Desamparados, cantón de Costa Rica

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Desamparados es un cantón cuya riqueza cultural nos ha acompañado desde sus orígenes, así lo respaldan talentosos escritores como Joaquín García Monge, quien con su Novela El Moto, se convierte en el primer escritor costarricense en elaborar este género literario publicado en el año 1900. Ese es solo un ejemplo de muchos otros grandes artistas que han puesto en alto el nombre de Desamparados y que gracias a sus talentos hemos escrito historia. Como Alcalde de Desamparados, tengo un compromiso profundo con la promoción de la cultura y el arte, razón por la que se convierte en todo un honor que la Municipalidad pueda aportar un granito de arena en la elaboración de este compilado de lecturas hechas por desamparadeños. Este libro se convierte en una prueba más, que de estas tierras brota talento, que es necesario que tanto el Gobierno Local como los docentes y padres de familia, estimulen desde edades muy tempranas las destrezas artísticas de los niños. Mi más profundo agradecimiento para todos los escritores que decidieron aportar sus líneas para que este libro sea toda una realidad, gracias por compartir su arte con todos.

Msc. Gilberth Jiménez Siles Alcalde de Desamparados


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Con mucho orgullo traemos para todos ustedes el resultado del trabajo de los últimos meses de nuestra editorial, para el cual se contó con la valiosa participación de un numeroso grupo de personas de este canton. Una labor que en muchos casos abarca más tiempo que tan solo este 2018. Es un honor poder ser parte del canal a través del cual las personas se comunican. Se siente como ser el instrumento que genera a la sociedad noticias a través de los sentidos y sensaciones de sus ciudadanos. Los trabajos acá reunidos expresan las experiencias de personas de todas las edades, géneros, creencias espirituales, orientaciones sexuales y por esta razón muestran una gran gama de prioridades e intereses. En algunos casos se notarán fijaciones por el pasado, ya sea histórico o sociológico, personas con un gran apego por lo que aprendieron, aspectos que quizás ya no reconocen en su contexto actual. A estas personas les agradecemos su fortaleza y generosidad al hacernos partícipes de esa gran historia y ese gran recuerdo que a través de sus palabras no se perderá. Otros reflexionan sobre espacios hipotéticos, espacios que quizás solo habitan en su imaginación, a ellos queremos decirles que sus palabras han hecho reales esos eventos. A quienes utilizan sus palabras como una herramienta para erradicar los dolores que aquejan largas vidas entroncadas por obstáculos injustos y casi inexplicables, queremos decirles que estamos junto a ellos y esperamos que después de la publicación de este producto sientan la fortaleza del apoyo de todos los que ahora tenemos la ocasión de leerlos y acompañarlos por el resto de lo que este camino nos mantenga juntos. Desamparados es un cantón peculiar, las razones que lo hacen así son tantas y variopintas que enumerar unas cuantas sería un ejercicio vacío, que solo ocultaría el verdadero tamaño de una idiosincrasia que no se ha terminado de formar, que con cada nueva generación revela aspectos que en el pasado no habían sido notados. Todos los textos incluidos aquí son una mirada a esa psique colectiva de un cantón con una gran historia y muchos logros, que afronta grandes retos, grandes dolores, grandes problemas, pero que como en


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esta publicación, al final confluyen por el esfuerzo de algunos que creen en la posibilidad de que conjuntamente podamos encontrar un espacio para todos, un espacio desde el cual nuestras necesidades de comunicación y expresión se vean satisfechas. Esto como el paso inicial para empezar el siguiente proyecto que nos permita descubrir una nueva faceta de nuestra identidad, individual y colectiva. Eso puede ser el regalo que nos demos constantemente, el sentirnos seguros y bienvenidos, para mostrarnos como nos sentimos, como somos, y no como alguna vez sentimos que debíamos ser. Reiteramos nuestras gracias a todos los que escribiendo o ilustrando o leyendo hacen que el esfuerzo de todos obtenga su merecido. Dejando para el final, quizás para reforzar el carácter del aporte, tanto desinteresado como imprescindible, queremos señalar la participación de la oficina de Cultura de la Municipalidad de Desamparados. Sin su apoyo y motivación, esta publicación no podría darse a cabo. Ciertamente consideramos a la municipalidad una casa para esta iniciativa y para muchas otras que pueden surgir de ustedes, de ellos, de nosotros, ya que un pueblo que comparte y se une es un pueblo que nunca se verá detenido por un obstáculo.



Documentos escaneados Alonso Segura Mora Hay una foto de cuando estaba carajillo, cuando tenía dos o tres años. Estábamos mi papá, mi mamá y yo en el Parque de la Paz.Yo estaba jugando con el primer perro que tuve, Peluquín. Andaba fuertemente uniformado de la Liga Deportiva Alajuelense. Se dice que Cabito me hizo liguista. La más bella pasión impuesta.

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Yo no me acuerdo del momento en que el fútbol me absorbió. Cuentan mis tatas que cualquier cosa con forma de balón, corría a patearlo. Incluyendo lámparas de restaurantes finos. En la escuela mejengueaba todos los recreos. O casi todos, porque algunos iba a “la montañita” a revolcarme. Le dábamos entre secciones. Por lo menos a partir de cuarto grado. 4A contra 4B. El C se esperaba al segundo recreo e iba contra el ganador. Ya en quinto grado, la trama era más intensa porque era Sele contra NO Sele. La NO Sele era la “escuelita de fútbol”. Los que no daban la talla para la Sele. Igual las mejengas eran muy reñidas. Había calidad en la escuelita. Pero, dejándose de varas, prometía ser de la Sele. Fue mi sueño de infancia. Ya para el 2003, estaba en sétimo y era seleccionado del Saint Michael. El avance fue reflejo directo de haberme metido a la Asociación Deportiva Porvenir de Desamparados. Esa fue mi Sele en quinto y sexto grado. En esa etapa, explotó mi pasión por el fútbol. Por la Liga también. La “doce” estaba muy de moda. La “ultra” también. Solía dibujar con marcador, el signo de los poetas del tablón, en los cuadernos y en los pupitres.

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De hecho, aprendí a hacer pulseras con pabilo. Eran rojinegras. Emma y yo hacíamos unas con unos dijes del escudo de la Liga. Una vez fuimos al Centro Comercial Desamparados a alquilar una película. Apenas nos bajamos del bus, al frente del Monseñor Odio, un ultra nos agarró y nos dijo: -Van soltando esas cintitas-. Como mencioné, las barras bravas eran el despiche. Y se distinguían por las cintas de tela que andaban sus integrantes. Ojo que las nuestras eran pulseras con dijes, no cintas. Igual las pagamos. Bueno, las pagó Emmanuel. Él tenía el dinero para alquilar la peli, y por estar cagado, sacó la billetera, sin que se la pidieran, y dijo: -Agarre todo lo de la billetera, pero no se la lleve por fa. Significa mucho para mí-. El mae asintió, y seguidamente le preguntó cuánto calzaba: -Quítese un cacho a ver si me queda-. No le quedó. Todo esto mientras caminábamos en la acera, porque era menos brasa que asaltarnos detenidos. Yo todo el rato traté de quitarme la puta pulsera, pero estaba demasiado apretada. Le dije que no podía quitármela, y me dijo que no importaba. Emma se fue de pulsera y de harina. Yo solo fui testigo. El mae nos preguntó dónde vivíamos. Le dijimos que por el cruce del Maxi. Nos devolvió los pases para el bus, y jaló. Eso es lo más cerca que he estado de un asalto. Por identificarme con la Liga. Con el fútbol. Bueno, de un asalto donde el perpetrador me dirige la palabra y me hace saber sus intenciones. Porque me han robado el celular. 11


Dos veces. El mismo modus operandi. Me sacaron el bulto de un camerino, en una cancha de fútbol. La primera vez fue en la cancha de San Juan de Dios de Desamparados. La segunda, en la cancha de Cristo Rey. Hay que entender que en los campeonatos de tercera división B, de la Liga Nacional de Fútbol Aficionado (LINAFA), los equipos suelen ser como ese mío, un poco de pintas, la mayoría buen ride, pero con vecinos potencialmente criminales. Esos asaltos están lejos ya. Ya no juego fútbol once, ni compito en LINAFA. Ahora solo juego fut 5 los miércoles en la noche, a las 9 pm, en San Rafael arriba de Desamparados. Esos dos rojos son la base de mi economía. Todo lo veo calculado en mejengas de fut 5. La vez pasada me iba a comprar un pantalón, porque ya no me queda ninguno. Costaba diez rojos. Cinco mejengas. Un mes y una semana de fútbol.

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Sigo sin pantalones. Supongo que eso raya en la irresponsabilidad. Pero podrĂ­a pensar que raya en la irresponsabilidad haberme puesto un uniforme de la Liga cuando nadie tenĂ­a consciencia de lo que iba a formar en mĂ­.

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Ampliación ( Ruta 32 ) Alejandra Espinoza

La espesura desnuda su orilla mientras el tiempo paraliza vehículos salteados de estrellas. Grupos de flores amarillas yacen en los brazos de la carretera y mi mente las aprisiona a través de la ventana. La niebla deja entrever lágrimas que emanan del cerro recorriendo el rostro de un túnel que no esculpió la montaña. A lo alto heliconias y helechos atrapan la pendiente ante el embate de todos los inviernos el musgo moja el ocre de un tronco cobijado por hongos de escarcha. Un oso hormiguero cambia su rumbo y una roca se desliza rompiendo la monotonía de ese motor en marcha. Los tractores afilan sus metales la selva aguarda.

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Asilo Alejandra Espinoza

Haciendo origami con papel violeta se vuelve a repetir la historia. El sueño anida en esa acera donde bandadas completas ordenan recuerdos y esperan la ficha que les da la llave para nacer de nuevo. Guardabarranco de un jardín sin sombra que entre cafetos, ojoches e historias mueve sus alas planeando sin rumbo evitando ráfagas que brotan de ambos lados. Con mirada extraviada llegas a tierra extraña. Un policía te acomodó en la fila y el viento atraviesa el eco de ese viejo tendero que entona un cantico familiar “pinol, cosa de horno, rosquillas”. Un suspiro da paso a la nostalgia mientras unas manos de niña te acomodan el abrigo.

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Este tesoro no está formado por dinero Ignacio Cascante Chinchilla Ya pasaba la tarde y comenzaba la noche. Mi cuarto daba directamente a la montaña, recostado sobre el respaldar de mi cama estaba yo, leyendo como lo hago todas las noches antes de dormir. Analizaba y pensaba sobre las páginas que habían llamado mi atención, vencido por el cansancio, caía en los dulces y acogedores brazos de mi cama, mi cobija, mi almohada y finalmente dormía. Eran la seis de la mañana cuando la claridad del día empezó a meterse entre las cortinas a cuadros, verdes y amarillas, que no habían quedado bien cerradas, el canto de mi pajarito de montaña y el ladrido de mi perrita que se llama Canela, me indicaba que ya era hora de levantarme. Ah… ¡Con lo que me gusta dormir un poco más!, tenía la esperanza de que el sueño me volviera y que fuera día sábado, pero era día de ir a la escuela. Los árboles se movían inquietos, casi que los escuchaba susurrar, las nubes parecían que se arrastraban por el cielo a gran velocidad, como queriendo llegar temprano a algún lugar igual que yo. El desayuno está listo –Gritaba mi mamá desde la cocina –Ya voy-contesté, y bajé casi que volando por las escaleras. ¡Estaba delicioso, como siempre! Ese día en la escuela los nervios rodeaban todo mi cuerpo, sentí cómo todo mi sistema nervioso se agitaba, a veces se paraliza, yo muy bien sé de qué estoy hablando, pues este era un tema del examen que hicimos la semana pasada. Mi maestra Rita de primaria entregaba los resultados, al escuchar mi nombre me levanté a traerlo, era uno de los tres que tenía mejor calificación. ¡Qué bien, qué alegría! A Efraín, que era mi compañero de recreo y de clase pues estaba al lado derecho mío, la maestra le dijo – ¡Vas a tener que estudiar más! Esta nota está un poco baja y te puede traer tu promedio al suelo. Él hizo una mueca de tristeza, de angustia y de vergüenza y más aún al notar que sus demás compañeros lo miraban. A la salida me acerqué a él y le di el consejo que mis padres meses atrás me habían dado: “Hay que hacer lo que a veces no nos gusta, como estudiar, hacer tareas o ayudar en nuestro hogar, y hay que hacerlo con excelencia y hacerlo ya.” Entonces comprenderás como lo hice yo, a nuestra corta edad, que debemos conquistar lo que no nos gusta, no nos podemos limitar, al contrario debemos y podemos llenarnos de metas y disciplinarnos para que al final siempre escojamos la opción de hacer lo correcto. Y no necesariamente por eso tenemos que dejar de lado los juegos, las salidas con la familia, los encuentros con los amigos y en sí, nuestra niñez. Porque es una de las etapas 16


más hermosas y no hay que desaprovecharla. Tampoco debemos de temer a hacer preguntas o a investigar sobre algo que no entendemos. La excelencia no se alcanza siendo perfecto desde el principio, sino más bien equivocándose. Un error cometido lleva a un mar de conocimiento. Y muy importante también es que debemos aprender a recibir ayuda de los demás e igualmente ayudar. Si queremos avanzar vamos a necesitar ayuda más de una vez. Sería mentira el hecho de que alguien diga que puede solo, es imposible superar muchas metas sin una mano de más. Ayuda, se ayudado, equivócate y corrige. Estas palabras son como monedas que llenan una alcancía, palabras en mi mente que me dan fuerza y energía, palabras que con el tiempo mi pensamiento será un tesoro, un tesoro que no está formado por dinero, sino por un grupo de decisiones, de valores, de hábitos buenos que todos debemos desarrollar y que constituyen su verdadera riqueza. Gracias al creador de mi vida, a mis padres, a mis maestros, a mis libros, quienes tienen el arte de dibujar sin borrar.

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Desamparados sin Desamparadeños (extractos) Jorge Emilio Salazar Monge EL TRAJE DE LA FRANJA AZUL A mediados del siglo XX Desamparados era un cantón con identidad bien definida. Sus pobladores, a lo largo de muchas décadas, se entregaron a la misión de forjar un pueblo basado en la unidad y el apoyo a las tradiciones propias del lugar. De ese sentimiento también se impregnó el fútbol desamparadeño, creándose entre sus seguidores un verdadero regionalismo futbolístico. Tal factor de identificación fue el que hizo posible que, por bastantes años, Desamparados viviera un profundo interés y una enorme pasión por el balompié, particularmente el practicado por su seleccionado cantonal a comienzos del decenio de 1960. Eran los tiempos en que el fútbol de la selección de Desamparados no solo divertía o brindaba un descanso de las preocupaciones mundanas o cautivaba, sino que, también, contribuía a la unión desamparadeña, pues sus habitantes, separados por diferencia de edad, de color de equipo distrital y de barrio, género, raza, educación, ideología, condición social y económica, se unían por un mismo aliciente y un mismo deseo. La alegría por la victoria o el dolor por la derrota, era la misma sensación que compartía el munícipe, el pulpero, el médico, el docente, el labrador, el estudiante, el cafetalero, el chofer, el morador de la gran residencia y el de la casa de piso de tierra. Fueron épocas en las que la inmigración no se había apoderado aún de Desamparados, pues los desamparadeños se vestían, los días de partido, con el traje de la franja azul del Desamparados Sport Club y allá, alrededor del campo de juego, se convertían en un único grupo, amalgamando sus individualidades en beneficio del equipo. Se transformaban en un solo cuerpo para regocijarse con la prosperidad del club y para sufrir las adversidades del mismo.

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En cada encuentro el conjunto de Desamparados era estímulo para superar las causas comunes de separación entre los pobladores de este populoso y diverso cantón. El seleccionado de fútbol fue el elemento que fusionó a los moradores de ciudad Desamparados con los de San Jerónimo, Calle Fallas, Cucubres, San Miguel, Higuito Jericó, San Rafael Arriba y Abajo, San Juan de Dios, Plazoleta, San Antonio, Patarrá, El Rosario, Frailes, San Cristóbal Norte y Sur. Todos podían unirse en una misma necesidad, en una misma satisfacción y en una misma frustración. Esa afinidad, tanto de directivos, técnicos, jugadores y aficionados, por la camisa blanca con la franja transversal azul, hizo posible que en 1963 el Desamparados Sport Club se proclamara campeón de la Liga Nacional de fútbol.

FORASTEROS Sin embargo, a partir de 1965 Desamparados se convierte en el cantón que más migración sufre en toda la historia de Costa Rica. Como le ocurrió a la República de Argentina a principios de la centuria XX, los que moraban en Desamparados empezaron a dividirse entre ellos mismos, perdiendo este territorio sus análogas características, así como su personalidad grupal que el balompié también contribuyó a desarrollar. Desamparados se transformaba en un poblado sin desamparadeños. La mayoría de sus ocupantes se volvieron forasteros que no querían cambiar sus usanzas de nacimiento y que se negaban a aceptar las existentes en su nuevo domicilio. Se empezó a levantar una fortaleza de Babel, con sus habitantes despiertos en San José y dormidos en Desamparados. En sus días de longevidad, el escritor Francisco María Núñez Monge se lamentaba que “Desamparados siempre había poseído la capacidad de trabajar en forma colectiva para llevar a cabo sus obras comunales y de brindar un ambiente acogedor para familias que vinieran de otros lugares a radicar en el pueblo. Pero, en los últimos años se ha perdido el amor al terruño y al saludable localismo. Los nuevos, también llamados emigrantes, no tienen la fuerza de la tradición, ni el cariño a la tierra nativa, de tanto significado en el progreso de los pueblos”.

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DESAMPARADOS CUNA DE URBANIZACIONES Dejó de ser Desamparados fuente de poblados para transformarse en cuna de urbanizaciones con sentimientos de hormigón.Y para agravar la situación, el Desamparados Sport Club, monarca nacional 1963, tuvo que realizar su campaña de la Liga Mayor en estadios alejados del cantón.Ya no regresó más el club campeón a las canchas abiertas, dejando la sensación de un Desamparados convertido en una inmensa plaza vacía. Desamparados colmado de migrantes y sin su equipo emblema jugando en su campo, provocó que los novicios pobladores se aferraran todavía más a sus costumbres de origen, dando espacio a un raquítico espíritu cívico y emocional. Cada nueva ciudadela parecía levantar un muro de indiferencia entre sus residentes y el resto de la población originaria. Los desamparadeños criollos dejaron desprotegida el alma de su terreno oriundo, pues muchos decidieron marcharse a otros cantones y los que no parten se encerraron en sus casas para respirar desinterés. No se erige una ciudad sin ciudadanos, ni se construye un Desamparados sin desamparadeños.

Y para construir un nuevo Desamparados de desamparadeños, hay que ofrecerles e inculcarles a todos sus ocupantes los principios que siempre identificaron a este laborioso cantón. Se debe eliminar la oscuridad existente en su luz, para que sea aquel pueblo de Costa Rica con unidad cantonal, cuyas raíces las describe el domingueño Víctor Manuel Guzmán Vargas como “un Desamparados de reconocida belleza natural, de hospitalidad, cortesía y alegría; con hogares llenos de recuerdos, de ideas de antaño, casas de adobe y bahareque, con suelo de tierra bien limpio, sillas remendadas y linternas de aceite o canfín; hombres y mujeres de pies descubiertos-a veces maltratados-, caminando por calles llamadas trillos. 20


Sin título María Rodríguez Me gusta leer el Tarot, cantar ebria y rejuntar las chingas de cigarros. Me gusta comer helados en invierno, comer en chinchorros, andar desnuda por la casa, bromear fuerte a la gente, sentir la ansiedad de un día antes de viajar. Me gusta ver la Rosa de Guadalupe cuando estoy fumada, hablar con los niños, drogarme de vez en cuando, usar pijamas de abuela, retar a la gente, decir malas palabras. Me gusta el humor negro, jugar MMOs y RPGs, escuchar la misma canción varias veces seguidas, seguidas, seguidas comerme los limones como si fueran naranjas, tomar del cartón de leche directamente, chuparme los dedos después de comer. Me gusta ayudar a la gente sin esperar nada a cambio, hablar con los indigentes, bailar cuando escucho música donde sea que esté, donde sea que surja acariciar a los animales, usar suéters en la cabeza, fumar en terrazas solas. 21


Escaparse María Rodríguez Cuesta de Moyano con el nigeriano, intercambiando vino de 50 céntimos con el haitiano en la fuente de Sol, hablando de desamores el primer mes me llevó la Policía Nacional. Gay pride, vomité todo el Metro de Chueca, borrachera con mi papá en Arturo Soria, un trago por parada, tomando un ron Cacique con el Prícipe de Vergara. Ebria ya en Valdebernardo... Expediciones de “chustas” de cigarros, el día que me tomé las cañas con el cuarentón; Ivo, hacía música me pagó todas las cervezas hasta que llegó el bus de ambos a las 3:40 ya en Pinto, con resaca de existir; me corté el pelo impulsivamente el casero me ayudó a rapar la parte de atrás me dejé unas trenzas vulgares por lugares azarozos de la cabeza. Odiar España y hasta ahora maldecir su nostalgia en bucles. Mi mamá dice que el caos no era el lugar. Yo digo que el caos era mi sombra. 22


Leonella María Fernanda Guerrero Valverde

Ojos avellana que me miraron, sin aviso atraparon mi corazón. Sonrisa de banana, lengua por fuera, que me llevó a soñar con el mañana. Mi vida dio un vuelco. Una vuelta al vacío y me regresó con los pies más pesados para sostenerme más fuerte, aunque las tempestades de las miradas odiosas atacaran nuestro destino. Mis manos sostienen tu alma hasta el día en que con tu rostro sereno me mires y me digas adiós, para irte a escribir con tus propias palabras en los renglones de tu vida y sin duda ese día te llevarás una parte de mi corazón; esa parte que conocí con tu luz y me mostró cómo ser valiente. Pequeña mariposa azul vuela alto, no oigas negativas, no dejes que otros te digan quién sos. Ojos de avellana, sonrisa de banana, tu mamá te ama y está orgullosa de vos.

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Nunca supe si Virginia era feliz, pero me enseñó sobre la muerte Alejandra Montero Mis abuelos murieron uno tras otro. Para entonces había visto mucha muerte en muy poco tiempo. Mi hermana enfermó de nuevo y la volví a ver de cerca. Cuando finalmente el día llegó, mi madre me vistió con un traje floreado. El cura se acercó y me dijo que le alegraba verme celebrando la muerta. Todos de negro en un luto profundo, llorando sigilosamente, reprimidos, trayendo si apenas eco mortuario. Hasta la muerte es protocolaria. Durante algún tiempo, por ahí de los seis años, imaginé la idea de cuando grande convertirme en forense. Mi fascinación por la muerte había llevado a mi madre a pedir que me dejaran entrar a la morgue, para entonces por mi edad no me lo permitieron. A medida que me iba tropezando con ella, se dejaba ver mediante instrumentos y cómo éstos cauterizaban heridas.Ver el humo desprenderse sigilosamente, era como si se tratara de las grietas del alma. Era la carne, tan suave, tan frágil, como pasar velozmente las falanges a través de muchas hojas de defunción. Tenía que pertenecer a algún lugar, ya era hora. Mi madre buscó el mejor lugar que pudo encontrar. Entré a un oscuro auditorio, si acaso habían algunas lámparas alumbrando la mesa ancha a la que me senté. Dibujé un ataúd y unas cruces. La respuesta fue un no. Le dijeron a mi madre lo conflictiva y problemática que era. A veces los adultos suponen que las niñas dibujen un campo espeso, lleno de plantas con sus frutos silvestres.Yo decidí dibujar lo que está debajo de la tierra, de donde venimos una vez que como frutos nos podrimos porque sí, ya no se florece, ya se acaba y está bien, es el aterrador final. Ojalá no fuese aterrador, si no conciliador.

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Postal anarkopunk Carlos Regueyra Afuera, la noche. –Mae, cómo me o[b]stina que ese mae se ponga en esas pichas. Qué hablada de mierda. Nadie puede vivir fuera del sistema. –Yo pienso que el mae tiene razón hasta cierto punto. Por ejemplo, los indígenas… –Mae, ¿cuáles indígenas? ¿usted ve algún indígena por aquí? –Diay en Talamanca… –Mae yo tengo un tío que ha ido a dejar ayudas a Talamanca y dice que esa gente es como nosotros, se visten igual que uno y se la pasan viendo tele como uno. Los partidos de la Sele, ellos los ven. –El punto es que yo no digo que ahora o que nosotros podamos, pero yo sí creo que en algún momento del pasado sí fue o hubiera sido posible vivir fuera del sistema. –Mae, no crea, de fijo los indígenas tenían su propio sistema y era igual de mierda que este. –Bueno, eso tal vez sea cierto. –Claro, mae. Pero además qué varas las de ese mae de ponerse a regañarlo a uno como si fuera el tata. Como si él fuera el gran revolucionario que vive fuera del capitalismo. Mae, me gustaría verlo agarrar una pistola y mandarse a la montaña con un poco de indios a hacer una guerrilla a ver cómo le va. –Se imagina qué despiche. No volvemos a saber del mae por un rato hasta que lo vemos enmontañado por allá en Talamanca. –Al día siguiente se devuelve porque no hay duchas en la montaña. –Ni papel higiénico. – “Compromiso”, mae. Le sale a uno con el “compromiso”. De qué jugás. Dijimos hacer un grupo para juntarnos a hablar paja, pero yo creo que el principal motivo era tomar. Al menos yo para eso vengo mae, la verdad me valen picha todas esas habladas. –Yo pienso que salen temas tuanis que uno normalmente no habla. –Sí mae, pero es que ese mae parece que encontró a kristo y quiere que nosotros nos vayamos enrollados en la jugada. –Mae, yo creo que el mae no está nada más repitiendo lo que alguien más le dijo o porque lo leyó de un libro, sino que son pensamientos del mae. –De fijo que lo leyó, mae. ¿No ha visto que el mae siempre pasa hablando de esos 25


maes de los libros que lee? –Sí, pero no los está citando como si fuera la biblia, en el versículo no sé qué dice… –De fijo que sí. El mae dice: “Como dice Bakunin en el libro tal y tal”. ¡Y a mí qué pichas me importa lo que dice ese mamagüevos, mae! ¿Quién putas es Bakunin? ¿Y por qué usted se va a basar en lo que dice para definir su vida? –Es mejor que basarse en lo que diga un cura. –Por eso yo, no vuelvo más, por eso a la iglesia no vuelvo nunca más, nos encierran en una jaula de metal y nunca nos enseñan a opinaaaar. –Qué buena pieza. –Deberíamos pasar por un litro. –Aquí ando una tocola. –Prenda esa vara, mae. Estas calles fueron, hace muy poco, trillos de vacas. Ellos hablan mientras las caminan. –A mí sinceramente sí me cuadran a veces esas discusiones, porque los otros maes tal vez han pensado las varas distinto que uno y entonces es tuanis conocer otros puntos de vista. –A mí me vale picha conocer otros puntos de vista, mae, pero lo que me pone de un huevo es que ese malparido se ponga a decirle a uno lo que tiene que hacer. ¿No que muy anarquista? ¿No que la vara es la libertad y no sé qué pichas? Entonces que se deje de hablar mierda y lo deje a uno en su libertad. –Yo la verdad sí considero que si dijimos que íbamos a llegar a una hora, llegar puntuales, porque luego pasa como ahora, que Jimmy llegó tarde y entonces no entendía de qué estábamos hablando y tuvimos que explicarle.Yo siento que cuando intentamos explicarle no se podía porque hubiéramos tenido que repetir todo otra vez. –A mí sinceramente me pela la picha. Ahora, una banca del parque. –Mae, ¿y la güila? –Mae, ya no. –¿Lo cortaron, ra[s]ta? –Sí, mae. –Qué gacho. –Sí, mae. –No hay de otra. –¿Qué? –… Sólo se me ocurrió decir eso. Las risas. 26


Los macheteados René Chaves Rojas Comencé a trabajar con el Gobierno en el año 1970, en la Dirección General de Estadística y Censos, perteneciente al Ministerio de Economía y Comercio. Mi primer trabajo fue en una encuesta agropecuaria donde tuve la oportunidad de conocer al país de revés al derecho. Desde cantones hasta los caseríos más apartados, ranchos perdidos en las montañas, alejados de la civilización, campesinos humildes que labran las tierras con miles de costos para que los que vivimos en la ciudad podamos alimentarnos. Pues bien, de estas experiencias, guardo un doloroso recuerdo, el cual nunca he podido apartar de mi mente, dadas las circunstancias que me tocó vivir. Me impresionó tanto, que a menudo lo cuento a mis amigos y hoy, quiero escribirlo… Fue en el año 70 o 71, no puedo precisar el año exacto, tenía que hacer un censo agropecuario en un lugar de Puntarenas llamado Cabo Blanco, cerca de la isla San Lucas, para ser exacto, frente a la Isla Caballo. Como en ese tiempo no había carretera, tenía que trasladarme en lancha desde Puntarenas, pero la que salía a las cuatro de la mañana me dejó, o yo la dejé a ella, así que tuve que irme en una que salía en la tarde, como a las cuatro. Aunque tenía poco de trabajar, yo tenía algunas experiencias pues había estado en lugares como Upala, Los Chiles y Guatuzo, donde solo se podía llegar en avioneta. Luego de casi dos horas de viaje, ya oscureciendo, llegamos a Cabo Blanco. Yo solo veía las lucecitas de casas, pues la lancha no se podía arrimar a la playa porque no había muelle, así que yo y otra gente, además de mercadería, en cuenta llevaba un chancho pegando gritos, tuvimos que abordar un bote manejado con canaletes para llegar a la playa. Lo único que me acompañaba era como dos mudadas de ropa que llevaba en un maletín, un mapa del lugar y un carné que me acredita como funcionario del Gobierno, con una leyenda que pide la colaboración de las autoridades y al público en general. ¡Ahhh! También llevaba un foco pequeño. La gente que había llegado conmigo se fue para sus casas, entonces traté de buscar al Guardia Rural del lugar para ver si era posible que me buscara dormida aunque solo fuera por esa noche; pero parece que ese día estaba salado, todo me salía mal. Me dijeron que el policía estaba en Jicaral, un pueblo vecino, había “Turno” y tenía que ir a cuidar allá porque para los “turnos” habían muchos borrachos y pleitos. 27


Entonces pregunté por el maestro del pueblo, nada… Se había ido para Puntarenas. Claro, como era viernes, qué se iba a quedar el fin de semana en un pueblo tan apagado. No había luz eléctrica, la gente se alumbraba con canfineras o candelas. ¡Qué sal! - pensé, de feria tenía hambre. Así que me dirigí a la única pulpería, que también era cantina. Me arrimé al mostrador, había una lámpara de canfín que daba una luz muy mala, pues en la otra orilla habían dos hombres y por más que traté, no les pude ver bien las caras; pedí una cola y un tostel. Los hombres se me quedaban viendo, mientras me tomaba el refresco, y ya más acostumbrado a la oscuridad, pude ver que estaban tomando de una botella de guaro que estaba en el mostrador. Ambos cargaban sobre el hombro en una coyunda, una gran cutacha, pero eso no me extrañó, pues en esos lados es lógico ver a los campesinos del lugar con un machete o una cruceta al cinto. Lo que sí me llamó la atención era que tomaban el guaro “stray” se servían en cada trago un poco más de medio vaso de casco. Era un trago como para sentar a cualquiera de culo. ¡Y ellos ni siquiera escupían! Uno de ellos hablaba con una chinga de cigarro entre los dientes y cuando aspiraba el humo, podía ver una cara de facciones toscas. Mientras hablaba, no me quitaba la vista de encima. Yo, pensé que era por simple curiosidad, pues como no era de allí, seguro pensaba qué estaría haciendo allí. Al rato no se aguantaron más y uno de ellos me preguntó que quién era yo y qué hacía en ese lugar. Yo les conté que al día siguiente tenía que hacer un trabajo de recolección de datos entre los habitantes y que era empleado del Gobierno. Ya casi estaban borrachos y como era muy temprano y no tenía sueño, me puse a conversar con el dueño de la pulperìa. Me dijo que él tenía las llaves de la escuela y que si quería dormir allí. Le dije que sí y de paso le pedí una cobija prestada. Los hombres seguían hablando en voz baja y como se les había terminado el guaro, pidieron otra botella…¡Qué bárbaros! Uno de los borrachos me ofreció un trago y como le dije que no, como que no le gustó y siguió insistiendo con aires de matón. Pensé, que lo mejor era retirarme a dormir. Estaba en eso cuando se oyeron unos gritos a lo lejos: ¡Güipipíia! ¿Aquí está el tronco donde se rasca el tigre? - Eran otros borrachos, dos hombres que venían a caballo del turno. Los que estaban en la cantina tomando, cuando los oyeron, se volvieron a ver uno al otro y uno de ellos dijo: - Ya vienen los hijueputas… Parecía que los estaban esperando. Los que venían a caballo gritando, tal vez pensaban pasar de lagro, pero uno de los de la cantina les pegó un grito (En nuestros campos, cuando un borracho 28


pega un grito y el otro le contesta es reto a pelear) Entonces los de a caballo se fueron acercando poco a poco, con desconfianza pero sin bajar de las bestias. Cuando estaban a pocos metros de nosotros, tratando de averiguar quién les había gritado, un poco encandilado por la luz de la lámpara, los que estaban cerca de mí, desenfundaron sus machetes y se les fueron encima sin darles tiempo de nada. Los dos que venían a caballo trataron de sacar sus crucetas, pero qué va…. ya era demasiado tarde. ¡Fue horrible! En los primeros machetazos se vinieron al suelo y aun cuando cayeron, les siguieron volando filo. Mientras hacían aquella carnicería gritaban que el hijueputa que se metiera, se moría. Me quedé como muerto. No me podía mover del susto. A los gritos de los heridos había llegado más gente pero nadie se metía. Mientras tanto los machetazos sonaban como bofo en los cuerpos de aquellos infelices que se retorcían en el suelo bañados de sangre. Uno de ellos ya casi no se movía, pero el otro, sacando fuerzas de quién sabe dónde, logró ponerse de pie y echó a correr hacia la plaza. El que lo atacaba lo siguió con el machete en la mano y pronto le dio alcance. El herido cayó de nuevo al suelo y le pedía al otro que por su madrecita que no lo matara. Pero el borracho se reía y le decía: - No hijo de puta, no te voy a matar, te voy a dejar vivo para que sufrás bastante. Y mientras decía eso, se ensañaba punzándolo con la punta del machete en diferentes partes del cuerpo.Y para peores, no estaba ni el policía. El otro borracho se había cansado de darle machetazos al otro señor que no se movía y se fue a sentar en la plaza cerca de donde estaba su amigo torturando al que aun estaba vivo. Aunque parezca mentira la gente no se animaba a intervenir. Los borrachos asesinos se llevaron la botella de guaro y estuvieron cantando cerca del herido que se quejaba, luego se perdieron en la oscuridad de la noche. Averigüé con algunos vecinos y por comentarios que oí, nadie se metió porque aquello era una guerra entre familias que desde hacía tiempo peleaban unos linderos o límites entre unas fincas. Los que venían a caballos eran hermanos, creo que de apellido Rodríguez. Tenían cada uno una pequeña finca que limitaba con la de los otros dos. Según supe, después, los asesinos eran matones, acostumbrados a pelear al machete y en el pueblo todo el mundo les temía.

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Lo que siempre sucede Luis Navarro Paulatinamente, el barrio comienza a aparecer. Se va lo oscuro que convertía el todo en nada y le daba esa sensación de vacío a las paredes, a los muebles, a los concretos, a las latas, al corazón. El tenebrismo que unificaba el panorama a solo sonidos. Falta poco para que amanezca, ya casi llego a la parada, esta vez no van los vecinos desconocidos que se agrupan para hacerse compañía por estas rutas a estas horas, de pronto, entre el claroscuro atmosférico algo me llama la atención, lo que al parecer fue un accidente. Solo veo desechos de lo que alguna vez fue un carro, entremezclados en los poros de la calle hay vidrios, adornos interiores, papeles de quién sabe qué, un zapato, una carrocería reducida por el impacto, sangre. Además, también están los obreros de la grúa que tuvieron que venir a recoger el desorden en plena calle principal. Es inevitable, la mente se dispara, comienza a especular fuertemente de cómo pasaron las cosas, de cuántas personas iban, de qué historias cargaban todos esos papeles que se amontonaban en el caño, de quién era esa sangre que se extendía hasta la acera y si su portador seguía con vida, de la actitud del encargado de la grúa que ya está entrenado para esto, de por qué ver todo esto me aumentaba el hambre que venía aguantando. Irremediablemente tuve que seguir caminando, bordear la situación, poner música de fondo y subir al bus. Llego a San José, el cielo aún sigue en transición, los caminos aún están ligeramente despejados, pasa un frío que hace que cada persona se abrace a sí misma, todo ese ambiente casi melancólico se presta para seguir pensando en los rastros de ese accidente, otra cosa me viene a la cabeza mientras tanto: En una noche que caminaba por el mismo lugar en donde estoy ahora, alguien en el trajín nocturno, por error o con intención, dejó caer un balde de pintura blanca, el derrame tuvo bastante alcance creo que más de lo que la persona esperó. Al día siguiente al igual que todos tuve que cumplir con la rutina de forma mecánica, llegando a la terminal empecé a ver que el derrame tenía sus frutos: cuatro cuadras tatuadas de huellas blancas. Duré como media hora viendo los pares de huellas, los diseños de las suelas, inclusive llegué a notar que algunas personas no pisan tan fuerte como otras o las diferentes velocidades a las que caminaban por lo nítido o lo corrido del sello, luego de todo eso, como el borrador que nunca falla, el aguacero llegó y barrió todo. Pasado ese momento me llamó la atención las señalizaciones corroídas en todas las calles que también intentan resistirse al tiempo, las palomas muertas 30


que duermen en las alcantarillas esperando a que alguien las bote, la marea de personas que se deja ir y venir en cada amanecer, los pequeños ríos de orines secos que las paredes guardaron, el mal repello de los edificios que figuran criaturas que aún el ojo no resuelve, los restos humanos que el sistema no admite, el humo que se confunde con las nubes que forma un tipo de cielo de concreto, lata y pocas horas de sueño, que forman ese ambiente que, poco a poco, deja de ser real y empieza a ser un recuerdo. Esa vez pensé que era posible documentar e inventar al mismo tiempo, siempre van a haber fragmentos reales e imaginarios que nos ayuden a construir esa constelación en la que queremos vivir, que nos ayuden a ver belleza en las calles en las que nadie anda, en la rutina que nunca va a dejar de suceder o en los sueños que pueden pasar mientras alguien duerme en el bus. La poesía no tiene pausas, siempre sucede, la transpira lo cotidiano, a veces, se deja ver en las situaciones estrujadas de la clase baja o las historias que nos llegan por andar con los oídos abiertos, inclusive, a veces también nos espera en ese vacío de la hoja en blanco que tanto miedo induce, ese vacío visto también como otro fragmento, como otra oración que pretende ser leída e imaginada con los recuerdos locales de cada quien, o como en aquellos vidrios rotos con sangre seca clavados en la piel del pavimento o como en alguien que despistadamente quería intervenir de blanco toda esta ciudad oscura. Esos oficios suyos a través de los diferentes paisajes de los que se rinde siempre nos van a hacer sospechar porque solo nos vende imágenes incompletas y la verdad nunca se sabe qué forma va a tener esa sospecha, a veces puede ser un libro, siempre nos va a detonar y a la de menos, tal vez, como aquel carro en esa madrugada, no nos vamos a dar cuenta contra qué vamos a chocar. Desamparados, 2017. 4:58 a.m.

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El año del tigre Patricia Velásquez Lunes Por más que la niña intentaba correr a la velocidad de su mamá no lo lograba. Cada tres metros, más o menos, la mujer la jalaba con fuerza del brazo para que se apurara, pero ella no podía ir más rápido. Le dolían los pies, y también los brazos, el izquierdo del que tiraba su mamá y el derecho con el que llevaba a Claudia, la muñeca que tenía una chupeta, que cuando uno la quitaba lloraba. Ella prefería no quejarse, su mamá estaba muy alterada. Todo por culpa de esos policías que la detuvieron y que decían que su pasaporte presentaba irregularidades, y que podía pasar ella, pero la niña no. Allí la vio transformarse, gritar, enrojecerse, llorar y patalear. Ella la miraba atentamente, con ganas de decirle que buscaran un baño, que se estaba orinando desde hace rato, pero sabía que no podía decir nada, por que los hombres también estaban molestos aunque no gritaban pero hablaban duro y cada vez más rápido. Así que cuando parecía que se iban a quedar en Panamá, en el sofocante calor que el aire acondicionado del aeropuerto no lograba disimular, no pudo más, y sintió los orines caer en sus piernas al mismo tiempo que caían las lágrimas por sus mejillas. Probablemente fue el olor a meados, lo que hizo reflexionar a los policías de aduanas que no era tan buena idea hacerse cargo de una niña de cinco años y dejar que su mamá se fuera, así que las dejaron irse dándoles instrucciones que ninguna de las dos entendió. Corrieron a lo largo del aeropuerto. La niña hubiera querido bañarse, pues le ardían las piernas, o que le compraran uno de los miles de chocolates que estaban exhibidos en las tiendas del aeropuerto, pero no se podía, las iba dejar el avión y su mamá se iba a poner más roja y seguro iba a gritar, llorar y patalear como siempre hacía. Por fin atravesaron la puerta que las sacaría de allí, caminaron por el pasillo, saludaron al hombre de traje con sombrerito azul y lograron sentarse.Ya la mujer iba recuperando su palidez y empezó a hacer bromas y a sonreír cómo si nada hubiera pasado, cosa que la niña detestaba y la hacía sentir muy rara. Más ahora que sus piernas estaban rojas, y tenía los calzones mojados, y escuchaba comentarios de la gente de los asientos de atrás diciendo que olía feo.Y aunque le pedía a su mamá en voz baja que la cambiara, la mamá no tenía cómo, pues toda la ropa estaba en las maletas que iban abajo, así que le limpió un poco las piernas con una servilleta y agua y le siguió contando cosas absurdas y haciendo bromas y le decía lo mucho que le iba a gustar su nueva casa, y los nuevos amigos y la nueva escuela. Que tuviera paciencia porque el viaje era corto y pronto iban a llegar e iban a empezar una nueva vida. 32


La niña hubiera preferido regresarse a la casa de sus abuelos, donde seguro estaría jugando con la Anita, y la Kuki y sus demás amigos del Pipe Potame y con la bolsa de animalitos plásticos que le habían regalado hace unos días, que traía vacas, ovejas, tigres, elefantes, arbolitos y hasta las cercas de la granja o salir con su tío a jugar al Parque Forestal, como hacían todas las semanas, incluso unos días antes de que su mamá le diera la gran noticia de que se iban.Y que con esa mueca extraña que hacía, que podría pensarse era una sonrisa, y con ojos vidriosos le decía:Vamos a vivir con papá, que es tan bueno y que quieres tanto ¿te acuerdas lo bueno que es? ¿No te hace feliz? La niña miraba a través de la ventana las casas pequeñas que se veían cada vez más cerca en medio de grandes montañas verdes, que parecían no terminar. Las instrucciones del piloto para el aterrizaje la sacaron de su pensamientos. Debían permanecer en sus asientos, poner la silla recta y ajustar el cinturón de seguridad. De su mochila sacó un peine, arregló a su muñeca, le cambió el pañal, le dio un beso en la frente y la abrazó fuerte justo antes de que el avión terminara de aterrizar. Martes 5.30 de la mañana. El despertador suena una y otra vez, pero no pasa nada. Su mamá entra al cuarto y le habla, le pregunta cosas, en parte para que despierte y en parte para averiguar cualquier eventualidad, pues sabe bien que su hija habla dormida. Después del interrogatorio, que no arroja ningún material comprometedor, la ayuda a levantarse, la guía al baño, le quita la ropa y la mete en la ducha. Ella hará el resto, mientras le prepara el desayuno. Suena la bocina del bus escolar, y el idílico y cariñoso ambiente de quince minutos atrás se esfuma, y se convierte en carreras, gritos, y reclamos. Que por qué duró tanto bañándose, que si se durmió en la ducha, que por qué no alistó el bulto en la noche, que no la vuelve a dejar ver Los Magníficos, que tiene el pelo lleno de nudos, que don Adilio se va a ir. Finalmente entra al bus, con un lado del pelo peinado y el otro no, las faldas de la blusa por fuera y los zapatos sin amarrar. Tratando de que nadie la vea y haciéndose la sorda cuando don Adilio a todo pulmón la saluda con su típica frase: se le pegaron de nuevo las cobijas, verdad. Entra despacio por el pasillo y mira de reojo a las gemelas que van achinadas de lo talladas y perfectas de sus colas, y a la chica rubia que tiene mochila, lonchera, colas y pulseras de Hello Kitty. Se sienta buscando una ventana libre, se quita los nudos del pelo con los dedos y se amarra los zapatos. Mira las casas y los árboles moverse, mientras se interrumpe la música de la radio y empieza Panorama. Eso significa que ya están cerca de recoger al niño pecoso que siempre se vomita, que tiene una mamá de revista y a la que siempre don Adilio le mete conversa. Ese momento en que el tiempo se detiene y no hay 33


prisa, que si él está desayunando lo esperan, que si se quedó hasta tarde viendo Chips no importa, y que seguramente en ese momento está terminando de comer sus Rice Crispys con rodajas de banano. Por fin entra y se sienta a su lado, el bus sigue su recorrido y justo cuando termina Panorama, se vomita. Ella reacciona rápido, pero no evita que le pringue un poco el zapato, se da cuenta que las rodajas eran más bien de fresa. Don Adilio para el bus, se echa la caja de aserrín al hombro y lo tira sobre la vomitada. La niña Hello Kitty se vomita también, don Adiilio esparce más aserrín. Pasan el parque La Sabana y recogen a los últimos chicos de Sabana Sur, que seguro pudieron dormir hasta las 6:30 y bien podrían haber ido caminando y ahorrarse la pestilencia. Cuando por fin llegan a la escuela, ya están estacionados varios autobuses, y automóviles. Cuando don Adilio estaciona, ven a un pick up acercarse a prisa y varios carros de la policía que se detienen bloqueándole el camino. Del pick up bajan un par de hombres y una mujer armados, corriendo a prisa. Don Adilio grita: ¡al suelo! con tal vehemencia que no recuerdan que está lleno de vómito y y aserrín hasta que ya están de cuatro patas. Se escuchan pasos sobre el techo, y aunque no debe se asoma un poquito para ver qué está pasando. Se van corriendo, se escuchan balazos a lo lejos y no pasa mucho más. Los policías suben a las patrullas y continúan su persecución. Ese día les dan libre en la escuela, y la aventura estilo Los Magníficos se convierte en nada cuando llama a su mamá al trabajo, que no puede creer que por cualquier cosa cierren la escuela, que no sabe qué hacer, que tiene que ver qué inventa o a quién llama para que la recoja y la cuide todo ese día. Miércoles

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Ese día se levantó nerviosa, la cita era a las siete y llevaba semanas pensando qué ponerse, cómo maquillarse o peinarse. Ella nunca había sido muy atinada con la moda, menos en lo que se considera correcto para cada ocasión y eso la ponía nerviosa. Tampoco contaba con mucho dinero, más bien nada, entonces la tarea se volvía más complicada, había que jugar con lo que tenía, que no era mucho. Abrió el armario y se quedó mirando las cuatro blusas, un par de vestidos y algunas faldas. Se probó todas las combinaciones posibles de cada una. Mientras se miraba al espejo, pensaba en qué decir, si hacía preguntas genéricas sobre el clima o si intentaba sobre algún tema específico. Eso no era buena idea, rápidamente iba a hablar de cosas incómodas, o desagradables. Además con su mala memoria seguro iba a meter la pata, porque siempre recordaba en el peor momento y después le quedaba la duda de si lo había pensado o dicho. El tiempo corría y caía en cuenta que pronto no le iba a dar chance de llegar a tiempo, pues tenía que tomar dos buses. Así que se empezó a maquillar, despacio para no cometer errores, aunque debía hacerlo de prisa. Se embarró la cara de base líquida y después se quitó un poco con papel higiénico. Pintó sus labios de


rojo y pensó que parecía puta, así que los limpió. Mejor siguió por los ojos, se delineó el ojo de negro y todo parecía bien, hasta que se pintó el otro y la línea le quedó más gruesa. Así que se delineó el izquierdo de nuevo que quedó más grueso que el derecho. Al final quedó como Amy Winehouse, pero pensó que tal vez si se planchaba el pelo y lo llevaba acomodado no se iba a notar tanto. Se quemó varias veces los dedos con la plancha.Ya era tarde, y ella tenía mucho pelo, así que igual no lo iba a lograr. Se pasó un cepillo e hizo lo que pudo. El ruedo de la falda lo pegó con cinta adhesiva. Así era ella, como esa falda con cinta adhesiva. Hubiera dado cualquier cosa por verse mayor. Se puso los tacones negros, los mismos de su fiesta de graduación del colegio, y practicó caminar con dignidad o ver de qué forma desplazarse sin tener que dar demasiados pasos. Se puso unas curitas en los talones, porque la cosa ya pintaba mal. Le quitó el moho a la cartera del baile de graduación y le pasó un trapo húmedo con la esperanza de que se le quitara el olor. No se le quitó. Resignada suspiró. Empezó a llover. Caminó las ocho cuadras bajo la lluvia intensa y constante de octubre, prefirió irse por la calle, para al menos no resbalarse. Esperó en la parada del bus casi media hora, hasta que por fin apareció. Se sentó al lado de una señora que le preguntó la hora y terminó la frase con un gracias muchacha. Ella se sintió decepcionada, luego de alistarse durante casi dos horas, hubiera querido que le dijera señora, no muchacha. Se bajó en San José y al caer se le torció un poco el tacón. La lluvia era tanta que igual estaba empapada. Pensó que ojalá no se mojara la cinta adhesiva del ruedo. Tuvo que caminar siete cuadras más hasta llegar a la siguiente parada del bus, aguantar que un tipo le gritara en la calle y que en el tumulto alguien le agarrara la nalga. Al menos no tuvo que esperar y logró llegar a tiempo. La gente aún entraba, y muchos carros de lujo se acomodaban en el amplio parqueo. Aprovechó para entrar al baño, y se secó lo que pudo con el aire caliente. Se acomodó el pelo, se hizo una cola, se lo soltó, terminó haciéndose una especie de moño. Retocó su maquillaje y respiró profundamente. Caminó hasta el final del pasillo hasta llegar al auditorio de la escuela, donde una maestra la miró de pies a cabeza y le preguntó ¿Usted es la hermana de quién? Ella la miró fijamente a los ojos y aunque hubiera querido salir corriendo, le dijo con firmeza: No soy la hermana de nadie, soy la mamá de Miguel. Jueves Tan sólo unos días atrás alguien le contó de un amigo al que iba caminando por la calle y de pronto una ráfaga de viento lo atacó y se le incrustó un fragmento de partícula en el ojo y a partir de ahí se le generó un daño casi permanente en la vista. Lo tuvieron que operar, quedó mal y comenzó un viacrucis por los hospitales públicos del país. Va caminando por el boulevard de la Avenida Central, pensando en cualquier cosa, mientras pasan oleadas de gente. Se extraña de no ver ninguna cara

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conocida, ni siquiera de las figuras pintorescas habituales en San José. Intentaba encontrarlos entre la gente cuando a lo lejos ve una cuadrilla de Acueductos y Alcantarillados haciendo un enorme hueco en la calle. A su lado un cerro de escombros y tierra se levanta. En ese momento siente el viento que hace un remolino con su pelo y las faldas de las mujeres dispuestas a mostrar sus calzones. No le da tiempo de reaccionar, ya está cada vez más cerca del cúmulo de tierra, y para cuando cae en cuenta de taparse los ojos ya el daño está hecho. Tiene una partícula en el ojo, que le arde espantosamente, y no sabe qué hacer. Piensa en todos los detalles de los que habló su amigo, que si está incrustada y la mueve se puede rayar el ojo, que si se hunde más podría generarse una perforación permanente. Piensa en la cantidad de años en que Sobre héroes y Tumbas fue su libro favorito y si esa sería una señal. Se arrepiente de las películas que no vio, y de los países que no visitó. Recordó que nunca la han operado y menos aún en el ojo. Está segura de que su fobia a los médicos viene por línea materna. Hace un recuento de las enfermedades familiares: cáncer en el pulmón, en el estómago, tres generaciones de trastornos bipolares, un alcohólico, y un par de militares. Ciegos parece que no. Aunque su ojo lagrimea y contagia al otro, no pasa nada, la partícula satánica sigue ahí. Se sienta en esa especie de fuente con reloj que queda cerca de la Plaza de la Cultura a reflexionar sobre sus actos recientes, e intenta relacionar su nueva discapacidad a algún karma, justicia divina o mal de ojo. Claramente es un mal de ojo, de eso no hay duda. Recordó la vez que se desmayó y la atendieron con gran cariño. Mira a su alrededor y ni los vendedores de lotería, ni el muñeco de Barnie, ni Marito Mortadela le parecen muy empáticos, así que prefiere evitar el happening. Se levanta apesumbrada dispuesta a comprar agua en el supermercado. Como puede se pone en pie, camina lentamente pero con dignidad y aunque parece que llora, evita cualquier mueca grotesca. Tampoco se trata de dar lástima. Después de un largo recorrido por los anaqueles llega al pasillo del agua y toma una botella. Sigue instintivamente el color rojo de la pared, donde están las cajas. Hace la fila guiándose por los olores de la gente. No es una buena idea tampoco.Ya en la caja a punto de pagar le pregunta al cajero: ¿usted podría revisarme el ojo? El hombre la mira con cara de que odia su trabajo, pero aún así se lo revisa con minuciosidad. Le parece ver algo, “tiene una basurita, señora”, le dijo. Como por arte de magia la partícula desapareció, sus ojos se aclararon y pudo verlo, era muy joven. Asombrada le pregunta: ¿Señora? ¿Usted me está diciendo señora por cortesía? o ¿REALMENTE cree que me veo como una señora?

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Cuentos de Tita: irrupción donde “el Chino” Adela Chacón Rodríguez Llego a mi casa el domingo, después del campamento. Saludo a mi abuelita y me dice: “Adelita, ¡vieras lo que pasó ayer! ¡Es que solo a mí...! ¡Es que solo a mí...! Venga, jale a almorzar y después le cuento...” Salió a eso de las cuatro de la tarde. Con su pasito lento y su bastón. Tun-tun-tun: llegó a la panadería frente a la plaza, compró sus dos bollitos y siguió. Tun-tuntun: llegó donde “el Chino” de arriba. Cogió una canasta y empezó a tantear los pasillos, tomando una que otra cosita de los estantes. En el pasillo de en medio, buscaba su cereal favorito: ese de hojuelas sencillas, sin azúcar, pero no el “conflex”, porque ese es muy caro. Como no lo encontraba, llamó al Chino para que le ayudara. Mientras buscaban el cereal en cuestión, se escuchó un gran estruendo: -¡Chino! ¡¿Qué fue eso?! -gritó asustada, dejando caer la canasta y el bastón. El Chino un poco alterado también, intentó calmarla diciendo que era solamente la puerta de la cámara de las cervezas, que al cerrarla, sonaba muy fuerte. Ella, completamente insegura de lo que le decía, fue a darle la vuelta al pasillo por la parte de atrás, y al asomarse, se encontró con uno de los empleados, el muchacho de colita, corriendo aturdido hacia el fondo, donde estaba ella, dejando a su paso un charco de sangre. El muchacho se devolvió desorientado, pero ella le gritó: -¡Ay, muchacho! ¡Venga! ¡que está herido! ¡Venga! Todos los chinos del súper se atacaron. “Se pusieron como gallinas cluecas” decía ella - ¡Hasta se les olvidó lo que sabían de español! Ella se sentó con el muchacho para ayudarle. Cuando él se quitó la mano del brazo, brotaron de su herida chorros de sangre y coágulos. “¡Una tela! ¡Una tela para un torniquete!”, les pidió ella a los chinos. Quizá no entendieron bien, pues le llevaron una bolsa de algodón... Terminaron haciéndole un “torniquete” con cordones de zapatos que, al cabo de un rato, logró disminuir el sangrado. Mientras cuidaba del muchacho, arrecostándolo a su pecho, dándole confort, él contaba lo sucedido: -Llegó el tipo este, Rodolfo. Uno que piratea y se parquea acá afuerita. ¡Venía picao! Quería que le diéramos guaro de fiado, y como le dijimos que no, se puso a hacer loco, a brincarse el mostrador, según él, y ese fue el estruendo que se oyó. Yo lo agarré del pescuezo y lo mandé pa’fuera. ¡Y no habían pasado 10 segundos cuando el mae entró de nuevo con semejante cuchillo a clavármelo! 37


Claro, el tipo ya se había dado a la fuga. A ella le dieron el teléfono para que llamara al 911 y mandaran una ambulancia. ¡5 veces tuvo que llamar, insistir! Y la ambulancia nada que llegaba... el pobre muchacho estaba pálido, frío, descompensado. Ella lo sostenía y trataba de calmarlo. Los chinos seguían asustados dando vueltas. Un tipo que estaba arrecostado en la entrada, hablando con otros dos, la miraba y dijo: “¿no ven qué varas de doña? ¡ni que fuera la ‘máma’!” Ella, entonces, bufando, le mandó un enjache tan penetrante e iracundo, que el tipo mejor le dio la espalda. Como 40 minutos después, se apareció el paramédico higuiteño William Abrahams, solo; pues escuchó la llamada por el radio, no porque lo hubiesen mandado a él. Mientras limpiaba la herida del muchacho, explicaba que la ambulancia no podía llegar hasta que la policía estuviera en la escena y diera la orden, puesto que se trataba de un intento de homicidio. Por eso se habían tardado tanto. Minutos después, llegaron los policías, explicando su tardanza porque venían de atender un par de casos similares, pero estos se habrían marchado nuevamente de no ser por la admonición de Abrahams de que permanecieran en la escena. Como hora y media después llegó la ambulancia. El muchacho estaba sumamente preocupado, pues se vino de Nicaragua para trabajar y enviar dinero a sus padres y no tiene familia acá. Mi abuela le dijo: -Vea, cuando le den la salida, usted llama a los chinos para que vayan a recogerlo. -Luego, dirigiéndose a uno de los chinos, dijo: -¿oyó? Él los va a llamar para que ustedes vayan por él. ¿Está bien? -Sí, sí, sí. -contestó nervioso. Habiendo dicho esto, y la vehemente petición de que en cuanto pudiera, realizara una denuncia por intento de homicidio, se llevaron al herido. Ella ya hasta había pagado las compras, para no deber nada. Uno de los chinos del súper le limpiaba la sangre del bolso de los mandados. En eso, llegó la China, que andaba haciendo unas vueltas. Se encontró con el desastre y dijo, perpleja: -¿Qué pasó aquí? ¿Lololfo? ... Con su pasito lento y su bastón, tun-tun-tun: llegó a su casa pasadas las 6 de la tarde, manchada con sangre y sin su cereal. Un intento de asalto y de homicidio no es pura vida. No es pura vida que la policía se tarde mil horas en llegar por atender mil casos iguales. Pura vida es quedarse a ayudar y dar del calor propio, aunque no se sea la ‘máma’ de las víctimas. 38


Amancio bajo el puente Alvaro Segura Flores Caminando sobre el barro arenoso de una rivera del río La Estrella, Amancio y Yalú su perro, busca cuchillo en mano, cabezas de ñampí para venderlas en Limón. Allá en su barrio la Guaria, a pocos les agrada este tubérculo pero que sí fue bien conocido por su familia cuando lo cocían para comerlo en la cena. Le recuerda cómo su madre lo preparaba a veces como un manjar blancuzco lleno de suavidad y aterciopelado. Así poco a poco va cavando desde abajo las matas que aparecen en la orilla del río. Está a pocos pasos de la calle que conduce a Pandora y bajo el puente de hamaca metálica del río, Amancio se acomoda su sombrero porque el sopor del sol a las once de la mañana le tuesta su nuca. Revisa el saco y observa que la cosa va bien. - Seguiré adelante para cortar todo lo que sea cosechable - murmuraba. Yalú a su lado husmeaba cualquier agujero que se abría. Sus patas embarrialadas lo hacían parecerse a un perrito con botas. Ahí iba, siguiendo a su amo moviendo su colita cafesuzca. Ramas y más ramas, pedazos de leña y desechos arrastrados por el río eran las gradas a sortear constantemente. Saco al hombro y cuchillo viejón era su carga. De cuando en cuando, a unos treinta metros de la orilla de río, algún conocido de Amancio lo observaba y le gritaba algún saludillo. --Adiós Ama.--- Adiós amigo - replicaba. --Hey Ama, tenga cuidado con los pantanos - le decía otro. Él devolvía el saludo alzando su mano. El olor a barro y el ruido del agua que corría rauda le hacían oír poco o darse cuenta de lo que pasa en su entorno. Sólo Yalú lo hacía mirar porque a veces ladraba cuando aparecía alguna ave carroñera como el zopilote. Allá unos pasos adelante se había formado una especie de lomita de basura vástagos y racimos de banano arrastrados por el agua días atrás, montones de racimos por aquí y allá, pero más hacia la orilla sobresale un racimo de plátanos tipo curraré. Se veía en buen estado y algo fresco. Amancio lo observa y se dirige a traerlo. Llega pronto y lo jala del vástago ya que todavía estaba bien pegadito. Lo corta de la base y con su mano derecha lo trata de arrastrar agarrando una fila de plátanos gruesos y de buena calidad. Mete sus dedos entre la manita de plátanos pero de pronto…zaz…algo le ha herido su mano entre dedo gordo y el 39


índice. Saca de inmediato su mano - uy juepucha. -Mi Dios, me mordió una malditaSu mano había sido mordida por una serpiente. Aun bien consciente saca su cuchillo, da vuelta al racimo con la punta y ahí estaba, la maldita. Medio acurrucada como formando un círculo y bien camuflada. Y de tamaño medio. De un fuerte filazo la corta hacia abajito de la cabeza. -maldita tercio, me jodió - volvió a ver hacia el puente de hamaca y pudo ver a un joven que estaba como a medio puente observándolo. - hey, hey, muchacho - gritó Amancio - ¿Qué pasó? - ve por ayuda, me mordió una culebra. El joven apenas escuchó eso, se asustó. La bulla del agua le hizo dudar un poco. - Una culebra, ¿me dijo una culebra? - le gritó como para confirmarlo. - Sí, sí. Corre donde el policía. - Contestó Amancio con un miedo que le invadía todo el cuerpo. Ahí al final del puente como a unos cien metros había un puesto de la policía que revisaba los vehículos que iban o venían de los pueblos vecinos de Limón. -Iré de inmediato. Aguante, señor. - Aguante le gritó con fuerza el joven Rápidamente atraviesa parte del puente y llega a la caseta. Ahí, somnoliento un policía mira hacia el ciprés. -Hey, hey, policía, policía - grita el muchacho. - ¿Qué sucede? - responde el oficial. -Un señor allá abajo del puente dice que lo mordió una serpiente. Pide ayuda. El oficial rápidamente se espabila, toma su radio y se comunica. 40


- Omega uno, Omega uno, Omega uno. - Adelante Puesto dos, adelante. - Señor solicito permiso para abandonar el puesto, tengo una emergencia, un señor mordido por una culebra bajo el puente, necesito bajar para prestar ayuda. - Permiso concedido puesto dos. Me dirijo de inmediato ahí, llego en dos minutos. Llamaré la ambulancia. - Entendido. Fuera. Allá abajo, Amancio luchaba contra todo. El veneno empezaba a corroer sus entrañas. Se sentía muy mareado, las ramas de los árboles las veía como monstruos, temblaba mucho y no lograba mirar a la gente en el camino. El tiempo se le hizo eterno, tan largo como el universo. Al rato oyó voces cerca. - Amigo, amigo.Ya estamos aquí, le ayudaremos. El oficial de policía y el muchacho con dificultad habían logrado llegar hasta él. Lo acomodaron en un lugar seco, le quitaron los zapatos y le aflojaron su cinturón. El policía trajo una botella con agua y le dio de beber. - Señor, ayúdeme por favor. No me deje m… - dijo con palabras entrecortadas. El joven le secaba constantemente el rostro bañado en sudor amarillento. Ahí cerca rondaba su perro Yalú con una gran inquietud como presintiendo lo grave que estaba su amo. Pronto se oyó el ulular de una ambulancia la cual había sido llamada por el oficial de policía denominado Omega uno. Llegaron juntos la ambulancia y la patrulla. Rápidamente descendieron los cruzrojistas y el oficial para ayudar. Le inyectan unos líquidos, le toman los signos vitales y rápidamente con la ayuda de los policías es llevado en camilla a la ambulancia. - Señores como, co..mo..eee.. estoy... - balbuceó Amancio. - Esté tranquilo Amancio. Tranquilo. Soy Maco. El de la ambulancia. Maco lo conocía a él y a su esposa Tere.Viven en la Guaria. Familia trabajadora y de gran coraje. Humildes y sencillos. 41


Ya en la ambulancia y bajo control momentáneo deciden partir raudos al hospital distante unos treinta minutos a buena velocidad. - Dónde eeeestoy…me siento atontaooo - decía Amancio. -Vamos al hospital te recuperarás le respondía el enfermero. Maco aceleraba la ambulancia. Nunca como antes sentía conducir más veloz y tomar las curvas como en el aire. Atrás el enfermero atendía con mucho esmero a Amancio quien no dejaba de gemir y congestionar su cuerpo algo hinchado y moreteado en algunas partes. El ulular de la camioneta partía en dos el silencio en la carretera rodeada de árboles y avecillas que se atravesaban en el camino. - ¿Dónde eeeeestoy? - decía Amancio. - ¿Como está? - decía Maco al enfermero. - Mal. Muy mal. - respondía Habían avanzado unos siete kilómetros a toda velocidad. Los rayos del sol iluminaban el interior de la camioneta. Iban en forma paralela a la costa, ya habían salido a la carretera recta. Ahí iban a toda velocidad y la sirena puesta pidiendo campo a los pocos autos que se topaban. Mientras allá sobre el puente del río La Estrella los oficiales comentaban el hecho. Habían recogido las cositas de Amancio, un cuchillo largo en mal estado, un saco con ñampíes, y nada más. Su perrito había partido a su casa en la Guaria siguiendo el camino que ya conocía y distante a unos mil metros. Un rayo de sol especial y azulado que penetra por la ventana cae sobre el rostro de Amancio. Hace calor. Casi la una de la tarde. - Creo que me siento mejor. No siento nada - balbuceó. - Tranquilo amigo. Tranquilo.Ya casi llegamos al hospital - dijo el enfermero. Más kilómetros, más y más devoraba la ambulancia. Maco acelera y pone su mirada fija en el parabrisas. Sortea cuanta cosa aparece estorbándole. 42

- Maco, Macoo - dice el enfermero golpeando la ventanilla transparente que los separa.


- ¿Que pasó? ¿voy muy rápido? estoy abusando - replicó. - No no - dice el enfermo. - Baja toda la velocidad, ve despacio. Orillate. - ¿Que pasa? - dice Maco. Responde el enfermero - Ya lo encomendé al Señor. No es necesario correr mas. Maco entendió. Con los ojos vidriosos soltó el volante un instante, un par de lágrimas le brotaron, sudaba copiosamente y exclamó una oración al Señor. - Maco, Maco hicimos todo lo posible. - Sí, Dios lo tenga en su Santo Seno. Allá mientras tanto en la casa de Amancio llegaba el perrito Yalú justo en el momento en que su amo partió. Tere lo vio entrar con las patas embarrialadas y le dijo - y Amancio ¿ya viene? Yalu prosiguió su camino hacia el fondo de la casa con su colita cafesuzca muy encogida. Presintió la desgracia. De pronto suena el teléfono en la humilde casa, responde su nuera Merce. -Tere, Tere te llama un señor, dice ser Maco el de la clínica, quiere hablarte.

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Estrella de la Mañana José Javier Peralta Frente al templo tres busetas y una pequeña multitud esperan entusiasmadamente. No es para menos la alegría y tanta sonrisa gozosa. Durante meses se habían preparado para ese primero de febrero de 1996.Ya habían pasado por muchas jornadas de oración y de alabanzas. Hoy todos ellos podrían ver, sin ninguna veladura, frente a frente, a la madre de los hombres: a la Virgen María Reina del Amor. Apenas clareaba la madrugada y la pequeña caravana partió, desde estas montañas emborronadas de niebla. Muchos pies estaban aún mojados por el rocío. El viaje no tuvo atrasos, entre misterios del rosario y cantos marianos llegaron a la tierra prometida, tierra bendita y lodosa, tan agreste que parecía puesta a propósito para impedir cualquier peregrinación. Todo transporte fue detenido por el barro y la llovizna. Para mi familia fue necesaria una larga caminata en medio del bochorno tropical para llegar al lugar santo. ¿Mi madre? Ella siempre dice que vio así de frente a la Virgen. ¡Ah! ¡Pero aquellas nubes! Ella pudo como nadie ver las nubes en donde la Virgen descendía de los cielos. Esas nubes en donde la Reina del Amor posó sus pies hermosos, nacarados y kilométricos. Siempre me contó el cómo se revolvían rápidamente en una continua construcción. Me ha dicho: Nunca volveré a ver algo así en mi vida. Lo más hermoso: las nubes y los pies. ¿Mi abuela? Con mucha sinceridad siempre me dijo:Yo no la vi. - ¿Abuela , qué vio usted? -Al maligno. - ¿Cómo era? -Negro. Un hombre negro de negro, con chaqueta amarilla y ojos amarillos. -¿Cómo lo supo? -Mi chiquito es que él siempre está presente en todo.Y ahí supe que ese era él. Me contó tantas veces de cómo no paró de rezar, que por eso el diablo andaba cerca tratando de que ella desfalleciera por la hinchazón de piernas y la presión alta. Imaginé a mi abuela con sus ojos grises desafiando a Lucifer –el más hermoso – con un rosario de plástico entre las manos. ¿Papá? Mi padre no le da largas al asunto y con una sonrisa burlona me cuenta: Mirá que estaba ese sol desgraciado, barro por todo lado, gente y gente (mucha gente) y ¡Aquel bochorno! Solo pensaba en tirarme al suelo a descansar, ni comer quería. Te llevé en mis hombros por el camino larguísimo y como siempre has estado gordo… 44


Que me decían: ¡Chano mirá el sol! ¡Don Chano ahí, ahí en el tronco mire ahí! ¡Chano las nubes, mirá esas nubes! Yo solo vi negro y desperté con un vaso de refresco de sirope en la mano. A tu mamá sí que no le importó que casi me muero por estar viendo como loco al sol. ¿Yo? Tan solo tenía tres años y sin embargo he construido un recuerdo: El de una selva oscura, húmedo verde eléctrico con ranas verdes, culebras verdes y pájaros verdes. Un cielo vaporoso y amarillo. Pude ver muchos frascos llenos con perlas aceitosas y doradas sacadas de la tierra. Sentí el viento de llovizna entre ropajes blancos y un aguacero de escarchas multicolores. Percibo el olor de las camisas a cuadros de papá mientras voy en sus hombros. Ahora soy yo el que tengo que cargarlo a él sobre mis hombros. Papá, dime: ¿puedes ver a la Virgen ahora?

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Herejía Alberto Alfaro Pequeña cárcel de zinc que se levanta en la loma, aún con sus goteras igual le decís hogar. El verdugo que te agrede a él le decís marido. Si el matrimonio es Sacramento, ¿por qué duele tanto amar? Esos mimos con el tiempo se tiñen de violencia, esos grilletes invisibles, pagar recibos y el arroz. Lágrimas en silencio que alcanzan tu mentón. Esos sollozos reprimidos, alguien más llora por vos. Levantar la bandera de igualdad y de esperanza. El estandarte se alza en alto y se convierte en herejía. Las brujas y sus cómplices en desahogo vandalizan con pintura delincuente, ensucian la pared del templo. Solo una blasfemia ven mis ojos contra tu divina vida, los infelices moretes que tiene tu sagrado cuerpo. 46


Diario de una niña alienada Angélica Sequeira Romero Los domingos la gente corre tan a prisa, dirigiéndose hacia una iglesia, un lugar por cierto con cuatro paredes al igual que mi cómoda y tranquila casa, algunas veces inclusive voy, todo para que mis papás no me regañen y me compren un helado a la salida. Mientras tomamos asiento, veo todas esas grandes representaciones, las cuales la gente algunas veces toca en el peor de los casos. Observo a mis padres de rodillas rezando a alguien que nunca ha venido a pedirnos que le recemos, pero aun así millones de personas nos obligan a hacerlo porque si no iremos al infierno, el cual es un lugar horrible, yo solo cierro los ojos y rezo para no ir a ese tenebroso y oscuro lugar. Realmente, ahora que lo pienso, no recuerdo que mis padres me preguntaran cuando era más más pequeña si quería ir a ese lugar, o creer en ese dios, porque sí, hay más dioses, como los que salen en la película de Hércules, por ejemplo, pero de ellos nadie me habló jamás, solo me decían que si creía en alguno de ellos me iría al infierno por politeista, qué palabras tan extrañas inventa la gente adulta. No recuerdo tampoco en ningún momento haberles pedido a mis padres que me llevaran todos los sábados sin falta al catecismo, es más, recuerdo que odiaba los sábados solo por el hecho de asistir ahí, además de que tenía que levantarme temprano, pero recuerdo algo más, odiaba más que nada tener que aprenderme los diez mandamientos, los sacramentos, los dones, los pecados capitales, los veniales y los mortales, los frutos y verduras que venían en esos libros aburridos. Mientras estoy en misa observo al “padre” que no sé por qué debo llamarlo padre, hasta donde tengo memoria nunca me ha abrazado, aunque tiene sentido, porque siempre nos regaña. Lo observo realizar gestos extraños que pertenecen a un ritual raro en el cual se comen el cuerpo y se toman la sangre de ese Jesús, que no entiendo por qué no se acaba, porque que yo sepa él se murió hace muchísimos años atrás. En la homilía lo escucho hablar, siempre se realiza algún comentario referente a la lectura del evangelio que corresponde para ese domingo, lo cual no sé en base a qué funciona, pero es divertido saber que las lecturas se repiten cada año, y que la gente escucha lo mismo todos los años, pero seguramente es porque no lo entienden, porque he visto que “el padre” habla mucho de amor y de respeto por el prójimo, pero mis vecinas las que pasan ahí metidas, parecen no comprender o no entenderle bien al padre. 47


Me gusta cuando se lee el santo evangelio, porque imagino esas épocas en las que apedreaban mujeres por cometer “adulterio”, parece que era lo mejor, puesto que se sigue haciendo en algunos países, aunque no entiendo por qué lo permitían con las mujeres y con los hombres no, debe ser por la misma razón que las mujeres no podemos ser “un padre” y dar la misa nosotras también, seguramente todo es culpa de la Eva del Génesis, según lo que he escuchado decir, ella indujo a Adán a pecar, y comer del fruto que les daba a conocer el bien y el mal, aunque nunca he comprendido por qué si estaba ese árbol ahí en el bosque a Dios le iba a molestar que tomaran ese fruto, estoy segura que a Dios le cae mal la gente tonta. Ahora que lo recuerdo un día un padre hablaba de la familia, y dijo que una familia no podía estar constituida por dos hombres o por dos mujeres, porque eso no era una familia, pero eso es una mentira muy grande, porque mi mejor amigo de la escuela tenía dos papás y él era muy feliz, al menos parecía ser más feliz que yo, porque mis padres tomaban decisiones impositivas sobre mí, en cambio con él hablaban y le respetaban su forma de pensar. Las personas siempre se burlaban de él porque no tenía una mamá, pero yo tengo una a la cual amo mucho, pero nunca me escucha, y siempre me regaña por ser tan curiosa y me dice que a Dios no le gusta que lo cuestionen, pero yo estoy segura de que si a Dios le enojara haría que me cayera un rayo como lo hace su hermano Zeus. A veces me pregunto qué tan ocupado estará Dios, porque cuando Mami pone las noticias pasan cosas horribles, anoche se perdió una niña, y yo pienso que a Dios eso no le gustaría, ni tampoco que las personas se peleen por su culpa o en su nombre, el padre siempre dice y repite que Dios solo quiere que nos amáramos los unos a los otros, pero yo creo que es eso, creo que ahí está el problema, tods van a misa y le rezan a Dios, seguramente entre sus plegarias se encuentra una súplica por esa niña perdida, o por un final a esas guerras tan feas, pero solo hacen eso, rezan, y no hacen nada más, esperan a que Dios haga todo, seguramente Dios se enojó con ellos por eso, porque le dejan todo el trabajo, es que son tan vagos, mis papás y profesoras dicen que eso es malo, pero al final ellos también son unos vagos. Definitivamente, cuando yo crezca no quiero ser como ellos, quiero ser una persona que de verdad ame a todos, incluso a los animalitos que no tienen un Diosito que los cuide, aunque de seguro el de nosotros se durmió de lo aburrido que estaba esperando a que cambiáramos.

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Te encontré, por un día Daniel Chinchilla Estaba dormido por unos segundos, vi cómo eran las doce y me dije: “ningún sueño hace mal”. Solo duré con los ojos cerrados cinco minutos. Me desperté por la sed que tenía, por no saber si quería dormir en la cama o en el sofá. Me levanté y recordé lo estúpido que fui en ese sofá, todas las formas que tratamos de acomodarnos como uno, entre un metro cincuenta por setenta, que fue la perdición. Cómo nos caímos, cómo reímos, hasta incluso cómo dormía desnucado solo para no decir que era un problema mío. Nunca ha sido algo bueno ser alto y flaco y me di cuenta de eso ayer mismo. Al levantarme con la misma ropa que he usado por tres años, solo quise pasar por un vaso de agua. Tenía tanta goma y sin razón, solo me tomé una birra y me fumé cinco cigarros. Nunca fumaba tanto como cuando nos veíamos, diciéndome que me hacía mal, que me iba a morir, solo para terminar pidiéndome uno, para poder morir un poco conmigo.Y creo que no quiero fumar otra vez por cosas así. Por recordar mis vicios como si fueran los tuyos. Por todo eso compartido es que solo traté de dormir, pero no podía. Llegué a mi cuarto, sin hambre sin sed, todavía. Me quité la camisa, me quité el pantalón, me lavé los dientes y mire los dos lunares que tenía en el pecho. Lo estúpido que me vi sonriendo con la cara llena de espuma, como si fuera un perro rabioso lleno de alegría. Como me decías que no habías visto una estupidez de los genes humanos tan inusual. Tanto así, que recordé que estaba sin camisa en medio frío de la una de la mañana. Caí en la cama, caí estúpidamente, que me golpee la cabeza de la manera más común. Como la vez del camarote, te alcé y te golpeaste como el imbécil que soy. Lo descuidado que he sido, por tantos años desde que he nacido.Y entre el golpe y la culpa, entre la maraña de pelo y las fundas, me llegó un olor peculiar, de cómo la almohada quedaba cuando nos quedábamos dormidos cinco, diez o doce veces, por decir que íbamos a dormir cinco, diez o doce minutos más. Recordé tanto con un solo olor, cómo te abracé en las aceras, cómo me pediste un beso en media calle, cuando tenía miedo de que no fuera verdad, cuando llegué borracho a saludarte y “tropecé con tu boca” porque no quería caer encima de nadie más. Pero nunca olvido algo usual, como es el pelo, como es verte descansar, ojos cerrados, cara calmada. Largo, corto, hecho picha o lleno de hojas. Siempre tenía esa admiración por tocarte, titubeante de dónde hacerlo y solo podía encontrar la excusa de tocar tu pelo. De acariciarlo hasta que durmieras, de buscar la nuca que soportaba ese cerebro.Y de saber que me volvieras a ver sabiendo que yo te 49


quería como siempre lo he hecho, de muchas maneras una y otra vez.Y siempre es el mismo rito, siempre soy tan idiota de encontrarte así. Y ahí fue cuando me desperté a las cuatro y treinta y cinco de la mañana, a orilla de la cama, a punto de caer. Con la cobija siendo mi cuerda para rapel, con la misma ropa que usé ayer, la camisa que usé tres años y un día, arrugada. Nunca me desvestí, nunca me vi al espejo rabioso, ni siquiera golpeé mi cabeza. Desde el momento en que me levanté del sillón, seguí recto a la cama. Sí, lo imaginé, en el día más innecesario, en el momento menos indicado, en la noche más sobria que he tenido en semanas, quizás meses.Y me pasaste por la cabeza tantas veces, pensé en tí como una, cuando en realidad has sido la representación de tantas en diferentes cuerpos. Tuve la osadía de soñar que eras solo una, cuando has sido lo mejor de todo ser que he querido. El pelo, los golpes de camarote, las aceras orinadas por donde caminábamos, los tropiezos erróneos con tu boca. No sé por qué elegiste esta noche para aparecerte como una, si fue por lo mierda que ha sido mi vida, si acaso fue por mi soledad inmunda, pero gracias por hacerlo. Dormí como una mierda, me levanté con demasiada ansiedad, pero ahora que lo recuerdo, agradezco que todo lo veo con felicidad. Porque te recordé sin necesidad de estar borracho ni drogado, te recordé por como eras. Por ser lo mejor de todas, por siempre estar buscándome en un cuerpo nuevo y espero que ese otro envase de tu vida, se tropiece conmigo y choquemos un rato. Quizás cinco, diez o doce veces más, eso, después, no me importará.

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(selección) Diana Ureña Qué difícil es callar. Siempre he tenido una lucha conmigo misma. Es como si dos países entraran en conflicto y no encuentran un punto medio. Porque de medios yo qué sé. A veces lo digo todo y muchas veces no digo nada. ¿Y es que de quién son las palabras? ¿De quien las dice o de quien las inspira? Porque si no fuera por la segunda la primera no existiría.Y es cuando me cuestiono para qué las digo. No he dominado el arte de convencer. ¿A quién? No sé si a mí o a usted. Porque quiero creer que con cada palabra le cuento un poquito de quién es usted.Y ¿quién es usted? Eso es lo que intento comprender. Entonces no sé si lo que digo es para mí o para usted.Y de nuevo me pregunto ¿Quién es usted? Y entonces escribo. Escribo para leerme. Para entenderme.Y para recordar. Porque cada vez que leo siento dolor, y ese dolor debería recodarme que no debo volver. Pero me olvido. Me olvido de olvidarme y me olvido de mí. Porque cuando lo recuerdo no queda espacio para mí.Y me pierdo. Siempre me pierdo donde me encuentro. Y aunque me escriba nunca me leo. Porque me acuerda que debo olvidarlo y no puedo. No porque sea imposible, es solo que no quiero. Qué terca que soy. Pero por hoy un poquito de usted se quedó aquí.Y solo tal vez un día escriba y estos versos no se acuerden de usted.Y solo entonces sabría quién es usted. Alguien que ya no es.

Qué normal se me haría la vida si pudiera no quererte.

Sos mi pensamiento inconcluso. 51


Sos mi pensamiento mรกs frecuente.

Escribo esto para al leerlo invitarte una vez mรกs a quedarte en mi memoria.

Pensarte. Tal vez es otra forma que tengas de volver.

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Testigos silenciosos Esteban Porras Me besé con varias mujeres en ese carro, con una que otra, algo más que un beso. Contrario a la creencia popular, yo tenía la convicción de que haber albergado tanto amor (principalmente placer), lo bendecía. Hubo que meterlo varias veces al taller y una noche me dejó botado en San Pedro. Pero el mae siempre fue aliado. Unas semanas antes, mi papá decidió venderlo. Aquella noche me fui de fiesta con Coco, medimos curvas y bebimos a carcajadas. Caminamos desde la California hasta Zapote, tomamos un taxi y llegamos a dormir. Un par de horas después, el viejo nos pidió que lo acompañáramos a vender la nave. Lo manejé por última vez hasta Juan Viñas. Me sentía trasnochado, de goma y un poco nostálgico. Coco y yo hablamos trivialidades, su mamá lo llamó y lo cagó por no avisarle que dormiría fuera de casa la noche anterior. Durante los silencios, recordé algunas acompañantes en el asiento de al lado, alguna vez reclinado. Miré por el retrovisor los asientos de atrás y sonreí. En Juan Viñas, cerca el mediodía, las birras salieron en sudor. Abracé la tapa del motor y le di una palmadita a la cajuela. Estrechón de manos con el comprador y volvimos a casa. Existen testigos silencios de historias inolvidables, asientos, vidrios empañados, habitaciones, recuerdos.

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Trayectos Gerardo Cascante Palpar en las raíces, hacer un crucigrama de palabras marchitas, darle vuelta al silencio, mentirle a la nostalgia o balancear apuros entre el pan y el café, decir “nos vas a hacer falta” a este lado del muro, a este lado en que las cosas amanecieron tristes. Recorrer los atajos donde tu historia fue la nuestra: coquetear con los años de un final de siglo, sentir que aún existe La Villa y sus quehaceres, el restaurante chino colmado de hastaprontos, la paz del policía que daba direcciones, la algarabía del jueves frente a un parque ajado, las noches distraídas por la faena política, la infame madrugada del libro a medio leer, tu legado en los diarios, los desfiles compartidos, los apuros del martes, el atisbo del viernes en el cine o el teatro, las noches puntiagudas entre la manta y el panfleto. Decir adiós al amigo, al manojo de afanes que se vuelven recuerdos, al trayecto de añoranzas que dibujan el tiempo.

A la memoria de Héctor Fallas, ¡EL GRAN AMIGO!

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Amor viajero Jorge Corrales Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán. Son esos viejos amores que, al observar pasar, escuchar su nombre, visitar un lugar, sentir una buena fragancia, vienen recuerdos para reflexionar, que no se pueden olvidar. Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán. Son los viejos amores que te hacen suspirar, sollozar, poner a volar tus sueños. Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán. Son los viejos amores que te desvelan, alegran el corazón al escuchar una y otra vez, esa hermosa canción. Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán. Son esos viejos amores que se cortejeaban con lindas frases y hermosas flores. Son esos viejos amores que 55


siempre llevas en el alma, aunque no lo digas. Son esos viejos amores, que aún en tus sueños los recuerdas, te sacan algunas lágrimas o sonrisas que no puedes evitar. Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán. Son como un hermoso atardecer cuando el sol acaricia el horizonte, con trazos y pinceladas, dejando una onda de luz multicolor, que te dice hasta siempre. Prefiero esos viejos amores, recuerdos que no pasarán.

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Silvia (Un poema clandestino para el alma)

Manuel Fallas Ella despertó en la mañana a mucha distancia de aquí. Su cabello era un desastre, y a pesar de esos pequeños detalles, hubo algo que la hizo sonreír Recordando en silencio, mientras se miraba al espejo pudo encontrar el secreto del por qué hoy es tan feliz. Fue aquella luna lejana la primera en darle un verdadero nombre al amor, cuando le hablaba al sol, a las flores y estrellas. Sus palabras juguetonas despertaron ese sueño que por muchas noches fue incompleto: ”como un final feliz sin un beso…” Es el tiempo su amigo de la infancia, quien transformó su dulce callar en una canción que voló al cielo. Dónde estabas dulce sueño, en aquella noche lejana cuando el eco de la mañana cantaba nuestra historia de amor. ¿Dónde estabas? Es cierto. Sé que es tarde ya. Pero aún hay tiempo para recordar. “Porque la vieja caja de música se abre como una flor en tus manos: -hechizando al mundo, -cantándole a tu alma, -diciéndole, TE AMO. 57


Es mi vida una sombra, que se pierde al doblar la esquina, donde muchas veces busqué tu alma en el agua y en el cielo tu sonrisa. A muchas lunas de aquí una muñeca de trapo se ha perdido en las sombras, (y nunca volverá). Pero sé que llegará en el momento adecuado… Porque en aquella noche lejana, aquella noche de estrellas y palabras mágicas, Dios hizo realidad un sueño de AMOR, Un sueño de amor, que por ti, Silvia, nació en mi alma.

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Relatos en la naturaleza y el romanticismo espiritual José Julián Arroyo Relato 1 Sentado miras al colibrí ermitaño. Besando a la flor que le da sustento. ¡Cómo besa la bruma al bosque montañoso! Los árboles son abrigados, por el rocío dando humedad a las epifitas. Existen relatos y versos en la naturaleza. Te invito a escucharlas y verlas. Verás que tu espíritu vuelve ser uno con la tierra.

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El reflejo de la luna Krissia Fallas Chavarría Fue una noche como cualquiera, en la cual Vanessa despertó temblando de un sueño que le sucedía una vez al año. Estaba en un lago en medio del bosque, en el cual únicamente podía ver el reflejo de la luna llena reflejado en el agua. Todo era oscuro, salvo por esa luz. Estaba frente al agua, sin mojar sus zapatos, cuando escuchaba el mismo susurro que la perseguía en sus sueños una vez al año. “Búscame, encuéntrame hija mía, me perteneces y te pertenezco. Siempre has sido mía.” En ese momento, le invadía miedo, al no saber quién le hablaba y por qué lo hacía. De su boca no le salían las palabras. Su corazón le decía, toca el agua, sigue el reflejo, al estirar su mano lentamente, con temor, pero valentía para hacerlo, siempre despertaba. De un brinco se ponía en pie, se acercaba a la ventana y la luna brillaba más que en todas las noches. Desde que era pequeña la perseguía este sueño, siempre cuando la luna estaba en su punto más alto. Cuando era más joven despertaba llorando, y dormía el resto de la noche con sus padres, ahora que se aproximaba a cumplir los 18 años, estaba acostumbrada, y solamente se acercaba a su ventana, a observar la perfección que yacía en la oscura noche iluminada por la luna. Su tez blanca como la nieve, su cabello rojo y largo, ojos grises, pestañas largas, y cuerpo delgado hacía que toda persona que la conociera tuviera un interés en ella, su mirada profunda e interesante inspiraba curiosidad e interés en quien la conociera. Su generosidad era tan grande que era imposible no sentirse conmovido. En fin,Vanessa se resume como la persona perfecta, o eso creía ella y toda persona que la conocía. Sin embargo, había un mal del que nadie la libraría. Un mal que va más allá del que la capacidad humana es capaz de comprender. Cursaba su último año de colegio antes de graduarse, e irse de su pueblo para estudiar en la universidad. Cuando el sueño apareció por segunda vez en un año todo cambió.Vanessa siempre sintió curiosidad, temor, por sea lo que sea que significaba, recibió terapia por años, pero nunca se detuvo, aprendió a vivir con él. Pero ¿Dos seguidos? Eso era algo superior a lo que podía soportar. Esa noche el cielo era negro, la luna no acompañaba a su pesadilla. Esa sensación de miedo y desconcierto la abrazaban diariamente. El aire que la rodeaba daba una sensación de frío. Ella lo sentía, algo no estaba bien. Pasaron las semanas, y seguía con su vida normal, una noche llegó cansada de un entrenamiento de voleibol y se acostó a dormir. Estaba frente al lago y la luna se reflejaba en el agua. El frío de la noche parecía tan real... esperen, lo era. - ¿Qué quieres de mí? - gritó Vanessa antes que el vacío hablara primero. Rayos...su voz se escuchó y en los sueños que la han atormentado durante toda su vida nunca lo había logrado. Primero un 60


pellizco, luego dos y una cachetada. No despertó.Ya lo estaba. Una voz celestial se escuchó. -No temas hija mía. No de mí, de mí has venido a este mundo terrenal, de mí te has convertido en lo que eres ahora, y no podría estar más orgullosa. Vanessa buscaba esa voz, miraba hacia la nada, hacia el vacío, de un lado a otro, pero no encontraba a nadie, ni entendía el sentido de esas palabras que decía aquella voz. -Estoy sobre ti, o frente a ti, como decidas verlo. La luz de la luna, la luna. Era quien le hablaba. Sus ojos se iluminaron de una forma que le permitió comprender todo. Lo único que siempre había estado presente era ella, la luna. Cada sueño durante 17 años lo estuvo. Salvo el último. -Hay una fuerza de la que no puedo protegerte hija mía, un mal que te acecha por el simple hecho de ser parte de mí. La oscuridad te persigue, y no hay nada que pueda hacer. Más que hacerte polvo. Intenté ocultarte, y por eso eres humana, te di a una familia de bebé, pero tu gran corazón y belleza sobrenatural hizo que te encontrara. Te destruirá. Puedo ayudarte, por eso te he llamado y estás frente a mí.Vivirás por siempre, estarás conmigo y con tu familia terrenal, atravesarás desiertos y océanos, mirarás el cambio de estaciones, las hojas caer y volver a nacer, la nieve caer y derretirse, serás testigo de muertes, verás nacimientos, presenciarás el fin de las especies, serás todo y no serás nada, contemplarás conmigo la destrucción del mundo y el fin de la especie humana, la verás renacer junto a mí, me visitarás e iluminaremos las noches juntas, vuelve conmigo convertida en polvo, y podré salvarte amada mía. Dijo la luna, con dolor en su voz. Impactada estaba Vanessa, no podía creer lo que estaba sucediendo, por primera vez en su vida todo tenía sentido. Su vida tenía sentido. Pero...desaparecer así, de su familia, sus amigos. Es algo que nunca iba a poder perdonarse. Sin embargo, convertirse en alguien de mal, lastimar a su familia, a un simple humano. Es algo que iba a hacer cuando la oscuridad fuera por ella. La dulce Vanessa iba a desaparecer. La decisión era obvia, su corazón sabía lo que tenía que hacer. Y así pasó las siguientes navidades, años nuevos, cumpleaños con su amada familia por el resto de sus mortales vidas. Cada vez que alguien abría la ventana o la puerta se colaba dentro. Buscaba hendijas, cualquier medio para entrar. Los primeros años fueron duros, escuchar a su familia sufrir por su ausencia injustificada, sin una respuesta. El tiempo pasó, nuevas generaciones nacieron, los árboles perdían sus hojas, y el cambio de estación sucedía una y otra vez. Caía nieve y se derretía. Noches de luna llena, en las cuales junto con su madre brillaban más que nunca. La extinción de especies, primeros los rinocerontes, leones y ballenas.Y así sucesivamente todo lo terrenal. Todos los países y océanos visitó Vanessa. Estuvo en todos los tiempos existentes desde el día de su nacimiento. Nuevas épocas, culturas y civilizaciones surgieron.Y así fue Vanessa hasta el fin de los tiempos. 61


La canción del druida M. K. Marín Dentro de un bello y virgen bosque, las aves cantaban con voces agudas el inicio mismo de la mañana, mientras los perezosos rayos del sol apenas lograban penetrar entre la densa armazón de hojas de los árboles, haciendo que el rocío brillara ante la tenue luz. Fue en aquella tranquila imagen que un extranjero caminaba entre el bosque, cantando de forma armónica con la naturaleza, una canción en una lengua extranjera. Su canto juvenil entonaba un arcaico himno que exaltaba aquel lugar anhelado por celtas llamado Tír na nÓg1, aquel que resguardaba el hogar de seres mágicos como elfos y hadas, y que actualmente ocultaban los restos de una tribu de druidas. El hombre oculto por su gruesa y anticuada capa cantaba dejando ver en su balada el anhelo por su tierra. 1 Tierra de la juventud. 2 Un tipo de sacerdote céltico que tiene habilidades como la adivinación, se les asocia con la vinculación de la naturaleza. Normalmente son ancianos sabios de los pueblos celtas. Las aves seguían su canto acompañando a aquel hombre en su camino, pronto una avecilla voló cerca del humano hasta aterrizar en su hombro y con un simple aleteo atrajo su atención. El joven mostró una sonrisa, revelando debajo de su capucha, el rostro pecoso y juvenil que era iluminado por su mirada verde antinatural. —Gracias —dijo, aceptando unas bayas rojizas de la avecilla. El joven siguió tarareando su canción, mientras comía las bayas, saboreando su dulce acidez que despertaba su lengua dormida. Su tarareó continuó por un tiempo (mientras comía algunas frutas silvestres que recogía o le entregaban) hasta que regresó al canto nuevamente, manteniendo su ánimo optimista a pesar que su camino se hallaba en lo más profundo del bosque. Los seres que habitaban aquel bosque miraban curiosos al joven humano, que era tratado por los animales como un igual, al tener este un equilibrio perfecto con la naturaleza; algo extraño de un ser humano de aquellos tiempos (chismes traídos por las aves viajeras), más aun por su sangre. Incluso las temibles fieras parecían tenerle algún respeto al permitirle pasar por sus territorios y abstener a dañar al joven.

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Tierra de la juventud.


Lentamente, los seres del bosque determinaron que aquel joven era un druida2. Aquellos seres que habían huído a tierras protegidas por grandes seres mágicos como Tír na nÓg, para escapar de la terrible Inquisición que había acabado con muchos de los suyos. El niño druida, porque para muchos de ellos lo consideraban un niño al ser humano (a pesar de su claro mestizaje), parecía haber iniciado su peregrinaje para obtener el título completo de druida. Según decían, los druidas se iniciaban jóvenes y su poder menguaba con su vida (con la luna, en el caso de las mujeres), y para formalizarse como un druida real debía realizar una prueba que los forzaba a buscar la protección y conocimiento de un espíritu del bosque. Volviendo al muchacho; fue cuando ya el sol se hallaba en su auge en el cielo que el joven druida había decidido descansar y revisar su diario, revisando un mapa simple junto a una viejas descripciones para guiar su camino. —Supongo que tardare otra semana —murmuró el joven y tras ocultar el mapa entre su gruesa capa, se acomodó sobre un árbol cercano. Tarareó por unos minutos más, mientras esperaba que su conciencia se fuera adormeciendo; lentamente se fue durmiendo entre melodías y una ligera respiración quedó como evidencia que se había quedo dormido. Sin embargo, pronto el joven fue despertado cuando el árbol en el que se recostaba empezó a cantar su canción entre ligeros tarareos y silbidos que fingían ser palabras. El druida se volteó a ver el árbol, el cual se había quedado en silencio al instante. El joven se quedó mirándolo por unos instantes, para luego suspirar y volver a dormir; pero nuevamente fue despertado. Tras comprender que no lo dejaría dormir (y por curiosidad general) el joven trató de hacer cantar al árbol, pero este se mantuvo en silencio ante su atenta mirada; percibiendo que éste no se dejaría mostrar, el joven empezó a cantar la canción mientras fingía dormir. Lentamente, el árbol empezó a cantar con él; el druida siguió cantando y elevando su voz mientras miraba de reojo al árbol; fue entonces que una hermosa joven salió del árbol mientras cantaba con él. La criatura de bellas mejillas rojizas siguió cantando, pero pronto se detuvo al descubrir que el druida la miraba, haciendo que se ocultara en su árbol. —Lo siento no quise asustarla, señorita—exclamó el druida a lo que parecía ser una hamadríade3. Aunque le parecía extraño, ya que normalmente estas eran muy habladoras con los druidas y para nada tímidas, si mal no recordaba en su hogar. ¿Quizás ella nunca había visto un druida? Sin rendirse, volvió a cantar, pero antes que terminara la primera estrofa, una voz 2 Un tipo de sacerdote céltico que tiene habilidades como la adivinación, se les asocia con la vinculación de la naturaleza. Normalmente son ancianos sabios de los pueblos celtas. 3 Ninfas del bosque que se hallan atadas a un árbol único, el cual si muere o es cortado estas mueren junto a él.

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lo detuvo. —¡No saldré, no saldré del árbol! ¡Entonces dile que soy un árbol y nunca seré su amante! —gritó molesta la hamadríade —¡Y tu canto, niño de Orfeo4, no me seducirá de nuevo! —¿Niño de Orfeo…? ¿Qué es eso? Ehm… lo siento pero soy un… —¡No me engañaras…! ¡Sé que eres uno de sus sirvientes, dile que soy un árbol y lo seguiré siendo! —Por favor, cálmese señorita… Oh, ancestros, por qué esta hamadríade está loca… —murmuró desconcertado el pobre muchacho ante la situación en que se hallaba. Si seguían así, quizás lo echarían del lugar antes de tiempo… —¡Por lo menos investiga mi pasado! ¡¡Soy una ninfa!! …Digo, un á-árbol…— balbuceó la joven nerviosa ante su desliz de lengua. El druida, por su parte, la miró confundido; por lo que sabía las ninfas no tenían tal habilidad de convertirse en el árbol como las hamadríade. Las ninfas en su lugar, ocultaban su presencia en zonas que reflejaran su estirpe y protector (un ser divino o poderoso que les protegía del peligro); y a pesar de su lado juguetón en el pasado, actualmente preferían evitar el contacto innecesario. A excepción de las ninfas maliciosas que disfrutaban dañar a los humanos. Con respecto a esta hamadríade, la joven había dicho que era una ninfa y si recordaba su forma lucía exactamente como una de estas últimas, una doncella hermosa, pero parecía estar ligada a aquel árbol, algo extraño. Miró fijamente el árbol y extendió su mano, tocando la madera rígida del tronco. Al instante sintió un viejo y divino poder que rodeaba el árbol y lo que habitaba en este árbol había perdido su vieja esencia.Ya no era ni ninfa ni hamadríade. —Te transformaron…—murmuró sorprendido—pero esto te impide salir, solo puede proyectar una parte de tu alma… ya veo, era un algo similar a un espíritu… La ninfa-árbol se asomó curiosa por sus palabras, observando el rostro sereno del muchacho con interés. —Te has convertido en un espíritu de árbol, no eres tan poderosa a pesar de los siglos que has habitado de esta forma… ¿Por qué…? ¿Por qué te volviste así? Esto no debería ser, te transformaron de una ninfa… a un árbol; pero no se siente como una maldición o castigo, más bien es una protección… —¿Tú qué eras? Realmente no te comportas como un sirviente de Apolo5… —Soy un druida—sonrió el joven —Mi pueblo era proveniente del norte de 4 Según la mitología griega, era una extraordinario músico e hijo de Apolo, quien podía encantar con su música a quien le escuchara. 5 Dios griego del sol y la música

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estas tierras. —¿Un extranjero? ¿Por qué pasas por estos bosques? —Realizo una prueba, aunque no lo parezca ya estoy listo para recibir los conocimientos de los espíritus —contestó con alegría —¿Y cuál es tu historia? A pesar de que la ninfa lo miraba con desconfianza, decidió hablar después de varios minutos. —Le rogué a mi padre que lo hiciera… Hubo alguien muy poderoso que me amaba con locura, pero yo no le correspondía hablando de forma muy amable… Tenía miedo de lo que me haría si me atrapaba y por ello me convertí en árbol gracias a mi padre… —Eso es terrible… —Sí… lo peor de todo, fue que era el castigo de Apolo por humillar a un niño divino… me vi involucrada por culpa de ese tonto —suspiró— Aún ahora, manda cada cierto tiempo a alguien para convencerme de volver a ser una ninfa o proteger mi árbol… —Lamento oírlo –dijo el joven, mirando el rosto triste de la antigua ninfa — Pero… siempre son así… ya sabes, las personas que son sabias o hábiles con forma de niños… siempre han tenido un terrible temperamento. Aún recuerdo cuando ese pequeño alquimista me lanzó un libro en la cara por ser molesto… ¡¡Y solo estaba preguntando direcciones!! …y mencioné su pequeña altura… — rió nervioso el pobre druida intentado elevar el ánimo; pero la ninfa se mantuvo inexpresiva —Y las otras ninfas, digo ellas deberían estar protegiendo tu árbol, ¿no? —Ellas partieron hace mucho tiempo atrás… Además, rara vez puedo escuchar la voz de padre… —O-oye, no te pongas tan tristes. Estoy seguro que algún día regresarán — Sonrió el joven sin lograr ningún resultado. Viendo cómo la expresión de la ninfa se volvía melancólica, el druida se alarmo un poco y trató de pensar en algo para animarla; pronto recordó cómo había iniciado su conversación desde un principio. —Oye, quieres que te enseñe mi canción, es muy valiosa para mi gente, canta sobre una tierra especial, una tierra prometida. Aquella que nos permite convivir con los nuestros sin huír y nos da esperanza de encontrar a todos… —No. ¡No quiero volver a involucrarme de nuevo con la música! —exclamó furiosa, regresando a su árbol. —P-pero… ¡No, espera! —gritó el druida, pero ella se mantuvo en su árbol. Trató de hacerla salir entre ligeros razonamientos, pero la ninfa lo ignoro siempre. Ya cansado, dejó escapar un suspiro, parecía que la ninfa no volvería hablar con él. Por primera vez se rendía ante su persistente adversario y tomó esto como su 65


derrota. Se acomodó contra el árbol y volvió a dormir, pensado aún en la triste mirada de la ninfa y la soledad que debía de sentir. Pasada ya la tarde, cuando los grillos empezaban a cantar y el anochecer se acercaba, el joven se había despertado al sentir cómo alguien picaba su mejilla insistentemente, encontrándose con la mira melancólica de la ninfa. —¿Me enseñarías la canción? —preguntó entre un susurró. —Pensé que habías dicho que no deseabas involucrarte con el canto. —Sí, pero la música siempre acompañó a los míos. Además tu también partirás y te irás con tu canción al igual que mis hermanas. Quiero recordar los viejos tiempos, tu canción es hermosa y representa lo que anhelo —murmuró casi en silencio. El joven druida la miró con compasión y tras bajar su capucha, revelando sus ojos extraños, le entregó una sonrisa amable. —Bien, qué tal si iniciamos. Cantaremos bajo la luna, es un buena augurio en luna creciente. Además debes aprenderte bien la letra, ésta puede ser difícil por la lengua en que se canta. La antigua ninfa sonrió, iniciando los dos a cantar aquella canción. Aún si se separaran y su reunión fuera imposible o el mundo cambiara en eterna oscuridad, aquella letra extranjera y antigua les recordaría su encuentro. Como también aquel anhelo sobre una tierra prometida.

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El rebalse Ana María González En mi vida la locura ha tenido un lugar importante, para bien como para mal. En mi familia hay historial de enfermedades y padecimientos mentales y emocionales de todo tipo. Primero una sola persona estaba medicada y sin algunos de esos medicamentos, su vida, francamente, sería muy difícil en este mundo tal y como es. Claro que solamente tomar el medicamento sin ningún tipo de acompañamiento psicológico controla pero es insuficiente. Aparte de esa persona, me he enterado de otras dos que recientemente han empezado a tomar medicamentos, por depresión, ansiedad.Yo misma lo he hecho, por los mismos síntomas, mas no por las mismas razones, sus vidas son mucho más complicadas que la mía. Lo mío se trata de insatisfacción y pérdida del sentido general de la vida misma. Sé que eso no pasa solo en mi familia. Basta con analizar algunas estadísticas para darnos cuenta de que las ventas de fármacos relacionados a esto han aumentado en los últimos años. Con un poquito de curiosidad, quizás algo de entrenamiento y un poco de olfato criminal, es fácil llegar a la conclusión de que el sistema macabro contribuye enormemente a esta depresión y ansiedad constantes y su posterior medicalización. Pero bueno, ahora que lo digo en voz alta la verdad es que pienso que la vida entera está medicada, no solo la de la gente con esos “problemas”...cualquiera que sienta la mínima insatisfacción o el mínimo dolorcito ¡zaz! Pastillazo... y ni me haga hablar de la infancia llena de ritalina y antipsicóticos. Las compañías farmacéuticas se llenan los bolsillos más rápido de lo que pestañeamos y sabemos que aquí y ahora, quien pestañea pierde. ¿No le parece? -Señora yo solo le pregunté si quería pedir algo de comer, ya vamos a cerrar la cocina. -¿Pero el bar sigue abierto? -Sí, hasta las 2. ¿Quiere tomar algo más? -Sí sí. -Ok ¿qué le traigo? -Una cuarta de guaro, bastante limón, un agua quinada y sal. ¡Ah! y hielo, no se olvide del hielo. Pero antes dígame, siguiendo con el tema ¿no le parece?

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Comunicado Byron Ramírez

Mi casa es tu casa. Ven. Luna Miguel En esta casa, la cama es para todos. Para todos, el jardín y el azul. Para todos, las ventanas y los astros. Importa poco el desorden de cada habitación, el agua no potable o esa angustia polvorienta sobre cada mesa y sillón. El alimento es para todos en esta casa y el abrigo y las historias junto al fuego. Para todos es el beso; esa única pausa sin rencores. Poco importa la diferencia o el hábito. En esta casa el tiempo no tiene dueño. No tienen dueño las paredes ni las palabras.

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El sol por la noche José Pablo Solís Algunos niños corrían de un lado a otro fascinados, los restantes se escondían por miedo a tan curioso resplandor. La intriga reinaba entre ellos. Muchas teorías fueron orquestadas para explicar su origen; así también, las conversaciones para argumentar sobre él. - Parece que eso de allá es el Slo - se escuchó decir a un niño de apellido irrelevante - un volcán que nació con la cabeza hacia abajo. Cuando nos portamos mal escupe fuego, eligió esta ciudad de entre todas, somos sus favoritos y se regocija por nosotros; a los demás los castiga desapareciendo, por eso llueve mucho. Sin duda, nos ama. - No, no y no. ¿El Slo? ¡Pero si eso es el Osl! Lo sé porque la maestra Nazaret tiene una foto de él. Es redondo, naranja y siempre sonríe. Le prendieron fuego hace mucho, la maestra dice que por mi culpa, pero yo no recuerdo... Aun así, el Osl es muy amoroso. - Su nombre no es Slo, mucho menos algo como Osl. Ustedes hablan de Lso, la linterna. Sus pilas son recargables y se agotan cada día. Mi padre me enseñó a respetarla y entregar mi vida a su servicio. Está feliz porque le valoramos. Sí, es muy amorosa. - Tu papá no sabe nada. La maestra Nazaret es tan amiga del Osl que cuando abre la ventana, ¡él la visita! - ¡Eso no tiene lógica! El Slo es un volcán y no cabría por una ventana. Además, los volcanes volteados, como él, no pueden caminar pues tienen las piernas hacia arriba. - Pero las linternas sí. Son pequeñas y móviles; pueden ir donde les plazca, por eso hay una en cada cuarto. Lso no es un volcán, es una linterna, de esas potentes que ponen en los eventos, esas que no puedes mirar porque te queman los ojos. - ¡Yo lo he visto! No es un volcán girado ni una linterna para eventos. Es redondo... una pelota... ¡Y sonríe! Lo dijo mi maestra, una oslóloga de verdad. 69


- Nadie sonríe cuando se quema. - ¡Lo hace porque nos ama! Yo le prendí fuego y aun así me sonríe, ¡Así de grande es su amor! - Los volcanes no sonríen, y menos los volteados. Tendrían que estar tristes para sonreír y si sonrieran los veríamos tristes. - Nunca la he visto sonreír. Estoy seguro. Mi papá me lo hubiera dicho. Tal vez siente vergüenza y se esconde bajo toda esa luz. - Además, siempre está nublado. Habrá que verlo más tarde. - Pero no en el día, no es bueno ver al Osl cuando aún hay luz. - Entonces volveremos aquí y veremos al Slo por la noche. - ¿Por la noche? - Sí, por la noche.

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La espera Nelson Fallas Gutiérrez Carlos esperaba a Rodrigo siempre en el mismo lugar, a la misma hora, de lunes a sábado. La fauna era siempre la misma, distinta ropa pero siempre las mismas caras cansadas y deseosas. Ese día Rodrigo tardo más de lo habitual. Mientras esperaba, Carlos no pudo evitar ver a la señora que trabaja en un restaurante chino en San José. Podía tener unos sesenta años; algunos dirán que ha vivido mucho, pero parece ser de esas personas que sus días se mezclan uno con otro y no han hecho más que estar presentes en el mundo. La señora le devolvió la mirada. Carlos se sobresaltó al verle la cara, esos ojos ya los había visto en algún lugar.Volvió la cara hacia la calle y vio donde se aproximaba el Tucson gris de Rodrigo. ¡¿Diay mae, qué es la vara, por qué pasa hasta esta hora?! – protestó Carlos. Rodrigo no le prestó atención al reclamo. Carlos se quedó viéndolo extrañado. Mae ya le pagué a aquel mae – dijo Rodrigo. ¿Cómo? ¿A quién? ¿A don Sergio? – respondió Carlos. No mae, al sayayin compa de Luis. ¿No se acuerda de lo que hablamos hace quince días? – dijo Rodrigo. ¡¿Qué?! Mae yo pensé que era vara suya, nunca en la vida pensé que era enserio. Pero ¿al chile mae? No vacile con esas varas. – dijo Carlos. Mae sí, es en serio. El mae hasta precio me hizo por ser compa de Luis. Me pareció justo, me dejó el brete en tejita y media. – dijo Rodrigo complacido. Puta mae, no sé ni qué pensar. No pensé que tuviera los huevos para eso mae, de verdad. Diay mae si eso es lo que usted quiere yo no puedo hacer nada. ¿El mae pidió una foto por lo menos? Uno nunca sabe, después el mae se equivoca y mama todo el mundo. – dijo resignado Carlos. Mae sí, el mae es un pro. ¿Usted qué cree? No se preocupe, no es la primera ni la última vez que el mae lo va a hacer. – respondió Rodrigo. Carlos se encontraba en el Dami Fan (el restaurante chino frente al local de don Sergio). Desde dentro vio a Rodrigo hablando con don Sergio en la puerta del local. Para Carlos, Rodrigo nunca había sido el dueño de ningún negocio; siempre se le debía a don Sergio, a los proveedores, al contador y quien sabe a quién más. La china le entrego la orden de medio arroz con pollo y un té frío de limón, Carlos pago con un billete de diez mil, esperó el vuelto; la china se lo entregó con una sonrisa en la cara, Carlos lo tomó, salió del restaurante y vio donde don Sergio se dirigía hacia su casa (junto al local) con un semblante abatido pero resignado al mismo tiempo, Rodrigo le sonreía nerviosamente. El 71


gesto de Carlos se contorsionó de una manera extraña, cualquiera diría que había visto uno de los mayores horrores de la vida, probablemente sí. Unos cuantos días pasaron. Carlos cada vez se notaba más nervioso, más ansioso. No podía escuchar el paso de las motos porque se sobresaltaba. La imagen de los ojos de la señora lo obsesionaba cada vez más, ¿dónde había visto esos ojos? Rodrigo en cambio se veía más animado, esperanzado, confiado de que su decisión había sido la mejor. ¡Mae! ¡¿Cuándo va a hacer el brete ese mae?! ¡Ya no aguanto más, llevo días sin dormir y ya ni cagar puedo! – dijo Carlos. Mae tranquilo, todo va a salir bien. – respondió Rodrigo. ¡Ese mae ya se debió haber fumado la harina! ¡Uy mae! ¡Es que usted sí que es idiota, le da teja y media a un mae de esos! mejor le hubiera pagado el alquiler a don Sergio – dijo Carlos. ¡Ya no joda más mae, lo hecho, hecho está! – respondió Rodrigo. Carlos se contuvo y continúo trabajando.

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Un hombre, identificado como Rodrigo Fernández Fuentes, de 31 años de edad, que vivía junto a su tía, fue encontrado muerto en su domicilio en la localidad de San Antonio de Desamparados. El reporte a las autoridades se dio luego de que su tía, enfermera del Hospital San Juan de Dios, lo encontrara fallecido en su hogar. En primera instancia las autoridades pensaron que se trataba de un suicido, al encontrar al hombre postrado en el suelo del garaje y su automóvil aun en marcha. Luego, la autopsia revelo que Rodrigo sufrió de un desfallecimiento y al caer al suelo recibió un fuerte golpe en la cabeza, el cual lo hizo perder el conocimiento mientras su automóvil seguía funcionando. Rodrigo inhaló los peligrosos gases de su vehículo, los cuales fueron la causa de su muerte. Los investigadores llegaron a la conclusión de que se trató de un accidente doméstico. El reportero. Miércoles 25 de junio del 2015. En el funeral de Rodrigo se encontraban varias personas, muchas a las que Carlos no conocía. Carlos tuvo la impresión de que todas esas personas ahí eran la misma, todas se le parecían. Pero entre ellas estaban don Sergio, Luis, la tía de Rodrigo, algunos agentes de venta y el contador, estas eran las únicas caras que conocía Carlos. La tía de Rodrigo se acercó a Carlos para compartir unas palabras. – Carlos, Rodrigo lo quería mucho a usted, usted era como su hermano, él una vez me comentó que si alguna vez el no pudiera seguir con el negocio le hubiera gustado que usted se hiciera cargo. – dijo la tía de Rodrigo amablemente. Carlos no supo qué responder, nada más se quedó viendo fijo hacia el vacío, sin moverse.


El 28 de ese mismo mes (un día después del funeral) Carlos regresó al trabajo. Se veía dolido pero de alguna manera aliviado. Sacó las llaves del local, abrió los candados, levantó la cortina, abrió la puerta, entró y se preparó para abrir. Durante el almuerzo recordó ese día; el día que Rodrigo le conto su plan de contratar un sicario para que lo matara. “Lo que quiero es un suicidio emocionante, interesante, diferente” “Algo que le traiga emoción a mi vida” habían sido las palabras de Rodrigo. Carlos no paraba de pensar en ellas, sus meditaciones lo llevaron a pararse fuera del local. Se encontraba con los brazos cruzado mirando los vehículos pasar. La gente caminar por la acera. A la distancia vio una moto que se acercaba a gran velocidad (ya no se sentía tan nervioso) al estar casi enfrente de él vio un cañón que le apuntaba. En ese momento que vio la oscuridad de ese hueco similar a un ojo, se acordó de los ojos de la señora y donde los había vistos antes; Rodrigo los tenía también, unos ojos vacíos, sin vida que al mismo tiempo clamaban piedad.

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Desamparados hoy y siempre Natalia Mora Dittel Mi percepción como ciudadana desamparadeña con respecto a la realidad del cantón desde hace ya 3 décadas es buena y creo que cada día podemos construir un mejor porvenir. Vivimos en un cantón grande y muy poblado. Lastimosamente hay mucha droga y criminalidad como en todo lado ahora. Conforme ha pasado el tiempo se han hecho grandes centros comerciales para el disfrute de grandes y chicos. Hay escuelas de excelencia como la Elías Jiménez y Joaquín García Monge donde estudió la expresidenta Laura Chinchilla oriunda de nuestro cantón. Observamos algo de vagancia pero no todo es oscuro se cuenta con la Fundación Ciudadelas de Libertad creada por Samuel Bermúdez donde los jóvenes alcanzan sus logros académicos gracias al apoyo de la fundación. Hay distritos urbanos: San Rafael Arriba y Abajo, San Miguel, Calle Fallas, Loma Linda, San Antonio, Dos Cercas; Gravilias, Porvenir, Patarra.Y también rurales tales como; Frailes y el Rosario. La iglesia y parque central son centenarios. En la iglesia Nuestra Señora de Desamparados promueven la ayuda a gente de calle. En algún momento circularon diarios como el Sol Desamparadeño o Época Desamparados, hoy está el Desamparadeño. Contamos con muchos gimnasios donde la gente va ejercitarse.Y también hay al aire libre para promover la salud física y mental. Yo me siento feliz de vivir en este territorio porque la gente es amable, no tengo trabajo pero nunca me falta nada. Me queda cerca prácticamente todo. Existe un Museo de la Carreta, el Parque la Libertad, La Villa Olímpica y centros recreativos privados. Uno tiene que aprender a adaptarse al medio que lo rodea. Cada quien construye su propia historia. Algo que me entristece es cuando los medios presentan noticias sobre balaceras o que hubo un altercado en la Clínica Marcial Fallas. Por dicha contamos con servicios de salud públicos y privados. Así como con centros educativos desde maternal hasta universitarios y técnicos. De aquí han salido grandes atletas, profesionales, diplomáticos que ponen en alto a este pedazo de tierra. Contamos con hogares de ancianos y centros diurnos para adultos mayores, y atención integral que se les da en centros de salud y algunos se reúnen en grupos parroquiales y en actividades promovidas por la Municipalidad. Algo muy importante de destacar y deberíamos tomar más conciencia es sobre el reciclaje y la basura para mejorar nuestro medio ambiente. La responsabilidad de cada desamparadeño es vital para el futuro de este gran cantón. 74


Sin título Karla Waters

No puedo volver hacia atrás en este lado de la luna...¡Todo es Felicidad!

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Índice Alonso Segura Mora.....................................................................................9-13 Alejandra Espinoza........................................................................................14-15 Ignacio Cascante Chinchilla..........................................................................16-17 Jorge Emilio Salazar Monge..........................................................................18-20 María Rodríguez..........................................................................................21-22 María Fernanda Guerrero Valverde................................................................23 Alejandra Montero.......................................................................................24 Carlos Regueyra...........................................................................................25-26 René Chaves Rojas......................................................................................27-29 Luis Navarro.................................................................................................30-31 Patricia Velásquez..........................................................................................32-36 Adela Chacón Rodríguez.............................................................................37-38 Alvaro Segura Flores.....................................................................................39-43 José Javier Peralta .........................................................................................44-45 Alberto Alfaro...............................................................................................46 Angélica Sequeira Romero...........................................................................47-48 Daniel Chinchilla..........................................................................................49-50 Diana Ureña.................................................................................................51-52 Esteban Porras..............................................................................................53 Gerardo Cascante.........................................................................................54 Jorge Corrales...............................................................................................55-56 Manuel Fallas................................................................................................57-58 José Julián Arroyo..........................................................................................59 Krissia Fallas Chavarría.................................................................................60-61 M. K. Marín ................................................................................................62-66 Ana María González.....................................................................................67 Byron Ramírez.............................................................................................68 José Pablo Solís.............................................................................................69-70 Nelson Fallas Gutiérrez.................................................................................71-74 Natalia Mora Dittel.......................................................................................74 Karla Waters..................................................................................................75 Diseño de portada: Sofía Alvarado - Ilustraciones de portada: Alina Muñoz Knudsen Ilustraciones: págs 6-10 Alonso Segura. págs 11-12 Sofía Alvarado. pág 14 Daniela Watson. págs 15-17 Alina Muñoz Knudsen. págs 18-19 Alejandra Montero

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