El Boulevard 4

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WWW.ELBOULEVARD.COM.UY AÑO I

Nº 4

MONTEVIDEO

junio 2012

REVISTA CULTURAL GRATUITA

cultura que se imprime

Se agita el barrio

Centros culturales fuera del circuito céntrico de Montevideo, a través del trabajo de los vecinos, ofrecen propuestas culturales a la comunidad.

Auge del cine documental uruguayo Panorama de las revistas culturales argentinas Decartón: grupo teatral de Carmelo


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Los que hablan mal La crítica cultural, cuando no es ignorada, resulta desestimada por gran parte de la población. El saber popular (ese cúmulo de sentencias infundadas y proverbios caprichosos) le atribuye al crítico un perfil clarísimo: un pintor frustrado se convierte en crítico de artes visuales; un músico sin talento termina comentando discos; un escritor sin ideas acaba escribiendo sobre las que otros vierten en sus libros. De paso y mediante un análisis que quiere ser psicoanalítico, se deja en claro que detrás de toda crítica no muy favorable al criticado hay un motivo muy claro: el resentimiento. “Cuando puedas filmar una película como esa, ahí podés hablar mal”, parece ser la idea generalizada. Para el vox populi, la crítica es una actividad de segundo orden, esencialmente innecesaria, aunque no siempre se toma en cuenta que el mismo argumento se podría aplicar a la filosofía o a la actividad artística entera. Llama la atención la terminología: hablar mal tiene que ver con un juicio de valor. Dar pa’delante o dar pa’ atrás; la palmada en la espalda o el dedo acusador (o el peor “periodismo neutro”) parecen ser las únicas dos posibilidades. Eso supone que el intercambio real es entre el crítico y el artista, como un círculo endogámico de unos pocos que se envían mensajes personales a través de diarios y revistas. El sujeto verdadero de la crítica es quien sostiene la publicación en sus manos: quien no escribe para el lector, se lanza al riesgo de escribir cosas ilegibles. Claro que hay buena y mala crítica. La hay filosa y poco sólida, y la hay académica y de poco atractivo. No hay un perfil profesional único: el conocimiento y formación del crítico son variables, con un componente importante de práctica y autodidáctica. Están organizados, como la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU, que fue fundada hace 65 años y está asociada a la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), o desperdigados, como los críticos literarios. La crítica es uno de los pocos espacios que los diarios le dedican hoy a la cultura, ante la desaparición de los informes extensos y los ensayos, género que fue bandera de la “generación Marcha”, tal vez la única en generar una corriente de crítica cultural (con exponentes como Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal y Homero Alsina Thevenet) capaz de analizar la actualidad y la tradición de las artes uruguayas a través de un lente ideológico y con el apoyo de una prosa clara precisa. Hoy, décadas y adelantos tecnológicos después, el intercambio entre críticos y artistas se vuelve más fluido, novedad que abre muchas posibilidades. Si antes un hipotético director de cine se sentía ofendido por una hipotética nota que no le era favorable, tenía que apelar a los procedimientos del derecho a réplica previsto en la Ley de Prensa. El medio, valga la redundancia, era mediador. En nuestros tiempos, las redes sociales habilitan el intercambio directo, que encierra (especialmente en un país como el nuestro, desacostumbrado al debate) el peligro de desbarrancar en rencillas personales. Concordemos en que cuando una obra se lanza al público general cobra vida propia, y posibilita lecturas e interpretaciones que muchas veces tienen poco que ver con la intención del autor y dependen de cómo resuenen con los juicios, prejuicios y el bagaje cultural del espectador, ya sea para escribir una nota o conversarlo en el bar. Esos dos factores (las múltiples lecturas individuales y la posibilidad de hacer de ellas un capital colectivo) son, ya que la cultura es un elemento fundamental para una sociedad saludable, constructores de ciudadanía.

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Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC


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El Dúo melódico: “música medio rara”

Dos es melodía

Probablemente es el único conjunto musical del país (¿de la región? ¿del mundo?) que ensaya a las once de la mañana porque su cantante se tiene que ir a la escuela. Con ustedes, El Dúo melódico, conformado por Fabrizio Rossi (25 años) y Marcelo Trinidad (10).

Fabricio y Marcelo, del Dúo Melódico. foto: inéz páez

Youtube y el Guinness están llenos de niños prodigio capaces de tocar el solo de guitarra de “Stairway to heaven” de Led Zeppelin. Básicamente, son cosas que casi cualquier músico adulto podría hacer, y que sorprenden por la corta edad de los dedos sobre las cuerdas. Marcelo Trinidad es diferente: es un compositor. Sobre la guitarra de Fabrizio, improvisa con un grado tal de imaginación y originalidad que podría darle unas buenas lecciones a letristas de varias bandas del rock nacional, de las que hacen mucho ruido (y pocas nueces). Marcelo canta con la libertad que un dadaísta envidiaría, y sin manifiestos de por medio. Estamos en la casa de Fabrizio, en Jacinto Vera; más precisamente, en el garaje/estudio llamado Feel de agua donde, hace dos años, empezó todo. El lugar está lleno de cosas. Hay una computadora, una consola gigantesca, un piano, teclados y guitarras. Guitarras por todos lados. Sobre una mesa descansa una edición de El Diario de 1985, que en su tapa titula “Extraño caso en Mercedes: Fue visto humanoide de 3 metros de altura”. Parece una idea salida de una de las letras de El Dúo. Ambos integrantes viven en la misma calle, y no tardaron en convertirse en profesor y alumno de guitarra, con no mucho entusiasmo por parte de Marcelo. -Me convencieron y vine, pero como que... -Como que eras un boludo -acota Fabrizio. -Sí, no estudiaba nada. Era un vago. Un día entré y Fabrizio estaba grabando unas cosas y le dije que quería grabar algo. Ahí salió la canción “Amigo”, que fue la primera -comenta el cantante.

*** “Amigo / ¿por qué te fuiste? / por favor, no te vayas de mi lado / por favor, no te vayas de aquí / vuelve conmigo / que yo te extraño mucho en este frío y triste mundo / hay tantas cosas por decirte / tantas cosas que decirte / todo aquí ha cambiado / todo aquí ha... sacalo porque me había olvidado de algo.” (“Amigo”). *** Cuando Fabrizio lo vio cantar, decidió dedicar al final de cada clase unos minutos para improvisar y grabar. A lo largo de los meses, eso se fue convirtiendo en la mayor parte de las clases, así que Fabrizio tomó una decisión: “Encaré a los padres y les dije que no les quería cobrar por esto, porque Marcelo no era más mi alumno y éramos una banda. Quería sacar a los padres del medio y que fuera algo entre nosotros dos”. “En verdad no hacemos las canciones. Marcelo llega y nos ponemos a conversar de cualquier bolazo -del barrio, de los chorros- y si en un momento sale un tema que se nos ocurre que está bueno, empezamos a improvisar sobre eso”, comenta Fabrizio. Bajo la fórmula de la espontaneidad, El Dúo melódico grabó tres discos titulados, sin mucha vuelta, 1, 2 y 3, disponibles para bajar en las páginas web de los sellos virtuales Feel de Agua y Esquizodelia. Con tapas a lápiz de color a cargo de Marcelo, conforman una discografía más onírica y delirante que inocente. Temas cotidianos son punto de partida para pintar paisajes urbanos (“Mi barrio”, “El baile del kilombo”), narrar historias fantásticas y de ciencia ficción (“Marte”, “Los planetas”,

“Campamento”) o crear personajes (“Viejo borracho”, “El hornero”). “Ojos de águila”, con una base de guitarra eléctrica tremolo, es una interesantísima y poética historia de esquizofrenia paranoide. “Malditos españoles” es una oda a los pueblos originarios que surgió a partir de una clase de historia sobre la colonización. Virtuosas y todo, en las letras hay ciertos rasgos de ingenuidad: en “Viejo borracho” Marcelo canta “tengo cuarenta años”, edad que -especialmente en Uruguay- está lejos de la franja de la tercera edad. Estos aspectos, lejos de empañar las canciones, hablan de una no-intervención por parte de Fabrizio (“el adulto”) en el proceso letrístico. La cosa fluye, sin jerarquías. *** “Está lloviendo / qué mal / qué mal / ya cayeron varias gotas / ya estoy aburrido / hay muchos charcos / uno es del tamaño de un dinosaurio / no puedes salir de tu casa / si sales de tu casa es como si fuera una playa / sólo de agua [...] tú no puedes salir / tienes que quedarte ahí / sino un trueno puede lastimarte / puede caer lluvia abundante / puedes mojarte / puedes enfermarte / lluvia, por favor vete de aquí / por favor, vete de aquí.” (“Está lloviendo”). *** A lo auténtico de las letras -el atractivo principalse suma el talento musical de ambos: Fabrizio es un gran guitarrista y Marcelo un gran cantante. Ambos son capaces de moverse entre baladas, bossas, blues, cumbias, milongas y ritmos folk (según ideas que Marcelo formula en plan “tocate una medio triste” o “ahora una medio rápida”), con buen oído por parte de ambos para apropiarse de los

tics de cada estilo musical. En las caseras grabaciones se puede escuchar, de fondo, el paso de algún caballo, el ladrido de un perro o el ruido de los autos. El barrio se cuela en las canciones. Literalmente. Ahora, a la hora de armar un repertorio con vistas al escenario, lo que una vez fue improvisado ahora es estudiado. Algunas, sobre todo las del disco 2, tienen varias percusiones y teclados grabados encima, así que la idea a futuro, para poder tocarlas en vivo, es agregar a Matías Chouhy y Miguel Recalde para conformar El Dúo melódico y los hermanos invisibles, formación que probablemente debute en un recital próximo, en el Centro Cultural España. Marcelo sabe que no se va a dedicar a la música, sino que más bien lo va a tomar “como algo para divertirse”. Está hablando de sus influencias musicales (Fito Páez, Bob Marley, El Cuarteto de Nos), cuando el padre de Fabrizio se asoma por la puerta y pide una mano. Parece que la camioneta se quedó y hay que empujar. El barrio también se cuela en la entrevista. Al final, la camioneta arrancó sola. *** La ola de frío que nos regaló el sur es un poco menos polar en la esquina de Ciudadela y Canelones. Es ocho de junio en Cheesecake Records (ese lugar indefinible con una garita musical/estudio de radio incorporada), y la sensación, para los casi cincuenta seguidores que pueblan la vereda, no es térmica sino psicodélica. Es la segunda presentación en vivo de El Dúo. La voz infantil de Marcelo intriga primero, sorprende después y captura, al final, a varios de los habitantes de las mesas vecinas. Ante los ojos de los escuchas y los flashes de la mamá del cantante, El Dúo, a pura guitarra y percusión, regala (porque fue gratis) un recital que debería quedar en la historia de la música reciente, si la muy turra no se dedicara a registrar nimiedades como Velódromos llenos o discos de oro. El pueblo pide bises. “No tenemos más ensayadas”, lamenta Marcelo, y enseguida se aviva: “¿Cuál repetimos?”. “El yacaré”, hit ya en su primera interpretación en vivo, es la elegida según la democracia de los gritos. Los acordes grungeros arrancan, y entre los alaridos de Marcelo se escuchan algunas voces. -Ay, me lo como - exagera una treintañera. -Yo lo quiero adoptar - le compite otra. Un poeta y performer habitué del lugar, también cercano a las tres décadas, se saca la mochila de la generación no future (que son todas desde los 70 hasta hoy), y se manda una profecía: -Ya está. Hay futuro. Estamos todos salvados, loco. Queda por ver si él también exageraba. Federico de los Santos

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fotorreportaje

por Manuel Larrosa

18 y Convención ajedreZ en la vereda

Una esquina, un kiosco, dos sillas, una mesa, la gente que pasa sin parar. No hay apuestas, solo unas cuantas personas con un pasatiempo. Casi siempre los mismos, aunque a veces se suma algún curioso a desafiar a los habitués para convertirse en uno más. ¿Qué tienen en común? Un juego.


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Con Christian Font

La crítica de cine en código binario Desde el jueves 14 de junio está en la red el portal Roumovie, un lugar donde se concentran críticas, entrevistas e informes sobre cine. Su director es Christian Font quien desde hace muy poco es además “la cara de los espectáculos” de TNU. Su sorpresiva salida de Teledoce fue un detonante para que su proyecto personal finalmente se pusiera en marcha. La imagen de un crítico cultural me viene a la cabeza. Un hombre sentado frente a una computadora, armando una reseña que de pronto interrumpe, se detiene en una línea y esboza una sonrisa burlona frente al monitor. Imagina a ese lector, otro crítico tal vez, que antes se refirió a lo que él dice y entonces se da una conversación de dos, muy entretenida, pero para ellos. La crítica de cine, literatura, teatro, música o artes visuales puede caer en un ida y vuelta destinado a unos pocos, una escritura para entendidos, y quizás eso haga que el público (llamémosle lector) no tan idóneo se aleje cada vez más de ese género. Christian Font, crítico de cine, lanzó en junio su emprendimiento personal, una página web de críticas e información sobre películas: www.roumovie.com. Su slogan “No miramos pelis, no ponemos estrellitas” hace referencia a una acercamiento más comprometido con el género, algo menos superfluo, “que mirar una película no sea igual a tomarme un refresco”. Para una persona que a los 32 años ya obtuvo el reconocimiento que otorga estar frente a una cámara, innovar con un emprendimiento periodístico tiene sus pro y sus contra. Claro está que el nombre ayuda para que Roumovie tenga mayor difusión: se habla de la página web de Christian Font, más que del nombre del sitio. Es una persona conocida, que está vinculada al género y que tiene en sus espaldas varios proyectos en los que participó con cierto éxito (trabajó en radio y televisión, escribió en el semanario Brecha, sale desde hace unos años en la murga Diablos Verdes y desde hace un tiempo actúa en teatro). La parte negativa es que Font se enfrenta en

Roumovie con un formato nuevo en donde debe empezar de cero dejando de lado uno de sus mejores atributos: su carisma. Font asegura que venía maquinando el emprendimiento desde hace mucho tiempo, pero que dos episodios le hicieron pasar la idea a un papel (en este caso a una web). En 2011, Teledoce lo envía a Los Ángeles a cubrir el estreno de la película Piratas del Caribe: En mareas misteriosas. El plan era tener un mano a mano con el director y los actores. Previo a su regreso y luego de terminar su trabajo es invitado a unirse a un equipo francés de un canal de televisión de MSN que necesitaba un conductor para ese día. El acuerdo incluía que Font podía tener el crudo de esas entrevistas (entre las que hablaba con el Director de Disney World) y presentarlas en Uruguay. Así fue: con 18 minutos de filmación se presentó a los gerentes de programación de Teledoce y les ofreció ese producto sin costo. A la gerencia del canal no le pareció importante, y por un momento pensaron en pasarlo en algún programa de la mañana pero sin mucho criterio. El material quedó archivado. A los pocos días, Font ingresó a la página de MSN Francia y descubrió que ese video fue visto por miles de personas (hoy ese video tiene 111.587 visitas), mientras que en Uruguay lo desaprovecharon. Si bien sostiene que no fue el detonante, Font explica que el segundo episodio que recuerda fue cuando propuso al canal realizar una entrevista a Jorge Denevi, quien en ese momento estaba estrenando la obra Las conquistas de Norman en el teatro El Galpón. Armó el equipo y se dispuso a concurrir a la entrevista cuando una llamada de la gerencia del canal le dice: “Denevi no”. Al parecer un alto jerarca tenía diferencias con el director de teatro (que fue el artífice de éxitos como Telecataplún, de gran importancia para el canal) y no tenía

Christian Font en el bar Las Flores. Fotos: Manuel Larrosa

interés en difundir su trabajo. Font manifestó su enojo y empezó a pensar en su salida del canal (ver recuadro). No es casualidad que la primera entrevista publicada en Roumovie es a Denevi. Fin del apronte Durante 2011 Font fue madurando la idea de hacer un portal, especialmente porque había muchas cosas que encontraba diseminadas en la red (críticas en algunos sitios, cartelera en otros) y le pareció importante ofrecer una propuesta que permitiera tener todo eso junto. Los contenidos tratarían de cine y otros productos audiovisuales. Como valor distintivo a otras páginas web y blogs que circulan se propuso que Roumovie trabajara con algunos parámetros de medios gráficos (criterio de redacción, plazos para entrega de notas, una constante actualización, una prosa prolija y el correspondiente pago por el trabajo realizado). Para eso convocó a un equipo de críticos reconocidos, sobre todo en los medios impresos: Gonzalo Palermo, Agustín Acevedo Kanopa, Diego Faraone, Rodolfo Santullo y el ilustrador Matías Bergara. El diseño de la web tiene también lo suyo: el trabajo de la empresa Siniestro se acopla perfectamente a los contenidos.

La última, que me voy Font no estaba conforme con su rol en Telemundo (Canal 12): su espacio de espectáculos era muy breve y casi relegado. En marzo de este año, luego de hacer el duelo por el fin de Carnaval, Font llama para felicitar a Ileana da Silva, recientemente nombrada directora del informativo de TNU tras la partida de Darío Klein. El cruce de palabras se definió en una invitación de da Silva para que Font fuera la cara de los espectáculos en TNU. Se arregló una propuesta con el canal, y Font pasó del 12 al 5. Además del espacio que tienen todos los días en el informativo, luego que finalice la Eurocopa tendrá un programa propio referido a la agenda cultural del país. Algo similar a lo que hacía Soledad Legaspi (que ahora está en La noticia y su contexto) en el programa Agenda.

“Una de las cosas que remarco como premisa del portal es evitar un mal que se ha instalado en la crítica: cuando alguien con una base académica se pone a editorializar en vez de ceñirse a algunos parámetros básicos de la crítica y busca dar cátedra; eso no lo quiero. No es un portal para eruditos, apunto al público que le interesa informarse sobre el cine para evaluar por lo menos si es pertinente mandarse o no a ver esa película”, aseguró Font. Siguiendo con ese concepto, Font se detuvo a analizar la realidad de la crítica en Uruguay. “Acá lo que ocurre es un claro caso de endogamia periodística, crítica para crítico, para público afín, para elite. A mí no me interesa trabajar para círculos de privilegio. Pienso en periodismo como un servicio”. La alternativa web permite además tener una interacción con los lectores, que comúnmente un crítico de diario no tiene tan a menudo. “Yo también supe tener un blog, pero lo abandoné porque el blogger termina escribiendo para un círculo y en muchos casos termina haciendo catarsis, el blogger enojado no me va”, sostiene el director de Roumovie. Como todo romántico, Font prefiere el objeto tangible y señala que antes de encaminarse en el portal pensó en una revista impresa. Pero la web lo sedujo por ser una herramienta multimedia que le da la posibilidad de subir videos. “Resumía mejor lo que yo quería hacer, y además era lo más rápido. No puedo ir a licitar por una señal de televisión. Tenía un fondo de reserva, básicamente el resultado de mis últimas experiencias en Carnaval, y decidí que parte de ese fondo podía hacer el canal operativo. Esto no es un hobby. Estaba seguro de que la inversión no iba a volver a corto plazo, este tipo de empresas se financia con publicidad”. Juan Manuel Chaves

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Conversaciones paralelas con el politólogo Adolfo Garcé y el sociólogo Rafael Bayce.

Problemas familiares

“Sean los orientales más ilustrados que valientes”, dijo Jorge Esmoris en la entrega de los Iris y no era joda. Igual que lo había hecho el propio Artigas en la inauguración de la primera biblioteca pública, Esmoris aludió a tensiones presentes en las clases dirigentes de lo que fue la Banda Oriental: las históricas desavenencias entre saber y poder; los cíclicos enfrentamientos entre doctores y caudillos. La llegada de la izquierda al gobierno en 2005 inauguró una nueva etapa en la tensa historia de relacionamiento entre la intelectualidad y el poder político en Uruguay. Sin embargo, las características personales del presidente José Mujica y del sector que lidera generan fricción en el vínculo que hermana al poder cultural y el Frente Amplio. Apenas nacido el Uruguay independiente, el país ostentaba, además de la rivalidad entre las divisas blanca y colorada, otro tipo de hostilidad: la que enfrentaba el arraigo popular y la tendencia belicista de los caudillos, con las aspiraciones de pacificación de la elite doctoral. El mismo conflicto que quedaba manifiesto al contrastar las pretensiones de la flamante Constitución con la realidad política del país. Desde entonces, la distancia entre ambos bandos ha ido cambiando y tanto unos como otros se han visto obligados a modificar sus estrategias de relacionamiento, o bien para acercarse al poder político, o bien para concretar las reformas que pretendían para sus respectivos gobiernos. A partir de 1870, se inauguró un período de fluida cooperación en el que abogados, médicos e ingenieros se volcaron de lleno a la gestión pública. Fueron los años de influencia de José Pedro Varela, Carlos Vaz Ferreira y José Enrique Rodó; y de las reformas del primer batllismo. Sin embargo, a partir del golpe de Estado protagonizado por Gabriel Terra en 1933, la distancia volvió a crecer. Según lo explica el politólogo Adolfo Garcé en el libro Técnicos y política (Ed. Trilce, Montevideo, 2000), “el divorcio comenzó, como en el siglo pasado, a partir de las contradicciones entre principios y hechos”. Frente a la práctica de los caudillos, los intelectuales “clamaron por una política de expertos, racional, científica”. En consecuencia, los intelectuales se fueron corriendo hacia la izquierda hasta protagonizar dos sucesos paradigmáticos de este proceso: la conquista de la autonomía universitaria en 1958 y la fundación del Frente Amplio en 1971. Según Garcé, los intelectuales mantuvieron su posición crítica hacia el sistema político durante décadas: “a veces más enojados y utópicos, como en los 60. Otras veces más realistas y con más espíritu de cooperación, como en los 90. Pero la herida del 33 recién se cierra cuando los intelectuales de izquierda, por fin tienen un gobierno de izquierda”. Nueva etapa “El triunfo del Frente Amplio en las elecciones [de 2004] coloca en el poder político al poder cultural” explicó a El Boulevard el propio Garcé. Desde el 33, el poder cultural se había dedicado a “construir la contrahegemonía política” y esa victoria los ubicó por fin en el gobierno. El politólogo lo grafica con la figura de una “gran familia”. Una llamada de la ministra de Desarrollo Social de la época, Marina Arismendi, al decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Luis Bértola, bastó para que en media hora

que veíamos en los inicios del Uruguay independiente: “y claro… tenés de presidente a un caudillo. ¡Paradoja de las paradojas! La izquierda nació siendo doctoral y anticaudillista, diciendo ‘ellos son los caudillos que no tienen ideas, portadores de emociones y constructores de clientelas’ y ‘nosotros somos la izquierda racional, los hijos de la ilustración’. Esa izquierda iluminista termina alojando un caudillo impresionante. Un caudillo que parece sacado de un libro de Historia. Entonces es absolutamente normal que Mujica tenga problemas, porque es un caudillo alojado en un partido de tradición doctoral”. De todos modos, mantener una porción de la intelectualidad en guardia crítica con el gobierno también debe verse como un síntoma saludable. En opinión de Garcé “la crítica es como los glóbulos blancos, es el sistema inmunológico” en el funcionamiento de una democracia. Para Bayce, a partir de los 90 cambió el panorama intelectual en nuestro país. Las nuevas camadas de egresados provenientes de las Ciencias Sociales ofrecen toda una “farándula nueva” de expertos (trabajadores sociales, lingüistas, psicólogos sociales, sociólogos, científicos políticos, comunicadores, etc.) que pueden incidir directamente en el diseño de las políticas públicas. Hasta qué punto se los incorpora, hasta qué punto se les hace caso, es uno de los desafíos presentes en la izquierda.

ilustración: guillermo hansz

estuviera sobre la mesa la idea de ayudar a elaborar el Plan de Emergencia. A cuatro días de asumir, Tabaré Vázquez fue hasta a la Universidad de la República y firmó un acuerdo macro de cooperación entre el gobierno y la institución de estudios terciaria. En ese marco se dan, por ejemplo, los trabajos en conjunto entre la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (José López Mazz y Álvaro Rico a la cabeza) y la secretaría de seguimiento de la Comisión para la Paz. “Son como dos astros que se alinean”, los vínculos entre el mundo intelectual y el gobierno se volvieron “perfectamente simples”. Otro ejemplo de esto Garcé lo encuentra en el Ministerio de Economía y Finanzas. En plena crisis de 2002, los economistas que trabajaban allí se contaban con los dedos de una mano. Tras la llegada de Danilo Astori y Mario Bergara a la secretaría de Estado, su número comenzó a aumentar al punto de que hoy se cuentan por decenas. “Los colorados no llevaban, porque tampoco tenían tantos. La izquier-

da pega un chiflido y tiene 50 economistas formados en el exterior. Pega un chiflido y tiene 200 sociólogos de primer nivel. Y vos no podés gestionar bien un estado si no tenés un ejército de técnicos” consideró. Sin embargo, no todos coinciden con esa apreciación. Para el sociólogo Rafael Bayce, también consultado por El Boulevard, si bien la llegada del Frente Amplio al gobierno significó un aumento de los intelectuales en la gestión, el poder “quedó muy concentrado en los jefes de fracción, en el gabinete ministerial, en Presidencia y, en definitiva, los intelectuales rodearon, aconsejaron, asesoraron, pero con muy poca incidencia”. Paradoja de las paradojas En lo que sí coinciden ambos investigadores es que con la llegada del segundo gobierno de izquierda, encabezado por José Mujica, la relación entre estas esferas volvió a dar un vuelco. Para Garcé, la explicación se encuentra en las mismas tensiones

El impulso y su freno El Director Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, Hugo Achugar, consultado por El Boulevard, opinó que si bien hay una percepción bastante extendida sobre el carácter caudillista de Mujica, este también puede ser considerado parte de la intelectualidad uruguaya. Sirviéndose de un concepto compartido por el escritor español Fernando Savater, el jerarca entiende que el presidente de la República es un “filósofo rústico”, así como también que “hay muchos académicos que no son intelectuales”. Si bien el cambio de Vázquez a Mujica significó una modificación en la relación entre intelectuales y gobierno, Achugar entiende que esto se debe al estilo personal del presidente y la forma de construir su discurso, que puede generar episodios de mayor confrontación con la Academia. Desde su punto de vista, la presencia de la intelectualidad en el Estado abre un espacio de “mayor idoneidad”, “mayor tenacidad de pensamiento” y de fertilidad para políticas de largo aliento. Nicolás Batalla


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grupo teatral Decartón, de Carmelo

Desembarco chiflado Para ver a Fernando Pozzo en su trabajo hay que transformarse en astronauta. Una bata blanca esterilizada, inflada, una gorra como de baño, el pelo se hace rodete y se mete para adentro de la cúpula gorra blanca. Los zapatos se tapan con otros enormes y blandos de una tela que juega a ser TNT. No, en realidad creo que eran botas. El lugar es enorme y está lleno de quesos de todo tipo en estanterías que parecen gigantes esqueletos decorados de amarillo. Un paraíso para los ratones o para todos los vegetarianos del mundo. Esos quesos viajarán además en breve a Brasil, Venezuela, Estados Unidos y México. En la Ruta 21, km 251.500 está ubicada la planta de la Cooperativa Láctea de Carmelo (CALCAR), y allí es donde trabaja Fernando todos los días con turnos variables. Sus compañeros dicen que se pone a cantar, a pasar la letra mientras trabaja en algún rato libre. Fernando dice que tiene un problema con su voz, le cuesta hablar bajo y le gusta hablar mucho. Para cuidarse, sale a juntar Abrojos y se hace té con ellos para mejorarse la voz. Fernando es jodón, le gusta reírse y hacer reír, es pelado y tiene los ojos chiquitos. Él también viste de blanco. La noche del 7 de julio será Curly. **** Francis Guaraglia tiene el pelo largo y negro como una piedra brillante. Tiene cara y pelo de gitana o de andaluza, o las dos cosas, no sé cuál elegir. Nació en 1970 y hace 21 años tiene un hijo llamado Franco. Trabaja en una agroveterinaria nueve horas por día. Estudió profesorado de Historia en el IPA en Montevideo pero la distancia la complicó y está dando los exámenes libres cuando su tiempo se distrae y se ahueca. Antes de los estrenos intenta no ponerse nerviosa, canaliza sus nervios fumando. Se va a un rinconcito sola, camina y fuma su cigarro inhalando paz de humo blanca. Mantiene los nervios solo hasta el momento de entrar a escena. Cuando se abre el telón Francis siente que entra en otra dimensión, una maravilla que solo el arte puede conseguir sin física cuántica de por medio. Antes de cada función le pide a su viejo que la ayude, confía en que es su guía en la vida. Él pudo verla actuar pocas veces cuando aún vivía, pero ella no titubea al decir que él le da fuerza, y cree. Francis cayó de rebote en el teatro. Su hermana quería hacer un taller, y ella la acompañó al de la Casa de la Cultura de Carmelo dictado por Pedro Chajías. Lo que nunca se imaginó era que ella también iba a hacerlo y ahora es actriz. Integra el elenco de Decartón desde su surgimiento en 2004. Ahora logró que su hijo Franco la vaya a ver a las funciones y eso la hace feliz. La noche del 7 de julio será Larry. **** Miguel se pone nervioso antes de los estrenos. Está hace muchos años parado arri-

Fernando Pozzo. Foto: archivo El Boulevard

ba de las tablas pero no deja de sentirlo. Se nota en sus manos. Antes cantaba en murgas. Ahora es actor. Miguel es dueño de la tradicional librería de Carmelo en Colonia: “Bombacci”, nombrada con su apellido. Un día, Miguel fue a acompañar a su hija a un taller de teatro y él se enganchó. Él intuía que le iba a gustar, pero nunca se imaginó que iba a ser actor y formar parte de un elenco. Miguel tiene la cara y el pelo blanco como el uniforme que usa Fernando en CALCAR. En el escenario se lo ve cómodo, muy cómodo, divirtiéndose. Miguel hace bromas, canta. Hasta a agosto tendrá 52 años y cara de cómico yankee o de inventor de juguetes. El 8 de julio será Los otros. **** Irene Álvarez se integró al elenco en la obra El descanso de José. En 1998, cuando tenía 15 años, arrancó a cursar un taller de artes escénicas. Allí conoció a Miguel, Daniela y Carlos, hoy sus compañeros de Decartón. A los 18 viajó a Montevideo para estudiar Educación Social y tomó un taller de un año en la Casa de la Cultura del Prado. En 2005 volvió a su ciudad natal y en 2008 al teatro, tras unos años de impasse. Hoy trabaja en INAU, y en el Abrojo. Irene no tiene cábalas antes de entrar a escena, vive los días de función como días especiales, su ritual es aprontar las cosas temprano y eso le da seguridad, “de obsesiva nomás” dice riéndose. Se pone nerviosa antes de salir a escena pero lo disfruta. La noche del 7 de julio será Moe. **** Agarramos una cámara, un par de grabadores, una cuadernola y un boceto de guión. Arrancamos en el auto a hacer la primera etapa de rodaje de un documental sobre el

teatro en el interior del país con El Boulevard en 2010. El primer elenco al que fuimos a filmar fue a Decartón. Cuando entró la noche a Carmelo después de un día entero de rodaje buscamos un lugar para dormir. Los hoteles eran caros. Este tipo nos dio la llave de su casa. No tenía la más pálida idea de quiénes éramos y se fue a dormir a otro lugar tranquilo. Nosotros tampoco teníamos idea de quién era él, algunos lo habíamos visto en el programa Aprendiendo Ceibal haciendo música. El tipo nos dio la llave para poder dormir en su casa llena de guitarras y tambores. Juan tiene la voz grave, apacible y serena. Al otro día dejamos la llave de la casa en un lugar secreto y nos fuimos empujando el auto que se había quedado sin batería con la ayuda de Leonardo Martínez, un teatrero de Fray Bentos de 32 años (y hoy uno de los directores de la obra y dramaturgo) al que arrimábamos hasta Libertad. En una reunión de la Asociación de Teatros del Interior (ATI) en 2003 los Decartón lo conocieron y comenzó a dirigirlos. Desde ese momento no pararon de crear. La cabeza de Leonardo Martínez funciona en un perfecto engranaje con la de Marcelo Goyos. De esta unión salió El desembarco de los 33 chiflados una obra que realiza un cruce entre los míticos 3 chiflados y el Desembarco de los 33 orientales en la Playa de la Agraciada, que se estrenará en el teatro Uamá de Carmelo el 7 y 8 de julio y luego se presentará en La Caja. Ambos directores están viviendo en Paysandú y viajan cada 15 días, sobre todo Leonardo, para trabajar con el elenco y en los otros ensayos está Juan Frache como Asistente de dirección. ****

Un año atrás los Decartón ensayaban donde podían. A veces el funcionario del teatro Uamá que debía abrirles la puerta de la sala se olvidaba de ir y se quedaban con todas las cosas esperando en la puerta, o terminaban ensayando en una plaza. Desde 2011 Decartón tiene sala propia: Espacio Cultural La Caja. Juan es músico. Además, es el director de la Escuela de Música de Carmelo que hasta hace poco alojada en un lugar muy pequeño donde los 230 alumnos que tiene quedaban muy apretados e incómodos. Un día Juan se enteró que una de las dos sedes del BPS de Carmelo había quedado libre y la casa fue cedida para ser utilizada como espacio cultural donde funciona la Escuela de Música, la sala de Decartón y las oficinas de Centros MEC. Si bien eligen continuar presentándose en una sala más chica porque esto les da la posibilidad de realizar más funciones, es curioso que existiendo en Carmelo un teatro con 300 localidades, a uno de los dos elencos de la ciudad se le haga complicado conseguir fecha para presentar sus espectáculos. Antes era gestionado por la Casa de la Cultura de Carmelo; desde hace dos años se nombró a Jorge Vassallo como coordinador de Teatros Municipales de Colonia. Juan cree que si bien es respetable que el Director realice su trabajo sería muy rico para todos tener más comunicación con ellos. En el Uamá casi no se programa teatro debido a que es arrendada por una empresa que proyecta películas de índole comercial. No se ven en Carmelo políticas culturales claras impulsadas desde la Intendencia. **** El documental está en las cintas, aún por editarse, pero este elenco no se queda quieto un segundo. Habrá que volver a empujar autos, por estos chiflados. Denisse Ferré

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El Boulevard

salas y teatros barriales de montevideo

Periferias culturales

El proceso de descentralización política que vivió Montevideo en los últimos años propició que vecinos de varias zonas soñaran con su propio centro cultural. El teatro Florencio Sánchez, Centro Cultural Goes y Sala La Experimental de Malvín son hoy ejemplos de modelos de gestión y relacionamiento con sus comunidades. Cuando uno entra al Centro Cultural Goes le parece increíble que se trate de un espacio cultural barrial surgido a partir de la iniciativa de los vecinos. Cuesta creer, al ser recibido por sus recepcionistas, recorrer sus pasillos, su sala teatral y conocer su cafetería con vista a la plaza Goes, que se trate de un proyecto surgido en 2006 de la mano del Presupuesto Participativo a través del cual la Intendencia de Montevideo (IM) financia obras propuestas por los vecinos de cada lugar. En aquel entonces, los habitantes de la zona vieron la oportunidad de “recuperar” la desgastada terminal, incluyendo la refacción del local de la biblioteca municipal Horacio Quiroga para crear allí un centro cultural. El lugar puede verse hoy como un paso más en el proceso de “proliferación de centros culturales barriales” que vive Montevideo desde hace algunos años, tal como lo insinúa Diana Veneziano, la gestora cultural designada por la IM para administrar el centro. Un proceso muy ligado al Presupuesto Participativo, que desde sus comienzos incentivó –ya sea por necesidad, por conciencia o por moda– a vecinos de varias zona a querer “su propio centro cultural” en su barrio, alimentado por el Programa Esquinas de la Cultura de la IM, a través del cual se intentó conformar una red de espacios culturales dentro de la capital. Según los registros de la intendencia, actualmente existen en Montevideo 50 Esquinas de la Cultura, es decir, pequeños espacios culturales destinados a artistas barriales. Además, hay 25 Centros Culturales propiamente dichos que, ya con una mayor organización, apuestan a programar espectáculos consolidados. Con luces y sombras, Esquinas y el Presupuesto Participativo han coincidido en varias zonas de Montevideo para levantar paredes y presentar artistas en barrios cuyos vecinos se habían acostumbrado a sumar el precio del boleto al de la entrada. En el caso de Goes, la presencia de Esquinas es constante a través de Veneziano, aunque no todos los espectáculos que se realizan en su escenario llegan por la IM. Si bien la gestora es funcionaria del programa del Departamento de Cultura, el sistema actual podría definirse como “mixto”, dado que también existe una comisión de delegados con representantes de los tres Centros Comunales de la zona, uno por el Municipio C, uno por el Servicio de Bibliotecas, otro por Cultura y otro a través del programa municipal Habitar Goes. Una burocrática organización que convierte al centro en una torta con porciones de distintos dueños y que obliga a sus fun-

vecinos de la comisión de sala la experimental. foto: manuel larrosa

cionarios a hacer algunos malabares administrativos cuando se rompe un foco o se necesita una escalera o un equipo de audio. De todas formas, Veneziano confía en que la situación mejorará en 2013, cuando pueda comenzar a funcionar una Asociación de Amigos que permita manejar un presupuesto propio. Mientras tanto, Veneziano se ha manejado con un ingenioso “sistema de trueque” que ayuda al centro a “contratar” artistas sin dinero. “Si un artista se presenta de forma gratuita, cuando luego quiera utilizar nuestra sala y cobrar entrada nosotros se la damos sin ningún costo; y también a la inversa, ya que pueden hacer una función en la sala, comprometiéndose a participar si los convocamos para algún evento gratuito”, explica Veneziano. El sistema también alcanzó a algunos talleristas –otros son enviados por Esquinas para ofrecer talleres sin costo– que dan clases a cambio de utilizar salones para ensayos o funciones. Esto también incluye topes en el precio de las actividades, ya que “los talleres no pueden costar más de 250 pesos por mes y las actividades en la sala no pueden salir más de 90”. De hecho, Veneziano reconoce que tener precios accesibles debe ser una “prioridad” para que un centro barrial sea exitoso. “Lo ideal sería que todas las actividades sean gratuitas, aunque al no tener un presupuesto propio tenemos que generar este sistema de trueque, porque el artista tiene que cobrar de alguna manera”, explica, afirmando que “la idea es que no sean los mismos precios que las salas céntricas”. Vieja barriada sin fin A algunos kilómetros de distancia, el Centro Cultural La Experimental de Malvín elige un modelo de gestión un tanto

más independiente de la IM, con la intención de escapar de la falta de presupuesto propia de una unidad pública. Al igual que en Goes, La Experimental nació a partir del Presupuesto Participativo, cuando un grupo de vecinos apostó a reacondicionar la sala de teatro de la vieja Escuela Experimental ubicada en Decroly y Michigan para “compartirla con la comunidad”. Con dos Presupuestos ganados en 2006 y 2007 para la refacción del edificio, la sala comenzó a funcionar en 2009 programando espectáculos de música y teatro los fines de semana y fuera del horario escolar. Desde aquel momento, el centro cultural estuvo a cargo de una comisión administradora conformada por la directora de la escuela Experimental, una inspectora y vecinos elegidos por la entonces Junta Local (hoy Concejo Vecinal). Además, la Intendencia, a través de Esquinas, envió al actor Bimbo Depauli para convertirse en el gestor cultural del centro. Hoy, los que administran La Experimental todavía recuerdan que el popular Bimbo “estaba las 24 horas para la sala”, tal como lo expresa Raquel Seara, una de las vecinas. Sin embargo, el sorpresivo fallecimiento del gestor en 2010 obligó a los vecinos a tomar la posta y hacerse cargo de la sala, casi sin tiempo para ponerse a pensar en cómo gestionarla. De hecho, Seara asegura que “el mismo día en que murió Bimbo hubo función, porque había que seguir”. De ahí en más, la gestión de La Experimental comenzó a diferenciarse de la de otros centros esquineros, al ganar una cierta independencia de la IM. Cecilia Caruso, integrante de la comisión y concejala vecinal, sostiene que tras el fallecimiento del gestor “nos quedamos un poco solos y no sabíamos para dónde agarrar”, aunque

Sebastián Domínguez, también vecino, considera que no hubo tantas dificultades: “Lo que sucedía es que Bimbo absorbía muchas tareas y cuando no estuvo tuvimos que ver cómo se hacían”. Por eso, Domínguez asegura que los siete vecinos que actualmente integran la comisión cuentan con una “formación por la acción” en gestión cultural, sin casi haber asistido a cursos. La aventura de la autogestión llevó a que en la actualidad la sala tenga sus propios técnicos de luces y sonidos, cuyos sueldos se financian directamente de lo recaudado por los espectáculos. Seara reconoce que esto fue un paso muy importante para La Experimental, aunque sabe que siempre se necesita “más apoyo” porque “ahora la sala necesita arreglos que son muy costosos y sabemos que el teatro no deja dinero”. Pensando en cómo afrontar esos gastos surgió la idea de, al igual que en Goes, crear una asociación de amigos que pueda manejar presupuesto y a través de la cual se acerquen donaciones de vecinos y empresas de la zona. En principio, será destinado a gastos de funcionamiento, aunque sus administradores se permiten imaginar que los ingresos alcancen para cubrir gran parte del total. “El alquiler de la sala tiene un costo que nos permite cubrir el presupuesto, pero si no tuviéramos que pagar eso podríamos hacer más cosas gratis”, comenta Domínguez. La relación con la comunidad Sea en Goes o en Malvín, los gestores de los centros culturales coinciden en la necesidad de implementar mecanismos efectivos de comunicación que permitan hacer conocidas las salas dentro de sus comunidades. Según Seara, la comunicación “es lo que más nos cuesta porque no podemos estar en todos lados, por lo que le pedimos a los artistas que también hagan difusión”. Domínguez complementa la idea, indicando que imprimen afiches e incluyen la programación en listas de correos electrónicos. Sin embargo, también asegura que “la gente tiene que buscar la información, porque no podemos llegar a todos los oídos”. Veneziano, en tanto, sostiene que la comunicación ha sido históricamente “la zona frágil” del medio cultural uruguayo. “Tiene que ser eficaz para la población en general, pero especialmente eficaz para el vecino”, afirma la gestora, explicando que la cercanía amerita otras políticas. “No es con grandes campañas en la prensa que se le llega al vecino, hay que generar otro tipo de vínculo y de repente lo convences golpeándole la puerta para pedirle un favor”, comenta.


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De puertas abiertas Elder Silva es desde 2001 director del Centro Cultural Florencio Sánchez, ubicado en el corazón –más sentimental que geográfico– del Cerro de Montevideo. A once años de haber asumido, recuerda que desde el primer momento el objetivo fue que la sala sea un espacio “para el barrio y para la ciudad”. Periodista y poeta, Silva asegura que aprendió el oficio de gestor cultural “en la práctica”. Tal parece que lo aprendió bien, porque no son pocos los gestores de salas barriales que reconocen en el Florencio un ejemplo exitoso de descentralización cultural. Además, Elder es actualmente uno de los docentes de la carrera de Gestión Cultural en el CLAEH. Desde el inicio, tuvo clara una cosa: “Una sala tiene que dialogar con la comunidad”. Un concepto que según el director implica necesariamente escuchar a los vecinos, saber qué es lo que quieren para la sala de su zona y además hacerlos sentir orgullo con espectáculos de primer nivel. Quizás por esa concepción sea que el director del Florencio asegura que la puerta de su despacho en el teatro está literalmente “siempre abierta”. “Cuando empezamos, lo primero que hicimos fue una encuesta entre la gente que venía para saber qué espectáculos querían tener y el resultado nos sorprendió mucho”, recuerda Elder producto de que muchos vecinos pusieron a la música y la danza clásica entre sus principales preferencias. A partir de ese trabajo, el teatro logró empezar a instrumentar una programación anual que incluye tanto artistas “de primer nivel nacional e internacional” como barriales, que en la zona no son muy difíciles de encontrar. “En el Cerro vive el diez por ciento de la población de Montevideo y encontrás de todo: actores, músicos, bailarines”, comenta Elder, reconociendo que muchas veces –por la magnitud de la comunidad en la que está inserta– la gestión del Florencio Sánchez se asemeja mucho a la de una sala del interior del país. Para Elder, escuchar a los cerrenses ha sido fundamental para lograr que sientan al Florencio como suyo y no como una sala de la IM. La pertenencia llega incluso a que los vecinos no duden en increpar al director cuando las cosas no salen como deberían. “A veces vienen y me preguntan qué pasó con tal espectáculo que no funcionó”. Ahora bien, la relación con los vecinos

no se construye únicamente con propuestas escénicas y se afilia a la teoría de que un centro cultural deber ser mucho más que un teatro. Por eso, desde el comienzo el Florencio sumó talleres artísticos y programas de extensión con escuelas de la zona. Así nació el programa Fuera del Aula, para que niños del barrio asisten a espectáculos dentro del horario escolar. Este tipo de experiencias, así como la posibilidad de que la sala pueda albergar distintos tipos de propuestas (teatro, cine, danza, exposiciones y conciertos de la Banda Sinfónica o de la Orquesta Filarmónica de Montevideo) permiten que el Florencio tenga más herramientas para atraer público a sus salas. Por esa razón, no dudó un segundo en abrir las puertas cuando un grupo de artistas del Cerro se juntaron para realizar un espectáculo. Tampoco lo hizo cuando, en 2011, médicos del Centro Coordinador del Cerro lanzaron un concurso de literatura infantil con los niños que se atienden en la policlínica del barrio y solicitaron utilizar el Florencio para la entrega de premios. Ya en 2012, el centro cultural “tomó el guante” y colaboró con la organización del evento. Al igual que lo hacen desde algunos años todos los centros culturales de Montevideo, el Florencio Sánchez recibe varios espectáculos producidos por el programa Esquinas de la Cultura, generalmente con entrada gratuita. Sin embargo, el éxito de la sala radica en haberse consolidado como un espacio capaz de producir su propia agenda, sin necesidad de recurrir a los espectáculos producidos por el Departamento de Cultura de la IM. De hecho, además de captar el interés de los artistas barriales, el Florencio es sede de espectáculos de varios artistas ya “consolidados” en la escena artística montevideana. “Buitres y Trotsky Vengarán tocan siempre una vez al año y han venido otros artistas importantes como No Te Va Gustar, Daniel Viglietti y hasta el ballet ruso Bolshói”, recuerda con orgullo el gestor. Para estos artistas, el Florencio no es una sala barrial de Montevideo, sino una alternativa viable para realizar espectáculos en un espacio techado, sin el temor de que al alejarse del centro se pierdan espectadores por el camino. Pero no todo son rosas para el Florencio, ya que su director reconoce que hay desafíos que aún no se han podido cumplir.

elder silva. foto: manuel larrosa

El más importante, y casi como un eterno karma de los gestores culturales uruguayos, es “la comunicación”. “Todavía hay gente que no se entera de las cosas que pasan”, menciona Elder, reconociendo el problema, mientras recuerda que recientemente el teatro acordó con el Municipio A –que incluye al Cerro y La Teja, entre otros barrios– la colocación de carteles con la programación de la sala en los principales cruces de calle de la zona. Mientras tanto, continúa apelando a los trípticos con programación mensual que los vecinos reciben en mano y espacios en el sitio web www.elcerro.com.uy y en la radio comunitaria El Puente FM. Elder quiere mejorar varios de estos as-

pectos, pero reconoce que “el presupuesto no es suficiente”. Un combate que, como gestor de una sala como el Florencio Sánchez, debe dar con la IM. Falte o no dinero, la sala cerrense representa en la actualidad el paradigma de lo que debería ser un centro cultural barrial de una ciudad como Montevideo. Quizás gran parte del éxito haya que dárselo a un barrio que es casi una ciudad, pero en todo caso Elder tuvo el mérito de mantenerles abierta la puerta de su despacho. Sergio Pintado

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revistas culturales en argentina

Y hacen revistas en la tempestad Estamos lejos. Las revistas culturales independientes argentinas tienen un quiosco propio y una asociación integrada por 236 revistas. ¡Tienen doscientas treinta y seis revistas! Y trabajan juntas. Si estás en Buenos Aires y vas por el Abasto y justo agarrás Corrientes al 3307 vas a ver una estructura amarilla que te va a llamar la atención. Es un kiosco, sí. Todo amarillo con intervenciones en negro. Ojito que es Argentina y esto no tiene nada que ver con Peñarol, eh. En ese quiosco no vas a ver los culos y las tetas de toda la farandulería argentina. Nada de fotos in fraganti con titulares pedorros como las que copan los demás puestos de la ciudad. Desde mayo de 2012, en un proyecto en conjunto del colectivo Ají de Tierra del Fuego, Futuro Trans (creador de la revista El Teje) y Cooperativa Lavaca (editora de la revista MU) se inauguró el primer kiosco de revistas culturales argentinas que funciona de 8.00 a 18.00 horas. Lo llamaron El Kioskito, Punto de Encuentro de Revistas Culturales y por ahora, si te parás frente a él vas a poder encontrar más de cincuenta revistas, grandes, chiquitas, tapa satinada, tapa sin satinar, blanco y negro, colores, variedad, mucha variedad, y si te gustan vas a estar un buen rato para elegir el arsenal de lectura que te vas a meter en la mochila o el portafolio o en tus dedos y ojos. En el kiosco podés suscribirte, pedir números viejos, conseguir descuentos por compras grandes, y además suelen convidarte con un mate. Ingrid Beck, directora de la filosa revista Barcelona, cuenta que a su publicación la creación del kiosko no le significó cambios trascendentales debido a que tiene una distribución masiva de miles de ejemplares, pero sí fue importante para las revistas más chicas, que necesitan más y mejores puntos de venta en Argentina. Leandro González de la revista Ají de Tierra del Fuego, cuenta que la creación del Kioskito fue un trabajo colectivo básicamente entre cuatro personas que se pusieron de acuerdo para que se concretara, pero afirma que es real gracias a la cantidad de revistas que se editan en todo el país. Como todas las construcciones colectivas cada uno pone lo que mejor le sale, organizar, administrar o atender al público. Y además cuenta que en dos semanas estarán abriendo el segundo Punto de Encuentro de Revistas Culturales en Ushuaia. Una vaca con todas las tetas Estaba haciendo la cola para el baño en Punto de Encuentro mientras, afuera, la calle estaba cortada frente al local de lavaca, un medio de comunicación argentino de pe a pa. Adentro, en el rinconcito de los libros de MU estaba Marlene Wayar (ahora me doy cuenta que era ella), jugaba con dos niños a los que cuidaba. Es la directora de la revista El Teje, la primera publicación trans

el kioskito, punto de encuentro de revistas culturales. fotos: gentileza de lavaca

argentina. Marlene es alta, parece suave, es travesti y si vas al Kioskito es probable que seas atendido por ella. Allí las revistas llegan directo del editor al lector. El tamaño de la lista de publicaciones que pueden encontrarse ahí marca la tendencia de la fuerza que tienen hoy este tipo de revistas en el país vecino. De adentro para afuera anda Claudia Acuña. Mira el recital de poesía, atiende el bar de lavaca. Es una mujer locomotora, avasallante, con mucha fuerza, hipnótica. Ejerció el periodismo en medios como La Razón, Perfil, Página 12, Revista Viva en Clarín, Revista Tres Puntos, y también se alejó de ellos. Ahora integra el colectivo lavaca y hace un periodismo que coquetea con la crónica, comprometido, incisivo y de una lectura que se goza como el resto de la revista. Además de un periódico, lavaca es una cooperativa que trabaja desde 2001 y engloba una agencia de noticias, una cátedra autónoma de comunicación social, programas de radio, un bar y centro cultural llamado MU, Punto de encuentro, una distribuidora de libros independientes, una editorial y MU. Esta revista sale una vez por mes, tiene contenidos exquisitos, una fotografía por demás interesante, y un tiraje de 10.000 ejemplares que se agotan. Claudia cuenta que en el kiosco está pues-

to en acto el espíritu social de la asociación. El kiosco lo sostiene el grupo Futuro Trans, “un colectivo que trabaja con identidades sexuales diferentes a la heteronormativa, y representa en sí mismo una acción cultural política que está allí, todos los días por medio de Marlene, representando a las revistas culturales. Y que esas revistas sean su sustento. Podría haber fallado por ambos lados: ya sea porque no se vendieran lo suficiente como para sostener el emprendimiento o porque el colectivo, que no tiene experiencia de continuidad laboral (no considero que la situación de prostitución entre en esta categoría) no supiera o pudiera cumplir con su parte, que implica abrirlo siete días a la semana en dos turnos de seis horas”. Creyeron en el proyecto y ahora es un éxito, las revistas se venden y esto funciona. Claudia piensa que además, el kiosco les permite estar cara a cara con sus lectores y conocer su opinión face to face. Fin del mundo Usuahia es conocida como el fin del mundo. Está abajo del todo de Argentina. Si uno cierra los ojos lo imagina helado, blanco transparentoso y frío. Allí, trabaja un colectivo llamado Ají que calienta el hielo sin derretirlo: no en vano llaman a este lugar tan

resbaladizo Tierra del Fuego. Ají Picante es el nombre de su revista. Son de “la Patagonia austral, más al sur de lo que la mayoría cree, donde siempre hace frío, donde los inviernos son extremadamente oscuros y los veranos de días eternos, donde el anarquismo se hizo carne a principios del siglo pasado y hoy resurge en el corazón de muchos”. Así define Leandro, uno de los integrantes del colectivo, a su tierra. Son un grupo de personas que trabajan en Río Gallegos, Punta Arenas, Río Grande y Ushuaia de manera colectiva, autogestionada y despersonalizada, que hace tiempo decidieron no visibilizar personas sino luchas, ideas y movimientos. Ají es un espacio de comunicación que surgió hace siete años ante la necesidad de construirse como comunidad más allá de lo que dicen los medios de comunicación masivos y el Estado. “Fue una construcción colectiva, horizontal, que salió sola, sin pensarlo. Hoy editamos un periódico, una revista, fanzines y libros, que salen cuando quieren del formato que nos pinta y sin cumplir con casi ninguna regla del mercado. Es una mutación constante que se hace eco de la realidad de nuestra región patagónica. Solo por casualidad no hay ningún periodista en el proyecto. Tampoco nos junta-


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mos a debatir temas ni a pensar demasiado, simplemente dejamos que surja libremente: ese es nuestro filtro para que no se metan caretas ni intelectuales que siempre terminan buscando la verticalidad en las cosas”, cuenta Leandro. En cuanto a la financiación del proyecto, salen cuando tienen plata y financian las publicaciones con dineros que surgen de otras actividades. Las tiradas generalmente son de mil ejemplares y colaboran en el proyecto más de veinte personas, aunque nunca hicieron una lista ni una reunión específica de tinte editorial. Algunos son amigos, otros se conocen por mail y otros ni siquiera se conocen entre ellos. “Nos juntamos a tomar un vino, a acompañar una lucha barrial o hacer una pintada y van saliendo las cosas. Hay algo que sí tenemos claro y es que no queremos repetir el modelo dominante, sólo queremos ser libres” resume. Unidas Lo más complicado de sacar una revista cultural (además de los costos desquiciados de la imprenta) es la distribución. “Con la caída de las ventas de revistas, desde hace un tiempo los distribuidores están buscando formas de mantenerse en el negocio y han optado por tarifas fijas que perjudican principalmente a las revistas independientes que se sustentan con las ventas y no con publicidad. Los grandes medios comerciales venden cada vez menos ejemplares pero siguen teniendo buena pauta publicitaria y ese nuevo esquema de costos no los afecta. A nosotros, sí”, cuenta Diego Gassi, director de la revista de rock Dale. Ingrid Beck comenta que la ausencia de recursos es uno de los inconvenientes más pesados para una publicación cultural. “No hay apoyo estatal ni privado para este tipo de publicación. Su éxito o su fracaso dependen de los circuitos de distribución, que jamás los benefician”. La creación del kiosco fue precedida por la creación de la Asociación de Revistas Culturales Independientes Argentinas (AReCIA) en 2011. Claudia Acuña es la presidenta, y afirma que casi todas las exigencias que la asociación reclama al Estado están reflejadas en el proyecto de ley que redactaron e impulsan para que se sancione. “Son básicamente tres: la primera, que no nos saque plata. Es decir, que el Estado reconozca el esfuerzo de haber creado publicaciones, producciones y puestos de trabajo sin ayuda y autogestivamente, quitándonos el peso de los impuestos. Si cada publicación recibiera ese alivio, que consume más del 25% de sus ingresos, estaría en otras condiciones de dar batalla por su sostenibilidad. El segundo es que se regule por ley la participación en la pauta oficial de todo el sector, hoy totalmente ausente a la hora del reparto de esos dineros públicos. No pedimos pauta, sino la creación de un fondo cuyo monto sea equivalente al 20% del total de la pauta oficial. Si el Estado quiere que ese dinero salga de allí o crea otra forma de sostenerlo, es su problema. El nuestro es democratizar el reparto del dinero público, hoy concentrado en los medios comerciales, incluso los que el gobierno señala como sus máximos enemi-

gos. El tercero es la discriminación positiva. Esto es: el Estado debe privilegiar el sector de la prensa cultural autogestiva. Queremos tener prioridad porque creemos que el brazo del Estado tiene que ser más largo para llegar a los que menos pueden. Tanto en relación a las revistas culturales como hacia cualquier otro sector social marginado por el mercado y las políticas públicas”. AReCIA ya tiene logros concretos como un convenio con el Correo Argentino que les permitió reducir la tarifa en casi un 60% y lograr así fortalecer las posibilidades de distribución. En abril de 2012 se realizó la entrega de Premios AReCIA a tres revistas que cumplían 20 y 25 años de trayectoria, “una forma de hacer visible que las revistas sobrevivieron a tormentas tremendas (como el corralito del 2001) porque basaron su trabajo en la colaboración y no en la competencia. Son pequeños pasos que damos en una dirección: fortalecernos grupalmente”, afirma Acuña. Fueron premiadas Diarios de Poesía, El Amante y Kiné. Ahora están organizando el Primer Foro Social de Revistas Culturales, que se realizará entre el 11 y el 14 de octubre, como espacio para compartir formación e información, pero también para darle visibilidad social a todo el sector. Dale Diego Gassi cuenta que la asociación de rev istas culturales existía desde mucho tiempo antes que se creara AReCIA. Varias publicaciones funcionan y sobrev iven ay udándose constantemente: compartiendo información sobre mejores condiciones de imprenta, repartiendo gastos de determinadas acciones que sir van a todos, pensando soluciones a problemas comunes, distribuyendo conjuntamente, etc. Cuenta que un caso representativo es el de El Amante y Haciendo Cine, las dos revistas independientes sobre cine que a simple vista son competencia y, sin embargo, están en constante intercambio. “Dale no estaría en la calle de no haber sido por AReCIA. Además de toda la información y contactos que obtuvimos de las reuniones (aunque empezamos con la revista antes de que se formalice la Asociación) fue muy importante el efecto contagio: nos sentimos respaldados y alentados por gente que consideramos referentes como periodistas y como editores”, dice. “Estar en la calle número a número, recibir emails con felicitaciones, reclamos, comentarios, sugerencias... Nosotros no consideramos a las grandes publicaciones como la competencia en un plano de quién factura más o quién vende más ejemplares porque la respuesta es obvia. Para nosotros, el gran mérito es seguir saliendo. Cada número en la calle es un triunfo”. En Uruguay, solo cruzando el charco, existieron muchas revistas culturales emblemáticas que contribuyeron a la reflexión y crítica de la cultura. Hoy el sector se encuentra débil, en construcción y solo, muy

solo. Si bien en el Fondo Concursable para la Cultura del MEC existe una categoría que apoya a las revistas culturales, lo cual es un logro importante, falta capacitación, faltan herramientas para la gestión, falta unirse, falta conversar y discutir, falta comunicación entre quienes hacemos esto, falta un sistema de distribución que no nos complique la vida a quienes tenemos un bajo tiraje, faltan más revistas con las que conversar, faltan medios que estén más cerca de los lectores, faltan periodistas que se compro-

metan con sus textos más allá de poner su firma debajo de la nota, falta que los centros educativos donde supuestamente se enseña comunicación brinden herramientas para la autogestión de medios independientes. Falta mucho por aprender, pero aparentemente no hay quien enseñe. Argentina no está tan lejos a veces. Falta una asociación. Yo la tiro. Hay que ver ahora, cuántos somos para agarrarla. Denisse Ferré

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El Boulevard

El boom del documental uruguayo

Desde el llano y con altura El cine documental se encuentra en un momento de auge a nivel mundial. El abaratamiento de los costos de rodaje lo han vuelto un terreno sumamente recurrido por jóvenes y cineastas primerizos, y en los últimos años su existencia se ha multiplicado hasta niveles impensables. Uruguay no es la excepción a esta tendencia mundial. Las razones para explicar el fenómeno son muchas, y probablemente también sean insuficientes: el aumento de los incentivos y los fondos públicos, la profesionalización del sector -afirmado con la existencia de varios institutos formativos locales- y su presencia creciente en festivales de todo el mundo, los cambios y los abaratamientos tecnológicos, la disponibilidad de fondos internacionales específicos. También, y nada menor, la influencia de las redes sociales y su capacidad de establecer contactos a distancia entre los diversos especialistas y técnicos dedicados al rubro. Pero de todos modos es imposible establecer las verdaderas razones para un estallido de creatividad localizada como el que se ha dado a nivel documental en nuestro país a partir de los años 2007 y 2008 y que parecería continuarse hasta el día de hoy. Es en torno a esos dos años que puede verse con claridad el boom, no sólo respecto a la indiscutible calidad sino también en cuanto a la cantidad. Sólo hace falta dar un vistazo por la lista de las películas estrenadas: La sociedad de la nieve (Gonzalo Arijón, 2007), Decile a Mario que no vuelva (Mario Handler, 2007), Hit (Claudia Abend y Adriana Loeff, 2008), D.F. Destino final (Mateo Gutiérrez, 2008), Siete instantes (Diana Cardozo, 2008), Cachila (Sebastián Bednarik, 2008), El círculo (José Pedro Charlo y Aldo Garay, 2008). Hit marca un antes y un después en el documental uruguayo. Con un lineamiento amplio y abarcador, con figuras representativas de la canción uruguaya (desde La Vela Puerca -cuyos aportes, vale decir, son prácticamente nulos- hasta Aníbal Sampayo, pasando por Rumbo, Fernando Cabrera, Urbano Moraes y un largo etcétera) que pudieran interesarle a un público variado, dotado de una estructura dinámica y atractiva, logró darle un perfil joven a una propuesta documental sólida. Gracias a un acertado trabajo de difusión, el documental se posicionó en la vía pública y de alguna manera ese Hit marcó un precedente y prefiguró el taquillazo popular del que hoy goza 3 millones. Quizá en su momento la crítica no le correspondió como lo merecía y la película, vista hoy en perspectiva, es meritoria por haber logrado extraerle opiniones y sentimientos, poco antes de su muerte, a Sampayo -en un notable tramo inicial en el cual el equipo viaja a su pueblo-, a Horacio Buscaglia, al Canario Luna. Y un loable acierto fue hacerle a los entrevistados una pregunta imposible de contestar: “¿Qué debe de tener una canción para volverse un hit?”. Así logró captarlos

Catálogo de documentales uruguayos 1985 - 2009. imagen: Manuel Larrosa

en la duda, en la reflexión, en esos momentos en que las fachadas se rompen y surge la introspección. Los músicos como seres humanos, y el cine con mayúsculas. Con una temática totalmente distinta Decile a Mario que no vuelva no fue menos meritoria y aportó reportajes inolvidables, entre los que se cuentan algunos testimonios terribles y temerarios, como el del mismísimo Pajarito Silveira contando muy suelto de cuerpo su vida como torturador y carcelero o los de algunos presos de larga data como Yessie Macchi o Mauricio Rosencof. Y qué podría ser más conmovedor y cinematográfico que el descarnado testimonio de Fernando Frontán, llorando frente a cámaras, increpando al destino por al daño atroz que los militares perpetraron a nivel mental y cultural a un país entero. El pasado reciente, en concreto la dictadura, es un tema extremadamente recurrido por los documentales uruguayos de hoy, algo que sin embargo no se ha extrapolado a la ficción, o al menos no al nivel esperable. Por el momento ningún abordaje cinematográfico de la época supera a la brillante 7 instantes, seguramente el mejor cuadro expositivo de lo que fue el movimiento armado MLN-Tupamaros: una serie de despojados testimonios, abordados sin los obs-

táculos de la heroicidad o la condena. Si la dictadura ha sido el tema más visitado en los documentales recientes -con más de una decena de ejemplos-, Henry Engler debe ser entonces el personaje que más ha rendido. Y si El círculo es una de las mejores películas de esta camada, es sobre todo porque Engler es un personaje poliédrico como pocos, adorable y brillante, llano y genial, inverosímil en su zigzagueante devenir vital. El círculo confirmó una vez más a Aldo Garay (Mi gringa, retrato inconcluso, Yo, la más tremendo, El casamiento) como uno de los documentalistas uruguayos del momento, ante todo por su acierto en saber dar con personajes llamativos e inmensos y por el cariño, la templanza y la atención con que los enfoca (ya sean marginales, travestis, boxeadores evangelistas o científicos ex guerrilleros). Y si cabe hablar de otro gran documentalista al mismo nivel, y también de alguien que parece atravesar por un gran momento, ese es Sebastián Bednarik (La Matinée, Cachila, Mundialito) un cineasta que ha sabido trasladar a una audiencia ajena hacia la mismísima “cocina” de una murga o de una comparsa, de modo que viva su energía interna, su funcionamiento intrínseco, que conozca de cerca sus personajes,

su relevancia y su historia. Mundialito es otro impagable abordaje al período de la dictadura y expone una premisa particularmente llamativa. ¿Cómo es posible que un triunfo uruguayo en un campeonato de nivel mundial haya sido eficazmente borrado de la memoria colectiva, de los anales de la historia futbolística, del imaginario social? ¿Cuánto peso puede tener la culpa y la vergüenza de haber vivido una victoria promovida desde el poder militar? Vistos todos estos extraordinarios ejemplos y alguno más, puede afirmarse que el futuro próximo del documental nacional se augura prolífico -hay cerca de una decena de películas en puerta, en las etapas finales de la posproducción- y cualitativamente notable. Lo que más bien escasean son las correspondientes ventanas de exhibición que puedan hacerles justicia, para procurarles un mínimo de réditos a sus esforzados realizadores, para que el público uruguayo pueda entrar en conocimiento de su existencia y que finalmente pueda acceder a ellos. Diego Faraone


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AZUQUITA PA’L CAFÉ

LA TORRE DE LOS PANORAMAS

El gigante dormido A principios de este siglo, la cumbia uruguaya aún no había podido convivir con ese extraño hueco que años atrás había dejado la disolución de Karibe con K. Nada había quedado igual en el ambiente y en lo artístico. La banda más importante de la historia cambió todo pero no dejó instrucciones para seguir. Algo se sabía: la cumbia tenía la posibilidad de ampliar su público y salir del nicho que durante décadas había habitado. Sin embargo, quienes agarraron la posta eligieron la triste opción de intentar limpiar y maquillar esa expresión saludablemente impura, quitarle la influencia tropical e insertarle el chip del pop noventero, dejar de recorrer bailes de cumbia y cantinas para ganar terreno en cumpleaños de 15 y fiestas elegantes: a ese engendro había que bautizarlo y se le llamó pop latino. La fórmula era exitosa y muy fácil de seguir. De ese modo, se multiplicaron las bandas, todas iguales, todas con canciones muy similares, casi calcadas entre sí. Las discotecas pasaron a contratar sólo a bandas de ese estilo. Muchas de las viejas desaparecieron, algunas como Nietos del Futuro intentaron sin éxito aggiornarse, otras sobrevivieron dignamente o negando la influencia, como en el caso de Sonora Borinquen, o tomándola para crear buena música y no basura en serie, como La Cumana. Dentro del pop latino hubo bandas que también lograron buenas creaciones, L’Autentika (apoyada en una flor de banda que era la base de Karibe con K), Los Fatales y fundamentalmente La Furia. Esta tendencia fue tan dañina como corta, y hacia mediados de 2003 la vieja cumbia uruguaya volvió con todo, basada en bandas que sobrevivieron como Sonora Borinquen, pero sobre todo en dos solistas que comenzaron a poner sobre la mesa temas nuevos y una nueva forma de dialogar con la tradición sin ignorarla: Gerardo Nieto y Rolando Paz. Empujados por este renacer, volvieron a sonar en las radios y a tener una fuerte presencia en los bailes la plena y la cumbia romántica herencia de Karibe con K, El Cubano de América o Sonora Palacio. Solistas como Martín Quiroga o Alex Stella, y bandas como La KGB, La Revancha, La Sabrosura, L’Autentika y La Cumana vuelven a configurar el movimiento desmantelado. Sin embargo, en el presente nos encontramos con una extraña situación. No sólo dos de las bandas más emblemáticas del pop latino (Chocolate y Monterrojo, que además siguen haciendo el mismo show de siempre) han resurgido de las cenizas y gozan con cierta popularidad creciente, sino que en muchas se han visto tics o influencias marcadas del viejo pop latino. Incluso lo que podría ser preocupante es que dentro de esos ejemplos estén bandas como La Cumana o L’Autentika. Sin desmerecer a nadie, simplemente hablando de música y de gustos, y defendiendo

siempre la idea de que todos los músicos laburen haciendo lo que quieran, es evidente que el pop latino resurge cuando la cumbia tradicional baja su nivel o su intensidad. Veamos por qué podría pasar esto en la actualidad. En cuanto a las bandas, es notoria la baja de nivel de La nueva KGB desde la partida de su cantante Carlos Corti y también lo mucho que ha caído La Revancha, una de las más importantes de los últimos años. Esto se suma a algunas malas decisiones de L’Autentika (a pesar de buenas cumbias románticas cantadas excelentemente por Damián Lezcano) o La Cumana que viene zafando con la incorporación del gran cantante Bocha Lozano (ex Cubano de América), sin dudas uno de los mejores solistas del momento que impresiona con su vigencia en la interpretación. La situación de los solistas es un poco más esperanzadora aunque muy variable. Denis Elías había ganado en buena ley un lugar dentro de los solistas importantes de la plena, pero en su mejor momento su música viró desde una plena enérgica y el rescate de clásicos del género a interpretaciones melódicas y poco tropicales (por más que en vivo sigue fiel a su viejo estilo). Martín Quiroga sigue siendo el rey indiscutible de la interpretación de plena, pero sus apariciones y desapariciones constantes y la ausencia de un disco que reúna sus múltiples trabajos hacen que nunca termine de consolidarse. Lo mismo sucede con Alex Stella, quien luego de su paso fugaz por La Kexu se ha dedicado exclusivamente a cantar sus viejos éxitos (por cierto de muy buena manera siempre). Rolando Paz no ha presentado nuevo material, y Gerardo Nieto está en estudio grabando su nuevo disco. Los adelantos que se han dejado oír por ahí anuncian que será uno de los mejores de su carrera, continuando el camino de Punto G y G.C.P. y con una forma de cantar que parece mejorar con los años. Entre toda esta quietud quien está brillando es Carlos Corti, que luego de su partida de La Nueva KGB formó una tremenda banda y con un repertorio de plena potente sumado a su excelente modo de cantar y su vasto registro ha puesto en la calle una buena cantidad de canciones imperdibles y se está consolidando quizás como el solista del momento. A no dramatizar: si bien es cierto que cierto pop latino y una pésima cumbia wachiturra (con excepción quizás de los propios Wachiturros) están ganando terreno, las cosas pintan para que cuando la movida de cumbia despierte de este momento de letargo, volvamos a disfrutar de una cumbia uruguaya que si sobrevivió al principio de este siglo, ya es casi inmortal. Diego Recoba

La vida secreta de las palabras El lunes 11 de junio, cuando la intendenta de Montevideo Ana Olivera convocó a los vecinos de Parque Batlle y Pocitos para tratar temas relacionados a la basura, nadie se imaginó que la reunión terminaría siendo el funeral de la palabra compañero. El incidente sucedió en momentos en que el senador Carlos Baráibar, sin ningún sentido de la ubicación y atropellando la lista de oradores, no tuvo mejor idea que cerrar una especie de pedido de calma con el repetido hasta el hartazgo vocablo. Fue como tenerlo en la cornisa de un décimo piso y propinarle un empujoncito. En segundos la reunión se agitó y se escucharon frases como “yo no soy compañero tuyo”. El hecho se convirtió rápidamente en acontecimiento, ya que una cámara captó el momento y a las horas circulaba el video por redes sociales y otros medios de comunicación. Si tomamos por cierta la idea de que en Uruguay existe una hegemonía cultural de izquierda podemos suponer que este acontecimiento marca un mojón en este orden. Algo así como el primer mártir. La palabra compañero sobrellevó más de cuarenta años al servicio de la supuesta hegemonía. En algún momento al noble significado se le adhirió una especie de mochila ideológica de tal magnitud que el signo quedó encriptado en los ambientes vinculados a los partidos de izquierda, los sindicatos y los movimientos estudianti-

les. A pesar de que disfrutó de gran popularidad en todo el país tuvo un predominio mayormente urbano. Hubo cantores compañeros, murgas compañeras, poetas y escritores compañeros, radios compañeras, periodistas, representantes, empresas, cooperativas y un largo etcétera. Tomado como adjetivo, fue una especie de cocarda, un certificado de adhesión a la causa. La cuestión era estar o no incluido en el compañero casi como si se tratara del término nosotros. La lengua muta, se renueva. La inmovilidad del lenguaje es en definitiva nuestra inmovilidad. El desgaste de compañero es visible en otros términos y frases hechas que habitualmente usamos. A casi 30 años del fin de la dictadura y a 20 de la caída del Muro, parece haber llegado la hora de discutir, desde lo más profundo, nuestro lenguaje. Cambiemos de una vez la dicotomía de las palabras capital e interior. Vaciemos popular y pongámosle otros sonidos y colores. Suplantemos oposición por algo más amable y menos mezquino. Fijemos límites más precisos y ambiciosos para renovación. Dejemos de vapulear al vocablo adolescente. Y sobre todo dejemos de preguntarnos ¿de qué hablamos cuando hablamos de cultura? ¡Concretemos! Este puede ser un buen tiempo para redefinir futuro. Esa palabra que describe lo que queremos ser. Daniel Machín

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SURGIMIENTO Y PANORAMA ACTUAL DEL ”NUEVO CINE ARGENTINO”

Fotogramas de la nueva ola A fines de la década del noventa un grupo de cineastas argentinos estrenó sus primeras películas. Las diversas propuestas no necesariamente tocaron temas en común pero intentaron retomar la utilización de géneros cinematográficos, algo que el cine argentino había perdido en décadas anteriores. Si bien el germen se encuentra en películas como Rapado (Martín Rejtman, 1992) o Picado fino (Esteban Sapir, 1993), el tiempo ha puesto a Pizza, birra, faso como la piedra basal de este movimiento. El debut cinematográfico de Israel Adrián Caetano y Bruno Stagnaro es una historia sólida, producida de manera austera. El periodismo y el público reaccionaron positivamente ante la propuesta y, de un momento a otro, se habló de una renovación en el lenguaje. Es en la revista especializada El Amante que se empieza a denominar este movimiento como “nuevo cine argentino”. Pero no era la primera vez que se hablaba de una renovación en el cine de Argentina. El término ya había sido acuñado para designar al movimiento que apareció tras el Golpe de Estado de 1955. Directores como Leonardo Favio, Rodolfo Kuhn y Hugo Santiago, sus mayores exponentes, fueron responsables de desestructurar el relato cinematográfico, inspirados principalmente por las vanguardias europeas que empezaban a asomarse. El (nuevo) “nuevo cine argentino” es el resultado de la aparición de nuevas escuelas de cine a mediados de los 90 y de la sanción de la Ley de Fomento y Regulación de la Actividad Cinematográfica Nacional en 1994, que promovió una nueva política de financiación sustentada en un aumento del impuesto a las entradas de cine. Así, el presupuesto del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) aumentó y permitió la implementación de créditos, subsidios y concursos para fomentar la producción nacional. Es precisamente uno de esos concursos de cortometrajes el que serviría de semillero para esta nueva generación de directores: Historias Breves. Por primera vez, directores como Daniel Burman o Lucrecia Martel tuvieron oportunidad de estrenar un trabajo ante público. El proyecto fue un éxito, tanto en la crítica como en respuesta del público: 12.000 espectadores (una cifra inédita para ese momento). Los festivales de cine sirvieron también como ventana para que los estudiantes pudieran mostrar sus producciones. En 1996, tras 26 años sin realizarse, vuelve el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y en 1999 el primer Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI). Tras el estreno de Pizza, birra, faso, y gracias al interés renovado por las películas argentinas, se le presta atención especial a los nuevos estrenos. Algunos siguieron explorando realidades marginales (Mundo Grúa; Pablo Trapero, 1999) o fueron producidos de manera austera (Bonanza; Ulises Rosell, 2001). Otros directores prefirieron apelar a los géneros cinematográficos más clásicos como el policial en Nueve reinas (Fabián Bielinsky, 2000) o a temas más cercanos a la cotidianeidad del espectador medio (Felicidades; Lucho Bender, 2000). La influencia de este fenómeno alcanzó a cineastas con experiencia en el medio. El caso más notorio es el de Carlos Sorín:

la ciénaga (2001). fotograma

trece años después de su última película, estrenó la multipremiada Historias mínimas (2002) y El perro (2004). Ambas fueron reconocidas por su sencillez y falta de pretensión y consiguieron ser estrenadas a nivel mundial. Los festivales europeos comenzaron a programar películas argentinas dentro y fuera de competencia y Europa se interesó en este tipo de producciones, aportando capital económico o de producción. El caso más conocido es el de la segunda película de Lucrecia Martel, La niña santa (2004), coproducida por Pedro y Agustín Almodóvar. Películas como La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001) o El abrazo partido (Daniel Burman, 2004) ganaron premios en Berlín; Mundo Grúa participó en festivales en Toulouse y Rotterdam. El apoyo económico del exterior mediante becas, fundaciones o festivales permitió que otros mercados invirtieran en la cinematografía argentina para solventar varias producciones afectadas por la devaluación del Peso argentino en 2002. El apoyo del INCAA nunca cubrió el total de una película sino simplemente una porción del presupuesto. Tras el fin en 2001 de la paridad con el dólar, los costos se encarecieron de manera importante. Algunos productores y directores prefieren hacer películas chicas, sin necesidad de un presupuesto abultado ni de actores con caché ostentoso. La industria que más creció en esta época fue

la del cine publicitario. Aprovechando el nuevo cambio, productoras y agencias de publicidad prefirieron filmar en Sudamérica y contratar técnicos y directores locales. Estos trabajos permitieron la entrada de dinero en las productoras, que lo reinvirtieron haciendo cine. El final del “nuevo cine argentino” se ubica entre 2006 y 2007. Si bien no hay un hecho concreto que provoque la finalización de este ciclo, se podría decir que el término ya estaba agotado para ese entonces. Los directores a los cuales se les adjudicaba estar en esta suerte de vanguardia ya habían filmado varias películas y no había razón

para seguir hablando de novedad sobre alguien que ya está instalado en el medio. A pesar de que Thierry Frémaux, director del festival de cine de Cannes, haya dicho hace poco más de un mes que “los cineastas argentinos se suicidaron”, desde los últimos años el cine local está pasando por un buen momento, tanto por la cantidad y calidad de los estrenos como por la resonancia internacional que tienen algunos de ellos. Sin embargo, los dos estrenos más interesantes de los últimos años se han dado a nivel local y de manera totalmente independiente. En 2008 se estrenó Historias extraordinarias, un experimento cinematográfico que superpone tres historias sin ninguna conexión y con una duración inédita para el cine local: 245 minutos. Por otro lado, en 2011, apareció El estudiante de Santiago Mitre (guionista de Leonera y de Carancho) considerada como una de las mejores películas de ese año. Ambas fueron proyectadas en circuitos alternativos de cine, como el Museo MALBA, la sala Cosmos o diferentes festivales del país y del exterior. Sus limitados canales de proyección fueron compensados por un positivo boca a boca tanto por parte de la prensa especializada como del público. Estos últimos casos son solo la prueba de que se sigue intentando innovar y presentar propuestas diferentes, incluso por fuera del sistema. Aún es muy pronto para hablar de novedad, pero será cuestión de tiempo para que aparezca algún crítico con ansias de proclamar un “(nuevo) nuevo cine argentino”. Martín Vecchio

Filmografía recomendada Pizza, birra, faso (Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano, 1998) Garage Olimpo (Marco Bechis, 1999) Felicidades (Lucho Bender, 2000) Bolivia (Israel Adrián Caetano, 2001) El bonaerense (Pablo Trapero, 2002) El abrazo partido (Daniel Burman, 2003) La niña santa (Lucrecia Martel, 2004) El aura (Fabián Bielinsky, 2005) Una novia errante (Ana Katz, 2006) Aclaración: esta lista apunta a elegir una película por año, intentando no repetir directores a menos que sea completamente necesario.


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la columna puntiaguda

ficción

Conociendo la lluvia

¿Las bacasiones de himbierno? En la Antigüedad, los griegos celebraban el comienzo de las vacaciones de invierno con una ceremonia en la que ofrendaban a los dioses un rebaño entero de ovejas, que eran sacrificadas públicamente mediante sobredosis de drogas psicoactivas. Poco a poco, aquel ritual se ha ido transformando hasta convertirse en lo que actualmente conocemos como cartelera de espectáculos. No podemos concebir nuestras vacaciones de julio sin el nutrido abanico que nos ofrecen los cines y los teatros. Este año, entre los estrenos cinematográficos sobresalen los filmes Rocky XXXVII (en el que Sylvester Stallone debe enfrentarse a la temible Jeanne Moreau), Harry Potter y la Orden del Boston River (película en la que Dumbledore crea una organización secreta cuyos miembros están obligados a vestir siempre una camiseta con los colores verde y rojo), 150 watts (largometraje uruguayo en el que el personaje de Daniel Hendler es adicto a la cocaína), La lista de Splinter (película dramática en la que se narra la historia de una rata que ayuda a un grupo de tortugas a escapar de un recipiente en el que se hallan atrapadas), Butman (las aventuras del hombre pero) y Náufraga (espeluznante historia en la que Helen Hunt se despide de su esposo y se toma un avión que acaba cayendo al mar y ella es la única que se salva y nada hasta una isla en la que no vive nadie pero justo encuentra un campamento que dejó Tom Hanks y se queda ahí masturbándose durante cuatro años hasta que un día se hace una balsa artesanal y rema hasta Miami donde la acoge Emilio Estefan). Pero la oferta teatral no se queda atrás: gran éxito es lo que prometen obras como Perromaquia, Cómo evitar enamorarse de un columnista de El Boulevard y Yocasta se empoma al nene, entre otras. Sin embargo, en julio no todo es quedarse y salir. Es mucha la gente que opta por viajar, tanto adentro como para fuera del país. Algunas parejas alquilan una ca-

Por Jorge Alfonso

sucha en Piriápolis y se encierran a mirar series y mojar el bizcocho sin cesar; otras prefieren defecarse de frío en una carpa y encerrarse a comentar lo mal puesto que quedó el cubretecho y mojar el bizcocho sin cesar. También hay personas que se van solas y uno se pregunta cómo la pasan bien igual. Otra gente viaja con toda la flía y al final se quiere cortar las venas con una butifarra. Este año ya se ha hecho público el destino turístico de algunas celebridades. Se sabe que el presidente Mujica pasaría una semana estudiando la flora de la isla Martín García, que podría contener propiedades curativas para el reuma sindical. Por su parte, Pedro Bordaberry dedicaría unos días a un agradable retiro espiritual[1] y Tabaré Vázquez aprovecharía que no hay nadie para vetar alguna ley sin que se note mucho[2]. Carlos Benavides se iría con Aparicio a alguna parte. El Enano Teysera se instalaría en el campo para dedicarse a la recolección de bichos y flores. No te digo lo que piensa hacer Emiliano Brancciari porque no te va a gustar. Por otro lado, según la revista Caras[3], Victoria Rodríguez alquilaría un lujoso apartamento en el Complejo América. Pipí bombón. Chiche cucú. En fin. Como es notorio, troja son las posibilidades turístico-recreativas para estas vacaciones. ¿Vos qué vas a hacer? ¿A dónde vas a ir? ¿Eh? No entiendo. ¿Cómo decís? ¿Que sos de los infelices que no tienen licencia en julio? Ah, perdoná. Te juro que pensé que eras de los míos. Hacé de cuenta que no dije nada. No sé. Pensá en otra cosa. Prendé la tele, que está Tinelli. Prendé la radio, que está Petinatti. Comprá el diario, que está Fasano. Entrá a Facebook, que está Carballo. Entrá a Twitter, que está Julio César Gard. Mirate al espejo, que estás vos. Lo que quieras, pero cerrá la ventana que hace un frío terrible. Pobre la gente que tiene vacaciones con este tiempo... Javier Zubillaga[4]

[1] Muchos tienen la (ingenua) esperanza de que dicho retiro no sea sólo espiritual ni de unos días. [2] Siempre que cuente con la anuencia del Pentágono. [3] O Caras y Caretas. No recuerdo bien. [4] Ex subsecretario del MTTB (Ministerio de Turismo y Trata de Blancas).

ilustraación: guillermo hansz

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egún el abuelo es distinto. Las gotas de lluvia suenan de otra manera, son como plan, plin, plin. Estas en cambio caían con unos plaf, plof, o parecidos. Por supuesto, con mi hermana nos largamos corriendo a la calle. Hacía muchas décadas que no llovía, y como nunca habíamos visto gotas de lluvia creíamos que eran solamente una leyenda o una mentira de los adultos. Pero allí estaban. Por supuesto que sí. Julia y yo bailamos de felicidad en medio de la tormenta. Papá y mamá, siempre tan prudentes, nos miraban sonriendo desde la puerta. El abuelo, en cambio, me sorprendió; se mantenía callado, con los ojos fijos en las alturas. Justo él, que siempre estaba contándonos historias del agua del cielo y de las lluvias de su época de niño cuando nadie se extrañaba si varias veces por mes el cielo derramaba su sobrante de agua. Sobrante de agua... ¡Qué disparate! pensaba yo, que siempre había vivido con el racionamiento como única opción. Las corrientes de agua, el agua colorida y embotellada, los surtidores gratis o los manantiales de libre acceso me sonaban a ciencia ficción. Un rato después, cuando nos cansamos de bailar, de gritar como locos, de armar con la lluvia bolitas y tirarnos hondazos, observamos la cara triste y la mirada dura y fría del abuelo. En ese momento Julia y yo nos dimos cuenta que la lluvia no debía oler tan mal en su época. Mamá y papá, que tampoco habían visto nunca llover, le hicieron un gesto amenazador y le pidieron que se comportara o le meterían otro sedante. El abuelo bajó la cabeza, pero cuando la levantó y nos vio a mi hermana y a mí enloquecidos por el diluvio no pudo contenerse. –Eso no es lluvia –dijo. –¡Eso es mierda! Julia y yo nos miramos confundidos. Papá y mamá clavaron en él sus ojos furiosos. –Desengáñense, porque eso no es lluvia–insistió. –Es mierda, o estoy tan viejo o tan tarado que ya no me doy cuenta de las cosas. –Sí, capaz que un poco de las dos cosas –susurró mamá. Yo me quedé pensando mientras veía la lluvia que manchaba de marrón las paredes, y me iba a poner “meditabundo y ensimismado” como decía el abuelo, cuando una bola de lluvia lanzada con precisión por mi hermana me dio en plena cara, haciéndome olvidarlo todo. Hubiera querido preguntarle al abuelo sobre la lluvia de cuando él era chico, si olía tan mal como esta o si no se le parecía. Pero el sedante ya había hecho efecto. El abuelo dormía, y como otras veces, no lo despertaría ni un cañón.

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Gabriel Sosa, editor de Irrupciones

Excéntrico oriental gabriel sosa. foto: inéz páez

“El 98% de lo que se escribe es basura”, dijo Gabriel Sosa el año pasado en un encuentro de escritores en Paysandú. Era el único editor en las mesas redondas, y la frase enfureció a la mayoría de los presentes que rápidamente lo acribillaron. Esa misma noche, en un bar, los poemas de esos autores corroborarían la frase. En el cierre del evento, la crítica literaria Alicia Torres lo definió como un provocador. No le erró: provocar significa irritar, pero también generar. *** Según cuenta sentado en el living de su casa (40% libros, 5% gatos), sus padres, “latinoamericanistas, pero no guevaristas”, se mudaron a Piriápolis a mediados de los 70. Las ondas expansivas del boom latinoamericano aún golpeaban: recuerda haber visto una primera edición de Cien años de soledad en su casa. Cuando tenía 11 años canjeaba revistas de Archie y Superman en “lo de la Vieja Varlotta”. A veces ella no estaba, y quedaba a cargo su hijo. “Era algo terrorífico. Entrabas y no había nadie, y desde el fondo se escuchaba una voz grave que decía ‘deje la plata en el mostrador y lleve lo que vaya a llevar’. Yo dejaba los cinco pesos y me iba corriendo”. Esa voz de ultratumba era de Jorge, quien luego se convertiría en Mario Levrero. *** Otra frase: “Soy el último periodista autodidacta del país”. Dejó el liceo por la mitad, y después de trabajos varios arrancó en 1990 en el diario La Mañana bajo la promesa de que lo mandarían a cubrir el primer recital de David Bowie en Buenos Aires. Tenía 24 años. El día esperado llegó, pero “se empedó el encargado de los pases de prensa y no pasó por el diario”. Lograría ver al Duque años después, en el ‘98. Bowie se había vuelto un poco más electrónico, y

Sosa era crítico de cine en la revista Posdata. El hombre de las sentencias sigue: “Manuel Flores Silva [fundador de la revista] es el último empresario de la comunicación que hubo acá”. De su pasaje por El País Cultural, Sosa recuerda la cátedra de periodismo que era trabajar con su director, Homero Alsina Thevenet. “En una nota sobre cine, me corrigió el nombre de un director que había hecho una sola película en los años 40, que yo había tomado de IMDB [Internet Movie Data Base]. Yo le porfiaba y él me decía ‘no me interesa’. Seis meses después, el nombre estaba cambiado en IMDB. El viejo tenía razón. Ya no hay gente así”. Años después, Sosa le editaría un libro a su antiguo jefe. Alsina Thevenet, en la presentación, se regodeaba diciendo que era el primer libro uruguayo sin erratas. Desde el público, el crítico de cine Manuel Martínez Carril levantó la mano. Había llegado tarde a la presentación, pero ojeando el libro encontró dos errores. Del suplemento Qué pasa, de El País, lo quisieron echar cuatro veces. La quinta fue la vencida: “Me mandaron a cubrir un congreso de Brian Weiss. Un chanta. Él hablaba, te hacía regresar al pasado... Escribí la nota, la dejé armada y me fui de licencia. Cuando volví, me estaban esperando para echarme. Me dijeron que en el nuevo proyecto del diario lo mío no entraba mucho, de lo cual me alegro, viendo cómo es El País hoy. Después me enteré que una sobrina de un administrador del diario era seguidora de Weiss”. *** A Levrero lo conoció por el 2000, cuando lo entrevistó para la revista Latitud 30/35. “Se movía a 12 metros por hora. Decía ‘tenés que tocarme timbre a las 6:05 en punto’. Tenía dos botellas de agua a tempera-

tura ambiente, con y sin gas. Tomaba café y daba vuelta la taza para que no entraran hormigas. El tipo bajaba el volumen cuando lo grababan, de gusto, para que no se entendiera. Me llevó como tres días desgrabarlo”. Pronto se hicieron amigos. “Años después saqué mi primer libro Orientales excéntricos y se lo llevé, aunque sabía que no le iba a gustar. A los pocos días me mandó un mail diciendo que el orden de los cuentos en el libro no era el orden en que yo los había escrito. Y adivinó el orden en que los escribí, uno por uno. Nunca conocí a nadie que pudiera hacer eso. No digo que tenía facultades paranormales, pero le acertó”. *** “Anoche tuve una entrevista de negocios. Me visitó un hombre que se mueve con soltura y habilidad en el mundo empresarial, y escuchó atentamente la propuesta que quería hacerle. Al parecer, se interesó”. La cita es de La novela luminosa, y el hombre es, claro, Sosa. El negocio era De los Flexes Terpines, la famosa e inconseguible colección de libros de los alumnos del taller literario de Levrero. Allí publicaron autores de peso: Inés Bortagaray, Carlos Casacuberta, Felipe Polleri, Fernanda Trías y Olympia Frick (seudónimo de quien es hoy legisladora del Frente Amplio). “Pero Levrero era muy maniático, y el proceso de edición fue un infierno”. Poco después, Sosa editó Ya que estamos, un texto breve y surrealista de Levrero, en un tiraje de 100 ejemplares. “Estuvimos hasta las tres de la mañana mandándonos mails para negociar una cosa minuciosa, algo como que cada tapa tenía que pasar por microscopio. Uno de los trabajadores de la imprenta mandó por error un archivo sin corregir, lleno de erratas”. Cuando a Levrero le llegó el libro, fue una tragedia.

Proyecto seleccionado por Fondo Concursable para la Cultura – MEC

Llamó a Sosa a medianoche y le exigió que resolviera el asunto. “Le dije que al otro día de mañana iba a la imprenta. Resulta que esa noche, a las tres de la mañana, había mandado un mail a todos sus contactos, que eran la mitad del Uruguay, más o menos, diciendo que éramos unos ladrones, que yo era un pirata. Ahí me calenté y lo mandé a cagar”. La muerte de Levrero, a pesar de la distancia, no le fue ajena: “El tipo emitía radiaciones. Conocía a todo el mundo y nos movíamos en los mismos círculos, aunque no nos veíamos. Se sentía que andaba por ahí. Cuando murió fue como que se cortó una radio”. *** En mayo de 2010, Gabriel Sosa provocó Irrupciones Grupo Editor, nombrada en honor a la columna de Levrero en Posdata. Paradoja o no, más que editar, se pasa buscando plata. “Me reúno con gente del BPS, de la Biblioteca Nacional, de la Intendencia, para conseguir fondos”. Irrupciones lleva editados más de 20 libros. La colección Orientales está conformada por clásicos como Pedro Figari, Anderssen Banchero y Mario Arregui; la colección Excéntricos, a autores como Natalia Mardero, Daniel Mella, Elvio E. Gandolfo y Levrero. El último libro que editó, 22 mujeres, es una recopilación de cuentos de autoras locales que pretende atentar contra el “clubdetobismo” en la narrativa uruguaya. Sosa comenta que en lo que queda del año Irrupciones va a editar al menos a dos autores de peso, y mira la colorida colección (que, según él, es muestra del 2% bueno) con cariño, como si fuera un gato más. Se frota las manos. Tal vez piense en todo lo que le queda por provocar. Federico de los Santos


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