La Nueva Ruralidad Una visión crítica Dr. Teófilo Reyes Couturier
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En la década de los noventa surge una visión teórica que trata de manera diferente a la sociología rural, al concepto de lo rural. Se habla de la “nueva ruralidad”. Los especialistas latinoamericanos plantean que el concepto de lo rural está cambiando rápidamente y hablan de la “nueva ruralidad”, término con el que designan la visión naciente del espacio rural y la nueva forma de concebir el desarrollo rural. La nueva ruralidad parte de una “redefinición” de lo rural. Insiste en reconsiderar la visión de que lo rural es población dispersa centrada en el sector agropecuario y define el ámbito rural como el territorio construido a partir de la apropiación de los recursos naturales, donde se generan procesos productivos, culturales, sociales y políticos. Lo rural incorpora áreas dispersas y concentraciones urbanas que se explican por su relación con los recursos naturales, comprende una amplia diversidad de sectores económicos interdependientes, involucra dimensiones económicas y no económicas, establece relaciones funcionales de integración con lo urbano y se fundamenta en una visión territorial. También, considera que en el discurso de la sociología rural, el concepto de rural ha estado asociado a tres fenómenos interrelacionados: una baja densidad demográfica, el predomino de la agricultura en la estructura productiva de una localidad o región, y unos rasgos culturales (valores, creencias y conductas) diferentes a los que caracterizan a la población de las ciudades. Para los neoruralistas, la pareja dicotómica campo-ciudad se sustituye por la relación articulada global y local. La dicotomía de una ciencia social centrada en “lo rural” versus otra enfocada en la ciudades son sustituidas por un enfoque territorial C. de Grammont, 1
UNAM. Facultad de Estudios Superiores Aragón. Académicos de la Licenciatura en Planificación para el Desarrollo Agropecuario.
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por ejemplo, plantea que con la globalización, las transformaciones del campo latinoamericano son tan “profundas” que no solamente hay que hablar de cambio, sino de transición de una sociedad agrario organizada en torno a la actividad primaria hacia una sociedad rural más diversificada, la vida rural, tradicionalmente asociada con la actividad agropecuaria, abriga ahora una diversidad de actividades y relaciones sociales que vinculan estrechamente las aldeas campesinas con los centros urbanos y la actividad industrial. La mayor parte de los neoruralistas plantea que hay una relación cercana entre lo local y lo global además de los niveles intermedios, sin embargo no se encuentra una explicación de la relación que existe entre los distintos niveles. Es evidente que el sector rural ha sufrido cambios importantes, a partir de la entrada de México a los procesos de globalización. En nuestro país, la estructura agraria ha tenido cambios importantes, sin embargo tiene persistencia como una entidad vinculada estrechamente con lo regional y lo nacional pero con características y perspectivas propias. La nueva ruralidad concibe el mundo rural considerando básicamente que el medio rural se entiende, hoy en día, como una entidad socioeconómica y un espacio geográfico, compuesto por un territorio, una población, un conjunto de asentamientos y un conjunto de instituciones públicas y privadas; un conjunto de regiones o zonas en las que se asientan pueblos, aldeas, pequeñas ciudades y centros regionales, espacios naturales y cultivados y en donde se desarrolla una gran diversidad de actividades como la agricultura, la industria pequeña y mediana, el comercio, los servicios, la ganadería, la pesca, la minería, el turismo y la extracción de recursos naturales (CEÑA, 1993). “La nueva concepción de desarrollo rural tiene también presente la necesidad de la incorporación de una perspectiva de equidad de género y de la participación de los distintos actores sociales en los diferentes procesos y proyectos de desarrollo”. (Farah,
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et al., 2004:140). Las condiciones de vida en las zonas rurales hacen, en buena medida, que sus pobladores se queden o se vayan, y los cambios en ellas nos permiten ver también indicios de nueva ruralidad. Ortiz considera que “lo rural trasciende lo agropecuario, y mantiene fuertes nexos de intercambio con lo urbano, en cuanto a provisión de alimentos, bienes y servicios, oferta cuidado de recursos naturales, los espacios para el descanso, y los aportes al mantenimiento y desarrollo de la cultura”. (Ortiz, 2003:148). “Por esta razón es necesario leer las interdependencias del mundo rural con el resto de la economía (nacional y global), con el medio urbano y con el resto de la sociedad. Estas interdependencias surgen y se consolidan a través de las relaciones económicas entre lo urbano y lo rural y a través de la translocación de la residencia y de los espacios productivos. En general estos intercambios pueden agruparse en: a) intercambios comerciales de bienes y servicios agrarios y manufacturados, b) intercambios financieros para la producción, la inversión y el ahorro, c) flujos de recursos naturales como las maderas, productos de la minería, germoplasma, combustibles, etc.,) migración rural-urbanas, rural-rural y urbano-rurales”. (Ortiz, 2003:149). También el medio rural es un conjunto de regiones o zonas (territorio) cuya población desempeña diversas actividades o se desempeña en distintos sectores, como la agricultura, la artesanía, las industrias pequeñas y medianas, el comercio, los servicios, la ganadería, la pesca, la minería, la extracción de recursos naturales y el turismo, entre otros. En dichas regiones o zonas hay asentamientos que se relacionan entre sí y con el exterior, y en los cuales interactúan una serie de instituciones, públicas y privadas. Es un territorio que funciona como fuente de recursos naturales y materias primas, receptor de residuos y soporte de actividades económicas. Contiene una población que con base en cierto modelo cultural, practica actividades muy diversas de producción, consumo y relación social, formando un entramado socioeconómico complejo. Un
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conjunto de asentamientos que se relacionan entre sí y con el exterior mediante el intercambio de personas, mercancías e información, a través de canales de relación. Es un conjunto de instituciones públicas y privadas que vertebran y articulan el funcionamiento del sistema, operando dentro de un marco jurídico determinado (Ramos y Romero, 1993) Además, se reconocen las crecientes interrelaciones entre lo rural-urbano, y el hecho de que lo rural no es solamente agricultura y población dispersa. La visión territorial de lo rural, comprende a las poblaciones dentro de ese ámbito, permite visualizar la multiplicidad de funciones vinculadas al desarrollo agrícola, agroindustrial y artesanal, a los servicios, turismo y cultura, a la conservación de la biodiversidad y de los recursos naturales, es decir, de los ecosistemas locales y globales sustentadores de la vida y de actividades productivas. Todo ello concebido bajo un enfoque de una visión integrada de la sociedad y sus múltiples actividades y relaciones. Los especialistas latinoamericanos hablan de “nueva ruralidad”, término con el que se designa la naciente visión del espacio rural y la nueva forma de concebir el desarrollo rural. En América Latina, se está cuestionando incluso la definición estadística de las zonas rurales y de la población rural, habiéndose propuesto adoptar una definición similar a la europea basada en la densidad de población municipal en vez del número de habitantes de los centros poblados o su condición de cabecera municipal, por lo que hay que considerar: 1 acento en la dimensión territorial en contraste con la sectorial agraria, así como mayor conciencia de las distintas funciones y servicios prestados por la agricultura más allá del aspecto productivo; 2 reconocimiento de los múltiples vínculos entre las pequeñas ciudades y el campo circundante y de la relación entre desarrollo urbano y rural; 3 reconocimiento de la complementariedad entre agricultura y otras ocupaciones en la generación de ingresos rurales, de la generalización de la agricultura a tiempo parcial y del origen multisectorial del ingreso de muchas familias rurales; 4 conciencia de la función residencial de las zonas rurales, en oposición a una 4
percepción puramente productiva o recreativa de las mismas, que lleva a prestar atención a la provisión de servicios sociales y residenciales a las poblaciones rurales; 5 reconocimiento de la creciente integración de las zonas rurales en los mercados (de productos, insumos, tecnología y mano de obra) y su incorporación al proceso de globalización, así como conciencia de la importancia de la competitividad territorial frente a la sectorial; 6 atención al potencial económico que ofrecen los activos ligados al territorio, de tipo geográfico, histórico, cultural, paisajístico y ecológico; y 7 acento en la participación de los diversos agentes involucrados en el diseño y la aplicación de las políticas y programas de desarrollo rural. Quizás lo novedoso ahora consiste en el énfasis puesto en “lo rural” y en el papel que juega el territorio, reconociéndoselo como unidad donde se tejen las relaciones sociales y económicas-más allá de las artificiales divisiones administrativas- y por ende, siendo de esta manera un soporte real de los procesos que se desean implementar Por último, pero no por ello menos importante, se hace mención a la “sostenibilidad o sustentabilidad, reconociendo en forma explícita, la importancia de los recursos naturales en el marco de un ecosistema, pugnando por un manejo responsable, con una perspectiva de larga duración, involucrándonos en un compromiso con las generaciones futuras (Fernández, 2008).
Para lograr los objetivos propuestos, se propone transitar la vía del desarrollo rural sostenible, concebido como un proceso de transformación de las sociedades rurales y sus unidades territoriales, centrado en las personas, participativo, con política específicas dirigidas a la superación de los desequilibrios sociales, económicos, institucionales, ecológicos y de género, que busca ampliar las oportunidades de desarrollo humano” (IICA, 2000) y concomitantemente, se indican una serie de estrategias básicas como forma de lograr el preconizado desarrollo rural sostenible: a. reducción de la pobreza rural;
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b. planificación integral territorial; c. desarrollo del capital social; d. fortalecimiento de la economía multisectorial; e. fomento de la competitividad y d la eficiencia productiva; f. profundización de la descentralización y desarrollo institucional; g. formulación diferenciada de políticas; h. ampliación de las oportunidades de acceso a activos productivos para el logro de la equidad; i. desarrollo político-social e institucional territorial; j.
incorporación de la dimensión ambiental en el desarrollo y el manejo sostenible de los recursos naturales y ecosistemas frágiles;
k. tratamiento de los desastres naturales; l. estrategia laboral rural; m. articulación del desarrollo rural con la mundialización. Durante la década de los noventa se produjeron importantes cambios en las zonas rurales de América Latina, pero sin la intensidad de los registrados en Europa. La razón es que el proceso de desarrollo rural no es independiente del desarrollo económico general, sino sólo un aspecto de éste. La profundidad de los procesos de cambio rural en Europa se explica sobre todo por su articulación con el proceso general de desarrollo. (FAO, 2002:1) Parecería que modernizar la agricultura debería ser la primera prioridad para las zonas rurales latinoamericanas. Sin embargo, hay varias razones por las que la diversificación económica tiene igual o mayor prioridad que la modernización agrícola, por importante que ésta sea. Una razón es que el aumento de población rural debida al incremento demográfico encuentra creciente dificultad para hallar empleo en las grandes ciudades a través de la migración, salvo en un sector informal cada vez más saturado que ofrece condiciones habitacionales y ambientales indignas. Otra razón es que el crecimiento de los ingresos agrarios a través de la modernización de las explotaciones y el aumento de la productividad del trabajo supone el crecimiento de la superficie agraria por trabajador y la expulsión de mano de obra de la agricultura. Finalmente, debido a diversos factores (recursos naturales pobres, pequeña escala de producción, aislamiento), para una parte
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importante de los campesinos pobres la agricultura comercial no ofrece una alternativa viable para salir de la pobreza. Por estas razones, la diversificación de la economía rural es muy importante en América Latina, aunque de distinto modo que en Europa. En Europa lo es, porque se necesita crear alternativas locales de empleo para la población que deberá ir abandonando la agricultura conforme disminuya su rentabilidad artificial. En América Latina, en cambio, la diversificación es importante porque es la única forma de responder al crecimiento de la población rural, facilitar la modernización agraria al absorber los excedentes de mano de obra que resulten de ella y ofrecer una alternativa económica viable a gran parte del campesinado pobre. Otra diferencia es que en América Latina, el desarrollo rural aparece con una urgencia que no tiene en Europa debido a la enorme magnitud de la pobreza rural en la región. El desarrollo rural tiene pues que ser inscrito en América Latina en el marco de una pobreza rural generalizada. No por ello, el desarrollo rural debe confundirse con la lucha contra la pobreza ni reducirse a una suma de programas de apoyo directo a las poblaciones pobres. Cuando la pobreza es tan vasta como en el medio rural latinoamericano, la lucha contra ella es sólo un aspecto de la lucha por el desarrollo o, más propiamente, por “un tipo” de desarrollo que sea incluyente y vaya acompañado de equidad económica y democracia social. El desarrollo rural en América Latina es una dimensión fundamental del desarrollo económico así entendido, y como tal hay que plantearlo, no como programa de asistencia a las poblaciones rurales pobres. (FAO, 2002:2) Así De Grammont considera que con la globalización, las transformaciones del campo latinoamericano son tan profundas que no solamente hay que hablar de cambio, sino de transición de una sociedad agraria organizada en torno a la actividad primaria hacia una sociedad rural más diversificada. La relación campo-ciudad es ahora mucho más compleja que la vieja relación dicotómica, caracterizada por el intercambio desigual y la migración de los pobres del campo hacia las ciudades para conformar el ejército industrial de reserva (De Grammont, 2004).
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El concepto de territorio se empieza a Utilizar inicialmente en Europa, pero desde la década del 90 se va incorporando en la literatura sobre sociología del desarrollo y el desarrollo rural en América Latina, y para ello se empieza por predefinir el concepto de medio rural como "el conjunto de regiones o zonas con actividades diversas (agricultura, industrias pequeñas y medianas, comercio, servicios) y en las que se asientan pueblos, aldeas, pequeñas ciudades y centros regionales, espacios naturales y cultivados..." (Ceña, 1993, citado por De Grammont, 2004). En el contexto de la política de desarrollo, la "nueva ruralidad" opone al carácter sectorial (agrícola) del espacio rural la concepción territorial de tales espacios, como una forma de interpretar el carácter poli-funcional del espacio rural, definido principalmente por sus relaciones con los núcleos urbanos, y por ende, acotado a la escala que representa el grueso de las interacciones urbano-rurales. El territorio se ha propuesto para enmarcar el carácter económico multisectorial, para resaltar el carácter regional de las manifestaciones culturales, y como una aproximación útil a los procesos de descentralización (Niño, 2004). El territorio así mismo expresa las necesidades de participación comunitaria en el fortalecimiento de la democracia participativa. (Pérez, et al.; 2006) En síntesis la corriente teórica sobre "nueva ruralidad" se origina en la necesidad de encontrar una manera de expresar la complejidad conceptual que implica el análisis de los hechos y fenómenos que afectan al mundo rural con todos sus componentes. Allí juegan un papel importante: •
La globalización
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El cambio en las relaciones urbano-rural.
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La desagrarización de la vida rural
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El peso relativo de la agricultura
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La valoración de los recursos naturales
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El papel asignado a los pobladores rurales. Los cambios institucionales.
(Pérez, et al.; 2006)
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Es importante anotar que muchas regiones de los distintos países están empezando a sentir el efecto dramático del despoblamiento y el abandono, por parte de los pobladores, de los territorios que antes estaban dedicados a la actividad agrícola y pecuaria, en especial los pequeños productores y los jornaleros agrícolas. Asimismo, los territorios más conectados con las grandes urbes empiezan a sentir una especie de repoblamiento de las áreas rurales, en especial por jubilados, y para el establecimiento de segundas residencias o programas de vivienda social para los pobres urbanos.
A manera de conclusiones. Una visión Crítica Como hemos podido ver el marco conceptual de la nueva ruralidad gira en torno a categorías perfectamente identificables: nueva ruralidad, territorio y sustentabilidad, aunque últimamente algunos autores insisten en que los estudios rurales deben ser desagrarizados, sin especificar con claridad que se debe entender por ello.
El paradigma en su conjunto, como sucede con muchos de los modelos teóricos sociales en boga, soslaya en su explicación de lo rural los conflictos que se presentan entre los integrantes de las sociedades rurales. Y no solo aleja la explicación de los conflictos, sino que, para los neoruralistas en las sociedades campesinas no existen los conflictos y por supuesto no hay clases sociales como parte de su configuración. En efecto, la mayor parte de los estudios sobre nueva ruralidad soslayan los análisis de clase de los grupos de poder y las fuerzas políticas a nivel regional. Así, no les interesa explicar las contradicciones ni los conflictos que surgen entre los capitalistas y los trabajadores. Tampoco analizan las asimetrías entre campesinos y clases gobernantes, ni las diferencias económicas y sociales en el seno del campesinado. Los procesos de dominación, subordinación y explotación son poco abordados por los especialistas de esta corriente de pensamiento.
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Por otro lado, las definiciones de la nueva ruralidad y del territorio constituyen y definen a un continum homogéneo que se desplaza de lo rural a lo urbano. Ese marco referencial considera en efecto que se ha diluido la diferencia entre el mundo rural y el urbano, debido a la creciente interacción de ambos espacios. Actualmente la relación es más fluida y variada ya que no solo los campesinos se trasladan a las ciudades sino que también los habitantes de las ciudades migran al campo, dicen los nuevos ruralistas. Evidentemente las interacciones entre las áreas rurales y las urbanas aumentan modernizando, en ocasiones, espacios campesinos, pero en general, ni las pequeñas comunidades campesinas se están urbanizando, ni las ciudades se están ruralizando y menos “indianizando”. Las diferencias entre lo rural y lo urbano es muy marcada en términos de ingresos, incidencia de pobreza y oportunidades. Por otro lado los nuevos ruralistas consideran que las comunidades rurales están integradas a los mercados locales y regionales y no operan exclusivamente dentro de una lógica de agricultura de subsistencia. Sin embargo, esa integración a los mercados les es impuesta a los campesinos y ahí es precisamente donde se establecen las relaciones asimétricas, de explotación y subordinación. El que los campesinos desarrollen múltiples actividades agrícolas y no agrícolas y que también sean productores y jornaleros, son procesos que les son impuestos por el contexto en el que se desenvuelven. Estos aspectos, entre otros, han sido explicados por múltiples investigadores [Díaz-Polanco (1977); Reyes et al. (2006); Wolf (1977); Warman (1985)] y han analizado las relaciones en que se encuentran involucrados los campesinos. El espacio de territorio es definido como un espacio geográfico con una identidad social, económica y cultural, así como procesos de desarrollo específicos. La definición de territorio conlleva problemas teórico-metodológicos importantes, en efecto para la Antropología el término cultura implica una configuración compleja que refleja la forma total de vivir de una sociedad determinada (Linton, 1980).
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La cultura según el mismo autor, puede ser definida como un plano de la conducta, (además de todos los otros factores que la configuran). De esta manera, las conductas, conocimientos, creencias, arte, mural, economía, etc. Entre otros elementos de la cultura son diferentes entre los habitantes de pequeñas o medianas comunidades rurales y los que viven en las ciudades de cualquier región rural de la República Mexicana. Asimismo, la nueva ruralidad considera el desarrollo rural en términos de una variedad de metas, tales como reducir la pobreza, la sustentabilidad ambiental; la equidad de género, la revaluación del campo, su cultura y su gente; superar la división rural-urbana y garantizar en viabilidad de la agricultura campesina. Esta concepción acerca del Desarrollo Rural Sustentable se pierde en los titubeos analíticos de los neoruralistas que impiden visualizar la dinámica de clase en la sociedad capitalista neoliberal, pero sobre toso se pierde en la diferenciación entre los mismos campesinos. La pobreza extrema se manifiesta fundamentalmente entre los campesinos mexicanos y ese proceso es la resultante de las relaciones entre los campesinos y una burguesía agraria explotadora que instrumenta un capitalismo salvaje. De la misma manera es difícil entender y encontrar la sustentabilidad ambiental y la equidad de género, en el contexto de un capitalismo ávido de altas ganancias.
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