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Guaneñas en tiempos de Paro Nacional *

Andrea Arteaga Bolaños

Abogada egresada de la Facultad de Derecho y Ciencias Politicas de la Universidad de Nariño, feminista, defensora de Derechos Humanos y activista en temas de paz, verdad y memoria.

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Sí, tal como lo menciona la frase del inicio, el Paro Pacional trajo destrucción. En parte ma terial, que para cuando lean este documento ya debe estar solucionado, pero también está esa destrucción de lo verdaderamente impor tante: las vidas de 83 personas fallecidas y las de sus familias, la de la institucionalidad y por supuesto, la de la democracia.

En Colombia, la guerra y la protesta son es pacios patriarcales desde hace años, puesto que la guerra tiene todo que ver con roles de género, empezando por quiénes suelen ser los guerreros. Sin embargo, hace mucho hay guerreras, mujeres que han sido invisibiliza das en contextos de batalla y de movilización, que siempre que desearon ser sujetos acti vos de sus luchas, fueron victimizadas en sus cuerpos y acalladas en sus voces.

Las movilizaciones han demostrado ser un espacio donde se usan y reproducen expre siones y discursos machistas y heteronorma tivos, en lugar de ser un espacio seguro para todes, en el que se puedan plantear posturas críticas y se refuerce la idea de que toda lucha popular debe albergar resistencias diversas.

En el marco del Paro Nacional, las acciones de la fuerza pública e incluso de la misma primera línea, se potenciaron estructuras patriarcales y heteronormativas en las que se ejercieron actos de dominación y exclusión a las mujeres, usando a menudo sus cuerpos y vidas como botines de guerra, tal y como lo muestran las cifras de tortura y violencia sexual presentadas por varias organizaciones defensoras de Derechos Humanos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH-.

Si bien varios de los recuerdos que tengo de aquel momento me llevan a instantes de miedo y zozobra, es imposible no ver cómo esa “hierba que crece dentro de las grietas del pavimento” de la que habla Federici en la frase inicial, creció en el Sur, dentro de las organizaciones feministas, que sin importar la represión a la que varias de nuestras compañeras fueron sometidas, aún manteníamos esa necesidad de cooperar, de persistir en esa reivindicación histórica de no militarización como salida a los problemas sociales, de salvaguardar la vida de todes, de proteger manifestantes desde nuestra labor como defensoras de Derechos Humanos, como marchantes, e incluso con acciones como las de varias mamás y mujeres víctimas del conflicto armado, quienes encabezaban cada movilización cuidando a los jóvenes de la represión policial, pese a que estamos en una cultura donde lo femenino asociado al cuidado, es contrario a lo político.

Ver cómo el feminismo fue artífice de espacios para participar en asambleas y mesas de trabajo, donde demostramos que siempre hemos tenido capacidades como sujetos políticos en momentos históricos, siendo propositivas hasta en los peores instantes, fue una forma de insistir en que ningún Estallido Social que se dé en el país puede darse sin mujeres, en lugares donde no se incluyan nuestros saberes u oficios y mucho menos sin abrir espacios de reflexión, denuncia y reivindicación en los que las mujeres no nos sintamos seguras.

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