Txabi: A Ainhoa. Que tu palabra no calle nunca. Miguel: A todos aquellos animalillos que, sin pretenderlo, nos inspiran con sus peculiaridades.
Colección PI Primera edición: septiembre de 2017 © del texto: Txabi Arnal © de las ilustraciones: Miguel Cerro © de esta edición: La Guarida Ediciones Marcelo Fernández Nieto, 1. 37004 Salamanca www.laguaridaediciones.com Maquetación: Egido Pablos. Comunicación Gráfica Impreso en España por Gráficas Lope ISBN: 978-84-945204-4-0 DL: S 329-2017 Reservados todos los derechos
Una soleada mañana de primavera, muy tempranito, una ardilla andaluza trepó hasta la copa de un fresno llevando su guitarra al hombro. Una vez recuperó el aliento, la ardilla desenfundó el instrumento y, a continuación, dedicó una elegante reverencia al Sol: —Va por usted, maestro.
¡Olé!
Pero, apenas habían salido
dos notas de la guitarra,
la ardilla, contrariada, detuvo en seco su canción. —¡No, no y no! Disculpe la interrupción, señor Sol, pero su resplandeciente figura merece algo más que el sonido de una vieja guitarra y este hilito de voz.
La ardilla buscó a su alrededor alguien que la acompañase y, de esa manera, entre los dos, llevar a cabo una mejor interpretación. «¡Toc-toc-toc!» El picoteo de un pájaro carpintero captó de inmediato su atención. —¡Eso es! —exclamó la ardilla, y de dos saltitos se acercó al pájaro para susurrarle al oído una curiosa proposición.
Acompañada por el pájaro carpintero (quien trasportaba sobre el lomo un reluciente cajón flamenco), la ardilla regresó a la copa del fresno y ofreció una segunda reverencia al Sol:
—Va por usted, maestro.
¡Olé!