CONTRUYAMOS UNA IZQUIERDA UNIDA
La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos (recuperar la izquierda, recuperar la ilusión, volver a ser creíbles)
Felix J. Velásquez
La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
(recuperar la izquierda, recuperar la ilusión, volver a ser creíbles) Se hallaba en una ocasión Winston Churchill mostrando la Cámara de los Comunes a un joven diputado conservador recién elegido y novato en las lides de la política. Le explicaba Churchill a aquel joven la labor del "Speaker", el funcionamiento interno y la dinámica parlamentaria, el lugar que ocupaba la oposición en los bancos situados enfrente y dónde se sentaban ellos mismos aupando al gobierno. Al finalizar, el nuevo diputado quiso demostrar que había estado atento y resumió: "bien: entonces, allí enfrente se sientan los enemigos y aquí nos sentamos nosotros". Con cierta cara irónica, le contestó el veterano político: "mire joven, no se equivoque: allí enfrente se sientan los adversarios; donde se sientan los enemigos es aquí" indicando el lugar donde ellos mismos estaban sentados. Esta anécdota refleja bien algunos de los rasgos más notables de la política sobre los que quisiera llamarles la atención. En primer lugar, les invito a mirar la política entendiéndola como representación. Si bien las palabras no significan lo mismo en cualquier momento de la Pagina 2 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
historia, aún podemos mirar a nuestro pasado más inmediato y entender que el modelo liberal burgués con el que se han regido las democracias occidentales ha variado sustancialmente en el último cuarto del siglo pasado y lo que va de este siglo XXI. Las transformaciones sociales e institucionales tras décadas de neoliberalismo, la desconfianza hacia el Estado sembrada durante esos años, la complejización y aumento de las tareas públicas, así como los errores y tropiezos de las izquierdas, han ido devaluando el papel de la política. La izquierda que se reclama comprometida con la transformación ha entendido tradicionalmente que lo político era el espacio para el debate, para la expresión del conflicto y para su resolución. Nuestra vida como organizaciones es deudora de esa visión y de las instituciones que a su calor se fueron configurando. Esa visión de lo público hizo posible en el siglo XX una masiva socialización política que creó los partidos y sindicatos de masas y, en buena medida, las principales
instituciones de lo que fue la democracia representativa. Los peor tratados en nuestras sociedades han sufrido y sufren con la desaparición del espacio público y con esta banalización de la política, convertida en un nuevo escenario donde el conflicto se transforma en un espectáculo entre profesionales. La propia complejidad de nuestras sociedades hace hoy imposibles, probablemente, formas de participación y compromiso que fueron las normales en otro tiempo y que hemos revindicado en la propuesta de la Democracia Participativa y Protagónica, así como la propuesta del Estado Comunal; y puede que gracias a la ficción de que estamos en el poder, haya un importante déficit de imaginación para abordar los retos del hoy. Pero no es ahí donde está la clave de la representación política. Lo fundamental estriba en recuperar un papel protagonista en nuestras sociedades y en nuestras vidas. El precio pagado por los revolucionarios, al dejar que otros ocupasen los espacios de decisiones públicas, es decir de "poder", dentro de las instituciones del estado ha sido muy alto, la mayoría de los camaradas, andan sufriendo los avatares de la ignominia, y desprovistos de los elementales medios de subsistencia. Visto el precio que se paga por la dejación de esas tareas, no puede decirse que asumirlas sea una exigencia de heroísmo ciudadano, sino más bien una reclamación de sentido común. No podemos seguir permitiendo en este siglo XXI que se inaugura representar
un papel subalterno como espectadores de nuestras propias biografías, como plantea la Idea Juche, “CADA QUIEN DEBE SER DUEÑO DE SU PROPIO DESTINO”. Necesitamos un pequeño impulso para traspasar el umbral que nos lleva a ese lugar al que se refiere el prólogo de nuestra Constitución, que nos acerque a esa "democracia avanzada" en donde las declaraciones de principios se traduzcan en una Ve n e z u e l a m á s j u s t a , m á s participativa, más inteligente. Otro aspecto relevante recogida en esta anécdota de Churchill hace referencia a un comportamiento que ha sido caro en la política del siglo que abandonamos. Se trata de una manera de actuar que en la izquierda hemos practicado con rasgos de discípula adelantada. Se trata de ese cainitismo que llevaba a incrementar el odio conforme aumentaba la cercanía política y que con indeseable frecuencia ha anegado las posibilidades de construir espacios comunes de trabajo entre personas que tenían más cosas en común que diferencias. En lo que a nuestra tradición política se refiere, se desarrolló desde sus orígenes una matriz sectaria que parasitó las ideas originales conduciéndolas a una visión estrecha y dogmática que pretendía producir un socialismo científico. Esa visión dogmática del socialismo, que reprochaba a los utópicos su falta de compromiso con la realidad, siempre tuvo un problema mal resuelto: no dejaba claras las supuestas razones que amparaban a los que presumían de poseer la verdad. Los mismos La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 3
sacerdotes que hacían la historia eran los encargados de interpretar la correcta marcha de la misma. Como quería mostrar con la anécdota del más ilustre conservador inglés de este siglo que recién se marcho, el afán de certidumbres y las exclusiones que acompañan siempre a las seguridades doctrinariamente defendidas, no ha sido propio ni exclusivo de nuestra tradición. Pero lo que nos importa ahora es la rica e inolvidable experiencia que nos brinda y que debiera acompañarnos, si nos interesa más el futuro que el pasado, en el siglo que transitamos. Uno de los principales legados que debemos llevar con nosotros en este nuevo siglo es la idea de la pluralidad de la izquierda, en otras palabras, entender que nadie goza de la representación en exclusiva de la transformación social; Sólo los mejores argumentos, contrastados en un debate entre iguales, así como la coherencia entre el discurso y la práctica pueden y deben reclamar para sí un lugar principal en la discusión política. Ningún otro criterio justificará un lugar que a nadie corresponde de partida. La primacía de cualquier política emancipadora reposa en la exclusiva fuerza de sus argumentos y en la capacidad de transmitirlos a la ciudadanía. Recordemos que Maquiavelo no reprochaba a Savonarola la maldad o torpeza de sus arengas, sino su incapacidad para conseguir un movimiento social que acompañase a sus propuestas. Tenemos que entender que la política ya no está exclusivamente en los partidos políticos y en los Parlamentos, sino que también habita en los movimientos sociales, nuevos o tradicionales, en el compromiso cotidiano en el lugar de trabajo o de estudio, en un comportamiento progresista en el ámbito cotidiano del hogar o del ocio. Pero quizá por esto mismo sean tan necesarios ahora mismo los partidos políticos, pues la importancia de los árboles no debe ocultarnos que no menos relevante es el bosque. Nadie que mantenga intacto su sano juicio de persona de izquierda olvidará la importancia emancipadora del pacifismo, del ecologismo, del feminismo, del movimiento gay, del movimiento por el derecho a la vivienda, de las asociaciones de consumidores, de las respuestas sindicales a los problemas nuevos y tradicionales de los trabajadores. Nadie que se reclame de izquierda dejará de valorar la trascendencia política de las mujeres que se agrupan para protestar contra los malos tratos o por la igualdad social real, de los ciudadanos que se niegan a sufrir los riesgos de la energía nuclear, de los que luchan por la democratización de los medios de comunicación, de todos y cada uno de aquellos y aquellas que quieren transformar la realidad sin hacer de los medios fines; en definitiva, de todos aquellos que usan una democracia sin máscaras con el fin de mejorar la vida de las personas en una perspectiva que siempre hemos entendido en la izquierda y nos ha dado sentido: la perspectiva universal. Será la tarea de los partidos de izquierda, tarea nueva y difícil, el sumar el ánimo emancipador que atraviesa a todos esos movimientos y a todos esos comportamientos. Es lo que pretendimos, no siempre con éxito, con el carácter de movimiento político-social que portamos los militantes de la Izquierda venezolana desde sus inicios, esa voluntad de construir un "partido arrecife" un "partido coral" donde se encontrasen, no donde se escondieran ni arrinconasen, los trabajos conjuntos de todas aquellas personas que Pagina 4 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
construyen la izquierda con sus particulares ritmos y formas. Esta concepción descansa sobre un importantísimo respeto por la transformación concreta y real de la sociedad, por la capacidad de acción, por la voluntad para modificar los datos que construyen la realidad. Es un respeto que porta un importante grado de sincera humildad y de compromiso respecto a lo diverso y plural. La moraleja de ese viaje es sencilla: pretendemos ser la expresión política de un tejido amplio y plural de organizaciones y personas activas en la vocación de alcanzar un horizonte de transformación social. Queremos ser el precipitado de esa energía rebelde que en nuestra sociedad se expresa de maneras tan diferentes. La Izquierda Venezolana Unida en un solo bloque, debe ser el hilo rojo que trence con la paciencia de una tejedora confiada y amable, todos los esfuerzos transformadores que florezcan en nuestro entorno. Nos anima también para ello una concepción compleja y republicana de la democracia. Nos complace pertenecer a esa extensa tradición que reclama un mínimo de virtud cívica para poder denominar a nuestros sistemas políticos como democráticos. Es una tradición que atraviesa varias corrientes de pensamiento y de práctica política y con las que compartimos un espacio que en este comienzo de siglo se nos antoja decisiva. Esta es una tarea extremadamente complicada que ha producido en la izquierda momentos de mucha confusión. Tras las casi tres décadas conservadoras, los duros años setenta, ochenta y noventa, la izquierda en la primera década de
este siglo, ha empezado tímidamente a recuperarse de un duro golpe cuya imagen por excelencia fue la caída del Muro de Berlín. Han sido prácticamente treinta años donde se instalo eso que conocemos como el pensamiento único, la falacia intelectual que pretendía el fin de la historia, el fin de las alternativas y la comunión forzosa con una manera de enfrentar el mundo que se presentaba como "la única posible", pero que hemos comenzado a superarla en la primera década de este siglo, tras la aparición de ese líder llamado Hugo Chávez. El debate político e intelectual ha alcanzado un cierto consenso respecto a un cambio de ciclo en el dominio neoliberal. Digamos que las opciones más fundamentalistas de esta doctrina preñada de ideología han perdido relevancia en favor de concepciones menos agresivas en el ámbito social. No queremos despreciar los matices, pues a menudo la verdad reposa en ellos. Pero en este punto nos importa destacar el impacto de ese período. Hemos señalado algún elemento al comienzo de nuestra nota y debiéramos hacer un esfuerzo común por entender que estos años han cambiado nuestros rostros y nuestras miradas. El impacto en la cultura política no es cosa del pasado. Si bien los neoliberales de hoy no son los de ayer, siguen presentes en nuestra cotidianeidad los rasgos menos amables de esa doctrina tan perturbadora para la construcción de una comunidad. Hemos alcanzado, después de sufrir el implacable legado de la falacia neoliberal, un grado de análisis sobre estas décadas que debiera hacer creíble una propuesta programática La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 5
y política de amplio acuerdo. Desde otras opciones ha venido realizándose un importante esfuerzo teórico cuyo exponente más relevante fue la Tercera Vía. Pese a lo positivo del debate acerca de la misma, es decir, más allá de la bondad que hay en el hecho de haber devuelto a la discusión, aunque tímidamente, puntos de vista diferentes al neoliberalismo hegemónico, la tercera vía, en nuestra Venezuela abanderada por Douglas Bravo, y su asunción de la idea de equidistancia entre la derecha y la izquierda tienen que entenderse, y permítanme parafrasear a un clásico prohibido por los viejos censores, no como un paso adelante y un salto al centro, sino más bien como un paso atrás y dos recaídas en la derecha. Apreciamos algunos análisis y, sobre todo, un esfuerzo por incorporar las críticas más sensatas al mal funcionamiento del Estado del bienestar, así como algunas de sus negativas consecuencias. Sin embargo, nos ha parecido que este enfoque tenía todos los problemas de un diálogo que, muy debilitado de partida, daba por buena la imposibilidad de una alternativa a lo existente. Finalmente, parece que el camino transcurrido ha dejado el empeño en un intento local sólo entendible, probablemente, en el contexto de la Gran Bretaña post thatcheriana, más allá de que Anthony Giddens reclamase la experiencia de Clinton en los Estados Unidos o de Felipe González en España para dotar de contenido empírico a su programa político. Pero el debate ofrece algunas enseñanzas que convendría hacer más visibles para su pública Pagina 6 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
discusión. El centro es un no-lugar, y quizá por eso, un célebre personaje de la derecha, ahora embalsamado en vendajes centristas, pudo expresar no hace tanto tiempo las dificultades que tenía para imaginarse a alguien delante de un pelotón de fusilamiento gritando antes de morir ¡Viva el centro!. Hace casi medio siglo planteó el politólogo francés Maurice Duverger, en un célebre libro sobre los partidos políticos, que el centro no era sino la izquierda de la derecha y la derecha de la izquierda. Hoy podemos avanzar algo más y afirmar que el centro es un lugar político que se define sólo porque niega los conflictos. Conforme se asuman menos diferencias, desigualdades y, por tanto, cuanto menos se pretenda cambiar la sociedad, más se pertenece a ese limbo llamado centro, hoy representado en el país por Henry Falcón. La complejidad del mundo actual lleva a menudo a la ciudadanía, abrumada por un tipo de información banalizadora, al desentendimiento de lo político. El "centrismo" viene a cubrir lo que no es sino una señal más de la amortiguación del dolor propio de nuestras "sociedades indoloras". La izquierda, por el contrario, debe buscar la politización, señalar el conflicto que atraviesa una sociedad injusta por definición, poner el dedo en la llaga de las desigualdades de clase, de género y geográficas, expresar el conflicto que muestra una tierra que se queja por su agotamiento y abuso. Por eso la izquierda, frente a la pretensión maquilladora del centrismo, reclama transitar su propia senda y no olvidar algo tan obvio como que la izquierda, para estar en la izquierda, debe transitar los
senderos de la izquierda. Y no hay peor maquillaje que aquél que termina ocultando la piel que quiere realzar. Debemos entender, en esta dirección, que el desasosiego de la izquierda no es gratuito. La confusión propia de un mundo complejo, intercomunicado, tecnológicamente avanzado, en vertiginosa transformación, inmerso en la mundialización, tiñe de ruido el panorama. A esa maraña hay que añadir la asunción derrotista de una importantísima batalla contra la derecha liberal o neoliberal, que ha llevado a la izquierda a renegar de parte de sus contenidos, a replegar sus banderas, incluso las que están intactas, y a adjetivar, a veces con vergüenza, su lucha por la emancipación de los seres humanos. Vivimos una época cosmética, de imagen, de primacía del envoltorio respecto del contenido, una época donde los adjetivos vencen a los sustantivos y donde el brillo derrota a la sustancia. Hoy parece que el socialismo pierde sentido si no se acompaña de adjetivos que le limen sus posibles asperezas, que taponen sus presuntas grietas. Por lo común, determinadas palabras, cuando se adjetivan, lejos de realzarse se devalúan. Le ha pasado a la adjetivación de la democracia, le ha pasado a la adjetivación de la libertad y le pasa a la adjetivación del socialismo. El único adjetivo que le conviene a nuestra idea de socialismo sería, de no resultar absolutamente innecesario, el de socialismo socialista, pero me temo que para ese viaje no hacen falta muchas alforjas ni sesudos diccionarios de pensamiento, por mucho que, como dijera Bertolt Brecht, “vivimos en esos malos tiempos en los que hace falta explicar incluso lo obvio”. Frente al liberalismo, pensamiento de carácter individualista, insolidario, creyente en la idea de que los vicios privados construyen virtudes públicas, frente a ese liberalismo más atento al beneficio individual que al bienestar colectivo, construido sobre la idea de egoísmo y no sobre la idea de bienestar común, la izquierda siempre ha presentado la idea del socialismo como alternativa. Si se quiere rastrear en la historia de las ideas reflexiones cercanas, antes que reclamar formas ligadas al liberalismo debiéramos acercarnos al humanismo cívico republicano, es decir, al republicanismo vinculado a la idea de res publica, a la virtud cívica, a la voluntad común de construir la buena sociedad, a un patriotismo no del beneficio ni de la sangre sino de una Constitución que recoja y haga reales las exigencias de libertad, identidad y progreso propios de una democracia avanzada. Frente a concepciones liberales, cabe reclamar la concepción republicana del socialismo que siempre ha estado inscrita en su credo emancipador y que no olvida los componentes de confianza y solidaridad que construyen la buena sociedad. Nuestra concepción del socialismo requiere de la generosidad, del compromiso con lo público, busca hacer real que nada de lo humano nos es ajeno, y por todo eso requiere de ciudadanos con la voluntad y la confianza para construir un nuevo escenario de propuestas e instituciones. Frente a la disgregación de una sociedad construida sobre el principio del beneficio individual, seguimos reclamando la imposibilidad de reducir la complejidad de la vida a las leyes del mercado. Por eso reclamamos la participación sobre la delegación de responsabilidades y apostamos por las La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 7
obligaciones de todos los ciudadanos frente a un egoísmo individual que siempre coincide con la razón del más fuerte. Nuestra concepción del socialismo encuentra su fuerza en las tradiciones emancipadoras que nos han conducido a donde ahora nos encontramos. Y cuando escuchamos propuestas hechas al calor de la impunidad (basta que recuerden ustedes las últimas recomendaciones del Empresariado Burgués) no queda más remedio que mirar atrás primero y hacia adelante después con un convencimiento amargo: lo poco o mucho que ahora tenemos conquistado es expresión del conflicto y no hay ninguna ley histórica que garantice que no podamos dejar de disfrutarlo. Los derechos ciudadanos también tienen viaje de vuelta. No debe ser casual que los sacerdotes del neoliberalismo se hayan fijado como objetivo los derechos sociales y, muy en particular, aquellos vinculados al género. Los derechos sociales no son sólo otra categoría de derechos añadida a los civiles y políticos, sino que introducen una ruptura innovadora en el campo de las garantías ciudadanas. No sólo tienen una función compensatoria, sino también, y muy importante, legitimadora, pues hacen cotidianos los derechos y ofrecen un suelo de certidumbres que irrita sobremanera a los que necesitan del pánico social para seguir incrementando su control sobre una sociedad a la que necesitan pero a la que no respetan. En ese contexto podemos denunciar como Robinson Crussoe es una de las grandes mentiras usadas por el liberalismo, pues sólo su referencia social, su aprendizaje ciudadano, fue lo que le permitió sobrevivir en la isla. El ensalzamiento del yo no es sino parte de ese intento de reducir a los ciudadanos a clientes sometidos a la tiranía de ser sólo en virtud de la oferta y la demanda. Vivimos en sociedades con una importante tendencia a la depresión, donde el vértice de esa enfermedad es un exceso de yo que olvida que el ser humano es un animal social que transita en una misma nave junto con el resto de los humanos y que cobra sentido sólo en relación con los otros. Algunos pretenden negar esta evidencia. Sólo desde la mala fe puede entenderse esta idea de lo público como el fin del individuo, como la opresión de las personas por la política. Un Estado sólo se comportará moralmente si sirve realmente a los intereses de los individuos y no a fines que de tan elevados terminan viendo a los seres humanos como diminutos e insignificantes. De ahí que nuestra concepción a favor de la "res publica" incorpora el tercer sector, todo ese entramado civil propio de una sociedad activa que interactúa con el ámbito político institucional y que entiende el mercado como un instrumento de intercambio y no como un arma de dominación. Es esa mirada atenta de la sociedad comunal la que tiene que evitar que vuelva a ser cierta la afirmación de Marx y Engels, cuando escribieron hace más de 150 años, en El manifiesto comunista, que el Estado es el lugar en el que se sienta el consejo de administración de la burguesía. Para evitarlo necesitamos una república virtuosa construida sobre una situación de distribución equitativa de recursos y poder, con una energía cívica que no enfrente al individuo con el colectivo. Un socialismo que no precisa de adjetivos sino de la suma de los diferentes sustantivos que constituyen todos y cada uno de los esfuerzos sociales por transformar nuestra sociedad. La izquierda, por tanto, está obligada a entender nuestro presente, el que es, Pagina 8 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
pese a que se haga menos aprehensible y explicable y niegue las formas tradicionales. Necesitamos de esa nueva comprensión para dar respuestas a un futuro vertiginoso que nos reclama, para no ir a remolque de los acontecimientos, compromiso, inteligencia y enormes dosis de esperanza. Izquierda Unida quiere ofrecer una voluntad orientada por las luchas de emancipación que han caracterizado a la izquierda desde su nacimiento. Nuestro horizonte nos exige, sin complacencias, inteligencia para identificar las transformaciones, generosidad para atrevernos a enfrentar los nuevos tiempos y un pleno convencimiento de la obligación emancipadora de una izquierda que no quiere ser una simple gestora del sistema capitalista. Son, como hemos visto, tiempos de perplejidad. Quizá nuestra tradición política pudiera explicar con autoridad el valor de las seguridades fundadas en una explicación del mundo donde todo tenía su sitio y ocupaba su lugar, donde una minoría ilustrada en el nombre de una clase encerrada en estrechos marcos conceptuales definía a su vez la marcha de la historia, donde el deterioro ecológico no era asunto de la agenda política, donde la mujer seguía desempeñando un papel subalterno y donde la libertad individual chocaba con la colectiva. Pero aquellos tiempos ya no forman parte del presente sino como cultura política residente. Son el vestigio de otros tiempos que visten, irremediablemente, ropas del pasado. Hoy nos queda un sano resquemor ante las certidumbres que no admiten controversia, ante
cualesquiera forma de pensamiento único que pretenda situarnos fuera de lo políticamente correcto. Por eso no debería resultar paradójica nuestra creciente perplejidad ante esta voluntad unidireccional y excluyente del discurso dominante. Nos resulta un espejo familiar, mil veces repetido pero cuya imagen aborrecemos. Sin debate, sin conflicto, sin pasear a los héroes clásicos por el callejón del gato, como nos propuso Valle-Inclán desde su disidencia; en definitiva, sin política, no construiremos una sociedad plenamente democrática ni una sociedad comunal digna de tal nombre. Por eso, y gustándonos más la imagen que se refleja en el espejo de la rebeldía y de la inconformidad nos negamos a que el debate público sea reducido a una cuestión puramente administrativa. Nos negamos a aceptar que la política se convierta en un manual de gestión y a que los debates y conflictos políticos fundados en la búsqueda de alternativas civilizatorias parezcan cosas del pasado. Tenemos que hacer gala del valor que pedimos a la ciudadanía. Justo en el inicio de un gran proceso de transformación económica y social, con reconocibles consecuencias en el ámbito de la política, la posición más sensata nos la ofrece una prudencia atrevida. Aplicada al debate público quiere decir que necesitamos reflexión para entender los nuevos límites y los nuevos riesgos, así como decisiones audaces para encontrar nuevos caminos y nuevas propuestas sociales. Una buena parte de lo que está ocurriendo en el ámbito de la economía internacional debiera conducirnos a una conclusión La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 9
fundada en el sentido común: debemos tener preparados los frenos de emergencia y, a través de un buen análisis, atrevernos a lanzar al debate público nuestras propuestas. Permítanme señalarles algunos asuntos de estos días que pueden servirnos para esta invitación a la reflexión y al debate. El primero tiene que ver con el fracaso de la Conferencia de la Haya sobre cambio climático. Quiero recordar que el objetivo de la Conferencia era la ratificación de un acuerdo establecido en Kyoto que, ya entonces, mereció los calificativos menos amables. Kyoto no ofreció las soluciones que nuestro planeta necesitaba ya entonces. Quiero llamar la atención sobre una idea: estamos hablando de necesidades. Un modelo civilizatorio, guiado por la miopía del corto plazo que Galbraith definió para el capitalismo (y que hoy sabemos que la deriva del "socialismo real" hizo suya, y el PSUV la exalta a la “n” potencia), ha enfermado el planeta. Su continuidad pone en riesgo la existencia no sólo de miles de especies animales y de plantas, sino también y sobre todo, la existencia de la humanidad sobre este planeta, al menos tal y como ahora la conocemos. Lo acordado en la Cumbre de Kyoto se nos antoja ahora un mínimo indispensable. Pero la voracidad de los intereses económicos de las grandes multinacionales vinculadas con la energía y la extracción de recursos ha hecho fracasar, una vez más, un acuerdo modesto cuyos beneficiarios seríamos todos los habitantes de la nave tierra. No se trata de agitar compulsivamente el fantasma del capitalismo Pagina 10 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
transnacional o alzar la voz con tonos catastrofistas sobre la maldad de las empresas multinacionales. Se trata simplemente de ver que estas cumbres fracasan, de preguntarse a quiénes beneficia su fracaso y de entender que el momento de la política no puede sustituirse por el momento del beneficio de unas empresas sin control que pretenden colocarse por encima de los Estados. Puede y debe pensarse en los habitantes de esa geografía de la pobreza que suman a su desesperación cotidiana los avatares de un cambio climático y un deterioro ecológico que les envía destrucción y miseria añadida. Pero puede y debe también pensarse en esa voracidad económica que está atentando día a día en nuestro entorno más inmediato, en Latinoamérica, en Venezuela, contra el equilibrio del planeta y el bienestar de sus habitantes. En este punto lo sustancial está claro: hay evidencia científica contrastada de la relación entre deterioro ecológico, cambio climático y un modelo civilizatorio basado en la dilapidación de los recursos naturales del planeta. Hay evidencia suficiente de lo que cabe esperar si no se toman las adecuadas medidas con prontitud. La comunidad científica, los grupos y partidos ecologistas y otras entidades sociales han hecho un enorme esfuerzo por sugerir propuestas realistas y aplicables. Es urgente entregar a la reflexión ecológica el lugar principal que le corresponde. Se trata de entender que ahora los problemas de sostenibilidad generan una contradicción tan importante como la que supuso el conflicto laboral en el siglo pasado. Las formas de explotación toman diversos caminos.
El capitalismo se ajusta por la parte más débil y silenciosa. Esa ha sido a menudo la naturaleza y el planeta ha gritado basta. El modelo productivista, esquilmador de recursos, cortoplazista genera riesgos intolerables tanto para la salud de los ciudadanos y ciudadanas como para la supervivencia del planeta. Frente a torpes optimismos, conviene tener preparados los frenos de emergencia, pues a la explotación laboral se une hoy de forma grave la explotación ecológica, que resta calidad de vida, afecta a los equilibrios naturales y pone en peligro la salud de los consumidores. No hay que esperar a más crisis como la de las vacas locas o que las catástrofes climáticas desbaraten la convivencia para entender que el respeto a la naturaleza y a la salud no puede estar en función de los beneficios de las grandes empresas. Igualmente, los productos transgénicos, impulsados por meras consideraciones económicas, deben pasar a formar parte del debate social de manera urgente, de manera que las moratorias aprobadas sean realmente eficaces. Debemos devolver al agricultor el papel que le corresponde en la producción no sólo de alimentos, sino en su actividad como conservador de una parte sustancial de nuestra biodiversidad. El dominio de los oligopolios en este sector tan vital para nuestras vida e s t á s i g n i fi c a n d o u n empobrecimiento real de nuestras culturas y un riesgo permanente para nuestra salud. Desde la Izquierda no hemos dejado de insistir, a menudo con una inmerecida vocación de Casandra, sobre los riesgos a los que nos sometía ese modelo de crecimiento.
Y únicamente la irresponsabilidad de algunas multinacionales, con la connivencia de algunos poderosos Estados, hace imposible cualquier avance. ¿Qué más necesitamos? Tendremos tiempo en un futuro incierto para que algún tribunal internacional juzgue la macabra obstinación de algunos minoritarios intereses privados para impedir soluciones inmediatas? ¿Qué podemos pensar si la mayor potencia mundial pudo hace algún tiempo poner como presidente a un gobernador que ha abolido en su Estado, Texas, toda la legislación medioambiental, dando como resultado que su capital, Houston, sea hoy la ciudad más contaminada de Estados Unidos? Detrás del mal que afecto a las vacas locas, no está sino un modelo que prima el beneficio económico, que trabaja siempre en la inmediatez de la cuenta de resultados positivos en el balance, por encima del bienestar colectivo, que siempre espera para mostrar sus heridas al mediano y largo plazo. Los lodos de la desregulación de la era Thatcher, tan ensalzada en nuestro país desde la derecha, traen los barros de enfermedades como la encefalopatía espongiforme bovina, u otras nuevas como el Chikunguya. El mercado, dejado a su suerte, es una terrible lacra para el bienestar de la humanidad y del planeta. Es hora, pues, de recuperar, frente al momento de la economía, el momento de la política. Un momento de la política que, además, termine con esa idea de que los beneficios son siempre privados pero el arreglo de los desperfectos siempre debe cubrirse colectivamente ¿O de dónde sino salieron los 900 mil millones de Dólares que, según parece, se La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 11
necesitaron para colocar al sector cárnico europeo en condiciones de ofrecer todas las garantías sanitarias a la población? o ya en nuestras tierras ¿O de donde salieron los recursos para recuperar la banca privada y cubrir el desastre que ya han ocasionado en varias oportunidades? ¿Qué será lo próximo? El segundo ejemplo nos lleva a Argentina. Las revueltas del hambre de las pasadas décadas no han sido las únicas en los últimos años. La repetición de noticias terribles termina por adormecer el asombro, pero eso no hace menores los problemas. Esas protestas sociales merecen, cuando menos, unos minutos de reflexión. Argentina había sido un alumno aplicado de las recetas neoliberales preparadas por los organismos financieros internacionales. En un pasado cercano ha sido incluso puesto como ejemplo exitoso de salida de un círculo infernal que postraba su economía y empobrecía a sus ciudadanos. Por lo que sabemos ahora Argentina tuvo que necesitar urgente ayuda internacional para salir de la situación, y aun hoy se enfrentan a los temibles Fondos Buitres, y peor aun soportar el neoliberal gobierno de Macri. Nos enfrentamos a una pregunta paradójica ¿qué es lo que hicieron mal? Pues de ser correctas las recetas al uso, nada se les puede reprochar por haberlas cumplido con creces. ¿Entonces? Como ocurre a menudo, no hay responsables, pero sí perjudicados. A pesar del crecimiento del PIB, ese país conoció el aumento de la pobreza y la desigualdad, con el agravante de que, una vez dilapidados los bienes públicos, no les quedaba nada que vender. Aquellos que les urgieron a terminar con su sector público –en Argentina o en Perú- guardan silencio. ¿Y entonces? ¿Estamos ante una forma políticamente correcta de impunidad? Los dos ejemplos nos interrogan sobre el papel actual de la política. Pero también sobre el sentido de una izquierda que, precisamente porque no quiere dar la espalda a la realidad se propone construir una propuesta que inaugure otro proceso civilizatorio. Si la mundialización ha acercado y estrechado el mundo de tal modo que "el leve batir de unas alas de mariposa en Tailandia puede producir una tormenta en Nueva York", no parece sensato inhibirse de la responsabilidad de nuestras opciones políticas en otros lugares del mundo. En primer lugar, entendemos que la mundialización es un proceso irreversible y que, por tanto, debe afrontarse con la voluntad de conducirlo según otro modelo, con otras prioridades, con otras instituciones. Sólo una izquierda sin ideas se situaría, en un momento tan complicado, a la defensiva. Para ello debemos poner en primer lugar a la Latinoamérica democrática y social como horizonte de la construcción común, pues com lo dijo Fidel “Si se ha Globalizado la explotación, debemos también globalizar la lucha”. En segundo lugar, apostamos por un orden económico internacional alternativo. Esto significa nuevos acuerdos, nuevas regulaciones y nuevas instituciones que lo gobiernen. Igualmente, la izquierda debe atreverse a proponer y debatir con otras fuerzas sobre el gobierno político de la globalización y sobre el papel que deben jugar las instituciones transnacionales en sus diferentes ámbitos de actuación: local, regional, internacional. En la misma dirección, debemos comprometernos firmemente con la inmigración. Hay muchas razones para ello. Nos gustaría destacar aquellas que se refieren a la justicia. Como conocemos por experiencia propia elegir el desarraigo no es una decisión fácil. Y hoy, es más evidente que nunca que los Pagina 12 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
flujos migratorios del sur al norte, que son los que preocupan a los poderes dominantes son, muy directamente, consecuencia del modelo de desarrollo que incrementa de modo permanente el abismo entre el norte rico y el sur pobre. No compartimos ese modelo y creemos que la gente tienen derecho a intentar asegurar el bienestar de los suyos. Hay que defender con todo el rigor de la democracia la idea de que el enemigo de un trabajador no es nunca otro trabajador, sino aquellos que fomentan el enfrentamiento y el odio por intereses inconfesables, directa o indirectamente vinculados a intereses económicos. Cuando permitimos que lo trágico nos contamine con parte de su dolor hacemos una afirmación de nuestro compromiso. Reafirmamos ese compromiso cuando asumimos las palabras de Benedetti al recordarnos que "Todo es según el dolor con que se mire". Y desde la izquierda nunca hemos querido eludir ese contagio. No siempre hemos tenido la virtud suficiente para devolver ese acercamiento al dolor en forma de reflexiones creíbles y de propuestas políticas. Es verdad. Nos ha faltado virtud o capacidad suficiente para incrementar nuestra credibilidad social y apoyo ciudadano. Es verdad también. Por eso queremos implicarnos en este esfuerzo original por buscar una política realista que no abjure sino que incorpore las malas noticias –y tal y como John Berger proponía- las convierta en verdad. Una verdad expresada políticamente en un importante apoyo político y social a nuestro proyecto de sociedad. UNA MIRADA A NUESTRO MUNDO Ya hemos mencionado la confusión que caracteriza nuestra época. Entre las variables que nos prometen incertidumbre y caos y durante largo tiempo, queremos destacar las siguientes: En primer lugar, un proceso de mundialización gobernado por los tres grandes centros mundiales: Estados Unidos, Europa y China. Su dominio hace más desequilibrado en su favor la gestión económica y social de la globalización. Su creciente interdependencia expulsa a más países a una periferia de exclusión y pobreza. El modelo de globalización que estamos conociendo ha coincidido y ha sido impulsado por la agenda neoliberal de las cuatro últimas décadas y por la refundación económica y política que trajo consigo. Los rasgos más notables de esta mundialización señalan esa fuerte concentración en una triada. Los Estados Unidos, la Unión Europea y China representan apenas el 38,83 por ciento de la población mundial y sin embargo, concentran el 85,69 por ciento del producto bruto mundial; el 81,2 por ciento del comercio; el 80,5 por ciento del ahorro y el 80,6 por ciento de la inversión; así como el 86 por ciento del consumo privado mundial. Otro rasgo sobresaliente es que no se mundializa el conjunto de la economía sino en lo esencial su sector financiero. Por ejemplo, la porción de las exportaciones mundiales en la economía internacional creció hasta un 15 por ciento. Sin embargo, la mayor parte del producto social mundial siguió como antes, es decir, radicado en los mercados nacionales. Un tercer rasgo significativo es la tendencia a la regionalización y la creciente irrelevancia de las periferias. La tendencia a la regionalización implica la existencia de un país o países centrales que satelizan económicamente a un conjunto diverso de países. Esta situación, aunque plantea serios interrogantes La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 13
sobre la actualidad de la soberanía, no implica, sin embargo, la desaparición de los Estados en un nuevo sistema institucional, sino una nueva jerarquización de éstos en función de los intereses del sistema. La pérdida de importancia de la periferia tiene que ver con los nuevos motores del proceso de mundialización: el sector financiero, el informático y el de telecomunicaciones. Estos sectores articulan el sistema, minimizando la importancia de la producción de materias primas, al tiempo que se orientan hacia aquellos lugares donde es posible encontrar demanda solvente. Esta articulación se ha puesto de manifiesto en los últimos informes de Naciones Unidas, donde se destaca el crecimiento de la desigualdad, la polarización de la renta y la desigualdad en la distribución y uso de las nuevas tecnologías. La nueva herramienta llamada a superar la geografía de la desigualdad, Internet, se ha visto sometida a los imperativos del desarrollo tecnológico y de los imperativos del mercado. El resultado: Internet reproduce con creces la geografía de la desigualdad. Otro ejemplo podría aducirse si observamos la caída de la participación de los asalariados en el PIB en los países periféricos e, incluso, dentro de los propios países desarrollados. Por último, estos y otros factores nos conducirían a la conclusión de que nos encontramos en presencia de un nuevo régimen de acumulación que articularía tanto los nuevos y viejos rasgos del sistema productivo, como las nuevas y viejas formas de organización del trabajo y la universalización del capital. El escenario de marcha atrás, del empeoramiento, ha dejado de ser un discurso y ha empezado a cuantificarse, y Venezuela no está exenta de ello. En segundo lugar, quiero referirme a los cambios en el ámbito internacional. El viejo orden bipolar aseguraba el equilibrio desde el terror a la autodestrucción. Su desaparición ha favorecido el dominio de una sola potencia en un escenario en transición. Podemos hablar de multilateralismo asimétrico o de unimultilateralismo (y perdonen semejante palabrota). Ambos conceptos, aunque diferentes, ponen el énfasis en negar que la existencia de una superpotencia signifique de modo automático que el mundo sea unipolar. Este híbrido en transición está formado por una superpotencia y varias potencias principales. La articulación compleja del nuevo orden permite explicar que la voluntad hegemónica de Estados Unidos no siempre encuentre unanimidad ni siquiera en asuntos sensibles políticamente – véase la Ley Helms-Burton o la campaña de ataques recientes contra Siria-. Y explica también los movimientos en el seno de la Unión Europea: la voluntad de algunos países de dotar de un perfil propio en los asuntos internacionales a la UE, el nuevo papel de Alemania una vez completado su proceso de normalización y el papel de la ampliación al Este. Pero el cambio de escenario está propiciando un nuevo equilibrio en el sistema internacional, y en este contexto las contradicciones y, sobre todo, la aparición de nuevos elementos de conflicto juegan un papel diferente cuyo alcance no es fácil predecir. En esa dirección, Latinoamérica debiera construir su identidad sobre la base de aquellos valores que encarnan lo mejor del proyecto ilustrado: los derechos humanos y ciudadanos universales. Ese debe ser el sentido de la construcción latinoamericana, un nuevo lugar político capaz de dar respuesta democrática a los nuevos retos. Pero no debemos engañarnos; al igual que la ciudad-Estado clásica o el Estado Pagina 14 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
nacional tuvieron que enfrentar grandes conflictos antes de adoptar su perfil democrático, las nuevas formas de organización política impulsadas al calor de la globalización, como ocurre con la Unión Europea en sus últimas fases, también necesitan de la reclamación ciudadana para alcanzar un estadio donde el grueso de la población se beneficie de esa organización política. E n t e r c e r l u g a r, e s t á l a y a mencionada crisis del Estado-nación. Es ésta una crisis compleja en la que aparecen en primer término aquellos elementos que tienen que ver con la superación del modelo de Westfalia a partir de la Carta de la ONU de 1945 y que suponen una auténtica transformación estructural del derecho internacional en una dirección pluralista y participativa. Pero hay que mencionar de inmediato a esos otros que están produciendo un desplazamiento de la soberanía desde su objeto característico, el Estado, hacia un nuevo soberano privado supraestatal. Esta situación está produciendo no sólo un derecho dual con un desplazamiento hacia el ámbito privado de la capacidad de normar, sino un auténtico desenfoque de los centros de poder, de decisión y de influencia. Esta coexistencia conflictiva tiene contornos aún ambiguos, pues hace posible tanto el juicio a Pinochet como la guerra de Siria, tanto el conocimiento de la opresión que se vive en Palestina y el apoyo internacional al zapatismo, así como la hegemonía cultural norteamericana y la pérdida de diversidad cultural. Como no podía ser de otra manera, tras décadas de derrota de la izquierda y de sus símbolos, la
balanza parecía inclinarse en favor de una mayor privatización del derecho y una mayor asimetría en la distribución de poder en el seno de la sociedad. Esta crisis del Estado-nación aparece asociada a una discusión sobre el nuevo papel del Estado. El cuestionamiento de su papel hace aparecer a las instituciones hoy como jinetes sin caballo. Y la situación no deja de ser extremadamente paradójica. Por una parte la mayor complejidad social y la flexibilización creciente de diferentes ámbitos hacen que cada vez más gente precise de las instituciones vinculadas al Estado del bienestar. Por otra parte, esta vinculación se hace cada vez más conflictiva al estar atravesada por un nuevo tipo de acercamiento fundado en la lógica del mercado, una lógica que impone una relación del tipo "proveedor-cliente", con el añadido de la ideológica obsesión por el déficit cero que detrae recursos sustantivos para que estas instituciones puedan desempeñar el papel que se les reclama. La otra cara de la moneda está en el gasto creciente en represión, otra forma, más visualizable, de la exclusión y la violencia a que conduce el modelo económico neoliberal. De este enfoque del problema de la crisis del Estado-nación nos interesa resaltar la marcha atrás que están experimentando los derechos de ciudadanía. En lo que respecta a la participación política, las últimas elecciones norteamericanas marcan la pauta de un modelo crecientemente alejado de los ciudadanos. Dos de cada tres norteamericanos no participan en las elecciones. Pero esto no se ve como un deterioro de la legitimidad del sistema. Según este modelo sólo sufren especialmente las La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 15
concepciones republicanas y participativas de la acción política, para las que los derechos de participación y comunicación políticas constituyen el núcleo de la ciudadanía. La sociedad, que tiene como referencia el Estado nacional o plurinacional, aparece permanentemente sobrepasada por la realidad de flujos económicos, financieros y políticos cuya coordinación y regulación se produce en instancias ajenas a las propias de la democracia representativa. Sin embargo, este proceso no ha producido ningún debilitamiento de la voluntad de mantenimiento del Estado-Nación. Antes bien, y por lo que parece, una voluntad fuerte de reforzamiento de sus estructuras permanecerá al menos en el medio y en el corto plazo. La conclusión de este diagnóstico nos sitúa en un escenario para el que, obviamente, no sirven una buena parte de las viejas herramientas de análisis. Se trata, en primer lugar, de evaluar los nuevos acontecimientos a la luz de sus impactos reales y de su relación con las expectativas iniciales. En esto conviene no dejarse llevar por ningún tipo de papanatismo. Nos sumamos a aquellos que han llegado a la conclusión de que la mundialización no ha satisfecho sus expectativas autoproclamadas. Basta comparar las diferencias entre la globalización financiera y los férreos controles a la movilidad de trabajadores para entender las mentiras que porta el concepto. El modelo de internacionalización que promueve acrecienta las desigualdades y las asimetrías en la distribución de poder y recursos. En este modelo cada nuevo desarrollo Pagina 16 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
tecnológico suma un punto de división entre los diferentes nortes y los diferentes Sures. Pero esto no debe hacernos caer en presupuestos "neoluditas" ni instalarnos en una negación general que oculte la ausencia de alternativas. La globalización existe y es nuestro cometido ayudar a que sea dirigida por los intereses de la ciudadanía mundial, de manera que deje de ser un instrumento que refuerce las desigualdades. Necesitamos otro modelo de relación económica, comercial y financiera y necesitamos instrumentos para hacerlo real. La adopción de la Tasa Tobin o de otros mecanismos similares, así como la creación de organismos reguladores supranacionales orientados tanto hacia la reordenación financiera como hacia la eliminación de las dramáticas diferencias Norte-Sur, introducirían un correctivo en la economía de casino que ayudaría a su control y a su orientación social. Desde la izquierda observamos también que este escenario ofrece opciones para una nueva coalición de fuerzas en la escena latinoamericana e internacional. Aumenta el número de personas, organizaciones e instituciones preocupadas por el desgobierno mundial, por la incapacidad de la actual arquitectura internacional para hacer frente a los desafíos de la mundialización. Aumenta también la preocupación por la calidad de nuestras democracias y por la necesidad de articular respuestas globales a problemas cada vez más globales. Ferguson, París o Madrid no son, como ha pretendido presentar un análisis malintencionado, explosiones de ira sin dirección, sino testimonio de esta nueva coalición de
fuerzas. Pero no han sido los primeros ejemplos ni son los únicos. Tenemos voluntad de participar en este esfuerzo de mucha gente por poner, en primer lugar, un límite claro a esta bestia desbocada que es hoy la mundialización. Y no es menor nuestra voluntad de reconstruir un nuevo escenario regido por la justicia y la sensatez en las relaciones internacionales políticas y económicas. UN DIAGNÓSTICO DE LA SITUACIÓN EN VENEZUELA Permítanme ahora, brevemente, un par de pinceladas sobre Venezuela desde la perspectiva de Izquierda Unida. Para que el diagnóstico resulte suficientemente creíble habría que comenzar por decir que durante la anterior legislatura el PSUV fue coherente con su vocación mesiánica, excluyendo a los aliados naturales de las opciones de poder y estableciendo acuerdos con sectores de la oligarquía criolla y transnacional, aprovechando la enfermedad y posterior muerte del Comandante Eterno Hugo Chávez, todo ese accionar a socavado las bases de sustento de la revolución bolivariana, colocando en grave peligro el desarrollo futuro de la revolución; Pero los resultados catastróficos del pasado proceso electoral han impactado en un PSUV que aún hoy no despierta del letargo causado por la frustración de la derrota electoral, y a todas luces obligado por esa derrota se hace un esfuerzo por parecer un partido que ha roto definitivamente con el pasado. Durante la próxima legislatura la derecha oligárquica y la del proceso parecen intentar introducir elementos
de confrontación en la vida pública acordes con un guión que colocando a un lado las exigencias de la inmensa mayoría de la ciudadanía, les permita un re acomodo del poder y emprendieron el camino que les habrá de llevar a esa forma de derecha maquillada que presentan como centrismo, haciendose coincidir en los hechos concretos, como la justificación de los altos precios de los productos de primera necesidad, la dolarización de la economía y la entrega de nuestras riquezas, como en el Arco Minero del Orinoco, tratando a toda costa de mantener una polarización artificial MUD-PSUV, negando cualquier postura política extra polos, y llegando hasta el extremo de llamar "trasnochados" a quienes han mantenido la crítica militante y la defensa de los intereses del pueblo. Pero lo que hubiera de revolucionarios en la elite gobernante parece haberse terminado con su ansiedad por mantener el poder en una pequeña cúpula. Aun no han pasado tres años de la siembra de Hugo Chávez, y la derecha endógena ha trastocado su rostro mostrando una faz inquietante. Más allá del compromiso de esa derecha con una forma tradicional de capitalismo venezolano que beneficia a familias no menos tradicionales, los sectores de la derecha que actualmente gobiernan en Venezuela están derivando a formas que recuerdan con preocupación al pasado. Es preocupante el fenómeno de concentración económica y comunicacional dirigido directamente desde el Gobierno con un talante que ruborizaría a cualquier honrado liberal, la derecha del gobierno parece haber sucumbido a la tentación de patrimonializar el poder La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 17
en su provecho. Suponemos que amparados en la idea de que el proyecto de modernización o de cambio requiere de esas condiciones. Ya conocemos, desde la época de los adecos y copeyanos, la música y la letra de esa canción y ninguna de las dos cosas nos gusta. Esa estrategia debilita la sociedad comunal, empobrece la libertad de expresión y de oportunidades y no responde a la pluralidad que emana de la complejidad de nuestras sociedades. Estos días añadimos preocupaciones si consideramos las condiciones y consecuencias de la Guerra Económica que la oligarquía viene desatando contra el pueblo venezolano, guerra donde acción gubernamental ha resultado altamente ineficiente, haciendo concesiones a los empresarios y concediéndole a la extrema derecha parte de sus exigencias para construir una paz social de acuerdos cupulares. Más allá de la insólita relación entre el Gobierno y la MUD (al decir del propio partido Voluntad Popular, factor clave en esta decisión), está el inquietante abuso de poder ejercido. Mediante una decisión política se han introducido elementos de incertidumbre en el principio de igualdad ante la ley de todos los ciudadanos. Quebrar de una manera tan chueca este principio solo puede hacerse desde una prepotencia que, más allá de que nos avergüence, nos afecta en la seguridad jurídica, y concede a la oposición la sensación de que vamos en retroceso, y cediendo ante su ímpetu, y haciéndolos sentir ganadores del combate los envalentona creando condiciones para aventuras golpistas e intervencionistas. Es muy triste, pero inevitable, referirnos al terrorismo y la situación actual en el País. Sería muy de agradecer en estos momentos un esfuerzo más amplio por introducir racionalidad en un debate que se desliza por una pendiente de incierto final. La condena del terrorismo no precisa de matices de ningún tipo, pues el sicariato político, el paramilitarismo, el tiro en la nuca o el amedrentamiento de la ciudadanía por distintas vías, nos devuelven a la jungla donde lo político ha desaparecido. La humanidad del ser humano desaparece con la violencia terrorista. Desaparece el lenguaje, la confianza, todo lo que nos da razones para vivir en sociedad. En la Izquierda siempre lo hemos sabido. Este compromiso radical de Izquierda con el pacifismo sólo se puede desconocer desde la mala fe o desde una inenarrable ignorancia, pues somos nosotros los que en el pasado reciente de este país sufrimos persecuciones, desapariciones y torturas, y quienes hemos levantado históricamente las banderas de los derechos humanos para toda la ciudadanía, sin distingo de clase o de cualquier otro tipo de discriminación social. No hay justificación doctrinal alguna que ampare el uso de la violencia. No puede argumentarse con razones el derecho a la rebelión, pues en el conjunto del Estado venezolano están garantizados los derechos democráticos básicos y las condiciones para su ejercicio. El hecho de que ésta sea una democracia imperfecta o insuficiente no legitima políticamente el asesinato ni el lanzamiento de cócteles molotov, ni la violencia en la calle, en un autobús, en el partido de béisbol o en la casa de un servidor público elegido en unas elecciones. En tercer lugar, es incomprensible que a estas alturas del siglo XXI alguien pretenda seguir hablando en nombre de todo un pueblo. ¿Cómo puede un pistolero y guarimbero, asegurar ante un juez que él conoce los intereses de su Pagina 18 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
pueblo, y en el nombre de estos intereses amenazar la vida de jueces y testigos? como lo han hecho Ceballos y Leopoldo López en la Apertura de sus juicios. Sobre este modo de barbarie no puede construirse ninguna sociedad y menos una democrática. ¿Qué puede construirse sobre la sangre, sobre los muertos, sobre el tiro en la nuca, la extorsión, la persecución política, la exclusión del otro? Nada, o algo que tiene una asombrosa similitud con la sombra de un pasado que costo más de cincuenta millones de muertos en el mundo, y mas de cinco mil venezolanos desaparecidos, y asesinados por los Gobiernos de AD y COPEI. Enmascarar esos comportamientos con argumentos de demócratas es no haber entendido nada en la vida, o ser muy cara de tabla. La actuación de Voluntad Popular y de sus voceros deja en claro la intencionalidad de su proyecto fascista y terrorista. Dicho esto, tenemos que decir con la misma contundencia que nuestro sistema democrático permite y se enriquece con las demandas y propuestas críticas de sectores significativos de la sociedad. El derecho a la protesta es un derecho democrático reconocido por las Naciones Unidas. ¿Cómo podemos olvidar algo tan elemental? Y es legítimo que un grupo quiera ir más allá y considere que su propuesta política deba incluir el ejercicio cierto de la defensa en la calle de sus derechos, sin traspasar los límites de la democracia participativa. Pero el ruido de la violencia está acallando también los matices. Y recordemos una vez más que, con mucha frecuencia, la verdad reposa en los matices. Al calor de la violencia opositora, el PSUV ha empezado una tarea de criminalización de cualquier protesta ciudadana, queriendo emparentarla, en comparaciones vergonzosas, con la violencia de Leopoldo López. El caso de Guayana es especialmente triste al respecto, pues el actual gobernador, no duda en reprimir brutalmente cualquier manifestación, sea de jóvenes, de estudiantes, de vecinos, trabajadores, o intenta extender la sospecha a la dirigencia sindical, enmascarando la disidencia con inaceptables comparaciones con la violencia opositora, al tiempo que el mismo negocia contratos y prebendas para los lideres opositores. Igualmente, al calor del debate sobre el terrorismo se expresan desde el Gobierno y la MUD opiniones y discursos completamente inaceptables desde el punto de vista democrático; además, el retroceso de derechos ciudadanos supuestamente consolidados durante los años de Chávez en Venezuela están alterando vivamente el pulso de nuestra credibilidad como país que ha abandonado definitivamente viejos comportamientos. La manipulación de los medios de comunicación de carácter público por parte de la derecha endogena ha alcanzado límites intolerables, en un panorama que promete agravarse si atendemos a las últimas concesiones y transacciones televisivas. Las posibilidades de construir una democracia participativa y crítica se ven enormemente dificultadas con un cuasi monopolio que no deja espacio para la alternativa. De ahí que sea uno de los imperativos de la izquierda venezolana el luchar por la existencia de medios de comunicación libres, populares e independientes, que asuman que la información es un bien público y que los medios de comunicación no pueden estar ni al servicio de intereses empresariales espurios ni de partidos políticos ni de los gobiernos de turno. Y La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 19
debemos luchar igualmente porque los profesionales de la comunicación puedan realizar su trabajo sin presiones. Todo ello hace impostergable el asumir la necesidad de construir alternativas de gobierno al PSUV. Esta idea de compromiso y acuerdo con otras fuerzas políticas y movimientos sociales de izquierda implica varios planos: (a) una nueva relación de lo político y lo social. Izquierda Unida debe construir su identidad como movimiento político y social. Esto implicará una clara prioridad en la actividad de la organización, orientada a fortalecer, desarrollar, sumarse o crear ese entramado del movimiento popular que se opone al pensamiento único y del que formamos parte y aspiramos a ser expresión política e institucional, también; Es en este espacio en el que debemos fraguar nuestras alianzas políticas y sociales y ayudar a levantar una nueva visión crítica y, sobre todo, alternativas creíbles frente al dominio del sistema. (b) en la expresión política de este compromiso, debemos mostrar nuestra completa y permanente disposición para dialogar con toda la izquierda. No hay más límites en este diálogo que los que tienen que ver con el hecho de que nuestra discusión de por resultado acuerdos cuyos beneficiarios sean los ciudadanos y ciudadanas. Esto hecho desde el respeto a nuestros programas y autonomía organizativa. Si entendemos que la sociedad es plural y compleja y que diversas son también las expresiones políticas de la izquierda, nada debiera impedir hablar y quizá, entenderse con otras fuerzas políticas, incluidos los sectores revolucionarios del PSUV. De nuestra parte creemos que habría que normalizar estas situaciones y abandonar la idea de convertir el diálogo o no-diálogo en un instrumento de descrédito del otro, para que el diálogo sea creíble requiere de la máxima transparencia, publicidad y participación de aquellas organizaciones que estén concertadas. En ese mismo orden de ideas, se hace necesario encarar el reto de situar en su justo lugar la organización territorial de Venezuela como idea federal. La federalidad implica entender la pluralidad de identidades que componen Venezuela y significa un esfuerzo por acercar la participación y la decisión. Una buena parte de los temas, de los problemas y de las aspiraciones de las gentes pueden ser mejor comprendidas y resueltas desde las instancias donde los problemas se producen, donde las ilusiones se recrean. Pero en un mundo crecientemente interrelacionado esto es insuficiente. La federalidad es también un compromiso con un proyecto democratizador de aquellas instituciones que son cada vez más decisivas. En primer lugar, la comunidad, la comuna, la región, el Estado, pero también Latinoamérica. Aun más, debemos abanderar las propuestas de democratización de este orden global donde las instancias supranacionales son cada vez más decisivas. Por último, sentimos una legítima preocupación por las expectativas económicas. Ya hemos comenzado a escuchar la expresión "aterrizaje suave de la economía". Siempre que hemos oído esa expresión, los de abajo han comprendido de inmediato que eran ellos los que estaban condenados a estrellarse. Quiero decir que nos sentimos sinceramente inquietos con las expectativas de nuestro mercado laboral. Cada día se pauperiza más el salario, y lo peor es que no solo es por la acción de la oligarquía, si no por políticas erraticas que se desarrollan desde el gobierno, un cestatiket que sobrepasa en más del 100% el Pagina 20 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
salario mínimo perjudica el calculo prestacional de los trabajadores deteriorando grandemente la calidad del empleo. Esta es una preocupación compartida con las organizaciones sindicales. No basta con aumentar el salario o el cestatiket, debemos detener la especulación y la inflación. Nos preguntabamos qué ocurriria si el aterrizaje de la economía es menos suave de lo que parece y si, como algunos anticipan, no es fácil imaginar dónde encontraremos ahora los recursos para iniciar un nuevo ciclo expansivo de nuestra producción y de nuestro producto interno bruto, y ni hablar de como fortalecer el poder adquisitivo de los más necesitados. No solemos ser amables con los portadores de malas noticias y yo no deseo tentar a la suerte ante usted lector, así es que llega el momento de ofrecer algunas ideas de hacia dónde queremos dirigirnos, de cuales son nuestras preocupaciones y propuestas. UNA NUEVA ETAPA EN LA IZQUIERDA VENEZOLANA Creemos que el Encuentro de la Rebeldía de ha sido un momento especial para la izquierda venezolana, pues debe culminar una etapa, iniciada en la transición, de reorganización de las fuerzas políticas que tradicionalmente han representado el aliento emancipador de nuestro país. La importancia de el Encuentro de la Rebeldía no estriba sólo en la necesidad de re articular Izquierda Unida en su organización interna, de manera que se recuperen un impulso político y una coordinación perdidos, sino, de manera quizá más crucial, en la necesidad de recobrar la capacidad de representar a los sectores más dinámicos de la sociedad, hoy alejados del proyecto de Izquierda Unida. Sólo así podrá ese aliento transformador hacer política y convertir las propuestas en reformas concretas que mejoren la vida de las gentes en una dirección solidaria y justa. Como demostraron las últimas elecciones, son varios millones de venezolanos los que están actualmente decepcionados con la política partidista y parlamentaria progresista encabezada por el PSUV. Y de hacer caso a los votos, podemos decir que ese enojo afecta especialmente a la Izquierda Venezolana. Las razones de ese desencuentro de la izquierda con su base social, que llevó a la MUD a alcanzar una votación mayoritaria en las elecciones parlamentarias, debe enfrentarse con arrojo si se quiere que la solución no se escape de las manos. No es momento de ungüentos que oculten el dolor y enquisten la enfermedad. La Izquierda Venezolana, una diversidad de formaciones políticas que se adelantaron con gran visión histórica a las transformaciones que tuvieron lugar en Latinoamérica a finales de los años sesenta, setenta, ochenta, noventa, y finalmente cerrando el pasado siglo y abriendo el siglo presente con Hugo Chávez al frente, transformándose, como hemos dicho, en un movimiento político y social vanguardista, ha perdido pulso. Son muchos los que no tienen duda acerca de la necesidad de una fuerza política que se sitúe netamente y sin complejos en la izquierda. Son muchos los que piensan que nuestra Izquierda necesita una renovación de gran calado para lograr recuperar la credibilidad perdida por los errores del gobierno. Las profundas transformaciones sociales, políticas y económicas experimentadas en el mundo en las últimas dos décadas nos exige La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos - Pagina 21
replantearnos el lugar y el modo de la izquierda transformadora, y nos obliga a incorporar, junto a lo mejor de la tradición que representamos, las nuevas miradas, las nuevas realidades tecnológicas, las nuevas inquietudes, los nuevos modos, el horizonte de un siglo XXI que recién empieza. Tan indudable como que hay necesidad de una izquierda que sitúe su horizonte claramente en el socialismo, y es que los senderos que conduzcan al mismo deben permitir a los ciudadanos y ciudadanas sentir que tienen los pies sobre su suelo. Ni el pesimismo, ni el derrotismo, ni la renuncia a la utopía, trabajan para la transformación social, de la misma manera que tampoco lo hacen los discursos vacíos o la retórica hueca que no entiende que la ciudadanía no está dispuesta a apoyar un proyecto político hecho de aire, y que el pueblo requiere atención a sus necesidades y soluciones efectivas. En este sentido, el naciente proyecto de Izquierda Unida que surge del Encuentro de la Rebeldía debe enfrentar algunos problemas urgentes que deben dar la clave de lo que necesita ser nuestra fuerza política en el nuevo rumbo: un movimiento en esencia dialéctico, un movimiento político y social, terrenal y utópico, transformador y lúcido, atrevido y sensato. Una fuerza política que recupere la credibilidad que están esperando millones de venezolanos que no confían ni en una derecha enmascarada en un centrismo ausente ni en una izquierda que ya no se atreve a hacer valer la tradición que ha transformado nuestros sistemas políticos, tras muchos decenios de luchas obreras y ciudadanas, en Estados sociales y democráticos de derecho, y que ahora, lejos de profundizarse, están amenazados y en retroceso. Nos toca pues incorporar a la ciudadanía con nuevas formas de participación política. Para ello son necesarias fórmulas más flexibles de militancia. Frente a la idea propia del pensamiento conservador -a los ciudadanos no les interesan los problemas, sino las soluciones- deben articularse los instrumentos que permitan de manera efectiva a la ciudadanía ser protagonistas de su propio proyecto de vida. Ningún tema debe quedar excluido de la agenda democrática. Los de abajo queremos opinar sobre todo, conocerlo todo y tomar decisiones sobre todo. Ningún ámbito de la vida social, política o cultural debe imaginarse como coto cerrado para la participación y la democracia. Nos corresponde imaginar y construir las formas organizativas que hagan atractivo para las gentes participar en Izquierda Unida. Hacer de lo político una escuela de ciudadanía es una obligación de una fuerza política que se reclama transformadora. Y para ello es evidente que deben desterrarse viejos hábitos que, nunca mejor dicho, confundían el trabajo político con un apostolado religioso donde el color y la alegría eran considerados desviaciones. Va siendo hora de que las sedes de los partidos políticos puedan ser vistas por la gente joven como lugares de compromiso y de educación cívica, donde ser feliz y sentirse útil no cuesten tanto trabajo. Hay un horizonte que orienta nuestra actividad política: el socialismo. Esto nos lleva a la crítica a un sistema, el capitalismo, que condena a los hombres y mujeres a la explotación y a la pérdida de un sentido humanista. Esto no nos lleva, como desearían los ganadores de este juego donde el triunfador se lo lleva todo, a pretender sacrificar lo concreto en nombre de un futuro cuyos contornos ahora desconocemos. Pagina 22 - La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos
Pero tampoco nos hace perder de vista que la ausencia inmediata de alternativas no cura al capitalismo de la injusticia que lleva en su más íntima lógica. En esta dirección, la izquierda tiene que prestar su atención a los sectores más castigados por este sistema, pero no menos a todos los que, no estando en los márgenes, entienden que este sistema es un constructor de sin sentidos, que llena de incertidumbre, angustia, desarraigo y soledad. Le corresponde a la izquierda recuperar y reelaborar la idea de explotación, dotándola de la complejidad que los tiempos le reclaman. Explotación que se manifiesta en el género, la clase, la raza, la edad, el acceso a la cultura y, dentro de poco, de no ponerse freno a tanto despropósito, en la propia estructura genética. Una explotación que siempre expresa una dominación que, en definitiva, no duda en destruir el cemento social en nombre de un individualismo que sólo sirve al beneficio de los poderosos. La urgencia de estos problemas no nos permite demorarnos en problemas menores. el llamado al Encuentro de la Rebeldía de Izquierda Unida ha inaugurado una nueva etapa que debe servir para recuperar la fuerza social capaz de impulsar políticamente una solución a todo lo señalado. Y para recuperar la credibilidad, debemos ser capaces de mostrar la transformación que reclamamos para la sociedad. Sólo desde esa transformación podremos encarar con credibilidad social la solución que proponemos. Se trata, por tanto, de recuperar la izquierda, recuperar el futuro, volver a ser creíbles. Son "tiempos de desertización" como denunciaba Hanna Arendt. Y no nos satisface alejarnos de la vida para buscar algún acogedor oasis que nos proteja de las inclemencias. Como ella misma recordaba, en ese esfuerzo olvidamos que nuestros zapatos están cargados de la arena del desierto. Francamente, preferimos el optimismo expresado en un poema de Erich Fried: ¿Cómo es posible –se preguntaba a un soldado- que hayas conseguido tú solo hacer sesenta prisioneros?. Muy sencillo, -contestó impertérrito- los he rodeado. Ojalá que nuestras ideas consigan algo similar, y logremos cercar a la derecha opositora expresada en la MUD y a la derecha que se mimetiza en el PSUV, para dar paso a esa patria buena que nos canto Alí Primera. Tenemos la certeza de que andamos en el camino correcto, el de la unidad de los revolucionarios de izquierda, el de la construcción del Estado Comunal del que nos hablaba el viejo Kleber, y que esa certeza nos da la fortaleza para lograr que las comunidades adquieran poderes de estado, y todos juntos construyamos el socialismo, debemos y podemos recuperar la izquierda, recuperar la ilusión, volver a ser creíbles Félix J. Velásquez
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La Izquierda Que Queremos, La Izquierda Que Hacemos (recuperar la izquierda, recuperar la ilusión, volver a ser creíbles)
Felix J. Velásquez