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Un día como educadora
from Revista Pedagógica
En el salón número 11 de la licenciatura en Educación Preescolar nos preparábamos para comenzar las primeras prácticas de observación y ayudantía del segundo semestre en el Jardín de Niños Leobardo C. Ruiz en el municipio de Calera de Victor Rosales. Justo cuando nos estaban asignando los Jardínes nos dieron la gran sorpresa que el segundo día de dichas prácticas estaríamos solas frente al grupo, pues las educadoras tenían un compromiso, por lo que era necesario que planearamos una clase para nuestro grupo.
Muy nerviosa y a la vez entusiasmada preparé mi clase, realicé material didáctico y las actividades que llevaría a cabo pues quería que todo fuera correcto así como que los niños quedarán contentos pues era una prueba conmigo misma acerca de mi vocación.
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Era una fresca mañana de lunes, ansiosa me preparaba para dirigirme al Jardín de Niños muy emocionada y con cierto miedo me dirigí rumbo al preescolar, recién llegué, ¿cuál fue mi sorpresa? ver un Jardín de Niños muy peculiar, parecía sacado de un cuento pues todo era perfecto... Desde la infraestructura hasta las educadoras y los niños, pues nos recibieron de una manera muy amable y acogedora, era lo que cualquiera desearía.
Cuando conocimos a la directora nos sentimos seguras de que serían unas prácticas excelentes pues nos brindó su apoyo y respaldo; pero claro no se podía esperar otra cosa de una persona tan amable como ella. Después de darnos la bienvenida nos llevó a cada una al salón dónde nos correspondía, yo fui asignada a un grupo de segundo grado donde todos los niños tenían de entre tres y cuatro años de edad y estaban a cargo de una maestra joven y alegre llamada Lucia Torres.
Al entrar, todos dirigían su mirada hacía mi persona con cara de curiosidad y asombro pues no tenían ni la minima idea de quién era. No obstante comencé por presentarme, todos tan lindos me recibieron entusiasmados por conocer a su nueva maestra, la docente titular quien era casi recién egresada se portó con toda la accesibilidad dispuesta a apoyarme en todo lo que necesitara.
Al principio el comportamiento de todos parecía ser unos niños tranquilos y como todos unos angelitos. Comenzó la maestra a dar su clase, todos participaban y
prestaban atención y se notaba como esa actitud era inusual pues la docente parecía sorprendida pero contenta por lo que dio su clase muy bien.
Los niños comenzaron a tomar confianza conmigo y eran bastante cariñosos, además de que de alguna forma buscaban llamar mi atención. Y yo con lo mucho que me gustan los niños estaba encantada con cada uno de ellos, pero tenía el plan de ir conociendolos para poder dar mi clase mejor.
Ese día concluyó y todo había sido muy grato, había aprendido muchas cosas y se habían cumplido mis expectativas. Pero lo complicado apenas empezaba pues la prueba más grande sería el día siguiente, lo alarmante era que la maestra me comentó sobre lo inquieto que era el grupo pues ese día no habían asistido los pequeños más inquietos, este comentario me atemorizó.
No pude conciliar el sueño durante esa noche de solo imaginarme que no pudiera controlar al grupo o que les pareciera aburrida mi clase, que no me prestarán atención, que no les gustara la actividad… En fin, eran mil pensamientos los que invadían mi cabeza, por un lado quería que ya pasará ese día y por otro quería disfrutarlo al máximo y adquirir un poco de experiencia, aprendizajes y anécdotas.
Por fin ese día tan ansiado había llegado, los niños con entusiasmo llegaban uno a uno intrigados por cómo sería ese día en el aula pues ya estaban enterados de que por esa ocasión yo sería su maestra y trabajaría con ellos.
Inicié mi clase mostrándoles el material que les había preparado para trabajar al verlo se emocionaron mucho, todos querían pasar a participar y a tocarlo. Comencé preguntando e indagando y todo estaba resultando mejor de lo que imagine todos estaban involucrados, participaban, estaban atentos; solo uno que otro comenzó inquietarse por algunos momentos. Afortunadamente para ser mi primera vez parecía estar resultando todo de maravilla.
Terminé de dar mi clase, pero por desgracia el tiempo parecía no avanzar pues aún faltaba algo de tiempo para que los niños tomarán el desayuno. Además, los pequeños ya decían estar hambrientos por lo que opte por mantener unos minutos su atención en lo que se llegaba la hora. Afortunadamente pronto se llegó el momento para que loncharan y por consiguiente se escuchó el timbre para salir a recreo, por
un momento llegué a pensar que sería un completo caos, sin embargo más que eso fue un día de muchas enseñanzas.
Entramos de recreo y la maestra Lucy ya había regresado por lo que mi tranquilidad volvió. Los niños contentos le platicaron sobre lo que habían aprendido y que les había parecido el tiempo que estuve con ellos, indudablemente sus respuestas me sirvieron mucho para aprender y corregir algunas situaciones.
Al término de la jornada sentía no poder más de cansancio, pero la felicidad, el orgullo y la tranquilidad de saber cómo había resultado mi primera clase fueron mayores pues pese a cualquier circunstancia pude tomar control sobre el grupo y los objetivos habían sido cumplidos. De esta práctica de observación y ayudantía me llevo muchos aprendizajes y experiencias pues gracias a la docente frente a grupo que me compartió algunas cosas sobre su experiencia logre enriquecer mis conocimientos y actitudes. Finalice contenta y satisfecha por lo que había acontecido llevándome aprendizajes personales bastante significativos.