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Obra de una cuerpa consciente

El peligro me dicta que debo correr cada vez más rápido con estas piernas cortas acostumbradas a la quietud del confinamiento, empieza un cosquilleo palpitante en la planta que no para hasta estar lejos de los gases lacrimógenos. No queda rastro de los calambres por permanecer horas en estado de reposo total, ni mucho menos de aquellos instantes donde sin razón, el ser de arriba se llenaba de vacío que generaba ardiente dolor y me pedía, particularmente a mí, que diera vueltas en círculo, a la mente era la que menos le gustaba esta idea y hacía que la boca se comiera las uñas.

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