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Mayor Delgado, José “Pepe Mayor”

hubiera vestido de torero. El torear de sobresaliente es algo que lo considero circunstancial, es una manera de poder vivir del toro, pero que espero me cambien las cosas a mejor. Este año como en algún otro he tenido que matar algún toro por percances y la verdad que ha salido todo muy bien. Espero poder salir de este encasillamiento que me han puesto de torear de sobresaliente, pero de momento es lo que tengo y a ello me aferro. Al principio no me gustaba ir, lo pasaba mal. Pero vi que no había otra forma de poder seguir siendo torero y me tuve que adaptar, lógicamente porque la ilusión nunca la he perdido y tengo la esperanza de que me cambié la moneda. Pienso que la dedicación y sacrificio que le dedicó al toro, aunque para mí no es sacrificio porque estoy enamorado de mi profesión, tiene algún día que llegarme algo bueno de alguna manera. Siempre se dijo que cada uno manda en su hambre, pues yo mientras pueda ir solventándola seguiré luchando por mis sueños. Soy un loco romántico. Tengo la suerte que hay muchas empresas que cuentan conmigo, son amigos en realidad con los que tengo un gran trato y al menos tengo ese apoyo. Pero como le digo hay que dar muchas volteretas por las plazas de Dios y muchos kilómetros hechos para poder sacar la temporada para adelante. Para la gran masa pasamos desapercibidos, casi de incógnito, pero para los buenos aficionados no. La gente me conoce en casi todos los sitios que voy, he ido a muchas ferias buenas y hice algunos quites buenos que sobre todo el buen aficionado te lo reconoce, eso la verdad que me da mucha moral para seguir” Chapurra se reconoce como un torero clásico, artístico, que siempre se decantó por los toreros antiguos de los que procura ver muchos videos porque cree que ese toreo nunca pasará de moda en ningún momento. Y mientras tanto, sigue soñando en su gran faena, como todos los toreros.

mAyor delgAdo, JOsé

“PEPE MAYOR”

Hablar de Pepe Mayor no es fácil, pero haciendo mías las palabras que Manolo Herrera escribió para iniciar la entrevista que le hizo al torero el 23 de febrero de 2016 quizás podamos conocerlo mejor al meternos en su piel. Decía Manolo Herrera: “José Mayor Delgado, Pepe Mayor en los carteles, es una de esas historias que solo tiene la tauromaquia, este mundo, este veneno, que tiene el toro hace que para su grandeza existan personas como Pepe Mayor, un hombre de 52 años con un sueño, ser figura del toreo. En un rato

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de charla con él se parpa algo que a mí me fascina de esta mundo, El Romanticismo, este Juncal de Tarazona, que vive por y para el toreo, tiene grabado a fuego un lema que tendría que estar en toda las escuelas taurinas y no taurinas ilusión, sueños, metas, esfuerzo, sacrificio, trabajo...”. Esta es la historia: un hombre que nació en Tarazona de Aragón (Zaragoza), el 15 de octubre de 1963, bien situado, empresario hostelero, casado con Isabel, “una mujer sensacional” y con dos hijos, Pepe y Gabriela, que un día decidió dejarlo todo por cumplir su sueño que nació en él cuando tenía catorce años: ser torero. “Porque yo sigo siendo torero, desde los 14 años y ahora me ha salido la oportunidad y he dicho que sí”. Pero tanto ellos como su madre, Gloria, lo comprenden. Torero practico, siempre participó en festivales y tentaderos por pura afición, “pero cuando toreé en Zaragoza en los festivales de Santa Marta, allí se me rompió el alma y como lo llevo dentro, me dije, ahora es la oportunidad y para adelante. Siempre digo lo mismo, no tuve cojones de afrontarlo cuando tuve 18 años y lo hago ahora con 41”. Y por fin, tras toda una vida soñando con ello y toreando novilladas sin picadores en Agreda, Cascante, Novallas, y por toda la comarca de Tarazona, pudo debutar con picadores en Tarazona de Aragón (Zaragoza), a sus 42 años de edad, el 30 de agosto de 2005. Para ese momento se había preparado matando tres toros a puerta cerrada. El festejo, como era de esperar, causó una gran expectación en su ciudad natal por ver a su convecino, máxime cuando se trataba de una corrida mixta en la que alternaban el rejoneador Sergio Domínguez, con dos novillos de Pilar Población, y el matador de toros de Ejea de los Caballeros Alberto Alvarez, que lidió otros dos toros, 1 de “Los Guateles” y otro de la ganadería de Criado Holgado. Y a la hora señalada, seis en punto de la tarde, vestido de negro y azabache Pepe Mayor hizo el paseíllo para enfrentarse a dos novillos de Alipio Pérez Tabernero, con los que fue ovacionado en el primero, y silenciado en el segundo. “Alberto Alvarez, que es una persona extraordinaria, he estado un año entrenando con él y sin su ayuda, lo de esta tarde, no hubiera sido posible. He compartido durante todo mi entrenamiento, muchas confidencias con él”. En su cuadrilla figuraban: Juan Manuel Sangüesa y Rafael Sauco a caballo, y como banderilleros, El Mene, Pedro Berdejo y Ángel Esteban. Sintiéndose novillero con caballos, el gusanillo de la afición empezó a roerle las entrañas con más fuerza y más aún cuando hizo el paseíllo el domingo 14 de diciembre de 2008 en la plaza de Zaragoza, del que dejo un extracto de la crónica del festejo: “Yo me esperaba lo típico, un joven atenazado por la responsabilidad

que intentaría no quedar mal en situación de tanto compromiso, pero quién se estaba preparando para recibir al octavo novillo de la tarde era todo un señor, un señor perfectamente vestido de negro, con pronunciadas entradas en la frente y con un rostro que denunciaba máxima tranquilidad. En esos momentos, casi tres horas después del comienzo, el frío ya era intenso, algunos se habían marchado hacía rato y el resto, los que quedábamos, estábamos de pie, con una especie de baile de San Vito, o apurando el último rayo de sol que se colaba por la cubierta. Pero faltaba por venir lo mejor, y como si de una recompensa por nuestra resistencia al frío se tratara, íbamos a ser premiados con el milagro del toreo. Entre unas cosas y otras, cuando nos quisimos dar cuenta, habían pasado primer y segundo tercio y Pepe Mayor requería la presencia de Raúl Aranda en el ruedo para brindarle la muerte del último novillo de la mañana. El utrero, de la ganadería navarra de “Santa Fe Martón”, era bravo, noble, pronto y claro por la derecha y algo incierto por la izquierda. El novillero lo tenía claro desde el primer momento. Despacio, parsimoniosamente, fue acercándose hacia el novillo, lo citó de largo, acudió y Pepe Mayor empezó a torear. Fueron cuatro o cinco tandas por la derecha de categoría: Citando largo en el primer pase, cargando la suerte cuando el novillo ya había comenzado el viaje, llevándolo largo y atrás para poder ligar cuatro o cinco pases sin agobios y rematar con el de pecho, y siempre limpios, templados, sin dejarse tocar el engaño, y ligados. Fueron varias tandas de ensueño, seguramente como las que tantas veces habrá soñado nuestro protagonista, o las que tantos aficionados añoran por la escasez con que se producen estos eventos en la actualidad. Entre serie y serie el torero andaba relajado, tranquilo, despacio, gustándose y avanzando lentamente, buscando la distancia adecuada para citar a su oponente para una nueva tanda de muletazos. Fueron cuatro o cinco series buenas, de las de verdad. Lo intentó por la izquierda y, sin dudarlo, desistió rápidamente, el novillo se quedaba corto y buscaba. Volvió a la mano derecha pero el novillo ya había cambiado, la faena ya estaba terminada y el novillero desbordado por la emoción. Doblones de calidad y un adorno gracioso para salir airoso de un momento de apuro. En el momento de entrar a matar el novillo se le arrancó de improviso, dudó... pero aguantó y cogió una estocada al encuentro en buen sitio que hizo rodar al novillo sin puntilla. Dos orejas, que se guardó para sí mismo, fueron el premio que consiguió, pero seguro que para él, para Pepe Mayor, el mayor premio consistió en haber hecho realidad un sueño. Su cara, durante la vuelta al ruedo, así lo revelaba”.

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Este triunfo supuso un fuerte revulsivo, que además, siendo animado por unos amigos no quiso perder la oportunidad y lo dejó todo para irse a México, “y me fui para allí abandonando hijos, familia, negocio sin conocer ni saber quién estaba allí…y eso que nunca había ido en avión”. Él mismo lo cuenta en “Aplausos” en la entrevista que le hizo Ángel Berlanga el 13 de abril de 2011, ya con 47 años de edad: “A través de dos buenos amigos, Mariano Jiménez y José Ignacio Ramos, he conseguido firmar nueve novilladas y, si todo marcha bien, tomaré también la alternativa. Mi familia está que se sube por las paredes y le cuesta entender esta historia, que para algunos sin duda será una locura, pero que para mí es la oportunidad de disfrutar de lo que más me apasiona: torear. Aunque tenga 47 años, pienso aprovechar esta oportunidad. Viajaré a México el próximo 10 de mayo, haré algo de campo y el sábado día 14 torearé mi primer festejo. Voy a hacer el paseíllo en plazas como Hidalgo, Cortijo Los Ibelles, Tlaxcala...Entreno todos los días un mínimo de cinco horas, me siento en lo mejor de la vida, me veo mejor que nunca frente al toro y todo esto tiene que tener recompensa. ¿Quién me iba a decir a mis 45 años que iba a actuar en un festival en Zaragoza y le iba a cortar las dos orejas al toro más grande del festejo? ¿Y quién me iba a decir que después mataría en esa misma plaza una novillada de Prieto de la Cal? Siempre se puede soñar y ahora tengo ante mí una nueva oportunidad”. En entrevista concedida a José María Chacón el 30 de agosto de 2005, Pepe Mayor explicó que “la ocasión surgió gracias a la intervención de los matadores Mariano Jiménez y José Ignacio Ramos, que regentan varias plazas en la zona de Valladolid. “Les pedí toros para España y me dijeron que mejor en México, que además tiene un halo de romanticismo. Me han conseguido 12 novilladas y la alternativa, por lo que no me lo he pensado”. Y le llegó la soñada y ansiada oportunidad en Caldereyta (México), donde se doctoró, de corinto y oro, el 15 de agosto de 2011 con el toro “Alcalde”, número 24 y 475 kilos de peso, perteneciente a la ganadería de “La Playa”, que Alberto Huerta le cedió ante Cristina Huerta que actuó de testigo de la ceremonia. Tenía en ese momento 47 años, aunque ese aspecto para el torero carecía de importancia, porque “Las ilusiones no tienen edad. Las ilusiones y las pasiones son las que mueven el mundo”. Y mucha ilusión debió mantener durante toda su vida para hacer lo que siempre hizo. Su día a día era levantarse a las ocho de la mañana para llevar a sus hijos al colegio y entrenar desde las nueve de la mañana hasta la una del mediodía, y por la tarde otras dos horas. “Pienso en el toro 25 horas al día”. Sin

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