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Alejandro Acevedo
from Cracken Fanzine #0
Por Alejandro Acevedo
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ellas han aprendido que: en esta guerra no hay trébol el azar : es una metáfora ciega que en la esquina de este mundo / cuando todo se acabe: : sólo se pesarán las lágrimas & ni siquiera las prostitutas del Papa / querrán salvarse esto es de mal agüero
PUNTO CARDINAL El poema es la realización de la poesía. Esto es para muchos conocido. Surge de algún lugar impreciso, como la mediumnidad.
Pero el poeta, como un agente activo, coloca la palabra en la plataforma del movimiento, de la revelación y de la verdad.
Hace unos días, sentí un temblor en la Ciudad de México.
Algunas señoras de la edad de los suspiros (alrededor de los cincuenta años), lloraban en el andén del metro Múzquiz, en la periferia de Ecatepec. Yo me sentí tranquilo, aunque sí noté, con extrañeza, que los demás alrededor de mí mostraban todas las caras posibles y todas las reacciones existentes. Por allá, un muchacho con audífonos no se inmutó; por allí, la señora de los suspiros intentaba tranquilizarse con lágrimas en los ojos; acullá, algunos mirando las estructuras del andén, previniendo un hipotético desplome. Días después en mi trabajo, nos impartieron un curso sobre primeros auxilios. Uno de los conferencistas señaló un detalle que apunté inmediatamente: el comportamiento humano pierde la calma con facilidad ante lo inusual. Yo lo interpreté precisamente como lo desconocido. Y en ese momento lo desconocido era el movimiento telúrico.
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Como poeta, Aldo Revfaulknest se enfrenta con su poesía no a lo desconocido, sino a lo que no se quiere ver. Y por esta misma razón, forma necesariamente parte de lo desconocido, porque se elige no conocerlo.
En algún momento de nuestra historia, al poeta se le concibió como un revelador de imágenes que serían reveladas después al hombre. Pero esa revelación, ¿necesariamente tendría que ajustarse a nuestros arquetipos o daguerrotipos mentales del mundo? No lo creo necesariamente así. El poeta devuelve una imagen a los demás, pero a lo mejor esa imagen no sólo no se acomode a nuestro mundo, sino que le devuelve una verdad incómoda o inaccesible. La poesía de Revfaulknest incomoda porque detrás de su aparente hermetismo, y por encima de su notoria sonoridad y de su acústica, subyace una indudable carga de tremenda humanidad.
Una humanidad deformada, si uno quiere, pero llena de colores, formas, ecos de lo que alguna vez, posiblemente, fueran milagros, y ahora sólo son burdos títeres o imágenes imprecisas, mutantes, ridículas o rescatadas del hastío. Y es ahí cuando el poema se hace videncia.
Los poemas de Revfaulknest
son concientes de su tiempo. Son poemas que se incendian con las llamas de su propia realización. Por eso quizá incomoden a poetas de otros talantes, que buscan en estos versos la confirmación de lo que ellos indagan. De esos poetas que escriben con el corazón o con las tripas, o con el cerebro o de la patada; Revfaulknest escribe con los ojos. Pero se aducirá: todos los poetas escriben con los ojos. Supongo que sí, pero la mirada de este autor de poemas, ve las cosas desde la plataforma del mal agüero e intenta encontrar el milagro perdido. Ve con los ojos una realidad metafórica, donde intenta rescatar lo mejor, si esto es posible, desde dentro de la decadencia. Y de ahí entrega lo encontrado y apuesta por el futuro:
seremos niños del irisado mañana/tornasoles del verbo enterrado en el búnker/niños brotados tréboles/ entre escombros de juguetes/seremos Artaud con devota heteromancia/viendo arrobados desde los árboles/ caer relámpagos del alba.
Esta búsqueda, tan propia de Revfaulknest (cuyos poemas apuntan a la brevedad) no intenta congraciarse con nadie. No busca la complacencia, ni siquiera la apropiación o el rechazo. Muestran. Ofrecen. Entregan el resultado de un combate limpio cara a cara con la vida y la muerte, e ignoro con cuántas cosas más. Busca en las cantinas, en la música, en la actitud del propio poeta ante la vida o en la modalidad poliédrica de la ciudad de Guanajuato. Es también el resultado del ejercicio de descender a los infiernos persoPUNTO CARDINAL nales, y como diría el sabio don Juan, traer trofeos o regalos. Uno de estos trofeos es la confección del poema, y, por ende, de su propia revelación. Revfaulknest es un vidente que ve y escribe; que inscribe y revela; que suscribe y proscribe y entrega. Nada más. Y esto es bastante.
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Rescato a continuación tres puntos que me son útiles para aperturar los poemas de Aldo Revfaulknest. 1. El poema se escribe desde el movimiento. 2. La sensación, o la seguridad acaso, de que el poema es un estado de captación de lo poliforme o una ejecución de la videncia. 3. Que la única verdad posible, aunque me incomode o me duela reconocerlo, es la realidad poética. Si el poema, me queda claro, es la realización de la poesía, esto implicaría, naturalmente, que la poesía no es propiamente una escritura, sino lo que permite la realización de esta escritura. La poesía sería la verdad de la realidad del mundo. Una realidad y
u n a verdad, naturalmente, imprecisas, como toda realidad y toda verdad que se precie de ser humana. Existe un fenómeno mental, toco el tema ahora, en el que la mente se esfuerza por ajustar los hechos a la modalidad histórica de su propia conciencia. Esto, naturalmente, nos exime de explicar todos los fenómenos existentes en el mundo. Llámense sociales, culturales, históricos, tecnológicos, suprafísicos, físicos, mentales, y otros. Yo ajusto mi mente a lo que quiero ver, saber, pensar sobre la realidad y sobre el mundo. Al hacer esto, asumo la responsabilidad de no tener que explicarlo todo, pero me basta con estar en paz con el mundo que he construido. Con mi propia verdad.
Puedo agregar, con justicia, que esto constituye la receta perfecta para no movernos. En el primer libro de la saga La Torre Oscura de Stephen King, El pistolero (también conocido como La yerba del diablo), una idea se repite a lo largo de sus páginas con marcada asiduidad: el mundo se ha movido. Cuando King, como autor, o cuando el narrador, como instancia independiente, repite, con el mismo entusiasmo, la premisa de que el mundo se ha movido, o de que el mundo se movió (nunca que el mundo se mueve, sino que se movió: en tiempo pasado) inscribe la paradoja de la especie humana en el aquí y el ahora de su propio tiempo.
Primer punto: a los poderosos de todas las épocas, ¿les convino alguna vez que el mundo se moviera? ¿Les convino alguna vez que el mundo se saliera de su lugar, y que, como una moneda o una pastilla diminuta sobre una mesa inclinada, dejara su lugar de origen y se deslizara hacia la zona de lo desconocido? ¿Querían que cambiaran las cosas? Lo dudo mucho. Todo el mundo protege su mundo con la fuerza y el ánimo y la voluntad que le puede, le conviene y le corresponde. Así entonces, ¿no es natural que cuando el mundo se mueve, como el terremoto de la Ciudad de México, saque de sus lugares de inmanente permanencia a todos a los que toca
vivir dicho movimiento?
El mundo del mal agüero en la poesía de Revfaulknest es justamente eso: mal agüero, pero no indefensión. Es revelación de las cicatrices del mundo contemporáneo. Por eso hace uso de, por ejemplo, el anacronismo (el cinismo de Diógenes se opaca/ en el dije plateado de una rubia nazi), la desmitificación de las instituciones oficiales como la Religión o el Estado (anestesiado por religiones extranjeras/ observa una idónea patria en un spot de televisión) o, sinceramente, la mediocridad del poeta mexicano actual (cría poetas & te plagiaran los versos). Todo esto es el resultado de un mundo que se ha movido, que se mueve y tira todo para abajo. La era del mal agüero. Donde todo parece subrayar sus propias inconsistencias. Donde nadie tiene miedo de hacer el ridículo o atender a la estupidez, sino que lo presume y con creces.
Aquí hay una cosa literal y otra no. Lo literal es que innegablemente el mundo se mueve y se ha movido: terremotos, huracanes, mareas, lluvias torrenciales, linchamientos, secuestros masivos, revoluciones, guerras civiles, suicidios colectivos y demás; lo metafórico es que el mundo también se mueve y esta metáfora, la de la videncia de dicha movilidad, se alcanza, digo yo, en la poesía. Y de ahí construye su verdad. Y ésta se alcanza, para ser preciso, en el poema, mejor dicho. El poema en concreto no alcanza, si es un buen poema, el lugar de las imperturbabilidades. Es movimiento puro. En el caso de los poemas de Aldo Revfaulknest, el movimiento se sugiere desde PUNTO CARDINAL el título: Rapsodia poliédrica de fúnebre narcisismo. De entrada, la segunda palabra, poliédrica, ya significa movimiento: el movimiento de las formas, de las distintas y múltiples caras que puede tener un solo objeto.
Segundo punto: el poema como estado de captación de lo poliforme o ejecución de la videncia. Desde luego, los poemas de Revfaulknest, al asumir su condición metafórica de fúnebre narcisismo, ya comparten su objetivo: la revelación poliforme del logos humano. El narciso es el ego. El narcisista el que por bandera se iza a sí mismo. ¿Cómo es esta revelación? ¿Cómo los poemas de Revfaulknest van a escribir y a inscribir la naturaleza poliforme del comportamiento humano? Si lo logró el poeta, es algo que ya no me preocupa, y sería inútil de mi parte defenderlo. Por suerte, es el lector, siempre, el que dispone del punto final después del punto final de todos los puntos finales (o puntos y comas o puntos y seguidos o puntos y aparte), de la vida. Di tú si los poemas de Revfaulknest merecen el apelativo de reveladores del poliforme
PUNTO CARDINAL mundo del comportamiento humano. Del uno mismo. Yo, para ser justos, dejo dos ejemplos:
1.
en la colonia San Clemente la parvada se autosepulta/en cualquier rincón de nubes ennatadas.
2. por el boulevard caminan políticos & burgueses/ acordonados a french-poodles/wachan periódicos/se enteran de noticias del búnker/se quejan de la podredumbre/de la pasión de Juana de Arco/de los maestros en la guerrilla.
Último punto: la verdad poética como la única realidad posible. Aquí, antes de entrar al tema, quiero señalar que, por x o y, a todos se nos exige, en algún momento de nuestras vidas, alinearnos al pensamiento del otro. Todos conspiran para hacernos parte de sí mismos. Y si no queremos ser parte de los otros, ¿qué podemos hacer para contrarrestar ese efecto y esa tendencia generalizadora tan imperante en nuestros días? Quizá y acaso la respuesta sea ésta: tenernos a nosotros mismos. Pero esto, naturalmente, es una lucha sin fin. Y dirán otros: una imposibilidad. Y dirán otros: yo me tengo a mí mismo. ¿De qué me estás hablando? No lo sé. Y quizá entonces ya esté divagando. Pero lo que sí sostengo es que los demás se emperran, por decirlo así, en que les digamos que sí a todo. Sí a las reformas educativas; sí a las reformas energéticas; sí a la única religión sobre la tierra; sí al nuevo desodorante quita caspa. Y así podría continuar ad infinitum.
Los poemas de Revfaulknest son, en este sentido, más desdeñosos. De entrada ya no les preocupa que tú te alinees a ellos. Aunque ellos se alineen a los poetas estridentistas, beatniks o aun infrarrealistas. O tengan como referente los trabajos de poetas cantores de la talla de Arturo Meza y Armando Rosas o, justamente, de Real de Catorce. Y por supuesto, la figura imperante de Efraín o Infraín Huerta. Pese a estas referencias, los poemas de Revfaulknest están alineados a sí mismos. A su realidad poética. A la única realidad que estos poemas conocen. Su mérito, acaso, y por todo lo demás, es que ellos persisten en su búsqueda por entregar todo lo que encuentran. El poema entrega, sin esperar nada a cambio, la revelación de un algo que los demás no ven. Y no porque se les escapa. Quizá porque en realidad no exista. En este sentido, los poemas son la mentira más exquisita que pueda existir o la verdad más incorrupta de entre todas las respuestas. El poeta es el médium revisor
del comportamiento humano de cada realidad y de cada época. De este comportamiento humano poliforme. Es un revelador de la modalidad de la vida. Tiempo y espacio y materia oscura.
Rapsodia poliédrica de fúnebre narcicismo es un signo inequívoco de las realidades poliformes de nuestra época. Son poemas que no tratan de convencer a nadie. Celebro los poemas del libre mercado de las realidades múltiples del joven poeta Aldo Revfaulknest. Su lucha poética ha sido limpia. Honesta. Su insistencia y su terquedad han dado frutos. Los primeros frutos del que podemos señalar, con toda justicia, como su primer libro de poemas. El libro de Revfaulknest juega, indefectiblemente. Juega a revelar, como he dicho, el poliforme comportamiento humano a la luz de sus propios egos o demonios personales. El mal agüero. Y como todo juego constituye en el fondo la seriedad absoluta, los lectores tenemos el acceso (mas no la clave) para jugar con la relativa certeza de que nos encontramos ante un poemario lleno de revelaciones, producto de múltiples movimientos. Y es precisamente en este movimiento donde el yo del poeta se consume, como PUNTO CARDINAL una llama, pero antes de hacerlo, alcanza a cantar. La poesía de Revfaulknest es un canto. El canto, finalmente, de la desaparición del yo del poeta, como en estos mis versos favoritos:
ahora viajo umbelífero ando por ende: lírico ando en delirio ando en lirio ando enirio ando en río ando rio ando io (n) ando o
Juega entonces la primera, y a la vez la última revelación: Aldo Revfaulknest.
Alejandro Acevedo
Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Modelo, de Mérida, Yucatán; Maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. Actualmente estudia el Doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de San Luis, San Luis Potosí. Ha publicado prólogos, cuentos, poemas y artículos literarios en diversas revistas