Jaime Rebolledo
El nacimiento de un ícono: 1988 Cuando le propusieron que se hiciera cargo del proyecto cinematográfico de Akira, Katsuhiro Ôtomo se sintió muy intrigado. Profundamente respetado en Japón, dicho ofrecimiento venía como resultado de su amplia trayectoria en la industria del anime, además de ser el mismísimo creador del universo de Akira. Aceptó, exigiendo absoluto control creativo. Compañías de diversos sectores de la industria del entretenimiento japonés que tenían intereses en el proyecto debieron reunirse en torno a lo que se llamó el “Comité Akira”, con el solo objetivo de financiar una obra audiovisual enorme para la industria del anime, a un costo récord en ese momento: unos 8 millones de dólares. Con todo alineado, Ôtomo adaptó, dirigió y empujó los límites con una nueva versión de la historia en un relato de poco más de 120 minutos. Y en 1988, dos años antes de la publicación del sexto tomo de la versión impresa (en un caso semejante al de Game of Thrones), se estrenó Akira en Japón.
El nacimiento de un dios: 2019 El 2019 es un año que los fanáticos de la película toman como punto de chequeo ineludible. Es interesante que mientras en la novela gráfica la tercera guerra mundial ocurre en 1992, y 38 años después se dan los eventos de Akira, en la película esta guerra se da 4 años antes (1988), y los eventos se desarrollan 31 años después, es decir, en 2019.
La película fue un éxito instantáneo, recaudando más de 50 millones de dólares en todo el mundo. Con el tiempo se convertiría en un ícono cultural, mientras algunos de sus elementos y personajes, en objetos y sujetos de culto.
El filme de Akira es reconocido por su nivel de detalle y por ser pionero técnicamente, alcanzando una potencia visual inédita que trasciende el manga; pero es su reformulada trama oscura, violenta y cruda en medio de una realidad distópica, la que logra sostener las grandes cuestiones psicológicas, teológicas y sociales presentes en la narración original.
La película fue un éxito instantáneo, recaudando más de 50 millones de dólares en todo el mundo. Con el tiempo se convertiría en un ícono cultural, mientras algunos de sus elementos y personajes, en objetos y sujetos de culto.
En la película, al acercamos a ese alucinante momento culminante, el sentido de lo inaudito cobra forma: Observamos el nacimiento de un dios que toma consciencia de su humanidad mientras la pierde.
Daniel Arella
© Alaguarida ediciones
Cali, Colombia @alaguarida
Akira y el mesianismo ciberpunk El delirio profético es posesión de futuro y germinación del caos. Su espectro es la ceniza de una civilización, su voz es la proyección intermitente de sus ruinas. En sus entrañas, el mesianismo sin mesías se instaura en el espíritu de la rebeldía y la inocencia mutante de un grupo de niños motociclistas delincuentes (Shōtarō Kaneda y Tetsuo Shima) que en el film animé de culto, Akira (1988), de Katsuhiro Otomo, recorren las calles distópicas de un Neo-Tokyo construido sobre las ruinas de la III Guerra Mundial, ambientada en el 2019. Entre los habitantes de Neo-Tokyo se mantenía la creencia del regreso de un niño con poderes psíquicos sorprendentes cuyo nombre era Akira. A raíz de este rumor, de manera encubierta, un proyecto secreto militar del gobierno japonés comienza a experimentar con niños para extraer el poder y así usarlo como arma masiva: modificaciones quirúrgicas, régimen farmacológico y pruebas inhumanas de laboratorio terminan por arrugar los rostros de estos niños Esper —como son llamados—y, a pesar de poseer contextura de niños, tienen la edad cronológica de 40 y 50 años de edad. Se trata, en realidad, de una pesadilla distópica que encubre un trauma terrible. Su argumento y fundamento sobrepasan cualquier categoría ciberpunk de cuño estadounidense en la década de los 80. La proclama desengañada de Bruce Sterling —“Cualquier cosa que se le puede hacer a una rata se le puede hacer a un ser humano. Y podemos hacer casi cualquier cosa a las ratas. Es duro pensar en esto, pero es la verdad. Esto no cambiará con cubrirnos los ojos. Esto es ciberpunk”— es trascendida en crueldad e imaginación por el genio japonés Katsuhiro Otomo,
Impreso por Taller Colmillo, Bogotá Junio 2019
cuando Akira plantea la experimentación científica de niños ancianos con poderes extraordinarios. Esta metáfora de resistencia esconde una belleza eterna: la inocencia mutada, corrompida. También consiste en una reivindicación del horror causado por el lanzamiento de la bomba atómica a las ciudades japonesas de Nagasaki y Hiroshima que dejaron innumerables niños enfermos de radioactividad. La proyección de un niño mesías con poderes sobrenaturales es la metáfora preciosa que Katsuhiro Otono encontró para sublimar el sufrimiento incalculable de una nación con una metáfora imposible: un niño anciano que es tan poderoso para albergar un arma mortífera de un futuro aún más abyecto que el pasado que se continúa padeciendo. Aquí vemos cómo se despliega el mesianismo ciberpunk de Katsuhiro: explotando y explorando con una atmósfera estética impecable y original la decadencia de un Japón metamorfoseado por la corrupción, la anarquía, el crimen y la deshumanización. De esta manera, a pesar del pesimismo, Akira le devuelve al caos del futuro la belleza pura de la manga japonesa en un animé fuera de orden: un verdadero milagro del arte distópico de todos los tiempos.
Primera edición, 2019 200 ejemplares
Idea original Dylan Nieto
Diseño y portada Juan Manuel Rosero @mvck.co Textos de Jaime Rebolledo Daniel Arella Artistas (en orden de aparición): Juan Pablo Solarte...................@ juan.p.solarte.7 Andrés Felipe Methza............................@methza Dylan Nieto............................................@_49_48_ Francisco Alvarado..........@ franciscoalvarado23 Juan Esteban Camacho.......................@9juanes Juan Pablo Rubio..............................@__guion__ Kevin Nieto......................................@ kevinnietov