Embajador de la Esperanza www.fazenda.org.br Edici贸n 101. Febrero 2016
Perd贸n: un paso de
Arte: Capilla de la Fazenda San Rafael - Casca/RS
profunda bondad para restablecer relaciones personales
La convivencia genera muchos conflictos, pero todos est谩n convidados a reconciliarse y vivir en armon铆a
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El perdón exige de nosotros una profunda reflexión interior. Cuando lo vivimos, entramos en plena unidad con los hermanos
establecer una relación. Este es uno de los frutos cuando se da el paso de perdonar a alguien que nos ha hecho daño. ¿Qué hacer cuando alguien lastimó a alguien de mi círculo familiar o de amigos? Debo pedir perdón con sinceridad. Pero el hecho de ganar el perdón parece ser más pesado que el de perdonar, porque exige el esfuerzo de reconocerme pecador y de haber hecho algo que hirió a otros. Cuando soy herido, a pesar del dolor, tengo que tener en mente que la medida del perdón debe ser grande o suficiente para que la relación con mi prójimo sea reconstruida de forma que recupere nuestra convivencia normal. Fray Hans Stapel, ofm, nuestro fundador, resalta cuán importante es el perdón en la vida de nuestros recuperando. Después de pasar por diversos problemas causados por los vicios en su relación familiar, ellos encuentran en el perdón el primer paso para el recomienzo. “Cuando un joven llega y empieza a vivir el perdón, comienza a ser misericordioso con los otros, cambia toda su vida y nace, realmente, la esperanza. Tenemos tantos ejemplos de perdón y de misericordia: el hijo pródigo, la oveja perdida, el ladrón crucificado junto a Jesús. Dios es misericordioso y nosotros fuimos hechos a su imagen y semejanza; entonces, también debemos ser misericordiosos”. En la Fazenda de la Esperanza, el perdón es como una llave que rehace las relaciones. Los jóvenes que por alguna razón no se entienden con alguien, son invitados a reconciliarse. En los Grupos de Esperanza Viva (que acompañan a los jóvenes y familiares antes y después de pasar un año en la Fazenda), es lo mismo.
2 - Boletín del Embajador - Edición 101 - Febrero 2016
Vanderlan Martins da Silva se está recuperando en Manaus y es un ejemplo de esto. Él consiguió superar el desafío de vencer el orgullo y la rabia y perdonar a quien una vez lo agredió. “Cuando yo me drogaba tuve una pelea en la calle y, por la gravedad de la agresión necesité colocar placas en la cara. Durante ocho años quedé con el sentimiento de rabia y de venganza intentando encontrar a quien me había golpeado, pero no lo encontré. Cuando decidí venir para la Fazenda participé del GEV y fue allí donde nos reencontramos. A partir de ese momento mi corazón lo perdonó, porque cambió mi forma de pensar. Un día yo estaba en la capilla aquí en la Fazenda de Manaus, bastante emocionado rezando delante del Santísimo y él apareció desde el fondo de la iglesia. Nos abrazamos, él me pidió perdón, yo lo perdoné y este momento me ayudó mucho en mi caminata”.
Reconciliación con Dios Además de buscar la reconciliación con el otro (a), también es importante rehacer mi relación con Dios, que también fue herido cuando ofendí a alguien. Es importante tener una vida armoniosa no sólo con los hermanos sino también, con Dios. En nuestra espiritualidad comunitaria decimos que para llegar a Dios necesitamos pasar por el hermano (yo-hermano-Dios). Nuestra relación con Dios se mide por nuestro amor al hermano. Así como sentimos la necesidad de reconciliarnos con los hermanos, también debemos reconciliarnos con Dios, y esto se realiza a través de la confesión. Mons. Irineu Roque Sherer, obispo de Joiville, tiene un profundo cariño por la Fazenda de la Esperanza y escribió una serie de libros, fruto de su relación con los recuperando, especialmente de Santa Catalina. Él pone en evidencia la motivación que provoca en él cuando está en medio de los jóvenes de la Fazenda. “Siempre quedé encantado con el gran número de jóvenes que, de modo espontáneo, piden confesarse. Me doy cuenta de que
siempre en la vida llega un momento en que, a la luz de una experiencia de Dios, sentimos la necesidad de purificarnos interiormente, para después, recorrer, con Él, un camino de esperanza”. Carlos Felipe Meneses de Oliveira vivió en el mundo del crimen y de las drogas por varios años. Se involucró en muchas situaciones erradas, y, hace cinco meses ha descubierto un nuevo camino. “Yo creía que Dios no se preocupaba de mí, que nunca me perdonaba. Vivía pensando en esto y no me liberaba de estos sentimientos. Aquí experimenté lo que era hacer una buena confesión, de entregar todo lo que hice de errado en mi vida en las manos de Dios. Pedir verdaderamente perdón por el mal cometido a tantas personas que perjudiqué, y también a mi familia. Ahora sé que Dios tiene misericordia de mi vida”. Carlos recuerda que en un principio, no se sentía motivado para pedir perdón. “Cuando llegué, ni sabía lo que era una confesión. Uno de los primeros temas que reflexionamos con el sacerdote fue sobre el examen de conciencia que debíamos hacer, para realizar una profunda confesión. En la primera oportunidad que tuvimos no me confesé, fue más tarde que me acerqué al padre y sentí el deseo de confesarme. Hablar todo lo malo y entregarlo a Dios, para mí, fue un alivio. Tengo mis dificultades, pero a través de la confesión, de reconocer el mal que hice, pedir y recibir el perdón, siento una enorme gratitud, y esto me motiva a caminar”. Cuando pensamos en el perdón, recordamos que Dios en su bondad perdona nuestros pecados porque Él es sólo misericordia, como meditó el papa Francisco, en la Apertura del Año Santo de la Misericordia. Padre César dos Santos, formador de la Familia de la Esperanza, al reflexionar sobre Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, remarca que la misericordia hacia los demás es esencial. “Y lo que podría hacernos de nuevo hermanos unos de otros es la misericordia, superando las heridas. Muy parecido con lo que dice San Pablo en relación al amor que “todo lo disculpa” (1 Corintios 13,7). De hecho, debemos tener este amor-misericordia que se olvida del mal hecho, como Dios hace con el mal que le hacemos a Él......”.
Sucedió conmigo Perdí a mi hermano y esto provocó en mí una rebelión muy grande y hasta con Dios, no entendía por qué de ese triste acontecimiento. Antes de venir para la Fazenda, en una discusión con mi madre, yo le dije que no creía en Dios, y todo esto por la rabia que yo guardaba. Cuando llegué a la Fazenda, era vísperas del día de los padres, y al despedirme les pedí perdón, porque no quería ser motivo de disgusto. Me di cuenta que venir a recuperarme era el mejor regalo que podía hacerle a ellos. Aquí conocí mejor a Jesús, sabía que él había realizado muchos milagros, pero aprendí que Él se nos presenta de diversas maneras, y una forma son los momentos de dolor. Jesús sufrió tanto por nosotros, pasó por momentos de mucho dolor en la cruz y esto me conmovió mucho. Fue cuando comencé a redescubrir la fe renovándola de verdad. Pude entonces pedir perdón y “hacer las paces” con Dios. Un día fui a la capilla y me abrí a Él, contándole todo lo que sentía, el porqué de mis comportamientos... Creo que este fue el momento más importante de mi llegada a la Fazenda, el recomienzo de mi relación con Dios. Mi madre es muy religiosa. Me recuerdo de momentos en que ella fue peregrinando hasta el Santuario de Nuestra Señora, Rosa Mística, que se encuentra en mi ciudad cerca de mi casa, para pedir por mi liberación. Sé que ese gesto tiene un gran significado en mi recuperación. Algunas veces yo la acompañé, pero no sabía que tendría este encuentro con Dios tan fuerte. Ella hizo muchos sacrificios por mi recuperación, y hoy valoro y agradezco esos gestos. En mi primera visita, vísperas de la fiesta de San Francisco, yo estaba feliz de encontrarme con mi familia y de poder mostrar que estaba ayudando en el teatro que contaba la vida de San Francisco. Creo que fue un regalo para ellos, el poder ver a un “nuevo” hijo, después de todo, hasta entonces no tenía una buena relación con Dios y ahora podía realizar muchas cosas por Él. A partir de ahí comencé a relacionarme mejor con mis padres, a conversar de verdad con ellos, con confianza y sinceridad. A partir de ahí mi vida pasó a tener un nuevo sentido, de perdón y encuentro con Dios, vino el recomienzo.
Adarlan Diogo Gonçalves, 31 años – Mogi Guaçu/SP
Destacable Carnaval y Cuaresma en la Fazenda El proceso de recuperación en la Fazenda de la Esperanza se realiza durante un año. Así, los (las) jóvenes tienen oportunidad de vivenciar todas las celebraciones que la Iglesia presenta en el tiempo litúrgico. El Carnaval, que antes era vivido de forma desordenada, es vivido de una manera nueva. Son días de retiro, alegría, fiestas y descanso de tal modo que el recuperando descubre que es posible divertirse sin drogas. “Cuando nosotros, los primeros, descubrimos la espiritualidad del Movimiento de los Focolares, comenzamos a participar de los retiros. En dichos encuentros, sentimos que podríamos distribuir a los otros aquella agua que bebíamos. Así, hacemos un alto en nuestras actividades para experimentar las alegrías del retiro”, cuenta el fundador, Nelson Giovanelli. Irací Leite, también fundadora, nos dice que el retiro es un momento para comprender la
felicidad que llega con el nuevo estilo de vida. “La alegría pasajera experimentada en el carnaval trae consecuencias dolorosas y, experimentar esa alegría en los momentos de unidad y entrega, ayuda a los jóvenes a encontrar la respuesta de que pueden ser felices sin drogas”. Otro momento que los jóvenes celebran es la Cuaresma, tiempo en que ellos se preparan para vivir la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Semanalmente ellos realizan el Vía Crucis y el Viernes Santo lo dramatizan. Para esto se preparan anticipadamente y con muchos ensayos. “Para mí, lo que Jesús hizo es un gran ejemplo. Es la primera vez que participo de una pieza teatral. El camino doloroso de Cristo hizo con que yo reflexionara sobre el amor que él sintió por nosotros pasando por tanto sufrimiento”, recuerda Fernando Pereira, que hizo parte del grupo que dramatizó el Vía Crucis en la Fazenda de la Esperanza San Liborio, en Guaratinguetá/SP, em 2015.
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