luego no estaba facultado para decretar la inmediata libertad de Hertzer, sobre quien pesaba una denuncia, la que debía investigarse. En todo caso, se me permitió comunicarme con él y tras algunos días de
formalidades, pudo salir y reunirse conmigo. Lamentablemente, intrigas por parte de su familia, la que había exigido cosas imposibles a la directiva del Partido, alejaron a Hertzer desde entonces desde nuestras filas. Es necesario recordar, que se vivía un clima muy especial; el publico no lograba entender que un Campo de Prisioneros no era un simple Hospital, donde se podía visitar a parientes y amigos; Se había llevado a cabo un golpe militar, con muertos, heridos y destrucción. Existía un estado de guerra. Una cosa que es imposible negar, es el hecho de que, en dos o tres años, los militares disciplinaron a la ciudadanía desbocada. De no haberse producido en 1981 la crisis económica y la grave cesantía, la democracia del voto, la asamblea tradicional y el cambullón de antes, hubiese pasado definitivamente a la historia. Bastan dos hechos para probarlo: el 11 de Septiembre de 1974, al conmemorarse un año del alzamiento, en Santiago se llevo a efecto la mayor concentración publica que he visto hasta hoy mismo, espontánea y plena de entusiasmo; luego, el plebiscito que aprobó la constitución de 1980 y que ninguna persona seria podía negar. Los políticos tradicionales por supuesto que estuvieron disconforme. La ciudadanía se dio cuenta, con estupor, que no se necesitaba pagar grandes sumas a más de 200 parlamentarios para que se aprobaran leyes y el país pudiera marchar, que las “campañas electorales” no habían sido otra cosa que un carnaval y un fraude. El Nacionalsocialista ya había demostrado en Alemania que, si bien un Consejo es útil, sus miembros deben ser elegidos de una manera muy diferente a la de las “votaciones” , ya que no puede equipararse la capacidad de un analfabeto, un ignorante o un débil de carácter con la de un filosofo o un experto. Por supuesto que nadie tiene culpa de tantas desgracias entre los seres humanos, pero nada sacaos con tratar de ignorar los hechos. La equivocación del pseudocristiano que se practica hoy en día pretende justamente, sin darse cuenta, de anteponer al débil y enfermo por sobre la persona sana, capaz e inteligente, capacitada para aliviar los males. Con ello se evita, en realidad, la formación de una jerarquía superior y una adquisición de medios necesarios para tal misión. LIBERTAD DE EXPRESIÓN Los Nacionalsocialista somos los únicos sinceros partidarios de que exista la más amplia libertad de expresión de deas y pensamientos; esto, porque sabemos que lo nuestro es superior y que, en igualdad de condiciones hemos sido siempre los triunfadores. Por lo demás, las prohibiciones jamás terminaran con una idea, incluso si es equivocada, por lo contrario, lo más probable es que se haga más fuerte y creíble. Esto ha sucedido con innumerables religiones y doctrinas de toda índole. Imponer una idea por la fuerza es crear robots. Nosotros, precisamente luchamos por librar a la humanidad de caer en tal condición, por ello, el Nacionalsocialismo es algo vigente, de constante presencia. De no ser así, hace más de 40 años que solamente sería parte de una época histórica, sin embargo, no hay día en que se le mencione y busque denigrar en cualquier forma, tratando de acallarlo. El tiempo nos ha dado la razón cada vez más, pues las mentiras ya son examinadas en forma muy critica por la juventud; si esta cae, la próxima generación volverá a examinar todo y con más pericia. Eternamente no podrá mantenerse las falacias. W.U.N.S. En 1974 – 1976 la Unión Mundial Nacionalsocialista (WUNS) comenzó una trasformación que ya era un anhelo en muchos lugares desde su misma fundación: de la mera posición política se paso a fundamentar un Nuevo Credo. Tengo el honor de haber planteado aquella inquietud ya en los
años 60, junto a Colin Jordan, Nicanor Dorrego y varios camaradas Alemanes, tras la aparición del grandioso libro de Savitri Devi, “The Lightning and the Sun”. (Copia autografiada de esta obra llego a mis manos mediante un hábil truco del Camarada Parada, cuando me encontraba prisionero en Buin y me estaba vedado recibir libros). En mi correspondencia con el Comandante Rockwell, poco antes de su asesinato, este me dio a entender que no solo estaba de acuerdo, sino que tenia la convicción ya hacia mucho tiempo, únicamente debíamos esperar el momento preciso, no adelantarnos abruptamente, pues habría dificultades con quienes, siendo grandes camaradas, aun no estaban en condiciones de asimilar en su estado puro la posición cósmica revolucionaria. Hoy sabemos que el Führer mismo apenas pudo conversar cosas superiores con alguien tan versado como Rauschning y que éste no solo mal interpretó todo sino que llego a transformase en un vulgar traidor. De allí que hasta su muerte solo pudiera tocar el tema con personeros de tanto valor como Rudof Hess, el Dr. Goebbels o Martín Bormann. Una seriedad y constancia increíble en medio del “establishment”, la sociedad corrompida que recién hoy cae lentamente al abismo, fue acumulándose en corazones y cerebros de los Hitleristas totales. El desarrollo fue lento, aunque a muchos jóvenes de hoy las conclusiones les parezcan de Pero Grullo y se extrañen que hubiese que seguirse un largo camino lleno de obstáculos. Este a sido nuestro mayor éxito: hemos logrado trasmitir el mensaje completo a una nueva generación. En mayo de 1976, el Dr. James Warner llamó a efectuar un congreso mundial en New Orleáns, USA. Destino gran parte de su pequeña fortuna a tal empresa. Fui invitado a participar, al igual que el abogado Manfred Roeder, de Alemania, quien por entonces se encontraba prófugo de las autoridades de Bonn y pasó por Chile. Tuve ocasión de conversar largamente con él, hoy se encuentra encarcelado por sus actividades políticas hace ya siete años en la tan libre Republica Federal... Se me pidió que coordinara las tareas y asistencias de numerosos lideres latinoamericanos, empresa en la que tuve bastante éxito, especialmente con los lideres de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador y El Salvador. (+) En los años posteriores a nuestras entrevistas, algunos han dejado sus cargos y han sido reemplazado por nuevos o más jóvenes luchadores; en algunos casos la muerte nos ha arrebatado a algunos, que tendrán su merecido reconocimiento el Día del Triunfo Final. Uno de los principales defectos del Chileno y quizás de los “latinoamericanos” en general, es el de suponer que su país natal tiene importancia trascendental en el mundo entero; que USA, Europa, la URSS y hasta China sostienen conferencias diarias, plena de preocupación por cada uno de estos pueblos. Se encierran mentalmente “entre los Andes y el Mar” y se proclaman grandes patriotas y “nacionalistas” -todo esto, mientras no hayan viajado por el exterior. Cuando lo llegan a hacer, entonces pasan al extremo contrario, encontrando todo malo, insalvable, atrasado, indigno. Se entusiasman fácilmente con supuestos logros económicos y en sus mentes surge la visión de futuras fabricas y bancos propios, que obtendrán con un mínimo de esfuerzo también, el de vistosos uniformes de alguna guerrilla roja moscovita, de dignatarios comunistas... La URSS ha sabido utilizar muy bien esto ultimo con los “tontos útiles”, de los que ya Lenin se había percatado. El terruño, la niñez, el mismo idioma, es olvidado lo antes posible, para “asimilarse”. Cuando vuelven, solamente lo hacen por corto tiempo, y apenas para visitar a algunos familiares, procurando de todas maneras demostrar que son extranjeros. Narran grandes historias sobre sus logros y desprecian el atraso de su Patria. Lo que en realidad han aceptado, no son los vicios de otros pueblos, en desmedro de las virtudes de aquellos y el suyo propio. Son dos extremos igualmente inaceptable, aunque, hoy por hoy, una absoluta realidad, con la salvedad de que ello es mucho más latente entre el elemento mestizo que entre los de claro
ancestro español. Debido al súbito fallecimiento de mi padre, hube de suspender mi viaje a New Orleáns, encontrándome en Buenos Aires. FIN DEL PNSO EN CHILE Semanas después, con el fin de unificar criterios en torno a ciertas situaciones que se iban produciendo en el ámbito nacional y terminal con el “nomadismo” que había hecho presa de los antiguos miembros del PNSO, puesto que toda actividad político-partidista estaba suspendida legalmente, el pequeño grupo que nunca habíamos perdido el “contacto familiar”, resolvió llevar a cabo reuniones informales una vez por semana en el antiguo Restaurante “Goal Bar”. Nuestro amigo, el anciano W. Mattern dio la partida, informando y recibiendo todos los martes al atardecer a quienes se mantenían en la línea. A él se unió bien pronto otro gran camarada, de entonces 70 años, Carlos Peters Guzmán, Legendario Miembro del Movimiento Nacionalsocialista de Jorge Gonzalez von Marées. El camarada Peters fue un luchador Incansable y leal a toda prueba hasta su muerte, acaecida hace no mucho. Pese a su tragedia familiar, su difícil situación económica y diversas enfermedades propias de su ancianidad prematura jamás falto a una reunión o se excuso de labres tediosas. Era un orador excelente y un trabajador incansable; muchísimas veces obtuvo sorprendentes resultados al dirigirse a los más jóvenes. A pesar de ser un gran erudito, solamente había logrado mantenerse en un pequeño cargo dentro del Ministerio de Educación, donde debía pugnar por pasar casi inadvertido, ya que, debido a su edad avanzada no le seria permitido continuar trabajando allí. Pero también llego el día en que un Ministro echó un vistazo más cerca de sus subalternos y Carlos Peters fue jubilado de inmediato, con una renta mínima. No sólo se acabó su relativa tranquilidad durante el día, cuando permanecía en una salita calefaccionada y con derecho a un ligero almuerzo, para tener que deambular entre una mísera pieza que arrendaba en San Miguel y el centro de la ciudad, sino que nuestras actividades mismas sintieron efectos molestos. Pese a todo, nunca perdió su buen humor: “-puchas, comandante, -” me decía; su trato nunca dejo de ser de cortesía y respeto, -“lo que más siento, es que ya no puedo disponer de la maquina de escribir y el teléfono ni tampoco de las sillas de reserva para los nuevos adherentes que llegaban a entrevistarse conmigo.” Efectivamente, su labor remunerada la efectuaba en unas pocas horas, dada su gran capacidad, luego contestaba correspondencia, escribía artículos, se comunicaba con diferentes camaradas y organizaba pequeñas reuniones. Muy orgulloso, no aceptaba ayuda, incluso en varias oportunidades aportaba pequeñas sumas para pagar consumos en el “Goal Bar”, franquear correspondencia y hasta para que otros camaradas tuvieran movilizarse, personalmente conservo un sello, una grabación y una bandera, que aporto personalmente. La ultima vez que estuvo en condiciones físicas de caminar libremente, fue, conmigo, el primero en llegar- con absoluta puntualidad- a una reunión- paseo que se llevo a cabo en el Parque Metropolitano. Fue un grandioso ejemplo para algunos jóvenes que, bajo los habituales pretextos que tan bien conocemos en Chile, no cumplieron debidamente. Hace algunos años, cuando logramos convencerle que aceptara la hospitalidad NS en casa del Camarada Tapia, cuando ya la debilidad le consumía, resolvió, de todas maneras, cuando sintió que la muerte le sobrevendría pronto, desaparecer y no causar problemas. Su paradero final fue lo único que no nos comunico. *********************
Logramos que en el “Goal Bar” se nos cediera una cómoda sala en el subsuelo, que pasamos a ocupar en forma indefinida todos los martes y luego también los viernes. En un comienzo los asistentes no pasaban de ocho a nueve, pero luego la concurrencia se fue ampliando hasta que se llevaron a cabo amplias reuniones. Se juntaban las mesas y sillas y se trataban los más diferentes temas. Si era necesario que algunos comentaran sobre asuntos diferentes, los camaradas que anteriormente habían tenido determinadas funciones y grados, podían establecerse en forma aparte, con toda tranquilidad. Como era difícil el acceso a muchas personas, tanto por tratarse de la situación legal como por tratarse de un lugar publico, hubimos de tolerar la presencia de –por fortuna, esporádica- de elementos ilusos, fantasiosos e incluso provocadores o de este tipo de “nacionalistas” que ahora no podían asomar su nariz en otras partes. En dos o tres oportunidades, me vi forzado a ordenar medidas un tanto “robustas”, lo que me valió hasta hoy mismo la fama de “intolerante”. Un pequeño grupo, liderado por el ahora fallecido Irving Hahn, cuya actividad consistía en editar diversos en los que únicamente se insultaba a todo el mundo (gobierno, militares, políticos cualesquiera, marxistas y también a nosotros mismos), autodenominado “Frente Revolucionario Nacionalista” (“FREN”) trato de quebrarnos, pero un breve enfrentamiento ideológico les hizo buscar “mejores lugares”. La súbita muerte de Hahn puso fin a sus “histéricas”actividades. Como siempre, a estas reuniones acudieron en el primer tiempo los mero “activistas”, los hombres del puño y la acción, cosa que no dejaba de limitarnos en muchos quehaceres, pues les era difícil entender que los tiempos de los desfiles, uniformes, locales en reglas y peleas callejeras, no tenia sentido alguno. El PNSO mismo, aunque figuraba legalmente inscrito, había quedado obsoleto. Era necesario dar forma a un nuevo tipo de organización, aunque sin dejar de ser consecuentes con nuestro ideal, por supuesto. Muchos simples nostálgicos se marginaron entonces por su cuenta, sumergiéndose poco a poco en la vida burguesa corriente. El mismo Nelson Crespo se alejo por un año completo, tiempo que recibí diversos documentos sónicos de sumo interés e importancia para nuestra lucha; Entre ellos, discursos completos del Führer, del Dr. Goebbels, Rudolf Hess, etc. También entrevistas a antiguos soldados y héroes sobrevivientes del Nacionalsocialismo. Varios de estos documentos obran hoy en poder de bibliotecas y publico en general. Un valiente camarada Italiano, Mario Barbagelata, dueño de la “Librería Roma”, se encargo de la distribución y venta, en forma muy profesional, lo que nos permitió llegar a lugares fuera de los círculos habituales. El establecimiento pronto pasó a ser también un pequeño centro de reunión y contacto, al agregarse una serie de libros y publicaciones diversas, traídas desde Perú, España y Argentina. Entre 1981 y 1986 cerca de cinco mil cassettes de gran importancia y muchos más libros y folletos salieron desde la “Librería Roma” tomando importancia especialmente en la juventud. Hoy ya notamos claramente como esa incansable labor ha traído sus frutos. Dado los adelantos técnicos de hoy, se llevan a cabo muchas reproducciones (“copiadora de cassette”, fotocopiadora, etc.) y el tiraje aumenta por sí solo. “Nuestros días festivos, especialmente el 20 de Abril, Natalicio de Adolf Hitler, nunca a dejado de celebrarse en forma digna, a pesar que en muchas ocasiones se corrieron grandes riesgos. Durante el reinado de la “U.P.” fue necesario despistar y engañar a nuestros enemigos no solo en cuanto a los asistentes sino que, en forma especial, sobre los lugares donde tendrían lugar los festejos. Estos se llevaron a cabo en lugares muy disímiles, desde la celebración simultanea en diversas casas y hogares, una gran mansión en el bario alto, que su cuidador ponía a nuestra disposición, hasta en un gran paseo campestre y aun en un amplio restaurante. En diversas ocasiones recibimos apoyo y colaboración en forma anónima. El viejo automóvil de Nelson Crespo y los vehículos de Malthess, Anmella, Ballesteros y otros
recogían a los “pasajeros” en determinadas esquinas y los trasladaban a los sitios de las Ceremonia. Estas fueron siempre solemnes pero también alegres, nuestro verdadero “Año Nuevo”. (Para tal efecto ya en los comienzos de la WUNS se estableció un Calendario Hitlerista). Durante estas reuniones especiales se leían comunicados de diversos grupos y ciudades lejanas y también de países extranjeros. En más de una ocasión tuvimos el placer de recibir la visita de camaradas del Perú, Argentina, Sudáfrica, México y también Alemania. Camaradas Chilenos, a su vez, asistían a las celebraciones en lugares tan distantes como Madrid y Noruega. Hoy esto se ha transformado en algo normal y viejos y nuevos luchadores de imbuyen de mística y conocimientos. El primer centenario de Adolf Hilter, en 1989, jamás pasaran desapercibidos, como sucedió, desgraciadamente con el del Duce. Es el fruto, repito, de una larga y tediosa labor de muchos años, a la que ha contribuido últimamente –justo es decirlo- el esfuerzo del escritor Miguel Serrano. El “Goal Bar” poco a poco se hizo conocido por las reuniones de los días martes. Reinaba allí la alegría se sentirnos en “nuestro ambiente”, por lo menos una vez a la semana. Muchos camaradas comenzaron incluso a celebrar allí sus fiestas personales (cumpleaños, reuniones de negocios, etc.), lo que hizo del “Goal Bar” –que en su piso superior era muy amplio- un “centro nazi” y un punto de reunión para todo tipo de actividades. Pero, un día cambio de dueño y el lugar se transformó... en la sucursal de un Banco. Dispusimos apenas de un fin de semana para encontrar algo similar en reemplazo. Primero fue el “Club Arica”, -que quebró a las pocas semanas, luego sucesivamente y por cortos periodos, “Don Gabriel”, el “Circulo Hotelero” y finalmente el “Magallanes”. Aquí ya pudimos dictar charlas y conferencias en forma habitual e incluso llevar a efecto sesiones de consejo, pues las leyes se hicieron más flexibles y se hablo de una “apertura política”, por parte del Gobierno Militar y su Ministro del Interior, Sergio Onofre Jarpa. El “TELEX”, cumplido su objetivo, dejo de editarse, su ultimo numero, el 98, ya impreso y con ilustraciones, dirigido entonces por Ramón Ibáñez, enfatizo el camino a seguir desde ese momento. En una reunión especial, a la que asistieron solo aquellos que habían probado su lealtad y constancia de trabajo durante tanto tiempo, entre ellos Carlos Peters y Alberto Montes (sobrevivientes de la masacre del Seguro Obrero, de 1938), se trazaron los pasos definitivos de W.U.N.S. en Chile, dejando claramente a un lado las patrioterías banales. Tuvo lugar entonces una ceremonia especial muy emotiva, el Juramento Hitlerista, ante una gran bandera con el uniforme de gala y el brazo extendido. Varias damas estuvieron allí, por primera vez, la ocasión de manifestar su firme adhesión. LOS “5 DE SEPTIEMBRE” Durante muchos años, algunas personas bien intencionadas y muchas otras simples egoístas y aún traidores, se hicieron cargo de la conmemoración anual de la macabra gesta del 5 de septiembre de 1938. hasta el monolito que señala la tumba de los caídos nacionalsocialistas llegaban increíbles charlatanes, candidatos electoreros, falsos deudos y simpatizantes, que derramaban sobre la concurrencia –en un comienzo muy numerosa- discursos y elegías que bien poco tenían que ver con la Causa. Para algunos, ello fue incluso un buen negocio, pues recurrían a diversos simpatizantes y les pedían colaboración monetaria para “adornar debidamente el monumento”. Gran parte de los fondos iban más tarde a parar a los bolsillos de los organizadores o se gastaban en ciertas francachelas que tenían lugar una vez concluido el “ceremonial”. De todas maneras, fue siempre un día en que acudíamos a la espera de encontrar a algún conocido y también, para, en una breve ceremonia aparte, rendir nuestro homenaje particular a los
camaradas caídos. En una de estas ocasiones me fue presentado el Dr. Hugo Lara y unos pocos otros que, si bien en aquel entonces aun eran bastantes “novatos”, pronto demostraron grandes condiciones y que han servido a la Causa con verdadera devoción. Al cumplirse los 50 años del martirologio, pude comprobar con satisfacción, que solamente una docena de ya ancianos testigos de 1938 se hacían presente y que los sinvergüenza de siempre o habían fallecido o no asistían por “tener otros compromisos anteriores”. Solamente una anciana camarada, conocida ya de mis tiempos de estudiante y el siempre joven Guillermo Urquiza, merecieron nuestro emocionado saludo de respeto. LOS “OTROS” MOVIMIENTOS He narrado en la primera parte de este librito mis primeras experiencias políticas y mi ingreso al “M.N.R.S.”. A pesar de las diferencias doctrinarias con aquel grupo, sea quizás por nostalgia o por haber adquirido allí mis primeras experiencias políticas, no puedo alejar de mi cierta simpatía y afecto hacia sus componentes. Su fundador, Ramón Callis, falleció y ya ha caído en el olvido – esto es una lastima, pues seguramente se acercaba a grandes pasos a un gran cambio que él, a pesar de su gran tozudez (o altanería) no hubiera vacilado en confesar. Algunos pocos fieles continúan en su línea, lo que les honra grandemente como verdaderos Hombres. Muy distinto es el caso de innumerables grupos y organizaciones que surgieron y continúan surgiendo cada vez que hay algún pequeño éxito o esperanza en torno al Nacionalsocialismo. Hasta no hace mucho tiempo, su mayor labor consistía en lanzar denuestos en contra del P.N.S.O o WUNS, en tal forma, que se hacia muy sospechoso de ser simplemente agentes enemigos. De los que recuerdo, pues todos fallecieron de muerte natural, en uno u otro momento, puedo citar a Partido Nacional Popular, Movimiento Nacionalista Popular, Legión del Nuevo Estado, “FREN”, “Tercera Posición”, “Socialistas Nacionales”, “Grupo SS”, “Unión Chilena”. Jamás tuvieron importancia alguna o realizaron un mínimo de labor positiva. Simplemente crearon confusión entre Nacionalsocialistas jóvenes e inexpertos. Solamente en 1983 se hizo un intento serio de unir a diferentes grupos disgregados por todo el territorio, bajo la inteligente conducción del Dr. Jorge Vargas (antiguo miembro del M.R.N.S). Una invitación a una concentración amplia en una Sala de Santiago, nos llevo a aceptar el establecimiento de lazos más estrechos. Como sede, el camarada Vargas arrendó una gran casa que hubiese podido servir de centro de reuniones y reclutamiento de militantes, en forma extraordinaria. Se contaba no solamente con muchas comodidades para efectuar todo tipo de labor, sino que también con numerosos jóvenes que esperaban inquietamente para poder entrar en acción. Sin embargo, las infaltables intrigas internas y el apetito extraño de personajes que comenzaron a tener influencia, sin jamás haber participas en nuestras ya casi legendarias lides, destruyo primero la disciplina y enseguida sembró la discordia entre los dirigentes. Nosotros éramos simples observadores y continuábamos con lo habitual nuestro, pero nos retiramos, asqueados. El camarada Vargas, tras manifestar unas cuantas claridades, renunció a la empresa y desapareció de la escena. La “Unión Nacionalista de Chile” (UNACH) deja de existir a los pocos meses de su fundación. RAZONES DE ESTADO Y MI DETENCIÓN A fines de 1983 se permito a diversos grupos políticos, supuestamente disuelto por completo, (desde los “nacionales” hasta los “demócratas- cristianos” y los mismos marxistas), una apertura a los medios de comunicación y una limitada actividad político- partidista. Creí oportuno aprovechar el momento y también demostrar nuestra presencia, por lo que, tras
consultar con diversos camaradas de la capital y también de provincias, acerca de la realidad de nuestras fuerzas, las que realmente se encontraban en receso y respetaban la ley totalmente, decidí comprobar la seriedad de la “apertura política”. Escribí una carta a “EL MERCURIO”, el cual, aunque no esta en manos muy arias que digamos, tendría que reaccionar en alguna forma. Hice un llamado a reconstruir un Partido Nacionalsocialista, bajo condiciones actuales y serias, expresando que la escalada comunista, ya bastante notoria, debía ser frenada; a la vez, ataqué firme pero seriamente el esquema económico que se estaba aplicando, el que indefectiblemente tendría que servir de caldo de cultivo al marxismo. Esta carta, reproducida a un mínimo, pero conservando las partes más importantes, apareció publicada en el diario en un lugar poco visible, el 4 de Enero de 1984. Ignoro el por qué tuvo de inmediato una enorme repercusión. Varias publicaciones de Norte y Sur recogieron la noticia, la aumentaron, adornaron y reprodujeron con gran énfasis. En Concepción, Talcahuano y Coquimbo, diversas personas, desconocidas para mí, salieron a las calles, rayaron los muros con svásticas y leyendas alusivas favorables, incluso al día siguiente me entere de una reunión llevada a cabo por los Nacionalsocialistas de Concepción que apoyaban mi llamado en forma total, otras personas habían desplegado una bandera NS en el Sindicato de Suplementeros de Talcahuano y en el Norte, en algunas partes habrían existido espontáneos mítines en algunas plazas. A pesar de ello, se habían lanzado ataques contra un obispo católico catalogado como pro-marxista. Me vine a enterar de esto recién al día siguiente, pocas horas antes de que la policía llegara hasta mi domicilio, bajo pretextos absolutamente diferentes y sin relación con política, a “invitarme al cuartel de Investigaciones para que yo reconociese a un individuo que me había vendido un objeto robado.” Legalmente no existía motivo alguno que me obligase a cumplir con ellos, ninguna orden judicial ni menos había adquirido yo cualquier cosa, robada o no. Me di cuenta de que era una de las tantas tretas para tener una declaración oficial de mi parte. Por supuesto que el mismo gobierno y los políticos (igual que yo) no podían menos estar que sorprendidos de la enorme reacción ante una simple carta –bastante inocente, si se quiere. Como precaución, encargue a un amigo tener listo un “Recurso de Protección” para ser presentado ante la Corte, en caso de no volver yo dentro en un plazo prudencial. El trato fue muy corte, aunque se me paso desapercibido el hecho de que, bajo un pretexto bastante comino, el inspector que me trasladaba junto a dos detectives, descendiera en un lugar anexo al centro de los “servicio especiales”. Parece que allí le dijeron que se fuera a cualquier parte con el “problema”, con el que no tenían nada que ver... sin embargo, pienso que, desde un negocio vecino, aprovecho de llamar a los medios de prensa, los que habitualmente ofrecen una pequeña cantidad de dinero por noticias importantes que se les proporcione y el hombre decidió ganas unos pesos extra. Esto parece quedar confirmado con lo sucedido un par de horas después. En las oficinas de Investigaciones se encontraba gran parte de la “plana mayor”, quizás más extrañados que yo por la situación. Lo de la treta para hacerme llegar hasta el lugar, fue aclarada de inmediato. El prefecto estaba en un atolladero, pues seguramente debía explicar a sus superiores que ni su servicio, ni ningún otro, hubiese detectado esta especie de “complot nazi” con repercusiones a nivel nacional. Por mi parte, narre exactamente todos los detalles, tan interesados como ellos en saber las razones de tan inesperado éxito. Incluso se llego a dudar que estuviésemos refiriéndonos a la misma carta, por lo que tuve que demostrar ante un perito llamado ex – profeso, ese día sábado ya fuera de servicio, que maquina de escribir había usado yo.
Redacta allí mimo una declaración ajustada, que de todas maneras no podía salir a la publicidad, pues pondría en ridículo a los servicios policiales. Todo termino con caras de satisfacción y alivios por parte de algunos, extrañeza y sus en la de los funcionarios inferiores y en una agria reacción de un individuo que me conocía de muchos años atrás y quien había esperado cobrarse más de alguna cuenta pendiente. Fue a este ultimo, a quien informe que se encontraba ya casi por vencer el plazo dado a mi amigo para presentar el recurso judicial que traería consigo un problema de proporciones. Le manifesté que el seria el responsable, pues todo había sido perfectamente aclarado. Estaba preparado para diferentes situaciones, pero jamás pensé que tendría que tendría que súbitamente enfrentarme con casi un centenar de periodistas de todos los medios nacionales e internacionales, incluyendo TV y compañías fílmicas, tan pronto abandone el edificio, acompañado por algunos agentes. Se trataba realmente de una barrera, imposible de esquivar. Llovieron las preguntas más extrañas y, como en un principio, para ordenar mis pensamientos, no respondí, los periodistas las emprendieron con uno de los agentes, de cierto parecido físico conmigo. Este, desesperadamente, se escurrió hasta un automóvil y yo le seguí. De pronto me dejo solo y yo procedí a abrir la ventanilla, ante la insistencia de una reconocida entrevistadora de canal 13, conocida por su seriedad. Quise explicar la verdad, pero me di cuneta que eso era imposible, por lo que simplemente comencé a hablar sobre posiciones Nacionalsocialistas. (Más tarde, al verificar en el programa noticioso de televisión, noté que en esos momentos interrumpieron el audio, para introducir comentarios propios, aunque no desfavorables). Lo más divertido fue, que – obviamente aun influenciados muchos por la cháchara de Farago y Van Atta- todos se dirigían a mi como “mi coronel”, muchos buscaban averiguar si yo realmente hablaba tan bien el Castellano como se había dicho, algunos hasta habían rápidamente memorizado algunas preguntas en Alemán y querían saber si yo era solicitado por alguna autoridad de Alemania Federal. “¿Se siente usted realmente como un criminal de guerra?” Fue la sublime pregunta de una jovencita; no pude reprimir una carcajada. Aparentemente yo estaba acusado de infringir el articulo 8 de la Constitución Política del Estado, especialmente por “propagar doctrinas que atenten contra la familia... etc.”. Tal aseveración demuestra la ignorancia sobre el Nacionalsocialismo que aun hoy existe entre personas de cultura superior. El veneno psicológico y la propaganda subliminal han tenido éxito. Sin embargo, quines leen estas paginas, no tendrán necesidad de que entre en explicaciones con respecto al programa básico; más interesante será para ellos el leer las sandeces aparecidas en la prensa y que son tan contradictorias, que añaden un poco de humor a estas páginas. El camarada Maldonado, mientras yo aun volvía a casa grabo diferentes “flasches” noticiosos. Entre estos, está la entrevista efectuada por un reporte de “Radio Cooperativa” la director de Relaciones Publicas de Investigaciones, bastante honesta, agresiva y directamente al “meollo” del asunto: -“¿ Cuándo, por que, bajo que acusación y por orden de que juez competente fue detenido el señor Pfeiifer?”- la respuesta inicial es un balbuceo, para luego escucharse: “... a nosotros nos pareció que él estaba infringió el articulo 8 ...” A nadie se le escapara que, tras todo esto había más que nada una “razón de estado”, sobre toda que la comerciante Beate Klarsfeld, “la cazadora de nazis”, tenia anunciada su visita para los próximo días. Radio Cooperativa tuvo la gentileza de anunciarme como “el ex general alemán, Franz Pfeiifer, fue detenido esta mañana... “. No puedo quejarme del súbito ascenso, por cierto. Desgraciadamente, al terminar la Segunda Guerra Mundial, yo solo tenia 8 años y era un simple estudiante de primaria, en Temuco. No pudiendo reprimir mi carácter alegre, al ver reproducida la versión de mi supuesta historia
militar, poco después volví a dirigirme al “Mercurio”, solicitándole reclamara oficialmente a Bonn o a quien correspondiera, la entrega de por lo menos alguna medalla (alguna Cruz de Hierro) por haber tenido el merito de haber sido coronel o general a una edad tan precoz. Un amigo me narro semanas más tarde, que el director del diario había tenido un acceso de furia al recibir mi misiva y, contra su costumbre, no la había archivado, sino que destruido a manotazos. El martes siguiente, ya casi olvidado el asunto, fui a nuestra reunión habitual. El Restaurante estaba repleto, de pronto muchísimos camaradas se habían acordado y querían “volver rápidamente a las acciones”. Me entregaron también una serie de telegramas y un centenar de cartas, entre las cuales no faltaron las de conocidos políticos, que, de alguna forma, buscaban establecer amistas... en busca de alguna futura elección, por supuesto. La “apertura política” en ningún momento me había parecido seria, pues quien tiene no solo el poder sino que también la popularidad –como es innegable que, por lo menos en esos momentos, era el caso del Presidente Pinochet- no necesita entrar en conversaciones, pues ni mucho menos transigencias. Esto no lo pudieron entender los llamados “democráticos”, pero sí el Partido Comunista. A través de sus bandas armadas, los bolcheviques iniciaron una serie de “actos de protesta”, vandalismo habitual, destrucción y asesinatos. Para un sinnúmero de camaradas había sido de gran atracción el hecho de que hubiésemos podido figurar en todos los medios de comunicación como una fuerza real, existente y seria, como veinte años atrás. Pedían el establecimiento de locales, uniformes, reuniones masivas, etc. Se suscitó el problema de siempre: mi aburrida tarea de explicar a cada cual la inutilidad de encaminarnos por donde será inútil por mucho tiempo. Por supuesto que es más agradable y “más nuestro”, el mostrar nuestra cara en publico, en forma orgullosa y segura, pero nuestro deber no es eso, sino que vencer, vencer en forma definitiva. Tanto mejor si se puede lograr mediante la aclamación publica de grandes fuerzas y con nuestras banderas flameando por doquier, pero si hay formas más rápidas y expeditas, debemos adoptar aquellas. ALGUNAS CONCLUSIONES FINALES En la actualidad, no solo en Chile sino que en Latinoamérica (territorio que me compete) y en el mundo entero, hay muchísimos movimientos, grupos o partidos que sostienen nuestra Ideología. Las discrepancias en este sentido, dejaron de existir hace ya años. Las diferencias son fundamentales en cuanto a acción y derivan muchas veces del diferente carácter y personalidad de sus dirigentes. Ante esta situación, W.U.N.S. no puede plantear más que lo siguiente: Mientras cada grupo actué conforme a los principios Hitleristas, puede sentirse libre de escoger la vía que crea mejor o para la cual sus componentes sean más aptos; Asumiendo, eso sí, su plena responsabilidad y sin involucrar a los demás en posibles fracasos. Siempre recibirá nuestro apoyo, no estamos adoptando las añejas posiciones personalistas, sino que luchamos por el Triunfo. Así como necesitamos fieros luchadores del puño, también son imprescindibles los artistas, los pensadores, los técnicos y hasta quienes mantengan nuestro animo en alto mediante música sublime. El Nacionalsocialismo sé a trasformado definitivamente en una Revolución Universal, en una “Religión”, la religión HITLERISTA.
(+) (ver los “Neo- Nazis en Sudamérica”, el capítulo “La Cata de Villa Ballester”, que se ajusta a la realidad y tiene mucos datos de interés. Editorial Dietz, Reedy, West Virginia, USA.)