Felipe González - Estado Suspendido (Memorias de Grado)

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Universidad de Antioquia Facultad de Artes Departamento de Artes Visuales Medellín – Colombia 2017

Rector de la Universidad de Antioquia Mauricio Alviar Ramírez Decano de la Facultad de Artes Gabriel Mario Vélez Salazar Vicedecano de la Facultad de Artes Alejandro Tobón Restrepo Jefe del Departamento de Artes Visuales Bernardo Barragán Castrillón Coordinador Área Talleres Integrado y Grado Armando Montoya López Asesor de Memorias de Grado Lindy María Márquez Holguín

Coordinadora de Memorias de Grado Lindy María Márquez Holguín Docentes Área Talleres Integrado y Grado Docentes del Departamento de Artes Visuales Fotografía y video Katherin Gutiérrez Herrera Jairo Andrés Palacio Diseño Luis Felipe González Giraldo


M e m o r i a s d e G ra d o p ara optar título Maestro en Artes Plástic as Universidad de Antioquia, Facultad de Artes Departamento de Artes Visuales Medellín – Colombia, 2017



CONTENIDO 01

Pr i n c i p i o d e i n ce rti dumbre

(Introducción)

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P r i m e r D i a gn óst i co : Estado S uspe n di do

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E n fe r m e d a d : O r i ge n de un co n ce pto

(Marco teórico)

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C ue r p o Au s e n te : Te n si o ne s mé di c as

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Tra n s fi g u ra c i o n e s: El c u e rpo y l a máqu i n a

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I n te r st i c i o s : M e t á fo ras de l a e n fe rme dad

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D e Co m po r t a m i e n to In ci e rto o D e sco n o ci do

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CO N ST E L AC IO N ES - M ue stra de grado 2 017

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B i bl i o gra fí a

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H oj a d e v i d a

(Justificación) (Trabajo artístico)


Dedicado a mi familia, amigos, profesores y a todos los que me acompañaron en este viaje. A quien encuentre en estas páginas y en mi trabajo una voz de aliento. A la parte de mí que dejé atrás para tener esta oportunidad. Agradecimiento especial a Lindy Márquez. Maestra, asesora y guía en la construcción de estas memorias.


D e c l a ra ci ó n d e a r ti sta Partiendo de la fragilidad que configura mi propio cuerpo, reflexiono sobre los parámetros médicos usados para diagnosticar patologías como el cáncer, donde paradójicamente lo incierto y lo desconocido, son el resultado de procedimientos y exámenes realizados con tecnología de punta que suponen un alto grado de exactitud. Esta contradicción me llevó a configurar una serie de piezas con aparatos y mobiliarios médicos obsoletos de los que emanan imágenes y sonidos que a pesar de su intermitencia e imprecisión, son capaces de ofrecer una certeza de vida.



Principio de incertidumbre (Introducción)

En la enfermedad nos damos cuenta de que no vivimos solos sino encadenados a un ser de un reino diferente, cuyos abismos nos separan, que no nos conoce y del cual es imposible hacernos comprender: nuestro cuerpo. Marcel Proust

Las experiencias personales marcan profundamente nuestra vida, muchas de ellas nos recuerdan lo maravilloso que es ser quienes somos y otras nos muestran lo frágiles que podemos llegar a ser. Interiormente estamos configurados por un compendio de emociones, una sucesión de eventualidades y recuerdos capaces de configurar una memoria y una historia que vamos escribiendo con el

transcurrir del tiempo y que algunas veces puede intrincarse, convirtiéndose en algo más complejo, algo que escapa a nuestro entendimiento. En ese instante, regresamos a nuestro estado más dócil y vulnerable, ahí, parados frente al abismo, es cuando nacen las reflexiones más profundas. En mi caso, fue mi propio cuerpo quien me enseñó todo eso. Se manifestó de una manera que no lo había hecho antes, o al menos no a ese nivel. Inmovilizó todo lo que tenía alrededor y puso en espera todo lo que había construido. Era el momento de detenerme, de darme cuenta que tenía su propia voz y que debía escucharla. La enfermedad era su lenguaje, uno tan antiguo y cargado de tanta sabiduría que traspasaba lo que era. Supe que siempre me había acompañado y que no debía rechazarlo, porque era parte de mí. Era una invitación, una oportunidad que me permitía tomar distancia y reconocerme.

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Durante ese periodo sentía como si levitara, estaba en lo que denominé como Estado Suspendido. El tiempo y el espacio dejaron de ser lo que eran, todo transcurría despacio, en cámara lenta. Pude ver mejor los detalles, esos que había ignorado por el transcurrir afanoso de mis días.

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que además del asombro que producía, me confrontaba.

Sucedieron además cosas extrañas y de otro orden. De repente lo que estaba transcurriendo

Ellos lo veían como el medio para detectar un problema, yo al contrario veía posibilidades en esas formas reveladas. Eran un espejo en el que podía observar una conexión interior con el mundo que habitaba. Un principio que constituía todas las cosas. Mi mente viajó al fondo del mar y observó el crecimiento lento

en mi interior, empezó a llamar la atención convirtiéndose así en objeto de estudio. Luego

de los corales, encontró seres microscópicos con tentáculos como venas, voló a las ramas

aparecieron una serie de procedimientos médicos que intentaron clasificar y diagnosticar los símbolos corporales, codificándolos en una lista extensa de patologías que sólo expertos se atrevían a interpretar, las cuales además venían acompañadas de imágenes translúcidas de mi cuerpo, enseñando y traduciendo todos los sistemas que albergaba internamente a la oscuridad de la pantalla, todo en forma de píxeles. Era una suerte de retrato distópico, el reflejo de una realidad desconocida y

de los árboles y meditó sobre la manera en la que crecen las hojas, las raíces y finalmente contempló formaciones estelares como si se tratase de cardúmenes celestes. Me di cuenta que no era tan distinto después de todo, mi cuerpo era una especie de metáfora anatómica. Mis huesos eran rocas, mis venas raíces, mi cabello plantas… Estas imágenes siguen produciéndose cada cierto tiempo por medio de resonancias. Es


como una sesión fotográfica a la que debo asistir periódicamente para buscar cambios en mi interior. Las tomografías resultantes se han vuelto uno de los materiales que me interesa, en los que indago no sólo como soporte sino también como alimento que sacia o responde a una pregunta que tengo desde mi infancia: ¿Qué hay en el interior?... Recuerdo cuando niño que una de las cosas que más disfrutaba hacer con mis juguetes, era desarmarlos para mirar cómo eran por dentro. Esa pulsión sigue estando presente. Cuando intervengo un objeto electrónico, busco desmembrar su funcionamiento, estableciendo relaciones que hablen del cuerpo y mi experiencia con esos procedimientos médicos, intentando retornar a ese momento inicial, en donde la curiosidad era el motor que impulsaba la exploración. Cables, circuitos, sonidos, imágenes, luz… la metáfora sigue estando presente, ante esa necesidad de ser cuerpo. Configuraciones en Estado Suspendido, invitan a detenerse, a

preguntarse por la fragilidad, esa esencia de la que todos estamos hechos, para encontrar en ella una oportunidad de entender y reconocer lo que somos.

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Primer diagnóstico: Estado Suspendido (Marco teórico) Cuando la enfermedad llegó, no obstante, todo cambió por completo. Ese mundo tan familiar, tan cercano, en el que se sentía como en casa, desapareció. Comenzar a sufrir llevó a Iván Ilich a otro dominio: el de la novedad y la extrañeza. «Algo 4

se producía en él, terrible, nuevo, y tan importante como nunca lo había sido nada en su vida.» León Tolstoi

Existen regalos que no entendemos muy bien cuál es su procedencia o el motivo por el que los recibimos. Nos preguntamos el porqué de su llegada de muchas formas sin encontrar respuestas claras que develen una razón evidente o al menos una certeza de que fue puesto ahí para nosotros y nadie más. En él,

el destinatario tiene escrito nuestro nombre y debemos aceptarlo así, tal cual es, incluso sin entender muy bien lo que es. Aunque la verdad no es nada fácil, generalmente viene junto con reflexiones tan profundas que hasta el más valiente teme abordar. Es más pareciera que estuviera hablando, de una broma de mal gusto o una contradicción, pero por extraño que parezca, reitero su carácter, es un regalo y en él está contenida una gran oportunidad. En mi caso significó un punto de quiebre que desafió las leyes de la física, el tiempoespacio se detuvieron como si estuviera en el centro de un agujero negro, en donde la gravedad era tan fuerte que atrajo todo lo que había sido hasta ese momento. Entré en lo que denominé anteriormente como Estado Suspendido, refiriéndome a la espera en la que cayó mi realidad, sumergiéndome en una fase de contemplación que cambió el ritmo agitado por una atmósfera tenue y meditativa, que me hacía consciente del vacío, de su incertidumbre


y al mismo tiempo de la belleza que inspira lo desconocido. Encuentro en esto relación con el concepto Kantiano de lo sublime, que puede encontrarse personificado en el espíritu trágico del enigmático protagonista de El caminante sobre el mar de nubes (1817–1818), pintura del paisajista romántico Caspar David Friedrich. Era yo quien estaba al frente de ese horizonte contemplando la inmensidad y la fuerza del basto mundo que habitaba, era tan sólo una pequeña parte de algo mucho más grande e infinitamente lleno de oportunidades. El hombre —romántico— ansía reconciliarse con la Naturaleza, reencontrar sus señas de identidad en una infinitud que se muestra ante él como un abismo deseado e inalcanzable. Y este abismo le provoca terror, pero, al mismo tiempo, una ineludible atracción. (Argullol, 2012, pág. 01)

Mirar ese vacío me llenaba de extrañeza, aunque despertaba un temor interno. Un miedo que sentía justo en la boca del estómago, me mostraba un paisaje intangible, el de mi memoria. En él tenía la capacidad de deshacer mis pasos, recordar todo lo que había construido y al mismo tiempo vislumbrar todo el camino que aún no había recorrido. Hice un intento por traer desesperadamente fotografías aleatorias de tiempos no registrados, recuerdos cíclicos que se repetían una y otra vez sin llegar a ningún lado como “(…) el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier cosa” (Loriga, 2000, pág. 60). En realidad no había antes ni después, era el ahora quien ponía todo en perspectiva, mostrando la delicada fragilidad que componía la estructura de mi propio ser. Fue entonces cuando mi cuerpo tomó la palabra y de la manera más sabia y contundente preguntó por lo esencial; mientras me daba cuenta que sucedía algo aún más inusual en mi

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interior, sonaba el eco de una voz que no había escuchado o al menos no tan claramente. Se trataba entonces de algo que detonó en mí un sentido de supervivencia, y con esto no me refiero solamente a tratar de superar una situación adversa, sino a vivir plenamente cada instante, aferrándome con todas mis fuerzas a todo lo que consideraba fundamental. Este era el poder y la oportunidad que me ofrecía algo que apenas empezaba a comprender: la enfermedad. 6

Caspar David Friedrich Caminante sobre el mar de nubes (1817–1818)


Enfermedad: Origen de un concepto La enfermedad en el fondo no es sino una prueba inevitable, que pretende en su principio tantear y reforzar las defensas del organismo. La enfermedad no es un estigma, es lo que caracteriza a lo vivo. Georges Canguilhem

Definir la enfermedad resulta ser una tarea incierta, especialmente porque en ella se revelan los rincones más ocultos de la complejidad humana. Basta echar la mirada hacia atrás para darse cuenta de que son muchas las voces que han hablado al respecto desde diferentes perspectivas. Generalmente es usual encontrar definiciones que están en una especie de balanza que hacen contrapeso

a la salud, aludiendo inmediatamente al desequilibrio, como si se tratara de un antónimo que nos ubica en un extremo o en otro. La mirada resultante supone una división moral de la propia condición del ser, poniendo a la enfermedad en un lugar cargado de interpretaciones negativas que pasan por alto reflexiones más profundas que pueden brindarnos un mayor conocimiento de lo que somos. Esta separación da lugar a la superstición y a la creencia de que es en la enfermedad donde radica la maldad, una especie de castigo que es necesario padecer para saldar algo que se debe, siendo todo esto producto del desconocimiento del origen de la enfermedad y del temor que esta genera, o como lo explica Susan Sontag “basta ver una enfermedad cualquiera como un misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente, si no literalmente, contagiosa.” (Sontag, 1978, pág. 09)

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Por otra parte Platón (Platón, 306 a.C) presenta en el Timeo una visión de la enfermedad alejada de prejuicios, permitiendo una apertura a otras posibilidades. La doctrina empledocleica de los cuatro humores propone que el cuerpo está constituido por los elementos naturales: fuego, agua, aire y tierra, un acorde que funciona en la justa medida. La enfermedad según lo anterior, se presenta como una alteración en la armonía, equilibrio y orden, una manifestación por la cual nos damos cuenta de que está sucediendo algo, un llamado, un acorde distinto en nuestro sonido interior, como si fuéramos una pieza de música clásica con diferentes movimientos, algunos contemplativos, suaves y lentos, otros fuertes, agitados que generan tensión. Todos fundamentales, sin estos no existiría la posibilidad de diferenciar los matices que se presentan en la obra (musical) que somos, justamente eso es lo que nos hace interesantes; no siempre somos iguales y en la búsqueda de un equilibrio debemos aprender a escucharnos,

a enfrentar nuestras disonancias y nuestros propios miedos, convirtiendo el deseo de sanar en el sustento que motiva a trascender nuestra existencia. Entonces, la enfermedad se transforma en un reto que permite regresar al origen y exige encontrar un tratamiento reflexivo que abarque y a la vez reconfigure todas las partes que conforman nuestro ser. Ahora bien, asumir los cambios que produce vivir con una enfermedad no necesariamente tiene que ser un problema en todos los casos. La melancolía es considerada como la enfermedad del artista, en el siglo XIX este término estaba asociado a la tuberculosis, de ahí que se considere la enfermedad del romanticismo. Con frecuencia se contraía en plena juventud, obligando a cambiar la manera en la que se vivía. El aislamiento y la incapacidad a la que se veía sometido el individuo, le permitía contar con más tiempo para el ocio y en esa medida había un desarrollo intelectual mayor que estimulaba la creatividad. Dice Susan Sontag


al referirse a la historia de La Montaña Mágica: “Los románticos inventaron la invalidez como pretexto del ocio, y para hacer a un lado los deberes burgueses y poder vivir nada más que para su propio arte. Era un modo de retirarse del mundo sin asumir la responsabilidad de la decisión” (Sontag, 1978, pág. 15) Existen casos en los que la enfermedad toca de otras formas la vida del artista, por ejemplo Edvard Munch durante su infancia y adolescencia se vio fuertemente afectado por la tuberculosis, pero no por tenerla directamente en su cuerpo, sino por tener que padecerla a través de su madre y hermana a quienes vio partir, hechos que lo marcaron profundamente y que seguramente influenciaron los comportamientos y enfermedades de carácter psíquico que tuvo a lo largo de su vida. Resulta inquietante como algo tan doloroso puede

volverse parte del motor creativo de este artista, al punto de convertirse en un aspecto fundamental de su trabajo: Mis problemas son parte de mí y por lo tanto de mi arte. Ellos son indistinguibles de mí, y su tratamiento destruiría mi arte. Quiero mantener esos sufrimientos. (Miranda, 2013, pág. 774) 9

Edvard Munch en su estudio, a su lado la pintura Young Woman in a Blue Dress, Seated (1924)


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El Grito (1893), es su obra más popular y la que le dio más reconocimiento. En ella es claro como el personaje que se encuentra en un espacio exterior, encarna de manera desesperada el dolor y el sufrimiento que puede padecer alguien con una enfermedad mental. Particularmente podemos encontrar rasgos similares en una pintura llamada con el mismo nombre, realizada por el artista colombiano Pantaleón Mendoza al final de su vida cuando fue recluido en un sanatorio de Sibaté. Tal vez es una extraña coincidencia, pero también puede considerarse un ejemplo de cómo son representadas este tipo de enfermedades y del papel influyente de las instituciones médicas. Como dice la quinta ley del pensamiento sistémico: “la cura puede ser peor que la enfermedad”, esto aplica muy bien a las atrocidades que se encuentran a través de la historia de la psiquiatría. Es más, la experimentación médica, en especial en el campo de las enfermedades mentales en la

primera mitad del siglo XX, fue guiada en gran medida por la especulación. En la búsqueda de tratamientos efectivos se cometieron errores que llevaron a actos inhumanos, incluso aberrantes, perturbando directamente la integridad de su ser y paradójicamente causando daños colaterales muchísimo peores que las enfermedades mismas. La serie de televisión The Knick (2014), ilustra de manera cruda este tipo de procedimientos. Una de las historias más impactantes es la Eleanor Gallinger, en uno de los episodios es sometida a un tratamiento extremadamente agresivo donde se le retiran todos los dientes, consideraban que esto ayudaría a curarla del traumatismo mental que se originó por la pérdida de su hijo. (Soderbergh, 2014) Podría pensarse que en este caso por ser una serie de ficción se aleja de la realidad, pero no; la escritora Virginia Woolf fue sometida a este tratamiento en el que se retiró parte de su dentadura. Su médico George Savage basó


su diagnóstico en la teoría de la infección focal, en ella se afirma que muchas de las enfermedades físicas y mentales tenían origen por las infecciones en los dientes. (Gamero, 2016) Lo complejo de la postura que asume el médico no radica como se mencionaba anteriormente en una teoría, al contrario estos estudios con el paso del tiempo se han depurado y nos han permitido ampliar el mapa mental que tenemos de nuestro cuerpo. La discusión se torna problemática en cuanto se presentan hipótesis como una verdad sesgada bajo un sólo conocimiento que impide tomar otras posturas frente a la enfermedad; paradójicamente ésta se convierte en un obstáculo que limita la oportunidad de hacer resiliencia y transformar nuestras experiencias. Aceptar que hacemos parte de un ciclo donde morir también es parte de la ley de la vida, nos permite entender la enfermedad como un viaje para confrontarnos, reconocernos y regresar siendo otros.

Salud y enfermedad han sido -y aún lo son- formas globales cuyo curso se expresa en la existencia humana; (…) permiten que el ser humano tome posesión de su mundo y descubra en él, respectivamente, su sentido o bien, por el contrario, su falta de sentido y de transparencia. En definitiva: salud y enfermedad son las siglas representativas de aquellas «visiones del mundo» […] con las cuales […] el ser humano concreto intenta instalarse en el mundo. (Duch, 2002, pág. 318)

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Cuerpo ausente: Tensiones médicas En una sociedad donde la debilidad no está permitida, debe conjurarse la posibilidad de disfuncionalidad que el cuerpo siempre presenta; lo atiborramos con sustitutos, vitaminas y calmantes con el fin de prevenir cualquier perturbación. En una sociedad que no tolera el riesgo, se debe conjurar la posibilidad de anomalía que el cuerpo 12

siempre lleva consigo. Claude-Oliver Doron

En la actualidad la relación entre el médico y el paciente está mediada por una barrera que se da en la medida de un lenguaje intermitente. Basta con asistir a una consulta general para sentir esta división. De un lado se encuentra el paciente que no tiene más que el sentir de aquello que lo aqueja, un dolor o extrañeza

que lo motiva a encontrar respuestas sobre lo que está sucediendo al interior de su cuerpo. Del otro el médico, un ser igual pero que se diferencia en que en él habitan los códigos necesarios para traducir y sistematizar las emociones presentadas a la pantalla que se impone en medio de los dos. La información resultante se transforma en un diagnóstico inicial que deriva en un tratamiento por medio de medicamentos regulados o si el caso lo amerita, en una serie de exámenes aprobados por el sistema de salud. Aparece una figura de poder invisible que tiene la potestad de controlar lo que sucede de ahí en adelante. En Colombia las instituciones médicas se han vuelto expertas en dilatar los procesos administrativos, poniendo una serie de trabas que han sabido interiorizar en su discurso y en la manera de responder ante las numerosas quejas y demandas realizadas por los usuarios. Nada más en el año 2015, como señala Carol Ann Figueroa periodista y guionista del


documental Paciente, “se interpusieron 151.213 tutelas contra las E.P.S (Empresas Prestadoras de Salud), las I.P.S (Institutos Prestadores de Salud), los laboratorios y los hospitales” (Figueroa, 2017, pág. 18). En la película podemos observar de cerca el viacrucis al que es sometida su protagonista Nubia, que lucha incansablemente contra un sistema indiferente al dolor de la enfermedad terminal que padece su hija. Aterrados ante la evidencia de la fragilidad del cuerpo, somos víctimas ideales para que un sistema perverso convierta nuestra salud en mercancía, pues antes que tomar acciones precisas sobre ella preferimos resignarnos a que alguien más lo haga, así esto termine por matarnos. (Figueroa, 2017, pág. 21) Particularmente un paciente diagnosticado

Fotograma del documental Paciente (2016). De espaldas está sentada Nubia su protagonista en una sala de espera.

con una enfermedad como el cáncer entra a ser parte de una lista de personas que anhelan ser tratadas, su cuerpo es relegado a una cifra que disuelve su individualidad, mientras no tiene más remedio que estar en una sala de espera, la cual exige ser paciente ante la incapacidad que produce ver como los números avanzan lentamente. Ante el dolor que se siente propiamente al tener una enfermedad terminal, incrementado

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por la impotencia ante la negligencia del sistema médico, pareciera que lo único que queda es resignarse y dejar que todo acabe en un laberinto construido a partir de la traspapelación burocrática, pero es aquí donde el arte aparece “como acto de resistencia”. (Deleuze, 1987, pág. 6) En la conferencia dictada por Deleuze para la Escuela Superior de Imagen y Sonido de París, 14

expone cómo el arte es quizás la única cosa que resiste a la muerte, es la herramienta más efectiva para oponerse al control social que se da a partir de la trasmisión de la información. El artista, de acuerdo a su filosofía, debe tomar distancia de la comunicación para hacer de su lenguaje un gesto irreductible, que encuentre una forma mutante, cambiante a partir de la repetición. Con esto alude a la diferencia que se da en las alteraciones cuando algo se repite. El ser humano deviene de la misma forma que se da una y otra vez, pero encuentra en los pequeños cambios la singularidad que lo

caracteriza. El artista chileno Mario Opazo, concibe su obra bajo esta premisa, al realizar acciones que se niegan a lo que pareciera inevitable, encontrando en la repetición una forma de transformación como acto de resistencia biopolítico1, que devela su posición crítica frente al mundo contemporáneo y al poder capitalista que marcó su memoria a lo largo de su vida. Un ejemplo claro de esto puede evidenciarse en Boomerang, un video-performance, medio que Opazo define como el registro en video de su acción, el cual posteriormente es “esculpido digitalmente”2. En este se ve a un hombre (encarnado en el mismo artista) que lanza persistentemente una roca contra un muro el cual la devuelve inevitablemente.

1 - Concepto que alude a la relación entre la política y la vida desarrollado en la obra de Michel Foucault. 2 - En el libro Esculpir el Tiempo, Andrei Tarkovski propone este concepto para hablar del montaje en una obra audiovisual, el modo de estructurarlo incide directamente en el flujo del tiempo, transforma su ritmo y le concede otra cualidad.


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Fotogramas del video-performance Boomerang (2012)


En sus propias palabras: La acción plástica se orienta como sacrificio y resistencia, frente a un muro en el que impacta una roca de mármol lanzada por un hombre, esta piedra, se talla con herramientas comprendidas en el tiempo 16

espacio, una acción violenta que habla simbólicamente del fracaso de la labor humana en búsqueda de la construcción de “progreso”. (Opazo, 2012)

Esa noción de “progreso” que puede leerse en esta obra, es un buen ejemplo del lugar dónde radica la confianza de la medicina actual. La industrialización se arma de aparatos y bajo una serie de desarrollos tecnológicos que prometen ser cada vez más precisos, se acerca

haciendo un zoom al “problema”, reduciendo la visión general de todas las partes que conforman al individuo. Una carrera contra el tiempo en la que el cuerpo es relegado progresivamente a una imagen virtualizada que desdibuja su realidad. En palabras de Baudrillard:

No se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real, es decir, de una operación de disuasión de todo proceso real por su doble operativo, máquina de índole reproductiva, programática, impecable, que ofrece todos los signos de lo real y, en cortocircuito, todas sus peripecias. (Baudrillard, 1978, pág. 07)


Transfiguraciones: El cuerpo y la máquina Relegado por las tecnologías médicas, el cuerpo regresa con toda su extrañeza a la experiencia que el sujeto tiene de su enfermedad, afirma su presencia, si podemos decirlo así, apartándose. Pero nos lo han dicho, a esa extrañeza la evolución de las prácticas médicas agrega otra. Está más bien hecha de indiferencia que de emociones y es difícil para el sujeto enfermo integrarla en un sistema de sentido y apropiársela. Claude-Oliver Doron

El cuerpo ha experimentado a través del tiempo una mutación en la mirada, las imágenes médicas han evolucionado a tal

punto que han transformado la manera en la que las prácticas medicinas son realizadas. El individuo por su parte ha tenido que adaptarse a estos cambios, dando como resultado cierta división en la manera de relacionarse con la enfermedad y con su propio cuerpo, de esta manera, las manifestaciones que percibe en su interior pasan a ser validadas por imágenes que muchas veces no comprende, que suelen despertar temor y que no le es fácil identificar como algo propio o que lo representa. Precisamente, este hecho data de finales del siglo XVIII, cuando el saber médico que se tenía sobre el cuerpo se ve fuertemente influenciado a partir de las ilustraciones anatómicas del artista renacentista Andreas Vesalius. Gracias a estas imágenes pudo darse un desarrollo de la objetividad del pensamiento, que aisló literalmente el sufrimiento del cuerpo del paciente, convirtiéndose en lo que se considera como “la última verdad de la enfermedad y piedra de toque que permite validar o no la

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relación del sujeto con su cuerpo” (Masquelet, 2014, pág. 07) Vesalius pública en 1543 De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano), obra considerada el primer tratado de anatomía humana donde sus imágenes resultaron fascinantes para el conocimiento médico que se tenía hasta ese momento, siendo buen ejemplo de la convivencia que 18

existía entre arte y ciencia. Se podría hablar de un arte de la medicina, no necesariamente en el significado estricto del término sino más bien aludiendo a la inexistencia de límites entre dichas disciplinas. Estas ilustraciones dan cuenta de cómo el pensamiento artístico del renacimiento o más aún el pensamiento vesaliano aportó una mirada crítica y revolucionaria respecto al cuerpo como objeto de estudio y de experimentación directa, para así, alcanzar una imagen metafísica idealizada, capaz de exponer su interior, describiendo sus dinámicas y depurando la realidad que allí

sucede. Justamente Vesalius considera que: Los animales son impropios para la disección debido a la singularidad biológica del hombre; el hombre debe estudiarse en el hombre y por el hombre; el conocimiento es un trabajo que el hombre hace sobre sí mismo. (Masquelet, 2014, pág. 70)

Andreas Vesalius - De humani corporis fabrica (1543)


De esta manera, la disección de cuerpos que se da a partir de sus posturas, inaugura un periodo en el que el hombre se confrontó con su imagen interna expuesta ante sus ojos. Menos de un siglo después Rembrandt inmortaliza una de las escenas más representativas de este acercamiento al cuerpo en una de las pinturas que le dio más reconocimiento La lección de anatomía (1632).

Rembrandt Harmenszoon van Rijn - Lección de anatomía (1632)

Por otro lado, en 1885 la máquina empezó a dar sus primeros pasos con la invención de los rayos x, iniciando una transformación en la mirada sobre el cuerpo. En un comienzo las imágenes radiográficas resultantes se acercaban más a las sombras chinescas, dada la limitación técnica. Con el desarrollo de los líquidos de contraste inyectados en el cuerpo, se pudo llegar a percibir por medio de los fluidos corporales, las lesiones de las partes blandas, intuyendo sus contornos, en negativo. El libro de Thomas Mann La Montaña Mágica, ilustra lo anterior debido a que Hans Costorp, uno de los personajes de la historia está recluido en un sanatorio, donde ve por primera vez sus imágenes radiográficas, encontrando en ellas un cuerpo extraño que no reconoce. Behrens, el doctor se encarga de enseñárselas, al ver su reacción le pregunta si puede ver (entender) algo y aunque Hans ve no mira realmente. No logra generar un lazo entre esas imágenes y su cuerpo interno, sólo la mirada

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experta del doctor alcanza a interpretarlas. Sin embargo sucede algo particular, junto a Hans, los pacientes del sanatorio empiezan a compartir las imágenes y a compararlas de una forma particular, dándoles otro sentido, que les permite hacerlas propias. Se podría pensar que el principal factor que dificultaba la “comprensión” de estas imágenes era la precariedad técnica con la 20

que fueron realizadas, consecuente con los avances de la época. No fue hasta tiempo después, en los años 70 y 80 del siglo XX que este tipo de imaginería médica evolucionó al punto de cambiar por completo las relaciones entre cuerpo y medicina. -La presencia de la máquina había dejado de ser tímida y se mostraba imponente-. El advenimiento de la imaginería moderna (escáner, IRM y, sobre todo, la reconstrucción de la imagen en tres dimensiones) permite ver

directamente el órgano y, por consiguiente, la lesión que afecta desde todas las perspectivas, como si la envoltura del cuerpo se hubiera vuelto transparente o, más bien, traslúcida. (Masquelet, 2014, pág. 75) La mirada clínica resultante supone una división del pensamiento. El primero asume un discurso que se apoya en el desarrollo tecnológico, argumentado en la eficacia del accionar médico y en el poder de prevenir y tratar enfermedades. El segundo se resiste a ser contenido, asume la enfermedad como parte de su condición de ser vivo y denuncia la virtualización del cuerpo confinado a códigos interpretados solamente por expertos que los traducen a un sistema manipulado incapaz de sentir el dolor humano. En efecto, lo que caracteriza la relación del cuerpo con la


medicina en la actualidad es seguramente esto: las imágenes que se obtienen del cuerpo y sus partes se relacionan con estructuras, huellas y esquemas que son absolutamente ajenos a la representación que el sujeto se hace de su cuerpo individuado. (…) Sólo pueden y deben interpretarse por especialistas y expertos que les dan su sentido. (…) Lo que caracteriza al cuerpo transparente que emerge con la imaginería es, paradójicamente, su extrema oscuridad. (Masquelet, 2014, pág. 14) El empaque corporal ahora es translúcido y enseña su interior en forma de píxeles configurados en un sistema binario. Creemos ver los órganos, lo huesos, las venas o incluso el sistema nervioso, cuando en realidad lo que se presenta ante nosotros no es más que una

efigie3, un segmento de una representación silente de un cuerpo ausente.

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Primera radiografía de rayos x realizada por el ingeniero mecánico y físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen en 1895 3 - Palabra relacionada con el concepto de simulación planteado por varios autores, entre ellos Jean Baudrillard y Gilles Deleuze. Alude a que en la actualidad se rechaza la realidad, en este caso ya no es el cuerpo el que importa, sino el simulacro de su existencia virtualizada.


Intersticios: Metáforas de la enfermedad (justificación)

A partir de la huella en la tierra el tiempo

discurre,

bien

recogiéndose

en el interior y constituyendo un alma, bien

desenvolviéndose

en

el

exterior

y convirtiéndose en cuerpo. Cuerpo – 22

espacio José Luis Pardo

Alguna vez escuché que los pacientes que tienen ventanas en sus habitaciones, tienden a sanar más pronto que los que no. Esta idea ha rondado mi cabeza durante mucho tiempo preguntándome: ¿Qué puede haber en ese anhelo de exterioridad que ayude al cuerpo a sanar y encontrar la fuerza necesaria para recuperarse o impulsarlo a crear un sentimiento de calma capaz de darle un aliento que lo invada

de tranquilidad? Acaso la contemplación de las formas que regresan a la mirada como nunca antes vistas, permiten tomar distancia del dolor propio y de la enfermedad, concibiendo en el interior la unión de la vida y la muerte, no como entidades que se repelan y discuten entre ellas, sino más bien como una danza universal que caracteriza todo lo existente. Lo anterior, me lleva a detenerme y regresar justo al momento en donde la experiencia con la enfermedad me permitió desarrollar estos pensamientos y meditar sobre la vulnerabilidad del ser. Un viaje siempre presente de vuelta al pasado en el que tuve que hacer las maletas y despedirme de todo, para ponerme de frente ante una imagen que sin duda atemoriza, pero al mismo tiempo confronta y recuerda el camino recorrido, ese que se dibuja constantemente todos los días y me reclama una postura. Y es así como día a día, llega el momento de abrir los ojos, e inmediatamente se sienten las heridas


que aún siguen abiertas; el techo del cuarto se impone como una gran masa monótona que delimita y contiene el espacio circundante entre mi cuerpo y el vacío, haciéndonos parecer uno solo. Justo ahí, surgen recuerdos cotidianos: acciones comunes o deberes habituales dados por sentado, que intempestivamente se anulan y quedan descartados; la enfermedad cambia lo cotidiano y lo lleva a residir en la nada prolongada a través del tiempo, que ahora ha dejado de ser el mismo, es relativo a mi cuerpo, casi inmóvil, que incluso parece levitar sobre el suelo, justo en la cama; pero este no es lo único cercano, también está una fiel compañía mecánica que lee en tiempo real mis gestos corporales, virtualizándolos a un número sistemático de configuraciones exactas que arrojan resultados codificados prestos a la interpretación de una voz omnipresente de un experto ausente. El sonido del bit se funde en la reverberación espacial junto a los susurros y los pasos transitorios de sujetos distantes,

volviéndose imperceptiblemente parte de un paisaje invisible. Es aquí donde la ventana, esa que ya conocemos y hemos visto en múltiples arquitecturas, hace su entrada en la pulcritud aséptica de esta escena. A través de los Intersticios que se resisten a las cerraduras, deja entrar pequeñas dosis de luz perceptibles gracias a los contornos generados por las partículas que inevitablemente flotan en el aire. Los rayos del sol que penetran en la habitación traen consigo imágenes del mundo fuera del enclaustro y a manera de cámara oscura proyectan representaciones de realidades paralelas. La ventana pide a gritos ser abierta para finalmente convertirse en el umbral que permite atravesar el dolor, de tal forma que aun atado al interior se vuelve parte del exterior, allí adquiere libertad, fuerza para continuar doliente pero vital. Así como las flores que han sido cortadas necesitan de la herida para poder seguir viviendo, nuestras experiencias se convierten en el alimento que

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necesitamos para encontrar sentido y marcar un precedente en nuestros días. Es difícil comprender por qué se hace lo que se hace, darle sentido a las acciones realizadas como especie de respuesta ante preguntas que cuestionan no sólo el hacer, sino el “ser ahí” en el transcurrir incierto de la vida que se escapa a cada instante. Mi trabajo se ha transformado en el intersticio que me permite abrir mi 24

cuerpo y dejar salir un poco del dolor que me habita internamente y que es parte de lo que soy. Gracias a esto, pude reconocerme como ese paciente que espera y mira lentamente no solo el transcurrir del tiempo y sus maneras de moldear todo alrededor, sino también la ventana, como una noción - de la que había escuchado hablar - , siendo una metáfora resiliente que nos permite reconocer la figura translúcida de nosotros mismos reflejados en el cristal y a partir de esa imagen entender que somos parte de todo lo que habita afuera de nosotros.

Intersticios: Video-instalación compuesta por registros de ventanas tomados desde el interior del Hospital Universitario San Vicente Fundación. En ellas se percibe un exterior que nos invita a ser la mirada de un paciente que espera mientras todo fluye lentamente. (Televisor / proyección, tela) - Duración 00,07,09 (2016)


De comportamiento incierto o desconocido

Metáforas Anatómicas

(Trabajo artístico y referentes)

(impresiones de objetos e imágenes escaneadas)

-Beuys soldado

experimentó adulto,

la

guerra

Boltanski

como

como

racionalizan,

70 x 100 cm, 2015

niño

desamparado y Kiefer creció entre sus ruinas-,

Serie de escaneografías

artísticamente

el

profundo e insuperable efecto emocional que ejerció sobre ellos. Todos estos artistas evitan volverse locos haciendo un arte que encarna el sentimiento de que sus emociones están trastornadas. Trascienden su sentido de ser víctimas mediante una estética victoriosa y loca. Muestran que la experiencia de la vida no puede separarse de la realización de arte y que, dándole una resonancia estética, el arte más grande hace soportable lo que de otro modo sería una experiencia vital intolerable. Donald Kuspit

La percepción que los seres humanos occidentalizados tenemos frente a la naturaleza ha sido afectada por una falsa promesa de superioridad y desarrollo. Trazamos una línea imaginaria que nos ha alejado de nuestro origen, limitando la manera en la que nos relacionamos y convivimos con nuestro entorno, por ello, posibilidad de transformación, de acercamiento a las formas de la naturaleza a partir de la contemplación, nos permite sanar esta brecha y reconocernos como parte de todo, de hecho, la materia que nos configura tiene el mismo principio de vida de donde nace todo lo existente, la mayor evidencia se encuentra en nosotros mismos, en nuestro cuerpo.

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Encuentro en los calotipos o fotogramas de pequeñas plantas y partes de insectos del botánico inglés William Henry Fox Talbot, una relación con ese impulso creativo que se da a partir de la curiosidad y el estudio sobre las formas naturales. En su trabajo de Dibujos Fotogénicos (1860), se evidencia un interés característico por el desarrollo de procedimientos fotográficos, búsqueda técnica que lo llevó a representar su entorno. De esta manera, la naturaleza que tenía cerca de su taller se convirtió paradójicamente en el modelo de lo que podría ser uno de los primeros retratos de un ser vivo. En Metáforas Anatómicas la investigación se da a la inversa, lo técnico pasa a ser eso que tengo cerca: el scanner, esta herramienta sacada fuera de los contextos en los que se usa normalmente, tiene múltiples posibilidades para la composición de imágenes. Cuenta con características particulares o incluso defectos que aprovecho para experimentar, usándolo

como una especie de estudio fotográfico donde revelo composiciones hechas a partir de diferentes materiales naturales e imágenes extraídas de libros. Hecho que encuentro semejante a los procedimientos con los que se realizan imágenes del cuerpo interno en clínicas y centros diagnósticos.


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William Henry Fox Talbot - Dibujos FotogĂŠnicos (1860)




Transmutaciones Instalación (imágenes diagnósticas, escáneres) 42 x 10 x 8 cm, 2015

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Las formas internas corporales se entrecruzan mutando en imágenes que se modifican simbióticamente, dando como resultado la visualización de un ser biológicamente inexistente. La máquina adquiere un papel protagónico y se convierte en soporte. El escáner, esta vez es presentado como un objeto que desde su misma funcionalidad, emula precariamente la ingeniería de aparatos avanzados para uso diagnóstico en la medicina actual.

en un cuerpo ausente característico de la imaginería médica. Cuerpo, que la artista y médica de formación Libia Posada, integra en su trabajo mediante una visión aséptica de la medicina, en sus obras ella se asume como una especie de médica de la sociedad al reflexionar sobre las huellas, los conflictos y las pérdidas que la violencia deja en el individuo. En su serie Neurografías (2005-2007) el cuerpo aparece de manera ausente, representado a partir de delicados hilos puestos unos a uno sobre superficies de gasa o sobre el mismo espacio de exhibición, recordando la complejidad de la imagen interna expuesta por la máquina.

Lo interno surge a partir de la luz, develando el retrato de un individuo transmutado. Sus formas corporales se presentan virtualizadas, ahora han dejado de ser materia para convertirse Libia Posada - Neurografía 1 (2005-2007)


Mientras en el trabajo de esta artista, la medicina se convierte en el medio para mostrar un cuerpo transformado por las marcas sociales, en transmutaciones el ser resultante aparece transfigurado por la experiencia con los procedimientos mĂŠdicos, mostrĂĄndose como una imagen fantasma de la materia que ha sido relegada a una forma intangible.

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Libia Posada - NeurografĂ­a 14 (2005-2007)




Resonar Video-instalación (tomografías animadas, VHS, televisor, mueble médico) 130 x 50 x 35 cm. 06:00:00, 2015

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La imaginería médica actual propone un cuerpo translúcido, que paradójicamente es caracterizado por la extrema oscuridad de la pantalla y la frialdad del pixel. El desconocimiento del lenguaje y los códigos atesorados que permiten interpretar las imágenes resultantes, plantea el reto de la apropiación y resignificación de estas representaciones interiores. Se propone una suerte de retrato analógico que reclama una imagen interior, encontrando en el tiempo y el movimiento del video que lo soporta, una resistencia cíclica a su desvanecimiento, emergiendo y desapareciendo una y otra vez. El sonido aparece como un pulsar, una metáfora que lo guía en un océano profundo

que nace y muere, expandiéndose lentamente en el espacio, dejando el rastro de su ausencia, convirtiéndose en el eco que espera su inevitable silencio. La vida y la muerte se reflejan así mismas, se complementan mutuamente como dos personas que se miran fijamente mientras ven su rostro en los ojos del otro. Este tema ha sido abordado por el artista Bill Viola en varios de sus trabajos. En su videoinstalación Cielo y Tierra (1992), reflexiona a partir de dos sucesos registrados que marcaron su vida profundamente, la muerte de su madre y el nacimiento de su hijo. Nos sitúa en medio, usando dos pantallas que emplaza verticalmente una en frente de la otra, como si metafóricamente nos diera la posibilidad de contemplar la fragilidad de nuestra existencia.


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Bill Viola - Heaven and earth (1992)




Aliento Instalación sonora (estantería modificada, tela y reproductor de sonido) 110 x 90 x 90 cm, 2016.

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algo más. En ellos encuentro la memoria de su funcionabilidad, de lo que fueron antes de ser olvidados, así como un cuerpo que tiene escrita su historia con cicatrices en la piel, los objetos guardan intrínsecamente un pasado.

Un cuerpo representado a partir de circuitos, cables y elementos electrónicos se ve suspendido aferrándose a lo último que queda de él, el aliento de un ser que se niega a soltar su vida y dejar de ser sonido, aire, respiración. Aliento es una construcción sonora ensamblada a manera de mobiliario médico que nos sitúa en un entorno hospitalario, recreando una escena en donde un cuerpo ausente aparece por medio de vestigios obsoletos.

Encuentro relación en las instalaciones del artista Daniel Canogar este interés particular. En su obra aparecen diferentes piezas hechas a partir de objetos generalmente tecnológicos que por medio de proyecciones vuelve a la vida. Un ejemplo de ello es Pneuma (2009). “En esta escultura, el parpadeo eléctrico junto a la iluminación de los cables de colores evocan (…) nuestra propia fragilidad corporal y los intercambios de información que se producen de manera natural.” (Canogar, 2009)

Esta instalación está construida a partir de una estantería metálica encontrada, reparada y posteriormente modificada. Me interesa darle una especie de segunda oportunidad a los objetos desechados, transformándolos en

Canogar encuentra en la luz proyectada sobre las partes de los objetos que encuentra una forma de vitalidad, en Aliento el sonido es aquello que es fundamental, por medio de él reflexiono sobre lo que considero la característica principal


de todo lo vivo. Comenzamos a vibrar desde el primero momento en que existimos, una vez adquirimos conciencia escuchamos nuestra voz interna, esta nos acompaña por el resto de nuestros días e incluso creo que después sigue oscilando, fundiéndose con el resto del universo.

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Daniel Canogar - Pneuma (2009)




REC Instalación sonora (contestadora automática, vidrio, aluminio, luces de neón) 2016.

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Un cuerpo reposa en una cabina traslúcida que lo aísla del exterior, dejándonos ver la fragilidad de su interior. Parece inmóvil, solo unos cuantos elementos dan señales de vida: pequeñas luces led parpadean una y otra vez intermitentemente, el sonar de un bit constante se repite a la espera de algo, la llamada de una voz que no podrá ser recibida a causa del daño que el tiempo ha dejado en su estructura física. REC es el nombre que adopta una pieza construida con el fin de tratar de mantener con vida un objeto que custodió los mensajes de personas que dejaron en otro tiempo un registro para ser escuchadas, una especie

de sala de cuidados intensivos que alberga la memoria latente en los circuitos, cables y mecanismo obsoletos de un aparato que ha sido desterrado a los confines del olvido. Los lazos que formamos con los demás son puestos a prueba cuando pasamos por circunstancias difíciles como la enfermedad. En algunos casos estos se ven realmente afectados, en otros la tensión resultante ayuda a fortalecerlos creando un deseo que impulsa a reafirmar nuestras relaciones. Este trabajo busca hacer una reflexión que parte desde mi experiencia y aguarda conectarse con los demás, un diálogo recíproco que se pregunta por el otro. Las relaciones interpersonales son uno de los intereses más marcados en la obra del artista colombiano Ícaro Zorbar, en su trabajo busca por medio de aparatos desarmados hacer configuraciones, encontrar posibilidades de movimiento, registro o sonido que reinventen


su funcionamiento y articulen las características particulares que va encontrando en ellos. Un ejemplo es su “Instalación asistida” Poco a Poco (2009), en ella dos tocadiscos se entrelazan y reproducen simultáneamente una canción que parece hablarse así misma al repetir la letra con una especie de eco que da nombre a la pieza, creando a partir del sonido una metáfora de dos personas abrazándose, acercándose poco a poco. Me identifico con este artista gracias a que en él encuentro una curiosidad similar a la que me impulsa a trabajar con tecnología en desuso; la nostalgia que albergan los aparatos análogos despierta características emotivas que los humaniza y nos permite hacer lecturas que se vinculan con nuestras experiencias. En REC el sonido nos traslada a un espacio melancólico donde la relación que se conjuga es existencial, compartimos lo que podrían ser los últimos momentos de un ser que lucha por mantener su corazón latiendo.

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Ícaro Zorbar - Poco a Poco (2009)


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Fluir. Instalación sonora (sistema de sonido, audífonos, hidrófono, motor hidráulico, atril para suero, equipo de venoclisis, recipientes, agua) 2016.

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Nuestro cuerpo está constituido en su mayoría por agua, líquido que compone la base de todos los fluidos que lo recorren, gracias a un mapa de conductos cuidadosamente ubicados, por ejemplo: la sangre, esta circula, atraviesa y permite que la energía sea reflejada en el movimiento y funcionamiento constante del cuerpo. Podría afirmarse que devenimos siendo agua desde antes de nacer, el mar es nuestra madre y en la inmensidad de su interior nuestro cuerpo encontró su forma y activó su corazón. Fluir es una instalación compuesta por varios elementos que conforman lo que podría denominarse como una máquina que ha sido

exiliada del habitad clínica. Originalmente para suero, una estructura soporta un par de recipientes que son los encargados de contener el líquido vital que fluye impulsado gracias a la fuerza que le proporciona un motor hidráulico, por una serie de canales que lo distribuyen cíclicamente recorre un equipo de venoclisis acondicionado, como resultado de esta acción se produce una pequeña gota que se lanza al vacío y se desvanece, no sin antes ser amplificada y transformada en sonido por un micrófono adaptado para sumergirse dentro del agua. Un gesto sutil y efímero que se resiste a desaparecer, asiéndose al eco de su existir. Tuve la oportunidad de conocer de cerca el trabajo del artista Leonel Vásquez, compartir su visión, alimentó mi interés en el sonido como una posibilidad de conexión con el otro por medio de un lenguaje universal que atraviesa el flujo constante de la vida, rompiendo los límites de nuestra mente a partir de la reflexión


sobre la manera en la que nos relacionamos con nuestro entorno. Así como lo escribe en su bitácora de campo del proyecto Jagüey: Vi la quebrada seca, recordé los sonidos registrados y me sorprendí de la rapidez en la que esos sonidos se están volviendo patrimoniales. Pensé en lo importante que es tener ese archivo abundante de sonidos asociado a los acontecimientos

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del agua porque en estas nuevas condiciones ambientales y políticas, posiblemente será lo único que quede. (Vásquez, 2016) La metáfora sigue apareciendo pero esta vez trasciende a las formas, enlazándose directamente con lo esencial, una onda expansiva que sigue viajando, recorriendo el espacio infinitamente. Leonel Vásquez - Jagüey (2016)


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Bioma Video experimental (paisaje sonoro, video mapping) Duración: 00:02:50 2016

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El mar profundo es el bioma más grande del planeta y el menos estudiado. Nuestro cuerpo, lo que llevamos dentro resulta intrigante al igual que ese extenso océano. Bioma surge a partir de una pregunta por nuestra configuración interna, por aquello que se encuentra tan adentro que resulta incierto y desconocido. Partiendo de una acción que recrea el procedimiento de resonancia magnética, proyecto secuencias animadas de imágenes diagnósticas propias sobre mi rostro, revelando un interior contenido que se superpone a la exterioridad de mi cuerpo. El resultado es un registro que sirve como base para realizar una experimentación en donde las formas presentadas son moldeadas, transformándose

en especies de organismos que han desarrollado la capacidad de generar luz en la infinidad de un oscuro vacío. Esta pieza es la fusión de dos retratos extraídos de tiempos y espacios distintos. El primero guarda la evidencia de la anomalía, es traslucido y se ha transformado en luz para reflejar una imagen interna aquejada por la enfermedad. El segundo es el contenedor, en él las heridas siguen estando abiertas como si tratara de una vasija rota que intenta sellarse para no dejar salir su contenido. El resultado es una tercera imagen, un autorretrato en el que hago referencia a la manera en la que el proceso con la enfermedad me ha transformado. El artista multidisciplinario de origen francés Christian Boltanski construye muchas de sus piezas a partir del uso de recursos como telas, ropas o archivos fotográficos de retratos proyectados, grabados o instalados en diferentes medios. En ellas encuentra la manera


de contar historias que parten de recuerdos y vivencias personales de su infancia, logrado hacer una reflexión sobre cómo la memoria se ve afectada por las marcas que deja el olvido en el individuo. Es así como en la exposición El Caso (1988) en España crea una especie de obituario construido a partir de fotografías extraídas del periódico llamado con el mismo nombre, “este recurso es utilizado reiteradamente por el artista como metáfora para expresar la idea de algo anónimo e inclasificable”. (Sofía, 1988)

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En mi caso las fotografías del pasado me hablan de alguien que pareciera haberse ido al fondo del mar de mis recuerdos, soy la huella que la experiencia supo dejar en mi cuerpo, “la herida que el tiempo no curó pero sí trasformó”. (Márquez, 2017, pág. 28)

Christian Boltanski - El Caso (1988)




CONSTELACIONES Muestra de grado 2017 Transmutaciones (2015), REC (2016), Fluir (2016), Intersticios (2017)

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La obra de Luis Felipe González se presenta ante mí de manera intermitente, pues en su ir y su venir me indica un vacío, por medio una serie de aparatos tecnológicos obsoletos, ensamblados en mobiliarios médicos, donde reposan los vestigios de un cuerpo hecho de imágenes diagnósticas y sonidos con los cuales podemos percibir una especie de malestar insospechado que lo aquejó, lo “mermó, lo volatilizó, quedando de repente despojado de su cotidianidad, de su voz y de su dominio al moverse, para transformarse en una imagen muda o en un ruido blanco que tiembla al instante en los aparatos” (PierreQuint, 1927, pág. 14). Finalmente, estos son los que actúan: suenan e iluminan una herida

que el tiempo no curó, pero sí transformó, hizo que perdiera sus límites reales e incluso hizo que abandonara el cuerpo, “entonces, lo que queda es una herida sin cuerpo” (Marker, 1982, págs. fragmento. 00:28:10 - 00:28:14), herida que todos poseemos. De ahí que tanto en REC, Fluir, como Transmutaciones, ese cuerpo contingente nos permita ocupar su lugar, somos ahora quienes palpitamos, fluimos, cambiamos y habitamos en la duda, en el extrañamiento, al no saber qué nos pasa en la vulnerabilidad, aunque quizás este desconocimiento sea propicio para aceptar el “comportamiento incierto o desconocido” de nuestra propia humanidad. Entonces, lo humano habita en el intersticio, aquella hendidura que revela el interior emplazado en el exterior y viceversa, por la cual se puede ingresar y salir de diversos estados que van de lo intangible a lo tangible, de la fragilidad a la fuerza, de la sospecha a la


certeza, del dolor al alivio. Esto sirvió de base para el video-instalación Intersticio, donde una serie de ventanas de hospital muestran el exterior desde su interior, que bien podría entenderse como otra realidad al estar tan distantes de lo que sucede adentro, pero no hay otra realidad, así nos lo puede explicar Lewis Carroll con Alicia:

el cuerpo inmerso en la obra de Luis Felipe: el ausente, el contingente, el cuerpo que somos todos, siempre estará atravesando el cristal de lo humano. (Márquez, 2017, pág. 28)

Supongamos que el cristal se volvió tenue como la gasa (…). En un instante Alicia había pasado a través del cristal. (…) Entonces empezó a mirar atentamente a su alrededor y se percató de que todo (…) era bastante corriente, […] igual […] pero todo sumamente distinto. (Carroll, 2004, págs. 3-14) Por lo tanto, Alicia comprende que su “ser ahí” está en la realidad de ambos lados del espejo, lo que me lleva a concluir que, en este caso,

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Maestro en Artes Plásticas Universidad de Antioquia - 2017

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