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Romero Fernández, Juan Ramón “Juan Ramón Romero”

Antonio Campana y Guillermo Albán. El debutante dio una vuelta al ruedo en su primer toro y le fue concedida una oreja de su segundo oponente. No cambiaron las cosas en 2007 y aunque empezó la temporada muy pronto, el 24 de febrero en Cortegana, no sumó gran número de festejos, y todos ellos en plazas de pueblo: Güéjar Sierra (Granada), el 25 de febrero, en una matinal, en la que el autor pudo verlo cortar un apéndice auricular de uno de sus toros; Campofrío, el 4 de marzo, donde cortó tres orejas; Peñas de San Pedro, el 22 de julio, y el 29 de julio en Ondara (Alicante), donde cortó una oreja. Ese año fue el último que vistió de oro, porque toreó su última corrida como matador de toros el 19 de agosto en Alcaraz (Albacete), con toros de “Sepúlveda”, alternando con Francisco Barroso y Francisco Javier Corpas. Barroso salió a hombros de la plaza, mientas que Corpas y Duarte cortaron cada uno una oreja a su primer toro y fueron ovacionados en el otro. Hasta ese momento Daniel Duarte había toreado 27 novilladas picadas y 32 corridas de toros en Europa. El 4 de octubre de ese mismo año ya tenía el carné de banderillero, número 1.682. Desde entonces, triunfó en este campo como no lo había hecho de matador de toros, como lo demuestra el hecho de que haya pertenecido y pertenezca, cuando se escriben estas líneas, a las cuadrillas de los matadores de toros más importantes del momento. Haremos un breve repaso de sus últimos años: En 2012 salió de la cuadrilla de David Galván, con el que estuvo durante toda su etapa novilleril. Posteriormente estuvo en las cuadrillas del malagueño Salvador Vega; del jerezano Juan José Padilla en 2013, y por último en la de José María Manzanares en 2018 en la que entró en lugar de Rafael Rosa.

romero Fernández, Juan ramón

“JUAN RAMÓN ROMERO”

Matador de toros nacido en Málaga el 31 de agosto de 1959, en el seno de una familia eminentemente taurina, pues su padre era empresario de caballos. Sin duda el ambiente taurino familiar animó en él su firme decisión de ser torero, y tras el lógico peregrinar por las plazas portátiles y de talanqueras pueblerinas, llegó el día de su presentación con picadores, fecha memorable para el torero y entrañable para el autor de este libro porque la presenció. Fue en Martos (Jaén), el 26 de agosto de 1979, de azul marino y oro, con novillos de Rufino Santamaría y como compañeros de cartel, Iván Sosa y el granadino Joaquín Ruiz “El Ruilo”. Por aquellas fechas Juan

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Ramón Romero ya era estudiante universitario y más por afición que por dedicación, toreó bastantes festejos picados, pero al cabo, dejó los trastos toricidas a un lado y se dedicó de lleno a sus estudios. Su nombre dejó de sonar, pero Juan Romero se licenció en Ciencias de la Información y llegó a ser el director de los programas taurinos del grupo de emisoras de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información. Con el programa “Carrusel Taurino”, del que Juan Ramón Romero, que es un excelente comunicador, fue el pionero en la radio, nos da la información precisa todos los domingos de todas las corridas que se celebran cada fin de semana, además de entrevistar a los distintos protagonistas de la jornada y a los triunfadores de las distintas plazas donde se han celebrado corridas de toros. “Es una locura personal. En una radio pública como es Canal Sur, plantearle ¡once horas los fines de semana! durante los tres meses de verano, y luego durante todo el año... Seis horas el domingo y cinco el sábado. En principio era un enajenado que ha llegado ahí, pero se trata de hacer radio, no sólo de hacer toros. Entramos en el aspecto psicológico del torero, en los miedos, en las virtudes En todas las facetas humanas que le sirve a toda la sociedad. El carrusel, aunque sea once horas en verano hablando de toros, en realidad hablamos de la vida”. Pero este novillero periodista y locutor, no es solo eso. Es mucho más que eso, porque además es médico naturalista que ejerció un tiempo y ahora desarrolla la medicina natural a través de las ondas en un programa de gran éxito en “Canal Málaga” titulado “La salud a toda costa”. Pero le faltaba algo. Había alcanzado el éxito profesional, pero le faltaba realizar su sueño de sentirse torero, pero de hecho y de derecho, al recibir la alternativa de matador de toros. En una entrevista de Antonio Roche el miércoles, 25 de julio de 2007, le preguntó que por qué quería tomar la alternativa, a lo que Juan Ramón Romero respondió con una sinceridad meridiana: “Porque a veces uno tiene deudas pendientes consigo mismo. Y yo tenía una deuda pendiente con Juan Ramón, que ha dedicado toda su vida al toro desde un punto de vista romántico y, claro, a mis años, decidí que tenía que saldar esa deuda. No se puede ir uno al otro ‘barrio’ sin haber terminado las cosas que empezó”. Gran verdad, y Juan Ramón Romero, hombre de éxito en su profesión periodística, sin embargo, se sentía “Torero por filosofía de la vida, por creatividad y porque creo que hay que escapar de la realidad, y la única forma de hacerlo es sentirse torero”. Y llegó el momento exacto, en Atarfe (Granada), en la única plaza cubierta de Andalucía, el 28 de febrero de 2008, festividad del Día de Andalucía, en corrida goyesca con Enrique Ponce de

padrino, que en presencia de José María Manzanares, le cedió el toro “Ansiadito II”, negro, marcado con el numero 4 y 415 kilos de peso, al que cortó un apéndice auricular y los dos al que cerró plaza, saliendo a hombros del coso en unión de sus compañeros de terna. Solamente toreó esa corrida de toros, que es lo que pretendía: doctorarse. Había llegado a ella con 42 novilladas picadas. Y a partir de ahí, Juan Ramón Romero se sintió plenamente realizado, porque como él diría en la entrevista anteriormente mencionada, sus tres profesiones, locutor, médico y torero se fundieron, porque “coinciden, porque una plaza de toros es la representación de la vida, de toda la vida, en 20 minutos. Aquellos privilegiados que tienen la capacidad de entender y apasionarse con la tauromaquia son capaces de entender mucho mejor la vida. Antonio Capilla en el Diario “Granada Hoy” escribió al día siguiente la crónica de lo que fue la corrida con el titular de “Juan Ramón Romero, de locutor a torero”, de la que extraigo solamente lo referente al toricantano: “La corrida goyesca de la prensa tenía muchos alicientes para disfrutar de un espectáculo taurino. Por un lado, la alternativa de un periodista, Juan Ramón Romero, de manos de dos consumadas figuras, Enrique Ponce y Manzanares, y por otro, la vistosidad de una corrida goyesca. Es evidente que triunfó la emotividad de la tarde y la generosidad de los tendidos, porque las tres puertas grandes no fueron gracias a la colaboración de los toros de Román Sorando, que pusieron la nota negativa, tanto por su escasa presencia, como por sus nulas fuerzas y poco juego y transmisión. Cuando falta el toro siempre hay que recurrir a cualquier otro argumento para salvar la tarde. Los había de sobra y la disposición de todo el mundo hizo que el festejo saliera a pedir de boca para promotores y actuantes. Juan Ramón Romero venía infiltrado y muy mermado de facultades y eso se notó. El toro de la alternativa no decía casi nada. Rodó en el caballo y en banderillas, fue protestado y casi imposible, pero al menos permitió al periodista realizar la ilusión de su vida: ser torero. El toro no era fácil de lucir, pero se puso y, pese a manifestarse algo forzado, estuvo todo lo digno y aseado que permitieron las circunstancias y el oponente, incluso con algún detalle lucido. En el sexto todo tuvo un tinte heroico. Juan Ramón ya no podía más. Empezaban a faltarle los recursos y no tenía fuerzas. Pese a intentarlo con voluntad necesitó de la inestimable ayuda de peones, y sobre todo de Ponce, para poder rematar la faena y, por ende, la tarde, con la mayor dignidad posible”. Y llegado este punto, nos podemos preguntar no sin razón ¿qué necesidad tenía un hombre de éxito en la vida, con casi 48 años arriesgar su vida delante de un toro?

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