Una imagen, mil palabras

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Una imagen, mil palabras

Una imagen

mil palabras



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ste proyecto nace de la colaboración entre la Asociación Cultural Letras Vivas y el Estudio Foto Escuela F con la intención de aunar palabras e imágenes. El proceso creativo partió de los textos enviados por la Asociación a la Escuela. Los fotógrafos se inspiraron en las palabras para imaginar y componer su imagen. El resultado no puede ser más satisfactorio y demuestra que, aunque el refranero atribuya a la imagen más valor que a mil palabras, cuando van juntas su cotización se multiplica.

Una imagen

mil palabras


Laberinto El ena Muñoz (t ext o) • Miguel Vá zquez Fer nández (f ot o) Poema inspirado en la obra <<Toro minóico>> de Cristina Ferrari.

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l azar o la magia hicieron confluir nuestros destinos: no estaban anunciados a encontrarse.

Nadie elige el minuto, ni siquiera el instante que transforma una vida. Ahora, debo desenredar el hilo liado en este confuso laberinto de miradas, sensaciones y sonrisas. Encontrar el camino sin un mapa, andar el sendero trazado más allá de tus huellas Vaciar de recuerdos mi memoria, matando a mi propio Minotauro; arrancar las velas negras del olvido, buscando como Ariadna, ya sin Teseo, la luz. 2



Lágrimas El ena Muñoz (t ext o) • Est her H enar (fo t os)

diera. Ella era valiente, ella era muy fuerte, todos lo decían, por lo que tenía que ser cierto, aunque se sentía a veces como una muñeca con piernas de trapo que no se caía al suelo por su fuerza de voluntad. Fuera todavía era de noche, aunque un filo dorado en el horizonte señalaba el día recién nacido. El relente del amanecer o el triste recuerdo hizo que su cuerpo desnudo temblara y se dirigió al cuarto de baño, ansiosa de una ducha caliente.

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Recogió su melena hábilmente con una pinza. Se miró al espejo. Bajo los ojos se perfilaban unas bolsitas que a veces la hacían pensar que estaban llenas de lágrimas no lloradas.

Bien sabe Dios que los últimos días antes del fallecimiento había pedido, había rogado que suce-

Porque realmente, no había apenas llorado, Solamente el día del velatorio. Claro, allí era imposible no llorar. El que más o el que menos soltaba una lágrima, dos o un llanto a raudales. Y cada vez que la abrazaban, ese cariño se anudaba a su garganta y no tenía más remedio que dar rienda suelta a su pena. Después, sus ojos se habían quedado secos.

tra noche en el que el sueño había ido y venido, como un oleaje. Cada vez que abría los ojos la misma idea se le venía , sí, a sus ojos, porque lo veía en la oscuridad como un anuncio de neón: mi padre ha muerto. Tenía que ser un pensamiento porque las palabras se quedaban atascadas en la garganta. Más de tres meses hacía y todavía no quería, no podía decir sin sujetar las mandíbulas que su padre ya no estaba, que ya no estaría nunca más.

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Pero las palabras grabadas a fuego en su mente, esas, aparecían todas las noches, para recordarla que era cierto. Su padre había muerto. Su guía, su mentor, su amigo ya no la aconsejaría, la abrazaría o mantendría con ella discusiones bizantinas, que acababan con un: ¡hija, que cabezona eres! Abrió la ducha. El agua estaba fría. Dejó que corriera y cuando cogió la temperatura se metió debajo. La gustaba estar unos minutos, dejando que el agua cayera por su cuerpo, por sus brazos, por sus piernas. El calor traspasaba su piel y llegaba hasta sus mismos huesos. Cerró los ojos…. Y las palabras volvieron a su mente.

Y de pronto escuchó como un gemido casi animal, que tardó en reconocer que salía de su interior. Un dolor profundo, intenso, nacía de dentro de ella, pero no era físico, no era orgánico. Por primera vez, sin saber por qué, allí, bajo el agua, se dio cuenta de que estaba huérfana. Se fue agachando hasta quedar echa un ovillo en el suelo de la ducha, con los ojos cerrados. Y las lágrimas empezaron a brotar a raudales, confundidas con el agua que bañaba su cara. Y lloró y lloró y lloró deseando que esas lágrimas liberadas se llevaran su pena por el sumidero, lejos, hasta el mar, y que allí se mezclaran con las cenizas de su padre. ❧


Noche, también de amor Emil io Gonzál ez Mar t ínez (t ext o) • Eva Lebr ón (f ot o)

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on tus cabellos enredados en mi sexo gritabas que no me conocías, que mi nombre era el brillo sediento de un trigal.

Mi nombre no cabía en tu sorpresa, tus labios recorrían traviesos mis parajes y la sed moría entre gemidos. Hubo apenas un temblor, una caricia, un roce minúsculo y atroz rasgando la cómplice sombra del amor. Después hablamos del pan y de las cuotas, de los turbios manejos del gobierno y volvimos a lo nuestro, a las delicias. Hicimos del placer asunto propio, de la noche una fiesta desatada, bella en su embriaguez, exuberante. 6



Estrellas Rosar io Del gado Suá r ez (t ext o) • Mer cedes Lopezosa (f ot o)

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uiero todas las estrellas sesgadas a mi pelo, y despeinar la urgencia de la noche a luz de luminarias.

sin el naufragio del oeste. Ser oleada por la brisa, volver zigzagueante a tus aguas, retornar –en zozobra– a las redes de espejos y sueños veteados. Azul, azul es tu sangre de rocas, el lastre del delirio a sotavento sobre grandes mosaicos de océanos mudos. Quiero mar por todas tus ausencias.

Ser matriz centelleante de tus añiles, violar tu vertical negrura, y hacer sostener –armónica a tus ejes– una estela de trigales. Madre cóncava de nácar, me acojo al regazo del poniente. Busco girasoles a mis ojos, y agotar en los trazos del cielo el dolor de la espuma rota.

Rayos verdes a mi crisol de iris, rayos verdes y recuerdos rabiosos de aire. Esperar nunca acaba, esperarte nunca muere. Soy vigía cristalizada al tiempo. ❧

Quiero recoger la hondura de tus manos en las esferas de mis estanques, y devolverles la voz y el nervio, 8



Tiovivo Fer nando López (t ext o) • Miguel Vá zquez Ayal a (f ot o)

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namorado yo de ti. Enamorada tú de los otros. Nos perseguimos en un falso carrusel De mi parque de verso y atracciones. Hace tiempo que no vendía mi alma al diablo. Hoy traté de hacerlo por una sola flor que regalarte. ❧

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De recompensa El ena Muñoz (t ext o) • José Val ent ín Pinedo (fo t os)

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l teléfono la sobresaltó. Últimamente siempre la asustaba. Seguramente era porque tenía los nervios de punta. Habían sido unos meses muy duros por los exámenes finales. Incluso su familia la había regañado por su celo y su empeño, que se encarnaban en los varios quilos que había adelgazado. Pero que le iba a hacer. Ella era así, competitiva, con un gran amor propio que la impulsaba constantemente a superarse.

las gafas que, coquetamente solo utilizaba para estudiar, se le habían ido resbalando a la punta de su nariz menuda. Intentó asimilar la noticia…. Era el final de un proceso, de meses, en los que a pesar de todo tuvo claro que lo conseguiría.

Con prisa, contestó al teléfono. Escuchó su nombre y luego una retahíla de palabras de las que entendió sólo algunas de ellas, las más importantes. Y aunque lo había esperado, la tardanza en notificárselo había hecho que casi desestimara esa opción.

Por eso, cuando dos días después, en el acto de final de curso de Bachillerato, el director del colegio pronunció su nombre como premio extraordinario, su corazón palpitaba como un loco. Seguramente todos creerían era el resultado de la emoción por el premio conseguido, pero ella sabía que no, que no solo era eso.

Se despidió cortésmente dando las gracias y colgó. El espejo del recibidor le devolvió su imagen. El pelo corto, casi de chico enmarcaba su rostro y

Recogió el diploma y se colocó a la derecha del estrado, seria, con su falda gris y su jersey azul marino, que dejaba asomar el cuello blanco de su blusa. 12



Y allí volvió a escuchar otro nombre también premiado por sus excelentes resultados académicos. Le vio acercarse con paso seguro, un tanto displicente como era él, y una vez que recogió su diploma fue a situarse a su lado. Sus miradas se cruzaron y ella, inconscientemente alargó su mano, que el cogió con fuerza., quizá un segundo más de lo indicado. El salón de actos rompió a aplaudir y las lágrimas se le saltaron. Lágrimas de alegría, de recompensa por tantos días, por tantas noches de estudio y sacrificio que al final le habían reportado el mejor premio. Poder compartir con él, el alumno más brillante del centro, uno de los momentos más importantes de sus vidas. Era el resultado de la promesa que se había hecho a si misma cuando le vio por vez

primera, el primer día de curso, ya hacía de eso dos años , a la puerta del aula y la sonrío. Haría que se fijara en ella, costara lo que costara… Jamás cejaba en su empeño Años después, cuando su propio hijo era alumno también del mismo colegio, le señaló un día la fotografía de aquel extraordinario momento, que enmarcada junto con otras, adornaba el hall del edificio y le preguntó: - ¿Quiénes son? El niño, marcando con su dedito contestó: - Papá…. y mamá…. ❧ 14



Invierno El ena Muñoz (t ext o) • Pil ar Tor r eal ba (f ot o)

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maneció el invierno tapizado de hojas y de lágrimas suspendidas de las ramas desnudas que lloran madrugadas. Mis pasos y mis ojos se pierden en jirones de una bruma repleta de silencios, de sombras de vaho y lana. El día se abre paso lentamente, transformado en la arena de un reloj invertido que se desliza hacia la nada. Congelado como una fotografía, envuelto en una luz lechosa de pereza, se escapa por encima de las nubes. ❧

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Amor desenamorado El ena Muñoz (t ext o) • Car men Vasco (f ot o)

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con un beso y le regaló la rosa roja que, ya tan marchita como su amor, se deshacía ahora entre sus dedos.

áginas y páginas escritas de su puño y letra, encabezadas todas con una fecha, relataban una historia de amor y de desamor, su propia historia. Contemplaba su letra, un poco segada hacia la derecha, pero que conservaba todavía la caligrafía cuidadosa a la que la habían acostumbrado las horas y horas de planillas escolares. Era curioso como, al igual que el desarrollo de los acontecimientos, las páginas iban perdiendo limpieza, rectitud en las líneas y hacia el final de librito aparecían tachones rabiosos, como si quisieran no borrar sino hacer desaparecer las palabras definitivamente.

Ella que era la quintaesencia del control y la lógica, había perdido la batalla y la guerra. Tenía el corazón apretado, acongojado cuando pensaba en los momentos de entrega de pasión vividos y como se habían diluido en el cansancio de la incertidumbre y el hastío de nadar contra corriente, por salvar los pobres restos del naufragio de su relación. Luchaba contra el dolor que se extendía de la nuca por la espalda hasta los brazos como siempre que se sentía en tensión.

Cada una de las hojas de su diario tenían tatuadas ya en azul, otras veces en negro y, las más raras, en rojo, cuando no encontraba un bolígrafo a mano, las palabras, las escenas, los sonidos e incluso el tacto de todas y cada una de las horas que había pasado junto a él. Entre alguna de sus páginas, dobladitos, se podrían encontrar trocitos de papel en los que le escribía frases, poesías a veces, que para ella suponían música celestial. Incluso encontró una rosa roja seca, que aún conservaba la pegatina de “Te quiero”. Recordó ese día. Había quedado con él para decirle que no tenía sentido seguir, que ya se había desgastado mucho en esa relación, pero él, nada más verla, le calló las ideas

Un ligero aroma le llegaba, exhalado por la pobre rosa, como si al hacerse añicos quisiera dejar el último suspiro. En la última página, con letra temblorosa, había escrito.: “Se acabó”. Lentamente fue arrancando hoja a hoja, haciéndolas pedazos, mientras lagrimas de rabia rodaban por sus mejillas, manchadas de churretes de tinta que se dibujaban cuando, sin darse cuenta, se las limpiaba con los restos de papel de su gran historia de amor. ❧ 18



Proyecto coordinado por Elena Muñoz en representación de la Asociación Cultural Letras Vivas y Fernando Galán en representación del Estudio Foto Escuela F. Diseño y maquetación, Fernando Galán. Octubre 2015

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Proyecto surgido de la colaboración entre la Asociación Cultural Letras Vivas y el Estudio Foto Escuela F. Con l os t ext os de

Elena Muñoz Emilio González Martínez Fernando López Rosario Delgado Suárez

Y l as fot os de

Miguel Vázquez Fernández Esther Henar Eva Lebrón Mercedes Lopezosa Miguel Vázquez Ayala José Valentín Pinedo Pilar Torrealba Carmen Vasco Coor dinación

Elena Muñoz Fernando Galán oct ubr e 2015


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