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REMEMBRANZAS CON EL GM GILDARDO GARCÍA
Por: Eduardo Bermúdez Barrera PhD. Profesor de la Universidad del Atlántico
El nombre de Gildardo García aparece por primera vez en el curso de mi a ción ajedrecística gracias a mi amigo Elías Muvdi Jr., con quien debí asistir, en representación del Dpto. del Atlántico, al campeonato nacional juvenil en junio de 1973 en Pasto, Nariño, pero, como por las mismas calendas tenía otro viaje deportivo a Medellín y lo preferí al de Pasto, cuando Elías regresó del nacional juvenil, me contó detalladamente que el ganador no había sido ninguno de los favoritos como Raúl Henao, Jorge González o el campeón anterior Antonio Agudelo, sino un joven ajedrecista paisa, aun no muy conocido que, además, cambió su nombre de Gilberto a Gildardo.
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Nadie hubiera pronosticado, por aquellos años, que aquel muchacho de pocas palabras y de larga cabellera posthippie se convertiría en el segundo Gran Maestro del ajedrez colombiano, que ganaría 10 veces el campeonato nacional y, además, integraría 11 veces el equipo colombiano en las olimpiadas. Tampoco pensaba yo mismo, por aquella época del Boom Fischer que, gradualmente, se iría incrementando mi interés por jugar torneos y coincidiría con Gildardo García en varios eventos como: el Nacional en Bucaramanga, 1985, el US Open 1990 en Jacksonville, la Copa Latinoamericana en Bogotá 1992, la Copa Carnaval, Barranquilla 1999, el Continental de America, Buenos Aires 2005 o el Panamericano de Boca Ratón, Florida, 2008.
Pero una especial anécdota con Gildardo ocurrió en el caluroso agosto de 1990, en Jacksonville, cuando en la puerta del hotel Hilton de Jacksonville estaban dos recientes campeones colombianos de ajedrez, Gildardo García y Luis Baquero, esperando al a cionado que escribe estas líneas, para intentar persuadirlo, cada uno por su lado, de compartir alojamiento para las 12 rondas y casi dos semanas que duraba por entonces el US Open. Una vez solucionado salomónicamente el dilema del alojamiento, me presentaron con dos veteranos maestros de ajedrez venezolanos que conocían al gran Bobby Fischer desde 1960, eran: León Schorr e Isidoro Cherem. Isidoro Cherem se conocía con Gildardo desde el Torneo de Caracas de 1982, donde el colombiano había realizado una destacada actuación, venciendo a los GMs Miguel Quinteros y Guillermo García. Cherem había sido el artí ce de llevar a Bobby Fischer a Caracas, luego de que se conocieran en Buenos Aires en el Torneo Sesquicentenario 1960. En Caracas Bobby dio simultáneas y jugó un torneo Blitz. De allí en adelante, Bobby e Isidoro se convirtieron en grandes amigos y Cherem fue uno de los pocos que Bobby permitió en su equipo para Reikiavik 1972. Fuimos escépticos cuando en 1990, Schorr y Cherem nos dijeron a Gildardo a Baquero y a mí, que Fischer reaparecería para jugar contra Spassky en 1992.
Ya en 1991, en el Campeonato Nacional de Cartagena, volvería a conversar con Gildardo sobre aquellas semanas en el US open 1990 y frente al mar de Bocagrande, compartimos nuevamente memorias recientes de los guaros que tomamos en Miami Beach con el MF Fabio La Rota y su amigo el a cionado valluno Hugo Abadía. Hacia nales de ese mismo año volvimos a coincidir en la Copa Latinoamericana en Bogotá, donde aproveché para
que me comentara su muy técnica victoria, en la Olimpiada de Manila, sobre el GM Israelí Ilia Smirin. En 1995 Cartagena, otra vez en su acostumbrada cita del Nacional para, según sus palabras: “examinar a los jóvenes maestros…”, sacamos un rato para analizar su brillante victoria contra el GM chileno Ivan Morovic en 1994.
En una de las pocas veces que visitó Barranquilla, para la Copa Carnaval de 1999, compartimos conversaciones sobre algunas de sus mejores partidas, las cuales resultaron de lo más ilustrativas para el capítulo dedicado a él en mi libro AJEDREZ MAGISTRAL COLOMBIANO. Me habló también de sus primeros viajes internacionales, como el de 1973 a Teeside, Inglaterra donde viajó solo, sin analista, para jugar el mundial sub20 que ganó Alexander Beliavski, con segundo lugar de los ingleses Tony Miles y Michael Stean, siguiendo en la tabla los conocidos GMs Larry Christiansen y Slavoljub Marjanovic.
También recordó el Torneo Panamericano en Winnipeg, Canadá, 1974, donde ganó el derecho a participar por ser el campeón panamericano juvenil y allá jugó por primera vez con el GM Walter Browne, quien quedó a la postre campeón, pero también compartió con históricos del ajedrez latinoamericano como Raúl Sanguinetti de Argentina, Eleazar Jiménez de Cuba, Peter Biyiasas de Canadá, Kenneth Frey de México y hasta el mismísimo
GM Gildardo García. Foto cortesía Eduardo Bermúdez
Oscar Castro, su paisano, quien asistió como campeón de Colombia. Por cierto, Gildardo García, Oscar Castro, Alonso Zapata o Raúl Henao, han recorrido medio mundo jugando al ajedrez en representación de Colombia, como antes también lo hicieron Miguel Cuéllar, Luis Augusto Sánchez, Boris De Grei o Carlos Cuartas.
Otras remembranzas con Gildardo ocurrieron en el Continental de Buenos Aires, 2005, mientras reposábamos de haber comido un exquisito Bife de Chorizo y como no se podía quitar de la cabeza alguna posición crítica de su reciente derrota contra el GM Shabalov, aproveché para preguntarle por su victoria en 1994 contra el mismo Shabalov en Reikiavik y me dijo, levantando la mirada, como recordando que: “ese fue uno de los mejores torneos de mi carrera…” pues allí, con el veterano David Bronstein como invitado especial y más de tres docenas de GMs, realizó una performance de plus 2600 con rmándose como GM, alcanzando su peak ELO de 2540 y derrotando a 5 GMs. Volviendo a Buenos Aires 2005, mientras degustábamos un caliente capuchino con canela, se re rió a los jóvenes prospectos colombianos Sergio Barrientos y Eduardo García, destacando a este último, entonces campeón panamericano sub 18, como uno de los más talentosos de su generación.
Finalmente coincidimos con Gildardo, en noviembre de 2008, en Boca Ratón, Florida, en el Torneo Panamericano, donde la delegación colombiana fue nutrida y el segundo GM colombiano se rió mucho cuando le contamos que, antes de comenzar el torneo, a nuestra llegada, ocho
ajedrecistas colombianos nos quedamos atrapados y sin salida, por casi una hora, dentro de un ascensor público del tren que va del aeropuerto de Miami hasta West Palm Beach y tuvieron que acudir los bomberos para sacarnos de allí. En ese torneo Gildardo muy generosamente me explicó en detalle una variante de la Ruy López abierta, línea que conocía muy bien, para que se la ensayara contra un MF norteamericano. Sirva esto último de cierre para decir que hubiéramos querido que Gildardo nos hubiese dejado un libro comentando sus mejores partidas para bene cio y aprendizaje de los jóvenes que quieren progresar, aprovechando sus vastos conocimientos adquiridos con muchísimo esfuerzo, luego de horas y horas de incesante estudio de este gladiador de los escaques.
