Editorial
Familia en construcción
+ Alfredo José Espinoza Mateus, sdb Obispo de Loja
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e pidieron que escribiera sobre “Una receta para la familia”. Creo que no hay recetas porque cada familia es diferente una de otra y viven situaciones distintas. Por eso, me centro en la tarea de “construir” el matrimonio como punto de partida para la edificación de la vida familiar. Muchas veces predico sobre este tema cuando celebro un matrimonio. Lo hago basándome en un artículo de Antonio Rivero que leí hace un buen tiempo, el mismo que titulaba “El edificio del matrimonio” El matrimonio se puede comparar a un gran edificio que se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día de la celebración del matrimonio se pone el primer ladrillo. Y el día de la muerte el último. Es decir, el matrimonio está siempre en construcción, de ahí que representa una gran tarea. Del esposo y de la esposa, junto a los hijos frutos del matrimonio, va a depender varios aspectos que son fundamentales y que paso a indicarlos: la solidez, belleza, luminosidad, limpieza y altura de ese edificio que se llama matrimonio. Cuando se habla de solidez hablamos de los cimientos y columnas que sostienen un edificio. En el matrimonio esas columnas son la piedad, la familia en torno a Dios; la fe que permite ver todo lo que ocurre a la luz de Dios; el amor como columna fundamental; la fidelidad en todo momento y el sacrificio que lleva a saber llevar los momentos difíciles y duros que no faltan en el matrimonio. La belleza de un matrimonio depende del amor. El amor es el que embellece el matrimonio
y permite la serenidad en cada rincón de la casa. San Pablo en el Himno a la Caridad nos habla de un amor sin límites, ahí está la medida del amor, en que no tiene medida. La luminosidad depende de los grandes ventanales que van a dejar entrar la luz y ver las pequeñas y grandes cosas que pueden afectar el matrimonio. Ventanales que dejarán entrar el aire a la vida matrimonial y ayudará a la limpieza del edificio, que implica quitar cada día lo que ensucie, ese polvo que cae casi sin percibirlo. Día a día se limpia el edificio del matrimonio para que brille y reluzca siempre. La altura del edificio depende de la generosidad en el amor fecundo, abierto a la vida. Cada familia debe vivir en generosidad su día a día. Deben amarse plenamente, ser portadoras de amor, defender el amor, proteger el amor y dar amor a todos.
Mis padres en un asilo
Hna. María de la Ascensión de Jesús Maggiora.
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Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará
os hijos deben amar a sus padres y deben socorrerles en sus necesidades, “con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?” Muchas veces el ritmo tan acelerado de nuestra sociedad nos obliga a evadir algunas de nuestras responsabilidades debido a la falta de tiempo, razón por la cual es muy difícil la debida atención a la familia. Por lo tanto, es necesario que los hijos con padres mayores (ancianos) que requieran de cuidados especiales y éstos no puedan darles la debida atención, tengan la necesidad de recurrir a un asilo para su cuidado, en este caso una solución para que se mantenga la relación familiar, será el buscar un lugar cercano, para de esta manera mantener un contacto por medio de visitas frecuentes demostrándoles la importancia y el amor que sienten por ellos, y orientarlos a conocer el lugar donde se deja a los padres, teniendo en cuenta que sea un lugar de confianza, con el fin de buscar siempre
lo mejor para sus padres tal como ellos lo hicieron, pues aunque sus padres no los hayan atendido bien a ellos o a sus abuelos, se les debe un eterno agradecimiento por el hecho de haberles dado la vida. Aquellos hijos que deben llevar a sus padres a un asilo, deben hacerlo con la certeza de que, al no ser capaz de realizar la función correspondiente con el cuidado de sus padres, existen cuerpos sociales que ayudan a sostener la institución familiar, por lo tanto, debe llevar este hecho con el debido cuidado de las necesidades de sus padres, en especial su salud, proveyendo el sustento que se requiera en el lugar donde se encuentran sus padres, sin dejar de atenderles. Por esta razón, consideramos que la actitud de los hijos hacia sus padres en esta situación debe ser de generosidad y de caridad, y tal como nos dice el cuarto mandamiento de la ley de Dios, Honra a tu padre y a tu madre, esta debe ser siempre la principal actitud. Por su parte la Iglesia Católica dentro de sus obras de misericordia brinda el apoyo con centros donde se acogen ancianos abandonados o aquellos a quienes sus hijos no pueden cuidar, apoyándoles con el cuidado y la atención; adicional la Iglesia puede apoyar con asistencia espiritual tanto a los hijos (autores) como a los padres (destinatarios), de esta manera se logra mantener el equilibrio emocional de ambos, procurando así una buena relación entre padres e hijos, aun en medio de la situación, de mantenerlos en un asilo, con el fin de que los hijos conozcan las necesidades de sus padres y los padres puedan también comprender a sus hijos.
Familia y maternidad en el tiempo actual
Mons. Manuel Valarezo, OFM Obispo Emerito de Galapagos
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a Iglesia, el primero de enero, recordando la octava de la Navidad, nos invita a celebrar la Maternidad de María Stma. Su celebración nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la maternidad para la familia, para los pueblos y para la misma mujer.
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uestro pueblo ecuatoriano siempre ha celebrado la maternidad y ha festejado la llegada de un niño como la bendición de Dios y la realización de la mujer. Al ser un pueblo mariano, ha exaltado la maternidad de María y ha valorizado la capacidad de la mujer de dar vida a un nuevo ser. Así se comprende las familias numerosas que existían hace años y que hoy son muy pocas.
Se comprende, que las familias actuales, por los cambios existentes en la sociedad, han limitado los hijos. Se puede enumerar algunos de los principales cambios: la promoción de la mujer en el campo de los estudios; su participación en la vida política, laboral, económica, científica. A pesar de todo, nuestra sociedad valora la maternidad. Los numerosos jóvenes esposos con hijos que se ven en nuestras ciudades lo demuestran. Pero esta valoración está siendo debilitada por las ideas que nos vienen de las naciones industrializadas, materializadas y consumistas de Europa y Norte América. Así, por ejemplo, en el ámbito laboral, algunos empresarios comienzan a considerar la maternidad de sus empleadas como un perjuicio para sus ganancias económicas. Prefiere contratar a hombres o a mujeres que no tienen hijos y que renuncian a tenerlos. La mujer profesional sufre frecuentemente la presión o incluso la burla de sus compañeros de oficina por concebir un niño.
Son muchas las mujeres que han perdido su puesto de trabajo. Se hace caso omiso de una posible legislación que la protege en su deseo de procrear un hijo. Para este mundo consumista, la mujer que se dedica a cuidar a su familia directamente no existe ni económica, ni social, ni laboralmente. Un estudioso escribía, hablando de España: «Resulta un escándalo y un insulto a la dignidad de la mujer que el Producto Interior Bruto Español contabilice la prostitución como actividad económica e ignore el tiempo, recursos y talento invertido por millones de mujeres españolas en el cuidado de su familia, hijos, marido, abuelos y personas dependientes en general». El filósofo Fabrice Hadjady nos recuerda el por qué conviene, hoy más que nunca, celebrar la maternidad, pues es el último espacio de resistencia y de misterio frente a una civilización consumista. Una fiesta es la celebración de la vida, como el cumpleaños, por lo tanto la maternidad debe ser celebrada. La maternidad implica un olvidarse de los propios intereses y pensar en el otro y preocuparse del otro. La mujer que acepta tener un hijo se olvida de los pequeños o grandes sufrimientos que conlleva la gestación, como las náuseas, los dolores, los riesgos del parto, con tal de dar la vida a un hijo.
Actualmente muchas parejas jóvenes del primer mundo no desean tener un hijo porque ven él un obstáculo para sus proyectos de viajes, de vacaciones, de diversiones o de trabajo y estudios. Prefieren tener una mascota y darle su amor y preocupación. Si respetamos a nuestros padres, conforme al mandamiento de “honrar padre y madre”, debemos aceptar la maternidad como una honra a la vida recibida. Ellos son el origen de nuestra vida. Las naciones que no fomentan la maternidad en su pueblo llevan el riesgo de desaparecer. Eso se ve en Europa. Son naciones envejecidas que corren el peligro de perder su cultura y sus tradiciones cristianas ante el crecimiento de las familias islámicas que se han propuesto ser mayoría por medio de la tenencia de numerosos hijos. Si se tiene en cuenta que la tasa de remplazo generacional es 2,1, la mayor parte de las naciones de Europa va de 1,6 a 1,3. Es conocida la política antinatalista de la ONU. No promueve la natalidad y favorece el aborto. Son muchas las naciones del tercer mundo que sienten la presión de la ONU para que los gobiernos aprueben el aborto. Es una presión sobre todo económica. Defiende que el aborto es un derecho de la mujer. La Iglesia debería buscar caminos para promover la maternidad. Un sacerdote propone: Crear Centros de Promoción Familiar cuya finalidad sea promover la familia en lugar de disolverla. Trabajar para que los gobiernos no faciliten demasiado el divorcio y, por el contrario, concedan a los esposos un tiempo de mayor reflexión al impacto negativo sobre los hijos. Crear una asignatura de “preparación a la vida familiar” en los cursos de bachillerato con el fin de concienciar en los jóvenes la importancia social de la familia y de la natalidad. Procurar que los cursos prematrimoniales tengan en cuenta la importancia de la natalidad. La celebración de la Natividad de María, en cualquier día de al año, anime sobre todo a las mujeres de nuestro pueblo a ser generosas con la vida.
¿Casarse por la iglesia para qué?
P. Fabián Delgado Delegado diocesano de pastoral familiar.
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oy cada vez más las personas deciden unir sus vidas sin ningún vínculo jurídico o religioso que los una para siempre. Muchos consideran que eso ya es cosa del pasado y que en este tiempo se sienten mucho más “libres” para poder optar por alguien que no los ate para toda la vida, con el propósito de “poder alzar el vuelo” si las cosas marchan mal, es decir que cada uno pueda coger por su propio camino en el momento que así lo crea necesario o conveniente. Por otro lado, existen personas que piensan que el matrimonio es simplemente un mero compromiso social, o también es el resultado de una costumbre o tradición que en la familia se ha venido llevando a efecto de generación en generación.
Muchos creen que hablar de matrimonio después de muchos años de permanecer juntos es signo de que la relación se va a empeorar o lo que es más se va a terminar, pues consideran que casándose vienen muchos problemas, se rompe la confianza, se debilita el entusiasmo y se cae en la monotonía. Qué podemos decir de todo aquello, si cuando vemos a nuestro alrededor muchos matrimonios se están destruyendo. Si cada vez es más alto el índice de divorcios frente a los matrimonios. ¿Es que acaso el matrimonio como institución jurídica y eclesial está en crisis? Estos y otros muchos interrogantes pueden presentarse a lo largo de nuestra vida. En este artículo intentaremos dar respuesta a muchas de estas interrogantes partiendo de que es el matrimonio y como aprender a hablar bien de él, a través del testimonio de muchas personas que han podido permanecer fieles a sus compromisos matrimoniales.
Cuando hablamos de matrimonio desde el punto de vista de la fe, estamos haciendo referencia a “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (Código de Derecho Canónico C. 1055). Según el libro de Génesis 2, 24, “el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne”, dando a entender que el hombre no ha sido creado para estar solo, es en relación con el otro donde se realiza y está latente la impronta de Dios en su vida que lo ha llamado a estar abierto en relación con el otro. “Dios que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la mujer, los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos” (CEC, 2006, pág. 109) . En ese principio creador se reconoce que habiendo sido constituidos como hijos de Dios en igual dignidad, cada uno goza de su propia riqueza individual, hombres y mujeres cada uno con su masculinidad y su feminidad llamados a complementarse, por tanto y “en virtud de esa complementariedad natural, la atracción espontanea entre varón y mujer puede convertirse, por obra de su entrega mutua, en una unión tan profunda que hace de los “dos una sola carne”. Ahora bien, la base de la dignidad sacramental del matrimonio es sin lugar a dudas, el bautismo de los esposos, que los inserta en la alianza esponsal de Cristo con la iglesia de modo definitivo tal y como lo señala San Juan Pablo II en el discurso a la Rota Romana en el 2001, n.8. En consecuencia, el matrimonio está provisto por su propia naturaleza de propiedades que hacen que la belleza de la unión conyugal sea enriquecida de tal forma que al vivir esta vocación las personas puedan llegar a cumplir con sus objetivos trazados; de igual manera los fines cumplen con su misión específica dentro de la relación de pareja.
Hablando de estas propiedades del matrimonio, el Código de Derecho Canónico (1983), plantea que ellas son: la unidad y la indisolubilidad, dos propiedades que vienen a ser los dos grandes ideales de la pareja y que corresponden por naturaleza al vínculo matrimonial y sin el cual no se puede dar. Es decir que para que exista valides en el matrimonio se deben dar estas dos propiedades, la una que hace que el amor sea exclusivo (unidad), y la otra que permite vivir este amor a perpetuidad (indisolubilidad). En cuanto a los fines del matrimonio se debe tomar en cuenta aquellos objetivos, por decirlo de algún modo, a los cuales apunta la pareja dentro del matrimonio, estos fines o metas que se desea alcanzar, en cierta medida, están presentes de manera dinámica, en la vida conyugal, formando parte esencial de la vida familiar, buscando continuamente su consecución en el devenir de su propia realización. En consecuencia, la iglesia católica certifica con respecto a estos fines que el matrimonio es: “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (CIC, 1983, pág. 628).
De esta brotan «la familia ha re- unión los hijos, se cibido de Dios la constituye la se vive misión de ser la familia, a plenitud los célula primera y fines y las prodel vital de la socie- piedades matrimonio, en dad» (AA 11) este sentido la Iglesia Católica ha defendido siempre el matrimonio sacramento que hace visible el amor de Cristo con la iglesia. De aquí que el Magisterio en los últimos años ha hecho referencia a la familia describiéndola con analogías tomadas de la biología para expresar la relación y la importancia de la familia en la sociedad. Así por ejemplo el Papa Pío XII (1941), es el primero en denominar a la familia como la «“célula vital” de la sociedad» (LS 24) Juan XXIII (1963), también se refirió a ella en términos muy parecidos al considerarla «como la semilla primera y natural de la sociedad humana» (PT 16) . Posteriormente, el Concilio Vaticano II (1965), agregaría un elemento maravilloso a este concepto y es que «la familia ha recibido de Dios la misión de ser la célula primera y vital de la sociedad» (AA 11) al tiempo que proclamaba que la familia «constituye el fundamento de la sociedad » (GS 52) . Pablo VI y Juan Pablo II han seguido utilizando esta analogía y también el Catecismo de la Iglesia católica, que califica a la familia como «célula original de la vida social» (CEC 2207) (págs. 102-103). En conclusión podemos señalar que si no trabajamos por el bien de los matrimonios, no lo hacemos tampoco por las familias y si descuidamos las familias entonces cual pudiera ser el destino de las sociedades. Debemos exigir de quienes tienen en sus manos los destinos de los pueblos para que garanticen los derechos del matrimonio y de la familia. En palabras del Concilio Vaticano II: “El poder civil ha de considerar obligación suya sagrada reconzzzocer la verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica”. (GS 52) Pero
no todo depende del poder civil ni del Estado, cada conyugue está llamados a defender el matrimonio con su propio testimonio de vida, viviendo con alegría la vocación que Dios le ha dado, amándose y respetándose todos los días de la vida hasta que la muerte los separe.
El matrimonio es: “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (CIC, 1983, pág. 628). 1 2
CEC: Catecismo de la Iglesia Católica LS: LA SOLENNITÀ RADIOMENSAJE DE SU SANTI-
DAD PÍO XII EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA «RERUM NOVARUM» 1 de junio de 1941. Véase: https://w2.vatican. va/content/pius-xii/es/speeches/1941/documents/hf_p-xii_ spe_19410601_radiomessage-pentecost.html 3
PT: Encíclica Pacem in Terris, Juan XXIII, sobre el orden
sociopolítico (1963). Véase: http://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_ pacem.html 4
AA: Declaración. Apostolicam actuositatem, Concilio Vati-
cano II, sobre el apostolado de los laicos (1965).Véase http:// www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/ documents/vat-ii_decree_19651118_apostolicam-actuositatem_sp.html 5
GS: Gaudium et spes, Constitución Apostólica, Vaticano II,
sobre la Iglesia en el mundo (1965). Véase http://www.vatican. va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vatii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html 6
CEC Catecismo de la iglesia Católica, Numeral 2207
Divorcio Peligro de la unidad e indisolubilidad del matrimonio. Edwin Marcelo González R. Estudiante de cuarto de Teología
Las situaciones irregulares han crecido frecuentemente en la sociedad, debido a una época de turbulencias, decaimiento antropológico, cultural y axiológico, a causa de no tener una auténtica cultura antropológica enraizada en el misterio del Verbo Encarnado (GS 22), que enferma al espíritu, lo asfixia en todos los aspectos de la vida, representando “un individualismo exagerado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto (AL 33). En los grandes debates mundiales o parlamentos de las naciones los líderes políticos se pierden en ideas que se alejan del bien de la humanidad. Se rinden fácilmente a la manipulación minoritaria de cierta colonización de ideas, sumado a esto la falta de preparación antropológica y la desinformación de la realidad social familiar, concibiendo erróneamente: la vida, el aborto, la familia y la indisolubilidad del matrimonio simplemente como temas religiosos. Sin embargo, la familia es patrimonio de la humanidad y no solo de la Iglesia, la misma historia al decurso de los años muestra respeto por la familia, el matrimonio, la vida y plan natural del hombre. Por lo tanto, “la libertad para elegir permite proyectar la vida y cultivar lo mejor de uno mismo, pero si no tiene objetivos nobles y disci
plina personal, degenera en una incapacidad de donarse generosamente” (AL 33). Amoris Laetitia (39) hace visible la velocidad con que las personas pasan de una relación afectiva a otra. Creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. En efecto, para llegar a la banca rota de la familia se han dado pasos y pasos hasta llegar a los que vivimos ahora, pues, la misma exhortación manifiesta que, las crisis matrimoniales frecuentemente se afrontan de modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diálogo sincero, del perdón recíproco, de la reconciliación y también del sacrificio (41). El gran problema de la sociedad es que muchas personas están vacías de ideas, principios, virtudes y valores. Este orificio lo llena con simples sentimientos, muchas personas son como depósitos de pasiones o personas climáticas arrastradas por cualquier viento. Pensamos ser inteligentes como las personas de la fábula “el rey va desnudo”, hemos inventado una cortina maravillosa en la que: matar a un niño en el seno de su madre es una cosa muy inteligente, divorciarse me parece conveniente, hemos convertido la eutanasia en muerte feliz. ¡Qué inteligentes somos!; pero hay un niño que ve las consecuencias de esta falsa inteligencia. El Papa, los Obispos, Sacerdotes y creyentes católicos comprometidos, en sí toda la Iglesia manifiesta que vamos desnudos y por lo tanto necesitamos vestirnos de valores, virtudes y principios. Hay que velar por el prójimo. Cuando nos escuchamos la voz de la Iglesia que nos aconseja como Madre y Maestra las consecuencias del divorcio serán enormes y dolorosas:
soledad, odio, depresión, llanto, delincuencia juvenil, drogas, promiscuidad y peligro de un segundo matrimonio; es más, el divorcio engendra más divorcio. Recuerda el divorcio no edifica, sino que destruye la esencia de la familia y del proyecto salvífico de Dios. Luego de reflexionar sobre la realidad vamos al punto más importante de este artículo: como perseverar en el amor. Conoceremos los antibióticos para expulsar las bacterias de la infidelidad, rutina, egoísmo, y malos hábitos en los cónyuges.
1. Formar al hombre: Jesús nació en una familia y estaba sujeto a sus padres. Todo hombre necesita formarse. La formación tiene que ser integral abarcando todos los aspectos de la vida humana. Los hijos deben aprender el valor del sacrifico, al igual que los esposos. Hay que tener criterios y bases sólidas fundadas en la verdad y en el amor. No podemos perder la capacidad de reacción para ayudar otros. Efectivamente “la tarea de los padres incluye una educación de la voluntad y un desarrollo de hábitos buenos e inclinaciones afectivas al bien” (AL 264); solo así se construirán buenos matrimonios. Los padres no pueden formar a los hijos si ellos como padres no están formados. Nadie da de lo que no tiene.
2. Conocimiento: El hombre y la mujer es un ser misterioso, antes de casarse hay que conocer que es y que significa el matrimonio, tener ideas claras, el matrimonio es para siempre, “de manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,6; Mc 10, 7-9).
2. Conocimiento: El matrimonio entre un hombre y una mujer es un acto de humildad, un éxodo del yo hacia el tú, es decirle a esa persona: te amo, te necesito, me siento insatisfecho de mí mismo; San Pablo exhorta que los matrimonio “como elegidos de Dios, consagrados y predilectos, deben vestirse de ternura profunda, de agrado, humildad, sencillez, tolerancia soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente. Así como el Señor les perdonó, perdonen también ustedes” (Col 3, 12-13).
El hombre debe tener la capacidad de perdonar hasta setenta veces siete. Perdonar la infidelidad, los golpes y arrepentirse de corazón evitando a traicionar la confianza del otro.
4. Capacidad de compromiso y generosidad: Este compromiso es mutuo. Tu como esposo y esposa tienes que ceder, Juan Pablo II en su libro Amor y Responsabilidad, manifiesta la capacidad de autodonación, de personas que optan libremente por amor, en conclusión, no hay amor sin responsabilidad y responsabilidad sin amor. En efecto, el compromiso te conduce a la generosidad, a perdonar y servir. “El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme” (AL 100). Hay que amar como el otro quiere ser amado.
“El hombre debe tener la capacidad de perdonar hasta setenta veces siete.”
5. Prudencia y sinceridad: El peligro de muchas parejas es su forma de vestirte, los coqueteos con otras personas te pueden llevar a caer y olvidar la promesa que hiciste en el Altar de Dios. Se prudente cuando hablas con otras personas, no traiciones la confianza de tu cónyuge. La confianza es la base de una relación de libertad. “… una familia donde reina una básica y cariñosa confianza, y donde siempre se vuelve y donde siempre a confiar a pesar de todo, permite que brote la verdadera identidad de sus miembros, y hace que espontáneamente se rechace el engaño, la falsedad i la mentira” (AL 116)
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Me uno al matrimonio
n hombre de cierta edad, cuenta un joven médico, vino a la clínica donde trabajo, para curarse una pequeña herida en su mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba, le pregunté “qué era eso tan urgente que tenía que hacer”. Me dijo que tenía que ir, como todas las mañanas, a una residencia de ancianos para desayunar con su esposa que vivía allí. Me contó que ella llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzhéimer muy avanzado. Mientras terminaba de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana. “No, dijo, ella ya no sabe quién soy yo. Hace casi cinco años que no me reconoce”. Entonces, le pregunté extrañado, ¿y si ya no sabe quién es usted, por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas? Me sonrió, y dándome una palmadita en la mano, me dijo: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella”. Tuve que contener las lágrimas, y pensé: “esa es la calidad de amor que quiero para mi vida”. (Autor desconocido) Dr. Segundo Carrión Ochoa Docente del SMRC
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racias a Dios, somos muchísimas las parejas que podemos celebrar Bodas de Plata, de Oro, de Diamante, de Brillante como aniversario del día que unimos nuestras vidas para siempre, inclusive, más allá de la muerte, en el santo Sacramento del Matrimonio. Y eso, lo consideramos un regalo, una gracia, un don de Dios, que agradecemos y testimoniamos responsablemente. Y eso porque Dios nos amó primero. “La Iglesia siempre ha considerado el amor de los esposos como un sacramento, porque significa la unión de Dios con su Iglesia. El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la
Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Dios amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna” Vivir el matrimonio, como sacramento, no es nada sencillo, porque vivir a Jesucristo es algo más divino que humano; por eso, que llevar un matrimonio adelante toda la vida, implica vivir con Jesucristo, en Jesucristo, desde y hacia Jesucristo. Sin esta gracia del Sacramento, es imposible. No hay otro camino que hacer caso a la Iglesia, cuando proclama: “Dios ama nuestra familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. Que la presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayude a superar los problemas, a sanar las heridas y abra los caminos de esperanza.” (Aparecida 119)
La familia vocación y misión
Pbro. Juan Asunción Lalangui Eras
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Dir. Área Espiritual
as palabras que el Papa Francisco ha pronunciado en la Misa de la apertura del Sínodo nos han puesto en marcha para buscar la verdad de la vocación y misión de la familia. En su homilía, el Santo Padre destacó la gracia que supone escuchar esa Palabra de Dios en estos momentos, los esposos están llamados no solo a vivir juntos para siempre, sino amarse para siempre. Aquí está la profundidad, el núcleo de la familia cristiana, de su vocación y misión.
Partiendo de la realidad histórica de que la familia es el don y bien original tan maravilloso con que Dios provee al ser humano, para que sea su hogar refugio e iglesia familiar en la tierra y que la familia hace posible la existencia y la perpetuación de la humanidad y que en su realidad social y cultural la familia es el origen de toda posterior institución y organización humana, contando que es proveedora y conservadora de todos los bienes y valores que hacen posible la supervivencia y desarrollo del hombre y la mujer en todas la etapas de su vida, biológica, social y espiritual, no podemos pasar por alto que hoy, que pese a ser familia el sumo bien de la humanidad e insustituible don divino, su existencia y realidad están amenazadas. La familia, en la actualidad, está enfrentada a peligros que ponen en riesgo su identidad y su misión.
Pero no nos engañemos. No nos encontramos tan sólo ante amenazas que socavan lentamente la vida de las familias y su misión vivificadora. Hay amenazas de otro tipo; aún más radicales. Han surgido corrientes ideológicas que pretenden la proclamación, en igualdad de condiciones, de otras maneras de vivir en común o de vivir sin compañía, como si fueran otros “modelos de familia”. Tengamos presente las diversas uniones o soledades que quieren ser consideradas familias. Son las uniones que surgen cuando un varón y una mujer se juntan, y aún engendran hijos, pero sin promesa de fidelidad e indisolubilidad, dejando la puerta abierta a uniones sucesivas. Además, están las uniones de un varón con una mujer, que destierran de ellos a los hijos, o que ponen todos los medios posibles para tener sólo un hijo o una hija, y eliminar sin compasión a los demás. Postulan a los derechos y beneficios de las familias, pero sin contraer matrimonio, también las uniones de hecho. En algunos países, más del 50% de los nacidos llegan al mundo fuera del matrimonio de sus progenitores. Hoy con tanta fuerza alzan su voz las uniones de personas del mismo sexo, que quieren ser consideradas matrimonio con todos los derechos que el Estado les reconocen a los matrimonios; también, el derecho a procurarse hijos de otros padres. Poco a poco aparecen los hogares en los cuales una mujer vive con la criatura que engendró mediante fecundación artificial, porque quería ser madre y compartir la vida, pero privando a la criatura de un padre, porque ella no quería ni tenerlo junto a sí ni siquiera conocerlo. Como familias Católicas no debemos olvidar lo que siempre ha enseñado Dios en su palabra revelada y la Santa Madre Iglesia en su magisterio. El Concilio Vaticano II dice que la familia, «célula básica y vital de la sociedad», es escuela de humanidad y de virtudes sociales necesarias para la vida y para el desarrollo de la sociedad (cf. GS 47,52). La familia es anterior al Estado y, por tanto, titular de derechos propios frente a él;
baste recordar la Carta de los derechos de la Familia del Consejo Pontificio de la Familia de 1983. La familia ha de ser lugar de fiesta, celebración y gozo común. ¡Cuánto me impresionan a mí esas palabras de Jesús que nos remontan a la voluntad originaria de Dios: «lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre» (Mt 19, 3-9; Mc 10, 2-12; Lc 16, 18)! Los discípulos no entienden y se asustan ante esta afirmación; creen que es un ataque a la idea de matrimonio en el mundo circundante y una exigencia inmisericorde, por lo que dicen enseguida: «si esa es la condición del marido con la mujer, más vale no casarse». Pero Jesús confirma lo llamativo de esta exigencia: fidelidad incondicional que tiene que ser dada al ser humano. Gracia, presupone la transformación de la dureza del corazón, presupone un corazón nuevo, compasivo; es un mensaje del Señor lleno de gracia, amor y compasión.
DEBEMOS PROCURAR
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compañar y potenciar a la Familia como “Iglesia doméstica”, primer ámbito apto para sembrar la semilla del Evangelio, donde padres e hijos, cual células vivas, van asimilando el ideal cristiano del servicio de Dios y a los hermanos. Y desde esta perspectiva reasumir el rol evangélico de ser “padres” y la magnífica vocación de ser “hijos”. laborar programas de formación y capacitación de matrimonios en las diferentes diócesis para trabajar con las familias y para ellas, en todas las etapas de su vida matrimonial: prematrimonial, primeros años, familias establecidas y familias en dificultad y/o situación irregular. ebemos intentar una mayor presencia en los establecimientos educacionales y en los medios de comunicación para ofrecer formación a las familias en temas sobre el matrimonio como proyecto de vida, la educación sexual como tarea de los padres, la familia como Iglesia doméstica y santuario de la vida, la familia evangelizada y evangelizadora, etc.
E
D
S
eguir haciendo de la pastoral familiar una opción prioritaria en la acción evangelizadora de nuestras parroquias. Fue el mismo Juan Pablo II quien en su discurso de apertura de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla nos invitó a que le diéramos este carácter: “Hagan todos los esfuerzos para que haya una pastoral familiar. Atiendan a campo tan prioritario con la certeza de que la Evangelización en el futuro depende en gran parte de la “Iglesia Doméstica” (IV a). En esta tarea necesitamos involucrar a todos los agentes pastorales y a todos los matrimonios católicos, en especial a los matrimonios jóvenes que mucho puede aportar en este caminar.
A todas las familias, les invito a valorar, cuidar y vivir cada día más como comunidad de vida y de amor, es decir, colocar en el centro a Jesucristo y su Amor, que nos llena y nos capacita para vivir y a dar testimonio de Él.
La educación familiar y sus estilos parentales
Xiomara Paola Carrera Herrera. Ph.D Coordinadora de la Maestría en Orientación y Educación familiar
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na de las principales formas de aprendizaje en el ser humano es la observación y la imitación. Por ello, dentro de una familia, un niño/ niña aprende del ejemplo de sus padres, que son los modelos de comportamiento humano más cercanos para iniciar el aprendizaje. El rol del padre y la madre es fundamental para un desarrollo adecuado de los valores y las primeras experiencias en la vida de un niño, y un clima familiar positivo son esenciales para el desarrollo integral como persona. La educación familiar tiene como principal propósito formar el área afectiva con ejemplos positivos.
Esta tarea es interminable pues, a diferencia de los otros tipos de educación, la educación familiar no tiene un tiempo de caducidad. Bernal, Rivas y Urpí (2012) afirman que la pedagogía familiar se encontraba a modo de currículo oculto y lo definen como: “el conjunto de conocimientos, destrezas, valores y normas de conducta que se transmiten y adquieren en el proceso educativo que se produce en la vida familiar” (p. 56). La familia vive un sin número de experiencias educativas incomparables, que se caracterizan por ser tanto internas como externas a este núcleo. Es ahí donde todos sus miembros convergen y se vuelven sujetos de educación que van experimentando nuevos aprendizajes de la vida. A su vez, estos aprendizajes llevan a que los sujetos
se conviertan también en agentes educativos. La educación familiar se presenta como las actitudes y conductas de los padres frente a los hijos, estas prácticas parentales aportarán positiva o negativamente dentro del desarrollo del niño. La función educativa parental debe presentar cinco aspectos básicos para lograr un desarrollo integral en nuestros hijos: a. El afecto: cuando se encuentra presente se ve reflejado en un modelo educativo positivo. b. La comunicación: con sus hijos en un ambiente de escucha mutua, respeto y empatía, pero manteniendo una jerarquía de competencias. c. El apoyo en los procesos de desarrollo y las exigencias de la madurez: los padres competentes estimulan y apoyan a sus hijos, y además les plantean retos para estimular sus logros, proporcionándoles reconocimiento y gratificación. d. El control: los niños necesitan a los adultos para poder desarrollar una inteligencia emocional y relacional; es decir, para poder controlar sus emociones, impulsos y deseos. e. La transmisión de valores en base de un desarrollo ético y espiritual.
Desde esta perspectiva se desprenden los estilos parentales que se consideran como la influencia de la conducta de los padres sobre el desarrollo evolutivo del niño, estas prácticas educativas son comportamientos específicos destinados a un objetivo a través del cual los padres ejercen sus funciones parentales. Maccoby y Martin (1983) define el estilo de crianza de los hijos como: “el reflejo de dos procesos subyacentes específicos: el número y tipo de demandas hechas por los padres y la contingencia de refuerzo de los padres” (p. 50).
A continuación detallamos un cuadro en el que se evidencia el rasgo de conducta de los padres frente a los hijos y sus efectos en el su proceso evolutivo:
Cuadro 1. Estilos de educación familiar y comportamiento infantil
Existen algunas investigaciones en la que modifica la forma de ver los estilos de crianza, pero uno de los más relevantes es el “democrático” que nos invita a incentivar los comportamientos positivos, así como controlar y poner límites a las conductas de los hijos. Los padres ponen reglas y normas claras argumentando y sustentando su cumplimiento, uno de los aspectos más positivos es la comunicación bidireccional, efectiva y afectiva. Como conclusión, podemos afirmar que la inclusión de una educación familiar positiva se origina como un espacio de enseñanza-aprendizaje de los diferentes actores y, al mismo tiempo, proporciona un valor agregado, que es el afecto entre sus protagonistas. Esto representa un educarse, adquirir nuevos hábitos, actitudes, comunicación, normas de comportamientos, control, disciplina, autoridad y valores que generan la integralidad de la persona. La educación familiar es la actividad instructiva diaria que los padres realizan con sus hijos considerando la dinámica familiar; pero esta tarea no puede actuar sola; es fundamental que vaya acompañada de competencias parentales que se irán desarrollando a lo largo de la vida.
Bibliografía: Bernal, A., Rivas, S., y Urpí, C. (2012). Educación familiar: Infancia y adolescencia. Madrid: Ediciones Pirámide. Berrios, L. A., y Buxarrais, M. R. (2013). Educación en valores: análisis sobre las expectativas y los valores de los adolescentes. Educación y Educadores(16), 244-264. Bradley, R. (1995). Environment and parenting. England: Lawrence Erlbaum Associates, Inc. Bradley, R. (2002). Environment and parenting. Handbook of parenting. (Vols. 235-261). New Jersey: Lawrence Erlbaum Associates. Carskadon, M. A. (2002). Factors influencing sleep patterns of adolescence. . En A. (. Carskadon, Adolescent sleep patterns: Biological, social, and psychological influences. Nueva York: Cambridge University. Kohli, M., Künemund, H., y Lüdicke, J. (2005). Family structure, proximity and contact. A. Börsch-Supan et al.(eds.) . First Results from the Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe. Maccoby, E. E., & Martin, J. A. (1983). Socialization in the context of the family: Parent-child interaction. Handbook of child psychology: formerly Carmichael’s Manual of child psychology/Paul H. Mussen, editor.
Hacia una educación integral de los hijos
Pbro. Jorge Luis Guarnizo Rosillo Dir. Área fraterno-comunitaria
E
n la actualidad, muchos padres de familia, educan a sus hijos desde concepciones antropológicas reduccionistas. Tienden a exclusivizar la libertad individual, los sentimientos. Cada vez se universaliza más y más el principio: al niño es a quien le corresponde formarse desde una absoluta autonomía. Hay un creciente rechazo al sacrificio, a la corrección. Los deberes, los principios y valores trascendentes, la autoridad, resultan fastidiosos.
Ahora bien, está propuesta reduccionistas de ninguna manera está favoreciendo una sólida formación de la niñez. Por el contrario, absolutizar el principio de la autonomía está provocando serias amenazas a las jóvenes generaciones. De ahí que es de radical importancia la presencia responsable de los adultos en el proceso de desarrollo de los menores. Acompañarlos, proponerles ideales trascendentes. Y es originariamente a la familia, al padre y a la madre, a quien le compete esta tarea. Los padres de familia tienen que retomar con responsabilidad la misión de educar a sus hijos. Han de cultivar la familia como la primera escuela de valores humanos, ámbito primario de socialización y transmisión del patrimonio cul-
y religioso (Cf. Papa Francisco, Amoris Laetitia, n. 274-290); espacio de desarrollo integral de aquellas dimensiones fundamentales del ser humano: reflexividad, libertad, sexualidad y espiritualidad. El ideal es que los padres eduquen integralmente a sus hijos. El Estado y demás instituciones han de garantizar y promover esa educación, pero nunca relegar a la familia de esta tarea que por naturaleza le corresponde. Ahora bien, el ideal y la práctica no siempre coinciden. A la hora de la verdad, a los padres no les resulta nada fácil llevar a cabo su misión. Es más, en muchas ocasiones, ya los progenitores ni si quiera se plantean tal obligación. Todo esto consecuencia de que hoy la familia en sí misma está bastante herida. Es el vigente reduccionismo antropológico quien está provocando graves amenazas. Hay un marcado desvanecimiento de la concepción integral del ser humano: su relación con el mundo, con Dios y con el mismo hombre. Corrientes filosóficas existencialistas y pragmatistas; políticas gubernamentales que promueven la ideología de género, el relativismo ético y el consumismo. Esto ha confluido para que la familia esté muy herida. Rupturas matrimoniales, ausencia de los padres, carencia de espacios educativos que le permitan al niño crecer integralmente. Los hijos están expuestos al vaivén de las distintas ideologías, a las propuestas de la “cultura de lo provisorio”, al uso inadecuado de las tecnologías de comunicación, a la “trata de personas” y explotación sexual. Adolescentes que, solos, en un mundo confuso y saturado por la información, van creciendo con grandes vacíos afectivos; sin identidad personal, cultural ni religiosa, con una voluntad voluble, incapaces de hacer sacrificios y tomar decisiones responsables; reaccionarios a toda forma de autoridad y principios morales; muy autónomos y, a la vez, muy manipulables. Pero no desviemos la mirada de la raíz del problema. El problema fundamental no está en el mal comportamiento de los hijos. Está más atrás, es cultural. La “cultura de lo provisorio” ha relativizado todos los valores al sentimiento individual, ha excluido a Dios de la vida, proponiendo unos modelos de ser y vivir contrarios a la naturaleza y dignidad humana.
El problema entonces es estructural. Pero es posible modificar esa estructura con la educación. Eso sí, una educación que tenga como base una visión antropológica integral. En este cambio estructural, la familia juega un papel primario y fundamental. Ella, desde sus limitaciones, fragilidades y heridas, tiene que ejercer con responsabilidad su misión de formar a los hijos. Ahora, los aspectos en los cuales hay que priorizar a la hora de educar a los hijos son aquellos mismos que en la actualidad están siendo descuidados o banalizados. Menciono algunas dimensiones en las cuales se debería centrar tal formación. a) Educar la afectividad. Ante las carencias afectivas, hay que cultivar espacios de cercanía, confianza, en donde las relaciones con los hijos sean de calidad. Los pequeños detalles que nacen del amor ayudan muchísimo. b) Ayudar a formar la identidad. En un mundo donde impera el sentimiento y lo provisorio, hay que formar una identidad sólida y una personalidad estable, conforme a la naturaleza humana. Transmitir el patrimonio cultural y religioso, ayuda al adolescente a saber cuál es su origen, quién es y qué está llamado a ser. c) Educar en la trascendencia y la verdad. El hombre es un ser que unitaria e inseparablemente está constituido por una dimensión corporal y espiritual. Por eso hay que educar en valores trascendentes: el amor, el bien, la verdad, la felicidad… d) Formar la voluntad, cultivar la libertad. Se cultiva la libertad a través de motivaciones y sanciones. El desprendimiento generoso y el sacrificio son claves en el crecimiento humano. Toda corrección debe brotar del amor. e) Educación moral y sexual. En un mundo donde la sexualidad tiende a banalizarse y la ideología siembra confusión, los padres de familia no pueden descuidar
la educación sexual de sus hijos, ni delegarla totalmente a otros. De manera positiva, prudente y acorde a la edad del niño tienen que ir iluminando este ámbito. Hay que redescubrir la dignidad y trascendencia de la dimensión sexual. f) Enseñar a usar bien la Internet y las redes sociales.
Concluyo este artículo con unas palabras del Papa Francisco. “La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrara nuevos recursos” (Amoris Laetitia, n. 260).