Femme Fetal n2

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20 N2

FEMME

FETAL

La Femme fatal que no fue.



Staff

Textos: Ale Benz Ezequiel Cavallero Patricia Doula Gonzalo Geller Gabriela Gervasoni Flor Inflowerland Oliver Kozlov Verónica Laurino

Marianela Luna Tam Naymark Marilina Negri Felipe Nicastro Marta Pérez Manuel Quaranta Fer Salas Mayra Sanchez Gabriela Valle

Imágenes: Daniel Basilio (fotografía en Reflejo) Emanuel Cavalli (en Tetas) Sol Fernández (en Despedida de Soltera) Marina Jaume (El prejuicio que me parió) Manu del Mar (en Sobre una canción de bbk) Selene Masat (Beyoncé, Indice) Pablo Espinoza (en Jersey con brillos, Lecciones sobre Estética, Pequeña...) Jésica Rodríguez (en Chiqui) Virginia Russo (fotografía en Querido Filodendro) Tam Naymark (fotografía en Viralizada) Fotografía de tapa:

Ana Thompson para A&R Fotografía de contratapa:

Layla Singarella Diseño:

Nazareno Ceratti Dirección y Edición:

Marianela Luna

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Manifiesto Femme Fetal María es madre tiempo completo. El papá rara vez llama y cuando lo hace llueven problemas. Si se escuchan gritos y carcajadas, es porque ella está ahí. Pasar un rato a su lado es presenciar una comedia y reír hasta acalambrar la mandíbula. Sin embargo, hay días en que pide pausa y llora mares a escondidas. Sabe que cada tanto necesita frenar pero si pone reversa es sólo para impulsarse. Agostina tiene la fuerza de una leona y el corazón de un colibrí. Hizo de la cocina -su gran amor- un grandioso emprendimiento que le permite vivir y mimar a sus mascotas con platos gourmet. No tiene hijos pero es madre y padre de toda su familia. Es, también, la terapeuta del pueblo pero a la hora de escucharse, es su peor enemiga. Natalia piensa dos veces antes de quedarse en bikini. Cuida cada movimiento temiendo que el resto vea su celulitis. Se desviste y enseguida se mete al agua: el marrón del río cubre las imperfecciones. Se queda sola y piensa en lo insegura y tonta que se siente. Compara sus caderas con las de otras chicas y se consuela pensando en que, al menos ella, es inteligente. Por debajo del agua, su novia le toca la entrepierna y un calor intenso la enciende. Con cautela, le quita la parte de abajo y todas las quejas sobre su cuerpo. Acaba y, como felina soberbia, sale caminando del agua. Todos la ven pasar. La sensualidad está en la confianza. Lucía dice que viajar le cambió la vida. Supo volver inmenso cada abrazo con su perro -compañero en la ruta y Marianela Luna


abrigo en el refugio- y sentirse diminuta en la suntuosidad de la selva. Aprendió a contemplar la belleza en un lago y el sabor en la cena que preparó un desconocido. Es por eso que estar ahora en una ronda de chicas defenestrando a una ex-compañera de la escuela no le hace gracia. Las sigue queriendo pero es sólo el recuerdo lo que hoy las une. Las amigas, como la vida, también cambian. Jésica estudia bioquímica y es el orgullo de la familia. Critica a las chicas maquilladas que bailan con soltura y trata de superficiales a las que van a la peluquería. A ella nunca la elogiaron por su belleza, sólo por inteligente. Y aunque todavía no lo sabe, es hermosa. Habla de amor como explicando una fórmula porque cree que así debe hacerlo. La ciencia era el lazo materno y pensó que únicamente por científica la querrían. Era el eco de su madre, un deseo hecho hija. Jésica no dejó las ciencias pero se hizo bailarina. Su madre la sigue amando. Selene creyó que nunca podría abrazar. Prefería un champagne antes que un amor y un ‘te quiero’ por escrito en lugar de un buen beso. Decía estar casada con la música y cansada de los hombres. Se siente libre cuando canta pero los miedos edificaron un monumento en sus hombros que no la dejan entregarse. El verano pasado la abrazaron tan fuerte que la descolocaron por completo. Se enamoró y hace dos meses sintió celos por primera vez. Ni María es mejor que Selene ni Agostina peor que Natalia. Somos diferentes y muchas veces, todas somos una. INDEPENDENT WOMEN

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Despedida

de soltera

17: 22 - Gorduuu! A quÊ hora hay que ir? Entro en shock con la ropa! 17: 41 - A las 9 gor! 17: 53 - De Luchi gordu?? Van muy producidas? Me di cuenta que es tranqui mi vestuario‌ 17: 54 - Sii Marchuu, en mi casa! Nos vamos a re divertir! Preparamos muchas cositas lindas juju 18: 01 - Lindas o pervertidas? Son terribles ustedes! 18: 02 - Ya les paso el itinerario, lleguen puntuales porque tenemos que arrancar a las 21 hs, sino nos dan los tiempos para hacer todo lo que organizamos.

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Es sábado, ellas llegan temprano a lo de Luchi porque así lo ordenó la abeja reina. El palier de entrada queda impregnado de perfumes fuertes color chicle. Los espejos del ascensor nunca están demás para retocarse el pelo y chequear que todo esté en su sitio, para una “espontánea” sesión de selfies. El salón está decorado con globos, recortes de cartulinas, cotillón y vinchitas en forma de pija, la mesa cubierta con un mantel de lunares. Sobre ella: una torta con la más grande de las pijas. Mechu se les casa y hay que “despedirla” bien. No importa que la única pija real que conoció en su vida sea la de su novio, es necesario que se despida de todas las pijas que hubiese conocido si no fuera porque se está por adentrar en esa maravilloso contrato, que no permite a uno siquiera pensar en otros cuerpos. Debe despedirse de esa extraordinaria vida de soltera, de viernes por la noche en casa viendo juntos comedias románticas de Jennifer Garner, sábados de quedarse dormida en el sillón esperando a que él vuelva del asado con los muchachos, enojarse por la hora, revisarle el celu y arrastrarlo con su resaca al almuerzo de los domingos con mamá y papá. Son las 21:30, ya están picando los sandwichitos y las empanadas, adentrándose sutilmente en algunas copas de vino. Al fin son las 11 y pueden arrancar la tan esperada y organizada “previa” acorde al itinerario pautado. Después de entrarle al vodka puro ya están borrachas bailando reggaetón arriba de las sillas. Luli mira a Nati y piensa “Que desastre esta piba, ya tiene el maquillaje en cualquiera. No se da cuenta que le va a explotar ese jean? Paaabre. Yo me veo muy sexy, voy a menear bien hasta abajo. En el boliche los voy a enloquecer a todos.” Pero de su boca sale un “Aaaay te amo gorda! Sos lo más, amiga! Practiquemos la coreo de zumba que dimos en la clase de ayer! ”. Todas posan para las fotos con las diferentes versiones de penes, una de ellas se sonroja y se tienta, al confesar que no le sale decir “Pij…. jajajajajaj no, no puedo, no puedo, me da mucha vergüenza decirle así.” Mechu viste el atuendo sensual de conejita de Play Boy que la obligan a usar las chicas por ser la protagonista de la noche, estalla en un melancólico llanto gritando “Las voy a extrañar tanto a todas!” Enseguida cae en la cuenta de que no se está “despidiendo” realmente de nada y de la risa se cae al piso, arrastrando con ella a dos más. El Party Bus que las llevará a pasear por la zona céntrica para que puedan

Gabriela Valle


exhibir sus vinchitas las pasa a buscar por la puerta a la hora pautada. Suben tambaleando, bailando como pueden y con los tacos y carteras en las manos. Adentro las esperan otros cuerpos – masculinos- sudorosos y excitados por el alcohol. Lo cierto es que ellas, que no pueden ni pronunciar “pij…” no se animan a “hacer” realmente nada, pero no se privan de participar de los juegos de seducción e histeriqueo, flashean descontrol mientras cada grupo incita a sus “despedidos” a una última interacción sexual con desconocidos, ya que una vez contraído el matrimonio, nunca más tendrán permitido siquiera pensarlo. Es sábado, son las 11 de la noche y estoy en casa en piyamas tomando té mientras hago jugar a mi gatito con un cordón de zapatilla. Recibo un mensaje de Laura “¿En qué andás? Estoy con Maga, ibamos a ir para una fiesta, querés venir?” Pienso un segundo en lo bien que la pasamos cada vez que hacemos algo juntas y contesto “Si, dale, pásenme a buscar.” Le pido al gatito que me devuelva mis zapatillas, me calzo un vestido, termino el te en menos de 2 minutos y salgo. En el camino hablamos de quién iba a estar tocando en la fiesta, de la buena semana que tuvo Maga y de esas sincronicidades por la que uno termina largando el piyama por compartir un rato con personas que te hacen bien. La noche transcurre en un viaje musical que va creciendo exponencialmente a medida que las 3 vamos tomando conciencia de que es colectivo y compartido. La felicidad desborda los pómulos de Laura. Me detengo un segundo y las veo tan bellas que la alegría no hace más que invadirme el cuerpo transmutando en gratitud. Las horas de inmersión musical llegan a su fin, y nos sentamos en el cordón de una vereda para extender la prodigiosa noche. Fluye la energía infinita de 3 hermosas mujeres que se aman, se sostienen, sonríen genuinamente, se empoderan y por sobre todo privilegian el encuentro y la admiración mutua. Por la esquina veo pasar un Party Bus lleno y viene a mi mente el recuerdo de un mensaje que recibí hace 10 días y nunca contesté: “Reservate la noche del 25, estás invitada a la despedida de Mechu, estamos preparando muchas cositas locas!”

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Pequeña reivindicación del machismo No es fácil ser hombre en este mundo. No venimos con la intuición seteada por defecto, ni con la capacidad esa mágica, tan práctica, de encontrar las cosas donde están guardadas. No sabemos cuál es “su” lugar, porque para nosotros su lugar es donde están, y somos tan respetuosos que sabemos que las cosas que no quieren ser encontradas mejor no encontrarlas; y las que sí, brillan y hacen ruido. Así nos clavamos con (en) ustedes, oh, minitas. Cualquier hijo de vecino sabe que es más fácil ponerla que sacarla. Que los sentimientos, por prohibidos que los tengamos, se sienten. Que no todos brillan y hacen ruido y que, exactamente como las llaves, la billetera y el celular tienen una tendencia a ocultarse en lugares impensables. Por suerte se resuelve fácil: Unos segundos de desesperación y echarle la culpa a otro antes de tocar por enésima vez el bolsillo donde antes había nada. Y a pesar de nuestra facilidad para perder de vista lo importante, siempre lo encontramos (y sin mapas, guías ni gurúes; enemigos acérrimos de la masculinidad). No es fácil tenerla tan clara. Todo tan para afuera y colgando al servicio de uno. Todo tan destinado a introducirnos al misterio. Entendemos que no debe ser fácil sobrevivir en ese mar de conchudas que constituyen, perdidas entre el monumental quilombo que solitas se arman en la cabeza… Es la imagen misma de su tendencia a la sobre decoración. Nuestra cabeza, en cambio, es un living sin muebles, con una sola ventana. Y en esa ventana se muestra una cosa por vez. Lo complicado es que no hay puertas, y por ahí se complica salir, pero se puede. El tema es que una vez afuera todo es tan mullidito que a uno le da miedo “atiernarse” demasiado. Nos gusta lo simple, lo fácil, lo directo y cómodo. Lo demás nos desafía o nos la baja. Los desafíos nos gustan, especialmente si ganamos. Si no, se baja. La tenemos clara. Pero dudamos mucho cuando eligen a esos que la tienen tan oscura (¡y es que son tan buenas para elegir! Aunque se tomen su tiempo ¿no?). Es entendible el mito de la poronga negra, indiscutible que bailan y cantan bien (particularmente en las iglesias), pero no todo lo negro es petróleo... Algunas pueden pretender ser sencillas, y hasta les sale. Entonces resulta muy extraña esa tendencia a rescatar vagos y borrachos, a andar resucitando muertos tirados por las calles, a hacer consejería espiritual y asesoría psicológica del primer pelotudo que les demuestra un mínimo desprecio. Ezequiel Cavallero


¿Qué oscuro designio las empuja a lo inalcanzable, a lo oculto y retorcido? Cuanto menos le da (el sol) a un chabón, más su posibilidad de levantar algo. ¿Qué es esa tendencia caritativa? ¿Esa adicción imperdonable al trabajo, que las lleva a remar un mes esperando que se le quede parada a un chabón “porque es la primera vez que en lugar de tener sexo quiero hacer el amor”? Gracias. Gracias porque son las maestras de la compasión. Y acá se revela otra tendencia: Seguro se quedaron con la etiqueta que las definía más que con el agradecimiento. ¿O no? La tenemos clara. Por eso sabemos que son las que mandan, pero así, desde bambalinas, entre las sombras. Piensen en todo lo que perdieron desde que arrancó esto del feminismo: Ahora laburan, ya no van gratis a tantos lugares, no les dan el asiento, da lo mismo si pasan primero o pierden el turno… ¡Hasta se cansan de matarlas! Nuestro comando es una fachada. El mundo está lleno de carteles para que no perdamos tanto las cosas que ustedes eligen y cuidan. Es nuestro por compasión, por una cosa maternal laissez-faire de dejar que “los chicos” hagan lo que quieran. Porque es la forma que aprendemos. Haciendo desastres. Rompiendo, ensuciando, matando. Y porque son tan grosas que en el fondo saben lo difícil que es tenerla tan clara. ¿Entonces qué podemos pedirles? ¿Más? Sólo nos queda darles, y con disfrute. Porque la otra opción es escucharles un monólogo prolongado sobre vaya a saber uno qué (tenemos ese firewall que se activa automáticamente cuando la charla se viene larga, y se desactiva sólo con las conjugaciones del verbo “chupar”). Tan clara la tenemos, que hasta nos damos cuenta: Ustedes sí que la tienen clara. Y agarrate el día que se den cuenta. INDEPENDENT WOMEN

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¿Recuerdan a Wayra Carrizo, la mística del edificio? La conocimos en la edición anterior a través de una carta. En ella, la remitente -su madre- le pedía ayuda al ex marido y padre de la jovencita -Carlos- para salvarla del jipismo místico urbano. Su hija ya presentaba los síntomas suficientes como para preocuparse: bolsas de arroz yamaní y carísimas algas, obsesión por lo orgánico y talleres de sanación. La única culpable, según la madre, era la hermana de Carlos: la conchuda de San Marcos Sierras. Sin dudas, ella le habría llenado la cabeza.

La conchuda de San Marcos Vivo en San Marcos, tengo huerta y uso crema anti-age. Tengo cuenta de facebook -y la uso- y los ovarios al plato de la pregunta: ¿Vivis en San Marcos y usás internet? Y sí, es Córdoba. No la era Pre Cámbrica. Me vine acá con mis nenas en los comienzos de los noventa, para ver si zafábamos un poco de lo que nos acecha hoy en día: la violencia, la pobreza, los call centers. Veía venir a los jinetes de la era de la comunicación en red y me daban miedo. Cuando uno se va de su lugar de origen, hay un tiempo donde todo se vuelve irreal: los recuerdos, el día a día; y pasás a ser de ningún lado. O de los dos, con sus gentes, sus cosas lindas y sus restaurantes con la pizza más rica del mundo donde las nenas se comen hasta el bordecito sin queso. Se extraña por dos y quizás por eso se lucha tanto para afianzar la identidad. A mí tanto no me gusta estar descalza o comer miel, pero acá es así. Cada tanto caen turistas preguntando: ¿Dónde es la comunidad hipie? Al principio no entendía, después le caché la onda. La gente asocia hippie con comunidad, que sería un lugar donde la gente se va a vivir para juntarse con gente parecida entre sí de iguales intereses como hacer mermelada o casas de barro. Yo pensaba que uno ya nacía en comunidad -la familia, la escuela, el barrio- y no que era una elección como la obra social o si llamás al delivery el domingo a la Patricia Doula


noche. Cuestión que me vine con las dos pibas chiquitas -las primas de Wayray enseguida me puse a aprender cerámica, telar y cocina macrobiótica con las mujeres que conocí. Las mamás del monte tenían la misma necesidad de socializar y entendían que una se vino sola y de inmediato me hicieron un lugarcito en las rondas de mate. Cuando se pudrió todo fue con la new age, finales de los noventa, primeros años de los dos mil. Acá siempre hubo gente rara. Más que artistas y bohemios, raros. De esos que estudian astrología y a los marcianos. ¡Ay, cuando llegaron los marcianos! Con este tipo de cosas me empecé a cuestionar si los boludos somos nosotros o los turistas. Vienen buscando cosas raras y nosotros no sólo las buscamos: las encontramos y les ponemos precio. Todo esto para, supuestamente, estar fuera del sistema y vivir una vida más slow, la gran mentira del mundo hippie. Si te ponés a contar entre la huerta, los frutales, las gallinitas, las abejitas, el pan casero todos los días, los cuenquitos de barro hechos a mano, los pulóveres de lana de guanaco que tenés que tejer a mano -uno por miembro de la familia en crecimiento - el compost, algo que genere guita y recordemos la presión social; porque son los must de la sociedad naturista. Un quilombo, lo raro es que a más gente no se le chifle el moño y terminen a rivotril. En San Marcos también descubrí el stress serrano. Y que ni se te ocurra ir al médico, psicólogo o psiquiatra. La culpa siempre es de la luna llena, o de algún portal que se está por abrir o que se abrió vaya a saber dónde. ¿Y cómo te curas? Con flores de Bach, carqueja o viendo algo en el calendario maya. ¡Que no decaiga! Sopapo y pasas de uvas para todos y a seguir hilando lana de llama que se van los turistas. La cuestión es que este embrollo de vida, con sus parejas, bebés, pastafrolas, cumples de quince, mantas al sol, papeles del auto, vacaciones en el mar, partos, cesáreas, frascos de mermelada llenos, frascos de mermelada vacíos y abrazos, siempre te alcanza donde sea que vayas. Entonces decidite: ponete las ushutas con medias y arrancá antes del mediodía así podes disfrutar del sol en el camino. INDEPENDENT WOMEN

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Viralizada Me senté frente a la computadora con el vino recién comprado y una cubetera de hielo, segura de que no encontraría ni una sola excusa para perdonarlo pero rogando que hubiera alguna. La foto viralizada había arrasado con todo, era imbatible: mi novio en un boliche, totalmente borracho, semidesnudo y montando un atormentado poni. Detrás de él, también arriba del animal, una rubia lo agarraba desde atrás y le mordía el cuello. Nadie me avisó de la catástrofe, yo misma encontré la imagen de la jornada, nota del día y trending topic. Se le veía hasta el tatuaje en el brazo; era Darío, mi novio, sin ninguna duda. De la mañana a la tarde estuve mirando la foto en todos los portales. Gabriela Gervasoni


Casi no quedaba vino cuando entré a un diario español que también la había levantado pero agregaba un dato: “el encendido jinete estaría comprometido en matrimonio para las próximas semanas” y (como si ésto fuera poco) preguntaba: ¿lo perdonará la novia? En España, a miles de kilómetros de casa sabían que íbamos a casarnos y hacían la única pregunta que había que responder. Me inundó la ira. Mientras se imprimía la nota bajé a comprar otra botella de algo, cualquier cosa para apagar la mente o que por lo menos me impidiera seguir navegando en internet. Me sentí atrapada, soportando el peso de Darío sobre mis hombros tal como lo aguantaba el poni en esa instantánea que se abría ante las mágicas palabras “poni boliche”. Volví con otro vino tinto, no tan caliente como el otro. Yo, hervía. Todos sabían que nos casábamos para que nos dieran el crédito hipotecario, era el único motivo aparente que teníamos. Hasta el día del poni realmente pensé que lo hacíamos por el crédito en pesos, a diez años, con tasa fija. Pero en ese momento, doce horas después de ver la foto, me sentía una novia vestida de blanco abandonada en la puerta de la iglesia. Lloré y puteé por esa humillación exagerada y torpe; por lo que me perdía, por todo lo que no iba a ser (ni el amor, ni la casa en el barrio cerrado, ni los hijos, ni nada de lo que nunca antes había querido con tantas ganas). Grité sin que me importaran los vecinos pero pensando que seguramente estarían hablando de mí. Busqué y busqué pero no había ninguna hendija por dónde meter un perdón digno; un perdón con perfume de azahares y no el patético borrón que hace una cornuda consciente. Vomité de borrachera y de hambre. La dignidad me tenía atrapada como a una mosca mugrienta la tela de araña. Abrí una bolsa de galletitas para tener algo en el estómago y poder terminar la botella de vino. Con la comida apareció cierta lucidez. Otros pensamientos. Algunas nuevas ideas sueltas. A pesar de la dureza de los hashtags #NOalmaltratoanimal o #piratasdelpony, el interrogante que más me golpeaba era qué iba a pasar con nuestro casamiento. Hacía rato que sonaba el teléfono celular. Era él. Decidí atender. Cerré los ojos y lo escuché pedir perdón mil veces. Le conté sobre la nota del diario español en los espacios que me permitía el llanto. Nadie lee ese diario, me dijo, ni en España ni acá, quedáte tranquila, mi amor. Creo que imploré porque me diera una sola excusa para perdonarlo, una chiquita, mínima pero decorosa. Darío no daba motivos ni justificaba, solo repetía perdonáme como si fuera un mantra tibetano. Corté la llamada, el casamiento y el crédito con el botón rojo de mi celular. La foto viralizada había arrasado con todo, era realmente imbatible. INDEPENDENT WOMEN

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Jersey con brillos Yo, igual a todas en jersey con brillos una nereida boba pornoestrella maricona y atontada en jersey con brillos Porque soy libre creo que elijo, marcho sobre tractóreas plataformas creyendo que sí, que éste es mi siglo, que él me escucha pero sólo dice sí, sí y me mira las tetas y me cruza la boca con un beso agresivo indiferente alcohólico breve palo y a la bolsa sin preámbulos breve también el jersey con brillos que jamás se arruga pero no soporta más de dos salidas. Me siento exquisita juguetona inalcanzable reina del jersey con brillos mientras los dueños del mundo creadores del cartón pintado del jersey con brillos de las desmesuradas plataformas me miran nos miran desde sus portátiles panópticos. y se matan de risa. Marilina Negri

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Chiqui Mis amigas dicen que Mirta lo peteaba a Monzón. Me da asco aunque sea mentira, esa vieja tiene la boca muy sucia como para meterse una pija ahí. Estoy tan enojada que patearía un cachorro Pero lo digo y me da tristeza, pienso que no lo haría. Mi papá cuando se enoja grita: me cago en Dios y María santísima. Pero nunca lo dijo delante de mi abuela, ella lo hubiese retado. Cuando tenemos bronca queremos destruir el mundo, eso es porque algo en el mundo nos destruye a nosotros Como cuando un abrazo es muy corto o un polvo muy largo, El desequilibrio eso nos enoja, y las viejas conchudas, eso creo que también.

Ale Benz


HAUNTED

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Lecciones sobre estética

La verdad es que me gustabas porque habías leído entera la Estética de Hegel. El logro de haberte tragado ese bodoque tu edición, encima, era en dos tomos gruesos y verdes- en los pocos meses que tardaste en entrar debajo de mi piel, te hacía muy lector a mis ojos; muy libre y relajado incluso, a razón de lo innecesaria que era para tu vida semejante proeza lectora. ¿Por qué ese libro en ese momento? Si no tenía nada que ver con tu biblioteca, ni con tu Felipe Nicastro


personalidad colgada, ni con nada en tu vida... excepto yo. Yo, que tampoco tenía nada que ver con tu vida, excepto tu amigo que me gustaba, pero que no me dio bola; yo, que tenía la fantasía libresca de leer todo eso alguna vez como declaración anti-utilitaria frente al mundo de la prisa y lo productivo; yo, que quería conocer a alguien que hubiese leído ese libro alguna vez y me iniciara en los misterios de la Estética como disciplina filosófica antes de que llegara la fatídica materia homónima en el último año de la carrera que venía estudiando a fuerza de porro y café desde que, en tercer año, perdiera el interés que me llevó allí. Y así fue que sin razón aparente nos encontramos una vez a tomar algo, y caminamos, y nos dimos un beso en las escaleras de Ciencias Económicas, y me invitaste a tu casa porque no estaba tu vieja, y yo flasheé cuando entré y vi el segundo tomo de la Estética sobre tu cama revuelta. Flasheaba con esa situación, porque no esperaba que me gustaras tanto tan pronto, pero cogimos re bien, y nos duchamos cogiendo, y todo fue hermoso. Incluso después, cuando abrazada a vos te pedí que me contaras algo de la Estética (porque me fascinaba su misterio, aunque ni siquiera había visto el índice en mi vida), y vos me respondiste vaguedades sobre el Ideal de belleza aunque ya tenías avanzado el segundo tomo, y te escudaste en que no lo habías leído para estudiarlo, sino porque sí; y yo asentí ciegamente, haciéndote partícipe de mi teoría de la Biblioteca de Babel como el lugar donde van los lectores cuando mueren, y donde el cielo y el infierno son lo mismo, porque la biblioteca es infinita, y te dije que me parecías increible por atreverte a semejante empresa lectora tan gozosamente ajena a la conveniencia del mundo en el que vivías, etc. El resto ya no tiene importancia. No importa que yo fuera la primera en darme cuenta de que tus ojos cambiaban de color con el clima, ni que tu aliento se volvía floral después de acabar; tampoco importa que fuera en la puerta de una fiesta de cumpleaños y después de que te dijera que estaba hasta las manos con vos que me confesaras que habías estado con otra porque pensabas que lo nuestro no era serio; menos aún importa que esa forra fuera la misma que me presentaste aquella vez que íbamos al teatro y salieron juntos de tu casa y caminamos los tres hablando de Sabato y yo te dije que parecía copada tu amiga. No, ya nada de eso tiene importancia, porque hace un rato terminé de leer la Estética de Hegel, ¿y sabés qué?, me doy cuenta de que no era la gran cosa. HAUNTED

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Sobre una canción de bbk

La gente se queja del bondi y a mí la verdad que no me molesta, solo espero no estar apretada como sardina y a veces abrazo la fantasía de poder ir leyendo algo. Por lo general me alcanza con mis auriculares, cantó, hago gestos, paso vergüenza y nunca me importa. Me siento impune entre tantas caras desconocidas (a pesar de que es salta). Ahora estoy por mitre, a lo lejos veo un edificio al que fui muchas veces y que ya no importa, a la vez suena bbkid. Qué bueno que viene, aunque me trae recuerdos innecesarios. Pero esta vez suena julio y el yulai escarba muy dentro y me trae unos hermosos ojos morochos (uy qué canción de mierda esa), un pelo largo y lacio, unos dedos largos, uñas pintadas de rojo. Ella era A. Ella lo sabía todo (como clarisa solo que A.). y aunque me la paso recordando (contando) los agujeritos de mi corazón, (como pelotuda, más que como chiquitita) . Ella fue la primera chica a la que pude decir (-me, sobre todo. –le, específicamente) que me gustaba, que quería besarla. No puedo decir cómo funciona la mente. Cómo desde el colectivo, hasta yulai, recordé a A.. No, no soy Proust y A. no es una magdalena, o un cuadro aunque si es una canción. Yo tenía unos 20 años y me aproveche de una información que tenía. Yo sabía que A. andaba a veces con chica, me quedaba proponerlo. Esa tarde estaba valiente (la verdad es que había tomado con unos amigos de la facultad) entonces fui a su casa. Como ella lo sabía todo se dio cuenta que algo pasaba y me llevo a su cuarto. Era otoño, ya estaba de noche. En su cuarto solo una lamparita alumbraba mi tengoganasdebesarte. La misma luz que ilumino su sonrisa, su mano que giraba la llave de la puerta, sus pasos dentro de sus zapatillas náuticas que se acervaban a mí con el ritmo de mis latidos. Tuctuc tuctuc. Hasta que se sentó a mi lado y me beso. El tiempo era esa luz. Quieta, amarilla, eterna. El beso, que fue seguido de besos, que fueron seguidos y seguidos que asumieron el ritmo de la canción: Yulai. Ahora me doy cuenta que es curioso recordarla con esta canción, A. se perdió en el laberinto de este valle, la taparon los adoquines o quién sabe qué. Espero que este bailando alguna canción de bbkid. Fer Salas


HAUNTED

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Poesía en tu cara

El Slam de Poesía Oral puede definirse de muchas maneras. A quienes formamos parte tambien, un género.La poesía, cuando es performática, interpela. Sacude. No hay escape Aquí una pequeña dosis por escrita. Imaginate estos poemas recitados, sentidos, gritado

Que se

prenda

fuego todo

¡Que se prenda fuego todo! ¿Acaso hay que tener consideración por los que no saben arder? Corramos la luna de lugar para que los irremediables seguidores del tiempo pierdan su lucidez estúpida, su sentido común, su orden natural de las cosas. ¡Que se prenda fuego todo! Que la muerte inminente, tenga que redoblar su apuesta frente a tanta vida Ardamos en la hoguera de la incomodidad, ¡Llenémonos de preguntas como si fueran piojos! Y sacudamos de una bofetada a los obsecuentes, a los chupa medias, a los fundamentalistas de las buenas costumbres y la cultura del miriñaque, a los que hablan despacito y piden por favor que no levantemos la voz, que no nos excedamos, a los que les sienta bien la ofensa para ponerle una barrera al rebatimiento, para los que temen y entraman sus quiosquitos miserables. Para todos esos HAY TABLA ¡Que se prenda fuego todo! ¡Ardamos las brujas, Ardamos los brujos! Consumemos el orgasmo en la enfermedad, en el contagio, en el vicio. Que vengan los serviles aduladores, empachados de tantas formas tenues, de tantas formas difusas. con sus antorchas embebidas en leche tibia y sus culos almidonados. Que vengan y que se enteren que el trazo debe ser hondo. Entintando la sangre ¡Que se prenda fuego todo! Mayra Sanchez


e de él, nos gusta decirle comunidad. Pero también es un evento, un formato y quizás, e ni página por pasar. Es la piel que la recibe. os. Difícil, no? Entonces vivilo.

Ch.

Forever

Vos y yo nos acostumbramos a medir nuestra existencia desde que nos conocemos como finitos. Como largas tiras estrechas de Tics y Tacs Somos pastillas dulces llenas de dudas agolpándonos en cajas de naranjas fantasías. Seres y Estares vendidos 2x1 en supermercados de vida. Y si nos pensamos infinitos? Si nuestra vida se basase en infinitas vibraciones de momentos, en una interminable sucesión de oportunidades. Si todos los caminos que bifurcamos se vuelven a cruzar? Hacer marcha atrás en tu bici, acelerar en retroceso. Nos podemos volver a querer? HAUNTED

Si te digo que somos interminables, que deje un millón de monos tocando erráticamente un millón de máquinas de escribir y que algún día te van a entregar mis disculpas? No vamos a morir mientras vivamos en el otro, en Facebook, en Twitter, en Instagram. El otro día entré a mi Fotolog y, sabes qué? Hoy estoy más joven. En ese momento yo pensaba que capaz, podía ser, existía la posibilidad de morir. Y le temía, le respetaba, le pensaba y ahora ya no porque hoy es siempre. Y lo único, lo único que nos separa a vos y a mí es que vos estas allá, y yo no estoy en vos. Oliver Kozlov


Calamuchita

¿Era posible que un olor lo despertara? Desconocía este dato y en cambio me esmeraba por poner mi mejor cara de dormida de la semana, sabiendo que la presión de la incomodidad dificultaba mi objetivo y era probable que una falla delatase mi mala actuación. Los párpados nunca están de mi lado cuando finjo que duermo. Tiemblan, se rinden ante la tentación de espiar, ver qué tan bien - o mal- me está yendo. “Porque nunca te relajás del todo, por eso no fumás porro: te tenés miedo”, la coartada de los amigos canábicos resonaba en mi cabeza. Él apenas parecía percibirlo. Se dio vuelta y en el giro terminó de llevarse mi porción de sábana. Ahora, además de descompuesta, mi panza comenzaba a emitir el clásico sonido de resorte roto que emite cuando siente frío. Nunca supe si él se habría despertado por una casualidad o la intensidad de mi primer pedo pero si de algo estaba segura -por la fuerza del recuerdo, la sugestión y la costumbre- era de los cólicos que me produce el frío en la panza. No podía perdonarme el segundo choripán. No entendía esa estúpida necesidad de parecer gauchita con las comidas. Ningún hombre vería en el acto de comer una comida que sé cuán mal me cae una prueba de amor. Un “por vos me banco vivir a grasa”, un “mirá qué piola y económica que soy”. A quién se le ocurre. La noche apenas empezaba. ¿Cómo puede un hombre dormir tan plácidamente después de cuatro choripanes? Lo miraba fijo a los ojos, intentando descubrir una mentira que no existía. De a ratos me convencía de que estaba actuando y que se hacía el dormido porque, quizás en su cabeza, una indigestión post sobredosis de choripán demostraría poca virilidad. Los tipos son tan difíciles de leer cuando sienten la mirada amenazante de Los Pibes. Lo cierto es que yo seguía encorvada Marianela Luna


y de brazos cruzados, como disculpándome y rogándole piedad a mi estómago al mismo tiempo. “Mañana agua y limón todo el día, te lo juro porque se muera mi mamá”, me repetía acariciándome el vientre, como hablándole al feto Indigestión. Traidora, mi cabeza proyectaba a mi madre en un cajón; la mirada triste, mis hermanos acusándome por su muerte. “Bueno, no. A lo mejor no cumpla lo del limón pero yo amo a mi mamá. La amo con el alma”, me dije enseguida. Estaba, al fin de cuentas, entregando a mi vieja para zafar de que un pibe oliera mi seguidilla de gases. El frío hizo lo suyo, no podía hacer nada. Cuanto más fruncía intentando frenar la salida mayor era el dolor. Si me levantaba al baño, además de despertar a su perro -que ladra a cuantito ruido siente- lo despertaría el ruido de la cadena de su inodoro que, dicho sea de paso, es el más estridente de la cuadra. Todo esto sin contar lo que sucedería si los caños se taparan, como suele suceder. No sé dónde guarda el balde -si es que tiene- ni pienso exponerme a esa situación. Rezar tampoco era una opción. Diez años de ateísmo manchados por una noche de mierda, no lo ameritaba. “Hay gente muriendo de hambre y vos sufriendo por esta pelotudez”. Mi cabeza no me daba respiro. De a poco el sueño le ganaba al dolor. Pero bastaba con quedarme dormida para que una nueva ráfaga de aire cada vez más denso, caliente y húmedo intentara correr y se atascara entre mis piernas, acompañada de una intensa contracción. Quizás nivel parto. A lo lejos divisé una posible solución. Una manta medio hippie medio souvenir de alguien que viaja y no sabe qué traer de regalo: “Recuerdo de Calamuchita”. Era del tamaño de una sábana de una plaza doblada a la mitad; ideal. Me acosté envuelta en Córdoba, embutida. Dejé escapar un nuevo gas de prueba. Nada de olor. Sólo restaba dormir sin que un mínimo movimiento descuidara mi cola de sirena. Increíblemente lo logré. Amanecí en la misma posición; y con el mismo sueño. El cansancio me hizo dudar, había dormido realmente? Recordé el sufrimiento de la madrugada y tras largas cavilaciones llegué a una horrible conclusión. El pudor que me causaba la idea de ser descubierta -que él sintiera el olor de mis pedos- no era tan terrible como aceptar que los choripanes de sus primos -los de la villame caían pesados. “Podrás caretear con quien quieras, excepto con nosotros”, imaginé a los órganos de mi aparato digestivo acorralandome. No podía aceptar la crueldad de mi digestión de pendeja cero calorías. Tampoco culpar a sus primos de la villa por cocinar con tanta grasa . Estoy segura que haber visto aquella capa de aceite en el horno antes de mandar los chorizos hizo estragos con mi sugestión. Y la villa nada tiene que ver. Lo remarco porque él así lo hace. En todo caso es culpa suya: él es quien dice que no cena de sus tíos cordobeses porque comen pesado. Bueno, circunstancialmente viven en la villa acá, en la ciudad, luego de que el tío perdiera su trabajo en Córdoba. Y ahora que lo recuerdo, mencionaron muchas cosas de Calamuchita. Soy más hija de puta de lo que pensaba. HAUNTED

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lila S En la presentación del libro de una artista rosarina cuyo trabajo gira en torno a la posibilidad de resignificar un espacio cotidiano (la casa) bajo la impronta del delirio, Lila S., una de las presentadoras, dice algo acerca de un meteorito o un cometa y, súbitamente, la referencia desata en mí la necesidad de observarla; cruzamos, por un segundo, nuestras miradas: Corría el mes de febrero de 1986, los medios de comunicación comenzaban a reproducir la noticia de que un cometa iba a pasar muy cerca de la tierra. Entonces distintos programas de televisión empezaron a convocar especialistas para que el público se adentrara en el tema: “Fue estudiado sistemáticamente en 1705 por el astrónomo inglés Edmund Halley”; “La lista de los años de observaciones del cometa es la siguiente: 239 a. C., 164 a. C. (no observado), 86 a. C., 11 a. C., 66, 141, 218, 295, 374, 451, 530, 607, 684, 760, 837, 912, 989, 1066, 1145, 1222, 1301, 1378, 1456, 1531, 1607, 1682, 1759, 1835, 1910”; “Es el único cometa observable a simple vista que aparece dos veces en el transcurso de una vida humana”; hablaron, también, de la composición química, de las distancias, etc., pero lo que realmente conmovió a Lila S. fue una serie de historias que escuchó en una fiesta familiar y cuyo sentido último ella logró comprender recién mucho tiempo después: en 1910 solamente los científicos tenían un conocimiento certero sobre los cometas, por eso hubo una enorme cantidad de suicidios de personas temerosas ante la posible destrucción de la Tierra. En el mundo se registraron aproximadamente seiscientos, aunque es cierto que no todo fue tan trágico; en Argentina algunos le vieron un costado comercial al asunto, como un italiano de apellido Orlando que instaló un largo telescopio con un llamativo cartel: “Por 10 centavos vea al cometa Halley. Conozca la causa de su futura muerte”. Pero más visionario todavía resultó el albañil Francisco Nuncio Míguez, quien fabricó tres búnkeres subterráneos de cemento armado y forrado de hierro. Dos los vendió por una fortuna en esa época, casi 25.000 pesos; el tercero, precavido, lo reservó para él y su familia. Lila S. en febrero de 1986 tenía nueve años (cuando Lila S. se enteró de que década quería decir conjunto de diez años sintió de repente una triste fascinación: ella en octubre, cumpliría, increíblemente, una; esa misma noche, la anterior a que sucediera el evento inaudito, había soñado que un inmenso meteorito la perseguía. El sentimiento de angustia casi la despierta. Lloraba, en el sueño, por el final. Sin embargo la llegada se dilataba; el posible impacto le generaba ansiedad, pero más ansiedad le generaba la espera. Un día no Manuel Quaranta


aguantó más y se tiró por el balcón. La fortuna hizo que cayera en su cama) y a partir de los rumores y las versiones empezó a sentirse incómoda. Por eso quiso hablar con alguien. “Mamá, nos vamos a morir todos”. “¿Qué decís?, no seas loca”. “Yo sé cosas”. “¿Qué cosas?”. A Lila S. le molestó la pregunta desafiante, la desconfianza, entonces, como respuesta, profirió una serie de palabras que sorprendieron a su madre; “¿Y vos cómo sabés eso?”, “Te dije que sabía cosas: y cuando digo que nos vamos a morir…nos vamos a morir”. El día de la visita del cometa Lila S. se levantó perturbada por la idea de destrucción. Es todavía una niña, pero sabe. Sabe que desde su nacimiento tuvo que esperar. Sabe que entre el deseo y la satisfacción siempre se abre una hendidura, y que si el deseo se logra satisfacer se abre una hendidura tal vez mayor. Sabe que el deseo es carencia, pero también exceso. Sabe que si faltan deseos uno pierde las ganas de vivir, pero que si sobran, uno ignora qué camino elegir. Lila S. sabe que nos vamos a morir todos aunque ignora cuándo, ella cree que tiene que ser el mismo día que pase el cometa, pero lo cree porque su imaginación es tan potente que no llega a comprender cómo una piedra enorme puede pasar cerca de la tierra sin hacernos daño. Sabe que las piedras pueden producir dolor, sabe que encontrarse con un corazón de piedra le dolería muchísimo, sabe que si tuviera que llevar todos los días la misma piedra a la cima de una montaña se sentiría muy angustiada, pero sabe también que todos los días estamos obligados a llevar la misma piedra aunque nos cansemos, y por eso a veces uno dice basta, se sienta en un tronco, se tapa los ojos y renuncia a vivir. Lila S. sabe cosas porque es muy sensible. Lila S. sabe que en veinte o treinta años va a estar presentando un libro, sabe de su destino de escritora o artista o artista y escritora, sabe que para ella no existe ningún límite salvo ese pedazo de piedra maldito que está por llegar y sabe que si logra salir ilesa del impacto una vida repleta de aventuras la espera, por lo menos hasta que el cometa vuelva a pasar, quizás por eso ella hoy hace todo el tiempo de todo, hace un asado y mientras hace el asado escribe un texto y mientras escribe el texto y hace el asado proyecta una obra sobre el fin del mundo. Lila S. toma papel y lápiz: 1986 + 76 = 2062 El 9 de febrero el cometa pasa muy lejos de la tierra. Lila S. respira. Sabe que le quedan 76 años de vida y entonces decide lo que ya sabía, se queda la noche entera pensando en su personaje favorito, la pantera rosa. Vuelvo. La visión me confirma que adentro de los ojos del otro late, insistente, un abismo. GROWN UP

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Tetas La primera vez que me desnudé en público fue a los ocho años en la quinta de un amigo de mis viejos. Mis primos del cariño, como le llamamos a los elegidos y heredados de las amistades paternales; son casi todos hombres y están metidos en la pileta. Tengo ocho años y no llevé malla pero sí deseos de zambullirme en ese enorme océano con bordes. Tengo ocho años y dos tetitas incipientes y abotonadas y una pancita prominente. Tengo ocho años y en un acto, a mi parecer revolucionario, me saco frente a todos el vestidito de plumetí blanco que llevo puesto. Lo revoleo; me acomodo la bombacha que está apenas metida en mi trasero; me miro los pies intentando ponerlos en posición paralela pero la panza me tapa, casi no los veo. Cierro los ojos, me tapo la nariz con los dos dedos y en un salto anárquico me tiro bomba a la pileta. Tengo nueve años y sigo siendo panzona. Tengo nueve años y estoy en un camping público con mis amigas. No llevé malla. Julieta, me presta una bikini. Es blanca y celeste a lunares. En la parte alta lleva bordado un Mickey Mouse. Jugamos en la pileta a un juego con prendas. Pierdo. La decisión es unánime: florearme por el borde entero de esa piscina enorme mostrando lo que soy. Cumplo la prenda. Tam Naymark


Tengo veinte años. Estoy en una carpa en Villa Gesell. Estoy sentada con una malla enteriza y un vestido largo que lo tapa. Estoy leyendo. Peso setenta y cinco kilos. Tengo veintiún años y me enamoro. El chico que me enamoró no se enamora de mí. Eso me pone ansiosa. Dejo de comer y me pongo ansiosa por él. Dejo de comer y adelgazo. 1-2-3-26 kilos. Tengo veintidós años. Peso cuarenta y nueve kilos y ya no estoy enamorada de él. Estoy desnuda en mi pieza y me miro al espejo y no entiendo quién es esa que se refleja. Tengo veintitrés años y no me hallo en ese cuerpo ajeno que porto. Tengo veinticuatro años y me siento como esa nena en bikini en la pileta, cumpliendo su prenda, miedosa pero sin otra opción ya más que cumplir con las reglas del juego. Tengo veinticuatro años y me desnudo frente un tipo que desconoce todo lo que para mí significa desnudarme frente a un tipo. Desconoce los nudos que me anudan. Pero lo hago. Cumplo la prenda. Tengo veintiséis años y me siento de ocho. Me siento como esa nena al borde de la pileta extirpándose el vestidito frente a todos. Me siento esa nena que nada le importa: ni los rollos ni las huellas que quedaron de los kilos ni las rutas que se formaron en mi panza formando un mapa por recorrer. Me siento como una niña que no le importa la flacidez que se marca en la piel como un recuerdo; elimino como esa niña la vergüenza de mostrarme frente a alguien, porque esta soy. Tengo veintiséis años y me siento como esa nena revolucionaria en el límite por borde frente a la pileta, con mi vestidito de plumetí blanco. Mostrando las tetas al mundo, inocente frente a lo que digan. Desnuda y segura -o casi-, zambulléndome en la cresta de la imperfección. Liviana. Flotando. Tengo veintiséis años y todavía tengo la posibilidad de cinturear a toda la gilada que me exige ser alguien que no soy. Y que no seré. Tengo veintiséis años y estoy erguida. Yo ya soy una mujer. GROWN UP

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Reflejo Nunca entraba en ese cuarto, no le gustaba siquiera pasa por la puerta. Pero esa tarde fue distinto. Abrió la puerta y el sol, reflejado en los espejos, le obligó a cerrar los ojos. Esos ojos que a sus ochenta años seguían igual de transparentes. “Color del tiempo”, le decían antes y ella sonreía. Cuánto tiempo, no recordaba la mueca de una sonrisa. Al abrirlos, se vio reflejada en todos los espejos. Cada uno le devolvía una imagen diferente. ¿Era ella esa niña de trenzas rubias, tutú rosado y ballerinas blancas? ¿La adolescente de pollera con tablas? No, ella era la de rulos y labios rojos, sobre el taburete ¿Y aquella de corte carré y embarazo avanzado? ¿Era su mano la que aferraba a ese niñito de pantalones cortos? Las cinco imágenes se repetían una y otra vez en cada espejo. Y no había más. El polvo de la habitación, cerrada por más de treinta años, se esparció lánguidamente frente a ella. Una brisa entraba desde la puerta. Paralizada ante los reflejos que cobraban vida, una música suave llenó el ambiente. Y se vio: Pequeña, cuidada Osada, joven Mujer, deseada Sintió vida dentro suyo El calor de esa mano Y no había más. Tampoco en su mente. Sus recuerdos llegaban hasta el momento en que la tibia manito se desprendía de su mano, y nada más. En ese momento se detuvo y prohibiéndose sentir para evitar el inmenso dolor que le provocaba, se quedó sin recuerdos. Sin lágrimas. Tantas muertes que, como un vendaval, habían arrastrado sus sueños; su vida. Nunca quiso entender, hasta hoy que los espejos la obligaron a recordar y sentir para liberarse de ese martirio. Sus ojos ya no eran transparentes. Eran azules y tenían una nueva forma de mirar; había crecido. Sentada en el piso, se puso a llorar y se fue apagando, como la música y la brisa. Pero su alma empezó a bailar. Marta Pérez



Querido Diario 15-8 Yendo por el parque me doy cuenta que no pertenezco a ningún subconjunto de gente que cruzo por ahií. Ni a las adolescentes, ni a las familias, ni a las de mi edad que van paseando con amigas, ni a los solitarios que van con perros como si fuera un carnet de que no están solos. A veces suelo identificarme con la gente que ni yo misma gustaría tratar, y no suelen estar del lado de los que van hacia algún lado, sino de los que vuelven, a secas.Es difícil no apreciar a la gente que siempre está feliz, es como que esa esperanza de un mañana les emana por los poros como un perfume que alcanza a todos. Es como si no te dejaran en paz con su olor a pancitos redondos, perfectos y recién hechos que se te meten en la apatía y te contagian de ganas de encontrar una panadería aunque no tengas hambre. Yo suelo tener alergia, soy un bicho inmune a todo héroe y a toda salvación. 20-8 Salgo a caminar para despejarme. Debería haber sabido que traerte en sueños, anoche, iba a hacer que te materializaras, irónicamente, en medio de mi caminata para no pensar. Entonces saber que no hay lugares ciertos para encontrar paz; ya no más. Y dios sí existe, señora, y esta es la prueba de que cuando quiere hacer que la acción de sus pensamientos ocurra, ocurre. Pero como yo no escribo a dios con mayúsculas, ni me arrodillo, ni nada de eso que se ve que le gusta, que en el fondo le encanta, entonces me manda estas cosas cuando menos quisiera que ocurran. Sí, señora, hágase de una religión, de cualquiera; es como sacarse un seguro contra la ironía y la malasangre. 25-8 ¿Cómo son las distancias, no? Uno las cree representantes de la escala métrica, pero también puede sentirlas cuando cierra los ojos y ya sabe que no sabe, que nunca más sabrá, qué estarás pensando.

Flor Inflowerland


29-8 Uno puede medir el nivel de depresión implícita, cuando lava la ropa acumulada en unos días y se da cuenta que tiene que colgar más piyamas que ropa de salir. 6-9 Yo vivía en una casa al final de un pasillo descubierto. Un día, al abrir la puerta, me encontré con una cucaracha. La cucaracha y yo escapamos las dos, una de la otra, por el mismo pasillo, en la misma dirección. Cualquiera que nos viera de afuera, habría jurado que íbamos juntas. 20-9 En los cumpleaños, trato de improvisarme un rinconcito en lo alto y lejos, para poder mirarlo todo. Sólo quiero un par de ojos encima, para prenderlos fuego junto con las velitas de la torta que todos vamos a compartir en alegre comunión. Siento el año más como un cansancio que se prende en el regalo que nunca vino. Tu mensaje llega, al final, pero como dice Fito: no sé “si detenerme o llover”. No sé (tampoco), no sé (y quisiera) si hay forma de que las velas construyan los puentes faltantes. 21-9 Los pibitos se ríen del amor, incluso en las nuevas tendencias literarias. Dice la nota en el diario que esto es lo cool. Yo me siento como en “El sur” de Borges: “levemente anacrónica”, pero mentira. Me siento enteramente así. ¿Cómo podría creer en dejar de construir, en que da lo mismo lo que sea y que ahí termina todo? ¿La realidad gira para ese lado? ¿Realmente lo máximo que podemos esperar es coger toda la noche y desear que ese-otro-cuerpo se quede a dormir, como máxima extensión del abrazo, del calor y las ganas?

GROWN UP

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El siguiente texto fue concebido a partir de una consigna. Era el cumple de Amanda Poliester y a Vero le fue asignada la tarea de escribirle a una planta. Ella eligió el filodendro de Virginia. Este fue el resultado.

Querido

Filodendro:

Esta misiva es para agradecerte todos estos años de increíble fidelidad, estuviste en todas mis mudanzas, te adaptaste a los ambientes más hostiles y vos siempre con tus hojas oscuras y relucientes. Nunca te quejaste de la falta de agua ni mucho menos de la ausencia de luz, jamás una discusión ni un desaire. Cada tanto me sorprendiste con esas flores blancas que parecían pijas ortopédicas y que al abrir desprendían ese olor dulce y particular. Casi 20 años juntas llevamos, yo creo que te compré en esa plantería que estaba en la esquina de la Gurruchaga y cuya dueña era tan amable y yo tan pobre que me fiaba hasta el día del cobro. Eras cara, siempre fuiste una planta fina. A veces te cubrí con un mantillo o te cambié de maceta para que tu belleza se luciera aún más. Aquí estamos cumpliendo aniversario e inaugurando casa propia. Me acuerdo cuando te emocionaste, te conté la película El perfecto asesino y te dije que vos en mi vida eras tan importante como esa planta. La saqué en VHS y la vimos juntas, te acordás? Siempre iluminaste mis momentos de soledad. Ellos, los novios, fueron y vinieron, ignorándote siempre, así son, no comprenden el amor vegetal, no comprenden el amor. Menos León, el protagonista de la peli, hasta un asesino a sueldo puede ser más sensible que esos marmotas que tuve de novio todos estos años. Juntas derribamos todos los prejuicios y adversidades. Hoy cuando agarré el algodoncito y te humedecí con aceite de girasol, como a vos te gusta, recordé todos estos momentos y decidí que llegó el día en que dejes de ser una planta de interior. No existen las plantas de interior. Elegí el lugar más protegido de este patio, levanté unas baldosas, avancé con una pala hasta el lecho terroso, compré una exquisita tierra abonada y aquí estás, espero disfrutes de tu nuevo hogar, que eches raíces, ya no necesitaremos más garantías. Esta será nuestra casa. Salud. Mirá que hermosa regadera te compré. Muy feliz cumple Amandix. 2014.

Verónica Laurino

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Historias para leer en el baño Estos relatos forman parte del libro “Más historias para leer en el baño” ya publicado por su talentoso autor: Gonzalo Geller. Por favor, obedecer la ubicación.

006 - Final de la búsqueda III - Soy la Muerte, y vengo a buscarte. - Ocupado. - No, no... ¡Soy la Muerte, y vengo a buscarte! - Sí, sí, lo que sea. Pero ahora estoy yo. - ¡No quiero usar el baño! - Entonces, no molestes. ¿Por qué golpeás la puerta si no querés usar el baño? ¡Estamos todos locos! - ¡Vengo a llevarte conmigo! ¡Soy la Muerte, carajo! ¡El final de todo lo que existe! ¡Soy invencible, soy...! - Una maleducada, eso es lo que sos. ¡Estoy yo! - Bueno, está bien. Te doy cinco minutos. Ni uno más. - ¡Lo que faltaba! ¡Yo me voy a demorar lo que se me dé la gana! ¡”Cinco minutos”! ¡Estamos todos locos, carajo!

Manos Cuando se cortó la luz, las chicas, que estaban sentadas cada una en su inodoro, se dieron las manos. Cuando la luz volvió, una de ellas dijo, indignada: - ¡Camila, vos no te lavaste las manos! ¡Yo te agarré la mano, y me di cuenta de que...! - Pero Florencia... ¿no te das cuenta de que es imposible? Que estábamos muy lejos como para darnos las manos, y que entre los inodoros hay paredes... ¡Es imposible!- Mirá, Camila... ¡no jodas! ¡Vos no te lavaste las manos, y yo me di cuenta! ¡Sos una asquerosa, y no me importan tus cuentitos de fantasmas! ¡¡Te odio!!

Una gigantesca serpiente de papel higiénico El aprendiz de brujo hizo un gesto, y el papel higiénico empezó a desenrollarse solo. Se movía como una gigantesca serpiente, cada vez más amenazante. Antes de morir, el aprendiz alcanzó a pensar: “cuánto hace que no la llamo a mi vieja, pobre” Gonzalo Geller




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