Ometiliztli memoria de vida en el ombligo de la luna

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OMETILIZTLI EN EL

OMBLIGO

DE

LA LUNA

MEMORIAS DE VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO F

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A... Ah, ellos ya saben...

"Con hambre me fui yo lejos, Hambre de buscar verdad, Primero perdí mi rumbo Hoy me vuelvo a encaminar, Primero perdí mi rumbo Hoy me vuelvo a encaminar. Busco de dónde vengo Que me perdí, Busco de dónde vengo Que aquí está mi raíz.

s

Soy parte de ti Te llevo en la sangre, Si una vez me fui Fue para extranarte, Siempre vuelvo a ti No puedo negarte, Tu mi parte oculta Yo tu parte avante. Aquí está tu raza y vida, De tu ombligo la raíz.” Lila Downs, Niña Pastori, Soledad, Raíz - La Raíz de Mi Tierra

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ร ndice...

La siguiente memoria estรก dividida de acuerdo a cuatro momentos que se pensaron como los de transiciรณn mรกs significativos.

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Antes de todo...

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Irme sin saber a donde ir, llegando sin saber a donde llegar...

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Tierra de piel de bronce...

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Realidad, absurdo y surrealismo...

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Antes de todo... SEMANA 0 1 - 5 Sept

“Quedarse es exisir, pero viajar es vivir.” -Gustave Nadaud

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Antes de todo lo que vaya a decir en ésta memoria, en ésta bitácora de lo

que estoy ahora viviendo en la ciudad de México, en el despacho de Legorreta + Legorreta, tengo que decir que mi decisión de haber venido aquí precisamente, al D.F., tiene un trasfondo más significativo de lo que en verdad pudiera aparentar.

Yo Francisco Bautista, 23 años, décimo semestre de la carrera de arqui-

tectura en el Instituto tecnológico y de estudios superiores de Monterrey, me encontraba perdido. Sí, perdido. Me sentía con un gran vacío y no lograba interpretar que era lo que me sucedía.

Amor, pensaba… No. Depresión, pensaba… ¿de qué?... Pues no, o no

tanto.

Es verdad que me encontraba con una inmensa melancolía al extrañar a

mis amigos durante mi Erasmus, durante mi estancia en Italia. No extrañaba Italia, no extrañaba la universidad, ni los profesores, ni donde vivía; Extrañaba el sentimiento de individualidad, de libertad, de mi estilo de vida y, por sobre todo, a mi segunda familia que cree con mis amigos. A mis nuevos parientes venezolanos, brasileños, iraníes, españoles, turcos, colombianos, polacos, italianos y egipcio…

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Después de llegar a México de Italia (bajo una increíble historia muy

parecida a la película de “La terminal”), el golpe de realidad fue inmenso. Sufrí un shock cultural más fuerte en mi regreso que en mi estancia por el viejo continente. Regresar al ITESM, a su ritmo demasiado veloz, a su cantidad de trabajo y (en mi opinión) a su estilo un poco deshumanizado de crear una vida dedicada al éxito profesional por encima de una vida plena me empezó a consumir. Amo y respeto mi universidad, pero me sentía atrapado en una burbuja que creo no haberla visto antes desde éste nuevo punto de vista. Me encontraba en una sociedad apática, llena de prejuicios, de comentarios retrógrados… De una sociedad que lleva a su propia ciudad al fracaso urbano, donde no puedo transportarme adecuadamente, donde no puedo disfrutar culturalmente mi ciudad, donde se va al Starbucks y a los centros comerciales...

Por un tiempo pensaba si estaba exagerando pero aun así no lo creo. Ten-

go que decir que sin mis amigos del Tec (Ana, Armando, Pamela, Mafer, Gaby, Tere… a todos ellos), no hubiera tenido la fuerza suficiente para mantenerme cuerdo. No me daban ganas de salir adelante, me cuestionaba muchas cosas de mi vida, de mi sentido. Me sofocaba el pensar la cantidad de dinero que debería pagar al tecnológico una vez de graduado. Necesitaba un cambio.

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Al aplicar al GED, después de diversas y largas pláticas para convencer a

mis padres, me surgió la posibilidad de ir a otra parte para hacer mis prácticas profesionales. Salir de Monterrey. Salir de éste ritmo de vida que me hacía sentir sin ánimos.

La única condición que puso mi papá para poder hacer mis prácticas

fuera de Monterrey fue la de terminar mi tesis de la universidad italiana. Jorge (mi compañero de tesis) se encontraba en Japón y no pudimos avanzarla.

En el momento de elegir el despacho para trabajar, tuve que escoger uno

de Alemania ya que sabía que pagaban, pero no me convencía. Quería ir a Suiza, me gustaba mucho el pensamiento que ahora manejan y los proyectos que tienen. Pero al final no se pudo. Iba a ir para Alemania, no muy convencido, pero iba. Ya podía estar en Europa para después entregar mi tesis en Italia y así gastar menos dinero.

Después de unos problemas y falta de dinero, tuve que abandonar la idea

de ir para Europa. Juan Carlos, mi director de carrera, me sugirió ir a ciudad de México a alguno de los despachos con los que tienen contacto. Y después de pensarlo mucho, lo preferí.

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Podría encontrarme en el lugar preciso para poder avanzar a mi tesis.

Me encontraría en el centro de la cultura mexicana.

Por encima de la razón de la tesis, me entusiasmó demasiado la idea

de venir al D.F. por el simple hecho de sentirme con tanta falta de conocer a mi propio país. No sabré jamás describir la vergüenza que sentía al estar en el extranjero, conocer otros países y lugares, y no conocer de mi propia capital, de mi propia cultura más que de la monótona vida regia y de lo que sé por libros, historia y noticias.

Realmente decidí ir al despacho de Legorreta + Legorreta por su dis-

ponibilidad de horario. Yo quería tener tiempo para comer, para conocer, para mí.

Al hacer la entrevista con Lourdes de Val (mi jefa), todo parecía salir per-

fecto. Todo por alguna extraña razón empezó a acomodarse por sí solo, como si una maldición que se encontraba por encima de mí se hubiera desvanecido. Mientras esperaba la respuesta del despacho trabajaba en la oficina del director atendiendo alumnos, escuchándolos, ayudándolos, recomendándoles materias, profesores y aconsejando sobre sus portafolios.

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Ya después de un tiempo sin saber de la respuesta del despacho, decido

marcar un lunes 25 de agosto al despacho para saber la respuesta. Lourdes me dijo que esperara su respuesta el viernes de esa semana. Esperé el viernes, esperé el sábado, esperé casi todo el lunes… y al final decido volver a marcarle. Al llamarle, ella en tono un poco de disgusto, me dice que se supone que esperaría la respuesta por correo y yo pidiendo disculpas le cuelgo.

Ese día salí con Ana a tomar unas cervezas en la casa de Daniel, jugamos

cartas y la pasamos muy divertido. Al día siguiente nos volvimos a juntar en el departamento de Daniel, ahora junto con Jorge y sus amigos y nos divertimos aún más. Al día siguiente, miércoles 3 de septiembre se me ocurre darle una ojeada a mi correo. Resulta que desde el lunes me había respondido para comenzar a trabajar el próximo lunes 8 de septiembre. El día siguiente hice maletas, compré un boleto de autobús y el viernes 5 de septiembre por la noche me encaminé a la ciudad de México. Con poco dinero, sin saber a dónde llegar, sin saber que estaba haciendo me aventé como el Borras. Como dice siempre mi abuela: “Desde que naciste fuiste aventado, y nunca has dejado de serlo.”

¡Me voy a la aventura, a aprender, a vivir!

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Irme sin saber a dónde ir, llegando sin saber a dónde llegar... SEMANA 1 6 - 14 Sept

“¡Quiero decirle al tren que dicen que pasa una sola vez en la vida, que si en verdad quiero ir, hasta el viaje me lo aviento a pie! -Graffiti en una pared de Italia.

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“Irme sin saber a dónde ir, llegando sin saber a dónde llegar” fue lo prim-

ero que pensé en el momento en el que tomé el autobús que me traería a la ciudad de México. Debido a lo repentino de la noticia y al poco tiempo que tuve para organizarme, no alcancé a buscar apartamento o mínimo un hotel bueno, bonito y barato. A pesar de haber buscado entre mis amigos a alguien que me pudiera recibir en la capital, no tenía éxito. En el autobús decidí marcarle a mi amiga Eliana, una muy buena amiga que estudia arquitectura en la UANL y que hizo un intercambio académico nacional en la UNAM. Sabía que ella me podía ayudar. Al hablar con ella me recomendó contactar a su amigo Rogelio y que le pidiera quedarme con él por unos días. Tenía su celular pero no contestaba y no contestaba. Gracias a los dioses que el autobús tenía internet y lo traté de contactar por Facebook, pero él aun así no contestaba. Pasó la noche y ya en la mañana me despierto. ¡Qué bonitos paisajes! ¡Qué interesantes contrastes! Pensaba…

Llegué a la estación de autobuses del norte de la ciudad de México un

sábado seis de septiembre a las diez de la mañana.

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Traía una mochila con mi computadora, una maleta grande y una

pequeña. Lo primero que hice fue desayunar. Lo segundo que hice fue buscar un punto con internet para contactar a Rogelio. No contesta mis mensajes. Lo único que podía hacer era matar tiempo. Lo tercero que hice fue marcar a mis papás para decirles que llegué con bien y que no se preocuparan. En éste momento cree una frase propia que creo que ha definido muchos momentos de mi vida: “Esto son solamente tres gotitas de agua, no una tormenta.” Seguía matando el tiempo. Se acaba la pila a mi celular y empecé en verdad a preocuparme. No había conexión a corriente. Vi que habían computadoras con internet por diez pesos la media hora. Tenía 40 pesos en moneda y comencé a distribuir ese dinero de acuerdo a mi nivel de desesperación. A las doce decidí gastar los primeros diez pesos. Vi que Rogelio me dijo que sí podía quedarme en su apartamento pero no contestaba. Después hablé por medio de Facebook con mi amiga Emre de Turquía, con mi amiga Cintia de Brasil. Hablé con Ana y con Pamela. Se acaba la media hora y después de unos momentos reflexioné de la estupidez que hice al no cargar mi celular en ese tiempo. No me permitían cargarlo si no pagaba. Me dije a mí mismo que no pasaba nada y que lo cargaría con los 30 pesos que me quedaban de cambio.

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Pasa el tiempo, me compre un café y me quedé viendo una película hor-

rible de canal 5 en la televisión de la central y esperé a que pasara el tiempo. A las dos y media de la tarde gasté otros diez pesos en la computadora. Cargué mi celular. Chequé Facebook y Rogelio me dice que le habían robado su celular, me dice que justo en ese momento se encontraba en su trabajo y que lo buscara en su apartamento aproximadamente a las 6 de la tarde. Me pasa el teléfono de su amiga Karla y que le marcara cuando pudiera. Me relajé un montón. Lo único malo era que tenía ahora que hacer tiempo hasta las seis de la tarde. Le marco al celular que me dio y hablo con él. Me contesta una voz grave y baja. Le comienzo a decir lo muy agradecido que estoy y él me responde en su acento muy capitalino: “No Pancho, no tienes que agradecer nada, para esto estamos la banda.” Me dice la dirección, Vizcaínas 28, que le diga eso al taxi y en eso se acaba de nuevo la poca batería de mi celular. Bueno, ahora seguro de donde llegar lo único que podía hacer era matar el tiempo.

A las cuatro de la tarde gasto otros diez pesos en la computadora. Cargo

mi celular. Checo Facebook y hablo con mi amiga Ana Gaby, una de mis amigas de más historia. Hablo después un poco con Miriam y se acaba el tiempo.

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A las cinco y media gasto los últimos diez pesos y sentí que fueron los

mejores cuarenta pesos que gasté en mucho tiempo. Leo unas cosas, le escribo a Juan Carlos, busco la manera de irme para el apartamento de Rogelio pero, oh sorpresa, no me dijo en que calle cruzaba, que había cerca o como reconocería el edificio. Le marco, no contesta. Le marco, no contesta. Bueno, equis, me dije… Tomé el taxi y me fui a buscar su edificio.

No puedo explicar lo increíble que fue ese simple viaje en taxi. Por los

monumentos que pasé. No tengo memoria de haber visto antes el ángel de la independencia. Pasé por el senado de la república, por el monumento a Juárez, la Alameda, la secretaria de relaciones exteriores. ¡Bellas Artes! Dios… Dimos vuelta por la calle de Bolívar y me vino un flashback de mis amigos venezolanos. Mi mente se encontraba en un inmenso torbellino de recuerdos, de sensaciones. Hasta parece que todo se conecta, pensaba. Llegamos a Vizcaínas pero no encontrábamos el número. El taxista groseramente, por no decir otra palabra, me dice: “Oye güey, aquí te dejo, ya no lo encontramos.” Yo enojado decido bajarme y buscarlo a pie. Repito que traía una mochila con una computadora, una maleta grande y una pequeña.

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Estaba desesperado buscando el número 28 pero realmente no puedo ex-

plicar lo desordenado de los números de los edificios en esa calle. Al final vi que cruzando el eje central continuaba un poco la calle de las Vizcaínas y dudé si ahí se encontraba el edificio ya que se veían como edificios muy históricos y además se encontraba ahí un antiguo convento. Me dije que no perdía nada si buscaba por ahí y, oh sorpresa, en la esquina de Aldaco con Vizcaínas se encontraba su edificio. Bello, bello. Le marco y no contesta. Oprimí el primer timbre y en eso sale una cabeza de una ventana del primer piso, me grita ¿Pancho? y le contesto ¡Sí!... “Ahí bajo carnal” me dice y después de unos momentos nos presentamos y me ayuda a subir mis maletas.

A primera impresión Rogelio me pareció un estereotípico estudiante de

la UNAM, si es que puedo hablar de un estereotipo. Flaquito, estatura media, un peinado alternativo, muy buena onda y relajado. Entro a su apartamento y me presenta a su amiga Karla. Ellos trabajando en pendientes pero mientras platicando. Platicábamos de mi universidad, de Monterrey, de como un regio venía al D.F. Me reía mucho. Después hablamos de los problemas sociales del país, de las diferencias culturales. Muy buena plática.

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En lo que decidíamos que haríamos en la noche, me bañé, saqué un poco

de cosas y descansé un poco. Esa noche fuimos primero a un bar que se llama el “Perla Negra” y había un grupo venezolano tocando salsa. Sigo asombrándome de como parece todo estar conectado en la vida. Llega otra amiga de Rogelio, Midori, y comenzamos a bailar. Después de ahí fuimos a una pulquería por Insurgentes. Increíble el lugar. Increíble el pulque. No podía creer que en toda mi vida me había perdido del pulque. ¡Oh bebida de mis antepasados, ¿dónde estabas?!

Regresamos a su depa y dormimos. Yo dormí en el piso. Estoy ya muy

acostumbrado. Al día siguiente me explicó las reglas de su apartamento y me dice que de preferencia no me quedara más de 3 noches porque su roomie Aldo es muy raro y tenía reglar raras. Y que si sus otras dos roomies me veían, que dijera que era su primo. De cierta manera tenemos cierto parecido físico y se lo podían tragar. Ese día fui a conocer el centro del D.F. con Rogelio. Bello el lugar, bello, bello, bello.

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Conocí la calle de Madero, me transportó al momento en el que me en-

contraba en la calle de Taksim de Istanbul. Son calles gemelas a mi parecer, son idénticas. Llena de edificios históricos y contemporáneos. Llena de vibrante juventud y contraste… Conocí el Zócalo. Me emocionaba. Me temblaba mi cuerpo. Seguía sin creer que me encontraba ahí. Fue un momento de shock cultural fuerte. Sentía que estaba en el lugar indicado. Tenía sensaciones que solo puedo relacionar como cuando conocí el hospital de Paimio de Aalto o cuando vi por primera vez la torre Eiffel junto con Ana en la cátedra Autodesk cuando fuimos a París. Después de ver eso, fuimos a comer una torta milchori, deliciosa por cierto, y en la noche nos regresamos a su depa.

Compramos dos caguamas, platicamos y después dormí temprano.

¡Mañana comienzan mis prácticas en Legorreta!

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El lunes ocho de septiembre me levanté a las 6:50 de la mañana, me metí a bañar y salí del apartamento a las 7:20. Sabía que tenía que tomar el metro en la misma línea rosa que pasaba por el apartamento de Rogelio. De “Salto del Agua” tenía que irme a dirección Observatorio y bajarme en la estación de “Sevilla”. Un mar de gente. Un verdadero mar de gente. Creo que nunca había visto tanta gente amontonada en un mismo espacio cerrado al mismo tiempo. Me sentía como la escena de la película del “Rey León”, donde Simba se encontraba atrapado en la estampida de ñus. Tuvieron que pasar ocho trenes hasta que pude por fin entrar a uno. Atrapado, aplastado entre tanta gente me venían muchos pensamientos en la cabeza. Creo que el más rescatable sería que a mi parecer no evolucionamos del mono, sino del pingüino. Momentos de ocio durante el transporte. Me bajé en “Sevilla”. Me perdí. Google maps me mintió sobre la ubicación de la oficina. Entré en pánico. No quería llegar tarde a mi primer día de trabajo. Sabía que la calle era Durango y busqué Durango. Llegué. Sabía que el número era 326 y busqué 326. Lo único que se encontraba en mi mente en éste momento era el de buscar un edificio probablemente rosa, o probablemente morado o de algún color mexicano chillante. Voilà, ahí estaba, un edificio pequeño y sencillo de color naranja “golpéame la cara.”

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Llego a las 8:10 de la mañana. Busco la puerta y encuentro un timbre.

Toco el timbre. Suena el sonido que indica que la puerta ya se abrió. ¡Qué vergüenza decirlo!, pero no encontraba la puerta en ese portón café. Se mimetizaba muy bien con toda la estructura. Y cuando la encontré no podía jalarla ni empujarla. Bueno, hasta que me ayudaron me di cuenta que se empujaba pero era muy pesada. Me presento con la secretaria y me dice que vaya hasta el cuarto piso, ahí está el área en la que trabajaría. Subo y me presento con Lourdes. Hablo con ella, me explica el despacho, el trabajo que iba a hacer y me presenta a mis compañeros.

Lourdes de Val, 29, diseñadora, es mi Jefa administrativa. Roberto López,

45, arquitecto, mi jefe de diseño. Marta Soto, 31, diseñadora de interiores, oriunda de Monterrey y graduada del Cedim. Michelle Garmendia, 27, arquitecta de la UNAM. Fernanda Cobos, 26, arquitecta de la UNAM. Andrea Pilgram, 24, diseñadora textil de la Ibero. Mauricio Sánchez, 23, arquitecto de la Ibero.

Lo primero hice fue ordenar las muestras y catálogos del área. Sólo diré

que no fue difícil pero fue mucho trabajo. Me crean un correo de la oficina, me entregan temporalmente una Macbook y me dicen que le perteneció directamente a Víctor Legorreta. Casual.

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Yo ya había quedado con Rogelio de verlo en su apartamento a las 9 de

la noche. No tenía llave y por ninguna razón pensaba pedirle una copia. Salí de la oficina a las 5:30 y tenía que volver a matar tiempo. Salí caminando hacia reforma, quería volver a ver el ángel pero más de cerca. Comienza a llover. Llovía y llovía. Lo sentí como el bautizo que me daba Tlaloc de bienvenida a la ciudad. Ja. Me encontraba caminando por Reforma, llegué al ángel y me quedé contemplándolo aproximadamente como por una hora. No podía dejar de verlo. Analizaba sus proporciones, sus volutas, el grosor de la columna, sus pequeños detalles. La posición de sus manos, de sus ropas, su brillo… después de ahí me fui caminando rumbo al monumento de la revolución. Nunca lo había visto. No podía creer su masividad, su buena proporción, su buena restauración. Parecía que me transportaba a épocas inmemoriales de la arquitectura monumental. Sus grandes luminarias, sus águilas en prácticamente cada esquina de la plaza. Su arte y esculturas. Bello. Caminé por la avenida del monumento y me encontré con muchas banderas mexicanas. Y como lo he dicho antes, parece que todo está conectado. Que justo me voy fijando en una base de las banderas y veo el escudo de Nuevo León. ¿Extraño? No sé. ¿Predestinado? No sé. Tal vez mi tierra me llamaba.

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Seguía caminando por ésta avenida y me topo con el edificio de la lotería

nacional de Mario Pani. Casual. Yo solo seguía caminando y todo parecía llegarme como regalos del cielo. No lo entendía.

Durante toda esta caminata me doy cuenta de los contrastes de la ciudad.

Como todo cambia de un abrir y cerrar de ojos. De cómo de repente me llega el olor de un Channel no.5, al segundo el olor de porquería de perro y al otro segundo el olor de rica comida mexicana. Del machismo de los jóvenes hacia las mujeres y de las parejas homosexuales caminando tranquilamente. De una señora descalza y atrás una rubia con tacones probablemente Prada. Un Carl’s Jr. y un puesto de tortas justo en la entrada. Un edificio híper contemporáneo de scientología y en la misma manzana una iglesia católica del siglo XVII. ! Me sorprendía mucho fue la cantidad de extranjeros que veía. A cada esquina un francés o un alemán, se escuchaba italiano por ahí o inglés hacia allá. Pero eso sí, los asiáticos abundaban. Con chinos, japoneses o coreanos me topaba casi cada dos calles. Pero lo que más más me sorprendió fue la inmensa cantidad de afecto que se demuestra en la ciudad. Besos por aquí, abrazos por acá. Era bonito. Era tierno. No era vulgar. Me impactaba.

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En toda ésta travesía pensaba mucho en mi vida, en las personas que he

conocido, en los momentos mágicos que he vivido. Una de las frases que más me siguió fue la de mi tía Claudia: “Uno se encuentra a sí mismo en la soledad.” Es verdad.

Pensaba mucho en lo que había estudiado, en lo que sé, en mis decisiones.

Pensaba en los momentos tontos, divertidos y feos que viví junto con Ana, junto con Armando. Mis amigos. Las frases graciosas de Jorge como la de “Chillo… chillo”. A Pamela y de cómo nos hacíamos bullying divertido. Pensaba en mi familia. Pensaba en mi primaria, en mi secundaria. Pensasba en las diferencias del norte de Monterrey y el D.F. Trataba de comprender la diversidad del país. Trababa de asimilar el surrealismo que veía. Pensaba en vidas paralelas que hubiera tenido si hubiera escogido otros caminos y de lo afortunado que soy, de lo que pienso y de lo que me represento al haber escogido lo que escogí. Pensaba en mis profesores. Pensaba en los lugares en los que había estado y como todo trataba de relacionarlo. Pensaba en el mundo, en sus problemas, en sus utopías . Pensaba en mis golpes de realidad.

Sé que pensaba en mí como ser humano ante el mundo.

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Llegué a la Alameda central. ¡Qué buen acabado de piso! ¡Qué bellos ár-

boles! Se notaba la buena “manita de gato” que le hicieron. Y con broche de oro llegué a Bellas Artes. Me senté. Prendí un cigarrillo y lo contemplé. Veía a los niños jugando con globos y burbujas. Estaba atardeciendo. El cielo era rosado. Se escuchaba de un organillero una de las pocas canciones del cine de oro mexicano que me sé, “amorcito corazón” de Pedro Infante. Veía los edificios. Veía a las señoras platicar. A los chavos abrazarse. Oía risas. Prendí otro cigarrillo y seguí contemplando Bellas Artes. Me entraron lágrimas en los ojos. Parecía que todo estaba hecho para mí. Sentía que lo que me faltaba de mi cultura mexicana estaba por fin viviéndola. Sentía gratitud hacia mi familia por permitirme y ayudarme a estar donde me encontraba. Sentía tristeza de no poder estar con mi abuela en sus posibles últimos años. Veía los detalles del edificio, la mezcla de elementos italianos y propios de México. Sentía Cultura. Sentía felicidad al estar ahí.

Dieron las nueve. Me fui caminando al apartamento de Rogelio que está

a unos 5 minutos de Bellas Artes. Nos vimos, platicamos un rato y dormí.

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De izquierda a derecha: Pancho, Marta, Andrea, Ferchis, Mauricio. Abajo: Michelle.

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Mi rutina comenzó. Me levantaba, me bañaba y tomaba el metro. Dicho-

so metro. Llegaba al trabajo, saludo a todos y me ponía a trabajar. El proyecto con el que empecé fue el del diseño de una botella de cerámica. Iban a crear una serie de 250 botellas de cerámica con mezcal artesanal. Las botellas van a ser el regalo anual de navidad para los trabajadores del despacho y clientes. Roberto, mi jefe, me pidió que empezara a hacer las propuestas de diseño en autocad, que las modelara en 3D y que tuviera cuidado con la perspectiva. Comencé hacer las propuestas, una era un dibujo en papel sketch del mismo Víctor Legorreta, tres más de Roberto y al final decidí hacer una propia. Me tardé aproximadamente toda la semana haciéndolas en lo que me revisaba y checábamos medidas, colores y proporciones.

Las cinco propuestas fueron presentadas a los socios del despacho y al

final el diseño seleccionado de botella, sin humos de grandeza, he decir orgullosamente que fue mi diseño el que quedó seleccionado.

Durante la hora de la comida, todos en la oficina se quedaban a comer

en la oficina. La razón principal es que todas están a dieta y no quieren salir a romperla. Me sentía algo gordo. Ja.

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De izquierda a derecha: Brenda, Pancho, Paulina. Atrรกs: Andrea con cara de mujer de telenovela.

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Desde el primer día y todos los días salía a comer con Mauricio a las

fonditas de la zona. Hicimos un buen click y nos hicimos amigos rápidamente. Sentí la diferencia económica latente entre él y la mía. La diferencia latente de pensamiento entre él y la mía. No importó. Nos hemos hecho muy buenos compañeros y siempre salimos a relajarnos durante la hora de comida.

Comencé a conocer a mis compañeras de mi área e hice también un click

fantástico con Marta. Súper linda y buena persona. La respeto muchísimo. Ella sin prácticamente conocerme me ofreció su apartamento por cualquier cosa que llegara a ocurrir.

Durante ésta semana conocí al equipo del proyecto de Stanford. A Tania

Barcena, 31, arquitecta del ITESM, a Brenda Mendoza, 25, arquitecta de la UNAM, y a Paulina Gutiérrez, 23, arquitecta del ITESM. Conocí el humor cambiante de Tania y sus extrañezas sociales, pero no dejaba de ser buena persona.

Todas las tardes cuando salía, hacía tiempo hasta que Rogelio saliera de

su trabajo y después lo veía en su apartamento. Comencé a buscar depa durante este tiempo. Comencé a crear de estos momentos de soledad en meditación y encuentro personal.

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Rogelio en su proyecto de regeneraci贸n urbana de Malinaltepec.

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Llegó el viernes y era fin de semana de puente. La novia de Rogelio venía

de Aguascalientes y me pidió de por favor que me fuera del apartamento durante el fin de semana. No sabía si pedirle a Marta que me quedara en su apartamento. Me daba pena. Agarré la maleta pequeña, puse unos cambios de ropa y me fui a un hostal que me recomendó Rogelio. Se encontraba en la calle Colima en la col. Roma. Eran las Nueve de la noche, tomé el metro y salí a buscarlo.

Llegué. Vi que había un pequeño Bar estilo europeo y pregunté por el

hostal. “Toca el timbre” me dijeron. Toqué el timbre. Me abren la puerta. En el momento que voy subiendo por las escaleras me teletransporté a los momentos en los que me encontraba en hostales de París junto con Alonso y mi amiga polaca Ewa. Era increíble el parecido. Subí al último piso. La vista me dejaba boquiabierto. Me registré. 150 pesos la noche. Hablé con mis papás y les platiqué más o menos todo lo anterior.

Conocí a una Argentina, la pobre con unos ojos hinchados. Me comentó

que llegó a México a buscar suerte. Me comentaba que estaba ahí desde el día anterior, que venía con dos amigos, pero justo cuando llegaron al país descubrieron los de inmigración que no venían por turismo y los deportaron.

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La argentina tuvo suerte de no ser deportada. Me comentaba entre lágri-

mas la situación de Argentina. De cómo tuvo que dejar todo. De cómo tenía poco dinero. De cómo tenía miedo y se encontraba sola. Pobre amiga.

Cuando ella se retira, conocí a un israelí. El muchacho se encontraba en

un viaje desde hace dos años conociendo toda Latinoamérica. Me platicó que él es parte de las fuerzas especiales de Israel y que estuvo una parte trabajando en un submarino y otra peleando en Gaza. Me sorprendí. Me comentó la postura del conflicto de Gaza e Israel. Que le molesta cómo los medios internacionales ponen a su país como el malo del cuento, de sus experiencias de cómo es estar en la guerra y de cómo trabajan para evitar lo que los mismos medios dicen de ellos. Que los islámicos utilizan a su propia gente como escudos y que cuando por algún error, niños o terceras personas salen heridas, es por culpa de las personas de Gaza. No sé qué creer. Increíble haberlo conocido.

Cuando él se retira, y me dirigía hacia el lobby por mis cosas, conocí a

Lucia, una chava tampiqueña de 32 años con la cual empecé a llevarme muy bien. Resulta que estudió comunicación en el Tec allá en Monterrey. “Somos compatriotas de universidad”, me decía.

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Itzel y yo.

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Lucía me platicaba de su vida, de su situación familiar, de cuando vivió

en Canadá, de las razones que la llevaron a venir al D.F. Increíble su historia. Comenzó a platicarme de cómo era el Tec en su época. De cómo era Barrio Antiguo en su época. De las subculturas, de las rebeldías, de las movidas de los jóvenes… Me daba de alguna manera envidia no haber visto o vivido la ciudad como ella pudo. No puedo creer cómo la sociedad regia se hizo tan diferente, tan cerrada en tan pocos años. Ella también lo había notado cuando hace poco regresó a Regiolandia y fue el tema que predominó nuestra plática. Hicimos conexión de pensamientos. De la nada dieron las cuatro de la mañana y decidí irme a dormir.

Al día siguiente, sábado, le marco a Marta si me podía quedar en su

apartamento, Ella me dijo que por favor y sin pena podía. Me dejó sus llaves y ella se fue a una boda en Monterrey. Llegué a su apartamento, se encuentra a dos calles atrás de Torre Mayor. Bello su apartamento.

Ese día fui a ver a Itzel, una amiga que estudia en la UNAM Acatlán y

que había conocido durante el concurso del ENEA. Nos vimos, salimos a comer, platicamos de cómo iban nuestras vidas, salimos a ver unos museos, fuimos a Coyoacán, llegamos a una feria de artistas colombianos. Fue magico.

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Regresé al apartamento de Marta a las 7 de la tarde. Me puse la pijama

y después de mucho tiempo por fin me pude ir a la cama temprano.

Al día siguiente, domingo 14 de septiembre, decidí salir a seguir buscan-

do apartamento. Los que veía o estaban muy lejos, muy caros o muy raros. Era difícil. En una de esas conocí a Memo, un chavo de 23 años de Orizaba, vivía por “allá por donde da vuelta el aire” y pues al final le dije que no me convenció el depa. Al estar en plática y plática nos caímos bien, le decía que uno de mis mejores amigos es de Orizaba, obviamente no conocía a Armando, pero me daba risa como decía las mismas frases exóticas de su ciudad. Antes de que me fuera, me dice que si lo acompañaba a Torre Mayor porque tenía que regresar a dejar su computadora en su oficina y pues le dije que sí ya que me daba lo mismo por que por ahí vivía Marta. Fuimos, me da un recorrido por la Torre y subimos al mirador. ¡Qué bella vista! Seguimos platicando y me dice que tiene una fiesta con sus amigos el 15 de septiembre en el centro histórico de la ciudad. Quedamos de vernos el día siguiente y me fui.

Salí a cenar unas deliciosas quesadillas en uno de los puestitos de por ahí.

Me fui al depa de Marta y dormí.

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Tierra de piel de bronce... SEMANA 2 15 - 21 Sept

“Entre todos los países hispanoamericanos, México fue la excepción al no considerar el pasado indígena como un pasado extraño. Por el contrario, lo asumió como un pasado mexicano, propio y constitutivo de la nación independiente. Esta decisión política le dio legitimidad interna ante su población nativa y mestiza.” -Enrique Florescano

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“Tierra de piel de bronce”, dice Adal Ramones con saltos, movimientos

de danza azteca y haciendo sonar una caracola teotihuacana en uno de sus monólogos divertidos de identidad nacional. Ese monólogo lo estaba viendo (durante un invierno nevado en Italia) junto con Armando, mi amiga Debbie y su amiga Imelda, arquitectas de la UR. Desde ese momento siempre he hecho referencia, en parte broma y en parte orgullo, a mi origen como de piel de bronce. Pero la realidad de lo que pensaba al decir eso es que era una cierta mentira. ¿Cómo Francisco puedes sentirte orgulloso de una cultura que no conoces del todo? Claro que no soy un completo ignorante, pero no todo se puede aprender de libros e imágenes. Tenía que conocer el templo mayor, tenía que conocer las iglesias del centro del país. Tenía que conocer la sociedad de mi capital.

El 15 de septiembre llegó. ¡Era mi primer grito de independencia de Méx-

ico en México D.F.! Desde que tenía dieciocho había intentado estar en la capital para esas fechas, pero nunca lo hacía porque era peligroso, porque no tenía el dinero o porque de plano no se organizaba un plan.

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Ese día en la mañana salí a recorrer Reforma. Había un sinfín de es-

pectáculos, eventos culturales, danzas populares, gente con vestimenta típica… Se permeaba en el aire un sentimiento de orgullo nacional. Fui al centro, comí en un mercado, y visité la catedral por dentro. Creo que nunca había entrado antes. No recuerdo haberla visto de pequeño. Visité iglesias, vi el templo mayor. Éxtasis arquitectónico. Éxtasis histórico.

Conforme avanza la tarde, Memo me marca y me dice si quiero ir a la

fiesta de sus amigos. “Claro que por su pollo” (como dice Armando), le contesté. Nos quedamos de ver en Torre Mayor, regresé al apartamento de Marta. Ella ya había vuelto de Monterrey, la saludé, me cambio de ropa y me voy al centro con Memo a la fiesta.

Llegamos al centro y me presenta a sus amigos. Lalo, Eliana y Tony. Muy

agradables. Caminamos por la calle de República de Cuba y llegamos a la casa. Un edificio histórico bello. Subimos las escaleras con un piso muy conservado y subimos hasta el último nivel. La mayoría de la gente se encontraba disfrazada de algo mexicano y yo de playera azul.

En fin…

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Era una fiesta increíble. El apartamento era absolutamente hermoso.

Histórico, lleno de fotos antiguas, iluminado con velas de color verde, blanco y rojo. Me sentí en una de esas fiestas como las de la película de Salma Hayek de Frida Kahlo. La gente bailando. Se escuchaban diferentes idiomas por todos lados. Había barra libre y antojitos mexicanos. Yo le decía a Memo que me daba pena llegar sin nada y sin conocer al de la fiesta. Lalo nos los presentan. Eran Luciano, que trabaja en cine, y Michael, un gringo que trabaja para el NY Times y es traductor de libros. Le agradecí a ellos de estar en su fiesta y Michael contestaba: “ésta fiesta es mi regalo para Méxicou y los Mexicanous, yo estoy súper agradecido de éste país, de recibirme. Me siento más Mexicano que un gringo.” Brindamos. Era una fiesta demasiado alucinante. Colombianas bailando salsa, canadienses hablando de sus proyectos artísticos en México. Conocí a David Gremard, un artista plástico que hace pinturas demasiado bellas y hace unos trabajos de gráfica que parecen hechos por los mismísimos aztecas. La música parecía que estaba escuchando mi mente, no había canción que no me supiera.

Diez minutos antes del grito, Luciano grita que todos preparemos las

bebidas y que subamos al techo. Pedimos un “Charro negro” y fuimos.

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Increíble. Estábamos literales a un par de calles de la catedral. Se veía

enorme. Se escuchaba el griterío de la gente del zócalo. Se veía asombroso, por todos lados veías ciudad. Y en el momento del grito, se escucha la campana, gritamos las famosas frases de ¡Viva México! Y otras un poco más satíricas. Se veían fuegos artificiales 360°. Y además vi de frente la pirotecnia del centro de la ciudad de México. Me quede sin palabras. Ahí fue cuando pensé que el Distrito Federal, que la Ciudad de México era mágico. Nunca y ni en mis más remotas fantasías pude haberme imaginado el encontrarme ahí. De conocer la gente que conocí. De vivir eso. “Chillo.”

Al terminar la fiesta, alrededor de las cinco de la mañana, nos regres-

amos caminando. Pasamos por Bellas Artes, conocimos a unos skaters y nos quedamos hablando con ellos, nos fuimos por Reforma, vimos el Ángel y al final pasamos a comer algo. Desayuné un riquísimo pozole. Al terminar me fui caminando a casa de Marta y me dormí en el tendido que tenía para mí en su sala.

El martes que siguió fue un día que no existió para mí.

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El miércoles me levanto a las siete de la mañana, me baño y salgo junto

con Marta hacia el trabajo. Platicamos de nuestro grito y de lo que hicimos. Llegamos al trabajo. Esos tres días que siguieron me quedé modificando unas cosas que me pidieron de la botella y comencé otro proyecto que me asignaron que fue el de desarrollar la remodelación de la sala y bar de uno de los socios del despacho. Ese miércoles me regreso con Rogelio y volví a la misma rutina de esperarlo hasta que saliera del trabajo y yo seguía buscando depa.

El jueves 18 de septiembre conocí a Jessie, la roomie de Rogelio y no de

la manera más agradable. Estaba saliendo del cuarto de Rogelio en silencio y justo antes de llegar a la puerta, Jessie sale de su habitación, me ve y lanza un grito al cielo. Yo le dije que era primo de Rogelio, con voz entre cortada y me fui corriendo a la oficina. Absurdo.

El viernes 19 de septiembre fue la foto anual del despacho de Legorreta.

Vinieron todos los trabajadores del despacho, platicamos y convivimos. Víctor Legorreta dijo unas bellas palabras y dio ánimos al despacho, a pesar de que perdieron el concurso del aeropuerto de la ciudad de México. Disfruté los deliciosos paninis de jamón serrano que había para comer y nos tomamos unas cervecitas. Me sentí incluido en el despacho.

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Seguía buscando departamento pero sin éxito. El viernes en la tarde me

volví a topar a Jessie. Platicamos un rato en la habitación de Rogelio y llegamos a conocernos. El sábado siguiente quedé con Jessie de vernos y salimos a desayunar. Me ayudó a buscar apartamento. Tomamos un café y durante la tarde descubrimos que el vecino de Rogelio y Jessie estaba buscando roomies por internet. Fue absurdo. Lo contacté, nos vimos y me dijo que con mucho gusto me aceptaba. Esa noche salimos los tres a festejar a un barecito en la calle de Regina, regresamos tarde y me levante el domingo siguiente a las dos de la tarde. En éste día se suponía que me cambia al mi apartamento definitivo pero Israel (mi nuevo roomie) no contestaba su cel.

Rogelio se enojó conmigo (supongo yo que fue porque ya me había que-

dado mucho tiempo con él y su otro roomie se había molestado con él) y prácticamente me corrió de su habitación. Jessie me dijo que no le hiciera caso. Veo que Israel regresa en la noche como hasta las once, le toco a su puerta y me recibe. Meto todas mis cosas al apartamento, me despido de Roger y Jessie, y cierro la puerta. Israel me entrega las llaves, me explica las reglas del apartamento y me dirijo a dormir. Duermo en el suelo entre un par de colchas, pero feliz.

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Sigo sin creer que conseguí vivir en el mismo edificio que Rogelio. Sigo sin

creer que ahora tengo llaves y un cuarto en la ciudad de México. En el centro histórico. En Vizcaínas 28, apartamento uno. Surreal.

Después de la experiencia que viví durante el grito de independencia

en la ciudad de México, de tener un lugar fijo, de sentirme incluido en donde trabajo, de estar un poco más mimetizado en el ambiente de mi capital, de conocerla, de vivirla… ya no me siento tan fuera de mi país.

¿Ahora si soy de piel “de bronce”?

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Realidad, absurdo y surrealismo... SEMANA 3 - 10 22 Sept - 16 Nov

“Yo no sé a qué he venido, yo no tengo nada que enseñarles, México es el país más surrealista del mundo. Disculpen, hasta luego.” -André Breton

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Realidad, absurdo y surrealismo es solamente como puedo definir, como

lo he dicho un poco antes, mi vida en la ciudad de México.

La zona de donde vivo es muy bella. Enfrente de mi edificio se localiza

el antiguo convento de las vizcaínas. El edificio de una belleza arquitectónica increíble. Me emociona verlo todas las mañanas. Las calles que están contiguas a mi edificio, se les conoce como la zona de música. Todo el día retumba música a volumen elevado de nueve a seis. Pero en la noche hay un silencio sepulcral. Es demasiado absurdo.

La oficina donde trabajo es un pequeño edificio en la colonia Roma norte.

Tiene cuatro pisos y el área donde trabajo tiene la mejor vista, la mejor iluminación y un bello balcón que utilizamos de vez en cuando para hacer llamadas personales o salir a fumar un cigarrillo. En el centro del espacio se encuentran los dos escritorios de mis jefes y en las orillas las áreas de trabajo de todos los demás. De cierta manera tenemos mucho contacto con todos los del área. Platicamos en lo que trabajamos, comentamos lo que cada uno hizo el fin o a veces simples charlas un poco random. Me han identificado como Pancho, con quien nunca te aburrirás. Ja.

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Durante ésta semana empecé a aprender verdaderamente el orden de la

oficina, la manera en la que representan sus planos, ordenan sus archivos y de cómo es su proceso de diseño. Todos los lunes tenemos junta de área y revisamos los pendientes generales e individuales y nos distribuimos de alguna manera el trabajo. En la parte de diseño, básicamente Roberto nos indica un prototipo en dibujo con medidas y acabados, nosotros lo producimos en planos y/o sketchup, se revisa, hacemos propuestas y después se hace una versión final ejecutiva.

Creo que perdemos tiempo entre tanta junta y entre tantas propues-

tas, pero al final sacamos el producto final a tiempo y de buena calidad. En el proyecto que ahora me encuentro es el de la remodelación del bar y sala de la casa de un socio del despacho. Durante la semana comencé a hacer los planos de la casa, basándome en ir a tomar medidas de la casa y fotos. Después de esto el primer mueble que comienzo a desarrollar fue el de un diseño de lambrín para el bar. En total se hicieron seis propuestas hasta que se llegó a la versión final.

Me siento muy cómodo en la oficina, mis compañeros son muy agrad-

ables y de verdad me sentía muy productivo.

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Mauricio, Marta y yo.

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Llegar a la oficina a tiempo se convertía en un verdadero reto personal,

no fue porque me levantara tarde sino por la dificultad de poder entrar en un vagón del tren del metro lo más rápido posible. Creo que estar en el metro del D.F. es amor a la humanidad. Todas mis mañanas se amenizaban al ver las diferentes situaciones que ocurrían en el tren. O unos viejitos peleaban, o una señora empezaba, de la nada, a cantar. Rompe con mi cotidianeidad diaria.

Fernanda Cobos se convirtió en mi verdadera Couch del despacho. Hasta

ésta semana descubrí que estaba embarazada de ocho meses. No puedo creer que nunca lo había notado. Ja ja. Ella me explicaba las cosas detenidamente y al principio me ayudaba con las propuestas de diseño.

El lunes 22 de septiembre llegué temprano a mi nuevo apartamento para

poder entregar la bitácora. Se fue la luz. No tenía pila en la computadora. Estaba desesperado. Le marqué a Juan Carlos explicándole la situación. Llovía a cantaros. Estaba solo en un apartamento viejo, a obscuras y solo. Miedo. Como a las diez de la noche llega mi roomie Israel con Elsa, una prospecta para rentar un cuarto del apartamento. Elsa es una francesa que lleva dos años viviendo en México, era su primera vez en la capital. Hablaba muy bien el español y es muy agradable.

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Elsa

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El apellido de Elsa era un poco impronunciable pero al verlo escrito se

entendía todo: “Torrivelec.” Ella trabaja como asesora de francés en la UNAM, es medio hippie y muy buena onda. Israel al ver que no había luz se saca de onda y va a checar que fue lo que pasó. Resulta que por la tormenta se cayeron unos cables y lo iban a componer hasta el día siguiente. –Merde

En eso le hablo a Rogelio y a Jessie para que conocieran a Elsa. Jessie

estaba impactada que llevaba más de un año viviendo en ése edificio y nunca había conocido a sus vecinos. De cómo nos llevábamos tan bien. Me repetía constantemente que era absurdo y surreal la situación. Compramos unas cervezas y brindamos por la llegada de Elsa. Me siento como el catalizador de nuevas amistades. Ja.

Al terminar la semana, el sábado 27 de septiembre ayudo a Elsa a cam-

biarse a nuestro apartamento. Fui al mercado, y compré comida para la semana. Traté de entender más la zona en la que ahora estaba viviendo. Busqué identificar las tiendas y puntos de interés. El siguiente domingo decido salir a la biblioteca Vasconcelos para conocerla y trabajar ahí en la bitácora y en la tesis. Momentos antes de llegar, comienza a llover perros y gatos.

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Jessie

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Me empapo y se moja mi computadora. No había techito donde refugia-

rme. Decido regresar al metro e irme directo a mi depa. Llego, me meto a bañar, después saco la computadora y chorreaba agua. Moría por dentro. Marqué inmediatamente a mis papás y me dijeron que no la prendiera ni por error, que esperara que secara y que le pusiera arroz encima. Esa tarde salí a comprar 3 kilos de arroz y en una caja los pongo junto con mi computadora. Estaba muy preocupado. Ceno y después me fui a dormir.

El lunes 29 de septiembre llegué a trabajar como de costumbre. Seguía

trabajando en las propuestas de lambrín. Más en la tarde me empecé a sentir muy mal, me dolía la cabeza y la garganta. En la tarde llegué a mi depa y fui directo a dormir sin cenar. En la mañana siguiente me levanté con calentura. Elsa toca mi frente y me lo confirma. Sentía el cuerpo cortado. Le marqué a Lourdes y le dije que andaba muy enfermo. Me dijo que no me preocupara y que fuera al doctor. Me fuí a checar, me medicaron y regresé al depa. Dormí todo el día. En la mañana siguiente me desperté mejor. Me preparé velozmente y llegué muy temprano a la oficina. Mis compañeros se preocuparon mucho por mí y me dijeron que a la próxima les avisara para que me ayudaran. Mis jefes también se preocuparon y no se molestaron por mi falta.

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Israel y su novia Rebeca

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Seguí trabajando en el proyecto de la remodelación de la casa. Ahora

estaba trabajando en otros muebles. Cuatro MDE’s (muebles de diseño especial) y otros 3 MIA’s (muebles integrados a la arquitectura). La semana siguió su ritmo normal. Todos los días me dormía temprano ya que la medicina me adormentaba mucho.

Dos de Octubre. Se siente un fuerte aire de memoria nacional. Nunca la

había visto o sentido. Sigo sin creer lo fuerte que es éste día para la capital del país y cómo en Monterrey casi no se menciona el tema. He visto directamente que muchos de mis compañeros ni siquiera saben lo que ocurrió en éste trágico día. Rogelio me invita a las marchas pero me daba un poco de temor asistir. Tenía miedo de que si algo llegase a ocurrir, por algún motivo me viera implicado y por ende el Tecnológico tomara represalias hacia mí. Me daba una pena no luchar por la memoria de mi país. Espero poder asistir en estas marchas en algún futuro cercano.

El siguiente sábado 4 de octubre checo como estaba mi computadora y

aún se encontraba algo húmeda. Mi papá me dijo tajantemente que no la moviera y que esperara pacientemente a que se secara por sí sola.

Decidí relajarme.

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Delphine

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En la noche salí a una fiesta en un apartamento atrás de Torre Mayor

con Memo y otros amigos de él. Fue divertido. Me quedé a dormir en el sillón de la casa de Marco. Me tomaron foto los desgraciados. Cuando le enseño a Pamela la foto, ella muy indignada (según ella), me dice que estoy abandonando su sillón por otros sillones. Verán, soy internacionalmente famoso por dormir en sillones: desde Finlandia a Turquía, desde Italia hasta México he dormido en sillones. El domingo que siguió decido descansar. Hago mercado y me voy a dormir temprano.

La siguiente semana comienza tranquilamente. Fernanda seguía

coucheándome y seguía trabajando en el diseño de la casa del socio del despacho. Durante la semana llega otra nueva roomie: Delphine. Ella es británica y si Elsa es hippie, Delphine lo es aún más. Lleva viviendo dos años en la ciudad de México y tiene un acento chilango perfecto. Perfecto. No parece que su idioma original es el español. Veo su amor por México. Trabaja a veces dando clases de inglés pero su pasión principal es su creación de una revista cultural para la información de problemas sociales, de las subculturas de la ciudad, de arte, exposiciones, teatro y cine. Su meta principal es que la revista sea vendida por personas de bajos recursos para que salgan adelante.

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Su revista se llama “Mi valedor” y está ya en procesos finales de produc-

ción. Un día le dije a Delphine que su nombre suena como delfín. Ella me dijo que ya lo sabía y su foto de perfil de Facebook es ella como un delfín. Es súper divertida y alivianada. Delphine me prestó un colchón inflable que tenía y yo estaba súper feliz de no tener que dormir más en el piso.

Al vivir con dos extranjeras, me doy cuenta de las dificultades que viven

en México. De los difíciles trámites administrativos que hacen. Descubrí muchas leyes absurdas que tiene el país. Por ejemplo, el artículo 38 de la constitución dice que ningún extranjero tiene derecho de opinar en los asuntos políticos del país o de hacer marchas. Serían inmediatamente deportadas. Bullshit. Eso es falta de libertad de expresión. Me compadecía de ellas. Es increíble el amor que le tienen a México a pesar de como las trata el sistema. A Delphine le negaron su visa de trabajo y ahora está prácticamente de ilegal esperando a que su situación se arregle. Me compadezco de ella.

El miércoles ocho de octubre, llega Fernanda diciendo que el doctor ya le

prohibió seguir trabajando y que el viernes sería su último día. Ése viernes, diez de octubre, salimos todos los del área de interiores a comer a un restaurante de sushi y nos despedimos de Fernanda.

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Fernanda mee desea suerte y me dice que ahora estoy por mi cuenta en

el despacho. Me dice: “Pequeño padawan, tu maestro se retira. Confía en la fuerza.” Ja ja.

En la tarde, de repente, me llega un inbox de una muy amiga de la prepa

que no la veía desde el 2008. Me decía que venía para la capital y que le gustaría que nos viéramos. Me sorprendí mucho. Ese viernes llego a mi apartamento y me encuentro con Elsa, Rogelio e Israel. Estaban tomando unas cervezas y platicando. Llegó el exnovio de Elsa para visitarla y me reencuentro con mi amiga Mara y venía acompañada de su novio. Preparo una cena italiana para todos y Rogelio empieza a platicar de la ciudad de México. Avanzando la noche, estábamos viendo que hacer y Rogelio nos menciona el Patrick Miller. Un antro High Energy que sobrevivió los años ochenta y aún sigue en pie. Nos dice que es un lugar hasta marcado como punto turístico que uno no se debe perder y que sólo abren los viernes.

Fuimos todos al Patrick Miller. A – LU – CI – NAN – TE. Sentí que

me transporté décadas al pasado. La música, los bailes, los atuendos. Es indescriptible.

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Arriba: Elsa. De izquierda a derecha: Israel, Rogelio, Pancho, Mara y su novio.

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Mi amiga Mara estaba muy feliz de que nos pudiéramos ver. Me dice:

“tuve que venir hasta el D.F. para que después de casi siete años nos volviéramos a ver.” Todos bailamos. Todos nos divertimos. Demasiado Surrealista. Tengo que decir que fue un ambiente muy sano a mi parecer. Regresamos tarde al apartamento. Como ya era noche, Mara y su novio se quedaron a dormir con nosotros y al día siguiente nos despedimos. Descansé el sábado.

El domingo que siguió hicimos limpieza del apartamento durante toda

la mañana entre todos. Fui a hacer mis típicas compras del mercado. Comimos todos juntos. En la tarde intenté probar mi computadora ya que se veía seca. No prendía y no prendía. Me asusté. Mi papá me dijo que fuera a checar dónde podía arreglarla. Salí a buscar pero los costos para que sólo la revisaran eran altísimos y sólo contaba con 150 pesos. Literal sólo 150 pesos y me tenía que esperar a que me depositaran. Regresé al apartamento, me hice de cenar. De repente tocan el timbre y eran Mara y su novio. Me trajeron una plantita de regalo de agradecimiento y me despido de ellos. Pasa un rato y me voy a dormir.

Todos los lunes mis papás me depositan a mi cuenta entre setecientos o

novecientos pesos y con eso le hago para subsistir durante la semana. Mis compañeros de trabajo se asombran del cómo sobrevivo.

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Les explico que es sólo cuestión de acoplarse a un presupuesto y manten-

erse al margen en los gastos. La renta del apartamento son tres mil al mes con todo incluido. Esa cantidad de dinero me la financian con gusto unos tíos. Yo sé que en algún momento se los devolveré aunque no se lo esperen. Es mi meta.

La semana del trece de octubre comenzó con un poco de tristeza al no ver

más a mi mentora Ferchis. Me colocaron en su área de trabajo y ya contaba con un espacio definido dentro del área. A mi lado derecho se sienta Marta y a mi lado izquierdo se sienta Michelle. De vez en cuando sacamos cada comentario divertido para romper con la monotoneidad del trabajo.

Durante las siguientes dos semanas me enfoqué a terminar el diseño de

la casa del socio del despacho. Me revisaba Roberto, hacíamos cambios, checaba con proveedores muebles de línea que no se iban a diseñar en específico. Empecé a crear mi pequeña lista de contactos. En ciertas tiendas ya me conocían y sabían que marcaba Francisco Bautista de Legorreta. O me buscaban personalmente para mencionarme ciertas ofertas.

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Calle de las VizcaĂ­nas.

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Aprendí que a los arquitectos y diseñadores siempre les dan un descuento

en las tiendas independientemente si es para compra personal o para un diseño. Comencé a entender el proceso de cotización, de terminar los planos ejecutivos para que los entendiera el carpintero, aprendía de materiales y acabados. Mis compañeros notaban la afinidad que tenía Roberto hacia mí y me hacían ver la paciencia y la atención que me daba para los proyectos que me asignaba. (Roberto es una persona un poco extraña y en cierta medida grosera hacia los demás). Al finalizar la semana, Roberto estaba por irse junto con Víctor Legorreta hacia Costa Rica. Ayude a terminar unos planos de una remodelación de un hotel, a imprimirlos, ordenarlos y ver que todo estuviera en orden para su entrega.

El fin de semana que siguió me dediqué a buscar donde reparar la com-

putadora pero al ir a ciertos lugares, y en el momento que veían mi computadora me empezaban a decir, “uy amigo, esta cabrona tu computadora, no ps arreglarla te saldría en unos novecientos pesos…” En otras palabras me querían estafar. Ése sábado de frustración decidí cambiar de aires y salí con mis amigos a unos barecitos.

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Calle de las VizcaĂ­nas.

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La semana que seguía Roberto no se encontraba. Esos días estuvieron

Relax. Me ponía a ayudar a pendientes del proyecto del Hotel Hilton de Michelle, del proyecto de la torre Bancomer a Mauricio y Lourdes o a pendientes del proyecto de Miyana a Andrea.

El miércoles 22 de octubre regresa Roberto de Costa Rica. Llego tempra-

no a la oficina y saludo a todos. Se me ocurre mencionar en voz alta a Roberto que Nolasco (una persona muy importante al parecer) me había contestado un correo el lunes pero que decidí esperarme a que llegara Roberto para decírselo. Calla boca. Primero Roberto algo disgustado me pregunta del por qué me esperé o del por qué no se lo reenvié, pero de una manera amable. PUM. Lourdes enfurecida me empieza a hablar muy muy feo de la organización del despacho, que tenía que avisarle inmediatamente de cualquier detalle… y así siguió y siguió… Fue muy grosera. Todos mis compañeros de la oficina callados y viendo sólo a las computadoras. “Trágame tierra”, pensé. Lourdes ni siquiera estaba enterada de la situación de Nolasco, sólo quería sentirse jefa. Fue una mañana muy incómoda.

Durante la hora de la comida para calmarme le marqué a Ana y después

a Juan Carlos. Me calmé. Y la semana siguió su rumbo.

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La situación de los estudiantes de Ayotzinapa estaba que ardía en la ci-

udad de México. La ciudad se hacía un caos. Rogelio me decía del cómo todas las universidades, estudiantes y profesores participaban para evidenciar el mal gobierno. Me comentó que iban por facultades, con pancartas y orgullosos de luchar por su país. Me decía que no había nadie del Tecnológico. Yo le comentaba que era por ciertas cuestiones que los estudiantes del Tec no marchaban. Me respondía: “Pero Pancho, imagínate ser tú ahí orgulloso de tu universidad, luchando por tus derechos, por la justicia, con una pancarta de –sí, soy del Tec de Monterrey y estoy aquí representando a mi gente y ¿qué?– con orgullo Pancho.” Simplemente le respondía, con la pena, de que no era posible… ¿Por qué los estudiantes del Tecnológico no luchan o se demuestran más activos ante su sociedad, ante México? Sí, existe latidos… existe México Urbano… Pero los estudiantes realmente van, se toman la foto y regresan a sus casas sin haber hecho un verdadero cambio social. ¿Por qué? ¿Acaso ya nos olvidamos de nuestros compañeros que murieron durante la balacera en la Av. Garza Sada? ¿Acaso tengo que crear una empresa o casarme con alguien de apellido para que mi voz cuente en Monterrey? No lo sé. No lo entenderé.

Ese fin de semana me sentía muy cansado. No salí. Hice lo básico y dormí.

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La siguiente semana, del veintisiete de octubre, terminé el proyecto de la

remodelación por completo. Sólo estaba a la espera de que la esposa del socio viniera a la oficina para que viera el proyecto y lo aceptara. La semana continuó tranquila en el despacho. Al hablar con el técnico TI de la oficina, le mencioné que mi computadora fallaba y que no tenía el dinero para repararla. Él, amablemente se ofreció a checarla y repararla, pero que se la llevara el viernes. Ese viernes le llevé la computadora y me dijo que me avisaría cuando estuviera lista. Seguían habiendo marchas en la ciudad. Quería ir, pero sentía que no podía participar... Lo único rescatable de eso es que al regresar a casa por las tardes, el metro iba más vacío y me podía sentar.

El fin de semana era Halloween. Mis amigos del ENEA me invitaron a

una fiesta. Quería volverlos a ver pero al ver la dirección y que me iba a tardar como mil horas en llegar decidí disculparme. Itzel me marca y me dice que no me preocupara, que como quiera nos íbamos a ver el siguiente fin, ya que su profesor de historia iba a dar un recorrido arquitectónico y estaba invitado. Me fui con mis amigos a una fiesta por Santa María de la Ribera, me pinté la cara de verde y pase momentos chistosos con ellos. Hice mercado el domingo, hicimos limpieza en el depa y descansé la tarde.

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Para la primera semana de noviembre, Sofi, la secretaria de la oficina,

hizo un bello altar de muertos dedicado a la memoria de Ricardo Legorreta. Ese lunes vino la esposa del socio del despacho y le presenté junto con Roberto la propuesta de diseño. La señora se encontraba muy feliz y le encantó todo lo que habíamos trabajado. Solo teníamos unos cambios que quería y el resto de la semana me la pasé haciendo eso. Al mismo tiempo ayudaba con la modelación de unos sketchups para el proyecto del Hotel Hilton Garden Inn que me pidió Michelle y en otros muebles que me pedía marta que le ayudara a hacer en ejecutivo.

Durante ésta semana comenzamos a ofrecer nuestro departamento en la

página de Couchsurfing. Hasta la fecha han llegado dos vascos, un francés, una italiana y próximamente más gente. Es increíble el intercambio cultural que uno recibe. El miércoles Elsa me comenta que contactó con una colombiana que se regresaba a Bogotá y que dejó unos cachivaches que nos los regalaba. Fui con ella y resulta que no solamente eran cachivaches. Eran cobijas, sartenes, electrodomésticos, un buró y una cama. ¡UNA CAMA! Pagamos un flete de 300 pesos entre los dos y nos llevamos todas las cosas al depa. Fue la noche más maravillosa que haya dormido en éste periodo de tiempo. Es la magia del D.F.

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Celebrando el primer a単o de trabajo en Legorreta de Marta.

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El jueves seis de noviembre me marca el técnico de la oficina y me dice

que ya había reparado mi computadora, pero que se la había llevado a la oficina de Versalles, que pasara cuando quisiera por ella, pero hasta las seis. Le comenté que obviamente no podía y que si la podía traer a la oficina de Durango. Me dijo que no pasaría a Durango hasta finales de Noviembre, pero me dijo que iba a estar en la oficina de Versalles el sábado y que podía pasar por mi computadora después de mediodía.

El sábado ocho de noviembre me levanté temprano, me hice café y después

me fui a recoger mi computadora. Conocí la oficina de Versalles. Me la entrega. Me dice que estaban fallando unos cables pero que ya estaba solucionado. Me voy para mi apartamento y la pruebo. Estaba lentísima. Lentísima. Estaba frustrado.

La semana que siguió, decidí trabajar en la bitácora en la oficina a horas

después de la salida. Tenía que entregarla ya. Pero el martes mi jefe se dio cuenta que había salido de la oficina a las 8:30 de la noche y me pregunta la razón de esa hora. Me puse nervioso y le dije que fue para hacer unas cosas personales. Me pone una cara con disgusto y se queda callado. En la hora de la comida Mauricio me dice que no debí de haber dicho nada.

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De izquierda a derecha: Ferchis, Lourdes, Michelle, Marta y Andrea.

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Mauricio me dice que el reglamento de la oficina prohíbe hacer uso del

equipo para otras razones que no sean del trabajo del despacho. Entré en pánico. Al regresar de la hora de la comida, hablo con Roberto y me disculpo. Me dice que no me preocupara pero que no lo volviera a hacer y se fue.

El resto de la semana trabajé de lleno en el diseño de los muebles de la

remodelación del Hotel del Roble de Costa Rica. Marta me estaba guiando con el diseño y yo hacia los planos ejecutivos de los diferentes muebles y su modelación en sketchup.

El viernes catorce de noviembre decido visitar durante el puente a mis

tíos en Puebla. Son mis tíos que me están apoyando económicamente en el D.F. y no podía negarme a su invitación. Salí de la oficina, fui a hacer mi maleta, me dirigí al aeropuerto a buscar autobuses. Todos llenos. Decido irme a la TAPO y alcanzo a tomar el autobús de las diez de la noche. Hay tráfico.

Llego a Puebla a la una de la mañana.

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El viernes catorce de noviembre decido visitar durante el puente a mis

tíos en Puebla. Son mis tíos que me están apoyando económicamente en el D.F. y no podía negarme a su invitación. Salí de la oficina, fui a hacer mi maleta, me dirigí al aeropuerto a buscar autobuses. Todos llenos. Decido irme a la TAPO y alcanzo a tomar el autobús de las diez de la noche. Hay tráfico. Llego a Puebla a la una de la mañana. El día siguiente salimos a conocer el pueblo de Atlixco y después las pirámides de Cholula. Me emocioné. En la tarde le comento a mi tío si me puede prestar su computadora. Que ando muy necesitado de terminar unos pendientes y continúo con la bitácora. Me duermo a las cuatro de la mañana. Al día siguiente me levanto a las nueve. Acompaño a mis tíos a misa. –Sí, Pancho fue a misa…– Fuimos a comer comida típica de Puebla en un restaurante Boutique. Riquísimo. Me llevan a conocer el centro de Puebla, la catedral y me llevan al turibús. ¡NO LO RECOMIENDO! En el turibús me encuentro con un profesor de arquitectura de la UAEM que conocí en el ENEA, nos quedamos platicando. Casual. Durante estos días, y sin ánimos de ofender, ahora comprendo la razón de que los poblanos son llamados pipopes… Bueno… Regresamos a la casa y sigo trabajando en la bitácora en la computadora de mi tío.

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Son las 4:35 de la madrugada un lunes 17 de noviembre del 2014.

Pancho sigue vivo...

Para mí, toda ésta experiencia del GED a simbolizado un reencuentro

personal. Una búsqueda de identidad y una búsqueda de sentido. Un crecimiento propio.

Me disculpo por la falta de información fotográfica, pero se hizo lo que se

pudo con un celular a la mano. Muchas imágenes se perdieron...

Esperen más noticias.

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