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El torero y su traje de luces

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Los tirantes

Los tirantes

Por: Mary Carmen Chávez Rivadeneyra Licenciada en Sociología.

Ciudad de México, 2011

Frases dichas por algunos toreros respecto al traje de luces.

“Cuando un torero viste el traje de luces para salir a torear pierde el miedo a morir, porque ya está muerto”

Luis Miguel Dominguín.

“Cuando yo me visto el traje de luces me olvido de mi familia, de mis amigos, de mi casa, de todo, como si no los tuviera. Y me quedo solo como un muerto, pero cuando veo al toro en la plaza, resucito.”

Antonio Bienvenida.

“Yo no me creía en mi vida que podía llegar a tener un terno, pero cuando lo tenté y lo tuve en mis manos no pude dormir en toda la noche”. Manuel Benítez “El Cordobés”.

“Para torear hay que olvidarse del cuerpo”. Juan Belmonte.

“Me puse el traje y no sabía ni andar”. Antonio Chenel Antoñete

“Vestirme de luces es como si me vistiera de reina o de novia, en lo cual se cuida cada detalle. Tardo una hora en hacerlo, que todo quede perfecto, después, al palacio…” Lupita López Matadora Fotografía: Oskar Ruizesparza

“Que ni sobre ni falte nada: Justo”

Justo Algaba Sastre de toreros

“El sentirlo es una emoción muy especial, te recuerda la grandeza del toreo y la gran responsabilidad que tienes por el privilegio de portarlo”. Miguel Espinosa “Armillita”

“Joselito lloró la primera vez que se vistió de torero”. Lo describe Paco Aguado en su libro El rey de los toreros. Joselito “El Gallo.”

Antecedentes históricos del traje de luces.

I.- Origen del traje de luces

El hilo y la guja han bordado el toreo a lo largo de la historia, dejando claro ejemplo del impacto psicológico y social que representa vestir de luces, con el metal dorado como el sol o plateado como la luna, de acuerdo a la función específica de quienes ejecutan el toreo.

Hablar de la fiesta de toros y de sus antecedentes históricos, nos ubica en un amplio espectro de movilidad social, que se vive en España, la que explica mucho de su esencia y cultura entrelazada al fuerte símbolo emblemático del toro y todo lo que gravita alrededor de su presencia, marcada por acontecimientos, políticos y sociales en los que el espectáculo taurino es una constante.

Arturo Macias

siglos XVII, XVIII y XIX se resalta la relevancia que tuvo el espectáculo, desde el entrenamiento bélico ejecutado a caballo, para después llegar al descenso del mismo, y dar inicio a los principios de lo que sería el toreo a pie. Es una época en la que se contempla como la sociedad estaba demarcada por una estratificación social definida entre las ciudades, la aristocracia que ejecutaba el toreo en corcel y los plebeyos o peones que ayudaban en este arte hípico.

Los hombres del pueblo querían participar y demostrar sus aptitudes, mismas que al enfrentar a los astados, propició la necesidad de distinguir a quienes comenzaron a intervenir en el desarrollo de las fiestas, surgen los primeros juegos de cañas y el correr toros como parte de los eventos que se celebraban en esa época.

La participación del pueblo propició esparcimiento y jolgorio inevitable, una ruptura de reglamentaciones por querer estar frente al toro, y más aún pisando la arena, el riesgo, la incertidumbre y la burda embestida del burel atraía masivamente a muchos curiosos e innovadores de las primeras suertes de lo que sería posteriormente el quehacer taurino técnicamente ejecutado.

En este tenor, el toreo se fue desarrollando paulatinamente, entre lo burdo y lo estético se filtró la parte emocional y psicológica del hombre, eje fundamental de la necesidad creativa del ser humano, en la que existía el toro como elemento simbólico al que había que dominar y el punto medular del espectáculo, la creación y la inteligencia para hacerlo.

A lo largo de ese tiempo se derivan los diferentes tipos de indumentaria española utilizada en los principios del arte del toreo. Era necesario vestirse de manera especial, era la gran tarea diferenciar y distinguir a las multitudes que en ese momento acudían a las plazas públicas.

En 1793 Joaquín Rodríguez Costillares es sin duda una influencia trascendente para la introducción de adornos en el traje, se usan galones con rapacejos, (alma de hilo cáñamo o algodón sobre la que se tuerce el material, seda o metal para formar los cordoncillos de los flecos) botones y bordados, se implantan nuevos colores.

Manolo Fuerte

Sebastian Castella

Nos relata el Cossío que una tarde que alternaron Costillares y Pepe-.Hillo lucieron vestidos guarnecidos de galón de plata brillante, ancho, por la costura y rapacejo de plata. Como accesorio, los diestros emplearon la típica redecilla de madroños negra, lo que deriva después en la coleta y añadido.

Las modificaciones se fueron dando poco a poco, entre 1830 y 1832 Francisco Montes Paquiro, crea el primer traje de luces, e introduce nuevos cambios en el ajuar del torero, aportando la montera, accesorio y símbolo que complementa la vestimenta final de los matadores. A él, se anexan en 1850, Francisco Arjona Cúchares y José Redondo “El Chiclanero”, que contribuyen con las borlas y los alamares. En 1890 Guerrita remata con el traje más representativo.

Es importante resaltar los antecedentes históricos y como se va conformando el terno de luces, con la introducción de elementos metálicos y bordados específicos en diferentes telas, como el algodón, el raso, tafetán y la seda, además de los dibujos que se marcan y que adquieren un simbolismo específico, de distinción y de rango; que juntos, llevan una analogía y una estrecha relación con la ropa utilizada por los protagonistas del clero y la iglesia católica, así como en las estatuas religiosas si se mira el manto de la reina de Sevilla, La Virgen de la Esperanza Macarena. Por ello y muchas cosas más, todo lo que gira en torno a la tauromaquia, posee matices de carácter litúrgico y religioso, reflejo de la vida secular del diestro, la que sin lenguaje verbal, pero sí simbólico, carga cruces, medallas, y capotes de paseo con la fe a sus espaldas llevando a cuestas imágenes de santos y vírgenes.

La fiesta de los toros posee un halo de espiritualidad que es el que ha logrado filtrarse en el alma de los toreros, los actos de fe y religión se estrechan y permanecen alrededor de la fiesta. Los toreros oran, se persignan, evocan a Dios por medio del Olé, palabra árabe que significa ¡Oh Dios¡ marcan la cruz en la arena, sufren un viacrusis cuando están hospitalizados por graves cornadas; mientras la afición “ruega por ellos “.

II.- El traje de luces en la actualidad.

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