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Creadoras en solsticio
El bosque de las durmientes
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Era bello aquel balanceo en medio del claro del bosque. Los pies delgados con esos deditos tan dulces meciéndose hacia un lado y otro como un péndulo de carne. Uno, dos, hasta cien cuerpos de mujeres jóvenes en un movimiento simétrico, perfectamente acompasado, el largo cabello enmarañando sus ros tros, los cuellos rotos por el rudo esparto de las cuerdas colgantes. No lo quería creer. De hecho, no lo creí hasta que yo misma encontré aquel claro. No podía ser verdad lo que me habían contado esas mujeres de ojos som bríos y vestidos negros a la puerta de sus casas de adobe. No podía ser cierta aquella historia dispara tada y mitológica de que las niñas cuando nacían en aquel lugar no tenían derecho a un nombre. No podía ser que a todas las llamaran de la misma forma áspera y seca "¡Tú, niña!", no podía ser que al florecerles los pechos las uncieran al arado como bueyes para que labrasen la tierra, no podía ser que antes de llegar a la segunda década de sus vidas las casaran ya viejas, las entregaran a hombres de manos rugosas y atroces, que no dudarían en uncirlas a un nuevo yugo, que no dudarían en hacerles hijos salvajemente, hasta que no pudieran más "me decía una de las viejas super vivientes dibujando una circunferencia en el aire con sus dedos ajados", y caminaran hasta este claro del bosque, se anudaran una larga cuerda al cuello, la colgaran del árbol más hermoso, y así, cerraran los bellos ojos para convertirse en una durmiente.
Solsticios
Y llegó el otoño. Desplegó su melena de hojarasca, sus ojos grises irrumpieron en una lluvia obstinada de goteras y ventanas rotas, y sus bostezos despertaron un aire que casi era viento. A todos nos parecía be lla aquella mujer marrón que sembró de melancolía nuestra tierra.
Ya casi nos habíamos acostumbrado a ella cuando enfermó. La mandíbula cuadrada se le afiló hasta convertirse en un cuchillo albino y sus ojos en vez de agua lloraron nieve en copos muy redondos y brillan tes. Aquella dama blanca parecía siempre enfadada. Por eso, quizá, rugía frío del que nació un viento ren coroso, que se filtraba a gritos por todas las rendijas. Nuestros padres llamaron a esa mujer invierno. Todas las noches, al amor de la lumbre, los más vie jos nos cuentan leyendas de la mujer primavera, rubia como el trigo, la cabellera recogida en hermosas flo res. Incluso hay quien asegura que alguna vez conoció a una dama robusta, venida del Sur del Mundo, con la cabeza calva, los pechos enormes agostados por el calor. Dicen que seca la tierra y lanza rayos de sol con sus ojos huecos, pero muchos creemos que eso son cuentos de vieja, que aquí nunca llegará ese fuego ni esa luz ni esas noches plagadas de grillos alegres y luciérnagas que parecen estrellas.
Lourdes García Pinel (Madrid, 1973) es periodista y maestra de Educación Infantil. Ha publicado en varias antologías, entre ellas “Esas que también soy yo”, en la editorial Ménades y “69: microrrelatos eróticos”, en Altazor. Finalista en III y IV edición de Premio Internacional Museo de la Palabra. Ganadora del concurso de microcuento “Anika entre Libros”. Los dos relatos que fueron publicados en el anterior número de Carta Local, correspondiente a los meses de Julio y Agosto, son también de su autoría. Por un error de la Asociación AMEIS, Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradoras, salieron sin firmar. Sirva esta pequeña nota para subsanar el error.
CREADORAS contra Creadoras en solsticio
MEMENTO BAUMAN Lucía Martín Baena
Vida líquida entre la lluvia. No podéis condenar la tormenta.
No se puede detener el tsunami. Y tras el agua, el sol seca la ropa que tendí ayer. Y yo sigo mojada húmeda como las cuevas dónde no llega la luz. Liquidez tras el cierre. Liquidando gastos. Licuando la fruta de sangre de mi vientre. Estoy sin un duro. Regreso a lo cotidiano como el cadáver al barro. El tronco caído que hace que el agua se estanque. Vuelve a llover. Oigo los truenos desde mi cama, la manta se vuelve pesada y quiero salir al rayo. ¿Qué pensarás tú desde esa otra cama en ese otro sitio? ¿Escucharás el granizo? ¿Irán a morir los pájaros contra tu ventana? PUM, PUM, PUM parecen globos que estallan con tra el cristal. Dejan sus vísceras en el suelo, el agua limpia la sangre. El agua limpia el espíritu -y yo que tengo que trabajar mañana-, me seco como la ropa que tendí al sol. Soy una momia en un desierto empapado. Para remediar esta estéril desdicha lleno de lágrimas mis ojos, lleno de lágrimas la habitación, la casa, el vecindario. Tengo que nadar para llegar a la cocina. ¿Y esto es la vida líquida? Lo difícil es mantenerse a flote. Y para no ahogarse en el charco es mejor pesar poco. Preparo un café pienso en ti, no demasiado es bueno querer, pero no demasiado. Y recuerdo ese cuento de Bradbury, en el planeta de la lluvia constante, no quedaban ya ni los colores de las plantas.
Lucía Martín Baena Madrileña, nacida en el 94 y graduada en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid, Lucía trabaja actualmente como redactora de cultura para La Sexta Noticias. Su trabajo literario se ha centrado en la poesía y su puesta en escena. Su poemario “Éstas son mis noches” se presentó en la edición 2019 de “Poesía Market” organizado por el espacio cultural Utopía 126 de Barcelona. En él se incluyen ilustraciones realizadas también por su autora, que también realiza collage y poemas visuales. Ha participado en diversos eventos y recitales organizados por AMEIS.